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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.12 no.2 Manizales jul./dez. 2014

https://doi.org/10.11600/1692715x.1226100414 

 

Segunda sección: Estudios e Investigaciones

DOI:10.11600/1692715x.1226100414

 

Jóvenes y participación electoral en Chile 1989- 2013. Analizando el efecto del voto voluntario*

 

Young people and electoral participation in Chile 1989-2013. Analyzing the effect of the voluntary vote

 

Jovens e participação eleitoral no Chile 1989-2013.Analisando o efeito do voto voluntário

 

 

Gonzalo Contreras-Aguirre1, Mauricio Morales-Quiroga2

 

1 Investigador Universidad Diego Portales, Santiago, Chile. Cientista Político, Investigador del Observatorio Político-Electoral, Universidad Diego Portales, Chile. Correo electrónico: gonzalocontreras.ag@gmail.com

2 Académico Universidad Diego Portales, Santiago, Chile. Doctor y Magíster en Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Maestro en Ciencias Sociales Flacso-México. Cientista Político Pontificia Universidad Católica de Chile y Periodista Universidad Nacional Andrés Bello. Actualmente, es Director del Observatorio Político Electoral de la Universidad Diego Portales. Académico Jornada del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (Icso), Facultad de Ciencias Sociales e Historia, Universidad Diego Portales. Correo electrónico: mauricio.moralesq@mail.udp.cl

 

Artículo recibido en enero 13 de 2014; artículo aceptado en abril 10 de 2014 (Eds.)

 


Resumen (analítico):

Según sus promotores, la adopción del voto voluntario en Chile produciría un aumento en la participación electoral y un mayor involucramiento de los jóvenes en política. Sin embargo, los resultados de las últimas elecciones presidenciales mostraron todo lo contrario. La participación se redujo a niveles históricos y los jóvenes siguen siendo el grupo con menor predisposición a votar. En un país donde la pobreza ha retrocedido, pero los niveles de desigualdad prácticamente no han variado, la introducción del voto voluntario ha profundizado no sólo el sesgo etario, sino que también el denominado sesgo de clase en el voto. Es decir, que las personas con mayores ingresos votan más que las de menos ingresos. Probamos estas hipótesis con datos individuales de las encuestas de la Universidad Diego Portales (UDP) y con datos electorales desagregados hasta el nivel comunal.

Palabras clave: participación política, participación juvenil, elecciones, jóvenes (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).

 


Abstract (analytical):

According to its promoters, the adoption of the voluntary vote in Chile would produce an increase in electoral participation and a greater involvement of the young in politics. However, the results of the last presidential elections evidenced quite the contrary. Participation was reduced to historic levels and the young continue to be the group with least predisposition to vote. In a country where poverty has shrunk, but the levels of inequality have remained virtually unchanged, the introduction of the voluntary vote has deepened not only the age bias, but also the so-called class bias in the vote. That is, the people with the highest income vote more than the ones with the lowest income. We tested these hypotheses with individual data from the opinion polls by the Universidad Diego Portales (UDP) and with electoral data broken down to the communal level.

Keywords: political participation, youth participation, elections, young people (the Unesco Social Sciences Thesaurus).

 


Resumo (analítico):

Segundo seus promotores, a adoção do voto voluntário no Chile produziria o aumento da participação eleitoral e um envolvimento maior dos jovens na política. No entanto, os resultados das últimas eleições presidenciais mostraram o contrário. A participação foi reduzida a níveis históricos e os jovens continuam sendo o grupo que apresenta menos disposição para votar. Num país onde a pobreza retrocedeu, mas os níveis de desigualdade praticamente não variaram, a introdução do voto voluntário aprofundou não somente no viés etário, mas também no denominado viés de classe do voto. Isto é, as pessoas com maior renda votam mais do que as pessoas com menor renda. Provamos essas hipóteses com dados individuais tomados de pesquisas da Universidad Diego Portales (UDP) e com dados eleitorais distribuídos até o nível comunal.

Palavras-chave: participação política, participação juvenil, eleições, jovens (Tesauro de Ciências Sociais da Unesco).

 


 

1. El problema

 

La participación electoral en Chile ha declinado progresivamente. Luego del altísimo nivel de participación registrado en el plebiscito de 1988, que puso fin al régimen autoritario del general Pinochet, los chilenos y chilenas fueron perdiendo interés en los procesos electorales (Sierra, 2007, Toro, 2008). En las elecciones presidenciales de 1989 votó el 84,2% de la población en edad de votar (PEV). 20 años después, para las presidenciales de 2009, lo hizo solo el 59,6%. Esta elección fue la última con inscripción voluntaria en los registros electorales y voto obligatorio. En las recientes elecciones presidenciales, en tanto, para la primera vuelta de noviembre de 2013 votó poco más del 49%, mientras que en la segunda vuelta de diciembre de 2013 lo hizo el 42%. En otras palabras, desde 1989 a 2013, la participación electoral en Chile se ha reducido prácticamente a la mitad.

A pesar de que el voto fue obligatorio hasta el año 2009, en la práctica no había sanciones efectivas para quienes, estando inscritos en los registros electorales, no sufragaban (Navia, 2004, Huneeus, 2006). La progresiva caída en la participación electoral llevó a la clase política a proponer la modificación del régimen electoral (Contreras-Aguirre, Joignant & Morales- Quiroga, 2014). En 2004, mediante el boletín 3544-07, senadores de la coalición de derecha Alianza por Chile, junto al senador socialista José Antonio Viera Gallo y el independiente Antonio Horvath, enviaron un proyecto de ley para instaurar el régimen de inscripción automática y voto voluntario. Esta ley fue aprobada en el año 2009. Luego de algunas modificaciones a las leyes orgánicas referidas a cuestiones procedimentales sobre el régimen electoral (Contreras-Aguirre et al., 2012), el voto voluntario tuvo su debut en las elecciones municipales de 2012.

Los incentivos para modificar el régimen electoral se pueden resumir en tres: en primer lugar, la literatura sobre participación señalaba que al disminuir las barreras de entrada el volumen de votantes aumentaría significativamente (Navia, 2004, Fuentes & Villar, 2005, Mitchell & Wlezien, 1995, Highton, 1997). Esto fue recogido por algunos congresistas que promovían la inscripción automática en los registros electorales. Es decir, que al anular el "costo" de inscribirse, los electores y electoras acudirían masivamente a las urnas. El diagnóstico era que, en realidad, las personas no votaban porque el hecho de inscribirse implicaba ir a una junta electoral y realizar un procedimiento administrativo y burocrático.

En segundo lugar, la ciudadanía se inclinaba por la voluntariedad del voto. De esto daban cuenta los estudios de opinión pública de la Universidad Diego Portales (UDP) y del Centro de Estudios Públicos (CEP). La encuesta UDP de 2010 indicaba que más del 70% prefería el voto voluntario. Este ambiente favorable hacia la voluntariedad del voto empujó a la elite a acelerar la puesta en marcha del nuevo régimen electoral (Morales-Quiroga, 2014).

En tercer lugar, se señaló que el voto voluntario forzaría a los partidos a modificar sus estrategias de campaña para motivar políticamente a la ciudadanía (Larraín, 2009, Von Baer, 2009ª, Leal, 2010, Tohá, 2009). Esto iba dirigido principalmente a los grupos que menos votaban: los sujetos jóvenes y los más pobres. Existía un amplio consenso respecto al acelerado proceso de despolitización de los jóvenes y las jóvenes. Varios estudios subrayaron que el declive de la participación juvenil también estaba asociado a sus niveles de ingreso. Es decir, que los individuos jóvenes de segmentos pobres tenían tasas de inscripción en los registros electorales sustancialmente más bajas en comparación con la gente joven de segmentos más acomodados (Corvalán & Cox, 2013, Toro, 2008).

Sin embargo, los resultados fueron muy distintos a lo esperado. La participación descendió drásticamente, los jóvenes y las jóvenes siguieron marginados de los procesos electorales y, por último, se mantuvo el denominado sesgo de clase del voto (Corvalán, Cox & Zahler, 2012, Contreras-Aguirre & Morales-Quiroga, 2013). Con estos resultados en mano, el caso de Chile sirve para discutir más específicamente algunos modelos teóricos de la participación electoral.

Según lo anterior, en este trabajo argumentamos que la introducción del voto voluntario en Chile no ha corregido ninguno de los problemas que se diagnosticaron al momento de discutir la reforma. Para probar esto analizamos las encuestas pre-electorales de los años 2009 (con voto obligatorio) y 2013 (con voto voluntario). Constatamos que la gente joven sigue siendo el grupo con menor disposición a votar. Lo mismo sucede con los estratos más pobres, que votan sustantivamente menos que los más ricos. Esto lo respaldamos tanto con datos de las mencionadas encuestas de opinión, como con información agregada por comuna.

El artículo se divide en cuatro secciones: en la primera abordamos la discusión teórica sobre los efectos del voto voluntario; en la segunda detallamos el método y las técnicas de investigación para el análisis de datos; en la tercera sección comparamos los resultados de las encuestas de los años 2009 y 2013 en función de los determinantes de la participación electoral en Chile. Finalmente, analizamos los resultados de la participación a nivel de comunas constatando el sesgo de clase del voto. Nuestro trabajo se basa en el análisis de encuestas de opinión y resultados electorales, ambos con tratamiento cuantitativo. Creemos que esta aproximación permite esbozar de manera general el problema de la participación juvenil. Pendiente queda profundizar en la explicación y particularidad de la participación política con técnicas cualitativas. Estas nos permitirían comprender el sentido o los sentidos de por qué los sujetos jóvenes se abstienen de participar.

 

2. Estudios sobre participación electoral en Chile

Existe abundante literatura sobre participación electoral en Chile (Parker & Salvat, 1992, Lehmann, 1998, Parker, 2000, 2003, Navia, 2004, Instituto Nacional de Juventud, 2004, 2008, 2011, Fuentes & Villar, 2005, Huneeus, 2006, Carlin, 2006, Fontaine et al., 2007, Sierra, 2007, Toro, 2007, 2008, Saldaña, 2009). Organizamos los trabajos entre quienes estudian las variaciones de la votación nula y blanca (Carlin, 2006, López & Pirinoli, 2009), la abstención electoral (Parker, 2003, Cantillana, 2009), y el declive de la participación en los sectores más pobres (Morales-Quiroga, 2011, Corvalán & Cox, 2010, 2013, Contreras- Aguirre, Joignant & Morales-Quiroga, 2014, Contreras-Aguirre & Morales-Quiroga, 2013, Corvalán, Cox & Zahler, 2012). La preocupación central ha estado en explicar la significativa caída de la participación electoral, identificando algunas de sus causas.

Entre ellas se destaca el natural declive de la participación después del plebiscito sucesorio de 1988. En ese entonces, la lucha contra la dictadura impulsó a la ciudadanía a asistir masivamente a las urnas (Navia, 2004, Toro, 2008, Contreras-Aguirre & Navia, 2013). Lo que estaba en juego era el tipo de régimen político para Chile. Los ciudadanos y ciudadanas debían optar entre la democracia y la continuidad de la dictadura. De ahí en adelante y cuando la democracia no estaba en juego, la participación decayó. Poco a poco la ciudadanía dejó de votar y, junto con ello, se instaló un malestar generalizado frente a los partidos. De hecho, las tasas de identificación partidaria también disminuyeron de manera significativa. Sin mediar una gran crisis económica ni una crisis política de gran magnitud, el distanciamiento de los ciudadanos y ciudadanas con los partidos parecía irreversible (Morales-Quiroga, 2013).

Adicionalmente, y en comparación con las democracias andinas, Chile tampoco presenta serios problemas de estatalidad. Según el trabajo de Mainwaring, Bejarano y Pizarro (2006), las falencias de los Estados para proveer de bienes y servicios básicos a la comunidad explica muy sustantivamente la lejanía de la ciudadanía de la política. En Chile no existe esa condición y de todos modos la participación ha caído a un ritmo preocupante.

Es cierto que los últimos años los chilenos y chilenas han expresado su malestar por las condiciones de algunos servicios básicos -tales como la educación y la salud-, pero la realidad chilena sigue siendo muy distante de la de algunos países andinos. Una hipótesis alternativa viene desde la teoría de la modernización.

Según Dalton (1999, 2000) y Dalton y Weldon (2007), en las democracias industrializadas avanzadas los ciudadanos y ciudadanas se distancian de la política debido a que no ven en los partidos agencias relevantes para su progreso individual. En su lugar, prefieren a los medios de comunicación como canales de información e incluso de representación. No es que exista un rechazo hacia los partidos o hacia la actividad política. Simplemente, los partidos pasan a ser instituciones poco relevantes. El esfuerzo individual es suficiente para mejorar las condiciones de vida y, desde esa perspectiva, los partidos son innecesarios (Dalton, 1999).

Con motivo de la discusión sobre el voto voluntario, la literatura fue más abundante aún. El conocido trabajo de Flacso "Voto ciudadano" (2005), apiló una serie de argumentos a favor de ambas posturas. Asimismo, un trabajo compilatorio de algunos centros de estudio mostró los elementos normativos a considerar para la implementación de un nuevo régimen (Fontaine et al., 2007). Otros estudios mostraron los beneficios de disminuir las barreras de entrada propiciando la inscripción automática (Navia, 2004, Huneeus, 2006). Para ello se basaron, entre otras cosas, en la evidencia comparada que avala los efectos positivos del registro automático sobre la participación electoral (Mitchell & Wlezien, 1995, Highton, 1997).

 

3. Edad y generaciones como explicación de la participación electoral

Los estudios sobre participación electoral consideran la edad como una de las variables explicativas más significativas (Blais, 2008, Goerres, 2007). La afirmación de que "los jóvenes votan menos" es generalizada para todas las democracias occidentales (Blais, 2008, Blais & Rubenson, 2013, Blais & Loewen, 2011, Goerres, 2007, Wass, 2007, Lyons & Alexander, 2000). Esto puede explicarse por lo que Franklin (2004) llamó el young initiation (iniciación política de la gente joven), refiriéndose a que los jóvenes y las jóvenes adquieren el derecho a votar en un momento donde tienen otros intereses, tales como entrar a la universidad, comenzar a trabajar, participar en otro tipo de actividades, o simplemente tienen otras prioridades. Con esto, Franklin alude a que las configuraciones institucionales -en este caso el umbral de edad para votardeterminan el nivel de participación. Por otra parte, se afirma que el nivel de competencia en las elecciones incide en la participación. Johnston et al. (2007), en un estudio sobre la participación en Canadá, hacen interactuar la variable competencia con los votantes jóvenes (voter initiation), demostrando que este grupo vota menos que otras cohortes etarias. Las explicaciones institucionales sobre por qué los jóvenes y las jóvenes votan menos que otros grupos etarios fueron denominadas por Blais y Rubenson (2013) como the context school.

Durante los últimos veinte años el efecto generacional (generational effect) ha tomado fuerza como explicación de la baja participación de los sujetos más jóvenes. En el trabajo pionero de Miller y Shanks (1996), los autores propusieron una novedosa explicación sobre la alta abstención juvenil, según la cual no se trata necesariamente de que la edad determine el nivel de participación; más bien, parece ser que existen diferencias generacionales que explican el comportamiento político de las personas. Las generaciones pueden ser entendidas como grupos de personas que enfrentan ciertas experiencias clave durante sus años formativos (Wass, 2007). Así, para el caso norteamericano se ha estudiado el efecto generacional que tuvo el New Deal, separando entre quienes se socializaron durante este periodo y quienes lo hicieron después -generación nacida después de 1964- (Miller & Shanks, 1996, Lyons & Alexander, 2000). Blais et al. (2004), al estudiar el declive de la participación electoral en Canadá, demostraron la existencia de generaciones políticas. Al diferenciar la generación previa y posterior al baby-boom, encontraron tres cuestiones relevantes: la primera es la existencia de un "efecto del ciclo de la vida" (life cycle-effect). Las generaciones, a medida que envejecen, votan más. En segundo lugar, al comparar el nivel de votación entre las generaciones, la generación post-baby-boomer participa significativamente menos. Finalmente, los autores explican que las generaciones más recientes muestran menor predisposición a votar debido a que prestan menor atención a la política y porque no comparten el valor del voto como un deber (Blais et al., 2004, p. 234, Blais, 2011). Siguiendo la misma lógica, Wass (2007) estudió el efecto de la edad y de las generaciones políticas en Finlandia, llegando a concluir que los hallazgos encontrados por Blais et al. (2004) se replican en el país europeo.

Para el caso chileno, varios autores han puesto a prueba la tesis de las generaciones políticas (Toro, 2008, Corvalán & Cox, 2013, Contreras-Aguirre & Navia, 2013). Todos ellos sugieren que existe un efecto generacional que incide en los niveles de participación electoral. Mientras las generaciones que votaron en el plebiscito de 1988 tienen mayor predisposición a votar y a identificarse políticamente, quienes no participaron del plebiscito muestran tasas de participación significativamente menores (Toro, 2008, Contreras-Aguirre & Navia, 2013), lo que además se ve acentuado en la gente joven de comunas con bajos ingresos (Corvalán & Cox, 2013).

 

4. El declive de la participación electoral en Chile

Como muestra el gráfico 1, la participación se ha reducido de manera muy acelerada. Si en las elecciones del año 1989 votó el 84,2% de la población en edad de votar, en la segunda vuelta presidencial del 2013 solo lo hizo el 42%. Las diferencias siguen siendo abultadas al comparar las elecciones del año 2013 con las del 2009, donde aún estaba vigente el voto obligatorio. Acá la participación sobrepasó el 59%.

 

 

Es cierto que la participación se redujo incluso con voto obligatorio, pero es justo decir que la caída se acentuó con la introducción del voto voluntario. De hecho, al comparar la segunda vuelta del año 2009 con la segunda vuelta del 2013, la reducción fue de 18 puntos. Por tanto, hay un claro efecto institucional. Si bien las sanciones por no votar eran escasamente aplicadas hasta el 2009, de todas formas la vigencia del voto obligatorio y la percepción de eventuales sanciones contribuían a que la gente acudiese a las urnas.

Esta baja participación también ha generado un debate adicional. Como muestra la tabla 1, el porcentaje de votos de cada Presidente en función de la PEV, ha ido cayendo de manera acelerada. Por ejemplo, en el año 1989 Patricio Aylwin fue electo por más del 45% de la PEV, mientras que en el 2013 Michelle Bachelet lo hizo solo con el 25,5%. Para algunos, esto deprime la legitimidad de los Presidentes. Para otros, simplemente se trata de una reducción en el apoyo político-electoral de los mandatarios y mandatarias, que en ningún caso daña la legitimidad del cargo. Esto, porque la legitimidad se funda en la transparencia del proceso electoral y en la libertad de ejercicio del sufragio, más que en el volumen de ciudadanos y ciudadanas que acude a las urnas el día de la elección.

 

 

5. Método y datos

Para probar nuestras hipótesis utilizamos datos individuales y datos agregados. Los datos individuales provienen de las encuestas de la UDP en sus mediciones de 2009 y 2013. Nuestro objetivo es identificar los principales predictores de la participación electoral. Naturalmente, la encuesta de 2009 se hizo en el contexto del voto obligatorio, mientras que la de 2013 se aplicó en un escenario de voto voluntario. La idea es probar si, en efecto, el cambio de régimen electoral tuvo algún impacto en las características socioeconómicas y sociodemográficas de los individuos votantes. Como sostuvimos más arriba, nuestra hipótesis es que no se producen diferencias en el perfil de la gente votante, siendo la edad y el nivel socioeconómico de las personas las variables que más inciden a la hora de decidir votar.

El análisis con datos agregados, en tanto, tiene como objetivo analizar los resultados de la elección presidencial de 2013. Nuestra hipótesis es que el cambio en el régimen electoral no alteró la estructura de la participación en términos socioeconómicos; es decir, que el sesgo de clase se mantuvo a pesar del cambio institucional. Los sectores con mayores recursos votaron más que los sectores pobres. Para probar esta hipótesis construimos una base de datos con los 345 municipios de Chile. Luego de calcular la porción de votantes en función del total de población habilitada para votar, la correlacionamos con el porcentaje de pobres que arrojó la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) en su medición del año 2012. Sobre la base de un modelo estadístico de Mínimos Cuadrados Ponderados (MCP), medimos el efecto de la pobreza sobre el porcentaje de participación. Ponderamos los datos porque los municipios tienen desiguales magnitudes de votantes. Hay municipios con menos de 500 personas habilitadas para votar, y otros con más de 300 mil.

En síntesis, con los datos de las encuestas de opinión medimos la predisposición a votar de los chilenos y chilenas en un contexto de voto obligatorio y voto voluntario. En particular, nos interesa medir el efecto de la edad y el nivel socioeconómico sobre la predisposición a votar. Con los datos agregados, en tanto, calculamos la participación comunal y, sobre la base de un modelo estadístico, observamos el efecto de la pobreza sobre esa porción de participación.

6. La participación en las encuestas

Como señalamos más arriba, uno de los argumentos centrales para impulsar la inscripción automática y el voto voluntario fue anular los costos de la inscripción, para así incluir a una gran masa de jóvenes que jamás había votado (alrededor de 5 millones de individuos electores). De esta forma, el padrón electoral crecería de 8,2 millones a cerca de 13,4 millones. Adicionalmente, esta reforma traería como correlato un incremento de la población joven dentro del padrón. Tal como muestra el gráfico 2, si en el padrón previo a la reforma los sujetos jóvenes representaban un 7,3%, en el padrón posterior a la reforma esta cifra se elevó al 26,4%. Es decir, un incremento de casi cuatro veces. En 1988 los jóvenes y las jóvenes representaban el 35% del padrón, cifra que se redujo a 20% en 1996, y a 10% en 2005. Así, la tendencia del padrón era evidente: los jóvenes y las jóvenes no se inscribían en los registros electorales.

 

 

A esto se sumó un ambiente favorable hacia el voto voluntario en la opinión pública. Casi un 71% lo prefería frente al voto obligatorio, de acuerdo a la encuesta UDP del año 2010. El apoyo era sustancialmente mayor en los segmentos jóvenes (18 a 29 años), que optaban por el voto voluntario en un 78,3%. Los individuos encuestados de 61 años de edad, y más, en tanto, preferían el voto voluntario en un 60,2%. Este apoyo mayoritario al voto voluntario dio el espaldarazo suficiente para que la clase política en su conjunto aprobara ampliamente la reforma. Si bien la Constitución había sido modificada el año anterior, aún restaba ratificar el cambio a la Ley Orgánico Constitucional de Votaciones y Escrutinios (Ley 18.700).

Aparte de este apoyo hacia el voto voluntario, existía una alta predisposición a votar. Ante la pregunta de si la inscripción en los registros fuese automática, y el voto fuese voluntario, más del 70% dijo que iría a votar si las elecciones se realizasen el próximo domingo. Eso implicaba, en la práctica, una participación de más de 9 millones de electores y electoras. Es decir, un nivel histórico, considerando que el mayor volumen de participación había bordeado los 7,4 millones en la presidencial de 1993. El problema es que esta participación declarada era sustantivamente mayor en la población de 61 años y más que en los sujetos jóvenes, alcanzando niveles de 81% y 62,2%, respectivamente. Vale decir, casi 20 puntos de diferencia.

¿Hubo algún cambio en los determinantes de participación previa y posterior a la reforma? Los defensores y defensoras del voto voluntario confiaban en que las personas jóvenes participarían más y que, dada la eliminación de las antiguas barreras para inscribirse, podrían equipararse al resto de los grupos etarios (Von Baer, 2009b, Larraín, 2009, Tohá, 2009). En otras palabras, esperaban que la edad ya no fuera un predictor de la participación electoral. Al mismo tiempo, y dado el aumento de la participación con voto voluntario, también podría eliminarse el sesgo de clase. Sistemáticamente, en Chile han votado más las personas ricas que las pobres. Con esta reforma se suponía que no solo se equilibraría la participación por edad, sino también por ingreso.

Para probar esta hipótesis tomamos los datos de las encuestas pre-electorales de la UDP en los años 2009 y 2013. Mientras en el año 2009 la encuesta se hizo en el contexto de voto obligatorio, en el 2013 se hizo con voto voluntario. Por esto mismo, en el año 2009 no se preguntaba por la predisposición a votar, sino por la inscripción en los registros electorales. Asumiendo que todos los sujetos inscritos votaban, se consideraba innecesario preguntar por la predisposición a votar. Bastaba con que el individuo encuestado declarara si estaba inscrito o no en los registros electorales. En 2013, en tanto, el voto voluntario implicaba otros desafíos. Fuera de preguntar por la predisposición a votar, también se preguntaba por la seguridad de hacerlo. Así, la encuesta UDP construyó un indicador de "votante seguro". Había suficientes antecedentes respecto a que los sujetos encuestados sobredeclaraban su intención de ir a votar cuando se les formulaba solo la pregunta de si votaría en las próximas elecciones presidenciales. De hecho, el resultado de esta pregunta anunciaba un 66,6% de participación, cuando en realidad la participación fue de 49,3%.

Para corregir la sobre-estimación de participación, la encuesta UDP adicionó dos preguntas:

a) "¿Cuán seguro está de ir a votar en las próximas elecciones presidenciales?" (Totalmente seguro, seguro, poco seguro, nada seguro)

b) "En una escala del 0 al 10, donde 0 significa que usted definitivamente NO va a votar en las elecciones para Presidente y 10 que usted definitivamente Sí va a votar, ¿qué tan probable es que usted vote en las elecciones presidenciales del 2013?"

La encuesta UDP consideró como "votante seguro" a quienes declaraban ir a votar, que estaban totalmente seguros o seguros de hacerlo, y que en la escala de probabilidad elegían los casilleros del 6 al 10. Al construir esta nueva variable el porcentaje esperado de participación fue del 51,4%, muy similar a la participación real de la elección presidencial en primera vuelta.

En síntesis, la participación se mide de manera diferente en el contexto del voto obligatorio y del voto voluntario. Sin embargo, esto no afecta la caracterización de las personas votantes. Nuestro objetivo es identificar los principales determinantes de la participación y, por cierto, asumimos que la forma de medirla cambia dependiendo del tipo de régimen. Lo importante, para efectos de este trabajo, es verificar si la composición de la participación varía o no comparando el año 2009 con el 2013. Es decir, si el cambio de régimen electoral afectó no solo el volumen, sino que también los determinantes de la participación.

En la encuesta pre-electoral del año 2009 (previo a la reforma) tanto la edad como el nivel socioeconómico eran fuertes predictores de la participación electoral. La tabla 2muestra un modelo de regresión probit. La variable dependiente toma el valor de 1 si el sujeto encuestado se encontraba inscrito en los registros electorales, y de 0 si no estaba inscrito. Como el régimen electoral era de voto obligatorio, solo los individuos inscritos estaban habilitados para votar. El modelo incluye como variables independientes el sexo, la edad, el nivel socioeconómico, la identificación política y el hábitat. La identificación política es una variable dummy que toma el valor de 1 cuando el encuestado o encuestada elige algún peldaño de la escala izquierda-derecha, y de 0 cuando no lo hace. Naturalmente, la hipótesis es que los sujetos identificados tienen mayor probabilidad de estar inscritos en los registros electorales. Luego, la variable hábitat toma el valor de 1 cuando la persona encuestada vive en la Región Metropolitana, y de 0 cuando vive en otro lugar del país; al igual que sexo, es una variable de control.

 

 

El modelo, tal cual señalamos, muestra que la edad tiene un efecto positivo sobre la participación. Mientras tanto, el nivel socioeconómico tiene un coeficiente negativo. Es decir, que a mayor pobreza, menor probabilidad de estar inscrito en los registros. La identificación política tiene el efecto esperado, indicando que los sujetos identificados tienen mayor probabilidad de estar inscritos que los no identificados.

En síntesis, el diagnóstico era correcto. Efectivamente, en el régimen de inscripción voluntaria y voto obligatorio los jóvenes y las jóvenes participaban menos que las personas adultas, y los sujetos ricos votaban en mayor medida que los pobres. De esta forma, había un sesgo etario y socioeconómico del voto. En este contexto, entonces, la inscripción automática cobraba mayor sentido. Si el problema era efectivamente de "costos", el hecho de incorporar una masa de 5 millones de nuevos electores y electoras hacía pensar en una corrección significativa de ambos sesgos.

Sin embargo, esto no ocurrió. La encuesta pre-electoral del año 2013 no mostró cambios significativos en la composición de la participación ( ver Tabla 3). Nuevamente la edad y el nivel socioeconómico de las personas encuestadas se mantuvieron como predictores robustos de la participación y con el mismo signo que en el año 2009. Es decir, menor probabilidad de voto en los sujetos jóvenes y en los segmentos más pobres de la población.

 

 

De esta forma, los promotores y promotoras del voto voluntario fallaron en ambos pronósticos. Primero, la participación descendió a niveles históricos. Segundo, se mantuvo una alta desafección en los segmentos más jóvenes. En otras palabras, el volumen de participación cayó drásticamente, pero la composición de esa participación sobrevivió sin grandes variaciones. Si bien a nivel descriptivo se observa que la brecha de participación entre ricos y pobres se reduce en los segmentos más jóvenes en comparación con los de más edad, el bajo número de casos no permite realizar inferencias robustas. De hecho, la inclusión de un término de interacción entre edad y nivel socioeconómico no arroja un coeficiente estadísticamente significativo.

Otra forma de analizar estos resultados consiste en comparar, según generaciones políticas. Una de las coyunturas más importantes del proceso político chileno contemporáneo fue el plebiscito sucesorio de 1988. En estos comicios se decidía la continuidad o término del régimen del general Pinochet (1973-1990). Suponemos que las personas que se inscribieron en los registros electorales para estas elecciones siguen manifestando una mayor probabilidad de votar. Por tanto, es crítico el hecho de haber participado de este evento para predecir conductas electorales posteriores.

Para el año 2009 calculamos la porción de sujetos encuestados que en 1988 tenía 18 años. Es decir, encuestados y encuestadas de 39 años o más. Para el 2013, en tanto, serán los individuos encuestados de 42 años o más. A este segmento le denominamos "generación plebiscito". Como muestra el gráfico 3, en el 2009 más del 92% de las personas encuestadas de la "generación plebiscito" estaba inscrito en los registros electorales, cifra que apenas sobrepasaba el tercio en el resto de la población. En el 2013, en tanto, solo el 60,4% de los sujetos encuestados de la "generación plebiscito" mostró predisposición a votar, porcentaje que desciende a casi el 42% en el resto de la población. Si bien las cifras no son plenamente comparables, la participación muestra una fuerte caída en la "generación plebiscito" y un leve incremento en el resto de la población, que incluye a la gente joven. El voto voluntario, entonces, transparentó algunas cifras. Primero, que una fracción importante de antiguos inscritos en el padrón electoral dejó de ir a votar. Segundo, que la inscripción automática en los registros electorales pudo incidir en el incremento marginal de la predisposición a votar en el grupo que no pertenece a la "generación plebiscito". Las tablas 4 y 5 muestran los modelos de regresión probit donde se visualiza el efecto de la "generación plebiscito". Naturalmente, este efecto es mayor en la encuesta del año 2009, considerando la enorme brecha entre ambas generaciones políticas.

 

 

 

 

La caída en la predisposición a votar de los antiguos inscritos retrata el debilitamiento del plebiscito como predictor de la participación. En el régimen de voto obligatorio, las personas que se habían inscrito para votar en el plebiscito estaban constreñidas para hacerlo en las elecciones subsiguientes. Una vez que entró en vigencia el voto voluntario, se sintieron con la libertad de no concurrir a las urnas.

7. Participación a nivel comunal: el sesgo de clase

Como mencionamos más arriba, el sesgo de clase de la participación electoral ha sido un tema de amplio debate. Los promotores y promotoras del voto voluntario esperaban que, dado el incremento en el volumen de participación, se produciría un equilibrio entre la votación de los segmentos ricos y los segmentos pobres. Ya vimos que a nivel de encuestas la tendencia es similar al comparar el año 2009 con el 2013.

Los resultados del análisis a nivel comunal dependen en gran medida de la estrategia metodológica. Al correlacionar el porcentaje de participación con el porcentaje de pobres por comuna, la correlación es 0,11 para la primera vuelta presidencial del año 2013. Es decir, casi no habría relación entre pobreza y participación. No obstante, un análisis de este tipo esconde falencias metodológicas que no son menores. En primer lugar, se considera en el mismo grupo a comunas con pesos poblacionales radicalmente distintos (Engel, 2012, Valenzuela & Bargsted, 2013). En segundo lugar, se suele no ponderar los datos según el tamaño de esas poblaciones. En consecuencia, el análisis omite información relevante que conduce a inferencias equivocadas.

Antes de construir la correlación entre pobreza y participación, identificamos dos grupos de comunas. Por un lado, aquellas que tienen una alta concentración de población urbana y con 70 mil o más sujetos electores. Por otro, las comunas pequeñas con menos de 70 mil individuos electores y donde suele existir una porción significativa de población rural. Esta medida es arbitraria, pero su único objetivo es distinguir entre comunas grandes y comunas pequeñas. El ejercicio puede realizarse con un punto de corte de 50 mil o 90 mil electores y electoras, aunque los valores generales de los modelos estadísticos no variarán de manera significativa.

El gráfico 4 muestra, en una correlación simple, que la pobreza tiene efectos diferenciados según el tamaño de las comunas. Mientras en las comunas pequeñas el coeficiente es débilmente positivo, en las comunas grandes es claramente negativo. Es decir, que a mayor pobreza, menor participación. La tabla 6, en tanto, muestra un modelo de mínimos cuadrados ponderados. Utilizamos esta especificación estadística considerando las grandes variaciones poblacionales de las comunas de Chile. Este modelo "pesa" a cada comuna en función del número de personas habilitadas para votar. Fuera de incorporar la pobreza como el predictor central, también incluimos algunas variables de control:

 

 

 

En primer lugar, el porcentaje de participación en la elección municipal del año 2012. Esta fue la primera elección con voto voluntario en Chile. Si bien es una elección local, puede anticipar el volumen de participación en la elección nacional. Lo que se espera es un coeficiente positivo y robusto estadísticamente. La elección municipal fue en octubre de 2012, trece meses antes de la elección presidencial.

Luego, incluimos una variable dummy que controla según tamaños poblacionales. Si bien el modelo ya está ponderado, nuestro objetivo era discriminar el comportamiento de comunas con 70 mil sujetos electores y más, y con menos de 70 mil sujetos electores. Al mismo tiempo, incluimos un término de interacción entre esta variable y pobreza comunal. No solo esperábamos un comportamiento distinto de las comunas grandes en función de la participación, sino también una reacción distinta frente a los niveles de pobreza. Como mostramos más arriba, ambos grupos se comportan de manera opuesta frente a las variaciones de la pobreza.

Los modelos para primera y segunda vuelta respaldan nuestra hipótesis. Sometida a todos los controles posibles, la pobreza es un predictor robusto de la participación, indicando que a mayor pobreza, menor será el volumen de participación. Tanto la variable pobreza como el término de interacción son sistemáticamente significativos. Esto arroja un resultado complementario. La pobreza predice una menor participación, pero dado el signo y magnitud del coeficiente del término de interacción, este efecto es mucho más fuerte en las comunas grandes.

Utilizamos algunos modelos alternativos para respaldar nuestra hipótesis. Dada la distribución de los casos, trabajamos con el logaritmo de pobreza. Todos los modelos que probamos van en la misma dirección que señalamos en el párrafo anterior. También incluimos otra variable de control que corresponde al porcentaje de población rural. Estos controles no alteran el resultado general del modelo. Incluso, al excluir la variable "participación 2012" (que corresponde a la elección municipal de ese año), el efecto de la pobreza se mantiene con un coeficiente estadísticamente significativo.

En consecuencia, el patrón que observamos con los datos de encuestas de opinión se replica a nivel comunal. Las dos unidades de análisis (individuos encuestados y comunas) nos conducen a interpretaciones similares. El voto voluntario no cumplió con ninguna de las promesas que realizaron quienes lo impulsaron. La participación ha descendido a niveles históricos, los jóvenes y las jóvenes no se han integrado masivamente a los procesos electorales, y el sesgo de clase se sostiene como una característica central de las elecciones en Chile.

 

8. Conclusiones

¿Es la solución retornar al voto obligatorio para corregir los problemas del sesgo etario y del sesgo de clase en la participación electoral? La evidencia comparada es algo contradictoria. Por una parte está el trabajo de Mackerras y McAllister (1999) donde se sostiene que el sesgo de clase del voto se reduce con fuertes partidos de izquierda. Como estos partidos tienen arraigo popular, generan la suficiente adhesión como para que las personas pobres acudan a las urnas, incluso en el contexto del voto voluntario. Por otra parte, Gallego (2010) sugiere que la existencia de partidos de izquierda fuertes no resuelve el problema. En realidad, lo que se necesita es el voto obligatorio y mayores facilidades para acceder al sufragio.

Chile modificó recientemente su régimen electoral. El voto voluntario debutó en las municipales del año 2012. Si bien los resultados de las recientes elecciones presidenciales confirman la baja participación, la escasa inclusión de la gente joven, y la consolidación del sesgo de clase en el voto, sería muy prematuro retornar al voto obligatorio. La esperanza de quienes impulsaron el voto voluntario es que las siguientes elecciones sean lo suficientemente competitivas como para lograr que la gente acuda a las urnas. Si bien es cierto que la participación aumenta cuando las elecciones son competitivas, confiar en que a futuro se repetirá este patrón es excesivamente riesgoso.

En una democracia como la chilena, no solo se requiere de la facilitación del sufragio. En este sentido, son válidas las propuestas para aprobar el voto anticipado, el transporte público gratuito para el día de la elección, y la geo-referenciación de los electores y electoras.

Es decir, que a cada individuo elector se le asigne un local de votación que esté cerca de su domicilio. Todas estas propuestas van en la dirección de estimular la participación. El problema es que funcionan bajo el supuesto de que los ciudadanos y ciudadanas no votan solo por una cuestión de costos. La puesta en marcha de la inscripción automática muestra que esto no fue así. Aunque los sujetos jóvenes fueron inscritos automáticamente, no fueron a votar. En consecuencia, no solo son las variables políticas o institucionales las que inciden en la participación electoral. Chile tiene un problema de más largo plazo que dice relación con la profunda desigualdad económica que explica el sesgo de clase, y también con la ausencia de cursos de educación cívica para alumnos y alumnas de enseñanza básica y de enseñanza media. Hay evidencia de que la educación cívica contribuye al fortalecimiento de la democracia tanto en la educación de jóvenes (Sehr, 1997, Guarasci & Cornwell, 1997) como de niños y niñas (Berman, 1997, Soder, 1995). Si el problema es enfrentado desde esta perspectiva, la democracia chilena podrá acceder a mejores niveles de calidad.

En la perspectiva comparada latinoamericana, este trabajo propone el análisis de la participación no solo en función de las variables clásicas que la misma literatura indica, sino también de acuerdo a las generaciones políticas de las personas votantes. Aunque la edad es una variable relevante para el análisis de la participación, más importante aún es el contexto histórico en que se desarrollan las preferencias electorales de la ciudadanía. No basta decir que la gente joven no vota; lo importante es avanzar hacia un entendimiento más acabado de las causas. En el caso de Chile, al menos, la coyuntura histórica del plebiscito de 1988 es determinante. Lo mismo podría ocurrir en otros países latinoamericanos con eventos similares o con generaciones políticas claramente distinguibles.

Este trabajo busca contribuir a la comprensión de la participación electoral de los jóvenes y las jóvenes en Chile. Sin embargo, la participación electoral es solo una de las dimensiones de la participación política. Investigaciones recientes han mostrado la importancia de comprender la participación de manera holística (Angelcos, 2011, Thezá, 2011), dando mayor importancia al campo subjetivo en la explicación de la participación juvenil. En este sentido, nuestro trabajo aporta algunas hipótesis generales que requieren ser estudiadas con mayor profundidad, ya sea mediante grupos focales o con otras técnicas cualitativas de investigación.

 


Notas

* Este artículo de investigación científica y tecnológica se basa en un estudio realizado por los autores dentro del marco del proyecto de investigación denominado "A Crisis of Legitimacy: Challenges to the Political Order in Argentina, Chile and Uruguay", financiado por el International Development Research Centre (IDRC). Fecha inicio de investigación: Septiembre de 2013; Fecha término de investigación: Diciembre de 2013. Código de institución que avala el proyecto (International Development Research Centre): 107015-001. área: ciencia política; subárea: ciencias políticas.

 


 

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    Referencia para citar este artículo: Contreras-Aguirre, G. & Morales-Quiroga, M. (2014). Jóvenes y participación electoral en Chile 1989-2013. Analizando el efecto del voto voluntario. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 12 (2), pp. 597-615.