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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.19 no.2 Manizales May/Aug. 2021  Epub Sep 22, 2021

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.19.2.4549 

Estudios e Investigaciones

Nuevos modos de protesta juvenil e indignación en Colombia*

New modes of youth protest and indignation in Colombia

Novos modos de protesto e indignação juvenil na Colômbia

Ph.D. Álvaro Acevedo-Tarazona1 

Lic. Andrés Correa-Lugos2 

1 Universidad Industrial de Santander, Colombia. Posdoctorado en Ciencias de la Educación, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Profesor Titular Universidad Industrial de Santander. 0000-0002-3563-9213. H5: 16. Correo electrónico: acetara@uis.edu.co

2 Universidad Industrial de Santander, Colombia. Candidato a Magíster en Historia, Universidad Industrial de Santander. Miembro del Grupo de Investigación Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico-Educativas (Psorhe). 0000-0002-6477-8001. H5: 3. Correo electrónico: andrescorrealugos@outlook.com


Resumen (analítico)

Desde el año 2011 la juventud es partícipe de oleadas de indignación que invitan a repensar la movilización social y el protagonismo de las redes sociales. Por tanto, es importante plantearse ¿cuáles son los impactos en las acciones colectivas y discursos empleados en dichas movilizaciones? Este artículo analiza los nuevos modos en que se generan las movilizaciones y la relevancia de las redes sociales frente a problemáticas como la defensa de la educación y la protección del medio ambiente. Basándose en una metodología cualitativa e interpretativa usando fuente periódica de prensa y revistas en formato físico y digital. La contrastación de la información permite establecer nuevos modos de movilización ante la comunidad y la opinión pública desde la virtualidad y las redes sociales.

Palabras clave: Investigación sobre los conflictos; medios de comunicación de masas; movimiento de protesta; movimiento juvenil; sensibilización ambiental. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco

Abstract (analytical)

Since 2011, young people have participated in different waves of protest to express their indignation, which invites us to rethink social mobilization and the role of social networks. It is important to ask, what are the impacts of the collective actions and discourses produced in these mobilizations? This article analyzes the new ways in which mobilizations are generated and the relevance of social networks to respond to problems such as the defense of education and protecting the environment. Using a qualitative and interpretive methodology that analyses the content of digital and physical media and magazines. By contrasting this information, new modes of mobilization are produced by the community and public opinion through online interactions and social networks.

Keywords: Conflict research; mass media; protest movement; youth movement; environmental awareness

Resumo (analítico)

Desde 2011, os jovens participam de ondas de indignação que nos convidam a repensar a mobilização social e o papel das redes sociais. Portanto, é importante indagar quais são os impactos nas ações e discursos coletivos utilizados nessas mobilizações? Este artigo analisa as novas formas de geração de mobilizações e a relevância das redes sociais diante de problemas como a defesa da educação e a proteção do meio ambiente. Com base em uma metodologia qualitativa e interpretativa com recurso a fontes periódicas da imprensa e revistas em formato físico e digital. O contraponto de informações permite estabelecer novos modos de mobilização perante a comunidade e a opinião pública a partir da virtualidade e das redes sociais.

Palavras-chave: Pesquisa de conflito; meios de comunicação de massa; movimento de protesto; movimento juvenil; conscientização ambiental

Introducción

En el año 2010, Stéphane Hessel, un sobreviviente de los campos de concentración y excombatiente de la resistencia francesa, publica un manuscrito conocido como Indignez-vous o indignados. El texto invita a la juventud a indignarse frente a los capitales financieros que pretenden mercantilizar todo. Según el autor, la resistencia es la única acción colectiva viable para sobreponerse a la apatía, el desencanto y la atomización que produce el neoliberalismo (Hessel, 2011). La invitación de Hessel toma fuerza en el año 2011, cuando un sentimiento de indignación suscitado por la crisis económica de 2008 y el recorte en políticas sociales afectó a la clases medias y bajas de gran parte del planeta (Pérez, 2008). Entre el grueso poblacional está la juventud como la más afectada, la cual en algunos casos debe suspender sus carreras universitarias impactando así en la movilidad social (Solís, 2018). Ante esta situación, la población juvenil encuentra en las redes sociales una alternativa para divulgar aquello que le molesta, promover cambios y conocer personas que piensan de manera similar. Esto coincide con el incremento exponencial de dichas redes; por ejemplo, en 2011 Facebook tenía 800 millones de usuarios activos (Facebook llega a 1500 millones de usuarios, 2015), mientras que Twitter administraba la información de 100 millones de usuarios al mes (Twitter: 10 años en cifras, 2016). Aparte de compartir videos graciosos, selfies y fotografías con amistades, la población juvenil usa estas herramientas virtuales para divulgar información autónoma y desmentir aquella que consideran sesgada.

Ahora bien, no todo es activismo de redes; los acontecimientos de la realidad son compartidos por redes y el amplio acceso de estas hace que lleguen a más personas. Por ejemplo, la inmolación de Mohamed Bouazizi, un joven vendedor de fruta en Sidi Bouzid (Túnez), el 17 de diciembre de 2010, cuando su carreta es inmovilizada por la policía, luego de ser golpeado y multado. Ante tal injusticia la única solución que encuentra es rociarse un bidón de gasolina y prenderse fuego (Muñoz, 2011). El desespero de Mohamed y la solución fatal a un mundo que predica la autosuperación, pero no da oportunidades es un ejemplo para la juventud tunecina y, posteriormente, para la del mundo entero. Miles de tunecinos y tunecinas protestaron por la presunta corrupción del dictador Zine el Abidine Ben Ali, y esta se extiende por todo el norte de África a países como Egipto. Los medios de comunicación titularon a estas revueltas la «primavera árabe», y lo que empezó como un fenómeno local se extendió por distintas latitudes del planeta (Ávila, 2019), hasta el punto de encontrar la imagen de Mohamed en protestas en otras ciudades a cientos de kilómetros de Túnez.

Entre las otras movilizaciones que marcaron el año 2011 estaban las de Grecia, por los planes de austeridad promovidos por el gobierno para contener la crisis económica del 2008. La delicada economía griega -basada especialmente en el turismo- no resiste las fluctuaciones económicas y deciden congelar las cuentas de las personas y los pagos a los pensionados. Algo similar pasó en España con el movimiento 15-M, cuyo punto de reunión fue la Puerta del Sol. En ambos casos protestaban por el interés de los gobiernos de proteger exclusivamente los intereses de bancos y consorcios económicos sin medir las consecuencias en la población y, especialmente, en la juventud. Si bien la juventud siempre ha sido un grupo poblacional activo en las movilizaciones y protestas, las del 2011 tienen la característica del empleo de modos en los que las estrategias de comunicación en redes sociales fueron vitales para la coordinación, ejecución y continuidad. Desde Asia, con movilizaciones en Taiwán, hasta el Occupy en Norteamérica, en su mayoría los jóvenes denuncian los efectos nocivos de un sistema neoliberal que exige reinventarse y capitalizarse a sí mismo, pues menos del 1% de la población mundial acumula el 82% de la riqueza del planeta (Hope, 2018). En otras palabras, denuncian un sistema desigual, egoísta y lleno de ilusiones inalcanzables. El impacto de las movilizaciones del 2011 es relativamente bueno en su inicio. En África logran remover varios gobiernos dictatoriales, en Europa ponen en discusión la reestructuración de las políticas sociales y en Latinoamérica buscan proteger y promover el acceso a la educación como un derecho para asegurar un futuro mejor. Sin embargo, pasada una década de los fenómenos del 2011 es necesario preguntar: ¿son acaso estos nuevos modos herramientas vitales para los nuevos movimientos sociales o simplemente funcionan como sucedáneos que limitan la movilización a formas reactivas, esporádicas y perennes?

Los nuevos movimientos teóricos desde una perspectiva analítica

Al momento de analizar los movimientos juveniles puede encontrarse un mínimo común con los movimientos del siglo XX en el mundo y, especialmente, en América Latina:

elevar demandas educativas junto a exigencias sociopolíticas, resguardar la autonomía universitaria y desclasar la universidad (Donoso, 2020). En el caso de América Latina, el mayor acontecimiento de los años sesenta y parte de los setenta es la inspiración en sucesos que conceptualizan el papel de la juventud, como la Revolución cubana y la nueva izquierda (Acevedo-Tarazona & Lagos, 2019). Otro concepto articulador de las movilizaciones juveniles es la noción de generación. La mayoría de los estudios perciben la juventud desde un enclave biológico o de la falta de experiencia en procesos políticos; sin embargo, existen nuevos enfoques que reconocen a la juventud a partir del conjunto de relaciones sociales en las cuales ella está inmersa; una generación se apropia y, al mismo tiempo, modifica las prácticas sociales y políticas del mundo en el que habita. Los cambios generacionales van dirigidos desde la producción y el consumo, la deliberación en colectivos y resistencia o deconstrucción de las relaciones opresivas de la vida cotidiana (Vommaro & Vásquez, 2008).

Los efectos de las protestas del 2011 se visibilizan especialmente en Chile y Colombia con movilizaciones sociales a gran escala y un sinnúmero de ensayos y escritos; entre estos sobresale el realizado por Garcés (2012), quien intenta responder a la complejidad de los movimientos latinoamericanos y a la noción de movimiento social como una acción colectiva que se constituye desde la sociedad civil -o desde lo social- para hacer visible el malestar con diversas demandas al Estado y a sus instituciones, o a un oponente en la propia sociedad civil (p. 10). En la misma coyuntura analítica de las movilizaciones actuales, aparecen los trabajos de Avendaño (2014), quien toma como referencia la teoría de los clivajes para plantear que durante el 2011 las propuestas y la representación del movimiento estudiantil se fundamentan sobre la crítica a la mercantilización de la educación superior. De manera que, en el transcurso de las movilizaciones, se evidencian diferencias entre los dirigentes de las organizaciones y las federaciones estudiantiles respecto a las negociaciones con el gobierno y la proyección del movimiento (Avendaño, 2014). Esta teoría, pro-puesta en 1967 por Lipset y Rokkan (2001), también conocida como cleavages, se define como una división dicotómica de la sociedad en dos bandos enfrentados que vienen determinados por la posición de los individuos en la estructura social. Como esta división es muy profunda, acaba configurando alineamientos entre los dos bandos de la sociedad y los partidos políticos (Castromil, 2020).

Por su parte, Vera (2012) propone que el impacto de las movilizaciones chilenas no obedece únicamente a la mercantilización de la educación, sino que factores como la histórica desigualdad social desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) hasta el gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) acumulan el malestar de los jóvenes de distintas generaciones hasta que en el 2011 muestran su indignación.

Frente al caso colombiano, los trabajos de Acevedo-Tarazona y Correa-Lugos (2015, 2016, 2017, 2019) proponen -a partir de la teoría de los nuevos movimientos sociales- que las movilizaciones sociales por la educación y la problemática medioambiental son reactivas y buscan desde lo político hacer cambios estructurales, mientras ganan apoyo de la comunidad con acciones colectivas culturales, lúdicas y pedagógicas que invitan a la ciudadanía a sumarse a la movilización. La movilización social de los jóvenes, en este caso, se aparta del marxismo y la acción obrera como único marco de compresión y apunta hacia nociones que consideran la política, la ideología y la cultura, las identidades y el género como fundamentos de la dimensión psicosocial de los individuos y, especialmente, de la juventud (Berrío, 2006).

Si bien las movilizaciones universitarias de los jóvenes no tienen una permanencia en el tiempo y grupos organizativos como la Mesa Amplia Nacional de Educación (Mane) de Colombia del 2011 pierden fuerza política después de superado de manera parcial el problema, estas logran posicionar dentro de los medios de comunicación las pretensiones y objetivos que persiguen (Peralta-Duque, 2016). Este es el caso de la movilización de la Mane, la cual, una vez logra detener la reforma a la educación superior propuesta por el gobierno, desdibuja su capacidad de organización e incidencia en la sociedad civil, los medios de comunicación masiva e incluso las redes sociales (Acevedo-Tarazona & Correa- Lugos, 2015).

Sobre esta situación evidenciada, cabe señalar que Cruz (2017) y Sosa (2018) hacen un análisis comparativo de dos momentos importantes en la movilización universitaria en Colombia, como lo son 1971 y 2011. A partir de la contrastación de estos dos marcos temporales, Cruz propone que en ambas coyunturas prevalece el ideal político sobre el gremial, el afán del gobierno por financiar la educación superior con recursos privados y la limitación de la autonomía y la democracia universitarias (p. 172). Por su parte, Sosa evidencia que los cambios culturales juegan un rol importante en el surgimiento de las protestas estudiantiles, debido a que promueven que los estudiantes manifiesten su inconformidad ante la estructura de valores predominante. Así pues, se presenta como cierta la similitud de nociones y actuaciones de los dos periodos de estudio distanciados en el tiempo (1971 y 2011) que promueven transformaciones culturales, con ritmos diferentes y efectos variados en la protesta de los estudiantes (p. 67).

Si bien existe una importante literatura con aportes valiosos a la coyuntura de la movilización universitaria y de la juventud en general, es necesario identificar factores teóricos e incluso filosóficos para abordar la protesta social contemporánea de los estudiantes. Estas conceptualizaciones abordan las nuevas movilizaciones sociales y el uso de las redes sociales desde dos puntos de vista: la primera enfatiza en la importancia y utilidad de la virtualidad como un aporte positivo a la movilización; aquí sobresale lo expuesto por Shirky (2011), quien aduce que las nuevas tecnologías ayudan a promover los valores de la democracia liberal en países de tradición dictatorial. Por otro lado, la otra postura advierte de los peligros que pueden tener tales tecnologías al limitar la movilización e indignación solo a planos virtuales. Entre esos postulados destacan los expuestos por el filósofo Byung-Chul Han (2013), para explicar las oportunidades y falencias que en ocasiones muestra la brecha entre materialidad y virtualidad dentro de las movilizaciones. Para lograrlo, es necesario un diseño metodológico descriptivo que analice el discurso, el contexto e infiera las intencionalidades de quienes se movilizan y de grupos de opinión frente a coyunturas similares como es la defensa de la educación y la protección del medioambiente, ambas entrecruzadas por la lucha por el bien común y la expectativa ante un futuro que se muestra hostil y excluyente para la juventud. Para Han el enjambre es la antítesis de la noción de masa. El enjambre surge ante la crisis y la revolución digital. Como es resultado de la virtualidad, consta de individuos aislados que no son capaces de desarrollar un nosotros, ni tiene una sola voz. Al ser heterogéneo y los canales de comunicación ser tan diversos, lo que produce el enjambre es ruido. Ahora bien, el principal problema con el enjambre es que su participación colectiva es casi siempre anónima; por otro lado, sus formas o modelos colectivos son fugaces e inestables y su naturaleza lúdica o carnavalesca los hace poco vinculantes. Esto explica la falta de voluntad al momento de una acción colectiva. El enjambre es creado por el neoliberalismo para sujetos cuyo fundamento es el egoísmo y la atomización. Esto hace que sea casi imposible crear un poder contrario lo suficientemente fuerte al capitalismo para confrontarlo (Han, 2013, pp. 20-26).

Método

Los resultados investigativos aquí expuestos son producto de una investigación cualitativa con enfoque interpretativo. La investigación usó fuentes como publicaciones editadas y entrevistas semiestructuradas. Sin embargo, para este artículo solo se empleó información encontrada en prensa y revistas en formato físico y digital a nivel internacional y nacional. Esta información se encuentra disponible en bases de datos como la existente en la Biblioteca Luis Ángel Arango y repositorios digitales, pues la principal pretensión era visibilizar los modos cómo las acciones colectivas y el uso de nuevos modos de movilización son percibidos por medios de comunicación masivos.

El universo de la muestra fue la movilización universitaria colombiana del 2011 y su principal característica fue la participación de colectivos estudiantiles como la Mane. Las técnicas para construir la información parten de un balance historiográfico para identificar puntos de inflexión o nodos acontecimentales, mediante los cuales se procede a hacer una búsqueda de mayor profundidad. Posteriormente, se procede a sistematizar la información por medio de herramientas ofimáticas usando variables como movilización, protesta, indignación, juventud, neoliberalismo, bien común, entre otras. Una vez sistematizada la información, se procede a un mapeo conceptual o análisis bibliométrico en el que se resaltan conceptos articuladores para explicar el alcance de las movilizaciones, teniendo en cuenta el transcurso temporal de la movilización con sus distintas inflexiones de alcances y limitaciones. Como resultado de esta investigación se obtienen dos trabajos escritos, los cuales permiten conocer de primera mano la trascendencia de la Mane, especialmente en las Universidades Nacional de Colombia e Industrial de Santander (Correa-Lugos, 2017; Acevedo-Tarazona et al., 2017).

Desarrollo/análisis

Reconstrucción diacrónica del 2011: indignación y protesta como síntomas de cambio en Colombia

En Colombia las movilizaciones e indignación del 2011 son distintas a las de otras partes, pero es posible evidenciar interconexiones con los nuevos modos de protesta e indignación virtual. Las manifestaciones adelantadas por la comunidad universitaria representados por la Mane inician el 12 de octubre de 2011. El objetivo es protestar por el proyecto de reforma a la Ley 30 de 1992 (o Ley de Educación Superior), pues la iniciativa no garantiza el derecho a la educación; en su lugar, propone la figura de universidades con ánimo de lucro para ampliar la cobertura educativa. A pesar de la oposición que desde un principio se presenta a este proyecto de reforma a la educación superior, este es radicado por el gobierno nacional ante el Congreso de la República el 3 de octubre de 2011. Desde ese momento, la mayor parte de las instituciones de educación superior organizan asambleas en las que toman la decisión de manifestar su oposición al articulado del proyecto de reforma.

A partir del 12 de octubre de 2011, en la mayoría de las treinta y dos universidades públicas del país, se inicia un cese indefinido de actividades. De acuerdo con sus promotores y promotoras, este cese de actividades no se deberá levantar hasta que el proyecto de reforma sea archivado. Con marchas, plantones y actividades lúdicas se desarrollan acciones colectivas contra la reforma. Entre las marchas más concurridas están las realizadas el 7 de octubre, el 12 de octubre, el 26 de octubre; la «Marcha de antorchas» del 3 de noviembre, la «Toma a Bogotá» del 10 de noviembre y la «Jornada continental de movilización por la educación» del 24 de noviembre (Acevedo-Tarazona & Correa-Lugos, 2015). Si bien es cierto que las movilizaciones llevadas a cabo por la Mane no cumplen con sus objetivos a largo plazo (como es una reforma educativa viable para la investigación), el desarrollo regional y el crecimiento social, sí logra posponer una reforma cuyo propósito es convertir la educación en una mercancía a través de universidades con ánimo de lucro, como iniciativa para masificar la educación (León & Quiñónez, 2018). Una vez el gobierno archiva el proyecto de reforma a la Ley 30 de 1992, elabora durante el año 2012 una propuesta de política pública educativa, mejor conocida como «Acuerdo por lo superior 2034». Por su parte, los estudiantes redactan un borrador de reforma educativa a la espera de que sea revisado por el gobierno. La figura 1 muestra la cronología o línea de tiempo desarrollada por la movilización social estudiantil del año 2011.

Figura 1 Línea de tiempo de la movilización estudiantil en el año 2011 

La figura 1 presenta las variables numéricas (tabla 1) que corresponden a las situaciones presentadas desde el gobierno nacional.

Tabla 1 Acontecimientos agenda gubernamental 

El cumplimiento del objetivo por esta razón tiende a ser cero o nulo. A su vez, estas variables numéricas se entrecruzan con las variables alfabéticas (tabla 2) que corresponden a las actividades desarrolladas por el movimiento estudiantil.

La caída del proyecto de reforma gubernamental en el año 2011 es un triunfo para los estudiantes. Si bien los y las jóvenes participan activamente en las calles con movilizaciones y protestas, es importante analizar el uso de herramientas de comunicación y tecnología que ayudan a la comprensión y masificación de sus demandas. Estas nuevas alternativas articulan la materialidad y lo virtual. Con el uso de plataformas como Twitter y Facebook, los y las estudiantes logran facilitar la forma de congregarse, organizar eventos, sumar personalidades y famosos que apoyan su causa, así como desmentir versiones gubernamentales expuestas en los medios de comunicación masivos tradicionales.

Tabla 2 Acontecimientos movilización estudiantil 

El gobierno reconoce el papel de las redes sociales y la virtualidad de la juventud, por ello plantea una política que administre internet. Con proyectos legislativos como la Ley 241 de 2011 «Por la cual se regula la responsabilidad por las infracciones al derecho de autor y los derechos conexos en internet», mejor conocida como Ley Lleras, se planea restringir el acceso, creación y difusión de contenidos críticos al gobierno con la excusa de que la gran mayoría infringen los derechos de autor con el uso de imágenes, jingles y fotografías con copyright. Al problema de la aparición de las universidades con ánimo de lucro se suma entonces la represión y coacción que por medio de figuras legislativas buscan frenar acciones colectivas virtuales. Es una estrategia no tan directa pero similar a las movilizaciones en el 2011 en Egipto, cuando el presidente Hosni Mubarak ordena interrumpir los servicios de telefonía móvil e internet, previo a un acuerdo con las compañías de telecomunicación para prevenir una escalada de protestas (Romero, 2011). Un análisis de Amaro La Rosa (2016) concluye que las redes sociales como Facebook y Twitter actúan como catalizadores de las movilizaciones, mientras YouTube proporciona testimonios en constante actualización sobre el curso de los acontecimientos. En tales estudios resalta la postura teórica de Gerbaudo (2012), la cual plantea que el rol movilizador de los medios sociales reside en las emociones, ocasionando así una construcción simbólica del imaginario colectivo y del sentido de pertenencia social de los activistas.

En este momento coyuntural se presentan acciones colectivas contra el proyecto de reforma de la Ley 30 y contra la Ley 241. Ambas propuestas gubernamentales conducen a una articulación para llevar la inconformidad de la calle a la red y viceversa, sobresaliendo un tema particular que afecta a la juventud: la educación como un simple lucro o mercancía y la privatización del libre acceso digital (Rueda & Franco-Avellaneda, 2018). La intención de convertir bienes comunes como la educación, el acceso a la información o el medioambiente en mercancías es un síntoma característico de una sociedad neoliberal. En el campo de la educación busca suplir la cobertura educativa en un país en el que, de cada cien jóvenes, solo cincuenta y dos acceden a la educación superior (técnica, tecnológica o universitaria). De esos cincuenta y dos jóvenes, treinta entran a la universidad: quince a universidades de índole oficial y quince a universidades de carácter privado, ocho se gradúan en la oficial y ocho en la privada; cinco conseguirán empleo y solo uno se pensionará (Rodríguez, 2018). Las acciones colectivas que lideran los y las jóvenes convocan desde maratones de besos, abrazos y carnavales hasta la apertura del territorio universitario a la población en general. Sumado a ello, el estudiantado realiza campañas en la web con trending topics como #NoALaLey30, #MinistraRenuncie, #NoAlaReformaLey30 o #LaMinistraMiente. Tal es el éxito de estas campañas que, durante el 2011, metadatos1 como Mane y Ley30 son tendencia en redes sociales, junto a indignados, Indignezvous y occupy en todo el mundo.

Las movilizaciones y protestas en el 2011 posibilitan la creación de espacios proclives a la crítica y defensa de distintas agendas movilizatorias; entre ellas, las del campesinado y la estudiantil, a las cuales se suman otras nuevas como la defensa de los derechos digitales o la protección de ecosistemas paramosos en Santurbán ante la incursión de proyectos de minería a cielo abierto. La eficiencia de las protestas tiene importantes alcances y resultados; un hecho inusitado frente a protestas y movilizaciones anteriores que logran muy poco frente a las expectativas movilizatorias. El gobierno colombiano también archiva los dos proyectos: la reforma a la Ley de Educación Superior y la Ley Lleras que regula la responsabilidad por las infracciones al derecho de autor. De igual manera, inicia diálogos y ofrece ayudas económicas a campesinos y transportadores, así como delimita nuevas zonas protegidas de la minería lo que pausa los proyectos mineros (Acevedo-Tarazona & Correa-Lugos, 2017).

Si bien las protestas contra la juventud manifestante siguen siendo reprimidas con cuerpos policiales especializados como el Escuadrón Móvil Antidisturbios, la agresión contra los mismos se reduce considerablemente en comparación con los enfrentamientos con la fuerza pública en la década de los ochenta y noventa. De otra parte, al gobierno le es muy difícil reprimir las acciones virtuales, principalmente por no tener el suficiente despliegue tecnológico, además que los servidores se encuentran en países como Estados Unidos; esto dificulta el control de redes y cuentas personales. El principal resultado de la movilización social en general durante el 2011 es la individualización de la protesta en una lógica que neutraliza la conciencia de clase y aísla al manifestante hasta hacerlo creer que es protagonista de la movilización. Aparece así un nuevo manifestante como un actor propositivo en una movilización reactiva, esto es, un manifestante que produce una reacción movilizatoria en cadena en la calle y, principalmente, en las redes sociales para detener propuestas gubernamentales consideradas lesivas para el bienestar de la población y el bien común (Rachman et al., 2019).

Protesta en Colombia: de la individualidad real a la colectividad virtual

En las movilizaciones sociales contemporáneas protagonizadas por grupos juveniles es importante analizar al individuo que se moviliza. Estas nuevas movilizaciones inician con un propósito de voluntad con un norte difuso, llámese política o social, y poco a poco van encontrando objetivos sumatorios en común, principalmente reactivos a propuestas gubernamentales o de grupos privados. Sin embargo, este individuo que se suma al sentimiento de indignación y a la protesta no ve en la fuerza de la masa el principal elemento que le hace sentir seguro; por el contrario, considera a la masa como una experiencia desordenada y prefiere confiar en el anonimato de las redes y los avatares. Gran parte del estudiantado universitario que participa en las movilizaciones en contra de la Ley 30 de la Educación Superior en Colombia no hace parte de ninguna organización estudiantil; incluso rechazan la politización de las protestas y enfatizan que las movilizaciones no son apadrinadas por grupos políticos ni armados:

Las universidades públicas son y deben ser el reflejo de la realidad del país, y esta realidad está marcada por el conflicto armado, de allí la presencia de algunos grupos en los claustros (…) pero que estén no significan que manejen la discusión, por el contrario, lo importante no es discutir estos hechos, sino la propuesta de cómo debería ser la educación. (Los cinco puntos que enfrentan a los estudiantes y profesores con la ministra, 2011)

Esta es una de las grandes diferencias con las protestas universitarias de los años sesenta y setenta, en las cuales la movilización es principalmente antisistémica y con pretensiones maximalistas en los alcances esperados, entre ellos, lograr una sociedad más justa e igualitaria. Estos propósitos implican que el estudiantado pueda llegar a convertirse en una gran masa con un fin; uno de ellos, alcanzar el poder para instaurar la utopía comunista, así sea a través de la fuerza y la violencia. De manera que para muchos gobiernos de los años sesenta y setenta es necesario contener y estigmatizar como revolucionarios a las y los jóvenes universitarios porque se pueden acercar de manera peligrosa a hacer de su anhelo una realidad. Incluso algunos líderes estudiantiles de estos decenios, perdidos en los grupos guerrilleros, llevan a pensar, poco después de esta lección, que es dramático su destino al punto de llamarlos una generación trágica que, tras un sueño, termina baleada.

Por el contrario, el estudiantado universitario del siglo XXI ve con preocupación la situación del país, pero no se enfrasca en discusiones políticas y, seguramente, considera que puede realizar cambios sociales desde una esfera pragmática, con objetivos comunes y minimalistas; esto es, con objetivos muy focalizados que impliquen logros en la calidad de vida o el bien común. Por ello cambia la piedra por el clavel, la ironía por los abrazos, los insultos por los memes en las redes sociales y las acciones violentas por la alegría de sus carnavales. Pero también una gran cantidad de estudiantes solo genera información en la web (infodemia) y una minoría aún recurre a acciones de fuerza y violencia ya sea por posiciones políticas o ideológicas o, llanamente, por expresarse contra un sistema que considera opresor e injusto.

Lo cierto es que la máxima representación del enjambre digital de la movilización contemporánea de la juventud colombiana se logra vislumbrar en las protestas contra la Ley Lleras. Esta movilización virtual en el país también internacionalmente reconocida como Anonymous, con grupos seccionales en Colombia, acuerdan ataques digitales contra páginas gubernamentales pertenecientes al Senado o al Ministerio de Educación Nacional, entre otros. Pero las movilizaciones también entran en contacto directo con la sociedad recurriendo a iniciativas como «Tormenta de papel» y concientizan a la población por medio de carteles y volantes. El propósito de estos jóvenes anónimos, salidos de la red, es ir más allá para hacer presencia real, cara a cara, con la sociedad. Días después de las protestas y de las acusaciones de ciberterroristas por parte del gobierno a quienes realizan los ataques digitales, uno de estos grupos publica un video en YouTube en el que expresa:

Las acusaciones perpetradas por algunos medios desinformativos, que basándose en un gran desconocimiento y en su infinito afán por conjeturar, nos han tildado de ciberterroristas, denotan una total y completa falta de profesionalidad. Además, explica que, si bien las acciones de Anonymous llegan a inhabilitar servidores web temporalmente, no generan daños, ni robo de información, ni ataques de virus o programa maligno a los sitios web, «así algunos de sus miembros dispongan de los medios y el conocimiento para hacerlo, porque no son ciberterroristas». (Jaramillo, 2011)

Esta sumatoria de individuos a las movilizaciones evidencia que hay una participación en las acciones colectivas, aun cuando, paradójicamente, se esté destruyendo la figura colectiva para convertir la protesta en una participación individualizada. Las protestas, sean virtuales o en el acontecer social del día a día, logran mostrar un cierto o pleno conocimiento del intrincado modelo neoliberal, en su versión más reciente de capitalismo voraz. Una lógica que demuestra que en la contemporaneidad del siglo XXI hasta la propuesta pragmática es posible convertirla en mercancía y venderla. Y es aquí entonces, en esta lógica, que la actividad del indignado e indignada en las redes lo que hace es revalidar el sistema, hacerle paulatinas mejoras al territorio virtual o real, estimular pequeñas acciones que desencadenan pequeños logros. Esta es una de las razones por la cual los enjambres informáticos consiguen sus propósitos en el 2011, por lo menos en el caso colombiano.

Con las movilizaciones del 2011 pasa lo contrario a las del siglo XX: las recodificaciones de territorio que se anexan paulatinamente a la virtualidad como componente de una nueva interrelación social, hacen que las fronteras entre lo que es el primer y el tercer mundo sean relatos, y que el conjunto del acontecer planetario sea comprendido en una nueva dimensión virtual en la cual la instantaneidad hace posible que un acontecimiento -como el sucedido en Túnez- sea conocido en tiempo real en Bogotá. Esta translocación de los territorios hace posible que en el 2011 se compartan las indignaciones, se modifiquen territorios más amplios y, de alguna manera, se inicie todo un proceso para cambiar el modus operandi de la protesta y la construcción filosófica y existencial del manifestante.

Esta nueva construcción social del manifestante puede no disponer de una voz que sea escuchada y con la que se pueda dialogar o negociar, por ejemplo, un programa mínimo o un pliego de peticiones. Más bien, puede llegar a formar una especie de ruido que es molesto para el sistema y que debe ser silenciado a la mayor brevedad. Es por esta razón que las nuevas protestas que conllevan ceses de actividades se resuelven en plazos cortos, contrario a las huelgas del pasado que duran meses e incluso años.

La instantaneidad y el cortoplacismo son constituyentes fundamentales de los nuevos modos de protesta. Independientemente de si estas son organizadas, se busca resolver la movilización, la indignación o el problema de manera rápida y pragmática, sin comprometer la mayor cantidad de esfuerzos y recursos. Y en el afán de solucionar de una manera reactiva los conflictos, se hacen pequeñas mejoras, pero se ignora, debido a los triunfalismos acelerados, que las problemáticas acentuadas (como la desigualdad social) sigan intactas desde hace décadas e incluso que la brecha se haya incrementado. Mientras tanto, se sigue echando mano a salidas populistas y métodos que posibilitan una violencia que logra que todo el ruido de la movilización y de la revolución sea cambiado por un mutismo algunas veces cómplice o por un ruido sin efectos o sin sentido en la web.

Conclusiones

Las nuevas protestas sociales no tienen la pretensión de cambiar de manera radical el estado de cosas existentes; su objetivo es generar presión para un cambio y luego desaparecer. Esta inestabilidad discursiva y social hace que se creen juicios acerca de si en verdad son procesos organizados de la sociedad civil o solo válvulas de escape a pulsiones sociales acumuladas por la desigualdad social. Algunas explicaciones a estos nuevos procesos de protesta inducen a afirmar que estos son creados por el mismo sistema para alivianar descontentos sociales. La movilización en la red tampoco es contracultural; es la integración de una actividad en una sociedad que se indigna y alimenta el descontento. Las indignaciones, como es habitual denominar al fenómeno de la protesta contemporánea, constituyen una reanimación del panorama político mundial de los grandes capitales para contener cualquier intento de transformación radical que conlleve a nuevos actores y poderes. El comienzo de una coyuntura social producto de una crisis continua, hasta el momento (2008-2021), no ha generado cambios sustanciales como para denominarse un nuevo estado social o revolución.

En Colombia se puede considerar que el resultado de la movilización estudiantil en el 2011 logra sobreponerse al miedo y a la represión que en décadas anteriores deslegitima la protesta social en medio de un clima de violencia. Las movilizaciones sociales actuales reconocen que es necesario una acción colectiva que articule mayorías y respete minorías. Para ello no es necesario sumarse a aparatos ideológicos que aplasten la crítica y fortalezcan dogmas, ni adscribirse a nociones antisistémicas. El éxito de estos nuevos movimientos sociales radica en la búsqueda de salidas pragmáticas, pues tienen claro que la movilización no necesita héroes ni mártires, sino personas comprometidas con el porvenir inmediato.

La importancia del estudio de los movimientos sociales no debe ser entonces únicamente la recopilación diacrónica de eventos, sino la búsqueda de las razones en que se fundamentan las acciones movilizatorias de los actores sociales. Una vez establecido este propósito, el discurso y los fines investigativos cambian de manera considerable. Estudiar la movilización social en Colombia y en el mundo en los últimos cincuenta años lleva a buscar inflexiones que muchas veces son analizadas desde perspectivas acontecimentales de corta duración, valoradas como éxitos o derrotas de la acción social colectiva. Ahora bien, si la movilización social se estudia desde la mediana duración, se puede establecer que no es posible hablar de una toma del poder que fundamente los discursos rebeldes modernos, sino que se está en presencia de una reconfiguración permanente de las interrelaciones y sociabilidades contemporáneas. Esto significa que hay una transformación cultural agenciada por la virtualización de la realidad que debe ser investigada.

El papel de la juventud es clave en la comprensión de los procesos movilizatorios en el 2011. Desde antes o más cercanamente desde el Manifiesto de Córdoba de 1918 en Argentina, pasando por las experiencias antisistémicas que buscan emular la Revolución cubana en 1959, la experiencia contracultural del 68 o la búsqueda del cogobierno universitario en Colombia en la década de los setenta, siempre la juventud ha jugado un papel protagónico. Sin embargo, en la coyuntura estudiada de la movilización contemporánea coincide con la aparición de un nuevo entorno estimulado por las redes sociales, el pragmatismo y la inmediatez como efectos articuladores, que hacen las protestas más eficientes, al mismo tiempo que logran concentrar la atención pública y ganar autonomía mediática.

Ahora bien, es necesario plantear que la comodidad de la virtualidad en ocasiones disminuye el compromiso y hace que la protesta, al igual que los datos de los manifestantes, queden en manos de terceros, los cuales con promesas de anonimato recopilan información sin saber cómo la administrarán en el futuro. Pero también es posible entrever nuevas conceptualizaciones de la juventud en su forma de enjambre; los y las jóvenes pueden mostrarse más respetuosos y respetuosas con las libertades individuales y comprometidos con las causas medioambientales y de género, lo cual faculta una experiencia movilizatoria que disminuye el papel de la fuerza y establece nuevas formas de acción con base en la creatividad y el reconocimiento del otro para reconocerse a sí mismo.

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* Artículo derivado de los proyectos de investigación Una crónica de 1968 en Colombia. «Live fast, die young», financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander (Código 2409) desarrollado entre el 28 de agosto de 2018 y el 28 de febrero de 2020 y Estado de excepción, conspiración y represión en Bucaramanga, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander (Código 2400) desarrollado entre el 28 de agosto de 2018 y el 19 de julio de 2020. Área: historia y arqueología. Subárea: historia.

1Entiéndase metadatos como los datos que describen otros datos. Son índices de localización que facilitan la 1 reunión de la información en el amplio espectro informativo que es internet.

Para citar este artículo: Acevedo-Tarazona, Á., & Correa-Lugos, A. (2021). Nuevos modos de protesta juvenil e indignación en Colombia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 19(2), 1-20. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.19.2.4549

Recibido: 11 de Septiembre de 2020; Aprobado: 17 de Noviembre de 2020

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