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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.12 no.1 Manizales jan./jun. 2014

https://doi.org/10.11600/1692715x.12115101012 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

DOI:10.11600/1692715x.12115101012

Ampliación de sentidos sobre las prácticas políticas de jóvenes con vinculación a siete movimientos sociales en Colombia*

Expansion of senses about the political practices of young people involved with seven social movements in Colombia

Ampliação de sentidos sobre as práticas políticas de jovens com vinculação a sete movimentos sociais na Colômbia

Jhoana Patiño1, Sara Victoria Alvarado2, María Camila Ospina-Alvarado3

1 Profesora-investigadora Universidad Católica, Manizales, Colombia. Profesional en Desarrollo Familiar. Universidad de Caldas; Magistra en educación y desarrollo humano, Cinde-Universidad de Manizales. Profesora-investigadora de la maestría en educación de la Universidad Católica de Manizales. Directora del grupo de investigación: Alfa: Educación, democracia, pedagogía, currículo y desarrollo humano. Correo electrónico: jpatino@ucm.edu.co

2 Directora Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Manizales, Colombia. Psicóloga, Universidad Javeriana. Magistra en Educación y Desarrollo Social y Doctora en Educación, Nova University-Cinde. Directora del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud Cinde-Universidad de Manizales y de su Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, en el marco del cual dirige la Línea de Investigación en Socialización Política y Construcción de Subjetividades. Directora del Grupo de Investigación "Perspectivas políticas, éticas y morales de la niñez y la juventud", categoría A1 de Colciencias. Coordinadora de la Red Iberoamericana de Postgrados en Infancia y Juventud. Consultora de OEA en asuntos de niñez indígena y rural. Consultora de Unicef en procesos de gestión de conocimiento en niñez. Correo electrónico: s.v.alvarado.s@gmail.com

3 Investigadora Cinde, Bogotá, Colombia. Psicóloga, Universidad de los Andes (Summa Cum Laude). Magistra en Psicología Clínica, Universidad Javeriana (Orden al Mérito Académico Javeriano). Candidata Doctorado Ciencias Sociales Taos-Tilburg University. Directora Línea de Investigación "Construcción social del niño y la niña: familia y otros contextos relacionales". Directora de la investigación "Procesos de construcción social de la niñez en contextos de conflicto armado en el Eje cafetero, Antioquia y área metropolitana de Bogotá: La paz, la reconciliación y la democracia desde la perspectiva de narrativas generativas de niños y niñas", del grupo de investigación "Perspectivas políticas, éticas y morales de la niñez y la juventud, clasificado en categoría A1 en Colciencias y adscrito al Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de Cinde-Universidad de Manizales. Correo electrónico: mospina@cinde.org.co

Artículo recibido en junio 20 de 2012; artículo aceptado en octubre 10 de 2012 (Eds.)


Resumen (analítico):

En este artículo, presentamos los resultados logrados en el marco de la investigación "Experiencias alternativas de acción política", cuya pretensión fue comprender, desde un enfoque histórico hermenéutico: ¿ cómo se vinculan los y las jóvenes a experiencias de acción política que logran instituir dinámicas alternativas de construcción de país frente a acontecimientos socio históricos y políticos significativos de la última década en Colombia? Los resultados presentados en este artículo aluden a las comprensiones logradas en términos de: los marcos colectivos construidos por los sujetos de las experiencias para orientar y significar sus prácticas políticas en términos de acontecimientos, objetivos y acciones y la ampliación de los sentidos de lo político que los jóvenes de estas experiencias han ido configurando a partir de sus afectaciones, relaciones, movilizaciones y creaciones. En tal sentido, el alcance del artículo es hacer visibles y audibles en un mismo nivelde legitimidad, esos otros lugares y formas de lo político que estos sujetos jóvenes han ido creando, muchas veces, al margen de la institucionalidad, y otras, dentro o al lado de ella, a partir del reconocimiento de las especificidades de los contextos, prácticas y sentidos locales en los que se desarrollan y de las regularidades políticas, económicas y sociales que vinculan históricamente las experiencias de los sujetos y los colectivos que habitan geográficamente territorios distintos.

Palabras clave: Marcos de acción colectiva, prácticas políticas, jóvenes, sentidos de la política (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).


Abstract (analytical):

In this article we present the results obtained with the research "Alternative experiences of political action", whose aim was to understand, from a historical, hermeneutical approach, how young people get involved with political action experiences that manage to institute alternative dynamics of building a country in view of significant political and socio-historical developments in the last decade in Colombia. The results presented in this article make reference to the understanding achieved in terms of: the collective frameworks built by the subjects of the experiences so as to orient and signify their political practices in terms of events, objectives and actions and the expansion of the senses of the political issues that the young people undergoing these experiences have been devising from their affectations, relations, mobilizations, and creations. In that sense, the scope of the article is to make these other places and forms of the political issues visible and audible on the same level of legitimacy and these young people have very often created them outside the margin of institutionalization, and some other times they have done so within or side by side it, by recognizing the specificity of local contexts, practices and senses in which they develop and of the political, economic and social regularities that historically link the experiences of the subjects and groups that inhabit geographically different territories.

Keywords: Collective action frameworks, political practices, young people, senses of politics (Unesco Social Sciences Thesaurus).


Resumo (analítico):

Neste artigo apresentamos os resultados alcançados no marco da pesquisa "Experiências alternativas de ação política", cuja pretensão foi compreender, a partir de um enfoque histórico hermenêutico: Como se vinculam os e as jovens a experiências de ação política que conseguem instituir dinâmicas alternativas de construção de país frente a acontecimentos sócio-históricos e políticos significativos ao longo da última década na Colômbia? Os resultados apresentados neste artigo aludem às compreensões levadas a termo sobre: os marcos coletivos construídos pelos sujeitos das experiências para orientar e significar suas práticas políticas em termos de acontecimentos, objetivos e ações e a ampliação dos sentidos do político que os jovens destas experiências tem configurado a partir do que lhes afetam, suas relações, mobilizações e criações. Neste sentido, o artigo busca tornar visíveis e audíveis em um mesmo nível de legitimidade, estes outros lugares e formas do político em que estes sujeitos jovens tem criado muitas vezes às margens da institucionalidade, e outras dentro ou ao lado dela, a partir do reconhecimento das especificidades dos contextos, práticas e sentidos locais em que se desenvolvem e das regularidades políticas, econômicas e sociais que vinculam historicamente as experiências dos sujeitos e dos coletivos que habitam territórios distintos geograficamente.

Palavras-chave: Marcos de ação coletiva, práticas políticas, jovens, sentidos da política (Tesauro de Ciências Sociais da Unesco).


Introducción

En este artículo presentamos los resultados logrados en el marco de la investigación "experiencias alternativas de acción política". Para tal fin recogemos los principales hallazgos en términos de dos ejes de comprensión y sentido. El primero hace alusión a los marcos colectivos construidos por los sujetos de las experiencias para orientar y significar sus prácticas políticas en términos de acontecimientos, objetivos y acciones. El segundo eje de comprensión tiene que ver con la ampliación de los sentidos de lo político que estas experiencias han ido configurando a partir de sus afectaciones, relaciones, movilizaciones y creaciones.

Por lo anterior, es importante advertir que nuestra pretensión no es establecer comparaciones que homogenicen el sentido y el alcance de las experiencias, sino hacer visibles y audibles en un mismo nivel de legitimidad, esos otros lugares y formas de lo político que estos sujetos jóvenes han ido creando, muchas veces, al margen de la institucionalidad, y otras, dentro o al lado de ella, a partir del reconocimiento de las especificidades de los contextos, prácticas y sentidos locales en las que se desarrollan, y de las regularidades políticas, económicas y sociales que vinculan históricamente las experiencias de los sujetos y los colectivos que habitan geográficamente territorios distintos.

El problema de investigación

La problematización que dio origen a esta investigación parte del reconocimiento de la existencia de dos tendencias de análisis frente a la relación política-juventud: la primera de ellas prioriza en su análisis los aspectos formales de la participación política, en la que la institución subsume al sujeto y su capacidad de creación, valorando la adaptación y orientándose hacia la repetición del orden establecido. La segunda tendencia comprende la relación políticajuventud, desde categorías que enfatizan, según Alvarado, Botero y Luna (2008), lo comunicativo y lo cultural, cuyo interés se ha visto movilizado por las formas particulares de comunicación y de relación que establecen las culturas juveniles en el marco de un contexto social y político cambiante. En general, diríamos que se trata de discursos y prácticas políticas de carácter más socio-céntrico.

En el marco de esta polarización, buscamos con el estudio comprender cómo se vinculaban los jóvenes y las jóvenes a experiencias de acción política que lograran instituir dinámicas alternativas de construcción de país, frente a acontecimientos socio-históricos y políticos significativos de la última década en Colombia. De esta manera, hicimos de la investigación una apuesta por crear un espacio de indagación, análisis y construcción de sentidos, desde el cual pudiéramos nombrar y dialogar con ese campo de experiencias de acción política que, al ser diluidas en su carácter minoritario y micronarrativo por las hegemonías de los discursos imperantes, terminaban siendo veladas en su poder de afectación al orden instituido.

El horizonte epistémico que orientó el estudio

Inscribimos el interés práxico del estudio en el enfoque histórico hermenéutico, que se nutre principalmente de la ontológica arendtiana, denominada hermenéutica performativa o hermenéutica ontológica política (Alvarado, Botero & Luna, 2008), la cual integra el ejercicio del comprender en la acción política; o sea, de hacer visibles y audibles elementos de la realidad que no han sido nombrados y que permiten señalar, gracias a prácticas singulares, aquellos modos de ser en el mundo que han logrado instituir, acontecer y aparecer en medio de la pluralidad. La construcción del método, desde esta postura, tiene su origen en el pensamiento político arendtiano (Arendt, 1943, 1951/2004, 1957/2000, 1958/1998, 1959, 1963/2006, 1965/2001, 1968, 1978/2002), el cual retoma los fundamentos de la crítica del juicio kantiano (Kant, 1790/1997) que en la autora es un referente más político que estético; así mismo, retoma la hermenéutica ontológica propuesta por Heidegger (1926/ 2003, 1958, 1970) como praxis -comprensión actuante- y como poiesis -producción de mundo que trae adelante.

    Desde el punto de vista de los estudios latinoamericanos se apeló a una perspectiva de afirmación como la propuesta por Escobar (1996), respecto a una mirada en la diversidad y la singularidad de acciones políticas que intenten señalar como marcos de referencia posibilidades de vida distinta, a partir del reconocimiento de la construcción de políticas emergentes en las prácticas, los saberes y las búsquedas de actores y espectadores sociales que, en medio de condiciones no siempre favorables, interactúen críticamente e instituyan formas diversas de construcción de lo público y la paz en el país (Alvarado et al., 2008)

Dado lo anterior, fundamos las búsquedas de la investigación en la experiencia de los jóvenes y las jóvenes, e indagamos entonces por aquellos acontecimientos históricos, sociales y políticos que en sus escenarios y experiencias cotidianas se configuraron como detonantes de sus acciones políticas alternativas, por las formas desde las que se vinculan a ellas, por los saberes que circulan en dichas prácticas, por la diversas maneras en que están conformando minorías disidentes para irrumpir con la naturalización de esquemas incorporados en los imaginarios y prácticas de injusticia y violencias sociales que se les han impuesto, para instituir nuevas maneras de construir lo público.

El proceso metodológico

Para la recolección de la información trabajamos desde una perspectiva socio-histórica a partir de un rastreo teórico que permitiera dar cuenta del estado del arte sobre las experiencias de acción política frente a acontecimientos socio-históricos y políticos en Colombia, y en la cual se evidenciara la vinculación de los jóvenes y las jóvenes. Operacionalizamos la identificación de antecedentes mediante el desarrollo de un mapeo de 68 experiencias a nivel nacional que daban cuenta de la pluralidad de procesos de acción política en términos de surgimiento, formas de organización, tipo de participación de los jóvenes y las jóvenes, financiación, participación o no del Estado, fines que motivan la práctica, mediaciones comunicativas.

Después de haber logrado el mapeo de las experiencias, como primer paso de la investigación, identificamos dentro de ellas las siete con las que desarrollamos los estudios de caso a profundidad, teniendo en cuenta que fuesen experiencias claramente alternativas en el sentido de instituirse y nombrarse como contra-hegemónicas, que tuvieran una clara participación de los jóvenes y las jóvenes en la creación de dinámicas y acciones alternativas, y que develaran una pluralidad de sentidos y prácticas sobre lo político, al ser provenientes de espacios de creación como el arte, la academia, los partidos políticos disidentes, las redes y los movimientos minoritarios márgenes (étnicos, de género y ambientales). De acuerdo con estos criterios finalmente seleccionamos las siguientes: Red Juvenil de Medellín; Red de Comunicación Alternativa de Manizales; Movimiento Juvenil álvaro Ulcué, norte del Cauca; Colectivo de Pensamiento Minga de la Universidad del Valle; Ruta Pacífica Joven, Pereira; Ecoclub Blue Planet, Ciudad Bolívar, Bogotá; Programa Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz, Nacional.

Una vez seleccionadas las experiencias, desarrollamos en cada una de ellas dos grupos focales en el marco de talleres participativos de reconstrucción de su historia, a partir del reconocimiento de los acontecimientos socio-históricos y políticos frente a los cuales han actuado y configurado sus experiencias colectivas, así como en la visibilización de las trayectorias biográficas de sus integrantes y en la comprensión de los horizontes de sentido y las prácticas de las distintas experiencias. Realizamos también entrevistas semi-estructuradas a integrantes y líderes de los grupos, a través de las cuales indagamos sobre aspectos referidos a las motivaciones de vinculación y permanencia. Por último, propiciamos un Encuentro Nacional en la ciudad de Manizales con cuatro participantes de cada una de las siete experiencias vinculadas, para la socialización, validación de los resultados y construcción colectiva del informe final, en la que los jóvenes y las jóvenes tuvieron un papel protagónico.

Contexto social colombiano

Según Alvarado, Botero y Luna (2008) y Alvarado y Ospina (2011), en su inmensa mayoría los sujetos jóvenes colombianos se encuentran inmersos en un contexto social, político y económico altamente violento y desigual, organizado y controlado de forma adulto-céntrica por dinámicas de muerte, desaparición, amenaza, corrupción, impunidad; por tanto, ellos y ellas se mueven en procesos de socialización y construcción de sus subjetividades y ciudadanías, regidos por pautas y relaciones asimétricas, inequitativas y excluyentes, en las cuales son asumidos como objetos pasivos que deben ser controlados para ser formados de acuerdo con las necesidades y parámetros de los marcos legítimamente reconocidos. Sumado a lo anterior, la ausencia de criterios éticos y morales, de referentes de autoridad y afecto en los procesos de socialización de los jóvenes y de las jóvenes, va abriendo una brecha cada vez más profunda entre el pasado, el presente y el futuro, brecha que rompe con las expectativas de construir horizontes de posibilidad diferentes a la violencia, la pobreza y la exclusión.

Por ello, sus necesidades, potencias, miedos y sueños, sus visiones, discursos y enseñanzas, se diluyen entre las necesidades de un mundo centrado en la persona adulta y en la incapacidad de escucha y reconocimiento de un sistema político y social sustentado en el crecimiento económico y en el consumo de bienes y servicios como máximos indicadores para medir el nivel de vida y de desarrollo humano. En dicho contexto, los sujetos jóvenes del país se enfrentan a la pérdida de legitimidad de su palabra y de su acción, y a la invisibilización política de su heterogeneidad; por tanto, su capacidad de participación real en la construcción de los acuerdos sociales que dinamizan la vida en común, les es arrebatada de forma visible e invisible en las micro y macro esferas de la vida y del desarrollo. Por ello, es necesario ampliar públicamente los debates con la sociedad civil y el Estado, respecto al sentido político y ético que se les ha asignado, pues más bien pareciera que pese a los esfuerzos de reconocimiento, protección y restablecimiento de sus derechos, cada día su desarrollo en términos de capacidades, libertades y oportunidades se ve más y más lesionado por las dinámicas y políticas de un modelo de desarrollo centrado en el aumento del capital, a través del fortalecimiento de su sistema de producción, en detrimento de las condiciones reales de existencia y desarrollo de los seres humanos.

Dentro de este sistema económico y político, los jóvenes son asumidos como seres pasivos, dependientes, vacíos de sentido y conciencia, seres sin forma, seres que valen por lo que representan en el futuro de las naciones y no por los seres que ya son; se les ve como seres potenciales adultos en proceso de maduración que deben ser formados para competir conforme a las necesidades y normas impuestas por el mercado como máximo regidor de las existencias. Además se les universaliza bajo estigmas como "todos los jóvenes son peligrosos, dañinos, delincuentes" (Alvarado & Ospina, 2011, pp. 14-16).

En este sentido, muchos de los procesos de formación ciudadana que se han puesto en marcha para hacerle frente al problema de la naturalización y reproducción de la violencia, se han diseñado y ejecutado desde visiones asistencialistas, adulto-céntricas y represivas, que no toman en consideración la percepción y expectativas de estos sujetos; por tanto, los impactos de estos programas se han diluido en procesos de mera transferencia técnica de conocimientos sobre democracia, ciudadanía, liderazgo, participación, comunicación y resolución de conflictos, entre otros, sin que logren tocar y transformar las estructuras cognitivas, comunicativas y éticas desde las cuales los jóvenes construyen sus relaciones con los demás sujetos sociales e instituciones.

Como los jóvenes y las jóvenes se constituyen en el rostro más visible de los círculos de violencia y pobreza en el territorio nacional, es necesario reconocer su voz y su acción como sujetos con potencialidades y expectativas propias y diferentes a las de los sujetos adultos: "el rescate de la voluntad colectiva y de sus prácticas plantea a la historicidad y a la subjetividad como dos dimensiones que en su articulación configuran la realidad como proyectos de vida" (Zemelman, 2001, p. 50).

En un contexto social, político y cultural de sometimiento e invisibilización por la vía de la violencia, la desigualdad y la pobreza, surge la necesidad ética, política y económica de crear procesos de construcción de conocimientos, espacios, discursos y prácticas de socialización política, que posibiliten y estimulen la vinculación activa de los niños, niñas y jóvenes en la creación de alternativas que permitan renombrar los sentidos compartidos frente a la situación de violencia y frente al potencial de la paz; la democracia como una forma de organización de la vida en común y como un estilo de vida deseable a partir de la ampliación de los sentidos y prácticas de lo político. Por ello es fundamental incluir la voz de las personas jóvenes de Colombia en la construcción de otras narrativas de la vida social que partan de la puesta en marcha de múltiples opciones de ser, de estar, de decidir, de actuar y de decir.

Resultados

Acontecimientos frente a los que se movilizan para crear

El acontecimiento reconstruye una historia que da cuenta de un convenio y por tanto de un sentido común. Porque, si bien el acontecimiento es de carácter singular, en cuanto experiencia de cada sujeto, adquiere sentido colectivo cuando se objetiva en el relato, el cual posibilita la aparición del acontecimiento en la realidad, de modo que puede ser apropiado por otros a través del lenguaje. En palabras de Arendt,

    (...) sólo hay acontecimiento cuando se introduce sentido o, lo que es lo mismo, no hay acontecimiento sin mundo común; es decir, el acontecimiento es inseparable de la imprevisibilidad y de la fragilidad de la acción y de las palabras que vinculan a los individuos entre sí (...) Acontecimiento es lo que sobreviene o adviene en el tiempo humano (Arendt, 1997, p. 32).

Según Baudio (2000, pp. 8-15),

    (...) la acción colectiva es aquella con capacidad de crear sus propios tiempos y espacios no subordinados a la lógica estatal, por ello no está prevista ni regulada por la potencia o el poder dominante y sus leyes. Esta acción colectiva tiene algo de imprevisible (dado que) rompe con la repetición, produce un acontecimiento (...) ‘no hay política sin acontecimiento' o mejor dicho, no hay política que no emane de una situación concreta, pero al mismo tiempo, no hay política sin ese elemento suplementario que la situación no nos permite proveer.

Siguiendo a Deleuze y Guattari, el acontecimiento es una construcción que se hace desde el lenguaje y, en este sentido, da cuenta de la realidad que cada quien vive. Así mismo, afirman que "en cada acontecimiento hay muchos componentes heterogéneos, siempre simultáneos" (Deleuze & Guattari, 2001, p. 158).

Según Lazzarato (2006, p. 46),

    El acontecimiento crea un mundo posible que se expresa en los agenciamientos de enunciación (en los enunciados, en los signos o en un rostro) y que se efectúa en el cuerpo (...) Lo posible no es aquí una categoría abstracta que designa algo que no existe: el mundo posible existe perfectamente pero no existe fuera de lo que lo expresa (enunciado, rostro o signo) en los agenciamientos colectivos de enunciación.

Los lugares de afectación y acción política de los colectivos responden a lógicas macro y micro de la situación del país. Según Benito (2010) todo es político, pero a la vez toda política es macropolítica y micropolítica, en tanto los fenómenos de expresión social se originan en esa zona de entrecruzamiento entre determinaciones sociales, económicas, tecnológicas, de medios de comunicación de masa, y que influyen en la vida de los sujetos en todas sus dimensiones Es así como estas experiencias han desarrollado la capacidad reflexiva de leer sus propias limitaciones, condiciones y posibilidades de vida.

En las narraciones de las experiencias encontramos dos acontecimientos de orden macroestrcutural, liados a la imposición del neoliberalismo como única posibilidad de vida a nivel económico, social, cultural y ambiental. El primeo de ellos hace alusión al desencanto de la política oficial, que desde sus vivencias y discursos se caracteriza por prácticas de representación, corrupción, injusticia y asistencialismo, y está asociada a ideas, sentidos y discursos que asumen al sujeto joven como delincuente o como problema social para deslegitimar su participación y acción en la esfera de lo público. El desencanto frente a la política oficial tiene que ver con el limitado espacio que ofrece para el reconocimiento, aparición y ejercicio legitimo de la pluralidad, en tanto la política desde esta perspectiva sirve para controlar a los sujetos y colectivos, asegurando el mantenimiento y reproducción del estado de cosas legitimado en lógicas de poder vertical. "Nos alejamos de los espacios tradicionales, de los partidos políticos" (Red Juvenil de Medellín).

"Nosotros no hacemos las elecciones como todo el mundo las hace, no tenemos urnas porque hemos decidido hacer otras cosas, y sobre todo cosas que sean nuestras, por ejemplo como puede ver, nosotros elegimos haciendo filas frente a nuestro candidato elegido, porque mostrando con el cuerpo lo que hemos elegido no tenemos forma de hacer trampa y además es también una forma de asumir la elección que hacemos como un compromiso público, así no hay forma de mentir" (Movimiento álvaro Ulcué). "Lo político no es sólo lo público" (Ruta Pacífica Joven). "No creemos en las políticas que representan y silencian a los sujetos y les quitan su posibilidad de decidir" (Minga).

En segunda instancia, encontramos que para estas experiencias el reconocimiento de las condiciones de violencia estructural desencadenada en las últimas cinco décadas del país, y la proliferación de múltiples formas de violencia naturalizadas en la vida cotidiana mediante los procesos de socialización, educación y comunicación, constituyen acontecimientos vitales que los atraviesan en todas sus dimensiones como sujetos y como colectivos, y por tanto producen preguntas, movimientos y opciones. "Todos hemos vivido la violencia en nuestros barrios" (Red Juvenil de Medellín). "Uno sabe qué es que le maten lo amigos, los familiares y que todos los días uno esté preocupado" (Movimiento álvaro Ulcué).

Así, estos sujetos jóvenes actúan frente a las violencias simbólicas y epistémicas que se imponen en los procesos de producción de conocimiento especializado, las violencias relacionadas con el conflicto armado y social en las que se crean políticas de militarización que las legitiman como forma de relación social y contribuyen a debilitar los vínculos sociales e institucionales y a disminuir las condiciones y posibilidades de vida digna de los seres humanos, la violencia contra la naturaleza expresada en las lógicas de instrumentalización, apropiación y consumo de la vida, mediante los discursos y prácticas que conciben la naturaleza como recurso para la expansión del progreso y no como condición para la vida. Los jóvenes y las jóvenes tienen aprendizajes que les permiten tener conciencia de la situación en que se desenvuelve su vida y la de sus grupos, lo que genera en ellos y en ellas preguntas y cuestionamientos sobre lo que ocurre, sentimientos de inconformidad y necesidad de construir alternativas. Al respecto, Riaño (2006) considera que la violencia actúa en la memoria de las personas jóvenes no sólo como condicionamiento u obediencia por temor, sino también como detonante de su acción.

Los acontecimientos son los que se desarrollan en los contextos micro y que los jóvenes y las jóvenes nombran como más próximos a ellos y a ellas, porque transcurren en el diario vivir de sus casas, de sus barrios, en las esquinas de sus comunas, en las zonas margen de sus ciudades, en la orillas de sus escuelas, en el fondo de sus veredas y en medio de los caminos cotidianos afectando directamente e indirectamente el cuerpo, la emoción y la razón. Frente a estos acontecimientos encontramos que, según la historia de estas experiencias, la afectación cotidiana que devino en movimiento creador, pasa entre otras por situaciones como la contaminación de sus fuentes de agua, el cierre de sus colegios, la violencia de sus familias, la inseguridad de sus barrios, la discriminación en sus lugares de trabajo, el asesinato de sus seres queridos, la ausencia de servicios públicos, de espacios culturales y deportivos, la estigmatización hacia ellos o hacia sus amigas y amigos, el desempleo de sus padres, de sus madres, de sus hermanos y hermanas, de sus vecinas y vecinos, entre otros.

"En el colegio y el barrio había mucha contaminación y eso hacía que uno no pudiera entrar a clase porque los olores eran terrible (...) todo el mundo tiraba las basuras al piso, nadie cuidaba los prados y desperdiciábamos el agua" (Ecoclub Blue Planet); "(...) que a uno le huela a mierda el barrio lo hace mover" (Red Juvenil de Medellín); "(...) es que las cosas cambian después de haber estado allá presenciando la guerra, ya cuando uno ve en la televisión que hay enfrentamientos en la María uno siente distinto porque uno los ha visto y ha compartido con ellos, los conoce, eso a mí me cambio la perspectiva" (Minga).

Si bien los jóvenes y las jóvenes distinguen entre los escenarios y dinámicas macro y micro en los que se originan los acontecimientos que los involucran de manera directa, ellos y ellas también logran establecer que estos acontecimientos están ligados unos con otros, y que todo lo que ocurre en la vida cotidiana afecta la vida social y viceversa. Por ello consideran que sus acciones en los espacios micro generan rupturas importantes que se ven reflejadas en las dinámicas macro. En palabras de Garcés (2002),

    (...) el acontecimiento es la apertura de un campo de posibles que no es neutro (lleva inscritas las marcas de un problema, de un sentido, de una visión) pero en el que no hay nada dado, ninguna posibilidad por escoger y realizar (p. 190).

Marcos de sentido: los principios y objetivos desde los que actúan los sujetos creadores de la política

En estas experiencias de acción política, sus protagonistas han ido generando unos procesos de interacción mediante los cuales crean su identidad, interpretan y construyen la realidad, definen sus demandas y expresan sus principios, es decir, han configurado unos marcos de significado con los que interpretan y se identifican como parte de un movimiento. Estos marcos de sentido tienen que ver con los principios, acontecimientos, objetivos y prácticas alrededor de las cuales problematizan, comprenden, enuncian y actúan la vida que comparten con otros. En este sentido, es importante acudir a los planteamientos de Delgado (2007) sobre los marcos de la acción colectiva para comprender cómo es la producción de sentido sobre lo político que en el marco de estas experiencias en movimientos sociales producen estos sujetos jóvenes.

Sobre los marcos de la acción colectiva en los que los movimientos sociales anclan sus procesos, Delgado (2007) retoma a Gamson (1992) para plantear que estos están constituidos por marcos de injusticia, identidad colectiva y expectativas de éxito y eficacia. Regresando a los planteamientos de Delgado, encontramos que en estas siete experiencias los marcos de injusticia hacen alusión al reconocimiento por parte de los sujetos jóvenes de condiciones de vida intolerables para ellos, para sus familias y para sus vecinas y vecinos, que los llevan a actuar en pro del cambio de las condiciones de adversidad.

A su vez, identificamos que el movimiento del sujeto y del colectivo no sólo parte del reconocimiento de una situación de injusticia y de exclusión que los afecta, sino también de la convicción de que tal situación es parcialmente determinada y puede ser modificada mediante la acción. En consecuencia, estos jóvenes y estas jóvenes han logrado transitar de la situación de desgracia hacia la configuración de un marco de injusticia entre ellos, que reivindica su potencia transformadora. Pero tal tránsito sólo se hace posible mediante

    (...) un cambio cognitivo en la manera como las personas perciben una condición problemática en la que pasan de ser víctimas pasivas, individuos aislados y determinados de manera externa, a sujetos con derechos y capacidad de agencia, es decir sujetos que se reconocen (Delgado, 2007, p. 50).

La identidad colectiva supone por parte de los jóvenes y las jóvenes definir y proporcionar aquellos vocabularios, marcas o rasgos distintivos que les permiten generar y apropiar un sentido de pertenencia para construir y desplegar sus identidades individuales, de forma que se unan entre sí, en un contexto más amplio como el que ofrecen las experiencias colectivas. La identidad colectiva, como interacción, ofrece símbolos y representaciones compartidas que permiten la construcción de relatos alternativos y dinamizadores de la memoria colectiva, con lo cual se recrea el sentido del nosotros que impulsa a las experiencias.

Los principios políticos que orientan sus acciones se ubican en diferentes márgenes del mundo que comparten con otros. Sin embargo, existen algunos principios que transversalizan a los sujetos y colectivos en la dimensión pública de su experiencia. En este caso, los principios que orientan su acción tienen que ver con decidir colectivamente desde la palabra como posibilidad de nombrar el mundo de manera distinta. Este decidir colectivamente implica el reconocimiento colectivo de una historia compartida no determinada; salir colectivamente, como el desplazamiento intencionado del individualismo anclado en la privatización del mundo, hacia la construcción de vínculos, afectaciones y subjetividades políticas; el hacer colectivamente se refiere a la construcción cooperada de relaciones, espacios y procesos tendientes a la ampliación potencial de la vida; sentir colectivamente, como el reconocimiento de corporalidades, las emocionalidades y las racionalidades distintas que se cruzan y se tejen para dar sentido a la existencia que se comparte en un espaciotiempo particular; este sentir colectivo se refiere también a la necesidad de compartir la responsabilidad de cuidar la vida y transformar las condiciones físicas y simbólicas que la deterioran y ponen en riesgo, no su continuidad instituida, sino su posibilidad instituyente.

De otro lado, estos principios que guían sus procesos de resistencia cotidiana configuran un marco de sentido que los convoca en la creación de otros lugares para ser, hacer, estar, decir y sentir, en los cuales aparecen como ligazón de y desde la experiencia y la afectación.

La resistencia como posibilidad de palabra y pensamiento-no-violento, configura un proceso de auto-reconocimiento de la historia, cultura, contexto, políticas de vida, intereses, necesidades, potencialidades, recursos y debilidades, a través del cual se posicionan en el mundo y configuran un sentido propio de las situaciones que viven y de los horizontes de posibilidad que pueden construir. Desde estas experiencias se genera resistencia a partir de acciones no-violentas que se ubican en la práctica cotidiana de no vivir la guerra; no es negarla, es no aceptar ser obligados u obligadas a vivirla engrosando las filas de los distintos ejércitos o ampliando la lista de los desaparecidos, mutilados y enterrados en función de la llamada seguridad.

No al patriarcado como forma de dominación; para estas experiencias el patriarcado es un sistema de dominación construido históricamente sobre las diferencias sexuales. Su función es la perpetuación de relaciones de poder vertical mediante la separación de la vida en espacios exclusivos para hombres y destinados para mujeres. Según sus marcos de sentido, la dominación patriarcal coadyuva a la constitución de instituciones androcéntricas que asumen el patriarcado como paradigma de toda dominación. El patriarcado no es un sistema sociocultural que sólo reduce y acalla a las mujeres: sus efectos también mutilan la potencia de los hombres. Por ello la lucha contra el patriarcado vindica la pluralidad y busca construir otras formas de relación que no se limiten a los condicionamientos biológicos.

La desobediencia a lo instituido y naturalizado constituye la posibilidad de auto-reconocimiento y creación. La postura política de desobediencia es una posición radical de pensar, actuar y construir la realidad, respaldados en otras miradas de mundo; subyace a la declaración y acción de resistencia de los jóvenes. Acciones que se dan tanto en el plano personal en su propio cuerpo, como en el colectivo mediante diferentes tipos de acciones que buscan lograr impacto en la cultura. La desobediencia a prácticas culturales, políticas y sociales impuestas por el actual sistema hegemónico, genera el reto de construir una alternativa popular donde se realicen procesos de consciencia que develen cuál es el papel histórico a asumir como seres que resisten y plantean propuestas de transformación.

El antimilitarismo como rechazo a toda forma de dominación y a la naturalización de la violencia; el militarismo es una idea que va más allá del uso de las armas, y que está estrechamente relacionado con la violencia que atraviesa las formas de interacción social más cotidianas: implica disciplinamiento y homogenización del ser y del hacer; sometimiento y manipulación de las voluntades hacia la ausencia de crítica; control totalitario de las acciones a favor de intereses particulares; y, obediencia a ideas, personas e instituciones impuestas y creadas para mantener un estado de cosas que beneficia a unos sujetos y excluye a otros. De ahí que sea necesario construir procesos formativos propios como los que proponen las diferentes experiencias, y que se caracterizan por tener una base colectiva y popular que se oriente a transformar las relaciones vitales, en donde haya retroalimentación y afectación.

El poder colectivo-construido no reconoce líderes, porque todos los sujetos son portadores de poder y de capacidad de agencia, es decir, cada uno de ellos hace parte de la creación. Las experiencias viven la reconfiguración cotidiana del poder vertical que se ejerce de manera natural en las diferentes relaciones sociales; ellos y ellas creen y construyen un poder que no busca el control de los otros o la imposición de verdades, más bien actúan para deshabilitar esas formas y códigos de autoritarismo que inhibe la expresión de la pluralidad de formas se ser. No buscan un poder hegemónico atribuido de manera externa y legitimado por las jerarquías. Por tanto, el sentido de poder desde el que actúan reconoce que los otros también poseen un pensamiento y una palabra propia y legítima que los ubica como interlocutores potentes en la construcción de la vida.

Ante los acontecimientos estructurales y cotidianos, las experiencias han configurado diferentes objetivos que dan cuenta de la amplitud y performancia de lo político y de las luchas y resistencia que estos sujetos y colectivos encarnan. En este sentido, las experiencias actúan por y para generar procesos de empoderamiento y liderazgo de sus integrantes, tendientes a desarrollar conciencia histórica y crítica para participar en la ampliación de las posibilidades de vida material y simbólica en los contextos en los que habitan; activar actitudes y capacidades para el ejercicio de la responsabilidad social de sus integrantes y de las comunidades con las que trabajan, para posibilitar la movilización y el cambio; desmilitarizar la sociedad, mediante la denuncia del rol de los actores armados legales e ilegales en la perpetuación del conflicto colombiano; crear y difundir formas no violentas para el abordaje de las problemáticas sociales que los afectan; generar espacios para la problematización de las condiciones de inequidad, violencia y empobrecimiento y para la participación en la reivindicación de derechos particulares (colectivos e individuales); contrarrestar la influencia de los medios de comunicación masivos mediante la creación de una contracultura que permita la visibilización de la pluralidad, la expresión de los excluidos y la reconstrucción de los sentidos, valores, normas y discursos impuestos por el neoliberalismo; fomentar vínculos y formas de relación equitativas, afectivas y plurales del ser humano consigo mismo, con los otros y con la naturaleza; fortalecer la identidad y la autonomía de los pueblos mediante la recuperación de la memoria colectiva para la construcción de relatos de mundo posibles.

Otras dimensiones de la relación política-Juventud

Iniciamos este apartado acudiendo a Zemelman para nombrar con sus palabras uno de los principales sentidos que los protagonistas de estas experiencias le atribuyen a la acción política:

    (...) traspasar los límites para abrirse a lo inédito supone una necesidad de realidad que obliga a situarse como sujetos pensantes por sobre los contenidos acumulados. Requiere de la conciencia de estar conformados por límites y de luchar contra ellos para no quedar sometidos a lo que es su espacio. Pero luchar en contra de los límites significa desarrollar un abordaje de la realidad que sea capaz de abordar distintas modalidades de apropiación, a través de un mecanismo de objetivación que exige ampliar la subjetividad (Zemelman, 1998, p. 24)

Desde estas experiencias, lo político no se concibe como una definición rígida y terminada, que en palabras de Benito (2010) tiende a reducirse al hecho de ocupar un lugar ya designado dentro de la compleja maraña burocrática del Estado, sino más bien como una construcción intersubjetiva que se da en tiempos y espacios sociales e históricos particulares; por tanto, lo político se significa desde una pluralidad de expresiones que permiten resemantizar su sentido, al entenderlo como movimiento del sujeto y del colectivo hacia la formación de una conciencia crítica y de un pensamiento propio que permita la reconfiguración de las relaciones de poder en todas las dimensiones y espacios en los que acontece la vida. Este movimiento se caracteriza por la configuración de procesos abiertos de participación en la toma de decisiones; por el trabajo colectivo y solidario para la transformación de condiciones de inequidad, violencia, pobreza, corrupción, control e invisibilización, y por la ruptura con los mandatos del individualismo promovidos por la modernización.

Al respecto, Chomsky plantea que en sociedades desiguales es necesario controlar el pensamiento y la opinión, y destruir en la comunidad y en el lugar de trabajo las organizaciones que podrían proporcionar oportunidades e influencia a la gente que no conviene que las tengan. Porque estas organizaciones

    (...) permiten que las personas con recursos limitados se unan para defender sus objetivos y proyectos, por ello, los individuos deben estar solos enfrentándose al poder centralizado y a los sistemas de información de forma aislada para que no puedan participar de ningún modo significativo en la administración de los asuntos públicos (Chomsky, 1994, pp. 20-21).

En palabras de Aguilera (2010), las formas de entender y nombrar la participación juvenil por parte de sus propios actores no se pueden realizar por fuera de las condiciones que presenta la sociedad en su conjunto; por ello, la vivencia directa y el reconocimiento de las condiciones sociales, políticas, culturales, en las cuales viven, es parte fundamental de su accionar. Los jóvenes y las jóvenes participantes de las experiencias de este estudio agencian consciente y afectivamente transformaciones, resistencias y propuestas de distintos tipos, encaminadas a crear unos marcos de acción y de sentido comunes, que sean capaces de acoger la pluralidad, de reconocer la tensión y el movimiento y de crear una contracultura que se aleje de las lógicas militaristas, legales o ilegales, lo que indica que estos jóvenes y estas jóvenes actúan a partir del ejercicio de la reflexividad

    (...) acerca de sus propias condiciones de vida, lo cual se objetiva en la lectura que producen respecto de la modalidad de vinculación clientelar y asistencialista con el Estado y las consecuencias que eso implica en términos de déficit de ciudadanía (Bonvillani, 2010, p. 36).

En todas las experiencias, las resistencias ante la violencia física y simbólica que se concretan en guerras legales e ilegales que se han ido naturalizando en las formas de relación cotidiana y que producen muerte, olvido, empobrecimiento, destrucción y deterioro de los vínculos afectivos, comunitarios e institucionales, más allá de los límites del territorio geográfico en el que se ubican, se constituyen en motor de acción colectiva. Según Cubides

    (...) las agrupaciones demuestran su capacidad de afectación desplegando su sensibilidad ante problemáticas que han sido parcialmente abandonadas por los demás sectores de la sociedad, por el Estado o porque son objeto de una acción estatal instrumental en beneficio de las grandes empresas (...) La acción de los grupos se ubica en ámbitos en donde las frágiles relaciones sociales impiden comprometerse con procesos que reviertan estas situaciones (Cubides, 2010, p. 66).

En este sentido, encontramos que la acción de estas experiencias narra la lucha por la creación de políticas de lugares en las que ellos y ellas son sujetos que actúan, es decir, políticas
    (...) de orientaciones subjetivas y derivadas de localizaciones territoriales en las que tanto individuos como comunidades desarrollan profundos sentidos de apego a través de sus experiencias y memorias (...) Esta política de lugar, que nos habla en muchos casos de experiencias colectivas, fuertemente emocionales y de constitución comunitaria (...) necesariamente tendríamos que contemplarla como una política del espacio que permita fijar a los agentes sociales concretos su mapa de referencias, su propia cartografía, con la ubicación que tienen sus prácticas sociales en el plano más amplio y, por tanto, inscribir sus acciones colectivas de lugar en una trayectoria temporalespacial más amplia y que implique el reconocimiento de sus interlocutores tanto antagónicos como aliados, y la necesaria concepción dinámica que tienen las acciones colectivas (Aguilera, 2010, p. 84).

Los jóvenes y las jóvenes señalan haber nacido y vivido en un territorio cuyo mapa de violencias heredadas los ubican en el centro de fuegos cruzados y los inscriben en sus dinámicas de manera voluntaria e involuntaria. "Todos los integrantes de la organización han vivido en sectores donde el conflicto armado los ha tocado, bien sea el conflicto urbano de Medellín con sus características particulares o el conflicto social y político a nivel nacional (...) Lo que nosotros queremos llevar a la acción está ligado al contexto que nos rodea. Conocer la guerra que vivimos, y querer transformarla, es un deseo de transformación política, y no una idea de política tradicional. Ir construyendo lo que estamos pensando" (Red Juvenil de Medellín). "Las mujeres de la Ruta Joven nos oponemos al servicio militar obligatorio y reconocemos el sufrimiento de quienes son madres y abuelas porque sus hijos deben ir a la guerra (...) Nos oponemos a que los hijos e hijas sean víctimas directas o indirectas del conflicto armado. Con esta consigna se hace evidente la reflexión y la postura política frente al conflicto armado que resume el precepto del antimilitarismo (...) Desmitificar la idea de que en el conflicto sólo participan los hombres" (Ruta Pacífica Joven). "Uno sentirse amenazado por los mismos compañeros que se supone que están pensando las mismas cosas que uno, aunque las estén haciendo a través de otros medios, eh, pues, es una cosa muy complicada y deprimente, sobre todo en medio del conflicto en el que estábamos, en medio de que habíamos perdido compañeros, que muchos otros compañeros se habían tenido que ir de la ciudad por amenazas, etc." (Red de Comunicación Alternativa).

"Vivimos en un país lleno de violencia, por eso tenemos que entre todos cambiarlo" (Eco club blue planet). "Estamos en medio de la guerra, todos los bandos nos quieren sacar de nuestro territorio, pero lo que importa es lo que nosotros podamos construir en ese territorio para vivir" (Movimiento álvaro Ulcué). "Los integrantes del colectivo Minga de Pensamiento somos resultado de diferentes cruces, venimos de distintas partes, unos, al igual que muchas familias de nuestro país, somos frutos nacidos de ese árbol del destierro sembrado con las semillas de las distintas violencias" (Minga).

De esta manera, las diferentes experiencias ejercen una posición política antimilitarista en todas sus expresiones, con sus cuerpos, con el arte, con su vida, como una crítica permanente hacia la disciplina, el control y toda forma de expresión de lo militar. "Es un pacifismo asumido desde la lógica de la no violencia, desde el no armamentismo, desde el antimilitarismo, en todas sus dimensiones. Es decir, no reivindicamos que los conflictos se puedan solucionar por medio de la guerra de ningún tipo, ni guerra santa, ni religiosa, ni ideológica" (Red Juvenil de Medellín). "El antimilitarismo como oposición a las posturas de guerra y la resistencia como demanda de esa esencia que lleva la mujer, de asumir y de resistir ante cualquier situación, no sólo en términos de ser madre, sino de entender las cosas, de comprenderlas, de proponerlas" (Ruta Pacífica Joven).

Según sus experiencias, la política es contraria a la violencia que se instaura en las relaciones humanas como forma de control y sometimiento, es decir, como medio de despolitización de los sujetos, de los grupos y de los espacios. Por ello, sus acciones impugnan la violencia como forma de relación legitimada por poderes hegemónicos que se han ido configurando mediante procesos de colonización, histórica y culturalmente legitimados desde modelos patriarcales que polarizan la vida en espacios públicos y privados. Para Arendt (1997, p. 166),

    (...) las armas y la lucha pertenecen al dominio de la violencia, y la violencia, a diferencia del poder, es muda; comienza allí donde acaba el discurso (...) la violencia es un estado de perfecta obediencia que ya no necesita ninguna opinión ni ninguna persuasión; por ello la violencia puede destruir y reducir el poder a pura impotencia.

En tal sentido, las practicas de estos sujetos jóvenes reconocen que la política es la vida misma, porque el fin de la acción política es, en palabras de Arendt (1997), engendrar un nuevo inicio y por tanto debe ser comprendida y agenciada como libertad, pluralidad y justicia en el "entre nos"; sólo las acciones que permiten la actuación del sujeto y de los colectivos para la ampliación de la comprensión de sus indeterminaciones y de sus posibilidades, pueden ser consideradas como política. Arendt (1997) plantea que en la medida de la aparición de los movimientos totalitarios en el mundo, el proceso de su comprensión implica clara y primordialmente un proceso de autocomprensión.

Podemos considerar que en estas experiencias, la práctica del debate que proveen los espacios colectivos, constituye una posibilidad para autocomprenderse como sujetos y colectivos en movimiento histórico, y para desarrollar la capacidad de tomar decisiones y responsabilizarse de ellas. En este sentido, para estos jóvenes y estas jóvenes ejercitar la autonomía en el espacio plural del colectivo potencia una auto-percepción positiva, por la capacidad de agencia que habilita en ellos; es así como "discutir y posicionar el propio punto de vista para decidir con un criterio propio que se tensiona con los de los otros, es vivido por ellos como un espacio de crecimiento personal y colectivo" (Bonvillani, 2010, p. 37).

Según Cubides (2010, p. 63)

    (...) para los jóvenes de las agrupaciones llegar a estar juntos se diferencia de permanecer dispersos por la presencia de un movimiento de auto-organización, esta fuerza al ser activada, gracias a la composición de afectos y capacidades distintas, permite realizar operaciones comunes que enfrentan la fractura social y conllevan el surgimiento de nuevos temas, nuevos objetos y nuevas esferas por atender.

"De ahí empecé a construir sueños, esperanzas, arte en cierta manera, también a movilizarme. A partir de las construcciones que iba haciendo ahí, pues, a dinamizarlas con mis amigos, compañeros. Empecé a ser menos pasiva porque siempre había estado como regida a las normas y aquí empecé a desobedecerme y a desaprender cada día, para la construcción y la libertad que yo estaba buscando" (Red Juvenil de Medellín).

Su noción de la política no se agota en el reconocimiento de las titularidades individuales asignadas de manera homogenizante y sin condiciones de posibilidad para su ejercicio; sus acciones buscan la expansión de las capacidades y la creación de oportunidades reales para acceder a derechos, recursos y servicios que potencien la enteridad del sujeto individual y colectivo, y mejoren sus condiciones físicas y simbólicas de vida. Por ello, para estos jóvenes y estas jóvenes la política en la que creen y que agencian está anclada en el reconocimiento de los derechos humanos como una perspectiva que involucra las luchas intergeneracionales, interétnicas e intergéneros, alejándose de manera explícita de los modelos formales de hacer política, y mostrando no apatía, sino antipatía y resistencia frente a la política de la representación en la que los sujetos pierden su voz y su poder de afectación, quedando sometidos a la voluntad impuesta por la dirección de una historia que es escrita y contada por unos "pocos".

Según Restrepo (2010, p. 180),

    (...) los jóvenes junto con sus organizaciones, han sido confinados a la parte impura de la política. Las instituciones estatales en cabeza de los adultos, encuentran válida la actividad política de los jóvenes siempre y cuando acudan a los mecanismos establecidos y sigan los parámetros institucionales. Aquellas prácticas juveniles que renuncian a la participación electoral y a la utilización de los procedimientos estatales son vistas por los adultos como apáticas frente a los asuntos públicos y cargadas de apoliticidad. A contracorriente de estas tendencias, existen distintas organizaciones que con sus experiencias vienen reconfigurando la política como acción y discurso. Esta lógica de ausencia de participación de los jóvenes en los escenarios tradicionales de la política no expresa la apoliticidad de los jóvenes, sino, por el contrario, una fuerte conciencia de lo público que los obliga a "dejar" los espacios formales de la política porque aparecen a su juicio envilecidos para la toma de decisiones pretendidamente colectivas.

Como lo señalan sus narrativas, estas personas jóvenes se alejan conscientemente de las formas tradicionales de hacer política precisamente porque reconocen que frente a toda práctica de dominación y violencia en los distintos espacios en los que acontece la vida del ser humano, es necesario crear otras formas de relación que logren hacer rupturas cualitativas en los sistemas de vida que se han instaurado como únicos y verdaderos. En este sentido, creen que es necesario que sus procesos trasciendan la individualización y privatización, y logren abrirse al reconocimiento de la existencia legítima de otros.

"Entonces, desde la interculturalidad empezamos a entretejer propuestas con jóvenes afros, mestizos, campesinos. (...) así se vuelve más rica porque ya no es pensada sólo desde el concepto o la cosmovisión indígena, sino que el concepto indígena se enriquece con la cultura afro, con la cultura mestiza, la necesidad campesina y con las proyecciones de cada uno" (Movimiento álvaro Ulcué). "(...) lo que quiere decir que el grupo no es sólo del colegio sino que a todos nos importa, y que buscamos el bien de toda los que vivimos en la comunidad" (Ecoclub Blue Planet). "Usamos herramientas comunicativas que acompañan la apuesta que desde hace más o menos tres años viene adoptando la Red de la ‘Escuela de Educación Popular', una propuesta latinoamericana de comunicación popular apoyada en el pensamiento de Freire (...) es decir, utilizamos medios de comunicación distintos (...) para la imaginación al poder (...) luchamos por unas condiciones de vida digna, que haya alcantarillado, que haya luz, que haya educación buena para todos" (Red Juvenil de Medellín). "Nosotros le apostamos a generar la resistencia dentro del arte, como salirnos de esos colectivos políticos tradicionales, meternos más en el arte y en la comunicación" (Red de comunicación alternativa de Manizales).

Es así como su acción pasa por la ampliación de las formas de agencia y expresión de la política; por ello, asumen la política desde una perspectiva cotidiana que la acerca y la hace parte de la vida del sujeto, es decir, una perspectiva que vindica a la realidad como una construcción social intersubjetiva, y a los sujetos como protagonistas de la historia; por tanto, la política es vista como una condición humana para la creación y la instauración de lo nuevo y no sólo como un acto racional que busca el control y el establecimiento del orden. Para estos jóvenes y estas jóvenes, la política es movimiento, es indeterminación, es desindividualización para el encuentro de los diversos, es la posibilidad de autoreconocimiento y legitimación de lo plural. Según Arendt (1997, p. 21), la acción muda no existe, sin palabra la acción pierde al actor, y al perderlo se pierde a sí misma en cuanto acción (...) porque el mundo no deviene plenamente humano más que a través de las iniciativas de los agentes. Y el agente de los actos sólo es posible en la medida que es, al mismo tiempo, quien dice las palabras, quien se identifica como actor y anuncia lo que está haciendo, lo que ha hecho o lo que trata de hacer.

"Si ve, una forma de resistencia y de joven que nosotros decíamos son las loqueras que nos dan porque nadie nos dice, nadie nos manda, somos nosotros mismos que nos inventamos cosas y entre más días más las complicamos, nosotros no queremos solo repetir lo que los adultos nos dicen o lo que ellos han hecho siempre, nosotros nos reunimos para crear y para compartir, lo hacemos porque nos gusta" (Movimiento álvaro Ulcué). "(...) Por eso primero es más un trabajo desde la conciencia. Por eso hablamos tanto de las relaciones desde lo cotidiano y desde ahí ir fortaleciendo otra propuesta alternativa. Queremos apartamos un poco de la política tradicional, de la manera de hacer política tradicional" (Red Juvenil de Medellín). "Lo estético y lo artístico son lenguajes simbólicos para mostrar la disidencia que tenemos frente a otros discursos políticos. Generan un impacto emocional en tanto a la forma como son mostrados ya que tienen mensaje directo y no necesitan ser explicados" (Ruta Pacífica Joven).

Esta acción política es encarnada por cuerpos que aparecen y desaparecen, que padecen y vindican relatos de una temporalidad diferente a la instituida para colonizar las mentes, los cuerpos y las emociones. Con sus cuerpos desnudos, pintados, tatuados, marcados, heridos, revelados, inmóviles y en movimiento, buscan denunciar las dinámicas de una guerra en la cual los cuerpos vivos y muertos son los que dan cuenta de su reproducción, en tanto la relación entre cuerpo y horror pone de manifiesto que toda experiencia de guerra es sobre todo una experiencia del cuerpo, porque en la guerra son los cuerpos los mutilados, humillados, dolidos, torturados, desaparecidos, violados, los que se cosifican para despolitizar su sentido y acallar la dignidad como forma de dominio.

En estas experiencias, en unas más que en otras, aparece el cuerpo como un elemento constitutivo de la ampliación del sentido de lo político, al ser considerado como primer territorio de poder y paz, lo cual a su vez nos habla de una política de la vida y de lo cotidiano que reclama la presencia de un sujeto de carne y hueso que no es sólo razón. Estos jóvenes y estas jóvenes hablan de una acción política que adquiere sentido para ellos y ellas, cuando atraviesa todas las dimensiones de su ser, cuando es encarnada en un cuerpo vivo que expresa. Al respecto, acudimos a los planteamientos de Bonvillani para expresar que

    Los cuerpos adquieren una importancia central, en su cualidad de alojar tanto operaciones de dominación como practicas de desobediencia porque "cada cuerpo se produce y reproduce en el complejo anillado de múltiples marcas" (...) la referencia sobre el cuerpo como producido implica que se le piensa más allá de su cualidad de organismo. Se trata de un cuerpo fabricado con procesos de producción socio-histórica (Bonvillani, 2010, p. 30).

A estos sujetos se les reconoce como una totalidad que se mantiene inaprensible, únicamente porque nos engloba por completo, totalidad que no logramos imaginarnos porque no sólo la pensamos, sino porque en ella vivimos, nos movemos y somos; es decir, la imaginamos como seres con cuerpo que desde allí despliegan alternativas para interpelar y crear otros lenguajes capaces de enunciar en los espacios públicos y privados reclamos y propuestas ante aquellas situaciones, relaciones y prácticas cotidianas que se han quedado ocultas y separadas de lo político. Buscan que sus cuerpos y sus voces, sus afectividades y preguntas, puedan ser compartidas en diálogos distintos que no sólo se ubican en los espacios públicos y formales de las instituciones con los sujetos tradicionales -parlamentarios, alcaldes, gobernadores-, sino que también logren permear esos espacios cotidianos naturalizados en los que habitan quienes han sido despojados históricamente de su cuerpo, de su voz y de su acción. "Más que la política se traslade al escenario de lo público o de lo privado, lo que tratamos de hacer es que lo que se ha llamado privado se construya como político (...) Entonces, buscamos que estos jóvenes actúen también en sus familias, que ayuden a mejorar a sus comunidades, que en su vida decidan" (Movimiento álvaro Ulcué).

Ellos y ellas se ubican de otras maneras en el espacio físico y simbólico que habitan con otros, y apuestan por la reconstrucción de las memorias, lugares y roles que les han sido contadas e impuestas como única posibilidad. Por ello, su sentido de lo político no sólo se queda en la palabra y en la acción, sino que también se expresa, se vive y se narra en el cuerpo mismo como espacio vital de reconfiguración del poder, mediante el cual interpelan las inequidades, imposiciones y violencias de un sistema vertical que busca disciplinar sus cuerpos para someterlos y homogenizarlos. La emergencia del cuerpo en sus narraciones sobre lo político pone de manifiesto la creación de un discurso sobre lo corporal, anclado en un momento histórico en el cual hombres y mujeres se preguntan por sus propios cuerpos, y hacen evidentes las múltiples formas de control que sobre ellos se ejerce; pero sobre todo reivindican la posibilidad de resistirse a ello y de crear otras formas de habitar y significar el propio cuerpo, construir la subjetividad y convivir en un mundo de cuerpos distintos.

En este sentido, Sánchez (2008) plantea que

    (...) desde el arte, la ciencia y la filosofía se hace evidente el cuerpo como posible objeto de reflexión: el psicoanálisis con la conceptualización de un cuerpo-pulsión, el marxismo desde la teoría de la plusvalía y el hombre como fuerza de reproducción, las nuevas corrientes históricas, la lingüística, el estructuralismo y sus variantes "post", la plástica, la poesía, la danza, y el teatro contemporáneos, des-atan al cuerpo del campo de la biología y facilitan verlo como una realidad dinámica y compleja, siempre inaccesible; desnaturalizan el cuerpo y lo relacionan con otro orden, orden de cultura, de poder y de discurso (Sánchez, 2008, p. 16).

Para la Ruta, el cuerpo de las mujeres es el primer territorio de paz que asumen y reivindican en su cotidianidad. "Siempre ha sido trabajado desde lo simbólico para hacer un reconocimiento de nuestra singularidad, de nuestra identidad. Es un territorio inviolable y, sin embargo, es el primero que sufre las consecuencias de la guerra. Pensamos que debemos partir por tomar conciencia de nuestro cuerpo como territorio de paz para así lograr tener conciencia de un ‘otrocuerpo' como territorio que convive en conjunto con otros y otras. (...) En un contexto de participación como mujeres de Ruta Joven, como sujetas políticas, el primer elemento que hay que recuperar de la participación es el respeto a nuestro cuerpo y después hacerlo respetar frente a los otros, defender el cuerpo para que no sea botín de guerra de los violentos" (Ruta Pacífica Joven).

Para la Red juvenil de Medellín, el cuerpo es el único territorio soberano que cada quien tiene, "una forma de resistirme a eso ha sido pintarme el cuerpo y salir desnuda a la calle, porque mi cuerpo es mío y decido qué hacer con él, decido sobre mi sexualidad. Que si él tiene tres novias es mucho berraco, pero si yo tengo tres novios soy una perra. O sea, es a través del cuerpo que hacemos una reivindicación (...) Es el único escenario donde se posibilita tomar las decisiones trascendentales e importantes para nuestra consciencia (...) Cómo las decisiones que tomo sobre mi cuerpo posibilitan mi autonomía, mi auto-determinación, mi libertad de consciencia, sin dañar a otros y otras (...) Este control del cuerpo ha estado acompañado también del control de nuestro cerebro, la religión por ejemplo" (Red Juvenil de Medellín).

Para Minga, "Todo lo que uno hace debe pasar por el cuerpo, sino no hay afectación (...) porque somos cuerpo y si no lo encarnamos no lo somos, hay que sentir y hacer más que decir". En el sentido de lo anterior, las experiencias de estos sujetos jóvenes permiten comprender que la dimensión corporal trasciende el contacto físico, y supone más que un espacio en el que habita el sujeto; en tanto, la dimensión corporal alude a una condición necesaria para el encuentro con el otro, para la aparición en el mundo, para el hacer y el ser, es decir, alude a la política misma. Por tanto el cuerpo es no solo materia, sino condición de la vida que crea.

    (...) la corporeidad surge del encuentro, y su constitución es fundamental para establecer la distinción entre lo objetual, lo instrumental y la alteridad. El encuentro corpóreo no se reduce a un mero contacto físico, sino que en él se trasciende lo meramente físico. Ser corpóreo significa abrirse a toda una serie de dimensiones antropológicas y sociales. Significa ser-sí-mismo, pero también ser-tú, ser con y ser-en-el-mundo. Pero no un-seren- el-mundo receptivo, paciente, sino básicamente activo, agente, ser-con-elmundo (Mèlich, 1994, p. 79).

En estas experiencias de jóvenes, el disfrute aparece como movilizador de su acción política, en tanto hace parte de sus motivaciones para reunirse, organizarse, discutir, preguntar, decidir y crear. El disfrute indica que para estas personas jóvenes la política no está circunscrita a la formalidad presumida por las teorías en las que se apela a la madurez psicológica y social del sujeto como requisito para su aparición legítima en el mundo público.

Según Bonvillani (2010, p. 38),

    Interrogando a los jóvenes acerca de qué los convoca a compartir espacios, aparece en primer plano el puro placer de estar con otros y de encontrarse para hacer (...) Esto no es poca cosa en un mundo donde impera el individualismo, el sentido de estas experiencias es la posibilidad de construir una trama con el otro que permita la conexión y el sostén frente al universo de problemas que enfrentan.

Ellos y ellas nombran el disfrute como un elemento constitutivo de su acción, en la medida en que da cuenta de los encuentros cercanos en los cuales el contacto, el intercambio, la alegría, la fiesta, el chiste, la risa y otras formas de presencia, se convierten en oportunidades para el debate y la creación. Piensan que su acción escapa a las formalidades impuestas desde las instituciones, precisamente por su capacidad de reinventar y renombrar aquellas prácticas desde las cuales se ha pensado y agenciado la política; por ello, en todas sus acciones disfrutar de lo que hacen y evidenciarlo en el cuerpo, en las relaciones, y en las ideas, es un sentido innegociable.

La performancia de sus acciones interpela el sentido monolítico de la historia, impuesto desde la matrices de pensamiento euro-céntrica y adultocéntrica que marcan exclusiones para unos e inclusiones para otros; en tanto, su acción política está constituida por luchas interculturales que logran impugnar la naturalización de los regímenes económicos, políticos y culturales que invisibilizan la diferencia y que reducen la vida a las lógicas de supervivencia, consumo, acumulación y dominio.

"Por medio del colectivo se permite esa construcción de una memoria de uno mismo, y como uno, de alguna manera, no está desligado de unas políticas de colonización y de legitimación del poder que se han vivenciado en las dinámicas propias" (Minga). "Nos han contado una historia en la que hemos sido los indios, los brutos, los malos, por eso tenemos que conocerla para poder comprenderla y construirla diferente" (Movimiento álvaro Ulcué).

Estas experiencias constituyen espacios intergeneracionales que por vías distintas y en escenarios diversos (el ambiente, el antimilitarismo, las luchas de género, la construcción de paz, la contra-comunicación, la cosmovisión indígena) interpelan los procesos de socialización y de educación que agencian la inequidad y la naturalización del estado actual de la vida, y por ello apuestan por la creación colectiva y plural de procesos de formación política, a través de los cuales los sujetos puedan constituirse en agentes capaces de desplegar su potencial con otros para construir mejores formas de relación entre los seres humanos, el mundo físico y el mundo simbólico, mediante la creación de un tipo de políticas de vida que conecten dimensiones polarizadas, tales como: espíritu y cuerpo, emoción y razón, pensamiento y afección, adentro y afuera, público y privado.

De este modo, las experiencias mismas se configuran en escenarios de socialización política, en los cuales los sujetos van reconociendo las márgenes de su indeterminación y van ampliando los círculos éticos de su hacer en el mundo. Según Alvarado y Ospina (2009, p. 56), la subjetividad política es

    (...) la autoproducción del sujeto en su subjetividad y su identidad, en contextos conflictivos de la vida cotidiana, a través del fortalecimiento de sus capacidades, el reconocimiento de sus titularidades y el agenciamiento de oportunidades en procesos intersubjetivos. Las subjetividades e identidades políticas constituyen al sujeto en constructor de realidades y de posibilidades colectivas para la vida en común.

Para Rodríguez (Alvarado & Ospina, 2009, p. 62), la socialización política es el
    (...) proceso a través del cual las nuevas generaciones se integran como partes en el contrato social, a través de la adopción y negociación de normas, concepciones, valores, actitudes y conductas aceptados como legítimos y practicados en el orden social existente.

La participación en estas experiencias constituye para los sujetos, la posibilidad de reconocerse parte de un "nosotros" en movimiento, y de desplegar sus potenciales éticos, comunicativos, estéticos, afectivos y políticos, para hacer parte de un reclamo comunitario que busca la construcción de significados propios frente a las exclusiones derivadas de categorías y utopías tales como progreso, desarrollo, democracia y ciudadanía. Es así como las resistencias en estas experiencias señalan una ruptura y cierta antipatía por las formas tradicionales y verticales de hacer política, y un distanciamiento consciente de los conceptos del liberalismo (nación, ciudadanía, público, privado, civil). Siguiendo a Hurtado (2010), podemos considerar que la primera acción política de estos jóvenes pasa por
    (...) poner al desnudo la precariedad de la movilización masiva y del rito electoral, denunciar los malestares con la exclusión institucionalizada, plantear las crisis de las tradicionales formas de hacer política, evidenciar la desafección hacia los partidos políticos como forma paradigmática de participación o incorporación en el orden político (Hurtado, 2010, p. 104).

En este sentido, hemos encontrado que si bien hay un reconocimiento explícito de la exclusión generada por la rigidez del sistema político tradicional, también es cierto que la exclusión de la esfera política vivida por estos sujetos no les ha impedido hacer política, porque desde dicha condición de exclusión han reconocido y desplegado su potencialidad; en tanto, ellos y ellas buscan ampliar las capacidades y oportunidades individuales y colectivas de cuidar y ampliar la vida de manera integral, de tal forma que permita la auto-comprensión y transformación de prácticas neo-coloniales propias del mundo del desarrollo y del progreso, al reconocer y recuperar a los sujetos y a los colectivos en los vínculos con la tierra, y en los sentidos comunitarios. Y para ello apuestan por la creación de una conciencia crítica y de un pensamiento propio que les permita ubicarse responsablemente en la construcción de la vida, que ha dejado de ser una propiedad privada.

Pensar por sí mismos implica reconocerse en las tensiones y contradicciones de la propia historicidad, para lograr ampliar el ángulo de mirada desde el que cada quien se ubica en el mundo y ubica a los otros y a lo otro en él. Estos jóvenes y estas jóvenes van reconstruyendo su historia y tejiendo futuro cuando se saben sujetos con capacidad de reflexión, cuando inauguran la duda de sí, como una manera de ser y estar en el mundo, lo que les permite correr los límites que les han sido impuestos y deconstruir intersubjetivamente sus propios regímenes de discurso y acción. De esta forma van creando opciones de existencia en las que magnifican la vitalidad de la cercanía y la experiencia de un "nosotros" que se produce cotidianamente desde la acción y afectación de los sujetos; es así como agencian un sentido y una praxis de la emancipación, que reconocen la necesidad fecunda de un sujeto que se sabe implicado en la historia y con potencia para crear con otros. La emancipación vista desde ellos y ellas, es el proceso de empoderamiento que produce conciencia crítica, movilización, opciones y transformaciones individuales y colectivas en las formas de pensamiento, conocimiento, emoción, relación y enunciación.


Notas:

* En este artículo de investigación científica y tecnológica, presentamos los resultados logrados respecto a los marcos de acción colectiva de los jóvenes participantes en siete experiencias de acción política en Colombia y a la ampliación de sentidos respecto a lo político, en el marco de la investigación "Experiencias alternativas de acción política". Este proyecto de investigación inició en septiembre de 2008 y concluyó en diciembre de 2010. Fue co-financiado por Colciencias Cód. 1235-452-21077, Cinde- Universidad de Manizales. área: sociología; subárea: otras sociologías específicas


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    Referencia para citar este artículo: Patiño, J., Alvarado, S. V. & Ospina-Alvarado, M. C. (2014). Ampliación de sentidos sobre las prácticas políticas de jóvenes con vinculación a siete movimientos sociales en Colombia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 12 (1), pp. 257-275.