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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.19 no.1 Manizales jan./abr. 2021  Epub 12-Mar-2021

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.19.1.4618 

Estudios e Investigaciones

Proyectos familiares y laborales en jóvenes: la demanda por igualdad de género*

Young People’s work and family projects: demand for gender equality

Projetos juvenil de trabalho e família: a demanda por igualdade de gênero

Ph.D. Verónica Gómez-Urrutia1 

Ph.D. Andrés Jiménez-Figueroa2 

Ph.D. Rosana Barreto-Colichi3 

1 Universidad Autónoma de Chile, Chile. D.Phil. en Sociología por la Universidad de Sussex (Reino Unido). Master en Ciencia Política por la Universidade Federal de Minas Gerais. Profesora Titular de la Universidad Autónoma de Chile, Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades. 0000-0002-2399-7566. Índice H5: 6. Correo electrónico: gomezver@gmail.com

2 Universidad de Talca, Chile. Psicólogo por la Universidad de Santiago de Chile. Magíster en Administración y Dirección de Recursos Humanos y Doctor en Administración de Empresas por la Universidad de Nicaragua. Académico de la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca. 0000-0001-8324-0250. Índice H5: 18. Correo electrónico: anjimenez@utalca.cl

3 Universidade Estadual Paulista Julio de Mesquita Filho, Brasil. Administradora. Master en Enfermería. Docente del Programa de Pós-Grado en Enfermeríam, nivel Doctorado, de la Universidade Estadual Paulista Júlio de Mesquita Filho (Botucatu, SP, Brasil). 0000-0002-8765-3965. Índice H5: 2. Correo electrónico: rosana.barreto-colichi@unesp.br


Resumen (analítico)

Los cambios en las aspiraciones familiares y laborales de los y las jóvenes constituyen una rebelión silenciosa que cruza los ejes de género y relaciones laborales, marcando la aspiración por igualdad de género en relaciones históricamente consideradas «privadas». Exploramos estas aspiraciones en estudiantes de Enfermería en Talca (centro-sur de Chile), a través de una encuesta autoaplicada (N=500) en jóvenes de ambos sexos (76 % mujeres, 24 % hombres) entre 18 y 29 años. Los resultados muestran preferencia por formas de empleo más bien tradicionales, pero un marcado distanciamiento de los modelos tradicionales de distribución de responsabilidades laborales y familiares, en favor de roles compartidos entre hombres y mujeres. Ello muestra que la demanda por igualdad de género en el eje trabajo-familia es una fuerza de cambio social importante, condicionada por el entorno legal y laboral.

Palabras clave: Roles de género; familia; jóvenes; empleo. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco

Abstract (analytical)

Changes in young people’s expectations in regards to paid work and family relations are a silent rebellion that include a demand for increased gender equality in areas traditionally defined as “private” dimensions of life. These aspirations are examined through a self-administered questionnaire (N=500) conducted with nursing students at a university in Talca (central-south Chile) of both sexes (76% females, 24% males) aged between 18 and 29. Survey results show that students have a generally conventional view of paid employment, whereas in the family domain they distance themselves from traditional gender roles, preferring an equal distribution of work and family responsibilities between men and women. This shows that these new aspirations can be a powerful force for social change, even though they are conditioned by the existing legal framework and employment conditions.

Keywords: Gender roles; family; young people; paid work

Resumo (analítico)

As mudanças nas expectativas familiares e de trabalho dos jovens é uma rebelião silenciosa que coloca a demanda por maior igualdade de gênero em áreas tradicionalmente consideradas como “privadas”. A questão das novas aspirações dos jovens é explorada em estudantes universitários de Enfermagem em Talca (centro-Sul do Chile), de ambos sexos (76% mulheres, 24% homens), entre os 18-29 anos de idade, utilizando um questionário autoaplicado (N=500). Os resultados mostram preferências por formas de emprego próximas do convencional, mas um marcado distanciamento das funções de gênero tradicionais em favor de uma distribuição mais igualitária das responsabilidades laborais e familiares entre homens e mulheres. Isto mostra como a demanda por igualdade de gênero no eixo trabalho-familia é uma força importante para a mudança social, condicionada pelos marcos legais e laborais.

Palavras-chave: Roles de gênero; familia; jovens; emprego

Introducción

La persistencia de la desigualdad de género se ha instalado como una constante en las demandas juveniles en Chile, como ha quedado de manifiesto en el movimiento de jóvenes universitarias de 2019 -el mayo feminista chileno (Reyes-Housholder & Roque, 2019; Zerán, 2018)- o las masivas marchas con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Estas manifestaciones son el lado más visible de una demanda por cambio dirigida hacia uno de los núcleos duros de la desigualdad de género: la persistencia de roles y mandatos culturales que asignan a las mujeres la responsabilidad principal (si no única) por el trabajo doméstico y de cuidado. Aunque han ocurrido avances importantes en el ámbito legal desde 1990 (año del retorno de Chile a la democracia institucional), el ámbito privado de las relaciones de pareja y la distribución de las responsabilidades de cuidado permanece prácticamente intocado en el país, con la parcial excepción del urgente problema de la violencia intrafamiliar (Staab, 2017). Por ejemplo, la mayoría de las disposiciones legales referidas a la protección de la maternidad/paternidad y el cuidado de personas en situación de dependencia continua centrado en el rol materno, con el rol paterno en un papel subsidiario (Staab, 2017).

A pesar de que en las generaciones más jóvenes hay indicios de cambio de actitudes frente a los roles de género en los últimos diez años, en la práctica persisten arreglos más bien tradicionales en el espacio doméstico y familiar, incluso en las personas menores de 30 años (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2019). Por ello, resulta clave explorar si -y cómo- han cambiado las percepciones y representaciones culturales de género en los y las jóvenes en dos áreas centrales de la vida social (el trabajo remunerado y la organización de las responsabilidades familiares) para ayudar a comprender los desafíos que aún persisten para el logro de una mayor equidad de género. England (2018) y Esping-Andersen et al. (2013) hablan de una revolución de género inconclusa, debido a que el impulso por el cambio en los roles tradicionales se ha visto notablemente ralentizado al llegar a los ámbitos de sexualidad y cuidados familiares. Las mujeres han ido asumiendo roles tradicionalmente masculinos, como el trabajo remunerado y la manutención económica del hogar, sin abandonar las tareas que históricamente les han sido asignadas dentro de la familia (Guzmán et al., 2017; Herrera et al., 2019). El cambio a nivel de creencias y prácticas no es linear, sino que presenta contradicciones internas y la convivencia de actitudes y prácticas tradicionales con otras más rupturistas.

Este trabajo busca explorar estas posibles tensiones en un grupo de estudiantes de Enfermería en Chile, mediante la pregunta por sus proyectos de futuro y, particularmente, por la relación entre los roles típicamente considerados femeninos (el cuidado del hogar y la crianza de hijos e hijas) y aquellos tradicionalmente vistos como masculinos (la provisión de ingreso económico). El caso de Enfermería resulta de particular interés investigativo, pues se trata de una profesión históricamente feminizada, tanto por la composición de su matrícula (en Chile, el 80 % son mujeres; Ministerio de Educación de Chile, 2018) como por su asociación con el cuidado de otros, que exalta la abnegación en la atención cotidiana de las necesidades de cuerpos en situación de enfermedad, colocando una alta exigencia de tiempo y dedicación que puede resultar difícil de hacer compatible con el proyecto familiar. Así mismo, en Chile es hoy una profesión que puede llegar a traer sueldos interesantes en el contexto nacional (US$ 1000 en promedio) y que, además, coloca la posibilidad del autoempleo en cuidados domiciliarios u otras actividades profesionales que permitan una administración más flexible del tiempo. No obstante, como muchas otras actividades profesionales, enfrenta un mercado de trabajo crecientemente incierto, donde también primaría el capitalismo sanitario que experimentan otras carreras de la salud (Martínez-Rodríguez et al., 2016).

La justificación de la relevancia de este problema radica en que la distribución inequitativa de las responsabilidades familiares incide en cuestiones tales como el acceso de las mujeres al empleo remunerado, la brecha salarial por sexo o el acceso a un ingreso propio (Campos & Saldaña, 2018; Herrera et al., 2019; Undurraga, 2019). Por ejemplo, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Empleo, la mayor parte de las mujeres fuera de la fuerza de trabajo (34.7 %) señaló que no trabaja fuera del hogar debido a razones familiares permanentes, esto es, responsabilidades de cuidado de hijos, hijas u otros familiares. En contraste, solo 2.3 % de los hombres entregó esta razón para no incorporarse al mercado laboral (Herrera et al., 2019). Ello hace que las oportunidades para las mujeres sean especialmente frágiles, como ha demostrado la pandemia del Covid-19. El confinamiento obligatorio ha privado a muchas mujeres de los apoyos con que tradicionalmente contaban para el trabajo doméstico y de cuidado, impactando negativamente en el empleo femenino (Centro Microdatos, 2020).

Así, la división sexual del trabajo (hombres proveedores, mujeres cuidadoras) todavía constituye una barrera crítica para la participación de ellas en condiciones de igualdad en la sociedad chilena, incluyendo a las jóvenes que hoy se preparan para ingresar al mercado laboral. Con ello se pone en peligro, no solo la igualdad de género, sino el resguardo de los derechos de estas jóvenes al trabajo y a la previsión social, que en Chile tiene un carácter básicamente contributivo e individual (Instituto Nacional de Estadísticas, 2019; The World Bank, 2019; Undurraga & Becker, 2019). Por ello, un cambio estructural en las relaciones de género requiere la alteración de los modos de organización de la vida privada; un cambio que podría ser potencialmente revolucionario, pero que es con frecuencia poco visible, porque se juega en las arenas privadas de la familia y el hogar.

Jóvenes y la aspiración por cambio

El Estado de Chile ha implementado desde 1990 políticas públicas orientadas a estimular la participación de las mujeres en el ámbito público (particularmente, el trabajo remunerado). Sin embargo, el ámbito privado (especialmente la sexualidad y el trabajo de cuidado no remunerado en la familia) han permanecido relativamente inalterados en términos de la acción del Estado, excepto en lo que se refiere a la violencia intrafamiliar (Franceschet, 2010; Graf, 2019). No obstante, al nivel de prácticas sociales, ya en la década anterior habían comenzado a diversificarse los modelos familiares disponibles para las generaciones más jóvenes. Por citar algunos ejemplos: la caída en la tasa de matrimonios en favor de la convivencia, lo que supone una representación cultural en la cual una relación de pareja estable y sana no pasa, necesariamente, por la sanción legal o religiosa; la caída en la tasa de fecundidad, que presupone (al menos en parte) un cuestionamiento al imperativo cultural de tener descendencia como parte del proyecto personal; o el aumento en el número de mujeres que ingresan al mercado laboral (Herrera et al., 2019). La separación ya no lleva aparejada un estigma social (Pontficia Universidad Católica de Chile et al., 2018) y el divorcio vincular se estableció legalmente en 2004, aunque ya en la década anterior era ampliamente aceptado por la sociedad chilena. El aumento de familias monoparentales (que pasaron de ser el 8.6 % en 1992 al 12.7 % en 2017; Instituto Nacional de Estadísticas, 2018a) las ha visibilizado como un arreglo familiar aceptado, en el cual las mujeres deben ser, frecuentemente, cuidadoras y proveedoras a la vez. Ello permite suponer que los roles de género en la esfera familiar podrían estar haciéndose más flexibles, presentando una cantidad mayor de modelos familiares aceptados a los y las jóvenes que hoy están iniciando sus vidas adultas. Sin embargo, la evidencia disponible (Gómez-Urrutia et al., 2019; Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2019) sugiere que los roles femeninos se han diversificado más que los masculinos y que esta diversificación resulta más aceptable en los espacios públicos que en las arenas privadas de la formación de pareja y familia (England, 2018).

Los cambios en las relaciones familiares y de género son a menudo explicados como el resultado de procesos de secularización y de modernización económica de la sociedad chilena que, si bien no siempre han ido a la par con la modernización de las relaciones sociales, han supuesto la diferenciación social creciente y, con ella, márgenes cada vez más amplios para los procesos de individuación (Araujo & Martucelli, 2012). Este concepto es entendido como el debilitamiento de referentes sociales colectivos como la religión, la tradición, la clase social o el género, que han permitido que las opciones para imaginar las trayectorias personales se diversifiquen cuando se las compara con las opciones imaginables para las generaciones anteriores (Araujo & Martucelli, 2010; Beck & Beck-Gernsheim, 2003). Sin embargo, la individuación no es un proceso exento de tensiones, particularmente en sociedades como las latinoamericanas, marcadas por profundas desigualdades (y Chile no es la excepción). Ello porque, por una parte, las opciones que los individuos pueden visualizar no están abiertas de manera igualitaria para todos y todas, sino que se distribuyen de manera desigual a lo largo de ejes como la clase social y el género. Estos últimos han perdido parte de su poder estructurante en la vida de las personas, pero siguen siendo criterios de estratificación social importantes. Por otra parte, la falta de precedentes históricos hace que la elección, cuando es posible, plantee una disyuntiva para la cual no se tienen referentes previos, pues se trata de opciones que muchas veces son inéditas en el contexto histórico y generacional, y que pueden resultar más gravosas para los grupos con menos poder.

A pesar de las limitaciones que las desigualdades sociales implican para el desarrollo efectivo de procesos de individuación en Chile (esto es, para que las personas realmente puedan escoger si prefieren reproducir o alterar las prácticas familiares de generaciones anteriores), la evidencia disponible indica una flexibilización de los modelos familiares socialmente aceptados. Con todo, el cambio social no se produce de manera linear o unívoca, por lo cual es esperable encontrar tensiones y contradicciones en dichos procesos (Esping-Andersen et al., 2013; Yopo, 2017). La revolución inconclusa de género que plantean autores como Esping-Andersen et al. (2013), Gerson (2010) y Pedulla y Thébaud (2015) se refiere a un proceso de cambio silencioso pero importante que se ha estancado, precisamente, en términos de que no ha existido una desestructuración radical de las expectativas y prácticas referidas a lo que hombres y mujeres deben hacer en los ámbitos de la sexualidad y el trabajo reproductivo y de cuidado; este último, entendido como la acción de ayudar a una persona en situación de dependencia en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana (Aguirre et al., 2014).

Desde esta perspectiva, cabe esperar que los y las jóvenes tengan visiones distintas sobre estos procesos de cambio y sobre cómo los mismos afectan sus proyectos personales. La evidencia aportada por Carlson (2017), Pepin y Cotter (2017) y Risman (2018), para los Estados Unidos, sugiere que hay tanto tendencias favorables al cambio como visiones más conservadoras entre los y las jóvenes; estas últimas, basadas con frecuencia en la inclinación a idealizar la vida familiar de padres y abuelos. Incluso, entre los y las jóvenes habría tensiones entre apoyar la incorporación de las mujeres al mundo público (particularmente al mercado de trabajo remunerado), la igualdad de género en términos de carrera y salarios y la añoranza por estilos de vida familiar y doméstica basados en roles tradicionales (Risman, 2018). Basándose en un estudio longitudinal (1976-2014) de estudiantes de la educación terciaria en Estados Unidos, Pepin y Cotter (2017) argumentan que, aunque los jóvenes nacidos a fines del siglo pasado e inicios del presente creen en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, persiste la idea de que hay áreas donde el papel de las mujeres es insustituible, como la maternidad y el cuidado.

Por su parte, Carlson (2017) argumenta que resulta frecuente que los y las jóvenes tiendan a idealizar un pasado con roles de género bien definidos, porque han observado a la generación de sus padres sufrir las presiones económicas y sociales de una ruptura matrimonial, con el resultado frecuente de que uno de los progenitores (usualmente la madre) debe asumir la difícil tarea de ser proveedor y cuidador a la vez, o de intentar conciliar familia y trabajo en un entorno poco amigable para ello, lo que habitualmente implica costos personales significativos. Para el caso de Chile, se ha reportado evidencia de que existe una proporción significativa de jóvenes que no desea repetir aspectos negativos de las historias de sus padres que se perciben como resultado del cambio en los roles de género, como la falta de tiempo para atender responsabilidades familiares a causa del trabajo o el cansancio crónico derivado de intentar conciliar exigencias simultáneas de familia y trabajo (Gómez-Urrutia et al., 2017). Al hacerlo, se idealiza la vida familiar del pasado, pero al mismo tiempo se plantea resistencia a perder los espacios de independencia y autonomía financiera que las mujeres han ganado. Lo anterior no implica una tendencia conservadora o tradicionalista entre los y las jóvenes; más bien, apuntaría a la dificultad de tomar decisiones en una situación de cambio social donde algunos aspectos son vistos como favorables, pero también hay consciencia de las dificultades e incertidumbres implícitas en el proyecto de cambiar los modos tradicionales de hacer familia.

En su estudio cualitativo con jóvenes estadounidenses, Risman (2018) propone agrupar las percepciones sobre el cambio en los roles tradicionales de género entre quienes tienen una posición clara al respecto -ya sea para afirmar la tradicionalidad o para cuestionarla- y quienes intentan poner bajo crítica o reinterpretar las normas tradicionales, pero sin tener una posición consistente al respecto en todos los ámbitos (familia, trabajo, sexualidad). El trabajo de Risman contribuye a iluminar las contradicciones y tensiones inherentes en el proceso de navegar el cambio cultural pues, como señalan Feixa y Leccardi (2010), el cambio generacional no supone una ruptura radical con las normas y prácticas ya existentes. Las generaciones están siempre obligadas a posicionarse en relación con la herencia cultural de quienes les precedieron, ya sea para asumirla, rechazarla o negociar con ella.

Por ejemplo, así como las mujeres jóvenes aspiran hoy a la independencia económica, muchos hombres jóvenes quieren ser más partícipes en la crianza de sus hijos e hijas, pero de manera limitada -con frecuencia- a las actividades más lúdicas, como jugar o apoyarles en sus actividades escolares (Aguayo et al., 2016; Herrera et al., 2018). Ello implica sin duda ampliar las concepciones de masculinidad y paternidad más allá del rol tradicional de proveedor y de quien impone la disciplina, para incluir más espacios de intimidad emocional y cuidado. No obstante, hay al mismo tiempo una resistencia a abandonar el papel masculino tradicional (Aguayo et al., 2016; Madrid, 2017), posiblemente porque no se desea perder el poder y el prestigio históricamente asociado a la %gura de proveedor económico principal del hogar, mostrando las tensiones inherentes al proceso de cambio cultural.

Este trabajo explora las expectativas de estudiantes universitarios de Enfermería chilenos y chilenas (N=500) sobre la distribución de roles laborales y domésticos y de cuidado en la pareja. Se ha utilizado un diseño cuantitativo, transeccional, con aplicación de una encuesta sociodemográfica y otra de planificación de la vida personal y laboral validada por Hernández (2008) para el contexto español. Se plantean dos preguntas de investigación principales: ¿qué formas de organización de las responsabilidades familiares y laborales son favorecidas por los y las jóvenes?, y ¿existen diferencias significativas entre las preferencias de hombres y mujeres? Con ello se espera establecer una tipología respecto de la organización de la vida familiar y laboral e identificar posibles diferencias por sexo en las preferencias expresadas a través de pruebas estadísticas paramétricas (comparación de medias) y no paramétricas (pruebas de Chi-cuadrado).

Método

Participantes

Los participantes en este estudio fueron jóvenes estudiantes de Enfermería en dos universidades de Talca (N=500), una pública y una privada. Como criterio de inclusión, se estableció tener la condición de estudiante regular en la carrera al momento de aplicarse la encuesta (septiembre de 2019) y ser menor de 30 años; como criterio de exclusión, el estar cursando alguna materia o tener otra relación de dependencia con miembros del equipo de investigación. El 76.2 % de la muestra eran mujeres y el 23.4 % hombres, con dos personas (0.4 %) que marcaron la categoría de otro. En términos de edad, un 19.8 % tiene 18-19 años, un 57 % está entre los 20 y 23 años, un 15.6 % 24-25 años y 7.6 %, 26 a 30 años. La mayoría son solteros (98.2 %) sin hijos (94.6 %). El 71.8 % de ellos y ellas estudia con alguna beca, ya que la gran mayoría pertenece al 60 % de menores ingresos de la población chilena. Se trata de una muestra no probabilística que considera a más de 60 % del universo de matriculados. Los y las estudiantes fueron invitados a participar en esta investigación a través de una visita de los investigadores responsables a la sala de clases, previamente autorizada por las Direcciones de Escuela, quienes recibieron una explicación detallada de los alcances de este estudio.

En relación con los aspectos éticos, quienes aceptaron participar en la investigación debieron afirmar un formulario de consentimiento informado donde se explicitaba el carácter voluntario y confidencial de su participación. No se ofrecieron incentivos monetarios ni de otro tipo para participar. Los cuestionarios se administraron solo en formato papel, completarlos llevó 30 a 40 minutos, fueron completamente anónimos y se los almacenó en un lugar al que solo tiene acceso el equipo de investigación, en un archivo distinto del destinado a los formularios de consentimiento informado para asegurar el anonimato de los datos.

Instrumentos

La encuesta sociodemográfica fue construida especialmente para este estudio, e incluyó ítems de selección múltiple sobre preferencias laborales y familiares en general. Para analizar las expectativas de los y las estudiantes sobre la distribución de roles laborales y domésticos o de cuidado en la pareja en situaciones específicas se utilizó la escala de orientación hacia la integración trabajo-familia (Orientation to Occupational Family Integration Scale) de Gilbert et al. (1991), en la versión al español adaptada por Hernández (2008). La adaptación española incluyó una actualización de los ítems, los cuales originalmente preguntaban a cada sexo por tareas consideradas típicamente masculinas o femeninas. En vez de esta posibilidad, se optó por solicitar a los sexos posicionarse frente a todos los roles utilizando una escala Likert de 5 puntos en el eje acuerdo-desacuerdo. Considerando los cambios sociales ocurridos desde la publicación original de la escala en 1991, esta actualización da cuenta de la flexibilización de roles que podría verificarse entre los y las jóvenes. Los datos fueron luego analizados con el software SPSS (v. 21) para obtener porcentajes y puntajes medios. En el caso de la Escala de orientación hacia la integración trabajo-familia se realizó además un análisis factorial confirmatorio, verificando la existencia de la estructura de cuatro factores identificada por Hernández (2008), correspondientes a cuatro posibles tipologías de distribución de tareas en el eje trabajo-familia:

  1. Transicional, en el cual tiende a privilegiarse el trabajo a tiempo parcial y se distribuyen las tareas de cuidado entre los miembros de la pareja, aunque uno de ellos todavía asume la responsabilidad principal por el cuidado del hogar y la descendencia, si la hay (o sea, se privilegia el cuidado, pero sin una especialización total en la tarea -α= .820-);

  2. Provisión de ingresos, donde tiende a privilegiarse el trabajo a tiempo completo y el que uno de los miembros de la pareja concentre las responsabilidades de cuidado (esto es, quien responde o su pareja aparece asumiendo el grueso de ambos roles, con el otro la otra en un rol subsidiario -α= .786-);

  3. La distribución de tareas igualitaria, que supone la corresponsabilidad de la pareja en las responsabilidades laborales y familiares, independiente del sexo (α= .878);

  4. La distribución dependiente, en la cual la responsabilidad principal es el hogar, con la provisión de ingresos como un rol subsidiario o complementario al de la pareja (α=.606).

En la aplicación hecha para este trabajo, la escala total tuvo una fiabilidad de .785 en el Alfa de Cronbach y el análisis factorial mostró que los cuatro factores explicaban el 64.3 % de la varianza total.

Resultados

Una primera pregunta del cuestionario tenía relación con la motivación declarada para estudiar enfermería. Como muestra la tabla 1, la gran mayoría de los y las participantes señalaron el deseo de cuidar a otros (55 %) y la satisfacción personal (48 %) como principales motivaciones, sin diferencias según género o tipo de institución (pública o privada). La remuneración tuvo un lugar muy poco destacado en las motivaciones, con apenas un 4 %, con la estabilidad profesional alcanzando un 17 %. Esto podría deberse al momento vital en que se encuentran los y las jóvenes, todavía sin responsabilidades financieras o familiares propias, o bien a la representación de la carrera como una opción fundamentalmente de servicio y cuidado.

Tabla 1 Principal motivación para elección de carrera (opción múltiple; porcentaje que marcó la opción) 

Respecto de sus planes profesionales tras la graduación (expuestos en la tabla 2) casi un 64% se proyecta trabajando en el servicio público, mientras aproximadamente un 60% piensa seguir estudiando en un programa de magíster o especialización. Solo un 15.5% considera la posibilidad de trabajar en establecimientos privados, mientras que apenas un 6.8% establecerse de manera independiente, lo cual da cuenta de que el trabajo por cuenta propia no figura en los planes de nuestra muestra. Esto es consistente con la situación de este tipo de trabajo en Chile, donde solo el 16 % de los emprendimientos son liderados por personas con educación superior y, en general, producen ingresos bajos, comparados con el trabajo asalariado (Instituto Nacional de Estadísticas, 2018b). El trabajo asalariado en salud es, además, frecuentemente asociado a una mayor estabilidad, especialmente en el sector público, donde existe la posibilidad de concursar a cargos públicos de planta donde la desvinculación laboral es mucho más difícil que en el sector privado.

Tabla 2 Intenciones de carrera tras la graduación (opción múltiple; porcentaje que marcó la opción) 

Consultados y consultadas sobre las mayores barreras que les llevarían a descartar la idea de abrir su propio negocio o actuar de forma independiente, los y las jóvenes señalaron de forma mayoritaria el exceso de burocracia para abrir un emprendimiento y la inestabilidad económica del país, como muestra la tabla 3.

Tabla 3 Barreras más importantes para establecer un negocio propio o actuar de forma independiente (opción múltiple; porcentaje que marcó la opción) 

Cabe recordar que al momento de aplicarse esta encuesta aún no se había producido en Chile el estallido social de octubre de 2019, que afectó significativamente la actividad independiente. La posibilidad de una baja recompensa financiera inicial y la falta de apoyo de las instituciones gremiales también fueron mencionadas por porcentajes cercanos a un tercio de los y las estudiantes. En relación con el ámbito familiar, se preguntó a los y las estudiantes por sus planes sobre formación de pareja y la posibilidad de tener descendencia en el mediano plazo. Cabe señalar que un 9 % de ellos y ellas ya está casado o convive; entre los demás, un 60 % tiene entre sus planes casarse o convivir, sin diferencias por sexo, aunque estas aparecen en quienes no quieren casarse (6.3 % de hombres versus 2.7 % de mujeres) y en los indecisos, ya que un porcentaje mayor de mujeres (cercano al 30 %) que de hombres (21.4 %) marcó la opción «Quizás» o bien «No he pensado en ello», siendo la diferencia estadísticamente significativa X2 (1, N=500) =19.15 p < .05, V de Cramer =. 199). Sin embargo, una amplia mayoría (70 %) piensa tener descendencia, con más de la mitad de ese porcentaje señalando los 28-30 años como la edad idónea para el primer hijo o hija. Las consideraciones laborales sobre el momento oportuno para comenzar a tener descendencia se presentan en la tabla 4.

Tabla 4 En una situación ideal, el nacimiento del primer hijo o hija dependerá de… 

Nota. Aquí solo quienes declararon desear hijos y han pensado en ello; porcentaje que marcó la opción. El asterisco indica diferencias estadísticamente significativas en pruebas de Chi-cuadrado.

Como puede observarse en la tabla 4, las mujeres dan mayor importancia a su propia situación laboral al momento de pensar en el nacimiento de un hijo o hija: un 7.6 % de ellas versus un 1.3 % de los varones plantea que ello dependerá de su propio trabajo -X2 (1, N=500) =22.28, p. < .05, V de Cramer =.180)-. En la misma línea, 62 % de los hombres señala que dependerá del trabajo de ambos, frente a un 55 % de ellas que afirma lo mismo X2 (1, N=500) =14.17, p. < .05, V de Cramer =. 255). Esto puede atribuirse, por una parte, a que tanto hombres como mujeres están conscientes de que la mayoría de las disposiciones legales y beneficios destinados a la protección de la paternidad/maternidad en Chile (tales como el fuero maternal, los subsidios y las licencias) están vinculadas a la madre, con limitadas posibilidades de traspasar estos beneficios al padre. Por otra, ello podría expresar el interés de las chicas de garantizar su independencia económica como una condición para pensar en la maternidad. En términos de los planes de distribución de responsabilidades familiares y laborales, se procedió a comparar las puntuaciones obtenidas por hombres y mujeres en cada una de las subescalas descritas en el apartado metodológico, con los resultados que muestra la tabla 5. Como puede apreciarse, la mayoría de los y las estudiantes se inclina por el estilo igualitario, en el cual hombres y mujeres comparten tanto responsabilidades familiares como laborales, trabajando a tiempo completo, sin que hubiera diferencias significativas por sexo ni por tipo de institución.

Tabla 5 Puntuaciones medias estilos de distribución de responsabilidades familiares y laborales, según sexo 

Nota. Escala de 1 a 5, donde 1= completamente en desacuerdo y 5 = completamente de acuerdo. Dada la disparidad en los tamaños muestrales por sexo, se seleccionaron al azar submuestras de tamaño equiparable para las pruebas estadísticas.

El estilo de distribución de responsabilidades familiares y laborales que logró menos aceptación fue el dependiente; este, en el caso de las mujeres, implica el regreso a roles tradicionales y, en el caso de los varones, asumir la familia como responsabilidad principal, invirtiendo la división sexual del trabajo tradicional. Ello indica que, en general, la idea de depender económicamente de la pareja no encuentra aceptación entre los y las jóvenes participantes en nuestro estudio. El estilo transicional obtuvo una puntuación cercana a la neutralidad -no rechazo abierto, pero tampoco aceptación-, con un 11.6 % de la muestra que estuvo de acuerdo o muy de acuerdo con esta distribución de responsabilidades. El único modo de distribución de tareas donde sí se comprobaron diferencias significativas fue el de provisión de ingresos, que supone asumir responsabilidades de cuidado, pero sin dejar el trabajo a tiempo completo, donde los varones tuvieron una media ligeramente mayor. Al analizar los subítems de esta escala se verifica que los hombres declaran estar menos dispuestos que las mujeres a renunciar al rol de proveedores principales del hogar, si bien declaran que estarían dispuestos a asumir de manera central el cuidado del hogar y de los hijos e hijas.

Discusión

Los datos presentados muestran que la mayoría de los y las jóvenes participantes en nuestro estudio se proyecta trabajando de manera remunerada, ya sea a tiempo completo o parcial, en conjunto con el proyecto familiar de tener pareja estable y/o descendencia. La mayoría de los y las jóvenes considera una trayectoria laboral relativamente tradicional, por cuanto declaran preferir el empleo asalariado en el sector público, en lugar de optar por formas menos habituales como el empleo por cuenta propia. En el ámbito familiar, por el contrario, se alejan de la díada tradicional de hombres proveedores/mujeres cuidadoras. Como aspiración, la distribución igualitaria de las responsabilidades familiares y laborales es la que concita mayores grados de aceptación, aunque otras posibilidades -como el estilo transicional- son preferidas por una pequeña proporción de la muestra. En este sentido, hay que tener cautela al asumir homogeneidad en las preferencias de los y las jóvenes en esta materia. Resulta llamativo que tanto hombres como mujeres consideren la posibilidad de verse a sí mismos asumiendo las responsabilidades de cuidado y de provisión de ingresos, ya sea de manera compartida o exclusiva.

Así, habría un distanciamiento de los modelos tradicionales de división sexual del trabajo, en favor de roles más compartidos. Sin embargo, un 13 % de nuestros informantes dio al estilo transicional una puntuación entre 4 y 5 (indicando acuerdo), lo cual significa que preferirían concentrar en sí mismos ambos tipos de responsabilidades. Ello se debe, argumentamos, al hecho de que la mayoría de los y las jóvenes asume que el compromiso de mantenerse en pareja puede ser temporal, mientras la relación con hijos e hijas supone un vínculo y responsabilidad de por vida, como indican otras investigaciones con población joven (Gómez-Urrutia et al., 2017). Los datos son consistentes con la idea de que los criterios que los y las jóvenes aplican a la decisión de establecerse en pareja no son los mismos que aquellos que determinan la decisión de tener o no descendencia, reforzando la progresiva disociación cultural entre las aspiraciones románticas y las vinculadas a la maternidad/paternidad. En otras palabras, hay una separación de criterios en lo referido a la formación de pareja frente al proyecto de tener descendencia, lo que implica que hoy es frecuente que las personas jóvenes se vean a sí mismas como padres y madres sin pareja. Esta situación es más frecuente en el caso de las mujeres, por la mayor asociación cultural establecida entre mujeres y maternidad.

Así mismo, el hecho de que dentro de los estilos los varones hayan mostrado mayor interés en mantener el rol de proveedores principales muestra que, aunque se incluya el cuidado dentro de los ideales de paternidad, la provisión de ingresos mantiene un rol central en las aspiraciones masculinas en la familia. La literatura señala, además, que los hombres tienden a identificar el cuidado parental con la parte lúdica de la relación con hijos e hijas, dejando en manos femeninas las tareas rutinarias y asociadas al trabajo doméstico, como la limpieza (Aguayo et al., 2016; Herrera et al., 2018; Madrid, 2017).

Aunque nuestros datos no nos permiten comprobarlo empíricamente (lo cual plantea una limitación del presente estudio), es también posible plantear la hipótesis de que el haber escogido una carrera vinculada al cuidado predisponga a estos jóvenes a tener una visión más favorable en torno al cuidado cotidiano, sobre todo en caso de enfermedad. No obstante, la literatura también sugiere que dentro de las profesiones de la salud existe una jerarquía de labores donde típicamente las tareas próximas a la corporalidad (como ocuparse del aseo personal o dar de comer) tienen una jerarquía y prestigio menores que aquellas asociadas a aspectos más profesionales del cuidado, y su distribución expresa jerarquías de clase, etnia y género (Breslin & Wood, 2016; Lund, 2010). Por ello, cierta cautela es necesaria al interpretar estos resultados.

Por otra parte, también es posible plantear la hipótesis de que los y las estudiantes de nuestra muestra consideren como una opción el tercerizar el cuidado, pagando servicio doméstico. Esta es una posibilidad tanto para hombres como para mujeres cuando se proyecta contar con un ingreso económico relativamente alto, como sería el caso de enfermería. Con todo, resulta significativo que se plantee la posibilidad de asumir la díada provisión de ingreso/cuidado bajo un arreglo distinto de la biparentalidad o la división de tareas por sexo.

Así, nuestros resultados dan soporte a la hipótesis de que esta rebelión silenciosa en lo privado está en marcha, sugiriendo un cambio cultural que no está exento de tensiones, pues como señala England (2018), es esperable que haya resistencia masculina a perder espacios de poder (por ejemplo, el rol de proveedor). Cabe destacar que este estudio evalúa expectativas, no prácticas. Por ello, debe considerarse que, para llevarse a cabo, estas expectativas deberán ser negociadas en entornos institucionales y bajo presiones culturales. Por ejemplo, datos de la encuesta de uso del tiempo (Instituto Nacional de Estadísticas, 2015) dan cuenta de cómo las responsabilidades familiares todavía se distribuyen de manera muy desigual entre hombres y mujeres. Estas desigualdades se han agudizado en el contexto de confinamiento producto de la pandemia Covid-19: los tiempos de cuidado han aumentado sustantivamente para las mujeres, no así para los hombres, afectando desproporcionadamente al empleo femenino (Centro Microdatos, 2020). Ello demuestra la fragilidad de los avances en igualdad de género que puedan lograrse en el país.

Las implicaciones políticas son claras: las aspiraciones de los y las jóvenes se encontrarán con un marco legal que en Chile todavía otorga preponderancia al rol femenino en los cuidados familiares, así como un mercado laboral con fuertes asimetrías en términos de acceso al empleo, segmentación y brechas salariales que desfavorecen a las mujeres (Herrera et al., 2019; Undurraga & Becker, 2019). Estas asimetrías condicionan las decisiones que hombres y mujeres deben tomar sobre trabajo y familia, haciendo que establecer arreglos familiares fuera de los moldes tradicionales sea más gravoso para algunos grupos sociales (aquellos con menos poder). En un contexto donde los marcos legales e institucionales presuponen la división sexual del trabajo, tomar decisiones orientadas por una mayor flexibilidad de género a nivel de prácticas en la vida cotidiana resulta desafiante y podría frenar las aspiraciones de cambio. Desde esa perspectiva, esta revolución silenciosa interpela la capacidad del Estado para instalar marcos legales e institucionales que promuevan la igualdad y el cumplimiento de derechos fundamentales, al igual que sus contrapartes situadas en el espacio público.

Los resultados de este estudio nos permiten concluir que los y las jóvenes estarían empujando los límites culturales de la actualización de roles de género en el espacio privado de la familia, al pensar la organización de la vida doméstica y familiar en términos del ideal de corresponsabilidad, con una distribución más equitativa de las tareas entre hombres y mujeres. Si bien esta no es una revolución visible y bulliciosa -como las marchas y manifestaciones por la igualdad de género que se han tomado las calles-, constituye una demanda por cambio silenciosa pero crucial, porque se juega en una arena frecuentemente invisible al ojo público: la de las negociaciones al interior de la familia.

No es por esto menos importante, ya que la división sexual del trabajo en este ámbito (hombres proveedores, mujeres cuidadoras) constituye una barrera crucial para las demandas por participación social femenina en condiciones de igualdad y se relaciona, finalmente, con la distribución de poder -para decidir lo que se quiere ser y hacer en la vida- entre hombres y mujeres en esta generación. Desde esa óptica, es necesario recordar que estamos en el plano de las aspiraciones y expectativas, que tendrán que ser negociadas en los contextos estructurales e institucionales (como la legislación y el entorno laboral) ya existentes, y que podrían ralentizar el cambio. Solo la oportunidad de poner en práctica estas ideas -el avance posible de esta revolución silenciosa- determinará si estas expectativas de mayor igualdad no solamente en lo público, sino también en los aspectos más personales de la vida privada, se verán cumplidas en el futuro.

Referencias

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*Este artículo se deriva del proyecto denominado Jóvenes, trabajo y familia: hacia un modelo para la comprensión de expectativas familiares y laborales, financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID), Proyecto Fondecyt Regular 1190013 (etapa 2019), beneficiándose también del Fondo pasantía internacional Universidad Autónoma de Chile Vrip EI01. Realizada entre marzo 15 de 2019 y mayo 30 de 2020. Área: sociología. Subárea: cambio social.

Esta investigación es financiada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (Proyecto Fondecyt 1190013) y aportes del Fondo de apoyo para estadía de investigación de la Universidad Autónoma de Chile (VRIP EI01-2019).

Para citar este artículo Gómez-Urrutia, V., Jiménez-Figueroa, A., & Barreto Colichi, R. (2021). Proyectos familiares y laborales en jóvenes: la demanda por igualdad de género. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 19(1), 1-21. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.19.1.4618

Recibido: 14 de Septiembre de 2020; Aprobado: 09 de Noviembre de 2020

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