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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.7 no.2 suppl.1 Manizales July 2009

 

 

Primera Sección: Teoría y metateoría

 

 

Aproximación pragmática a la teoría del juicio moral, desde la crítica a Kohlberg*

 

Aproximação pragmática à teoria do julgamento moral desde a critica a Kohlberg

 

A pragmatic approach to the moral judgment theory, from the critique to Kohlberg

 

 

 

Eduardo Aguirre Dávila

Profesor del Departamento de Psicología, Universidad Nacional de Colombia. Psicólogo, Magíster en Psicología Comunitaria, candidato a doctor en el Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cinde. Correo electrónico: eaguirred@unal.edu.co.

 

 

 

Primera versión recibida febrero 20 de 2008; versión final aceptada julio 11 de 2009 (Eds.)


 

Resumen:

El artículo presenta la crítica que se hace desde una perspectiva pragmática al modelo de desarrollo moral kohlbergiano. Para este propósito tomé dos teorías complementarias que constituyen una posición alternativa a la perspectiva deontológica de Kohlberg: por un lado, está el trabajo de Krebs y Denton sobre el desarrollo moral, en el cual éste se concibe a partir del modo como las personas resuelven los dilemas morales de la vida cotidiana, optando por realizar sus metas en el marco de unas relaciones de cooperación; y por otro, expongo la teoría propuesta por los hermanos Dreyfus en torno a la experticia, según la cual los seres humanos no acuden en la vida diaria a principios para enfrentar situaciones morales dilemáticas, sólo se apoyan en el conocimiento de una gran cantidad de ejemplos acumulados a partir de la experiencia y con los cuales fijan un determinado curso de acción.

Palabras clave: Desarrollo moral, cooperación, experticia.


 

Resumo:

Este artigo apresenta a critica que se faz desde uma perspectiva pragmática à Teoria de Desenvolvimento Moral de Kohlberg. Tomaram-se duas teorias complementarias que constituem uma posição alternativa à perspectiva deontológica de Kohlberg. De uma parte o trabalho de Krebs e Denton sobre o desenvolvimento moral, o qual o concebe a partir do modo como as pessoas resolvem seus dilemas morais da vida cotidiana para realizar suas metas no quadro de relações de cooperação e, da outra parte, a teoria proposta pelos irmãos Dreyfus sobre a pericia, segundo a qual os seres humanos não se referem, na vida diária, a princípios para enfrentar situações morais dilemáticas, somente se apóiam no conhecimento de uma grande quantidade de exemplos acumulados a partir da experiência e com os quais definem um curso de ação determinado.

Palavras-chave: desenvolvimento moral, cooperação, perícia.


 

Abstract:

This article aims at presenting a critique to Kohlberg's Theory of Moral Development from a pragmatic perspective. Two complementary theories that make up an alternative position to Kohlberg's deontological perspective are taken into account. On one hand, Krebs and Danton's work on moral development, which conceives it from the way people resolve their daily life moral dilemmas, thus opting for meeting their goals in the framework of some cooperation relationships. On the other hand, the Theory on Expertise proposed by the Dreyfus brothers, where human beings do not refer to daily life principles to face dilemmatic moral situations, but they just lean on the knowledge about a great number of examples accumulated from experience and which are useful to define a given course of action.

Keywords: moral development, cooperation, expertise

 


 

En el mundo contemporáneo ha resurgido el interés por lo moral, tema que convoca tanto a filósofos y filósofas como a científicos y científicas sociales, y que se encuentra asociado a diversas esferas del acontecer cotidiano, tales como la organización social, la vida democrática, la educación, la biología, la ecología o la medicina, entre muchas otras. En este contexto, se ha prestado gran atención a la obra del psicólogo norteamericano Lawrence Kohlberg, quien por más de 30 años llevó a cabo investigaciones sobre el desarrollo del juicio moral. Este estudio de su obra ha originado un sinnúmero de trabajos teóricos y empíricos, gracias a los cuales se conocen con bastante claridad tanto sus virtudes heurísticas como sus debilidades.

El objetivo de este artículo es señalar, apoyado en los trabajos de Krebs y Denton (2005) y Dreyfus y Dreyfus (1990), cómo el modelo de Kohlberg no explica suficientemente el modo como las personas toman decisiones morales en la vida cotidiana, y sí lo hace un enfoque más pragmático, el cual se apoya, según Krebs y Denton (2005), en

    (…) la suposición de que los individuos invocan una variedad de estrategias que se basan en lo afectivo y en lo cognitivo para perseguir las metas y alcanzar sus intereses. Algunas de estas estrategias son guiadas por reglas morales, normas y principios morales que se apoyan en varios sistemas de cooperación en las sociedades que hacen posible que cuiden sus intereses; otras que se enmascaran como si fueran moral. Aunque las personas pueden usar el razonamiento para tomar decisiones morales acerca de lo que ellos y otros deben hacer, y aunque las personas pueden usar juicios morales para comunicar tales decisiones, también pueden emplear éstos para alcanzar fines más instrumentales, tales como el ejercer influencia social, la explotación de los otros y la justificación de conductas inmorales (p. 629).

De manera complementaria, estos autores consideran que la teoría kohlbergiana no responde claramente a las preguntas ¿por qué la estructura del juicio moral tiende a cambiar cuando las personas se desarrollan? y ¿por qué las personas que se sitúan en uno de los estadios morales resuelven los dilemas haciendo uso de una estructura menos desarrollada? Para aclarar estos interrogantes, primero se señalarán aquellos aspectos de la teoría de Kohlberg que más se relacionan con las objeciones pragmáticas, y luego se presentará la propuesta de los autores antes mencionados.

 

1. El desarrollo moral en Kohlberg

Kohlberg es heredero del interés que despertó la psicología moral en una serie de investigadores, quienes a lo largo del siglo XX hicieron importantes aportes a este campo, tal como lo atestiguan los trabajos de Dewey (1908/1976), Hartshorne y May (1928, citado por Turiel, 1998), Piaget (1932), Sears, Maccoby y Levine (1957), entre muchos otros.

En general, dentro de la perspectiva psicológica, los interrogantes sobre el comportamiento moral han girado en torno a su componente cognitivo, el cual entra en acción cuando una persona toma una decisión moral. Los investigadores e investigadoras, antes que emprender estudios en busca de la esencia del comportamiento moral, han mostrado más interés en comprender la manera como los seres humanos emplean sus ideas morales en situaciones dilemáticas, y en el modo como se podría evaluar este proceso; esto es, se han propuesto determinar el tipo de juicio moral que emplea la persona y el grado de desarrollo alcanzado por ésta.

Turiel (1998), al resumir los antecedentes de la investigación sobre el desarrollo moral, nos dice que los trabajos de Hartshorne y May, realizados en 1928 y 1930, constituyen un importante aporte inicial para entender la relación entre el componente cognitivo y la acción moral. Estos autores concibieron la moralidad como un conjunto de rasgos de carácter o de personalidad aprendidos, y sostuvieron que los rasgos más comúnmente asociados con el dominio de la moralidad son: honestidad, valor, lealtad, responsabilidad y autocontrol, siendo el foco de interés para Hartshorne y May la honestidad, el servicio y el autocontrol.

Hartshorne y May fueron pioneros al intentar clasificar científicamente los valores a través de estudios empíricos, y encaminaron sus esfuerzos académicos a comprender cómo los niños y niñas actúan frente a la deshonestidad; descubrieron que "… no actúan consistentemente en forma honesta o deshonesta, el niño individualmente no siempre hace trampa o no siempre evita hacer trampa" (Turiel, 1998, p. 865). Además, se dieron cuenta de que cuando el niño o niña comete menos trampas, mejor es su carácter respecto a la honestidad y al servicio, al tiempo que muestran un mejor autocontrol, lo cual conduce a suponer la presencia de un proceso cognitivo que orienta el comportamiento de los niños y las niñas, y de la acumulación de experiencias a través del actuar, lo que le permitiría ganar experticia en la forma de relacionarse con los demás.

En esta historia, se destaca la obra de Piaget como un momento fundamental en la investigación del desarrollo moral realizada en la primera mitad del siglo XX. Su trabajo, dado a conocer en el libro El Criterio Moral en el Niño, de 1932, aborda el problema moral desde una mirada cognitiva, con lo cual brinda un marco de referencia para el estudio psicológico de la acción moral. Este interés inicial de Piaget por las acciones de tipo moral no contó con más desarrollos en su obra posterior, pero sí tuvo un gran impacto en muchos investigadores e investigadoras que mostraron su inclinación a continuar con la tarea, entre quienes se destaca el psicólogo americano Lawrence Kohlberg.

Kohlberg irrumpe en la escena psicológica a finales de los años cincuenta, época en la que se empeñará en desarrollar las ideas de Piaget, logrando con ello una comprensión más acabada del juicio moral. Sostiene que Piaget le permitió entender que

    (…) la moralidad, como justicia deontológica, surge, en parte, de una inquietud sobre la universalidad moral y ética del juicio moral. La búsqueda de una universalidad moral lleva consigo la búsqueda de unos conceptos de valor mínimos, sobre los que todas las personas podrían estar de acuerdo, independientemente de las diferencias personales en los fines u objetivos específicos (Kohlberg, 1992, p. 252).

Apoyado en las ideas de Piaget, Kohlberg se interesa ante todo por la manera como las personas razonan moralmente y el modo como se desarrollan. En otras palabras, para este autor la moralidad "… se refiere principalmente al juicio moral (o a la evaluación y justificación) de valores prescriptivos de lo correcto e incorrecto" (Gibbs, 2003), y a la habilidad de argumentar en forma lógica en una situación moralmente problemática desde una posición imparcial.

Por otro lado, al igual que en Piaget, encuentro que los fundamentos teóricos en la concepción ética de Kohlberg se basan en los presupuestos kantianos, esto es, en la aceptación de una estructura a priori y universal de la acción humana. Kohlberg desarrolla la idea de Kant según la cual

    (…) la base del sentido de obligación no debe buscarse en la naturaleza humana o en las circunstancias temporales en que el hombre está colocado, sino simplemente a priori en el concepto de la razón pura. [Kant] cree que el hombre, en la realidad concreta de su vida, actúa sobre el supuesto de un criterio absoluto de la moralidad, que obliga a todos los seres humanos por virtud de su racionalidad (Arrillaga, 1979, p. 24).

Kohlberg retoma de la ética kantiana la presunción de que la razón práctica actúa movida por principios racionales necesarios, anteriores a cualquier experiencia. En consecuencia, para Kohlberg el deber ser se constituye en la condición básica del juicio moral y a partir del cual se analizan todas las acciones morales. Podría resumir, de una manera radical, la postura deontológica de Kohlberg; parafraseando a Arrillaga (1979), si las acciones han de ser moralmente buenas, deben ser hechas por deber y sólo la parte pura o a priori de la ética puede decirnos cuál es la naturaleza del deber.

En este sentido, desde la óptica del desarrollo moral, Kohlberg plantea que el fundamento de todo juicio moral es el "deber" y no la experiencia, afirmación que se relaciona con la crítica que hace el autor de la falacia naturalista, la cual tiene una larga historia en la filosofía occidental. Hume fue uno de los primeros en plantear que no es posible justificar el paso de enunciados sobre el "es" (is) al "deber" (ought); en otras palabras, consideró que se presenta una falacia naturalista cuando del hecho de que las cosas sean de tal o cual modo se llega a concluir lógicamente que las personas deban hacer esto o lo otro.

En el caso de Kohlberg (1981), se trata de resolver el paso "del es (los hechos del desarrollo moral) [al] deber (el contenido ideal y el estatus epistemológico de las ideas morales) (p. 102). Si bien es cierto que este autor reconoce que el juicio moral tiene una expresión empírica en su desarrollo psicosocial y que los cambios suscitados se pueden registrar como un hecho empírico, también nos dice que en esta concepción psicológica se esconde un aspecto determinante del juicio moral: "…el hecho de que el concepto de moralidad es en sí mismo un concepto filosófico (ético) más que un concepto comportamental" (Ibídem). En otras palabras, si se quiere tener una idea más acabada de la naturaleza del juicio moral, es necesario aclarar la relación entre el "es" y el "deber".

Por otro lado, en su teoría de los estadios del desarrollo moral, se acepta que éstos se distinguen por el tipo de estructuras lógicas diferenciadas que contienen, y que la mejor estructura moral será la de la "…justicia que (…) es progresivamente más comprensiva, diferenciada e integrada (equilibrada) que la estructura [del estadio] predecesor" (Kohlberg, 1981, p. 147). Lo distintivo de esta concepción es que se reconoce que los estadios siguen siempre un mismo orden, de menor a mayor complejidad, y que éstos son idénticos para todos los seres humanos, independientemente del contexto cultural o de los orígenes familiares.

En otros términos, la meta suprema del desarrollo moral es alcanzar el último estadio en la teoría kohlbergiana, el cual se rige por principios morales y está relacionado con la obligación moral. Son dos los principios: 1) el ser humano tienen un valor en sí mismo, lo que condiciona el que todo hombre o mujer deba ser tratado como fin y no como medio; y 2) las necesidades de todas las personas deben ser consideradas por igual. Así, este autor considera que la salida a la falacia naturalista es aceptar que "… cualquier concepción de lo que deba ser el juicio moral debe apoyarse sobre una adecuada concepción de lo que es" (Kohlberg, 1981, p. 178), y que el desarrollo de la moralidad no puede eludir el otro rasgo que lo caracteriza: su fundamentación filosófica en el deber ser.

Además de la aceptación del deber ser en la acción moral, la teoría kohlberiana se fundamenta en dos supuestos metaéticos como criterios formales del juicio moral: el de la universalidad y el de la prescriptividad. El criterio de universalidad exige que se "… actúe de tal manera que de la actuación se siga una estructura universal" (Kohlberg, 1992, p. 225), imperativo que debe ser acatado por todos los seres humanos. Al respecto, Kohlberg nos dice que

    (…) hacer juicios morales tiene una intención universalizable: es decir si uno hace un juicio moral, uno piensa al menos que está haciendo una declaración universalizable. Se puede juzgar el genocidio nazi como malo no sólo en cuanto a algunas normas de cultura no nazi sino también en términos estándares que tienen una aplicación o significado más universal (p. 281).

En este sentido, Kohlberg se interesa más en la interpretación del razonamiento moral en términos de juicios deontológicos universales, de deber, que cobija a todo ser humano, y no tanto como resultado de situaciones asociadas a particularidades culturales o idiosincráticas. Algo que será criticado por autores y autoras que consideran que los juicios morales no sólo son deontológicos y universales, sino principalmente pragmáticos, esto es, que surgen como consecuencia del actuar diario de las personas, las cuales buscan realizar fines particulares al emitir tales juicios, objeción que más adelante se presentará con algún detalle.

El criterio formal de la prescriptividad se basa en el principio de la justicia y supone que las personas, en la medida en que son seres humanos, están en la capacidad de distinguir tanto los deberes como el tipo de prescripción de las acciones en el marco del reconocimiento de los derechos del otro. Esto quiere decir, que a los seres humanos se nos exige construir juicios morales basados en la justicia, la cual, en tanto que es un principio regulador, prescribe el modo de actuar moral. En este sentido, el principio de la justicia hace que tendamos a guiarnos por juicios imparciales y justos.

Debo añadir que estas ideas de Kohlberg también se apoyan en Rawls, para quien la moral

    (…) se funda en el principio universal de la justicia como equidad y en la necesidad que tiene la humanidad de establecer un contrato social para alcanzar la plena y justa vida en comunidad. Esto quiere decir que Kohlberg acepta que los hombres proceden racionalmente cuando buscan garantizar la vida justa y que son capaces de separar toda pretensión egoísta, para situarse de esta manera en un espacio intersubjetivo en el que prima un tipo de relación contractual sustentada sobre la base de principios universales, tales como la justicia, el respeto a la vida, la dignidad humana o la libertad (Bromberg, Aguirre, Henao, Hernández, Meluk & Yáñez, 1999, p. 48).

En este recuento de los tópicos que más se relacionan con las críticas hechas desde la perspectiva pragmática, es necesario detenernos en la idea de desarrollo moral que nos trae la obra de Kohlberg. Este autor considera que los juicios morales están asociados al desarrollo ontogenético de las estructuras cognitivas y que las respuestas morales se manifiestan como un todo organizado. A este respecto, encuentro en Colby, Kohlberg, Gibas y Lieberman (1984/1994) que el desarrollo del juicio moral se manifiesta en una secuencia de estadios, los cuales se definen de acuerdo con los siguientes criterios:

    1. Los estadios implican una diferenciación cualitativa en el modo como los niños y niñas piensan o resuelven problemas similares en diferentes edades.

    2. Estos diferentes modos de pensar forman una secuencia, orden o sucesión invariante en el desarrollo individual.

    3. Cada uno de estos diferentes y secuenciales modos de pensar forman "estructuras totales". Una respuesta de un estadio dado… representa una organización del pensamiento subyacente que determina las respuestas para la tarea que no es manifiestamente similar.

    4. Los estadios cognitivos están jerárquicamente integrados. Los estadios forman un orden de estructuras cada vez más diferenciados e integrados para cumplir una función común (p. 1).

En otras palabras, Kohlberg (1992) propone que el desarrollo del juicio moral se da gracias a las transformaciones de la estructura cognitiva, lo que quiere decir que el cambio es un proceso ascensional tendiente a lograr niveles de mayor equilibrio y abstracción, y que no se puede explicar por el aprendizaje. Además, las estructuras cognitivas subyacentes al razonamiento moral son las responsables del comportamiento de los individuos, por lo que terminan siendo estructuras de acción.

Kohlberg sostiene que "… los niveles de desarrollo que él ha descrito son estadios en estricto sentido piagetiano" (Colby, Kohlberg, Gibbs & Lieberman, 1984/1994, p. 2), esto es, que los estadios morales se diferencian por el nivel de abstracción y complejidad demostrado en la emisión de los juicios morales. El individuo, cuanto más desarrollado esté, más usará las operaciones formales, guiando su juicio moral por el uso de los principios universales tales como libertad, igualdad, reciprocidad, respeto a la vida.

Kohlberg reconoce en el artículo de 1991, My personal search for universal morality, que en la construcción de su modelo de desarrollo no sólo se apoyó en el trabajo de Piaget, sino que también "… se basó en la filosofía del desarrollo de John Dewey y sus escritos referidos a los estadios del desarrollo moral: impulsivo, conformidad grupal y reflexivo" (citado por Gibbs, 2003, p. 61).

En la teoría del desarrollo moral, Kohlberg distinguió tres grandes estadios, con sus respectivos subniveles:

    1) El nivel preconvencional, en el que "... el niño responde a reglas y rótulos de bueno y malo, pero interpreta estos rótulos en términos de las consecuencias físicas o hedonistas de la acción (castigo, recompensa, intercambio de favores) o en términos del poder físico de los que enuncian las reglas" (Kohlberg, 1989b, p. 78). Consta de dos etapas, las cuales se constituyen en los dos primeros estadios del desarrollo moral. En el primer estadio la conducta se orienta por el temor al castigo y la obediencia, y en el segundo por comportamientos con propósitos instrumentales relativistas.

    2) El nivel convencional donde "... se perciben las expectativas de la familia, grupo o nación, como un valor en sí mismas, sin tener en cuenta las consecuencias inmediatas. La actitud no es solamente de conformidad a (sic) las expectativas personales y al (sic) orden social, sino de lealtad, de apoyo activo, de justificación del orden y de identificación con las personas o grupos de referencia" (Kohlberg, 1989b, p. 78). El nivel comprende dos etapas, que conforman el tercero y cuarto estadio. El tercer estadio se caracteriza por la búsqueda de la concordancia interpersonal, y el cuarto por el seguimiento de las leyes y el orden social.

    3) El nivel postconvencional o de autonomía, en donde los sujetos se orientan por principios universales. (…) En este nivel hay un esfuerzo directo de definir los valores y principios morales que tienen validez y aplicación por fuera de la autoridad de grupos o personas que sostienen estos principios y fuera de la identificación del individuo con tales grupos (Kohlberg, 1989b, p. 78). Nuevamente se toma como referencia al individuo pero en este caso a un individuo universal. Este nivel está conformado por los estadios quinto y sexto: en el primero las personas orientan sus acciones por un sentido legalista y en el marco del contrato social, y en el segundo por los principios éticos universales de justicia, reciprocidad, igualdad y respeto de la dignidad humana.

La madurez moral se logra cuando los sujetos pueden resolver dilemas morales guiados por criterios racionales y principios universales, lo que quiere decir que todo el desarrollo se evaluará por el grado en el cual los niños se van aproximando al último nivel de desarrollo, que se caracteriza por poseer mayor abstracción y universalidad. Esta concepción del desarrollo es ascensional, invariante y se espera que se cumpla de modo irrestricto en todo ser humano. En estas condiciones, un juicio moral será más maduro en tanto éste se oriente por principios universales, como el de la justicia, la libertad y la preservación de la vida.

En resumen, Kohlberg propone 6 estadios en los que se puede registrar todo el desarrollo del juicio moral, siendo los estadios 5 y 6, correspondientes al periodo posconvencional, los niveles de mayor desarrollo y que se hacen evidentes a partir de la adolescencia, pero que no toda persona podría alcanzar.

Los tópicos de la obra de Kohlberg antes citados, suscitan una serie de críticas y han dado origen a nuevas posturas, como por ejemplo las de Turiel, Gibbs, Gilligan, o las de Krebs y Denton, y Dreyfus y Dreyfus, estas dos últimas distinguidas por ser de corte más pragmático y que serán objeto de análisis en el presente artículo.

Por un lado, a Kohlberg se le critica su postura cognitivo-estructural, en la cual se señala "que el juicio moral se organiza en ‘estructuras totales'" (Krebs, Denton, Vermeulen, Carpendale & Bush, 1991) y que se sustenta en el principio de la justicia, dejando en un segundo plano el modo como las personas acuden a otras ideas reguladoras en la vida diaria.

En su artículo de 1991, Krebs, Denton, Vermeulen, Carpendale y Bush concluyen que

    (…) el juicio moral no se organiza en estructuras totales homogéneas. Porque la gente tiende a evocar diferentes estadios en respuesta a diferentes problemas, de ellos no pueden decir que construyen sus juicios morales en términos de su estadio actual. Las personas son moralmente más flexibles que lo que implica el modelo de desarrollo moral de Kohlberg… Los juicios morales resultan de una interacción entre las estructuras interpretativas disponibles para la gente, la capacidad de interpretar los procesos individuales de información y las motivaciones individuales para interpretar la información en formas particulares (pp. 1020-1021).

A este respecto y refiriéndose a la responsabilidad y al cuidado de los otros, como ejemplos de una forma de responder que no se sustenta en la estructura, Kohlberg, Levine y Hewer (1984) señalan en su texto Synopses and detailed replies to critics, que el cuidado y la responsabilidad son dimensiones de la moralidad, y en respuesta a Gilligan afirman que los juicios orientados por el cuidado son de carácter "… personal más bien que morales desde el punto de vista formal" (p. 360). Desde esta perspectiva, aunque se reconozca que el cuidado y la responsabilidad pueden ser dimensiones morales, el cuidado de un amigo o amiga se considera importante sólo para la persona que realiza este acto, pero sin una real importancia moral, dado que desde el formalismo kohlbergiano lo que define a un juicio moral es la imparcialidad, por lo menos en los estadios más avanzados, como son el 5 y el 6.

Así, lo central en la ética de la justicia de Kohlberg son los derechos y las reglas, el juego de principios, y el condicionamiento de la moralidad no dado por las circunstancias concretas sino por aspectos formales y abstractos del juicio moral.

Por otro lado, la idea de desarrollo propuesta por Kohlberg, en la que resalta el carácter universal de los estadios morales, también ha suscitado una serie de objeciones. Así, encontramos que, si bien hay evidencias de que el desempeño general en los tres primeros estadios es similar en diferentes poblaciones, es difícil hallar un desempeño uniforme en los tres últimos estadios, en poblaciones con orígenes culturales diversos. Todo indica que los individuos que se sitúan en estos últimos niveles (5 y 6), y que organizan y elaboran sus juicios de forma más personal y autónoma, son quienes pertenecen a la cultura occidental industrializada, lo cual no indica ninguna "superioridad" frente a otras culturas, sino que refleja un contexto diferente, tal como lo han mostrado los teóricos y teóricas comunitaristas.

En el estudio longitudinal que Kohlberg llevó a cabo durante un periodo de once años, se observó que un buen número de participantes presentó una regresión a estadios muy anteriores a los esperados para su edad, lo cual muestra que en el desarrollo moral se presenta una violación a la secuencia invariante propuesta por la teoría kohlbergiana.

    (…) La regresión fue evidente para los participantes que en la secundaria mostraron un juicio moral orientado por "principios", por ejemplo, quienes habían conceptualizado "el valor moral de la vida asumido sobre la obediencia a la ley o la autoridad" (Kohlberg, 1984, p. 447, citado por Turiel, 1998). Sin embargo, durante las entrevistas en los años del College, su juicio moral alcanzó puntajes del estadio 2. La regresión en los años del College fue mayor no solamente en magnitud (muchos puntajes más altos pasaron a ser más bajos), sino también en frecuencia, involucrando aproximadamente al 20% de la muestra (Gibbs, 2003, p. 64).

Como respuesta a esta falla en la secuencia ascensional e invariante de las estructuras cognitivas del desarrollo moral, Kohlberg propuso en cada estadio la existencia de dos niveles: A y B, que corresponden a la distinción que hizo Piaget entre juicios heterónomos y autónomos (Kohlberg, 1992, p. 255). En la evaluación del desarrollo moral se encuentra que muchos sujetos tienen un tipo de razonamiento que parece situarse en un punto intermedio, en el que por la forma deberían estar en un nivel más avanzado pero que por el contenido se ubican en uno más atrasado. Para explicar este fenómeno, Kohlberg acude a los dos subestadios antes citados, lo que se constituye en una manera de relacionar el juicio moral (dado en términos estructurales) y la acción moral, "… es decir, que los sujetos que usan un razonamiento de subestadio B estarían probablemente más comprometidos con la acción moral que consideran justa, que los que utilizan el razonamiento de subestadio A" (Ibídem).

Esta salida al impasse creado por la falla en la secuencia invariante del desarrollo moral, nos muestra que los sujetos, además de orientarse por medio de la argumentación racional, operan también de manera intuitiva en la elección del contenido. Cuando el sujeto elige contenidos con rasgos más heterónomos se sitúa en el subestadio A, y cuando su elección tiene características autónomas se encuentra en el subestadio B. No obstante, esta aclaración introducida por Kohlberg, en lugar de dejar completamente solucionado el problema, en palabras de Yáñez (2000) "… generan muchas más dudas que las que pretende resolver" (p. 128), dado que se pasa de una concepción estructural, en la que es determinante la argumentación y justificación, a una noción de carácter intuitivo.

Estos aspectos que se han señalado como problemáticos en la obra de Kohlberg son, en términos generales, los que se intentan resolver desde una la alternativa pragmática, la cual, si bien se reconoce heredera del modelo kohlberiano, en tanto que acepta que el análisis de la moralidad debe enmarcarse en el estudio de la cognición y que el raciocinio moral cambia con la edad, tiene una explicación distinta del juicio moral y su desarrollo. Esta explicación se basa en el reconocimiento de que en la vida cotidiana los seres humanos nos orientamos moralmente de una forma más práctica, esto es, movidos por intereses personales en el contexto de la cooperación.

 

2. Propuesta pragmática

Desde la perspectiva de Krebs y Denton (2005) y Dreyfus y Dreyfus (1990), el modelo de Kohlberg presenta algunas limitaciones, en especial, como se advirtió más atrás, en lo que respecta a la forma como concibe el funcionamiento del juicio moral, o sea, organizado en estructuras cognitivas y de las cuales se deriva todo razonamiento moral guiado por principios universales y abstractos.

Kohlberg (1989a) sostiene que su "… concepción de la etapa 6 como término ideal de desarrollo moral, ha sido asociada con la hipótesis de que hay un incremento monotónico de etapa a etapa en la correspondencia justa entre juicios de justicia y la acción real" (p. 30), y que en la interacción entre personas de diferente nivel de desarrollo moral, "… este ideal de justicia ofrece la experiencia psicológica óptima (...) lo cual estimula el desarrollo del raciocinio de la justicia de una etapa a la otra" (Ibídem).

En contraste, Krebs y Denton argumentan que en la vida diaria los juicios morales se orientan por principios prácticos, que se constituyen en un medio para alcanzar los más diversos fines personales, y en el caso de Dreyfus y Dreyfus, sostienen que el desarrollo de la moralidad es el resultado de la experticia alcanzada al enfrentar diferentes situaciones dilemáticas, y no del cambio en las estructuras del juicio moral.

A lo largo de las dos últimas décadas, Krebs y Denton construyeron un modelo pragmático del desarrollo moral, que da una mejor respuesta a algunos de los problemas identificados en el modelo de Kohlberg. En el artículo Explanatory Limitations of Cognitive-Developmental Approaches to Morality de 2006, en el que exponen su concepción pragmática, vuelven a sostener que ésta tiene un mayor poder heurístico para explicar el desarrollo del juicio moral en la vida diaria, tal como lo afirmaron en su trabajo de 2005 Toward a More Pragmatic Approach to Morality: A Critical Evaluation of Kohlberg's Model.

En el artículo de 2005, lo primero que aclaran es que no pretenden seguir los supuestos pragmáticos presentes en James, Spencer o Parson, lo cual indica que estos autores quieren concentrar la atención sólo en una concepción pragmática de la psicología, asociada al desarrollo moral. Es decir, que a diferencia de Kohlberg —quien afirmaba: "Cuando empecé mi investigación sobre la psicología del desarrollo moral, fui consciente de la necesaria orientación de los conceptos filosóficos de la moral" (Kohlberg, 1981, p. 102)—, estos autores no dan tanta trascendencia a la aproximación filosófica en la explicación del juicio moral.

En este sentido, Krebs y Denton emplean los términos pragmático y funcional para referirse "… al uso [que los individuos hacen] del juicio moral para alcanzar las metas en la vida diaria" (p. 640), con lo cual sólo se rescatan los aspectos más básicos del pragmatismo, aquellos que se relacionan con la realización de diferentes tipos de metas en la vida cotidiana.

La convicción de estos investigadores en torno a que su teoría "… está mejor equipada que el modelo de Kohlberg para explicar la forma en que la gente toma decisiones morales en su vida cotidiana" (Krebs & Denton, 2005, p. 629), se apoya en una serie de investigaciones destinadas a indagar la consistencia estructural del juicio moral y la influencia de las características personales y de los patrones del estímulo sobre el juicio moral.

En el primer caso, midieron el nivel alcanzado por los sujetos frente a dilemas morales hipotéticos modificados. Este cambio contempló una amplia variedad de situaciones, como por ejemplo, las relaciones homosexuales, la prostitución, el libre comercio, las ventas, las acciones prosociales y los impulsos dañinos. En estos estudios utilizaron la escala de Colby y Kohlberg de 1987, y una similar desarrollada por Krebs, Vermeulen, Carpendale y Denton en 1991.

Al comparar las mediciones, encontraron que se presentaban inconsistencias en el nivel alcanzado por los sujetos del estudio. Mientras que en la escala de Colby y Kohlberg los sujetos se situaban en un nivel 3/4, en la escala de Krebs, Vermeulen, Carpendale y Denton se ubicaban en el nivel 2/3, presentándose un tipo de respuesta orientada por una estructura de orden inferior. En la explicación que Colby y Kohlberg dan de estas diferencias, se encuentra que distinguen entre competencia y desempeño (performance) y sostienen que las respuestas "… pueden diferir en algún grado dependiendo del problema a que se destine el juicio moral, del contexto o de otros factores. Esto es, las personas no siempre usan sus más altos estadios de razonamiento moral" (Colby & Kohlberg, 1987, p. 5, citado por Krebs & Denton, 2005, p. 633). En este sentido, sostienen que en situaciones de bajo nivel moral, como puede ser el caso en las prisiones, los sujetos tienden a razonar con un nivel de juicio moral muy básico.

En opinión de Krebs y Denton (2005), las explicaciones dadas por Colby y Kohlberg a estas inconsistencias estructurales son problemáticas, debido a que acuden a una diferenciación que podría indicar que ante dilemas similares los sujetos dan respuestas diferentes, dependiendo más del contexto que de la estructura. En otras palabras, los sujetos que poseen la misma estructura pueden dar respuestas de un nivel más bajo por el contenido del dilema o por las condiciones del contexto, que por el nivel de la estructura moral, lo cual crea problemas al modelo, en tanto que los sujetos utilizan las estructuras más antiguas y no las más recientemente adquiridas.

A este respecto, estos autores afirman que en lugar de asumir que los nuevos estadios del desarrollo moral transforman y desplazan a los estadios más antiguos, es preferible pensar que la gente adquiere las estructuras del razonamiento moral en forma aditiva, como "capas de un pastel de niveles", y que se constituyen en una especie de "caja de herramientas", que se utilizará dependiendo del tipo de dilema o situación moral que el sujeto enfrente. Una primera consecuencia de esta postura es que

    (…) el desarrollo moral se define más por una expansión en el rango de estructuras del razonamiento moral disponible para las personas, que por la última estructura por ellas adquirida. Una segunda implicación es que las [diferentes] formas en que la persona procesa la información, provienen de la interacción entre las estructuras mentales que ellos (sic) han adquirido (y retenido) y los tipos de dilemas morales por ellos (sic) considerados (Krebs & Denton, 2005, p. 633).

Si bien esta lectura del desarrollo moral da una salida a las inconsistencias encontradas en el modelo kohlberiano, no resuelve el problema de ¿por qué diferentes tipos de dilemas morales evocan distintas formas de juicio moral? o ¿por qué los dilemas difieren por la intensidad del contenido dilemático?

La respuesta a estos interrogantes nos conduce a reconocer algún valor a los planteamientos hechos por el socioconstruccionismo, en donde se sostiene que el orden social activa diferentes formas de juicio moral. En otras palabras, el mundo social, que se guía por diferentes sistemas de reglas y roles, genera distintas manifestaciones del razonamiento moral.

Ahora bien, aunque Krebs y Denton (2005) reconocen que las relaciones e instituciones sociales ejercen una influencia sobre el juicio moral, tal como lo señalan los socioconstruccionistas, consideran que es necesario determinar el modo como se manifiesta esta influencia. Diferentes autores y autoras han señalado que la forma como se hacen las preguntas ante los dilemas morales, influye en el nivel que alcanzan los sujetos en las pruebas de desarrollo moral. Así mismo, se ha observado que cuando la pregunta se asocia a aspectos de mayor o menor familiaridad, o al cumplimiento explícito de las normas, los sujetos pueden situarse en estadios diferentes.

De esta forma muestran que frente al dilema de Heinz, si la pregunta indaga por una situación en la que el protagonista no quiere a la esposa, los sujetos se sitúan en el estadio 3, mientras que si la situación está referida al acatamiento de las normas, los sujetos alcanzan el estadio 4. Ante esta diferencia, los autores sostienen que, en definitiva, las personas responden de manera distinta porque leen aspectos de su propia vida en estos dilemas, esto es, los interpretan a partir de sus relaciones sociales y del orden moral en los que éstos se encuentran inmersos. Esta explicación encuentra un valioso apoyo en Piaget, quien sostuvo que los niños y niñas responden de manera heterónoma cuando se encuentran en una situación de subordinación frente a las personas adultas, y que alcanzan un nivel más cooperativo cuando interactúan con sus pares, con quienes mantienen relaciones más igualitarias.

En resumen, lo que demuestran estos autores es que cuando la gente se sitúa en un determinado estadio de desarrollo moral, no responde de manera idéntica, debido a que se ve influenciada por la fuerza del contenido de los dilemas, y porque cuanto más madura moralmente es la persona, más flexible es el nivel del juicio moral alcanzado, dado que cuenta con diferentes recursos para aplicar según las exigencias del dilema. "La flexibilidad es un importante aspecto de la madurez moral" (Krebs & Denton, 2006, p. 672). Los únicos que tendrían respuestas coherentes con el nivel moral son los niños del estadio 1, debido a que aún no han desarrollado otras estructuras de razonamiento moral.

Al respecto, Krebs y Denton (2006) afirman que las estructuras cognitivas son la base para la toma de decisiones morales, y que en la vida cotidiana éstas se ajustan de acuerdo con la complejidad de la situación. De manera más concreta sostienen:

    Nosotros aceptamos la idea de que las personas tienden a adquirir estructuras cada vez más sofisticadas de razonamiento moral conforme ellos (sic) se desarrollan. No obstante, sostenemos que las formas sofisticadas de razonamiento moral no necesariamente están para resolver la mayoría de los problemas que la gente encuentra en sus vidas diarias. Las personas retienen sus antiguas formas de razonamiento moral y las invocan al resolver los problemas para las cuales están equipadas (p. 673).

Otro aspecto que se debe tener en cuenta en la comprensión del desarrollo moral, hace referencia a las características de las personas y del contexto en el que se dan las interacciones. Estos autores sostienen que el tipo de contenido de los dilemas morales y los distintos contextos en los que interactúan las personas, determinan cuándo se activa el razonamiento moral y el modo en el que se manifiesta. Los sujetos enfrentados a las características imaginarias de los personajes en los dilemas de Kohlberg, responden de manera diferente cuando su proximidad y familiaridad con los protagonistas de los dilemas morales es muy alta. Krebs y Denton (2005), apoyados en sus propias investigaciones y en las de otros psicólogos y psicólogas, señalan que las características de las personas ejercen una fuerte influencia en el juicio moral. Afirman que la respuesta de las personas a las situaciones dilemáticas se ven marcadamente influenciadas por aspectos como
    (…) la sensibilidad moral (Rest, 1984), la orientación interna-externa y el campo de dependencia (Gibbs et al., 1986), los rasgos de personalidad y los valores políticos (Carpendale & Krebs, 1995; Fishkin Keniston, & MacKinnon, 1973; Hogan & Emler, 1995), el afrontamiento y la actitud defensiva (Bartek, Krebs & Taylor, 1993; Haan, 1985), y la empatía (Hoffman, 1987) (p. 635).

Lo señalado anteriormente nos muestra que los juicios morales son distintos si se refieren a dilemas artificiales o a los originados en la vida real. Aunque los dilemas de la prueba de Kohlberg guardan similaridad con los de la vida ordinaria, éstos también tienen grandes contrastes. Krebs y Denton (2005) han señalado cinco diferencias: 1) por lo general en la vida real se conocen los objetos del juicio moral y se mantiene alguna forma de relación con éstos, lo cual suscita sentimientos y expectativas particulares; 2) las personas usualmente se encuentran involucradas en el conflicto; 3) los conflictos tienen consecuencias para las personas involucradas y éstas generalmente se encuentran interesadas en resolverlos; 4) los conflictos de la vida diaria despiertan fuertes emociones que pueden afectar las decisiones de las personas; y 5) en la vida cotidiana los conflictos morales son motivados por acciones, y a la vez despiertan reacciones comportamentales.

Así, Krebs y Denton (2005) sostienen que la teoría desarrollada por ellos se encuentra "… equipada para explicar los hallazgos empíricos del modelo de Kohlberg, los de [su propio] programa de investigación y el de (sic) muchos otros investigadores" (p. 643). La explicación que dan a la forma como los individuos toman decisiones morales en la vida cotidiana se apoya en la noción de cooperación, comportamiento que no es exclusivo de los seres humanos, dado que se observa en casi todas las especies que se caracterizan por su sociabilidad.

La psicología evolucionista plantea que el origen de la cooperación se puede situar en la misma evolución biológica de los animales, y que ésta se constituye en un medio eficaz para garantizar la supervivencia de los individuos y la aparición de la sociabilidad, así como el fortalecimiento de la cohesión social.

En la evolución de la sociabilidad, Axelrod y Hamilton (1981) sostienen que es común encontrar la cooperación entre miembros de la misma especie y entre miembros de diferentes especies. Así mismo, Heylighen (1992) señala que en los sistemas cooperativos existen dos formas de cooperación: por un lado, está la expresión "débil", en la que el beneficio puede ser mayor para quien recibe ayuda que para quien la brinda; y por otro, se encuentra la forma "fuerte", que se manifiesta cuando el individuo que da apoyo a otro es capaz de poner en riesgo su propia seguridad en esta acción.

En la selección natural parecería que el egoísmo, en principio, es más eficaz para la supervivencia de los individuos, debido a que es un mecanismo que garantiza en forma expedita, bajo las condiciones de una alta competencia,la obtención de recursos para la vida. No obstante, en diferentes especies se observa que el éxito de la supervivencia y reproducción se logra cuando existen fuertes lazos de cooperación; un ejemplo de esto lo encontramos en el comportamiento denominado por Hamilton (1963) y Axelrod y Hamilton (1981) "inclusive fitness" (selección de parentesco), que hace evidente que la supervivencia de los organismos no sólo depende del éxito reproductivo individual, sino de la supervivencia selectiva de los parientes que comparten el mismo material genético. Pero esta conducta se puede ver extendida a otros miembros del grupo, siempre y cuando en el pasado haya sido observado cooperando a otros individuos.

Krebs (en prensa, b) sostiene que la selección natural ha dado origen a formas de comportamiento cooperativo biológicamente determinados. Nos dice

    No hay duda de que las disposiciones cooperativas han evolucionado en una amplia variedad de especies (Dugatkin, 1997). Hay fuerte evidencia de que los animales están dispuestos a coordinar sus esfuerzos para resolver problemas adaptativos (mutualismo), para intercambiar bienes y servicios (reciprocidad) y para invertir en los miembros de sus grupos (inversiones sociales a largo plazo) (p. 16).

Así, la evolución del comportamiento cooperativo está relacionada con el mayor grado de probabilidad de la supervivencia del individuo, si éste es capaz de unir esfuerzos con los otros para alcanzar metas biológicamente benéficas. Esta tesis es una salida a la concepción tradicional que asegura que la selección natural se encarga de predisponer a los individuos al egoísmo.
    Hay un tremendo potencial adaptativo en la cooperación. En contextos favorables, dos o más animales que trabajan juntos e intercambian bienes y servicios pueden reforzar sus aptitudes más efectivamente que yendo solos (…) Para que las disposiciones cooperativas evolucionen, los individuos deben heredar los genes que guían la creación de mecanismos que los disponen a comportarse en forma cooperativa, y genéticamente estos mecanismos dan mejores ganancias que los mecanismos de competencia, tales como los que se disponen a comportarse de manera egoísta (Krebs, en prensa, a, p. 5).

En el caso de los seres humanos, Krebs (en prensa c) sostiene que a través de la evolución estos mecanismos fueron seleccionados debido a que resultaron más efectivos en la resolución de los problemas sociales y maximizaron las ganancias en la vida grupal. A este respecto, Richards (1986/1995) afirma que el sentido moral ha evolucionado en el grupo, entendiendo por sentido moral "… el conjunto de disposiciones innatas que, en apropiadas circunstancias, mueve al individuo a actuar de manera específica por el bien de la comunidad" (p. 258). En este sentido, la selección natural ha generado en los seres humanos la propensión a conformar comunidades y ha seleccionado comportamientos cooperativos que se expresan en acciones como las de proveer bienestar a la descendencia, defenderla de los peligros y responder a las necesidades de los otros miembros del grupo.

Dentro de este contexto, Krebs y Denton (2005) proponen que los seres humanos alcanzan sus metas y realizan sus intereses a través de la coordinación de acciones y de la cooperación. Estos autores resumen su teoría en 11 proposiciones, que son las siguientes:

    1. La cooperación con otros facilita, de manera más efectiva que en forma individual, el que los individuos alcancen sus metas y puedan anticipar sus intereses. "Las formas de cooperación involucran el dar y el recibir, lo cual puede ser algo intencional o no intencional" (Krebs & Denton, 2005, p. 640).

    2. Las sociedades tienen diferentes sistemas de cooperación.

    3. Todos los sistemas de cooperación se encuentran amenazados por el egoísmo y la trampa.

    4. Todos los grupos crean códigos de conducta, reglas, normas y leyes que definen los derechos y deberes, prescriben y prohíben comportamientos que se creen necesarios para sostener el sistema de cooperación que éstos patrocinan.

    5. Los códigos de conducta, las reglas, normas y formas de comportarse que sostienen al sistema de cooperación, definen el dominio de la moralidad y los órdenes morales de las sociedades.

    6. Las personas están dispuestas naturalmente a actuar de una manera que sostiene los sistemas de cooperación.

    7. La gente usa los juicios morales para preservar los sistemas de cooperación y resolver los conflictos de intereses.

    8. Los individuos usan diferentes tipos de juicios morales con el propósito de sostener diferentes sistemas de cooperación.

    9. La gente puede utilizar juicios morales para propósitos inmorales.

    10. Las metas que las personas persiguen afectan los tipos de juicios morales que hacen.

    11. Las personas hacen juicios morales sobre ellas, esencialmente por las mismas razones por las que hacen los juicios morales sobre los otros.

Estas proposiciones les permiten a Krebs y Denton sostener que la universalidad de los juicios morales puede ser explicada de una mejor manera, si se acepta que en todas las sociedades existen sistemas de cooperación que contienen los cuatro primeros estadios, y no sólo porque las personas individualmente desarrollen las mismas estructuras de razonamiento moral y en el mismo orden, como es el caso de la explicación dada por Kohlberg. Esto quiere decir que los sistemas de cooperación que se desarrollan en los diferentes grupos humanos, disponen a los individuos para actuar en función de los otros.

En este sentido, la moralidad estará definida, tal como lo afirman estos autores citando a Rest, por los estándares y orientaciones que gobiernan la cooperación humana, y que involucran el equilibrio de los individuos en la sociedad, el cual se da cuando las personas se relacionan recíprocamente entre sí acatando "… las reglas que equilibran los beneficios y las cargas de cooperación" (p. 641). De esta forma, los sistemas de cooperación, sostenidos por los intereses individuales, son los que permiten a los individuos alcanzar las metas y realizar sus intereses.

En cuanto a la secuencia invariante, sostienen que en lugar de centrar la atención en los cambios dados en la capacidad para hacer juicios morales de un nivel más alto, se debe concentrar la atención en los efectos que tienen las metas de la gente sobre los tipos de juicio moral que hacen en su vida diaria. Lo que quiere decir que a diferencia de Kohlberg, quien sostiene que la gente procesa toda la información moral a través de las estructuras del juicio moral, estos autores sostienen, apoyados en las proposiciones 1, 2, 7 y 8, que las personas "… poseen muchas estructuras de juicio moral que son activadas por diferentes estímulos sociales e influenciadas por diferentes metas" (Krebs & Denton, 2005, p. 644). Con esto consideran que pueden responder al problema suscitado por la regresión de las respuestas frente a los dilemas morales, esto es, a la dificultad teórica y empírica que encierra el retorno a un estadio anterior al esperado.

En este caso, los diferentes juicios morales pueden ser inducidos por los temas que están presentes en la interacción con los demás, en otras palabras, por los sistemas de cooperación que determinan las relaciones interpersonales. Así, los cambios en el razonamiento moral estarán sujetos tanto a la búsqueda de la realización de las metas personales como a las características de los sistemas de cooperación, lo cual explica por qué sucede la maduración del juicio moral.

Según Krebs y Denton (2005), la madurez se expresa en la flexibilidad alcanzada por el razonamiento moral y en el modo como se prescribe el tipo de comportamiento que más efectivamente responde a un sistema de cooperación dado. Este grado de flexibilidad y acomodación a las determinaciones del contexto, es lo que facilita la solución adecuada de los conflictos de interés presentes entre los miembros de una comunidad. Esto quiere decir que las personas acomodan sus juicios morales movidas por las circunstancias que están viviendo en su vida cotidiana. Ante dilemas simples se invocan soluciones también simples, y ante situaciones dilemáticas complejas el repertorio de juicios morales se mostrará más flexible y creativo.

En resumen, estos autores consideran que el modelo de Kohlberg hace mucho énfasis en las respuestas a dilemas ideales y abstractos que no reflejan lo que cabalmente sucede en la vida real. Sostienen que

    (…) Kohlberg y sus colegan han hecho un gran trabajo describiendo los cambios en la habilidad de la gente para explicar las concepciones ideales de la moralidad, pero la evidencia sugiere que estas concepciones juegan un papel relativamente insignificante en la determinación de los juicios y comportamientos morales que la gente emite en la vida diaria. En el mundo real, la gente toma decisiones morales acerca de ellas y de los otros que les importa; las consecuencias son reales. Para explicar el modo en el que las personas toman tales decisiones, necesitamos una aproximación que las vea como productos de procesos sociales y de mecanismos cognitivos y afectivos que le permite a la gente alcanzar sus metas y promover sus intereses en forma cooperativa (Krebs & Denton, 2005, p. 647).

En la propuesta de Dreyfus y Dreyfus (1990), el desarrollo moral se concibe en función de las destrezas para enfrentar situaciones dilemáticas. Estos autores consideran que la madurez moral se manifiesta como "… un movimiento fuera de, más que hacia, la conformidad con los principios morales" (Wright, 2005, p. 1); en otras palabras, la madurez no se expresa "… en términos de acatamiento de los principios morales, sino más bien en términos de desarrollo de destrezas cognitivas y corporales —lo que Francisco Varela ha llamado ‘la ética del saber-cómo'—" (Ibídem).

Esta destreza se manifiesta en la experticia intuitiva, cuyo rasgo central es el de no regirse por reglas y principios sino por el conocimiento de un gran número de casos especiales. Dreyfus y Dreyfus (1987) sostienen que se debe abandonar la idea tradicional según la cual "… un aprendiz o una aprendiz empieza con casos específicos y, a medida que va logrando dominio, abstrae e interioriza más y más reglas complejas. Puede ocurrir que la adquisición de habilidades vaya en sentido contrario: de las reglas abstractas a los casos particulares" (p. 345). Por lo general, el principiante o la principiante se relaciona con los elementos descompuestos de una tarea, que se encuentran libres del contexto, y con las reglas y principios que rigen un determinado comportamiento, mientras que el experto o la experta ve lo que va a realizar, y decide con base en una amplia variedad de situaciones ya experimentadas y sin acudir a una regla o principio particular.

En el caso del razonamiento moral, los hermanos Dreyfus consideran que las personas se van convirtiendo en expertas morales conforme se relacionan con situaciones dilemáticas, que les exige el desarrollo de destrezas cada vez más variadas y recursivas, de la misma manera como se desarrollaría la experticia en otros terrenos de la vida diaria, como por ejemplo, en la conducción de un vehículo o en el juego de ajedrez.

Desde esta perspectiva, el conocimiento se concibe en términos procedimentales, lo cual conduce a que el análisis se centre en la forma como funciona el pensamiento, que para el caso del juicio moral, se refiere a las estrategias y a los procedimientos específicos presentes en los individuos cuando enfrentan dilemas morales en la vida diaria. En este sentido, se toma distancia de la explicación exclusivamente estructural al estilo de Kohlberg, siendo el objetivo captar, en la toma de decisiones morales, el modo como proceden las personas y como se da el encadenamiento de las acciones que comportan una finalidad; dicho de otro modo, se trata de caracterizar el "saber cómo" (know how).

De manera más específica, Dreyfus y Dreyfus (1990) critican la explicación del juicio moral "… basada en principios que nos dicen qué es correcto o [la] ética basada en el involucramiento con una tradición que define qué es lo bueno" (p. 1), y proponen investigar el modo como espontáneamente se afronta la experiencia ética, para lo cual recomiendan tener presente las siguientes precauciones: 1) describir el afrontamiento ético en la vida diaria, 2) determinar bajo qué condiciones de deliberación y elección aparece, y 3) tener cuidado de no cometer el típico error filosófico de leer la estructura de la deliberación y la elección como fundamento de la explicación del afrontamiento diario.

Los Dreyfus sostienen que en el razonamiento moral juega un papel importante, lo mismo que en otras tareas de la vida diaria, el saber cómo hacer las cosas, en donde el desarrollo de las habilidades comprometidas en la tarea nos indica el grado de madurez moral alcanzado por las personas. Estos autores emprenden la tarea de mostrar que el juicio moral funciona en términos de pericia, analizando "… áreas moralmente neutras de experticia y delineando su estructura" (p. 3). Emplean diferentes ejemplos de la vida diaria, tales como montar en bicicleta, aprender a conducir, jugar ajedrez, interpretar un instrumento musical, entre muchas otras acciones. Para Dreyfus y Dreyfus (1987, 1990) el desarrollo del comportamiento experto se da en cinco estadios, los cuales se describen a continuación.

    1. Novicio. En este nivel, el sujeto se enfrenta a una serie de acciones descompuestas que hacen parte de la tarea a realizar, y para lo cual no requiere contar con experiencia.

    Dreyfus y Dreyfus (1987) afirman que el novicio determina sus acciones por las reglas que se le dan y se comporta al igual que una computadora al seguir el programa. Uno de los ejemplos que citan es el aprendizaje de la conducción de un vehículo; al principio la persona debe reconocer aspectos de la tarea libres de interpretación, como la velocidad del carro, y después se le provee de reglas mínimas sobre el modo de hacer el cambio de primera a segunda, teniendo en cuenta que la aguja del velocímetro marque veinte kilómetros por hora.

    2. Principiante avanzado. Los individuos, a través de la práctica, ganan experiencia y responden a máximas instruccionales con las cuales pueden enfrentar situaciones nuevas. Se guían por la siguiente regla: "Dada la característica x del contexto c, entonces se actúa de la forma y". Dreyfus y Dreyfus (1987) sostienen que el principiante avanzado, luego de familiarizarse con la tarea, cuenta con un buen número de ejemplos y aprende a reconocer nuevos aspectos de ésta.

    3. Competente. La característica de este estadio es el enfrentar un cúmulo de información, para lo cual el sujeto debe adoptar una visión jerárquica en la toma de decisiones, e identificar planes, metas y perspectivas de acción que le permitan simplificar la complejidad de la situación. En este nivel, la forma de proceder "... empieza a ser acompañada por una experiencia emocional conectada a los resultados: los actores llegan a estar emocionalmente más involucrados con la tarea, viendo sus decisiones menos como el acatamiento de reglas o máximas y más como ‘elección de acción'" (Wright, 2005, p. 3).

    Para lidiar con la sobrecarga de información, generada por el mayor dominio de la tarea, y alcanzar una mejor competencia, Dreyfus y Dreyfus (1987) sostienen que la gente aprende a delinear un plan de acción o elegir una perspectiva particular que les permita definir la relevancia de los datos de acuerdo con el contexto.

    4. Diestro (proficient). En este caso la persona desarrolla patrones integradores de reconocimiento. Es capaz de enfrentar la tarea como un destacado observador y buscar principios que guíen sus acciones. En otras palabras, a pesar de que en este estadio el sujeto tiene que pensar sobre lo que va hacer, éste puede "… organizar y entender espontáneamente la tarea sin un esfuerzo deliberado" (Wright, 2005, p. 3). En palabras de Dreyfus y Dreyfus (1990), el sujeto empieza a "involucrarse intuitivamente" en la realización de las tareas.

    5. Experto. Los sujetos de este estadio han desarrollado una base sólida para saber cómo actuar (know how), lo cual los capacita para tomar decisiones de forma rápida e intuitiva; no sólo se dan cuenta de qué está pasando sino de que son capaces de saber hacer. El criterio de acción desarrollado por el experto es más flexible y se ajusta a las más diversas situaciones de forma intuitiva y espontánea, haciendo que éste simplifique sustancialmente sus respuestas ante las situaciones problemáticas.

El modelo propuesto por los Dreyfus brinda una nueva forma de concebir el desarrollo moral, que caracteriza el cambio del razonamiento moral de las personas por el nivel de "concretización, experticia y ampliación de la sensibilidad" (Yáñez, 2000, p. 127), con lo cual toman distancia de la propuesta de Kohlberg, para quien la madurez moral se define por el modo como las personas usan principios universales en sus juicios morales, y por ser capaces de separar los valores personales de los grupales.

En el modelo de la experticia, el desarrollo se explica por el paulatino despliegue de una forma de actuar flexible e intuitiva frente a los dilemas morales. La diferencia entre el novato y el experto, se da porque este último no se guía por reglas o máximas estrictas. El experto va dando respuestas cada vez más rápidas, simples e intuitivas, gracias a la experiencia acumulada, la cual le permite utilizar un monto de información múltiple y variada. En este nivel la persona tiene en su haber muchos ejemplos de casos exitosos o errados, lo cual le da la posibilidad de interpretar o actuar de muy variadas formas frente al mundo real.

    Ahora podemos ver que un aprendiz calcula usando reglas y hechos, del mismo modo que una computadora programada heurísticamente, pero que, con gran talento y dosis de experiencia involucrada, el aprendiz evoluciona en un experto que ve intuitivamente qué debe hacer sin recurrir a reglas. La tradición ha dado una descripción exacta del aprendiz y del experto ante una situación no familiar, pero el experto normalmente no calcula. No resuelve problemas. Ni siquiera piensa. Simplemente hace lo que normalmente funciona y, por supuesto, funciona normalmente (Dreyfus & Dreyfus , 1987, p. 345).

En este sentido, la pericia alcanzada por la persona se manifiesta más como un saber hacer (know how) y menos como un conocimiento proposicional (know what), lo cual indica que en las acciones de la vida cotidiana orientadas a lograr fines concretos (personales o grupales), es más apropiado determinar el nivel de desarrollo cognitivo alcanzado por una persona. En el caso del razonamiento moral, el individuo será más maduro moralmente, si es capaz de juzgar las acciones de los demás analizando el conjunto de información de manera experta.

Wright (2005, 2006) resume las críticas que se han hecho a esta teoría, de la siguiente manera:

    Objeción 1: El dominio de la ética es demasiado complejo y ambiguo para ser concebido como una clase particular de habilidad que pueda dominarse a través de la instrucción y la práctica.

    Objeción 2: Un informe basado en las habilidades éticas (i.e. una explicación que resalta el conocimiento no proposicional de saber hacer sobre el conocimiento proposicional de saber que) descuida el rol fundamental del discurso moral en la ética.

    Objeción 3: La ética no tiene la clase de reglas de retroalimentación necesarias para el desarrollo de una habilidad (Wright, 2005, p. 6).

La primera objeción se contesta mostrando que la experticia no es producto de una forma de proceder automática y poco reflexiva; por el contrario, el experto o experta gana destreza en la práctica que demanda mucha concentración y que requiere de la interacción con aquellos y aquellas que ya han ganado experticia, lo cual coloca a los sujetos frente a una relación que requiere de toda su atención. A este respecto, afirma Wright (2005) que "… el saber cómo no es solo eso que se activa a través del dominio de habilidades aisladas y distintas. Más bien, forma la columna vertebral de nuestra experiencia diaria. El saber cómo está debajo de la mayoría de nuestra cognición y acción" (p. 7).

En cuanto a la segunda objeción, se puede partir del reconocimiento de que ciertamente es importante el saber proposicional en la toma de decisiones morales, dado que esta acción está vinculada con el dar y recibir razones, con la deliberación y la justificación. No obstante, cuando se analiza el comportamiento ordinario de las personas, se encuentra que éstas se orientan siguiendo reglas de acción, dando a sus actos un rasgo de automatismo y ejecución inmediata, para posteriormente expresar las justificaciones correspondientes. En este sentido, el juicio moral, en primer lugar, será una respuesta práctica, guiada por las reglas o máximas que ya en el pasado fueron utilizadas ante situaciones similares.

Finalmente, en el desarrollo de las habilidades, se observa que éstas reciben retroalimentación del medio de manera continua e inmediata. Dado que el actuar humano se da dentro de una red de relaciones, es en la interacción con los otros que recibe retroalimentación sobre su actuar. En cuanto al razonamiento moral, éste se retroalimenta continuamente en la toma de decisiones, debido a que se encuentran comprometidos tanto el sujeto como sus interlocutores e interlocutoras. En la vida diaria, todo juicio moral responde a exigencias concretas que comprometen los fines que tiene cada persona involucrada en la interacción, lo cual crea las condiciones para la aparición del circuito de retroalimentación sobre cómo hacer las cosas. Esto se puede ver muy bien en la infancia cuando los cuidadores y cuidadoras, a través del proceso de crianza, brindan información continua sobre el modo de actuar correcto, atendiendo a las reglas que todo sujeto debe seguir en su comunidad.

En resumen, en la concepción pragmática de Dreyfus y Dreyfus (1990), el experto moral aprende inicialmente la ética de su comunidad siguiendo reglas estrictas, luego pasa al empleo de máximas contextualizadas, para finalmente convertirse en un verdadero experto cuando deja atrás las reglas y principios, y desarrolla respuestas cada vez más flexibles y espontáneas.

Así pues, en este modelo, a diferencia del kohlbergiano, la madurez moral se alcanza no cuando se orienta por principios abstractos y universales, sino por la capacidad que demuestran los sujetos para acomodarse como expertos a las exigencias del medio, para responder a los dilemas morales de la vida diaria acudiendo al manejo de infinidad de ejemplos significativos. En este modelo, el saber hacer define el nivel más alto de desarrollo moral y no la estructura cognitiva orientada por criterios racionales y principios deontológico-universales.

 

3. Conclusiones

Las críticas que desde el pragmatismo se hacen al modelo de desarrollo moral propuesto por Kohlberg, parten del reconocimiento del juicio moral como objeto de estudio, y del hecho de que éste se transforma a lo largo de la vida de las personas. Así mismo, reconocen en la obra de Kohlberg las bases para proponer nuevas formas de interpretación de la psicología moral.

Ahora bien, desde la perspectiva de Krebs y Denton, el modelo de Kohlberg no explica suficientemente el funcionamiento del razonamiento moral en la vida cotidiana. Sostienen que en este ámbito las personas, antes que guiarse sólo por principios universales y abstractos, como por ejemplo el de la justicia —que exige un nivel alto de imparcialidad y abstracción—, se orientan por el interés de alcanzar la realización de sus metas personales. Bajo estas condiciones, el razonamiento moral requiere de un sistema de cooperación que no sólo facilite el que los individuos alcancen sus objetivos, sino que garantice que los conflictos se diriman maximizando la satisfacción de los intereses de todas y de todos.

Por otro lado, estos autores consideran que gracias a su modelo se evita acudir a una serie de hipótesis, no del todo sólidas, para explicar las alteraciones en la secuencia del desarrollo moral, esto es, las inconsistencias en las respuestas que dan algunos sujetos que ya habían alcanzado un determinado nivel de desarrollo moral y que hacen parte de un nivel inferior; por ejemplo, cuando se espera que respondan con un juicio del nivel 3 y dan respuestas desde el estadio 2.

Krebs y Denton explican esta regresión aparente, afirmando que los sujetos acomodan sus respuestas teniendo en cuenta las características del contexto en el que se da la decisión moral. Cuando la situación dilemática es simple, las personas acuden generalmente a respuestas también simples, mientras que si éstas son complejas sus respuestas también tienden a ser más sofisticadas. En este punto, los estudios muestran que las respuestas son diferentes cuando los sujetos se ven directamente involucrados en el dilema, dado que en esta situación aparecen las emociones; o cuando deben situarse en una posición más imparcial, tal como lo puede demandar un contexto deontológico.

De manera complementaria, el trabajo de los hermanos Dreyfus se propone como una teoría que ayuda a apuntalar un poco más la explicación pragmática del desarrollo moral, en tanto que también intentan dar una respuesta a algunas de las inconsistencias encontradas en el modelo de Kohlberg.

Proponen centrar la atención no en la transformación de las estructuras que tenderían a cualificar su influencia sobre el razonamiento moral, acudiendo a principios universales e invariantes, sino sobre el modo como progresivamente las personas se convierten en expertas en el manejo de situaciones moralmente dilemáticas. La explicación de Dreyfus y Dreyfus (1990) se apoya en el saber procedimental, el saber cómo; sostienen que en últimas el desarrollo moral se da porque paulatinamente las personas van haciendo juicios morales de manera cada vez más experta. En otras palabras, los sujetos expresan juicios morales de forma más concreta y amplían su sensibilidad frente a las personas involucradas en la situación. El experto o experta moral no reacciona movido por principios sino por la habilidad de discriminar un número similar de situaciones morales típicas, lo cual le permite no sólo sentir cuándo se requiere dar una respuesta, sino también expresar el tipo más apropiado de raciocinio moral frente a las condiciones relacionales particulares que enmarcan el dilema moral.

Estos dos modelos coinciden en aceptar que el nivel de flexibilidad determina la madurez moral de los individuos, debido a que cuentan con una caja de herramientas que tiene un amplio conjunto de estrategias, lo cual facilita el "… seleccionar una que les permitirá resolver de la manera más efectiva los problemas [morales] por ellos encontrados" (Krebs & Denton, 2006, p. 673). En otras palabras, el experto o experta moral debe ser una persona lo suficientemente flexible como para ajustar sus decisiones a las exigencias que le hace la tarea a resolver.

Finalmente, se puede decir que la propuesta pragmática brinda elementos teóricos y empíricos valiosos que invitan a afinar más el conocimiento sobre el desarrollo psicológico, y en particular el desarrollo moral, desde la perspectiva del análisis procedimental del funcionamiento cognitivo. Además, esta concepción incentiva la búsqueda de nuevas y más adecuadas formas de evaluar los cambios en el juicio moral.

 


Notas:

* Este artículo fue presentado como ponencia en el Doctorado de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Manizales-Cinde, en mayo de 2008.

 


 

Lista de referencias

 

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    Referencia


    Eduardo Aguirre Dávila, "Aproximación pragmática a la teoría del juicio moral, desde la crítica a Kohlberg", Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Manizales, Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cinde, vol. 7, núm. 2, (especial) (julio-diciembre), 2009, pp. 1273-1299.

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