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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv v.8 n.1 Manizales jan./jun. 2010

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

Juventud, Democracia y Participación Ciudadana en el Ecuador*

 

Juventude, democracia, e cidadania no Equador

 

Juventude, democracia, e cidadania no Equador

Anne Gillman

Actualmente trabaja en el Center for Latin American and Latino Studies (Clals) en American University en Washington, D. C. investigadora independiente, con un M.A. en Relaciones Internacionales por la Universidad de Columbia y un A.B. en Estudios Sociales por Harvard College. Ha trabajado con jóvenes en Brasil, Guatemala, México y Nueva York. Permaneció en el Ecuador durante ocho meses gracias a una beca de la Fundación Fulbright. Correo electrónico: gillman.anne@gmail.com

Primera versión recibida noviembre 30 de 2009; versión final aceptada mayo 5 de 2010 (Eds.)


Resumen:

En este artículo comparto los hallazgos de un estudio cualitativo sobre las perspectivas de jóvenes ecuatorianos y ecuatorianas acerca de la democracia y la participación. Percibiendo una división clara entre “democracia” y “política”, que es concebida como un campo de corrupción y exclusión, los jóvenes y las jóvenes ven el potencial de generar cambios sociales positivos a través de sus conceptos de participación democrática —principalmente, tomando iniciativas a nivel personal y local— a lo que ellos y ellas perciben como canales políticos ineficaces o bloqueados. Está en estos procesos, y fuera de la institucionalidad, que los sujetos jóvenes ecuatorianos construyen una ciudadanía inclusiva. En el artículo reflexiono sobre estas conclusiones en el marco de debates teóricos sobre la democracia en América Latina.

Palabras clave: Juventud, democracia, Ecuador, América Latina, participación, ciudadanía, instituciones, política.


Resumo:

Neste artigo compartilho os resultados de um estudo qualitativo baseado na percepção de jovens equatorianos e equatorianas sobre democracia e participação. Esses jovens identificam uma clara divisão entre “democracia” e “política”, caracterizada pela corrupção e exclusão, aos quais veem como canais políticos ineficazes ou bloqueados. Por outro lado, o potencial de geração de mudanças sociais positivas, por meio de sua concepção de participação democrática, ocorre principalmente levando em consideração iniciativas a nível pessoal e local. É nesses processos, e fora da institucionalidade, que os jovens equatorianos constroem uma cidadania inclusiva. No presente artigo faço uma reflexão sobre tais conclusões no arcabouço dos debates teóricos sobre a democracia na América Latina.

Palavras-chave: juventude, democracia, Equador, América Latina, participação, cidadania, instituições, política.


Abstract:

This article reports the findings of a qualitative study of Ecuadorian youth perspectives on democracy and participation. Perceiving a clear distinction between “democracy” and “politics,” which they observe as a negative realm of corruption and exclusion, Ecuadorian youth see potential for creating positive social change through their concepts of democratic participation —namely action on a local and interpersonal basis— while they see political channels as ineffective or blocked to them. It is through these processes, and outside of the political institutional infrastructure, that they construct an inclusive citizenship. The article reflects on these findings within the framework of theoretical discussions of democracy in Latin America.

Key words: Youth, democracy, Ecuador, Latin America, participation, citizenship, institutions, politics.


1. Introducción

 

El Ecuador ha sido caracterizado por muchos politólogos como una democracia en “crisis”. Con instituciones representativas fracasadas y deslegitimizadas, con la persistencia de desigualdades, injusticias, y exclusiones sociales que se reproducen en la esfera política, el sueño que propulsó la transición a la democracia en el Ecuador no ha sido realizado, resultando en los índices más bajos de apoyo y de participación democrática en la región. Los patrones en la nueva generación de ciudadanos y ciudadanas de Latinoamérica indican que esta actitud no cambiará en un futuro cercano. Con índices de desempleo y de inseguridad casi doblando los de la población adulta, los jóvenes y las jóvenes de hoy muestran rechazo y apatía frente al sistema político, y desmotivación para participar en él. Mientras en los años setenta y ochenta la preocupación en América Latina se centraba en la transición a la democracia, en las últimas décadas la cuestión se vuelve sobre qué hacer para que las democracias latinoamericanas funcionen y, consecuentemente, se mantengan.

En este artículo examino esta cuestión “from below” (Jelin, 1996, p.101), enfocándome en los ciudadanos y ciudadanas que representan el futuro de la democracia ecuatoriana: los sujetos jóvenes de hoy en día. Entendiendo que el funcionamiento de la democracia depende no sólo de un “marco institucional” suficiente sino también del “como las personas actúan dentro de este marco institucional” (Jelin & Hersheberg, 1996, p. 2), pongo a un lado la evaluación de las instituciones estatales, y en su lugar exploro las maneras en las cuales los sujetos jóvenes ecuatorianos se relacionan con estas instituciones. Las preguntas clave son: ¿cómo entienden las personas jóvenes el concepto de la “democracia”? y, ¿de qué manera están dispuestas a participar en ella? Mi propuesta es discutir estos asuntos dentro del marco teórico de los debates actuales sobre los riesgos de la democracia.

El momento actual en el Ecuador ofrece un campo de estudio interesante para indagar sobre estos temas. Dentro de la denominada crisis, surge la “Revolución Ciudadana” del Gobierno de Rafael Correa que, por un lado, representa un momento de esperanza para el Ecuador, al prometer una ruptura con un pasado político de corrupción por parte de las élites dominantes, abriendo espacios de participación directa y extendiendo una invitación especial a los individuos jóvenes, que se presentan como portadores de nuevas ideas para remplazar la vieja y desacreditada clase dirigente. Por otro lado, el discurso y las acciones de la administración de Correa —al condenar la “partidocracia” por ejemplo, y disolver el Congreso anterior— infundan preocupaciones que podrían llevar a la caída del sistema representativo.

Empiezo el artículo con una discusión sobre la crisis democrática en el Ecuador, los peligros del debilitamiento del sistema representativo que replica las exclusiones de una sociedad de “differentiated citizenship” o “ciudadanía diferenciada”, usando la terminología del antropólogo James Holston, y la aparición de nuevas formas de participación e incidencia en el espacio político. En esta sección problematizo el concepto “joven”, y reconsidero su sentido en el contexto actual ecuatoriano. En la segunda sección, presentaré la metodología y los hallazgos del estudio cualitativo. En ella discutiré las percepciones juveniles de la democracia y la participación, mostrando la desconexión, que para ellos y ellas existe entre la democracia y la política, y su concepto de participación democrática, local y directa, como algo personal o interpersonal. Al ver canales de participación política cerrados, ellos y ellas buscan lograr cambios a través de acciones por fuera de la institucionalidad política. En la sección final, discutiré las implicaciones de estos hallazgos para el futuro de la democracia ecuatoriana, tomando en cuenta las preocupaciones teóricas discutidas en la primera parte.

2. Instituciones quebrantadas y participaciones emergentes

Ecuador se puede considerar como una democracia de “ciudadanía diferenciada”, usando el término del antropólogo James Holston (2007), en la cual “diferencias sociales que no pertenecen a la afiliación con la nación” funcionan como base para “distribuir tratamientos diferenciados a diferentes categorías de ciudadanos” (p. 7). A pesar de los grandes avances en derechos civiles y políticos obtenidos por grupos tradicionalmente marginales, Ecuador sigue siendo una sociedad caracterizada por persistentes exclusiones y desigualdades en la distribución del poder y beneficios. El sistema político, y las instituciones de representación en particular, reflejan y reproducen estas brechas sociales. Si la función del sistema político representativo es “agregar los intereses múltiples y contrapuestos que coexisten y que se enfrentan en la sociedad”, según Simón Pachano (Pachano, 2003, p. 54), el sistema actual sirve más para favorecer los intereses personales de quienes están en posiciones de poder, lo que conlleva a la deslegitimización total del sistema, y en particular, de los partidos políticos y el legislativo. Luis Verdesoto (2003) plantea que

    (...) los mecanismos concretos de la democracia representativa no se han convertido en un canal legítimo de participación permanente... Esos mecanismos no nacieron de un acuerdo social de base y han debido transitar por largo tiempo en el sistema político sin utilización efectiva (p. 145).

Precisamente, Ecuador se encuentra entre los países latinoamericanos que tiene los índices más bajos de participación y de apoyo a la democracia (Seligson, 2008, p. 16).

Frente a este vacío de representación han surgido nuevas formas de incidir en el sistema político, directamente y por fuera de la institucionalidad. A través de marchas, manifestaciones, paros y huelgas, por ejemplo, los movimientos sociales han logrado acumular poder para incidir en determinadas políticas públicas. En las últimas décadas, los Gobiernos han reconocido el papel de tales grupos y la legitimidad de estas formas de participación, por lo que han establecido, a través de reformas constitucionales, mecanismos de participación directa como el referéndum popular y la consulta popular.

La campaña para la “Revolución Ciudadana”, iniciada por el presidente actual Rafael Correa y su movimiento Alianza País, se puede entender como una respuesta a este desencanto con el sistema político y un aporte con mira hacia un sistema basado en participación directa. Correa inaugura la “Revolución Ciudadana” con la promesa de reemplazar el viejo sistema político, y de reformar y renovar la democracia ecuatoriana. De ahí su condena a la “partidocracia” que ha dominado la esfera política, y las acciones para “botar” a los “viejos” diputados que sólo servían a sus propios intereses. La Revolución crea nuevos espacios para la participación directa de los ciudadanos y ciudadanas, al prometer que, esta vez, el Gobierno realmente serviría para promover el bienestar del pueblo de forma justa y equitativa, que reconocería la ciudadanía integral de todos los sujetos nacionales.

De este modo, se evidencia durante la presidencia de Correa un aumento significativo de la confianza de los ciudadanos y ciudadanas hacia el Gobierno Nacional (Seligson, 2008, p. 44). Sin embargo, es importante destacar que el optimismo en la administración de Correa no se traduce necesariamente en una creciente confianza en el sistema político y la democracia del país. La nueva fe gira alrededor de un presidente carismático, mientras que los índices de confianza en las instituciones democráticas permanecen bajos. De acuerdo con esto la Revolución Ciudadana, para muchos, despierta preocupaciones para el futuro democrático de Ecuador. El discurso y las acciones de Correa, criticando y, en algunos casos, eliminando estructuras existentes de representación, pueden ser vistos como contribución a la deslegitimización de las instituciones representativas.

3. Qué significa ser “joven”

Al explorar las actitudes y comportamientos de los sujetos “jóvenes” con respecto a la democracia y la participación en el contexto actual ecuatoriano, es indispensable establecer el significado de ser “joven”. Aunque hoy en día a la juventud se le distingue plenamente como un grupo particular —con programas y políticas públicas focalizadas para responder a éste etéreo segmento—, el concepto de “joven” surgió como una identidad diferenciada de la adultez y la niñez, más bien de forma reciente. Simón Pachano describe la identidad como un proceso de “construcción colectiva intelectual” en el que un grupo se define al reconocer puntos de semblanza, frente a otros que no los tienen (Pachano, p. 18). En el caso de la “juventud”, estos “puntos de semblanza” han variado según el interés particular de estudio; las definiciones de la categoría “joven” se han comprendido “desde su desarrollo biológico, sus cambios comportamentales, las formas como se relacionan, la incidencia que han tenido en el desarrollo de la sociedad, entre otros componentes...” (Ospina, Jaramillo & Loaiza, 2009, p. 403).

En este estudio utilicé la edad como una forma práctica de identificar a los sujetos “jóvenes” para que fueran partícipes de los grupos focales, mientras que a su vez reconocía los límites de esta definición: la pluralidad y heterogeneidad de los individuos que participaron en los grupos. Los participantes y las participantes eran muy diversos en cuanto a su situación socioeconómica, etnia, opinión, y en cuanto a aspectos relacionados con sus vidas y maneras de ser. Incluso, para algunos de estos individuos otras identidades resultaban al parecer más importantes; se identificaban como madre, campesino, indígena, antes que como un “joven” o una “joven”.

Teniendo en cuenta la juventud como “un concepto lleno de contenido dentro de un contexto histórico y sociocultural” (Alvardado, Martínez Posada & Muñoz Gaviria, 2009, p. 86), se amerita reflexionar sobre cómo se conceptualiza la juventud en esta época en América Latina. Por un lado, la juventud es uno de los sectores sociales que sufre de forma desproporcionada las exclusiones y desigualdades que caracterizan muchas de las democracia latinoamericanas. Como apunta un estudio de la juventud iberoamericana (Cepal, 2004), “los y las jóvenes viven hoy con mayor dramatismo que el resto de la población una serie de tensiones o paradojas”, entre otras, “más acceso a educación y menos acceso a empleo”, con índices de desempleo que en Ecuador doblan los de otros grupos de edad. Paralelamente, la juventud latinoamericana muestra los índices más bajos de confianza en el sistema político y de compromisos con la democracia. Jorge Eliécer Martínez (2008) plantea que “Las investigaciones en los últimos veinte años en torno a los jóvenes han venido señalando el extrañamiento creciente de los jóvenes frente a las expresiones políticas formales” (p. 163). En Ecuador (como en Brasil, Paraguay y Perú), más del 80% de la juventud reporta sentirse insatisfecha con la democracia (El Comercio, 2008).

Al mismo tiempo, se puede observar en la literatura y en el discurso político en América Latina, la emergencia de una visión de la juventud focalizada en sus capacidades, presentando a las jóvenes y a los jóvenes como agentes de desarrollo, innovación y cambio social. Se nota

    un mayor reconocimiento de la persona joven y su rol social en el panorama nacional, proyectándola como líder de procesos políticos, sociales y culturales del país que no solo benefician a dicho sector de la población sino a todos sectores en los cuales podrían tener incidencia (Ospina et al., 2009, p. 406).

Esta imagen del sujeto joven como líder, innovador, y fuente de nuevos proyectos, ha sido impulsada en el actual contexto político del Ecuador. Correa, quien asumió su cargo con 43 años de edad, extiende a la juventud una invitación especial a participar y amplía las oportunidades para la incidencia juvenil en la esfera política. Como parte de su mensaje de cambio, en el proyecto de la Asamblea Constituyente el Ejecutivo rebajó la edad mínima de 25 a 20 años para postularse como candidatos asambleístas (El Comercio, 2007a) y, en un principio, propuso que al menos la mitad de asambleístas tuvieran menos de 45 años (El Comercio, 2007b), afirmando así la imagen de la juventud como fuente de renovación para el sistema, en contraste con los viejos políticos ya deslegitimizados.

Martínez (2008) comenta que también es importante observar la incidencia de la juventud fuera de este contexto político institucional, apuntando “la emergencia de ‘nuevas’ formas de inserción en el espacio público...” por parte de la juventud y avanzando que “es igualmente importante estudiar los territorios de la vida cotidiana donde los sujetos jóvenes despliegan un conjunto de estrategias para resistir o negociar con el orden estructural” (p. 163). Tomando en cuenta esta amplia incidencia juvenil, retomo la pregunta clave de este artículo (¿cuáles son los conceptos que los jóvenes y las jóvenes tienen de la democracia y cómo participan en ella?) en un análisis que me conduce, de acuerdo con el comentario de Martínez, fuera de la institucionalidad política y dentro de la vida cotidiana de la población joven.

4. Metodología

Las siguientes conclusiones están basadas en los comentarios de 186 jóvenes, recopilados en 19 grupos focales convocados en diversos lugares de las provincias de Manabí y Pichincha. Los individuos participantes tienen entre 14 y 24 años de edad, con un promedio de 18 años, 48% hombres y el 52% mujeres. El 90% de los sujetos participantes se encuentra inscrito en el colegio, la universidad u otros centros educativos; y el 70% participa en algún tipo de grupo, sea deportivo, escolar, religioso, o juvenil. Sólo el 5% participa en un grupo o partido político. El 38% de los participantes trabaja, especialmente en agricultura, construcción, o comercio.

Los grupos focales se realizaron así: seis en comunidades rurales, cinco en comunidades semi-rurales, y ocho en comunidades urbanas; en diversos sitios que incluyen colegios, universidades, iglesias, parques, restaurantes, casas comunitarias, y sedes de organizaciones juveniles. Los sujetos participantes fueron seleccionados a través de dirigentes de grupos juveniles, docentes y personal administrativo de centros educativos, y líderes comunitarios. El criterio de selección fue la edad y cada grupo involucró entre 5 y 15 participantes. Para promover la discusión utilicé dinámicas de grupo y actividades artísticas y escritas propuestas por mí, con la participación de apoyos locales cuando esto fue posible.

Al escoger —para la realización de los grupos focales— diversas comunidades de dos provincias de la Costa y de la Sierra, pretendí representar en parte la variedad de perspectivas juveniles que se encuentra en el país. En todo caso, no intento en este estudio presentar una aproximación de lo que piensa “la juventud” del Ecuador, sino sugerir algunos temas comunes que fueron discutidos por los jóvenes y las jóvenes participantes.

5. ¿Cómo se entiende la palabra “democracia”?

Con respecto a la pregunta sobre lo que los jóvenes y las jóvenes entienden por la palabra “democracia” se pueden categorizar las respuestas entre conceptos relacionados con valores o ideales —particularmente derechos civiles y políticos—, y conceptos relacionados con la idea de un colectivo de individuos. Entre los valores e ideales, los términos más comunes de los sujetos participantes fueron: igualdad, libertad, justicia, derecho, y expresión. “[La democracia] es como tener igualdad entre todos para poder expresarse”, dice un participante de Machachi. También entienden la democracia como ideales o valores personales o interpersonales, con palabras como: “responsable”, “respeto” y “comprensión”. Como dice un participante de Puerto Loor (Manabí), “la democracia, nosotros entendimos que era ser amable y colaborador. (...) Y compartiendo nuestras ideas con los demás personas, ayudando a un grupo de jóvenes que necesiten (...) que no tienen lo que nosotros tenemos”. Las palabras “unión” o “solidaridad”, que también fueron mencionadas, son conceptos y a la vez valores, que atañen a una noción de colectividad.

Entre otros conceptos de democracia relacionados con una idea de colectividad, surgieron palabras como “pueblo”, “organización”, “grupo”, “población”, “sociedad”. En algunos grupos, la idea de una colectividad se asoció con la de un “bienestar común” y un poder común para reclamar intereses sociales.

    La democracia es eso, es el poder del pueblo, la voluntad del pueblo para realizar algo que satisface las necesidades del mismo, o sea, que no sea sola la opinión de una persona sino de un bien para el resto de las personas (Participante de San Clemente).

Otro participante de Villaflora (Pichincha), distingue este concepto del poder compartido para incidir colectivamente como grupo organizado en decisiones con un poder individual,

    (...) poder dentro de la democracia, no te da el poder de que yo hago lo que se me da la gana, sino un cierto poder de tomar decisiones. Dentro de la democracia es necesario estar unidos, pero yo creo que también estar unidos y organizados.

En algunos casos, se advierte una tensión entre la idea de “poder común” y la de “libertad”, según los comentarios de algunos sujetos participantes; así por ejemplo, un estudiante de Portoviejo describe la democracia como la capacidad de “hacer lo que se quiere”.

Aunque los individuos participantes relacionaron la democracia con la idea de un poder común o con las decisiones colectivas del pueblo, para los jóvenes y las jóvenes del Ecuador la democracia está poco relacionada con la política. Llama la atención las escasas expresiones que surgieron en las conversaciones sobre el significado de la palabra “democracia” en relación con la política. En algunos casos, en los que sí se articuló este tema, las palabras más prevalentes fueron “votar”, “gobierno”, “política” y “elegir”, pero en una tercera parte de los grupos, nadie mencionó ideas relacionadas con el régimen político. También válgase destacar que en ninguno de los grupos surgió la palabra Congreso, o Asamblea, o partido político, o Corte Suprema. Por lo menos en sus comprensiones más inmediatas acerca de la democracia, el concepto de las instituciones representativas, o un balance del poder, no se recalcan con vigor.

De hecho, los jóvenes y las jóvenes ven la institucionalidad política como un concepto casi contradictorio a la idea de democracia, percibiendo la política como algo, sobre todo, con connotaciones negativas, en contraste con un concepto democrático caracterizado por valores e ideales generalmente considerados como positivos (equidad, justicia, etc). Corrupción, desigualdad, egoísmo e ineficacia fueron los conceptos que surgieron con mayor frecuencia en los comentarios sobre la política y los políticos. Mientras los ideales de la democracia son humanitarios y filantrópicos, quienes actúan en la política sólo se preocupan por sus intereses personales. Contrario a un concepto de colectividad relacionado con la democracia, al cual ellos y ellas se sienten incluidos, los jóvenes y las jóvenes describieron el mundo político como un “arriba”, algo desconectado de su realidad actual.

Así, los sujetos jóvenes explicaron claramente la “differentiated citizenship” que ellos viven, en la cual los derechos y los beneficios públicos están distribuidos según el estatus social. Como explica un participante de San Pablo,

    (...) ¿de qué democracia se habla si están haciendo ‘porquería’? ¿Cómo a mí me va a valer diciendo que chuta1, que sí, que democracia, que los votos valen, (...) cuando ellos ponen lo que ellos piensan? Los derechos aquí son una porquería. Aquí en el Ecuador, si tú no tienes plata (...) no vales nada.

El sistema político funciona como mecanismo que refuerza estas barreras, con “la política” siendo una zona de exclusión, dominada por personas que viven en condiciones muy diferentes a las suyas y que no se interesan por las necesidades de los demás. Una estudiante de Quito así lo entiende:

    Muchas personas sólo se preocupan por los barrios que más han visto, pero no se preocupan por los barrios que, o sea, que no tienen nada que ver, y muchas veces las personas que viven en esos barrios carecen de agua potable y de muchos otros recursos, y de eso el Gobierno no se da cuenta.

Es imprescindible enfatizar que estas opiniones y perspectivas de la juventud sobre la democracia y la política no son creadas de la nada. Al contrario, son moldeadas por varias influencias, dentro y fuera de la institucionalidad estatal. En las palabras de Héctor Ospina, este “imaginario” de la juventud sobre lo que es la política y la democracia “ha sido construido socialmente y reproducido a partir de los discursos, las representaciones, y el flujo constante de información que conduce a la construcción de referentes de pensamientos y actuaciones en la población joven” (Ospina, 2009, p. 47). Es notable además, la creciente influencia de los medios de comunicación en mediatizar la relación entre Estado y pueblo y en la construcción de imágenes sobre lo que es la política. Hoy en día los medios de comunicación, mucho más que los partidos políticos, sirven como canales de comunicación entre políticos y la población e interlocutores del proyecto del gobierno (Levitsky & Cameron, 2003, p. 24). Partiendo de este contexto, es relevante observar que los jóvenes y las jóvenes generalmente no mencionaron al Presidente Correa como parte del sistema político corrupto y exclusivo, sino bien lo consideraron como un actor fuera y consciente, como ellos y ellas, aunque con poderes mucho más grandes que los suyos.

6. ¿Cómo se puede participar en la democracia?

 

La libre expresión

    Para los individuos jóvenes ecuatorianos la participación democrátic representa, sobre todo, la libre expresión de ideas, opiniones, sentimientos y pensamientos. Una colegiala de Quito afirma que “una forma de hacer democracia es expresar lo que nosotros sentimos y pensamos sobre algún tema, porque si no nos gusta, no podemos quedarnos callados, sino decir lo que sentimos, lo que pensamos”. Varios de ellos y de ellas ven la presión social como impedimento a la libre expresión, que muchos describen como una fuente de miedo que dificulta que ellas y ellos den sus opiniones; por lo tanto, enfatizan que es necesario superar estas preocupaciones sobre el cómo reaccionarán los demás. Como aclara una chica en Paraíso, la participación democrática es “tener libertad de pensamiento y opinión, o sea, tener nuestro propio criterio y no ser controlados por lo que uno dice, o tener temor a decir lo que sentimos”; o como dice otro participante, se trata de “opinar por la sociedad sin burlarse si se equivoca”. En relación con la libertad de expresión, para los individuos jóvenes la democracia es un asunto de respeto de las expresiones de los otros, como bien lo expresa una estudiante de Portoviejo: “tienes que hablar sin herir a los demás”.

    Algunos individuos jóvenes vieron la libre expresión como “medio hacia un fin”, muy en correlación con un concepto de democracia como poder del pueblo para la realización de intereses comunes. Ellos ven la “expresión” como un acto público de grupos o colectivos que tiene como meta elaborar propuestas para el bien de la sociedad. Uno de los participantes de Pichincha sugiere que la participación democrática se trata de ir “formando grupos de inclusión en nuestros barrios donde cada uno puede dar ideas y opiniones”. A su vez, en algunos casos, exponen la idea de orientar sus comentarios hacia “los dirigentes” o a “las autoridades.” Así, un chico de La Aldea sugiere que se debe hacer el esfuerzo de ir “conformando grupos para tener algo concreto y decir lo más importante a las autoridades”.

    Pero en sus experiencias concretas, y de acuerdo con sus concepciones sobre la política, siguen siendo sujetos excluidos de los espacios políticos de verdadera negociación del poder. Muchos de los individuos jóvenes sintieron que, aunque compartieron sus ideas, no fueron realmente escuchados por personas adultas que ocupan posiciones de poder: “Oyen lo que hablamos pero no nos toman en cuenta. O a veces escuchan (...) pero están pensando en otra cosa”, diría un chico de Manta. Hubo quienes relataron experiencias en las cuales intercambiaron sus ideas o se les convocó para aportar ideas en foros políticos, y las consecuentes frustraciones al no ser finalmente tenidos en cuenta. Así lo recuerda una chica de San Clemente:

    Creo que fue algo que organizó el municipio. Entonces invitaron a los jóvenes, a nosotros nos entusiasmó (...) Entonces luego, esa fue la única charla que nos dieron de parte del municipio (...) Y poco a poco los jóvenes vieron el desinterés de los más grandes, de los que tenían el poder, y obviamente se sintieron desamparados, (...) ellos en sí nos habían olvidado.

Algunos participantes comentaron que los personajes políticos sólo usan a los individuos jóvenes para su propio beneficio, invitándoles a estar presentes en sus foros para dar sus opiniones o ideas, pero, a fin de cuentas, no los toman en serio.

Confrontando estos bloqueos en canales políticos institucionales, unos sujetos jóvenes relataron cómo buscan expresarse fuera de la institucionalidad estatal, concluyendo que sólo con la fuerza se puede lograr que escuchen sus opiniones. A la pregunta de cómo comunicar a los gobernantes sus exigencias, la participante de San Clemente comentó:

    Por ejemplo, aquí es común es que se haga protestas, o marchas, cerrar las carreteras, esas cosas. (...) Cuando uno toma medidas así tan drásticas, es cuando ahí sí te van a escuchar. Entonces, esa es la forma como se hace en el Ecuador.

Otro de los participantes de Machachi expresó:

    Tomamos calles, salimos a las calles a lanzar piedras, o sea, es una forma para nosotros de rebeldía, pero es la única forma y la única manera que hemos tenido para ser escuchados. Porqué a nosotros nunca se nos ha tomado en cuenta. Tomaban decisiones, hacían cambios, en contra de nosotros, y sobre nosotros.

Pero para la mayoría de los jóvenes y las jóvenes, la libre expresión de sus pensamientos o sentimientos, sin audiencia y sin respuesta política, sigue siendo un acto importante de participación en sí, “un medio sin fin”, no dependiente de un público que escuche estas ideas ni de la atención de las autoridades. Al responder al por qué escogió la libre expresión como una de las formas más importantes de participar en la democracia, la estudiante de Portoviejo citada arriba, dice: “porque esto es superfundamental en la vida diaria de las personas”.

El sufragio

El sufragio, que también fue frecuentemente mencionado, se destaca como la única forma de participación que se puede caractizar especificamente como política. Hay quienes lo explican como una forma activa de participar consistententemente en escoger a los representantes, que contribuyen a la toma de decisiones importantes para el país. Una universitaria de Quito identificó el “elegir a nuestros gobernantes” como la forma más importante de participar en la democracia porque “ellos representan las ideas que nosotros tenemos, entonces, ahí es cuando nosotros decidimos quién nos va a gobernar y quién nos va a mandar”. Sin embargo, otros jóvenes vieron el sufragio sólo como un acto obligatorio, una actividad mecánica sin grandes beneficios, y un deber en vez de un derecho. Como explicó una chica, “para mí [votar] no es una forma de la democracia, es un simple acto, no más”.

Primero, en el alud de propaganda con promesas de los diferentes candidatos, los jóvenes y las jóvenes relataron enfrentar dificultades para obtener información cierta para saber a quién elegir. Un joven de Uyumbicho relata la experiencia de su primera votación:

    (...) no tenía una idea estable de por cual elegir, quién era la persona capaz, estaba preocupado, (...) si lo que yo estoy haciendo está errado o está correcto. Con miedo de equivocarme. (...) Tal vez no sabemos ni cómo es, cómo es su forma de comportarse, cuáles son sus debilidades o valores.

Otro participante del grupo agrega que “hay afiches publicitarios que se hacen llegar con diferentes pensamientos de ese grupo, lo que expresan y lo que ellos prometen, pero creo que la mayoría no cumplen. (...) La mayor parte es sólo mentira”. Varios participantes expresaron su frustración por la desinformación en la población votante en general, que cree en esas promesas falsas y vota por un candidato que les regala una camiseta o que tiene una “cara bonita”.

Para otros jóvenes y otras jóvenes, el problema es que realmente no existen candidatos honestos y capaces. Una joven de Villaflora explica que:

    Aquí llaman democracia, una participación de ir a las urnas a votar, entonces, para mí eso no es democracia, porque te ponen, estos son los candidatos que hay, por los que tienes que votar, entonces eso para mí no es democracia. Porque si eligiera a nuestro candidato y dijera, yo quiero que vaya este candidato, sería un poco más democrático. Pero no, tienes los candidatos y tú tienes que votar por ellos.

De hecho, para ella ni siquiera existe la posibilidad de escoger a una persona para apoyarla como candidato o candidata y de organizar una campaña exitosa para que su nombre salga en la papeleta. Su opinión es una muestra de hasta qué punto la juventud ha perdido confianza en la capacidad del sistema representativo para responder a sus peticiones.

Fuera del sufragio, observo que para los jóvenes y las jóvenes, la participación democrática es una cuestión poco política y muy poco institucional. La idea de participar a través de mecanismos de participación representativa es considerada débil. De las 495 respuestas, el tema de participar en partidos políticos sólo fue mencionado cuatro veces. Amerítese destacar también, que de las 26 respuestas que tenían que ver con una participación dentro del sistema político, sólo cinco mencionaron la importancia de postularse para ser presidente, concejal, o diputado, y la idea de participar en el gobierno local sólo surgió una vez. Pero tampoco hallé, como prevaleciente, la participación política directa a través de marchas y protestas, que sólo fue mencionada dos veces (veáse Gráfica No. 1).

 

 

La participación personal y local

De acuerdo con estas percepciones, la participación democrática es algo, antes que nada, personal y relacional, que consiste en ser “una buena persona” e interactuar de cierta forma con los demás. A la pregunta, “¿cómo se puede participar en la democracia?”, la segunda respuesta más común se relacionaba con las formas “de ser”; concretamente: responsables, amigables, honestos, pacíficos, o siendo optimista, con valores, voluntad, metas, una vision para el futuro del país; esto es, la participación democrática vista como las cualidades de “una buena persona”. En relación con esta idea de mejoramiento personal, se encuentra el nivel de conocimientos de la persona, como también la acción directa de educarse y mantenerse al tanto, sea en temas generales o sobre temas de importancia para la sociedad, así como el compartir estos conocimientos con los demás. Los jóvenes y las jóvenes ven el diálogo en la sociedad, o el acto de escuchar a otros para intercambiar ideas, como un elemento fundamental en la participación democrática.

Más allá de esta dimensión interpersonal, muchos y muchas describieron la participación democrática como algo local e inmediato, y como un acto de trabajo social o comunal. Para un joven de Paraíso, por ejemplo, la participación democrática consiste en “participar en las actividades del pueblo, como sea en las mingas, en algún proyecto que tengan las personas”. Dentro de esta categoría de trabajo social o comunitario, muchos y muchas se tornaron al servicio a los más necesitados, “ayudar a todas las personas con problemas, como el caso de quienes están en la pobreza”, tal como lo mencionó un participante de Paraíso, o como sugirió un joven de Machachi: “convivir entre niños con Síndrome de Down”.

Un aspecto que se manifestó claramente en casi todos los grupos fue la disposición para mejorar que tienen los individuos jóvenes, no sólo en sus vidas personales, sino también en lo que se refiere a sus comunidades y a su país. “Lo que quiero ser es una persona mejor para brindar ayuda a los más necesitados”, dice un joven de San Pablo, al ser interrogado sobre lo que sueña para su futuro. Muchos jóvenes y muchas jóvenes expresaron ser sensibles y conscientes del sufrimiento de los “más necesitados” y un deseo sincero por ayudar. Propusieron proyectos comunitarios, por ejemplo, mingas o participación en programas de desarrollo local. “Todos nos unimos y buscamos una solución. Por ejemplo, en un barrio, si no tienen algo, entonces todos se unen y buscan soluciones, como, quién trae qué...”, comentó un chico de Villaflora sobre la forma de trabajo en su comunidad cuando se presenta alguna necesidad.

En conclusión, arribando al corolario de que no pueden lograr estas mejoras en el campo nacional, institucional, y estructural del sistema político, la opción es involucrarse a nivel local e interpersonal. Al respecto, un alumno del colegio a distancia de La Merced, concluyó que:

    Tendría que cambiar a las personas que están en la misma política de siempre, pero lamentablemente eso no se va a dar. ¿Por qué?, porque ya son tantos años que he visto las mismas personas y las mismas caras... ya tienen las políticas compradas. Entonces nosotros podemos unirnos para mejorar, podemos mejorar nuestro sector, podemos mejorar nuestro barrio, pero lamentablemente no podemos mejorar las condiciones que ellos nos tendrían que dar a nosotros.

 

7. Conclusiones e implicaciones

Con base en las respuestas de los jóvenes y las jóvenes sobre la participación democrática, surgen algunas inclinaciones con mayor fuerza. Reconozco entre los sujetos jóvenes una separación significativa entre sus conceptos de democracia y política. Conciben la democracia como un régimen de valores, o como una configuración colectiva de individuos, pero no como un sistema político. Caracterizada por ideales como la libre expresión, la igualdad, la solidaridad, el respeto y el cuidado por los demás, la democracia se caracteriza como un campo de inclusión y equidad. En contraste con la democracia, la política es un campo de exclusión, caracterizado por valores que consideran específicamente antidemocráticos, sinónimo de desigualdad y corrupción, y que se materializa en una organización social dividida que fortalece un sistema de “differentiated citizenship”.

A la luz de estas perspectivas, es útil entender ampliamente la participación de los individuos jóvenes, reconociendo los límites de un concepto de participación “institucionalizada y Estado-céntrica”, y explorando más bien la participación “en escenarios cotidianos como la calle, la escuela, el barrio” (Alvarado, Ospina & Muñoz, 2008, p. 23). Frente a una desconfianza en las instituciones, sintiéndose excluidos de espacios políticos, los sujetos jóvenes fundan su confianza en lo personal, a nivel local, en sus relaciones sociales y acciones comunitarias. Se encuentra entre los jóvenes y las jóvenes un grado importante de conciencia social, de voluntad y entusiasmo para participar democráticamente con el fin de obtener cambios que mejoren no sólo sus casos en particular, sino también las condiciones de sus comunidades y del resto del país. Puedo concluír que los individuos jóvenes no entienden la democracia como propia del sistema político; no miran su participación en ella a través de la política, sino a través de la sociedad. La participación democrática se torna, más que todo, en una integración social en vez de una incorporación a instituciones políticas.

Esta participación poco institucional pero muy democrática se puede entender como una manera de construir y afirmar una ciudadanía inclusiva e integral. A través de procesos cotidianos y comunitarios, se construye el tipo de “insurgent citizenship” o “ciudadanía insurgente”, sobre la que James Holston (2008) observa que no se articula “en las urnas o los consejos sindicalistas”, sino en los procesos de construcción de una vida digna (p. 313). Como plantea Martínez (2008),

    Los jóvenes se sienten ciudadanos al hacer cosas, al decidirse cuáles son las causas en las que quieren involucrarse, al expresarse con libertad a través de diferentes lenguajes, al juntarse con otros en una lógica de redes y de flujos cambiantes... (p. 163).

Aunque excluidos de la esfera política —que refleja y reproduce las brechas sociales—, al sentirse incluidos en lo que entienden como “democracia,” con voluntad y capacidad de participar en ella, los jóvenes y las jóvenes afirman una ciudadanía “que desestabiliza la ciudadanía diferenciada” (Holston, 2008, p. 9).

¿Cuáles son los límites de una ciudadanía y una participación basada en lo social y fuera de una institucionalidad estatal? ¿Qué indican estas actitudes y comportamientos juveniles frente el sistema político para el futuro democrático del Ecuador?

Retomando las inquietudes sobre la “crisis” en la democracia ecuatoriana provocada por los fracasos del sistema político y sobre todo el sistema representativo, lo que desenlaza una pérdida de confianza en la democracia, las anteriores percepciones desde la perspectiva de los jóvenes y las jóvenes alimentan estas preocupaciones. Ni instituciones ni procedimientos entran en su visión de lo que es la democracia, sugiriendo que para ellos y ellas estos elementos tienen poco valor, y que bien podría existir una democracia ausente de estas estructuras y mecanismos. Su total desconfianza hacia los personajes políticos y hacia la eficacia de los mecanismos de representación, indican que esta generación no se prestaría para favorecer el sistema representativo. La “Revolución Ciudadana” tampoco ha resucitado en ellos y en ellas una confianza en el sistema político y una motivación para participar en “la política”, a través de mecanismos de participación representativa o directa; en su lugar, ven a Correa como un actor fuera de la institucionalidad política.

Concluyo que la democracia ecuatoriana, mirada “from below” por los ojos de los jóvenes y las jóvenes participantes de este estudio, se ve como un proyecto incompleto. Por un lado, observo entre sus ciudadanos y ciudadanas juveniles algunos valores democráticos, como la igualdad, la libre expresión, el respeto hacia opiniones diversas y la solidaridad. Reconociendo que “la consolidación democrática impone como requisito la extensión de relaciones democráticas similares en otras esferas no tan políticas en el eje de la vida diaria” (Holston, 2008, p. 310), se amerita celebrar el hecho de que los sujetos jóvenes ecuatorianos buscan avanzar en estos valores a través de una participación en las esferas de la vida cotidiana, en sus comunidades, familias, escuelas, en las cuales se sienten capaces de realizar mejoras en sus vidas personales y comunales.

Al mismo tiempo, en una democracia funcional estas relaciones y valores democráticos no pueden existir solamente en el círculo cotidiano y sin relación con el sistema político. Una democracia en la que los sistemas representativos son considerados totalmente desechables, en la cual la participación de los ciudadanos y ciudadanas queda totalmente fuera de una institucionalidad estatal, no se puede considerar como una democracia completa. En las palabras de la politóloga, Elizabeth Jelin, “A menos que intenten desde el principio institucionalizar los medios de participación y control ciudadano, las democracias nuevas y débiles dejan de ser democracias” (Jelin, 1996, p. 107).

Concluyo esta investigación con la idea de James Holston (2008) respecto a que esta condición incompleta de la democracia ecuatoriana es, de hecho, una característica de la democracia en sí; que el proyecto de construir una democracia es, por naturaleza, un proyecto sin fin. “What is productive about democracy is its condition of incompletion...its wager to be always unfinished” [“Lo productivo en la democracia es su condición de no ser completa... su apuesta por permanecer incompleta”] (p. 311).


Notas:

* Este artículo se basa en la investigación realizada por la autora con la financiación de la Comisión Fulbright y con apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) del Ecuador.

1 Interjección usada en Ecuador para llamar la atención sobre algún aspecto negativo.


 

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