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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.20 no.2 Manizales May/Aug. 2022  Epub Aug 17, 2022

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.20.2.5326 

Estudios e Investigaciones

Intervención y familias migrantes: análisis crítico de la «vulnerabilidad» desde los/las profesionales*

Intervention and migrant families: critical analysis of "vulnerability" from professionals

Intervenção e famílias migrantes: análise crítica da “vulnerabilidade” dos profissionais

Ph. D. Claudia Calquín1 

Ph. D. Caterine Galaz2 

Ph. D. Irene Magaña3 

1 Universidad de Santiago de Chile, Chile. Profesora Universidad de Santiago de Chile, Chile. Psicóloga. Doctora en Ciudadanía y Derechos Humanos. Investigadora especializada en género, análisis de discurso y política social. 0000-0002-4420-5927. H5: 2. Correo electrónico: claudia.calquin@usach.cl

2 Universidad de Santiago de Chile, Chile. Profesora Universidad de Chile, Chile. Licenciada en Comunicación Social. Doctora en Ciencias de la Educación. Investigadora especializada en políticas públicas e intervención social en género, migraciones y sexualidades. 0000-0001-6301-7609. H5: 2. Correo electrónico: cgalazvalderrama@uchile.cl

3 Universidad de Santiago de Chile, Chile. Profesora Universidad de Santiago de Chile, Chile. Psicóloga. Doctora en Psicología. Investigadora especializada en género, salud y cuidados. 0000-0002-0096-2432. H5:3. Correo electrónico: irene.magana@usach.cl


Resumen (analítico)

Se indagan los significados que adquiere la noción de vulnerabilidad en la intervención social con familias migrantes en Santiago de Chile en relación con el sistema de xenofobia y racismo imperante. Se llevó a cabo una investigación cualitativa usando entrevistas semiestructuradas y un análisis de contenido, en una muestra de diez profesionales del ámbito psicosocial que trabajan con población migrante en la región metropolitana de Chile. Los resultados revelan cómo desde la intervención social se construye una noción de sujeto migrante asociado a la vulnerabilidad, en donde la matriz xenófoba y racista agudiza las dinámicas de exclusión. Asimismo, se desprenden valoraciones moralistas negativas sobre el ejercicio parental, una sobreculturalización de sus prácticas de cuidados y la verificación de formas sutiles de control, disciplinamiento y normalización de las familias migrantes.

Palabras clave: Grupo vulnerable; infancia; migración; familias. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco

Abstract (analytical)

This paper analyzes the meanings that the notion of vulnerability acquires in social interventions with migrant families in Santiago de Chile in relation to a system that has high levels of xenophobia and racism. Qualitative research was carried out using semi-structured interviews and content analysis in a sample consisting of 10 professionals from the psychosocial field who work with the migrant population in the Metropolitan Region of Chile. The results reveal how the social intervention constructs a notion of a migrant subject strongly associated with vulnerability in which the xenophobic and racist matrix exacerbates the dynamics of exclusion. In addition, negative evaluations are expressed by participants in the study about parental practices, an over-culturalization of their care practices and the verification of subtle forms of control, discipline and normalization of migrant families.

Keywords: Vulnerable groups; childhood; migration; families

Resumo (analítico)

O artigo investiga os sentidos adquiridos pela noção de vulnerabilidade na intervenção social com famílias migrantes em Santiago do Chile em relação ao sistema vigente de xenofobia e racismo. Realizou-se uma pesquisa qualitativa por meio de entrevistas semiestruturadas e análise de conteúdo, em uma amostra composta por 10 profissionais da área psicossocial que atuam com a população migrante na Região Metropolitana do Chile. Os resultados revelam como, a partir da intervenção social, se constrói uma noção de sujeito migrante irredutivelmente associado à vulnerabilidade, onde a matriz xenófoba e racista exacerba a dinâmica da exclusão. Além disso. avaliações moralistas negativas são emitidas sobre o exercício parental, uma superculturalização de suas práticas de cuidado e a verificação de formas sutis de cuidar. derivado, controle, disciplina e normalização das famílias migrantes.

Palavras-chave: Grupo vulnerável; infância; migração; famílias

Introducción

En las últimas décadas, el concepto de vulnerabilidad ha sido incorporado de forma creciente en la investigación académica y en las políticas públicas. Concebida en los años noventa del siglo XX, la vulnerabilidad nace como categoría que da cuenta de la conformación de un grupo de hogares que exhibían una alta fluctuación en sus niveles de bienestar. Su difusión posterior dio lugar a una multiplicidad de usos (Estévez et al., 2021; Mora, 2008), al punto que hay cierto consenso en la literatura acerca de la falta de claridad de su naturaleza y de los análisis limitados del concepto (Brown, 2011; Virokannas et al., 2020). Por su parte, Herring (2016) propone dos líneas de abordaje de la vulnerabilidad: una que hace referencia a una condición inherente al ser humano (destacándose los trabajos de Butler, 2007; o la sociología crítica de Castel, 1997) y otra que se centra en personas o grupos y que ha sido la más extendida.

En Chile, la vulnerabilidad como clave de lectura de los problemas sociales se impone a partir del siglo XXI en torno a la familia, la educación, la empleabilidad y la protección social (Calquín & Guerra, 2018), impactando en las representaciones de la pobreza y en la respuesta estatal, la cual se desplaza de una política centrada en la erradicación de la pobreza a una política de protección de los/las vulnerables ante los riesgos sociales (Rojas, 2019). Si bien estas políticas públicas se han modificado en distinto grado para adaptarse a los cambios de las familias (en lo que se ha llamado la «diversidad familiar») o a los cambios en las relaciones de género, la organización del bienestar -como clave para abordar la vulnerabilidad social- sigue descansando en unos supuestos precisos sobre las características y la dinámica de la vida familiar. Esto se hace con intervenciones basadas en el modelo de competencias parentales, desde una mirada diádica (madre-hijo/a) y una estrategia de intervención que se orienta a optimizar las destrezas, habilidades y recursos personales (Contreras et al., 2015; Komara, 2021; Lopes & Texeiras, 2020; Llobet, 2014).

Tomando la lectura de Foucault (1999), se entiende la intervención social como un modo que asume la gubernamentalidad, definida como un conjunto constituido por «las instituciones, los procedimientos y las tácticas que permiten ejercer esta forma tan específica, tan compleja, de poder, que tienen como meta principal la población» (p. 195). Estas operaciones de gobierno permiten organizar a las poblaciones sin recurrir al ejercicio de la fuerza ni la coerción, sino a través de mecanismos sutiles o productivos (Rose, 1996). En ese sentido, la intervención social asume una lógica gubernamental, ya que a través de ella se generan mecanismos por los que se producen saberes, técnicas y personas expertas que intentan conducir a determinados conjuntos sociales que se consideran intervenibles (Carballeda, 2010; Galaz & Montenegro, 2015). La intervención social va generando una conducción de conductas (Grinberg, 2007), basándose en la autoridad del saber experto a través de prácticas sutiles de normalización y disciplinamiento.

Estas intervenciones, sin duda, inciden en las trayectorias de personas migrantes en Chile, quienes se han incorporado a los circuitos de atención social bajo la categoría de sujetos vulnerables. En el país, la cifra de extranjeros/as representa el 5.5% (Magaña & Loyola, 2021) principalmente provenientes de América Latina. Cabe destacar que la pandemia ha agudizado las diferencias sociales, incrementando su precariedad e inestabilidad, vulnerabilizándola en sus posibilidades de trabajo, vivienda, redes de apoyo, salud y estabilidad social y económica (Galaz et al., 2021). En este contexto, la intervención social ha puesto su atención sobre las problemáticas migrantes a partir de una visión deficitaria de las familias, especialmente, de sus prácticas parentales (Pavez et al., 2020). Generalmente, se enfatizan los riesgos que enfrentan por su condición de migrante y falta de redes, pero, a la vez, desde la intervención pública, se les cataloga como espacios riesgosos. De esta manera, se verifican sistemas de control social -que implican formas de clasificar, distinguir y construir a estas- que valoran sus estilos relacionales, las características de los/las cuidadores/as, las habilidades de estos/as, los espacios vitales y contextuales, así como las posibilidades y límites de las redes de apoyo (Galaz et al., 2021). Este control está relacionado directamente con la vinculación simbólica de estos núcleos familiares a situaciones de precariedad y vulnerabilidad, sin considerar cómo el sistema social y político les sitúa en dicha posición (Galaz et al., 2017b).

Dada la relevancia que tiene la vulnerabilidad en la intervención social sobre las familias migrantes y su carácter polisémico, el artículo se pregunta acerca de cómo se materializa este vínculo y los significados que los profesionales interventores construyen en torno a ella. Para responder a estas preguntas, se presenta una aproximación cualitativa con el objetivo de comprender los sentidos, las explicaciones y las valoraciones de profesionales de diversas áreas que trabajan con esta población.

Método

La investigación corresponde a un diseño cualitativo de investigación, descriptivo-comprensivo (Palumbo & Vacca, 2020), ya que se dio énfasis a un conjunto de relaciones interpretables de los acontecimientos señalados por diversos sujetos, en un contexto socio-histórico determinado. Puntualmente, se buscó comprender el fenómeno de la vulnerabilidad a partir de los significados construidos por los/las mismos/as participantes del estudio (Hammersley & Atkinson, 1994). Se trabajó desde una epistemología feminista, particularmente desde la lógica de conocimientos situados (Haraway, 1995), desde donde se problematiza la ciencia tradicional y su figura de un/a investigador/a neutral; por el contrario, esta perspectiva se interesa por la responsabilidad de las lecturas del mundo que se producen dentro de las ciencias.

El método de selección de los/as participantes del estudio fue teóricamente conducido (Valles, 1997) y se aplicaron los siguientes criterios de inclusión: profesionales que trabajaran desde hace un año con población migrante, que trabajaran en educación, protección de la infancia, defensa de derechos y salud. La muestra quedó conformada por diez personas (tabla 1), mayoritariamente mujeres, y que ejercen su labor profesional tanto en entidades públicas como en organizaciones de la sociedad civil en la región metropolitana de Chile.

Tabla 1 Sujetos participantes 

Como técnica de recolección de información se utilizó la entrevista en profundidad (Taylor & Bogdan, 1992) que permitió la generación de un discurso libre por parte de los/as entrevistados/as, accediendo a comprensiones que los sujetos elaboran sobre la temática en cuestión. Se utilizó una pauta semiestructurada en la que se abordaron los siguientes ejes: contexto de inclusión; violencias cotidianas y simbólicas; formas de intervención con familias migrantes; resistencias y agencias de profesionales y familias. Las entrevistas se llevaron a cabo durante los años 2018-2019. Estas fueron grabadas, transcritas y almacenadas en un archivo digital.

La técnica de análisis correspondió al análisis de contenido (Andreu, 2002), lo que permitió resaltar aquellas secciones que «se refieren a la comunicación simbólica o mensaje de los datos, que tratan en general de fenómenos distintos de aquellos que son directamente observables» (p. 3). El análisis se dividió en tres etapas: el preanálisis, donde se procedió a leer las entrevistas y, de este modo, aproximarnos a una comprensión general del texto, descubrir temáticas recurrentes, familiarizarse con el lenguaje de los entrevistados/ as, entre otros aspectos. La segunda etapa fue realizar una codificación abierta a partir de la fragmentación del texto; luego, una catalogación de estas unidades, siguiendo los criterios de frecuencia de aparición, presencia/ausencia y dirección valorativa, identificando las principales temáticas en los discursos; y, finalmente, se establecieron cuatro dimensiones de análisis respecto de lo señalado por los/as participantes (Valles, 1997). Estas son: a) la construcción de la noción de mala parentalidad migrante desde la intervención social; b) la construcción del sujeto migrante vulnerable; c) la culturalización respecto de las prácticas de cuidado en relación al género y la nacionalidad; y d) las prácticas de gubernamentalidad que se verifican hacia las familias migrantes respecto de sus formas de cuidado.

El proyecto de investigación contó con la aprobación del Comité Ético de la universidad patrocinante. Se aplicó un consentimiento informado que garantizó la confidencialidad y anonimato de quienes participaron.

Resultados

Construcción negativa de la parentalidad migrante

Uno de los tópicos más aludidos en las entrevistas es la protección, asociada a situaciones, conductas y relaciones que se valoran negativamente, ya sea como falta o como atropello. Concretamente, aparece en los relatos sobre la violencia, la exclusión y la negligencia parental por medio de alusiones constantes a la vida cotidiana de las familias. La protección es un telón de fondo y marco normativo que reúne implícitamente ideales sobre la vida familiar y habilita prácticas de evaluación, tutelaje y clasificaciones entre categorías de sujetos.

Así, las familias migrantes aparecen más como objeto de descripciones y valoraciones que como sujetos singulares, así como con escasas posibilidades para disputar los sentidos de la protección. Mientras que las familias se caracterizan de forma preferente como amenaza, por el contrario, las instituciones de asistencia de la pobreza o las escuelas son necesariamente protectoras o movilizarían naturalmente protecciones a los/as niños/as migrantes. Estas descripciones se realizan, ya sea utilizando un léxico jurídico de los derechos de infancia, o un léxico moral que sanciona las vidas migrantes a partir de una visibilización de sus estilos de vida, o a través de la exacerbación y negativización de la diferencia cultural. En ese sentido, las voces expertas transparentan en su accionar cómo el Estado es parte del sistema de xenofobia y racismo imperante (Galaz & Cea Merino, 2020), generando reproducciones, dispositivos y performance de exclusión de ciertos colectivos migrantes. De esta manera, tanto la xenofobia como el racismo institucional (Pace & Lima, 2011), que se verifica en prácticas y discursos de diferenciación por parte de profesionales, impone ciertos intereses y mecanismos de exclusión desde los grupos dominantes. Analicemos dos extractos que plantean a la parentalidad migrante como problema, en donde se reifica esta organización social xenófoba y racista, así como su encuadre en el imaginario de la protección:

La mayoría de los niños migrantes son peruanos. Y hay familias que se preocupan harto de los niños, que están súper presentes; pero también hay un grupo de niños peruanos que está súper abandonado, súper abandonados, que están todo el día solos. Hay una familia que los niños salen del colegio, van a la casa y quedan encerrados; ellos se tienen que cocinar, hacer las tareas; están todo el día solos y encerrados. Han ocurrido varias cosas que han dado los llamados de alerta: a veces han llegado quemados o cochinos, porque están todo el día solos. (Profesional 5, escuela, 2018)

En este ejemplo, la noción de mayor o menor preocupación es clave para clasificar a las familias en dos categorías discretas y opositivas: hay un deslizamiento entre preocupación y protección. Esto moviliza la voluntad de vigilancia e inclusive la sanción, a la vez que disuelve las diferencias en la naturaleza de los fenómenos reunidos bajo el paraguas de preocupación (que puede ser desde «quemados» hasta «cochinos», sucios). Como se aprecia, la protección es una responsabilidad individual y efecto de prácticas parentales y de crianza. Estos juicios no son neutrales; por el contrario, denotan un ideal de parentalidad signada como presente. Analicemos un segundo extracto:

Nosotras haciendo un trabajo comunitario nos dimos cuenta: una vez hicimos una reunión de apoderado para papás migrantes un día sábado a las seis de la tarde (…). Creo que la escuela ha terminado siendo esta cuestión tan monolítica, que está bien, porque están sobrepasados de trabajo, entonces, lo entiendo; pero es como un espacio al que uno va, trabaja y se va y que ha dejado de ser la sede social, el lugar de encuentro. Nosotros decíamos en la escuela, cuando trabajaba ahí, «ya, pero a ver, vamos a invitar a reunión a las seis de la tarde un sábado» y llegaron un montón de papás migrantes. (Profesional 6, ONG, 2018)

Frente a la narrativa individualizadora y sancionadora de la primera entrevistada, identificamos una narrativa alternativa que apunta a una mayor visibilidad de la responsabilidad institucional en la protección de niños/as migrantes. La explicación frente a la falta de participación de las familias muestra diferencias sustanciales en relación con la narrativa anterior, en la que la falta se desliza del interior de las familias pasando a la relación, gestión y coordinación de la familia-escuela que facilitan procesos de participación. Si bien esta posición ocupa un lugar minoritario en el corpus analizado, lo cierto es que permite visualizar las disputas en la representación de la parentalidad migrante.

Otro tema que denota una imagen negativa de la parentalidad migrante surge al establecer una relación entre la negligencia y la condición de ingreso de las familias al territorio nacional. En el extracto siguiente observamos una cadena de explicaciones que se inicia con el ingreso por el paso fronterizo no habilitado y finaliza en la exclusión escolar de niños/as migrantes una vez instalados en Chile. La descripción de estos eventos es acompañada de adjetivaciones que explicarían las barreras de acceso a la educación: falta de entendimiento, falta de conocimientos, de voluntad, etc.

Hay algunos casos con ingreso clandestino, pero eso está más asociado yo te diría a negligencia parental. Son los mismos padres que lo hacen; resulta que no tuvieron todos los documentos de identidad de los niños y decidieron ingresarlo con una señora que les dice en la frontera que no se preocupen si no tiene todos los documentos del niño que les ayudo a pasar por Bolivia… Luego adolescentes ingresaron con unos terceros; no conocían que ese paso no estaba habilitado, no sabían, y resulta que llegan acá y tienen problemas de protección. (Profesional 2, servicio público, 2018)

Construcción del sujeto vulnerable

Las familias migrantes aparecen en el espacio público por medio de características negativas (Doncel de la Colina & Lara-Ramírez, 2021) que son argumentadas bajo un paradigma de déficit y privación. Analicemos algunos extractos:

Lo que uno ve, como de más alta vulnerabilidad son los cité; hay más niños migrantes, hay más concentración de barrios, Quilicura, Estación Central, tienen más presencia de migrantes. Ahora, en términos de habitabilidad, de lo más complejo yo te diría que es un cité, donde hay mucha gente, que están viviendo en piezas; las acondicionan con sus propias cocinas, con un equipamiento básico. (Profesional 3, institución pública infancia, 2018)

Hay mucho hacinamiento; viven en estos cités, viven muy hacinados. Hay violencia y peleas en las calles y también la situación de vulnerabilidad social de que empiezan tempranamente con consumo de alcohol, de cigarrillo. No tienen supervisión de un adulto de las cosas que hacen. (Profesional 10, servicio público, 2018)

Los relatos subrayan la relación edad/género, ubicando la vulnerabilidad preferentemente en niños/as, jóvenes y mujeres. Desde el punto de vista situacional, se destaca la condición migrante y la pobreza, hasta avanzar hacia formas de organización de la vida doméstica y el cuidado. Se manifestaría como abuso sexual, violencia callejera, violencia intrafamiliar, ausencia de higiene, uso de drogas y alcohol, relaciones problemáticas con los servicios de salud y educacionales, así como falta de participación en las escuelas. Y en términos de repertorio más amplio, reúne tanto la carencia, la victimización y la peligrosidad, ya sea como consecuencia de esa carencia o por una falta de control de una autoridad. En todas estas descripciones la vulnerabilidad homogeniza al sujeto migrante en la posición de falta, que impide ver sus aportes a la sociedad de recepción. Esto, como veremos más adelante, sustenta prácticas de gobierno que apelan a un modelo de integración en el que el sujeto migrante debe adquirir saberes, competencias y habilidades bajo la orientación de profesionales chilenos/as en la forma de una pastoral que guía sus conductas y con un fuerte acento en la tutela. Esta posición asimétrica conforma una construcción de otredad extranjera orientada a diferenciar entre buenos y malos migrantes, basada en un discurso meritocrático que jerarquiza categorías de sujetos a través de narrativas de esfuerzo y autosuperación:

Existe el buen y el mal migrante, o sea, he escuchado mucho la idea del estereotipo. Yo creo que en verdad parte harto de eso, de que el niño, el peruano paradojalmente se ha ido transformando como en el buen migrante, porque trabaja mucho y porque está como más instalado en nuestro país, entiende mejor donde vive, versus el colombiano que es el fiestero, que es el que hace fiesta y de verdad eso lo he escuchado en muchísimos profesores. (Profesional 6, ONG, 2018)

Si el peruano representa el esfuerzo, el colombiano la fiesta (Rihm & Sharim, 2017), mientras que las familias haitianas la pobreza extrema y la exclusión social; esto se constata a través de atribuciones que exacerban una diferencia devaluada (Braidotti, 2015) como la falta de manejo del castellano, la ingenuidad y su inserción en trabajos mal remunerados. Como veíamos antes, en el discurso se materializa un Estado que se mueve en una matriz xenófoba-racista. Este paradigma infantilizador y de lo deficitario se intensifica cuando las familias están bajo el cargo de mujeres, lo que denota la posición problemática que la categoría de género ocupa en los discursos profesionales sobre la vulnerabilidad. Por un lado, el sujeto migrante-femenino moviliza el reconocimiento de las exclusiones interseccionadas (condición de extranjería, pobreza y género), lo que algunas entrevistadas denominan «triple discriminación» (Pinto & Cisternas, 2021) y, por otro, una mayor visibilidad de la vulnerabilidad de los hogares encabezados por mujeres, que sugiere que, cuando las mujeres están sin hombres, su situación empeora:

La gran mayoría son hijos de trabajadores. Los papás están pocos presentes, tienen trabajos que son de doce horas por lo menos; ni siquiera llegan a reuniones, en muchos casos. Ya ser migrante es difícil, migrante y pobre el doble, el doble y ahí también el tema que ser migrante, pobre y mujer va a ser de triple de discriminación en ese sentido de violencia a la pueden estar sometidos. (Profesional 4, escuela, 2018)

La dificultad yo te diría que es cuando hay presencia madre, padre, o tío o tía, es más fácil porque hay dos adultos trabajando; pero cuando están más solos, una mujer con dos niños por ejemplo inmigrantes es complejo. (Profesional 1, servicio público, 2018)

Se identifican construcciones discursivas de la mujer migrante -y, especialmente, de las haitianas- como sujeto monolítico y como otra (constituido en la diferencia ontológica con el nosotras), en que la diferencia cultural se asume, pero no se explica, y que configura una identidad de género expuesta a la mirada profesional y una frontera que impide el intercambio cultural. Así, en las entrevistas apreciamos el desconocimiento de las creencias, costumbres y normas de las familias haitianas que imposibilita el mutuo reconocimiento. Si bien estas referencias son variables en términos de su fuerza ilocucionaria y no son homogéneas, hay un repertorio más o menos recurrente que asocia a estas mujeres otras a la dependencia, a la sumisión a la dominación masculina y a la falta de control sobre sus decisiones que justifica o legitima un poder de tutelaje sobre ellas, que puede adquirir una modalidad de protección, como se aprecia en los siguientes extractos:

Los papás a veces no están y las dejan solas; se ve que están más desprotegidas. Entonces, yo en este ambiente de desprotección puedo hacer a ejercer mi autoridad por decirte o autoridad entre comillas, mi poder más que nada (…) porque como que las haitianas tienen todo un tema de que a ellas el hombre las tiene que proteger; de hecho, son capaces de mantener un hombre para que las proteja a ellas, para no estar solas. (Profesional 2, servicio público, 2018)

Me llama la atención que, por una cuestión cultural, el hombre es el que recibe todas las indicaciones y se las transmite a la mujer. Ahí se ve una verticalidad tremenda y, claro, o sea, la mujer no aprende español, pero el hombre sí, y cuando uno va a darle las indicaciones, me ha tocado ir aquí a atender en el puerperio y están llegando cada vez más gente de Haití. Entonces está el hombre y la mujer y uno le empieza a explicar; entonces él es el que escucha y le va traduciendo todo y tiene que ver el tema de la lactancia y es con la mujer; pero entonces es complejo y, claro, no me ha tocado ver hasta el momento, pero eso se presta para temas de violencia intrafamiliar. (Profesional 10, servicio público, 2018)

Ambos relatos apuntan a la dependencia de las mujeres haitianas, así como a sus características de pobres, sin educación, limitadas por la religión y las familias, víctimas del poder masculino, constreñidas por su origen y cultura, mientras que el segundo relato introduce la figura del hombre en el control de la lactancia. A pesar del fuerte discurso social de la paternidad activa, se reproduce una interpretación rígida y monolítica sobre la participación de los hombres en estos controles que se entiende como necesariamente parte de esa dominación.

En la misma cita surge el problema de la violencia intrafamiliar que, si bien «no [l]e ha tocado ver», el uso de la expresión «hasta el momento» sugiere la fuerte relación que se establece entre la condición femenina-migrante y la violencia intrafamiliar. Cabe destacar que en este aspecto la diferencia de nacionalidad se disuelve y asume el modo de una característica de las mujeres migrantes en general; así, estas son descritas en una condición paradójica (Galaz et al., 2017a), como víctimas pasivas de la violencia, a la vez que agentes y reproductoras de esta violencia hacia con sus propios/as hijos/as.

Además, se identifican sentimientos y economías morales en las que la compasión es una clave de lectura de la vulnerabilidad y, al mismo tiempo, motivo para la acción. Analicemos dos extractos de profesionales de distintos espacios de intervención:

Algo que permitiría es que las antiguas cédulas de identidad sí reciban ciertas prestaciones y, en general, las escuelas dicen no, nosotros nos la arreglamos para que los niños reciban igual su colación, que los niños reciban igual, que sean igual atendidos por el equipo PIE, de programa de integración escolar; pero normalmente no tienen acceso a eso, depende de la voluntad del trabajador de la escuela, del director o de quien hace la planilla. (Profesional 9, entidad privada, 2019)

Nosotros hemos trabajado en escuelas en las que igual hay una buena, entre comillas, recepción de la población migrante. El problema es que cuando uno dice esa buena recepción, pero bien asistencial, yo creo que hay un problema en eso; tampoco es posible enjuiciarlo. Creo que cuando uno ve llegar a un niño, yo lo vi con hawaianas un día de lluvia, obvio que te nace como esta cuestión humana, de querer hacer alianzas para que le compren zapatos o estas tías que te decía que le tejían gorritos a los haitianos; tejían gorritos para todos. Igual, desde la perspectiva de la fundación, como un grado de complejidad porque es entender al migrante desde la carencia. (Profesional 6, ONG, 2018)

En el primer relato se destacan las limitaciones que impone la ley migratoria para el ejercicio de los derechos, pues determina su acceso a la condición legal del sujeto. Es aquí donde se abren líneas de fuga que ponen en tensión el régimen de veridicción que define quién tiene derechos y quién no, para asegurar beneficios mínimos a los/as niños/as y que, de acuerdo con la entrevistada, dependen fuertemente de la sensibilidad y voluntad del agente de intervención. El segundo ejemplo muestra la apelación a la cuestión humana que se intensifica cuando se trata de los/las niños/as migrantes. Se favorece una intervención que se dirige menos al ejercicio de derechos y más a las emergencias humanitarias para responder a necesidades básicas. Esto no solo recrudece el imaginario de carencias, desgracias e impotencia, sino que también la voluntad -que se signa como buena- de asistencia anudada a sentimientos de compasión que se dirige exclusivamente al sujeto infantil a quien es preciso ayudar (Campos, 2021), aislando su propio bienestar del de su grupo familiar. Las consecuencias de estos modos de funcionamiento son complejas, pues realzan las relaciones de poder y asimetría entre profesionales y personas extranjeras.

Culturalización de las familias y sus prácticas de cuidado

Las argumentaciones negativas respecto de la parentalidad y del cuidado que brindan algunas familias migrantes se inscriben en un ejercicio de culturalización de sus prácticas a partir de algunas procedencias nacionales (principalmente se nombran a personas colombianas, haitianas, ecuatorianas, peruanas y bolivianas). En estos relatos se sitúa la parentalidad bajo una idea de déficit cultural comparándolo con el marco nacional: se establecen comparaciones con el marco de recepción chileno, el cual emerge como una entidad homogénea y supuestamente en un rango mayor de desarrollo, altamente idealizada respecto de las formas de cuidado vigente y sin posibilidad de crítica. Estas valoraciones construyen una otredad culturalizada que es ajena al supuesto «buen hacer» de la comunidad nacional.

En el siguiente extracto la interventora enfatiza que Colombia y Perú tienen una cultura patriarcal y con prácticas de violencia que, a su juicio, no se verían en Chile. La intervención se orientaría, en su perspectiva, a reeducar a las familias migrantes a partir de un discurso con cariz infantilizador. Desde esta visión de preferencia del marco cultural chileno respecto de otras prácticas culturales, se justifica la necesidad de reeducación de sujetos considerados en falta (Montenegro et al., 2011):

Colombia tiene una cultura fuerte patriarcal. Es una situación donde hay más una orientación masculina en los roles y en las decisiones y en la imposición y tienen aspectos de violencia que están naturalizados de lo que es para la cultura nuestra. Cuando llegan hay padres que dicen «Bueno yo le pegué porque así tiene que entender porque eso a nosotros nos criaron así», y ahí uno tiene que decir: «No caballero, mire que acá no es así y eso nosotros no lo asociamos a ninguna forma de corregir a sus hijos; con eso tienes que hablarles»; y los programas le van explicando, poco a poco; pero en el fondo hay una tendencia a decir: «No, porque esto en mi país no pasa así, yo no sabía, allá a nosotros lo permiten, nunca nos dijeron eso», y posiblemente sí lo hayan dicho, y haya propaganda de derechos de la infancia, pero hay aspectos culturales que cuesta elaborar, de cambio cultural (…). Me ha tocado observarlo en gente de Perú, en Colombia. (Profesional 1, entidad pública, 2018)

A ello, como se decía anteriormente, también se le agregan procesos de distinción racial entre la comunidad nacional y algunos grupos de extranjeros/as. En la siguiente cita la profesional atribuye a las personas haitianas formas de pasividad frente a las agresiones que reciben como algo de su naturaleza y, a la vez, enfatiza lo distintos que resultan por su fenotipia corporal:

Tiene que ver con su pigmentación, son tan distintos…; y ahí la discriminación yo te diría que en algún momento fueron los peruanos, pero en este momento son los haitianos, porque, además, ellos son personas así como más subordinados. Si algo por el idioma; como que esperan sin decir nada… De hecho una compañera que trabajó con ellos me dijo que «es su naturaleza». Nosotros queremos hacer un programa de liderazgo, pero no nos resulta mucho porque vemos que no surgen líderes. (Profesional 2, servicio público, 2018)

Estas distinciones raciales son señaladas por las mismas interventoras respecto de distintos ambientes sociales, por ejemplo, al interior de las escuelas (Mora, 2021; Salas et al., 2017). De cierta manera, socialmente existe un tipo de corporalidad aceptada y otras que se deslegitiman, donde la negritud emerge preferentemente como abyección. Siguiendo a Douglas (1988), el cuerpo social atribuido a las personas haitianas, con la carga simbólica negativa asociada a este colectivo, restringe el modo en el que se percibe el cuerpo físico. En las siguientes citas podemos ver precisamente cómo una imagen social de la negritud genera reacciones negativas entre sus pares, pero también en la consideración del profesorado asociándoles a estereotipos vinculados a desorden o al mal olor:

Yo he visto hostigamiento así «ándate a tu país», ese tipo de frases. A ese niño haitiano el año pasado, cuando estábamos en kínder, que los compañeros no lo querían tocar (…). No, este año no. Al principio todos los miraban, pero de repente una les dice: «Ya, vamos a hacer una ronda» y los miraban y entonces una les dice: «Ya po chiquillos», pero los toman igual de la mano pero algo como brusco. (Profesional 5, escuela, 2018)

Muy de criminalizaciónm si se quiere decir, estos niños desordenados, son hediondos, todo ese tipo de prejuicios que están como súper instalados. (Profesional 6, ONG, 2018)

Esta lectura culturalista de las familias extranjeras, incluso cuando se busca dar una crítica a la xenofobia presente en muchos marcos sociales, cae en una folclorización de ciertos registros culturales, como también en discursos que ponen un acento en lo exótico o diferente de otros marcos culturales. Allí se observa una visión de cultura como un todo homogéneo sin movilidad y sin posibilidad de cambios. La otredad no traspasa la frontera de lo considerado extraño, pero ahora desde caracterizaciones benignas. En el siguiente extracto se condensa esta lectura donde se intenta dar un valor a las personas migrantes, pero remarcando algunos hechos culturales como la diferencia en sus comidas y bailes:

Es que nos parece hermoso el trabajo con distintas culturas; o sea, a mí no me cabe en la cabeza una persona que no lo encuentre hermoso. Entonces, me parece una tremenda oportunidad de conocer otra cultura; una oportunidad de validar a las personas que vienen de distintas experiencias, cuando te hablan de la comida, cuando te hablan de los bailes…; no sé, lo encuentro maravilloso. Encontramos hermosa la diversidad cultural. (Profesional 2, servicio público, 2018)

Prácticas gubernamentales sobre familias migrantes

Algunos relatos se destacan por un fuerte acento pedagógico de la relación profesional-familia. En este marco, los/las profesionales se erigen como agentes expertos que destacan la necesidad formativa que requieren algunos/as padres y madres respecto de una correcta práctica de cuidado para los estándares de Chile, principalmente para evitar la violencia. En ese sentido, se movilizan prácticas de gubernamentalidad (consejos, enseñanzas y reuniones constantes de evaluación) que instalan cierto control del comportamiento de los y las cuidadores/as. Estas modulaciones y correcciones se van realizando porque se sobreentiende y se generaliza un comportamiento actual a la procedencia nacional de las familias. En la siguiente cita la interventora enfatiza que el carácter moderado atribuido a personas de Bolivia facilita el trabajo reeducativo en torno a las prácticas de cuidado que para la interventora son correctas, en base a la enseñanza y la explicación:

De Bolivia yo te diría una cosa más de sumisión, como que tienen un carácter diferente. Entonces, resulta más fácil porque son cosas que van ellos aprendiendo poco a poco porque nosotros se las vamos fomentando a los padres (…). Aquí les vamos explicando con detalle porque son aspectos que son necesarios controlar y trabajar en base a la garantía de los derechos del niño (…) para que se ambienten bien, ellos y las familias, para que no tengan algún problema mayor para que ellos puedan conservar su grupo familiar y lo conserven lo más sano posible. Entonces, tenemos que enseñarles y explicarles. (Profesional 1, servicio público, 2018)

Estas formas gubernamentales también establecen procedimientos, regímenes y pautas evaluativas que encajan las trayectorias de las familias migrantes en un proceso de auscultación constante para conseguir las métricas establecidas que determinan el correcto cuidado de niños/as. Como se veía anteriormente, estas performances van poniendo al Estado como parte del sistema xenófobo-racista que establece la diferenciación jerarquizada entre ellos/as-nosotros/as. En ese sentido, se generan circuitos de atención por etapas que van cruzando algunas familias intervenidas consideradas como casos, muchas veces en relación directa al sistema judicial. En el proceso se les valora desde la condición migratoria, el acceso educativo, el acceso laboral, el lugar y forma de la vivienda, hasta problemáticas psicológicas y psiquiátricas, así como habilidades parentales. Cada sección del circuito va encargándose de entregar servicios de apoyo a las familias, pero, a la vez, se van valorando los avances o retrocesos que ese grupo familiar va sosteniendo en el tiempo, de acuerdo con las métricas esperadas. De esa forma, el ejercicio de intervención se convierte, como se ve en la primera cita, en revisión, evaluación, constatación y análisis de las acciones de estas familias migrantes.

Hay un circuito de atención donde los casos de familias extranjeras son informados cuando hay presencia de niños. La idea es dar la atención, de brindar rápidamente los soportes, pero también para evaluar: se va seleccionando cuáles son los adultos que podrían asumir el cuidado, ver los medios de protección porque a veces se trabaja con tribunales de familia y desde ahí se empieza a intervenir en cada fase el caso para darles ese soporte sicológico de atención; revisar otras áreas, evaluar constantemente las habilidades, constatar si tienen regularización migratoria, si están accediendo a colegios, si estamos hablando de una familia que vive harto tiempo en Chile o no; analizar cómo y dónde viven. (Profesional 2, servicio público, 2018)

En estos circuitos, como se ve en esta cita, emergen maneras sutiles (Rose, 1996) con las que se gobierna la parentalidad de padres haitianos, haciendo uso del repertorio argumentativo de los derechos humanos o la protección como forma de enfrentamiento al argumento de autoridad con que el padre explica su comportamiento respecto de su hijo. Asimismo, la persona entrevistada enfatiza también el uso de la autoridad del discurso académico al cual a veces recurren para legitimar sus posiciones (como aludir al comportamiento adultocéntrico del padre). Pero, además, en la cita emerge nuevamente una visión culturalista respecto de los cuidados al plantear la desconfianza en la buena transmisión que pueden realizar los traductores lingüísticos que apoyan la gestión de los/las funcionarios/as al ser de la misma nacionalidad y compartir, a su juicio, las mismas visiones sobre castigos a la niñez:

Fue una conversación súper compleja porque era como dos idiomas conversando (…). Yo lo empecé a tratar de meter el discurso de los derechos humanos, que los niños tenían derechos y él decía: «Bueno, como padre tengo el derecho a hacerlo porque si se porta mal, aquí quién va a ser la autoridad»; mucho rollo con esa idea, como quién va a ser el que toma las decisiones, que el niño tiene que saber que yo las tomo, que yo soy el adulto y él es el niño. Una intenta como por la cuestión que tiene de la academia de «Ahh bueno, que eso es tan adultocéntrico», como que obvio (…). Después, hablando con esta trabajadora social, empezó a pasar un problema con este facilitador que ella no sabía lo que le estaba traduciendo el padre, porque ella llamaba a los papás cuando había algún problema con el niño y llegaban golpeándolo, muchas veces frente a ella. Entonces ella intentaba por el facilitador lingüístico que esto no pasara y nunca supimos si es que en verdad él decía o no, porque si es que en el fondo el traductor no estaba de acuerdo, por qué va a estar traduciendo algo que él no considera que es lo correcto. (Profesional 6, ONG, 2018)

Otra forma mucho menos evidente de incidir en dinámicas problemáticas que cruzan algunos/as niños/as migrantes con sus familias es una no-intervención frente a un problema evidente como puede ser la discriminación y acoso por procedencia nacional o color de piel al interior de establecimientos educacionales. En el siguiente relato surge como crítica el hecho de que no se dé mayor atención a las denuncias realizadas por las familias y niños/as migrantes por las discriminaciones y violencias que viven al interior ya sea por pares o por el profesorado, minimizando estos actos o simplemente normalizándolos. En general, se recurriría al argumento de que resultaría algo normal para el tramo de edad este tipo de bromas y que no se trataría de una conducta racista o discriminatoria. En la cita se señala que es algo que se evita conversar y que no se plantea como tema en los consejos de profesores/as pese a que son experiencias que se viven en la cotidianeidad de la escuela:

Es que en la escuela se normaliza; llega algún momento en que no se dice nada dentro. Lo peligroso que es que no se conversa, ni en los consejos ni nada. A muchos profesores les da lo mismo en el fondo si discriminan a un niño extranjero; lo asumen como parte de la dinámica de molestar al flaco porque es flaco, al gordo porque es gordo y al extranjero porque es extranjero. Cuando vienen los padres y reclaman, se baja así, no se le da importancia. Ahí se entra el peligro de que se normalice. Hay algunos profesores que hacen bromas de: «Te caíste del árbol» o «Pasai colgao’ en el árbol» o «Nos estamos llenando de peruanos», cosas así. Los menos sí que tienen una forma ultra jerarquizada. (Profesional 4, escuela, 2018)

Discusión

En este trabajo se ha especificado cómo las prácticas de intervención con familias migrantes refuerzan un discurso de la vulnerabilidad que resalta el papel de los déficits personales en su producción, la responsabilidad y el esfuerzo individual en su superación (Arteaga & Pérez, 2011; Gil, 2016; Pantazis, 2016; Reininger et al., 2018). A pesar de que la vulnerabilidad es rica en connotaciones, la referencia más utilizada por los/las profesionales es un estado de escasez, privación, ausencia de cualidades o de un algo a lo que se atribuye socialmente un carácter positivo (Massini, 2017). Se refuerza así la construcción esencializada del migrante como sujeto vulnerable o inclusive como sujeto peligroso o en riesgo, ubicándolo en una condición permanente de asistido y sin posibilidades mayores de agencia individual o colectiva y que separa el análisis de las «condiciones socioestructurales de las trayectorias vitales» (Parajúa, 2020, p. 300).

Como afirma Simmel (2012), las personas no son extranjeras en sí mismas; lo son para alguien y cumplen un rol social particular en la sociedad de llegada, dado que contribuyen a afianzar los sentimientos de pertenencia y cohesión interna. En ese sentido, los relatos analizados, junto con representar al sujeto extranjero/a, también permiten indagar en las autorrepresentaciones de los/as profesionales y en sus esquemas sociocognitivos, los cuales brindan la pautas para orientarse en un mundo social complejo, ambiguo y lleno de dificultades para la intervención y el cambio. De este modo, los relatos profesionales develan las sutiles y complejas operaciones cognitivas de construcción de diferencias y clasificaciones sociales (Schiavoni, 2004). Esto permite gestionar la diferencia al establecer líneas de demarcación entre un nosotros/as-ellos/as y clasificaciones al interior del grupo migrante basadas en su nacionalidad, en su fenotipo racial, en la edad y el género, etc., y en torno a la cual se erigen atribuciones y valoraciones de acuerdo con una percepción de mayor o menor proximidad cultural o semejanza y, por lo tanto, de mayor o menor gestionabilidad. No obstante, cabe señalar que estas prácticas y discursos fueron captados en una investigación que finalizó el año 2020 y, por tanto, las nuevas condiciones migratorias y los cambios normativos registrados en el último tiempo también pueden haber afectado en el ejercicio de los/las profesionales y sus concepciones sobre la migración. Por tanto, se reconoce cierta limitación frente a la actualización de la construcción de vulnerabilidad en torno a las familias migrantes en los equipos profesionales, sobre todo considerando los efectos del estallido social ocurrido a fines del año 2019 y los efectos psicosociales y económicos de la pandemia.

Con relación a las prácticas parentales, el énfasis mayor en los discursos está puesto en lo que llamamos la representación culturalista de las familias y sus prácticas de cuidado, lo que está relacionado con la performance de la xenofobia y el racismo desde el Estado. En muchos casos se toma como base la generalización de comportamientos y actitudes individuales a todo un colectivo extranjero: se intenta explicar la forma de comportamiento como algo común a todo ese grupo social (Agrela, 2009; Pavez et al., 2020). Esta diferencia cultural se articula, de distintas maneras, a algunos sesgos de género que responsabilizan a las mujeres-madres de los déficits o situándolas en un lugar de atraso cultural. Siguiendo a Mohanty (2008) se realiza un proceso de homogeneización del discurso sobre la opresión de la mujer migrante paradojal: como víctima o en riesgo a la vez que como sujeto de riesgo, lo que justifica, facilita y promueve relaciones asimétricas con un fuerte acento en el control y vigilancia.

Por otro lado, los resultados indican el lugar ambiguo que ocupa la vulnerabilidad en la intervención social. En la mayor parte de los sujetos los hechos sociales como la violencia, la pobreza, se representan como singularidades culturales (Fassin, 2016) o problemas familiares que invisibilizan las condiciones sociales, económicas y jurídicas que dan forma a la experiencia migratoria.

También apreciamos que la vulnerabilidad transita entre lo que el mismo Fassin (2016) denomina una «política del sufrimiento», especialmente cuando se representa en los cuerpos infantiles, a una política de hostilidad cuando se trata del sujeto adulto. Esto provoca disposiciones afectivas diferenciadas y una problemática jerarquización de los derechos humanos, en la que los derechos de la infancia adquieren un reconocimiento mayor a los del resto de los integrantes de las familias, reforzando la representación de la infancia como esencialmente vulnerable y aislando a la infancia de sus soportes inmediatos.

Con base en estos resultados se concluye que los discursos profesionales producen y reproducen representaciones problemáticas sobre las migrantes. Esto plantea fuertes desafíos a la política pública chilena que aún no ha logrado incorporar sistemáticamente a las comunidades migrantes como sujetos de derechos. En ese sentido, se requieren diseños de intervención que consideren enfoques interseccionales (Pinto et al., 2021), los cuales permitan asumir la complejidad de las experiencias migrantes, como, asimismo, levanten un proceso de reflexividad crítica de los equipos profesionales respecto de los efectos de sus prácticas y sus discursos en las trayectorias de inclusión efectiva de las familias migrantes. Igualmente, la noción de vulnerabilidad no requiere ser desalojada del todo en las políticas e intervenciones, sino que exige promover un giro en sus concepciones, que evite la generalización, culturalización y racialización de determinados colectivos extranjeros para visualizar cómo desde el reconocimiento de las precariedades (Butler, 2007) conjuntas, vividas incluso en alianzas con sectores sociales chilenos, se posibilita mover los marcos de exclusión vigentes.

Agradecimientos

Se agradece al proyecto Fondecyt Regular n.° 1170947 Múltiples violencias que afectan a las niñas y los niños migrantes en Chile: derechos, intervenciones sociales y políticas públicas (2017-2020) de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, Chile, cuya investigadora principal fue Iskra Pávez y su coinvestigadora Caterine Galaz.

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* Artículo desarrollado con base en la investigación empírica Múltiples violencias que afectan a las niñas y los niños migrantes en Chile: derechos, intervenciones sociales y políticas públicas. Fondecyt Regular n.º 1170947 adjudicado el 1 de marzo de 2017 y finalizado el 30 de marzo de 2020. Área: sociología. Subárea: migraciones.

Para citar este artículo: Calquín, C., Galaz, C., & Magaña, I. (2022). Intervención y familias migrantes: análisis crítico de la «vulnerabilidad» desde los/las profesionales. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 20(2), 1-23. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.20.2.5326

Recibido: 30 de Septiembre de 2021; Aprobado: 24 de Enero de 2022

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