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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv v.9 n.1 Manizales jan./jun. 2011

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

 

Un análisis prosopográfico de algunas formas actuales de movilización armada en Colombia*

 

Prosopografia análise de algumas das atuais formas de mobilização armada na Colômbia

 

Prosopographical analysis of some current forms of armed mobilization in Colombia

 

 

Juan Manuel Castellanos

Profesor Asociado en el Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Caldas. Antropólogo, Magíster en Comunicación Educativa, Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el Cinde. Líder del Grupo de Investigación Comunicación, Cultura y Sociedad. Director de la Maestría en Ciencias Sociales. Becario Colciencias 2006 para el Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud – Universidad de Manizales-Cinde, 2009. Este trabajo hace parte de la tesis de doctorado, dirigida por el Dr. William Fernando Torres Silva. Correo electrónico: juan.castellanos@ucaldas.edu.co.

 

 

Artículo recibido mayo 4 de 2010; artículo aceptado julio 26 de 2010 (Eds.)

 


Resumen:

En este artículo sintetizo un análisis de algunas de las formas de la movilización armada en Colombia a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Combino el análisis del estado actual del campo y del mercado de la guerra interna en Colombia como condición estructural, con la exploración de una diversidad de formas de movilización armada asociadas en un grupo de reclutas de distintas agrupaciones armadas legales e ilegales en Colombia, sin incluir una referencia a miembros de bandas y agrupaciones de delincuencia común. Trato así de incorporar las relaciones de correspondencia entre las condiciones objetivas y las disposiciones subjetivas que se combinan en un modelo generativo de movilización política armada.

Palabras clave: Movilización armada, disposición agonística, análisis prosopográfico, Colombia, guerra interna.


Resumo:

Neste artigo a presenteou ma análise de algumas formas de mobilização armada na Colômbia a final do século XX e começos do século XXI. Combino a analise do atual estado de campo e do mercado da guerra interna na Colômbia como condição estrutural, com a exploração de uma diversidade de formas de mobilização armada associadas num grupo de jovens enrolados em diferentes agrupações armadas legais e ilegais na Colômbia, sem incluir uma referência a bandas e agrupações de delinqüência comum. Tento assim de incorporar as relações de correspondência entre as condições objetivas e as disposições subjetivas que se combinam num modelo generativo de mobilização política armada.

Palavras-chave: Mobilização armada, agonístico disponível, Prosopografia análise, guerra interna.


Abstract:

In this paper I summarize the analysis of some armed mobilization ways in Colombia in the beginning of 21th century and ends of the 20th. I put together the analysis of the current state camp and the civil war market in Colombia as a structural condition with the varied armed mobilization ways associated, in a group of recruits from different legal and illegal armed groups in Colombia but without enclose a reference to armed gangs and common crime members. I try to incorporate the agreement relationships between objective conditions and subjective dispositions which are combined in a generative model of political armed mobilization.

Key words: armed mobilization, agonistic disposition, prosopographical analysis, Colombia, internal war.


 

1. Introducción

 

Este estudio nace de una serie de historias de vidas entrecruzadas por las armas. Pero se concentra en su segmento más joven, más contemporáneo, no porque considere que los viejos guerreros no tengan que decir, contar o explicar, sino porque la fortaleza de los pretéritos se afinca en su capacidad de perpetuación, la cual no la aporta principalmente la fuerza de sus ideas o recursos, sino el músculo de los nuevos combatientes que se unen a su causa y a sus órdenes.

Es un análisis comparativo en el que trato de juntar dos vetas. Por un lado, la formación etnológica con un desplazamiento de macrounidades como la sociedad y la cultura, hacia el sujeto y sus cuitas. Por otro, me muevo entre la antropología y la sociología para dar cuenta de un mismo y compartido problema: ¿por qué somos lo que somos y hacemos lo que hacemos? Estas concurrencias tienen varias opciones de desarrollo, pero la más indicada resultó ser una variante sociológica practicada, al decir de algunos, por Bourdieu en estudios ya clásicos. Esa vía fue la prosopografía, un tipo de análisis histórico de las élites, pero en clave sociológica. Bourdieu nos brindó además el marco en el cual pensar las relaciones sociales, los procesos de movilización y las prácticas inscritas en los procesos de reclutamiento e incorporación en cuerpos sociales. Tiene además una cualidad determinante en su elección: ocupa un espacio común compartido por muchas disciplinas sociales, entre ellas la antropología y la sociología, con las cuales trabajo cotidianamente desde hace algunos años. Esta tesis se nutre así extensamente de las tesis del etnógrafo de Kabylia y del sociólogo de Bearn.

 

2. Problema: la movilización armada como objeto

La pregunta inicial, sencilla, de sentido común y conversación cotidiana que dio origen a este estudio, estaba relacionada con la aparente facilidad para armar un ejército en nuestro país, dada la proliferación de ejércitos particulares, siglas y muertes: ¿de dónde sale tanta leña para la hoguera? Detrás de esta consideración se aloja la pregunta sobre ¿cómo los reclutas que componen el pie de fuerza de los ejércitos enfrentados en el conflicto interno en Colombia a finales del siglo XX fueron movilizados? Intento proponer una mirada morfológica que, viendo el conjunto de las opciones, trata de exponer las particularidades del contexto de producción de los agentes y de las condiciones de afiliación que se activan en la confrontación bélica.

Entiendo la movilización como parte de esa acción de creación de subjetividades propensas a ser y hacer, fruto del encuentro entre condiciones objetivas y disposiciones objetivas. Este encuentro se encarna en formas específicas de habitus históricamente producidos y a la vez socialmente inscritos en los cuerpos, en las biografías y en los relatos, y que dan cuenta de formas de ilussio, maneras de comprometerse, pero sobre todo de hacerse parte, de adscripción y defensa de una causa. La vinculación, como la desvinculación, y la movilización como la desmovilización de guerreros, son pues, en esta óptica, un caso particular de un fenómeno general que nutre y produce la sociedad cotidianamente, al producir sujetos, pero sobre todo subjetividades propensas para algo.

Las investigaciones sobre la violencia en Colombia se renuevan de tiempo en tiempo. Cambian las agendas, las tematizaciones y los enfoques. Aun así, este sigue siendo un eje central de nuestras preocupaciones cotidianas y académicas: comprender el carácter particular y general de nuestra historia signada de matanzas. Este escrito no escapa a ello. Sin embargo, trata de moverse en una dirección que genere posibilidades prácticas y académicas. Las primeras, asociadas a la necesidad de pensar el conjunto de las condiciones que producen y reproducen la confrontación política vía la coacción física; y las segundas, en ruta a proponer procesos de investigación que consideren los procesos de movilización en curso, en las trayectorias vitales de las nuevas generaciones, no solamente asociadas a la política. Desde este punto de vista teórico, hay movilización en el arte como en el matrimonio, en los negocios como en los ocios, en el amor como en los odios. El compromiso militante nutre la vida, los cursos vitales a seguir, las expectativas de éxito o los juicios de fracaso, tanto a arriba como abajo.

Mi propósito es explorar la diversidad de formas de adscripción a cuerpos armados que producen y alimentan los ejércitos legales e ilegales que se enfrentan cotidianamente durante la primera década del 2000 en Colombia. Parto de dos supuestos importantes: el primero está asociado a la convicción de que hay que ver el panorama de conjunto, no solamente centrarse en algunos de sus componentes construidos y catalogados como desviados, ilegales o extemporáneos (Gutiérrez, 2004; Mauger, 2006; Salazar & Castillo, 2001); el segundo está centrado en la idea de que la mirada comparativa y relacional permite comprender lo general y lo particular que surge de relaciones históricas de oposición, distinción y negación que hay detrás del levantamiento y constitución de agentes políticos que se enfrentan violentamente en procesos de constitución de hegemonías de distinta escala espacio-temporal (Kalyvas, 2004; Kalyvas & Kocher, 2006; Olson, 1992; Gates, 2002).

El espacio teórico de formulación de esta tesis, si quiero ser consecuente con el tipo de análisis relacional que he tratado de desarrollar, no es solamente el estructural constructivismo bourdosiano, sino el conjunto de propuestas cercanas en el espacio epistémico y metodológico que están en juego en relación con el objeto en cuestión: la movilización armada. Para utilizar una taxonomía corriente en las ciencias sociales que distingue teoría general de teoría sustantiva (Kaplan & Manners, 1979), los elementos de análisis que desarrolle deben poner en relación la teoría de la movilización como teoría de las prácticas, y la especificidad de la movilización agonísticacomo práctica guerrera1. De allí se desprende una necesaria conversación con la teoría del sujeto, de las identidades y de las identificaciones políticas como trasfondo de la movilización armada y en relación con la comprensión de la movilización como engagement, en el doble sentido anglosajón de commitment y de attachment que puede estar detrás de la idea de incorporarse a un movimiento para defender una causa, pero también de tener o desarrollar una vida coherente y con sentido(Becker, 2006). La movilización es la idea de incorporarse a algo que ya existe, al movimiento, al grupo o a la institución armada pensada como acción colectiva y no solamente como práctica o decisión individual, si bien el contexto teórico de esta pregunta está relacionado con las prácticas de movilización como procesos de creación de sujetos y subjetividades propensas y capaces para ir, ser y hacer, de determinada manera.

Varios campos de investigación competidores se activan en este problema, con los cuales hay distancia y distinción. Esquemáticamente puedo anunciar algunas de las perspectivas cercanas que resuenan en la construcción y delimitación del objeto de estudio. Es posible una conversación con la concepción del homo economicus expuesta en algunas versiones de la teoría de la elección racional, que expone la práctica como el resultado de ejercicios de cálculo estratégico, en la cual las elecciones de los sujetos adquieren un trasfondo de racionalidad pragmática. En esta perspectiva los sujetos hacen lo que hacen o dejan de hacer porque esperan o no buenas recompensas. A partir de esta tradición teórica se ha propuesto el modelamiento matemático y el uso de la teoría de juegos en el análisis de los formas de acción colectiva (Salazar & Castillo, 2001; Rubio, 1998). En esa dirección, dos vetas gruesas de análisis con sus variantes internas han sido desarrolladas teórica y empíricamente para dar cuenta de las formas de movilización política y sus dimensiones violentas. Por un lado, la tradición abierta por M. Olson (1992), la cual se ha convertido en un programa de investigación, que desarrolla un marco de comprensión de cómo la paradoja del free riding impone obstáculos para la superación de la movilización colectiva y resalta el cálculo costo-beneficio como condición para hacer parte de las acciones tendientes al acceso a los bienes públicos, sobre los cuales hay libre disfrute (seguridad, democracia, estabilidad, confianza, etc.). La paradoja del gorrón o parásito estudia las limitaciones que deben superar las estructuras de movilización, pues para los sujetos los costos de incorporarse a una acción colectiva suelen ser mayores que los beneficios potenciales. La idea establecida de la distinción entre guerreros materialistas y guerreros idealistas proviene de este programa de investigación2. Gran parte de las investigaciones de finales del siglo XX sobre las guerrillas y los paramilitares y las insurrecciones armadas recogen en parte los postulados de este enfoque, analizando la incidencia de variables tales como incentivos económicos y sociales, costos, riesgos, distancia geográfica, distancia ideológica, soberanía, pobreza efectiva y pobreza subjetiva, expectativas de recompensas, expectativas de oportunidades, expectativas de seguridad, capacidad del Estado, confianza en las interacciones y contratos, interacciones sociales, relaciones sociales y cercanía social, redes de cooperación y motivaciones ideológicas, entre otras (Arjona & Kalyvas, 2007; Collier, 2003; Gutiérrez, 2004; Gates, 2002; Kalyvas & Kocher, 2006; Kalyvas, 2004; Moore, 1995).

La otra línea de investigación es la relacionada con los movimientos sociales. Esta ruta se centra en las acciones colectivas, con un fuerte énfasis en el análisis de las grupalidades en sí. La acción o movimiento en este caso se convierte en una unidad de análisis que esconde o supera a sus participantes individuales, si bien el análisis de la movilización armada tiene una veta importante de desarrollo de la comprensión de las guerrillas como formas de acción colectiva violenta3. Está perspectiva escapa a nuestra opción analítica cuando incorporamos en el análisis otras expresiones de movilización armada que no articulan explícitamente el acuerdo o la conexión con la persecución de objetivos colectivos, como es la incorporación a algunas fuerzas estatales o a la vigilancia privada. La perspectiva desarrollada especialmente por Melucci (2002) y Touraine (2006), si bien está en la vecindad, no ha hecho parte de esta conversación. La definición aportada por el sociólogo francés me permite exponer cómo se trata de otro fenómeno: "El movimiento social es la conducta colectiva organizada de un actor luchando contra su adversario por la dirección social de la historicidad en una colectividad concreta" (Touraine, 2006, p. 255).

El movimiento, como lo analizo acá, es el de las partículas individuales en un campo de opciones diferenciales, que es producto de un concierto no concertado y del trabajo histórico de socialización, producción de clases sociales y de rangos limitados de posibles sociales que las hace aparecer como si fueran asociadas (Bourdieu, 2000 (1972), p. 256). Esta opción metodológica y conceptual trata de mantener el juego simultáneo del campo semántico de la noción de disposición: una manera de ser, un estado habitual -en particular del cuerpo-, una predisposición, una tendencia, una propensión, una inclinación, capacidad y potencia (Bourdieu, 2000 (1972), p. 393).

La conjetura inicial que guió esta investigación fue presentada de la siguiente manera:

    Si los agentes sociales no son esclavos de las estructuras sociales y reaccionan a ellas con un sentido de lógica de sus inversiones y direcciones sociales, los jóvenes que militan, se incorporan o participan en las formas de violencia armada política y social deben ser movilizados. La movilización incluye la producción de conjuntos de disposiciones para la participación armada, la delimitación de un número reducido de posibles (opciones vitales), entre las cuales ésta aparece viable y deseable mediante o a consecuencia de la producción de habitusconsecuentes. Esto implica considerar el campo de la movilización armada, de los grupos de edad y de las clases sociales, y sus relaciones actuales e históricas, en y a través de las cuales se producen los grupos y los agentes (Tomado de ficha resumen proyecto (Castellanos, 2008)).

El contexto teórico de este planteamiento parte de la comprensión de las prácticas sociales como producciones históricas actualizadas en circunstancias de relaciones de poder y dominación. Como prácticas estructuradas que pueden ser comprendidas de acuerdo con la fórmula: (habitus x capital + campo = práctica), propuesta por Bourdieu para dar cuenta del efecto de las condiciones sociales en la producción de las disposiciones (1988, p. 99). En esa lógica hago un análisis que pone en relación el juego de las disposiciones incorporadas en distintas dimensiones que son o no activadas y posibles en la relación entre posiciones ocupadas en la estructura social, la condición social y la trayectoria social del sujeto y su familia. Todo ello en correspondencia con los estados del campo de la guerra, sus diferentes mercados y el trabajo específico de movilización, reclutamiento y acción, realizado por las estructuras armadas. Esta idea puede ser sintetizada en el siguiente esquema:

 

 

 

Revisemos pues las partes de la argumentación, tratando de revivir la unidad segmentada en distinciones internas4.

 

3. Método

La prosopografía es la imagen metodológica más cercana para nombrar el análisis comparado de un conjunto amplio de trayectorias vitales de jóvenes reclutas de distintas estructuras de coacción y movilización armadas. Se ha interesado por la historia compartida que puede ser leída a través de las biografías de conjuntos de miembros de grupos sociales inscritos y reclutados en ocupaciones e instituciones: los bancos, las iglesias, las universidades, los ejércitos y los partidos políticos, entre otros. Solía poner el énfasis en las élites, en los dirigentes, en los dominantes y en los próceres. Por eso digo que si mi estudio es una prosopografía, es una prosopografía al revés, ya que se ocupa de los novatos y novatas, de los sujetos recientemente incorporados, de los de menor rango y que se sitúan en los lugares más bajos en las jerarquías de la guerra: los combatientes y las combatientes.

A diferencia de otros enfoques, y para evitar no solamente un juicio de valor que podría surgir de centrar la vista en alguno de los agentes armados, especialmente los ilegales, acogí la idea de ver el bosque, con sus distintas especies. La idea no solamente es ecológica (como sistema de relaciones), que impone pensar las partes en su relación y no solamente en sí. También es histórica y reflexiva: implica pensar las cualidades y propiedades de unos sujetos y agentes sociales alumbran las diferencias, tonalidades y carencias de los otros. Para ello propongo el uso sistemático de un modo de análisis relacional que procede mediante el contraste comparativo de las propiedades vitales e históricas de los sujetos. Esta aproximación metodológica tiene como soporte la idea analítica de campo como espacio de relaciones, oposiciones y posiciones articuladas por distinciones de posesión y desposesión que expresan relaciones históricas de poder y de dominación (Bourdieu, 1988). Está preocupada por los procesos de reclutamiento de los segmentos menores y juveniles, no sólo por la edad, sino por la inexperiencia, la falta de poder y la poca autonomía con que se entra en los cuerpos armados. Los sujetos de esta tesis son soldados, reclutas, cadetes, vigilantes, guerrilleros y guerrilleras, y paramilitares rasos; la parte de abajo, la base de la pirámide. Acogí la idea expresada por Ragin, acerca de la pertinencia del análisis comparativo: un conjunto numeroso de casos (más de 50), analizados en profundidad (Ragin, 2007), que permite explorar la diversidad de un fenómeno. Esta característica metodológica se coloca a medio camino entre la investigación biográfica de pocos casos y muchos temas y la investigación cuantitativa, de muchos casos y pocos temas. Desde este punto de vista realizo un análisis comparado de 68 trayectorias vitales a través de 15 categorías analíticas que se extendieron a lo largo de más de 500 indicadores (Castellanos, 2009). Todo ello lo hice gracias al uso sistemático de una metodología estadística de análisis o descripción cualitativa, como lo es el análisis de correspondencias múltiples, orientado a explorar no solamente lo común, sino y sobre todo, la diversidad y el contraste.

Herederos de una tradición analítica que parte el problema en pedacitos y trata después de reconstruir la totalidad, como si se pudiera devolver la vida a la rana disecada, este enfoque sigue bajo el embrujo del método, si bien las partes de la disección no sean órganos sino relaciones. En este escrito trato de sintetizar una larga lista de tematizaciones y segmentaciones del problema de la movilización guerrera5, necesarias para comprender el fenómeno en su dispersión, en la amplitud de sus variantes y dimensiones. El reto ahora es tratar de dar cuenta de lo encontrado sin jugarle a los reduccionismos y a los determinismos que puede haber detrás de las simplificaciones de una síntesis con la que busco presentar en unas cuantas relaciones un haz diferenciado y diverso de correspondencias, sin perder el recato que independiza los hallazgos del proceso que los produjo. Aspiro pues, a ver el bosque sin perder las cualidades particulares, particularidades y tonalidades de cada árbol que lo compone y la perspectiva desde la que se produce.

La movilización armada al borde del tercer milenio

Con la idea teórica esquematizada, voy a revisar sus partes, tratando de comprender la particularidad, pero también la continuidad en las formas de movilización armada, en tanto no me interesa delimitar tipos exentos, sino modelos de combinación que muestren la particularidad histórico-social de las formas cruzadas de movilización armada que se gestaron a finales del siglo XX en Colombia. Si bien hay un marco conjetural de preguntas, expresado en algunas hipótesis descriptivas, mi análisis apunta a proponer una mirada de la diversidad, de la condición particular y situacional de las orientaciones actuales de acción e incorporación armada.

Desde esta perspectiva, la comprensión de la movilización armada es función del campo y del mercado que la produce. Para ello abordé dos ejercicios analíticos tendientes a identificar la dinámica del campo del conflicto interno y su particularidad a finales del siglo XX. Con ello identifiqué algunos elementos para un análisis genético del conflicto interno colombiano con miras a entender la particularidad de su estado actual.

La relación entre política y violencia no solamente es un hecho particular de la historia política de Colombia. La guerra y la violencia hacen parte de la historia de la humanidad. Comprender las particularidades de la movilización guerrera de una generación implica un doble movimiento analítico que localice las estructuras temporales y las condiciones particulares de su propio gesto combativo. La generación de combatientes que se enlistó en los diferentes cuerpos armados al final del siglo XX tiene a la orden, para articular su propia disposición agonística, una larga tradición beligerante, sin que necesariamente haya continuidad en sus configuraciones.

Una breve descripción de esos materiales plantea, casi a modo de inventario, que en el largo plazo la reciente historia política de Colombia se puede partir en tres largas estructuras de oposición, que parten del campo colonial, articulan hasta la primera parte del siglo XIX la rivalidad criollos/ chapetones, pasa por la pugna liberales/conservadores, luego la antítesis entre comunismo y capitalismo, y termina el siglo con las oposiciones rebeldescriminales, terroristas-demócratas, en una mezcla de contradicciones al interior de la democracia neoliberal y las nuevas formas de capitalismo social. Una vez resueltas las guerras de independencia se gestó el campo político republicano mediante una polarización progresiva entre liberales y conservadores que incluyó múltiples escenarios de confrontación bélica durante el siglo XIX hasta que, iniciando el nuevo siglo, se cerró con la "guerra de los mil días", una paz formal por cuatro décadas. La oposición política agonística6 pasó por distintos momentos que pusieron en escena distintos posicionamientos acerca del carácter confesional del Estado, del papel de las regiones y sus clases dirigentes, del tipo de desarrollo económico, de las formas de ocupación del territorio e integración de las poblaciones, entre otras diferentes formas de adscripción a los valores liberales que lentamente fueron ocupando y gestando el campo político republicano. La oposición liberales-conservadores conformó una escisión maestra7 que gestó un enfrentamiento irregular a mediados del siglo XX, en el periodo llamado La Violencia. Producto de la oposición agonística entre élites locales, se configuraron actores armados y políticos, que nacieron de la oposición política bipartidista y conformaron un nuevo polo de oposición política armada, la cual ordenará la dinámica del campo de oposiciones hasta entrado el nuevo milenio8. Se pasó así de las guerrillas liberales a las guerrillas comunistas, y de los pájaros y chulavitas a los masetos, paramilitares y autodefensas.

A la génesis y diseminación de un campo bipolar en la política mundial de la segunda postguerra mundial, le correspondió un escenario nacional de generación de disposiciones políticas antagónicas y vías de expresión agonística con la reorganización de las oposiciones del campo político no circunscrito a la democracia liberal. Una nueva polaridad englobante del nuevo orden mundial, entre capitalismo y comunismo, reordenaría en lo sucesivo la oposición de la ilussio política en la serie conservación-reforma-revolución, como modalidades de disposición política. A partir de un polo dominante dividido por el control del Estado nacional colombiano, en la década de los años cuarenta se generaron formas de movilización rebelde y beligerante adscritas al polo dominante en el centro, con manifestaciones o expresiones de lucha por el control local y regional. Un polo insurgente fue virtualmente expatriado del centro geográfico y político, cuya expresión práctica e histórica fueron las largas columnas de marcha -surgidas a finales de los años 1950- de las "repúblicas independientes" (Alape, 1989). Esta expulsión trasladó la oposición antagónica del centro integrado a nuevas zonas de frontera (Roldán, 2003), en donde se acumularían en las siguientes dos décadas suficiente capital social y militar para reordenar las relaciones en el campo político de finales del siglo XX.

Con el marco antagónico y patrocinador de la Guerra Fría, las décadas de 1960 y 1970 vivieron la reorganización interna de los antagonismos en términos de la disputa externa, generando un nuevo marco de plausibilidad de las utopías guerreras de liberación nacional y construcción de modelos de sociedad alternativos. La Guerra Fría reordenó el espacio de posibles políticos, que se mantendrán con alguna estabilidad hasta mediados de los años 1980. La guerra irregular tendrá como escenario no solamente a Colombia sino al Tercer Mundo, en una coexistencia y combinación de luchas anticoloniales y antiimperialistas, propias de la combinación de dos modos de control planetario: el régimen colonial y el emergente orden bipolar de la Guerra Fría.

Las dinámicas del campo internacional y nacional fueron engendrando nuevos principios de clasificación que expresaban procesos de reorganización del campo político. Durante la década de 1980, entramos simultáneamente a dos planos simultáneos de transformación: la disolución del orden bipartidista a nivel nacional, y la del orden bipolar en el nivel internacional. La oposición capitalismo-comunismo dejó de ser, lentamente, el marco generador de las disputas y de las movilizaciones, generándose un retorno al marco liberal, ampliando y refinando las oposiciones al interior de la relación democracia-mercado como campo de acción política hegemónica. En lo sucesivo, la oposición entre demócratas formales y demócratas radicales empezará a ocupar los espacios dominantes de las oposiciones políticas, sin que desaparezcan las anteriores. La democracia como modelo político o modo de vida se impondrá lentamente en tanto espacio articulador de las disposiciones políticas de la generación guerrera que analizo.

Los Estados nacionales y sus disputas locales de mediados del siglo XX en Colombia, fueron lentamente atravesados por los planos de disputa y alineamiento internacional. El afuera y el adentro político, si bien tienen expresiones idiosincráticas, han perdido su claridad categórica. A finales del siglo, la oposición partidaria entre liberales y conservadores perdió toda vigencia simbólica y práctica para la distribución de las orientaciones de acción y las lealtades políticas de la población nacional, así se mantuvieran como etiquetas de organización de las estructuras de movilización electoral. La oposición bipartidismo – insurgentes, demócratas y no demócratas, tomará el protagonismo principal durante las dos décadas finales del siglo XX, al cual se le sumarán las formas de violencia irregular de tipo vigilante y de carácter mafioso (González, Bolívar & Vásquez, 2003).

En la política colombiana de finales de siglo XX, adquirieron cada vez mayor protagonismo los agentes armados, hubo una lenta y progresiva estigmatización, cooptación y persecución a los movimientos sociales, los partidos clasistas con su incorporación indiscriminada en el conflicto (cuyo resultado más visible fueron miles de muertos, masacres, secuestros y el desplazamiento forzado de más de cuatro millones de colombianos). El conflicto interno colombiano llegó así, en este momento, a una especie de punto de desenlace producto de cierto empate técnico entre las partes y del desgaste de una guerra larga y cada vez más cruenta, pues a partir de ahí, la oposición externo-interno o lo que es lo mismo nacional-internacional, si bien es utilizable como recurso analítico, en el plano real pierde la dureza y la consistencia de momentos anteriores, con una idea en parte insuflada de cierta esperanza milenarista.

Se probaron sucesivamente dos viejas fórmulas: la negociación y la confrontación directa. Ambas trajeron como consecuencia el escalonamiento del conflicto y el mayor protagonismo de los actores armados en la vida nacional. Ello dio paso a la reaparición de formas de clientelismo armado que implicaron la conversión de agentes armados en agentes electorales y de agentes ilegales en agentes políticos. Se multiplicaron y diversificaron las alianzas en un mapa heterogéneo de actores, y se suscitaron nuevos procesos de conversión para el fortalecimiento de los agentes enfrentados. Ello trajo como consecuencia la hibridación, pero sobre todo la reducción de las formas típicas de movilización política, en el marco de la gestación de un nuevo orden bipolar interno, producto de la avenencia de las elites dominantes y del surgimiento de una alianza trasclasista, especie de acción colectiva expresada en las urnas, para promover un bien común: la seguridad. La seguridad tomó el lugar de la paz como eslogan político, convirtiéndose -iniciando el tercer milenio- en el incentivo principal de la movilización política electoral.

Una cronología de las oposiciones de los agentes armados a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, está brevemente resumida en la siguiente lista:

 

 

 

Las transformaciones recientes de la escisión maestra y de las categorías de oposición con que se nombran los agentes-púgiles en disputa, muestra las derivas del habitus beligerante asociado a disposiciones políticas agonísticas y permite generar una imagen de la transformación de las oposiciones políticas, en relación con los distintos estados del campo político. La siguiente es una muestra esquemática de ello:

 

 

 

La coexistencia de oposiciones de tres estados distintos del campo político agonístico colombiano actualiza las posiciones, las oposiciones, las categorías y los juicios acerca de las prácticas y de sus agentes. Al final del siglo XX se hibridan las formas de movilización de los estados anteriores articulando agentes por nuevas y viejas relaciones de oposición, producto de diferentes formas de histéresis del campo. La permanencia de las Farc o de las FF.AA., a lo largo de los tres estados del campo esquematizados, verá su transformación a lo largo de tres condiciones estructurales distintas y de las diferencias esenciales en las formas de movilización armada de las distintas generaciones de guerreros y guerreras que las componen9. El estado actual del campo del conflicto armado no implica la superación, sino la convivencia de principios de organización y oposición diferentes, que corresponden a la coexistencia de modos de producción social y reproducción generacional de las disposiciones políticas antagónicas y agonísticas.

Las formas de movilización armada de finales del siglo XX, lejos de corresponder a un solo campo dominante, articulan procesos y oposiciones anteriores.

Tres formas de movilización armada pasan en este periodo, desde prácticas de desafección sediciosa en la elite dominante, y posiciones vigilantes y revanchistas de grupos intermedios con disposición rebelde y acción política reformista, hasta la configuración de un polo revolucionario, en el margen, con disposición insurgente y plataforma marginalista. Estas distinciones alteraron y le dieron un matiz y un significado local y temporal a la polaridad política izquierda-derecha, articulada por el cruce de tres planos: rebelde-vigilante en la expresión o acción guerrera, codicia-agravio en la dimensión moral, y revolucionario-reformista en la dimensión política o estratégica; pero también en el cruce entre las formas legales e ilegales de incorporación armada y de las motivaciones económicas o políticas de tal movilización. Esquema:

 

 

 

La línea de tensión que opone las formas típicas de movilización armada, que van desde la propiamente instrumental y económica de la delincuencia común y la vigilancia privada, pasan por la guardia penitenciaria y las distintas fuerzas armadas, y se contrapone con las guerrillas, pierde sus márgenes claros y las distinciones formales durante el final de la década de 1990 y comienzos de la primera década del 2000. La lucha simbólica para negar o recuperar el significado revolucionario de la insurgencia armada y la legitimidad de las FF.AA. como autoridad positiva respecto de la recuperación de hegemonía de la violencia por parte del Estado, hizo parte del núcleo de las oposiciones vigentes al momento en que los jóvenes guerreros y guerreras de este estudio tomaron la vía guerrera.

La historicidad del campo de articulaciones políticas del conflicto interno alteró los polos de distinción de lo propiamente político y lo propiamente económico, así como los límites entre lo legal, lo ilegal y lo legítimo, distribuyendo de manera distintiva las fracturas detrás de las formas de movilización armada. El análisis específico, a partir de los sujetos efectivamente movilizados a cada uno de los espacios, trata de mostrar cómo en la práctica la presencia de límites y contrastes en algunas dimensiones, pero también la combinación o preponderancia circunstancial de la pragmática guerrera, alteró la relación medios-fines. Un mapa de relaciones oposicionales entre los agentes armados iniciando el siglo XXI, muestra la siguientedistribución:

 

 

 

La dinámica reciente del conflicto atraviesa por tres momentos estructurales, que fueron componiendo las relaciones y re-creando las posiciones de los viejos y nuevos agentes inmersos en la confrontación política y en sus manifestaciones armadas. La presencia de gran parte del conjunto de oposiciones de la Guerra Fría, transformaron los ejes de oposición, poniendo en el centro de la disputa, como eje articulador, al Estado y su capacidad de coerción física, lo cual amplió la fortaleza de las oposiciones legal-ilegal y económico-político, señalando la presencia o ausencia de incentivos políticos o económicos en el espacio de la movilización. Como resultado de ellas, las formas típicas de la movilización se entremezclaron haciendo cada vez más difícil la puesta en contraste entre ellas.

La pérdida de los límites entre las ofertas de movilización armada durante la década de 1990 y la disminución de los contrastes categóricos de la movilización política, generaron una mayor versatilidad de las demandas de guerreros y guerreras, y de los requisitos para la incorporación armada. Los mercados de violencia10 en Colombia tomaron, al final del siglo XX, un dinamismo insólito propio de una simplificación de la oposición legal-ilegal, un crecimiento conjunto de las demandas y de las ofertas guerreras en todo el espectro del campo del conflicto interno, y un aumento de los incentivos económicos en las propuestas de movilización. Lo político, propio de un campo enrarecido, no desapareció como eje articulador de la disposición agonística, sino que pasó a un segundo lugar, frente a la ampliación de la capacidad financiera de los demandantes.

La última década del siglo pasado estuvo caracterizada por la consolidación de un sistema de guerra articulado a una eficaz fuente de financiación alrededor de la producción y el combate de la producción de cocaína. Este contexto económico permitió el crecimiento de todos los frentes relacionados con el conflicto interno, y de las ramas independientes, legales e ilegales, de provisión de ofertas de servicios de seguridad y coacción (por lo menos la duplicación de la relación hombres-arma con respecto a la década anterior11). La consecuencia fue el crecimiento geométrico de todos los ejércitos y la expansión del conflicto a lo largo y ancho de toda la geografía nacional. No solamente porque crecieron la guerrilla o los paramilitares, sino también porque crecieron rápidamente los otros ejércitos que son, en términos brutos, el 90% del pie de fuerza movilizado.

Este escenario transicional de reordenamiento de las polaridades políticas coincidió con la dinamización cualitativa y cuantitativa de los mercados de violencia en Colombia, donde se produjo la movilización guerrera de los jóvenes y las jóvenes entrevistados en este estudio. El análisis que sigue se centra en las oposiciones, posesiones y disposiciones que están detrás de las distintas trayectorias guerreras que ellos y ellas trazaron. La composición de esos elementos dibuja el horizonte de las formas actuales de la movilización armada en Colombia y permite puntualizar la génesis histórica y las particularidades de su disposición guerrera.

Terminando el siglo XX la sociedad colombiana experimentó una serie de transformaciones en todos los órdenes que hicieron que el espacio social que originó la confrontación interna sea hoy completamente distinto: una población con niveles de escolarización mayor, fruto de un proceso lento de universalización de la educación primaria desde comienzos de la década de 1970, que ya cobija a casi el 90% de la población, y la ampliación de los niveles secundario y universitario de educación a grupos de población nuevos. En el plano político institucional la descentralización administrativa le proporcionó más preponderancia a la política y al desarrollo local, lo cual aumentó las distancias entre unas regiones y otras, así como la ampliación de las apuestas y disputas por el poder local. La Nueva Constitución Política fue el escenario formal de legalización de un nuevo pluralismo político por fuera del bipartidismo, que permitió la expresión de posiciones políticas anteriormente expresadas en la oposición armada, las cuales, ahora cooptadas por el polo dominante, fortalecerían el acuerdo frente al sistema político vigente. Todo ello coincidió, entrada la década de los noventa, con la incorporación plena de Colombia en el modelo de desarrollo neoliberal de economía abierta, en donde se compite -como en los modelos económicos de enclave- por una inversión extranjera que dinamice la producción interna atraída por el bajo costo de la materia prima y de la mano de obra. La apertura de la economía trajo consigo también la apertura del espectro electromagnético y de las comunicaciones por televisión e internet, y el aumento del protagonismo de la política internacional multilateral e intervencionista en los asuntos internos12.

El mercado laboral hace parte de la estructura de oportunidades y constricciones a las que se enfrenta cada nueva cohorte de la población económicamente activa –PEA–. El país pasó en treinta años de una estructura demográfica piramidal, progresiva, a una forma de campana, en la que se duplicó la población entre las décadas de mil novecientos sesenta y mil novecientos ochenta, lo que le permitió disfrutar al final del siglo de una suerte de bono demográfico, representado en un superávit de PEA mas escolarizada y urbana, lo que en términos de la teoría del capital humano, representaría un chance importante. Pero el sistema productivo no se armonizó suficientemente con el educativo, y en lugar de aumentar el crecimiento y la riqueza social se generaron, con la diversificación, la tecnificación e internalización de la economía, mayor desempleo, informalidad y precarización de la clase trabajadora. La tercerización de la economía, al lado de la urbanización, aumentaron la proporción de fracciones emergentes de clase media, con menores niveles de adscripción a los conflictos tradicionales que atravesaban la sociedad colombiana y con mayor disposición a experimentar una modernización secularizada de la iglesia y el bipartidismo tradicional, más preocupada por su bienestar particular y menos adscrita a ideales o movimientos colectivos.

El crecimiento de los grupos irregulares fue mucho más pronunciado en los noventas. La reacción del Estado con el crecimiento y tecnificación de las fuerzas regulares vendría una década después. La seguridad privada mantuvo un crecimiento constante desde comienzos de la década de los ochenta, logrando representar la mitad de los puestos asociados al sector defensa. El crecimiento del sector de vigilancia privada es un buen indicador del crecimiento de los mercados de violencia pues, en un mercado abierto, la inversión en protección suele ser proporcional al riesgo. Se estructuró y se formalizó así un mercado jerarquizado de seguridad privada (legal e ilegal, formal e informal) equiparable a la estructura de rangos del ejército a donde se reintegran los reservistas, capitalizando su experiencia guerrera.

Desde comienzos de la década de 1990 se crearon más de cuatrocientos mil puestos de mano de obra poco calificada en el sector defensa. Haciendo un cálculo somero, fueron alrededor de trescientas mil las personas que se involucraron en actividades ilícitas, de manera adicional. En el ámbito estatal se ensanchó un mercado segmentado que no solamente incorporó mano de obra poco calificada (aunque sea el grueso), sino que, y correspondiente con una mayor tecnificación de la guerra, se aumentaron los requisitos y las posibilidades de incorporación de población mejor calificada y con mayor escolaridad. En relación con ello, los niveles de formación de las FF. AA. certifican títulos académicos en continuidad con el mercado laboral (técnico en seguridad para los reservistas que han prestado servicio militar, tecnólogo para los suboficiales o profesional para los oficiales), equivalentes a la estructura piramidal de la organización castrense y homóloga a la estructura laboral.

Este dinamismo del mercado de violencia coincidió con dos elementos adicionales. Un escenario de desregulación del empleo y altas tasas de desempleo e informalidad producto del ajuste neoliberal a la legislación, las privatizaciones y el quiebre de la agroindustria, al mismo tiempo que se incrementó el peso relativo de la PET. Un escenario social y laboral con poca elasticidad para incorporar a una oferta en aumento de nuevos segmentos de trabajadores y trabajadoras, pocos y medianamente calificados, frente al dinamismo de los mercados de violencia, trajo como consecuencia obvia una mayor capacidad de cooptación e incorporación armada. Los mercados de violencia estaban, durante la década de 1990, en capacidad de competir con incentivos equivalentes o mejores, aunque no lo necesitaran, a los puestos del mercado laboral legal. Ofrecían posibilidades de ingreso, estabilidad, carrera, oportunidades, respaldo y beneficios simbólicos, que otros sectores dinámicos en la generación de puestos de trabajo no eran capaces de equiparar. La incorporación masiva o la disposición a la incorporación a las FF. AA., así como a la vigilancia, el narcotráfico y el paramilitarismo, se convirtieron en una opción económicamente rentable y simbólicamente aprobada para amplios segmentos sociales en proceso de incorporación al mercado de trabajo.

No es posible analizar la movilización armada solamente como efecto de una particularidad de los mercados laborales para los nuevos contingentes de la PET. Se debe analizar también una variable que tiene que ver con las dinámicas de la movilización política y moral en los diferentes espectros políticos, a saber: el impacto de la represión y persecución al movimiento social como fuente de agravio y movilización rebelde, el efecto de las masacres en la radicalización de segmentos sociales e individuos, de la represión a las marchas cocaleras y a los paros regionales, de los magnicidios y de la persecución a los nuevos movimientos sociales a comienzos de la década de 1990. O en el otro polo del espectro político, el fortalecimiento de las opciones guerreras dentro del Estado, como ayudante o facilitador de la movilización voluntaria hacia las fuerzas armadas. Este proceso se da especialmente con la iniciativa ideológica y material que logra el Estado después de la ruptura de los diálogos de paz en el Caguán en 1999; proceso que había estado henchido de una gran expectativa por el potencial cierre de un conflicto largo y agotador. Incorporarse a las FF. AA. en ese contexto, tenía como incentivo estar en la parte fortalecida y simbólicamente reconstruida de la contienda, en la que defiende el interés general, opositora a prácticas de terrorismo y secuestro, como se había estado construyendo en las agendas política y mediática.

Entrar a la guerra como miliciano o miliciana no es una opción laboral, pues los movimientos guerrilleros no los sostienen; ellos y ellas tienen que seguir trabajando para su sustento, y las actividades de la milicia se hacen en horas extras. Luego de un tiempo, que pueden ser años en el movimiento, ya se vuelven guerreros de tiempo completo. Entrar a "prestar el servicio", si bien es una obligación, también es la oportunidad de pagar un requisito para ingresar al mercado laboral formal, por lo cual se convierte en un costo de oportunidad que separa de la esfera productiva a un trabajador o trabajadora, durante dos años (para el caso de los soldados regulares)13. Pero si bien el pie de fuerza de las guerrillas se incrementó sustancialmente, casi se duplicó, eso tan sólo representa alrededor del 5% de los nuevos puestos de trabajo del mercado de violencia14; por lo tanto, si bien la movilización política es crucial, durante la ventana de observación de este estudio no comparte un momento insurreccional de movilización masiva, por altas que sean las cifras de crecimiento relativo de los ejércitos irregulares. Esa dimensión queda pues para un análisis posterior, que permita poner en su justa medida el espacio de oportunidades y constricciones descrito en la dinámica del mercado laboral y del mercado de la violencia, incluido como un componente esencial y dinamizador de la economía nacional durante las dos últimas décadas.

En el periodo 1990-2004 la estructura de ingresos no se ha transformado, pero se ha hecho más inequitativa. Si bien no hay un nivel de causalidad entre la acentuación de la inequidad y el dinamismo de los mercados de violencia, sí hay una relación entre el crecimiento de la inequidad, por ejemplo expresado en el comportamiento del coeficiente de Gini y en el crecimiento de la población carcelaria15. La exclusión no es un efecto colateral sino un resultado directo y propicio para el modelo neoliberal: la pobreza permite mayores ganancias para los capitalistas, crea sujetos que se auto-victimizan por su situación y se convierten en emprendedores y emprendedoras dispuestos a todo, mano de obra barata, y cuando no, empresarios y empresarias de la muerte algunos. La criminalidad y la migración se convirtieron en una opción para amplios sectores de la población, pero quienes migraron habían acumulado niveles mayores de preparación escolar (Portes & Hoffman, 2003). Los nuevos puestos de trabajo se generaron especialmente para los grupos con escolaridad media (entre 5 y 10 años). La mano de obra juvenil, poco escolarizada, con amplias diferencias entre las cabeceras urbanas y el "resto" rural,16 fue afectada por las mayores tasas de desempleo: para la PEA entre 12-24 años, de 35%, entre 1999 y 200017.

Entre los 19 y los 22 años de edad hay un limbo: ni estudio ni trabajo, que lo encubrió en parte la movilización armada, como opción ocupacional.

El campo del conflicto armado colombiano tiene una estructura con historia y una configuración particular a finales del siglo XX. El espacio de oposiciones esbozado en el Esquema 3, marcó un conjunto diverso de opciones y oportunidades de incorporación al conflicto, y por el otro lado, formas de ingreso al mercado (laboral o de violencia). Una vez examinado el campo del conflicto interno armado, su génesis y su estado particular como mercado a finales del siglo XX, se identifican las condiciones particulares con las cuales se insertaron una muestra de jóvenes guerreros.

 

4. Condiciones, trayectorias y disposiciones para la movilización armada

A continuación reviso los factores de distinción y las agrupaciones que surgen en cuanto a las condiciones sociales diferenciales, las trayectorias y las disposiciones, para al final analizar su integración e identificar los procesos generales de articulación y producción actuales de las distintas formas de movilización armada. En este acápite desarrollo el Esquema 1 de la movilización armada propuesto arriba.

En la tradición de investigación social clásica, la clase social articula la idea de que es fuente de movilización de intereses contrapuestos, especialmente relacionados con relaciones de dominación y explotación en el mundo del trabajo (marxista) o de desigualdad o inequidad en el mercado y en las oportunidades (weberiana). La idea de que las condiciones sociales desiguales articulan formas de conciencia social y política dispares, también está detrás del uso corriente de la clase social, como variable explicativa o interviniente en la explicación sociológica. Si bien la clase social no tiene un papel explicativo en este estudio, es un factor estructuralmente determinante que articula una relación histórica y objetiva de producción de las diferentes formas de movilización armada, como condición social y dimensión que constriñe el conjunto de posibilidades vitales de los sujetos.

En cuanto a la delimitación de la condición social establecí un modelo que combina tres factores para la distinción de las clases sociales y de sus estilos de vida: ingresos, consumos e integración urbanorural, así como la relación de posesión con capitales eficientes en la movilización armada, como son la escolaridad, el capital social y los capitales específicos de orden agonístico y guerrero. La posición en la estructura ocupacional la incorporamos para analizar la dirección de la trayectoria social a partir de la comparación con el lugar en la estructura ocupacional de los padres y madres. Dos principios opuestos articulan las oposiciones entre los capitales efectivos, y se constituyen en formas distinguibles de movilización política armada. El capital social se acumula en dirección inversa al capital escolar, por una parte, y por otra, el ingreso/consumo disminuye del campo a la ciudad. El capital escolar y la participación, como especies de capital social, no son determinantes en la construcción de las diferencias a partir de un umbral mínimo de oferta y cubrimiento del servicio educativo, como sí lo son la polaridad urbano/rural y la situación familiar. Estas especies de capital adquieren una importancia estratégica no tanto en el espacio de las relaciones objetivas, sino en el espacio de las disposiciones, en tanto la construcción de las disposiciones políticas y del capital guerrero, estará íntimamente relacionado con la relación escolaridad/trabajo. En general, se marca una distinción entre poseedores, huérfanos y desclasados de la correlación de las categorías analizadas.

El ámbito de oposición de las condiciones en los tres primeros planos factoriales, puede ser esquematizado esquematizado de la siguiente manera:

 

 

 

Con el cruce de estos ejes se pueden identificar cuatro clases de condiciones de existencia frente a la movilización: un primer grupo de trabajadores y trabajadoras manuales, hijos e hijas de campesinos y campesinas o de trabajadores y trabajadoras manuales urbanos, con poca acumulación de capital escolar y agonístico, que en general ingresan a las milicias producto de su propia desposesión. En esta clase (1/4 del Esquema 6 ) se acercan los exmiembros de las Farc, de las Auc y los soldados campesinos del Ejército. Son la tropa movilizada por coacciones objetivas explícitas. La segunda clase (2/4) acerca al proletariado manual que se moviliza como opción laboral, especialmente hacia la vigilancia y la policía, producto de evaluar las pocas oportunidades laborales que encuentran. Su movilización armada es laboral, temporal, poco estable, en la cual transan alguna disposición agonística y, a veces, pequeñas acumulaciones de capital guerrero producto del servicio militar, y se incorporan como técnicos o técnicas y operadores u operadoras de violencia.

 

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La tercera clase separa a los miembros de la guardia carcelaria (3/4), con capital escolar, condición social media, capital escolar incorporado mayor que el de sus padres y madres, quienes no se movilizan hacia una opción armada sino a un empleo fijo, son empleados y empleadas manuales de la violencia. No transan capital agonístico corporal sino moral y compiten a través de habilitaciones escolares mínimas por un trabajo fijo y una carrera estable, regularmente remunerada pero viable en el conjunto de las opciones que se les presentan. Los antecedentes familiares son determinantes para el acceso a la información y para la construcción de esta orientación como viable.

La cuarta clase reúne a los alumnos y alumnas de las escuelas de oficiales y suboficiales (4/4). Son estudiantes, hijos e hijas de clase media urbana, casi todos y todas con capital escolar heredado e incorporado y apoyos familiares y personales para la vía que eligieron. Su movilización implica pocos riesgos, algunos costos de entrada pero no consecuencias negativas para sí o para su familia, más allá de las separaciones temporales, producto mismo de su institucionalización marcial; son profesionales de la guerra. Al extremo están los alumnos y alumnas de las escuelas de oficiales, con su propia jerarquía interna.

En cuanto a la trayectoria se pueden identificar tres senderos. Por un lado los guerreros y guerreras escolares (clase 1/3 del Esquema 7 ), quienes están haciendo carrera, producto en parte de la herencia del oficio pues muchos de ellos y ellas tienen antecedentes familiares relacionados. No han sido víctimas, ni han perdido familiares en el conflicto, pese a sus relaciones con la milicia. Su movilización es más una estrategia de reproducción familiar asociada a un oficio estable y a una carrera segura. Pese a sus peligros, la guerra contribuye y ha contribuido a su movilidad social ascendente. Una segunda trayectoria (clase 2/3) reúne a quienes entraron a la guerra producto de la compulsión misma de un conflicto de baja intensidad y larga duración que deja en su camino miles de víctimas del conflicto. La dinámica misma de la guerra contribuye a la producción y reproducción interna de estelas de guerreros producidos por su misma contingencia. Una tercera senda (clase 3/3) muestra un conjunto de jóvenes guerreros y guerreras con antecedentes armados y de victimización asociada a ellos y a ellas, pues sus seres cercanos han participado activamente en el conflicto. Ellos y ellas se movilizaron para continuar con una causa, con un movimiento con el cual se sintonizan. A diferencia de los primeros, se encuentran en una situación social descendente; la guerra no les ha servido para mejorar, ni ha sido un buen negocio.

 

 

 

Al conformar las clases de disposición se generan tres factores de diferenciación. En el primero se oponen los subversivos y pasotistas con los reformistas y conservadores19. Los dos primeros sostienen una relación ambivalente con la democracia, no apoyan al gobierno, no se adscriben explícitamente a los valores de la democracia liberal, no respetan a las instituciones democráticas ni al sistema político colombiano y se orientan por formas de movilización que consideran desprestigiadas, aunque participan de formas de organización comunitaria con alguna frecuencia. Su movilización no les ofrece incentivos económicos y no contribuye en el corto plazo a sus objetivos. Expresan una disposición mortal, pero no articulan ni localizan la utopía que los mueve a ello. Son más el fruto de una disposición agonística que ética. Se oponen a los reformistas, guerreros y guerreras pragmáticos que no querían incorporarse, y no expresan una disposición agonística extrema o mortal; quienes consideran que el país es muy democrático, comparten los valores liberales, pero su movilización se localiza en una utopía personal y familiar, antes que social o colectiva. En el segundo eje se distribuyen quienes dicen tener vocación o no tenerla, quienes se mueven hacia una movilización prestigiosa o desprestigiada, y quienes tienen o no una disposición mortal. En este eje se oponen así, quienes tenían buenas ofertas laborales de quienes evalúan negativamente el mercado laboral, pues colocan amplias expectativas en él. En el tercer eje se oponen los autoritarios y autoritarias de los no autoritarios y de las no autoritarias, y quienes apoyan al gobierno de quienes no lo hacen.

El esquema 8 muestra así conjuntos diferenciados de formas de movilización armada regidos por un mercado ordenado por principios económicos, en donde la articulación es laboral, en continuidad de la transición familia-escuela-trabajo, y otro antieconómico en donde la moneda es el desinterés, la obligación moral y la entrega a la causa o el bien común. La combinación de incentivos, costos de ingreso y riesgos orientan las estructuras de movilización y ordenan la producción de las formas de movilización.

 

 

 

Una revisión de las cualidades distintivas que conforma las clases, permite articular tres modos básicos de disposición de acuerdo con la combinación y atracción de las distintas modalidades de disposición:

El oportunismo vocacional articula una disposición a la movilización que surge al estar en el movimiento. Reúne una serie de cualidades paradójicas, como una disposición a dar la vida y a matar, que no están articuladas a unos fines explícitos, aunque se encuentren con una disposición política subversiva, dispuesta al cambio radical de las cosas. Consideran retrospectivamente que su movilización no contribuyó a fines explícitos de orden colectivo o personal, que no tenían vocación para la milicia, pero que se volvieron buenos guerreros y guerreras una vez estaban en el movimiento o en el cuerpo armado.

¿Qué los movilizó entonces? La coacción física pura o la presencia de incentivos de orden social, sentimental, y de una economía práctica o cotidiana, en contextos sociales o en situaciones personales de total desposesión. Si bien exponen un sentido de acción política subversiva (orientación hacia los cambios radicales del estado de las cosas), se exponen como guerreros y guerreras egoístas, que luchan por sí mismos y por su familia. Debido a su poca disposición a articular políticamente su movilización armada, surge una contradicción aparente, pues más allá de hacer parte de un grupo irregular, su utopía es atópica, no tiene lugar ni destino: pelean y punto. Una paradoja se expone: guerreros y guerreras que lo dan todo pero tienen poco para dar, más que a sí mismos; esperan poco pues se valorizan a sí mismos, en la misma dirección de lo que tienen y no de lo que dan.

Esta doble negación de los incentivos está fuertemente articulada a la situación de encuesta, pues la condición de desmovilización hace que se tiendan a negar los incentivos simbólicos, ya que podría generar una alineación política y, por otro lado, que se nieguen los incentivos económicos, pues con ello se da la idea de total desprendimiento (que aumentaría el valor simbólico de su gesta guerrera). Ellos y ellas hacen parte, en su mayoría, del contingente de por lo menos trece mil niños-soldados que se incorporaron a la guerra interna después de 1995. Con poca escolaridad incorporada y heredada, son producto de un modo de reproducción generacional que combina tempranamente, y en disputa, el estudio con el trabajo. El trabajo los sacó de la escuela, y las estructuras de movilización los incorporaron siendo niños y niñas, o menores trabajadores y trabajadoras, especialmente en actividades agrícolas ilegales. Fueron, en su momento previo a la movilización, una suerte de niños y niñas díscolos o problema: desubicados, indisciplinados, desordenados, desobedientes, mentirosos e inseguros, que tienen poco respeto por las instituciones políticas. Dijeron que ingresaron voluntariamente, por lo cual muestran una alta disposición al sacrificio mortal. En una posición cercana, pero un poco más oportunistas, sin vocación militar y con antecedentes de victimización en el conflicto, se encuentran los desmovilizados y desmovilizadas de las Auc. Políticamente desprevenidos o desinteresados, son carne de cañón que entraron en la guerra dramática y circunstancialmente, y que ahora evalúan, era una disyuntiva, en un mundo sin opciones.

El oportunismo vocacional es la disposición agonística resultado de "hacer de necesidad virtud". Se volvieron guerreros y guerreras porque no había más que hacer, o porque era la mejor entre las pocas opciones que se les presentaron. No articulan ningún fin trascendental a su movilización armada, no consideran que contribuya a algo que aunque no tenga mucho prestigio, les da para vivir. La tercera forma sintética de disposición guerrera la hemos designado como una contradicción lógica, pero no práctica, como pragmatismo idealista. Ésta reúne buenos y positivos incentivos económicos y simbólicos propios de una forma de movilización prestigiosa que contribuye al logro de fines sociales y personales, por lo cual no solamente está articulada a una promesa de redención personal y social de sujetos respetuosos del orden institucional. Su idealismo viene de un cálculo de rentabilidad personal articulado o disfrazado con el cumplimiento de un deber moral de defender La Patria.

 

5. Formas de movilización armada

La combinación de condiciones, disposiciones y trayectoria, articula la conformación de cuatro formas básicas o típicas de movilización armada a finales del siglo XX. Voy a describirlas brevemente para luego sintetizar esta discusión.

Dos agrupaciones principales y dos subclases de disposiciones se construyen en el campo relacional descrito por los jóvenes guerreros y guerreras en este estudio, que surgen de las correspondencias entre 36 variables de segunda generación. Una primera forma de movilización de guerreros y guerreras escépticos, dispuestos para la agonía trágica pero sin fines explícitos, incursa en formas de movilización devaluadas, que nos les ofrece incentivos económicos explícitos a corto plazo. Vienen de un modo de reproducción familiar que combina estudio con trabajo, originarios casi todos del proletariado manual, con poco capital escolar heredado o acumulado; no piensan en la movilización armada como un trabajo -pues no tienen vocación para ello-, ni como una carrera, ni esperan o vislumbran la posibilidad remota de mejorar sus condiciones de vida y en algún momento "ayudar a la familia" a través de ella. Su incorporación les acarrea altos costos personales y familiares y algunos de ellos y de ellas ingresaron impelidos por la victimización y por el agravio que produce la confrontación armada misma. Tienen poco afecto por el orden estatuido, que no los cobija, pues viven en las márgenes del sistema y en las condiciones de existencia más humildes.

Esta primera forma la compone una agrupación de guerreros y guerreras retirados, que responden evaluando retrospectivamente cómo su movilización les implicó altos costos personales y familiares, y pocos réditos económicos y simbólicos. Cargan con el estigma que impone la categoría desmovilizado de las Farc o de las Auc, lo cual tiene para ellos y ellas no solamente implicaciones legales, sino sociales y de seguridad personal. Fueron reclutas voluntarios que hoy se evalúan retrospectivamente como desobedientes e indisciplinados, sin vocación marcial, físicamente débiles y ahora políticamente escépticos; que ingresaron con poca escolarización y sin aspiraciones de carrera en la milicia, ni del logro a corto plazo de fines políticos. Engrosaron estos grupos casi todos como niños o niñas soldados, que se formaron en la acción bélica como guerreros y guerreras escépticos, que desdeñan, ahora, las oportunidades que pudo plantearles su incorporación en cuerpos armados irregulares, aunque fueron milicianos y milicianas que hicieron parte de un cuerpo armado que los embebió.

En la segunda forma cercana en el espacio a la anterior, encontramos a los niños y niñas trabajadores de los espacios semirurales, la mayoría del proletariado manual y no manual, a quienes la movilización armada no les comportó grandes costos: la suspensión temporal de ingresos en el caso del servicio militar en el Ejército o el cambio de empleo en el caso de ingreso a la vigilancia privada. A diferencia de los anteriores, construyeron una vocación guerrera; se sienten bien en lo que hacen, pues consideran que su movilización es prestigiosa; así no reciban el apoyo que tienen otros, no les implica separarse de la familia y pueden ayudarla. Son pues, trabajadores y empleados o empleadas de la milicia, no milicianos ni milicianas.

Otra de las formas (Clase 3/4 en el esquema 9) está compuesta por los guardianes del Inpec, cuya movilización es pragmática, pues manifestaron que no querían incorporarse, que detrás de ella no hubo móviles o incentivos simbólicos, menos estéticos o sociales. Ninguna utopía hay incursa en su reclutamiento, más allá del bienestar personal y familiar mediado por un puesto y una remuneración estable. Poseedores de un capital escolar medio, su elección es laboral, pues transan posesiones intermedias por un puesto en la burocracia estatal. Tampoco confían o defi enden el orden estatuido; su movilización es una ocupación, no una acción.

 

 

 

Cercanos a los anteriores, la otra forma polar de movilización armada, expuesta por la clase 4/4 (Esquema 9), reúne a un subgrupo que está motivado por opciones de movilización prestigiosa y prometedora, quienes confían en que su disposición agonística les servirá para hacer carrera. Su incorporación es una buena promesa pues suponen que ganan más de lo que les corresponde invertir, aunque la inversión para ingresar, en términos comparativos, sea alta. Pagan un costo de oportunidad que tiene asegurada una buena tasa de retorno, aunque esto los plantea como inversionistas hábiles e informados en el mercado de las opciones laborales. Los altos costos de ingreso, sufi cientes para seleccionar a los aspirantes y a las aspirantes, se aminoran una vez están en el grupo, asegurando, "si se portan bien", una carrera para el resto de la vida. En un escenario de opciones laborales y ocupaciones inciertas, en las que hay que jugársela, ésta es una promesa real.

En un gradiente que combina diferentes grados de incentivos simbólicos y económicos, estructurados por categorías ocupacionales, rangos y jerarquías establecidas de facto entre las divisiones y tareas de la movilización armada regular y legal, se encuentra este conjunto, compuesto por los reclutas y las reclutas de la Armada, la Policía, la vigilancia y el Ejército. Orientados hacia una movilización prestigiosa o prestigiada, identifican incentivos económicos concretos (salarios, estabilidad, ascenso y oportunidades), que implican además bajos costos personales y familiares. No tienen antecedentes de victimización, luego sus móviles no se pueden asociar al agravio. Dicen tener vocación militar pero no expresan voluntad de sacrificio. Algunos fueron niños o niñas trabajadores, pero la mayoría son escolares que se incorporaron a las distintas estructuras de movilización armada luego de terminar el colegio. Su movilización armada es producto de una estrategia de reproducción escolar. Guerreros y guerreras escolares, autolocalizados políticamente a la derecha, expresan respeto y disposición por la defensa del orden institucional estatuido.

 

6. Conclusión: Un proceso generador de distintas formas de movilización armada

Una síntesis de las relaciones descritas en la triple conjunción de condiciones, trayectorias y disposiciones, que articulan las diversas formas de movilización armada, la encontramos en el esquema 10. Este cuadro opera y articula la generación de formas de movilización armada de manera horizontal, como lectura privilegiada. He rehusado incorporar flechas que generen caminos específicos predeterminados de producción de las formas de movilización; en tanto, si la homología entre las condiciones, las trayectorias y las disposiciones permite establecer combinaciones recurrentes, hay un cierto dinamismo en la estructura social que amplía las combinaciones más frecuentes.

 

 

 

Las trayectorias incorporan el elemento dinámico, de corta duración, que permite establecer la historicidad de los sujetos y su capacidad de acción entre las condiciones y las disposiciones, y proporciona un escape del enfoque determinista que ve en el símbolo el reflejo de la realidad, como en la frase de Marx anunciada repetidamente: "la condición social, determina la conciencia" (Marx & Engels, 2001 (1846)). La variación en las condiciones de existencia -como las variaciones en la estructura social-, es un proceso de más larga duración, que obliga a pensar los procesos de reorganización social y sus implicaciones en la conversión y reconversión de capitales, estrategias de producción y reproducción, que hacen pensable la historia de las familias y de sus miembros. El dinamismo de las disposiciones, si bien tiende a cierta estabilidad que hace pensable una ontología de los esquemas de acción y percepción de los agentes sociales como procesos históricos de incorporación e inculcación, tienen un dinamismo y una diversidad tal -en escenarios de producción simbólica abiertos, institucionalizados y masivos-, que no es fácil asirlos. Simplificar, al pensar los procesos de lucha por la representación incursos en la generación de las disposiciones políticas y éticas que hay detrás de los procesos de movilización de los sujetos hacia algún fin o propósito particular, es un riesgo necesario para poder dar razón de los esquemas que producen las prácticas en general, no solamente las prácticas de movilización armada. Con esa aclaración utilizo el modelo.

Las formas de movilización armada, lejos de estar claramente separadas por las estructuras de movilización, por su carácter regular o irregular, legal o ilegal, político o económico, están conformadas por subjetividades producidas por la historicidad de una guerra prolongada de baja intensidad que ha consolidado un sistema de guerra interna como un conjunto dinámico y diversificado de mercados de violencia a finales del siglo XX y comienzos del XXI. Este contexto complejo implica la interacción creativa de por lo menos tres estados estructurales del conflicto, que pasan por la violencia partidista liberales-conservadores, las oposiciones magistrales comunismo-capitalismo e imperialismo-nacionalismo de la Guerra Fría, y los procesos de descolonización, hasta la recuperación republicana que opone a liberales contra iliberales etiquetados en lo sucesivo como demócratas y terroristas. Ese contexto articulador, en un escenario de desregulación de los mercados laborales, de aumento de la escolaridad de la población en edad de trabajar y de su peso relativo en la estructura demográfica, generó un escenario de poca elasticidad para la incorporación efectiva de los nuevos contingentes generacionales, disminuyendo las condiciones de vida de amplios sectores medios y bajos que experimentaron procesos de movilidad social descendente. Esa atmósfera, de pocas oportunidades de integración y de realización del modelo de reproducción familia-escuela-trabajo productivo, dispuso a amplios contingentes de sujetos en condición juvenil a aceptar como viable la incorporación armada legal e ilegal.

Las formas de movilización armada articulan de manera creativa un conjunto de disposiciones éticas, políticas, corporales y lógicas, creadas en la propia trayectoria de los grupos sociales y de los sujetos, las cuales conducen a formas más o menos previsibles de dirección y coordinación. Los grupos sociales mejor posicionados en la estructura social con trayectorias sociales estables o ascendentes, a quienes la guerra prolongada no les ha implicado grandes costos vitales, han podido incorporar con éxito procesos de reproducción generacional a través de la transmisión de posiciones y posesiones, y se orientan circunstancialmente -especialmente como producto de la herencia del oficio- hacia opciones ocupacionales en los rangos medios y altos de la jerarquía castrense.

Al mismo tiempo, los procesos de desclasamiento y movilidad social descendente de sectores medios y bajos, tanto urbanos como rurales, no necesariamente comprometidos con la defensa del régimen político e institucional vigente, se orientaron hacia formas de movilización armada que recuperan su capacidad de producción de incentivos económicos y políticos que atrajeron nuevos contingentes de jóvenes que encontraron posible capitalizar sus disposiciones agonísticas por posiciones de bajo rango en sectores dinámicos de cuerpos armados legales e ilegales.

En la parte baja de la pirámide están los trabajadores y trabajadoras manuales, especialmente agrícolas en el margen rural o semiurbano, que han visto disminuidas sus condiciones de vida y fueron lentamente lanzados a economías de subsistencia, cuando no a circuitos de economía ilegal. En el margen del sistema político han construido disposiciones prácticas de resistencia y de distancia escéptica del sistema institucional y de sus valores dominantes, disposiciones que reproducen actitudes políticas que se disgregan entre la insumisión y el desencanto. En pocas palabras, la posibilidad de articular propósitos superiores y utopías políticas pasa por el tamiz del escepticismo histórico de sus posibilidades o de la soledad de las alternativas, cuyo lado más triste y débil son los niños/niñas soldados.

 


Notas:

* Este artículo de investigación científica y tecnológica presenta los resultados del Proyecto de investigación de la tesis de doctorado "Formas actuales de la movilización (política) armada de los y las jóvenes en Colombia" , aprobada en mayo de 2008, mediante evaluación de pares externos y presentación pública. Inicio: Mayo de 2007, fecha de sustentaciòn del proyecto. Finalizaciòn: Mayo de 2009. Fecha de sustentaciòn de la tesis.

1 Más detalle en el capítulo 1 (Castellanos Obregón, Formas actuales de la movilización Armada. Una aproximación prosopográfica, 2009).

2 Ver Moore (1995) para una crítica y análisis en términos lakatosianos del programa de investigación Olsoniano aplicado a las insurrecciones.

3 En este sentido se expresan fundamentalmente el grupo de trabajo de Cinep (González, Bolívar & Vásquez, 2003).

4 No he realizado un análisis de las diferentes prácticas de reclutamiento y adscripción que hacen las diferencias en los trabajos de movilización, las cuales se incorporarían como un elemento crucial en la particularización de las dinámicas de los mercados de violencia.

5 Para un análisis detallado remitirse a Castellanos (2009).

6 Entiendo por política agonística, las formas violentas de contradicción y enfrentamiento político, que pasan por la coacción y supresión del contradictor, al convertirlo en enemigo. Una revisión de la política como antagonismo y no como agonismo propone Laclau (2004 (1985)), de manera cercana a como quiero entenderlo en este escrito.

7 Para la propuesta de la naturaleza de la escisión maestra, remitirse a Kalyvas (2004).

8 Más detalle en el capítulo tercero de Castellanos (2009).

9 Para mayor detalle remitirse al capítulo tercero de Castellanos (2009).

10 Para un desarrollo de la noción de "mercado de violencia" remitirse a Kalulambi (2003); para una revisión en detalle de la dinámica del mercado de la violencia en Colombia en la década de 1990 y comienzos del 2000, remitirse al capítulo cuarto de Castellanos (2009).

11 Los cálculos realizados en el capítulo cuarto permitieron establecer que, teniendo solamente en cuenta el pie de fuerza de las FF.AA. y de la seguridad privada, y los estimativos de guerrilla y paramilitares, se pasó de alrededor de trescientos mil a setecientos mil hombres-arma entre comienzos y finales de la década de 1990 (Castellanos, 2009).

12 Los principios que articulan la movilización se han diversificado en agentes, móviles y formas. Lejos de estar en un panorama de oposiciones duales y contrastes que hacen fácil situar y calificar a los agentes o a sus acciones, los límites y las espacialidades se difuminaron.

13 La consecuencia no es la misma para los soldados bachilleres, pues ellos hacen parte, excepto el porcentaje que estudia y trabaja, de la población económicamente dependiente.

14 Las guerrillas, haciendo estimativos gruesos, pasaron de 20 mil a cuarenta mil. Mientras que el pie de fuerza total pasó de trescientos mil a más de setecientos mil (incluidos FF.A.A. y vigilancia).

15 Una revisión de esta relación en el anexo 62. Correlación Gini y población carcelaria 1990-2000 de Castellanos (2009).

16 A nivel nacional, el 56% de los sujetos menores de 18 años permanece estudiando, 64% en las cabeceras y 33% en el área rural; a partir de los 19 años el índice nacional de reduce al 23% (Cijus, 2004).

17 Representan: 3.706.591 personas en el año 2005 de un total de 5.234.848 hombres y 5.355.411, mujeres; 94% de los sujetos menores de 14 años que trabajan, lo hacen en el sector informal (Cijus, 2004)

18 Este gráfico, como los siguientes 7 y 9, representan la fuerza de atracción o repulsión de las modalidades o dimensiones cualitativas analizadas que se reúnen en un espacio factorial para conformar las agrupaciones. Funciona como dos opuestos: las barras azules aparecen juntas en la medida expresada por el tamaño de la barra. Del lado contrario, y en la medida expresada por la barra roja, esas modalidades no aparecen o están en el lado contrario del eje factorial. Es una gráfica producida mediante análisis de clasificación en el programa Spad 6.0.

19 Ver los anexos 74, 75 y 76, tablas eje 1, 2 y 3 de disposiciones en Castellanos (2009)

 


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Referencia para citar este artículo: Castellanos, J. M. (2011). Un análisis prosopográfico de algunas formas actuales de movilización armada en Colombia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 1 (9), pp. 347 - 370.


 


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