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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.19 no.1 Manizales jan./abr. 2021  Epub 12-Abr-2021

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.19.1.4554 

Estudios e Investigaciones

Desde la periferia: la noción de espacio social en la movilización sociopolítica de la juventud*

From the periphery: The notion of social space in the socio-political mobilization of youth

Da partir da periferia: A noção de espaço social na mobilização sócio-política da juventude

Ph.D. Roger Soler-i-Martí1 

Ph.D. Eduard Ballesté2 

Ph.D. Carles Feixa3 

1 Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, España. Investigador Postdoctoral Juan de la Cierva, Grupo de Investigación en Juventud, Sociedad y Comunicación (JOVIScom), Departamento de Comunicación, Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). 0000-0002-3486-6836. H5: 5. Correo electrónico: roger.soler@upf.edu

2 Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, España. Investigador Postdoctoral ERC, Grupo de Investigación en Juventud, Sociedad y Comunicación (JOVIScom), Departamento de Comunicación, Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). 0000-0001-6757-9959. H5: 3. Correo electrónico: eduard.balleste@upf.edu

3 Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, España. Catedrático de Antropología Social, Grupo de Investigación en Juventud, Sociedad y Comunicación (JOVIScom), Departamento de Comunicación, Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). 0000-0002-4874-1604. H5: 46. Correo electrónico: carles.feixa@upf.edu


Resumen (analítico)

Este artículo pone de manifiesto la existencia de un elemento transversal en la relación de la juventud con la esfera pública, que contribuye a comprender mejor la naturaleza de sus expresiones políticas: la asimilación de una cierta posición periférica impuesta dentro del espacio social. La idea de espacio social, y en particular la de periferia, contribuyen a dar coherencia a determinados fenómenos y tendencias de la movilización sociopolítica de la juventud en su conjunto. Para ello, se analizan tres movimientos juveniles surgidos en Barcelona durante el año 2019, en los que la juventud tuvo especial protagonismo. Las diferencias y similitudes entre los tres movimientos muestran la versatilidad de la noción de periferia, que sirve para visualizar la precariedad vital que identifica a toda una generación, más allá de sus diferencias.

Palabras clave: Juventud; generación; movimientos juveniles; participación; Espacio social; periferia; precariedad; Barcelona; Fridays for Future; Movimiento independentista; ExMenas. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco

Abstract (analytical)

This article highlights the existence of a transversal element in the relationship of youth with the public sphere, which contributes to a better understanding of the nature of their political expressions: the internalization of a certain imposed peripheral position within the social space. The idea of social space, and in particular the idea of periphery, contributes to give coherence to some phenomena and trends on the sociopolitical mobilization of youth as a whole. To do this, three youth movements emerged in Barcelona during 2019 are analyzed, in which the youth played a special role. The differences and similarities between the three movements show the versatility of the notion of periphery, which serves to visualize the vital precariousness that identifies an entire generation, beyond their internal differences.

Keywords: Youth; generation; youth movements; participation; Social space; periphery; precariousness; Barcelona; Fridays for Future; Pro-independence Movement; ExMenas

Resumo (analítico)

Este artigo tem como objetivo destacar a existência de um elemento transversal na relação dos jovens com a esfera pública, o que contribui para a melhor compreensão da natureza de suas expressões políticas: a assimilação de uma determinada posição periférica imposta dentro do espaço social. A ideia de espaço social e, em particular, de periferia, contribui para dar coerência a certos fenômenos e tendências na mobilização sócio-política da juventude como um todo. Para isso, são analisados três movimentos juvenis surgidos em Barcelona em 2019, nos quais os jovens tiveram protagonismo especial. As diferenças e semelhanças entre os três movimentos mostram a versatilidade da noção de periferia, que serve para visualizar a precariedade vital que identifica uma geração inteira, além de suas diferenças internas.

Palavras-chave: Juventude; geração; movimentos juvenis; participação; Espaço social; periferia; precariedade; Barcelona; Fridays For Future; movimento de independência; ExMenas

Introducción

El estudio de la implicación sociopolítica de la juventud en las últimas décadas ha ofrecido evidencias de multitud de fenómenos y tendencias que a veces podrían parecer contradictorias: desde la preocupación por la desafección, el desinterés y la apatía (Pirie & Worcestern, 1998; Putnam, 2000), a la identificación de nuevas formas de implicación y compromiso (Dalton, 2007; Norris, 2002; Sloam & Henn, 2017) o una más profunda resignificación de la política y su compromiso (Manning, 2013; O’Toole, 2003). La relación de la juventud con la esfera pública y las formas de expresión de su compromiso sociopolítico son sin duda un fenómeno complejo, multicausal y situado, por lo que es particularmente complejo identificar características o determinantes que operen de forma más o menos estable en las distintas expresiones de movilización política de la juventud.

Este artículo pretende poner de manifiesto la existencia de un elemento transversal en la relación de la juventud con la esfera pública, que pueda contribuir a comprender mejor la naturaleza de sus expresiones políticas: la interiorización en la juventud de una cierta posición periférica dentro del espacio social. La idea de espacio social y en particular la idea de periferia contribuyen a dar coherencia a algunas de estos fenómenos y tendencias aparentemente contradictorios y ayudan a comprender los procesos de implicación política de la juventud en su conjunto.

Entender el espacio social como el marco que estructura la sociedad a través de posiciones diferenciadas, en las cuales cada individuo o grupo ocupan un lugar específico (situado en un lugar determinado del continuum centro-periferia), permite comprender qué posición ocupa la juventud en general y dentro de ella qué diferencias se muestran por grupos interseccionales juveniles. Ello ayudará a materializar la idea de la periferia como punto común de la condición juvenil, lo que se manifiesta en lo social, pero también en lo político y en lo económico. Al mismo tiempo, desde esta idea se podrá indagar la forma en que esta subalternidad es interiorizada por los propios jóvenes y, en última instancia, genera la producción de subjetividades que tienen sus efectos en su relación con la política, con la participación y en las formas de movilización contestataria.

Para desarrollar esta idea, en el siguiente apartado se desarrolla la idea de espacio social y cómo la idea de precariedad es esencial para comprender la posición de la juventud, incluso teniendo en cuenta su gran heterogeneidad. A continuación, se discute cómo esta posición es interiorizada y define el marco de subjetividades sobre el que la juventud se relaciona con el campo político. En el tercer apartado, se analiza cómo esta posición periférica y su interiorización por parte de la juventud, contribuyen a comprender distintas estrategias de participación sociopolítica que les son propias. Por último, el artículo utiliza de ejemplo tres movimientos juveniles que se han producido en Barcelona a lo largo del año 2019 y que han tenido una influencia notable: el movimiento independentista, el movimiento Fridays for Future y el colectivo ExMenas. La comparativa entre estos tres movimientos de naturaleza y composición muy distinta sirve para poner a prueba la propuesta teórica que abre el presente trabajo y encontrar herramientas para el análisis comparativo de los movimientos sociales juveniles, surgidos en un año en el que se produjeron movilizaciones en otros muchos lugares del planeta.

Juventud, precariedad y espacio social

Bourdieu (1979, 1985, 1989) utilizó la idea de espacio social para representar el sistema de relaciones económicas, sociales, culturales y simbólicas que se establecen en sociedad. La posición que los agentes sociales (individuos y grupos) ocupan en este espacio está determinada por la desigual distribución de los recursos; en especial por el volumen de capital económico, social, cultural y simbólico disponible y por la relación entre estos capitales (Bourdieu, 1989). En función de la disponibilidad de estos recursos de naturaleza material y subjetiva, los agentes ocupan posiciones más centrales, importantes e influyentes dentro del espacio social o posiciones más periféricas, vulnerables e irrelevantes (Bourdieu, 1985). Estas posiciones, que son fruto de los recursos o capitales preexistentes, son interiorizadas por los individuos en lo que Bourdieu llama habitus y pasan a funcionar como un sistema de disposiciones duraderas que estructuran la visión del mundo del individuo y dan forma a sus deseos y aspiraciones. Estas disposiciones, condicionadas por la posición en el espacio social, también operan en el campo político, orientando valores, actitudes y prácticas políticas.

En este artículo nos servimos de la idea de espacio social como punto de partida para comprender la posición desde la cual la juventud, como colectivo, se define y actúa en el campo sociopolítico. De acuerdo con esta perspectiva, la posición que la juventud, como grupo, ocupa en el sistema de relaciones de una sociedad, establece la base para sentirse más o menos integrada y, por lo tanto, para interiorizar una posición más central o más periférica como actores políticos en el sistema social.

Sin embargo, la juventud es un colectivo particularmente heterogéneo, con un acceso muy desigual a los recursos, por lo que hay que aclarar en qué sentido la condición juvenil o la adscripción a la actual generación joven condiciona la posición en el espacio social. En este estudio se concibe a la juventud como una agrupación heterogénea que contiene posiciones sociales diferenciadas lo que, en consecuencia, no permite determinar una única imagen del joven, sino más bien muchas formas de ser o de sentirse joven -las juventudes- (Duarte, 2000, 2012; Vommaro, 2015). Con ello, la misma construcción social y política de la juventud como etapa vital (Bourdieu, 2002) ha denotado unos intereses específicos para la creación histórica de este grupo: procesos de consumo y ocio, diferenciación con la vida adulta, grupo al que hay que normalizar o corregir, población cautiva para la recepción de ciertas políticas específicas, entre muchos otros (Feixa, 1998/2008). Como explica Martín-Criado (1998), la creación de la idea de juventud a partir de una visión burguesa sobre este grupo, no solo definió para el resto de jóvenes las formas hegemónicas de comportamiento que se esperaban de ellos (las de los burgueses), sino que permitió un proceso de normalización para esos otros jóvenes para encauzarlos y limitar los comportamientos díscolos (principalmente, de las clases obreras). Es por ello que, al tratar la juventud como grupo, hay que ser cauto y tomar en consideración todos los condicionantes y posicionamientos sociales que la atraviesan y que permiten materializar esas diferentes opresiones en función de la clase social, el género, la etnia o racialización, las identidades sexuales o afectivas, entre otras (Adlbi-Sibai, 2016; Collins, 1998; Crenshaw, 1989).

Sin embargo, esta heterogeneidad no impide identificar rasgos compartidos. En concreto, las sociedades contemporáneas están construidas de forma adultocéntrica y los jóvenes ocupan una posición no central (Duarte-Quapper, 2015). Como grupo, cada generación viene determinada por acontecimientos específicos que permiten establecer una cierta consciencia común (guerras, crisis, catástrofes naturales, etc.) y que impacta de forma transversal a una o más generaciones (Mannheim, 1993; Roberts, 2015). Para la juventud actual, ese marco común está vinculado a la precariedad vital y multidimensional que viven la mayoría de personas jóvenes y que se establece, no solo como una cuestión coyuntural, sino como un horizonte más o menos permanente dentro de sus vidas (Lorey, 2016; Tejerina, 2019). Cada generación, siguiendo a Mannheim (1993), viene marcada en su interior por unidades generacionales específicas que, a través de las posiciones sociales ocupadas y del poder acumulado (o no) por cada una de ellas, podrían estar enfrentadas para mantenerlo o rebatirlo. Es decir, no toda la generación vive o sufre los mismos procesos, sino que dentro del marco común, este actúa de forma diferenciada en función de la posición ocupada y, por lo tanto, la precariedad como elemento común se plasmará en grados dispares según cada individuo o unidad (Ballesté, 2018).

La precariedad, por lo tanto, es un concepto central que permite articular un marco común sobre la vida de las personas jóvenes. Para Lorey (2016) «la precarización ya no es ninguna excepción, sino que es la regla» (p. 17), ya que, con todos los condicionantes sociales, económicos, culturales y políticos que se detallarán, la precariedad viene a cimentar la forma de gobierno neoliberal a través de la inseguridad (García-García & Ávila-Cantos, 2015). Una precariedad que se consolida a través de distintas dimensiones: por un lado, la precariedad económica a través de las distintas crisis, la flexibilización del mercado de trabajo y la reducción del aparato social del estado (Paugam, 2000); por otro lado, la precariedad social a través de la alteración y difuminación de las transiciones vitales y de emancipación (Casal, 1996); por último, la precariedad política, a través de la paulatina disminución de la capacidad de incidencia en el proceso político y sus resultados (Mari Klose, 2012). Todo ello lleva a que la inseguridad y el riesgo permanente (Lorey, 2016), afectan de forma central a las personas jóvenes (Tejerina, 2019), generando una dimensión subjetiva de dicha precariedad (Reguillo, 2008, 2017).

La precariedad como característica generacional imprime una marca en los procesos de integración en el espacio social que caracterizan al período vital de la juventud. Desde la perspectiva de las transiciones juveniles, la juventud es el momento del ciclo vital que se caracteriza por la emancipación de la familia de origen y la formación de la propia, la finalización de la etapa formativa o la integración en el mercado laboral. Todos estos procesos de incorporación a la vida adulta comportan también una incorporación del individuo en espacios de mayor importancia y centralidad social (Walther et al., 2006). Esta integración en el espacio social también se refleja en el campo político. De hecho, las explicaciones tradicionales de los patrones juveniles de participación política están estrechamente vinculadas a la incorporación gradual al espacio social que se amplía con la edad: a medida que los individuos adoptan roles adultos, van ganando habilidades cívicas y experiencias que incrementan su interés en asuntos públicos y desarrollan las capacidades necesarias para participar en ellos (Benedicto & Moran, 2007; Milbrath & Goel, 1977; Strate et al., 1989).

Sin embargo, las dinámicas de precarización y vulnerabilidad han introducido importantes cambios en las trayectorias juveniles de incorporación a la vida adulta. En las últimas décadas, la sociología de la juventud ha puesto de manifiesto los procesos de desestandarización y flexibilidad en las transiciones juveniles (Serracant, 2012; Stauber & Walther, 2006). Las situaciones de reversibilidad, y ruptura de la linealidad incrementan la percepción de vulnerabilidad e incertidumbre y suponen un obstáculo para alcanzar un sitio sólido desde donde construir su posición social e identidad (Furlong & Cartmel, 1997). La prolongación de las transiciones en estas condiciones facilita la percepción que esta posición periférica no es una situación transitoria sino característica generacional.

En ese sentido, la precariedad -o los procesos de precarización (Carbajo-Padilla, 2014)- permiten encontrar un marco con parámetros comunes para buena parte de los jóvenes y, al mismo tiempo, visibilizar las formas específicas en que estos procesos afectan de forma diferenciada a cada sujeto joven en función de su posición. En definitiva, de la interrelación entre la teoría de las generaciones y el concepto de precariedad -o los procesos de precarización- se podrá establecer un marco común para observar cómo se posicionan a las juventudes, de forma generalista, en lugares específicos del espacio social, económico y político. Igualmente, ello permitirá pluralizar las condiciones juveniles y las formas en que impactan los procesos de precarización en función de otras variables interseccionales.

Periferia y subjetividades políticas

En este apartado se expone cómo la posición periférica asociada a la condición juvenil es fundamental para interpretar algunas de las características de las identidades políticas de la juventud. Para hacerlo se analiza cómo la idea de periferia refuerza algunas de las aportaciones más relevantes para comprender las identidades políticas emergentes en las sociedades contemporáneas.

Gran parte del pensamiento social de las últimas décadas ha intentado comprender cómo las grandes transformaciones sociales, económicas y políticas han impactado sobre las identidades de las sociedades posindustriales. Los cambios en la economía y, particularmente en mercado laboral, están en la raíz de los procesos de mercantilización e individualización (Sennett, 2000). Algunas instituciones sociales, como el trabajo, que en las sociedades industriales desarrollaban la función estructuradora de la identidad colectiva, han ido perdiendo este rol. Esto provoca una disipación y diversificación de referentes de identificación de grupo y comunidad que desencadena un proceso de individualización de las subjetividades. Para Beck (1998) las sociedades modernas están viviendo un proceso de desincrustación por los que los individuos están perdiendo elementos subjetivos y mecanismos de identificación con grupos sociales reconocibles. Las instituciones tradicionales y los elementos vertebradores de las identidades (como el trabajo, la clase social, la nación o la religión) ya no tienen esta capacidad cohesionadora.

Este fenómeno tiene una especial incidencia en las juventudes por un doble motivo. En primer lugar, porque los y las jóvenes han sido precisamente los mayores receptores de las recetas de flexibilización y precarización laboral aplicadas por la mayoría de gobiernos europeos a partir de la década de los 80s (Blossfeld et al., 2005). En segundo lugar, porque para los y las jóvenes, a diferencia de otros grupos de edad, este debilitamiento de las instituciones tradicionales generadoras de identidad coincide con un momento crucial en su socialización política. Esta dinámica de alejamiento de las instituciones tradicionales estructuradoras de las identidades políticas es, por lo tanto, un elemento fundamental en las subjetividades que se construyen en la periferia.

Pero el alejamiento de la condición juvenil de la centralidad no se ha producido solamente a causa de las transformaciones en las identidades ciudadanas sino también por los movimientos de las democracias mismas y sus instituciones. A mediados de los años ochentas Norberto Bobbio (1986) identificó unas «promesas incumplidas de la democracia ». Se refería a algunos aspectos fundamentales del proyecto de la democracia liberal que las democracias reales o bien no estaban consiguiendo desarrollar o bien habían hecho evolucionar en sentido contrario al esperado. Fundamentalmente, las democracias contemporáneas no han conseguido que los intereses de los individuos se impongan a los intereses corporativos (de los partidos, empresas, grupos de interés, organizaciones, etc.) y, en consecuencia, tampoco han conseguido acabar con el poder oligárquico, el gobierno de las élites o el poder invisible que no responde a los mecanismos de control democrático. Las advertencias de Bobbio en los ochenta se han ido confirmando y en los últimos años la ciencia política ha puesto la atención en el estudio de cómo una parte cada vez más relevante de las decisiones políticas y sus procesos quedan fuera de las estructuras democráticas y del control ciudadano (Burnham, 2001; Kettell, 2008; Mair, 2013). La ciudadanía es también cada vez más consciente de esta deriva del proyecto democrático, lo que conlleva una pérdida de interés e implicación con la política formal (Fawcett et al., 2017).

Así pues, los jóvenes no solo perciben una distancia mayor que otros grupos de edad respecto a los espacios de centralidad y poder, sino que han crecido en un entorno donde las promesas de la democracia han quedado más que en entredicho. Hay un claro desencanto generacional que se construye reforzado por la distancia de quien se sabe en la periferia, víctima y no responsable. Esta distancia permite experimentar distintas emociones que, tal y como señalan Morán y Benedicto (2016) pueden ir desde la desafección -«esto no va conmigo»- hasta la indignación -«qué están haciendo con mi mundo»-.

Al mismo tiempo, esas posiciones de centralidad/periferia se construyen a través de las relaciones de poder que se dan dentro del espacio social (fundamentadas en la idea canónica del ciudadano adulto) y en el campo político (entre profesionales y profanos de la política). La centralidad seguiría esa imagen de cómo se espera que sean y actúen los individuos en la sociedad (en todos los sentidos). En cambio, la periferia vendría a determinar aquellos grupos que no son incluidos bajo esta definición. En sociedades adulto-céntricas, son los ciudadanos o profesionales adultos que ocupan posiciones centrales quienes marcan las reglas, dejando a los profanos y la mayoría de los jóvenes (excepto los que aceptan seguir esas reglas) en los márgenes.

Como decíamos, el espacio social, como también el campo político insertado en él, vendrían constituidos por relaciones de fuerza enfrentadas, lo que se pone de manifiesto a través de una acumulación de capitales diferenciados entre sujetos y grupos. Es decir, en cada uno de estos ámbitos existiría una centralidad que viene determinada por aquellos grupos que acumulan el poder y a su vez establecen qué es lo correcto o cuáles son las reglas del juego (Bourdieu, 2008). En el campo político, la distinción que propone Bourdieu entre profesionales y profanos denota esa categorización entre posiciones enfrentadas y permite entender la propia posición juvenil periférica como constitutiva de esos profanos que, por las relaciones de fuerza dentro del campo, buscarán revertir las relaciones de poder existentes. Aun así, para poder plantear un cambio en las reglas del juego, sería necesario un acontecimiento específico que abriera camino para replantear un cambio en la doxa (Bourdieu, 2000).

En el espacio social, la noción de ciudadanía marcaría esa posición de centralidad. Se trataría de una categoría que vendría a determinar los comportamientos aceptados y correctos que se esperan (por ejemplo, en el espacio público) y que solidifican una especie de imagen del ciudadano-prototipo (Delgado, 2016; Sevilla-Buitrago, 2010). Esa imagen se relaciona con el ideal de que el espacio público sea un lugar sin conflictos y un espacio de convivencia, bienestar y consumo (Delgado, 2011). En los acontecimientos políticos, como los que exponemos a continuación, esto se vincularía con unas formas aceptadas de manifestarse: pacíficamente, sin alterar el normal funcionamiento mercantil de la ciudad, construyendo discursos políticos reformistas, etc. (Ballesté, 2018). Como destaca Casas-Cortés (2019), la misma lógica ciudadana lleva implícitas lógicas de inclusión -los ciudadanos- y exclusión -los no considerados como ciudadanos-. Aunque ello se demuestra de forma patente en el caso de las personas migradas y lo relacionado con su estatus legal (Casas-Cortés, 2019; Isin & Nyers, 2014), también se expone en la diferenciación entre sujetos representantes de la sociedad civil y aquellos que quedan en los márgenes, como las mujeres, las personas racializadas, las personas LGTBIQ y, entre otros, las juventudes. Es por ello que, dentro de sociedades adultocéntricas centradas en la idea del buen ciudadano, la propia condición juvenil, cruzada por el resto de intersecciones, posiciona a los sujetos en un espacio periférico, respecto al espacio social y a los distintos campos que coexisten.

Aun así, la generación joven puede buscar referencias y significados políticos y morales en las instituciones y agentes políticos tradicionales, pero la distancia es tan grande que pierde el sentido. Es desde este desencanto que aparecen nuevas formas de organización, participación política y solidaridad entre iguales (Escobar, 2004, 2008; Reguillo, 2012), que emergen desde los márgenes, desde la periferia, y buscan hacer patente la incapacidad de realizarse como jóvenes sin llegar a la centralidad. En última instancia, esas nuevas formas también hacen emerger nuevas modalidades de lo político que, al estar alejadas de lo esperado o deseado, colisionan sobre la idea de lo que está permitido hacer (o lo que la ciudadanía y los poderes esperan que se haga) en cuanto a visibilización del descontento e implicación política.

Implicación política desde la periferia

Recapitulando, tenemos unas sociedades donde los jóvenes, a pesar de su diversidad, tienen asociada una marca generacional de precariedad. Se encuentran, en consecuencia, desplazados a posiciones lejanas respecto a los espacios de centralidad y relevancia. Esta situación se cronifica consolidándola como un elemento permanente y no como un lugar de transición. Desde allí, las generaciones jóvenes construyen sus identidades políticas en un contexto donde, por una parte, las instituciones clásicas de identidad colectiva se debilitan y, por otra, el proyecto democrático muestra su flaqueza frente a intereses más poderosos. Sin embargo, en esta posición aparentemente marginal, aparecen nuevas formas de compromiso e implicación. De alguna manera, esta posición se vuelve un elemento politizador que explica las tendencias cruzadas que se detectan en los estudios empíricos sobre la participación juvenil: lo marginal puede situarse en el centro en términos de visibilidad política. Hay algunos dispositivos que cabe destacar para entender esta implicación desde la periferia.

Parece evidente que, a pesar de su posición periférica, las nuevas generaciones gozan de niveles más altos de eficacia política interna. Algunos autores hablan del fenómeno de la movilización cognitiva (Dalton, 2007; Norris, 2000): la generación joven actual es la mejor formada de la historia, tanto en términos académicos como extracurriculares, y tiene a su disposición una gran cantidad de información sobre los fenómenos sociales y políticos. La educación y la información le ofrecen más y mejores capacidades para entender el entorno social, distinguir aspectos y espacios que le interesan, y activar una gran cantidad de repertorios de participación social y política (Verba & Nie, 1972; Verba et al., 1987/1978). Se trata de recursos fundamentales para entender la diversidad y creatividad crecientes que caracterizan la participación de las personas jóvenes, y para entender que estos elementos son especialmente valiosos a la hora de participar desde la periferia. Internet y las tecnologías de la comunicación contribuyen a facilitar, aún más, nuevas vías de movilización entre la gente joven (Feixa et al., 2016; Fernández-Planells et al., 2014). Todos estos recursos, como se ha observado, favorecen una relación con la democracia más individualizada, más autónoma, sin necesidad de la mediación de los agentes y las instituciones políticas tradicionales (Pleyers, 2018). Agentes e instituciones que, en consecuencia, cada vez tienen menos relevancia para la implicación política y la participación de la población joven.

Otra de las características de la participación desde la periferia es que cada vez más se orienta a la expresión colectiva de posiciones y motivaciones inmediatas y orientadas directamente a las causas (Soler-i-Martí, 2015). En consecuencia, la participación no tiene necesariamente (o únicamente) el objetivo de influir en la toma de decisiones políticas. Una constante en la participación de las personas jóvenes es su preferencia por lo que Hirschman (1977) llama los mecanismos de voz (a saber, formas de participación que permiten la expresión más o menos compleja de sus preferencias concretas). Dado que la distancia respecto a la centralidad del poder hace que disminuya para influir en las decisiones públicas que se toman en el centro, el componente expresivo de la participación social y política gana relevancia.

Obviamente, como se ha destacado, la juventud es heterogénea y dispone de recursos desiguales para implicarse desde la periferia. En función de estos recursos y de la estructura de oportunidades que les ofrece el contexto, adoptan diversas estrategias de participación (Soler-i-Martí & Ferrer-Fons, 2015). Una estrategia genuina de la periferia es la pasividad. En la periferia se está más lejos de los espacios de influencia y el esfuerzo que se requiere para rentabilizar la participación es mayor. Además, la precariedad de las condiciones de vida que caracterizan la periferia hace más difícil disponer de recursos y redes para participar. Una segunda estrategia de participación desde los márgenes es la aproximación al centro. Esta estrategia es la que queda más desincentivada por la distancia respecto los centros de relevancia y poder, aunque sigan promoviéndose jóvenes activos en plataformas institucionales de participación, en organizaciones políticas o colaborando con instituciones. Por último, otra de las estrategias genuinas de la periferia es la protesta política. De hecho, el fenómeno de normalización de la protesta entre el colectivo juvenil, probablemente tiene que ver con la precariedad estructural de sus condiciones de vida y con el desplazamiento simbólico de la centralidad social.

Fijándonos en la última estrategia, las recientes olas de movilización juvenil indican cómo esa posición periférica no siempre es asimilada, interiorizada y aceptada con resignación, sino que muchas veces provoca la aparición de estallidos sociopolíticos donde las juventudes son las protagonistas que buscarían tanto hacerse visibles para revertir la situación. A través de esos estallidos, esa condición periférica encuentra una visibilidad que impacta precisamente porque no forma parte de los actores y los repertorios de acción normales de la centralidad. Esta excepcionalidad se manifiesta de forma física (con su presencia en los lugares públicos y centrales de las ciudades) y, más importante aún, presenta a las generaciones jóvenes en el campo político como agentes existentes. Se trata de irrupciones que hacen patente la poca capacidad de ser, estar y hablar que tienen (Spivak, 2003). Esas apariciones han venido mostrándose a lo largo del planeta los últimos años, confluyendo de manera especialmente relevante en el año 2019, y han supuesto la aparición de nuevas formas de protesta, cambios en la estructuración de los movimientos sociales de largo recorrido, estrategias de confrontación, creación de identidades políticas compartidas en múltiples causas, entre otros. En ese sentido, los jóvenes desde la periferia de lo político y social, como veremos a continuación, actúan a través de las ranuras que el propio sistema ofrece, mostrándose y apareciendo como un sujeto no esperado.

Esa nueva aparición, por último, supone distintas estrategias de contención por parte de los poderes, que van desde la estigmatización, la invisibilización, la deslegitimación de las causas o, también, la represión.

Movilizaciones juveniles y periferia. Tres movimientos recientes en Barcelona

Para examinar la utilidad de la noción de espacio social y periferia en la implicación y movilización sociopolítica de la juventud, en este último apartado se analizan, bajo este prisma, tres movimientos y movilizaciones juveniles de naturaleza muy diversa que han tenido lugar recientemente en la ciudad de Barcelona.

Nota metodológica

La reflexión teórica de este artículo surge de tres investigaciones desarrolladas por el Grupo de Investigación sobre Juventud, Sociedad y Comunicación (JOVIScom) de la Universitat Pompeu Fabra en el marco de las cuales se realizó trabajo de campo con tres movimientos juveniles: el movimiento contra la sentencia a los líderes independentistas catalanes, el movimiento climático Fridays for Future-Barcelona y los ExMenas, un grupo de jóvenes con una experiencia de migración en solitario que se organizaron para dar apoyo y denunciar la situación de este colectivo. Las tres investigaciones, a pesar de tener un abasto y objetivos de investigación distintos, comparten un mismo enfoque de investigación implicada (Juris & Khasnabish, 2013; Scheper-Hughes, 1995) que en los tres casos se ha concretado en observación del movimiento, sus espacios de trabajo y movilizaciones, y entrevistas en profundidad a activistas y miembros de estos grupos. Para el caso de las movilizaciones contra la sentencia a los líderes independentistas, a través de un trabajo etnográfico, el objetivo ha sido comprender los distintos perfiles participantes y las formas de acción activista utilizadas. Para ello, se han realizado distintas entrevistas, seminarios y grupos de discusión con jóvenes participantes (Ballesté et al., 2020; Ballesté et al., 2020). El movimiento de Fridays for Future-Barcelona ha sido estudiado en el marco del proyecto Youth Global Engagement for Climate Action, financiado por el programa PlanetaryWellbeing2019- UPF, con el objetivo de analizar la naturaleza de la implicación juvenil ante la emergencia climática y la naturaleza y organización del movimiento global Fridays for Future en Barcelona. En concreto, durante el 2019 se ha realizado un trabajo de observación en las acciones y espacios de trabajo interno del movimiento, entrevistas a activistas y seguimiento de su actividad online. Por último, el análisis del movimiento de los ExMenas forma parte de Transgang,1 un ambicioso proyecto de investigación 1 etnográfica sobre grupos juveniles y bandas transnacionales y su papel como agentes de mediación en Europa, América Latina y el Norte de África, financiado por el European Research Council. En este caso, desde inicios de 2019, el trabajo etnográfico se ha centrado en la observación de las asambleas y acciones del movimiento en la zona de Ciutat Vella, de Barcelona complementadas con entrevistas a jóvenes y otros agentes del barrio. A pesar de la naturaleza tan distinta de los tres proyectos y los movimientos, en las tres investigaciones aparece la idea de periferia como un elemento clave para comprender las motivaciones, las subjetividades y las formas de activismo juvenil.

Precisamente con el objetivo de comprobar la utilidad de la noción de periferia para comprender la naturaleza de la movilización sociopolítica de la juventud, a continuación, se presentan muy brevemente algunos aspectos de estos tres movimientos. Con ello, y siguiendo la propia estructura del artículo, se hará especial énfasis en tres ideas clave: 1) las motivaciones que llevan a los jóvenes a integrarse en movimientos y movilizaciones; 2) cómo esa idea de periferia centrada en lo juvenil genera la aparición de identidades compartidas y afiliación a las distintas causas analizadas; 3) cómo todo ello se traslada en unas formas específicas de actuar y de dirigir la protesta que podrían determinar ciertas características comunes de dichos movimientos.

Protestas contra la sentencia de los líderes independentistas

El movimiento independentista en Cataluña, aunque presente históricamente, ha tenido un crecimiento muy importante durante la última década, especialmente tras la sentencia contra la reforma del nuevo estatuto de autonomía de Cataluña que emitió el Tribunal Constitucional de España en 2010. Este crecimiento se ha caracterizado por una elevada implicación tanto de la sociedad civil como también de algunas instituciones y representantes políticos, y ha protagonizado masivas movilizaciones y campañas políticas. Marcado por un carácter intergeneracional (con un elevado protagonismo de las generaciones que vivieron directamente el final de la dictadura y la transición), se ha caracterizado por una combinación de movilización ciudadana y acción institucional, con el liderazgo de los partidos independentistas y el gobierno catalán. Así, estos últimos años, el proceso político y movilizatorio, aun siendo disruptivo con el status quo actual, ha ocupado un lugar central tanto del espacio social como del campo político.2 Esa centralidad, manifestada a través del acompañamiento de políticos institucionales, del protagonismo de entidades cívicas altamente formalizadas y del apoyo de ciertos medios de comunicación, generó un contexto más proclive a la identificación por parte de las generaciones más adultas, las cuales tuvieron todo el protagonismo en las movilizaciones multitudinarias y pacíficas que tuvieron lugar entre 2012 y 2017.

Todo este panorama fue alterado en octubre de 2019 cuando, pasados más de dos años de represión política y judicial (encarcelamiento y exilio de los líderes independentistas, disolución e intervención del gobierno de Cataluña, persecución a personas y organizaciones sociales del movimiento y apertura de múltiples causas judiciales contra el independentismo) el camino político-institucional marcado hasta el momento empezó a resquebrajarse. La estrategia conjunta entre los distintos actores citados llegó a su límite con la celebración de un referéndum prohibido por el gobierno español (en octubre de 2017, y el posterior encarcelamiento de los líderes políticos y sociales que lo habían promovido) junto con otras acciones represivas, marcó un punto y aparte en el proceso de los últimos años. Todo ello se manifestó, ahora sí con un claro protagonismo juvenil, en las manifestaciones de octubre de 2019, de respuesta a la sentencia judicial que condenaba más de 100 años de cárcel a 12 líderes políticos y sociales.

En el momento que el camino institucional, desde posiciones muy centrales en el campo sociopolítico, queda completamente desarticulado, la respuesta ya sólo puede venir desde la periferia, a través de la rabia y la frustración de los que sienten que su voz no es escuchada. Y aquí es donde los jóvenes tomaron el protagonismo. En las manifestaciones postsentencia mostraron toda esa frustración, esa rabia y ese desencanto, relacionados de forma directa con el camino político reciente del movimiento independentista, pero también, de forma profunda, con las condiciones a las que distintas crisis económicas y políticas les venían condenado a vivir.

Así, la movilización, sin una apropiación exclusiva por parte de los adultos (partidos políticos y movimientos cívicos), abría un terreno donde los jóvenes pasaban a sentirse más cómodos y reconocidos. De alguna forma, las reglas del juego cambiaron, lo aceptado como correcto ya no disponía de un apoyo general por parte de las generaciones adultas y, en esa ruptura dentro de lo establecido en el espacio social y el campo político, los jóvenes expresaron su voz. La finalidad de las manifestaciones ya no vehiculaba exclusivamente una demanda política, sino la explosión de la frustración con un claro componente generacional: una identidad periférica. Así, en esos compases aparecieron distintos actores jóvenes (y también adultos) que, desde una mirada interseccional, podríamos coincidir en que procedían de clases sociales y sectores marginales. Ese motivo inicial de protesta rápidamente adquirió mayor envergadura, respondiendo a una cuestión estructural que afecta, en distintas formas, a buena parte de las juventudes: la situación de crisis, la precariedad vital y la dificultad por imaginar un futuro digno (Ballesté et al., 2020; Ballesté et al., 2020). El movimiento juvenil superó al independentismo y, tanto por la rabia mostrada como por la represión vivida (más de 200 detenidos, unos 1000 heridos, 28 personas encarceladas y 2 deportadas por encontrarse en situación irregular), incorporó e interpeló a jóvenes que encontraban allí el sitio para aparecer y denunciar las condiciones precarias en las que viven.

Las movilizaciones se convirtieron pues en un momento de expresión generacional que en muchos aspectos trascendía al independentismo. Con un repertorio de acción política, los disturbios, muy propios de aquellos que se sienten excluidos de los espacios centrales de decisión. Como recordaba Martin Luther King en un discurso en 1968: «a riot is the language of the unheard»,3 o sea: un disturbio es el instrumento político de la periferia. Las acciones de confrontación directa, con barricadas, contenedores quemando y lanzamientos de piedras para responder y protegerse de la actuación policial, contrastaban con las directrices pacíficas y ciudadanistas del movimiento independentista durante los últimos años. De alguna forma, la lógica de los números (el éxito de las movilizaciones en cuanto a participación) perdió su validez debido a que el movimiento no logró las metas marcadas durante años (mientras la represión seguía, como pusieron de manifiesto las condenas de los líderes). En esa deslegitimación del acumular cuanto mayor apoyo y simpatía mejor, la lógica del daño o del testimonio (DellaPorta & Diani, 2011) ganaban fuerza como alternativa posible.

Fridays for Future Barcelona

En septiembre de 2018 la joven sueca Greta Thunberg puso la semilla de un movimiento global por la lucha contra el cambio climático que ha movilizado a millones de personas en todo el mundo con un gran impacto a todos niveles. Fridays For Future es un movimiento global sin precedentes que ha dado respuesta a las preocupaciones, al estado de ánimo y a las formas de interrelación y compromiso sociopolítico de muchos jóvenes del planeta. El caso de Fridays For Future es particularmente relevante para comprender el impacto de la noción de periferia en la implicación sociopolítica de la juventud porque, a diferencia de los otros movimientos analizados en el artículo, los jóvenes activistas presentan un perfil de capital socioeconómico superior a la media. Los resultados de dos olas de encuestas a manifestantes en las movilizaciones de Fridays For Future ponen de manifiesto que existe un perfil medio, común en países distintos, de jóvenes con niveles educativos altos y de familias con capital social y educativo también superior a la media (de Moor et al., 2020; Wahlström et al., 2019). En términos generales, no se trata de jóvenes en posiciones de desventaja o particularmente afectados por la precariedad. Es, por tanto, en su condición generacional donde opera fundamentalmente la idea de periferia.

El movimiento surge de una acumulación de frustración al constatar que los líderes políticos, económicos y sociales del mundo no afrontan la emergencia que supone el cambio climático. Surge de la necesidad de actuar, aunque sea desde una posición aparentemente irrelevante (periférica), en términos de incidencia real como es la de una estudiante de educación secundaria. Así, la idea fundacional del movimiento, que está presente en sus mensajes a través de las redes sociales o en las pancartas de sus movilizaciones, se basa en la constatación que ante la amenaza del cambio climático y la inacción de los poderes políticos y económicos, la única esperanza está en la movilización de una generación que no tiene voz pero que será la más afectada por la crisis climática. En la colectivización de la desesperación y frustración de aquellos que se sienten impotentes, sin capacidad de decidir está la esperanza (Nairn, 2019).

Un elemento clave en la identidad del movimiento es precisamente el componente generacional. Como señalan Larraña y Gusfield (1994) uno de los subprocesos necesarios en la creación de identidad colectiva de los movimientos sociales es la identificación de un nosotros frente o los otros. En el caso de Fridays For Future, el nosotros corresponde a la generación joven, precisamente en su condición de periférica: una generación que no tiene el poder político y económico de cambiar el rumbo del planeta pero que, sin embargo, sufrirá la irresponsabilidad de aquellos que sí tienen el poder. Este otros son los actores económicos y políticos que ostentan el poder, aquellos que se sitúan en la posición de mayor centralidad y relevancia y que pertenecen a una generación adulta.

Por último, la idea de periferia también está presente en el repertorio de acción del movimiento. De hecho, su forma de movilización fundacional, la huelga, es una forma de acción colectiva particularmente genuina de la periferia. La huelga es el recurso de aquellos que no disponen de otros medios de presión para paralizar la actividad normal del sistema (laboral o estudiantil) con el objetivo de perjudicar aquellos que lo controlan. Sin embargo, los repertorios de acción del movimiento se han diversificado y aquí es, probablemente, donde se pone más claramente de manifiesto la mayor disponibilidad de capital social y cultural de este movimiento en relación a los otros aquí presentados ofreciendo recursos para una implicación más estable, con más recursos y más complejos que otras formas de movilización juvenil.

ExMenas

MENA son las siglas con las que el gobierno español y la mayoría de las instituciones, hasta hace poco, designaban a los menores de edad que migraban solos (menores extranjeros no acompañados). Desde hace unos años, el fenómeno de los menores migrados ha visto amplificada su repercusión en la sociedad, tanto por el aumento de jóvenes migrados, como principalmente por una presencia mucho mayor en los medios de comunicación. Los servicios de tutelaje institucionales han dado una respuesta insuficiente e ineficaz sobre el fenómeno: centros de menores colapsados, jóvenes viviendo en la calle por malas experiencias en centros y una falta de plan para su inserción. Uno de los principales problemas, relacionado con la falta de proyecto integrador, es la situación que viven estos jóvenes cuando cumplen la mayoría de edad. En ese momento, dejan de estar tutelados por las instituciones y quedan sin ningún amparo, y allí es cuando muchos se encuentran en situación de calle.

ExMenas se creó a partir de un grupo de jóvenes mayores de edad que habían vivido la mayoría de ellos su infancia de forma tutelada. Estos jóvenes, todos ellos vecinos de un barrio céntrico de Barcelona, buscaron unirse para ayudar a menores y jóvenes que, como ellos, se encontraban en situación de tutelaje o ya eran mayores de edad y vivían en la calle. En un primer momento, se trataba de una red de asistencia informal que buscaba dar respuesta y ayuda (buscar un abogado, acompañarlos a la policía, ayudarles con trámites legales o buscarles un lugar donde vivir). Se trata de jóvenes situados en la periferia, tanto por sus condiciones de vida como por la nula capacidad de ser entendidos como sujetos con agencia política. La principal motivación en la creación del grupo era intentar solucionar, con los medios disponibles (las redes de contactos), las problemáticas que ellos mismos habían sufrido. Así, los jóvenes que formaron al colectivo, a través de sus redes de contactos informales, generaron un impacto tanto en el propio barrio como en barrios adyacentes y se situaron como el grupo de referencia para buena parte de estos jóvenes recién emigrados. Tanto la conformación del grupo como las acciones que desarrollaba se entienden a través de la posición periférica ocupada. Esa propia posición no daba las herramientas necesarias -ni quizá el sentido- para organizar un movimiento social de protesta, sino que generaba un marco para el desarrollo de redes asistenciales. Sin una explicitación en las redes ni una presencia en los medios de comunicación, el colectivo comenzó a ser reconocido como el principal agente político para los jóvenes no acompañados.

Al mismo tiempo, el crecimiento del propio estigma hacia estos jóvenes, propugnado a través de una visión criminalizadora en los medios de comunicación, la aparición de discursos políticos racistas que buscaron sacar rédito atacándoles, y un incremento de la persecución policial, generó que el propio colectivo tuviese que dar un paso más. Incorporando en su seno a educadores sociales y periodistas críticos, empezó a articular denuncias públicas frente a situaciones de discriminación y también a organizar acciones de protesta contra instituciones o medios de comunicación. Con ello, a través de estas incorporaciones, el colectivo tomó una dimensión de movimiento social y se integró dentro de dinámicas menos periféricas. La aparición de acciones como concentraciones y escraches, el incremento de relaciones con otros movimientos sociales de la ciudad, la organización de campañas de denuncia (o de defensa de menores) a través de las redes y la mediación entre instituciones y jóvenes no acompañados les fueron posicionando en un espacio de mayor relevancia. Por último, es necesario destacar que esa posición marginal de partida (la periférica dentro de la periferia) no se vio superada o compensada de alguna forma hasta que el movimiento/colectivo incorporó o visibilizó a esas otras personas con una posición menos marginal, capaces de hacerse escuchar como otros actores más, lo que sirvió para mejorar notablemente la imagen social del colectivo.4

Conclusiones

La participación juvenil en los tres movimientos sociales analizados involucra a actores heterogéneos, con capitales económicos, sociales, culturales y simbólicos de partida distintos, se expresa a través repertorios de protesta diferentes, y es socialmente percibida con discursos contrapuestos. Sin embargo, todos ellos comparten la posición marginal o periférica de sus protagonistas, tanto en términos estructurales como por las subjetividades políticas que expresan.

Desde el punto de vista de su composición social, el movimiento Fridays for Future agrupa a jóvenes con un capital económico, social y cultural elevado; el movimiento Ex-Menas se sitúa en las antípodas, al agrupar a jóvenes que han migrado solos, cuyo capital de partida es muy reducido (y que cuentan con el hándicap de su estatus legal); el movimiento postsentencia agrupa a ambos perfiles e incluye también a jóvenes estudiantes de sectores medios y de secundaria. Desde el punto de vista del capital simbólico, vinculado a las reacciones sociales que despiertan, el movimiento Fridays for Future ha contado con amplias simpatías por parte de la población, pues responde a retos planetarios, aunque no siempre se traduzcan en medidas políticas o ambientales concretas; el movimiento ExMenas, por el contrario, tiene que luchar con rechazos contra los menores migrados fuertemente asentados, vinculados a campañas de estigmatización de la inmigración irregular y a nuevas oleadas de racismo y xenofobia, aunque su transformación en movimiento empezó a cambiar el discurso; el movimiento postsentencia, por último, ha recibido un apoyo amplio por parte de la ciudadanía independentista y soberanista, incluso en relación con aquellas expresiones radicales que hasta ahora no habían sido toleradas, aunque al mismo tiempo cuenta con el rechazo de la mayor parte de medios de comunicación, de las instituciones españolas y del unionismo.

Pese a estas diferencias, la coincidencia en el tiempo de estos movimientos ha puesto de manifiesto sus similitudes. Los tres están protagonizados por jóvenes que salieron de la crisis financiera de 2008 en una condición de precariedad existencial (educativa, laboral y vital). Los tres se sitúan conscientemente en los márgenes del espacio social, desconfían de la política institucional y se organizan desde la periferia geográfica o social, lo que a su vez promueve que sus formas de organización interna tiendan a ser descentralizadas, poco formalizadas y no jerárquicas.

Merece destacarse también la dimensión geográfica de tales protestas: mientras que el movimiento Fridays for Future tiene una dimensión y una misión claramente transnacional, el movimiento ExMenas se articula en un espacio translocal (que incluye los dos lados del Mediterráneo) y el movimiento postsentencia responde a una reivindicación local-nacional (el espacio social catalán). Pese a ello, los tres movimientos son conscientes que para que sus reivindicaciones sean escuchadas deben traspasar las fronteras de lo marginal y de lo local y deben encontrar eco en los medios de comunicación masivos (especialmente en internet) (Acosta-Silva & Muñoz, 2012; Aguilar-Forero & Muñoz, 2015).

Así pues, la posición periférica en el espacio social de la juventud (como colectivo o generación) contribuye a comprender la naturaleza de sus expresiones sociopolíticas. La noción de espacio social (Bourdieu, 1985) sirve para poner en relación las condiciones materiales (recursos/capitales) de la generación, con sus identidades compartidas (subjetividades) y para analizar cómo ello condiciona sus prácticas políticas (formas de implicación). Está posición en los márgenes está marcada por la idea de precariedad que atraviesa a toda una generación de jóvenes. Es evidente que, más allá de la generación, existen múltiples condicionantes y ejes de desigualdad que influyen en los recursos/capitales de distintos grupos de jóvenes y, por lo tanto, que se sitúan en posiciones distintas en el espacio social, les otorgan distintas identidades políticas y se expresan mediante distintas prácticas sociopolíticas. Sin embargo, esto no impide que la noción de periferia, con expresiones distintas, pueda considerarse un instrumento válido para la interpretación de las prácticas políticas de la juventud en su conjunto. Aunque los casos analizados se ubican en una ciudad concreta, nada impide que la noción pueda demostrar su versatilidad para aplicarse a otros movimientos juveniles surgidos durante el pasado 2019 y lo que llevamos de 2020, desde las protestas en Hong-Kong al renacimiento del movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos, pasando por las movilizaciones en Irán y en Chile. Dejamos a otros el reto de valorar si la idea de periferia puede ser un instrumento analítico válido para comprender las prácticas políticas de la actual generación joven.

Agradecimientos

El presente artículo ha sido posible gracias a la financiación de tres proyectos de investigación: Transgang (2018-2022. Programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea Horizon 2020, European Research Council, grant agreement No 742705); YouGe-ca- Youth Global Engagement for Climate Action (2019-2020. Acciones de investigación en el marco de la iniciativa de Bienestar Planetario. Universitat Pompeu Fabra. Ref: Plane-taryWellbeing, 2019); Revisant la protesta juvenil (2020. Contrato Agència Catalana de la Joventut-Universitat Pompeu Fabra de 15/4/2020).

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*El presente artículo ha sido posible gracias a la financiación de tres proyectos de investigación: Transgang (2018-2022. Programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea, Horizon 2020, European Research Council, grant agreement No 742705); YouGeca-Youth Global Engagement for Climate Action (2019-2020. Acciones de investigación en el marco de la iniciativa de Bienestar Planetario. Universitat Pompeu Fabra Ref: Planetary Wellbeing, 2019); Revisant la protesta juvenil (2020). Contrato Agència Catalana de la Joventut-Universitat Pompeu Fabra de 15/4/2020). Área: ciencias sociales. Subárea: antropología.

1Ver referencia completa de los proyectos en la sección de agradecimientos.

2Nos referimos al espacio social en Cataluña; en España la relación de fuerzas es distinta.

3«The other America», discurso de Martin Luther King, Jr. en Grosse Pointe High School (14 de marzo de 1968).

4Cabe señalar que algunos jóvenes migrados participaron en las movilizaciones postsentencia y, de hecho, algunos de los primeros detenidos fueron miembros de este colectivo. Tras pasar varios meses en la cárcel, en julio de 2020 han sido puestos en libertad por falta de pruebas, aunque su situación legalmente irregular —sin permiso de residencia ni de trabajo en la mayoría de los casos— abre las puertas a que puedan ser deportados.

Para citar este artículo: Soler-i-Martí, R., Ballesté, E., & Feixa, C. (2021). Desde la periferia: la noción de espacio social en la movilización sociopolítica de la juventud. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 19(1), 1-26. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.19.1.4554

Recibido: 14 de Septiembre de 2020; Aprobado: 17 de Noviembre de 2020

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