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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.20 no.3 Manizales set./dez. 2022  Epub 18-Jan-2023

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.20.3.5521 

Estudios e Investigaciones

Ambivalencias culturales sobre el divorcio en discursos de niños, niñas y adultos*

Cultural ambivalence about divorce in children and adults’ discourses

Ambivalências culturais sobre o divórcio nos discursos das crianças e dos adultos

Ph. D. Ana Vergara-del Solar1 

Ph. D. Mauricio Sepúlveda-Galeas2 

1 Profesora Universidad de Santiago de Chile. Psicóloga, Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Salud Pública, Universidad de Chile. Doctora en Estudios Sociológicos, Universidad de Sheffield, Reino Unido. 0000-0001-7823-3769. H5: 4. Correo electrónico: ana.vergara.d@usach.cl

2 Profesor Universidad Diego Portales, Chile. Psicólogo, Universidad de Concepción, Chile. Magíster y Doctor en Antropología de la Medicina, Universidad de Rovira e Virgili, España. 0000-0002-0736-6596. H5: 1. Correo electrónico: sepulveda.galeas@gmail.com


Resumen (analítico)

El artículo ilustra algunas de las ambivalencias culturales acerca del divorcio de los padres en el discurso de niños, niñas y adultos, a la luz de herramientas conceptuales proporcionadas por los estudios culturales británicos. Se desarrollaron entrevistas grupales triangulares, con personas de distintos estratos socioeconómicos de Santiago, Chile, y un análisis discursivo. En los resultados, se apreciaron discursos que establecían articulaciones más fijas y convencionales, coherentes con el modelo prototípico moderno dominante de familia, así como otros más oscilantes, que daban cuenta de rearticulaciones y de la presencia de formas culturales residuales y emergentes, además de las dominantes.

Palabras clave: Familia; infancia; divorcio; Chile; estudios culturales; discursos. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco

Abstract (analytical)

This article illustrates some of the cultural ambivalence about parental divorce in the discourse produced by children and adults using conceptual tools provided by British cultural studies. Triangular group interviews were conducted with people from different socio-economic strata in Santiago, Chile and discourse analysis was conducted. The results evidenced discourses with more fixed and conventional articulations that are coherent with the dominant modern prototypical family model. There were also more oscillating resopnses, which showed re-articulations and the presence of residual and emerging cultural forms alongside dominant discourses.

Keywords: Family; childhood; divorce; Chile; cultural studies; discourses

Resumo (analítico)

O artigo ilustra algumas das ambivalências culturais sobre o divórcio parental no discurso das crianças e dos adultos à luz dos instrumentos conceptuais fornecidos pelos estudos culturais britânicos. Foram realizadas entrevistas triangulares de grupo com pessoas de diferentes estratos socioeconómicos em Santiago, Chile, e foi realizada uma análise discursiva. Os resultados mostraram discursos que estabeleceram articulações mais fixas e convencionais, coerentes com o modelo prototípico moderno dominante da família, bem como outros mais oscilantes, que mostraram rearticulações e a presença de formas culturais residuais e emergentes, para além das dominantes.

Palavras-chave: Família; infancia; divórcio; Chile; estudos culturais; discursos

Introducción

Este artículo se basa en los resultados de una investigación cualitativa, realizada en Santiago de Chile entre 2016 y 2020, cuyo objetivo fue explorar los discursos de niños, niñas y adultos acerca de la relación entre padres e hijos(as). En ese estudio se apreciaron ambivalencias relativas al divorcio1 de los padres, que entendemos como culturales y no meramente individuales. El sentido de este artículo es ilustrar algunos de los modos a través de los cuales tales ambivalencias se expresan. Este tipo de análisis resulta relevante en la medida en que facilita la comprensión de los procesos de transformación cultural y las tensiones y resistencias que se presentan al respecto, particularmente en un ámbito, el divorcio, que involucra simbólica y afectivamente a las personas, articulando dimensiones tanto íntima como pública.

Al igual que otros países del mundo, Chile en las últimas décadas ha experimentado cambios sociodemográficos intensos, los cuales han generado contextos novedosos para la vida cotidiana de los niños y las niñas. Entre tales cambios, han aumentado las separaciones de hecho y los divorcios con disolución de vínculo,2 recién legalizados en Chile en 2 2004, en el marco de un país con una secularización incompleta (Bárcenas, 2011) y una fuerte influencia de la Iglesia Católica sobre las élites gobernantes (Contardo, 2011).3

El aumento de divorcios ha incidido, aunque no como factor único, en la disminución de las familias nucleares biparentales con hijos o hijas (de 38.1 % en 2002 a 28.8 % en 2017) (Instituto Nacional de Estadísticas, 2003, 2018), las más cercanas al modelo prototípico moderno de familia (Valdés, 2008), especialmente si sumamos condiciones como la heterosexualidad de los padres, su vínculo legal y la división del trabajo según género. Parte del modelo prototípico implica también suponer que aspectos que, no teniendo una relación histórica ni simbólica necesaria, confluyen natural y universalmente, formando una unidad monolítica y estructural delimitada y estable. Entre tales aspectos se encuentran las sinonimias establecidas entre pareja y matrimonio, matrimonio y sexualidad, pareja y familia, pareja e hijos(as), parentalidad y reproducción biológica, pareja erótico-sentimental y pareja parental, familia, parentalidad y residencia común, entre otras.

Por su parte, en las ciencias sociales existe bastante investigación relativa al divorcio de los padres y su vinculación con la situación de los niños y las niñas, en las que se lo trata, en su mayoría, como una experiencia o fenómeno experimentado por sujetos determinados. En ese escenario, ha existido mucho interés por las consecuencias negativas del divorcio en el bienestar o desarrollo de los niños y las niñas (Hu, 2020; Iqbal et al., 2021), muchas veces bajo una óptica que Smart et al. (2001) denominan «la narrativa del daño». En contraste, otros estudios han mostrado que la calidad de las relaciones familiares y el entorno social de la familia son mucho más importantes para el bienestar de los niños y las niñas que el tipo de estructura familiar, y que muchas de las circunstancias negativas que atribuimos al divorcio tienen relación con los desbalances de género en los cuidados familiares o la debilidad de los sistemas de apoyo estatal a las familias (Sadowski & McIntosh, 2015).

Otro foco importante de interés de las ciencias sociales han sido los arreglos y negociaciones familiares posteriores al divorcio, atendiendo a los aportes financieros o la relación afectiva con los padres no convivientes, la provisión de cuidados o la toma de decisiones relativas a diversos aspectos de la vida cotidiana de los niños y las niñas (Luecken et al., 2021; Pardo et al., 2019).

Más escasa es la investigación que se orienta a comprender el divorcio de los padres como un significante cultural extendido que las sociedades y los sujetos configuran, ya sea que hayan o no vivido la experiencia directa. En esta línea, de la que se hace parte este artículo, se han considerado los discursos presentes en los medios de comunicación, las ciencias sociales, las políticas públicas y los procesos legislativos y judiciales, entre otros (Brown & Wright, 2019; Sanner et al., 2020). En general, ellos muestran procesos de transición cultural contradictorios, aunque tendientes a una mayor aceptación del divorcio, habiendo diferencias según las características particulares de distintas sociedades.

En el caso de Chile, esta transición cultural debe entenderse en el marco de una rediversificación de la familia, más que de fenómenos novedosos. El acoplamiento de las prácticas familiares efectivas al modelo prototípico moderno corresponde a una excepcionalidad histórica. De acuerdo a Valdés (2004, 2008), ello ocurrió solo entre los años 50 y 70 del siglo XX, de la mano de un Estado social que otorgaba beneficios sociales sobre la base de dicha concepción de familia. A la vez, la investigación histórica y antropológica latinoamericana ha mostrado la permanencia en contextos modernos de una serie de prácticas familiares que, desde las ópticas dominantes, han sido entendidas como irregulares o, simplemente, invisibilizadas (Llobet & Vergara-del Solar, 2022; Milanich, 2013).

Como afirma Raymond Williams (2009), uno de los fundadores de los estudios culturales británicos, suele haber una distancia entre las prácticas sociales efectivas y los valores y significados dominantes, lo que hace que muchas de ellas resulten veladas o sean categorizadas como inadecuadas. En ese sentido, muchos de los procesos modernos de normalización de la familia, en Chile y América Latina, han operado a contracorriente de las realidades empíricas, para configurar una noción idealizada y abstracta. Ello ha dificultado observar que las familias, más que a una cosa predefinida, corresponden a «aquello que la gente hace» (Smart et al., 2001) y lo hace por medio de prácticas siempre contextualizadas.

En ese sentido, la excepcionalidad histórica de la familia moderna prototípica en Chile no implica que, como modelo a seguir, haya sido poco influyente. Podemos entender esta paradoja aparente a la luz de procesos de hegemonización, que, para Gramsci (1981, 1984), tienen que ver con el predominio económico, político y cultural de una clase sobre otra, por medio de la combinación de formas de imposición y convencimiento, y que también los estudios culturales británicos fueron extendiendo hacia otras formas de dominación, como aquellas que derivan de las relaciones de género, raza, etnicidad y edad (Jenks, 2005).

Estos procesos de hegemonización van más allá de las meras representaciones o ideas (Williams, 2009), para imbricarse en la vida cotidiana de las personas y en sus relaciones. Ello hace que, para el tema que analizamos, muchas personas vivan la distancia del modelo prototípico moderno con sufrimiento y decepción, y experimenten en ellas o en sus familias el sentimiento de falla o incompletitud. En el caso del divorcio, por ejemplo, es la familia como tal la que ha solido ser significada como desintegrada, y se ha enfatizado su carácter patológico o patologizante (Barrón, 2008).

Al mismo tiempo, los procesos de hegemonización no se dan de modos espontáneos, sino que implican esfuerzos activos para la instalación de prácticas, valores y significados dominantes. En Chile, estos esfuerzos han sido realizados por distintos agentes, tales como el Estado, la Iglesia Católica y algunos partidos políticos, además de profesionales como educadores y trabajadores sociales, entre otros (Valdés, 2008). Lo que se produce en esos procesos son también fenómenos de diferenciación social, que pasan por el establecimiento de jerarquías entre las familias y entre sus distintas prácticas (Llobet & Vergara del Solar, 2022).

De la mano de estos procesos de hegemonización de la familia moderna, nos encontramos con un modelo de infancia protegida: privatizada, familiarizada, alejada del trabajo y la economía y resguardada de influjos externos. Este modelo de infancia fue incorporado a partir de la influencia europea sobre las élites latinoamericanas y luego extendido hacia a otros sectores, en Chile y América Latina. Ya alcanzado el siglo XX, como observa Albarrán (2021), los rasgos de debilidad, vulnerabilidad, pureza y dependencia atribuidos a los niños y las niñas se habían cristalizado en nuestra región, acompañados de un marcado paternalismo en los modos de relacionarse con ellos y ellas, tanto en esferas públicas como privadas. Ello se mantiene, en el caso de Chile, en sus rasgos centrales, a pesar de los diversos cambios societales acontecidos en las últimas décadas (Sola-Morales & Campos, 2019).

Ahora bien, es evidente que en las últimas décadas se ha dado lugar a otras posibilidades relacionales que cuestionan las imágenes deficitarias de las familias no prototípicas (Sanz et al., 2013). Es el caso, por ejemplo, de las técnicas de reproducción asistida, en el ámbito tecnológico, o del divorcio, la igualdad ante la ley de los hijos e hijas o el pacto de unión civil, en el ámbito legal. Sin embargo, el modelo prototípico moderno sigue teniendo en Chile un carácter dominante, lo que genera un contexto cultural y experiencial complejo.

Como plantea Williams (2009), en las sociedades modernas capitalistas se combinan formas culturales dominantes con otras de carácter residual y emergente. Las formas residuales corresponden a prácticas, valores y significados que vienen desde el pasado, pero están vigentes en el presente; por su parte, las emergentes son aquellas que comienzan a gestarse, pero aún no alcanzan una estabilidad suficiente, y a veces ni siquiera los sujetos saben cómo nombrarlas, y cuyo itinerario, ya sea de asimilación o contestación de las formas dominantes, resulta aún impreciso.

En ese sentido, por ejemplo, los divorcios han puesto en evidencia que el vínculo entre padres e hijos(as) puede mantenerse, aunque las personas no vivan juntas; a la vez que la existencia de las familias trasnacionales ha logrado visibilizar el carácter transcon-textual y multisituado de los vínculos y del cuidado (Baldassar & Merla, 2014), pero ello también es algo de lo cual la antropología y la historia tienen noticias hace mucho tiempo. Al respecto, ¿pensar y practicar el cuidado familiar más allá de los límites de la residencia conjunta corresponde a un fenómeno residual o a un fenómeno emergente? Como afirma Williams (2009), responder ello se hace difícil la mayor parte de las veces. Lo más probable es que se trate de ambos aspectos a la vez, en el marco de un escenario de simultaneidades y temporalidades múltiples (Llobet & Vergara-del Solar, 2022).

De ese modo, no podemos pensar los cambios en las familias a partir de narrativas temporales lineales de progreso y modernización cultural. Tales cambios se han producido, justamente, en contraste con los procesos de modernización en América Latina y, en este sentido, ponen en juego tanto esas formas culturales residuales como las emergentes. A la vez, los esfuerzos históricos por generar una familia prototípica moderna produjeron de forma simultánea a las familias residuales o «irregulares», lo cual las hace plenamente coetáneas (Llobet & Vergara-del Solar, 2022).

Como se mencionó previamente, el objetivo de este artículo es ilustrar algunos de los modos a través de los cuales las ambivalencias culturales relativas al divorcio de los padres y su relación con la infancia se expresan en los discursos de niños, niñas y adultos chilenos. La pregunta que lo guía es, entonces: ¿cómo se manifiestan, en el discurso de niños, niñas y adultos las ambivalencias culturales relativas al divorcio de los padres?

Método

Desde una óptica epistemológica interpretativa y crítica, entendemos los discursos como manifestaciones transindividuales, históricas y contextuales, que se imbrican en un conjunto amplio y complejo de prácticas sociales (Fairclough, 2003). Al igual que el conjunto de las prácticas sociales de las cuales forman parte y contribuyen a formar, los discursos producen articulaciones. Ellas corresponden a encadenamientos contingentes y no esenciales entre dos elementos, que corresponden a significantes o conjuntos de significantes, en el caso de los discursos. Las articulaciones pueden disolverse, modificarse o mantenerse, si es que existen las condiciones para ello y los sujetos las sostienen a través del tiempo (Hall, 2003, 2010; Laclau & Moffeau, 2004).

De este modo, en relación al tema que nos compete, podemos pensar, por ejemplo, que el modelo prototípico moderno ha sido articulado a la noción misma de familia en las formas culturales dominantes, sin el cual esta pareciera disolverse o fracasar. Algo similar ocurre con las sinonimias establecidas entre parentalidad y residencia común, o entre parentalidad y reproducción biológica, todas ellas presentadas como necesarias, ahistóricas y naturales. Este tipo de discurso, de carácter dominante, tiende a fijar las articulaciones posibles entre significantes.

Sin embargo, desde Hall (2003), el campo de articulaciones desarrollado por las personas también se constituye como un tejido móvil, en el cual ellas van haciendo una urdimbre de similitudes y diferencias, que nunca se estabilizan del todo y que pueden reconstituirse en nuevos contextos comunicacionales e históricos. En ese sentido, integrando a Hall (2003, 2010) y Williams (2009), podemos pensar la presencia de valores y significados residuales o emergentes en la escena cultural relativa a la familia como formas de desarticulación y rearticulación permanentes, de nuevos encadenamientos y de retorno a otros que vienen desde el pasado.

En el estudio, la información primaria fue producida por medio de un diseño cualitativo basado en entrevistas discursivas, triangulares (con tres personas, además del entrevistador o entrevistadora) (Conde, 2008), no directivas y en un total de 24. Se organizaron de acuerdo a estrato y género, por separado, estando el género definido por la auto-identificación de los participantes.

La selección de los sujetos tuvo un carácter intencional, incorporando niños y niñas de 10 a 11 años, a los cuales se accedió a través de sus colegios, así como a sus madres y padres. Los colegios eran laicos -en el estrato bajo y medio- y católicos -en el medio alto-, dada la importancia histórica de estos últimos en la formación de las élites nacionales (Moya & Hernández, 2014). Los niños y las niñas residían en la ciudad de Santiago, capital del país. Acorde con los parámetros sociodemográficos de la sociedad chilena actual (Instituto Nacional de Estadísticas, 2018), la mayoría de los participantes pertenecía a familias nucleares biparentales heterosexuales -originales o reconstituidas-, mientras que algunos de ellos provenían de familias monoparentales, nucleares o extensas, lideradas por mujeres o por varones. Desde el punto de vista socioeconómico, los participantes pertenecían a tres estratos, el medio alto (C1), el medio (C2) y el bajo (D), según el Índice AIM de 2019 (Asociación de Investigadores de Mercado, s. f.), basado en los datos del Censo de 2017.

Durante el estudio empírico se incorporaron protocolos éticos de asentimiento informado para los niños y las niñas, así como de consentimiento informado para los adultos, los cuales fueron visados por el Comité de Ética de la universidad responsable del proyecto.

El proceso analítico se orientó a comprender el trabajo de calificación generado por los sujetos en torno a los significantes y las articulaciones que en ellas era posible identificar. También se indagaron algunos recursos lingüísticos orientados a conferir legitimidad a las articulaciones desplegadas, cuando ello resultaba relevante para la interpretación (Fairclough, 2001; Martín, 2003), mencionándose algunos en el presente artículo.

Resultados

En primer lugar, este apartado da cuenta de pasajes de las entrevistas que ilustran discursos en que el modelo prototípico de familia dominante opera con mayor fuerza y en que se tienden a fijar ciertas articulaciones que de ello se derivan. En segundo lugar, se presentan otros pasajes que revelan más dudas y posiciones más tambaleantes por parte de los sujetos, en las que se combinan aspectos dominantes, residuales y emergentes.

Al momento de citar las elocuciones de niños, niñas y adultos se especifica su estrato socioeconómico, así como se les asignan números para identificarlos y diferenciarlos.

Intentando fijar el lugar de la familia prototípica moderna

Como se mencionó, los y las participantes del estrato medio alto estaban ligados a un colegio católico; además, provenían de hogares nucleares biparentales. En función de ello, probablemente, es que la presencia de la noción de familia bien constituida era muy fuerte en sus discursos. Esa familia era presentada como aquella que, con su calor de hogar, recibía a aquellos niños y niñas que, tras el divorcio de sus padres, deambulaban por diversos espacios, ya que carecían de soporte familiar suficiente.

Madre n.°1: [ En este grupo] coincidió que las tres estamos en pareja y ahí con un partner al lado. Hay familias distintas, y uno ve realidades que, a lo mejor, son más adversas que las de nosotros. Me ha tocado compartir con muchas familias de padres separados, en donde la situación es bastante más compleja. Siempre yo tengo la casa llena de cabros chicos [ de niños y niñas], y yo les pregunto por qué quieren venir, y me dicen: «Porque me gusta, hacemos cosas ricas, conversamos, todos se conocen»; le echan talla [broma] al que está enojado. Entonces, uno dice, parece que no lo estamos haciendo tan mal. (Estrato medio alto).

Además, en el pasaje anterior, el cariño, la contención y la protección esperados en la familia parecían articularse con un modo particular de constituirla: aquel que es el correcto; de modo tal que las prácticas distintas observadas en el barrio o en el colegio no lograban dar cuenta de una «familia propiamente tal». Tampoco lo hacían las infancias ligadas a esas prácticas, articuladas como unas infancias abandonadas o semi-abandonadas; una suerte de no infancia o de negación de la infancia que todo niño o niña merece y que ha sido un discurso fundamental en los esfuerzos por modernizar las infancias latinoamericanas (Vergara-del Solar et al., 2021).

Si embargo, por dentro de la familia, las niñas de este estrato no parecían tranquilas, ya que acusaban recibo de la amenaza, del contagio posible de aquella temida ola de separaciones que caracterizaba a los tiempos actuales. En ese escenario, apelaban éticamente a los padres para evitar conflictos irrelevantes que podrían desestabilizar a su familia.

Niña n.°1: [Mis papás] pelean mucho y pienso que se van a separar; pero no, estas peleas no son importantes, son cosas de trabajo que pasan después; pero a mí igual me afecta mucho.

Niña n.°2: A mí también me asusta… Me pasa mucho, porque mis papás también pelean harto (…) Y pelean, y yo digo: «Pero no peleen», y me dice: «Pero si no estamos peleando, estamos discutiendo».

Niña n.°1: ¡Sí, siempre la misma excusa! (Estrato medio alto).

Así, los divorcios eran vistos como parte de «aquello otro» que parecía acercarse e intentar desdibujar las fronteras de la familia como un refugio amurallado. Además, en las entrevistas con los padres varones del mismo estrato, el hecho de que una familia no residiera en el mismo sitio era articulado con un sentido de decadencia moral. De esta forma, en discurso del padre n.°1, en la cita que sigue, la no residencia común aparecía como una señal más del estado de confusión en el que vivían los niños y las niñas cuyos padres se habían separado. Toda vez que las articulaciones entre familia prototípica, residencia común y normalidad familiar parecían desestabilizarse cada vez más, el padre n.°2 se sentía invocado a «poner las cosas en su lugar», aludiendo a aquello que consideraba correcto y normal:

Padre n.°1: Aquí todos somos pareja estable; pero se habla mucho de los problemas…, de que los niños van a salir [y dicen]: «Pero papá, esta vez voy a la casa del papá, y me tiene que llevar la mamá». Uno dice: «¿Pero no vive ahí la niña?» [y te responden tus hijos]: «Sí, pero el papá vive allá». (…) Cada uno [cada padre] opina por su cuenta y los niños están confundidos por dos opiniones diferentes, y manifiestan esta confusión que tienen en las relaciones con sus compañeros. Entonces, [mi hijo] dice: «Bueno, qué tiene de raro si tú tienes que venir a la casa de mi papá, y mi papá no vive con mi mamá».

Padre n.°2: El tema es que yo le digo [a mi hijo]: «Lo normal es que tú tengas un papá y una mamá. Lo normal no es que tú vas un día a dormir donde la mamá y otro donde el papá; no es que tú te sientas a la mesa con tu papá, porque tu mamá vive en otra casa». (Estrato medio alto).

Itinerarios discursivos oscilantes respecto a la familia y el divorcio

Los padres de una niña del estrato medio se divorciaron hace tres años y ella ha mantenido contacto regular con el padre, si bien en el último mes se encuentra molesta con él y no ha querido verlo. Todos los años, el colegio prepara y celebra el Día del Padre con regalos. Al ver que la niña se sentía complicada con este evento, su profesora jefa le propone hacerle un regalo a su mamá, en lugar de a su papá, lo que a la niña no la convence. Finalmente, considerando que no era la única hija de padres divorciados, el colegio, con apoyo de los apoderados, decide suspender la celebración del Día del Padre. Su madre y otra de las apoderadas relatan esta experiencia de la siguiente manera:

Madre n.°1: [Mi hija me dijo] «Mamá, la tía me dijo si acaso yo le podía hacer algo [un regalo] a mi papá, y yo no quiero» (…). Me dijo si me lo podía hacer a mí; le dije: «Hija, a mí no me corresponde (el regalo). Usted ya me lo hizo a mí, y si no quiere hacerle [a su papá], ayúdele a otra amiga, pero no corresponde reemplazar roles que no son».

Madre n.°2: Sí, mi hija llegó a la casa comentando. Y llegó triste. Yo la vine a buscar y estaba…; la caché [me di cuenta] que había estado llorando; y es raro, porque mi comadre [mi hija] no llora con nada (…). «Yo no sé qué es lo que eso, porque yo tengo a mi papá», me dijo (…). [Y su papá] le decía: «Tienes que apoyar a tu amiga, porque ella tiene algo que le falta, pero para eso están los amigos, para ponerle el hombro, para escucharla.» Yo le dije: «¿Y alguien la molestó, alguien le dijo algo?» «No, mamá, nadie». Nadie, me dijo, las chiquillas todas la abrazaban y la consolaban (…). De hecho, fue tanto, porque es harto, varios niños tienen…, están con el mismo problema de papás separados y todo; decidimos no hacer la celebración del día del papá. Igual fue triste (…), pero…

Madre 1: Pero claro, hay que respetar a los niños. (Estrato medio).

En este pasaje observamos que el divorcio es vivido como una circunstancia trágica acontecida a la niña y a su familia, así como una pérdida radical de su padre, con respecto a lo cual los pares y adultos de su entorno se esfuerzan en ser solidarios y mostrarse empáticos. Así, no parece no haber nada para celebrar en el Día del Padre sino solo la presencia de la falta, que interpela tanto a aquellos que la padecen como a quienes no. La contención de las amigas y la decisión del colegio parecen apuntar a un reconocimiento de la diversidad familiar y de los derechos de la niñez como formas culturales emergentes. Sin embargo, al mismo tiempo, la suspensión de esa celebración es un silencio a gritos que afirma, a la vez que niega, la existencia del padre. Así mismo, enfatiza el arraigo cultural del modelo de familia biparental prototípico moderno dominante y la articulación entre separación de los padres y devastación de la familia.

Por otro lado, en las entrevistas realizadas con madres del estrato bajo, el divorcio parental también era mostrado como una experiencia decepcionante, respecto a la imagen idealizada de familia y a los papeles convencionalmente asignados a madre y padre. Sin embargo, ellas parecían tener como alternativa el deslizarse por fuera de la idealización. Como se muestra en el extracto siguiente, la madre n.°1 expresa un cierto realismo al narrar su historia familiar desde una óptica transgeneracional, como marcada por experiencias de violencia y ausencia paterna. A partir de ello, también cuestiona sus decisiones posteriores, como si de un develamiento se tratara, y produce una rearticulación entre la noción de familia y la relación y convivencia establecida con su hijo:

Madre n.°1: El último recuerdo que tuve de él [de mi padre] fue que roció la casa con bencina, a mi mamá. La gota que rebalsó el vaso… Así que para ella fue súper difícil tomar la decisión, en ese minuto, de decir, «ya, nos vamos». Llegamos a Santiago y ella tomó inmediatamente el rol de papá, de proveedor (…). A veces, me cuestiono, me cuestiono el haber traído a mi hija, porque tuve la posibilidad de no darle el mismo padre y, sin embargo, se lo di. Después de diez años volví a recaer con él; entonces, ¡qué lata, qué lata! Estuve en depresión, porque dije yo, «¡¿cómo?!»; o sea, sabiendo todo lo que pasó con Francisco [experiencias de violencia y abandono], volví a darle el mismo papá a mi hija. ¡No puedo creer que sea tan pájara! [ingenua]. Y se me derrumbó la imagen de la familia, porque yo creía en ese tipo de familia; ahora entiendo de que hay otro tipo de familias, que yo con mi hijo también soy familia. (Estrato bajo).

En otros pasajes, las madres del estrato bajo establecían distinciones entre pareja erótico/sentimental y pareja parental, a modo de pensar la relación parental como algo que iba más allá de una ruptura de pareja. Así, ellas expresaban cierta desilusión «por aquello que no pudo ser» transgeneracionalmente hablando; pero esa desilusión se manifestaba, más bien, como desencanto o como una suerte de resignación. Entonces, aparecían en sus discursos elementos que podemos considerar residuales, de acuerdo a la categorización de Williams (2009), que se han mantenido vigentes en contraposición a los proyectos modernizadores y normalizadores de las familias, especialmente en un estrato con una distancia histórica mayor respecto al modelo prototípico. Al mismo tiempo, se apreciaban otros de carácter más emergente, como aquellos relativos a renombrar como familia a la convivencia entre una madre y su hijo, o sostener distinciones entre la pareja erótico/sentimental y la pareja parental. Respecto a estas distinciones, si bien las realidades vividas no son de corta data, los lenguajes culturales que hacen posible nombrarlas son mucho más recientes.

Por su parte, en las entrevistas sostenidas con los niños varones del estrato medio, el desplazarse regularmente entre el hogar de la madre y del padre separados no se presentaba como un problema. Si bien uno de los niños expresaba su sentimiento de decepción respecto del divorcio y el otro calificaba indirectamente a su familia como «no suficientemente buena», el foco estaba más bien puesto en la calidad de las relaciones entre los padres y entre padres e hijos(as), como ha sido observado en investigaciones relativas a la experiencia del divorcio parental por parte de niños y niñas (Hernández-Hernández & Trujano-Ruiz, 2021; Smart, 2006).

Niño varón n.°1: Aunque mi papá y mi mamá son separados, yo voy fin de semana por medio donde mi mamá. La relación entre ellos es muy buena. Mi papá siempre me ha dicho que, si ellos se llevaran mal, ya hubieran ido a juicio. Y nunca fueron. Se separaron cuando yo tenía cinco años. Pero mi relación con todos es buena (…); mi relación con toda mi familia es muy buena.

Niño varón n.°2: ¡Ah!, yo igual. Mi papá y mi mamá se separaron cuando yo tenía como dos años. Igual me junto con mi papá, jugamos, hablamos, todo eso. Igual sería una buena familia si se reconciliaran mi mamá con mi papá. (Estrato medio).

En el caso del niño n.°1 resulta interesante el uso de la conjunción (adversativa) «aunque» (aunque mi papá y mi mamá son separados, ello no significa que no vea a mi mamá) para enfatizar el hecho de que el divorcio no implica, necesariamente, una interrupción del vínculo con el padre o la madre no conviviente. El niño n.° 2, por su parte, usa de modo similar el término «igual», muy habitual en el habla coloquial chilena (igual me junto con mi papá, aunque ellos estén separados). Desde el punto de vista discursivo, lo que hacen los niños es mostrar que dos situaciones que convencionalmente podrían verse como contrapuestas (tener padres separados y tener contacto con la madre o padre no conviviente), no lo son. Con ello, desarticulan estas sinonimias y confrontan las expectativas culturales dominantes con lo que experimentan en sus realidades cotidianas, poniendo en juego unos discursos incipientemente emergentes. Luego, como una suerte de retorno, al terminar su elocución, el niño n.° 2 usa el mismo término «igual» como recurso discursivo para restablecer la noción de «buena familia» (igual mi familia no es del todo buena, aunque veo a mi padre con frecuencia), con lo cual se hace patente, una vez más, la ambivalencia cultural relativa a esta materia.

Discusión

En los pasajes que analizamos, las personas del estrato medio alto sostuvieron discursos más convencionales y fijos, en que se articulaba la noción misma de familia y la contención familiar con el modelo prototípico moderno, así como con la residencia común entre padres e hijos(as), como uno de sus aspectos centrales. De ese modo, ellos parecían centrados en «aquello que debía ser» en las familias, probablemente debido a una mayor cercanía histórica y sociocultural con el modelo prototípico de familia moderna, y por el hecho de tratarse de familias sin separaciones y ligadas a un colegio católico. Sin ser determinista, estos aspectos de clase, religiosidad y experiencia entregan algunas pistas relativas a un cierto posicionamiento objetivo y subjetivo, o punto de vista (Bourdieu, 2007), en el marco de las luchas culturales por la categorización y significación de las prácticas sociales (Bourdieu, 2001). Así, sus discursos muestran que, en contextos culturales ambivalentes como el que existe en el Chile de hoy, existen intentos por fijar los significados y valores propios de formas culturales dominantes relativas a la familia.

Sin embargo, en el caso de estos y estas participantes, ello no lograba hacer desaparecer la amenaza de la desestabilización familiar; más aún, es probable que esos intentos por fijar los significados estuvieran en directa relación con la percepción de tal amenaza. Al respecto, y como nos recuerda Williams (2009), los procesos de hegemonización -en este caso del modelo prototípico moderno de familia- nunca ocurren de una sola vez y para siempre, sino que requieren ser sostenidos, reinventados y reforzados, estando siempre amenazados por formas diversas de contestación y resistencia. Ello, de manera especial en escenarios acelerados de transformaciones en las prácticas y significaciones relativas a las familias, como es aquel presente en Chile.

Los y las participantes del estrato medio y bajo, por su parte, dieron cuenta de discursividades más híbridas y oscilantes. Se movían entre el terreno de «lo que debe ser» en las familias y aquello «que es», es decir, la existencia efectiva de los divorcios. Así, sus discursos parecían ingresar en un terreno más pantanoso, donde no existían certezas plenas respecto a aquello que resultaba legítimo y bueno para los padres y para sus hijos e hijas. Era necesario hacer un constante esfuerzo de posicionamiento, sondear aquello que parecía correcto, explorar modos de nominar las experiencias propias y las ajenas. Iban y volvían; echaban mano de aquellas articulaciones más convencionales respecto a la familia y luego, como en un ejercicio de armado y desarmado, las cuestionaban; «corrían el tupido velo» de las idealizaciones, indagando tímidamente otras articulaciones posibles; tanteaban el terreno de lo decible y lo no decible en ese contexto comunicacional de la entrevista grupal.

Como podemos apreciar, además, el divorcio -se haya experimentado o no- moviliza interrogantes relativas a la noción misma de familia y, en particular, al lugar que el padre ocupa en ella. En ese sentido, los discursos que los sujetos generan deben entenderse como la expresión de ambivalencias culturales más amplias, en las que se combinan formas culturales dominantes, residuales y emergentes, y no como meros testimonios o actitudes individuales o psicológicas.

Por un lado, parte importante de la investigación centrada en el divorcio tiende a desconocer que estas ambivalencias circulan socialmente e influyen en las significaciones y los comportamientos de las personas y las instituciones. En las escuelas, por ejemplo, como se apreció en los resultados, la vida familiar de sus distintos participantes es observada por los demás actores, sean estos los niños y las niñas, los padres, las madres o los profesores y profesoras, convirtiéndose en objeto de discusión y de producción de sujetos y prácticas concebidas como inadecuadas o deficientes. Lo suele comprenderse como efectos directos del divorcio en el bienestar de los niños y las niñas debe repensarse a la luz de situaciones colectivas mucho más complejas, en que el rechazo social o la debilidad de los apoyos materiales y de cuidado juegan un papel mucho más relevante que el fenómeno mismo, concebido de modo aislado y objetivado. Para el caso de la investigación que enfatiza las significaciones culturales del divorcio, por otro lado, es importante dar espacio a la consideración de las ambivalencias y su complejidad, más que suponer que existen ciertos perfiles simplificados y estáticos de sujetos que aceptan o rechazan tal divorcio.

Sumado a lo anterior, debemos observar que los procesos de hegemonización del modelo prototípico moderno de familia nunca han sido del todo exitosos en América Latina (Llobet & Vergara-del Solar, 2022), debido a sus particularidades históricas y culturales y también porque, como el mismo Gramsci (1981, 1984) afirmaba, la hegemonía es siempre inestable y contestada. Nos encontramos, entonces, ante una sociedad chilena en que se despliega lo que antes nombrábamos como simultaneidades y temporalidades múltiples (Llobet & Vergara-del Solar, 2022) en lo relativo a las familias y el divorcio de los padres y, en ningún caso, con procesos lineales de progreso o decadencia, según se los quiera categorizar.

En cuanto a las limitaciones de nuestro estudio, trabajamos, exclusivamente, con niños y niñas escolarizados, y con sus padres, todos habitantes de Santiago, siendo interesante que otras investigaciones pudieran ampliar el foco respectivo. Por su parte, las diferencias socioeconómicas nos otorgan algunas pistas interesantes, pero no deben ponerse en función de establecer una suerte de caracterización clausurada y extrapolable. Al mismo tiempo, no fue posible explorar diferencias relativas a la religiosidad, la etnicidad o las orientaciones políticas, que podrían haber tenido influencia. En ese escenario, pensamos que el principal aporte de este artículo es haber ilustrado algunos de los modos como las ambivalencias culturales relativas al divorcio de los padres se expresan en los discursos individuales, de modos complejos y sutiles, además de invitar a pensar las temáticas familiares en el marco de los estudios culturales.

Agradecimientos

Agradecemos a ANID y a la Universidad de Santiago por el apoyo prestado.

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*Este artículo se basa en dos estudios: a) Las relaciones entre padres e hijos(as) desde la mirada de niños(as) y adultos: un estudio discursivo en Santiago de Chile (Fondecyt Regular 1160650, Anid, 2016-2020) y b) El involucramiento de niños y niñas en la circulación de los cuidados familiares: un estudio de casos en tres regiones de Chile. Etapa 1: caracterización y comprensión de los contextos (5392103VDS-AC-DICYT, Universidad de Santiago, 2021). Área: otras ciencias sociales (estudios culturales).

1 Con el fin de facilitar la lectura, usaremos en adelante el concepto divorcio tanto para las separaciones de hecho 1 como para aquellas mediadas por la ley; lo mismo para el caso de las uniones consensuales o los matrimonios.

2Si bien Chile ha seguido las tendencias sociodemográficas occidentales en materia de divorcio, la comparación 2 histórica precisa de las tasas al respecto resulta aún difícil con los datos disponibles en Chile, debido a la heterogeneidad de las figuras legales al respecto y la falta de información sobre separaciones de hecho (Cox, 2011).

3Sin embargo, la influencia pública de la Iglesia Católica ha ido disminuyendo, entre otros factores, debido a la 3 pérdida de confianza de parte de las personas en la institución, en el marco del conocimiento de numerosos casos de abuso sexual eclesiástico, así como al número decreciente de personas que se declaran católicos (70% en el 2006 y 42% en el 2021, según la Encuesta Bicentenario; Pontificia Universidad Católica de Chile, 2022).

Para citar este artículo: Vergara-del Solar, A., & Sepúlveda-Galeas, M. (2022). Ambivalencias culturales sobre el divorcio en discursos de niños, niñas y adultos. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 20(3), 1-19. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.20.3.5521

Recibido: 02 de Noviembre de 2021; Aprobado: 28 de Marzo de 2022

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