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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.10 no.1 Manizales Jan./June 2012

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

Feminización de la migración y papel de las mujeres en el hecho migratorio*

 

Feminização da migração e papel das mulheres no fato migratório

 

Feminization of migration and the role of women in this process.

 

René Unda1, Sara Victoria Alvarado2

1Director de la Maestría en Política Social para Infancia y Adolescencia de la Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador.Sociólogo. Dr © en Sociología, Universidad Central del Ecuador. Docente investigador de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador. Participante del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Cinde-Universidad de Manizales. Correo electrónico: reneunda78@gmail.com

2Directora del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales-Cinde, Colombia. Dra. en Educación. Correo electrónico: doctoradoumanizales@cinde.org.co

 

Artículo recibido en octubre 23 de 2009; artículo aceptado en enero 27 de 2010 (Eds.)

 


Resumen:

Las transformaciones del mercado de trabajo, a escala global, han determinado cambios en la demanda del tipo de fuerza de trabajo requerida desde los centros de generación de tal demanda. La feminización del boom migratorio Quito-Madrid 1998-2001 instaló nuevas subjetividades ancladas en cambios en las relaciones de poder entre hombre-mujer (concebidos desde la categoría rol de género) en el contexto de la dinámica familiar y en torno de un radical viraje de las valoraciones acerca de la importancia de separarse o no de los hijos e hijas y de la familia. Se considera que los campos conceptuales de género, poder y subjetividad son los que mayores posibilidades analíticas y explicativas ofrecen para la comprensión del papel de la mujerprogenitora- madre en el hecho migratorio.

Palabras clave: Migración, subjetividad, género, poder.


Resumo:

As transformações do mercado de trabalho, a escala global, determinaram mudanças na demanda do tipo de força de trabalho requerida desde os centros de geração de tal demanda. A feminização do boom migratório Quito-Madrid 1998-2001 instalou novas subjetividades ancoradas em mudanças das relações de poder entre homem-mulher (concebidas desde a categoria rol de gênero) no contexto da dinâmica familiar e em torno de uma radical virada das valorações a respeito da importância de se separar, ou não, dos filhos e filhas e da família. Considera-se que os campos conceituais de gênero, poder e subjetividade são os que maiores possibilidades analíticas e explicativas oferecem para a compreensão do papel da mulher-progenitora-mãe no fato migratório.

Palavras-chave: Migraçao, subjetividade, género, poder.


Abstract:

Labor market changes on a global scale have brought about changes on the demands for the type of laborers required from the generation centers in such demand. The feminization of the migratory boom Quito-Madrid 1998-2001 installed new subjectivities rooted in the changes experienced in power relations between men and women (as seen from the category of gender role), within the context of family dynamics and around a radical shift seen from traditional assessments about the importance of separating or not the children from their family. The conceptual fields of gender, power and subjectivity are likely to offer the greatest analytical and explanatory understanding of the role of women-parents-mothers in migration.

Key words: migration, subjectivity, gender, power.


1. Introducción. Articulaciones conceptuales entre género, poder y subjetividad en el hecho migratorio

 

Uno de los rasgos más relevantes del boom migratorio Quito-Madrid, producido entre 1998 y 2001, fue la creciente y mayoritaria presencia de mujeres migrantes con relación a hombres migrantes y con respecto a años anteriores (INE, Padrón Muncipal Madrid, 2007). La composición de la demanda laboral desde varios puntos geográficos de España situó a la oferta de servicios domésticos en Ecuador como uno de los más importantes nichos para la concreción de la posibilidad migratoria. Cada vez, el trabajo de más mujeres era más solicitado y demandado para actividades de cuidado de niños y niñas, servicios de limpieza y atención a personas adultas mayores.

De modo evidente, como lo constatan varios estudios (UCM-UPS, 2008; Herrera, 2006 a; Hidalgo, 2007), una mayor presencia de mujeres en los flujos migratorios produjo una serie de cambios y transformaciones de las relaciones entre los miembros de la familia, de modo especial en el vínculo conyugal o de pareja y en el vínculo materno filial. En dichos cambios se evidencia, luego de cumplida una década del boom migratorio Quito-Madrid, procesos de subjetivación de diverso tipo y en distintos niveles; subjetividades sociales configuradas en las complejas relaciones entre las estructuras objetivas de las migraciones transnacionales y los repertorios de tácticas y estrategias de los sujetos que forman parte del hecho migratorio. Esta relación entre las condiciones estructurales del mercado del trabajo global y el conjunto de tácticas y estrategias del sujeto migrante, constituye el esquema analítico básico en el que propondremos pistas explicativas acerca de la producción de subjetividades desde aproximaciones a ciertas aristas de las dimensiones conceptuales de poder y género, teniendo como referente empírico el caso de las mujeres ecuatorianas que emigraron desde Quito a Madrid entre 1998 y 2001, años del boom migratorio ecuatoriano.

El antecedente investigativo del cual releva este artículo es el trabajo "Los niños como actores en los procesos migratorios", realizado entre noviembre de 2007 y julio de 2008 por dos equipos interdisciplinares de las universidades Complutense de Madrid y Politécnica Salesiana de Quito. En dicho trabajo, cuyo carácter metodológico predominantemente inductivo1 permitió leer y analizar los relatos de vida de niños, niñas y adolescentes migrantes, e hijos e hijas de migrantes ubicados en Quito y Madrid, las constataciones y referencias acerca del activo papel de las mujeres-madres2 son abundantes y densas3. Así, las situamos provisionalmente como sujetos que, en el marco general de unas condiciones estructurales objetivas, actúan modificando, alterando o transformando las relaciones familiares y, de modo especial, el vínculo conyugal o de pareja y el vínculo materno-filial.

En tanto procesos de subjetivación, son procesos emergentes en la sociedad ecuatoriana caracterizados por cambios4. Constituyen, asimismo, subjetividades socialmente producidas y encarnadas en cuerpos y mentalidades que cambian y que, a la vez, van produciendo nuevos sujetos con sus modos particulares de estar en el mundo. La producción de subjetividad siempre es producto de una época y de una formación social determinada (Mejía, 2004). En tal sentido, los hechos sociales comportan sujetos, procesos de subjetivación y subjetividades siempre históricas. En este caso, el hecho migratorio, configurado de antemano por sujetos y subjetividades "concretamente situados" (Giddens, 1998), produce también nuevas subjetividades, maneras distintas y particulares de habitar los espacios sociales. Cuestiones como el flujo de informaciones en torno de lo que implica emigrar, los márgenes de participación y decisión de cada miembro de la familia, las nuevas autonomías5 de los miembros de la unidad familiar, las valoraciones emergentes que sustituyen a aquellas que definían los modelos dominantes de ser mujer y madre, es decir, un abigarrado conjunto de prácticas y discursos, se revelan, en el marco del hecho migratorio, como campos de fuerzas en los que se (re) configura la trama del poder al interior de la familia, produciendo con ello un nuevo sistema de disposiciones de los sujetos que la conforman. Todo ello en el más amplio contexto de un inédito poder estructural del capital que opera sin tener que movilizar recursos a los lugares de origen de la población migrante (Sassen, 2007), cuestión determinante para entender las variaciones en las prácticas que constituyen el rol de género y la socialización de género en la experiencia específica del boom migratorio Quito-Madrid 1998-2001.

Interesa comprender el papel que cumplen las mujeres migrantes en el ciclo migratorio desde una mirada en la que las dimensiones de género, poder y subjetividad se cruzan y establecen relaciones dinámicas entre sí. Esta triple articulación conceptual, ya tratada bajo distintas perspectivas en estudios sobre género y feminismo6, resulta sumamente útil en el análisis de los sucesivos momentos del ciclo migratorio porque allí entran en tensión sus variaciones y regularidades constituidas sobre la base, por una parte, de las experiencias vitales y culturales de ser mujer o de ser hombre y, por otra, de cumplir roles de pareja o de esposos o esposas.

En este cometido, acudimos a ciertos presupuestos teóricos y conceptuales del campo de estudios de género porque desde allí intentamos comprender algunos de los giros recientes que aparecen como registros en constitución respecto de la socialización de género y del rol de género, como dos de las dimensiones analíticas más importantes del enfoque de género. Y como una arista específica de lo que se produce en los pliegues de la interrelación entre estas dos dimensiones, aquello que provisionalmente podemos denominar como "autonomía dependiente del mercado" (Perea, 2008) de la mujer con relación al hombre y su rol masculino (cónyuge, conviviente, esposo), así como con relación a la familia en los distintos momentos del ciclo migratorio. En el caso de la migración Quito-Madrid, especialmente entre 1998-2001, la creciente presencia de la mujer no sólo tiene que ver con las estadísticas migratorias sino con el papel cada vez más decisivo que desempeña en cada uno de los momentos del ciclo migratorio (Gómez Ciriano, 2007); cuestión que plantea y visibiliza dinámicas de producción de nuevas subjetividades desde las prácticas de un conjunto de agentes inmersos de manera diferenciada en el proceso migratorio y que expresan cambios en las relaciones entre los miembros de la familia.

Sostenemos que la relación entre las condiciones estructurales y las prácticas específicas de agentes dispuestos diferencialmente en el hecho migratorio configuran campos de subjetividad social que modifican las relaciones socio-familiares, poniendo en evidencia nuevas operatorias de las "microfísicas del poder" (Foucault, 1992) y produciendo nuevas "autonomías" -siempre dependientes del mercado- a los miembros de la familia y a ésta, en tanto espacio de interacción de sus miembros.

Y aunque el papel de la mujer aparezca revestido de un ambiguo protagonismo en ciertos procesos migratorios en los que su presencia ha resultado decisiva por los efectos7 que ha producido en la familia y en la sociedad, una de las pistas que permite mostrar que la creciente presencia y visibilización de las mujeres en el fenómeno de desplazamientos poblacionales transnacionales, es aquella relacionada con la idea de la circulación y ejercicio de un particular tipo de poder, producido en el espacio social de las cada vez más pronunciadas desigualdades entre los sectores de población con más altos niveles de ingreso y los sectores más desfavorecidos y vulnerados a nivel global: niños, niñas y mujeres de países con menores niveles de ingreso (Sassen, 2007; Pedone, 2004). Con la particularidad adicional de que ya no se trata de un proceso de producción de inequidad y de desigualdades sólo entre Estados nacionales y al interior de éstos, sino que tales fuerzas operan con mayor intensidad entre sectores poblacionales de distintos continentes que escapan al control y regulación estatales.

Las morfologías mediante las que se expresa y transita el poder en ámbitos localizados como el de las familias de mujeres migrantes transnacionales, permiten evidenciar que un conjunto de prácticas y discursos instituyentes desde hace poco más de una década, tales como una mayor y decisiva participación en los distintos momentos del ciclo migratorio, han configurado, a lo largo de este período, nuevas subjetividades ya reconocidas en distintos planos de la interacción social y procesos de subjetivación que, por su misma naturaleza, no terminan de instituirse.

Esas nuevas subjetividades -sociales, ante todo- tienen que ver con las dinámicas de reconocimiento que se han producido entre diversos ámbitos de la sociedad y las mujeres migrantes, cuyas expresiones más visibles se ubican en los planos de la autonomía económica y de su posicionamiento como trabajadoras portadoras de saberes que, en la actual división global del trabajo, son muy bien valorados económicamente con relación a lo que sucede en sus lugares de origen8. Tal hecho resulta determinante en la recomposición de fuerzas de poder al interior de la familia o de las nuevas reconfiguraciones familiares porque, objetivamente, la mujer migrante amplía considerablemente su espacio de indicaciones y decisiones con relación a los demás miembros de su familia.9 El ejercicio de poder de la mujer migrante, en suma, ha adquirido nuevas dimensiones, al haberla situado como una muy importante proveedora de recursos y bienes, cuando no la única, de su familia.

Siguiendo a Castells (1996), entendemos el género como una construcción social en la que intervienen diversos agentes sociales históricamente situados en torno de contenidos sociales de masculinidad y feminidad. Tal construcción resulta, por definición, problemática, puesto que los contenidos sociales de masculinidad y de feminidad son culturalmente determinados en las prácticas sociales específicas de una sociedad. Para el caso que nos ocupa, se abordará el análisis del papel de la mujer en el hecho migratorio desde los ámbitos conceptuales de rol de género y de socialización de género. El primero, ayuda a comprender los procesos y mecanismos de asignación de roles (femeninos o masculinos) desde las prácticas que la sociedad, mediante dispositivos de poder hegemónicos y de dominación, ha determinado y legitimado como necesarios para su reproducción social y cultural. La socialización de género, estrechamente vinculada a los roles de género, permite comprender cómo los distintos espacios sociales (familiar, escolar, laboral, comunitario, mediático) configuran la subjetividad del ser hombre o del ser mujer en una sociedad (Macionis & Plummer, 2001). Cuando fenómenos sociales como el caso del boom migratorio Quito- Madrid, irrumpen en un determinado contexto, el rol de género y la socialización de género suelen ser objeto de desplazamientos que usualmente alteran, en mayor o menor grado, las pautas dominantes de las relaciones establecidas en la familia y en la sociedad. Las nuevas dinámicas del mercado de trabajo y del fenómeno migratorio, al "extraer" a la mujer de su espacio habitual y colocarla en otro distinto, suponen e implican también ciertos cambios en el rol y socialización de género, no tanto por el tipo de actividades que ha realizado en el lugar de origen y realizará en el de destino (cuidado de niños, niñas y personas ancianas, y servicio doméstico, principalmente) sino por el papel protagónico que adquiere al interior de la familia en las sucesivas fases del ciclo migratorio, especialmente en lo relativo a la toma de decisiones y al rol de proveedora. Sin que esto signifique necesariamente que se despoje de su rol proveedor de afectos que se expresará, sobre todo, en las prácticas de comunicación cuyo soporte tecnológico más utilizado son el teléfono y la Internet.

Y aunque el papel de la mujer-esposa-madre siempre ha supuesto un importante margen decisor, especialmente en sociedades con fuerte arraigo en la tradicional comunidad andina10, en el caso de las migraciones transatlánticas actuales dicho papel adquiere visibilidad e intensidades mucho más notorias puesto que se trata de un nuevo tipo de desplazamiento que no ha formado parte de la experiencia social de la mujer y, de modo particular, de la mujer madre (andina). Sobre todo en lo que tiene que ver con la separación de sus hijos e hijas y con el reconocimiento económico de su trabajo.

Con las transformaciones de la demanda del mercado laboral global en el sector servicios, y con los actuales desplazamientos poblacionales transnacionales, la idea de que las estructuras y prácticas de la vida familiar afectan las oportunidades de las mujeres de inserción en el trabajo remunerado (Okin, en Castells, 1996, p. 193) queda bastante cuestionada y, en tal medida, lo que emerge es un nuevo tipo de prácticas (intra) familiares en el ámbito de la toma de decisiones. En este caso, el conjunto de decisiones vinculadas al hecho migratorio que producen efectos en la configuración de una otra figura materna que ha incorporado nuevos roles y formas de socialización en tanto mujermadre.

En efecto, y dado que el sector servicios del mercado laboral global requiere de forma creciente el trabajo de las mujeres (Sassen, 2007), la prolongada y permanente precarización de las condiciones de vida de sectores medios y empobrecidos de las sociedades periféricas o subordinadas determina cambios en las prácticas familiares de subsistencia de dichos sectores. Tales cambios están, en gran medida, relacionados con la emergencia y visibilización del poder de la mujer-madre en la familia; poder que se expresa en el ámbito decisional de cada uno de los momentos del ciclo migratorio.

No obstante, requerimos precisar que la producción de dicho poder está directamente articulada a un poder de carácter estructural -el de las demandas del mercado global de trabajo- y a un poder en crisis y devaluado (Dupret, 2009) -el del cónyuge/padre- también articulado al poder estructural del mercado que precariza el campo de las condiciones del trabajo, particularmente del trabajador vinculado a la industria tradicional (Martín- Barbero, en Laverde, et. al, 2004, p. 36). Sólo en este marco de relaciones generales es que puede ser comprendido el cada vez más amplio margen de decisión de la mujer en el contexto familiar migratorio y, consecuentemente, el incremento de la magnitud de su poder en dicho contexto.

Desde la perspectiva de las teorías de género, la operatoria de estos cambios no deja de ser ambigua y problemática pues, si bien la mujer tiene un peso notablemente mayor en las decisiones familiares migratorias ampliando y modificando su rol de género (prácticas de más amplio y decisivo margen decisional), al mismo tiempo se reafirman las prácticas tradicionales asignadas socialmente a la mujer (servicio doméstico, cuidado de niños, niñas y sujetos ancianos).

En esta discusión resulta de vital importancia tener en cuenta las fases del ciclo migratorio porque es precisamente la mirada diacrónica del proceso la que permite afianzar la hipótesis según la cual la mujer-madre construye un "proyecto con efectos emancipatorios" respecto de las imposiciones o decisiones de su cónyuge y de la red de afectos familiares. Asunto por igual recubierto de ambigüedad, no sólo porque tal supuesta emancipación dependa directamente de los condicionamientos del mercado, sino por las valoraciones que se ponen en juego en la relación familia-trabajo. Más precisamente en la valoración acerca de qué es más importante en su vida y en la de su familia: vivir con sus hijos e hijas y su cónyuge en condiciones cada vez más difíciles, o separarse de ellos y de ellas para aportar y/o sostener económicamente a la familia.

La mirada del proceso permite evidenciar que, en las sucesivas etapas del ciclo migratorio, el poder inicialmente acumulado de la mujer-madre en la fase de toma de decisiones previas a la partida, bajo condiciones de permanente ocupación laboral, tiende a afianzarse y a consolidarse como consecuencia de su mayor independencia y autonomía económica. Y, con ello, emerge un nuevo tipo de subjetividad producida en el marco de las relaciones familiares.

Pero, ¿qué permite afirmar que se ha producido un nuevo tipo de subjetividad de la mujer anclada en las transformaciones del rol de género, dimensión desde la que se advierte un novedoso ejercicio de poder de la mujer expresado en la toma de decisiones a lo largo del ciclo migratorio?

La mujer-madre, en el marco del hecho migratorio, ha transitado de una condición de trabajadora doméstica y/o de "trabajadora a la sombra", realizando un trabajo socialmente necesario hacia un trabajo remunerado -productivo, en la teoría marxista del trabajoy socialmente reconocido (en la sociedad del capital, por supuesto). El proceso de subjetivación -aquello que aún no se instituyeen tal contexto prefigura cambios en las relaciones intrafamiliares (conyugales, materno y paterno-filiales, fraternales, escolares) y en campos de relaciones sociales como el mercado de empleo y el consumo.

En el proceso migratorio Quito-Madrid 1998-2001 y en el ámbito de la familia, la mujermadre pasa a constituir el eje en torno del cual se producen las decisiones que determinarán la reconfiguración familiar, sea en el país de origen o en el de destino. Primero, porque la demanda de trabajo está dirigida principalmente a ella y, segundo, porque de tales decisiones depende, en alto grado, la esperanza de superar un estado de precariedad económica persistente y la misma supervivencia del núcleo familiar como tal.

En esa dinámica, como se ha dicho ya, está presente un particular tipo de producción de poder que va desde la misma presión que ella ejerce sobre el núcleo familiar cuando comunica las carencias, vicisitudes y precariedades del hogar, hasta cuando participa en los planteamientos familiares acerca de las posibles alternativas para superar dichas carencias (UCM-UPS, 2008). En estos trayectos, que sociológicamente representan relaciones de cooperación y conflicto en el entorno y en el núcleo familiar, la palabra y presencia de la mujer-madre adquiere de forma creciente mayor fuerza, puesto que en ella se cifra la posibilidad de superar estados de pobreza que, además de crónicos, se intensifican.

La nueva dimensión decisoria del sujeto mujer-madre representa el poder que ha acumulado y ejerce en las interacciones con los demás miembros de la familia. El rol decisorio de la mujer-madre se amplifica, pasando de un miembro de familia con opinión influyente a actor protagónico, porque es ella, finalmente, la que tendrá que tomar la decisión definitiva de partir, trabajar fuera de su hogar, enviar dinero para su familia y propiciar o no la reunificación familiar. Acciones, todas ellas, muy novedosas en el contexto de los modelos familiares de los sectores medios precarizados en el caso ecuatoriano (Herrera & Carrillo, en Solfrini, 2005).

Mayor poder del sujeto significa nuevos estados de subjetividad y de subjetivación de dicho sujeto con relación a distintos campos de fuerzas que moldean y configuran el hecho migratorio: la familia nuclear, la familia ampliada, la comunidad, la escuela, los espacios de sobrevivencia económica, los marcos normativos, la masa de mensajes, informaciones y rumores. El cómo procesa y el cómo expresa su condición de mujer-madre migrante está referido a este complejo proceso de (re) constituciones subjetivas en las que, tanto las variantes de rol (trabajo doméstico en otros espacios con reconocimiento social y económico) como los nuevos roles asumidos (proveedora económica, decisora protagónica en el devenir familiar) a la vez que resultan de acumulaciones previas de poder, confieren nuevas posibilidades de ejercer poder que, como veremos en lo que sigue, tiende a afianzarse adoptando diversas formas de emancipación en el contexto de la sociedad de mercado.

Para una mejor comprensión de lo que constituye la tesis central que sostenemos en este trabajo -nuevas subjetividades instituidas o en constitución a partir del papel protagónico de las mujeres en la dinámica migratoriapresentamos una caracterización general del proceso migratorio ecuatoriano que contribuya a entender el carácter particular del boom migratorio 1998-2001, a partir de la cual analizamos el papel de las mujeres migrantes en cada uno de los momentos del ciclo migratorio.

2. Caracterización general del proceso migratorio ecuatoriano

 

El fenómeno migratorio comporta un alto nivel de complejidad, debido tanto a la multiplicidad de factores de carácter estructural que rodean al hecho migratorio, como a las propias dinámicas que se generan en el transcurso del mismo, en el nivel de las biografías individuales de las personas involucradas, directa o indirectamente, en ese proceso.

El actual fenómeno migratorio en el Ecuador, según varios estudios (Ramírez & Ramírez, 2005; Hidalgo, 2007; Herrera, 2006; Pedone, 2004; Jokisch, 2001) tiene sus primeros antecedentes en la década de 1950 como proceso asociado a la crisis del "panamá hat" o sombrero de paja toquilla, cuya producción y comercialización era la principal estrategia de reproducción económica y social de la zona austral del país. Los lugares de destino eran, principalmente, tres ciudades de los Estados Unidos: Chicago, Nueva York y Los Ángeles.

Sin embargo, es a partir de la segunda mitad de los años setenta cuando los registros estadísticos empiezan a revelar la magnitud del fenómeno respecto de años anteriores. Entre 1976 y 1979, los registros del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec) indican 155.530 salidas y 134.528 entradas, con lo cual aproximadamente 21.000 ecuatorianos se constituían en migrantes al finalizar esa década. Esta es la primera oleada migratoria, cuyos principales protagonistas fueron personas de la región sur del país, específicamente habitantes de zonas predominantemente rurales de las provincias de Cañar y Azuay. Uno de los aspectos importantes a destacar es que en esta década empiezan a configurarse de modo más o menos consistente las redes transnacionales de la migración, en un contexto de fin de la bonanza petrolera e inicio de una crisis económica sostenida, como producto, sobre todo, de un creciente endeudamiento externo (Acosta, 1987, 1990; Ramírez, 2005).

En los años sesenta y setenta los intentos público-estatales por inducir la modernización del Estado mediante el modelo de sustitución de importaciones, resultaron claramente insuficientes para el logro de niveles de bienestar de la mayor parte de la población. Uno de los sectores más afectados, como consecuencia de la profundización del modelo desarrollista anclado en el boom petrolero, fue el agrario, con la consecuente movilización migratoria, interna y hacia fuera del país, de sectores y recursos vinculados al agro y a la ruralidad. Se consolida, además, una tendencia de desarrollo bipolar en términos sociourbanos en el que Quito y Guayaquil se constituyen en los principales lugares de destino de la migración interna. Si bien el promedio de crecimiento del PIB en los años setenta se da a un ritmo superior al 7%, las transformaciones sociodemográficas son una manifestación incontestable de graves falencias de orden redistributivo de la renta nacional que inciden en los procesos de movilización humana. Las migraciones internas, a su vez, constituyen la antesala de las migraciones hacia fuera del país.

La situación de crisis socioeconómica en el Ecuador se agudiza apenas iniciados los años ochenta debido a la convergencia de factores de orden estructural11 y por la inminente finalización de la época del boom petrolero. La implantación de las llamadas políticas de ajuste estructural ante las presiones y condicionamientos de pagos programados de la deuda externa -de sus servicios, más exactamente- y su derivación en la implantación de las políticas gubernamentales de estabilización basadas en la reducción del gasto público, control inflacionario y devaluaciones sucesivas del sucre, fueron algunos de los rasgos centrales de la crisis de los tempranos años ochenta. Pese a las marcadas diferencias entre las políticas y acciones gubernamentales que priorizan los regímenes que se suceden durante los años ochenta, no se logra superar una permanente situación de crisis socioeconómica que se traduce, sobre todo, en una constante pérdida de la capacidad adquisitiva de la población, así como en crecientes índices de desempleo/ subempleo y desplazamiento de importantes contingentes humanos y de recursos de la economía formal hacia el sector informal de la economía, entre los principales efectos. Pese a las difíciles condiciones socioeconómicas y a los avatares políticos, los flujos migratorios no varían significativamente sino hasta el final de la década en el que la inflación se dispara hasta el 85%, a la vez que se desvalorizan aceleradamente el ingreso y la capacidad adquisitiva por sucesivas devaluaciones de la moneda oficial. Con todo, en este escenario no se producen cambios realmente significativos en las tendencias migratorias en el país.

Durante la primera mitad de los años noventa se atenúa, temporalmente, el carácter de la crisis, al consolidarse por parte de los gobiernos políticas decididamente neoliberales en algunos ámbitos (desregulación del mercado bursátil y financiero en general, apertura a la inversión extranjera de corto plazo, reducción del gasto público), lo que se había propiciado ya desde el gobierno de Febres Cordero (1984- 1988), y al introducir, a la vez, reformas de política económica orientadas hacia la reducción de la inflación que del 85% hacia fines de los años ochenta se reduce al 25,4% en 1994 (Ramírez, 2005).

Resulta importante reconocer en los años iniciales de esta década una serie de factores que incuban los dramáticos cambios que se observarán en los procesos migratorios al final de la misma. Entre ellos puede mencionarse la tendencia al desplazamiento del Estado respecto de sus funciones, espacios y responsabilidades, por efecto de su creciente privatización, la agudización de la crisis y el desprestigio del sistema político en su conjunto, el desempleo y el incremento de niveles de pobreza e inseguridad, a lo que habría que agregar eventos como la guerra del Cenepa en 1995 en la frontera ecuatoriano-peruana, o el fenómeno meteorológico de El Niño en 1997. Si bien los índices macroeconómicos presentaban mejores resultados que en años precedentes, los flujos migratorios se incrementaron y llegaron a niveles inéditos hacia fines de los noventa, principalmente por el acelerado incremento de las tasas de desempleo y subempleo entre 1996 y 1999 (del 50% al 64%, aproximadamente).

En este particular proceso de fines de siglo XX, la dinámica sociopolítica y sus dramáticos sucesos (dos derrocamientos presidenciales en menos de tres años) y la cada vez más fuerte articulación -marginal y dependiente- de la economía nacional con los circuitos financieros y comerciales internacionales, configuran un escenario y generan un tipo de representaciones sociales en los que migrar al extranjero constituye el horizonte de expectativas de diversos sectores poblacionales.

Pero el evento que, tanto en el nivel simbólico como en el estrictamente económico, tuvo mayores efectos en vastos segmentos poblacionales, fue la crisis bancaria desencadenada en el primer trimestre de 1999 con el decreto de "feriado bancario" del entonces presidente Mahuad, y la posterior decisión de congelar los fondos de cuentahabientes por un período superior a los cinco años con el propósito de forzar el salvataje bancario como la más elocuente expresión de la institucionalización de las desigualdades sociales, en un contexto generalizado de empobrecimiento acelerado12 sin crecimiento económico, un incremento de más del 100% de desempleo abierto entre 1995 y 1999, y tendencias regresivas del gasto social, entre los principales indicadores del deterioro de los niveles de bienestar de la población. En este contexto generalizado de crisis, el flujo migratorio se incrementa en, aproximadamente, un 300% entre 1998 y 200013, con la novedad de que los lugares principales de destino son varias ciudades españolas, a diferencia de lo que sucedía pocos años atrás en los que los destinos principales eran Nueva York, Los Ángeles y Chicago. En el lapso descrito se produce un inédito fenómeno de "estampida migratoria" desde el Ecuador hacia España, concentrándose tal desplazamiento en el entorno de Madrid, que absorbe poco más de la tercera parte del total de emigrantes (427.000) registrados en 19 municipios españoles, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas de España (2007).

En tan solo 3 años el colectivo de inmigrantes ecuatorianos se vuelve claramente visible de manera casi general en toda España. Observada la situación desde el lado de Ecuador, la emigración hacia España se generaliza en todo el país, y siguen siendo Pichincha y Loja los principales puntos de partida. En la región costera, la provincia de Guayas también cobra protagonismo, al igual que Azuay y Los Ríos.

Además de Madrid, también son destinos preferidos Barcelona, la región levantina y los archipiélagos balear y canario. En cuanto al acceso al mercado de trabajo, los inmigrantes ecuatorianos se siguen orientando al servicio doméstico (de acuerdo con el contingente de 1999, 76,4% de las solicitudes presentadas) siendo siempre mayoritaria la presencia de las mujeres (51%-53%). Esta tendencia se repite entre 2000 y 2005, destacando el aumento de autónomos en estos dos últimos años (Instituto Nacional de Estadísticas de España, 2007).

3. Papel de las mujeres en el hecho migratorio: fases del ciclo migratorio

 

El esquema del ciclo migratorio presenta tres momentos claramente diferenciados que, invariablemente, aparecen como constantes en los estudios de migración. Como veremos, en cada uno de estos momentos opera con particulares intensidades una estructura fundamental del hecho migratorio: las redes migratorias transnacionales. Su pre-existencia es condición básica para la concreción de la idea y de la decisión de emigrar. Grosso modo, las redes migratorias transnacionales constituyen el andamiaje básico y fundamental del proyecto migratorio. Nadie emigra sin una previa información acerca de las condiciones generales y específicas del lugar de destino migratorio. En ello están involucradas personas, informaciones, percepciones y rumores, de los agentes presentes en la experiencia migratoria.

Las redes migratorias adquieren una determinada configuración y densidad dependiendo de: a) la trayectoria (tiempo histórico) del proceso migratorio, que vincula el lugar de origen y el lugar de destino; y b) la relación de alianza, consanguinidad y oportunidades/expectativas económicas que los involucrados posean o generen (Herrera, 2006).

Primer momento: la decisión de partir

En el primer momento del ciclo migratorio se fragua la decisión de partir. Tal decisión se alimenta de una serie de informaciones de muy diverso tipo y procedencia, pudiendo clasificarse dicha información en datos duros (confirmados) y en información volátil (comentarios, información de prensa, rumores, etc.) que tiene su determinada influencia en la decisión de emigrar.

En este primer momento son dos los factores que ejercen mayor peso para una eventual decisión: el nivel de proximidad e involucramiento con una red de contactos que formen parte de un proceso migratorio, y un conjunto de "condiciones objetivas" que, efectivamente, permitan concretar el viaje. Cuando quienes están en proceso de decidir si emigran o no, tienen referentes y antecedentes concretos de migración, tales como familiares y amistades cercanas que ya han emigrado, la decisión suele definirse por la influencia y señales que éstos emitan.

Por otro lado, quienes emigran toman también la decisión de contraer una deuda por la que, generalmente, empeñarán bienes y propiedades a prestamistas del circuito informal del crédito. Los cálculos que se han hecho sobre el monto de un crédito promedio para una persona que haya decidido emigrar oscila entre los ocho mil y los diez mil dólares (Herrera, 2006b; Hidalgo, 2007), por lo que quienes emigran no son precisamente personas de los sectores más empobrecidos sino aquellas que tienen capacidad de endeudamiento con intereses bastante más altos que los que el mercado financiero formal exige. En el caso ecuatoriano, la población migrante se concentra en el tercer y cuarto quintiles (Herrera, 2006a).

Provisionalmente podríamos afirmar que, en un primer momento, el hecho migratorio configura ya una particular subjetividad social construida históricamente por una serie de experiencias histórica y culturalmente compartidas por la sociedad, aunque de muy diversos modos. El imaginario según el cual "en cualquier lugar" se está mejor que en el país de origen (Ecuador, este caso), ha ido ganando terreno a medida que la crisis económica ha adquirido un carácter casi permanente.

Así, la constitución de un particular tipo de sujeto -el sujeto migrante- aparece condicionada por las específicas dinámicas sociales del país de origen, dentro de las que las dinámicas cada vez más mundializantes o globales ejercerán mayor influencia. Al reconocimiento subjetivo de un determinado estado de cosas en la sociedad de origen, la población migrante incorpora otros tantos elementos que contribuirán a moldear y a configurar un nuevo modo de ser, una nueva o particular subjetividad en la que se entreveran una serie de fuerzas de poder: desde aquellas estructurales, centradas en las dinámicas del mercado laboral y del mundo del trabajo que requieren tipos específicos de trabajadores, hasta los "micropoderes" que se producen en el ámbito socio-familiar (comentarios, rumores, informaciones, testimonios, opiniones) donde la interacción de los miembros resulta fundamental para la comprensión de la específica trama del poder que determina las sucesivas fases del ciclo migratorio.

Pero, ¿qué hace, cómo interviene o participa la mujer en este primer momento del proceso? ¿qué variaciones se producen en la dimensión de rol de género por efecto de su mayor margen de incidencia en las decisiones familiares? Asignarle, simplemente, un papel que no plantee distinciones frente a lo que el hombre -en su condición de progenitor/padre/ esposo- hace, sería desconocer los efectos de las determinaciones estructurales surgidas desde las demandas del mercado de trabajo global y la especificidad de sus intereses y expectativas que se configuran en la misma circunstancia migratoria en tanto mujer-madreesposa; aspectos constitutivos y constituyentes de su subjetividad.

En la fase de la toma de decisiones, entra en juego todo un cúmulo de consideraciones que van desde lo económico hasta lo afectivo pasando por un abigarrado espectro de situaciones intermedias. Esta inicial observación conduce, por una parte, a prefigurar qué dimensión adquirirá mayor peso en la decisión de partir -tomando en cuenta las difíciles condiciones de vida en el Ecuador- y, por otra, a precisar el papel y el peso específico que tiene la mujer en la decisión migratoria.

Con el propósito de superar análisis según los cuales la mujer no desempeña papel alguno o su acción se encuentra constreñida por un supuesto "cerco de decisiones estrictamente construido por hombres", y sobre la base de datos, informaciones y resultados obtenidos en una serie de investigaciones precedentes (Herrera, 2005; UCM-UPS, 2008), podemos afirmar que la mujer, lejos de permanecer como un sujeto que únicamente se reacomoda o reacciona desarrollando tácticas específicas frente a las sucesivas decisiones tomadas por otras personas, desarrolla también estrategias que incidirán en la fase de decisiones y a lo largo del ciclo migratorio.

En primer lugar, las mujeres constituyen una pieza clave en el engranaje de las redes migratorias trasnacionales en el momento actual de la globalización. Específicamente en la fase de construcción de la decisión de emigrar, ellas (tías, abuelas, vecinas, hermanas mayores) son importantes agentes en la circulación de informaciones, recomendaciones y valoraciones acerca de la conveniencia o la inconveniencia de partir.

Puesto que todo proceso decisional pone en acto una determinada correlación de fuerzas en un sistema particular de interacciones, la cabal comprensión acerca de la decisión de migrar requiere, así mismo, una afinada comprensión de la constitución de la trama del poder en el sistema familiar nuclear o extendido, y entre este sistema y el conjunto de eslabones que configuran las redes migratorias trasnacionales.

Si bien los flujos de información recorren y atraviesan los distintos sujetos que forman parte del hecho migratorio, cabe destacar la particular importancia que adquiere la información receptada, procesada y difundida por las mujeres en la fase de la decisión migratoria, cuestión que se explica por su presencia y su rol en las redes migratorias transnacionales en las que la información sobre las demandas del mercado de trabajo es de vital importancia.

Adicionalmente, cabría incluir en el análisis otro factor que releva de los resultados de las investigaciones mencionadas (UCMUPS, 2008; Herrera, 2005; Pedone, 2004), y es el referido a la "voluntad emancipatoria" de las mujeres, expresada en el hecho de concretar una mayor autonomía respecto de su entorno familiar, especialmente de su cónyuge14. Aspecto constitutivo de una subjetividad que se ha configurado desde hace tiempo pero que se refuerza y particulariza en el ámbito de las relaciones económicas.

Dichos factores confieren especial relevancia a todo aquello que las mujeres, en su condición de madres, sobre todo, tengan que decir. En el caso de la demanda de servicios dirigida a mujeres, emerge en la esfera de lo público un cierto tipo de saber que estaba confinado al ámbito familiar: la conciencia de su capacidad para realizar tareas domésticas fuera de su espacio "natural" de referencia, que es su hogar. Estar consciente de aquello deriva de una efectiva constatación de su biografía personal y del reconocimiento de los roles de los distintos sujetos del entorno socio-familiar. Se trata de la formación de una conciencia del poder hacer, anclada en sus prácticas cotidianas que, aunque importante en el ámbito familiar y doméstico, no goza de reconocimiento y valoración económica en dicho ámbito.

Lo particularmente importante en términos de poder y género es que tal situación, a la vez que permite visibilizar un determinado estado subjetivo según el cual la mujer debe desarrollar "actividades propias de su sexo", lo transforma confiriéndole una valoración cualitativamente diferente a la anterior. Es decir, en el marco de las condiciones específicas de la primera fase del ciclo migratorio, los "saberes domésticos", por decirlo de alguna manera, adquieren una valoración positiva que es reafirmada en el núcleo familiar en términos de reconocimiento y, concretamente, de poder.

Respecto de la proximidad con sus hijos e hijas, las mujeres migrantes, tanto en su condición de madres como de hijas, enfrentan opciones atravesadas por perspectivas y visiones de los miembros de la familia, en particular por su cónyuge. Por consiguiente, este espacio representa un micro-ámbito privilegiado de producción de poder, puesto que es allí donde las ideas, argumentos, consideraciones de uno u otro cónyuge o de la mujer frente a los miembros de su familia (nuclear y/o extendida) terminan imponiéndose o aceptándose, apoyándose siempre en la necesidad de mejorar las condiciones económicas.

La mayoría de veces, la específica trama del poder que se constituye en este proceso está caracterizada por "consensos capilares". Introducimos aquí aquello de "consensos capilares" basándonos en la conceptualización habermasiana de consensos no sólo sucesivos, producidos y fijados según una supuesta racionalidad lineal de la acción comunicativa. Cabalmente, lo "capilar" hace referencia a la densidad que va adquiriendo el proceso de toma de decisión en el que el mayor o menor involucramiento de miembros de la familia nuclear y/o extendida, el de referentes de las redes migratorias, el de los vecinos y el de los medios de comunicación, configura un entramado constituido por "capas" que se sobreponen entre sí de modo dinámico.

Si bien en el proceso de toma de decisión lo que aparece como punta del iceberg es la decisión de irse o no del país de origen, lo que dota de contenido a esta decisión es el conjunto de fuerzas interactuantes que traducen valores, informaciones, experiencias de relación intrafamiliar y conyugal, en operaciones decisorias. Lo que se produce y se pone en juego es una específica trama del poder, como producto y resultado de una particular subjetividad producida, a su vez, por las condiciones estructurales objetivas y por la concurrencia de emergentes subjetividades presentes en el hecho migratorio. En esta inicial fase del ciclo migratorio emerge la figura de la mujer-madre-migrante como sujeto de poder y actora protagónica del proceso.

Este conjunto de afirmaciones se construyen sobre informaciones y hallazgos obtenidos en la investigación "Los niños como actores en los procesos migratorios", desarrollada por dos equipos interdisciplinares de la U. Complutense de Madrid y de la U. Salesiana del Ecuador entre 2007 y 2008. En este trabajo, los relatos de niños, niñas y adolescentes ponen en evidencia la importancia del rol materno y de sus efectos en la dinámica familiar en el marco del ciclo migratorio. A continuación exponemos algunos fragmentos de relatos en los que la madre aparece como la referencia fundamental de niños, niñas y adolescentes que participaron en la investigación referida:

    Estaba tan deprimido que ya me daba igual ir a las clases. Iba a las clases deprimido y ese día me alegró mi madre. Estaba en plástica y vino el director a buscarme y dije ¿Qué he hecho yo? ¿He hecho algo malo?, y me puso al teléfono a mi madre (…) Y entonces nada, llegué a clase y me dijo mi profesora, me dice, tienes un brillo, me dice ¿qué ha pasado?, ¿qué te han dado que estás muy contento? (Madrid, 13 años). (ob. cit., p. 46).

    Me parecía que yo no le importo, y le decía que para qué tiene hijos si al final se va a separar. Entonces, yo si lloraba, porque decía que yo no le importaba. Yo decía entonces si se va mi mami, no le importo (Quito, 14 años) (ob. cit., p. 48).

    Y yo trataba de ser la niña perfecta, estudiosa y todo ese sentido para agradarle a mi mamá, con el miedo de que me pueda dejar (Quito, 17 años) (ob. cit., p. 49).

    Cuando se fue mi mamá yo ya estaba en esas situaciones de pandilla, ya, una vez salí, cuando salí con mis primos y ahí han estado los "batos locos" (Quito, 14 años) (ob. cit., p. 52).

    Mi mamá vino a España con su novio, y a su novio le dio una enfermedad, leucemia y murió. Y yo le quería mucho y cuando vino ya supimos que murió y a mí me dolió mucho y me puse muy mal y yo sufría solo por mi mamá (Madrid, 13 años) (ob. cit., p. 60).

Las madres, en general, suplen ampliamente las responsabilidades no asumidas por los padres, sea a la hora de buscar la manera de aportar recursos económicos para el sostenimiento de la familia, sea asumiendo el soporte afectivo, el acompañamiento, la educación y el control de sus hijos, lo que da lugar a no pocas dificultades, especialmente en la etapa de la adolescencia, si bien obtienen a cambio el reconocimiento de ellos (ob. cit., p. 70).

P: ¿Por qué tu madre decidió viajar? R: Mmm, me imagino porque quería ganar dinero. P: O sea ¿estaba con problemas aquí de dinero? R: No, o sea porque mejor dicho no encontraba trabajo, entonces como siempre recurren a lo más fácil, ir a trabajar allá, entonces ya pues, decidió irse allá a sufrir más y ganarse el dinero allá, así (Quito, 17 años). (ob. cit., p. 70). Pues la pareja de mi madre que nada, o que veníamos los cuatro o nada, pues mi madre tuvo que aceptarlo así pues ya, cuando vinimos, pues nada, mi madre dijo que diéramos gracias a su pareja que…P: Y ¿por qué le llamas todo el rato su pareja?. R: Bueno, yo le llamo "papito" pero no sé, ya me he acostumbrado (Madrid, 11 años). (ob. cit., p. 75).

En concreto, refuerzan la "prescindibilidad" del padre, asumiendo la falta de implicación de éste en su cuidado, en lugar de reivindicar o presionarle para que se responsabilice o adopte un papel más protagonista en su vida. Por el contrario, dotan de protagonismo a las madres dentro de la estructura familiar, reconociendo los esfuerzos que realizan para asegurarles cuidados (ob. cit., p. 81).

Cuando estaba mi mamá, o sea, yo era buen estudiante y porque mi mamá estaba siempre al lado mío me corregía en todo… (Quito, 14 años). (ob. cit., p.85).

La Partida

Es el momento intermedio o "puente" del proyecto migratorio y en el que se concreta un nuevo orden de relaciones entre los miembros de la familia, tanto de los que se han quedado como de los que se han ido. La migración de los progenitores y muy especialmente de las mujeres madres ecuatorianas, significa la ruptura de vínculos considerados sumamente importantes para la cohesión familiar y el mantenimiento de un sistema eficaz de supervisión, de autoridad y de apoyo mutuo (Suárez-Orozco, 2003, 3, p. 145).

En la partida, la mujer vive la doble experiencia de dejar a los suyos, en particular a sus hijos e hijas, y de aproximarse a la realización de una experiencia emancipatoria, limitada a las vicisitudes del mercado laboral en el país de destino pero emancipatoria al fin si consideramos que, como sujeto de relaciones en el país de origen, su trabajo -doméstico- no es reconocido social o económicamente.

En esta fase del ciclo migratorio es quizás donde con mayor crudeza se evidencia las tensiones entre la desubjetivización del sujeto en unas determinadas condiciones que, al ser objetualizado por las poderosas fuerzas del mercado, genera una nueva subjetividad, una nueva relación entre sujetos que, además de resistir y adecuarse mediante un determinado repertorio de tácticas (De Certeau, 1998) a los imperativos estructurales del hecho migratorio, desarrolla estrategias desde su condición de migrante que permiten la realización del ciclo migratorio.

Lo anotado en el párrafo anterior enfrenta y complementa las llamadas "condiciones objetivas" (Sassen, 2007) de la migración -aquellas fuerzas y determinaciones estructurales constituidas por la evolución de las dinámicas productivas y laborales del capitalismo global que absorbe la fuerza de trabajo de las sociedades menos desarrolladas sin necesidad de movilizar geográficamente recursos- con las "condiciones subjetivas", encarnadas en quienes emigran y configuradas desde cada uno de los elementos que forman parte del hecho migratorio.

Como nunca antes en la historia de la sociedad moderna, el colosal poder del capital no requiere desplazarse geográficamente para re-colonizar, movilizando fuerza de trabajo de las "periferias" hacia la metrópoli. No se trata, pues, de una suerte de colonización de Europa a cargo de vastos contingentes humanos procedentes de América Latina y África, como se afirma en cierta literatura, sino de una variante operativa del capital que garantiza el bienestar de las sociedades desarrolladas a través de la movilización de masas poblacionales desde las sociedades periféricas hacia aquellas sociedades.

Tal variante operativa del capital, desde la lectura del poder del capital y en la fase de partida del ciclo migratorio, produce, a su vez, nuevas relaciones y tipos de poder en el circuito general de las redes migratorias. Aunque el proceso no es puramente lineal, podemos identificar las relaciones clave en este momento del proyecto migratorio: a) el afianzamiento del ejercicio del poder de los prestamistas del circuito informal del crédito sobre el uso de los bienes empeñados o prendados por migrantes y, dependiendo de ciertos factores, sobre la misma familia que se queda en el lugar de origen; b) la configuración de un nuevo tipo de relaciones entre sujetos, tanto entre los que se quedan como entre los que se van y tienen que enfrentar y construir nuevas relaciones; c) la creación de un nuevo y particular tipo de subjetividad en la sociedad, al constatar y reconocer que la partida de los progenitores y progenitoras, especialmente de las mujeres madres, está afectando el tejido social, principalmente aquello que tiene que ver con el capital de relaciones de seguridad, protección y afecto de las nuevas generaciones, precarizándolo aún más.

    Cuando se fue mi mamá yo ya estaba en esas situaciones de pandilla, ya, una vez salí, cuando salí con mis primos y ahí han estado los "batos locos" (Quito, 14 años) (ob. cit., p. 52). Siempre la migración de una mamá afecta más a los niños, especialmente a los varoncitos […] eso es lo que vemos a diario aquí en el colegio (psicóloga, colegio privado, Quito. Archivo

    de entrevistas de la investigación referencial de este artículo).

Como puede apreciarse, este cuadro general del conjunto en el momento de concreción del viaje migratorio tiene su anclaje en un tipo de poder -el del capital- omnímodo y seductor. Omnímodo si se atiende a su funcionamiento objetivo y estructural, del cual somos/estamos sujetos; y seductor porque, en el caso de la migración, instala el deseo de partir y dinamiza las decisiones desde la subjetividad de agentes concretos que han pasado a ser parte de las redes migratorias transnacionales. Con ello afirmamos también que no toda persona susceptible de emigrar lo hace, pese a las determinaciones objetivas y estructurales, sino que existe un importante espacio para lo que los sujetos, en tanto sujetos de relaciones, decidan "por sí mismos".

La mujer migrante, tanto en su condición de persona como en su posible condición de madre/esposa/hija, produce variaciones significantes y de sentido que operan en ausencia; es decir, enunciados e indicaciones que tienen efectos en las prácticas y estructuras familiares y, por consiguiente, en distintos ámbitos de la sociedad, tal como lo muestra la selección de fragmentos de relatos antes citados. En reemplazo del discurso de "las mujeres que han debido emigrar", emerge, a partir del boom migratorio 1998-2001 a Europa, la figura de la mujer que simboliza, por una parte, el sacrificio que como persona o madre hace y, simultáneamente, la importancia que adquiere en su rol de agente económico15. Cuestión esta que responde al clima intersubjetivo derivado de la presencia cada vez más devastadora del capital en la vida de las personas y, paradójicamente, de su importancia en la reproducción social y familiar.

La subjetividad de la mujer-madre en esta fase está sometida a fuerzas que la fragmentan. Por un lado, la subjetividad materna enfrenta una realidad generalmente dolorosa si se la pone en relación con la familia y, de modo especial, con sus hijos e hijas. Por otro lado, como mujer trabajadora experimenta el reconocimiento social y económico, diferenciado en el lugar de origen y en el de destino. La tensión entre uno y otro tipo de experiencias de subjetivación produce un sujeto-mujer-madre escindido cuyo poder se traduce (y oscila) entre imposiciones, recomendaciones e indicaciones hacia su familia. Dicho poder, además, adopta formas de expresión compensatorias (regalos, p.e.) frente a las carencias y vacíos afectivos que se configuran con su ausencia.

La Llegada a la sociedad de destino

El duelo migratorio que se ha ido gestando desde la fase de la toma de decisión y se ha acumulado en el momento de la partida, encuentra nuevas e incluso inesperadas vías de procesamiento para cada uno de los miembros de la familia y de su entorno inmediato, para quienes el espacio común que les queda -tal vez el único- es el de la ausencia.16

La experiencia común y habitualmente compartida de la ausencia por efecto de la partida de uno de los miembros familiares, tiene connotaciones particulares cuando se trata de la madre de familia (UCM-UPS, 2008). En sociedades donde las dinámicas y transformaciones socio-familiares erosionan principalmente las relaciones conyugales y paterno-filiales, la figura de la madre representa el núcleo articulador de los vínculos familiares.

Así, la llegada al lugar de destino, como dato que confirma la ausencia física de la madre, abre la posibilidad de atenuar su ausencia sobre la base de un relativamente nuevo tipo de poder: el de la información y, en menor grado, el de la comunicación entre los miembros de la familia. En este momento, hablamos de poder como un espacio de agregaciones en el que los subsistemas (miembros de la familia) de un sistema (familia) producen poder como comunicación y comunicación como poder, mediante determinadas prestaciones selectivas expresadas en sistemas tecnológicos de la comunicación, acuerdos y compromisos de padres y madres con sus hijos e hijas a la distancia, y una variada gama de mensajes que permiten producir tales relaciones (Luhmann, 1995).

La distinción planteada entre información y comunicación, creemos, resulta muy importante si es que asumimos, siguiendo a Luhmann, el poder como comunicación, como flujos de sistemas de enunciados que reducen la complejidad y modifican los sistemas y entornos. Cuando los miembros de la familia, ubicados en lugares diferentes y a miles de kilómetros de distancia, establecen comunicación, lo hacen, usualmente, a través del servicio telefónico o de la Internet, y los diálogos y conversaciones siguen un patrón más o menos uniforme que va desde las preguntas de rigor que informan sobre el estado de la persona en términos de bienestar, hasta las últimas novedades o eventos que los interlocutores e interlocutoras consideren necesario y conveniente referir.

Con el paso del tiempo y la frecuencia de las comunicaciones -que generalmente se vuelve una especie de obligación moral de los progenitores migrantes- la comunicación, vía telefónica e Internet, presenta incontrastables signos de agotamiento. El diálogo tiende a convertirse en un "mero formulismo" bajo el mecanismo de pregunta-respuesta (UCM-UPS, 2008) que, ordinariamente, está permeado por consejos e invocaciones referidos al sacrificio que representa vivir y trabajar en un país lejano, como una cuestión que deberían considerar y valorar los hijos e hijas.

Tal dinámica comunicacional no deja de tener efectos en la constitución de la subjetividad del niño o niña, porque lo impregna de sentimientos culposos al descubrirse a sí mismo o a sí misma como una de las principales causas por las que su padre y/o madre emigró. Pero, al mismo tiempo, también produce efectos en las valoraciones que el niño o niña va construyendo acerca del valor e importancia de vivir en familia, que queda subordinado al valor de dinero.

Como señalábamos líneas arriba, el peso que va adquiriendo la información frente a la comunicación supone una determinada producción de poder entre quienes se alejan más de la información y se aproximan más a la comunicación, puesto que la sola información no constituye elemento suficiente para poder generar un (sub)sistema vinculante en el marco del sistema familiar. La generación de sistemas de poder, en tal sentido, tenderá a reproducirse en otros ámbitos, tal vez distintos al de la familia, en los que la comunicación realmente exista como un sistema que se autogenera permanentemente. Y en ello radica la posibilidad de crear y afianzar el vínculo social.

Otra de las dimensiones a destacar en el momento de la llegada de una mujer migrante, en el caso del desplazamiento Quito-Madrid, es la constatación de que, en efecto, el trabajo de servicio doméstico y cuidado a particulares (niños, niñas y personas adultas mayores) tiene una valoración económica muy diferenciada del de su lugar de origen. Tal diferenciación en la valoración económica del trabajo entre uno y otro punto de referencia geográfico, resulta determinante en el poder que la mujer migrante acumula y ejerce en su familia. La explicación obvia se encuentra en la relación construida entre su poder económico adquirido en el proceso migratorio, y su autoconciencia para ejercer dicho poder bajo diversas formas y mecanismos; en suma, se trata del ejercicio de un poder a la distancia pero altamente efectivo producido por las determinaciones reduccionistas de la sociedad de mercado en la fase actual del capitalismo que todo lo disuelve en la capacidad económica, y más precisamente adquisitiva, de sus agentes. Tal poder se expresa concretamente en el conjunto de indicaciones que la mujer madre proporciona a sus hijos e hijas y a quienes quedan al cuidado de ellos y de ellas para que operen según esas indicaciones (UCM-UPS, 2008).

Se instala así, y de modo predominante, el poder del sujeto económico en el ámbito familiar, en el marco del hecho migratorio.

Los procesos de subjetivación de los distintos miembros de la familia están atravesados por ciertos elementos en común, como la conciencia de las necesidades y precariedades económicas que desencadenan la decisión de emigrar, el duelo de la separación y las expectativas de mejoramiento de las condiciones de vida. Se trata, pues, de subjetividades fragmentadas por determinaciones de orden económico que producen transformaciones en la relaciones de poder en la familia.

Creemos que existen elementos suficientes para afirmar que en el caso de la migración Quito-Madrid, la mujer migrante se constituye en el agente protagónico de dichos desplazamientos. El giro del poder familiar en el hecho migratorio, del eje paterno al eje materno y producido por las necesidades económicas, genera también una nueva subjetividad social en la que el reconocimiento social no queda únicamente como una dimensión pulverizada por las dinámicas objetualizadoras de la sociedad de mercado, sino que también expresa un mayor reconocimiento social y económico hacia la mujer emigrante por parte de fuerzas y sectores sociales subordinados o en resistencia. El debate en torno de este punto, evidentemente, puede ampliarse y profundizarse en razón a que, si bien el sujeto ha sido fragmentado por las fuerzas del mercado que todo lo objetualiza, negando con ello su subjetividad, no es menos cierto que, como parte del entramado de tensiones sociales, emergen nuevas vías de producción de subjetividad desde prácticas concretas enmarcadas en la experiencia migratoria. En otras palabras, emergen procesos se subjetivación que únicamente la interacción social en el tiempo decantará.

Lo que queda claro del proceso de interacciones concretas entre quienes participan en el juego de demandas y ofertas laborales transnacionales es que existe, como lo hemos señalado ya, un poder más allá de estas voluntades y de estas específicas relaciones intersubjetivas, que podríamos definirlo como un poder estructural que opera desde el seno de las relaciones de matriz capitalista, y por el cual, en el caso de las actuales migraciones internacionales, aseguraría el bienestar de los países desarrollados incorporando fuerza de trabajo proveniente de sociedades empobrecidas y "exportadoras" de mano de obra que, en el caso de las mujeres, se ubica en el sector servicios. Asimismo, este poder estructural opera en y mediante las transformaciones del mercado de trabajo global en el que, sin duda, las demandas del sector servicios se amplían y diversifican, produciendo con ello una más visible e intensificada feminización de la migración internacional con sus derivados procesos y efectos en las relaciones intersubjetivas y en las intrincadas tramas del poder que, inscribiéndose en el marco del hecho migratorio, lo desbordan.

Con todo, y pese a las transformaciones ocurridas en el ámbito de las relaciones de poder y subjetividades en las familias que son parte del proceso migratorio Quito-Madrid, resulta todavía aventurado sostener que el eje del poder en las relaciones conyugales y en las relaciones materno-filiales estén definitivamente configuradas y que las disrupciones y rupturas experimentadas desde el inicio del boom migratorio 1998-2001, vayan a ser permanentes, extensibles y, menos aún, generalizables al conjunto de la sociedad.


Notas:

* Artículo de reflexión elaborado sobre la base de los resultados de la investigación "Los niños como actores en los procesos migratorios", avalada por el Instituto de Cooperación Internacional de la Universidad Complutense de Madrid (Acta de Resolución ICI-UCM-30-09-2007. Ref: Proyecto Fondos Concursables de Investigación. Convocatoria 2006-2007) y realizada por dos equipos interdisciplinares de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador.

1 Hacemos referencia al uso y aplicaciones de los principios y presupuestos de la teoría fundamentada, según la propuesta de Strauss y Corbin (1990).

2 Mujeres-madres: concentramos nuestro interés analítico en esta diada porque tiene especial importancia para la comprensión de los procesos de subjetivación desde la perspectiva de género y poder. En breve, reconocemos la condición biológica de "ser mujer - madre" (UCM-UPS, 2008) y, al mismo tiempo, la marca cultural de "ser mujer" y los condicionamientos culturales de la maternidad.

3 En un proceso de aproximaciones sucesivas (conversación grupal, actividad lúdica, entrevista corta, carta a un ser querido) se obtuvo relatos de vida de 28 personas de entre 9 y 16 años (51% mujeres, 49% varones) mediante el tema/pregunta "¿Cómo era tu vida antes de que tu mamá y/o papá emigrara y cómo es tu vida ahora?", asunto decisivo para el desarrollo de las narrativas en las que las referencias directas e indirectas a sus madres son mucho más recurrentes que a cualesquier otro miembro de la familia o de su entorno. De hecho, quienes han vivido la experiencia de la partida de la madre tuvieron muchas más dificultades para desarrollar un relato que quienes han experimentado la partida del padre.

4 Nos remitimos a la idea deleuziana, inspirada en Foucault, según la cual los procesos de subjetivación constituyen aquellos "pliegues del afuera" que, provisionalmente, no se encuentran integrados e instituidos de modo evidente en las relaciones del saber-poder que, en este proceso migratorio, está constituido por un complejo entramado de concurrencias institucionales, fuerzas sociales y económicas, relatos y experiencias de migrantes y sus familias, elementos que en su interacción revelan la emergencia de nuevas formas de relación, nuevas formas de ser en un espacio social concretamente situado.

5 En el sentido de una autonomía dependiente del mercado. Perea, V. C. M. (2008). ¿Qué nos une? Medellín: La Carreta.

6 Ver p.e.: Firestone, S. (1970). The Dialectic of Sex. Nueva York: W. Morrow. V.; también: Harding, S. & McGregor, E. (1996). "El lugar de las mujeres en la ciencia y la tecnología". París: Unesco.

7 Sobre todo en la dinámica económica de la familia y en la dimensión subjetiva del núcleo familiar puesto que, a juzgar por las evidencias mostradas en estudios, medios de comunicación y relatos de niños, niñas, adolescentes, profesores, profesoras y responsables de los departamentos de asistencia psicológica de centros educativos escolares, ha emergido -creemos- una nueva figura materna y femenina que cumple roles de provisión de bienes y mercancías, antes de la exclusiva responsabilidad de los jefes de hogar (UCM-UPS, 2008).

8 En 2001 se calculaba que el ingreso mensual promedio de una mujer que trabajaba como niñera en Madrid, durante 6 horas diarias, era aproximadamente 950 euros (1380 dólares en ese tiempo). Hay que considerar que las mujeres migrantes dedicadas al cuidado de niños, niñas y sujetos ancianos, y al servicio doméstico, tienen por lo general más de un lugar de trabajo. Desde aquellos años, las remesas de los sujetos migrantes se convierten en la segunda fuente de ingresos en el Ecuador, luego de los ingresos petroleros. V., Diario El Hoy, suplemento Blanco y Negro, 12 de enero de 2002, Quito.

9 Los relatos de niños, niñas, adolescentes y profesionales de los departamentos de apoyo psicológico de las instituciones educativas que participaron en la investigación base de este artículo, muestran pistas y evidencias sobre la importancia de la palabra y de las acciones de la madre con respecto a la decisión de partir y, una vez concretada la partida, al deber ser de sus hijos e hijas y de quienes quedan a cargo de ellos y de ellas. V. UCM-UPS (2008). Los niños como actores en el hecho migratorio. Implicaciones para los proyectos de cooperación. Madrid: Gráficas Almeida.

10 V. p.e.: Sánchez-Parga, J. (1986). La trama del poder en la comunidad andina. Quito: CAAP.

11 Principalmente, cambios en la composición de la economía a escala mundial expresados en un nuevo ciclo político de la economía (Beck, 1992; 1998). La mundialización creciente de las relaciones sociales -globalización-, sus nuevas dinámicas económicas y comerciales, así como los efectos políticos y sociales, no son advertidos ni interpretados oportunamente por el sistema político ni por diversos sectores sociales de la sociedad ecuatoriana (Echeverría, 1997).

12 Cf. Informe del Sistema Integrado de Indicadores Sociales y Económicos, SIISE, versión 2.0. Cf. Ramírez, F y Ramírez, J. (2005). La Estampida Migratoria Ecuatoriana. Quito: Unesco- Abya Yala.

13 Cf. Dirección Nacional de Migración, Quito, 2005.

14 Aunque este no es el lugar, la observación acerca de la voluntad emancipatoria de la mujer en el contexto familiar merece un análisis más detallado sobre las dinámicas y tensiones sociofamiliares actuales en las que la autonomía de cada miembro de la familia se ha exacerbado, como efecto de la reproducción sociofamiliar de la sociedad de mercado (Sánchez-Parga, 2004; Perea, 2008).

15 P: ¿Por qué tu madre decidió viajar? R: Mmm, me imagino porque quería ganar dinero. P: O sea ¿estaba con problemas aquí de dinero? R: No, o sea porque mejor dicho no encontraba trabajo, entonces como siempre recurren a lo más fácil, ir a trabajar allá, entonces ya pues, decidió irse allá a sufrir más y ganarse el dinero allá, así (Quito, 17 años). (ob. cit., p. 70).

16 "Cuando quien emigra es la madre, esta situación de falta de personas de confianza no consigue mitigarse ni aunque el padre permanezca al cuidado de los hijos. Esto sucede especialmente en el caso de las hijas. Durante la adolescencia las niñas comienzan a sentirse cada vez más distanciadas y desconfiadas del padre por los comportamientos machistas que éstos comienzan a exhibir. En esta etapa, los padres trasladan hacia ellas muchos de los comportamientos que tenían con las madres, mostrándose celosos y posesivos. Ante esto, las adolescentes sienten la necesidad de ocultar sus conductas y sus sentimientos: No confío en nadie, o sea a mi papi no puedo decirle que conocí a un chico, porque no, porque es el hombre y no sabría como darme consejos. Mi mami sí me daría consejos (Quito, 14 años)". (UCM-UPS (2008). Los niños como actores en los procesos migratorios. Madrid: Gráficas Almeida, p. 51).


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    Referencia para citar este artículo: Unda, R. & Alvarado, S. V. (2012). Feminización de la migración y papel de las mujeres en el hecho migratorio. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 10 (1), pp. 593-610.