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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.14 no.1 Manizales jan./jun. 2016

https://doi.org/10.11600/1692715x.14125260115 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

DOI: http://dx.doi.org/10.11600/1692715x.14125260115

 

Ahorro infantil: "Chispitas"-Estrategia para combatir la pobreza, Fundación Ayú, Oaxaca, México*

 

Children’s Savings in the Midst of Poverty and Marginalization-"Chispitas"

 

Economia na infância: "Chispitas". Estratégia para combater a pobreza, Fundación Ayú, Oaxaca, México

 

 

Guadalupe Arcos-Medina1, Emma Zapata-Martelo2, Oliverio Hernández-Romero3

 

1 Doctorante en Desarrollo Rural, Colegio de Postgraduados, Texcoco, México. Doctorante del Postgrado en Desarrollo Rural del Colegio de Postgraduados, Texcoco, México. Correo electrónico garcos@colpos.mx

2 Profesora Investigadora Colegio de Postgraduados, Texcoco, México. Doctora en Sociología por la Universidad de Texas en Austin. Profesora Investigadora Titular en el Colegio de Postgraduados en la orientación de Desarrollo Rural. Correo electrónico: emzapata@colpos.mx

3 Profesor Investigador Colegio de Postgraduados, Texcoco, México. Doctor en Ciencias, Universitat Politecnica de Catalunya. Profesor Investigador en el Colegio de Postgraduados en la orientación de Desarrollo Rural. Correo electrónico: ohr@colpos.mx

 

 

 

Artículo recibido en diciembre 9 de 2014; artículo aceptado en enero 26 de 2015 (Eds.)

 


Resumen (analítico):

En esta investigación analizamos cómo la estrategia de combate a la pobreza de la Fundación Ayú, influye en el hábito del ahorro de los niños y niñas mixtecos de Oaxaca -los "Chispitas"-, con datos obtenidos de noviembre de 2013 a julio de 2014. Realizamos un taller participativo y entrevistas semiestructuradas, aplicando un cuestionario a 42 niños y niñas de diez años de edad promedio, y antigüedad como ahorradores de entre tres y siete años. El perfil socioeconómico familiar corresponde mayormente a hogares campesinos; las razones para ahorrar son la educación, el futuro y las emergencias, siendo las madres quienes mayor influencia tienen en este hábito. Participar en las cajas visibiliza a los niños y niñas en la localidad y los inicia en la inclusión social y financiera.

Palabras clave: cajas de ahorro, niños y niñas (Tesauro Agrovoc de la FAO). Educación familiar, pobreza (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).

 


Abstract (analytical):

The objective of this research is to analyze how the savings habits of Mixtec children from State of Oaxaca - known as "chispitas" - are influenced by the poverty eradication strategy implemented by the Fundación Ayú. Data collected between November 2013 to July 2014 was used for this purpose. A participatory workshop was held, and semi-structured interviews were conducted using a questionnaire with 42 children that had an an average age of ten, time in education of between one and nine years and have saved for a period of between three and seven years. The children come from families with low socioeconomic status such as farmers and skilled laborers. Their motivation for saving included education, a better future and emergencies.

Key words: savings accounts, children (FAO Agrovoc Thesaurus). Family education, poverty (Unesco Social Sciences Thesaurus).

 


Resumo (analítico):

O objetivo desta pesquisa é analisar como a estratégia de combate à pobreza da Fundación Ayú influencia as crianças do Estado de Oaxaca - os "Chispitas" - no hábito de economizar, com dados obtidos de novembro de 2013 a julho de 2014. Um seminário participativo foi realizado, além de entrevistas semiestruturadas com aplicação de um questionário a 42 crianças com idade média de 10 anos, as quais tinham poupado dinheiro num período de três a sete anos. O perfil socioeconõmico familiar corresponde, em sua maioria, à área rural; as razões para economizar são: educação, futuro e emergências, sendo as mães as principais responsáveis por influenciar nesse hábito. Ter uma poupança faz com o que as crianças iniciem sua inclusão social e financeira em suas famílias.

Palavras-chave: conta de poupança, crianças (Thesaurus Agrovoc da FAO). Educação familiar, pobreza (Thesaurus de Ciências Sociais da Unesco).

 


 

1. Introducción

 

En tiempos recientes, el tema de los microcréditos se ha reorientado a uno más amplio: las microfinanzas, lo cual demuestra que además del crédito, el ahorro contribuye a reducir la situación de pobreza en general y de las mujeres en particular, así como de sus familias (Kabeer, 2001).

Las mujeres pobres1 y sus familias ahorran y usan este recurso para asegurar un nivel de consumo a través del tiempo, responder ante emergencias y, cuando es posible, financiar compras de activos o bienes; y también para reducir su vulnerabilidad ante situaciones inesperadas como enfermedades, desempleo o pérdida de cosechas. Las gentes pobres ahorran con, sin y en ocasiones a pesar de entidades financieras formales, informales, alternativas o de cualquier tipo.

Para muchas personas, hablar de ahorro y servicios financieros es un tema cotidiano, aunque también están aquéllos para quienes los servicios financieros les son restringidos: los desbancarizados. En México, a partir del Reporte sobre la Discriminación en México, en el capítulo relativo al acceso al crédito, De la Madrid (2012) expone que existen varios tipos de discriminación: clase social -sea por ingresos o por identidad sociológica-, género -ser mujer y pertenecer a una clase desfavorecida económicamente-, edad -jóvenes y personas adultas mayores que tienen dificultad de demostrar ingresos y medios para garantizar los créditos-, etnia -personas pertenecientes a pueblos y comunidades indígenas, sin esquemas que se ajusten a sus necesidades- o discapacidad -personas sin acceso ni facilidades.

Las personas del medio rural, en condiciones de pobreza, reúnen varios requisitos para no ser tema de interés de la banca comercial, incluso en la banca de desarrollo2. Y es en este sector de la población -rural y pobre- donde se registran los mayores índices de desbancarización e inclusión, entendidas como la infraestructura financiera al servicio de la población y los productos y modalidades adecuados para los segmentos marginados.

Dentro del segmento de los pobres se ubica el tema de la pobreza infantil, que presenta características específicas que dan a su atención y reducción un sentido de urgencia. Esto, debido a que la probabilidad de que sea una situación permanente es mayor que en el caso de las personas adultas, con el riesgo de que se reproduzca en la siguiente generación, con consecuencias negativas que pueden ser irreversibles, lo que compromete el desarrollo presente y futuro de las niñas, niños y adolescentes que viven en situación de pobreza (Cárdenas, Cortés, Escobar, Nahmad, Scott & Teruel, 2012).

En 2012, el 53.8% de la población menor a 17 años de edad, se encontraba en situación de pobreza en México, lo cual equivale a que 21.2 millones de niñas, niños y adolescentes tenían carencias en al menos uno de sus derechos sociales, y vivían en hogares sin acceso a los recursos monetarios suficientes para adquirir los bienes y servicios requeridos por todos sus integrantes (Cárdenas et al., 2012).

Otra información relevante es que en México, según datos referidos por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred, 2010), en la Encuesta Nacional para prevenir la discriminación en México 2010,

    (…) los niños, niñas y adolescentes representan el 33% de la población, cerca de 37 millones de mexicanas y mexicanos a quienes diariamente se les discrimina y ofrece un trato distinto por su edad. La concepción de minoridad, claramente asociada a la "incapacidad jurídica, psicológica y física", justifica el corpus argumentativo de la negación de derechos expresado en la "discriminación tutelar" hacia la infancia.

En este contexto, destaca la estrategia de servicios financieros rurales, a través de las cajas de ahorro promovidas por la Fundación Ayú en la mixteca oaxaqueña, la cual tiene como soporte primordial el ahorro de las mujeres rurales, pero con la novedad de que incorporan la figura de niños y niñas ahorradoras, "Los Chispitas". Y éste es nuestro objetivo en el presente trabajo: evidenciar cómo el funcionamiento de las cajas de ahorro permite acercar los servicios financieros a la población, estimular la cultura del ahorro en las personas adultas y sobre todo en los niños y niñas, en quienes permea una educación financiera -incipiente- que en el futuro puede ser un elemento que contribuya a romper el círculo vicioso de la pobreza, además de que con esta iniciativa de ahorro se demuestra que cuando hay mecanismos adaptados a sus condiciones, los individuos pobres, incluso los niños y niñas, ahorran.

 

2. Marco conceptual

2.1 El proceso educativo

La transmisión de la cultura que las generaciones adultas realizan a las jóvenes y a los jóvenes, es lo que se denomina educación (Delval, 1983). Desde el nacimiento, el sujeto infante está sometido a la influencia de la sociedad en que vive. Mediante esta presión social, se constituirá en un miembro de la sociedad, adquirirá las pautas de conducta que le son características, y aprenderá a comportarse como las y los individuos adultos de esa sociedad, con su lenguaje y el conjunto de la cultura.

El proceso educativo se lleva a cabo de múltiples maneras, en la familia, en la calle, en la escuela. A través del contacto con otros individuos y con el mundo nos vamos impregnando de la influencia social, y es así como adquirimos características comunes a todos los humanos, en todas las épocas, y otras más específicas que pueden ser propias de una nación, de una ciudad, de una clase social, de un pequeño grupo o de una familia. Pero esa transmisión tiene una misión conservadora del orden existente, pues las personas adultas tienden a reproducirse en las niñas y los niños, no sólo en el sentido biológico sino también en el cultural.

Cómo aprenden los niños y niñas -ahorro y dinero-

Amar, Llanos, Abello & Denegri (2003) retoman el trabajo de Piaget y comentan, desde la perspectiva constructivista, que el niño o niña es un individuo activo que construye por sí mismo tanto sus conocimientos como la forma en que los organiza. En este proceso de construcción de representaciones, el ambiente social actúa como el suministrador de experiencias y aporta los contenidos que caracterizarán la representación, pero la forma en que el sujeto organice estos elementos será mediada por el nivel de desarrollo de sus estructuras cognitivas.

Delval (1989, 1994) propone algunos componentes relevantes que integran las representaciones elaboradas por niñas y niños acerca de la realidad, las cuales identifica en cuatro rubros: normas, valores, informaciones y explicaciones. Los tres primeros son en gran medida influenciados por los padres y la misma familia, mientras que en el tema de las explicaciones -acerca del porqué de las cosasestán casi ausentes de la trasmisión social, y niños y niñas se ven obligados a construirlas con las herramientas intelectuales de que disponen.

De tal manera que, como ha propuesto Zuluaga (2003), es en la cotidianeidad de las familias en donde se aprenden valores y se da el desarrollo de actitudes para afianzarse en la sociedad, establecer nuevas formas de relación democrática y contribuir a la construcción de ciudadanía.

Niños y niñas comienzan a relacionarse con la realidad económica desde sus primeros años de vida, a partir de experiencias tan cotidianas como ir a la tienda o al mercado, o al escuchar hablar a su padre y a su madre y a otros adultos sobre "lo económico". Esto los lleva a un esfuerzo constante por construirse modelos explicativos de esta realidad tan cercana pero a la vez tan compleja y difícil de abordar.

Sin embargo, como señala González (2005), "en el análisis económico, la niñez y juventud no tienen estatuto teórico…, ya que en la teoría económica, el niño y el adolescente se pierden bajo el manto del agente racional".

2.1.1. Educación e inclusión financiera

El crecimiento en la oferta de servicios financieros, formal e informal, está generando un fuerte desequilibrio entre los proveedores y los usuarios, derivado de la baja educación financiera de estos últimos. Actualmente -menciona Carbajal (2008)-, dentro de la realidad de los pobres -donde las desigualdades de información constituyen una norma-, el desarrollo del mercado financiero los está llevando a comprender cada vez menos las nuevas opciones que hay a su disposición; por tanto, es probable que no las usen en su beneficio o, peor aún, que los aleje del sistema formal, y no solo en el tema del uso de servicios financieros, sino también, como sugiere Aparicio (2013), con el solo hecho de formar parte de un grupo indígena, o vivir en zonas rurales, significa casi de manera automática tener mayor exposición a determinadas desventajas y limitaciones que hacen más difícil ser incluidos en algo tan básico e importante como la educación.

De acuerdo con Microfinance Opportunities, citado por Gómez-Soto (2009), la educación financiera es importante porque transmite conocimiento, habilidades y actitudes necesarias para que la gente adopte buenas prácticas de manejo de dinero para la generación de ingreso, gasto, ahorro, endeudamiento e inversión.

La primera encuesta sobre cultura financiera que realizaron Banamex (Banco Nacional de México y la Unam (Universidad Nacional Autónoma de México) (Banamex/ Unam, 2008), resalta que el bienestar financiero guarda estrecha relación con el bienestar personal, familiar y social. Es indispensable promover una cultura de anticipación y planeación que permita construir mejores condiciones de vida para el presente y el futuro, además de favorecer la capacidad de las personas para tomar decisiones adecuadas a través de la información, el razonamiento, la voluntad y la responsabilidad de sus elecciones. En el tema educativo, el currículo nacional no incluye el desarrollo de habilidades y destrezas que fomenten la generación y administración de los recursos económicos de los individuos estudiantes.

Entre los principales hallazgos de la encuesta de la Unam respecto al ahorro, se encontró que éste no forma parte de los hábitos de las familias. Aunque uno de cada cuatro hogares declaró destinar parte del ingreso mensual al ahorro, sólo 14% de los hogares encuestados tenía alguna cuenta de ahorro, de depósito o de inversión en una institución formal; el ahorro "informal" más común son las "tandas".3

Para el Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros, Bansefi (2007), el propósito de la educación financiera es enseñar a la gente conceptos sobre el dinero y cómo administrarlo adecuadamente; por eso ofrece la oportunidad de aprender habilidades básicas en relación con los ingresos, gastos, presupuesto, ahorros y préstamos; esto, a través de iniciativas como la capacitación en línea en su página de Internet. Cuando las personas están mejor informadas para tomar decisiones financieras, pueden planificar y alcanzar sus objetivos; más aún, una vez que adquieren las habilidades que brinda la educación financiera, éstas siempre permanecerán con ellas.

La educación financiera es fundamental para quienes toman decisiones monetarias y financieras; y con frecuencia son las mujeres quienes asumen la responsabilidad del manejo del dinero del hogar, en circunstancias inestables y con pocos recursos a su disposición. Por ello, al desarrollar una cultura financiera, estas mujeres pueden prepararse para anticipar necesidades y enfrentar emergencias sin tener que endeudarse. En el caso de las y los sujetos jóvenes, pueden reducir su vulnerabilidad frente a los muchos riesgos, además de mejorar sus habilidades para administrar el dinero al ingresar al mundo laboral.

En el tema de inclusión financiera, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), en su Reporte de Inclusión Financiera de 2009, la define como referida al "acceso y uso de un portafolio de productos y servicios financieros que llega a la mayor parte de la población adulta con información clara y concisa para satisfacer la demanda en aumento, bajo un marco regulatorio apropiado".

La inclusión financiera -continúa la CNBVtiene cuatro dimensiones fundamentales: i) acceso, que se refiere a la infraestructura financiera disponible para brindar servicios y productos financieros; ii) uso, relativo al número de productos financieros accesibles a las personas, como cuentas de ahorro, cheques, nómina, etcétera; iii) educación financiera, referida al conocimiento y uso responsable de los productos financieros; y iv) protección al consumidor, que busca la creación de condiciones equitativas entre proveedores y consumidores de servicios financieros.

2.1.2. Inclusión -o exclusión- financiera infantil

En México, de acuerdo con cifras del Conapo (Consejo Nacional de Población, 2010) y del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi, 2012), 29.1% de la población tiene menos de 15 años, lo que representa un mercado potencial para los bancos. Un reporte del sondeo realizado por Santa-Rita (2012), del diario El Economista, señala que hay nueve instituciones bancarias en el país que participan en el segmento de niños, niñas y adolescentes, con 11 productos de ahorro en el mercado. Pero debe considerarse que la apertura de una cuenta bancaria para niños y niñas no es un juego; las cuentas también cobran comisiones, lo que podría impactar en su ahorro.

En 2010 había casi 33 millones de personas menores de 15 años, lo que corresponde a 29.1% de la población total -51% niños y 49% niñas-. Las niñas, niños y jóvenes son ahorradores potenciales, actores sociales y económicos en el presente y en el futuro, cuyas decisiones influirán en el desarrollo de sus sociedades, como mencionan Raccanello y Roldán (2014).

El Conapo (2010) reporta que según cifras de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los hogares (Enigh) 2008, de los 26.7 millones de hogares en México, 15.8 millones contaban con al menos un menor de 15 años.

2.2. Ahorro familiar

Las familias pobres, que no tienen acceso al sistema financiero formal, también ahorran, aun cuando formen parte de la mitad de la población mundial que no tiene cuenta bancaria para depositar sus ahorros, carecen de acceso a un plan de pensiones o a cualquier tipo de seguro y, de hecho, ahorran de manera continua (Chirino & Zavaleta, 2012).

Las personas pobres pueden ahorrar y lo hacen de manera cotidiana. En los países en vías de desarrollo, los individuos menos favorecidos ahorran, y la suma de este ahorro arroja cifras interesantes. Se calcula que los activos de las personas pobres del planeta son mayores que el producto nacional bruto anual de Estados Unidos (Robinson, 2001).

El problema de las personas "sin banco" no es que sean incapaces de ahorrar, sino que no disponen de un lugar adecuado para hacerlo, por ello se ven obligadas -en ocasiones- a utilizar medios de alto riesgo y baja rentabilidad, como pueden ser las tandas, ahorros en especie o instituciones que no tienen regulación formal, e incluso microfinancieras con objetivos específicos de rentabilidad financiera que cobran altas tasas de interés por los préstamos pero pagan bajas tasas de interés por los ahorros.

La gente pobre tiene varias estrategias de ahorro. Castillo (2012) cita el libro de Daryl Collins, Las finanzas de los pobres, para destacar tres aspectos: 1) los sujetos pobres son los actores más importantes para disminuir la pobreza, ya que hacen esfuerzos cotidianos para autoayudarse en forma activa. Los actores externos apoyan estos procesos, pero no son determinantes en esta lucha contra la pobreza. 2) Las gentes pobres utilizan herramientas financieras de manera activa, no a pesar de ser pobres, sino justamente porque son pobres; han diseñado y encontrado alternativas para manejar su escaso dinero. La investigación arrojó que en un año usan un promedio de 10 instrumentos financieros distintos, diversificación que responde a necesidades y oportunidades diferentes. 3) Los individuos pobres "administran" el dinero ahorrando cuando pueden y pidiendo prestado cuando es necesario. Los autores llegan a una conclusión clave: la demanda de un lugar para ahorrar es infinitamente mayor que la de obtener crédito. La inclusión financiera no se reduce a contar con una tarjeta en donde se entregan los subsidios o se paga la nómina; es el esfuerzo por facilitar la administración del dinero a través de diversos instrumentos seguros, flexibles y próximos al lugar de residencia.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO -por sus siglas en inglés- (2013), reporta que las personas pobres tienen varias maneras de ahorrar. La primera es en especie, normalmente guardando cereales alimenticios como maíz o arroz; o en ganado, como vacas, cabras o gallinas; y ocasionalmente en artículos como joyas, oro u otros bienes cuyo valor aumenta y permite venderlos fácilmente para obtener dinero.

La segunda manera es el ahorro en dinero, ya sea en casa o en alguna institución, ya que casi todas las personas -incluidas las muy pobres- tienen necesidad de manejar dinero en su vida cotidiana. Este tipo de ahorro tiene varias ventajas: es fácil de llevar, almacenable, poco visible y fungible, es decir, puede utilizarse para varios fines.

Un tercer tipo de ahorro consiste en dar algo. La gente hace regalos u ofrece servicios no sólo por generosidad, sino también con la esperanza de que se le devuelva el favor cuando lo necesite; un ejemplo es el tequio4, tradicional en muchas regiones rurales.

2.2.1. La Fundación Ayú

La Fundación Ayú surge en 1994, formalizándose en 1998, en el municipio de Santa María Ayú, uno de los 570 municipios de Oaxaca; es una iniciativa sin fines de lucro que surge a propuesta de un ex gobernador del Estado. Desde su origen, la organización ha buscado integrar recursos y esfuerzos para combatir la pobreza en la región mixteca, una de las ocho regiones del Estado, ubicada al norte de Oaxaca; opera también en la región mixteca de los Estados de Puebla y Guerrero, en México.

Su sede se localiza en la ciudad de Huajuapan, Oaxaca, y funciona con una reducida estructura de personal encabezada por un presidente, un vicepresidente, un director general, uno de administración y finanzas, un director operativo del cual dependen los técnicos y los coordinadores de zona, además de un coordinador técnico.

La Fundación promueve desde hace más de 15 años la integración de cajas de ahorro en las comunidades, las cuales constituyen el eje de su estrategia de desarrollo rural y combaten la pobreza, y son las mujeres rurales quienes se encargan de la formación, administración y operación de las mismas.

El objetivo de las cajas no sólo es el ahorro y el préstamo; también tienen el propósito de fomentar el ahorro infantil. Así es como surgen las cajas de los niños y niñas, Los "Chispitas". En las "cajitas" pueden participar niños y niñas desde recién nacidos, representados por sus padres y madres, pero con cuentas y tarjetas de ahorro a su nombre, hasta los de 15 años, edad en la que si deciden continuar ahorrando, se incorporan en la caja de las personas adultas.

El esquema de la caja de los niños, niñas y adolescentes es similar al de las personas adultas: tienen un comité integrado por las y los socios de la cajita; se reúnen quincenalmente, junto con la gente adulta; los padres o madres de los niños y niñas del comité los apoyan para administrar la caja, recoger los ahorros de los participantes, anotar en las libretas de ahorro los recursos entregados y, cada seis meses, realizar el balance de la cajita. Cada quince días se contabilizan los recursos que ingresaron a la cajita, y este dinero puede destinarse a préstamos solicitados por los sujetos adultos, pagando a los niños y niñas ahorradores el interés que su dinero haya devengado. Los niños y niñas no acceden a préstamos, pero sí sus padres y madres -integrantes de la caja-.

La operación de las cajas tiene fuerte influencia en la reducción de los costos de transacción en que incurre la gente adulta, ya que los requisitos de ingreso son mínimos; para las niñas y los niños no hay requisitos; la tasa de interés -activa y pasiva- es propuesta y aprobada por todos los integrantes de las cajas, y no resulta onerosa comparada con microfinancieras que operan en la formalidad en la región; las personas no incurren en gastos de traslado, ya que la mayoría llega caminando al lugar de reunión, con un promedio de tiempo invertido de 30 minutos; las cajas no tienen gastos de administración, ya que la participación de las mujeres en el comité es a título honorífico, no tienen un sueldo; no requieren instalaciones especiales ni local ex profeso, al reunirse en la plaza cívica de ambas localidades; tampoco existen gastos por ejecutivos o personal de promoción o cobranza; la gente se entera sobre el funcionamiento de las cajas por comentarios de la familia o de amigos y amigas, y a partir de esa información deciden si entran; y los pagos se realizan en las mismas reuniones quincenales.

Aun cuando pudiera pensarse que el esquema operativo incrementa los riesgos del manejo de dinero, como robo a la tesorera o a los mismos socios, o incluso fraude, la transparencia operativa se da con la participación de todos los socios y socias en las reuniones, donde se conoce de manera inmediata el total del dinero reunido por el ahorro de cada quien, así como el nombre de las personas solicitantes de préstamo para ese día. La autorización y ejercicio del crédito es inmediata, sin más trámite que anotar el préstamo en la libreta correspondiente; además de que en las reuniones se cuenta con la presencia de la autoridad de la localidad, y de una figura creada por la Fundación Ayú que sirve de enlace entre la comunidad y la Fundación, denominada Compadre5.

Otro tema importante es el papel de las cajas de ahorro como fuente de inclusión financiera para las y los individuos habitantes de las localidades en donde se ubican. Aunque los servicios que se ofrecen son sólo ahorro y crédito, permiten a las personas usuarias tener acceso a ellos, a costos razonables; esta situación está en concordancia con autores como Miller (2005) y Conde (2002), quienes mencionan que un mayor acceso de los grupos poblacionales de menor ingreso a los servicios financieros, puede contribuir a la disminución de la pobreza y a una mejora en la distribución del ingreso.

 

3. Diseño metodológico

3.1 Entidad territorial y periodo de estudio

El estado de Oaxaca representa el 4.8% de la superficie total nacional y ocupa el quinto lugar del país por extensión geográfica; se integra por 570 municipios, casi tres cuartas partes del total de municipios de todos los Estados de la república mexicana. Es el Estado con la mayor diversidad étnica y lingüística de México. En el actual territorio oaxaqueño conviven 18 grupos étnicos de los 65 que hay a nivel nacional: mixtecos, zapotecos, triquis, mixes, chatinos, chinantecos, huaves, mazatecos, amuzgos, nahuas, zoques, chontales de Oaxaca, cuicatecos, ixcatecos, chocholtecos, tacuates, afromestizos de la costa chica y en menor medida tzotziles, quienes en conjunto rebasan el millón de habitantes distribuidos en 2.563 localidades (Gobierno del Estado de Oaxaca, 2014).

La Región de la Mixteca Oaxaqueña colinda con los Estados de Puebla y Guerrero, con la Región de la Cañada al Este, al sureste con Los Valles Centrales y al Sur con la Sierra Sur. En Oaxaca, la mixteca ocupa 189 municipios de 14 distritos.

Conapo (2010) reporta que Oaxaca ocupa el tercer lugar nacional en un nivel de muy alta marginación; y San Francisco Jaltepetongo, municipio en donde se realizó la investigación, está ubicado en un nivel de marginación media, con un total de 1110 habitantes (Inegi, 2012). Cabe precisar que trabajamos en este municipio atendiendo la sugerencia del director operativo de la Fundación, al considerarlo como uno de los municipios en los que los integrantes de las cajas de ahorro son más participativos e involucrados con la estrategia. El trabajo de campo lo llevamos a cabo por un periodo de ocho meses, desde diciembre de 2013 hasta julio de 2014.

3.2 Población de estudio y metodología

En el municipio de San Francisco Jaltepetongo, Oaxaca, y su localidad San Isidro, se ubican las dos cajas Chispitas, con un total de 61 integrantes, 41 niños y 20 niñas; en San Francisco son 23 socios y en San Isidro 38.

Para la investigación, utilizamos un cuestionario integrado por cinco secciones y 45 preguntas; de manera general las secciones incluyeron la información general de los niños y niñas, su relación con las cajas y qué representa ser Chispita, montos ahorrados, periodicidad y destino de los ahorros, actividad económica de los padres, madres e integrantes de la familia en las cajas -de adultos y de niños, niñas y adolescentes-, y finalmente quién es la persona que los motiva mayormente a mantener el hábito del ahorro. También realizamos un taller participativo con los niños y niñas, en el que abordamos temas básicos de la educación financiera, como qué significa la educación financiera y sus beneficios, así como identificar de dónde proviene el dinero que se ahorra y la identificación de las diferencias entre deseos y necesidades. Utilizamos y aplicamos entrevistas semiestructuradas con informantes clave, entre ellos el diseñador de las cajas de ahorro, la promotora que atendió en su origen las cajas, y las mujeres integrantes de los comités de las cajas del municipio, una con sede en la cabecera municipal, San Francisco Jaltepetongo, y otra en la localidad de San Isidro.

Para conocer el universo de socios y socias, solicitamos a los pequeños presidentes, presidentas, secretarias y secretarios de las cajas, las listas de los individuos integrantes de ambas cajas, y junto con las mamás que apoyan los comités, identificamos la edad de cada uno de ellos. Para el funcionamiento de las cajas, las y los sujetos integrantes de las cajas se reúnen los días 15 y 30 de cada mes; por ello, para aplicar el cuestionario asistimos a estas reuniones desde diciembre de 2013 a julio de 2014. Revisamos documentos, como las listas de integrantes, las libretas de ahorro individual y de ahorro de las cajas, y los balances semestrales, entre otros.

Entrevistamos a 42 socios -13 niñas y 29 niños-, 21 en cada una de las localidades, de manera aleatoria, siendo el criterio básico que quisieran participar en las entrevistas y sus mamás o papás autorizaran; impartimos un taller participativo de educación financiera a 18 niños, niñas y adolescentes y siete individuos adultos, en la localidad de San Isidro, quienes fueron los únicos que asistieron a la invitación expresa planteada de manera anticipada. En ese taller, con duración de tres horas, abordamos básicamente los temas siguientes: 1) qué es y para qué sirve la educación financiera, 2) de dónde viene el dinero que ahorramos, 3) diferencias entre deseos y necesidades. Usamos rotafolios con imágenes para presentar los temas, leyendo los niños y niñas el concepto de educación financiera y comentando qué era lo que ellos y ellas entendían, para ubicar el origen del dinero para el ahorro. En el rotafolio colocamos imágenes de diversas profesiones y oficios, así como imágenes de instituciones bancarias -oficinas y cajeros automáticos-, e incluso un árbol en cuyas ramas brotaban los billetes, con el que los individuos participantes identificaron que el dinero proviene del trabajo de la gente adulta, marcando con estrellas cada niño y niña la actividad económica y/o profesión de sus padres y madres. Para la sección de deseos y necesidades, en el rotafolio mostramos a las y los sujetos participantes imágenes de lo que representa deseos -juguetes, ropa de marca, comida rápida, video juegos- y de lo que representa necesidades -vestido, alimento, educación, agua, afecto-.

 

4. Principales resultados

La edad promedio es de diez años en las niñas y 11 años en los niños; la edad máxima para ambos es de 15 años, y la mínima de cinco para las niñas y ocho años para los niños. El nivel de escolaridad se ubica en un rango muy amplio, ya que participan desde pequeños del nivel preescolar hasta quienes cursan el tercer año de secundaria, es decir, que tienen nueve años de escolaridad. En general, el número de niños supera el de niñas ahorradoras, y el tiempo de escolaridad, que está en relación con la edad, es mayor en niños que en niñas. En entrevista con algunas madres de familia, encontramos que las niñas son más tímidas y a muchas no les interesa participar en las cajas de ahorro; pudiera pensarse que esta situación se da en relación con el machismo que prevalece en áreas rurales; sin embargo, se hace necesaria una investigación específica para llegar a conclusiones contundentes.

Respecto a la antigüedad que las pequeñas y pequeños tienen como ahorradores, el rango también es amplio; existen socios de las cajitas de ahorro con tres años de antigüedad, hasta los siete años de antigüedad -los fundadores-.

El perfil socioeconómico de las familias de los niños y niñas Chispitas corresponde a hogares en donde el padre de familia se ocupa en el campo (53%), seguido de quienes se dedican a la pirotecnia -fabricación de cohetes-, principalmente en San Francisco Jaltepetongo (33%); mientras que el resto (14%) tiene un oficio o presta algún servicio como chofer.

En cuanto a las actividades de las mamás de los Chispitas, el 38% son amas de casa; el 21% se dedica, además de la casa, a labores del campo; y un porcentaje igual adiciona a su trabajo en el hogar la fabricación y venta de tortillas de trigo, sobre todo en San Isidro Jaltepetongo, donde algunas mujeres también colaboran en la fabricación y venta de pirotecnia (10%). El menor porcentaje corresponde a algunos oficios y sólo en un caso se trata de una profesionista -enfermera-.

En las familias rurales y pobres, es frecuente que las niñas y niños pequeños colaboren en trabajos que ayudan a los ingresos familiares. De los individuos menores Chispita entrevistados, el 24% sí colabora en trabajos con la familia, en su mayoría en el campo, en la venta de productos, en la elaboración de cohetes e incluso en trabajos de albañilería.

Atendiendo a las razones que los pequeños y las pequeñas tienen para ahorrar en las cajitas, la respuesta más recurrente fue la de guardar para tener dinero en el futuro, seguido de comprar cosas; aunque también se mencionó que el ahorro se usa para emergencias o que desconocen el destino del dinero ahorrado porque lo administra el padre o la madre.

Como resultado del taller sobre educación financiera, las niñas y niños pudieron distinguir entre deseos y necesidades. Aun cuando no conocían la diferencia, la mayoría dijo que destinaría el ahorro para su educación o para colaborar en la compra de alimentos; asimismo, identificaron claramente los deseos, al ver que el tema menos importante de su ahorro era la adquisición de juguetes.

Para complementar el tema de para qué ahorran, preguntamos a niñas y niños qué harían cuando pudieran retirar los dineros. La respuesta con el porcentaje más alto fue la compra de útiles escolares (26%), seguida de gastos de educación y otros, con el 14% cada uno. También hubo respuestas de adquisición de zapatos, con 17%; mientras que emergencias y juguetes fueron los menos mencionados, con 10 y 7%, respectivamente; un 12% mencionó no tener una razón específica para ahorrar, sino solo tener dinero.

Con la finalidad de identificar si las pequeñas y pequeños entrevistados tenían idea de lo que representaba ser Chispita y estar en la caja de ahorro, les preguntamos qué representaba serlo, y aunque más de la mitad dijo no saber, hubo respuestas interesantes, como que ser Chispita es aprender a ahorrar, es ser niños o niñas ahorradores, o que ello representa mucho orgullo.

Considerando que los niños y niñas ahorran en función de los recursos que les aportan sus ascendientes, les preguntamos cuánto dinero ahorraban a la quincena, según el esquema de la caja. El detalle se aprecia en la siguiente tabla.

 

 

La educación financiera es un tema cuyo aprendizaje bien puede iniciarse en casa; y aunque es considerada educación informal, la disciplina del ahorro en las personas adultas es una forma de permear estos hábitos en las niñas y los niños de la casa. A la pregunta de quién les inculcó el hábito del ahorro, las pequeñas y pequeños resaltaron la participación de las mujeres madres de familia, ya que la primera respuesta fue que la mamá fue quien les enseñó a ahorrar (67%). Sin embargo, a esta cifra podría sumarse la segunda respuesta, en la cual se menciona que papá y mamá enseñaron a ahorrar (24%); otras respuestas fueron que fue un familiar distinto -abuelos o tíos-, con 7%; mientras que la última mención, con un porcentaje mínimo, corresponde a la figura paterna como ejemplo de disciplina en el ahorro y como motivador para efectuarlo (2%), situación que pudiera deberse a que en su origen las cajas fueron dirigidas a la participación de las mujeres, y aunque su ingreso es abierto, los varones no figuran de manera relevante en las cajas; ésta pudiera ser a futuro una línea de investigación con enfoque de género, ya que para este trabajo no nos planteamos ese alcance. En el taller, los niños y niñas -en su mayoría- identificaron que el dinero no viene de los árboles ni que se los da el banco, sino que viene del trabajo de sus padres y madres.

Siguiendo con el tema de educación financiera, de las pequeñas y pequeños entrevistados, sólo ocho saben lo que significa que su dinero gane interés, y esos mismos ocho tienen claro que en la caja su dinero lo gana. Ellos explican de manera sencilla que ganar interés significa que el dinero que ahorran se hace más, por lo que cuando realizan el balance de la caja, les dan sus ahorros y algo más de dinero, que representa el interés ganado.

Una manera de enseñar a niños y niñas el hábito del ahorro es la participación de las personas adultas en esquemas de ahorro, como las cajas de la Fundación Ayú. Por esta razón, identificamos que en todos los casos el papá o la mamá del Chispita que participa de manera activa como socio o socia, y en algunos casos, como parte de los comités, en ambas cajas de ahorro de las personas adultas. Tal y como señalan Vargas-Rubilar y Arán-Filippetti (2014), la calidad de la parentalidad -entendida como las actividades que realizan el padre y la madre en el proceso de cuidado, socialización, atención y educación de los hijos e hijas-, es un factor que contribuye de manera significativa en su desarrollo cognitivo.

Castillo (2012) refiere que el ahorro es, entre otros, un elemento generador de previsión, ya que cuando se logra acumular una pequeña cantidad, los ahorradores y ahorradoras definen mejor qué quieren hacer con su dinero. Con mucha frecuencia ellos mismos establecen una finalidad para su ahorro, y aunque las personas pobres viven al día y, por lo tanto, no pueden planear el futuro, esta situación cambia con un mínimo ahorro. Esto no impide que ante una emergencia tengan que retirar el ahorro que pensaban utilizar en otra cosa; en otras palabras, el ahorro introduce una cultura de la planeación que incidirá en cómo satisfacer las necesidades más básicas, que de otra forma no serían cubiertas. Con este razonamiento, indagamos con los niños y niñas cuáles eran sus expectativas para cuando crecieran; 26 de ellos y ellas dijeron no saber; sin embargo, el resto manifestó querer tener profesiones tan diversas como antropólogo, criminóloga, doctora, ingeniero, licenciado, maestro, y en dos casos aspiraban a ser policías. Adicionalmente, 38 de los Chispitas afirmaron que sí esperaban terminar una carrera, mientras el resto señaló que no lo haría.

Los niños y niñas, además de ahorrar, tienen otras razones que fortalecen su gusto por estar en el grupo de Chispitas; para 15 de ellos, es una manera de ahorrar; pero otros, además de ahorrar, refieren que a veces salen a otros lugares, en las reuniones quincenales se divierten, aunado a que con cierta periodicidad la Fundación Ayú envía a las niñas y niños ahorradores cajitas de leche (imágen 1 y 2 ).

 

 

5. Conclusiones

Las cajas de ahorro influyen en la educación financiera que se impulsa en niños y niñas, ya que al predicar sus mayores con el ejemplo, desde pequeños observan la disciplina de las mujeres -y ocasionalmente de los padresde reservar cierta cantidad de sus ingresos y asistir a depositar su ahorro de manera puntual en las reuniones de las cajas; asimismo, en sus pláticas cotidianas escuchan hablar de los intereses que gana su dinero y de los que deben pagarse por concepto de los préstamos recibidos; en las familias se habla del destino que darán a los ahorros, o de la necesidad de ahorrar para enfrentar gastos como los escolares, enfermedades o emergencias; en este punto cobra relevancia la reflexión de Osorio y Aguado (2010), quienes mencionan que "el modelo bioecológico del desarrollo humano conceptualiza el desarrollo de niños y niñas con base en cuatro influencias en su entorno": la familia -microsistema-, seguida de las interacciones dentro de ese microsistema -mesosistema-; el tercer elemento es el llamado exosistema, referido al contexto social en que se desarrollan las familias; y finalmente, un cuarto nivel que incorpora un contexto social mucho más amplio.

Es en este esquema de interacción que los niños, niñas y adolescentes encuentran límites o estímulos para ser excluidos o incluidos en los diferentes sistemas. Este tipo de prácticas de ahorro genera un espacio de participación familiar, pues aunque el ahorro proviene de los padres y madres, se genera una actividad en común, pero también de manera individual, lo cual está en concordancia con lo señalado por Henao y García (2009), quienes mencionan que es en el entorno de la familia donde se inicia el establecimiento de prácticas educativas, que llegan a ser puntos de referencia para niños y niñas, logrando así estilos de socialización, desarrollo de competencias emocionales, aprendizaje de estrategias para afrontar diversas situaciones.

Finalmente, como señala Castillo (2012), una estrategia de ahorro específica puede convertirse en espacio de aprendizaje permanente, independiente del nivel escolar que se tenga, ya que la práctica lleva implícita una serie de valores que al paso del tiempo construirán una cultura no solo de ahorro, sino de participación, de legalidad, de rendición de cuentas, de confianza y corresponsabilidad.

En el tema de la inclusión de los niños y niñas, como menciona el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia, Unicef -por sus siglas en inglés- (2006), la exclusión de servicios y bienes esenciales, como la alimentación adecuada, la atención de la salud y la escolarización, afecta la capacidad de niños y niñas para participar en sus comunidades y sociedades, tanto ahora como en el futuro. Al igual que las dimensiones de la exclusión, existen factores que se superponen y se vinculan entre sí; cada uno de ellos agravando el siguiente, hasta que en los extremos algunos niños y niñas excluidos se transforman en invisibles cuando se les niegan sus derechos, cuando pasan completamente desapercibidos en sus comunidades, cuando no pueden acudir a la escuela o cuando están lejos del alcance de las autoridades debido a su ausencia en las estadísticas, en las políticas y en los programas.

Ante este panorama, es probable que la participación de niños y niñas en las cajas de ahorro pudiera ser un elemento de reducción del riesgo de que las pequeñas y los pequeños se vuelvan "invisibles" por la violación de sus derechos -que los excluye socialmente-, al incorporarse como socios con todos los derechos que eso representa, y con el reconocimiento que la sociedad de su comunidad les otorga. En este sentido, y siguiendo a Díaz (2010), la participación de los niños y niñas en las cajitas puede ser una posibilidad para que sean incluidos en los espacios de la vida social, teniéndolos en cuenta como actores con propuestas, que se integren con protagonismo en el contexto en que viven y les permita, como sugieren Gómez-Mendoza y Alzate-Piedrahíta (2014), convertirse en actores sociales -sujetos de pleno derecho-, rompiendo el adultocentrismo que ha prevalecido históricamente.

Fundamentamos el razonamiento anterior en que las niñas, niños y adolescentes pertenecen a un grupo poblacional que históricamente ha sido tutelado por la autoridad de los padres y madres, o por el Estado, asumiendo la idea de que son personas incapaces de tomar decisiones. Esta limitante, frente a las personas adultas, ubica a las niñas y a los niños como parte de los sectores más vulnerables de la población frente a la discriminación y el menoscabo de sus derechos, lo cual es aún más grave si se adicionan rasgos que contribuyen a la discriminación, como el hecho de no tener dinero, la apariencia física, la edad y el sexo, aunado a características intrínsecas de la región en que habitan, como haber nacido en un entorno con bajo nivel de escolaridad, o con presencia de etnias o lenguas distintas, lo que nos muestra un país desigual que forma ciudadanos y ciudadanas distintas por la única razón de haber nacido en cierta región geográfica.

Algunas recomendaciones que podemos sugerir para la operación de las cajas, es que se fomente la realización de pláticas o talleres para dar a conocer, o para robustecer, la información básica a los niños socios y niñas socias, como son los conceptos del interés devengado, el cálculo de sus alcances y la diferencia entre las tasas de interés que ganan sus ahorros frente a la que se cobra por los préstamos que se otorgan a partir de esos recursos ahorrados; esto podría considerarse como el inicio de una línea de investigación que aporte conocimiento sobre la importancia de la educación financiera y la infancia.

 


 

Notas

* Este artículo de investigación científica y tecnológica, del área Sociología, subárea Temas Especiales, se deriva de una investigación más amplia, denominada Microfinanzas, vulnerabilidad social y ahorro infantil. La estrategia de la Fundación Ayú en el municipio de San Francisco Jaltepetongo, Oaxaca, México. Con apoyo económico del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), realizado entre diciembre de 2013 y julio de 2014.

1 Referida la pobreza según los términos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, (Coneval) de México, que considera la definición de pobreza tomando como base las condiciones de vida de la población a partir de tres espacios: el del bienestar económico, el de los derechos sociales y el del contexto territorial. http://www.coneval.gob.mx/medicion/paginas/medici%C3%B3n/pobreza%202012/Pobreza-2012.aspx

2 La banca de desarrollo en México tiene como objeto fundamental facilitar el acceso al ahorro y financiamiento a personas físicas y morales, así como proporcionarles asistencia técnica y capacitación. http://www.cnbv.gob.mx/

3 Una tanda es una forma no institucionalizada de ahorrar dinero entre familiares, vecinos y vecinas, amigas y amigos, en la que una persona, la que administra, invita a sus conocidos a participar, rifa los números que regirán el orden de entrega del dinero acumulado y recoge el dinero, que puede ser con periodicidad desde semanal hasta mensual, para entregarlo al participante que corresponda. Este tipo de ahorro no genera ningún tipo de interés.

4 El tequio (del náhuatl tequitl, trabajo o tributo) es una forma organizada de trabajo en beneficio colectivo, que consiste en que los integrantes de una comunidad, deben aportar materiales o su fuerza de trabajo para realizar o construir obras comunitarias, como puede ser una escuela, un pozo, un camino, etcétera: https://chantiollinmx.wordpress.com/

5 Denominado así por la Fundación Ayú, Compadre son los Comités para el Desarrollo Reivindicador y están integrados por todas aquellas personas que realizan o participan en proyectos productivos, sociales o culturales.

 


 

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    Referencia para citar este artículo: Arcos-Medina, G., Zapata-Martelo, E. & Hernández-Romero, O. (2016). Ahorro infantil: "Chispitas"-Estrategia para combatir la pobreza, Fundación Ayú, Oaxaca, México. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 14 (1), pp. 369-383.


 

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