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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.14 no.1 Manizales jan./jun. 2016

https://doi.org/10.11600/1692715x.14121011214 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

DOI: http://dx.doi.org/10.11600/1692715x.14121011214

 

Crianza y desconexión moral en infantes: Su relación en una comunidad vulnerable de Barranquilla*

 

Relationship between child-rearing and moral disconnection among infants in a vulnerable community in Barranquilla

 

Criança e desconexão moral na infância: a relação desses fatores em uma comunidade vulnerável de Barranquilla

 

 

Marina Begoña Martínez-González1, Claudia Andrea Robles-Haydar2, José Juan Amar-Amar3, Fernando Alexis Crespo-Romero4

 

1 Profesora de la Universidad del Norte, Colombia. Psicóloga. Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad del Norte (Colombia). Docente e Investigadora de la Universidad Simón Bolívar (Barranquilla, Colombia). Correo electrónico: martinezb@uninorte.edu.co

2 Estudiante de Doctorado en Psicología, Universidad del Norte, Colombia. Psicóloga de la Universidad del Norte (Colombia). Estudiante de Doctorado en psicología Universidad del Norte. Adscrita al Grupo de Investigación en Desarrollo Humano. Correo electrónico: chaydar@uninorte.edu.co

3 Decano de la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte, Colombia. Psicólogo de la Universidad de Chile, Magíster en Metodología e Investigación Educativa de la Universidad del Norte (Colombia) y Doctor en Counseling Psychology de la Universidad de Newport (Estados Unidos). Director del Centro de Investigación en Desarrollo Humano, Universidad del Norte. Correo electrónico: jamar@uninorte.edu.co

4 Investigador de la Universidad Bernardo O’ Higgins, Chile. Ingeniero Civil Matemático e Industrial de la Universidad de Chile, Magíster y Doctor en Ciencias de la Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director Centro de Desarrollo y Transferencia Tecnológica, Dirección de Investigación, Universidad Bernardo OHiggins. Correo electrónico: facrespo@gmail.com, fernando.crespo@ubo.cl

 

 

 

Artículo recibido en septiembre 5 de 2014; artículo aceptado en diciembre 1 de 2014 (Eds.)

 


Resumen (descriptivo):

Las prácticas de crianza delimitan relaciones de influencia que pueden representar un riesgo para el desarrollo de conductas problemáticas en los infantes. Se realizó una investigación que correlacionó las prácticas de crianza de familias en una comunidad vulnerable de la ciudad de Barranquilla, con los mecanismos de desconexión moral que emplean sus hijos al afrontar conflictos. Se encontró un nivel favorable en las prácticas implementadas por las familias y una baja tendencia de los niños hacia el uso de la violencia. Se encontraron correlaciones positivas y negativas entre algunas prácticas de crianza y casos donde los niños se desconectaron moralmente. Cuando los padres instan a usar la violencia en el manejo de las relaciones interpersonales, los niños emplean formas menos empáticas de desconexión moral, como la deshumanización y la culpabilización de la víctima.

Palabras clave: crianza del niño, desarrollo moral, pobreza (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).

 


Abstract (descriptive):

Child-rearing practices delimit relations of influence that may represent a risk in the development of behavioral problems in children. This research correlated childrearing practices of families from a vulnerable community in Barranquilla with the mechanisms of moral disengagement used by their children to deal with conflicts. A favorable level was found in the practices implemented by families with children that have a low propensity towards the use of violence. Positive and negative correlations were identified between child-rearing practices and some cases in which children were morally disconnected. When parents promote the use of violence in managing interpersonal relationships children use less empathetic forms of moral disengagement, such as dehumanization and victim blaming.

Key words: child rearing, moral development, poverty (Social Science Unesco Thesaurus).

 


Resumo (descritivo):

As práticas parentais delimitam relações de influência, que podem representar um risco ao desenvolvimento de atitudes problemáticas nas crianças. Esta é uma pesquisa que relaciona as práticas de criação dos filhos nas famílias em uma comunidade vulnerável na cidade de Barranquilla com os mecanismos de desconexão moral utilizadas pelos filhos ao lidar com conflitos. Foi encontrado um número significativamente positivo de práticas implementadas pelas famílias e uma baixa tendência destas crianças em relação ao uso da violência. Foram encontradas relações positivas e negativas entre algumas práticas de criação e casos nos quais as crianças se desconectaram moralmente. Quando os pais usam a violência no manejo de suas relações interpessoais, seus filhos empregam formas menos empáticas de desconexão moral, como a desumanização e a culpabilização da vítima.

Palavras-chave: práticas parentais, desenvolvimento moral, pobreza (Thesaurus de Ciências Sociais da Unesco).

 


 

1. Introducción

 

Las imágenes de actos violentos abundan en los medios de comunicación, las calles, los hogares, las escuelas, lugares de trabajo y demás escenarios de interacción social, convirtiéndose en una amenaza para el bienestar (Organización Mundial de la Salud-OMS, 2002). Aún más preocupante resulta que desde temprana edad, los niños se encuentran involucrados en una multiplicidad de formas con las que se ejecuta o se es víctima de la violencia (Martínez- González, Robles-Haydar, Utria-Utria & Amar- Amar, 2014).

En el contexto colombiano, miles de niños y niñas han sido afectados por el conflicto armado y el narcotráfico, siendo víctimas de desplazamiento, reclutamiento forzado, violencia sexual, asesinato y mutilación, y vulnerados en su derecho a la seguridad y la educación por los ataques contra escuelas (Watchlist on Children and Armed Conflict, 2012).

Aunque en el siglo pasado la mayoría de muertes violentas en el país ocurrían por el conflicto sociopolítico, actualmente son más las muertes causadas por la violencia social difusa. De las 14.294 muertes violentas registradas en 2013, en 10.514 casos no se tiene información (no han sido esclarecidas); 1.825 fueron causadas por violencia interpersonal; 690 por violencia sociopolítica; 636 por otras circunstancias esclarecidas; 399 ocurrieron por delincuencia común; 220 por violencia intrafamiliar y 10 por delitos sexuales (De la Hoz-Bohórquez, 2014).

Estas cifras indican que la violencia en Colombia ha virado del campo a la ciudad, al barrio, al hogar, volviéndose un escenario cotidiano presenciado por los niños en su entorno inmediato (Martínez-González et al., 2014). La situación, genera un marco en el que cada día la tasa de menores delincuentes, homicidas y/o miembros de los grupos armados al margen de la ley y las bandas criminales, aumenta. De acuerdo al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (2012), entre 2010 y 2012 hubo un incremento de 29,4% en el ingreso de menores infractores al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes-SRPA. Lo alarmante de esta situación, como lo afirma Rodrigues- Breitman (1994), radica en que la delincuencia infantil y juvenil es problemática tanto por su configuración presente, como por sus consecuencias futuras.

La comprensión de este fenómeno, requiere considerar cómo desde la infancia se desarrollan creencias que permiten realizar actos reprochables, en el marco de una amplia red de sistemas sociales, desde la familia y el grupo de pares, hasta la comunidad y la cultura con sus tradicionales y nuevas formas de interacción (Martínez-González et al., 2014).

Muchas investigaciones se han preocupado por encontrar variables que permitan identificar un perfil de agresor (Cerezo, 1998, Granado, Perdersen & Carrasco, 2003). Algunas ponen el acento sobre variables de personalidad (Cerezo, 2001, Sobral, Gómez, Romero, Luengo & Villar, 2012), otras relacionan pobreza con agresión (Cooper, 2002); sin embargo, confluyen al reconocer la importancia de la familia en el desarrollo y la socialización de los niños y niñas.

Se conoce por ejemplo que las familias de menores infractores, poseen ciertas características que interfieren en el desarrollo de habilidades sociales y afectivas desde temprana edad. Estas familias se caracterizan por el abandono, la ausencia de alguna de las figuras parentales, el abuso de sustancias, los fracasos académicos y las dificultades económicas (Valdés & Sánchez, 2002, Amarís, Amar-Amar & Jiménez, 2005, Chan, 2006, Musitu, Estévez, Jiménez & Herrero, 2007). Así, la crianza puede significar un contexto de riesgo añadido para los niños y niñas en condiciones de vulnerabilidad, o bien ser el bálsamo mitigador de los efectos perjudiciales del medio circundante (Musitu et al., 2007).

El desarrollo de conductas socialmente reprochables puede ser estudiado a través de la desconexión moral, entendida como el proceso en el que emergen razonamientos cognitivos que permiten al individuo sentir menos empatía o culpa por las acciones implementadas contra otros (Bandura, 1990, 1991, Detert, Treviño & Sweitzer, 2008). La desconexión moral se encuentra relacionada con la conducta antisocial y su estudio presenta el potencial para entender la génesis del comportamiento violento. Asociado a las prácticas de crianza que se desarrollan en el hogar y de las características históricas, sociales y culturales del entorno, puede suponer relaciones que ayuden a frenar las trayectorias tempranas hacia la violencia.

 

2. Marco teórico

Las conductas de agresión y violencia han estado presentes en todas las culturas y periodos históricos, sin distinción de raza, credo o etapa evolutiva. Desde la más tierna infancia, bebés de hasta 5 meses, pueden responder agresivamente (Keenan, 2009). Las conductas de agresión al no requerir mayor mediación cognitiva, suelen ser normales e incluso esperables durante los primeros años de vida; sin embargo deben decrecer hacia los dos años y medio, tres años de edad (Loza & Frisancho, 2010). La persistencia de conductas agresivas luego de este período, ha sido vinculada de manera prospectiva con problemáticas como bajo rendimiento académico, precocidad sexual, adicción a sustancias, violencia intrafamiliar, delincuencia juvenil y adulta, entre otras (Amarís, Amar- Amar & Jiménez, 2005, Henao, 2005, Musitu et al., 2007).

Para comprender la génesis del comportamiento violento, es importante partir de un enfoque teórico sobre el desarrollo humano, siendo la propuesta ecológica de Bronfenbrenner (1979) una alternativa que ofrece elementos en el proceso de socialización que aportan al análisis.

La ecología del desarrollo humano estudia la progresiva acomodación entre un ser humano activo y los entornos en los que vive, proceso que es impactado por las relaciones que se establecen entre estos entornos y los contextos más grandes en los que están incluidos (Bronfenbrenner, 1979). Este modelo concibe las interacciones que enmarcan el desarrollo en sistemas concéntricos como sigue: a) el microsistema, conformado por la persona y sus relaciones interpersonales directas; b) el mesosistema, constituido por las interrelaciones sistemas en que la persona se desenvuelve (parientes, amigos, etc); c) el exosistema incluye espacios cuyo influjo llega a los entornos de relación de la persona (la escuela, el hospital, etc.); d) el macrosistema, alude a la factores culturales y del momento histórico (Bronfenbrener, 1979).

Desde esta perspectiva, la conducta nace del intercambio entre la persona y esos múltiples niveles de interacción recíproca. Bajo esta asunción se reconoce que los niños pueden estar influenciados por la comunidad, y no solo por la unidad familiar, al mismo tiempo que tanto los niños como los adultos tienen vínculos con las fuentes culturales de una sociedad (Toldos, 2002).

Así, las manifestaciones de violencia se enmarcan en un conjunto de factores donde la familia y el medio social son notables protagonistas (Martínez-González et al., 2014). La elección entre comportamiento prosocial o antisocial estaría delimitado por los vínculos que se forman con los grupos sociales más influyentes (Shaffer, 2000). La familia como contexto primigenio, resulta por lo tanto vital para la comprensión del comportamiento desadaptativo (Moreno, Estévez, Murgui & Musitu, 2009, Ayllón, 2008, Bohórquez, 2008).

El estudio de las prácticas de crianza permite una aproximación directa a las interacciones entre los niños y niñas y sus cuidadores primarios, evidenciándose la naturaleza de los procesos de influencia. Las prácticas de crianza son definidas como el conjunto de acciones que ejercen los adultos para orientar el desarrollo de los niños, asegurar su supervivencia e integración a la vida social, representando las interacciones cotidianas del afecto y el control (Aguirre, 2002). Estas prácticas están compuestas por tres elementos: la práctica, que implica las acciones de los padres sobre el niño; la pauta, que refleja las costumbres culturales que sirven de referencia a las acciones de los padres, y la creencia que son las explicaciones a través de las que se justifica la manera como se crían los hijos (Aguirre, 2002, Pulido, Castro-Osorio, Peña & Ariza-Ramírez, 2013). Según Aguirre (2003), las prácticas de crianza se clasifican como sigue:

Comunicación. La variable comunicación evalúa diversos aspectos como la guía razonada, la evitación de conflictos, el monitoreo continuo y las conversaciones frecuentes, entre otros aspectos de la comunicación padre-hijo.

Regulación del comportamiento. La regulación del comportamiento está compuesta por las subdimensiones de obediencia, disciplina, orientación racional, énfasis en el logro, castigo físico, castigo no físico y permisos.

Apoyo Emocional. El apoyo emocional se encuentra dividido en las subdimensiones de expresión de afecto, afecto negativo, disfrutar de los hijos y colaboración.

Relaciones Interpersonales. Contiene elementos como el apoyo que se le brinda al hijo para que haga amistades y la motivación que para que se defienda utilizando la fuerza.

Estas prácticas pueden cimentarse más en la herencia cultural y familiar, que en la sensatez, y por ello muchas pueden resultar nocivas en la socialización de los hijos (Noriega, Ramos & González, 2009). Se ha encontrado que en contextos de pobreza y escasa educación, los padres suelen ser menos tolerantes y más represivos, utilizando con frecuencia el castigo físico para reorientar las conductas de los hijos (Aguirre, 2002, Amarís, Amar-Amar & Jiménez, 2005, Pulido et al., 2013). La noción de los cuidadores sobre el niño o niña "ideal", los confronta con la idea de los infantes como "débiles", por estar dedicados solo al estudio, mientras que sus padres y abuelos, fueron "niños fuertes", entrenados en el trabajo desde temprana edad para aportar al sostenimiento de la familia. Esta situación en ocasiones los lleva a justificar el maltrato físico como una herramienta formativa del carácter para el logro de sus expectativas de crianza (Pulido et al., 2013).

La crianza influencia los valores, convicciones y actitudes personales de los niños y niñas, ya sea que los padres tengan la intención o no de transmitir determinados contenidos (Izasa, 2012). Algunas prácticas de crianza han sido asociadas al comportamiento prosocial (Aguirre, 2013) y otras al comportamiento violento o desajustado (Cerezo, 1998, Musitu et al., 2007); de manera que el exceso de indulgencia, falta de afecto, permisividad, disciplina severa o castigo físico, han sido asociados con la agresión temprana (Gracia, Lila & García, 2008). Sin embargo, se ha estudiado poco acerca de cómo las prácticas de crianza afectan los procesos de desconexión moral desde la infancia, es decir, la génesis de las conductas desviadas.

Al respecto, Bandura et al. (1996, 2002), plantea que a través del modelado, la tutoría directa y la exposición a las reacciones de otros, los niños empiezan una construcción e interiorización de normas y valores, los cuales servirán como derroteros de conducta. Se diferencia lo que está bien y lo que está mal por la adopción de estándares de comportamiento, los cuales deben seguirse y proceder en concordancia a ellos, si no se quiere sufrir autocondena.

La moral se basa en un sistema regulador anticipatorio, a partir del cual se monitorea la conducta juzgándola en relación a los estándares morales construidos socialmente, donde juega un papel fundamental la familia, así como a las condiciones situacionales percibidas. Las personas se autorregulan por las consecuencias que se aplican así mismas, procurando conservar intacta su autoestima y satisfacción personal (Bandura, 1996, Bandura, 2002). La autorregulación permite al individuo saber si su comportamiento es o no adecuado; sin embargo no siempre se activa, permitiendo la desconexión selectiva de marcos conceptuales éticos. Este proceso se denomina desconexión moral y su operatividad se encuentra basada en cuatro técnicas de racionalización, compuestas por ocho mecanismos de defensa (Bandura, 1990, 1991, Detert, Treviño & Sweitzer, 2008). Las cuales son: reinterpretar la conducta, confundir la responsabilidad personal, ignorar las consecuencias y culpar a la víctima (Bandura, 1990, 1999).

Reinterpretar la conducta. Cuando las autorreacciones son desactivadas a nivel de la conducta, el individuo transforma cognitivamente el comportamiento punible en algo bueno o deseable. Para ello cuenta con tres mecanismos de desconexión moral que sirven a este propósito (Bandura, 1996). La justificación moral que consiste en ligar la conducta con un propósito ético o heroico, convirtiendo algo reprensible en honorable (Bandura, 2002). La etiquetación eufemística que busca enmascarar las acciones usando palabras que suavizan el acto (Bandura, 2002). La comparación ventajosa a través de la que se compara un acto con otro peor de manera que la propia acción se evalúe menos negativamente (Bandura, 2002).

Confundir la responsabilidad personal. Opera negando la agencia causal o personal en el acto, a través de la transferencia y la difusión de la responsabilidad (Bandura, 1996). Se basa en los mecanismos de transferencia de la responsabilidad en el que las personas ignoran su rol en la producción de una conducta reprochable atribuyéndola a otro (Bandura, 2002), y la difusión de la responsabilidad donde a mayor cantidad de personas involucradas en un acto, menor las sensación de responsabilidad individual (Bandura, 2002).

Ignorar las consecuencias. Las consecuencias de las acciones punibles pueden minimizarse o no tomarse en cuenta. Esto se realiza a través de distorsionar las consecuencias (Bandura, 1996) donde los resultados negativos de la conducta son deformados, negados, o minimizados. Dañar a otros es más fácil cuando su sufrimiento no es visible o los efectos de las acciones reprobables son remotos (Bandura, 2002).

Culpar a la víctima. El último conjunto de mecanismos, opera sobre las personas afectadas por la conducta dañina, deshumanizándolas o culpabilizándolas como causantes del daño recibido (Bandura, 1996). Entre estos se encuentra culpar a la víctima, cuando el victimario alude a la provocación para justificar su acción. Este mecanismo crea fatales consecuencias cuando la víctima se convence de que realmente es culpable por el daño recibido (Bandura, 2002). Otro de los mecanismos empleados es deshumanizar a la víctima, una forma de evitar la activación de la empatía (Bandura, 2002).

Los mecanismos de desconexión moral permiten explicar desde actos pequeños como gritar o manipular, hasta crímenes de guerra, matanzas y asesinatos (Barnes & Leavitt, 2010). Estos procesos cognitivos permiten la aparición de la conducta transgresora y ejerce una acusada influencia sobre la culpa anticipatoria y la orientación prosocial. La desconexión moral sirve a la desinhibición, haciendo actos negativos más probables a medida que el individuo se libera de la autocensura y la culpa potencial. El proceso tiende a ser gradual y progresivo (Bandura, 1996). Tras repetidas acciones, se logra bloquear la culpa y la empatía, y se disminuye el auto-reproche aumentando el nivel de crueldad (Hymel, Rocke-Henderson & Bonnano, 2005).

La desconexión moral también ejerce su influencia negativa sobre los espectadores de actos censurables, pues los observadores pueden verse afectados por el desplazamiento de la responsabilidad, debilitando la reacción espontánea de preocupación o incomodidad por el maltrato a otro (Bandura, et al., 1996). Su manifestación se ha estudiado desde muy temprano en el ciclo de la vida, observándose en los niños y niñas pequeños (Bandura, et al., 1996). Ya para la niñez tardía y la adolescencia, el escaso desarrollo moral ha sido asociado con la conducta delictiva (Díaz & Elicégui, 2001, Espinosa, Díaz & Vidal, 2002).

Al ser la desconexión moral un proceso de aprendizaje e inmersión, el medio familiar y el entorno social, constituyen elementos fundamentales para su estudio. Tal como lo afirman Botero, Salazar y Torres (2009), la construcción de un sujeto individual y colectivo es un imperativo si se pretende una vida democrática, de manera que en el marco del conflicto social en Colombia, comprender las prácticas de crianza en el sentido responsabilidad frente al otro y sus implicaciones en la construcción del tejido generacional, requiere de la interpretación de los relaciones entre la familia y sus miembros, sus entornos y la sociedad.

Para tal fin, la presente investigación, consideró una comunidad donde se mezclan diversas fuentes de vulnerabilidad, como lo es el corregimiento Eduardo Santos, La Playa, de la ciudad de Barranquilla. Esta comunidad ha sido receptora de población víctima del desplazamiento forzado, que llegó a radicarse en una zona con escasas opciones en salud, educación, saneamiento ambiental, riesgo ante condiciones climáticas extremas y mala prestación de servicios públicos domiciliarios (Romo, 2008), sitiada además por la delincuencia, la extorsión y las pandillas (Ferreira, 2014). El objetivo del estudio era identificar si existe relación entre las prácticas de crianza de familias en un contexto de vulnerabilidad y la tendencia de sus hijos a utilizar los mecanismos de desconexión moral ante situaciones de conflicto.

 

3. Metodología

La investigación que se desarrolló fue de tipo cuantitativo, correlacional con diseño ex post facto, partiendo del hecho de que estos niños han estado expuestos a las prácticas de crianza implementadas por sus padres.

3.1. Participantes

Participaron padres y/o cuidadores (N=48) con sus respectivos niños y niñas a cargo (N=48) con edades entre los 7 y 9 años, distribuidos de forma equitativa. Los participantes fueron seleccionados por los criterios de voluntariedad. Estaban radicados en estrato socioeconómico bajo del corregimiento Eduardo Santos La Playa de la ciudad de Barranquilla.

Las familias según su constitución, fueron principalmente nucleares (45,8%), seguidas por familias extensas (22,9%), monoparentales femeninas (10,4%), y, en menor proporción reconstituidas (6,3%) y conformadas por otros cuidadores (4,2%). La mayoría de los cuidadores que participaron fueron mujeres con una proporción del 98,3% frente al 6,3% de hombres. El nivel fue principalmente secundaria o secundaria incompleta (N=29), seguido por primaria (N=12), y muy pocos alcanzaron estudios técnicos (N=5) o universitarios (N=2).

3.2. Instrumentos

Cuestionario de Prácticas de Crianza- CPC. Desarrollado por Aguirre (2003). Es una prueba tipo Lickert, construida y validada en Colombia con una alta consistencia interna (Cronbach, de 0.78), que mide las prácticas de crianza de los padres basándose en las dimensiones de afecto y el control. Consta de 46 ítems agrupados en cinco escalas: Comunicación Padres-Hijos, Regulación del Comportamiento, Apoyo Emocional, Valores y Relaciones Interpersonales.

Juego de rol Leyendas de Almar. Se utilizó el juego de rol para la participación de los niños y niñas, a partir de un juego en el que los participantes entraban en una situación simulada de conflicto, en la que se desarrollaban preguntas y posibles cursos de acción, como indicadores de los mecanismos de desconexión moral descritos por Bandura. Asimismo el juego cuenta con dos ítems que indican si los participantes perciben a los adultos y/o a los pares como fuentes de apoyo para el empleo de la violencia. En el juego se utilizaron imágenes de los personajes y de los escenarios de conflicto como parte de la recreación y facilitación del entorno de evaluación para los participantes. Así, tienen libertad para tomar decisiones sin temor a la sanción social, pero al mismo tiempo manifiestan en ellas, las creencias que justifican sus acciones.

El juego fue estructurado a partir de tres escenarios de conflicto con el fin de observar las decisiones de los niños ante ellos. Se realizó un pilotaje del juego con dos grupos de cinco niños entre los 7 y los 9 años de edad para probar la familiaridad con la historia y los personajes. Posteriormente se elaboró un guión estructurado a partir de las situaciones de juego, el cual fue sometido a una validación de contenido por 8 jueces expertos.

En la primera situación, los participantes encuentran a un personaje cuyas características físicas lo ubican en situación de igualdad; en la siguiente situación el oponente es explícitamente más débil, a lo que se denomina situación de ventaja y, en la tercera situación, el oponente es claramente más fuerte, lo que representa una situación de desventaja para los participantes. En total la escala cuenta con 58 ítems, repartidos en las tres situaciones. Dependiendo del curso de decisión tomada los niños y niñas responden más o menos ítems. Ante cada situación, los participantes son cuestionados sobre la decisión que tomarán para poder continuar hacia la meta. Los cursos de acción posibles se presentan como selección múltiple: atacar, huir, negociar o pedir ayuda. Si los participantes deciden atacar, se le hacen preguntas sobre las razones de su decisión tomando como opción de respuesta los mecanismos de desconexión moral. En el juego, la presencia del mecanismo de desconexión se califica con 1 y su ausencia con -1. El valor 0 se utilizó para las respuestas indecisas. El instrumento mostró una consistencia interna aceptable (Cronbach, de 0.4). Sin embargo se recomienda ampliar el número de participantes en futuras investigaciones como parte del proceso de validación.

 

4. Resultados

Los datos se analizaron utilizando el programa SPSS Statistics 22 para Windows.

En la Tabla 1 se presentan los descriptivos para las decisiones tomadas por los niños participantes en las distintas estaciones del juego. En términos generales se encontró una baja tendencia hacia el uso de la violencia para la resolución de los conflictos. En la primera estación, donde la situación ocurre en igualdad de condiciones ante el oponente, la mayoría de los participantes optaron por soluciones alternativas a la violencia, entre las que destaca el diálogo, mientras que una proporción menor decidió atacar. En la segunda estación, donde el participante se halla en ventaja frente al oponente, la tendencia mayoritaria fue huir o negociar, mientras que solo una proporción mínima decidió agredir. En la tercera estación, caracterizada porque el participante se encuentra en desventaja frente al oponente, la mayoría se inclinó por negociar, frente a una proporción menor que decidió atacar.

Por su parte los padres registraron un nivel alto de favorabilidad en las prácticas de crianza según la valoración del CPC-P (Aguirre, 2003), de favorabilidad en las prácticas de crianza según la valoración del CPC-P (Aguirre, 2003), dado que el puntaje total promedio del grupo fue de 141, con una desviación típica de 10,9, como se puede observar en la Tabla 2.

Prácticas de crianza de los padres y los mecanismos de desconexión moral

Las correlaciones entre las variables de prácticas de crianza de los padres y los mecanismos de desconexión moral de sus hijos e hijas, se analizaron a través del coeficiente r de Pearson. En la Tabla 3 se registran los principales hallazgos derivados del análisis.

A continuación se detallan los reportes de los mecanismos de desconexión moral asociados a cada práctica de crianza:

Comunicación. Esta subescala da cuenta de la calidad de la comunicación entre padres e hijos. Al relacionarlos con los mecanismos de desconexión moral, se encontró una correlación positiva (r = ,382) entre la guía razonada y el mecanismo de comparación ventajosa en los niños. Cuando los padres explican a sus hijos lo que estuvo mal en su comportamiento, éstos tienden a justificar sus actos reprochables comparándolos con otros de peor naturaleza, con el fin de enmascararlos. Podría ocurrir que estos niños teman decepcionar a sus padres.

Cuando los padres evitan entrar en conflicto con los hijos se encuentra una correlación negativa (r = -,393) con la distorsión de las consecuencias por parte de éstos, y una correlación positiva (r= ,396) con la transferencia de la responsabilidad. Así los niños tienen menor tendencia a distorsionar las consecuencias de sus actos reprobables, pero son más proclives a sentir que otros son responsables por sus acciones. Esto podría indicar que los cuidadores que evitan los conflictos, podrían manifestar una tendencia evasiva que es replicada con la evitación del niño o niña a sentirse responsable.

Por otra parte, la vigilancia, es decir, mantener continuo contacto con el hijo cuando se encuentra lejos de casa, correlacionó negativamente (r= -,398) con la transferencia de la responsabilidad y positivamente (r =,420) con la distorsión de las consecuencias. Es decir que los niños cuyos padres ejercen constante monitoreo, tienden a tratar de minimizar las consecuencias de sus actos violentos, pero transfieren menos su responsabilidad a otros.

Regulación del comportamiento. La subescala de regulación del comportamiento se refiere al grado de exigencia y control que los padres tienen respecto a sus hijos. Está conformada por ítems que se agrupan en torno a las dimensiones de obediencia, disciplina, orientación racional, énfasis en el logro, castigo no físico, castigo físico y permisos.

Al relacionar estos ítems con los mecanismos de desconexión moral en los niños y niñas, se encontró que la subdimensión de obediencia, correlaciona negativamente (r= -,354) con la distorsión de las consecuencias. Lo cual indica que los padres que permiten a sus hijos la expresión de sentimientos de inconformidad hacia ellos, favorecen el desarrollo de una mayor conciencia sobre las consecuencias de sus actos.

Por su parte, en la subdimensión disciplina, se encontró una correlación negativa (r= -,352) entre la exigencia de colaboración en el hogar y culpabilizar a la víctima, así mismo una correlación positiva con la etiquetación eufemística (r= ,352). Esto podría indicar que solicitar al niño ayuda en las labores de la casa, puede favorecer una posición más empática hacia los demás, aunque un mayor uso del lenguaje eufemístico, es decir, mayor tendencia a tratar de enmascarar con el discurso las situaciones que podrían significarle una amonestación o castigo.

En cuanto a la orientación racional, el conversar con el hijo acerca de lo que está mal en el comportamiento, se reporta un correlación positiva (r= ,382) con la comparación ventajosa. Esto podría señalar que los padres que dan explicaciones a los niños sobre porqué su conducta es poco aceptable, pueden favorecer que los niños tiendan a comparar sus conductas con otras de peor naturaleza con el fin de mantener una mejor imagen frente a sus cuidadores.

La subdimensión énfasis en el logro, mostró diferentes correlaciones: procurar que los hijos practiquen deportes competitivos correlaciona positivamente (r=,361) con la justificación moral, es decir que aquellos padres que buscan que sus hijos compitan abiertamente en los deportes, podrían favorecer una actitud "del fin justifica los medios". Por el contrario, motivarlos para que se destaquen por encima de los otros, reporta correlaciones negativas con la justificación moral (r= -,369), el culpar (r= -,369) y deshumanizar (r= -,369) a la víctima.

Pese a esto el afán porque los hijos sean mejores que los demás, correlaciona positivamente con otros mecanismos de desconexión moral en los niños, como etiquetación eufemística (r= ,369), distorsión de las consecuencias (r= ,369), comparación ventajosa (r= ,369), difusión de la responsabilidad (r= ,369). Así, aunque estos niños al parecer desarrollan más una postura individualista y competitiva, conservan empatía por los demás.

En cuanto al castigo no físico, se encontró que la acción de reprender inmediatamente a los hijos cuando cometen una falta, correlaciona negativamente con la distorsión de las consecuencias (r= -,421), la etiquetación eufemística (r= -,421), la comparación ventajosa (r= -,421) y la difusión de la responsabilidad (r= -,421). Sin embargo correlaciona positivamente con los mecanismos de justificación moral (r= ,421), culpar a la víctima (r=,421), y deshumanizarla (r= ,421). Esto indica que estos niños tienden a ser más conscientes del daño causado o la falta cometida, pero son menos empáticos y desarrollan los mecanismos de desconexión más nocivos. En este sentido, la reprensión inmediata, al basarse en el castigo no razonado, actúa reforzando en el niño la noción de que las personas que hacen algo "son malas y deben ser castigadas", tendiendo a justificarse a sí mismo, y ajusticiando a los demás.

Apoyo emocional. La subescala de apoyo emocional se refiere a las manifestaciones de afecto en la relación con los hijos. Está conformada por las dimensiones de expresión de afecto, afecto negativo, disfrutar de los hijos y colaboración.

En la subdimensión de expresión de afecto, se encontraron relaciones específicas para el tipo de manifestación. En este sentido, decirle a los hijos cuánto se les quiere, correlaciona negativamente con la transferencia de la responsabilidad (r= -,441) y el culpar a la víctima (r= -,435). La expresión de amor por contacto físico, correlacionó negativamente con la etiquetación eufemística (r= -,378), mientras que compartir momentos cariñosos con los niños correlacionó negativamente con la transferencia de la responsabilidad (r= -,421) y la distorsión de las consecuencias (r=-, 381), pero correlacionó positivamente con la justificación moral (r= ,397).

Así se puede concluir que la tendencia en esta subdimensión fue a las correlaciones negativas especialmente entre las manifestaciones de afecto y la transferencia de la responsabilidad, así como a la distorsión de las consecuencias, lo que señala que estos niños podrían ser más empáticos y más conscientes de su responsabilidad y consecuencias de sus actos dañinos. Sin embargo, también se encuentra una tendencia que vuelve a evidenciarse en la dimensión de disfrutar de los hijos, donde se halló una correlación positiva (r= ,365) entre pasar largos períodos de tiempo con el hijo y la justificación moral. Esto podría señalar que los niños a los que se les da mayor tiempo y mayores manifestaciones de afecto, podrían sentir que son mejores personas que otros, más "especiales" o más "buenos", lo que constituye la base para justificar la agresión contra otras personas que no comparten los mismos principios morales.

Relaciones Interpersonales. La subescala de relaciones interpersonales da cuenta de la forma como se orienta la conducta de los hijos en sus relaciones cotidianas con otras personas. Se observó que promover que los hijos usen la fuerza cuando ésta sea necesaria, correlaciona negativamente con la justificación moral (r= -,420) y con la deshumanización de la víctima (r= -,359), es decir que cuánto más los padres instan a sus hijos a defenderse usando la fuerza, éstos menos intentan vincular sus comportamientos reprochables con fines honorables, o bien no se inclinan por catalogar negativamente a la víctima. Así mismo, se halló correlación positiva entre esta variable y la distorsión de las consecuencias (r= ,446), la transferencia de responsabilidad (r= ,522), y la comparación ventajosa (r= ,420). Esto indica que entre más el cuidador exhorte al niño a usar la fuerza, este tendrá más claras las consecuencias negativas de sus actos, pero tenderá a no sentirse responsable por estos y se inclinará por comparar sus conductas negativas con otras peores para minimizar el daño. Al parecer el adulto se vuelve un referente legitimador del uso de la violencia.

Valores. Esta subescala se refiere al fomento que hacen los padres de la responsabilidad, la autonomía y la lealtad en sus hijos. No se encontraron correlaciones para la subescala de valores y los mecanismos de desconexión moral.

 

5. Conclusiones

Esta investigación buscaba identificar relaciones entre las prácticas de crianza y la desconexión moral en niños y niñas, en un contexto de vulnerabilidad socioeconómica. Sin embargo más que responder a los cuestionamientos esperados, la información aquí contenida provee nuevas cavilaciones acerca de la naturaleza, la variabilidad y la mixtura de las prácticas de crianza y su incidencia sobre la desconexión moral. Hasta ahora podemos conocer que el riesgo de la desconexión moral está presente en todas las prácticas de crianza, pues en la gran mayoría de interacciones cuidador-infante, incluso en aquellas consideradas como favorables, se presenta asociación con estos mecanismos. Las prácticas de crianza delimitarían en esta forma el uso de los mecanismos por los cuales los niños y niñas se decantan, más no el hecho de si los usan o no.

En general los resultados señalan una baja tendencia de los participantes a resolver los conflictos de manera violenta y sus padres manifestaron unas prácticas de crianza adecuadas, pese a que se encontraban en condiciones de pobreza, la cual ha sido asociada con prácticas inadecuadas de crianza y relaciones familiares violentas (Aguirre, 2002). Esto reivindica tanto a las familias como a los niños en medio de situaciones de gran vulnerabilidad, poniendo de relieve su capacidad de resiliencia y una ruptura con la estigmatización de la que generalmente son víctimas. Al respecto, se puede destacar la investigación desarrollada por Amar-Amar, Kotliarenco y Abello (2003) con niños de la misma población de estudio, los cuales mostraron características y factores que los protegen de la adversidad y les permiten un desarrollo psicosocial positivo, inclusive cuando han sido víctimas de violencia intrafamiliar.

El vínculo entre la desconexión moral y la situación de pobreza, es un tema poco claro en la literatura académica, ya que algunos estudios afirman que no existe relación (Bandura et al, 1996), mientras que otros afirman su existencia (Hyde, Shaw & Moilanen, 2010). Estas discrepancias podrían explicarse por la presencia de factores mediadores que actúan como mecanismos protectores para que algunas personas resistan e incluso reviertan los efectos negativos de vivir en contextos vulnerables (Amar-Amar, 2000, Amar-Amar, Kotliarenko & Abello, 2003).

En cuanto a las relaciones encontradas entre las prácticas de crianza y los mecanismos de desconexión moral empleados por los niños que decidieron solucionar el conflicto de manera violenta, se encuentra que hubo correlaciones tanto positivas como negativas. Esto estaría señalando que aunque los padres implementen prácticas de crianza orientadas a una socialización adecuada de sus hijos, el mensaje al parecer no siempre es claro o es distorsionado por los niños y niñas. La comprensión del mensaje dado por los padres e incluso la obediencia por parte de los hijos, dependen de la forma en que sea transmitido (Ayllón, 2008), por tanto los procedimientos disciplinarios implementados pueden tener diferentes efectos en los niños y niñas sobre todo cuando no son consistentes y se encuentran mezclados inducción, retirada del afecto y afirmación de control (Ramírez, 2005).

Algunas investigaciones sugieren que la supervisión y el control tienen efectos positivos en los hijos; sin embargo también se le asocia con efectos negativos cuando los padres utilizan estrategias de control intrusivas (Betancourt & Andrade, 2011). Los efectos logrados, dependen del tipo de control que usen los padres, el cual puede ser de tipo conductual o psicológico. Este último involucra aspectos como la manipulación emocional, que limita la independencia y la autonomía en los niños y niñas (Guevara, Cabrera & Barrera, 2007). Así, frente a las estrategias implementadas por sus padres, los hijos pueden generar conductas evasivas o engañosas para protegerse del castigo y la humillación o por temor a defraudarlos (Jaramillo, 2002).

Se ha encontrado que los estilos parentales autoritarios pueden actuar como productores de niños con baja autonomía y alta ansiedad (Cuervo, 2010). También se ha demostrado que aquellos padres que castigan físicamente a sus hijos, tienen niños más dominantes y agresivos con sus compañeros de juego (Bandura & Walters, 1959). Esta situación también puede evidenciarse en casos donde los padres presionan a sus hijos enfatizando la competencia con sus pares. Mestre, Samper, Tur y Díez (2001), reconocen que detrás de los niños y niñas competitivos, suelen existir relaciones críticas y rígidas con sus padres que pueden afectar la conducta prosocial.

De igual forma, cuando los padres legitiman el uso de la violencia, instando a sus hijos a resolver los conflictos de manera violenta, favorecen las peores formas de desconexión moral. La manera en que el adulto reacciona ante las dinámicas de conflicto interpersonal de sus hijos, prescribe el curso con el que se da la interiorización infantil de la violencia y sienta las razones que legitiman su uso (Ayllón, 2008).

Ahora bien, cuando los cuidadores manifiestan una amplia aceptación del niño o la niña en todas sus facetas, promueven sentimientos como la autoestima, la autoconfianza y el buen ajuste psicosocial, siempre que esta aceptación venga acompañada de una alta implicación en su vida (Musitu & Cava, 2001). Además, estos niños y niñas desarrollan un mayor repertorio de conducta prosocial (Rodríguez-Pérez, 2007, Aguirre, 2010).

La afectividad en las relaciones paternofiliales es entonces un elemento importante para el ajuste de los niños y niñas, pero debe orientarse a la búsqueda de autonomía y responsabilidad de los hijos. Se ha encontrado que el ejercicio temprano de comportamientos de colaboración en el hogar incide en relaciones más gratificantes y poco conflictivas en el ámbito escolar, así como promueve el interés de los infantes por actividades comunitarias (Aguirre, 2013), y facilita que los niños y niñas sean más compasivos, empáticos y prosociales (Rodríguez-Pérez, 2007).

Otro elemento importante en el manejo de la afectividad, tiene que ver con la permisividad. Se ha encontrado casos donde los padres están altamente comprometidos con el brindar afecto, pero empleando un estilo permisivo que origina hijos exigentes, con poco autocontrol (Lozano, Galian & Huéscar, 2007), así como dificultades en el desarrollo de valores morales (Bornstein & Bornstein, 2010).

Es importante que las familias conozcan las profundas repercusiones que sus prácticas pueden tener en el desarrollo cognitivo y socioafectivo de sus hijos y que las orientaciones que les brinden facilitarán que ellos, con menor o mayor facilidad, se desconecten de los preceptos morales y de socialización que se requieren para una adaptación social favorable.

No basta el hecho de conversar con los hijos para reorientar su conducta señalando aquello que consideran que estuvo mal. Se requiere un ejercicio que promueva la empatía hacia el otro (Ayllón, 2008) y favorezca que los niños y niñas desarrollen la confianza en sus padres para expresarle los conflictos que pueden tener en su vida cotidiana, sin recurrir a maquillar sus acciones o a la justificación de las mismas para evitar las sanciones.

Se espera que el estudio logre generar interés por investigar más profusamente el tema de la desconexión moral y la crianza, con el objetivo de brindar herramientas que ayuden a los padres en su tarea de la socialización infantil, así como aportar a frenar las trayectorias hacia la violencia desde su más temprano origen.

 


 

Notas

* Artículo de investigación científica y tecnológica, del área de la Sociología, subárea de Temas especiales (Estudios de Género, Temas Sociales, Estudios de la Familia, Trabajo Social). Hace parte del proyecto "Prácticas de cuidado y desconexión moral en niños de estrato socioeconómico bajo, en la ciudad de Barranquilla, Colombia", financiado por Colciencias en la Convocatoria Nacional 525-2011 del Programa Jóvenes Investigadores e Innovadores, entre mayo de 2012 y agosto de 2013. El proyecto se deriva la tesis doctoral "Legitimación de la violencia en la infancia en niños víctimas y no víctimas de violencia sociopolítica e intercultural" de la Línea Estratégica de Investigación en Infancia y Juventud de la Universidad del Norte, la investigación se realizó entre agosto de 2011 y agosto de 2014.

 


 

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    Referencia para citar este artículo: Martínez-González, M. B., Robles-Haydar, C. A., Amar-Amar, J. J. & Crespo-Romero, F. A. (2016). Crianza y desconexión moral en infantes: Su relación en una comunidad vulnerable de Barranquilla. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 14 (1), pp. 315-330.

 

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