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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.10 no.1 Manizales jan./jun. 2012

 

Primera sección: Teoría y Metateoría

Límites estructurales para el desarrollo de la infancia en contexto de crisis*

 

Limites estruturais para o desenvolvimento da infância em contexto de crise

 

Structural limits to childhood development in a crisis context

 

Ianina Tuñón1, Agustín Salvia2

1 Coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia (Odsa-Uca), Argentina. Doctora en Ciencias Sociales (Uba). Investigadora responsable del Proyecto PICT-FONCyT 2010-2195. Correo electrónico:ianina_tunon@uca.edu.ar

2 Coordinador académico del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Odsa-Uca), Argentina. Doctor en Ciencias Sociales (Colmex). Investigador Uba-Conicet. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina. Correo electrónico: agustin_salvia@uca.edu.ar

Los autores agradecen la colaboración de María Sol González en el procesamiento de los datos.

Artículo recibido en mayo 6 de 2011; artículo aceptado en agosto 1 de 2011 (Eds.)


Resumen:

En el presente artículo analizamos la evolución 2007-2010 de un conjunto de indicadores de desarrollo humano de la niñez y de la adolescencia, fundamentales para el sostenimiento de la vida y para el desarrollo del máximo potencial del niño: riesgo alimentario, déficit educativo y trabajo infantil. El período de análisis nos aproxima a reconocer cuáles son los aspectos del desarrollo humano de la infancia más sensibles a los procesos de crisis macroeconómica, como la experimentada en Argentina entre 2007 y 2009, y cuáles son los aspectos que parecen estar menos determinados por los ciclos económicos y más vinculados a condiciones de tipo estructurales.

Palabras clave: crisis socioeconómica, infancia, riesgo alimentario, déficit educativo, trabajo infantil, desigualdades sociales, grandes aglomerados urbanos, Argentina.


Resumo:

Neste artigo analisamos a evolução 2007-2010 de um conjunto de indicadores do desenvolvimento humano da infância e da adolescência, fundamentais para o sustento da vida e para o desenvolvimento do máximo potencial da criança como: risco alimentar, déficit educativo e trabalho infantil. O período da análise nos permite reconhecer quais são os aspectos do desenvolvimento humano da infância mais sensíveis aos processos da crise macroeconômica, como a experimentada na Argentina entre 2007 e 2009, e quais são os aspectos que parecem estar menos determinados pelos ciclos econômicos e mais vinculados a condições do tipo estruturais.

Palavras chave: crise socioeconômica, infância, risco alimentar, déficit educativo, trabalho infantil, desigualdades sociais, grande aglomerado urbano, Argentina.


Abstract:

The present article analyzes the evolution, between 2007 and 2011, of a number of human development indicators of childhood and adolescence, which are fundamental for the child’s life maintenance and the development of his/her potential to its maximum: alimentary risk, educational deficit and child labour. The period of time under analysis helps us find which aspects of childhood’s human development are more sensitive to the effects of macroeconomic crises such as the one experienced in Argentina between 2007 and 2009, and which are least determined by economic cycles, but more linked to structural conditions.

Key words: socioeconomic crisis, childhood, alimentary risk, educational deficit, child labour, social inequalities, large urban areas, Argentina.


 

1. Introducción

En los últimos años la economía argentina ha experimentado progresos macro-económicos muy importantes que se reflejan en tasas de crecimiento del Producto Bruto Interno promedio cercanas al 8% anual. Tras la crisis del modelo de convertibilidad, y recorridos los primeros años de recuperación socioeconómica, en 2007 se comienzan a advertir los primeros signos de retracción de la economía como efecto de un aumento generalizado de precios y un estancamiento en el crecimiento del empleo. A estos primeros síntomas se sumó la crisis internacional del segundo semestre de 2008, que si bien en Argentina tuvo un efecto menor que en otros lugares del mundo, propició la retracción de la economía interna, y produjo un aumento de la pobreza, entre otros efectos no deseados. Durante el 2010 la economía argentina mostró una importante capacidad de recuperación, aun cuando persistieron altos niveles de inflación que afectaron a los sectores sociales más desfavorecidos, entre quienes se concentra la mayor parte de la infancia.

En este marco, nos preguntamos: ¿en qué medida los procesos de desaceleración y contracción de la economía ejercen su impronta en indicadores de desarrollo humano y social de la niñez y de la adolescencia? En particular, cuál fue el impacto de estos procesos en aspectos claves del desarrollo humano y social de la niñez y de la adolescencia, tales como la seguridad alimentaria, la escolarización y la protección a la explotación económica. Más específicamente, cabe preguntarse por las desigualdades sociales: ¿el impacto de la crisis socioeconómica se registra en igual magnitud en todas las infancias según el estrato social de origen, la región urbana de residencia, el ciclo vital, el sexo, la recepción o no de asistencia económica no contributiva?

A partir de estas preguntas y en el marco de la coyuntura 2007-2010, buscamos reconocer la magnitud y evolución de los tres indicadores de referencia a nivel de los niños, niñas y adolescentes que residen en las grandes ciudades de la Argentina y que, conjeturamos, pudieron verse afectados por la situación de la crisis 2007-2009. En efecto, se estima que la caída o estancamiento en la creación de empleo y depreciación de los ingresos familiares como efecto de los procesos inflacionarios, tuvo su impacto en la seguridad alimentaria de los hogares, y pudo producir situaciones de déficit educativo por abandono escolar o repitencia, así como un incremento del trabajo infantil ante la necesidad de los hogares de sumar miembros a las estrategias de supervivencia de sus familias.

Hemos realizado la construcción de los datos a partir de los microdatos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (Edsa) del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (Odsa), que realiza una medición anual representativa de la niñez y de la adolescencia en las grandes ciudades del país1.

2. Antecedentes

En general, la pobreza en la niñez y en la adolescencia ha sido poco estudiada desde la perspectiva de las necesidades de este grupo poblacional, y suele ser abordada desde el enfoque monetario. En tal sentido, partimos de reconocer la necesidad de desarrollar estudios que avancen sobre la medición de la calidad de vida de la infancia, desde una perspectiva más amplia que la centrada en el análisis de los ingresos de los hogares y el acceso a una canasta básica de bienes y servicios. Adherimos al enfoque de las capacidades y realizaciones desarrollado por Sen (1980, 1987, 1992, 2000) como forma de conceptualizar los problemas de la pobreza, el desarrollo y la desigualdad.

En efecto, consideramos que la perspectiva del "desarrollo humano", en tanto capacidades, realizaciones y funcionamientos socialmente valiosos, permite abordar la calidad de vida de la infancia y el acceso al progreso social de un modo integral, amplio y conectado con los principios de los derechos humanos, sociales, políticos y culturales2.

Desde esta perspectiva, el desafío es establecer cuáles son los umbrales mínimos que deben ser garantizados. Con este objetivo hemos avanzado sobre la evaluación del déficit de desarrollo humano en la niñez y en la adolescencia argentina de los grandes aglomerados urbanos, a partir de indicadores de acceso a satisfactores a los que obligan los marcos normativos vinculados a los derechos humanos, y en particular a los derechos de los niños y niñas. El consenso internacional es amplio en la valoración de un conjunto de derechos catalogados como fundamentales para preservar y desarrollar la vida humana. Aún mayores son los acuerdos en torno a la protección del desarrollo integral del niño o niña, que se expresan en la Convención sobre los Derechos del Niño (ONU, 1989), en la Cumbre Social de Copenhague (ONU, 1995), y en los Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ONU, 2000).

En los últimos años, el Estado argentino ha mostrado particular vocación en la construcción de una ciudadanía plena para la niñez y la adolescencia. En dicha impronta se destacan la sanción de la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Ley 26.061); la Ley de Educación Nacional (Ley 26.206); el Plan Nacional de Acción por los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes basado en los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley 26.061; y el Plan Nacional de Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil. También se estableció una nueva institucionalidad: la Secretaria Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, y el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia; y un sistema de asignación universal por hijo o hija para la protección social (Decreto 1602/2009).

Justamente en el último trimestre de 2009, se destaca la implementación de un nuevo sistema de transferencia de ingresos denominado Asignación Universal por Hijo (AUH) para la protección social (Decreto 1602/2009), que tuvo por objetivo proveer de una cobertura de seguridad social a los hijos e hijas menores de 18 años de los trabajadores y trabajadoras informales o desocupados que no se encontraban cubiertos bajo el régimen de asignaciones familiares contributivas o no contributivas previstas por la Ley 24.714. Probablemente, esta AUH haya contribuido a mejorar la situación socioeconómica general de los hogares con niños y niñas en situación de extrema pobreza3.

En el marco de la institucionalidad y de la protección creado, y de la política de transferencia no contributiva generada, cabe preguntarse en qué medida la crisis socioeconómica tuvo impacto en las condiciones de vida de la infancia, o si por el contrario las condiciones creadas permitieron sostener los niveles de incidencia del déficit preexistentes. Asimismo, nos preguntamos en qué medida la situación de crisis socioeconómica impactó en todas las infancias por igual, cuáles fueron las infancias más afectadas y qué tanto la asistencia del Estado4 fue suficiente para evitar un empeoramiento de dichas condiciones, en el contexto de otros factores explicativos estructurales de tipo sociodemográficos y socioeconómicos.

Existe consenso respecto de cómo la contracción de la actividad económica ejerce su impronta sobre las condiciones de vida de las poblaciones; sin embargo, parece relevante señalar que una de las poblaciones más afectadas suele ser la niñez y la adolescencia. La pobreza en la infancia produce daños que son irreparables y determinantes en el potencial de desarrollo humano de las personas. Es amplia la evidencia en torno a la importancia que tienen las condiciones materiales, sociales y emocionales en los primeros años de vida para el desarrollo físico, motriz y cognitivo de los niños y niñas (Brooks-Gunn & Duncan, 1997; Schaffer, 2000; Mustard, 2009).

Asimismo, se reconoce que la permanencia en situación de pobreza aumenta la probabilidad de reproducción de dichas condiciones de vida en la adultez, y su probable trasmisión a las generaciones siguientes. Aquí reside una de las principales razones por las cuales es importante abordar la problemática del desarrollo humano y social desde una perspectiva integral de la calidad de vida de la niñez y sus derechos; ante lo cual parece esencial proveer a la infancia de seguridad alimentaria, servicios públicos básicos (como agua potable y condiciones adecuadas de saneamiento), un hábitat de vida digno, salud, educación, y protección contra las peores formas de explotación (Gordon et. al, 2003; Minujin, Delamónica, Davidziuk, 2006; Mendoza, 2009).

En un contexto de desaceleración y contracción de la actividad económica como el que aconteció a nivel local e internacional entre 2007 y 20095, probablemente se produjo una reducción de los ingresos de los hogares, ya sea por un incremento del desempleo6 o por la disminución de otras fuentes de ingresos de los mismos. En el caso Argentino, se debe considerar de modo adicional el fenómeno de la inflación,7 que probablemente ha tenido su impacto en la capacidad de consumo de los hogares y en la capacidad de los mismos para satisfacer necesidades básicas. En este contexto, es esperable que las estrategias de sobrevivencia de los hogares afecten aspectos fundamentales del desarrollo de la niñez, como el acceso a la alimentación y a la escolarización, y se produzcan situaciones de explotación económica tales como el trabajo en la niñez y en la adolescencia. En efecto, no son pocos los estudios que advierten sobre la mayor vulnerabilidad de la niñez y y de la adolescencia a los ciclos económicos. Algunos estudios han mostrado que tendencias negativas en el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita se correlacionan con aumento de la tasa de mortalidad infantil, crecimiento de la tasa de abandono escolar y propensión al trabajo infantil (Buvinic, 2009; Mendoza, 2009; Unicef, 2009; Unicef-Coneval, 2010); y otros estudios en contexto de crisis no han encontrado variaciones significativas en la escolarización y el trabajo infantil (Cameron, 2000).

Atentos al impacto que tiene la pobreza en el desarrollo humano y social de la infancia, a la mayor prevalencia de niños y niñas en situación de pobreza8, y a los efectos inmediatos que tiene la crisis socioeconómica sobre las poblaciones más pobres, es que consideramos relevante realizar una aproximación a los cambios ocurridos entre 2007 y 2010, y los alcances de la recuperación 2009-2010, en tres aspectos esenciales del desarrollo humano de la infancia, como son: el riesgo alimentario, el déficit educativo y el trabajo infantil en niños, niñas y adolescentes.

    (a) Se entiende por "riesgo alimentario" la situación que afecta a los/as niños y niñas de edades entre 0 y 17 años, que viven en hogares en donde se han disminuido las porciones de alimento de sus miembros y en varias ocasiones se ha experimentado hambre por razones económicas durante los últimos 12 meses.

    (b) El "déficit educativo" es definido como la propensión de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años a no asistir a centros educativos, o la de encontrarse en un grado al menos un año inferior al correspondiente a su edad; y

    (c) El "trabajo infantil" considera a la población de edades entre 5 y 17 años que realiza actividades económicas, que ayuda en un trabajo a un familiar o conocido, o que hace alguna actividad por su cuenta para ganar dinero desempeñándose como empleado o empleada, o como aprendiz.

Analizamos los diferentes indicadores considerados en su nivel de incidencia promedio a nivel de las grandes ciudades de la Argentina, y fundamentalmente en términos de desigualdad entre grupos de edad, sexo, región urbana9, estrato social de origen10 y percepción de asistencia no contributiva11. Los análisis que realizamos a continuación se basan en asociaciones bivariadas que permiten una primera aproximación al problema, pero que encuentran límites en la interpretación en tanto no es factible el control en forma simultánea del efecto específico de cada una de las variables involucradas, y en especial del período (año) como aproximación al contexto socioeconómico. Atentos a esta limitación es que proponemos la utilización de modelos de regresión logística, como técnica de estandarización que nos permite analizar con mayor claridad la asociación entre los ciclos económicos y otros factores sociodemográficos y socioeconómicos estructurales con la propensión al riesgo alimentario, al déficit educativo y al trabajo infantil.

3. Principales resultados (a) Propensión al riesgo alimentario

El monitoreo de la evolución de indicadores como el riesgo alimentario, adquiere particular relevancia cuando se considera que los Estados se han comprometido a "reducir a la mitad la proporción de personas que sufren hambre entre 1990 y 2015" (Objetivos de Desarrollo para el Milenio, ONU, 2000).

El riesgo alimentario, tal como lo mencionamos, es una medida de tipo perceptual a través de la cual se logra una aproximación a estimar la proporción de niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de vulnerabilidad en la satisfacción de sus necesidades de alimentación, por problemas socioeconómicos. Cabe señalar que este indicador, basado en percepciones, guarda una fuerte correlación con medidas tradicionales de pobreza socioeconómica12 (Fao, 2000; Tuñón, 2010).

Tanto es así, que la evolución de la incidencia del riesgo alimentario -entre 2007 y 2010- en la población de edades entre 0 y 17 años entre el 2007 y 2010, permite reconocer los procesos de retracciones y crisis de la macroeconomía. Hacia finales del 2007 se comienza a advertir los primeros signos de contracción de la economía argentina, como efecto del proceso inflacionario local, al que se suma la crisis internacional del segundo semestre de 2008. En este contexto, la incidencia del riesgo alimentario en la niñez y en la adolescencia de edades entre 0 y 17 años, experimentó un incremento de 7,9 puntos porcentuales, entre 2007 y 2009. Tras el proceso de recuperación post-crisis internacional, y tras un año de aplicación de la AUH, la incidencia del riesgo alimentario descendió 4,9 puntos porcentuales (variación interanual 2009-2010 estadísticamente no significativa) (ver tabla 1).

Las infancias más afectadas por el incremento del riesgo alimentario, tal como se puede advertir en la tabla 1, fueron los niños y niñas más pequeños de edades entre 0 y 4 años, las niñas en mayor medida que sus pares varones, las poblaciones infantiles del Área Metropolitana del Gran Buenos Aires en mayor medida que las del interior urbano, y los niños y niñas del 50% más bajo en la estructura social. El proceso de recuperación y las políticas de transferencia de ingresos implementadas en dicho período no lograron, a nivel agregado, incidir en una recuperación de la economía de los hogares que permitiera alcanzar el nivel de incidencia del riesgo alimentario previo a la crisis, salvo en el caso de las infancias más favorecidas en términos socioeconómicos (50% de la población infantil de estratos medio y medio alto).

Cuando se analiza la propensión al riesgo alimentario, considerando el efecto de todos los factores estimados en el marco de un modelo de regresión logística como el que se presenta en el modelo 113, se advierte cómo el año 2009 fue significativo en el incremento del riesgo, siendo la probabilidad de experimentar riesgo alimentario 43% superior a la del año 2007; y aún en el contexto de la recuperación económica del 2010, la probabilidad era 15% superior a la de inicios del período bajo análisis.

Otro factor de tipo estructural que identificamos y que era esperable que determinara la propensión al riesgo alimentario, es la situación de pobreza socioeconómica; los niños y niñas en el 50% más bajo de la estratificación social registran casi 5 veces más "chance" de experimentar riesgo alimentario que los niños y niñas en el 50% superior (ver Exp. (B) y Sig, en Modelo 114 ). En relación con este factor, también se advierte que los niños y niñas que reciben asistencia no contributiva a través de planes sociales, o la AUH, tienen el doble de probabilidad de experimentar riesgo alimentario que quienes no reciben este tipo de asistencia económica. Lo cual, por un lado, es indicativo de la correcta focalización de este tipo de políticas compensatorias, y por otro lado, de los límites de los mismos, antes factores de tipo estructurales.

Si bien en el análisis bivariado advertimos que el incremento del riesgo alimentario entre 2008 y 2009 había sido mayor en el Área Metropolitana del Gran Buenos Aires, el análisis multivariado señala que en presencia de todos los factores considerados, la propensión al riesgo es mayor en la infancia del interior urbano (22% superior).

Este indicador tan sensible a los cambios macroeconómicos, y tan esencial en términos de los derechos actuales de la niñez y de la adolescencia en el sostenimiento de la vida y en el desarrollo potencial futuro, obliga a reflexionar sobre la necesidad de construir políticas anticíclicas que preserven la satisfacción de estos derechos elementales de eventuales crisis socioeconómicas.

(b) Propensión al déficit educativo

En la Argentina, la educación es obligatoria a partir de los 5 años y hasta los 17 años, es decir, desde el nivel preescolar hasta la educación secundaria o media completa. Si bien en el nivel preescolar y en la educación primaria básica los niveles de inclusión educativa son casi plenos en las grandes ciudades, no toda la infancia transita por dicho ciclo educativo con la edad que corresponde a cada año del nivel. Esta tendencia se profundiza en la educación media, donde la problemática del rezago escolar y la no asistencia es mayor. En tal sentido, aquí el déficit educativo da cuenta de esta doble situación de vulnerabilidad del derecho a la educación: la no asistencia y el rezago escolar15.

A nivel agregado, en la niñez y en la adolescencia de edades entre 5 y 17 años, se registra un déficit educativo cercano al 17,5% promedio, sin variaciones significativas en el período 2007-2010. En particular, la asistencia al nivel preescolar (sala de 5 años) y en general a la educación primaria, es casi total en las grandes ciudades de la Argentina. Sin embargo, una proporción de los niños y niñas transita el nivel primario con mayor edad que la correspondiente al año en curso, ya sea porque repitieron algún año o porque ingresaron más tarde al nivel. Lo cierto es que aproximadamente el 7% -en promedio- de la niñez entre 5 y 12 años, se encuentra en dicha situación con variaciones no significativas en términos estadísticos, entre 2007 y 2009 (ver tabla 2).

En el nivel medio (educación secundaria), ciclo educativo obligatorio en la Argentina desde la sanción de la Ley de Educación Nacional (Ley 26.206) en el año 2005, es donde se presenta el mayor déficit en los trayectos educativos. En efecto, en los primeros años del nivel (1°y 2° año) la situación de déficit tiene una incidencia en promedio de un 18%. Las variaciones entre 2007 y 2009 han sido de apenas 1,2 puntos porcentuales, y siguen una tendencia en descenso en la etapa de recuperación 2009-2010, aunque en variaciones porcentuales interanuales no significativas (ver tabla 2).

En el caso de los adolescentes en edad de estar cursando los últimos años del nivel secundario (3°, 4° y 5° año) el déficit ha llegado al 40%16, se ha sostenido en esos niveles entre 2007 y 2009, y experimenta un descenso de 2,6 puntos porcentuales entre 2009 y 2010 no significativo (ver tabla 2).

La probabilidad de experimentar déficit educativo es mayor entre los niños, niñas y adolescentes en situación de pobreza (50% inferior) que entre los pertenecientes a sectores medio y medio alto (50% superior). Las variaciones porcentuales registradas en tiempos de crisis y tras la misma en la recuperación, no son estadísticamente significativas, lo cual permite reconocer estabilidad en las situaciones de rezago escolar. Situación que también se advierte entre quienes reciben asistencia no contributiva, respecto de quienes no la reciben.

Las desigualdades según el sexo son relevantes; los niños y adolescentes varones registran mayor propensión al rezago educativo que las mujeres, y dicha desigualdad se observa con relativa independencia de los cambios socioeconómicos del período bajo análisis.

A través del modelo de regresión17 podemos corroborar algunos de los análisis hasta aquí realizados. Por un lado, se advierte con claridad que los vaivenes de los ciclos económicos, al menos de corto plazo como los experimentados en la Argentina, no modifican la situación de déficit educativo de la niñez y de la adolescencia urbana. Son otros los factores sociodemográficos como la edad y el sexo, así como otros factores estructurales tales como el estrato socioeconómico de los hogares, que guarda estrecha correlación con la percepción de asistencia no contributiva. En efecto, se advierte cómo los sujetos adolescentes en la escuela media tienen casi 5 veces más "chance" de experimentar déficit educativo que sus pares en el nivel de la educación primaria (ver Exp. (B) y Sig, en Modelo 2); y las estudiantes mujeres tienen casi 30% menos de probabilidad de encontrarse en situación de rezago educativo que sus pares varones. La situación socioeconómica de origen es determinante del éxito en el trayecto educativo; tanto es así que los niños, niñas y adolescentes en el estrato bajo o muy bajo (50% inferior) registran 2,4 veces más "chance" de encontrarse en situación de déficit educativo que los pares en el estrato medio y medio alto (50% superior).

La situación de percepción de asistencia no contributiva incrementa en 21% la probabilidad de déficit educativo respecto de quienes no reciben dicha asistencia (ver modelo 2). Por último, observamos que los niños, niñas y adolescentes del interior urbano registran 11% más de probabilidad de demorarse en el trayecto educativo, que los pares residentes en el Área Metropolitana del Gran Buenos Aires.

La propensión al déficit educativo se ha mantenido estable entre 2007 y 2010; las variaciones interanuales no son estadísticamente significativas, lo que permite concluir que la escolarización y los trayectos educativos se encuentran fuertemente asociados a factores sociodemográficos tales como el grupo de edad, el sexo y el estrato social de origen, y se presentan menos sensibles al cambio en el marco de eventuales crisis socio-económicas.

(c) Déficit en protecciones especiales: propensión al trabajo infantil

En este apartado avanzamos sobre el reconocimiento del nivel de incidencia y evolución de actividades económicas que realizan la niñez y la adolescencia. Actividades que exponen a la niñez a múltiples situaciones de vulnerabilidad social, que comprometen la calidad de vida actual y las oportunidades de desarrollo futuras. En efecto, el trabajo en la niñez y en la adolescencia suele tener consecuencias nocivas en la salud física y psicológica, en la integridad moral y en las oportunidades de acceso a la educación, a la recreación y al juego. El trabajo a temprana edad expone al niño o niña y a la adolescencia a la vulnerabilidad de otros derechos esenciales al desarrollo humano y social, y a una vida adulta en la que probablemente se enfrenten a desventajas en términos de sus capacidades físicas, psicológicas, sociales y de formación. En este sentido, el trabajo infantil reproduce condiciones de desigualdad social y pobreza intergeneracional (OIT, 2007; Cepal-Unicef, 2009).

El fenómeno del trabajo infantil es complejo y son múltiples los factores asociados al mismo, de orden familiar, cultural, social, entre otros. En el marco de este artículo, el trabajo en la niñez y en la adolescencia adquiere diferentes niveles de incidencia y características según el estrato social de origen, el ciclo vital, y el sexo. La dinámica de su evolución en el tiempo también guarda correlación con estos aspectos, y seguramente con el contexto macroeconómico y laboral de los últimos años. En tal sentido, adquiere importancia evaluar en qué medida la desaceleración de la economía, el incremento del desempleo a nivel de la población adulta, o el período de recuperación registrado tras la crisis, tuvieron como correlato una disminución o incremento de la propensión al trabajo en actividades económicas en los niños, niñas y adolescentes.

La propensión al trabajo en actividades económicas -ayudar en un trabajo para ganar un dinero o tener un trabajo como empleado o aprendiz- en la niñez de edades entre 5 y 17 años, sigue una tendencia estable entre los años 2007 y 2010, con variaciones no significativas (ver tabla 3). En el período considerado, aproximadamente 1 de cada 10 niños, niñas y adolescentes urbanos realizaba un trabajo en actividades económicas18. Si bien es fácil advertir diferencias entre grupos de edad, sexo, región y estratificación social, las mismas no han experimentado variaciones estadísticamente significativas en el tiempo de referencia.

En efecto, los adolescentes y las adolescentes de edades entre 14 y 17 años registran mayor propensión al trabajo en actividades económicas que los niños y niñas de edades entre 5 y 13 años. Asimismo, los varones registran mayor probabilidad de realizar estas actividades económicas que sus pares mujeres; mientras que las diferencias sociales, regionales y de asistencia no contributiva registran diferencias menores y regresivas para los chicos y chicas del interior urbano, en los estratos más bajos (50% inferior) y que reciben asistencia no contributiva (ver tabla 3).

El modelo de regresión permite reconocer una probabilidad mayor al trabajo en actividades económicas en los años sucesivos al 2007 (una probabilidad estimada mayor en 27% en 2008, 19,9% en 2009, y 44% en 2010, respecto de 2007) (ver modelo 3)19.

Cabe reconocer como factores determinantes más significativos el grupo de edad, el sexo y la región urbana de residencia. En efecto, los adolescentes de edades entre 14 y 17 años registran casi 5,5 veces más "chance" de realizar actividades económicas que los niños y niñas de edades entre 5 y 13 años (ver Exp. (B) y Sig, en Modelo 3). Las mujeres registran 40% menos de probabilidad de realizar actividades económicas que sus pares varones, y los sujetos residentes en el interior urbano tienen 60% más de probabilidad de realizar dicha actividad económica que quienes residen en el Área Metropolitana del Gran Buenos Aires.

No se puede dejar de reconocer la incidencia del estrato social de pertenencia que ubica a la niñez y a la adolescencia del 50% inferior (estrato social muy bajo y bajo) con un 30% más de probabilidad de trabajar en actividades económicas que sus pares del 50% superior (estrato social medio y medio alto), mientras que la percepción de asignaciones económicas no parece ser un factor significativo en la propensión al trabajo infantil en presencia del resto de los factores considerados.

Lo observado para el caso argentino permite reconocer la tendencia a una mayor propensión al trabajo en actividades económicas en el contexto de la recuperación económica 2009- 2010. Lo cual parece plausible en el marco de mayores oportunidades de empleo. Esta tendencia parece abonar la conjetura en torno a que la desaceleración crecimiento económico (2008-2009) no genera una mayor propensión al trabajo infantil, así como las mayores oportunidades de empleo para los sujetos adultos (2009-2010) no genera necesariamente condiciones favorables para la erradicación del trabajo infantil. Asimismo, las transferencias de ingresos no parecen ser políticas que incidan en esta propensión en la que intervienen claramente factores sociodemográficos como el sexo y la edad, el estrato social y la región urbana de residencia a través de las cuales probablemente intervienen factores socio-culturales no visibles. Esta aproximación a los factores asociados al trabajo infantil permite reconocer la necesidad de construir políticas públicas integrales que logren mejorar la calidad de vida de las familias en su conjunto, y que consideren los múltiples factores asociados a este problema social que exceden lo estrictamente económico.

4. Conclusión

La evolución y los niveles de incidencia de los indicadores considerados permiten reconocer que en contextos de crisis socioeconómica, la infancia se ve vulnerada en aspectos esenciales al sostenimiento de la vida, como es el acceso a la alimentación. En efecto, el indicador de riesgo alimentario analizado en este trabajo, y que afecta a los sectores sociales estructuralmente más vulnerables, mostró ser permeable a los vaivenes de la macroeconomía, y reveló experimentar una tendencia regresiva. En efecto, el riesgo alimentario en la infancia, tal como hemos observado, se incrementó de modo significativo entre 2007 y 2009 en el marco del proceso inflacionario local y la crisis internacional. La sensibilidad de este indicador lleva justamente a que entre 2009 y 2010, en el marco de una clara recuperación de la economía argentina, revierta su tendencia aunque en menor medida de lo esperado. Tanto es así que no logra alcanzar los niveles de incidencia previos a la crisis y continúa siendo el contexto socioeconómico un factor determinante del mismo en 2010.

Tal como hemos señalado y analizado, el Estado argentino creó un sistema de asignación universal por hijo para la protección social (Decreto 1602/2009) que implicó una transferencia de ingresos muy relevante, focalizada en la infancia. Evidentemente, los efectos de la alta inflación sobre este tipo de transferencias impiden que las mismas se constituyan en un seguro efectivo contra la inseguridad alimentaria. En tal sentido, el riesgo alimentario es un indicador revelador de la vulnerabilidad de la niñez a los ciclos económicos, y de la necesidad de construir políticas fiscales anticíclicas que preserven especialmente a estas poblaciones.

Es decir, la crisis en Argentina incidió de modo significativo en las oportunidades de acceso a la alimentación en la población infantil, aún cuando se ejecutaron políticas de transferencia de ingresos compensatorias. Probablemente los sistemas de asistencia económica han sido fundamentales para la economía de los hogares con niños y niñas en tiempos de caída del empleo y aumento de precios; sin embargo, fueron insuficientes para alcanzar el éxito esperado en el campo del acceso al derecho básico a la alimentación.

Disminuir la propensión al déficit educativo en la niñez, y especialmente en la adolescencia, es un desafío prioritario para el Estado en la Argentina. Dicho déficit no ha experimentado cambios significativos en el período de referencia (2007-2010). Esta situación de déficit educativo presenta significativas desigualdades sociales, por sexo y por grupo de edad. Es claro que los adolescentes y las adolescentes tienen más probabilidad de experimentar déficit educativo -los varones más que las mujeres-, y los grupos más vulnerables en términos de la estratificación social. Sin embargo, el contexto macroeconómico no parece -al menos en la coyuntura analizada- ser un factor que incida de modo relevante en este indicador de déficit, así como las transferencias monetarias tampoco parecen producir cambios en el corto plazo, y en el marco de contextos inflacionarios y de desaceleración de la economía. La desigualdad social en las oportunidades de inclusión educativa y éxito en los trayectos educativos parece estar más asociada a condiciones estructurales que a las políticas de transferencias de ingresos y contexto de la crisis socioeconómica.

La propensión al trabajo en actividades económicas en niños, niñas y adolescentes se ha mantenido estable entre los años 2007 y 2010; sin embargo, en presencia de otros factores sociodemográficos y sociales estructurales, las variaciones interanuales poco significativas marcan una mayor probabilidad de actividad económica en la infancia en un contexto de recuperación de la actividad económica (2009-2010) que en un contexto de crisis; lo cual permite conjeturar que el trabajo infantil difícilmente logre disminuir en contextos de reactivación de la economía, aunque no necesariamente se incrementará en contextos de crisis. Los atributos sociodemográficos como el sexo, la edad y la región urbana de residencia, y en menor medida el estrato social, parecen incidir de modo estructural en la propensión al trabajo en actividades económicas. Estas condiciones estructurales de desigualdad social parecen imponerse sobre las políticas de transferencias de ingresos y sobre los contextos de crisis macroeconómica, cuando se trata de evitar el trabajo infantil.

Las estructuras de oportunidades de formación y de protecciones especiales frente al trabajo en actividades económicas, parecen menos permeables a los progresos o retrocesos en el campo de la macroeconomía y más condicionadas por factores sociodemográficos y sociales de tipo estructural. Probablemente los cambios en estos procesos requieran no sólo de progresos macroeconómicos sino también de un cambio más estructural e integral de las estructuras de oportunidades. La infancia en la Argentina parece demandar transformaciones más integrales que consideren, por ejemplo, el desarrollo de espacios socio-residenciales que incluyan servicios de calidad e infraestructura adecuada en el campo del cuidado infantil, de la formación escolar, del deporte, de la recreación y de la cultura, así como en el campo de la atención de la salud, del desarrollo del comercio y de los servicios de transporte; cambios estructurales que consideren el desarrollo de espacios residenciales que promuevan la calidad de vida de la gente y la integración social. En resumen, se requiere avanzar en el desarrollo de políticas públicas orientadas a evitar la creciente consolidación de la segmentación y de la fragmentación social.


Notas

* Este artículo corto se ha desarrollado en el marco de los proyectos de investigación "Barómetro de la Deuda Social de la Infancia", desarrollado por el Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina (Odsa) de la Universidad Católica Argentina (Uca), y que cuenta con el apoyo financiero de las Fundaciones Arcor, Telefónica y Minetti. Dicho estudio se inicio en abril del 2006 y continúa hasta la actualidad (ver antecedentes en: http://www.uca.edu.ar/observatorio); y el proyecto de investigación: "Condiciones de vida y capacidades de desarrollo humano de la niñez y adolescencia en diferentes contextos macro-económicos, tipos de familia y dimensiones de derechos. Argentina 2006-2012", PICT 2010-2195 Bicentenario, Resolución ANPCyT N° 98/11, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, FONCyT.

1 La Encuesta de la Deuda Social Argentina (Edsa) es una encuesta de hogares, multipropósito, que desde el 2004 releva datos de hogares y personas en grandes centros urbanos de la Argentina. A partir del 2007, dicha encuesta incorpora un módulo específico que busca medir el grado de cumplimiento de los derechos de los niños y niñas y el desarrollo humano de las infancias. Dicho módulo es realizado al adulto padre, madre, tutora o tutor del niño o niña de 0 a 17 años de edad residente en el hogar. El presente informe se apoya en los datos generados a partir de una muestra de 2130 hogares (355 puntos muestra), relevada año tras año de manera sistemática entre los años 2007 y 2010, representativa de las grandes ciudades de la Argentina (Conglomerados urbanos con más de doscientos mil habitantes: Área Metropolitana del Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza, Gran Salta, Gran Resistencia, Neuquén-Plottier y Bahía Blanca). Se relevaron datos de 1904, 1919, 1885 y 2150 de niños y niñas entre 0 y 17 años en 2007, 2008, 2009 y 2010, respectivamente. Se estima un margen de error de las muestras de niños y niñas entre 0 y 17 años de 2,24%, 2,23%, 2,25% y 2,11%, para las muestras 2007, 2008, 2009 y 2010, respectivamente). Los márgenes de error se han calculado con base en una proporción poblacional de un 50% y un nivel de confianza del 95%.

2 No son pocos los aportes teóricos orientados a medir el déficit de desarrollo humano en aspectos significativos del bienestar y de la dignidad de las personas (Max-Neef, 1987; Nussbaum & Glover, 1995; Doyal & Gough, 1994; Maslow, 1970).

3 Para mayor detalle sobre esta política de transferencia de ingresos consultar: Lo Vuolo (2010, 2011), Salvia (2011), Tuñón (2011b).

4 En este artículo se considera población asistida por el Estado a la niñez y adolescencia entre 0 y 17 años en hogares que perciben asistencia económica de programas de transferencia de ingresos monetarios como la AUH pero también de pensiones no contributivas y otros planes sociales de asistencia económica. Según datos de la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses), a principios de 2011, la "Asignación Universal por Hijo para Protección Social" (AUH) alcanzaba a 1,9 millones de hogares, brindando prestaciones a 3,5 millones de niños y niñas, y recibiendo cada grupo familiar una prestación media de $338 mensuales (alrededor de US$85). Esto implicaba una transferencia social de más de 500 millones de pesos por mes (alrededor de 125 millones de dólares por mes). Por otra parte, si bien hay controversias en cuanto a los datos, serían aproximadamente 9,5 millones de niños y niñas menores de 18 años los que se encontrarían cubiertos por los sistemas convencionales de asignaciones familiares y la AUH y pensiones no contributivas (Salvia, 2011).

5 Según estimaciones oficiales, la economía argentina experimentó en 2007 un crecimiento de 8,7% anual. Asimismo, en el año 2008, si bien la economía continuó creciendo, se produjo una caída en el ritmo del crecimiento, siendo dicha tasa de 6,8% anual. Esta tendencia se acentuó bruscamente en el año siguiente, alcanzando una tasa de crecimiento anual en torno al 0,9%. A partir del 2010, la economía argentina se recuperó alcanzando niveles de crecimiento del 9,2% anual (las estimaciones fueron realizadas con base en el PIB a pesos constantes año 1993). No obstante, si se toman como referencia estimaciones realizadas por distintas consultoras privadas (Ferreres y Asoc., Fiel y otras) se observa una profundización en el ciclo económico del período considerado, en tanto éstas afirman que en el año 2009 no sólo no creció la economía, sino que la tasa de crecimiento anual experimentó una caída de 4%. Asimismo, se estima que en el año 2010, la economía argentina se habría recuperado a tasas de crecimiento de alrededor del 8% anual.

6 Según estimaciones oficiales del Indec, la tasa de desempleo alcanzó 7,5% en el 2007; 7,3% en 2008; 8,4% en 2009 y 7,3% en 2010. No obstante, si se observan las estimaciones realizadas por el Odsa-Uca, estos porcentajes son superiores en tanto la tasa de desempleo alcanzaba valores en torno al 9,4% anual en 2007, 9,0% en 2008; 11,7% en 2009 y 10,7% en 2011.

7 La tasa de inflación alcanzó, según estimaciones oficiales, el 8,8% en 2007, el 8,6% en 2008, el 6,3% en 2009 y el 10,5% en 2010 (Indec). Si bien se observan tendencias similares al analizar los datos estimados por consultoras privadas (Buenos Aires City y Fiel), los valores estimados habrían sido considerablemente superiores. En tanto en 2007 y 2008 la tasa de inflación alcanzó valores en torno al 20%; asimismo, al igual que lo que se observa en las estimaciones oficiales, en el año 2009 la tasa de inflación se redujo pero según datos privados, a niveles en torno al 14%, incrementándose al año siguiente y alcanzando valores cercanos al 26% anual.

8 Se estima que la tasa de pobreza en población de edades entre 0 y 17 años alcanzó el 36% en 2007, el 37,5% en 2008, el 38,9% en 2009 y el 42% en 2010, tomando como referencia canastas básicas alternativas a la oficial con la misma composición que ésta (iguales productos y cantidades) pero valuada con los precios relevados en forma independiente por distintas consultoras privadas (Buenos Aires City, Sel y Fiel) y 9 oficinas de estadística provinciales. La canasta básica total oficial por adulto equivalente considerada, fue en 2007 de US$98.1, en 2008 fue de US$ 103.9, en 2009 fue de US$ 88.8 y en 2010 de US$ 102.4, en tanto la Canasta Básica Total (CBT) alternativa en 2007 fue estimada en US$ 108.9, en 2008 fue US$ 140.1, en 2009 fue US$ 160.9 y en 2010 fue US$ 188.5 (cotización correspondiente al mes de Julio, de los años correspondientes) (Tuñón, 2010; 2011a). Los datos del Instituto de Estadísticas y Censos de la Argentina (Indec) son objetados desde el 2007 (Lindemboin, 2010).

9 Las desigualdades regionales permiten reconocer la problemática del Amba (Área Metropolitana del Gran Buenos Aires) y del Interior Urbano (Ciudades de más de 200.000 habitantes) (Odsa- Uca, 2009).

10 Para ello realizamos un análisis de brechas de desigualdad social en el que comparamos la incidencia del déficit en el 50% inferior de un índice de estratificación social y el 50% superior de dicho índice. El estrato socio-económico es un atributo del hogar extensible a todos sus miembros. Se trata de una variable índice que en su construcción considera los principales activos del hogar en dos niveles: aquellos propios del hogar, como es el acceso a bienes y servicios; y aquellos que refieren al jefe económico del hogar, como son el máximo nivel de educación alcanzado y la situación ocupacional. Ambos espacios de atributos del hogar se combinan en un índice a través de un promedio ponderado que otorga mayor peso al capital educativo y de trabajo del hogar (75%), que al acceso a bienes y servicios (25%). Esta variable índice fue transformada en dicotómica a partir de la obtención de dos grupos iguales: el 50% inferior representa los menores niveles de capital educativo, inclusión laboral y acceso a servicios y tecnologías, en tanto el 50% superior reúne a la niñez más favorecida en los mencionados capitales (Odsa-Uca, 2009).

11 Aquellos niños y niñas de edades entre 0 y 17 años en hogares que reciben asistencia de programas de transferencia monetaria, o la llamada AUH.

12 En el cuarto trimestre de 2010, se estima que 22,2% de la niñez en edades entre 0 y 17 años en los grandes aglomerados urbanos de la Argentina, tenía Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) (Tuñón, 2011b).

13 El modelo de estimación de la probabilidad de registrar riesgo alimentario muestra un buen ajuste de los datos (77,3%).

14 La función del Exp (b) es la de describir el comportamiento de cada variable indicando la probabilidad de que un suceso ocurra, dado un atributo determinado y manteniendo constante el resto de las variables (respecto siempre de la categoría de referencia).

15 Se denomina "déficit educativo" o "rezago educativo" a la proporción de niños, niñas y adolescentes que no asisten o se encuentran en un grado inferior al menos un año respecto al correspondiente a su edad. Para su cálculo se considera las edades cumplidas al 30 de junio de cada año.

16 Fuentes externas construidas con base en el Censo 2001 y registros administrativos del Ministerio de Educación de la Nación en 2005, estimaban para 2001 una tasa neta de escolarización en los primeros años del secundario del 78,4%, en los últimos años del nivel del 53,6%, es decir un rezago educativo del 21% y 46% respectivamente. Asimismo, en 2005 se estimaba sobre población escolarizada de edades entre 15 y 17 años, un retraso del 34,8% y una no asistencia del 11,6% (Diniece, 2007).

17 El modelo de estimación de la probabilidad de registrar déficit educativo muestra un buen ajuste de los datos (83%).

18 En la Argentina se realizó una encuesta específica sobre trabajo infantil a nivel nacional en el año 2004, en el marco del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos - Indec; OIT/Ipec, que arrojó niveles de incidencia del trabajo económico de 6,5% en niños y niñas de edades entre 5 y 13 años, y 20,1% en adolescentes entre 14 y 17 años (MTEySS, Indec, OIT-Ipec, 2006).

19 El modelo de estimación de la probabilidad de registrar trabajo en actividades económicas muestra un buen ajuste de los datos (88,1%).


 

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Referencia para citar este artículo: Tuñón, I. & Salvia, A. (2012). Límites estructurales para el desarrollo de la infancia en contexto de crisis. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 10 (1), pp. 179-194.