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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv v.7 n.2 Manizales jul.dez. 2009

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

 

Significados y respuestas de las madres al abuso sexual de sus hijas(os)*

 

 

Respostas das mães em relação ao abuso sexual dos seus filhos e filhas

 

 

Mother's responses to sexual abuse of their children

 

 

Margarita Inés Quiroz Arango1, Fernando Peñaranda Correa2

 

1 Profesora de cátedra, Facultad Nacional de Salud Pública, Universidad de Antioquia, Facultad de Trabajo Social, Universidad Pontificia Bolivariana, Responsable del Proyecto Plan de Acciones Positivas para las Mujeres, Municipio de Bello, Corporación para la vida Mujeres que Crean, 2007. Trabajadora Social, Magíster en Salud Pública, Especialista en salud mental. Correo electrónico: miq4@une.net.co

2 Profesor e investigador de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia. Médico de la Pontificia Universidad Javeriana, Magíster en Salud Pública de la Universidad de Antioquia, Magíster en Educación y Desarrollo Social de la Universidad Pedagógica Nacional - Cinde, Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales – Cinde. Correo electrónico: fpenaranda@guajiros.udea.edu.co


 

 

Primera versión recibida mayo 22 de 2008; versión final aceptada septiembre 11 de 2008 (Eds.)

 


Resumen:

Se presentan los resultados de una investigación dirigida a comprender los significados y las respuestas de madres frente al abuso sexual de sus hijas e hijos, para generar un conocimiento útil en la construcción de políticas y programas más pertinentes en la atención de este fenómeno. Es un estudio cualitativo que empleó como método los grupos de discusión con cinco madres de cuatro niñas y un niño, menores de 10 años, víctimas de abuso sexual, quienes asistían a consulta psicológica en dos centros de atención a la familia de la ciudad de Medellín, en el año 2005.

Las voces de estas mujeres muestran que el abuso sexual sucede en familias vulnerables desde el punto de vista afectivo, comunicativo y socioeconómico, en las cuales este problema hace parte de su cotidianidad.

El abuso sexual constituye una catástrofe que afecta el precario equilibrio socioeconómico y afectivo que estas familias logran construir para hacer frente a sus condiciones de vida angustiantes. En medio de la estigmatización que la sociedad hace de la situación, del silencio, con el cual soportan el trauma, y de un apoyo poco comprensivo y pertinente por parte de las instituciones encargadas de la atención de estas familias, las madres acometen diferentes acciones para hacer frente a su realidad. La reconfiguración de su rol como madres se convierte en un punto de partida clave para la superación del estado de impotencia en el cual quedan sumidas, posterior al abuso sexual de sus hijas(os).

Palabras claves: abuso sexual, vulnerabilidad familiar, maternidad, investigación cualitativa.

 


Resumo:

Apresentamos os resultados duma pesquisa dirigida a compreender os significados e as respostas das mães em relação com o abuso sexual dos seus filhos e filhas, com o propósito de gerar um conhecimento útil na construção das políticas e dos programas mais pertinentes para fazer atenção a este fenômeno. É um estudo qualitativo onde empregamos os grupos de discussão com cinco mães de quatro meninas e um menino, menores de 10 anos, vítimas de abuso sexual as quais assistiam a consulta psicológica em dos centros de atenção para a família na cidade de Medellin, Colômbia, no ano 2005.

Estas mulheres indicam que o abuso sexual se apresenta em famílias vulneráveis desde o ponto de vista afetivo, comunicativo e sócio-econômico, onde este problema faz parte da vida quotidiana.

O abuso sexual constitui uma catástrofe que afeta o equilíbrio precário sócio-econômico e afetivo que tem sido construído por estas famílias para enfrentar estas condições angustiantes de vida. Em meio da estigmatização que a sociedade faz da situação, do silêncio para suportar o trauma e de um apoio pouco compreensivo e pertinente da parte das instituições encarregadas da atenção para estas famílias, as mães empreendem ações diferentes para enfrentar a sua realidade. A reconfiguração do seu papel como mães torna-se num ponto de partida chave para a superação do estado de impotência no qual ficam mergulhadas, depois que suas filhas e filhos são abusados.

Palavras chave: abuso sexual, vulnerabilidade familiar, maternidade, pesquisa qualitativa

 


Abstract:

The goal of this research was to understand the meanings and responses that mothers of sexually abused children gave to this phenomenon, which could provide useful knowledge for defining better policies and programs. It is a qualitative study that used discussion groups with five mothers of four girls and one boy who had been sexually abused. These mothers attended two Family-Care Centers in the city of Medellín, Colombia, in 2005. The voices of these women show that sexual abuse happens in affective, communicative and socioeconomic vulnerable families, where this problem is a common issue in daily life. Sexual abuse becomes a catastrophe that affects the precarious socioeconomic and affective balance that these families have built to cope with their difficult life situations. Mothers undertake different actions to tackle with their situation under the social stigmatization, silence and poor support from the institutions that are supposed to help them. For these women, the reconstruction of their role as mothers becomes a central issue to overcome the feeling of impotence generated by the destruction of their socioeconomic and emotional family balance.

Keywords:sexual abuse, vulnerable families, motherhood, qualitative research.

 


 

 

I. Introducción

 

El incesto y el abuso sexual infantil afectan a numerosas familias de diferentes clases sociales ocasionando sufrimiento en los hijos, las hijas, las madres, los padres y los hermanos. Es la forma de violencia intrafamiliar con un mayor impacto afectivo y emocional sobre la niña o el niño abusado y sobre su familia, porque afecta su dignidad emocional, su libertad sexual y su bienestar integral.

En Colombia, en el año 2004, el Instituto Nacional de Medicina Legal tuvo conocimiento de 17.912 dictámenes por delitos sexuales, lo que significó un aumento del 25.8% (3.673 casos) con relación al año anterior, en el que se reportaron 14.239 casos de reconocimiento médico-legal. El 38% de las víctimas eran menores de 10 años, 11.8% menores de 4 años y 25% entre 5 y 9 años; el 84% de los casos se presentaron en niñas y el 16% en niños; en el 34% de los casos el agresor era una persona conocida, y en el 31% un familiar, principalmente el padre o el padrastro; en el 49% de los exámenes medico-legales practicados a las víctimas, no se encontraron hallazgos físicos. (INML, 2004).

Algunas de las investigaciones realizadas sobre el fenómeno, expresan conceptos y opiniones que muestran a las madres como cómplices o facilitadoras del abuso sexual de sus hijos e hijas, situación que dificulta mirar el impacto del problema en la madre, y por lo tanto, su participación en el proceso de recuperación de la niña o el niño afectado, y de todo el grupo familiar (Vásquez, 1995, Finkelhor, 1979, Raya & Koller, 1998, Daza & Zuleta, 2000, Gallo, 1999). En estos textos se hace referencia a la responsabilidad de la madre en el abuso sexual, por omisión, negligencia o facilitación en el acto abusivo, culpándola de no brindar cuidado a sus hijas(os). Esta visión culpabilizadora está relacionada con la expectativa social de una madre ideal, directamente responsable de lo que les sucede a sus hijas e hijos (Badinter, 1991), y desconoce otros determinantes sociales y culturales a los que se ven expuestos los niños y niñas en su convivencia diaria, dentro y fuera de su familia, cuyo conocimiento y control no están al alcance de la madre, por las mismas características de clandestinidad e ilegalidad en que sucede el evento. Esta expectativa de madre perfecta sobrecarga a la mujer con la responsabilidad casi exclusiva por la seguridad y bienestar de sus hijos (Carter, 1999 citado en Sinclair, 2006).

Se producen entonces concepciones reduccionistas del fenómeno, que hacen énfasis en asuntos como la debilidad de las madres para identificar los riesgos de abuso sexual a los cuales están expuestos sus hijas e hijos, debido a las relaciones cercanas con los abusadores, que las lleva a desarrollar confianza en ellos. También se ha hecho énfasis en la forma como el abusador comete el abuso y emplea estrategias para lograr que éste permanezca oculto, pero no se proponen alternativas estratégicas que involucren realmente a la madre y a la familia en una nueva mirada del problema.

El abuso sexual en las niñas(os) es un asunto complejo que requiere para su comprensión el estudio de sus dimensiones sociales, culturales y afectivas y sus implicaciones en la dinámica familiar y en cada uno de los sujetos que forman parte de este grupo social. Para lograr dicha comprensión, es fundamental escuchar los actores y adentrarse en el significado que para ellos tiene el fenómeno.

En este orden de ideas, es necesario comprender el significado que tiene para la mujer el atentado a la dignidad sexual de sus hijas(os) y a su propia sexualidad, en los casos de incesto por parte del padre. De igual manera, es necesario considerar el significado del abuso sexual en las relaciones e interacciones con el padre, la madre, los hijos y los hermanos. De otro lado, para la mujer, un caso de abuso sexual de uno(a) de sus hijos(as), pone en tela de juicio su rol de crianza ante la sociedad. Esta situación genera consecuencias sobre su identidad materna y sobre su función de crianza, que requieren ser comprendidas desde su punto de vista.

Las políticas y programas, con influencia de los estudios que culpabilizan a la madre y la familia han tenido un acento en su papel represivo y de protección al menor, dejando a la familia y a la madre en un segundo plano. Urge entonces la necesidad de ampliar la comprensión del fenómeno, para lo cual es fundamental escuchar el punto de vista de los directamente implicados. Por esta razón este estudio pretende avanzar en la comprensión del significado que tiene para las madres el abuso sexual de sus hijas(os). De esta manera, se busca aportar en la construcción de referentes teóricos necesarios para una comprensión más integral del fenómeno, necesaria en la construcción de políticas públicas y programas más pertinentes y productivos.

 

II. El método

Se empleó como método de estudio "los grupos de discusión" porque, como lo plantea Ibáñez, estos permiten a las personas afectadas por eventos de alta complejidad que ocasionan una alta carga emocional y afectiva, motivar una nueva mirada de la situación desde la relación grupal, y una interpretación colectiva de la realidad.

En los grupos de discusión el lenguaje, la interacción, la observación y el apoyo son las principales herramientas para la interpretación de la realidad que emerge como una oportunidad para re-vivir y re-crear situaciones pasadas, mediante la instauración de un ambiente que propicia la expresión de emociones, temores, valores y modos de comprender el fenómeno desde los mismos sujetos (Ibáñez, 1992).

Los grupos de discusión se encuentran en la frontera entre el grupo terapéutico y el grupo de trabajo:

    Apoyándome en la distinción que establece Bion entre los componentes básicos (inconsciente) y de trabajo (consciente) en un grupo, centro el grupo terapéutico en un grupo básico; el grupo de intervención en un grupo de trabajo; y el grupo de discusión en la frontera entre los grupos básicos y de trabajo. Esta posición permite comunicarse con ambos (Ibáñez, citado por Valles, 1999, p. 287).

    (...) el grupo de discusión no es equiparable a ninguna de sus modalidades próximas: no es una conversación grupal natural, no es un grupo de aprendizaje como terapia psicológica (...), tampoco es un foro público...; sin embargo parasita y simula (parcialmente), a la vez, cada una de ellas (Delgado & Gutiérrez, 1995, p. 292)

- Los grupos de discusión 

La investigación se realizó con cinco madres de cuatro niñas y un niño abusados sexualmente, que asistían a consulta psicológica en dos centros de familia de la ciudad de Medellín. Se realizaron cuatro reuniones de grupos de discusión con la presencia de casi todas las madres, solamente en la última faltó una de ellas por cambio de domicilio. Además, se llevaron a cabo tres entrevistas en profundidad para ampliar la información y brindar acompañamiento a las madres cuando lo necesitaron, debido al impacto que les ocasionaba hablar de la situación. El grupo no tenía una finalidad terapéutica, sin embargo, las madres veían en él un espacio de confianza y de respeto que les permitía hablar con mayor libertad de su situación. La reflexión colectiva y el apoyo que recibían para conocerse a sí mismas, produjo transformaciones en las participantes y en su comprensión del problema.

En cada reunión se tuvieron en cuenta para el análisis las opiniones, los comportamientos y las emociones expresadas por las participantes. Las discusiones fueron motivadas mediante preguntas o temas construidos a partir de lo expresado dentro del grupo. Su contenido se recopiló en grabaciones magnetofónicas y notas de diario de campo. Las reuniones tuvieron una duración que fluctuó entre una hora y media y dos horas, según las necesidades de las participantes. El trabajo de campo se llevó a cabo durante tres meses.

- Codificación, análisis e interpretación

En las reuniones se registraron diferentes manifestaciones del lenguaje: el llanto, el silencio, los abrazos, la cabeza agachada, la voz baja y miradas con dolor que expresaban sus sentimientos, además de sus expresiones verbales, que permitieron llegar a un nivel más profundo de conocimiento sobre lo que significaba el abuso de sus hijos(as) para cada una ellas. Este contacto directo con ellas fue básico para avanzar en la construcción de sentido, esto es, en conocer lo que representa el problema para las personas (Ibáñez, 1992).

El análisis se realizó en tres momentos. Un primer momento de discusiones grupales y de interpretaciones realizadas por las madres. Un segundo momento de organización de textos y codificación, realizado mediante el programa Atlas ti. Se obtuvieron 1.225 códigos que fueron organizados en categorías y sometidos a cinco procesos de re-categorización hasta obtener cuatro categorías y 42 subcategorías (ver tabla 1) , que recogieron las emociones, las percepciones, los recuerdos, las reacciones y las acciones de cada una de las madres ante al situación de abuso sexual de sus hijos (as). Con base en la re-categorización final se construyó un modelo teórico basado en una categoría central o "selectiva" (Strauss & Corbin, 2002), denominada "catástrofe". Finalmente, en un tercer momento, se contrastó el modelo teórico construido con otras producciones teóricas que ampliaron el nivel explicativo del modelo.

 

 

 

 


III. Hallazgos

 

Siguiendo la estructura categorial se presenta a continuación una construcción del significado que para las madres tenia el abuso de sus hijas/hijos. Más que tratar de reproducir cada uno de los casos o identificar las frecuencias en que aparecen sucesos, sentimientos y acciones, se presentan los hallazgos como rasgos que se encuentran en los relatos de las mujeres participantes en el estudio y permiten avanzar así, en la comprensión del fenómeno.

Condiciones y situaciones de la madre y de la familia

Comprender el abuso sexual en las niñas y niños parte de comprender la situación de la familia en que viven, dado que el abuso no afecta sólo a la persona agredida y su impacto lo recibe todo el grupo familiar. La investigación recoge, de manera particular, las condiciones de vida y situaciones sociales, emocionales y familiares de las madres y los hijos, que los hacen vulnerables a esta situación.

El abuso sexual hace parte de la historia y de la cotidianidad de estas mujeres y sus familias. En este sentido, en las participantes surgieron relatos sobre situaciones de abuso sexual en su infancia, por parte de diferentes personas de su familia. Entre los cinco casos estudiados, se encontró una familia incestuosa1, en la cual han existido varias relaciones de abuso sexual por diferentes familiares: hermano, abuelo y tíos.

    La niña ya había pasado por esta situación; tenía cinco años y vivíamos en la casa de una hermana porque me había separado de mi esposo. El marido de mi hermana bebía mucho y la golpeaba. Cuando yo salía a estudiar y los niños quedaban dormidos, él entraba a la pieza y abusaba de la niña. Ella me contó después de que lo hizo varias veces. Yo le creí, pero no le dije a mi hermana porque ella no me iba a creer. Quiere mucho a su marido y piensa que tiene un santo.

    Se quedó la cosa así. Mi hermana no sabe nada de esto, me fui de la casa de ella de huída de mi cuñado. A mi esto me impactó mucho, nunca lo había comentado con nadie, solamente ahora que nos volvió a pasar.

    Mi papá también había abusado de una nietecita de cinco años y mi hermano abusó de mí. Yo tenía nueve años. Mi mamá se iba a comprar la carne y me dejaba en la casa con mi hermano de 20 años. Él me decía: - Sara, venga juguemos parqués. Y yo le decía: -- No quiero -. Porque yo sabía lo que él me había hecho. Me cogía a la fuerza y me llevaba a su pieza. Me daba plata, y él empezaba a masturbarse, ¡y yo más asustada! A mí me daba de todo: yo temblaba y le decía: —Yo no quiero jugar -, y salía corriendo. Él lo hizo varias veces. Nunca le conté a mi mamá porque ella nos pegaba muy duro y yo le tenía mucho miedo. Todavía me da miedo quedarme sola con él. (...) Cuando pienso en lo que le pasó a Juliana, siempre recuerdo lo que yo sentía con mi hermano y entonces digo: —¡Pobrecita Juliana!, ¿qué sentirá ella? (Sara)2

Frente a sus recuerdos, las madres experimentaron sentimientos de dolor, como un secreto familiar que cerraban con la frase "se quedó la cosa así", para significar que no se realizó ninguna acción y que todavía permanece vivo en su recuerdo.

Manifestaron, además, que en las familias de los agresores también existieron antecedentes de abuso sexual, violencia conyugal, maltrato infantil, maltrato de los hijos hacia los padres, y problemas de alcoholismo en el padre y en la madre. Las situaciones de violencia familiar y el abandono por parte de los padres, tiende a repetirse en la vida adulta de estas mujeres, lo cual da lugar para que interpreten su situación de abuso sexual como "predestinación" en sus vidas, e interpretan que la historia de su madre se repite en ella: "por lo que ha pasado mi mamá, yo he pasado; si mi hijo fuera mujer, también le hubiera tocado".

En la vida de estas mujeres se repetían situaciones de inestabilidad afectiva y conflicto al interior de las familias que construyen de adultas. Es así como en cuatro de los cinco casos, las mujeres no convivían con una pareja estable y se desempeñaban como cabezas de familia. En el caso restante - correspondiente a un evento de incesto - las relaciones de la madre con su pareja (padre abusador), estaban caracterizadas por rupturas frecuentes, agresiones verbales y físicas, situación agravada por el alcoholismo del padre.

La condición de mujer cabeza de familia implica asumir sola los roles de proveedora económica, cuidadora familiar, figura afectiva, transmisora de normas, consejera y educadora, dentro de la familia, lo que aumenta las responsabilidades de la madre y da lugar a estados de tensión emocional, soledad y angustia frente a la impotencia para responder a las demandas sociales y a las necesidades de sus hijos e hijas. Así, estas mujeres se encuentran expuestas a situaciones económicas, sociales, afectivas y emocionales críticas. Desempleadas o con muy bajos ingresos, se ven abocadas a vivir con otros familiares, en condiciones de dependencia y donde las hijas(os) están expuestos al abuso por parte de quienes están alrededor de esta familia; o regresar a la convivencia con su pareja, manteniendo activo el conflicto y latente el peligro.

    Yo trabajaba en una empresa de confecciones, (...) soy sola con mis hijos. No vivo con mi marido porque los dos estamos desempleados y no tenemos con qué sostenernos. Ahora estoy en la casa que nos quedó de mi mamá. Vivo con otros dos hermanos, una hermana con su esposo y un hermano con su esposa y dos hijos. Ocupo una pieza muy pequeña, donde todas mis cosas están amontonadas (...) Los niños no pueden jugar, siempre tienen que estar encerrados en la pieza. Yo me tengo que quedar callada porque no tengo para dónde irme. (...) Él es el esposo de mi hermana. Era una persona muy confiable, pero muy borracho; nadie se imaginaba que podía hacer eso. No trabajaba en la mañana y se quedaba en la casa (Erika).

    Cuando le pasó eso a mi niña, yo vivía con una tía, su esposo y dos hijos grandes; ella cuidaba mucho a mis niños, pero el que le hizo eso a mi niña era un amigo de mis primos. Ahora estoy viviendo de arrimada donde una amiga. Mis hijos dependen totalmente de mí. Trabajo haciendo el aseo en unas confecciones. Lo único que gano son $200.000 al mes, que no me alcanzan para pagar arriendo y vivir sola, por eso siempre me ha tocado vivir con otras personas. Me tengo que quedar trabajando hasta tarde para ganar un poquito más (Gabriela).

La condición de mujer cabeza de familia, la situación económica y la vivienda en zonas distantes de su lugar de trabajo, dan lugar para que la madre deba trabajar jornadas extensas y permanecer fuera de la casa durante la mayor parte del día. Estas condiciones llevan a que los hijos permanezcan solos, o al cuidado de otros familiares o vecinos quienes, como decía una de las madres: "les ponían cuidado desde sus casas, vigilaban que fueran a la escuela, estaban pendientes de la comida y de que no salieran a la calle ni hablaran con personas extrañas" (Gabriela).

- El abuso 

Los abusadores fueron personas conocidas; dos de ellos eran los padres de las niñas; otro, el esposo de la tía; otro un primo, y finalmente un vecino. Dentro de las condiciones de vida de estas familias, el abuso es un suceso esperado y que finalmente ocurre. El conocimiento de este desenlace por parte de la madre puede suceder a partir de una sospecha, o como un encuentro abrupto con la realidad. En el primero de los casos, irrumpe en la dinámica familiar como una sospecha de que algo extraño sucede en el ambiente y en el comportamiento de las niñas/niños.

Así, aun cuando no existían evidencias, las percepciones de las madres conducían a sensaciones de dudas y temores que despertaban la necesidad de investigar y conocer más a fondo la realidad. En esta forma, la confirmación del abuso sucede por observación del comportamiento de la hija, o por información de ésta, en lo cual actúa de una manera importante, la capacidad de observación y el conocimiento sobre la cotidianidad familiar que desarrollan las mujeres como parte de la subjetividad femenina, y les permite introducirse rápidamente en la realidad para hacer visible lo extraño (Canales, 1995).

    [...] cuando llegué del trabajo, Juliet estaba muy rara. Era sentada por allá en una silla como aburridita, toda lagrimiada, jugando sola con una muñeca [...] El corazón me dijo: —Le violaron a su niña. De los nervios me dio rabia. Yo cogí y le forcé un poco los muslos. La niña estaba colorada y arañada alrededor de los labios. Yo me ofusqué mucho y, llorando, le dije: —Mamí, dígame la verdad, ¿a usted qué le pasa? ¿Quién la ha tocado?. Y ella me respondió: —Nadie. [...] Yo me tranquilicé un poco; sin embargo, no me quedé así [...] No sabía qué hacer, estaba muy confundida [...] Y le dije a la tía: —Ya que la niña no quiere hablar, yo misma me voy a encargar de ver qué es lo que pasa (Gabriela).

En el segundo caso, la madre se encuentra con el abuso de manera inesperada. Percibe todas las evidencias que no le dejan dudas de lo ocurrido. Inclusive la niña abusada confirma el hecho a pesar de las amenazas del abusador.

    Cuando llegué a la casa, él estaba dormido, borracho. Los niños estaban acostados; en la cama había sangre. Yo les pregunté: —Niños, ¿qué pasó? Juliana se levantó, me tomó de la mano, salió conmigo de la pieza y me dijo en vos baja: —Mamí venga le digo una cosa, pero no haga nada; no haga bulla. Mi papá me violó, esa sangre es mía. - ¿Por qué, Juliana? , ¿qué le hizo? Ella me empezó a contar todo. El papá la amenazó que si me decía, nos mataba a las dos (Sara).

La frase "cuando llegué" expresa cómo las madres se acercan a la realidad de manera abrupta. A pesar de ser un suceso "esperado", las toma por sorpresa, lo que afecta su capacidad de reacción. El apoyo de las madres motivó a las niñas para hablar del problema. La confianza fue un factor central para establecer un puente de comunicación.

De igual manera, los hermanos se constituyeron en apoyo importante para hablar del suceso, y ante un evento de tal complejidad, asumieron comportamientos de protección a la hermana y a la madre.

    Los niños se hicieron los dormidos; se dieron cuenta de todo, tenían mucho miedo. Cuando el papá se quedó dormido, Willy se levantó y le dijo a la niña: —¡Ay, Juliana, no le diga nada a mi mamá, que se muere!. Él la ayudó a limpiarse y a arreglar la ropa (Sara).

Una vez conocida la situación, la respuesta de las madres no es igual en todos los casos; está determinada por sus condiciones familiares, emocionales y económicas, que configuran el grado de vulnerabilidad y la forma en que perciben el problema.

    Yo llegué del trabajo a las ocho de la noche y ella estaba sentada en la cama balanceando los pies y me dijo: —¡Ay, mami!, estoy tan aburrida de que René se meta a la pieza. Yo la escuché, pero me quedé callada. No fui capaz de hablar ni de preguntar nada. La niña no dijo más nada. Se quedó la cosa así. Como a los tres días, cuando llegué por la noche, se paró frente a mí y me dijo: —Mami, ¡que pereza!, él entra a la pieza dizque a planchar y me toca. A mí me dio como una cosa. Yo le dije: — ¿La toca? ¿cómo así que la toca? ¿qué le hace?. La niña me dijo: — Yo muchas veces estoy dormida y él es llamándome, o si yo despierto... él estaba metiéndome esa cosa en la boca. Yo me ofusqué mucho, me puse a llorar y le dije: si él le vuelve a hacer algo, dígame, porque yo soy capaz de matarlo (Érika).

Nuevamente aparece la expresión "se quedó la cosa así", para expresar la inmovilidad de la madre frente a un acontecimiento que rechaza pero ante el cual se siente impotente en primera instancia, aunque posteriormente logre emplear estrategias que la sacan de la inmovilidad y la llevan a actuar.

    Una mañana hice como si hubiera salido a trabajar. Cerré la puerta, me quité los zapatos y volví a entrar. Me metí detrás del closet, y él entró. Esa mañana yo sí iba a explotar, me acuerdo que yo sentí... yo no sé qué era lo que yo sentía. Solamente sabía que el cuerpo me temblaba y que el corazón se me iba a salir. Él se dio cuenta de que yo estaba ahí, se asustó y salió. Yo salí del closet, del temblor no era capaz de hablar. Él se bañó y se fue. No dije nada porque eso era aumentar los problemas con mi hermana. No sé cuánto hacía que mi niña venía con este problema, pero él sabe que lo vi. (...) Hasta ahora no sé si él ha seguido abusando de la niña, pero ella me dice: —¡Mami, vayámonos de aquí! Dígale a mi papá que nos vamos de aquí (Erika).

Las madres se sintieron solas al descubrir el problema y se encuentran en el dilema de compartir su sufrimiento o permanecer en silencio. Estos sentimientos las llevaron a la necesidad de buscar una respuesta a la pregunta: "¿Por qué lo hizo?" En medio de sus manifestaciones de duda y temor, expresaron tres hipótesis:

Primera: el abusador, que permanecía en la casa por su situación de desempleo, aprovechaba las condiciones de vulnerabilidad de la madre y de soledad de la niña. En esta situación, la permanencia del abusador en la casa, por el desempleo, se constituía en un factor facilitador del abuso

    Cuando salía a trabajar, los niños quedaban solos en el cuarto; la esposa de mi otro hermano los cuidaba para que no salieran a la calle. Ella les daba la comida y los llevaba al colegio, pero cuando estaban dormidos, mi cuñado, que estaba dentro de la casa, entraba y abusaba de la niña. ¿Desde cuándo lo hizo? Yo no sé, no quise preguntarle más a la niña (Erika)

Segunda: el padre estaba borracho y no se dio cuenta de lo que hacía. La madre justifica el comportamiento del padre por el estado de embriaguez que le impedía tener conciencia de sus actos:

    Él tomaba mucho y no se dio cuenta de lo que hacía. Yo le creo cuando dice que no se acuerda de nada, porque en una traba que yo tuve con pastillas, yo no recuerdo nada de lo que hice. En sano juicio él no hubiera hecho eso (Sara).

Tercera: lo hizo por venganza. Tres de las cinco madres interpretaron que el abusador actuó en esta forma debido a los conflictos que existían entre ellas y el agresor. Opinaron que el abuso no era solamente hacia su hija, también iba dirigido a la madre, como una forma de causarle daño a través de su hija. Una de las madres interpretaba que el agresor (vecino), abusó de su hija porque ella (la madre), no respondió a sus demandas amorosas o sexuales.

    Él me caía muy mal, decía que yo tan creída y tan picada. A veces pienso que lo hizo por bronca, porque yo nunca le paré bolas (no atendí sus demandas). Él me molestaba (buscaba conquistarme) y yo lo miraba feo. El primo me dijo: —Lo que pasa es que como usted no le para bolas, por eso es (Gabriela).
Consecuencias sobre la madre y la familia

El conocimiento del abuso produjo en las madres diferentes trastornos físicos y reacciones emocionales. Ellas expresaron que después del abuso de sus hijas/hijo habían padecido dolores de cabeza frecuentes, estados de mareos, insomnio, sentimientos de pánico, angustia y depresión, que permanecían después de varios meses de sucedido el evento:

    Tengo ratos que como que creo que sí soy capaz de salir adelante, pero cuando empiezo a acordarme de ese momento que vivió la niña, me parece que no puedo. Hay ocasiones que tengo visiones en las que mi hija está gritando. Siento cosas raras. Me desmayo en cualquier parte. Tengo dolores de cabeza muy fuertes. Por esto tuve que ir al médico; me mandó dos clases de pastillas que me han ayudado mucho, pero me da mucha tristeza tener que tomar esto. Yo no lo hago para evadir la realidad sino porque me sentía muy débil (Sara).

    A veces, cuando salgo, no quisiera regresar a la casa... me voy con los niños, me quedo por ahí un rato, sentada en alguna banca... —No nos vamos todavía para la casa— les digo. Ellos me acarician el pelo, me cogen las manos y me dicen: —Amá, vámonos que usted está muy enferma. Yo hago mucho esfuerzo para no llorar delante de ellos, pero a veces no aguanto. Llego a la casa y me encierro en la pieza. No me provoca nada (Érika).

           Así mismo, las madres experimentaron emociones como rabia, dolor y deseo de venganza. Sus reacciones se vieron afectadas positiva o negativamente por el apoyo recibido de familiares y amigos, quienes jugaron un papel importante en la forma de enfrentar el problema. Para una de las madres, el apoyo que recibió en su trabajo fue lo más importante, dado que no contaba con su familia.
    Yo estaba resuelta a todo. [...] en un caso de esos, ¡uno es capaz de matar! [...] Ya como que dejé eso. [...] En mi trabajo me aconsejaron que lo denunciara, pero no lo hice por evitar problemas con mi hermana. [...]. El patrón me decía: —No vaya a hacer nada malo. ¿Usted qué se gana con irse a pagar un hombre de esos a la cárcel? ¿y los niños dónde van a quedar? (Erika)
Las decisiones de la madre y su reacción frente al abusador estuvieron mediadas por su personalidad, sus valores, sus afectos, así como por su responsabilidad moral y material en el cuidado de los hijos.

    Pensé matarlo, pero también pensé en mis hijos con un padre violador y una madre asesina, todos dos en la cárcel. [...] A mi en realidad, de la desesperación, se me venían muchas cosas a la cabeza, pero también se me venían los niños como diciendo: —Mami, no nos deje solos, piense en nosotros (Sara).

En otro de los casos la madre, consumidora de licor, interpretaba que el abuso sexual había destruido su confianza hacia las demás personas. Esta situación la llevó a aumentar el consumo de licor, ocasionando trastornos en la relación con sus hijas y con su familia.

    Me siento sola, aunque tenga a mi papá y mi mamá, pero me siento sola. Si el papá no hubiera hecho eso, yo trataría de hacer las cosas diferente (...) Estoy tomando mucho trago (licor). He iniciado el consumo de marihuana como buscando desahogo en algo. En la parte afectiva he estado muy mal, porque a raíz de lo que pasó con mi hija, lo que pasó con mi matrimonio y con la otra relación en que me metí, mi vida ha cambiado mucho. Estoy muy mal anímicamente, me siento muy deprimida. (...) Cuando salgo, no quiero volver a la casa, y cuando llego, lo primero que hago es encerrarme; no me provoca comer ni hacer nada, no le encuentro salida a mis problemas (Amalia).

Las relaciones incestuosas tienen además un significado emocional, para la madre, de rivalidad y celos hacia su hija, lo cual ocasiona emociones ambivalentes hacia ella, que entran en conflicto con sus valores de comprensión y protección.

    Por un momento le sentí odio a la niña. Yo pensé que ella... o sea... en ese momento de desespero, yo dije: — ¿Será qué... Juliana, ¿por qué no gritó? ¿ por qué no hizo bulla? ¿ por qué no salió?(...) A mí me llegó a dar pena de la niña. Prácticamente compartimos el mismo hombre (Sara).

Estos sentimientos y temores motivaron en la madre comportamientos similares a los de su pareja para causarle enojo, afectando sus valores sexuales y afectivos.

    Debido a la rabia que sentía, quería demostrarle que yo también podía estar con uno y con otro. Yo sé que eso no esta bien. Uno rebajarse a conseguir otro [...]. Estuve algunos días en la calle, pero sentí culpa de dejar a mis hijos y regresé con ellos (Sara).

El incesto constituye una afrenta mayor para la mujer, pues se afecta su identidad en su doble condición de madre y esposa. Esta mujer experimentó sentimientos de rechazo y odio hacia el padre por haber abusado de su autoridad y poner sus deseos por encima del amor paterno, por lo cual expresó deseos de que su falta fuese castigada por la justicia. Como mujer, se sintió disminuida y con resentimiento hacia su esposo por haber buscado a su hija para satisfacer sus deseos sexuales: "Yo le hubiera pasado con otra mujer, pero no con su hija". El comportamiento del padre ocasionó ruptura en la relación de pareja y afectó la confianza que la mujer había depositado en él. Pero a la vez experimentó sentimientos de piedad y de perdón, y expresó sentimientos ambivalentes sobre su relación amorosa.

    Me estoy divorciando porque no creo capaz de vivir nuevamente con mi esposo, siento que todavía lo quiero, pero cuando esté con él, voy a pensar en lo que le hizo a mi hija. [...]. Son cosas que uno perdona, pero sigo viendo el problema igual. No quiero volver  a ser su mujer (...) Yo lo puedo perdonar, pero no lo puedo volver a querer (Sara).

La existencia de relaciones afectivas hacia el padre, por parte de la madre y de los hijos, dio lugar para que, en medio de sentimientos ambivalentes hacia el agresor, la madre promoviera en sus hijos una actitud comprensiva y de perdón hacia el padre:

    Debo enseñarles a mis hijos el perdón, que no tengan tanta violencia. Si ellos no perdonan al padre, nunca van a vivir tranquilos, nunca van a tratar bien a la gente (...). Yo no quiero eso para mis hijos, yo quiero que los niños sean niños de bien (Sara).

Además, las madres transmitieron a sus hijas(os), sentimientos de temor y desconfianza hacia otras personas.

    Uno queda como marcada. Me da maiedo de que me vuelva a pasar lo mismo y que el hombre que se me arrime, se va a fijar en la niña; no confio en su palabra. Prefiero seguir sola con mis hijos. Me mantengo muy tensionada, desconfío de todo el mundo, no quiero que mis hijos estén con otras personas, prefiero que siempre estén al lado de uno "como garrapaticas". No quiero salir a ninguna parte por miedo de que les pase algo (Amalia)

Un aspecto del que poco se ha hablado en el abuso sexual es la forma cómo afecta a los hermanos; sin embargo, en el estudio se encontró que esta situación los afecta de manera significativa, aún a los más pequeños. La respuesta de los hermanos varía según quien haya sido el agresor, la capacidad de cada niña(o) para sobreponerse a los sucesos traumáticos y las relaciones de apoyo en la familia.

Las madres observaron que el abuso sexual ocasionaba sufrimiento en los hermanos y hermanas, pero también destacan que se fortalecieron las relaciones de hermanamiento y de solidaridad entre ellos.

    El problema no es sólo para la niña. El niño guarda mucho rencor con su padre; no lo quiere perdonar. Tengo mucho miedo que reaccione con venganza. Yo le digo que debe perdonar a su papá, porque a él no le hizo daño, y me responde: —No me hizo daño a mí, pero a mi hermanita sí.

    Va muy mal en el estudio, es muy aislado, llora mucho. Él me pregunta: — ¿Yo por qué no hice nada cuando él le hizo eso a mi hermanita? Usted no tiene la culpa – le digo-, hasta mejor que se quedó quietecito [...](Erika).

Además de los efectos antes anotados, el abuso sexual causó en estas madres y sus familias, nuevos trastornos sociales y económicos. Las familias se vieron abocadas a cambiar de residencia y de lugares de estudio para los hijos, lo que significó un re-acomodamiento en la convivencia con otras personas y un cambio de profesores y amigos para las niñas y niños.

    Cambié de casa y de barrio. Mis niños entraron a otro colegio. Juliana va bien en el estudio, pero los otros dos no. Se ha puesto mucho cuidado a la niña, pero el niño está muy afectado, es muy callado, aislado, llora mucho. Cuando le va mal, se desanima y deja las cosas tiradas (Sara).

Una consecuencia particularmente traumática para la familia y la madre fue la separación de su hija para ser recluida en una institución de protección, lo que representa una nueva afrenta a la estabilidad familiar y afecta tanto a la madre como a sus hijos:

    Esto me ha traído muchos problemas para mí y para mis hijos. Me tocó irme de la casa de la tía donde me colaboraban mucho. Ni la Fiscalía, ni Bienestar Familiar me permitieron vivir ahí. He estado rodando aquí y allá. Mi vida cambió mucho, me mantengo muy sola, nadie sabe todo lo que tengo que aguantarme. La niña me hace mucha falta, yo nunca me había separado de ella, quisiera tenerla a mi lado, mirarla, sentir su cariño, pero no puedo por la situación económica. No hablo con nadie, no soy capaz de confiar en nadie. Me preocupa mucho qué va a pasar con mi vida y con la de mis niños. La niña está toda la semana en el internado y los fines de semana está conmigo. El niño llora mucho, dice que le hace mucha falta su hermanita (Gabriela).

La reacción de la madre y las respuestas de la sociedad 

Después de las reacciones iniciales, las madres tuvieron que hacer frente a los cambios que el abuso sexual ocasionaba en ella, su familia y en el entorno social. Esto las llevó a actuar en respuesta al evento. Las respuestas fueron diferentes en cada uno de los casos, dependiendo de la subjetividad de cada mujer y de cada situación particular.

Inicialmente, la impotencia fue una manifestación común en estas mujeres ante la situación socioeconómica y afectiva desesperada en que se encontraban cuando sucedió el abuso sexual. En algunos de los casos, este sentimiento permaneció por un período mayor ante los tropiezos para recibir apoyo y debido a las dificultades emocionales, lo que llevó a una de ellas a asumir comportamientos que expusieron a sus hijas a nuevos riesgos:

    La niña ha cambiado mucho, se ha vuelto muy agresiva, muy rebelde conmigo, y yo me he vuelto muy agresiva con ella. La golpeo muy fuerte y esto me está llevando a otros problemas con mi mamá y con mi papá (...). Dejo a las niñas solas en la casa, les doy confianza para que sean autosuficientes, autónomas. Las llevo a una guardería cerca de la casa para que mi mamá y yo descansemos de tanto estrés; espero que no les pase nada. A la vuelta de mi casa van al parquecito; yo las dejo ir solas, les digo que no hablen con personas desconocidas, soy muy confiada (Amalia).

En cuatro de los cinco casos las madres buscaron el apoyo de las instituciones y presentaron denuncia a las autoridades judiciales y de salud, pero se sintieron desprotegidas y opinaban que las instituciones no tenían en cuenta su situación. En las instituciones judiciales, las madres percibían poco interés en detener al agresor:

    Cuando el niño me contó, yo inmediatamente fui a la Fiscalía; mi tía me acompañó. Allá nos dieron una citación para él (agresor); yo creo que mi tía se la entregó (...). Ese hombre se desapareció, no sé nada de él. Yo he preguntado mucho en la Fiscalía y me dijeron que no lo han cogido; está perdido, que en cualquier momento lo cogían. Yo no sé para qué me molestaron tanto y me hicieron salir de la casa, si ellos no iban a hacer nada. Él ya debe saber que yo lo denuncié; me da mucho miedo que aparezca por ahí o esté bien suelto como si nada, y quizá haciéndoles daño a otras niñas (Gabriela).

Una de las madres sentía que en la institución de salud la juzgaban en vez de apoyarla. Esto aumentaba en ella, los sentimientos de soledad, impotencia y pérdida de confianza, llevándola a asumir comportamientos de agresividad con el personal de salud, de negación y resistencia a la realidad y de aislamiento:

    Al día siguiente me levanté muy temprano, no tenía dinero para llevarla al médico y en el trabajo me prestaron. (...) llevé la niña a médico particular porque no alcancé ficho en el hospital. El me dijo: —A su niña no la voy a tocar para nada, parece que hubiera sido violada. Yo me puse a llorar ahí mismo y le dije:—¿Cómo así, doctor?, ¡yo no puedo creer! Él me aconsejó que me calmara, que averiguara bien quién lo había hecho y me entregó una hoja para llevar al hospital. En el hospital, yo entregué el papel al portero y él me dijo: —Señora, ¿está segura?, esto es muy delicado. Yo le respondí: —Me dijeron que entregara esta hoja, por favor, necesito que me atiendan a la niña. Al rato me pasaron. Los médicos se pusieron furiosos conmigo; trataban deecharme la culpa, me decían que me iban a quitar la niña. Ella era cabeciagachada, no hablaba, me abrazaba y me decía: —Mami, yo tengo miedo.

    Empezaron a hacerle exámenes; me indicaron que no me la podía llevar. No me dijeron más nada. Yo les pregunté: —¿Qué es lo qué pasa?, ¿me violaron a mi niña? —Eso estamos averiguando— me respondieron. Yo les hablé muy mal a esos doctores, estaba supernerviosa porque no me decían qué pasaba. Le estuvieron haciendo muchos exámenes y el médico me dijo: —Su niña tiene una venérea— y yo le dije: —No, doctor, eso no puede ser, ¿mi niña, una enfermedad venérea? No la tengo yo que soy una persona vieja, ¡para tenerla mi hija! Pero, ¿cómo?, yo no entiendo: ¿está violada? Llegó Bienestar Familiar, Fiscalía, Medicina Legal, todos encima de la niña, y ella no hablaba (Gabriela).

Algunas de las participantes desarrollaron respuestas proactivas que demostraban su capacidad de sobreponerse al problema y buscar soluciones positivas para ella y sus hijos, con una mirada, ya no sobre lo pasado, sino sobre el futuro de su familia:

    Mi mamá me dice que ella me va a apoyar. Yo tengo que ayudar mucho a mis hijos; no me puedo quedar así toda la vida. (...). Este problema me dejó la autoestima por el piso, pero tengo que levantarme, necesito cambiar, tengo que aprender a levantarme con cuidado, actuar con más madurez, más sencillez, más humildad, menos egoísta. (...) Hablo más con mis hijos acerca del futuro y de la necesidad del estudio para que puedan depender de ellos mismos y que no los maltraten como a la mamá (Sara).

Una forma especial de hacerle frente a esta situación fue reconfigurando su rol materno y reorganizando sus proyectos de vida alrededor de éste:

    Ya no pienso tanto en el problema; me intereso porque las niñas estén bien. Quiero actualizarme profesionalmente para trabajar, estar entretenida y no pensar en lo que me sucedió. Necesito conseguir empleo para sacar adelante a mis hijas. (Amalia)

    Mis hijos son el principal motivo para vivir, trabajo muy duro. Quiero salir adelante con ellos, que estudien porque yo nunca tuve estudio. Necesito resolver el problema de la vivienda y no tener que estar rodando tanto. Yo quisiera vivir sola con mis hijos, porque si lo hizo alguien que no era nada mío, cómo será viviendo con otra persona. Tengo deseos de buscar al papá para que me ayude; mi familia me dice que necesito cambiar y ver las cosas diferentes. Mi hermano me dice: - usted, como lleva su vida, nunca va a olvidar eso, siempre encerrada con los niños, no les da libertad ni a los niños, ni se la da usted. Si sigue así, se va a morir de una depresión, y mire que los niños la necesitan (Gabriela)

     

 IV. Discusión

Muchos estudios sobre abuso sexual infantil se han dirigido a reseñar las consecuencias de orden psicológico para el desarrollo de estos niños (Finkelhor, 1979; Vásquez, 1995; Bentovim, 2000). En estas investigaciones se encuentran voces que consideran la negligencia y la responsabilidad de la madre. Pero la comprensión de esta problemática necesita de otras miradas, que permitan construir perspectivas más integrales.

La presente investigación recoge la interpretación que las madres realizan sobre el evento, con lo cual se aportan categorías y elementos de reflexión que amplían la visión sobre la situación. En ella se ha encontrado que el abuso sexual se presenta en familias de alta vulnerabilidad socioeconómica y afectiva3 que han logrado construir un equilibrio precario, con gran esfuerzo y en condiciones que afectan su dignidad y su estabilidad afectiva y emocional. En ellas existe dependencia de otros familiares y amigos que les dan albergue y que tienen que asumir parte de las funciones de crianza mientras las madres deben buscar el sustento para sus hijos, lo que conlleva un alto riesgo de abuso para estas niñas y niños por parte de personas familiares o amigos de la familia4 .

Para estas familias, y en particular para las madres, el riesgo de abuso sexual de sus hijas(os) es un asunto de la cotidianidad, está en el ambiente, ya sea porque lo han vivido directamente en su infancia, porque otros familiares se vieron afectados, o porque sus hijos habían sido abusados en otras oportunidades. Su experiencia con el abuso sexual ha establecido una marca indeleble en su vida familiar (Finkelhor, 1979). En este sentido las madres precisan "convivir" con el riesgo siempre latente, por lo cual su capacidad de previsión es limitada.

Por esto, cuando el suceso se presenta, ellas lo intuyen rápidamente, es como "un pálpito", como algo terriblemente esperado que finalmente sucede. La situación afecta el equilibrio familiar, socio- económico y afectivo, frente a lo cual, inicialmente las madres asumen una posición de negación (Bentovin, 2000), o de impotencia.

El abuso sexual de estos niños afecta notablemente el precario equilibrio familiar. Se destruyen relaciones que constituyen soportes vitales en situaciones de gran apremio. Las familias se ven abocadas a cambiar de residencia, y los niños a cambiar de escuela, y en algunas oportunidades la niña o niño abusada(o) es separada(o) de la familia. Estas nuevas presiones y afrentas a la estabilidad afectiva y económica de la familia se dan en el marco de la estigmatización social, que lleva a sus miembros a guardar silencio sobre lo ocurrido (Bentovin, 2000). También se guarda silencio para conservar los rescoldos del apoyo de familiares y vecinos necesarios para hacer frente a la vida, en condiciones de mayor sufrimiento, y por lo tanto, de mayor dependencia y vulnerabilidad (Rico de Alonso, 1999).

La situación es aún más dramática en el caso de incesto, en el cual las rupturas son de mayores proporciones, dado que se añaden, a las consecuencias antes anotadas, los conflictos de pareja y el rechazo de los hijos hacia el padre, los cuales afectan de manera profunda la estabilidad familiar. Para la madre constituye un agravio a su dignidad y a su autoconcepto, en medio de una compleja mezcla de sentimientos que explican posiciones ambivalentes hacia el agresor.

Además, para estas mujeres, el abuso sexual de sus hijas(os) significa una agresión directa hacia ellas por parte del abusador a través de su hija.5, 6 Por esta razón se generan sentimientos de frustración y desconfianza hacia familiares y personas conocidas.

Las madres que logran superar esta situación, que afecta notablemente su capacidad de respuesta y buscan ayuda en las instituciones encargadas de atender sus problemas, reciben una nueva dosis de culpabilización y estigmatización, o una atención precaria, retardada y poco pertinente. En ocasiones la acción institucional, buscando resolver el problema, genera otros, como en el caso de la separación de la menor afectada. En la respuesta institucional prima el enjuiciamiento y control hacia la madre, se le escucha poco y generalmente no se tiene en cuenta el significado del abuso sexual de su hija(o) para ella.

Así, estas mujeres entran en un estado de desconfianza generalizada hacia los demás y hacia el ambiente que las rodea, en medio de una injuria a su identidad como persona, como madre y como esposa. En condiciones de mayor angustia emocional, económica y relacional, entran en una situación de confusión e incertidumbre que las lleva a fluctuar entre sentimientos ambivalentes de perdón y venganza, culpa y rabia7. Se configura así una sensación de impotencia hacia su situación, la cual deben sobrellevar con resignación, en silencio y soledad8. Así, el abuso sexual de estas niñas y niños se convierte en una catástrofe para la estabilidad individual y familiar.

Pero tal vez lo más interesante de este trabajo fue haber escuchado de estas mujeres, sorprendentes manifestaciones de superación, aún en las condiciones más desfavorables. A continuación se presenta una explicación de la forma en que hacen frente a la catástrofe afectiva que el abuso sexual genera en ellas y en sus familias, como respuesta primordial para abordar las demás crisis.

Dado que el suceso es una afrenta a la condición de madre en su rol9 de responsable principal del cuidado de los hijos, y que esta situación deteriora aún más su estructura psicológica, su identidad y su dignidad, afectadas por las terribles condiciones familiares, económicas y sociales en que se encuentran estas mujeres, un paso básico para salir de la impotencia es la reconstrucción de estas dimensiones de la personalidad.

La mujer, entonces, debe recomponer su identidad como mujer y como madre. Siguiendo las reflexiones de Stern (1997), la maternidad constituye un suceso trascendental para su estructura psicológica. Estos cambios psicológicos y afectivos se producen para hacer frente a las presiones que la sociedad le hace como principal responsable de la salud y la felicidad de sus hijos e hijas. Además, requiere construir un equilibrio, siempre inestable, entre dichas presiones y sus propias expectativas hacia la crianza (Peñaranda, 2006).

Stern (1997) plantea que la mujer, cuando hace esa transición de mujer a mujer-madre, particularmente en su primer parto, se encuentra en una situación de vulnerabilidad, en la medida que se producen cambios súbitos en su estructura psicológica, en las relaciones con sus familiares, en su relación con el trabajo, en sus emociones y sentimientos, y en sus posiciones hacia la vida, además de que se incrementa su ambivalencia entre la independencia y la dependencia de otros, como consecuencia del trabajo y la responsabilidad que significa cuidar un niño en sus primeros meses. Por esto plantea Stern que la madre elabora un deseo de "ser valorada, respaldada, ayudada, instruida y apreciada por una figura maternal" (Stern, 1997, p. 226).

Por lo tanto, las mujeres que sufren el abuso sexual de sus hijas o hijos entran en una situación de mayor vulnerabilidad psicológica y socioeconómica, que pone en tela de juicio su condición de mujer y su rol de madre y que remite a ese período de inestabilidad descrito por Stern. Así que pasan por una situación similar a la que vivieron cuando tuvieron que adaptarse a su nuevo rol como madres y en este sentido, sufren un nuevo período de organización afectiva y de acomodamiento socioeconómico. Este paso es central para reconstruir su identidad, su dignidad y su autoconcepto, como punto de partida para salir de la impotencia en que se encuentran sumidas (Burin & Meler, 1998). Por esto es tan importante el apoyo que reciban en estos momentos, apoyo que, como se vio en la presente investigación, condiciona en gran medida las posibilidades de hacerle frente a la situación, de manera productiva para ellas y para sus hijos.

El análisis del comportamiento de estas mujeres desde la reconfiguración de su rol como madres, implica una dimensión moral (valores), como puede desprenderse de las cuatro dimensiones que constituyen cualquier rol (conocimientos, prácticas, valores y sentimientos). Es fundamental entender la posición moral desde la cual encaran su problemática, para comprenderlas y apoyarlas de manera más pertinente.

La perspectiva moral que domina el comportamiento de estas mujeres, se fundamenta en su rol de madres y en este sentido sus razonamientos morales se basan en una perspectiva de cuidado, en términos de Guilligan (1985). Esta perspectiva, coherente con su proceso de reconfiguración identitaria, las lleva a poner por encima de su condición de mujer y de ciudadana, su responsabilidad como madres. Es un ámbito de razonamiento moral diferente al de la perspectiva de razonamiento moral basada en principios universales, como se desprende de las propuestas derivadas de los postulados kantianos de justicia y la teoría psicológica del desarrollo moral, de Kholberg (1992).

Es un razonamiento que sigue más una orientación afectiva que racional, como lo sostenía Hume (Hepburn, 1993). Por esto, el deseo de venganza hacia el agresor lo redimen estas mujeres por sus sentimientos de responsabilidad en el cuidado de sus hijos y no por el temor al castigo de orden judicial. En investigaciones anteriores (Peñaranda, 2006), se encuentra que la reflexión moral de las madres fluctúa entre razonamientos referidos a la perspectiva de cuidado y aquellos referidos a una perspectiva de justicia. En el presente estudio se encontró un marcado acento en el razonamiento moral basado en el cuidado. Esta investigación constituye otro insumo más para destacar la pertinencia e importancia de las propuestas sobre razonamiento moral de Gilligan y sus seguidores, muy útiles para comprender los comportamientos de estas mujeres.

La reconfiguración del rol de madre, en sus cuatro dimensiones, origina entonces la necesidad de fortalecer sus relaciones con los hijos y asumir posiciones más comprensivas hacia ellos y hacia la situación en que se encuentran. Así mismo, se identifican cambios en sus prácticas de cuidado y, en general, en las prácticas de crianza.

De esta manera la mujer puede encontrar un camino para tramitar los sentimientos adversos y negativos, abriendo paso a otros más constructivos. Es explicable entonces la emergencia de sentimientos de perdón, comprensión, cohabitando con los sentimientos iniciales de rabia, venganza e impotencia, lo cual da paso a la construcción de mecanismos para poder superar su situación.

 

V. Conclusiones

La solución del abuso sexual en las niñas y los niños, debe partir de reconocer que estas familias, y en particular las mujeres, son víctimas, más que victimarias.

Esas madres, desde su infancia, han estado afectadas por condiciones afectivas y socioeconómicas adversas. Una vez conforman sus familias, estas situaciones tienden a repetirse y a configurar condiciones de vida precarias para el desarrollo de sus integrantes y en donde el riego de abuso sexual esta siempre latente.

Esta situación se hace más inequitativa si se tiene en cuenta la forma en que nuestra sociedad ha delegado la responsabilidad de la salud, el bienestar y la felicidad de los niños en las mujeres. En este sentido es necesario demandar del Estado y la sociedad la responsabilidad que deben asumir en la perpetuación de estos problemas en particular y de las condiciones que dan origen a ellos.

La solución no se puede quedar sólo en la protección de los derechos de los niños y las niñas. Esta investigación muestra la necesidad de reflexionar sobre este fenómeno desde una perspectiva más integral para toda la sociedad, donde se tome a la familia y la crianza como dimensiones centrales. Las soluciones del abuso sexual en las niñas y niños no pueden estar ajenas a las necesidades de apoyo que requieren las familias en la crianza de los niños.

Muchas veces las medidas extremas que toman las instituciones de protección al separar a los niños de las familias, constituyen una muestra de la incapacidad de la sociedad para responder a las necesidades de apoyo y soporte que requieren estas familias. Dichas medidas tienden a afectar la reconfiguración del rol de madre de estas mujeres, así como la identidad familiar, con lo cual se generan otras consecuencias, que bien vale la pena tomar en cuenta antes de ponerlas por obra.

La madre también se encuentra afectada por el abuso sexual de sus hijas e hijos, a lo cual ella reacciona de diferente forma de acuerdo a sus condiciones emocionales, sociales y económicas para construir caminos de superación. Comprender la forma como se construyen estos caminos es fundamental para orientar los programas de atención a las familias que se encuentran en las condiciones presentadas en este estudio.

De este estudio y de la anterior reflexión teórica se desprenden cuatro grandes principios que pueden servir para la construcción de lineamientos de políticas y programas:

    1. El abuso sexual en niños (as) es un fenómeno estructural de la sociedad. En este sentido las acciones abordadas por el Estado no se pueden centrar en las consecuencias.

    2. Las acciones deben orientarse a la familia en general. Es necesario avanzar hacia la identificación de familias en riesgo y en la implementación de acciones tendientes a mejorar sus condiciones de vida, no solo desde una perspectiva de prevención sino de justicia social.

    3. Profundizar la escucha de los implicados y reconocer las potencialidades que las mujeres y sus familias poseen para hacer frente a situaciones muy adversas.

    4. Reconocer la "crianza" como una categoría central y articuladora de las necesidades de las familias en todas las políticas y programas que aborden la protección de los niños(as), pues el desarrollo de éstos pasa por el desarrollo de los adultos significativos.

Es necesario entonces, que las políticas y programas asuman un verdadero compromiso de coordinación interinstitucional e intersectorial que den cabida a perspectivas transdisciplinares y culturalmente pertinentes, que puedan abordar más integralmente el abuso sexual en las niñas y los niños, pero sobre todo, una sociedad más comprometida con la atención de las mujeres, las madres, las familias y la salud de los niños, como punto de partida para una vida más justa y digna.

 


 

Notas:

* Este artículo es una síntesis del trabajo de grado "El incesto y el abuso sexual infantil, catástrofe afectiva y social para familias vulnerables" presentada por una de los autores, con asesoría del segundo autor, para obtener el título de Magíster en Salud Pública en la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, entre octubre de 2004 y diciembre de 2005. Fue financiada con recursos de la Facultad Nacional de Salud Pública, Proyecto de Sostenibilidad Interna del Grupo de Salud y Sociedad, aprobado en el Acta de Compromiso No. 061 del 27 de septiembre de 2004.

1 Se considera a una familia incestuosa cuando en la historia familiar han existido varias situaciones de abuso sexual por parte de diferentes miembros de grupo (Finkelhor, 1979)

2 Se utilizan nombres ficticios para proteger la intimidad de las personas participantes en el estudio.

3 Algunos autores como Vásquez (1995) y Bentovim (2000) consideran que las situaciones de violencia en las relaciones de pareja son factores que frecuentemente aparecen como antecedentes del abuso sexual

4 Rico de Alonso & otros (1999), consideran que la condición de jefatura femenina, asociada con situaciones de pobreza, maltrato y abandono por parte del padre, representa una situación de mayor vulnerabilidad de la madre y de sus hijas/hijos para ser abusados sexualmente.

5 La interpretación que hicieron las madres con relación al comportamiento del padre abusador: lo hizo por venganza, coincide con las reflexiones teóricas de Jimeno (2005) cuando propone interpretar el abuso sexual, como un acto relacional en el que están presentes emociones, motivaciones y las intenciones de causar daño a otra persona, especialmente a la madre.

6 Raya & Koller (1998) señalan que en los casos en que la madre vive sola con sus hijos y tiene carencias económicas, es frecuente que los hombres cercanos a la familia consideren que ella debe responder a los deseos masculinos, y que si no lo hace, sus hijas se ven expuestas al abuso sexual.

7 Según Pardo (1998), la doble mirada de esposa y madre explica por qué las madres no son consistentes en el tratamiento del padre abusador y retiran las demandas judiciales a su cargo.

8 Esta situación la lleva a ver su realidad como una fatalidad que la inmovilizaba para actuar. Según Daza & Zuleta (2000), la mujer asume una respuesta de resignación y se encierra en el silencio, la soledad y la depresión, lo cual facilita el abuso.

9 El rol tiene cuatro dimensiones: conocimientos, valores, sentimientos y conductas (Peñaranda, 2006).

 


 

Lista de referencias


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    Referencia

    Margarita Inés Quiroz Arango y Fernando Peñaranda Correa, "Significados y respuestas de las madres al abuso sexual de sus hijas (os)", Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Manizales, Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cinde, vol. 7, núm. 2, (julio-diciembre), 2009, pp. 1027-1053.

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