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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.9 no.2 Manizales July/Dec. 2011

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigación

 

Primera experiencia homoerótica en varones en la ciudad de México*

 

Primeira experiência homoerótica em varões na cidade de Mexico

 

First Homoerotic Experience in Males in Mexico City

 

 

Gabriel Gallego

Profesor-Investigador, Departamento Estudios de Familia de la Universidad de Caldas, Colombia. Doctor en Estudios de Población. Correo electrónico: gabriel.gallego@ucaldas.edu.co

 

 

 

Artículo recibido en agosto 26 de 2010; artículo aceptado en febrero 2 de 2011 (Eds.)

 


Resumen:

En este artículo hago una descripción de la primera experiencia homoerótica en un grupo de 250 varones gay/homosexuales en la Ciudad de México. Mediante la aplicación del enfoque de curso de vida y la aplicación de una encuesta biográfica, me fue posible comprender este proceso que pone en juego en los varones todo un imaginario alrededor de la virginidad, el embarazo y la paternidad, y carga de sentido la "actividad" y la "pasividad" en el desempeño sexual. Bajo el homoerotismo, la edad del entrevistado y de su pareja sexual permiten comprender las relaciones de género entre varones y la tendencia a la feminización del varón menor de edad, que lo convierte en algo penetrable.

Palabras clave: Iniciación sexual, homoerotismo, masculinidad, México, sexualidad.

 


Resumo:

Neste artigo faço uma descrição da primeira experiência homoerótica num grupo de 250 varões gay/homossexuais na cidade de México. Mediante a aplicação do enfoque de curso de vida e a aplicação duma enquete bibliográfica, foi possível para eu compreender este processo que põe em jogo nos varões tudo um imaginário ao redor da virgindade, a embaraço e a paternidade, e carga de sentido a "atividade" e a "passividade" no desempenho sexual. Baixo o homoerotismo, a idade do entrevistado e da sua parelha sexual permitem compreender as relações de gênero entre varões e a tendência à feminização do varão menor de idade, que o converte em algo penetrável.

Palavras-chave: Iniciação sexual, homoerotismo, masculinidade, México, sexualidade.

 


Abstract:

In this article a description the first homoerotic experience in a group of 250 gay/homosexual males in Mexico City is described. Through the course of life approach and the application of a biographic survey, it was possible for me to understand this process that puts into play in the males’ minds a complete popular belief around virginity, pregnancy and paternity, and gives sense to "activity" and "passivity" in sexual performance. In homoerotism the age of the people interviewed and the age of their couple allow the understanding of gender relationships between males and the tendency to feminize the youngest male, since younger age turns them into someone penetrable.

Key words: Sexual debut, homoerotism, masculinity, México, sexuality.

 


 

1. A modo de introducción

 

El presente artículo se fundamenta en los resultados de una investigación con la que busqué identificar y comprender la configuración biográfica de varones con prácticas homoeróticas en la Ciudad de México en el año 2006 (Gallego, 2007) 1. El uso del enfoque biográfico y de curso de vida me permitió comprender los eventos y transiciones socio-sexuales en una muestra intencional de 250 varones gay/homosexuales, entre los 16 y los 55 años de edad, a los cuales se les aplicó una encuesta retrospectiva. Con la riqueza de información recolectada me fue posible comprender la primera experiencia sexual entre varones, o debut sexual homoerótico, la primera relación de pareja o "primer noviazgo" y la primera relación corresidente o "primera unión". Igualmente identifiqué diferentes tipos de trayectorias o carreras sexuales que dan cuenta del entramado complejo de la sexualidad en la vida de las personas.

En este artículo presento exclusivamente los resultados del proceso de iniciación sexual entre varones, en tanto constituye el punto de partida en la construcción de una biografía sexual permeada por el homoerotismo.

No existen investigaciones que expliquen el proceso de inicio o debut sexual en varones o mujeres con prácticas homoeróticas (Gallego, 2007). Por el contrario, la literatura que explica el inicio sexual heterosexual es prolífica en metodologías y contextos, tal vez porque constituye la norma social establecida en materia de asuntos sexuales (Amuchástegui, 2001, Szasz, 2006, Rojas & Castrejón, 2007, Ayus & Tuñón, 2007, Navarro Pertusa, et al., 2006). Para Rojas y Castrejón (2007), buena parte del conocimiento sobre inicio de la vida sexual en varones proviene de investigaciones de corte cualitativo; los autores dejan claro que son pocas las encuestas que han sido aplicadas a los varones para comprender sus experiencias sexuales. En la región, las encuestas sobre demografía y salud (DHS en inglés) han permitido comprender cómo ocurre este evento en la vida de las mujeres, pero aportan poca o precaria información sobre cómo es vivido el mismo evento por los varones. No obstante, la información recabada por las investigaciones contribuye a determinar el preciso momento de inicio de la vida sexual heterosexual en hombres y mujeres, el uso de anticonceptivos y de condón, y la prevalencia del embarazo adolescente.

Las investigaciones de corte cualitativo (Amuchátegui, 2001, Rojas & Castrejón, 2007; Navarro Pertusa, et al., 2006) han permitido develar los discursos construidos por diferentes actores sociales sobre el inicio de la vida social heterosexual, y las expectativas que cada género construye acorde con lo pautado socialmente; sin embargo, en este discurso también emerge lo prescrito, lo abyecto del cuerpo y del placer, zonas prohibidas en términos de roles sexuales e identidades de género. Entre uno y otro campo emerge el homoerotismo, los discursos sobre la sexualidad desviada y anti-natural. En este entramado discursivo se mueven los varones con prácticas homoeróticas, discursos de normalidad y anormalidad, de exploración y culpa.

La tesis que planteo en este artículo sugiere que durante el debut sexual homoerótico los varones resignifican su papel en los encuentros sexuales, llenando de contenido las categorías de actividad y pasividad asignadas a lo femenino y lo masculino; este proceso está mediado por relaciones de poder que otorgan las diferencias de edad entre varones, traducidas en la feminización del cuerpo del otro varón, especialmente si éste es menor de edad, convirtiéndolo en un objeto del deseo que puede ser penetrable.

Para desarrollar este argumento, estructuro el artículo en cuatro apartados: en el primero señalo los criterios metodológicos del enfoque de curso de vida y del enfoque biográfico, los cuales constituyen la ruta que da soporte a la investigación. En el segundo, presento un panorama general de la iniciación sexual en México, haciendo referencia precisa al debut sexual heterosexual en tanto constituye el marco con el cual los varones jóvenes construyen un referente discursivo y simbólico en torno a la sexualidad. En el tercero, hago referencia precisa a la forma como sucede la iniciación sexual entre varones en la ciudad de México. La información estadística presentada parte de estimar la edad mediana de ocurrencia del evento, y toma las diferencias de edad entre el entrevistado y su pareja al momento de la primera experiencia sexual, para analizar el tipo de vínculo que tenían los varones, la iniciativa para la primera relación, y el tipo de práctica sexual que ocurrió; esta última variable contribuye significativamente a develar las relaciones de poder asociadas con la edad y el cuerpo, en tanto no es lo mismo en términos simbólicos penetrar que ser penetrado, arrodillarse para practicar sexo oral a otro varón o permanecer de pie mientras otro ejecuta la acción. Cada una de estas situaciones guarda relación con los discursos en torno a la sexualidad natural y con las posiciones sexuales que deben guardarse de acuerdo con la identidad de género.

Los relatos de ciertas prácticas sexuales que sirvieron de debut para entrar al mundo del homoerotismo, visto desde el aquí y el ahora, permiten variadas formas de nombrar la experiencia, de re-construir identidad, memorias, ocultamientos y olvidos de abuso o de placer, en fin, un evento con profundas huellas biográficas en los seres humanos.

 

2. El enfoque biográfico y de curso de vida en el estudio de la sexualidad

El reconocimiento de las homo/sexualidades como construcciones sociales e históricas ha implicado, desde el punto de vista metodológico, la exploración y el desarrollo de herramientas para su comprensión no sólo en el tiempo presente sino, y ante todo, en su lectura biográfica. Existen básicamente dos vías para comprender las biografías sexuales: una que explora su construcción y significados a partir de los relatos de vida de los sujetos (Bertaux, 2005), y otra basada en el enfoque de curso de vida, mediante el levantamiento de encuestas biográficas (Heilborn, et al., 2006, Juárez & Castro, 2004). La investigación de la cual se deriva este artículo utiliza el segundo enfoque.

Desde el enfoque de curso de vida, una biografía sexual conforma una trayectoria entendida como un proceso acumulativo de eventos y vivencias sexuales (Heilborn, et al., 2006; Knauth, et al., 2006, Plummer, 1995), que tiene como punto de partida la primera relación sexual, heterosexual u homoerótica, y se complejiza a partir de las múltiples interacciones socio-sexuales que un individuo establece a lo largo de su vida. Estas interacciones están permeadas por la matriz sexo, por la posición socio-económica y por la etnia, en contextos de mayor o menor homofobia tanto interna como externalizada.

La perspectiva de curso de vida posibilita la comprensión y adscripción de vidas individuales y familiares en sus contextos históricos. Se entrelazan tiempos y espacios distintos: el individual, el familiar, grupal o institucional, el social, y el tiempo histórico, dependiendo de la situación a estudiar comprendidos de manera relacional (Caballero, 2007).

El tiempo individual lo constituye la biografía de cada persona en particular, con sus respectivas trayectorias; el social corresponde a la adscripción de un conjunto de biografías dentro de escalas temporales mediadas por eventos sociales, como la ocurrida por la epidemia del VIH-SIDA; y el histórico es el contexto más global, en el que se desarrollan los dos anteriores. Las diversas temporalidades se tienen que estudiar de manera sincronizada (Caballero, 2007).

Hay que distinguir dos ejes organizadores del análisis del curso de vida: las trayectorias y las transiciones (Elder, 1985, en Caballero, 2007). Las trayectorias son diferentes carreras o caminos de vida en distintos ámbitos y dominios. La trayectoria podría pensarse como cursos específicos de acción que tienen orígenes particulares dinámicos y configuran una trama en la vida del individuo, en un contexto histórico y generacional (Salazar, 2006; Caballero, 2007).

Las transiciones hacen referencia a los movimientos de los individuos y grupos a lo largo de su vida dentro de cronogramas socialmente construidos (Elder, 1985 y 1991, en Caballero, 2007). En este sentido, las transiciones son "normativas" en términos de expectativas sociales y de un "deber ser" con respecto al curso de vida que debería tomarse. Las distintas transiciones posibles en el caso específico de la sexualidad heterosexual -debut sexual, emancipación del hogar, unión y mater-paternidad- están plenamente identificadas y socialmente normadas. Sin embargo, para los varones y mujeres con prácticas homoeróticas y de construcción de afecto con personas de su mismo sexo, no existen expectativas socialmente prescritas y por lo tanto no hay transiciones a ser esperadas.

Para Kertzner (2001), la estigmatización de la homosexualidad y la homofobia contribuyen a una ausencia de marcadores sociales que definan los cursos biográficos posibles para los hombres gay; las transiciones en este caso ocurren como eventos que configuran la trama de la trayectoria, pero no son transiciones en sentido estricto, en tanto no existe norma qué cumplir más allá de aquellas definidas y recreadas al interior de ciertos grupos que conforman la subcultura de los varones o mujeres con prácticas homoeróticas2.

No obstante, e independientemente de si son transiciones o eventos, estos tránsitos particulares están influidos por la ubicación histórica y espacial de los vínculos sociales manifiestos en interacciones concretas (Giele & Elder, 1998); el control personal como agencia estructurante del individuo en sus propias determinaciones, y los cambios registrables en tiempos determinados en interconexión con adaptaciones estratégicas del individuo -timing- (Salazar, 2006).

Giele y Elder (1998) plantean que la pertinencia de estos elementos es combinar el análisis de la "temporalidad histórica" y la "temporalidad individual", poniendo énfasis en la construcción subjetiva del curso de vida en los sujetos (Salazar, 2006). Es decir, observar cómo los hechos o los cambios históricos intervienen en la dirección del curso de vida de los individuos y en consecuencia, en las trayectorias particulares en las que se desenvuelven sus campos específicos.

La aplicación del enfoque de curso de vida en varones, en el marco de la investigación que da origen al artículo, permitió la reconstrucción de la biografía sexual en 250 varones con prácticas homoeróticas, entre los 16 y los 55 años de edad, pertenecientes a sectores medio-escolarizados de la ciudad de México. Desarrollé el trabajo de campo durante el primer semestre de 2006 y lo adelanté bajo un entramado de bola de nieve saturado en tres contactos por informante. La información biográfica o restrospectiva permite la reconstrucción de hechos ocurridos en el pasado, en este caso, el debut sexual, el cual trascurrió durante la juventud en todos ellos. Las biografías sexuales reconstruidas permitieron identificar tres puntos de quiebre -o timing-: la iniciación sexual hetero-homoerótica, el establecimiento de la primera relación de pareja con otro varón, y la primera relación corresidente. En este artículo presento exclusivamente los hallazgos en torno a cómo trascurre la primera experiencia sexual con otro varón, evento marcado por la forma como los varones construyen un discurso en torno a la sexualidad heterosexual.

 

3. Un panorama general de la iniciación sexual en México

Las investigaciones sobre la sexualidad heterosexual en México sugieren la coexistencia de distintos sistemas culturales y normativos sobre las sexualidades, configurando un entramado discursivo bastante complejo (Amuchástegui, 2001, Szasz, 2006, Carrillo, 2005), pues a pesar de que las personas con mayor experiencia urbana hablan de tener capacidad para tomar decisiones sobre su cuerpo y están expuestas a los discursos modernos, nunca se separan totalmente de las expectativas y valores sociales del tradicionalismo tanto religioso como de pertenencia al grupo comunitario y familiar. Estas resistencias no se manifiestan como confrontaciones y transgresiones abiertas, sino como ambigüedades, formas veladas de tolerancia, dobles discursos y silencios en los cuales los cuerpos -y no las palabras- adquieren un protagonismo silente en los encuentros eróticos (Amuchástegui, 2001, Carrillo, 2005, Szasz, 2006; Prieur, 1998). Estas ambigüedades permiten que los individuos valoren altamente las pertenencias grupales y el respeto de las normas comunitarias y familiares, así como los encantos del individualismo y del consumo moderno.

Para Welti (2005), la primera relación sexual y el nacimiento del primer hijo o hija tienen especial significación, en tanto representan el resultado de un proceso con profundas raíces sociales y con serias implicaciones en la vida futura, que obliga a los propios individuos a asumir nuevos roles: pareja conyugal, jefe o jefa de familia y madre o padre, con lo que se dejan atrás roles propios de la infancia o la adolescencia.

Los estudios y disertaciones académicas en torno a la iniciación sexual en México pueden agruparse en dos grandes bloques: por un lado, aquellos que intentan comprender los significados que los individuos atribuyen a este proceso, y por el otro, la estimación del calendario, y la intensidad y los factores socio-económicos que están asociados a este evento en un conjunto poblacional determinado. Sin embargo, la distinción planteada no niega el esfuerzo que algunas investigaciones han hecho por combinar ambas aproximaciones.

El estudio más representativo y exhaustivo del primer bloque lo adelantó Ana Amuchástegui a finales de la década del noventa. Su estudio3 parte de la concepción de que los significados sexuales se construyen mediante la interacción de cuatro elementos: los discursos sociales, los discursos locales, el significado construido mediante el diálogo y la experiencia subjetiva del cuerpo. Estos elementos se consideran como procesos relacionados con las maneras como las personas dan significado a la vivencia de sus cuerpos, sus deseos, sus fantasías y sus prácticas, mas no como contextos que determinan tales significados. El significado es considerado como un producto del diálogo en el que lo individual y lo social se arraigan en la experiencia del sujeto, haciendo irrelevante así la distinción entre lo interno y lo externo (Amuchástegui, 2001).

La investigación de Amuchástegui le permite a la autora identificar la existencia de un proceso complejo y dinámico, asociado a la virginidad y a la iniciación sexual, en el cual los códigos morales dominantes y los saberes subyugados se relacionan entre sí de maneras que no constituyen una simple obediencia o transgresión, sino más bien una ambigüedad o tolerancia en el plano sexual. Es decir, "los discursos coexisten sin realmente llegar a chocar entre sí o eliminarse el uno al otro" (Amuchástegui, 2001). Lo que parece ocurrir más bien es que los discursos morales no se encuentran realmente con los discursos de la práctica, de tal manera que lo que se dice en un nivel no es literalmente confrontado u opuesto por lo que se expresa en el otro. Jóvenes solteras hablan de la importancia de su virginidad mientras no la conservan; los participantes hombres afirman enfáticamente el derecho del novio a rechazar a una novia no virgen, a la vez que la mayoría de ellos aceptó a sus novias -que estaban en tales circunstancias- sin vacilar.

Mientras la actividad sexual prematrimonial fue mencionada a menudo como una confirmación de la identidad y del estatus social masculino adulto, cuando se trataba de las mujeres se consideraba una enorme falta. Para los jóvenes el deseo sexual es razón legítima para tener relaciones sexuales; en las mujeres, el sexo sólo podía justificarse como una capitulación ante el amor. De hecho, aquellas mujeres que tuvieron relaciones simplemente por deseo sintieron que habían cometido una falta y que merecían algún tipo de castigo (Amuchástegui, 2001).

A partir de los relatos de sus entrevistados, Amuchástegui pudo interpretar que es de la naturaleza del hombre ser un sujeto de deseo sexual, que por instinto desea, siente y busca satisfacción sexual; una condición intrínseca de la masculinidad impulsa al hombre hacia la actividad sexual. La mujer, en contraste, no posee esta "llamada de la naturaleza".

Para los jóvenes, el sexo no es siempre una expresión de erotismo, sino una de las principales formas para representar y afirmar su masculinidad ante otros hombres. En tal sentido, este tipo de experiencia ofrece un ritual para la confirmación de la masculinidad, ya que es a través de la sexualidad como el poder masculino se mide y se expresa, si bien la masculinidad debe ser comprobada constantemente y jamás puede darse por hecho (Amuchástegui, 2001). Rojas y Castrejón (2007) en sus investigaciones llegan a conclusiones muy similares, manifestando que para los varones la iniciación sexual constituye un evento de reafirmación masculina ante el grupo de pares.

Ayús y Tuñón (2007) consideran que la práctica misma y las narraciones que los varones jóvenes emplean para comunicar a sus pares la experiencia, cumplen la función de llenado a un relativo vacío simbólico existente alrededor de la iniciación sexual, proceso al que ambos autores no consideran un "rito de paso" de la pubertad a la adultez, sino más bien un proceso contingente pero relativo y circunstancialmente regulado y normado.

Díaz, en Amuchástegui (2001), sugiere que existe una cercana relación entre masculinidad, penetración y erección. A partir de mis observaciones de campo y de conversaciones informales con varones con diversas prácticas erótica-afectivas, he constatado la presencia de penetraciones simbólicas que están mediadas especialmente por el choteo y el albur (conversación en doble sentido) y que hacen parte de todo un ejercicio de reafirmación masculina.

En este sentido, las ambigüedades discursivas, las formas veladas de tolerancia y los silencios cómplices, han permitido que la construcción histórica de la masculinidad tenga que ver más con el comportamiento que con el cuerpo (Irwin, 1998, Buffington, 1998), y por lo tanto tal construcción no excluía/excluye al homoerotismo. Ser hombre en la sociedad mexicana, como identidad sexogenérica, no es igual en todos los sentidos a ser heterosexual o haberse iniciado sexualmente con una mujer; la realidad para algunos varones es mucho más compleja que la simple distinción en binarismos biológicos.

Amuchástegui (2001) plantea cómo en las historias de sus participantes parece yacer que la transición de los jóvenes del estatus de adolescente al de adulto está plagada de peligros.

    Un hombre que permanece virgen después de alcanzar la madurez fisiológica corre el peligro de quedar atrapado en la transición, en un limbo; que no logre llegar a ser un hombre de acuerdo con la definición del género dominante: es decir un hombre heterosexual. Al parecer los peligros que este ritual exorciza no son sólo el deseo y la práctica homosexual sino también los rasgos afeminados que supuestamente surgirían como consecuencia de la ausencia de la actividad sexual heterosexual. El sexismo y la homofobia se hallan, por tanto, en los cimientos de este ritual de identidad masculina (Amuchástegui, 2001, p. 403).

Habría que agregar el carácter compulsivo hacia la heterosexualidad (Ayús & Tuñón, 2007) con que se ha pretendido encausar, a partir del advenimiento de la modernidad, la sexualidad masculina.

Desde el punto de vista de definir la intensidad y calendario de la iniciación sexual, es notorio el esfuerzo institucional y académico que se ha hecho en los últimos 20 años por conocer la sexualidad de las mexicanas y los mexicanos. Todas las encuestas coinciden en mostrar que las edades entre los 15 y los 19 años constituye el rango en el cual la mayor proporción de varones ha tenido su debut sexual (Juárez & Gayet, 2005, Martínez, 2006, Rojas & Castrejón, 2007). En cuanto a la edad de la primera relación sexual, entre los adolescentes sexualmente activos, la encuesta realizada por Mexfam-1999 señala que fue 15,2 años para los hombres y 15,3 para las mujeres (Juárez & Gayet, 2005). El análisis de la Encuesta Nacional de Salud 2000 -Ensa- , muestra que la edad promedio de la primera relación sexual de los jóvenes entre los 15 y los 19 años sexualmente activos, fue de 15.7 años para los hombres y las mujeres, considerando todos los estados civiles (Juárez & Gayet, 2005).

Al tomarse un rango de edad más amplio que la adolescencia para estimar la edad media a la primera relación sexual, se nota cómo ésta se incrementa alrededor de los 17,5 años para los hombres y de los 18,5 para las mujeres (Juárez & Gayet, 2005). Datos estimados a partir de la encuesta de Salud Reproductiva 1998 -Ensare-, indican que la edad a la primera relación sexual en la población derechohabiente del IMSS, fue de 18,21 años para los hombres y 19,69 para las mujeres (Szasz, 2006). Estimaciones hechas por Echarri y Pérez-Amador a partir de la Encuesta Nacional de Juventud 2000 -Enajuv- sugieren una edad media de 18,6 años para los hombres urbanos y 20,8 para las mujeres urbanas (Szasz, 2006). Martínez (2006), a partir del módulo de varones de la encuesta Ensare 2003, determinó una edad mediana a la primera relación sexual de 18 años.

En otras cuatro encuestas levantadas en la última década (Enaplaf, 1995, Encoplaf, 1996, Enajuv, 2000 & Ensa, 2000) se observó también que la edad promedio en que los hombres declaran haber comenzado sus relaciones sexuales, es menor que la edad que declaran las mujeres, y que la diferencia de edad a la primera relación sexual entre hombres y mujeres es mayor en los estratos medios y altos (Szasz, 2006). Para el año 2000, a partir de la Ensa-2000, se estimó en 18,4 y 17,8 años, en los estratos muy bajos, la edad de inicio de las relaciones sexuales para hombres y mujeres, respectivamente; en los estratos medios y altos fue de 19,7 y 20,8 en las mujeres, y de 18 años para los hombres en ambos estratos (Szasz, 2006).

Los datos de las encuestas parecen contrarrestar la difundida creencia de que la mayor parte de los jóvenes y de las jóvenes de México están iniciando sus actividades sexuales más temprano que las generaciones mayores. Este dato se sustenta en el caso de la Ensare al comparar la edad de inicio de las relaciones sexuales entre los sujetos nacidos entre 1973-1978 y aquellos antes de 1963. Además de un inicio un poco más tardío de las relaciones sexuales, en las generaciones más jóvenes disminuye notablemente la proporción de varones que dice haber iniciado sus relaciones sexuales con una trabajadora del sexo comercial o con una desconocida, y aumenta la proporción de quienes las empezaron con una amiga (Szasz, 2006).

En igual sentido se pronuncia Welti (2005), quien al adelantar una estimación con los datos de la Ensare (2003), no observa una tendencia que indique un inicio cada vez más temprano de las relaciones sexuales; incluso con la información disponible, agrega, podría hablarse de que se percibe un tendencia contraria, es decir, una posposición de la edad a la primera relación sexual entre las mujeres. Los datos de la Ensare (2003) confirman un posible incremento de la edad a la primera relación sexual entre las generaciones más jóvenes.

Si bien existe un conocimiento certero del panorama de la iniciación sexual heterosexual, se desconoce cómo ocurre este evento bajo el marco del homoerotismo, tanto entre varones como entre mujeres, y si la ocurrencia de una relación homoerótica niega una posterior relación sexual con una mujer, o si por el contrario, el inicio sexual heterosexual constituye un retardador para entrar al homoerotismo. El siguiente apartado ofrece una discusión en este sentido.

 

4. Patrones de iniciación sexual entre varones. La entrada al homoerotismo

La iniciación sexual heterosexual en México constituye un campo sobre el cual convergen diferentes discursos, estereotipos de género, normas y representaciones de la sexualidad. Constituye uno de los escenarios centrales que permite la reafirmación de los dispositivos de género referentes a lo femenino y a lo masculino, y a su jerarquización en las prácticas sexuales (Rubin, 1989). Esta jerarquización ordena y organiza los repertorios sexuales y los significados del cuerpo en los encuentros sexuales; el sexo vaginal permanece en la mayor posición y está asociado a la "actividad" del hombre y a la "pasividad" de la mujer (Rubin, 1989, Heilborn, et al., 2006). Tal construcción ordena tanto las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer como aquellas entre personas del mismo sexo. La matriz sexo-género (Rubin, 1989) funciona como un cuadro de lectura, un prisma para comprender los comportamientos sexuales (Heilborn, et al., 2006).

En este orden de ideas, la sexualidad y las prácticas sexuales entre varones tendrán un estatuto inferior y denostado (Bersani, 1999) que coloca la penetración anal y oral por debajo de la vaginal; esta lectura ha sido una constante histórica en la cultura occidental (Boswell, 1992, 1996, Bersani, 1999, Foucault, 1977) expresada en las diferentes visiones y discursos acerca de las prácticas sexuales entre varones y la sexualidad "natural".

De esta forma, cuando un varón tiene su primera experiencia homoerótica no dispone de otro discurso y de otras formas simbólicas más allá de la penetración vaginal y de los roles de "actividad" y "pasividad" que allí se concretan y cristalizan. Sin embargo, esta estructura discursiva en la práctica concreta tropieza con otro tipo de significaciones para los individuos, más allá de una virginidad que no existe como bien a cuidar o de una posible paternidad que no se pone en juego; de ahí que no implique la asunción de nuevos roles o el cambio de posición en el sujeto. Constituye una entrada o simplemente una aproximación a la experiencia homoerótica y al deseo, si es que éste luego logra construirse hacia personas de su mismo sexo.

Los cambios manifestados en actitudes y comportamientos constituyen una construcción posterior, una edificación fina donde confluyen la experiencia individual, la homofobia interna como externalizada y las mismas condiciones de posibilidad para que tal deseo homoerótico pueda concretarse en un práctica sexual o en una relación de pareja posterior con otro varón. Al igual que la iniciación heterosexual, la iniciación sexual entre varones presenta un entramado complejo y por momentos difícil de develar, en tanto la primera experiencia homoerótica refleja las relaciones de poder intra-género asociadas a ciertas maneras legítimas de ser hombre y de ejercer la masculinidad.

En el conjunto de los 250 varones entrevistados, la iniciación sexual homoerótica no puede comprenderse independientemente de las relaciones heteroeróticas que por lo menos un 51% de ellos experimentó(a) en su curso de vida; de acuerdo con estimaciones hechas, este grupo puede subdividirse en dos conjuntos: por un lado, el constituido por aquellos que experimentaron una relación sexual con una mujer de forma posterior a la iniciación homoerótica (35,4%); y un segundo sub-grupo compuesto por 39 entrevistados (15,6%) que vivieron la situación contraria, es decir, donde la iniciación sexual heteroerótica precedió a la primera experiencia homoerótica.

De ahí que la definición clara y concisa de lo que es y representa la primera experiencia homoerótica para los varones entrevistados, constituya un asunto problemático y complejo, que no puede sólo reducirse a la penetración como acto central, como sí ocurre en la concreción de la primera relación heterosexual donde la penetración vaginal es un asunto nodal, por las implicaciones biológicas -embarazo- y simbólicas -pérdida de virginidad- que de ella se derivan4. En el mar de historias masculinas se advierte que los jóvenes identifican la iniciación sexual con tres posibles sucesos: masturbación, rompimiento del prepucio y sexualidad coital, sea hetero u homoerótica (Ayús & Tuñón, 2007). Yo agregaría, a partir de la experiencia de campo, tres sucesos más: los intentos de penetración, el faje y los juegos sexuales entre pares, que implican una exploración del cuerpo de lo(s) otro(s) y donde es posible la realización de algunas de las anteriores prácticas.

De ahí que las primeras experiencias homoeróticas entre varones estén cargadas de diversas construcciones subjetivas de tiempo, espacio, personas y prácticas que en ellas intervienen, y por lo tanto no son fácilmente reducibles a la penetración como acto central.

Partiendo de allí, y con fundamento en la prueba piloto, decidí no encuadrar la primera experiencia sexual con otro varón a la primera penetración oral y/o anal, en tanto resultó más fácil para los entrevistados recordar al primer varón con el cual habían tenido su primera experiencia homoerótica y no el momento preciso en el cual penetraron o fueron penetrados por primera vez5.

Un primer elemento identificado en este proceso fue la edad de la primera experiencia homoerótica. De acuerdo con estimaciones hechas6, la edad mediana en la cual se dio la primera experiencia sexual con otro varón fue los 15,5 años7. Sin embargo, cuando se aprecia la velocidad (ver cuadro N° 1) con la cual el conjunto de entrevistados experimentó la iniciación homoerótica, resalta cómo entre los 16 y los 20 años de edad se presenta una aceleración del evento en los más jóvenes, emergiendo por lo tanto diferencias importantes entre los entrevistados. A la edad de 20 años, la proporción de jóvenes nacidos entre 1981 y 1989 que habían tenido su primera experiencia homoerótica fue del 95,6%, es decir, 20 puntos porcentuales superior con respecto al conjunto de entrevistados nacidos entre 1950-1970, y 10 puntos por encima de la cohorte intermedia, es decir, nacidos entre 1971- 1980.

 

 

De acuerdo con la información suministrada por los participantes, la primera experiencia homoerótica parece ser un asunto bastante doméstico que conecta personas y enlaza redes sociales, familiares y de amistad, en las cuales el sujeto tiene una vinculación anterior y donde se mueve desde tempranas edades, es decir, redes construidas en la escuela, en los grupos de vecinos y entre parientes (48,8% tuvo su primera experiencia con un amigo/vecino y un 14,8% con un pariente o familiar); dos de tres entrevistados manifestó conocer por más de dos meses al otro varón con el cual tendrían su primera experiencia homoerótica. Los datos revelan que el primer evento homoerótico trascurre muy pocas veces entre totales desconocidos, y esto se explica dada la ocurrencia del evento a edades tempranas -niñez y adolescencia, especialmente-. La vivienda familiar del entrevistado o del otro varón aparece como el escenario propicio donde transcurrió esta primera experiencia homoerótica (67% de los casos).

La vivienda en las grandes urbes constituye tal vez el único y más próximo espacio de privacidad en las personas y, por lo tanto, propicio para realizar una práctica sexual denostada y prohibida. La vivienda, y el espacio familiar que contiene, constituye simbólicamente el lugar privilegiado de la sexualidad heterosexual entre sujetos adultos, unidos mediante algún tipo de vínculo formal o de hecho, y de negación de la prácticas sexuales entre solteros, varones y mujeres, y especialmente si éstos son menores de edad.

Tomar la vivienda como escenario para la iniciación sexual entre varones, pareciera acarrear en este grupo de entrevistados un desplazamiento de este orden sexual, que sólo posibilita la sexualidad adulta heterosexual; no obstante, este desplazamiento no constituye un asunto de transgresión o de resistencia al orden establecido. En igual sentido, aquellos varones que se iniciaron sexualmente con un pariente o familiar, y que según su propia narración no constituyó un asunto de violación o abuso de menores, también hicieron un desplazamiento de la prohibición del incesto, dándose una reapropiación de tal discurso en términos de condiciones de posibilidad y oportunidad para una práctica sexual.

Sin embargo, la importancia de las redes sociales expresadas en la triada -familia-colonia/ barrio-escuela- como escenarios para conocer parejas sexuales en el debut sexual, está perdiendo peso relativo entre los entrevistados jóvenes; este desplazamiento de lugares viene siendo asumido gradualmente por el uso de la Internet, que conecta individuos con múltiples propósitos. El 6,5% de los entrevistados nacidos entre 1981- 1989 reportó haber conocido al varón con el cual tuvo su primera experiencia homoerótica a través de Internet, situación que muy seguramente continuará incrementándose.

El uso de la Internet, como forma de construcción de relaciones interpersonales para la iniciación sexual con otro varón, está permitiendo a las generaciones más jóvenes lo que a las personas adultas les consentía la mayoría de edad, es decir, preservar el anonimato y la ampliación de redes sociales y espacios de encuentro; en este sentido, tal tecnología tendría un efecto de compensación hacia los más jóvenes, dada la aceleración del calendario en el cual están teniendo el debut sexual homoerótico. Este gradual cambio del panorama y de la importancia de las redes interpersonales localizables en la trilogía familia-colonia-escuela, pone nuevos retos de investigación que aportan una mejor comprensión de ciertos eventos sexuales en la vida de los individuos, vistos desde una perspectiva relacional y biográfica.

Un asunto importante en la reconstrucción de la primera experiencia sexual, sea ésta hetero u homoerótica, lo constituye la construcción de diferenciales etáreos entre el entrevistado y su pareja cuando se experimentó el evento en cuestión. A partir de las edades de ocurrencia del evento, tanto del entrevistado como de su pareja, se construyeron cinco categorías que reflejan -pero al mismo tiempo matizan- las diferencias, pues no es lo mismo que la pareja le llevara al entrevistado dos o más años siendo ambos mayores de edad, que si tal diferencia se da siendo el entrevistado menor de edad y la pareja mayor de 18 años.

En este sentido, la construcción de las cinco categorías no solo obedeció a un criterio estadístico (1 año de diferencia), sino que reflejan las relaciones de poder intragénero y cómo éstas se ven reflejadas en la forma como se construye el vínculo y con quien se construye, de quién fue la iniciativa para tener esta primera relación y qué tipo de prácticas sexuales mantuvieron en este primer encuentro homoerótico; estas tres situaciones, que describo y analizo a continuación, están profundamente marcadas por las desiguales relaciones de poder que se establecen entre varones en función de la edad, especialmente cuando uno de los dos es infante o adolescente.

De acuerdo con la información contenida en el cuadro N° 2, dos de tres varones entrevistados tuvieron su primera práctica homoerótica con un varón que les llevaba dos o más años de edad; sólo el 7,2% manifestó haber tenido esta primera relación con un varón al cual le llevaba dos o más años, y un restante 28% de los varones entrevistados se inició sexualmente con otro varón de la misma edad o cuyas diferencias fueron menores o iguales a un año. La preeminencia de la iniciación sexual homoerótica con varones mayores, denota varios asuntos problemáticos: Primero, la persistencia y traslape, al campo del homoerotismo, de la visión clásica de que un hombre mayor y experimentado debe ser el iniciador sexual de otro. Y segundo, las diferencias etáreas entre varones se traducen, como se verá más adelante, en la feminización del cuerpo del varón menor de edad y su lectura, por lo tanto, como algo penetrable.

 

 

Una revisión del cuadro N° 2, indica que el tipo de vínculo que unía al entrevistado con el varón con el cual tuvo su primera experiencia homoerótica, cambia en función de las diferencias de edad. Por ejemplo, el recién conocido como primera pareja sexual tuvo su mayor incidencia entre aquellos varones cuyas diferencias de edad fueron iguales o mayores a dos años, siendo ambos mayores de edad (50%), seguida de la categoría donde el entrevistado era dos o más años mayor a su pareja (38,9%); en ambas situaciones fue la mayoría de edad del entrevistado la que definió la situación de anonimato de su compañero.

En la situación donde prima la misma edad entre entrevistado y pareja, prevalece como forma vinculante la relación de amistad, vecino y/o conocido del entrevistado (68,6%); igualmente la amistad como categoría vinculante, en la primera experiencia homoerótica, se presenta en el 58,3% de los casos donde la pareja es dos o más años mayor que el entrevistado, pero siendo ambos menores de edad. Es entendible en ambas situaciones que aproximaciones más igualitarias desde el punto de vista etáreo o establecidas durante la minoría de edad, se den bajo el marco de relaciones sociales horizontales soportadas bajo el marco de la amistad o de relaciones de vecindad. De nuevo, la limitación y circularidad de las redes sociales a tempranas edades termina siendo una oportunidad para la vinculación socio-sexual.

La vinculación con la primera pareja sexual bajo el marco del parentesco o de las relaciones familiares fue, entre categorías, más representativa (27,1%) en aquella situación donde la pareja le lleva al entrevistado dos o más años de edad, siendo ambos menores de 18 años. En la mayor parte de las categorías se puede encontrar entre un 14% y 16% de participación de parientes o familiares como parejas en la primera experiencia homoerótica; sin embargo, llama la atención cómo el pariente/familiar no aparece como forma de vinculación, cuando ambos varones tenían más de 18 años. Parece ser que iniciarse sexualmente con otro varón después de la mayoría de edad, condujera a la negación de que tal experiencia ocurra con alguien perteneciente a la red de parientes y se valoren otras condiciones vinculantes como el recién conocido o los amigos o vecinos. En otras palabras, la mayoría de edad permite una mayor movilidad autónoma más allá del grupo de parientes, movilidad que termina por concretarse en el cumplimiento de la prohibición del incesto. Durante la niñez y la adolescencia, la capacidad de movilización es bastante restringida y circular, y la presencia de parientes es permanente, de ahí que no resulte extraño que alguno de tantos termine vinculado en una experiencia homoerótica.

La iniciación sexual homoerótica bajo el marco de una relación erótico-afectiva o de noviazgo, se dio en un 8% de los entrevistados, especialmente los pertenecientes a las cohortes más jóvenes. Sin embargo, la mayor participación del novio (16,7%) como pareja en la iniciación sexual, se presenta cuando ambos varones eran mayores de 18 años. Como era de esperarse, el tipo de vínculo "otro", representado mayoritariamente por la relación con un "maestro/profesor/jefe", se presenta exclusivamente en las tres situaciones donde la pareja llevaba dos o más años al entrevistado; en este sentido, las diferencias etáreas a favor del maestro-jefe reflejan la doble condición de poder que medió en esta iniciación sexual entre varones: por un lado, el poder generacional -especialmente marcado durante la niñez y la adolescencia-, y por el otro, el poder que genera la institución que termina no sólo por gobernar relaciones sino cuerpos.

Las diferencias etáreas durante la iniciación sexual también generan un marco de acción para la iniciativa durante la iniciación sexual, sin desconocer, claro está, que la construcción del deseo es doblemente vinculante. En este sentido, en todas las situaciones de pareja donde el entrevistado era dos o más años menor que la pareja, la iniciativa, según lo manifestado por los entrevistados, fue mayoritariamente del otro varón (52,7% al 66,7%). En los casos donde el entrevistado tenía la misma edad que su pareja, la mayor parte de la iniciativa fue de la pareja y uno de tres manifestó que había sido mutua. Donde la pareja era dos o más años menor que el entrevistado la iniciativa, como era de esperarse, fue del entrevistado (44,4%), seguida de la iniciativa mutua en la concreción de la primera experiencia homoerótica.

En tal caso, la valoración de una iniciativa, de quien sedujo o provocó la situación que culminó con una práctica homoerótica, está cristalizada con una visión desde el presente que le otorga cargas valorativas particulares; sin embargo, la valoración de la iniciativa revela la importancia de la edad como elemento central en la definición y concreción de la primera experiencia homoerótica. Las diferencias de edad, y el poder que esto devela, definen un campo de posibilidad para el tipo de prácticas sexuales que pueden darse: qué es permitido y lícito en la iniciación sexual entre dos varones, especialmente para el que es el mayor, y qué capacidad de negociación tiene el otro siendo menor en edad o teniendo la misma edad que su pareja.

Quizás el mejor campo para apreciar las relaciones de poder intra-género asociadas con la edad, lo constituya la exploración de las prácticas sexuales ocurridas durante la primera experiencia homoerótica entre varones, en función de las diferencias etáreas entre el entrevistado y su pareja -cuadro No 2-. Tal lectura permite en principio, plantear tres patrones claramente identificables durante la iniciación sexual homoerótica:

    ⟨ Cuando la pareja es dos o más años mayor que el entrevistado y éste es menor de edad, el varón mayor penetró al menor y/o el menor hizo sexo oral al mayor.

    ⟨ Cuando el entrevistado fue el varón mayor y su pareja menor, tiende a suceder la situación contraria, y

    ⟨ En los casos donde tanto el entrevistado como su pareja eran de la misma edad o persistían diferencias de dos o más años en favor de la pareja, pero ambos eran mayores de edad, existe un encuentro sexual que podríamos denominar "democrático" donde son reciprocas las penetraciones, el sexo oral, la masturbación mutua o las caricias, o un faje intenso.

Con la identificación de estos patrones quedan claros tres elementos importantes en la iniciación sexual homoerótica entre varones: el poder que otorgan las diferencias de edad, especialmente durante la niñez y la adolescencia y que se traducen en la feminización del cuerpo del varón menor de edad, y por lo tanto en sujeto del deseo que puede ser penetrable. La siguiente reflexión de Oscar Guasch tal vez ayude a entender este hallazgo:

    (…) el varón adolescente en el contexto cultural mediterráneo -del cual la cultura mexicana es hereditaria en parte- es objeto de culto, de admiración y de deseo8. Todo ello de un modo bastante ambivalente. Se valora en él tanto la masculinidad (la fuerza y la belleza del cuerpo joven), como la indefinición que se deriva de su estado de tránsito hacia lo plenamente viril. Esa indefinición le asocia simbólicamente a lo femenino (Guasch, 1995),

y por lo tanto a lo penetrable. Se encuentra en un estado liminal, como diría Van Gennep (1986), de no estado.

Parrini (2007) ha encontrado una similar matriz del deseo en su estudio en una cárcel de varones en la ciudad de México, en donde los hombres jóvenes "chamacos", usuarios de drogas que se prostituyen por dinero, son valorados como potenciales objetos sexuales.

    Lo que favorece que se prostituyan y que establezcan un trato con otros internos, habitualmente mayores que ellos, es ante todo su juventud. […] Quien se prostituye siempre ocupa una posición "pasiva" en el sexo: debe realizar el sexo oral o es penetrado analmente, y quien paga ocupa la posición "activa" (Parrini, 2007).

De igual manera, la definición de la verdadera masculinidad se cimenta sobre la negación de lo femenino, del homosexual y del niño (List, 2005). Tal vez por eso y en una jerarquía de la masculinidad basada en las diferencias de edad, el niño y el adolescente no son significados como plenamente viriles y por lo tanto son portadores de un deseo que el otro varón lee como algo penetrable.

También emerge como un tercer elemento de esta situación, la capacidad de negociación o de manifestación del deseo de satisfacción mutua, especialmente cuando este primer encuentro homoerótico se da con otro varón de la misma edad; en igual sentido, la iniciación sexual cuando se es mayor de edad, y sin importar cuántos años se le lleve a la pareja, permite una mayor capacidad de negociación de la sexualidad. Todo parece indicar que con la mayoría de edad, la construcción que hacen otros varones de ese cuerpo como femenino y penetrable se transforma, otorgándosele un status diferente, o el que es, es decir, el de un varón plenamente viril que puede penetrar y es portador de un deseo sexual "activo". Sin embargo, esta hipótesis debe validarse con otros trabajos que profundicen en los significados que tiene para los varones la iniciación sexual homoerótica en diferentes momentos de su curso de vida.

Tales situaciones de permanencia y cambio en las prácticas sexuales durante la iniciación entre varones, demuestran la construcción propia y particular del erotismo entre hombres, las concepciones del cuerpo, sus usos y límites, amparados bajo lo que Bozon (2005) ha denominado la interiorización de las normas sobre sexualidad, las cuales definen a su vez campos de posibilidad, negociación y resistencia; sin embargo, la misma construcción normativa, a veces flexible y a veces no tanto, persiste en el individuo durante todo su proceso de edificación como sujeto sexual, y se manifiesta en las posibilidades de interacción con otros con los cuales puede construir relaciones de pareja en su vida.

Un asunto importante de resaltar, es la existencia de una precedencia temporal de la primera experiencia sexual homoerótica con respecto a la primera relación de pareja con otro varón, ya que sólo el 2,4% de los entrevistados experimentó inicialmente relaciones de pareja afectivas con otro(s) varones(s), y posteriormente tuvo su primera experiencia homoerótica. Entre la primera experiencia homoerótica y el primer enamoramiento con otro varón existen, aproximadamente, cuatro años de distancia en promedio. Tal patrón de vinculación en el campo del homoerotismo, parece que ocurre de manera diferente en relaciones sexuales y de pareja heterosexuales, donde primero se dan los primeros noviazgos y en forma concomitante o posterior la primera relación sexual (Heilborn, et al., 2006, Knauth, et al., 2006, Juárez & Gayet, 2005); de igual manera, la iniciación sexual heterosexual puede desembocar en la maternidad y paternidad adolescentes, en la unión o el establecimiento de la corresidencia en pareja y por lo tanto en la configuración de diferentes cursos biográficos. En este orden de ideas, entre la iniciación sexual heterosexual y la homoerótica existen diferencias importantes, no solo en el plano biológico, sino en lo simbólico y cultural.

 

1. Reflexión final

Si bien el discurso de iniciación sexual es eminentemente heterosexual asociado a la penetración vaginal, los varones reproducen durante la primera experiencia homoerótica las representaciones culturales hacia lo femenino y lo masculino, vinculadas con las diferencias etáreas entre ellos y en especial del varón menor de edad como femenino y por lo tanto penetrable. En este sentido, la forma como los varones se relacionan con otros en su debut sexual homoerótico, está permeada por la construcción que de lo femenino se hace desde el discurso masculino y de cómo está conformada y qué campos niega la correcta masculinidad, como relación intra y entre géneros en la sociedad urbana mexicana.

La masculinidad como construcción sociocultural no niega el homoerotismo: le define un lugar, un sitio que no transgreda sus límites. Tales límites están definidos por lugares y posiciones del cuerpo; un varón que sea penetrado analmente por otro, o practique el sexo oral a otro (que también es una penetración), es simbólicamente una mujer, está en el territorio de lo femenino, de lo que no es masculino, de lo abyecto. La iniciación sexual entre varones es un juego-negociación de roles y posiciones en la arena de la masculinidad, una reafirmación de la correcta masculinidad y una negación de la feminidad como campo de inicio de la vida sexual. Quien se feminiza es el otro, el penetrado y el que hace sexo oral, mientras tales prácticas no estén presentes, la identidad masculina no es cuestionada, no hay desestabilización del sujeto masculino.

No obstante, y más allá de la construcción simbólica de lo femenino, las prácticas de iniciación sexual entre varones no dejan de ser lo esperado para los varones en general, es decir, iniciación sexual antes que construcción de la afectividad; curiosidad y deseo como motivaciones hacia la primera relación sexual y pocos sentimientos de culpa como efecto posterior (Amuchástegui, 2001, Szasz, 2006, Rojas & Castrejón, 2007, Ayús & Tuñón, 2007, Navarro-Pertusa, et al., 2006). Parece ser que más allá del objeto del deseo, predomina lo masculino y el guión sexual prescrito para el varón en la cultura sexual mexicana, ya que en la juventud, cuando ocurre la iniciación sexual, el sujeto no dispone de otro discurso que no sea el heterosexual normativo provisto por la matriz sexo-género.

La construcción de un deseo erótico-afectivo hacia otros varones presupone un proceso de aprendizaje posterior, mediado por la inmersión en la subcultura sexual de los varones con prácticas homoeróticas, que se acelera antes de los veinte años y constituye una familiarización con representaciones, valores, normas, roles sexuales y de género, rituales de interacción y prácticas al interior de esta subcultura.

Descifrar esta matriz del deseo en y entre varones, hilvanada entre discursos y prácticas sexuales propias y prohibidas, permitiría avanzar en la comprensión de la homofobia masculina como dispositivo cultural en las sociedades contemporáneas. En igual sentido, será interesante en futuras investigaciones comprender el significado que los varones atribuyen a la prohibición del incesto, a la legitimidad o no del pariente como pareja potencial y especialmente en prácticas homoeróticas. Los hallazgos presentados en este artículo aportan un marco hipotético exploratorio que orienta nuevas investigaciones sobre el complejo campo de la sexualidad y del homoerotismo en las sociedades contemporáneas.

 


Notas:

* Este artículo de reflexión se desprende de la investigación "patrones de iniciación sexual y trayectorias de emparejamiento entre varones en la ciudad de México. Una mirada biográfica-interaccional en el estudio de la sexualidad" con la cual obtuve el título de doctor (2007) en estudios de población de El Colegio de México. Inicio de la investigación septiembre de 2004, finalización de la investigación diciembre de 2007.

1 Al igual que Núñez (2001), entiendo por homoerotismo el erotismo entre personas del "mismo sexo biológico". Esta definición avanza en la inclusión de otras prácticas sexuales más allá de la penetración anal como aspecto central de la eroticidad entre los varones, visión que ha sido predominante en la definición epidemiológica de HSH (hombres que tienen sexo con hombres). La perspectiva homoerótica no asocia directamente prácticas con identidades, ya que reconoce que algunos hombres que se relacionan erótica y afectivamente con otros, no asumen una identidad gay u homosexual, en otras palabras, el homoerotismo refiere a las prácticas sexuales -y sus relatos- y no al discurso de las identidades. En este debate en torno al homoerotismo, reconozco con Fausto-Sterling (2006) el carácter construido de los "sexos" y la existencia de más dos de sexos.

2 Los conceptos de subcultura y minoría social van de la mano; Guasch (2006) argumenta que el colectivo gay conforma una subcultura y una minoría social, porque posee identidad específica y es subalterno respecto al grupo social heterosexual hegemónico. "La subalternidad inherente a la minoría gay se sedimenta a partir del no cumplimiento de algunos de los roles socialmente previstos para el varón. La identidad de la minoría gay se organiza a partir de unas prácticas sexuales diferenciadas que terminan por generar primero un estilo diferente y más adelante una subcultura" (Guasch, 2006, p. 152). Velasco Arroyo (1997) plantea además, que "el término minoría o grupo minoritario hace referencia a elementos cualitativos más que cuantitativos o estadísticos: designa a cualquier grupo de personas que recibe un trato discriminatorio, diferente e injusto respecto de los demás miembros de la sociedad. La minoría se define por su posición de subordinación social y no por su número" (Velasco, 1997, p. 59). No obstante, las categorías de hegemonía y subalternidad, partiendo exclusivamente de la relación hetero/homosexualidad pueden ser parciales, y a veces imprecisas, para comprender las relaciones entre personas del mismo sexo-género en el contexto latinoamericano.

3 El estudio de Ana Amuchástegui (2001) se basó en el análisis de 23 entrevistas con 11 mujeres y 12 hombres procedentes de tres comunidades distintas, una indígena en Oaxaca, una ranchería en Guanajuato y un barrio obrero en la capital del país.

4 Si bien el término "iniciación sexual" nos resulta sinónimo de penetración, no todos los coitos se viven propiamente como iniciación sexual, como por ejemplo los ocurridos en caso de violación.

5 A pesar de haberse optado por esta vía, es significativo cómo el 82% de los entrevistados experimentó su primera penetración anal/oral, insertiva/receptiva, durante su primera experiencia sexual con otro varón.

6 La estimación de la edad mediana fue obtenida a partir del cálculo de tablas de vida general y por cohorte de nacimiento. Los 250 casos, al momento de la entrevista ya habían tenido alguna experiencia homoerótica, por lo que no hay casos truncados.

7 Gayet, et al., (2007) estimaron en 15,4 años la edad mediana de la primera relación sexual coital entre varones en el contexto mexicano. En Brasil, la encuesta levantada sobre sexualidad y reproducción en jóvenes brasileños con perspectiva biográfica, determinó para el subgrupo de varones homo-bisexuales los 15,87 años como la edad mediana en la cual ocurrió la primera experiencia homoerótica (Heilborn & Cabral, 2006).

8 Si bien el contexto de la cita es totalmente mediterráneo, su valor argumentativo puede ayudar a entender lo encontrado en México.

 


 

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    Referencia para citar este artículo: Gallego, G. (2011). Primera Experiencia homoerótica en varones en la ciudad de México. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 2 (9), pp. 913 - 928.