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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.13 no.2 Manizales jul./dez. 2015

https://doi.org/10.11600/1692715x.13233090913 

Segunda sección: teoría y metateoría

 

DOI: http://dx.doi.org/10.11600/10.11600/1692715x.13233090913

 

La condición juvenil en Colombia: entre violencia estructural y acción colectiva*

 

Youth condition in Colombia: between structural violence and collective action

 

A condição juvenil na Colômbia: entre a violência estrutural e a ação coletiva

 

 

Nicolás Aguilar-Forero1, Germán Muñoz2

 

1 Profesor Universidad de Los Andes, Colombia. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales-Cinde, Profesor del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de Los Andes. Correo electrónico: nj.aguilar1902@uniandes.edu.co

2 Profesor Universidad Distrital, Colombia. Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales-Cinde, profesor e investigador de las Universidades Distrital de Bogotá y de Cinde- Universidad de Manizales. Líder del grupo de investigación "Jóvenes, culturas y poderes", e investigador del grupo Clacso "Nuevas prácticas políticas juveniles en América Latina". Correo electrónico: gmunozg2000@yahoo.es

 

 

Artículo recibido en julio 15 de 2013; artículo aceptado en septiembre 9 de 2013 (eds.)

 


Resumen (Descriptivo):

En este artículo exponemos una reflexión acerca de la condición juvenil en el mundo contemporáneo, centrando la atención en Colombia y en algunos de los efectos de la violencia estructural en la vida de los jóvenes y las jóvenes. Argumentamos que, si bien la condición juvenil está atravesada por toda clase de adversidades asociadas a la precariedad económica y vital, a la incertidumbre frente al futuro, al desencanto y a las violencias, en el contexto actual están emergiendo formas de acción colectiva juvenil que pueden aportar a la constitución de nuevos horizontes de país basados en una cultura de paz. Lo anterior lo sustentamos a partir del caso de una experiencia organizativa que desde el año 2006 viene trabajando por la construcción de memoria, por la lucha contra la impunidad y por la solución política y negociada del conflicto social y armado que afecta a nuestro país.

Palabras clave: jóvenes, violencia, organización juvenil, prácticas políticas, memoria (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).

Palabras clave autores: Condición juvenil, violencia estructural, acción colectiva juvenil, H.I.J.O.S (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio), construcción de memoria.


Abstract (descriptive):

This article reflects on the youth condition in the contemporary world, focusing its attention on Colombia and in some of the effects that structural violence has on the lives of young people. The authors argue that while the youth condition is affected by all type of adversities associated with economic and life precariousness, as well as uncertainty regarding the future, disenchantment and violence, in the current context there are forms of emerging collective youth action that contribute to the constitution of new horizons for the country based on a culture of peace. This argument is supported through the case study of an organizational experience that since 2006 has worked to construct memory, fight against impunity and develop a political and negotiated solution for the social and armed conflict that affects this country.

Key words: youth, violence, youth organization, political practices, memory (Unesco Social Sciences Thesaurus).

Authors key words: youth condition, structural violence, youth collective action, H.I.J.O.S. (Sons and Daughters for Identity and Justice against Oblivion and Silence, from its Spanish acronym), creation of memory.


Resumo (descritivo):

O artigo expõe uma reflexão acerca da condição juvenil no mundo contemporâneo concentrando a atenção na Colômbia e em alguns dos efeitos da violência estrutural na vida dos e das jovens. Argumenta-se que mesmo que a condição juvenil esteja atravessada por toda classe de adversidade associada à precariedade econômica e vital, a incerteza, o desencanto e as violências, ainda assim no contexto atual estão emergindo formas de ação coletiva juvenil que podem contribuir para constituição de novos horizontes de país baseados em uma cultura de paz. Isto se sustenta a partir do caso de uma experiência organizadora desde o ano 2006 a qual vem trabalhando pela construção da memória, pela luta contra a impunidade e pela situação política e negociação do conflito social e armado que afeta nosso país.

Palavras-chave: jovens, violência, organização juvenil, práticas políticas, memória (Tesauro de Ciências Sociais da Unesco).

Palavras-chave autores: condição juvenil, violência estrutural, ação coletiva juvenil, H.I.J.O.S. (Filhos e Filhas pela Identidade e Justiça, contra esquecimento e Silêncio, a partir de sua sigla em espanhol), construção de memória.


 

1. Introducción

 

La condición juvenil en el mundo, y en especial en Latinoamérica, está cada vez más atravesada por ciertas particularidades que se pueden sintetizar en tres palabras: precariedad, incertidumbre y desencanto. Estos tres aspectos, que son propuestos por Reguillo (2010) a partir de un estudio sobre los jóvenes en México, aplican al caso colombiano, con algunas especificidades sobre las que vale la pena reflexionar. Para ello, en el presente texto desarrollamos la siguiente tesis: la concentración de capital, de tierras y de poder político-económico en algunos sectores nacionales y transnacionales propia del modelo de desarrollo económico dominante, continúa soportando diversas prácticas sociales de violencia, silenciamiento y miedo que afectan de múltiples maneras a la gente joven y a la sociedad colombiana en su conjunto. Sin embargo, entre las adversidades y las violencias, emergen acciones colectivas juveniles de indignación y resistencia que aportan a la construcción de memoria y de paz desde novedosos lenguajes expresivos y formas de intervención política.

A partir de esta tesis se espera, en la primera parte del escrito, evidenciar algunos de los efectos que tiene, en las formas de vida juveniles, una violencia que a falta de un mejor nombre ha sido caracterizada como estructural, al agrupar dimensiones económicas, políticas y socioculturales. Posteriormente argumentaremos que entre las adversidades y los mecanismos de producción de desigualdad, injusticia y muerte que materializan dicha violencia estructural, surgen alternativas, rupturas y acciones colectivas juveniles que desafían los órdenes instituidos. En este punto expondremos el caso de H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio), una experiencia organizativa que desde sus orígenes ha agenciado políticas de la memoria disruptivas y ha reivindicado luchas sociales truncadas y alternativas de sociedad.

 

2. Violencia estructural y algunos de sus efectos en la vida de los jóvenes y las jóvenes

Como han señalado importantes defensores y defensoras de derechos humanos en Colombia, como el padre Javier Giraldo, la desigualdad socioeconómica y la correlación de fuerzas fundada en la dominación de una minoría sobre una mayoría -propia del modelo capitalista y neoliberal-, no puede mantenerse sin aparatos muy poderosos de violencia. De manera que la violencia ha sido y continúa siendo intrínseca a la construcción del Estado y a la configuración económica y sociopolítica de un país como Colombia, que aunque no contó con las dictaduras militares que coparon el continente en la segunda mitad del siglo veinte, mantuvo y mantiene unos ficticios procedimientos y parámetros de "democracia" acompañados de grandes restricciones y soportados en aparatos militares, paramilitares, judiciales, mediáticos y sociopolíticos de administración de una violencia, a todas luces, antidemocrática (Giraldo, 2012).

La violencia estructural, en contraste con la autoinflingida y la interpersonal, tiene la particularidad de contar con profundas raíces históricas y altísimos niveles de naturalización, como es el caso de la violencia simbólica, la violencia de género, o la violencia económica y sociopolítica que ha sido constitutiva de la construcción de democracias restringidas como la colombiana. Este tipo de violencia afecta de múltiples maneras a los sujetos en condición juvenil, quienes han sido confinados de manera acelerada y creciente a condiciones de vida precarizadas signadas por la falta de oportunidades, el desempleo, el subempleo, el empobrecimiento, la marginalidad social y las múltiples situaciones de violencia que en países como Colombia suelen estar acompañadas por niveles abrumadores de indiferencia e impunidad.

En términos de la violencia económica, como lo señala el informe de la Cepal del año 2008, si bien se habla en Colombia de reducción en cuanto a los índices de indigencia juvenil, en general la reducción de la pobreza ha sido insuficiente, pues el grueso de jóvenes que ha dejado de ser indigente no ha dejado de ser pobre, y aún estamos lejos de cumplir con los objetivos del Milenio según Naciones Unidas: reducir a la mitad, para el año 2015, el nivel de extrema pobreza registrado en 19901.

La precarización económica afecta en especial a grupos minoritarios, a los sujetos jóvenes indígenas, afrodescendientes y a las mujeres que debido a la fuerte discriminación que aún sufren en el empleo (mayores dificultades de contratación y salarios significativamente menores) están en condiciones doblemente vulnerables de caer o mantenerse en la precariedad. La precarización económica que penetra la vida de los jóvenes y las jóvenes también lo hace de manera diferenciada en razón de su clase social, teniendo impactos variables en las posibilidades de elección. Mientras los sujetos en condición juvenil provenientes de los sectores medios y altos tienen mayor libertad de autorrealización y de incorporación a los circuitos, instituciones y sistemas de seguridad (educación, trabajo, salud, etc.), las oportunidades vitales de los grupos juveniles provenientes de los sectores populares, que sobreviven con los mínimos y desafiliados o afiliados parcialmente a los sistemas que otorgan seguridad, siguen estando determinadas por las bases materiales de la vida social, distantes de reales opciones de elección (Muñoz, 2011, Reguillo, 2010).

Cabe señalar que esta precarización económica de los jóvenes y las jóvenes en América Latina y en especial en Colombia, está acompañada por un tipo de precarización incluso más insidiosa y compleja: la vital o subjetiva. Siguiendo los planteamientos de Beck (1998), en un contexto en el que la explotación ajena, siempre precaria y que genera resistencia, tiende a ser sustituida por la auto-explotación, los sujetos jóvenes deben ser cada vez más empresarios de sí mismos con habilidades para "gestionar" y "optimizar" sus propias capacidades de trabajo y sus propias formas de vida. Conscientes de que hoy nadie puede "salvarlos" o "protegerlos", las personas jóvenes se sienten obligadas a elegir su destino y a luchar diariamente por "salir adelante", lo cual significa, como lo sugieren las políticas nacionales (educativas, de ciencia y tecnología, de competitividad y productividad, etc.), volverse activas, auto-gestionar, "ser emprendedoras" y configurar por sí mismas las oportunidades y horizontes de vida.

Esta percepción social y auto-percepción del sujeto-joven como el único responsable por sus actos, decisiones, éxitos y fracasos, no solo libera a las instituciones y Gobiernos de sus responsabilidades en la garantía de condiciones de vida dignas para las poblaciones, sino que las descarga completamente en aquellos sujetos que comienzan a culpabilizarse a sí mismos por no alcanzar los niveles de vida esperados, y a vivir en permanente zozobra, desencanto, frustración e "inadecuación biográfica" (Bauman, 2001); elementos que son la base de la precarización vital y el resultado de las técnicas de gobierno neoliberales que promueven a aquellos sujetos-gestores independientes y dueños de sí. Al respecto, García-Canclini (2012) en su análisis de las personas jóvenes que devienen emprendedoras, productoras culturales e instauradoras de tendencias, afirma:

    (…) parece discutible la idea de que los individuos son por sí solos capaces de superar las contradicciones del capitalismo si tienen suficiente iniciativa, capacidad de asociación, mucha sintonía con las tecnologías avanzadas, y pueden posicionarse en lugares privilegiados. (…) Encontramos a veces innovación, desempeños brillantes. Pero también esa alta dosis de precariedad, inestabilidad, dificultades de vivir permanentemente en el proyecto y nunca tener carrera (p. 14).

2.1. Conflicto armado y la producción mediática del pasado

Ante la falta de oportunidades, de reales expectativas de vida y de justicia social, muchos jóvenes, hombres y mujeres, especialmente de sectores populares, ingresan a ejércitos irregulares, ya sea como resultado del reclutamiento forzado o por una "voluntad propia" mediada por las presiones del contexto. Como es bien sabido, son jóvenes quienes integran mayoritariamente los ejércitos regulares e irregulares en Colombia. Si bien las cifras oficiales hablan de algo más de 6.000 niños, niñas y jóvenes vinculados actualmente a los grupos armados, las cifras de Human Rigths Watch calculan alrededor de 11.000, y un reciente estudio de Natalia Springer mencionado en el informe general del Grupo de Memoria Histórica (GMH) (2013), llega a la suma aproximada de 18.000. Entre las razones de tal vinculación está la cercanía del conflicto armado en territorios donde los niños, niñas y jóvenes habitan; la búsqueda de oportunidades de educación y empleo en contextos de pobreza; el querer escapar de situaciones familiares adversas signadas por el abandono, el abuso o la violencia; y por último, la identificación con modelos guerreros y en especial con aquel estereotipo de masculinidad hegemónica asociada al riesgo, la violencia y la dominación.

Igualmente, los actores de la guerra colombiana, al romper con toda clase de límites éticos y normativos y actuar de manera indiscriminada contra la población civil, han convertido a niños, niñas y jóvenes en las principales víctimas de las distintas formas de violencia. Muchos han perdido a sus seres queridos o han sufrido el desplazamiento forzado y el despojo de tierras. Muchos otros se han visto afectados por el uso de minas y artefactos explosivos improvisados que dejan huellas imborrables de la guerra en sus cuerpos. De hecho, una de cada cuatro víctimas de esta última modalidad de violencia pertenece a dicho segmento de la población, sin contar los efectos que este método -utilizado como estrategia para preservar el control territorial y contener el avance de los grupos "enemigos"- genera para la población civil en términos de distorsión profunda de la vida cotidiana traducida en límites a los desplazamientos, riesgos para las actividades diarias y "cambios en los patrones de uso y apropiación del territorio" (GMH, 2013, p. 93). Todos estos elementos, por supuesto, reproducen el resquebrajamiento del tejido social, visto como pérdida de confianza y solidaridad entre las personas, y agravan las expresiones de violencia, marginación y precariedad.

Otra situación que en el marco del conflicto armado interno afecta especialmente a los sujetos jóvenes o, para ser más precisos, a las jóvenes, tiene que ver con la violencia sexual. Niñas y jóvenes han sido víctimas de toda clase de abusos entre los que se cuentan los acosos sexuales, el acceso carnal violento e incluso la planificación y abortos forzados. Si bien en grupos guerrilleros como las Farc se "obliga a las niñas y jóvenes que integran sus filas a usar métodos anticonceptivos y, en caso de embarazo, el aborto forzado es común" (GMH, 2013, p. 83), la violencia sexual ha sido ampliamente utilizada por los cuerpos de seguridad del Estado y por los grupos paramilitares como "mecanismo para la obtención de información; como método para castigar al llamado enemigo interno; como forma de aniquilamiento del adversario, y como herramienta de control de la población y del territorio…" (Movice, 2013, p. 73).

Ahora bien, así como hay efectos diferenciales de la guerra por razón de la condición sexual y de género, también hay sesgos asociados a la clase social o al sector socioeconómico. En este caso, la situación más adversa la viven los jóvenes provenientes de sectores populares, pues además de las violencias, el fenómeno de la estigmatización les afecta especialmente. "Ser joven, varón, suburbano y de bajos ingresos es percibido como amenaza por los demás" (Cepal, 2008, p. 87), al punto que sus manifestaciones sean reducidas a conductas delictivas y sospechosas y ellos mismos a sicarios, agresores o criminales en potencia. Lo anterior ha estado relacionado con los casos de la mal llamada "limpieza social", esto es, con los asesinatos selectivos de jóvenes presuntamente delincuentes, drogadictos, homosexuales y en general todos aquellos que constituyen un "obstáculo" o "amenaza" para la tranquilidad de ciertos sectores (Celis, 2011).

No obstante, como lo han demostrado distintas organizaciones no gubernamentales, más que una simple práctica infortunada resultado de la estigmatización y la intolerancia social, en el marco de la violencia estructural ha operado toda una política estatal no solo de "limpieza social" sino de falsos positivos. En efecto, durante los dos periodos de gobierno de Uribe Vélez (2002-2010) hubo un incremento de las ejecuciones extrajudiciales producto de cierta lógica de presiones e incentivos (bonificaciones, primas económicas, días de descanso) orientadas a obtener mejores resultados militares frente a los grupos armados ilegales, como parte de la llamada política de defensa y seguridad democrática, que fue la bandera de dicho Gobierno. En efecto, desde el 2003,

    (…) ante la exigencia de las más altas autoridades gubernamentales para obtener resultados cuantitativos -esto es, en un aumento en los combatientes dados de baja en operativos militares- se presentó un vertiginoso aumento de ejecuciones extrajudiciales de civiles presentados por los militares como combatientes dados de baja (Movice, 2013, p. 45).

Como agrega el Movice (2013), las víctimas de estos asesinatos premeditados han sido en su mayoría hombres jóvenes, muchos de ellos campesinos, o provenientes de zonas urbanas de bajos recursos económicos que se encontraban desempleados. En otros casos se trató de jóvenes que tenían problemas menores de delincuencia o que habían participado de falsas desmovilizaciones. Sobre esta práctica suscitó bastante impacto nacional la ejecución extrajudicial de 23 jóvenes de zonas marginales Soacha, que en el 2008 fueron presentados como guerrilleros abatidos en combates realizados supuestamente en el departamento de Norte de Santander. Esta política sistemática y generalizada de falsos positivos, que desde la visión gubernamental se trató como el resultado de "manzanas podridas del ejército" o de "algunos casos aislados", fue alentada desde la presidencia y el Ministerio de Defensa, y lejos de haber terminado, persiste con el cambio de Gobierno y la llegada a la presidencia de Juan Manuel Santos.

En el informe del Cinep (2013) sobre la situación de derechos humanos durante el año 2012, se señala que entre enero y diciembre de dicho año se registraron 20 casos de "falsos positivos" entre muertos, heridos y detenidos arbitrariamente, lo que demuestra la continuidad de esta forma de victimización. Entre estos casos se registraron 11 ejecuciones extrajudiciales, 10 perpetradas por tropas del Ejército Nacional, y 1 por unidades de la Policía Nacional. Aunque sucedió en agosto del 2011, el "falso positivo" (urbano) con mayor resonancia en los medios de comunicación fue el del grafitero Diego Felipe Becerra, quien a sus 16 años de edad fue asesinado por un patrullero de la Policía Nacional en Bogotá. Otro caso de ejecución extrajudicial de joven menor de edad fue el del campesino de 15 años Norbey Martínez Bonilla, ejecutado el 28 de septiembre de 2012 por tropas del Ejército Nacional que lo presentaron como guerrillero muerto en combate (Cinep, 2013). En el Banco de datos del Cinep se registra, entre el 2001 y el 2012, un acumulado de 1.416 víctimas de falsos positivos en sus distintas modalidades: heridos, asesinados, detenidos y falsos positivos judiciales.

Frente a este panorama, la impunidad reina y los medios de comunicación con mayor audiencia, como RCN y Caracol, contribuyen a ella mediante ciertas representaciones que falsean lo que ha pasado y nos sigue pasando como país. De hecho, en parte como resultado de la larga duración del conflicto armado colombiano que genera niveles muy altos de acostumbramiento e indiferencia, y en parte también por efecto de la discursividad ideológica que hace que la situación actual parezca un tipo de catástrofe natural ajena a las políticas gubernamentales o a los actos de actores específicos (Morgan, 2005), buena parte de la sociedad colombiana se ha venido habituado a las explicaciones ligeras, a los estereotipos, a las imprecisiones históricas, a las caricaturas del pasado y a las representaciones parcializadas y reduccionistas del presente que aparecen en los grandes medios de comunicación, entre los caudales de series, programas de concurso y mundos idealizados y perfectos de las secciones de entretenimiento de sus noticieros o de los programas con los que se auto-publicitan.

Año tras año, además, aparecen en tales medios pertenecientes a los dos grupos económicos más poderosos del país -Ardila Lule y Santodomingo-, series que transmiten versiones sobre el pasado tergiversadas y descontextualizadas. Las denominadas narconovelas que cuentan la vida de algún gran capo como Pablo Escobar, instituyen ciertos relatos sobre lo acontecido en Colombia, que se instalan en el sentido común y ocupan el lugar de la "verdad histórica". A ellas se suman numerosas series como "Las muñecas de la mafia", "Sin tetas no hay paraíso", "El cartel de los sapos", "El capo", "Rosario Tijeras" o "Los tres caínes"; producciones que en los últimos años, queriéndolo o no, han hecho apología del delito, de la violencia y del dinero fácil.

Estos productos culturales y mediáticos conforman políticas de la memoria que resultan problemáticas, pues los sentidos sobre el pasado que difunden se reducen a la selección de hechos impactantes y de situaciones que, bajo criterios comerciales y de rating, puedan ser atractivas para el público. La memoria, convertida en objeto de entretenimiento y mercancía de consumo diario, termina ligada a formas de representación y violencia simbólica expresadas en escenas y diálogos que falsean la historia, que exaltan el heroísmo, la humanidad y las "acciones legítimas de los victimarios", que criminalizan y estigmatizan a las víctimas, o que justifican crímenes y diversas modalidades de ilegalidad, violencia y corrupción.

En el afán de aumentar el rating, la pauta y los ingresos económicos, los principales canales de televisión y comunicación multimedia favorecen la producción de sensibilidades complacientes con las violencias e indiferentes frente a los graves sucesos que nos han afectado como sociedad, convirtiéndose, consciente o inconscientemente, en una de las instancias más efectivas en términos de instalación y reproducción de la cultura de la violencia y la impunidad. Las versiones sobre el pasado que difunden, desprovistas de las complejidades del trasfondo sociopolítico y económico de la guerra de este país, se soportan en un pretendido "realismo" y en el poder persuasivo de la imagen y la palabra de actores reconocidos, que le dan un "valor histórico" a series y narconovelas que, siendo ficción, se presentan como realidad. De esta forma se impone lo que se debe recordar y olvidar, se legitiman omisiones históricas y se fortalece aquel proceso de "memorialización peripatética" (Castillejo, 2009), en donde la memoria de lo sucedido en Colombia se convierte en un producto mediático de circulación y consumo ligero.

 

3. Apuesta metodológica

Ante el marco esbozado, muchos sujetos en condición juvenil reaccionan en nuestro país. Es frente a la precariedad, la violencia estructural y los mecanismos judiciales y mediáticos de impunidad, que irrumpen multiplicidad de acciones colectivas juveniles de inconformismo y resistencia. Algunas de ellas ocupan la atención de la línea "Jóvenes, culturas y poderes" del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud (Cinde-Universidad de Manizales), que precisamente viene reflexionando el tema de la acción colectiva juvenil, teniendo como principio el trabajo no sobre sino con distintas experiencias que han sido pensadas desde tradiciones y marcos teóricos diversos. Una de estas experiencias ha sido la red H.I.J.O.S. (Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio), una agrupación internacional que existe hace casi dos décadas pero cuyo nodo en Colombia surge en el año 2006.

El trabajo con H.I.J.O.S. tuvo como horizonte ético-político la cooperaciónsolidaridad, y en este sentido buscó sustituir la oposición sujeto-objeto por una relación reflexiva y dialógica de reciprocidad, exploración, búsqueda, intercambio y apoyo entre agentes sociales con los que se comparten posicionamientos y reivindicaciones. La relación asimétrica entre sujetos y objetos de estudio quiso transformarse en una "vivencia participante horizontal" (Fals-Borda [1998] 2009) o, en otros términos, en una relación sujeto-sujeto para pensar y actuar a partir de diálogos solidarios en los que convergieran marcos interpretativos que, aunque cercanos, se expresaran en sus matices, fugas, encuentros y desencuentros. Se puso en marcha entonces una modalidad de investigación colaborativa (Rappaport, 2007, Rappaport & Ramos, 2005, Greenwood, 2000) y militante (Juris, 2007) en la que el sujeto investigador, siendo un actor más del proceso estudiado, se identificó plenamente con quienes interactuó, trascendiendo la distinción entre acción colectiva y producción de conocimiento sobre la acción colectiva; o, en otras palabras, entre el activismo y la investigación: entre los actores políticos y los "académicos" que los "investigan".

Tal enfoque de investigación colaborativa y militante se concretó en más de un año de participación en varias movilizaciones, actos conmemorativos, reuniones internas y encuentros formativos, entre otras acciones e intervenciones de H.I.J.O.S. que tuvieron lugar entre noviembre de 2012 y mayo de 2014. Tomando distancia de la observación participante que, como han explicado algunos autores (Greenwood, 2000, Guber, 2001 y 2004), privilegia la observación -que a su vez tiene cierta carga positivista al pretender separar al sujeto investigador de los sujetos investigados-, desarrollamos un proceso de participación observante que además de privilegiar evidentemente la participación y el involucramiento sobre la "observación distante", nos permitió comprender desde adentro los sentidos, prácticas e interacciones asociadas al tema de interés.

En las actividades en las que participamos y bajo la premisa de Boaventura de Sousa- Santos (2006) de que "el científico social no puede diluir su identidad en el activista pero tampoco construirla sin relación con el activismo" (p. 29), además de la participación y la colaboración levantamos registros sistemáticos con el apoyo de distintos medios de registro (notas, grabadora, cámara fotográfica), según su disponibilidad y pertinencia de acuerdo al momento, lugar y contextos. También analizamos materiales producidos por H.I.J.O.S., como publicaciones, denuncias, comunicados, piezas comunicativas y producción audiovisual. La combinación de técnicas arrojó comprensiones interesantes, algunas de las cuales exponemos a continuación.

 

4. H.I.J.O.S.: una experiencia de acción colectiva juvenil por la memoria y en contra de la impunidad

Como se ha señalado en varios lugares (Bonaldi, 2006, Campione & Rajland, 2006, Vásquez & Vommaro, 2008, Cueto 2008 y 2010), H.I.J.O.S. es una organización que surgió a finales del año de 1994 y comienzos de 1995 en Argentina, luego de una serie de homenajes y encuentros que propiciaron la interacción de hijos e hijas de personas asesinadas y desaparecidas durante la última dictadura militar de este país. Nacidos unos años antes o después del golpe militar (1976), desde mediados de los años noventa desarrollaron formas organizativas basadas en la horizontalidad y en la toma de decisiones asamblearia, así como en intervenciones políticas disruptivas con gran impacto en los medios. Bajo la demanda de justicia y castigo a los perpetradores de violaciones a los derechos humanos, esta red de jóvenes ha desplegado desde aquel entonces relatos con definiciones propias acerca del pasado reciente en Argentina, y ha implementado prácticas no convencionales de acción colectiva en donde la ira y el clima festivo cohabitan como hermanos siameses.

Una de las más creativas acciones popularizadas por H.I.J.O.S. en el cono sur fueron los escraches2, formas de protesta y movilización social surgidas a finales de los años noventa, con las que se ponía en evidencia a sujetos represores de las dictaduras, a políticos corruptos, a empresas que despedían trabajadores y trabajadoras e incluso a medios masivos de comunicación acusados de desinformar y de incurrir en diversas omisiones y falsedades. Según describen Bonaldi (2006), y Campione y Rajland (2006), esta práctica consistía en denunciar públicamente frente a sus casas u oficinas, a ciertas personalidades u organizaciones con el propósito de llamar la atención del vecindario y de los transeúntes acerca del "prontuario" de los "escrachados", y de lograr impacto mediático a través de recursos expresivos con participación de artistas callejeros, música, comparsas, parodias, representaciones teatrales, cánticos acusatorios y huevos con pintura roja que eran lanzados sobre las paredes de sus domicilios como huella simbólica de la sangre que el sujeto represor habría derramado. Además de lograr repudio colectivo y condena social, los escraches se constituyeron en una forma novedosa de construcción de memoria y en "una práctica social capaz de canalizar y expresar la bronca y el rechazo suscitados por la impunidad de los delitos cometidos durante la dictadura" (Bonaldi, 2006, p. 165).

Ahora bien, en un país como Colombia con un conflicto armado que suma ya varias décadas, las prácticas políticas por la memoria y contra la impunidad tienen sus particularidades. El surgimiento del nodo de H.I.J.O.S. en este país, así como sus formas de acción, deben entenderse en el marco de una experiencia histórica en la que los crímenes de Estado, el narcotráfico, el paramilitarismo y la "guerra sucia" no son situaciones de un pasado superado por nuevos periodos de transición y posconflicto, sino realidades vigentes y enquistadas en las formas de producción económica, política y sociocultural. En este contexto, desde el año 2006, emerge dicho nodo como una organización social y política conformada principalmente por jóvenes que realizan una apuesta generacional por la memoria, por la solución política del conflicto social y armado, por la dignificación de las luchas sociales con las que se ha buscado la transformación del país, y por el impulso a la justicia en un contexto de impunidad (H.I.J.O.S.Colombia, 2010).

Aunque varios de sus integrantes tengan vínculos filiales con personas que fueron asesinadas o desaparecidas (de la Unión Patriótica, del M-19, de distintas organizaciones sindicales y políticas), sus miembros no son todos necesariamente hijos o hijas de personas que padecieron tales formas de victimización. El colectivo ha estado conformado por hijos e hijas de sindicalistas, abogados, periodistas, activistas de derechos humanos, intelectuales y militantes de izquierda que sufrieron distintas vulneraciones a sus derechos fundamentales durante las últimas tres décadas en Colombia: desaparición forzada, asesinato, desplazamiento, exilio, tortura, persecución, amenazas, entre otras. Como parte de sus principios orientadores o líneas de acción, podemos mencionar los siguientes:

    1) La demanda de verdad, justicia y reparación integral, incluyendo medidas de satisfacción y garantías de no repetición, mucho más que reclamos de dinero o reparaciones administrativas. 2) La apuesta por la articulación de fuerzas sociales en contra del silencio y la impunidad y a favor de la construcción de paz y la renovación de lo político. 3) La participación e incidencia pública aprovechando escenarios diversos institucionales y no institucionales, académicos y extraacadémicos, manteniendo criterios básicos de autonomía y horizontalidad. 4) La dignificación de procesos sociales que han querido ser silenciados en el pasado y que son la base de las luchas del presente y de la apertura de futuros posibles. 5) La movilización social, la toma de lo público y las prácticas comunicativas apoyadas en diversos recursos expresivos y en formas de intervención política.

4.1. A propósito de las formas de acción

Desde sus inicios en Colombia, los integrantes de H.I.J.O.S. han realizado conmemoraciones públicas y actos de reconocimiento, homenaje y dignificación de las víctimas de la violencia sociopolítica de este país. Además de foros, galerías de la memoria, plantones y movilizaciones que se han realizado desde el comienzo, las expresiones artísticas y culturales también se han hecho presentes como formas fundamentales de acción colectiva, desplegadas a partir de conciertos, arte urbano, poesía o batucadas, entre otras maneras de expresión. Igualmente, las políticas de la visibilidad con las que se intenta ampliar redes y aumentar la incidencia pública han sido primordiales, y se han desarrollado a partir del espacio web, el blog, el canal de YouTube3 y la participación activa en redes sociales, en donde circulan documentos, comunicados, se convoca para futuras acciones y se difunden notas conmemorativas y cartas de la memoria y de la impunidad4.

Una de las acciones recordadas por los integrantes de H.I.J.O.S. en Bogotá fue el lanzamiento simbólico a la Alcaldía de Bogotá de Jaime Garzón (imagen 1), en un evento público realizado en la plazoleta Eduardo Umaña Mendoza, antigua plazoleta de Las Nieves de Bogotá. En este evento participaron artistas, cuenteros y varios grupos musicales. También estuvo presente Jaime Garzón, con su imagen y sus palabras (fotografías y videos), junto con su equipo de campaña integrado por Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal, Leonardo Posada, María Mercedes Méndez, José Rodrigo García, José Antequera-Antequera, Manuel Cepeda, Carlos Pizarro Leongómez, Eduardo Umaña, Darío Hoyos Franco, Francisco Gaviria, Manuel Gustavo Chacón; y el apoyo de 54.000 desparecidos, 5.000 militantes de UP exterminados, 2.800 sindicalistas asesinados, 3.600 "falsos positivos", 4 millones de personas desplazadas, 7.500 presos políticos y un pueblo que no renuncia a la risa5.

 

 

Al pensar en este tipo de acciones colectivas surgen las siguientes inquietudes: ¿cómo se entiende la memoria? ¿qué concepción de memoria circula y se despliega a partir de tales prácticas político-culturales? La participación observante realizada especialmente con H.I.J.O.S. en Bogotá desde el año 2012, nos permitió identificar una posible respuesta. Los días 14 y 15 de diciembre de 2012 H.I.J.O.S. promovió un encuentro denominado "Memoria es acción", en el que participaron organizaciones y colectivos de distintas regiones del país, con el fin de articular miradas y agendas, en aras del trabajo conjunto por la construcción de memoria desde estrategias en donde lo artístico -lo musical, lo poético, lo performativo- y las prácticas comunicativas ocuparan un lugar central. En el evento, que contó con las palabras de apertura del entonces Representante a la Cámara Iván Cepeda, y con un panel central de discusión en el que intervino un integrante del Congreso de los Pueblos, una integrante de Marcha Patriótica y un Integrante de H.I.J.O.S. Colombia, fue clara la noción de memoria que se puso sobre la mesa, incluso desde el mismo nombre con el que se convocó al encuentro.

En efecto, fue evidente que para esta experiencia organizativa es importante trascender la mirada fragmentada y reduccionista de la memoria, atada a un pasado de dolor y sufrimiento, para poder pensar la complejidad de la sociedad actual y el trasfondo de la experiencia histórica de la violencia en Colombia y de los largos procesos de persecución política y exterminio. Por tanto, se considera fundamental confrontar las políticas de la memoria hegemónicas que imponen lo que se debe recordar y olvidar para garantizar la continuidad del statu quo, exaltando muchas veces el dolor para cultivar el miedo. En su lugar, la propuesta es promover la memoria como acción, como potencia creativa y creadora de país, de mundo, de realidad; como lugar desde el cual se mira el pasado pero también el futuro posible en un presente que está por transformar. La memoria entonces, no como evocación nostálgica o remembranza del pasado, sino como acción política instituyente en el presente, mediada por la risa, por el arte, por las ideas y sobre todo por los sueños de cambio, de construcción de paz y de alternativas de sociedad:

    Mientras que para el discurso hegemónico la memoria es la versión que tienen las víctimas del pasado, lo que nosotros reivindicamos es que ella es la posibilidad de transformar la relación que tenemos con nuestra experiencia histórica, de comprender que los crímenes nos han pasado a todos porque hacen parte de un sistema de relaciones que hay que cambiar, y que luchar reivindicando a nuestros muertos tiene que ver con comprometernos con la acción política. En la coyuntura actual, con unas supuestas iniciativas de paz por detrás de las cuales se sigue imponiendo y profundizado el modelo narcoparaestatal, es importante resaltar que no hay posibilidad de solución política del conflicto sin una reflexión sobre lo que ha sido la victimización y la estrategia de guerra. En la memoria está un sustento de legitimación para la consolidación de la paz en Colombia (H.I.J.O.S. Colombia, 2012).

Esta concepción de la memoria, no como la obligación o derecho de quienes no pueden olvidar -las víctimas- sino como necesidad y derecho de la sociedad en su conjunto, como campo de batalla en donde se debate la construcción de sentido sobre el pasado y el presente, y como motor de una sociedad más justa y democrática (H.I.J.O.S. Colombia, 2010), se juega en eventos de corte académico y formativo como el mencionado, pero también en las calles y por medio de la acción directa. Por ejemplo, el 22 de marzo de 2013 H.I.J.O.S., junto con la Juco Bogotá, familiares del paramilitarismo y otros ciudadanos y ciudadanas, colectivos y organizaciones, realizaron un acto de indignación frente al canal RCN por la serie televisiva "Los tres caínes". En este plantón, en el que estuvieron presentes los pendones y banderas de H.I.J.O.S, los de la UP y los de otros colectivos, se radicó una carta en la que se hizo la petición de retirar del aire la serie por manipular los hechos del pasado, mostrar el paramilitarismo como producto exclusivo de venganzas y pasiones personales -decisiones aisladas de los hermanos Castaño-, y promover ideologías contrarias a los principios de la democracia y favorables a la justificación de los crímenes de lesa humanidad y otras graves violaciones a los Derechos Humanos6.

El hecho de que víctimas de la violencia política como Carlos Pizarro o Bernardo Jaramillo -líderes de izquierda y candidatos presidenciales asesinados en el mismo año (1990), en circunstancias coincidentes-, fueran personificadas por actores desconocidos y presentadas como cobardes sin principios éticos, no fue lo único que desató la indignación. Tampoco se trató solamente de la molestia frente a la reiterada estigmatización del sindicalismo, el comunismo, el campesinado e incluso las ciencias sociales. Fue también el que se ocultaran los reales objetivos de la creación y consolidación del paramilitarismo, desconociendo a las víctimas y exaltando a los victimarios, representados por queridos y reconocidos actores con los cuales fácilmente se genera identificación, lo que hizo salir a las calles a varias organizaciones y colectivos ciudadanos.

La acción directa frente al canal RCN en Bogotá, que contó con las fotografías de víctimas, con música, cantos, palabras y arengas, se complementó con una recolección de firmas a través de la comunidad virtual Avaaz promovida también por H.I.J.O.S. Los más de 6.000 firmantes de la petición virtual dirigida a Carlos Ardila Lule, propietario del canal, y a Gabriel Reyes, director del mismo, demuestran que la acción colectiva con protagonismo juvenil en el mundo contemporáneo, disputa los sentidos del pasado y promueve memorias contrahegemónicas con prácticas disruptivas y novedosas que transitan entre el mundo físico y el espacio virtual, logrando efectos considerables.

De esta manera, podemos afirmar que la acción colectiva juvenil por la memoria y en contra de la impunidad, confronta las versiones tergiversadas sobre lo acontecido en Colombia, exige la dignificación de las víctimas y reclama una comprensión y representación de sucesos guiada por unos mínimos principios éticos y por un intento de reconstruir la historia en su complejidad, sin encubrir responsabilidades y mucho menos justificar crímenes. Reconocer las estrategias que han sostenido década tras década aquella violencia estructural y promover una "memoria que no implique manipulación, negación, justificación o banalización de lo que hemos vivido" (H.I.J.O.S. Colombia, 2010, p. 179), es la condición de posibilidad de la paz que todos anhelamos, y que no se puede reducir a las conversaciones o acuerdos que se realicen entre el Gobierno nacional y las guerrillas.

Como señala Boaventura de Sousa Santos (2010), "todo lo que ocurrió en la historia, no solo ocurrió sin más; también impidió que otros pasados y por tanto otros presentes ocurrieran. Las lagunas del presente tienen su origen en los pasados suprimidos" (p. 110). Por ello, la acción colectiva por la memoria que desarrolla H.I.J.O.S., no solo favorece la reivindicación y dignificación de los pasados suprimidos, sino que permite la construcción de una sociedad distinta en la que la memoria histórica, la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, sean la base de una verdadera democracia y de una cultura de paz en donde otras formas de pensamiento y de vida tengan cabida.

 

5. Conclusión: hacia la renovación de la política

Varias investigaciones han evidenciado el descontento de los jóvenes y las jóvenes con la política tradicional, y su búsqueda de formas alternativas de acción colectiva en donde las producciones culturales ocupan un lugar central (Alvarado et al., 2012, Alvarado et al., 2011, Ghiso & Tabares-Ochoa, 2011, Muñoz-López & Alvarado, 2011, Botero, 2011, Aguilera, 2011). La experiencia de H.I.J.O.S. en Colombia es un ejemplo de formas de acción que desafían los órdenes instituidos y los sentidos dominantes sobre el pasado desde expresiones políticas en las que el arte, la creatividad, los eventos formativos, la acción directa en las calles y las prácticas comunicativas en Internet cada vez son más importantes. La política se está reinventando desde la cultura, desde las intervenciones que disputan y modifican los entramados simbólicos de cara a la construcción de memoria y de nuevas agendas de país.

Como ha sido claro en las recientes formas de acción colectiva juvenil alrededor del mundo (primavera árabe, indignados, Occupy Wall Street, movimientos estudiantiles en Chile, México y Colombia, etc.), ya no se trata exclusivamente de tomar el poder sino de transformarlo, de impugnar las relaciones de poder existentes y de posicionar y hacer efectiva la afirmación difusa pero esperanzadora de un futuro mejor, de otro mundo posible. En el mundo contemporáneo, los actores en condición juvenil ponen en marcha, como señala Santos (2010), una acción colectiva contrahegemónica, de transformación social, que se caracteriza cada vez más por ser una acción urgente, a corto plazo, aquí y ahora, pues el largo plazo puede que ni siquiera exista si los fenómenos en curso evolucionan como ya lo están haciendo. Se trata de una acción no sólo de resistencia, reactiva, sino también creativa y propositiva que se organiza con una fuerte mediación de Internet, que no depende de liderazgos definidos u organizaciones estables, y que está abierta al establecimiento de alianzas, articulaciones y convergencias propias de la acción en red.

Cabe destacar que Colombia es uno de los países en América Latina con "altos niveles de movilización juvenil anti-sistémica" (Rodríguez, 2012, p. 335), en gran parte como resultado de la orientación política inclinada a la derecha de sus últimos Gobiernos, en los que un discurso "neo-conservador" se ha profundizado de la mano de uno neoliberal. En este sentido, estamos frente a una proliferación sin precedentes de iniciativas y alternativas que no se agrupan actualmente bajo el paraguas de una única alternativa global. La acción colectiva juvenil, inconforme, indignada, urgente, transgresora y contrahegemónica, no está basada en una ruptura dramática sino en virajes, en desviaciones, en acontecimientos muchas veces inexplicables (Santos, 2010). Por dichas sendas puede estar transitando la acción de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane), de aquellas comprometidas con la comunicación alternativa, con el ecologismo, el animalismo, la cultura democrática, la paz con justicia social, y desde luego, con la construcción de memoria histórica.

De esta manera, el panorama de adversidades y de violencia estructural descrito en el presente texto constituye el "caldo de cultivo" para la indignación, el inconformismo, la reacción, las resistencias y la emergencia de diversas formas de asociación y de acción política juvenil que desde diversos lenguajes expresivos y prácticas culturales pueden estar renovando lo político y construyendo alternativas de país y de mundo. La acción colectiva juvenil de experiencias organizativas como la de H.I.J.O.S., es hoy un lugar estratégico para confrontar la necropolítica (Mbembe, 2003), funcional al modelo económico imperante, y trascender, como se señala desde la misma organización, ciertas políticas de la memoria que se sustentan en la impunidad, sobre todo a nivel mediático, y parten de una desconexión entre el ejercicio de indagar el pasado y el ejercicio de cuestionar el presente:

    La memoria no cierra capítulos, no instaura un posconflicto que no existe, ni conlleva a una reconciliación forzada allí donde no hay cambios estructurales (…) La memoria debe ser impulso y motor de la construcción de una sociedad justa; sin justicia no hay democracia (H.I.J.O.S. Colombia, 2010, p. 177).

     


 

Notas

* El presente artículo corto se deriva de la investigación sobre acción colectiva juvenil que se desarrolla en la línea "Jóvenes, culturas y poderes" del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud (Universidad de Manizales-Cinde), y en el grupo de investigación que lleva el mismo nombre. Nombre del proyecto: "Sentidos y prácticas políticas de niños, niñas y jóvenes en contextos de vulnerabilidad en el Eje Cafetero, Antioquia y Bogotá: un camino posible de consolidación de la democracia, la paz y la reconciliación mediante procesos de formación ciudadana". Programa presentado a Colciencias por el Consorcio "Niños, niñas y jóvenes constructores de paz: Democracia, Reconciliación y Paz", de la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano-Cinde, Universidad de Manizales, Universidad Pedagógica Nacional. Proyecto 4: Acción colectiva juvenil. Fecha de inicio: noviembre 24 de 2011 y está en curso. área de conocimiento: Estudios culturales y antropología; subárea: otras sociologías específicas.

1 Esto lo confirma el informe del DNP (2013) sobre Pobreza Monetaria y Desigualdad de Ingresos. En dicho informe se percibe que si bien entre 2002 y 2012 la incidencia de la pobreza monetaria a nivel nacional pasó de 49.7% a 32.7% (una reducción de 17 puntos porcentuales), todavía hay grandes retos, e incluso, en el análisis por rangos de edad se registra un aumento de los hogares con pobreza extrema que cuentan con jefe de hogar menor de 31 años.

2 "Escrache es un viejo término de la jerga tradicional de Buenos Aires (lunfardo), que originariamente significa rostro, y que daba lugar al verbo escrachar, algo así como poner en evidencia o desenmascarar. Era utilizado con frecuencia en la jerga policial, y fue apropiado por H.I.J.O.S. para escrachar, no a delincuentes buscados por las fuerzas del orden, sino a militares y policías comprometidos con la tortura y el asesinato" (Campione & Rajland, 2006, p. 325).

3 http://hijosenbogota.blogspot.com.ar/ - http://www.hijosbogota.org/ - http://goo.gl/AlMc6p

4 Las cartas de la memoria y de la impunidad son piezas comunicativas diseñadas por Alejandra Gaviria S., historiadora, realizadora audiovisual e integrante de H.I.J.O.S. Para ampliar la información al respecto ver: http://goo.gl/Th1z2P

5 Esta información estuvo plasmada en la contracara de la carta de la memoria que se difundió dicho día y que se incluye en el cuerpo del texto a manera de ejemplo. En ella se aprecia también una imagen del abogado, periodista y destacado representante del humor político asesinado en 1999, junto con la frase: "Los sueños vuelven con la memoria al poder". Su crimen, por el que se encuentra sindicado el ex-subdirector del DAS José Miguel Narváez, luego de 15 años continúa en la impunidad y ha estado cobijado por el asesinato de siete testigos, por el desvío de las investigaciones por parte del DAS y por las declaraciones de jefes paramilitares que señalan a altos mandos militares como responsables.

6 Imágenes del acto de protesta y la carta que fue radicada están disponibles en el blog de H.I.J.O.S en Bogotá: http://goo.gl/I8zgmL


 

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    Referencia para citar este artículo: Aguilar-Forero, N. & Muñoz, G. (2015). La condición juvenil en Colombia: entre violencia estructural y acción colectiva. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 13 (2), pp. 1021-1035.