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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv v.8 n.2 Manizales jul./dez. 2010

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

 

Determinantes de las oportunidades de crianza y socialización en la niñez y en la adolescencia*

 

Determinantes das oportunidades de criação e socialização na infância e na adolescência

 

Determinants of rearing and socialization opportunities in childhood and adolescence

 

Ianina Tuñón

Coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia (ODSA-UCA) de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Magister en Investigación en Ciencias Sociales y Socióloga (UBA). Av. Alicia Moreau de Justo 1500, 4° piso, Of: 462. Tel: 54-11-4338-0615 / 0733. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina. Agradezco a Agustín Salvia, director del Odsa, su incansable estímulo, su cuidadosa lectura y sugerentes observaciones en la construcción de los modelos de regresión desarrollados en el presente artículo. Correo electrónico: ianina_tunon@uca.edu.ar

 

 

Primera versión recibida noviembre 4 de 2009; versión final aceptada mayo 18 de 2010 (Eds.)

 


Resumen:

En la Argentina de las últimas décadas se destacan desiguales trayectorias y transiciones de vida sobre las nuevas generaciones, que se asocian a un conjunto de factores de índole socio-económico y políticoinstitucional, así como a las condiciones sociales de los hogares. En este marco, me pregunto ¿en qué medida las oportunidades de crianza y socialización de la infancia en cada ciclo vital se asocian a diversos tipos de hogares (monoparentales, no monoparentales, extensos o no extensos)? ¿O son las desigualdades sociales de origen las que determinan los procesos de crianza y socialización en la infancia? El artículo permite reconocer la influencia del tipo de hogar en su asociación con la estratificación social del mismo.

Estas preguntas las trabajaré con base en los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina, del Observatorio de la Deuda Social Argentina, y de la Universidad Católica Argentina (2007-2009).

Palabras Clave: niñez, adolescencia, crianza, socialización, desigualdad social, tipo de hogar, Argentina.

 


Resumo:

Na Argentina das últimas décadas se destacam desiguais trajectórias e transiçoes de vida sobre as novas geraçoes, que se associam a um conjunto de fatores de índole socio-económico e político-institucional, assim como às condiçoes sociais dos lares. Em este marco, me pergunto em que medida as oportunidades de criança e socializaçao da infância em cada ciclo vital se associam a diversos tipos de lares (monoparentais, nao monoparentais, extensos ou nao extensos)? Ou sao as desigualdades sociais de origem as que determinam os processos de criança e socializaçao na infância? O artigo permite reconhecer a influência do tipo de lar em sua associaçao com a estratifiçao social do mesmo.

Estas perguntas as trabalharei com base nos dados da Pesquisa da Dívida Social Argentina, do Observatório da Dívida Social Argentina, e da Universidade Católica Argentina (2007-2009).

Palavras-chave: meninice, adolescencia, criança, socializaçao, desigualdade social, tipo de lar, Argentina.

 


Summary:

Within the past few decades in Argentina, different life paths and transitions have weighed upon the new generations, associated to a set of factors of a socio-economic and political -institutional nature, as well as the households´ social terms. In this context, I ask myself: to what extent are upbringing and socialization opportunities of childhood in each vital cycle associated to diverse types of households (monoparental, non monoparental, extended or non-extended)? Or are origin social inequalities which determine upbringing and socialization processes in childhood? The article allows us to acknowledge the influence of the type of household.in its association with the social stratification of that household. These questions will be formulated upon the information provided by the Argentine Social Debt Poll, the Argentine Social Debt Observatory, and the Argentine Catholic University (2007-2009).

Keywords: childhood, adolescence, upbringing, socialization, social inequality, type of household, Argentina.

 


 

1. Introducción

 

Durante las últimas dos décadas, en la Argentina factores de contexto tales como la situación económica, el marco político-institucional y las condiciones sociales de origen de los hogares, se han constituido en un conjunto de factores cuyo desempeño parece haber distribuido de manera desigual estructuras de oportunidades, trayectorias y transiciones de vida sobre las nuevas generaciones, poniendo en escena la existencia de diferentes infancias y adolescencias. Las desigualdades de origen de los hogares han tendido a estructurar cursos de vida y posibilidades de desarrollo y apropiación de recursos (derechos) por parte de los niños, niñas y adolescentes, y han llevado a la reproducción intergeneracional de la pobreza y las desigualdades sociales (Salvia & Tuñón, 2003; Tuñón, 2007, 2008, 2009)1.

En este marco, cabe preguntarse ¿en qué medida las desigualdades sociales en las oportunidades de crianza y socialización de la infancia en cada ciclo vital se ven determinadas por diversos entornos sociales? ¿Estos procesos se revelan diferentes según los tipos de hogar (monoparentales, no monoparentales, extensos o no extensos)? ¿Son las condiciones socioeconómicas de los hogares determinantes en dichos procesos? ¿O las desigualdades en los procesos de crianza y socialización se asocian a diferentes tipos de configuraciones familiares según el estrato socioeconómico de las mismas?

Las pautas de crianza están directamente relacionadas con el sentido dado a los procesos de socialización y de desarrollo humano. En este sentido, constituyen entonces el conjunto de acciones que las personas adultas de referencia de niños, niñas y adolescentes de una cultura realizan para orientar su desarrollo. La familia es el primer agente de socialización durante los primeros años de vida, y desde donde se suele seleccionar de modo directo o indirecto a otros agentes, como la escuela, que adquiere especial preeminencia durante la educación básica. En la adolescencia adquieren sentido otras “redes sociales” de interacción con grupos de pares como son los espacios públicos, y los espacios alternativos de recreación y participación social, entre los que se destacan más recientemente las “redes virtuales”. Estos otros espacios y entornos de relación con grupos de pares tendrán mucha importancia en la determinación de hábitos y estilos de vida (Carli, 1999; Nirenberg, 2006; Urresti, 2000, 2008; Tuñón, 2009).

El desarrollo infantil a través de los procesos de crianza y socialización suele ubicarse en el escenario natural de la vida cotidiana; en este sentido, se ha buscado desarrollar indicadores que permitan una aproximación a los procesos de crianza y socialización, a partir de indicadores de estimulación emocional, social e intelectual que facilitan reconocer prácticas y hábitos en ámbitos primarios y secundarios de socialización, como son: (a) el festejo del cumpleaños; (b) el compartir cama o colchón para dormir; (c) la recepción de historias orales; (d) la inclusión en centros de desarrollo infantil; (e) la inclusión educativa en el nivel primario y medio; y (f ) la participación en espacios de formación e interacción con grupos de pares no escolares, como la participación en actividades deportivas y/o culturales extraescolares y el uso de los espacios virtuales a través de Internet (Tuñón, 2007, 2008, 2009)2.

Estos procesos refieren cómo es fácil advertir a los comportamientos, las actividades que realizan las familias de los niños, niñas y adolescentes, y/o sus miembros bajo el influjo de factores condicionantes internos o externos a la propia familia. Desde esta perspectiva es que considero fundamental analizar el tipo de hogar, diferenciando la posición de los hogares en la estructura social.

Los niños, niñas y adolescentes amplían o no las capacidades de desarrollo dependiendo de una estructura dada de oportunidades sociales, las cuales no sólo están condicionadas por factores económicos, sociales, culturales y políticoinstitucionales del país, sino que también están mediadas por las particulares condiciones sociales, económicas y de estructuración que presenta el grupo familiar de origen. Sabemos que las situaciones de pobreza comprometen el curso de vida y desarrollo integral de un niño o niña; ahora menos conocemos sobre la relación entre estas condiciones, sobre los diferentes tipos de familia y sobre los procesos de crianza y socialización.

Con el especial objetivo de evaluar desigualdades sociales, me propongo analizar los indicadores de crianza y socialización antes mencionados a través de tres criterios de diferenciación social: (1) Grupo de edad (ciclo vital); el (2) Estrato socio-económico; y el (3) Tipo de hogar.

La construcción de variables complejas y el análisis empírico a través de tablas bivariadas y modelos de regresión logísticas las desarrollé a partir del procesamiento de las bases de datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (Odsa- UCA)3, que reúnen las mediciones 2007, 2008 y 2009.

 

2. Antecedentes

Las familias monoparentales con jefas mujeres e hijos e hijas, han sido objeto de investigaciones en el campo de los problemas de género y pobreza (Cepal, 1994; Buvinic, 1997a). En efecto, las investigaciones en este campo (Berheide, Segal, Kossoudji & Mueller, en Buvinic, 1997b) encuentran evidencias en torno a la mayor propensión que existe en estos hogares a la transmisión intergeneracional de la pobreza, por las dificultades que enfrentan las mujeres cuando son únicas responsables de sus hijos e hijas y de las tareas del hogar (Mayer, 1997).

Estas hipótesis en torno a la mayor pobreza relativa de los hogares monoparentales son relativizadas en otras líneas de investigación desarrolladas en América Latina, que señalan la necesidad de reconocer mayor heterogeneidad en la situación socio-económica de estos hogares, y la importancia de considerar ingresos no laborales y las contribuciones de otros miembros ajenos al hogar entre las fuentes de ingresos (Arrigada, Lloyd, Cortés, Rubalcava, Echarri, Gómez & Parker, en García & Oliveira, 2005). También es importante señalar que estos estudios se basan en mediciones de la pobreza en términos de ingresos, en tanto hay antecedentes de investigación que señalan la mayor vulnerabilidad de estos hogares cuando se analiza el clima educativo de los mismos, la propensión al trabajo doméstico y laboral por cada miembro adulto en el hogar, y la mayor propensión de los adolescentes y las adolescentes al abandono escolar y a la incorporación temprana al mercado laboral en condiciones similares de precariedad a las que desarrolla la jefa o el jefe de hogar (Giorguli & Echarri, en García & Oliveira, 2005).

Sabemos que las situaciones de pobreza comprometen el curso de vida y desarrollo integral de un niño o niña; ahora, menos conocemos sobre la relación entre las estructuras familiares y los procesos de crianza y socialización que aquí abordamos. En los pocos antecedentes encontrados señalamos la importancia de considerar los hogares extensos, dado que muchos de los hogares monoparentales integran a otros familiares, que desde diversos estudios son asociados a estrategias domésticas de reproducción, entre las que se incluyen los procesos de cuidado, crianza y socialización de los niños, niñas y adolescentes. En este sentido, hay estudios que señalan que estos hogares se caracterizan por ser más equitativos en la distribución de responsabilidades, en los que tiende a prevalecer un ambiente de cooperación y cohesión social (Chant, González, Safa & Wartenberg, en García & Oliveira, 2005), por lo que podría inferirse que no representan una desventaja social para el desarrollo de los procesos de crianza y socialización de los más pequeños del grupo. Sin embargo, estudios que orientan su mirada a los conflictos intrafamiliares y al desarrollo integral del niño o de la niña, han construido evidencia en torno a un ejercicio autocrático de la autoridad, y al uso de la violencia física y verbal para con los hijos e hijas en el marco de hogares monoparentales de jefatura femenina (Agudelo, 2005), así como existiría cierta presunción sobre una menor satisfacción con la vida y una baja autoestima en los sujetos jóvenes que se desarrollan en estas estructuras familiares, respecto a sus pares en hogares con núcleo conyugal completo (Montoya & Hernández, 2008).

A partir de estos antecedentes es que nos preguntamos, en el contexto de la Argentina urbana y de las familias con niños, niñas y adolescentes, ¿en qué medida vivir en esta situación de hogares monoparentales, en su mayoría a cargo de mujeres, es en sí mismo un condicionante para el desarrollo de mejores oportunidades de crianza y socialización en la niñez y en la adolescencia?; ¿es el hogar monoparental un ámbito de “desventaja social” para la estimulación social, emocional e intelectual de los niños, niñas y adolescentes, con independencia de su carácter de hogar extenso o no extenso?; ¿es la estructura familiar monoparental por sí misma un ámbito de vulnerabilidad, o no lo es sino en tanto la monoparentalidad esté asociada al carácter de extenso o no extenso, y/o a un deterioro socioeconómico del hogar?.

 

3. Aproximación a los procesos de crianza y socialización en diferentes ciclos vitale

El presente apartado avanza sobre los resultados organizando la lectura por ciclo vital de los niños, niñas y adolescentes. Los ciclos vitales que se consideran son: (a) la Primera infancia (0 a 5 años), (b) la Edad escolar (6 a 12 años), y (c) la Adolescencia (13 a 17 años). Para cada uno de los ciclos vitales se presenta una descripción —a través de tablas bivariadas en porcentajes— de los indicadores seleccionados, con el objetivo de aproximarnos a los procesos de crianza y socialización. Las variables independientes consideradas en estos análisis son el estrato socio-económico en cuartiles y deciles4; y el tipo de hogar, en una doble estructura que incorpora, de una parte, la diferenciación por monoparental y no monoparental, y de la otra el carácter de hogar extenso o no extenso5.

Por último, dado que los análisis que se han realizado con base en asociaciones bivariadas encuentran límites en la interpretación del problema, porque a través de este tipo de análisis no se puede controlar en forma simultánea el efecto específico de cada una de las variables involucradas, hemos considerado conveniente la utilización de modelos de regresión logística como técnica de estandarización que nos permite analizar, con mayor claridad, la asociación de ciertos factores con los procesos de crianza y socialización, manteniendo constante el efecto de otras características. Es así como presentamos para cada grupo de edad un modelo de regresión logística, en el que la variable dependiente es una variable índice que busca resumir la situación de déficit en el proceso de crianza y socialización, y que registra en situación de déficit a aquellos niños, niñas y adolescentes que presentan al menos dos de las situaciones consideradas.

En los modelos de regresión, buscamos determinar los factores que se asocian a la propensión a experimentar una situación de déficit en los indicadores de crianza y socialización. Los factores explicativos considerados en los modelos son: el estrato socio-económico de los niños, niñas y adolescentes en cuartiles (25% más bajo, “estrato muy bajo”, 25% siguiente “estrato bajo”, 25% siguiente “estrato medio” y 25% más alto “estrato medio alto”), el tipo de familia (monoparental o no monoparental), y el carácter de extensa o no extensa de dicha familia.

Los procesamientos de datos fueron realizados con base en los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (Edsa), considerando de modo acumulado los años 2007, 2008 y 20096.

I. Primera infancia (0 – 5 años)

La socialización del niño o de la niña comienza tempranamente con la asimilación de las estructuras cognitivas, las habilidades lingüísticas y la posibilidad de comunicarse. Asimismo, y a través de los valores, normas y significados que aprehende y reconoce en su entorno inmediato, en el marco de las pautas y prácticas de crianza que desarrollan las personas adultas de referencia, construye su sentido de la realidad. En este proceso el niño o niña requiere de una importante adhesión emocional a las personas adultas de referencia (Berger & Luckman, 1989).

Aquí proponemos una aproximación a los procesos de crianza y socialización en los primeros años de vida (0 a 5 años) a través de cuatro indicadores que hemos considerado significativos: (a) el festejo del cumpleaños; (b) compartir cama o colchón para dormir; (c) ser receptor o receptora de historias orales (cuentos, relatos, etcétera); y (d) estar incluido o incluida en un centro de desarrollo infantil.

(a) El festejo del cumpleaños

Es conocido que el niño o la niña en sus primeros años de vida requiere no sólo de alimentos que cubran las necesidades de su organismo biológico, sino que, para que este organismo se desarrolle, también requiere del “estímulo social”, y en este sentido el haber o no festejado su cumpleaños es una aproximación (Rubio, 2009).

Un 15% de los niños y niñas urbanos de entre 1 y 5 años de edad, no suele festejar su cumpleaños. La probabilidad de que no se le festeje el cumpleaños a un niño o niña en esta edad es mayor a medida que disminuye el nivel socio-económico. Las “chances” que tiene un niño o niña perteneciente al 10% más pobre, de festejar su cumpleaños, son casi 17 veces menores a las que registra un niño o niña perteneciente al 10% más rico7.

Cuando se analiza la presencia o ausencia del festejo según el tipo de hogar en el que viven los niños y niñas, en términos de hogares monoparentales y no monoparentales, se observa que en los primeros es mayor la propensión a no festejar el cumpleaños que entre los segundos (25,3% y 13,3%, respectivamente), siendo significativamente mayor esta propensión en los hogares monoparentales no extensos que en los extensos (Ver Tabla 1).

 

 

 

(b) Compartir cama o colchón para dormir

El compartir cama o colchón para dormir puede ser considerado un indicador de pobreza material; sin embargo, en muchos hogares no pobres es habitual que los niños y niñas duerman con sus padres y madres, o con otros miembros del hogar; en este sentido hemos considerado aquí un indicador de “estilos de crianza” que afecta la autonomía del niño o de la niña.

Dos de cada diez niños o niñas de entre 0 y 5 años de edad, suelen compartir cama o colchón para dormir. La probabilidad de que un niño o niña comparta cama o colchón para dormir es casi 6 veces mayor en el 10% más pobre que en el 10% más rico.

Cuando analizamos esta práctica en el marco del tipo de familia observamos que la probabilidad de compartir cama o colchón es mayor en los hogares monoparentales que en los no monoparentales (28,2% y 22,3%, respectivamente) siendo significativamente mayor esta propensión en los hogares monoparentales no extensos, que en los no monoparentales y que en los monoparentales extensos Ver Tabla 1.

(c) Estimulación a través de los cuentos

La estimulación a través de narraciones orales, relato de cuentos, e historias, es un indicador a partir del cual es posible aproximarse a un estímulo que se reconoce importante en la construcción del lenguaje, en el desarrollo de capacidades de lectoescritura, y en forma general en el desarrollo del hábito y del gusto por la lectura.

Tres de cada diez niños o niñas en los primeros años de vida, no suelen ser receptores o receptoras de historias orales. Asimismo, esta situación de déficit se incrementa de modo significativo a medida que desciende el nivel socio-económico de los hogares. En efecto, la probabilidad que tiene un niño o niña en el 10% más pobre de ser receptor o receptora de una contada de cuentos y/o historia oral, es 6 veces menor a la que tiene un niño o niña en el 10% más rico (ver Tabla Nº 1).

Si bien en los hogares monoparentales es mayor la propensión a no ser receptor o receptora de historias orales que en los no monoparentales, es importante constatar cómo se incrementa esta propensión en los hogares no monoparentales extensos (ver Tabla1).

(d) Escolarización temprana

Existen antecedentes de investigaciones científicas que señalan los beneficios de la inclusión temprana de los niños y niñas en centros de desarrollo infantil, sobre todo cuando éstos pertenecen a hogares de estratos socio-económicos bajos (Bronfenbrenner, Belsky & Steinberg, 1976; Belsky & Steinberg, 1979; en Bronfenbrenner, 1987).

Ahora bien, en la Argentina urbana la escolarización temprana no es un fenómeno generalizado y mucho menos homogéneo en la estructura social. En efecto, la inclusión en un proceso de formación a temprana edad —entre los 2 y los 5 años— en centros de desarrollo infantil, alcanza a un poco más de la mitad de este grupo en la Argentina urbana (63%). Es importante considerar que la sala de 5 años es obligatoria y que la inclusión en la misma es casi total.

La propensión de los niños y niñas en esta edad a participar de un proceso de formación escolar, se incrementa significativamente en el estrato medio alto. Los sectores bajos y medios presentan un nivel de inclusión en el proceso de formación similar, menor al que registran los sectores medios altos, pero también mayor al registrado entre los niños y niñas más pobres Ver Tabla N°1.

La escolarización entre los 2 y los 5 años de edad, es levemente superior en los hogares no monoparentales frente a los monoparentales, básicamente como efecto de una mayor exclusión educativa de los niños y niñas en familias monoparentales extensas, probablemente como consecuencia de contar con otros familiares para el cuidado de los niños y niñas Ver Tabla N°1.

A partir de la revisión bibliográfica y el ejercicio empírico realizado, hemos podido identificar algunos de los factores que se asocian con la probabilidad de festejar el cumpleaños, de ser receptor o receptora de cuentos, y de estar incluido o incluida en un proceso de escolarización.

En esta aproximación avanzamos con la construcción de una variable índice que consideró en situación de déficit en el proceso de crianza y socialización a aquellos niños y niñas que registraran al menos dos de las siguientes situaciones: niños y niñas que no festejaron su cumpleaños; niños y niñas que comparten cama o colchón para dormir; niños y niñas que no suelen ser receptores o receptoras de historias orales, y niños y niñas entre 2 y 5 años de edad, que no asisten a un centro de educación. El 26% de los niños y niñas registran déficit en los procesos de crianza y socialización bajo los parámetros considerados.

En los modelos de regresión logística que analizaremos a continuación, hemos incluido un conjunto de atributos (estrato socio-económico, tipo de hogar y el carácter de extenso o no del mismo) que explican el 28,6% del déficit en los procesos de crianza y socialización de los niños y niñas menores de 6 años.

En el primero de los modelos de regresión se puede advertir que la propensión a experimentar déficit en los procesos de crianza y socialización en los primeros años de vida, es significativamente mayor a medida que baja el estrato socioeconómico de los hogares8. Un niño o niña en el 25% más pobre registra 12 veces más “chance” de experimentar situaciones deficitarias en las oportunidades de estimulación social y emocional, que un niño o niña en el 25% más alto; mientras que un niño o niña de sectores populares 5 veces más, y uno de sectores medios 2 veces más, que otro niño o niña de estratos medios profesionales Ver Tabla N°1A.9.

 

 

 

La estratificación social determina de modo significativo los procesos de crianza y socialización en los primeros años de vida; sin embargo también parece intervenir el tipo de familia. En efecto, los niños y niñas en hogares monoparentales tienen casi 2 veces más “chance” de experimentar una situación de déficit en los procesos de estimulación social, emocional e intelectual aquí considerado, que un niño o niña en hogares no monoparentales, es decir, con un núcleo conyugal completo. Sin embargo, cabe preguntarse qué sucede cuando en los hogares extensos, se mantiene esta asociación entre la monoparentalidad y la mayor propensión al déficit en las condiciones de crianza y socialización.

Los niños y niñas en hogares extensos tienden a experimentar situaciones de déficit en mayor medida que en los hogares no extensos, y esto parece suceder con relativa independencia del estrato social y del tipo de hogar. Sin embargo, en el caso de familias monoparentales de sectores populares y medios, éstas suelen ser un ámbito más propicio para la crianza y socialización de los niños y niñas que los hogares monoparentales muy vulnerables. En efecto, en los hogares con núcleo conyugal incompleto, en condiciones de pobreza, y extensos, se profundizan las condiciones de vulnerabilidad en los primeros años de vida. Tanto es así que un niño o niña, en un hogar con los atributos señalados, tiene 2 veces más “chance” de ver empobrecidas sus oportunidades de crianza y socialización, que un niño o niña en hogares no monoparentales, o en hogares monoparentales no extensos, e incluso en monoparentales extensos populares.

II. Edad escolar (6-12 años)

Los niños y niñas acceden a la escuela con un núcleo básico de socialización que han desarrollado principalmente en el marco de sus familias y de su entorno comunitario. A partir del ingreso en la escuela, el niño o la niña se socializa en la interacción con sus pares en el barrio, en la escuela, en las instituciones donde realiza actividades extraescolares (el club, la escuela de música, danzas, etc.), y a través de esas múltiples interrelaciones construye su identidad social. En la relación con sus pares va encontrando sus límites psicológicos y sociales, y sus sentimientos de autoestima comienzan a sustentarse más en dichas relaciones. Se trata de un proceso que se desarrolla en un contexto social, político, cultural, histórico determinado, en el que la familia adjudica su impronta a la formación de la personalidad, y la interacción con otras agencias y otras personas contribuye a los procesos de integración social (Griffa-Moreno, 2001; López, 2003; Lezcano, 1999; Tuñón, 2009).

Con el objeto de aproximarnos a este proceso es que optamos por mantener el indicador de festejo del cumpleaños como indicador de “estímulo social”, y por incorporar la participación en actividades extra-escolares deportivas y culturales como indicadores de las oportunidades de socialización con grupos de pares, de desarrollo de capacidades de comunicación, y de integración grupal. Asimismo, consideramos un indicador de déficit educativo que mide la proporción de niños y niñas que no asisten a la escuela o se encuentran en un año inferior al correspondiente a su edad. Este último indicador lo consideramos una aproximación al tipo de socialización que desarrollan los niños y niñas en el ámbito escolar, considerando que aquellos niños y niñas que pasan por situaciones de exclusión educativa, y/o de repitencia, ven afectada su posibilidad de encontrar su lugar de pertenencia a un grupo, y de ganar confianza y estabilidad.

(a) El festejo del cumpleaños

Dos de cada diez niños o niñas en edad escolar, no suele festejar su cumpleaños. En los hogares monoparentales no suele hacerlo en una proporción levemente mayor que en los hogares no monoparentales. Es mayor la desigualdad en los hogares no monoparentales y monoparentales extensos donde los niños y niñas registran mayor propensión a no festejar su cumpleaños, que en los hogares con núcleo conyugal completo no extensos Ver Tabla N°2.

 

 

 

La probabilidad de que un niño o niña no festeje su cumpleaños se incrementa a medida que desciende el nivel socio-económico. La brecha de desigualdad es significativa: un niño o niña en el 10% más pobre tiene casi 8 veces menos “chances” de festejar su cumpleaños que un niño o niña en el 10% más rico Ver Tabla N°2.

(b) El hábito de la lectura

El 47,9% de los niños y niñas en edad escolar no suele tener hábito de lectura. Esta falta de hábito es mayor entre los niños y niñas en hogares monoparentales que en los no monoparentales, siendo el déficit mayor aún en los hogares extensos de ambos tipos.

La desigualdad social en este hábito es menor que en otros de los indicadores considerados. Los niños y niñas en los estratos bajo y medio tienden a tener una similar propensión a no leer, mientras que la diferencia más significativa se presenta respecto de los niños y niñas del estrato medio alto Ver Tabla N°2.

(c) Participación en actividades extraescolares deportivas y/o artísticas

El 60,7% de los niños y niñas de edades entre los 6 y los 12 años no realiza actividades deportivas extra-escolares, ni artísticas o culturales.

Los niños y niñas en edad escolar registran una leve mayor propensión a realizar actividades deportivas y artísticas en los hogares no monoparentales que en los monoparentales; aunque es clara la mayor propensión a no realizar estas actividades en el marco de los hogares no monoparentales extensos y en los hogares monoparentales no extensos.

La propensión a no poder acceder a este tipo de estímulos deportivos y culturales es mayor a medida que disminuye el estrato socio-económico de los niños y niñas. La probabilidad que tiene un niño o niña de acceder a alguna de estas actividades en el 10% más pobre, es casi 4 veces menor a la que tiene un niño o niña en el 10% más rico Ver Tabla N°2.

(d) Escolarización

Si bien los niveles de cobertura en el ingreso al nivel primario son casi plenos en la Argentina urbana, cabe reconocer una proporción de niños y niñas con déficit educativo. Esto es, niños y niñas que no asisten a la escuela básica o que se encuentran en un año inferior al correspondiente a su edad. Dicho déficit es mayor entre los niños y niñas más pobres, que entre los más aventajados. En efecto, un niño o niña en el 10% de los hogares más pobres, tiene casi 3 veces más “chances” de no asistir o encontrarse retrasado respecto de su edad en el trayecto educativo, que un par en el 10% más rico Ver Tabla N°2.

Los niños y niñas en los hogares monoparentales registran mayor propensión a no estar asistiendo a la escuela o a encontrarse rezagados en el trayecto educativo; dicha propensión es especialmente significativa en los hogares extensos frente a los no extensos.

Para esta población de niños y niñas de edades entre 6 y 12 años, construimos una variable índice que consideró en situación de déficit en el proceso de socialización, a aquellos niños y niñas que registraran al menos dos de las siguientes situaciones: niños y niñas que no festejaron su cumpleaños; niños y niñas que no tienen hábito de lectura; niños y niñas que no realizan actividades deportivas y culturales extra-escolares, y/o que registran déficit educativo. El 42,7% de los niños y niñas de edades entre los 6 y los 12 años registran déficit en los procesos de socialización así definidos.

El modelo de estimación de la probabilidad de registrar déficit en los procesos de socialización, muestra un buen ajuste de los datos (64,9%). Dicho modelo de regresión permite advertir que la propensión a experimentar déficit en los procesos de socialización, es claramente mayor en situación de pobreza. En efecto, un niño o una niña en el 25% más pobre, registra 1,6 veces más “chance” de experimentar situaciones deficitarias en el proceso de socialización, que un niño o niña en el 25% medio alto.

El tipo de hogar no se presenta como un factor relevante en la explicación del déficit en los procesos de socialización de los niños y niñas en edad escolar.Adquiere relevancia el hogar extenso como espacio que crea mayor vulnerabilidad ante la oportunidad de ser estimulado social, emocional e intelectualmente. Ahora, cabe preguntarse si el hogar extenso en sí mismo es un factor explicativo o si su asociación a condiciones de pobreza tiende a generar mayor propensión al déficit en estos procesos.

La incorporación de la interacción entre el tipo de hogar, el atributo de extenso y la condición de pobreza, no agrega mayor especificidad al modelo y nos permite afirmar que en este grupo de edad, el carácter de extenso de los hogares, con independencia de si el núcleo conyugal es completo o incompleto, y de la condición social del mismo, representa un factor de riesgo en los procesos de socialización de los niños y niñas de edades entre los 6 y los 12 años Ver Tabla N°2A.

 

 

III. En la adolescencia

En la adolescencia, la familia y la escuela comienzan a compartir espacio con otras redes de relaciones y espacios sociales, entre los que se destacan el grupo de pares y otros ámbitos alternativos de encuentro con amigas y amigos. Estudios cualitativos recientes señalan que las redes sociales, que antes se tejían en los clubes sociales y deportivos, o en los centros nocturnos, en muchos casos han pasado a articularse en redes virtuales a través de sitios como My Space, Fotolog o Facebook (Urresti, 2008).

Estas redes sociales son exploradas aquí, en el mundo de relaciones con grupos de pares en actividades extra-escolares, en ámbitos deportivos y culturales, en el espacio privilegiado de la escuela, en el hábito de lectura y en el acceso a Internet como aproximación a los espacios de intercambio virtuales.

(a) Acceso a Internet y hábito de lectura

Casi 4 de cada diez adolescentes urbanos no suele utilizar Internet, ni en el ámbito de su hogar, ni en otros espacios sociales. A medida que disminuye el estrato social disminuye la propensión de los adolescentes a utilizar Internet. La brecha de desigualdad social es muy relevante, si consideramos que el 10% de los adolescentes y de las adolescentes más pobres tienen 24 veces menos “chance” de utilizar Internet, que los sujetos adolescentes del 10% más rico.

Estas desigualdades sociales también se registran —aunque no en igual magnitud— según el tipo de hogar. En efecto, los adolescentes y las adolescentes en los hogares monoparentales presentan menor propensión a utilizar Internet que los sujetos adolecentes en hogares no monoparentales Ver Tabla N°3.

 

 

 

Más de 4 de cada diez adolescentes no tiene hábito de lectura. A medida que disminuye el estrato social se incrementa la situación de déficit, y la misma es mayor en hogares monoparentales que en hogares no monoparentales, siendo el déficit mayor en los extensos no monoparentales y en los no extensos monoparentales Ver Tabla N°3.

(b) Participación en actividades deportivas y/o artísticas extra-escolares

Más de 5 de cada diez adolescentes no suele realizar actividades físico-deportivas, ni artísticas o culturales extra-escolares. No se registra diferencia significativa por tipo de hogar, aunque se mantiene el mayor déficit relativo de los adolescentes y las adolescentes en hogares extensos no monoparentales y en no extensos monoparentales. La mayor desigualdad es socio-económica: a medida que disminuye el estrato socio-económico se incrementa la probabilidad de no acceder a este tipo de estímulos en un espacio alternativo al escolar Ver Tabla N°3.

(c) Escolarización

La situación de déficit educativo, considerando no sólo a aquellos y a aquellas adolescentes que no asisten a la escuela sino también a quienes no se encuentran en el año correspondiente a su edad, alcanza un 32,4% entre adolescentes de 13 a 17 años de edad.

Los sujetos adolescentes en los hogares monoparentales registran mayor déficit educativo que los adolescentes y las adolescentes en hogares no monoparentales, y se mantiene el mayor déficit relativo de los sujetos adolescentes en hogares extensos no monoparentales y en los no extensos monoparentales.

A medida que disminuye el estrato socioeconómico de los sujetos adolescentes se incrementa la propensión a no estar en la escuela o a estar en un año inferior al correspondiente a su edad. Un adolescente o una adolescente en el 10% más pobre, registra casi 9 veces más “chance” que un adolescente o una adolescente en el 10% más rico, de estar fuera de la escuela o en un año inferior al correspondiente a su edad Ver Tabla N°3.

En el caso de los sujetos adolecentes de edades entre los 13 y los 17 años, construimos una variable índice que consideró en situación de déficit en el proceso de socialización, a aquellos sujetos adolescentes que registraran al menos dos de las siguientes situaciones: adolescentes que no tienen hábito de lectura; adolescentes que no suelen acceder a Internet; adolescentes que no realizan actividades deportivas y culturales extraescolares; y/o que registran déficit educativo. El 53% de los sujetos adolescentes de edades entre los 13 y los 17 años registran déficit en los procesos de socialización así definidos. Ver Tabla N°3A.

 

 

 

El modelo de estimación de la probabilidad de registrar déficit en los procesos de socialización, muestra un muy buen ajuste de los datos (80%). Este déficit en los sujetos adolescentes, claramente está asociado con la situación de pobreza. Un adolescente o una adolescente en el 25% más pobre, registra 8 veces más “chance” de experimentar situaciones deficitarias en el proceso de socialización, que un adolescente o una adolescente en el 25% medio alto. En este sentido, la situación socio-económica es un factor que se asocia de modo significativo con los procesos de socialización, con relativa independencia del tipo de hogar.

Por otra parte, el tipo de hogar en términos de monoparentales versus no monoparentales, no es un factor relevante, aunque sí lo es el carácter de extenso o no de los mismos. Los adolescentes y las adolescentes en hogares extensos tienen 2 veces más “chance” de experimentar situación de déficit en los procesos de socialización, que los adolescentes y las adolescentes en hogares no extensos. Sin embargo, en el caso de familias monoparentales de sectores populares y medios, suele ser un ámbito más propicio para la socialización de los sujetos adolescentes que en el caso de hogares monoparentales muy pobres. En efecto, en los hogares con núcleo conyugal incompleto, en condiciones de pobreza, y extensos, se profundizan las condiciones de vulnerabilidad en los sujetos adolescentes. Tanto es así que un adolescente o una adolescente, en el marco de un hogar monoparental, en el estrato muy bajo y en un hogar extenso, tiene 2 veces más “chance” de ver empobrecidas sus oportunidades de socialización que un adolescente o una adolescente en hogares con núcleo conyugal completo, o en hogares con núcleo conyugal incompleto, e incluso cuando este último es extenso pero de sectores medios y populares

 

4. Síntesis y consideraciones finales

Las oportunidades de socialización en diversos entornos sociales, exigen a los niños, niñas y adolescentes una participación activa en procesos de adaptación a diferentes personas, actividades, situaciones y entornos, lo cual representa aspectos positivos que mejoran el alcance y la flexibilidad de las competencias cognitivas y de las habilidades sociales del niño o la niña y del sujeto adolescente. Sin embargo, las desigualdades sociales en las oportunidades de socialización en diversos entornos sociales en la Argentina urbana, son regresivas a medida que disminuye el estrato social de los niños, niñas y adolescentes. Este factor de desigualdad social es claramente determinante de las estructuras de oportunidades de niños, niñas y adolescentes en el acceso a más y mejores estímulos emocionales, sociales e intelectuales.

En los primeros años de vida, a diferencia de lo observado a nivel de los niños y niñas en edad escolar y de los sujetos adolescentes, el atributo de monoparentalidad del hogar aparece como un factor significativo y determinante de la propensión a experimentar déficit en los procesos de crianza y socialización. En efecto, los niños y niñas en hogares con núcleo conyugal incompleto, se revelan como un ámbito deficitario para el desarrollo, en aspectos estructurantes de su desarrollo integral. Ahora, cuando nos preguntamos si la monoparentalidad mantiene su influencia negativa —aún en condiciones de hogar extenso—, se reconoce, por un lado, que los hogares extensos en general tienden a ser espacios de crianza y socialización positivos, aún en el contexto de hogares monoparentales, es decir, que las desventajas sociales asociadas a la situación de monoparentalidad son relativizadas cuando ese núcleo incompleto es acompañado de otros adultos que colaboran en el sostenimiento y reproducción doméstica del hogar. Sin embargo, esta situación parece ser válida en los estratos medios y populares, porque cuando los hogares son monoparentales, extensos y altamente vulnerables en términos socio-económicos, se constituyen en espacios poco satisfactorios para la crianza y socialización de los sujetos más pequeños del grupo familiar.

Entre los niños y niñas en edad escolar, adquiere particular relevancia el hogar extenso como espacio que crea mayor vulnerabilidad ante la oportunidad de ser estimulado social, emocional e intelectualmente, con independencia del tipo de estructura familiar. Si bien son pocos los antecedentes de estudios sobre este tipo de configuración familiar, podemos conjeturar que en una etapa vital en que los niños y niñas deben encontrar en la familia y sus interacciones el núcleo primario de socialización en el que puedan aprender los valores básicos y las pautas de interacción, los padres y madres o adultos responsables cuentan con escasos recursos psicológicos para la contención emocional y para la estimulación social e intelectual del niño o la niña, cuando se trata de hogares extensos. Cabe deducir que en el marco de estos hogares en los que se expresan diversos tipos de vínculos, son varias las personas adultas las que ejercen funciones jerárquicas similares, con la consecuente confusión de roles familiares en el ejercicio de la autoridad, en la comunicación, y en la trasmisión de afecto, lo que ha de tener repercusión negativa en la estimulación y construcción de oportunidades diversas de socialización para los niños y niñas.

Entre los adolescentes y las adolescentes la condición de monoparentalidad del hogar no aparece como un factor determinante de las oportunidades de socialización. Al igual que en los niños y niñas en edad escolar, el carácter de extenso o no de las familias adquiere relevancia como factor explicativo de las menores estructuras de oportunidades en los procesos de socialización. Aunque en el caso de los sujetos adolescentes adquiere especificidad, dado que este factor no parece ser perjudicial en el marco de hogares monoparentales en sectores medios y populares en los que probablemente se genera un clima de cohesión social y solidaridad que en otros estudios se reconoce. Sin embargo, cuando los adolescentes y las adolescentes viven en hogares de núcleo conyugal incompleto, extensos y en condiciones de alta vulnerabilidad social, las estructuras de oportunidades de socialización son claramente menores que las que tienen otros sujetos jóvenes.

Los procesos de socialización en la primera infancia y en la adolescencia, de alguna manera se emparentan en la situación de déficit en los hogares monoparentales, extensos y altamente vulnerables. Es probable que en muchos de estos hogares convivan niños y niñas pequeños producto del embarazo adolescente.

Las evidencias construidas en esta investigación, indicarían que transcurrir la niñez y la adolescencia en situación de pobreza compromete claramente los procesos de crianza y socialización. La incorporación del tipo de hogar como variable de análisis, nos ha permitido explorar en la construcción de evidencia la complejidad de la problemática de los procesos de crianza y socialización. El análisis de dicha evidencia, junto a otras tantas aproximaciones cualitativas, nos permite conjeturar que la ausencia de otro sujeto adulto en el hogar suma dificultades al desarrollo de estos procesos, en tanto se reducen las horas de atención brindada a los niños y niñas a la figura de un solo sujeto adulto, lo cual posiblemente represente una sobrecarga física y psicológica para el mismo, que debe asumir en soledad las responsabilidades de los trabajos domésticos y la manutención del hogar. Sin embargo, esto sólo parece aplicable a la primera infancia y sería un efecto controlado en el caso de las familias extensas de sectores medios y populares.

Trascurrir la primera infancia y la adolescencia en situación de alta vulnerabilidad social compromete más los procesos de crianza y socialización cuando el hogar es monoparental y extenso. En este sentido, no se puede descartar el efecto del tipo de familia y su carácter de extensa en las oportunidades de socialización y crianza de los niños y niñas, aún cuando los mismos se encuentran fuertemente asociadas al deterioro económico del hogar.

 


Notas:

* El presente artículo se ha realizado en el marco del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Odsa) de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), creado el 01/07/2001 por resolución n° 90/01; y el proyecto PICTO CRUP (18-31436):”La segmentación de los espacios sociales y su efecto sobre las capacidades de desarrollo humano en el actual contexto económico institucional Argentino”.

1 Según datos oficiales, el país cuenta actualmente con alrededor de 12 millones de niños, niñas y adolescentes menores de 18 años, de los cuales se estima que al menos 5 millones residen en condiciones de pobreza económica, lo cual implica para esta población una alta propensión a la mortalidad infantil, a la desnutrición, al hacinamiento, a la deserción escolar y al rezago educativo, a problemas de salud física y psicológica, a la anomia, al aislamiento y a la segregación social, al déficit de servicios públicos básicos, entre otras situaciones deficitarias.

2 Estos indicadores fueron construidos en el marco del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, estudio específico dentro del Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) y que cuenta con el apoyo financiero de la Fundación Arcor. A partir de un trabajo interdisciplinario de expertos y expertas (psicólogos, sociólogos, pedagogos y pediatras) que trabajaron en el diseño del módulo particular, aportando sus saberes específicos en un proceso de construcción que incluyó una exhaustiva revisión de otras encuestas a nivel local e internacional. Los indicadores aquí trabajados fueron puestos a prueba en una encuesta piloto representativa de la población objetivo en el año 2006, y desde el 2007 se aplican una vez al año respetando la formulación original.

3 La Encuesta de la Deuda Social Argentina (Edsa) es una encuesta de hogares multipropósito que se realiza en el marco del Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Odsa) de la Universidad Católica Argentina. Dicha encuesta se realiza una vez al año, todos los meses de mayo y junio a nivel de una muestra probabilística representativa de los grandes aglomerados urbanos de la Argentina. En dicha encuesta y desde el 2007 se aplica un módulo específico que releva indicadores a nivel de los niños y niñas menores de 18 años que residen en los 2500 hogares urbanos considerados en el marco muestral de la Edsa (Odsa-UCA, 2004-2009). Los formularios de encuesta se pueden encontrar en www.uca.edu.ar/ observatorio.

4 El estrato socio-económico es un atributo del hogar extensible a todos sus miembros. Se trata de una variable índice que en su construcción considera los principales activos del hogar en dos niveles: aquellos propios del hogar, como es el acceso a bienes y servicios, y aquellos que refieren al jefe económico del hogar, como son el máximo nivel de educación alcanzado, y la situación ocupacional. Ambos espacios de atributos del hogar se combinan en un índice a través de un promedio ponderado que otorga mayor peso al capital educativo y de trabajo del hogar (75%), que al acceso a bienes y servicios (25%). Esta variable índice fue transformada en ordinal a partir de la obtención de sus cuartiles y deciles; cuatro o diez grupos ordenados que representan niveles crecientes de capital educativo, inclusión laboral y acceso a servicios y tecnologías (DII-Odsa-UCA, 2009; Tuñón, 2009).

5 Existen muy diversas formas de construir la multiplicidad de configuraciones familiares existentes: aquí utilizamos una de ellas, por cierto una de las más simplificadas, y que básicamente diferencia a los tipos de familias en: (a) Hogares No Monoparentales, con un núcleo conyugal completo y con hijos e hijas, y (b) Hogares Monoparentales, con un núcleo conyugal incompleto, y con hijos e hijas. En ambos tipos de familia consideramos los hogares extensos con presencia de otros familiares, así como los no extensos. Asimismo, en los análisis bivariados consideramos una variante en cuatro categorías que diferencia entre hogares extensos y no extensos: (1) Núcleo completo (familias con núcleo completo con hijas e hijos); (2) Núcleo Completo Extenso (familias con núcleo completo, hijas, hijos y otros familiares); (3) Núcleo Incompleto (hogar con un núcleo conyugal incompleto con hijas e hijos); y (4) Núcleo Incompleto Extenso (hogares con un núcleo conyugal incompleto, hijas e hijos y otros familiares).

6 En las mediciones 2007, 2008 y 2009, aplicamos la misma estructura de encuesta y mantuvimos la misma formulación en las preguntas, lo cual nos ha permitido considerar los datos recabados de manera conjunta. En el marco de este artículo, creímos importante poder brindar estimaciones más estructurales de la prevalencia o déficit en cada uno de los indicadores considerados. Este procedimiento trae aparejadas algunas ventajas que hemos considerado importantes: (1) se alcanza mayor precisión en la medición de las incidencias, con unas varianzas más pequeñas, cuando se parte de bases muestrales mayores; y (2) al partir de una base muestral más amplia cabe esperar también una diseminación espacial mayor del diseño, con una mejor cobertura de los dominios pequeños (categorías sociales, como por ejemplo: tipo de hogar, estratos sociales, grupos de edades, etc.) (Kish, 1995, p. 216).

7 Sólo con el propósito de simplificar la redacción hemos usado el 10% de los niños más pobre y el 10% de los niños más rico, para hacer referencia al 1° y 10° deciles del estrato socio-económico, respectivamente.

8 A partir del examen del signo positivo o negativo y del valor numérico del coeficiente de regresión (coeficiente beta estandarizado (B)), se puede evaluar la fuerza y sentido de la categoría en la explicación del déficit en los procesos de crianza y socialización. Un coeficiente positivo y de alto valor indica que la categoría en cuestión es un atributo mejor que la categoría de referencia para explicar la situación de déficit en los procesos de socialización, mientras que el valor negativo indica lo contrario.

9 Esta afirmación podemos realizarla a través de la lectura del Exp(b) en la Tabla 1A. La función del Exp(b) es la de describir el comportamiento de cada variable indicando la probabilidad de que un suceso ocurra, dado un atributo determinado y manteniendo constante el resto de las variables (siempre respecto de la categoría de referencia).

 


 

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    Referencia:

    Ianina Tuñón,“Determinantes de las oportunidades de crianza y socialización en la niñez y en la adolescencia”, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Manizales, Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cinde, vol. 8, núm. 2, (julio-diciembre), 2010, pp. 903 - 920.

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