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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715X

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.15 no.1 Manizales jan./jun. 2017

https://doi.org/10.11600/1692715x.1512404072015 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

DOI: http://dx.doi.org/10.11600/1692715x.1512404072015

 

Subjetividad política: intersectaciones afrodescendientes*

 

Political Subjectivities: Afro-descendent Intersections

 

Subjetividade Política: Intersecções afrodescendentes

 

 

Adriana Arroyo-Ortega1, Sara Victoria Alvarado2

 

1 Profesora-Investigadora de la Universidad de Manizales y del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano-Cinde, Colombia. Administradora en Salud, Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la alianza Universidad de Manizales - CINDE. Profesora-Investigadora de la Universidad de Manizales y del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano- Cinde. Correo electrónico: adriana.arroyo.ortega1@gmail.com

2 Directora del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud del Cinde-Universidad de Manizales, Colombia. Psicóloga, Doctora en Educación Nova University-Cinde. Directora del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud Cinde-Universidad de Manizales, Colombia. Coordinadora de Centros miembro Clacso en Colombia. Correo electrónico: s.v.alvarado.s@gmail.com

 

 

Artículo recibido en abril 7 de 2015; artículo aceptado en septiembre 1 de 2015 (Eds.)

 


Resumen (descriptivo):

En el presente artículo recogemos algunos hallazgos sobre la subjetividad política tomados de una investigación doctoral que se encuentra en curso y que explora la narración de una mujer joven afrodescendiente que, en su acción en un colectivo de la ciudad de Medellín, interroga las prácticas cotidianas de exclusión y precisa los intereses que en su lugar de ubicación ha venido desarrollando. En un primer momento, avanzamos sobre la subjetividad política mediante la reflexión que algunos investigadores e investigadoras han realizado al respecto en relación con lo expresado por esta mujer joven en su acción política, articulado posteriormente con una profundización sobre las implicaciones de la expansión de la subjetividad política de las mujeres jóvenes afrodescendientes, para finalizar con unas líneas conclusivas.

Palabras clave: Política, mujer, grupo étnico (Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco).

Palabras clave autoras: Subjetividad política, afrodescendientes, mujeres, jóvenes.

 


Abstract (descriptive):

This article presents findings on political subjectivities that are taken from ongoing doctoral research based on the narration of a young afro-descendent women. Through her action in a collective in the city of Medellin, interrogates the daily practices of exclusion and highlights the interests that are developed in these situations. This research develops the idea of political subjectivity based on the reflection of some researchers in relation to what has been expressed by this young woman through her political actions. This is later articulated with an in-depth analysis of the implications of the expansion of political subjective among afro-descendent female youth, ending with conclusions taken from this research.

Key words: Politics, woman, ethnic group (Unesco Social Sciences Thesaurus).

Authors key words: Political subjectivity, Afro-descendants, women, youth.

 


Resumo (descritivo):

O presente artigo apresenta algumas conclusões sobre subjetividade política retomadas de uma pesquisa de doutorado ainda em curso, a partir da narração de uma joven mulher afrodescendente que desde sua participação em um coletivo da cidade de Medellín questiona as diversas práticas diárias de exclusão e identifica com precisão intereses que desde sua localização vêm se desenvolvendo. A primeira parte da pesquisa, avança sobre a subjetividade política a partir da reflexão que alguns pesquisadores têm feito em relação ao que foi expressado por esta jovem desde sua paticipação política. Em seguida, articula-se com um aprofundamento sobre as implicações da expansão da subjetividade política de mulheres jovens de ascendência africana finalizando com algunas linhas conclusivas.

Palavras-chave: Política, mulher, grupo étnico (Thesaurus de Ciências Sociais da Unesco).

Palavras-chave das autoras: Subjetividade política, afrodescendentes, mulheres, jovens.

 


 

1. Introducción

 

La subjetividad política ha sido eje de las reflexiones del Centro de estudios avanzados en niñez y juventud, especialmente desde la línea de investigación, socialización política y construcción de subjetividades, y se constituye en un modo de ser, de construir la vida en común, lo que, como lo plantean Alvarado, Ospina-Alvarado y García (2012, p. 236) "es una categoría relativamente reciente en su conceptualización que aun forma parte de debates" que abre posibilidades a la reflexión y a ciertos aportes, pero también se configura en un terreno de construcción movediza que precisa ser interpelada y puesta en diálogo desde los lugares geopolíticos de enunciación de actores sociales concretos, quienes significan y dotan de sentido su acción política cotidiana.

Desde el lugar de ubicación de las mujeres jóvenes afrodescendientes se presentan puntos críticos para enfrentar las cuestiones vitales y la construcción de proyectos políticos y éticos, que reconozcan los escenarios de colonización y discriminación aún existentes, con objetivos concretos de superación de los mismos, en lo político y en la descolonización propia que se rearticula con la emancipación que se lleva a cabo.

El análisis preliminar sobre el que construimos este artículo se desarrolla a partir de una entrevista exploratoria generada con Yacila1, una joven afrodescendiente que forma parte de un colectivo del municipio de Medellín en Colombia, y alrededor de la cual consideramos que era necesario el análisis de su narrativa, desde el contexto en que ésta se produce, retomando lo que al respecto esboza Arfuch (2010, p. 84):

    En la diversidad de géneros, soportes y registros, el espacio biográfico aporta asimismo a una corriente de valoración de la narrativa como consustancial a la reflexión filosófica. Para Richard Rorty, por ejemplo, la pluralidad de las narrativas, en tanto amplían el conocimiento de los otros -y por ende, del sí mismo- tienen un papel preponderante en la afirmación de nuevos parámetros articuladores del lazo social.

Asimismo, la narración de historias, de experiencias, opera desde el lugar histórico, social, cultural, desde el que nos encontramos, y se constituye en una forma de resignificar lo vivido, de encontrarle nuevos sentidos y de autocrear el propio mundo. La narrativa de Yacila se establece como una posibilidad para generar escenarios de reflexión sobre la subjetividad afrodescendiente y desde el reconocimiento de las condiciones materiales de la subjetivación, del espacio y lugar en que dicha narrativa se produce y cómo esta puede dialogar e interpelar la teoría sobre la subjetividad política.

 

2. Subjetividad política: Interlocuciones

Pensar desde la ubicación de un país como Colombia que se encuentra intersectado por procesos de diferencia colonial y realidades complejas que interrogan los espacios epistemológicos y políticos, se constituye en un desafío, especialmente cuando la reflexión se realiza desde una categoría acuñada de manera relativamente reciente, como es el caso de la subjetividad política.

Al respecto, para Alvarado, Ospina, Botero y Muñoz (2008, p. 26)

    El que la categoría sujeto esté saturada de discurso, y por tanto las maneras de nombrarla estén gastadas, no quiere decir que no existan individualidades y formas de interacción entre ellas que necesiten ser "re-nombradas", resignificadas, atendiendo más a sus propias realidades que a las abstracciones formales enunciadas desde los ideales de perfección de la modernidad.

En esa medida, acercarse a las realidades concretas de los sujetos situados con los que compartimos el mundo implica encontrarse con ellos desde sus propias maneras de nombrarse, de mirarse a sí mismos, que no están ancladas a las precisiones teóricas del sujeto unitario moderno, sino que transitan en la contingencia, la contradicción y la pluralidad, como bien lo concibe Yacila:

    (…) yo creo que soy un poco de cosas, sí, yo soy un poco de cosas porque a veces me miro y yo digo que yo soy una persona tan diversa que yo no podría definirme como algo y ya, o sea, yo podría decir que soy una mujer fuerte; también podría decir que soy una mujer débil (risas), sí, porque en ocasiones me siento muy débil; podría decir que soy una mujer inteligente, en otros momentos podría decir que no soy tan inteligente, que me dejo arrastrar más por las básicas pasiones humanas que por la inteligencia, el conocimiento, no sé… (Comunicación personal Yacila, 2015).

El ser desde la multiplicidad, desde la pluralidad de voces, sentidos y deseos que se conectan y que hacen que Yacila se sienta diversa, fuerte y débil a la vez, habla precisamente de las coordenadas propias, de formas de vida, de subjetividades más flexibles que rompen los marcos de homogenización, de la unidad racional del sujeto, configurando desplazamientos diversos en las relaciones que se establecen en las sociedades contemporáneas.

    De esta manera Alvarado et al. (2008) consideran que lo central es:

    Recuperar o activar el sujeto, pero no el sujeto cartesiano, sino los sujetos en su enteridad: los sujetos con su conocimiento, con su capacidad de pensar críticamente, con su capacidad de nombrar y lenguajear el mundo, con sus emociones y sentimientos para involucrarse en el destino de los otros y con su voluntad personal para enfrentarse a su propio yo, para actuar con otros, por otros o para otros, para romper los muros de la vida privada y encontrar sentido en la construcción política en los escenarios públicos en los que pueda jugar la pluralidad como acción y como narrativa, de lo que nos diferencia y de lo que nos permite reconocernos como comunidad de sentido (p. 30).

Esto implica ante todo una transformación de la sensibilidad y una ampliación de lo que consideramos como subjetividad, incluyendo en ella las posibilidades estéticas, éticas, políticas y afectivas de los sujetos. Sujetos de carne y hueso, localizados y corporizados, no sujetos en abstracto, sujetos históricos con potencialidades y opacidades.

Consecuentemente se hace necesario reflexionar sobre los puntos de encuentro que se configuran en torno a la subjetividad política y que no están sólo en lo teórico, que se generan en las formas de vida, en las conexiones entre los distintos grupos humanos, en las posibilidades localizadas y territorializadas de los sujetos concretos, coincidiendo en que:

    …pensar la subjetividad es un desafío vital: implica reconocernos capaces de configurar mundos posibles y de transformar el que habitamos, esto es, proyectar nuestras acciones en aras de construir un mundo más humano en el que podamos vivir y que podamos heredar a las generaciones futuras (Ruiz & Prada 2012, p. 3).

Esto tiene una gran importancia ante la complejidad de los problemas sociales y las crisis políticas y ecológicas a escala global, pero también la espiral de violencia que la propia sociedad colombiana históricamente ha vivido.

Yacila lo tiene claro al retomar la experiencia de Ana Fabricia Córdoba2, desde la violencia que le tocó a esta líder afrodescendiente atravesar y cómo se encontró en medio de un conflicto armado que casi extermina a su familia:

    Las afecciones que ella veía en su vida las veía más en el sentido de ser una mujer campesina y pobre, que había quedado como cruzada ahí dentro de ese conflicto armado entre Estado y agentes, digámoslo paraestatales, y entonces en ese sentido ella se enunciaba desde ahí, desde una víctima más del conflicto y que como mujer de pronto se sintió un poco más vulnerada, en la medida que no sufrió ella sólo desde su cuerpo sino que también padeció por ejemplo, la pérdida de sus hijos (Comunicación personal Yacila 2015).
Las subjetividades políticas de mujeres como Ana Fabricia que se constituyen en testimonio para otras mujeres, han estado atravesadas en Colombia, en muchos casos, por las huellas del conflicto armado que se ha exacerbado de manera particular en ellas, en los indígenas y afrodescendientes, como lo refiere el Grupo de Memoria Histórica (2013, p. 22).
    En el centro de la violencia, como lo demuestran los informes de Bojayá, el Cauca y Bahía Portete, está también la disputa por los territorios, que incorpora no solo a las comunidades campesinas, sino a las comunidades indígenas y afrodescendientes. Además de haber sido víctimas de las acciones de despojo, estas comunidades han sido lesionadas por el uso ilegal y arbitrario que actores armados e inversionistas extranjeros y nacionales han hecho de sus territorios. A pesar de los derechos que estas poblaciones tienen sobre sus territorios y que han sido consagrados constitucionalmente, los actores del conflicto han desplegado intervenciones (legales e ilegales) sobre ellos, violentando dramáticamente sus condiciones de existencia.

Y es desde este contexto en el que las comunidades, los líderes -mujeres y jóvenes-, siguen resistiendo y realizando su acción política, defendiendo sus derechos, buscando justicia, intentando nuevas formas de vida individual y colectiva. Por esto retomamos al respecto la perspectiva de Díaz (2012, p. 336), quien considera que:

    Pensar la subjetividad política implica dos desplazamientos, uno: un desplazamiento para repensar la categoría de la política (Díaz, 2007b, 2008), para que esta no sea solo la parte procedimental para concretar formas de gobierno, sino que sea asumida incluso como el ejercicio "del poder en los ámbitos de la vida cotidiana" y, segundo, relacionarla con la categoría de lo político (Díaz, 2003) que asume un potencial distinto en cuanto ya no es lo procedimental, sino lo procesual. Lo político es lo que podemos llegar a trabajar dentro de los procesos de subjetivación política, estos no se hacen sobre los procesos de la política, sino de lo político.

Trabajar lo político es el enlace clave que de manera colectiva vienen haciendo los grupos organizados como la Ruta Pacifica de Mujeres, Son Bata, o muchos otros que en el municipio de Medellín, en medio de las múltiples violencias y desde el dolor que éstas les han generado, vienen haciendo ingentes esfuerzos por una mejor sociedad y por lograr puntos de inflexión desde las reivindicaciones colectivas. El carácter reflexivo de la acción y el pensamiento que éstos y otros movimientos sociales están tratando de forjar, constituye una respuesta a los escenarios de modernidad radicalizada y entretejida con el conflicto armado que están teniendo que enfrentar en los distintos lugares de Colombia, y en el cual las subjetividades políticas emergen desde lo relacional y lo emocional, desde las experiencias de sufrimiento y resistencia. En este sentido, Díaz cree necesario

    Repensar alternativas de investigación cualitativas que permitan capturar las formas como se expresa la subjetividad política y reconocer que ésta no es una categoría fundante, única y aislada, sino que tiene que ser integrada, como por ejemplo, con la producción teórica existente sobre lo político desde donde se reconoce que éste tiene una dimensión de emoción. Es decir, se deben hacer nuevos entramados conceptuales para pensar la subjetividad política (Díaz, 2012, p. 336).

Lo anterior involucra para los investigadores e investigadoras retos importantes, pero además exige nuevos caminos de la reflexión que retomen lo hasta ahora construido, explicitando la importancia de lo afectivo, de lo emocional, en la configuración de lo político y en los entornos cotidianos que habitamos, como lo expresa Yacila al hablar de Ana Fabricia como un referente para su actuación:

    "Ana Fabricia Córdoba era una lideresa del movimiento de mujeres acá en Medellín, era una mujer afrodescendiente, pero ella no se enmarcaba dentro de la lucha de los procesos étnicos, sino más bien que estaba como dentro del discurso de la lucha por los derechos humanos y los derechos de las mujeres; esas eran como sus banderas principales, sino que para mí y para nosotros como movimiento afro, ella es un referente muy importante porque si bien ella no estaba, o su bandera de lucha no estaba… digámoslo, metida o limitada dentro del movimiento afro, ella conocía los procesos, conocía la gente y la gente la conocía a ella, solo que ella, digámoslo, tenía una forma diferente de pensarse las cosas y entender las desigualdades o de pensar la desigualdad teniendo en cuenta como lo había vivido" (Comunicación personal Yacila, 2015).

Es la vida con su potencia, con su opacidad, el lugar desde donde se establecen las luchas políticas en el país. La acción política, su discursividad, está directamente enmarcada en las afectaciones, en la afectividad, en la emoción, en la pasión y el compromiso con la transformación. Consiguientemente coincidimos con Díaz en la búsqueda de nuevas formas de acercarnos a la subjetividad política, pero también con Alvarado et al. (2008), cuando proponen que el despliegue de la subjetividad política implica la potenciación y ampliación de las tramas que la definen: su autonomía, su reflexividad, su conciencia histórica, la articulación de la acción y de lo narrado sobre ella, la negociación de nuevos órdenes en las maneras de compartir el poder, y el reconocimiento al espacio público, como juego de pluralidades en las que los sujetos se reconocen como iguales en cuanto humanos, en cuanto hombres o mujeres que comparten múltiples condiciones identitarias, pero que al mismo tiempo se descubren como diferentes en cuanto es particular su apropiación biográfica de los sentidos compartidos. Es decir, acercarnos a la subjetividad política desde el reconocimiento de lo afectivo, la pasión y la emoción, no implica desconocer las otras tramas que la configuran.

En esa medida es necesario entender que las subjetividades políticas también se expanden cuando se encuentra el compromiso político de otras personas, que a pesar de las dificultades que les ha impuesto la propia existencia lideran procesos sociales desde la cotidianidad de la vida, como sugiere Yacila que lo hizo Ana Fabricia:

    Por ejemplo, uno busca en Internet en YouTube los videos sobre ella y cuando oye a una mujer hablando en los términos que ella habla, diciendo pues que es una mujer que no ha tenido mayor educación, una mujer pobre, humilde, sin educación, pero berraca, con mucha fuerza y que no se deja intimidar, y cuando llama, pues, a la gente, a decirle que como que la muerte no es el límite… ¿no? Que a uno, que en el camino, pues, uno puede perder a mucha gente, pero no se puede perder como la fuerza, ¿cierto?, el deseo de hacer las cosas que uno quiere hacer (Comunicación personal Yacila, 2015).

No perder la fuerza, no perder el deseo de generar otros mundos posibles en los que prime la justicia y la equidad -incluso ante la amenaza de muerte-, y constituirse en actores sociales críticos frente a los nuevos problemas y las antiguas exclusiones, forma parte precisamente de las búsquedas de sujetos y colectivos que se enlazan ante las diversas aniquilaciones que los constriñen, como las del conflicto armado o la globalización localizada.

Lo anterior se conecta con lo que expresa Piedrahíta (2009, p. 1715), quien considera que

    La subjetividad política es entendida fundamentalmente como experiencia de poder y deseo en las mujeres, constituida a partir de la des-identificación y desterritorialización de los lugares asignados de género, y expresada en una revolución cultural que desborda los marcos falocéntricos instituidos.

Y esto es de gran importancia porque precisamente muchas de las personas que forman parte de los movimientos organizados en pro de distintas luchas sociales en el país, están conformadas por mujeres, mujeres que resignifican su existencia a pesar del dolor, de la muerte de sus seres queridos; mujeres afrodescendientes como Ana Fabricia, cuyo crimen aún sigue impune, invisible en la lógica patriarcal violenta que asola los territorios y los cuerpos en el país, eternizando los raciocinios binarios violentos, de construcción de alteridades en las que las mujeres terminan siendo en la gran mayoría de los casos subordinadas, estigmatizadas y utilizadas, vulneradas en los marcos del conflicto armado y por fuera de él.

Las interlocuciones necesarias en torno a la categoría subjetividad política se suscitan entonces en términos étnicos, de género y generación, como intersectaciones que propician abordajes más situados, singularizados y divergentes frente a los modos más unitarios u homogéneos de concebir la misma, y que se hace necesario seguir investigando y reflexionando.

 

3. Subjetividad política: Desde la localización como mujer afrodescendiente

Retomar entonces los ejes de las intersectaciones propuestas y desarrollar el escenario del género o lo étnico en torno a la reflexión sobre la subjetividad política, se corresponde con la forma en que las mismas mujeres afrodescendientes se han abocado a la esfera pública y han comenzado a generar liderazgos que interpelan y ponen de alguna manera en crisis, los mecanismos convencionales de representación política que en muchos casos las excluyen. Precisamente éste fue uno de los asuntos claves que, desde su experiencia como mujer campesina desplazada y su propio quehacer, interroga Ana Fabricia, generando otros espacios de aparición que propician que sea a partir de ella, de lo que para Yacila es su testimonio y ejemplo de acción política, que reflexione sobre las situaciones de discriminación que los afrodescendientes viven y la necesidad de ubicación al respecto:

    Si uno sigue volviendo al tema y lo convierte en el centro de su vida, es porque sí sabe que las cosas funcionan mal en su gran mayoría por eso, por la gran división que hay socialmente y más que socialmente diría yo que en la humanidad, por esas concepciones todavía que tenemos de que habemos unos que somos superiores y otros que somos inferiores porque unos que somos más claritos y otros somos más cafecitos. ¿Si me entendés? (Comunicación personal Yacila, 2015).

Aparecen asuntos como el poder, la diferencia y el cuerpo como referentes centrales en el abordaje de la subjetividad política que no pueden ser desconocidos, pero que propician además que esta categoría también pueda ser pensada desde la intersección étnica que ponga en escena -como lo presenta Yacila- las relaciones de poder asociadas a la misma, las condiciones de exclusión y subalternización que por el color de piel se han generado en muchos espacios sociales, cercanos y lejanos, históricos y contemporáneos. Sobre esto vale la pena retomar lo que precisa Piedrahíta: "(…) mujeres y hombres no se subjetivan de cara a un sujeto universal, sino en referencia a corporalidades con sexualidades y experiencias particulares" (2009, p. 1720). Y esas experiencias están atravesadas por el género sin duda, pero también por lo étnico, que en muchas ocasiones dejan a las mujeres afrodescendientes en escalas de exclusión cada vez más fuertes, fagocitadas por las estructuras de poder contemporáneas que observan con menosprecio su lugar en el mundo, sus cosmogonías o formas de encuentro cultural.

No obstante, y como forma de resistencia a las diversas prácticas de opresión, surge la acción política y la expansión de la subjetividad política de las mujeres como forma de encuentro, generando alternativas de interlocución crítica desde sus propios lugares de ubicación, como los que desde colectivos como Somos Cimarrón o el colectivo de mujeres del Cepafro, por mencionar algunos, se viene generando.

Al respecto, Alvarado et al. (2008, p. 31) proponen precisamente la subjetividad política directamente relacionada con la acción cotidiana de los sujetos:

    La subjetividad política se realiza finalmente en el campo del actuar, de la existencia en la vida cotidiana que deviene mundo y deviene en el mundo; actuar entendido como acción vivida y narrada, como prácticas humanas y sociales que son siempre con otros para el logro de lo construido, "sentido común" que siempre es plural.

Una acción política que se entrecruza con las experiencias de violencia en el marco del conflicto armado, en el cual, según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (2016), el total de víctimas identificadas suman a la fecha 7'902.807 personas, de las cuales 3'678.511 son mujeres y niñas, que en muchos casos no solo soportan las violencias reiteradas de los actores armados sino también las de las instituciones que deben protegerlas o brindarles justicia, quedando en impunidad las vejaciones sobre sus cuerpos, sexualidades y derechos, sobre sus vidas; generándose un tipo de violencia cada vez más despiadada contra las mujeres que se centra de manera particular en las indígenas y afrodescendientes. En el caso de estas últimas, el informe del Proceso de Comunidades Negras (PCN, 2012) explicita:

    Los roles de las mujeres afrodescendientes, determinados cultural y socialmente, se han transformado dramáticamente poniéndolas al centro de las acciones e impactos de la guerra, como líderes, como armas para desmovilizar y ejercer control a través de la violencia sexual, como principales proveedoras y cabeza de la familia y como referentes de resistencia. A pesar de que ha sido ampliamente reconocido que son las más afectadas por todos los factores que impactan negativamente la vida y los territorios afrodescendientes y, a pesar de sus valientes acciones de resistencia y autoprotección, su situación y su lucha todavía continúan a la sombra (p. 2).

El contexto de violencias en el marco del conflicto armado y por fuera de él, lleva en muchos casos a las mujeres -las que han sido víctimas o las que a partir del sufrimiento de otras son compelidas a actuar-, a generar cuestionamientos sobre los espacios de crueldad hacia ellas y sobre las indiferencias sociales y estatales que las permiten, generando pensamiento propio desde la heteronomía, lo que resuena con lo expresado por Alvarado en conversación con Díaz:

    Requerimos de una trama que articule la autonomía del pensamiento -en cuanto pensar por sí mismo independiente de todos estos marcos ideológicos y valorativos de las sociedades y de las culturas- con una profunda heteronomía ética. Donde pensarme sólo es posible si al mismo tiempo estoy pensando en y al otro como alguien distinto a mí. Otro que tiene una historia, una biografía y unos intereses que incluso pueden estar en contradicción con los míos (2009, p. 135).

Esto explicita cómo entonces la subjetividad política se teje desde la alteridad, la diferencia y la importancia del pensamiento propio, de la ética en un contexto adverso como el que en muchos casos en Colombia y otros mujeres afrodescendientes. Luego, en estos enclaves es vital tener pensamiento propio, pensar la diferencia no exclusivamente como un asunto que habita los otros, sino como algo que está también en nosotros y nosotras, en nuestros propios espacios; enunciarlas y empezar a articular su potencial reconociendo la singularidad de cada una de las posiciones de sujeto con las que se interactúa, lo que se constituye en un desafío ético y político de cara a las necesidades y transformaciones de las sociedades contemporáneas, especialmente en contextos de exclusiones asociadas a la raza, al género, a la clase o situación socioeconómica y a intensas violencias como las que en muchos casos se generan en América Latina, y para este caso particular en Colombia, donde sólo en los meses de enero y febrero del 2015, por poner un ejemplo y según el Instituto de Medicina Legal, se reportaron las muertes de 126 mujeres. Desde ahí concibe Yacila la importancia de su acción política:

    (…) uno no puede pretender hacer una lucha de clases sin hacer también una lucha de género, hacer una lucha étnica porque hacemos, damos una pelea así grandísima por las desigualdades de clases ¿y lo otro qué? O sea, ¿cómo vamos a superar las desigualdades de clase cuando todavía hay otras desigualdades que están ahí también subyacentes? (Comunicación personal Yacila, 2015).

Esta pregunta de Yacila por las distintas desigualdades habla precisamente de la necesidad de avanzar en la interseccionalidad, como lo establece Lugones (2008), ya que muchos de los movimientos sociales no se piensan sus luchas en categorías monolíticas homogenizantes sino que interrelacionan distintas maneras de construcción, reflexión y acción, que pueden relacionarse con la necesidad en lo cotidiano de la apertura de una subjetividad política que se pregunte por el otro sujeto, por sus posibilidades, alegrías y tristezas, por las inequidades existentes, por las luchas necesarias para superarlas; una subjetividad política que trascienda el cuidado, el debate y la creación de acuerdos, pero que también se pregunte por el poder, porque, como explica Alvarado entrevistada por Díaz,

    (…) asumir la subjetividad política, y al mismo tiempo reflexionar sobre el poder, sobre las formas como el poder circula. Cuando uno se pregunta ¿de qué está hecho lo político?, se puede responder: está hecho de poder. Este se juega totalmente en lo político. Entonces, creemos que la discusión sobre la subjetividad política pasa por una reflexión importante sobre el poder (2009, p. 137).

Un poder que configura nuevas realidades, que es potencia y permite emergencias, que se produce con otros y otras. Y es que el poder, la circulación del mismo, aparece como eje de las posibilidades políticas de las subjetividades emergentes, pero también como articulador de narrativas sociales y experiencias concretas que asumen los cuerpos, los sujetos, frente a estatutos de discriminación racial, sexual y corporal, como le ha tocado vivir a Yacila, según lo narra ella misma:

    Yo siempre desde pequeña he tenido algo claro y es que el color de mi piel ha afectado toda mi vida. Por ejemplo, cuando yo estaba en el colegio, en la escuela yo veía amiguitas que eran mestizas y yo las veía y yo no sentía que ellas fueran más bonitas que yo, pero sentía que la gente las veía más bonitas que yo, porque eran mestizas y porque yo era negra, ¿cierto? Entonces muchas veces deseaba y yo creo que eso nos ha pasado a todas en el colegio y en la escuela, deseaba ser mestiza o ser blanca; decíamos en esa época, yo quería ser blanca, porque sentía que si era blanca era más bonita (Comunicación personal Yacila, 2015).

Ser blanca, como escenario de un poder en el que los cuerpos no se sientan excluidos, anhelando formar parte del ideal de belleza existente; cuerpos que se encuentran por fuera de la estética dominante y son asumidos entonces por otras personas como menos bellos, y que por lo tanto sufren ataques directos y simbólicos ya que, como lo expone Rodríguez (2011, p. 155)

    (…) bajo la bandera de la democracia las jerarquías de raza y género bajo la presunción de blancura asumida por los hombres colonizados en ese pacto con los colonizadores que oprime a las mujeres en las colonias, como bien han señalado María Lugones, Brenny Mendoza y otras feministas latinoamericanas, y que a su vez es una blancura apropiada en nuestros países también por mujeres en detrimento de la participación y validación de la experiencia de las que no lo somos.
Analizando estas experiencias desde la colonialidad del ser (Maldonado, 2007), es importante generar cuestionamientos a los escenarios de reproducción capitalista de la blanquitud colonial que subalternizan no solo los saberes sino a los seres humanos que encarnan desde su color de piel la diferencia; y cómo propiciar desde la expansión de la subjetividad política la pluralización y comprensión de las otredades en los territorios concretos, rurales y urbanos en Colombia y América Latina, sin caer en las dicotomías propias del pensamiento colonial.

Vale la pena que estas experiencias de las mujeres afrodescendientes sean incorporadas y reflexionadas desde la subjetividad política como categoría, reconociendo las tramas diversas que esas condiciones de recrudecimiento de las exclusiones asociadas a la raza y al género, generan en la vida de las mujeres afrodescendientes o indígenas, en las que lo biográfico, lo narrativo y la acción política aparecen como la posibilidad de reconfiguración, de enunciación en el mundo, de vivir y a la vez pensarse un porvenir en el que los sueños colectivos de transformación sean posibles, pero sin que esto implique el establecimiento de un ellos y un nosotros, ni la exacerbación de las diferencias como formas peyorativas de separación, sino el centrarse en la desinstalación de las lógicas que las constituyen y reproducen.

Esto implica que la subjetividad política, su expansión:

    También pasa por fortalecer afectivamente la forma como el sujeto desde su cuerpo, su sensibilidad, su posibilidad de querer y ser querido en el mundo. Si soy capaz de reconocerte como distinto, tengo la posibilidad de empezar a crear formas de comunicación para explicitarme, exponerme, abrirme ante ti, abrirte mi mundo, mi historia, mi biografía, mi presente, mis anhelos, y ser capaz de interactuar intersubjetivamente con tu historia, tus anhelos, tu presente. Ahí se configura el potencial de creación. Estoy hablando de cómo aprender a comunicarnos, cómo construir esas estrategias de comunicación que vayan más allá de la instrumentalización en que se ha convertido este proceso de encontrarme con otro (Alvarado entrevistada por Díaz, 2009, p. 139).

Entender entonces estos llamados de las subjetividades políticas atravesadas por las marginalizaciones sociales construidas, a partir de configuraciones artificiales asociadas a la raza o al género, implica preguntarse por estas subjetividades singulares en los marcos de una politización de la diferencia que no explicita las desigualdades existentes y los actos de discriminación como parte de los paradigmas desarrollistas, imperialistas y eurocéntricos, sino como acciones aisladas de unos cuantos, sin interpelar los procesos educativos y culturales existentes que hacen que el racismo y la instrumentalización de los otros sujetos siga imperando en las prácticas cotidianas:

    (…) entonces, si bien mucha gente es consciente de sus actos racistas y los hace con toda la alevosía del caso, hay otra gente que no, hay otra gente que simplemente, que responde como a una lógica que tiene incorporada, ahí como una especie de chip, porque eso desde chiquitos, en la televisión y en todas las partes dijeron que los negros eran como bruticos, como más feítos, como perezositos, como… y por más que traten de cambiar eso, le sigue a mucha gente… todavía le hace como mella ahí en su psique, es el simple hecho de que alguien le guste tener amigos negros y recochar con amigos negros, pero no concibe la posibilidad de tener una pareja que sea negra (Comunicación personal Yacila, 2015).

Este tipo de racismo específicamente relacionado con las posibilidades de vinculación emocional, afectiva y sexual, que trasciende los encuentros fugaces y que se configura como una forma de exclusión reiterada en muchos casos, se centra de manera particular en las mujeres afrodescendientes, como lo expone Hill-Collins (2012, p. 107): "Todas las mujeres afroamericanas hacemos frente a retos similares que resultan de vivir en una sociedad que histórica y cotidianamente atenta contra las mujeres de ascendencia africana" y que se configura como una violencia estructural que se intersecta, en el caso de las mujeres jóvenes afros, con las que además sufren violencia por su condición juvenil, sobre lo cual Aguilar- Forero y Muñoz (2015, p. 1023) han reflexionado:

    La violencia estructural, en contraste con la autoinfligida y la interpersonal, tiene la particularidad de contar con profundas raíces históricas y altísimos niveles de naturalización, como es el caso de la violencia simbólica, la violencia de género, o la violencia económica y sociopolítica que ha sido constitutiva de la construcción de democracias restringidas como la colombiana.
Lo anterior da cuenta de que aún vivimos en democracias restringidas, sociedades coloniales en las que se mantiene la equivocada premisa de la superioridad blanca, el desprecio o desconocimiento de lo afro y la exclusión reiterada pero aparentemente sutil de las subjetividades afrodescendientes y de los cuerpos que las encarnan; sociedades que disponen unos modos de relacionamiento que pueden ser muy hostiles y que desde edades muy tempranas están configurando las vidas de las niñas y mujeres afrodescendientes que son objetivadas en un racismo cotidiano, subterráneo, simbólico, que se entrecruza con las prácticas patriarcales que aun también existen en las estructuras sociales latinoamericanas.

Prácticas racistas y patriarcales estructurales que configuran antiguas y nuevas formas de violencia, que han afectado aspectos principales de la historia moderna, que intersticialmente despliegan su accionar, coincidiendo con lo que Segato (2014) ha denominado pedagogías de la crueldad, y que Yacila ha comenzado a reconocer desde su experiencia concreta y corporizada como aspectos diferenciales de las afectaciones que deben afrontar las mujeres afrodescendientes:

    (…) las afecciones de una mujer afrodescendiente nunca son las mismas, o por lo general no son las mismas de una mujer mestiza, porque si bien una mujer mestiza tiene, digámoslo, algunos inconvenientes en diferentes espacios sociales, a la mujer negra esos inconvenientes normalmente se le multiplican porque es una mujer negra, porque si algo tengo yo claro y eso sí no me lo quita nadie, es que lamentablemente dentro de las sociedades a las mujeres negras no se les ve con los mismos ojos que ven a una mujer mestiza (Comunicación personal Yacila, 2015).

El ser vistas de manera diferente en el espacio social no es un asunto menor, configura prácticas de visibilidad-invisibilidad que estructuran las maneras socialmente aceptadas de aparecer o no hacerlo en lo público, espacios en muchos casos vedados a las mujeres en general y a las afrodescendientes particularmente. Patricia Hill-Collins lo retoma bien cuando explica que "Nos topamos con prácticas sociales que nos colocan en peores viviendas, barrios, escuelas, trabajos y trato público y esconden esta consideración diferencial tras un despliegue de creencias comunes sobre nuestra inteligencia, los hábitos de trabajo y la sexualidad" (2012, p. 108).

Por ello es importante reflexionar alrededor de las implicaciones de la racialización de los sujetos y de cómo se entrecruzan el racismo, el sexismo y el patriarcado, dado que los sujetos racializados son vistos e imaginados de formas distintas al resto de la población, pero además y como lo explicaba la líder hondureña y defensora ambiental Berta Cáceres, asesinada en marzo de 2016 y citada por Gargallo (2014, p. 77),

    Creo que cuando entendemos que no sólo nos enfrentamos al capitalismo, al racismo, sino que también hay que ado, es cuando realmente vemos como estamos en el desarrollo organizativo y en el camino hacia la dignidad humana, porque yo pienso que si no concebimos y no comprendemos eso, no puedo entender cómo se puede desarrollar la dignidad humana en este planeta.
De este modo, la sexualidad aparece precisamente como un campo en el que la visión social sobre las mujeres afro se ha centrado desde las consideraciones racistas y patriarcales, estableciendo categorías monolíticas que las ubican como cuerpos frágiles, racializados que enfrentan cotidianamente formas sexualizadas de violencia. Los recorridos geopolíticos y afectivos de las mujeres afrodescendientes están vinculados a las vivencias particulares, a las singulares experiencias que cada una ha tenido; lugares de intersección, de "corpobiografías atravesadas por la asunción de tales o cuales posicionamientos" (Borsani, 2015, p. 12) que se relacionan también con las miradas sociales que sobre ellas se han establecido y que, como lo explicita Carneiro (s. f.) en Ennegrecer el feminismo,
    (…) las mujeres negras tuvieron una experiencia histórica diferenciada que el discurso clásico sobre la opresión de la mujer no ha recogido. Así como tampoco ha dado cuenta de la diferencia cualitativa que el efecto de la opresión sufrida tiene y todavía tiene en la identidad femenina de las mujeres negras.
Estas exclusiones producen invisibilizaciones, silencios, objetivaciones y negaciones sobre sus cuerpos y subjetividades.

Para muchas mujeres afrodescendientes, el escenario se reduce a la dicotomía de no sentirse deseada en una sociedad que no considera lo afro como bello, o sentirse excesivamente sexualizada en espacios sociales en los que sólo son ubicadas desde lo sexual. Ambos escenarios son las dos caras de una misma moneda: "la apropiación y cosificación de los cuerpos de las mujeres negras" (Rodríguez, 2011, p. 155).

Una cosificación que inicia en muchos casos con escenarios de discriminación racial desde la infancia, generando presiones desde lo estético y configurando ideales de belleza asociada a la blanquitud, que se materializan de forma diferenciada en los distintos territorios del país y que generan la sumisión de las mujeres afrodescendientes desde la imposición de las relaciones sexo generizadas dominantes. Al respecto, León-Castro (2003, p. 23) explicita:

    (…) al momento de representar al "otro" desde la diferencia -sea ésta étnica, racial o de género- frecuentemente se crean los estereotipos, que según Hall pueden ser definidos como aquella estrategia representacional que tiende a reducir, esencializar y naturalizar las diferencias (Hall, 1977). De esta manera se va visibilizando determinadas características de las personas y de los grupos sociales. En el caso de los negros sólo se visibilizan características negativas dentro del imaginario colectivo.

Esto influye en la manera en que como grupo e individuos son vistos y se ven obligados a verse, y en la exaltación de elementos misóginos y racistas en relación con las mujeres afrodescendientes y sus cuerpos.

En esta circunstancia de persistencia de prácticas discursivas y acciones racistas, que tiene directa relación con las estructuras coloniales dominantes, es necesaria la rearticulación de subjetividades políticas que no desconozcan estas realidades, así como también es medular lograr transformaciones educativas y culturales que permitan la emergencia con mayor fuerza de la agencia política afrodescendiente, del cambio de imaginarios sociales y de la eliminación de las prácticas racistas que forman parte de las violencias estructurales y simbólicas aún vigentes.

Finalmente, las subjetividades políticas de las mujeres afrodescendientes están ahí, en medio de la explotación -el racismo, la violencia institucional o la de los actores armados-, generando resistencias y proyectos subalternos, desafiando las formas de dominación y de exclusión instituidas, estableciéndose en muchos casos como alternativas a las formas hegemónicas y tratando de crear visiones novedosas de si mismas y de su accionar.

 

4. Arribar a algunas conclusiones para seguir pensando

Las resistencias de las mujeres afrodescendientes y de los colectivos y comunidades de las que forman parte en todo el territorio colombiano y de manera particular en algunos espacios sociales en Medellín, dan cuenta de las tenacidades creativas y de la expansión de estas formas de subjetividad política que se enfrentan de diversas maneras a las prácticas violentas en el marco del conflicto armado y asociadas al mismo, al capitalismo y los contextos de despojo, a la corrupción y a la globalización, a las nuevas y antiguas exclusiones propias del colonialismo aún existente.

Nos parece central en ese marco de opresiones y potencias, resaltar el valor de mujeres como Yacila, como Ana Fabricia Córdoba o como Berta Cáceres, mujeres conocidas y anónimas, cotidianas, que han vencido el miedo paralizante que en ocasiones domina a gruesos sectores de la población colombiana y latinoamericana, acercándose al poder colectivo de la acción política para transformar y transformarse.

De esta manera, el horizonte de prácticas coloniales racistas y patriarcales sobre las que en este texto hemos venido reflexionando, se ha convertido también en posibilidades de movilización, de acción política juvenil y de colectivos feministas y de mujeres que desde distintos acercamientos intentan generar pensamiento y trasmutar el mundo, posibilidades de visibilizar los cambios desde lo personal y lo afectivo, en los distintos escenarios en los que se pone en juego la subjetividad política.

Las jerarquizaciones subordinantes explícitas y sutiles que incrementan las brechas entre unos y otros, las asimetrías para quienes no se circunscriben a sus lógicas o interrogan las prácticas naturalizadas de las violencias cotidianas, o las misoginias contemporáneas que retoman con fuerza las acciones violentas en contra de las mujeres, especialmente en algunos casos como en el de los ataques con ácido en las más jóvenes, buscan discriminar y cosificar sus subjetividades y perpetuar las exclusiones, por lo que incluso en escenarios académicos se termina asumiendo perspectivas aparentemente neutrales que propagan las miradas epistémicas de la colonialidad, lo que se entrecruza con las características dialogantes de muchos movimientos sociales y con la multiplicidad de experiencias locales que dan cuenta de cosmovisiones, luchas, prácticas y hábitos que se resisten a ser eliminados; pero también con las tensiones y afectaciones que cotidianamente sufren.

Reinventar las luchas, reconfigurar desde la experiencia cotidiana el pensamiento y las apuestas de defensa de la vida humana y no humana entrando en contravía con la necropolítica (Mbembe, 2011), con las políticas de muerte y exterminio, forma parte de esa expansión de la subjetividad política que realizan en Colombia y en América Latina muchas jóvenes afrodescendientes, muchas mujeres que tratan de pensar la democracia y la ciudadanía desde los márgenes de un pensamiento otro cercano a los problemas contemporáneos y reivindicando a quienes han sido históricamente excluidos y silenciados.

Las realidades de las mujeres en general y de las mujeres afrodescendientes en particular, abarcan un amplio rango de experiencias y subjetividades interconectadas entre sí y desde procesos históricos y relaciones de poder (Bidaseca, 2010, Minh-Ha, 1987), en los que, en el caso de las jóvenes, se generan espacios de resistencia como laboratorios de experiencias políticas (Vázquez, 2009) que les permiten cuestionar los escenarios de opresión y homogenización, así como construir otras maneras de generar participación y representación política en tensión con las fuerzas que buscan constreñir sus subjetividades políticas y a las que les ejercen resistencias diversas.

En conclusión, las luchas políticas de las mujeres, y de manera específica de las mujeres jóvenes afrodescendientes, generan un vasto campo de conocimiento en el que es necesario seguir ampliando el debate y la indagación, para ensanchar las comprensiones sobre sus marcos de referencia y las maneras en que tejen sus vidas colectiva e individualmente, reconociendo las diversas formas de habitar, conocer y sentir -de vivir- de las mujeres afrodescendientes y de los colectivos sociales de los que ellas forman parte.

 


 

Notas

* El presente artículo corto emerge como parte de las reflexiones de una tesis doctoral ya finalizada, la cual no tiene financiación de ninguna institución. La tesis doctoral de la que hace parte el artículo se denomina Marginalizaciones, insurgencias y acciones políticas de un colectivo de mujeres jóvenes afrodescendientes. La organización del proyecto de tesis se inició en abril de 2014 y el trabajo de campo en abril de 2015, finalizándose el mismo en octubre 30 de 2015. área: Sociología; subárea: Temas especiales.

1 La joven solicitó aparecer con su nombre en todo el proceso investigativo, pero se le dieron a conocer todas las consideraciones éticas de confidencialidad, anonimato, uso de la información, etc., así como también firmó el consentimiento informado.

2 Activista social y líder de restitución de tierras que llego desplazada de Urabá a Medellín después del asesinato de su esposo. Sufrió varias amenazas y la muerte de algunos de sus hijos hasta que fue asesinada en 2011. Hizo parte de movimientos como la Ruta Pacífica de las Mujeres y fue fundadora de la organización Líderes adelante por un tejido humano de paz.

 


 

Lista de referencias

 

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    Referencia para citar este artículo: Arroyo-Ortega, A. & Alvarado, S. V. (2017). Subjetividad política: intersectaciones afrodescendientes. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 15(1), pp. 389-402.


 

 

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