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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.17 no.2 Manizales jul./dez. 2019

https://doi.org/10.11600/1692715x.17218 

Estudios e Investigaciones

Cultura digital, juventud y prácticas ciudadanas emergentes en Medellín, Colombia*

Digital culture, youth and emerging citizen practices, Medellín, Colombia

Cultura digital, juventude e práticas cidadãs emergentes em Medellín, Colômbia

Alejandro Uribe-Zapata 1  

1 Profesor Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia. Doctor en Educación de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Escuela de Educación y Pedagogía de la Universidad Pontificia Bolivariana y miembro del Grupo de Investigación EAV. Orcid: 0000-0002-9228-9088. Índice H5: 4. Correo electrónico: alejandro.uribe@upb.edu.co


Resumen (analítico)

Este artículo parte de la siguiente pregunta: ¿cómo entender la emergencia de prácticas ciudadanas juveniles que usan de manera intensiva internet? Se utilizó un enfoque cualitativo en el que se recurre a entrevistas semiestructuradas, la observación participante y la revisión de las páginas web y redes sociales de los colectivos seleccionados. El resultado es un tejido de cinco hilos, a saber: urbano, institucional, epistémico, político y tecnológico. Se concluye: reivindicación del derecho a la ciudad, crisis de los lugares formales clásicos de la modernidad, auge de otras maneras de organizarse, colectivos productores y validadores de conocimiento, movimientos que ensayan formas alternativas de estar juntos, apropiaciones contextualizadas y críticas frente la tecnología.

Palabras clave: Jóvenes fuera de la escuela; juventud urbana; cultura; tecnología educativa. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco-OEI.

Abstract (analytical)

This article originates from the question «How to understand the emergence of youth citizenship practices that widely use the Internet?» Regarding methodology, a qualitative approach -with semistructured interviews, participant observation, and the review of the websites and social networks of the selected groups- was used. The result is a fabric composed of five threads: urban, institutional, epistemic, political, and technological threads. The main conclusions are the claim for the right to the city, the crisis of the classical formal places of modernity, the rise of different ways of organizing, groups that produce and validate knowledge, movements trying different ways of being together, and contextualized and critical appropriations of technology.

Keywords: Out of school youth; urban youth; culture; educational technology.

Resumo (analítico)

Este artigo parte da seguinte pergunta: como entender a emergência das práticas cidadãs juvenis que usam de maneira intensiva a internet? Metodologia: enfoque qualitativo, que recorre a entrevistas semi estruturadas, à observação participante e à revisão de páginas na internet e redes sociais dos conjuntos selecionados. O resultado foi um tecido com cinco fios, que são: urbano, institucional, epistêmico, político e tecnológico. Conclusões: reinvindicacão do direito à cidade, crise dos lugares formais clássicos da modernidade, o desenvolvimento de outras maneiras de organização, coletivos produtores e validadores de conhecimento, movimentos que ensaiam formas alternativas de estar juntos, apropriações contextualizadas e críticas referentes à tecnologia.

Palavras-chave: Jovens fora da escola; juventude urbana; cultura; tecnologia educacional.

Introducción

Si bien hay notables excepciones (Cook & Light, 2006; Ferguson, Faulkner, Whitelock, & Sheehy, 2015; Sefton-Green, 2004), los estudios sobre educación, juventud y TIC tienden a concentrarse en la esfera escolar. Esa tendencia minimiza los espacios de formación alternativos en los que se promueva otra relación con la tecnología y sea posible visualizar ejes temáticos más amplios, de corte sociológico, político o tecnológico; estos últimos podrían enriquecer los análisis educativos, ya que no se circunscriben a temas exclusivos de enseñanza y aprendizaje.

Desde finales del siglo pasado, pero sobre todo después de la segunda generación de internet, algunas corrientes teóricas y prácticas están abogando por una mirada ampliada en este frente. En el contexto anglosajón, un término que ha hecho carrera en los últimos años -derivado de la pedagogía crítica- es public pedagogy (Sandlin, Schultz, & Burdick, 2010) y, más recientemente, gracias al auge de las tecnologías móviles, aprendizaje ubicuo (Burbules, 2013; Gros & Maina, 2016). En Iberoamérica, fruto de la difuminación de fronteras entre los ámbitos formales, no formales e informales, la consolidación de las tecnologías digitales como prótesis cognitivas y afectivas, y la emergencia de colectivos ciudadanos que promueven otros contratos tecnosociales, algunos autores hablan de educación expandida (Díaz & Freire, 2012; Uribe-Zapata, 2018b) o bien de laboratorios ciudadanos (Parra, Fressoli, & Lafuente, 2017).

En suma, en este artículo se pone la lupa en una serie de prácticas no escolarizadas que tienen un fuerte componente educativo, pero que no se reducen a eso; las realizan casi siempre jóvenes y apelan a la tecnología, tanto digital como analógica, de una manera creativa. En particular, vuelven invisibles las tecnologías, ya que el objetivo no es aprender a usar x o y recurso o herramienta digital, sino hacer cosas, independientemente de que funcionen o no con ese soporte tecnológico. En otras palabras, en múltiples iniciativas no se está usando la tecnología -en un sentido pasivo y consumista- sino que se están haciendo cosas con ella, en un sentido creativo y de apropiación.

Con sus luces y sombras, en tales espacios se busca no solo llevar a la práctica ideas de la cultura digital que son en la actualidad altamente valoradas en el campo educativo (tales como la colaboración y la participación conjunta, el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje entre pares, la creación de dispositivos y artefactos, la experimentación permanente, la curiosidad y el juego), sino que están incluso reconfigurando la concepción estándar de lo que se entiende por cultura digital. El propósito del presente artículo es comprender un poco mejor tales prácticas, pero no desde un enfoque pedagógico, ya que esto se hizo en otro lugar (Uribe-Zapata, en prensa). Parafraseando un llamado de atención que hizo años atrás el investigador Neil Selwyn (2012), sería aconsejable que los análisis sobre la tríada juventud, educación y tecnología digital asumieran un amplio conjunto de perspectivas teóricas, para así prestar atención a los aspectos que se suelen omitir al reducir la mirada a asuntos de enseñanza y aprendizaje o al mero desarrollo cognitivo.

Por ende, para tejer lo que sigue, se plantea la siguiente pregunta: ¿cómo entender la emergencia de prácticas ciudadanas juveniles que utilizan internet de manera intensiva en Medellín?

En este punto, es pertinente una frase de Lazzarato (2008) al referirse a los movimientos postsocialistas: «Soy consciente de lo difícil que resulta percibir estas dinámicas, que las categorías son más débiles que las prácticas, que todavía no poseen un vocabulario adecuado» (p. 5). Acá es igual. No hay una manera privilegiada de nombrar y no existe una metacategoría que abarque todas las demás; es decir, el debate nominalista seguirá inevitablemente abierto. Por tanto, como hiperónimo de todos los posibles y piedra de toque para el despliegue del texto, se empleará el de práctica ciudadana emergente. No obstante, el lector puede escoger la categoría o el término que desee.

Metodología

Se utilizó un diseño cualitativo. Para la recolección de la información, se hizo observación participante durante año y medio en dos iniciativas de la ciudad de Medellín: Exploratorio1 y Platohedro2. El primero forma parte del Parque Explora, un museo interactivo de ciencia y tecnología ubicado en la zona norte de la ciudad de Medellín. Se presenta como un taller y un laboratorio ciudadano que facilitará la investigación, la ex perimentación y la creación colectiva desde diferentes esferas disciplinares (Uribe-Zapata, 2018a). Por su parte, Platohedro es un espacio autogestionado ubicado en la zona oriente de la ciudad. Se presenta como una plataforma creativa colaborativa que se dedica a la investigación, la experimentación y la autoformación, al tiempo que se promueven las tecnologías libres para la creación, publicación y distribución de sus contenidos.

Para la selección, se escogió de manera intencionada el Exploratorio por el tipo de actividades que allí se realizan; se garantizaba una programación regular al menos durante un año, se minimizaba la fragilidad institucional y se solventaba en parte la escasa permanencia en el tiempo de otras iniciativas. Allá se estuvo en prácticamente todas las actividades programadas durante el 2015. Platohedro, a su vez, se eligió después de participar en el Exploratorio y luego de mirar en detalle otras experiencias derivadas de la bibliografía gris que se conoció y revisó durante el trabajo de campo. En ambos casos, era un referente recurrente y altamente valorado. A diferencia del primero, este es un espacio menos institucionalizado, de índole más ciudadana y social, en el que estuvimos aproximadamente un semestre durante el 2016. Antes que comparar, se buscaba enriquecer la comprensión frente a las prácticas objetos de estudio, ya que esta iniciativa tiene de raíz un carácter más de autogestión, dado que apela a dinámicas procomunales debido a su porosidad institucional y su apuesta permanente por la independencia.

Si bien empezamos por dialogar con quienes programaban, gestionaban y coordinaban tales iniciativas, ampliamos el espectro gracias a las sugerencias que ellos mismos hacían. Es decir, se aplicó la técnica de «bola de nieve» (snowball sampling, Noy, 2008). Por tal motivo, durante ese lapso también se sostuvieron conversaciones con otras personas, creadoras y diseñadoras de este tipo de prácticas. Se usa el nombre de pila de aquellos que dieron su consentimiento para hacerlo y se emplea un nombre ficticio para los que no aceptaron esa opción. En total, se conversó con tres personas del Exploratorio, tres de Platohedro y dos independientes, todos residentes en la ciudad de Medellín.

A continuación damos algunos datos sobre los participantes. Con respecto al sexo, cinco son hombres y tres son mujeres. En lo referente al rango de edad, tres personas oscilan entre los 31 y los 35 años, dos entre los 36 y los 40, y tres son mayores de 41. En relación con su escolaridad, todos los entrevistados pasaron por el circuito formal universitario, ya que tienen estudios o títulos por lo menos de pregrado, uno de especialización y dos de maestría. Para cerrar, más de la mitad de los entrevistados -cinco de ellos- provienen del ámbito de las artes y el diseño (diseño industrial y gráfico, artes plásticas, etc.). Los demás tienen estudios en ingeniería, comunicación y ciencias.

Con la observación participante se deseaba prestar atención a los eventos, comportamientos y dispositivos empleados, en particular de los jóvenes que participaban en los espacios revisados. La información consignada en las notas de campo no se ciñó a un formato predeterminado, puesto que los registros no siempre fueron textuales, sino que incluyeron fotografías y audios. Con las entrevistas semiestructuradas se buscaba ampliar y contrastar los datos provenientes de la escasa bibliografía académica existente y conocer su opinión en lo referente a la pregunta central de la investigación. Las respuestas transcritas, así como los datos visuales y sonoros de las notas, se añadieron al programa de análisis de datos cualitativos Atlas.ti™ para su posterior codificación y análisis. Se utilizó este programa informático porque permite manipular múltiples formatos. Con la revisión de sus páginas web y redes sociales, se buscaba complementar la información registrada mediante la observación participante.

Para la organización, clasificación y análisis de datos, se hizo una codificación abierta en las notas, pasajes, párrafos y, en suma, en vecindarios semánticos relacionados con la pregunta de investigación. Estos códigos se agruparon en conceptos. Una vez que se codificaron y examinaron los datos textuales, sonoros y gráficos, los conceptos se organizaron en temas. Cada concepto representaba las propiedades y dimensiones de un tema.

Una vez que un tema en particular lograba suficientes propiedades, es decir, no se derivaban de los datos nuevas propiedades relacionadas con este, se convertía en una categoría integradora, con unas dimensiones definidas (Länsisalmi, Peiró, & Kivimäki, 2004). Ante todo, se buscaba no predeterminar de entrada y antes del análisis el esquema de codificación, sino que este se fue desarrollando de manera inductiva a partir de los datos.

Con lo anterior, resultaron cinco categorías emergentes: urbana, institucional, epistémica, política y tecnológica. Para explicarlas en detalle, se usará la metáfora del hilo y el tejido. El primer término hace alusión a las categorías y el segundo, al texto resultante.

Resultados

Urbana

Medellín, a pesar de ser la capital del departamento de Antioquia y la segunda más poblada del país, es una ciudad relativamente pequeña y concentrada en términos geográficos; ello hace que no haya una distancia considerable entre iniciativas, de modo que se puede acceder a ellas sin necesidad de tener un transporte privado automotor. Es posible visitarlas a pie o en bicicleta. En principio, este escenario facilita la conexión entre los nodos dispersos de la ciudad y la cercanía cognitiva, pero también afectiva, entre las personas que circulan por tales espacios. Así lo menciona un creador de este tipo de prácticas:

Medellín es curioso. En todas partes están saliendo colectivos, propuestas y gente que se reúne para proyectos y vainas… Lo que pasa es que aquí hay una cosa en particular, no sé si por la geografía o qué, que permite que algunos se conozcan y puedan hacer cosas juntos. (Álex, comunicación personal, 30 de agosto de 2016)

En términos concretos, basta ver el creciente auge de los huertos urbanos, el uso extendido y creciente de las bicicletas públicas para la movilidad, los encuentros ciudadanos que se gestan vía internet y se materializan en el espacio público para discutir, defender o criticar algún tema de interés local o nacional, así como los lugares urbanos abandonados, reapropiados por los vecinos para hacer puntos verdes a escala barrial. Así, al promover nuevas relaciones con el espacio público, intervenir lugares cercanos con los que tienen un vínculo afectivo y expandir a la calle varias de las iniciativas que llevan a cabo, estos colectivos tocan la arista urbana que tiene que ver con el derecho a la ciudad; es decir, la posibilidad y la capacidad de los propios habitantes de crear y producir la ciudad. En términos más ambiciosos, de transformar y recuperar la ciudad como bien común.

Con el derecho a la ciudad se busca rescatar la mirada que destaca esta como un espacio social vivo y cambiante, que puede alimentar las aspiraciones colectivas de mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes a partir de la acción política en diferentes escalas de participación/producción. Como bien lo explica Molano-Camargo (2016), el derecho a la ciudad «continúa constituyendo un horizonte de análisis teórico y de acción política que permite asumir la ciudad como una posibilidad de creación colectiva para la realización de una vida común, no sin conflictos, pero cuyos habitantes puedan interpelar las lógicas espaciales del capitalismo» (p. 6).

Con sus intervenciones, estas prácticas ciudadanas emergentes nos recuerdan que hay otras formas de hacer ciudad, que los ciudadanos podemos diseñar y llevar a cabo ensayos públicos experimentales de corte urbano, que la materialidad de la ciudad es una esfera que también les compete a los habitantes del territorio y que los saberes, antes de confinarse en paredes herméticas, institucionalizadas y minoritarias, se deberían expandir y circular por lugares comunes. En suma, la ciudad deviene en un espacio de participación y creación colectiva para la realización de un marco de vida común, gestionado desde la base.

Institucional

La segunda razón es institucional; sobre la crisis de las formales. Las instituciones clásicas, como la escuela o la Iglesia, son objeto de debates y se critica la burocracia asociada a ellas. Entre otras cosas, se dice que estas instituciones limitan la emergencia de nuevas ideas puesto que son inflexibles, restrictivas y desfasadas. Como subrayan algunos teóricos, es una época en que se teme a lo formal (Du Gay & Lopdrup-Hjorth, 2016). Por tal razón, estos espacios ciudadanos, aparentemente más informales, espontáneos y creativos, ganan terreno, al tiempo que agrietan la narrativa formal imperante. En términos de un creador de este tipo de prácticas:

[Por ejemplo], Platohedro sigue siendo un pequeño laboratorio que permite experimentaciones a baja escala y con riesgos no tan grandes. Para mí, sigue siendo un laboratorio, pero no lo llamaría así, no me atrevería… [No obstante], sí tiene esa dinámica de experimentación o un lugar para aprender con otros. (Álex, comunicación personal, 30 de agosto de 2016. Énfasis añadido)

Expanden el espectro, pero no para invadir el radio de acción de lo formal, sino para abogar por la coexistencia de otros actores con otras narrativas. Claman por más voces que ocupen un mismo espacio, ya que el objetivo no es opacar o remplazar las que ya existen. De esa manera, pueden trabajar temas (sexualidad, feminismo, tecnología) y metodologías (aprendizaje entre pares, formato de talleres), generalmente ausentes de la agenda escolar o que bien se pueden tratar de otra manera.

Se insiste en que no buscan remplazar la institucionalidad. Se ven más como unos actores adyacentes antes que como unos nuevos actores. Incluso, en el caso de la institucionalidad estatal, parecen sintonizar con ideas de Mazzucato (2014) en la medida en que ven el Estado como un posibilitador de sus iniciativas y no como un escollo para hacerlas realidad. En muchos casos, gracias a los recursos públicos consiguen -mediante convocatorias, o por medio de la ayuda sostenida de alguna entidad formal con relativa trayectoria- llevar a cabo sus proyectos. En palabras de una persona que ha participado en diversos proyectos de corte ciudadano:

Por más contestatarios que sean frente al sistema, [los colectivos] se sirven de las alternativas que este ofrece. Entonces no se puede desconocer que está muy bien el ejercicio de ser crítico con la institución para que esta mejore y evolucione, pero tampoco se puede ser totalmente apático porque no es consecuente con las prácticas y lo que se hace. Uno no puede desconocer el contexto en el que estamos y es muy agreste... Muchos de nuestros recursos dependen de la institucionalidad pública. Lo que mueve la cultura y los espacios alternativos de la ciudad es lo que el Estado quiera dar prácticamente y algunas instituciones privadas. (Cecilia, comunicación personal, 2 de septiembre de 2016. Énfasis añadido)

De nuevo, no se trata de adoptar posturas dualistas y enfrentadas (en este caso, el mercado frente al Estado), sino de subrayar que las nuevas relaciones entre lo público, lo privado y lo ciudadano reclaman miradas que eviten de entrada el efecto Pigmalión; esto es, que no presuman como autómatas que lo institucional es aburrido, burocrático y lento, mientras que su contraparte -lo no institucional o independiente- es todo lo contrario.

Epistémica

La tercera categoría es epistémica, sobre cómo se generan saberes y se abren hacia el aprendizaje. Con sus matices, estos colectivos confían en un conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo. Según un coordinador de este tipo de espacios:

Lo que más interesa es romper un poco las jerarquías de quién tiene el poder por el conocimiento. Mostrar que, aunque se esté en la universidad, también hay ciencia de barrio; a esta se la debe tener en cuenta en estos intercambios con estas personas que en teoría están en la educación formal, como en la universidad o en un colegio, y lograr generar esos cruces. (Camilo, comunicación personal, 15 de diciembre de 2015)

Devienen, con su quehacer sostenido, en comunidades epistémicas (Akrich, 2010; Haas, 1992) o en colectivos de pensamiento con su propio estilo de razonamiento (Fleck, 1986). No son un grupo de personas haciendo cosas inocuas, a la deriva o concentradas simplemente en un problema específico; al contrario, según los proyectos que lleven a cabo, sus miembros recogen información, revisan estudios, en algunos casos ponen a prueba hipótesis de trabajo, tratan de hacer públicos sus resultados, buscan el diálogo incluso con algunas entidades formales y hasta están dispuestos a participar en la elaboración de políticas públicas. No son solo actores políticos, sino que también buscan generar su propio conjunto de saberes desde el clásico método científico, pasando por las artes o incluso recuperando prácticas ancestrales e indígenas.

A diferencia de las investigaciones confinadas a unos muros y delegadas a unos profesionales supuestamente preparados para ello, estos ejercicios de indagación rústica, salvaje y profana (research in the wild, para usar el término anglosajón empleado por los investigadores franceses Callon y Rabeharisoa, 2003) presentan al menos cuatro rasgos llamativos: primero, tales ejercicios interpelan, afectan y conciernen a los mismos participantes que realizan la investigación, puesto que no establecen distancias epistémicas entre el sujeto y los objetos de indagación; segundo, elaboran y producen saberes y técnicas que luego son usados y apropiados por ellos mismos; tercero, los incentivos no son exclusivamente monetarios, sino más de corte vivencial, experiencial o incluso por pura curiosidad intelectual; cuarto, estos grupos de afectados (concerned groups), cuando lo ven necesario, conciben nuevas formas de producir conocimiento, ensayan técnicas novedosas y se esfuerzan porque los temas que les conciernen y tocan sean reconocidos por los demás, al igual que la identidad de ellos como grupo (Callon, 2007; Callon & Rabeharisoa, 2003). Son, si se permite la expresión, investigadores artesanos.

Política

La cuarta razón es política o, dicho de otra manera, sobre el estar juntos. Estos colectivos, de manera no siempre consciente, llevan a cabo una política experimental o prefigurativa. En efecto, sus encuentros -o acontecimientos, en términos de Lazzarato (2010)- entran en el plano de la indeterminación y lo imprevisible en la medida en que sus efectos no están predeterminados. No obstante, en tales espacios experimentan múltiples formas de habitar mundos posibles a partir de la singularidad de los participantes, se indagan formas alternativas de relacionamiento, se exploran otras subjetividades y, en suma, se ensayan nuevos modos de estar juntos y de estar en contra. Así lo plantea una persona encargada de gestionar y promover espacios emergentes en la ciudad:

El primer rol del Exploratorio no es ni tecnológico, ni siquiera es educativo, aunque sí que lo es, sino que es primordialmente social: un espacio que decrete otro tipo de relacionamiento con otras personas. (Andrés, comunicación personal, 15 de marzo de 2016. Énfasis añadidos)

Asumen el reto político de configurar este mundo común que nos interpela (Garcés, 2013). Parafraseando a Agamben (2006), las comunidades inesenciales que vendrán serán habitadas por singularidades que no reivindican una identidad y no cuentan necesariamente con una condición representable de pertenencia. Serán comunidades sin sujetos y sin presupuestos, esto es, cada persona mantiene su singularidad, pero en un espacio común. Estos colectivos ciudadanos están prototipando esos espacios, las comunidades de Agamben.

En lo político también entra el ethos del cuidado. Se entiende el cuidado como una serie de prácticas invisibles, precarizadas y marginadas que se relacionan con el mantenimiento de alguna vida para así contribuir a proteger el planeta que habitamos y, con ello, posibilitar un futuro mejor o, al menos, más habitable (Bellacasa, 2012; Olarte-Sierra, 2015; Pérez-Bustos, Tobar-Roa & Márquez-Gutiérrez, 2016). O como bien lo explica Olarte-Sierra (2015):

Es importante resaltar que esta postura teórica no pregona una manera normativa de ser y estar con y en el mundo, sino que supone una dimensión material de relacionarnos con labores mundanas y cotidianas, que permitan la sostenibilidad de nuestro mundo, que se concibe necesariamente como interdependiente y relacional, lo que hace que el cuidado -como ethos- sea un requerimiento ontológico. (p. 127)

Como se decía, las prácticas estudiadas prototipan maneras de ser y estar en y con el mundo que nos rodea, reconocen la interdependencia y relacionalidad de nuestra especie y ensayan futuros posibles tanto para nosotros como para los animales y el medio ambiente. No en vano estos colectivos se organizan siguiendo el paradigma en red, proponen ejercicios ciudadanos de recuperación del espacio público bajo la figura de siembras, huertos urbanos, entre otros y, al insistir en la solidaridad, la camaradería y la horizontalidad, abogan por formas alternativas de relacionarnos en términos sociales. Ejercen, así no lo llamen así, una ciudadanía cuidadosa (Sevenhuijsen, 2003).

Tecnológica

La quinta categoría es tecnológica. Sobre la forma en que estos colectivos se relacionan con la tecnología, vamos a subrayar cuatro frentes. El primero gira sobre la apropiación. En efecto, los albores de la denominada cultura digital parecían sugerir una homogeneización que limaría las culturas y estandarizaría toda una serie de prácticas, desde las ciudadanas hasta las educativas; en otras palabras, un universalismo digital proyectado desde espacios de élite como Silicon Valley o el Massachusetts Institute of Technology, que configurarían una sola narrativa asociada al futuro. Acá vemos que quizás no sea el caso; antes se balcaniza internet. En efecto, tal perspectiva se debilita, ya que muestra que la cultura digital no es solo esencialista, sin matices ni cambios, sino también procesual; esto es, que las prácticas que se despliegan bajo ese vocablo comparten una serie de valores, normas y códigos sociales, pero que también estos se renegocian, cambian según el contexto y el trasfondo cultural. De ahí, por citar dos casos, el uso del argot local para nombrar sus talleres («Motivando a la Gyal», «Electropsias», «Apptivismo», «La Jaquer EsCool», etc.) y la recursividad táctica3 en términos de herramientas, programas y aparatos.

El segundo frente gira sobre la artesanía. Al hacer cosas con la tecnología, los miembros participantes de estos colectivos rescatan las clásicas figuras del emirec y el prosumidor. No en el sentido que podría vincular tales palabras con lo instrumental, consumista y mecánico, sino como artesanos que diseccionan con paciencia equipos electrónicos, configuran a su gusto dispositivos/artefactos digitales y proponen acercamientos creativos frente a la tecnología. Siguiendo a Sennett (2009), son artesanos porque quieren hacer bien su trabajo por el simple hecho de hacerlo bien, más allá de las premuras del tiempo o el mercado. Con ello, no solo enactúan (en inglés, to enact) y recuperan la agencia humana en un marco cultural que es cada vez más material y con agentes no humanos por doquier, sino también el cuerpo como una entidad cognitiva (Pallasmaa, 2014).

El tercer frente es ontológico. Despojándola provisionalmente de su inmensa carga semántica e histórica, se parte acá de que lo ontológico es un punto de vista sobre la realidad, o sea, una ontología es una visión del mundo. Históricamente, lo que más ha calado, gracias a la enorme influencia moderna, tanto en los ámbitos universitarios como en los contextos urbanos, es la ontología dualista; aquella que separa de manera tajante naturaleza y cultura, mente y cuerpo, personas y cosas, Occidente y resto. Como explica Escobar (2014), dentro de estas ontologías «nos vemos como sujetos autosuficientes que confrontamos o vivimos en un mundo compuesto de objetos igualmente autosuficientes que podemos manipular con libertad» (pp. 57-58). Por su parte, desde una perspectiva moderada de ontología relacional, hay una continuidad entre las cosas y las personas, entre lo material y lo simbólico, y entre individuo y la comunidad (por mencionar solo tres supuestos dualismos). Y como bien subraya Escobar (2012) en un trabajo anterior, hay dos aspectos claves que subyacen en los movimientos sociales que surgen de estas ontologías relacionales: el territorio y la lógica comunal. Con el territorio se promueve una relación no instrumental ni extractiva, sino de complementariedad y sinergia entre el mundo humano y el circundante. Con lo comunal, se desplazan -no se remplazan- las dinámicas capitalistas, al tiempo que se expanden y ensayan otras formas de economía diversa y relacionamientos políticos y sociales comunales y autónomos. Si bien en el trabajo citado se privilegian en el enfoque las prácticas indígenas y afrodescendientes de América Latina de las últimas dos décadas, no es atrevido sostener que también estos colectivos ensayan formas relacionales de existencia al insistir en el hibridismo disciplinar. Así lo plantea un artista que ha participado en múltiples proyectos:

Como artista sé bien que puedo mezclar material, puedo hacer alquimia, y para mí lo tecnológico y todo esto es una herramienta estética al final; o sea, como puedo usar óleo, que también es una herramienta tecnológica y técnica, pues uso computadores, uso ingeniería genética, lo mismo… (Jorge, comunicación personal, 5 de marzo de 2016. Énfasis añadido)

El cuarto y último frente gira sobre el farmacón. Las tecnologías, desde la escritura hasta internet, son un fármaco, ya que tienen dos caras: una que cura y otra que envenena. Ante tal ambivalencia, algunas iniciativas acatan el consejo de Stiegler (2015): adoptar antes que adaptar. Desde su perspectiva, esta última es una obligación, un sometimiento obligado y la puerta de entrada de la toxicidad; mientras que la primera es libre, una condición de posibilidad de la emancipación y, con ello, de la cara remedial de la tecnología. En términos de un artista que apela a la tecnología en sus creaciones:

Tenemos muchos recursos naturales, muchos problemas sociales, y lo que hacemos es comprar tecnología que otros crearon. Entonces claro, ahí hay una incongruencia total porque el hecho de que nosotros no estemos creando tecnología, sino solamente usándola, nos hace unos consumidores primarios, sin tener en cuenta los problemas socioculturales que rodean el uso de la tecnología. (Jorge, comunicación personal, 5 de marzo de 2016. Énfasis añadidos)

En estos casos concretos, adoptan la tecnología al desbaratarla, descomponer los aparatos en sus partes mínimas, reconstruir equipos con injertos de otros, intervenir los sistemas operativos que vienen por defecto, elaborar scripts para servicios tecnológicos en línea o meter líneas de código. Antes de dejarse abrumar por una serie de condicionamientos tecnológicos establecidos de antemano, se trata de ver qué se acepta, quita o modifica.

Conclusiones

A lo largo de este artículo se buscaba dar algunas luces alrededor de la emergencia de ciertas prácticas ciudadanas juveniles, mediante las cuales se usa internet de manera intensiva en Medellín. Para ello se conversó con ocho personas, entre activistas independientes y miembros de colectivos, entidades y organizaciones promotoras de este tipo de prácticas ciudadanas emergentes, y se hizo observación participante durante año y medio en dos iniciativas. Lo anterior, tamizado con referentes teóricos de diversos frentes, condujo a un tejido de cinco hilos: urbana, institucional, epistémica, política y tecnológica.

Frente al primero, estas prácticas reivindican el derecho a la ciudad y se configuran en espacios cercanos en términos espaciales, con lo que se facilita el intercambio afectivo y de ideas. En relación con el hilo institucional, estas iniciativas refuerzan la crisis de los lugares formales clásicos de la modernidad, al tiempo que se hace manifiesto el auge de otros modos de organizarse. En términos epistémicos, se observa que estos colectivos devienen en productores y validadores de conocimiento, conformados por investigadores rústicos y artesanos que aprenden desde sus prácticas. En lo referente al hilo político, se presentan unos colectivos cuidadosos que ensayan formas alternativas de estar juntos, generar comunidad y llevar a cabo el ethos del cuidado. Finalmente, desde lo tecnológico, se evidencian apropiaciones contextualizadas, enmarcadas en posturas artesanales en contextos de cultura material en las que se ponen en práctica ontologías relacionales antes que dualistas y se fortalece una consciencia del carácter farmacológico de la tecnología.

La pregunta planteada para este artículo (¿cómo entender la emergencia de prácticas ciudadanas juveniles que usan internet de manera intensiva en Medellín?) sigue estando abierta. Si bien el recorrido propuesto ofrece un tejido, los hilos de este se pueden estirar hasta el punto de superar los límites del presente texto o bien se pueden enriquecer desde otras perspectivas de trabajo. Por la manera en que está planteada, es una pregunta que se puede abordar de múltiples maneras y, por tanto, responder varias veces. Esta respuesta es solo una de las posibles.

Este artículo se sintoniza con los hallazgos de los escasos -pero crecientes- trabajos en los que se ha explorado la intersección entre educación, juventud y TIC desde un enfoque local (Amador-Baquiro, 2016; Bermúdez-Grajales, 2017; Rueda-Ortiz, Fonseca-Díaz, & Ramírez-Sierra, 2013). En particular, hay varias resonancias con el libro editado por Rocío Rueda-Ortiz, Andrés David Fonseca-Díaz y Lina María Ramírez-Sierra, denominado Ciberciudadanías, cultura política y creatividad social (2013). En dicha investigación, fruto de una labor conjunta entre la Universidad Pedagógica Nacional y la Universidad del Valle, se subraya que los actuales repertorios tecnológicos son dispositivos que potencian la expansión de la subjetividad, promueven otros ejercicios ciudadanos y con figuran nuevas formas de vida. No obstante, al final hacen un llamado que también es pertinente para este trayecto que se acaba de presentar:

La novedad sociotécnica que describimos en este texto no es una novedad idílica, es ambigua y está siempre amenazada por la fragilidad de los lazos sociales y la mercantilización de los saberes que jalona el actual capitalismo, donde la diferencia tiende o a capturarse y moldearse en modelos homogeneizantes de la cultura o a eliminarse. (Rueda-Ortiz et al., 2013, p. 245)

Con todo, este artículo va un poco más allá. En él se exploran hilos que están ausentes, como es el caso de lo urbano y la ciudad, y se trabajan de manera alternativa los otros, en particular el institucional y el epistémico. En ese orden, este texto reafirma la idea de que los ejes temáticos propuestos, la tríada cultura digital, juventud y prácticas ciudadanas emergentes, por su complejidad, amerita abordarse desde perspectivas teóricas cada vez más heterogéneas y transdisciplinares. Además, como se ilustra tácitamente en el artículo, las prácticas trabajadas tienen una visión, entre otras, de lo ciudadano, los saberes y las tecnologías que invitan a ver internet y lo digital no como objetos de estudio o categorías conceptuales aisladas, sino en relación con otros componentes. En rigor, para estos colectivos, la cultura digital no es algo que se estudia con distancia: es un elemento que se integra íntimamente a su quehacer.

Para futuras investigaciones se aconseja, en términos metodológicos, reforzar el componente etnográfico, hacer trabajos de más largo aliento, prestar mayor atención a la bibliografía gris que circula entre los colectivos, seguir trabajando con iniciativas locales ya que suelen ser invisibles para la misma comunidad académica nacional y conjugar lo realizado con otros enfoques investigativos que permitan un mayor diálogo con los datos. Desde lo teórico, continuar explorando referentes teóricos alternativos que permitan construir nuevas metáforas, pongan en tensión las categorías dominantes y estimulen otras formas de nombrar.

Este trabajo presenta varias limitaciones. Se subrayan tres: una, la dificultad para encasillar tales prácticas en una categoría cerrada. Aunque no es el objetivo (y, de hecho, ese rasgo es un estímulo intelectual) el rastreo de dichas prácticas se diluye por culpa de la multiplicidad de etiquetas que ellos mismos emplean y la falta de consenso entre la misma comunidad académica. En nuestro caso, el término empleado en este trabajo es débil. Se debe hacer, ya en otro momento y espacio, una sustentación terminológica o al menos un estado del arte sobre las múltiples maneras de nombrar (laboratorios, colectivos, prácticas emergentes, etc.) En esta misma línea, es necesario establecer diálogos con otras tradiciones teóricas para así generar otras reflexiones y preguntas.

La segunda limitación es un problema común en este tipo de trabajos, ya que tiene que ver con la debilidad institucional y la difusa permanencia temporal de tales iniciativas. Si bien algunas han durado ya varias temporadas, nada garantiza que sea así en el futuro. Aunque Platohedro lleva más de una década funcionando (y desde entonces ha asumido múltiples identidades), bien podría dejar de hacerlo por asuntos de financiación o por desinterés de los promotores de ese espacio; o podría dedicarse a otra cosa por la razón que sea. No obstante, a pesar de su aparente fragilidad, ha sido uno de los sitios más estables de la ciudad. El Exploratorio, a pesar de su aval institucional, podría ser otra cosa en el futuro precisamente por caprichos de la administración de turno o bien porque no logró posicionarse en la ciudad. Sea como sea, tales iniciativas, precisamente por su carácter emergente, todavía no tienen su lugar asegurado en la radiografía de la ciudad a mediano y largo plazo.

La tercera es metodológica. La muestra seleccionada es escasa y, por tanto, se dificultan las generalizaciones; el trabajo estuvo concentrado en unos públicos muy específicos y la mayoría de las personas con las que se conversó compartían cierta homogeneidad en materia de formación. También hay que incluir la voz de los participantes y no solamente la de los que se encargan de diseñar y coordinar esta clase de espacios.

Agradecimientos

El autor agradece las observaciones de los jurados anónimos de esta revista, que ayudaron a mejorar el presente artículo.

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*Artículo de investigación. Este artículo presenta resultados de la investigación «El hilo de Ariadna: concepto y prácticas de educación expandida», hecha entre febrero de 2014 y julio de 2017, en la línea de investigación Educación y TIC, en la Universidad de Antioquia. Área: Ciencias Sociales, interdisciplinaria. Subárea: otras Ciencias Sociales.

Para citar este artículo: Uribe-Zapata, A. (2019). Cultura digital, juventud y prácticas ciudadanas emergentes en Medellín, Colombia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 17(2), 1-19. doi: 10.11600/1692715x.17218

3Táctico en el sentido de De Certeau (2000), esto es, un recurso de resistencia de parte de ciudadanos comunes y corrientes.

Recibido: 25 de Febrero de 2019; Aprobado: 22 de Abril de 2019

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