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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.13 no.2 Manizales jul./dez. 2015

https://doi.org/10.11600/1692715x.13214230114 

Segunda sección: Estudios e Investigaciones

 

DOI: http://dx.doi.org/10.11600/1692715x.13214230114

 

Autonomía Adolescente y Apoyo y Control Parental en Familias Indígenas Mexicanas*

 

Adolescent autonomy and parental support and control in Mexican indigenous families

 

Autonomia Adolescente e Apoio e Controle Parental em Famílias Indígenas Mexicanas

 

 

Rosario Esteinou

Profesora e Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), México. Doctora en Sociología por la Universitá degli Studi di Torino, Italia. Email: esteinou@ciesas.edu.mx

 

 

Articulo recibido en octubre 11 de 2013; artículo aceptado en enero 23 de 2014 (Eds.)

 


 

Resumen (analítico):

Con base en una encuesta, en este artículo presento un análisis descriptivo de las percepciones de adolescentes indígenas de México, sobre su autonomía y los comportamientos de sus padres y madres en términos del apoyo y control que ellos y ellas ejercen. En particular, analizo si la autonomía alcanzada puede ser asociada a un proceso de separación/ desconexión o de separación/conexión con los padres y madres. Este proceso está ligado a los rasgos que guardan los comportamientos de apoyo y de control por parte de los padres y madres. El resultado más importante es que el estilo de parentalidad más frecuentemente aplicado por los padres y madres es el autoritario, y este parece estar relacionado con el desarrollo de un tipo de autonomía desconectada.

Palabras clave: jóvenes, comportamiento humano (Thesaurus de Ciencias Sociales de la Unesco).

Palabras clave autora: autonomía, comportamientos parentales, familias indígenas mexicanas.

 


Abstract (analytical):

Based on a survey, this article presents a descriptive analysis of Mexican indigenous adolescents’ perceptions of their autonomy and parental behaviour in the areas of support and control. Specifically the article analyses if the autonomy achieved can be associated with a process of separation/disconnection or separation/connection with parents. This process is linked to the characteristics of parental support and control. The main results identify that authoritarian parenting is the most frequent parenting style used by parents and this seems to be related to the development of a type of disconnected autonomy.

Key words: youth, human behavior (Unesco Social Sciences Thesaurus).

Author key words: autonomy, parental behavior, Mexican indigenous families.

 


Resumo (analítico):

Este artigo, baseado em um levantamento de dados, apresenta uma análise descritiva das percepções de adolescentes indígenas mexicanos sobre a própria autonomia e os comportamentos de seus pais no tocante ao apoio e controle por eles exercidos. Particularmente, é analisada a questão de se a autonomia alcançada pode ser associada com um processo de separação/desconexão ou de separação/conexão com os pais. Esse processo tem a ver com os traços dos comportamentos de apoio e controle por parte dos pais. O resultado mais importante é que o estilo de parentalidade mais frequentemente exercido pelos pais é o autoritário, e esse estilo pode ter alguma relação com o desenvolvimento de um tipo de autonomia desconectada.

Palavras-chave: jovens, comportamento humano (Thesauro de Ciências Sociais da Unesco).

Palavras-chave autora: autonomia, comportamentos parentais, famílias indígenas mexicanas.

 


 

1. Introducción

 

Los estudios sobre la socialización de grupos de jóvenes indígenas no son abundantes en la literatura mexicana. El trabajo que presento se ubica en este campo, el cual es indispensable conocer para poder comprender algunas de las pautas y procesos mediante los cuales los/las jóvenes de estos grupos se incorporan a la sociedad. Tradicionalmente en México estos grupos han sido estudiados por la antropología, pero se han elaborado muy pocos estudios que recuperen en toda su complejidad cómo se presenta el proceso de socialización. Este aspecto resulta de la mayor importancia pues podría brindar elementos para el diseño de políticas públicas tendientes a mejorar su situación social e impulsar un cambio cultural tendiente al desarrollo de capacidades de relación. En las últimas décadas ha habido una preocupación por analizar con mayor profundidad la situación de los grupos de jóvenes indígenas con el fin de mejorar su bienestar, dado que estos grupos tienen los índices de desarrollo más bajos: de educación, de ingreso, de salud, de vivienda, y otros. En 2010 se levantó una encuesta en tres Estados del país, donde se concentran la mayoría de la población indígena -Chiapas, Oaxaca y Yucatán1-, dirigida a recoger información sobre la competencia social adolescente y la educación parental. Cuatrocientos cincuenta indígenas de entre 14 y 17 años de edad, que vivían con sus padres, madres, tutoras o tutores, fueron entrevistados en sus hogares.

En este artículo presento los resultados y un análisis descriptivo sobre las percepciones que tienen los individuos adolescentes con respecto al comportamiento de sus padres y madres, y en relación con su autonomía. Particularmente, respecto al comportamiento parental, muestro algunos de los resultados relacionados con las dimensiones que convencionalmente se consideran para analizarlo: el control -inducción de culpa, castigo físico, rechazo o retiro del amor-, el apoyo parental -inducción positiva, involucramiento y apoyo-, y comportamientos relacionados con la permisividad y el monitoreo de los adolescentes, con el fin de tener un panorama de las principales tendencias que pueden influenciar la competencia social, en este caso particular, la autonomía. El análisis que expongo se mueve en el estudio de una relación: qué tipo de comportamientos parentales pueden ser asociados al desarrollo de una autonomía, entendida como separación/ conexión con los padres y madres, y qué tipo de comportamientos parentales pueden ser asociados al desarrollo de una autonomía, entendida como separación/desconexión de los padres y madres. Este constituye el objetivo central del artículo. Asimismo, del análisis se desprenderán algunas hipótesis relativas al tipo de parentalidad que ejercen los padres y madres según lo perciben los adolescentes.

1.1. Competencia social, autonomía y comportamientos parentales: algunas precisiones conceptuales

Para Maccoby (2007), el término socialización se refiere a los procesos por los cuales se les enseña a los individuos las habilidades, los patrones de comportamiento, los valores y las motivaciones necesarias para un desarrollo competente en la cultura nativa. En esto consiste la competencia social. La adquisición de autonomía resulta de la mayor importancia durante la etapa de la adolescencia para poder gradualmente insertarse en otros ámbitos sociales. De acuerdo con Peterson (1995, 2009), en la conformación de familias los individuos buscan balancear tanto la necesidad de estar conectados con otros como simultáneamente ganar autonomía dentro de las relaciones entre padres y madres e hijos o hijas, y otros. La autonomía es un aspecto de las relaciones humanas íntimas, estrechamente vinculada con un complejo de valores y cualidades sociales generales, a menudo catalogadas como individualismo. Como un aspecto del individualismo, la autonomía ha sido el tema más prominente en la literatura occidental (Bellah, Madsen, Sullivan, Swidler & Tipton, 1985). Este concepto está asociado a ideas sobre el sentido del sí -self- privado o independiente, a los derechos individuales, a experiencias internas personales, a la independencia psicológica, a la distinción emocional, a la libertad de elección, y al autocontrol. A pesar de que es un aspecto de la propia individualidad, un error fundamental ha sido equiparar el concepto de autonomía con la total separación psicológica o independencia en lugar de verla como un grado particular del auto-control y la libertad de elección individual, dentro del contexto de relaciones de conectividad continua con otros (Kagitcibasi, 1996, Rothbaum & Trommsdorf, 2007).

A pesar de la centralidad de esta dinámica entre la autonomía y la conectividad en las relaciones familiares, existen visiones dispares sobre el grado en que se establece esta relación, es decir, si es prevalecientemente una de tensión o de compatibilidad. La primera visión, y hasta hace poco la más prominente, trataba de enmarcar la relación entre autonomía y conectividad como una de conflicto o "tensión". Esta enmarca la búsqueda de la autonomía como un conjunto de atributos psicológicos y comportamientos dirigidos a guiar a la persona en la separación o desconexión de los vínculos con los grupos primarios, a favor de la búsqueda de la propia auto-exploración y del auto-interés. Dicha concepción casi inevitablemente significa que la relación de conectividad, la cual enfatiza la afiliación, el cuidado, la responsabilidad, la conformidad y el involucramiento, debe estar enfrentada con la autonomía. Desde esta perspectiva de la "tensión", la autonomía y la conectividad a menudo son vistas como fuerzas opuestas en donde cualquier aumento en una de ellas inherentemente conduce al declive de la otra (Peterson, 1995, 2009, Peterson & Bush, 2013).

Esta perspectiva de tensión ha sido más ampliamente desarrollada en las versiones clásicas y recientes de la teoría psicoanalítica, en la que se ve cómo la autonomía se adquiere durante la niñez temprana y durante la adolescencia, a través de un proceso de "separación" de los vínculos previos con el padre y la madre (Peterson, 2009, Peterson & Bush 2013). Desde esta perspectiva, un proceso de separación de este tipo es visto como un rasgo normal del crecimiento, y se argumenta que tiene consecuencias positivas para el progreso del joven hacia la adultez: el joven o la joven gana autonomía separándose y estando menos conectado con su padre y su madre, conforme pasa más tiempo con el grupo de pares, empieza a salir con chicas y chicos, experimenta con la sexualidad, y se compromete con sus propios valores -elecciones de sus estilos de vida, el entretenimiento, la música, y los estilos de vestimenta (Peterson, 2005, Peterson & Bush, 2013).

Ganar autonomía a través de la separación provee al joven de una mayor libertad de los controles físicos y emocionales que ejercen los padres y madres, de tal forma que puede tomar sus propias decisiones de vida e involucrarse en relaciones íntimas con personas fuera de su familia (Blos, 1979, Freud, 1969). Un rasgo común que promueve este proceso de separación es el creciente nivel de tensión, conflicto y desconcierto que se supone es común durante este periodo de desarrollo. El conflicto y el desconcierto contribuyen a una creciente separación del adolescente, la cual crea condiciones para una mayor autonomía del joven o la joven, a expensas de las conexiones con su padre y su madre (Arnett, 1999). Este proceso de separación o individuación es visto como esencial para el joven, para hacer progresos en su desarrollo hacia la adultez. Aquí el punto clave es que los incrementos en la autonomía vienen a expensas de decrementos proporcionales en la conectividad (Blos, 1979, Freud, 1969). Sin embargo, interpretaciones más recientes de este proceso de "tensión" o "separación" lo ven como una perspectiva decreciente o como una circunstancia en donde la creciente separación no es un aspecto positivo del desarrollo sino un lastre que conduce a la delincuencia, a la insatisfacción en las relaciones, a la disfunción, al rechazo social, al conflicto, y a la disolución de relaciones familiares (Peterson, 2009, Peterson & Bush, 2013).

En contraste con la perspectiva de la tensión, se ha desarrollado una visión más reciente que establece que la autonomía y la conectividad se desarrollan simultáneamente como un aspecto universal o altamente generalizado de las relaciones humanas y familiares. Estas son aspectos multifacéticos de las relaciones familiares que son compatibles. A pesar de que el significado de ellas puede variar a lo largo de las relaciones particulares y de las culturas, se considera que ambas están presentes en una forma interrelacionada en la mayoría -si no es en todas- las circunstancias familiares y culturales (Kagitcibasi, 1996, Rothbaum & Trommsdorf, 2007). Durante la adolescencia temprana, las perspectivas de los padres, madres y adolescentes sobre los derechos de cada uno divergen fuertemente. Sin embargo, estas diferencias no necesariamente han conducido a reforzar la idea de la adolescencia como una etapa problemática, sino que otros estudios conducidos durante los años ochenta han mostrado que los/las adolescentes, de manera típica, continúan reconociendo la autoridad parental, mientras los padres y madres gradualmente les van dando mayor libertad cuando ven la creciente competencia que ellos van adquiriendo. Por lo tanto, la relación entre padres y madres con sus hijos e hijas adolescentes no necesariamente está regida por el conflicto o la desconexión gradual. Esto no significa que los adolescentes cumplan completamente con las expectativas parentales. De hecho, se ha observado que ellos discriminan entre distintos dominios de toma de decisiones, apropiándose de algunos de ellos -por ejemplo, escoger su ropa, su estilo de peinado, sus amigos y amigas- más que de otros, como parte de su propia esfera de influencia, no de su padre y su madre (Yousniss & Smollar, 1985). Asimismo, a pesar de la creciente prevalencia e importancia de las relaciones de pares durante la adolescencia, los padres y madres permanecen como una fuente importante de apoyo y guía para la mayoría de los/las adolescentes (Wang, Peterson & Morphey, 2007). Es decir, las relaciones padres/ madres-hijas/hijos cambian en cuanto a cómo se expresan la autonomía y la conexión a lo largo del curso de vida, pero el balance aún puede adquirirse cuando existe una base segura (Peterson & Bush, 2013).

Por otra parte, la autoridad parental es uno de los aspectos sobre los cuales se ha realizado mucha investigación en los países occidentales. Los primeros estudios, conducidos en los años treinta del siglo pasado, enfatizaban los efectos dañinos del autoritarismo y de la reafirmación del poder parental durante la crianza de los hijos e hijas. Al mismo tiempo, otros estudios enfatizaban los beneficios del ejercicio de un control firme. Muchos académicos(as) han señalado que la relación entre padres y madres con sus hijos(as) es intrínsecamente jerárquica, lo cual significa que los padres y madres tienen la responsabilidad de enseñar y conducir a sus hijos(as). Entonces, ¿cómo podemos conciliar los efectos opuestos del control firme con la reafirmación del poder? Esto ha sido tratado de diferentes maneras. Baumrind (1971), rechazando la parentalidad autoritaria, ofreció un patrón de parentalidad que combinaba una de tipo receptivo y apoyadora, con la firmeza -es decir, mantener a los hijos(as) dentro de las reglas y estándares-. Otros trabajos, como el de Patterson y Fogartch (1990), también enfatizan el establecimiento de reglas, monitoreo, y seguir las infracciones con disciplina; pero en años recientes se ha hecho énfasis crecientemente en la importancia de balancear estas funciones del control parental con la "parentalidad positiva" -es decir, la calidez, el humor, la receptividad y el respeto a los hijos(as)- o el apoyo. Por lo tanto, se ha establecido que los padres y madres pueden inducir a sus hijos(as) a conformarse con los lineamientos parentales; sin embargo, se ha observado que es importante la forma en que los hijos(as) y adolescentes son conducidos a hacerlo, ya sea voluntariamente o solo mediante la coerción, puesto que si lo hacen voluntariamente los padres y madres pueden ejercer su control en formas más benignas, más que si lo hacen de manera coercitiva. Por ejemplo, se ha observado que los niveles más altos de ajuste y competencia se encuentran entre los niños(as) y jóvenes que vienen de familias que combinan una regulación parental fuerte con el uso raro del control psicológico -una forma de control coercitivo-, junto con una relación de conexión emocional fuerte entre padres y madres con sus hijos(as). Entonces, el asunto sobresaliente en la investigación contemporánea sobre la parentalidad no es si los padres y madres deben ejercer su autoridad, y si los niños(as) deben conformarse a esta, sino más bien cómo el control parental puede ser ejercido de mejor manera, de tal forma que apoye la creciente competencia y la autorregulación de los adolescentes. Por lo tanto, hoy es más aceptada la idea de que una agencia parental fuerte y una agencia fuerte de los hijos(as) no son incompatibles (Maccoby, 2007).

Por otra parte, el estudio de la autonomía adolescente y los estilos de parentalidad en países no occidentales han sido descuidados, como es el caso de la literatura indígena mexicana. Quizás esto se deba, en parte, al énfasis dado en los estudios antropológicos a la dimensión colectiva de la reproducción de las diferentes culturas étnicas y a las costumbres como entidades totales. En efecto, poca atención se le ha dado al desarrollo del sí (self) y de la personalidad, y los resultados han sido vistos como un producto automático de la transmisión de valores y roles. Muy a menudo se ha establecido que las niñas aprenden sus roles adultos de sus madres y los niños de sus padres, pero no hay una preocupación con respecto a cuáles son los distintos estilos de parentalidad y comportamientos parentales que pueden influenciar la formación del sí (self) y su desempeño en la sociedad, así como las distintas características desarrolladas por los niños(as) y adolescentes para convertirse en individuos que se insertan en la sociedad -es decir, con competencia social- (Esteinou, 2013). La importancia de este punto es crucial para el campo de estudios de los pueblos indígenas. En otro estudio (Esteinou, 2013), se ha mostrado la importancia que tanto el/la investigador(a) -en su mayoría antropólogoscomo los pueblos indígenas dan al grupo, por encima del individuo. El estudio de la autonomía, de cómo los jóvenes se convierten en personas independientes, ha sido prácticamente inexistente y resulta crucial, pues puede ayudarnos a comprender no solo cómo aquellos se conforman a su realidad sociocultural, sino también cómo pueden emprender caminos que las cuestionen. El conocimiento de los procesos individuales mediante los cuales se obtiene la autonomía, también abona a la comprensión del tipo de autonomía que se construye entre los jóvenes indígenas: si se trata de una autonomía "desconectada" de los padres y madres, o si se trata de una "conectada" con ellos. Todo ello redundará también en el conocimiento del tipo de cohesión que el grupo construye: si se trata de una cohesión adoptada como medida proveniente del exterior o como algo que proviene de un convencimiento interno de dichas pautas. Hasta el momento, la perspectiva etnográfica que privilegia la importancia del grupo ha predominado en los estudios realizados, y por ello parece promover una visión de la conformidad como un proceso automático, externo, en donde hay poco espacio para las decisiones individuales autónomas. Lo que propongo en este estudio es otra perspectiva, otra "mirada" desde la cual pueda ser analizada la realidad indígena, en donde el centro de análisis es el individuo propiamente dicho. La información que presento permitirá explorar la relación entre estos aspectos con el fin de conocer algunos de sus rasgos.

 

2. Metodología

Para la realización del estudio, levanté una encuesta en los 3 Estados del sur (Oaxaca, Chiapas y Yucatán) que concentran la mayoría de la población indígena del país. La encuesta fue probabilística, cara a cara y en vivienda. El esquema de muestreo utilizado fue estratificado, polietápico, con selección sistemática. Para el cálculo del tamaño de la muestra se consideró la fórmula de estimación de proporciones. De esta manera, se levantaron 450 cuestionarios en adolescentes indígenas de edades entre los 14 y los 17 años; 226 eran hombres y 224 mujeres. Para el levantamiento usé los servicios de una casa encuestadora, la que previamente a su realización, obtuvo el consentimiento por parte de los padres y madres de los participantes adolescentes, dado que son menores de edad. La información obtenida fue vaciada en una base de datos. Para el análisis utilicé el programa SPSS versión 20, con el cual realicé los cruces de las variables que fueron construidas mediante índices.

Medí las percepciones de los individuos adolescentes sobre su autonomía y el comportamiento parental, utilizando escalas de Likert, las cuales tenían 4 opciones: totalmente de acuerdo, de acuerdo, en desacuerdo y totalmente en desacuerdo. Luego construí unos índices utilizando la metodología de la estratificación de Dalenius para agrupar la información en tres niveles según las varianzas similares: alto, medio y bajo. Recogí información sobre la percepción que tiene el/la adolescente de su autonomía, con respecto a su padre y a su madre.

Crucé todas las variables del comportamiento parental por sexo de los padres y madres con la de la autonomía de las mujeres y hombres adolescentes. También apliqué la prueba de Chi Cuadrado para ver si las diferencias de esas relaciones eran estadísticamente significativas, es decir, si las diferencias realmente tienen una importancia de peso dentro de esa muestra de población. En las tablas que presento a continuación aparecen sombreados los resultados más importantes de los cruces de variables, así como también el resultado de la autonomía en los/las adolescentes.

 

3. Resultados y análisis

Antes de presentar los resultados y su análisis, conviene exponer alguna información general sobre la población estudiada. Los principales grupos étnicos a los cuales se autoadscribieron los/las jóvenes indígenas fueron: maya (31%), tzotzil (26%), zapoteco (12%), y mixteco (9%). La mayoría de ellos eran estudiantes (64%), 15% estudiaban y trabajaban al mismo tiempo, 13% ni estudiaba ni trabajaba, y 8% solo trabajaba. Todos, con excepción del 1%, eran solteros. La mayoría de ellos vivía con sus padres y madres biológicos (88%). Los/las adolescentes tenían orígenes socioeconómicos bajos, de acuerdo con el nivel de escolaridad de su padre y su madre -la mayoría tenían educación primaria y algunos secundaria, el cual es el nivel promedio nacional-, además de que las localidades en donde residen han sido clasificadas en los niveles bajos de la estratificación socioeconómica.

3.1. Autonomía adolescente y apoyo parental

Las tablas 1 y 2 muestran que, en general, los hombres se perciben como más autónomos de sus madres y padres que las mujeres.

 

 

 

La tabla 1 muestra los resultados con respecto a las percepciones de los/las adolescentes sobre el apoyo de sus madres -incluyendo apoyo, inducción positiva e involucramiento-. El análisis del primero y el tercero, el apoyo y el involucramiento, resultan de la mayor importancia. En efecto, muchas investigaciones han establecido que el comportamiento cálido, apoyador, de cuidado o de aceptación por parte de las madres y padres está asociado con el desarrollo de virtualmente todos los aspectos de la competencia social de niños(as), y adolescentes (Peterson, 2005, Peterson, Bush & Supple, 1999, Rohner, 2004, 2008). El apoyo parental consiste en comportamientos como tocar, abrazar, alabar, aprobar, alentar y pasar tiempo positivo con los/ las adolescentes.

El comportamiento apoyador comunica que los/las adolescentes son valorados, promueve vínculos cercanos dentro de la relación padre-joven, y comunica confianza de los padres y madres en las habilidades de los/las adolescentes. Muchas investigaciones indican que el apoyo parental está asociado con muchas cualidades positivas de los individuos adolescentes como la auto-estima positiva, la adquisición de identidad, la creciente autonomía que coexiste con suficiente conformidad de los padres y madres, y consecuencias positivas de largo plazo para el ajuste interpersonal íntimo de las personas adultas. Los/las adolescentes que reciben apoyo o cuidado de sus padres y madres a menudo reportan menores niveles de ansiedad, depresión y problemas de comportamiento (Maccoby, 2007, Peterson & Hann, 1999, Rohner, 2004, 2008, Peterson & Bush, 2013, Peñaranda, 2011).

En la tabla 1 se puede observar un resultado sorprendente con respecto al apoyo; este es, que básicamente la mitad de los hombres y casi la mitad de las mujeres perciben recibir un bajo apoyo por parte de sus madres. Asimismo, aún más dramático el 73% de los hombres y el 70% de las mujeres perciben tener un bajo involucramiento de sus madres con ellos(as). Esto significa que para una proporción muy importante de adolescentes, de acuerdo con sus percepciones, la madre -quien en teoría y dadas las funciones sociales y culturales de su papel en la familia, es la encargada de brindar de manera más cercana el apoyo- no cumple con esta función. Pero también hay madres que sí lo hacen -una de cada cuatro-. En cuanto al involucramiento, sin embargo, las proporciones son muy bajas. Lo que se puede concluir es que la mayoría de las madres indígenas de estos adolescentes parecen no desplegar este tipo de apoyo tendiente a reforzar el sí -self-, la identidad, y la manifestación de su valoración. Al parecer, una gran proporción de madres tiende a no expresar sus emociones y sus valoraciones positivas de sus hijos(as) adolescentes, y peor aún, no parecen valorar la importancia de involucrarse en la realización de actividades con ellos(as).

Una cualidad particularmente importante del apoyo parental es su habilidad de promover un balance adaptativo entre la búsqueda de autonomía y permanecer conectado a los padres y madres, un patrón que captura una dimensión clave de la competencia social (Peterson & Bush, 2013). Sobre esta base, de los resultados de la tabla 1 se puede extraer, entonces, otra sugerencia o hipótesis importante. Los bajos niveles de apoyo y de involucramiento de las madres supone niveles considerables de cierta desconexión en sus relaciones con sus hijos(as), ya que no hay un acercamiento emocional, ni físico, ni comportamental -es decir, el involucrarse en algunas de sus actividadessustancial con ellos y ellas. En consecuencia, los niveles medios de autonomía, alcanzados por los/las jóvenes, parecen deberse más a una separación de la madre, similar en algunos aspectos a la manera propuesta por la teoría de la "tensión" vista anteriormente, más que a un balance establecido entre conexión y autonomía. De ahí que los niveles de autonomía se concentren en los niveles medios con un nivel bajo de apoyo de las madres, y esto es particularmente cierto para los hombres. Por otra parte, los niveles bajos de autonomía en hombres y mujeres, cuando el apoyo de la madre es bajo, podría explicarse como que el bajo nivel de apoyo de las madres inhibe el desarrollo de la autonomía de los/las adolescentes. Por su parte, en relación con el involucramiento, los porcentajes de la autonomía son más altos tanto en hombres como en mujeres, pero podríamos pensar que siguen la misma lógica descrita.

Con respecto al último aspecto del cuadro -referido a la inducción positiva o el razonamiento- cabe mencionar algunos puntos: en primer lugar, estos refieren a una estrategia comportamental que pueden utilizar los padres y madres para fomentar la competencia social. Los padres y madres pueden utilizar esta estrategia para apelar a la preocupación de los/ las adolescentes por los otros, a su deseo de ser maduros, y a sus habilidades para entender y voluntariamente aceptar el punto de vista de los padres (Baumrind, 1991, Peterson & Bush, 2013). El uso del razonamiento ayuda a los adolescentes a entender por qué las reglas son necesarias, por qué su mal comportamiento es inaceptable. Los padres y madres que usan el razonamiento no imponen autoridad arbitraria a los/las adolescentes, sino que comunican respeto por ellos(as), confianza en sus habilidades para tomar buenas decisiones, en sus capacidades para voluntariamente conformarse, y en sus habilidades crecientes de autonomía para tomar sus propias decisiones (Peterson, 2005, Peterson & Bush, 2013).

El razonamiento es una forma moderada de control, pero también es una fuente importante de apoyo que legitima la autoridad parental y comunica el respeto por el punto de vista de los/las adolescentes; es improbable que evoque sentimientos hostiles en ellos hacia sus padres y madres, y gradualmente permite más autonomía del joven a través del discurso parental. La exposición al razonamiento parental provee a los/las jóvenes de confianza para pensar por ellos(as) mismos(as) y desarrollar un sistema autónomo de auto-afirmación de valores y expectativas (Hoffman, 1994, Maccoby & Martin, 1983, Peterson, 2005).

La tabla 1 muestra resultados interesantes sobre este aspecto. En primer lugar, se observa que hay un bajo nivel de inducción positiva o razonamiento por parte de las madres, lo cual significa que no es una estrategia de socialización privilegiada. No obstante, no todas se comportan de esta manera ya que cerca de una de cada cuatro ejerce un nivel medio de razonamiento con sus hijos(as), y un poco más de una de cada cinco lo hace en un nivel alto. En segundo lugar, cuando analizamos el cruce de esta variable con la de la autonomía, los resultados parecen reforzar la hipótesis planteada anteriormente, es decir, dados los bajos niveles de razonamiento ejercido por las madres, los niveles de autonomía que se concentran en los niveles medio significan que los/las jóvenes han adquirido un cierto nivel de autonomía, más como resultado de un proceso de separación que de un proceso en el que se balancean autonomía y conectividad. Como el nivel bajo representa en cierto sentido un alto grado de desconexión, la autonomía obtenida implica que esta no se ha construido sobre la base del razonamiento -y por ello sobre la conexión comunicativa- con la madre, sino más bien independientemente de ella. Por otra parte, el despliegue de una estrategia de razonamiento de nivel bajo por parte de las madres parece inhibir el desarrollo de la autonomía, y esto parece tener un efecto ligeramente mayor en las mujeres que en los hombres.

Hasta aquí he reportado algunas diferencias importantes del cruce de la variable de la autonomía con las otras tres de apoyo -apoyo, involucramiento e inducción positiva o razonamiento-. Pero hay un resultado general importante de todos estos cruces, y es que hay diferencias relevantes entre las percepciones de hombres y mujeres con respecto al nivel de autonomía adquirida: los hombres parecen percibir más autonomía. El otro resultado importante es que una proporción considerable de hombres, más que de mujeres, percibe tener un nivel medio de autonomía sin importar la percepción de tener un nivel bajo de apoyo, de involucramiento y de razonamiento. Esto puede significar que estos tres aspectos del apoyo parecen afectar más a las mujeres, en el sentido de que inhiben más el desarrollo de su autonomía. Las distancias sí revelan diferencias reales, ya que aplicamos la prueba de Chi cuadrado para estos cruces de variables y esta arrojó valores menores a 0.05, lo cual revela que son estadísticamente significativos para esta muestra de población.

La tabla 2 presenta los resultados de la relación entre la percepción adolescente de su autonomía y la percepción de las tres variables del apoyo del padre. Los resultados de la prueba Chi cuadrado arrojaron que dichas relaciones y diferencias eran estadísticamente significativas -con valores menores a 0.05-. La primera cuestión que podemos observar es la proporción importante de bajo apoyo de los padres, aunque es más baja en los hombres jóvenes, y es más bajo el apoyo que da el padre con respecto al que da la madre. Por otra parte, de manera muy interesante, en contraste con el nivel de involucramiento bajo de la madre, el del padre es mayoritariamente medio para ambos sexos. Esto significa que si bien los padres son percibidos como menos apoyadores que las madres, se involucran más que ellas en actividades con sus hijos(as).

Cuando cruzamos la percepción de la autonomía adolescente con la percepción del apoyo del padre, apreciamos una tendencia que refuerza la hipótesis planteada anteriormente con respecto a las madres: cuando el apoyo del padre es bajo, los/las adolescentes que desarrollan una autonomía media se separan de ellos, más como un proceso gradual de desconexión; y los que reportan un nivel bajo de autonomía, esto se da porque los padres inhiben el desarrollo de esta. También la tabla revela que una mayor autonomía es más frecuente entre los hombres. Por otra parte, cuando cruzamos las percepciones de autonomía de los/las adolescentes y el involucramiento del padre observamos, por una parte, que los/las adolescentes perciben tener mayor autonomía con respecto al padre, en contraste con la madre; y, por la otra, que los padres parecen promover más la autonomía de los/las adolescentes cuando se involucran de manera moderada -media- en sus actividades, lo cual puede significar que entre los padres y los/las adolescentes se desarrolla un cierto nivel de conexión y mayor balance entre autonomía y conexión, en contraste con el resultado obtenido con las madres.

Con respecto a la inducción positiva, la tabla 2 muestra datos interesantes. En contraste con el bajo nivel de razonamiento que se presenta con respecto a las madres, la percepción con respecto a los padres muestra que los hombres se perciben como más autónomos y que es el padre, en contraste con la madre, el que brinda un mayor balance entre conexión y autonomía, dado que establecen una vía en que se ejerce un control suave -mediante el razonamiento-, a la vez que se muestran más receptivos al comportamiento de los/las hijos(as) adolescentes. Los padres, en este sentido, parecen cumplir una función más importante que las madres en cuanto agentes encargados de transmitir muchas de las pautas y expectativas sociales que se esperan de los/ las jóvenes.

3.2. Autonomía adolescente, permisividad y monitoreo parental

Los padres y madres se desempeñan no solo como agentes de apoyo que proporcionan ayuda y seguridad de acuerdo con las necesidades de sus hijos(as); son también figuras que detentan mayor fuerza y recursos, comparados con sus hijos(as), y ello tiene más implicaciones. Este aspecto jerárquico de la relación padre/madre-hijo/hija significa que los padres y madres no son solo proveedores de protección sino también reforzadores de las reglas que se deben guardar en la familia. Hasta el momento, he presentado los resultados referentes a la dimensión del apoyo parental. En la información que sigue presentaré algunos de los aspectos de la socialización referidos a la dimensión del control. El ejercicio del control parental para inculcar disciplina puede tomar muchas formas, incluyendo la persuasión, el razonamiento, el castigo o la reafirmación e imposición del poder, entre otras.

Las siguientes dos variables que presentamos -permisividad y monitoreo-, refieren a un nivel intermedio en que el control es ejercido. El nivel de permisividad que los padres y madres dan a los hijos(as) adolescentes constituye un elemento central que está ligado al grado de autonomía o dependencia que tienen los/las adolescentes con respecto a sus padres y madres; es también un contrapunto que nos permite identificar por otra vía el nivel de control que estos ejercen. En la literatura sobre este campo se ha establecido que altos niveles de permisividad están más asociados a un desempeño social adolescente con signos negativos o que favorecen comportamientos de riesgo, mientras que bajos niveles están asociados a una limitación de la formación de la autonomía y la independencia, y a un estricto control por parte de los padres y madres. Los niveles medios expresarían un mejor balance en el favorecimiento de comportamientos autónomos y de dependencia, así como una dosis moderada del control de los padres y madres, particularmente en esta etapa del desarrollo individual.

La tabla 3 muestra los resultados sobre las percepciones que tienen los/las adolescentes sobre los niveles de permisividad y de monitoreo ejercido por las madres en relación con su autonomía alcanzada. Las relaciones que se muestran y sus diferencias son estadísticamente representativas para esta muestra de población, dado que la prueba de Chi cuadrado arrojó resultados menores a 0.05.

 

 

El primer resultado relevante es que las mujeres perciben ser más controladas por sus madres que los hombres. Cuando cruzamos esta variable con la de la autonomía, se aprecia que muchas adolescentes, más que los hombres, perciben ser más controladas por sus madres. Pero también hay otros resultados que muestran que una de cada cinco muchachas y muchachos percibe tener un nivel medio de autonomía cuando el nivel de permisividad de sus madres también es medio, lo cual sugiere un balance entre autonomía y conectividad.

Otro comportamiento parental socializante, el monitoreo o la supervisión, se refiere a los esfuerzos de los padres y madres para fomentar competencia social a través de estar al tanto y manejar los horarios de los/las adolescentes, las asociaciones con los pares, las actividades y dónde se encuentran físicamente. Los padres y madres pueden monitorear a sus hijos(as) adolescentes para supervisar sus cortejos y desalentar las relaciones sexuales tempranas, prevenir el comportamiento antisocial y asociaciones de riesgo con los pares, supervisar que la tarea esté terminada, observar si hay algún síntoma de uso de drogas, y supervisar el acceso a los media populares, a la vez que evitan ser intrusivamente restrictivos (Smetana, 2008, Fuligni & Eccles, 1993, Durán & Valoyes, 2009). El monitoreo permite el desarrollo gradual de la autonomía y la competencia social, dentro del contexto de continua influencia parental basada en el reforzamiento consistente de reglas y en un control moderado (Peterson & Bush, 2013).

Los resultados con respecto al monitoreo de la madre presentados en la tabla 3 muestran que la mayoría de las mujeres percibe que sus madres desarrollan un nivel más alto de control, en contraste con los hombres. Sin embargo, esto refuerza el resultado encontrado en la percepción del nivel de permisividad de las madres. El resultado general de ambas variables -permisividad y monitoreo- es que las mujeres perciben un mayor nivel de control en contraste con los hombres. Pero veamos con más detalle los resultados del cruce de los niveles de autonomía con los niveles del monitoreo de las madres: es interesante observar que, dado el escaso nivel de supervisión de los hombres, estos tienden a separarse menos de las madres; sin embargo, también hay una proporción más alta de hombres, en contraste con las mujeres, que alcanza mayor autonomía, no obstante el bajo nivel de supervisión de las madres. Parece que pueden separarse de la madre pero sacrificando un mayor nivel de conexión con ella. Pero también hay otro resultado importante, y es que cuando ambos sexos son monitoreados en un nivel medio, ellos perciben alcanzar niveles medios de autonomía. Esto sugiere que hay una proporción importante de madres que busca promover la autonomía, al mismo tiempo que mantiene un vínculo de conexión con sus hijos e hijas.

La Tabla 4 presenta los resultados de la percepción de los/las adolescentes en torno al nivel de permisividad y monitoreo ejercido por sus padres en relación con su nivel de autonomía adquirida. La prueba de Chi cuadrado arrojó que las relaciones entre estas variables eran estadísticamente significativas (menos de 0.05). La primera cuestión que podemos apreciar es que los padres son percibidos como más controladores con las mujeres que con los hombres, y se reitera si analizamos los porcentajes alcanzados en los niveles medios.

 

 

Por otra parte, si analizamos los cruces de estas variables con los niveles de autonomía alcanzados, es interesante observar que siguen lógicas diferentes según el sexo: cuando los padres controlan menos a los muchachos, estos logran alcanzar mayor autonomía; en cambio, las mujeres alcanzan mayor autonomía cuando son más controladas. Aunque también hay muchachas -una de cada cinco- que cuando son más controladas -o hay bajo nivel de permisividad- no logran alcanzar el nivel medio de autonomía sino que desarrollan un nivel bajo.

Por otra parte, en cuanto al monitoreo de los padres, se aprecia un resultado similar al descrito para la permisividad: las mujeres perciben ser más controladas que los hombres. También es importante indicar que poco más de uno de cada cinco muchachos y muchachas percibe un alto nivel de supervisión, lo cual indica que es una estrategia de socialización importante para algunos padres.

El cruce de variables entre percepción del monitoreo del padre y de la autonomía adolescente muestra que los porcentajes más altos se concentran en el nivel medio de permisividad con un nivel medio de autonomía, y prácticamente aquí no hay diferencias importantes entre hombres y mujeres. Los resultados parecen mostrar que esta es una estrategia de socialización muy importante, en la que puede alcanzarse niveles moderados de autonomía, a la vez que se mantiene una conexión con el padre.

3.3. Autonomía adolescente y control parental

Las Tablas 4 y 6 reportan los resultados referentes a la dimensión del control propiamente dicho. Aquí incorporo tres variables: el rechazo o retiro del amor, la inducción de culpa, y la punitividad. Analizo en primer lugar los dos primeros:

Existen diversas formas en que los padres y madres ejercen el control. En la etapa de la adolescencia resulta crucial para el desarrollo la adquisición de autonomía psicológica, por lo cual es importante que los padres y madres utilicen estrategias y comportamientos no coercitivos, disciplina democrática, y que promuevan que el/la joven exprese su individualidad dentro de la familia y más allá de estos límites (Barber, 1996). En esta etapa, los/ las adolescentes expanden sus exploraciones en el mundo social, mediante comportamientos más complejos. De ahí la importancia de que los padres y madres promuevan su autonomía, pues ello constituye una vía importante para insertarse en la sociedad, como lo es mantener a la vez una conexión con ellos. El reverso del otorgamiento de autonomía -en este caso, independencia psicológica y desarrollo emocional- es el control psicológico intrusivo. Los padres y madres ejercen control intrusivo cuando invalidan los sentimientos de sus hijos(as) adolescentes, constriñen su expresión verbal, retiran la expresión del amor, intentan dirigirlos influenciando su estado emocional, o intentan inducir culpa (Holmbeck et al., 2002). Los padres y madres que ejercen de manera frecuente este tipo de control son manipuladores e insensibles a las necesidades emocionales de sus hijos(as), y con ello minan su sentido de autoestima y su identidad, y pueden favorecer estados de ansiedad, de depresión, de soledad, así como un bajo desempeño escolar, entre otros (Barber, 2002, Holmbeck et al., 2002, Pulido, Castro-Osorio, Peña & Ariza-Ramírez, 2013).

La tabla 5 reporta los datos de las variables mencionadas con respecto a la madre. Cuando observamos el rechazo o retiro del amor, los resultados muestran que la mayoría de los/las muchachos(as) perciben un nivel medio de rechazo de sus madres. Pero también hay proporciones muy importantes en el nivel alto, lo cual significa que es una estrategia de socialización importante y frecuente. Cuando cruzamos esta variable con la percepción de autonomía, encontramos resultados interesantes: la prueba de Chi Cuadrado arrojó que las diferencias entre los hombres no eran estadísticamente significativas -sombreadas más oscuras-, lo que significa que el sexo no es una variable de peso en esta relación. En cambio, para las mujeres sí hay una relación significativa -menos de 0.05-, lo cual significa que en muchas muchachas hay una percepción de intrusión por parte de la madre, y que esta parece inhibir el desarrollo de su autonomía. Esto se reitera cuando se observa también la proporción importante de adolescentes que declara tener una autonomía baja, cuando el rechazo de la madre es alto. Pero también se advierte que hay mujeres adolescentes que logran tener un nivel medio de autonomía cuando el rechazo de la madre es alto. En este caso, parece ser que ellas logran adquirir un cierto nivel de autonomía no obstante la intrusión de la madre.

 

 

Cuando tomamos en consideración la percepción de la inducción de culpa por parte de la madre, apreciamos que los hombres, más que las mujeres, perciben la proporción más alta de ella. Sin embargo, la prueba de Chi Cuadrado también arrojó resultados interesantes: para ambos sexos la relación entre ambas percepciones de autonomía e inducción de culpa de la madre no fue estadísticamente significativa. Esto sugiere que, a pesar de que esta es una estrategia de socialización muy frecuente, no parece ser relevante para la autonomía adolescente.

La última variable tomada en consideración en la tabla 3 es la punitividad de la madre. Antes de pasar a la descripción de los resultados, es importante introducir algunos aspectos. La punitividad parental se refiere a los intentos verbales arbitrarios o físicos severos para influenciar el comportamiento y las cualidades internas de los/las adolescentes. Los intentos de control coercitivo de este tipo son comúnmente vistos como una estrategia de socialización que mina el desarrollo de la competencia social, al inhibir la autonomía y otros resultados adaptativos. Estas acciones incluyen el uso de fuerza excesiva para imponer la voluntad de los padres y madres sin contrarrestarla con el uso de la razón o con otras formas más moderadas de disciplina (Maccoby & Martin, 1983, Strauss, 1994). La punitividad varía desde el fastidio, los insultos y los gritos, en sus formas verbales, hasta el castigo físico y/o la violencia, en sus formas físicas.

Cuando observamos el conjunto de resultados sobre la punitividad, apreciamos que la mayoría de los hombres percibe un alto nivel de ella, mientras en las mujeres esta proporción es más baja. A pesar de esta importante diferencia, la prueba de Chi Cuadrado arrojó que la relación entre las percepciones de autonomía y de la punitividad en los hombres, no es estadísticamente significativa. Pero sí lo es en las mujeres, y a pesar de la alta punitividad de las madres, muchas adolescentes logran desarrollar medianamente su autonomía, lo cual es un punto que requiere de mayor indagación. Sin embargo también hay otras proporciones importantes en las que la punitividad de la madre inhibe el desarrollo de la autonomía de muchas adolescentes.

Cuando se toman las tres variables de la punitividad, se obtiene que para los hombres el retiro del amor o rechazo, la inducción de culpa y la punitividad por parte de las madres, no son variables asociadas a su autonomía, parecen no estar relacionadas; la inducción de culpa en las mujeres tampoco parece ser una variable relacionada con la adquisición de autonomía. En cambio, hay una relación significativa entre la percepción de autonomía y la percepción que tienen las mujeres de las otras dos variables, el rechazo y la punitividad; y si se toma en consideración los porcentajes más altos, parece ser que el rechazo juega un papel más importante, seguido de la punitividad.

La tabla 6 presenta las percepciones entre la autonomía adolescente y el rechazo y la punitividad del padre, incluyendo en esta última las tres variables mencionadas antes: el retiro del amor o rechazo, la inducción de culpa y la punitividad. La prueba de Chi Cuadrado arrojó que la relación entre estas variables es estadísticamente significativa. La primera cuestión que se puede apreciar es que la percepción del rechazo del padre, tanto en hombres como en mujeres, es similar y se concentra en el nivel medio. Si se observan los resultados del cruce de esta variable con la de la autonomía, se obtiene que ambos sexos reportan niveles de autonomía similares cuando perciben un nivel medio de rechazo. Cuando ambos perciben un nivel alto, los hombres obtienen porcentajes más altos de autonomía.

 

 

Por otro lado, cuando se observa la información referente a la percepción de la inducción de culpa del padre, se aprecia que la mayoría de los/las adolescentes percibe que sus padres desarrollan un alto nivel de inducción de culpa, y que esta percepción es más alta en los hombres que en las mujeres. Parece ser que esta es una estrategia de socialización muy frecuente. En conjunto, parece ser que ambos sexos reportan niveles de autonomía similares, siendo ligeramente mayores en los hombres, y ello parece seguir una lógica similar a la descrita anteriormente.

Cuando se toma la información referente a la percepción de la punitividad del padre, se observa que la mayoría de los muchachos percibe que esta es una estrategia utilizada por los padres, aunque más con los hombres. Si se introduce la variable de la autonomía, los resultados en conjunto revelan que los padres ejercen mayor punitividad con los varones pero, no obstante ello, estos parecen obtener mayor autonomía, en contraste con las mujeres contra quienes el ejercicio de la punitividad es menor. Parece ser, entonces, que hay mayor necesidad de controlar en forma severa a los hombres, y estos tienden a desarrollar una autonomía más como separación del padre que como conexión con el.

 

4. Conclusiones

De los resultados y análisis presentados se pueden captar algunas tendencias importantes referentes a los estilos de parentalidad entre la población indígena estudiada. Los rasgos de las dimensiones del apoyo y del control sugieren la prevalencia, en muchas de las familias indígenas analizadas, de un estilo más autoritario, dado que ellos ejercen bajos niveles de apoyo y altos niveles de control. Pero, de manera muy interesante, esto es más pronunciado entre las madres que entre los padres. En efecto, las madres no son percibidas como figuras que activamente promuevan la autonomía, y esto es más pronunciado en las adolescentes. Por otro lado, es sorprendente que a pesar del bajo nivel de apoyo de las madres, los muchachos aún adquieren niveles de autonomía más altos que las mujeres. Los padres tampoco son figuras de apoyo, pero ellos parecen jugar un papel más importante -comparado con las madres- en inducir el razonamiento y en involucrarse en las actividades de sus hijos(as) adolescentes; y estas variables parecen estar positivamente asociadas con mayor autonomía. Si vemos la punitividad como una forma de control, obtenemos que el rechazo, la inducción de culpa y la punitividad de las madres no son relevantes para la autonomía de los hombres. En cambio, el ejercicio del rechazo y la punitividad por parte de las madres parece inhibir la adquisición de autonomía en las mujeres. Por otra parte, los niveles moderados del rechazo de los padres parece estar asociado con mayor autonomía.

Otra cuestión interesante que requiere mayor análisis es el relativo al tipo de autonomía que han desarrollado los/las jóvenes con respecto a sus padres y madres. Se ha visto que parece plausible pensar que en muchos casos la autonomía adquirida es más un resultado de la separación o desconexión de los/las adolescentes de sus madres y padres, pero también hay casos en que la autonomía parece ser resultado de un balance entre conexión con los padres y madres y el desarrollo de autonomía. De acuerdo con lo mostrado, se puede proponer la hipótesis de que los rasgos de la parentalidad autoritaria tienden a inhibir el desarrollo de la autonomía, o bien, cuando esta se desarrolla se logra mediante una cierta desconexión de los padres y madres. Si esto es así, es necesario analizar qué efectos tiene el desarrollo de este tipo de autonomía en términos de la competencia social que desarrollan los hijos e hijas adolescentes con el fin de insertarse en la sociedad. Pero esta es una hipótesis que merece mayor profundización.

Los resultados que he presentado nos llevan a reflexionar sobre las similitudes con el estilo de parentalidad autoritario que muchos padres y madres parecen ejercer, de acuerdo con las percepciones de sus hijos(as), y se necesita hacer más investigaciones al respecto con el fin de analizar si estos resultados son confirmados o no, y si hay otras formas en que el apoyo es especialmente ejercido. En relación con este tema, permanece como una pregunta abierta a responder, cómo los padres y madres indígenas y los(as) adolescentes establecen y construyen vínculos afectivos y de intimidad.

 


 

Notas

*Este artículo de investigación científica y tecnológica presenta resultados del proyecto "Educación parental y competencia social de los jóvenes en México", el cual fue financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) entre noviembre de 2008 y enero de 2012. El número de proyecto es 83531. área: sociología; subárea: estudios de familia.

1 La encuesta fue financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México y fue levantada por una casa encuestadora en el 2010.

 


 

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    Referencia para citar este artículo: Esteinou, R. (2015). Autonomía Adolescente y Apoyo y Control Parental en Familias Indígenas Mexicanas. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 13 (2), pp. 749-766.