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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versión impresa ISSN 1692-715Xversión On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.21 no.1 Manizales ene./abr. 2023  Epub 14-Abr-2023

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.21.1.5754 

Estudios e Investigaciones

Mujeres jóvenes en las pandillas salvadoreñas*

Young Women in Salvadoran Gangs

Jovens Mulheres em Gangues Salvadorenhas

Mg. Cándida Chévez-Reinoza1 

Ph. D. James Alexander Melenge-Escudero2 

1 Clacso, El Salvador. Candidata a Doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales-Cinde. Magíster en Desarrollo Local y Licenciada en Psicología, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Docente-investigadora del grupo de trabajo de Infancias y Juventudes de Clacso. 0000-0002-9987-0457. H5: 0. Correo electrónico: candychevez15@gmail.com

2 Tecnológico de Antioquia, Colombia. Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Psicólogo. Docente investigador programa de Psicología del Tecnológico de Antioquia, vinculado al grupo Observatos. H5: 3. 0000-0001-8281-2579. Correo electrónico: james.melenge@tdea.edu.co


Resumen (analítico)

Se presentan los resultados de una investigación de corte cualitativo que, a través de historias de vida, tuvo como propósito conocer las experiencias de mujeres jóvenes vinculadas a pandillas salvadoreñas. Las jóvenes participantes fueron seleccionadas de un proyecto sociocultural conocido como la Orquesta de Cuerdas del Centro para la Inserción Social. A partir de entrevistas a profundidad y un trabajo de relato autobiográfico, las jóvenes reconstruyeron sus historias permitiendo identificar cuatro resultados relevantes: los contextos de violencia en los cuales viven sus infancias, las motivaciones y significados de la pandilla para las jóvenes, la violencia y los roles de género que experimentan continuamente y el encuentro con el arte como una práctica de re-existencia que les permite resignificar su vida.

Palabras clave:  Juventudes; mujeres; pandillas; historias de vida. Tesauro de Ciencias Sociales de la Unesco

Abstract (analytical)

This article describes the results of qualitative research focused on the life stories of a group of young women with the objective of learning about their experiences as members of Salvadoran gangs. The participants were selected from a sociocultural project known as the Center for Social Insertion String Orchestra. The young women created their life stories through in-depth interviews and autobiographical narrative work, which facilitated the identification of four relevant results: the contexts of violence that defined their childhood; the motivations and meanings of gang membership for young women; the violence and gender roles they experience; and their artistic practice as a re-existence that allows them to resignify their lives.

Keywords Youth; women; gangs; life stories

Resumo (analítico)

Este artigo contém os resultados de uma pesquisa qualitativa através das histórias de vida desse grupo de mulheres jovens com o objetivo de conhecer suas experiências ligadas às gangues salvadorenhas. As jovens participantes foram selecionadas a partir de um projeto sociocultural conhecido como Centro de Inserção Social Orquestra de Cordas. A partir de entrevistas em profundidade e trabalho de narrativa autobiográfica, as jovens reconstruíram suas histórias, permitindo a identificação de quatro resultados relevantes: os contextos de violência em que vivem suas infâncias, as motivações e significados da gangue para as jovens, a violência e os papéis de gênero que vivenciam como um continuum e o encontro com a arte como prática de re-existência que lhes permite ressignificar suas vidas.

Palavras-chave: Juventude; mulheres; gangues; histórias de vida

Introducción

Desde finales de los años ochenta, El Salvador, como otros países de Centroamérica, comenzaron a ver emerger el fenómeno social de las pandillas en los territorios con mayores condiciones de precariedad, vulneración y ausencia de políticas sociales (Murcia, 2015); fenómeno que estuvo influenciado por las consecuencias de la expansión del neoliberalismo y del nuevo papel del Estado en los ochenta y noventa (Reguillo, 2005). El final de la guerra a inicio de los noventa permitió al Estado asumir, como plantea Wacquant (2008), un papel de regulador económico, reduciendo casi por completo el estado de bienestar y, al mismo tiempo, incrementando el estado penal, para lo cual esta figura del nuevo enemigo público le favorecía mediáticamente, sobre todo como justificación para la instalación de los nuevos discursos de seguridad pública y seguridad ciudadana.

Las pandillas se sumaron a la violencia histórica que los territorios habían vivido por años. La violencia en El Salvador no era nueva: desde los regímenes de las dictaduras militares de los años treinta, las masacres a las poblaciones indígenas y campesinas, hasta la guerra civil de los años ochenta, la sociedad salvadoreña estuvo expuesta a diversas vulneraciones de sus derechos y distintas formas de violencia.

Para Rodgers (2007) estos grupos emergentes podrían definirse como organizaciones colectivas muy estructuradas, con normas y reglas fijas, una jerarquía clara y una serie de aspectos culturales que incluían rituales de iniciación, códigos identitarios y patrones de comportamiento que los distinguían de otros grupos. Durante la primera década de la presencia de estos grupos era posible asociar la identidad pandilleril con tatuajes, símbolos, ropa, música particular, grafitis en los territorios de control, señales con las manos y una jerga propia. Algo que diferenció estos grupos de calle con mucha rapidez de otras agrupaciones fue la participación continua en actividades ilícitas y violentas.

El origen de estas agrupaciones en Centroamérica está vinculado a causas estructurales de desigualdad social; son resultado de procesos históricos, políticos y sociales que han generado en la región condiciones de exclusión y marginalidad. Pese a que en sus inicios se identifica claramente la influencia de los procesos migratorios, ya que la cultura pandilleril llega a Centroamérica a través de las olas de deportación de los años noventa, producto de las políticas estadounidenses, esta se encuentra con un territorio fértil para la consolidación de estas agrupaciones altamente organizadas y que logran rápidamente ganar control de los territorios, a través del uso de violencia y actos delictivos, como uno de los principales mecanismos de control y resolución de conflictos. Es así como los grupos van fortaleciéndose y obteniendo beneficios económicos a través de estas prácticas (Portillo, 2012).

El incremento de las desigualdades y la aplicación de políticas de seguridad caracterizadas por la represión, el uso de la fuerza y la militarización de la seguridad pública, llevaron a que este fenómeno (que inició de manera muy local, con características de grupos que buscaban más identidad, sentido de pertenencia y protección colectiva) fuera transitando y transformándose en amplias y sólidas estructuras criminales con presencia en todo el territorio nacional y con enlaces a nivel internacional (Aguilar, 2019).

Las respuestas políticas-gubernamentales, predominantemente de carácter represivo, fueron lo característico de la región. La década de las llamadas políticas de seguridad de «mano dura», «súper mano dura» y «mano de hierro» -asesoradas por el gobierno estadounidense- contribuyeron a que estos grupos fueran consolidándose rápidamente en estructuras criminales, aumentando sus niveles de violencia y agresividad, así como re-estructurando sus formas de control territorial (Aguilar, 2019). Sumado a este fracaso de las políticas de seguridad, el manejo mediático y político sobre el tema contribuyó a la construcción del discurso del enemigo público, lo cual limitó las posibilidades de generar soluciones y respuestas alternativas al fenómeno.

Pese a que el fenómeno de las pandillas no es exclusivo de la condición juvenil, sino que tiene un carácter intergeneracional, las juventudes en condiciones de precariedad y exclusión social han sido las más expuestas a esta forma de violencia, ya sea desde un lugar de víctimas o victimarios. Nacer en un territorio con presencia de pandillas determina para las y los jóvenes muchas de sus oportunidades en la vida y los vincula fácilmente a estas estructuras como una forma de supervivencia de sus propias condiciones sociales y familiares. Como diría Reguillo (2012), se habla de juventudes desconectadas de las instituciones y de las políticas de protección del Estado; jóvenes que se disputan día a día la vida y que se encuentran en una primera fila de exposición constante a la muerte y a las diversas formas de violencia de sus barrios.

Las juventudes salvadoreñas se ven expuestas a diversas formas de estigmatización, criminalización y exterminio justificadas bajo el discurso mediático y político de que las pandillas son el principal enemigo de la seguridad del país. Este estigma acompaña a los jóvenes solo por nacer en territorios determinados (y con mayor fuerza a aquellos que por diversos motivos se han visto vinculados con los grupos), ya sea por afinidad, colaboración o membresía. Socialmente se valida un imaginario en el que aquellos jóvenes que se han vinculado a la pandilla no tienen oportunidad de construir un proyecto de vida alterno; pareciera una marca que los acompañará toda la vida y que limitará sus oportunidades a futuro (Melenge & Chévez, 2018).

Durante 30 años, las investigaciones se han centrado en conocer y comprender las dinámicas de estos grupos. Investigadores internacionales y nacionales han trabajado desde diversos enfoques cuantitativos y cualitativos, y con el uso de diversas técnicas para construir un campo conceptual amplio que permite identificar la evolución de los grupos, conocer sus prácticas y comprender su participación en las dinámicas sociales (Bellanger & Rocha, 2008). La investigación de este tema ha transitado desde el uso de las encuestas en los primeros años, hasta la priorización de metodologías de carácter narrativo-autobiográfico que hacen uso de las historias de vida como principal recurso.

En El Salvador se han realizado diversas investigaciones centradas en describir las características de las pandillas y sus integrantes, las dinámicas, comportamientos y prácticas que las han caracterizado, así como contextos en los que emergen y logran mayor expansión (Carranza, 2005; Cruz & Portillo, 1998; Santacruz & Cruz, 2001; Santacruz & Concha-Eastman, 2001; Savenije & Andrade, 2003; Smutt & Miranda, 1998). Un momento importante a nivel académico en la conceptualización y comprensión del fenómeno se da entre 2001 y 2006, cuando diversos centros de investigación social en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua impulsan un proyecto colectivo regional para estudiar la situación de las pandillas, lo que genera un aporte significativo para esos años y los posteriores.

En la siguiente década comienzan a incrementar los estudios que hacen énfasis en el impacto que las políticas gubernamentales tienen en la evolución de la estructura de las pandillas y cómo estas van generando escenarios más complejos de intervención. Se recogen los vacíos y la ausencia de políticas sociales integrales de promoción del desarrollo y prevención de la violencia que tengan la finalidad de resolver la problemática desde la raíz. Estos estudios evidencian el uso político de la violencia de los grupos pandilleros como mecanismos de control social (Aguilar, 2007; Aguilar, 2019; Aguilar & Carranza, 2008; Carranza, 2005; Cruz & Carranza, 2006).

En la última década se incrementó el estudio etnográfico, los testimonios e historias de vida de integrantes de pandillas (Alarcón, 2010; Martínez, 2016; Martínez & Guevara, 2011; Martínez & Martínez, 2019; Nateras, 2014; Sala Negra de El Faro, 2013; Valencia, 2018).

Desde la academia ha existido poca articulación con las organizaciones de sociedad civil y sus acciones de intervención en el tema, lo que ha limitado contar con una sistematización de las experiencias implementadas de inserción y prevención de violencia de las últimas tres décadas. Aunque se conocen esfuerzos aislados, ha sido un campo de estudio poco desarrollado, por lo que no se cuenta con evidencia clara que permita describir lo que ha funcionado en la región de manera alternativa a las políticas de seguridad represivas.

Otro de los grandes vacíos a nivel de investigación se relaciona con la situación de las mujeres al interior de los grupos o en su vinculación con ellos. La mayoría de los estudios habla de las pandillas desde el rostro masculino, pero poco se conoce sobre las motivaciones y los factores que presionan a las niñas, adolescentes y jóvenes a vincularse con estas agrupaciones, sus condiciones en relación al grupo, las violencias que viven y las formas de estigmatización y discriminación que encuentran (Santacruz & Ranum, 2010).

Aunque algunos estudios han evidenciado que las mujeres viven de manera diferente la experiencia de la vinculación a la pandilla, así como el uso del poder y la violencia que pueden ejercer (Interpeace, 2013; Santacruz & Concha-Eastman, 2001), los resultados se han limitado a comprender la totalidad y complejidad que rodea a las mujeres vinculadas a estos grupos, constituidos principalmente por hombres y con una estructura altamente de carácter patriarcal y machista. Este vacío a nivel de conocimiento sobre las niñas, adolescentes y jóvenes que se vinculan a pandillas se convierte en un obstáculo para la creación de mecanismos de respuesta e intervenciones para la prevención de la violencia pandilleril y los procesos de inserción con perspectiva de género.

Algunos autores (Curry, 1999; Chesney-Lind & Hagedorn, 1999) plantean que las mujeres vinculadas a pandillas siempre han estado presentes, pero han sido invisibilizadas en los procesos de investigación. Más aún, al hacer una revisión sistemática, se puede encontrar que los estudios han hablado de mujeres pandilleras, pero no de mujeres vinculadas a las pandillas desde otros lazos afectivos o de colaboración; por ejemplo, la realidad que viven las madres, abuelas, hermanas, novias, parejas, hijas o jóvenes que se vinculan como colaboradoras de las estructuras, pero que no se convertirán en pandilleras activas. Santacruz (2019) reflexiona, desde la base de teorías feministas, por qué las mujeres han tenido menos visibilidad y presencia en los estudios sobre el fenómeno de las maras y pandillas, el cual ha sido un fuerte objeto de estudio en las últimas tres décadas. Para Santacruz (2019) esta ausencia de los estudios sobre las mujeres no se relaciona solamente con su situación minoritaria dentro de los grupos, sino más bien con las formas de comprender el vínculo entre mujeres, transgresión y violencia, al asociar pasividad o agencia limitada con feminidad en contextos de vulnerabilidad y daño. Santacruz (2019) aporta a la emergencia de un nuevo campo de estudio desde las teorías feministas para releer el fenómeno de las pandillas y la historia de las mujeres dentro ellas.

Las mujeres en las pandillas

Las pandillas a nivel cuantitativo están conformadas en su mayoría por hombres, lo que ha llevado a reforzar en el imaginario social el rostro de la pandilla asociado a características masculinas de hombres rudos, violentos, agresivos, tatuados y ejerciendo actividades delincuenciales en todo momento. Así que, cuando se habla de mujeres vinculadas a pandillas, prevalecen estereotipos esencialmente masculinos; es decir, se piensa en mujeres asumiendo estos roles masculinos dentro de las estructuras (Santacruz & Ranum, 2010).

En este sentido, es necesario hacer dos acotaciones: las mujeres que han sido pandilleras lo han sido, no como parte de pandillas de mujeres, sino en aquellas de hombres; esto las ha llevado a tener condiciones de desigualdad no solo por ser una minoría cuantitativa, sino porque están formando parte de estructuras patriarcales y machistas, que terminan replicando patrones de comportamiento de la sociedad salvadoreña en general, solo que con mayor intensidad. Esto implica que las mujeres se ven envueltas en dinámicas de discriminación y violencia, asumiendo roles de género tradicionales y siendo utilizadas como objetos sexuales al interior de los grupos. A diferencia de los hombres, las mujeres tenían otros rituales de iniciación a los cuales podían optar, por la vía de tener relaciones sexuales con la pandilla. Sin embargo, este ritual de iniciación también implicaba para las mujeres ser mal vistas, denigradas y sin posibilidades de alcanzar lugares de poder o crecer a nivel de la estructura. Las mujeres que fueron parte activa de las pandillas se vieron sujetas al ejercicio de una masculinidad extrema y violenta.

Una segunda acotación es que durante los últimos años, y como un impacto de las políticas de seguridad implementadas, las dos principales pandillas a nivel nacional -la Mara Salvatrucha y Barrio 18- establecieron en sus lineamientos internos que las mujeres ya no podrían «brincarse»;1 es decir, ya no habría más mujeres pandilleras integradas bajo los rituales históricos. Esto representó un cambio radical en el papel de las mujeres dentro de las pandillas, sobre todo de las más jóvenes. Ellas pasaron a ser colaboradoras en diferentes niveles, pero sin la posibilidad de asumir cargos de toma de decisiones y liderazgo.

La vida de las mujeres antes de la pandilla está caracterizada por condiciones de precariedad y violencia a nivel de sus propias familias o comunidades. Esto, en muchos de los casos, es lo que las lleva a buscar la pandilla como forma de protección en un primer momento. Diversos estudios (Chesney-Lind & Hagedorn, 1999; Miller, 2001) mencionan que las mujeres enfrentan una paradoja en la dinámica de las pandillas, ya que en un primer momento estas representan un lugar de protección, pero de manera simultánea las expone a otras formas de violencia de género al interior del grupo.

Hasta el momento, lo que ha sido claro es que las motivaciones, formas de ingreso y formas de vinculación a las pandillas son diferentes para las mujeres que para los hombres; así como las diversas formas de violencia que experimentan en los distintos momentos de sus vidas (Interpeace, 2013; Sampó, 2016; Santacruz, 2019; Santacruz & Ranum, 2010). La desvinculación de las mujeres hacia la pandilla no es similar al proceso de los hombres, el cual es generalmente permitido por medio de la iglesia o la religión. En el caso de las mujeres, dependerá en primer lugar de que no exista un vínculo afectivo, es decir, que no sea pareja de un miembro de la pandilla, ya que solo si él lo decide, se lo permiten. En segundo lugar, el asumir roles tradicionales de cuidado pueden representar una salida para las mujeres; convertirse en madres y asumir esa maternidad de manera tranquila, alejándose de la calle y de las fiestas. Sin embargo, esta desvinculación es de alguna manera parcial; las mujeres dejan de hacer ciertas prácticas dentro de la pandilla, pero pueden asumir otros tipos de colaboración que ya no las colocan tan visibles en la dinámica de la pandilla.

Subjetividad política a través del arte y prácticas de re-existencia

Para Alvarado y Ospina (2014) las nuevas formas de participación política que ejercen las juventudes a través del arte, se convierten en estrategias mucho más cercanas y efectivas para lograr el reconocimiento de la situación propia y la toma de conciencia, necesarias para el proceso de construcción de sujetos políticos. Estas experiencias trascienden las fronteras del individualismo para lograr un encuentro con los otros, en primer lugar, desde el reconocimiento y, en segundo, para la construcción de espacios colectivos desde los cuales pueden transformar la realidad. Este proceso de construcción de subjetividad política individual y colectiva, se vincula a la resistencia, entendida no solo como oposición, sino como forma posible de ser lo que son, agenciando una forma de construir nuevas maneras de cuestionar las relaciones de poder y el sistema dominante para incidir en su transformación.

Para Achinte (2013) el arte como acto de reflexión permanente contribuye a ensanchar los escenarios de discusión en torno a la exclusión social, la racialización, la violencia genocida, la reafirmación de los estereotipos y el autoritarismo. El arte para grupos socialmente excluidos se presenta como una práctica para visibilizar sus historias, sus experiencias y, desde ahí, resignificarlas, dándole un sentido capaz de transformar.

En el año 2015, la Asociación Tiempos Nuevos Teatro2 comenzó un trabajo con mujeres jóvenes del Centro Femenino para la Inserción Social del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (en adelante ISNA), a través de la conformación de una orquesta de cuerdas. Jóvenes vinculadas a la Mara Salvatrucha y a Barrio 18, que cumplían condenas por diversos delitos, se involucraron en una propuesta de formación musical de instrumentos de cuerda, como el violín, la viola y el violonchelo. Esta iniciativa tenía como objetivo mejorar la calidad de vida de las jóvenes a través de una propuesta del arte como transformación social.

El Sistema Penal Juvenil en El Salvador está basado en un modelo de responsabilidad que da importancia a aspectos judiciales como educativos. La ley penal juvenil -que tiene su origen en 1995- reconoce los 12 años como edad de imputabilidad, una de las más bajas a nivel de Latinoamérica. Además, reconoce penas de privación de libertad que pueden ir hasta los 15 años. La participación de las infancias y juventudes en las maras y pandillas ha llevado a que la mayor parte de los delitos por los que las y los jóvenes terminan cumpliendo penas sea por agrupaciones ilícitas y otros delitos vinculados a las pandillas. Pese a la existencia del modelo socioeducativo en la ley, en la práctica pocos esfuerzos y estrategias van encaminados a lograr su implementación. A nivel nacional se cuenta con cuatro centros para la inserción social que son responsabilidad del ISNA, tres de ellos de hombres y uno de mujeres.

Dentro de estos centros se cuenta con programas de atención y acompañamiento, en la mayoría de los casos impulsados por iglesias y organizaciones de sociedad civil con financiamiento de cooperación internacional. Esto representa que los programas difícilmente tengan continuidad, constancia y estrategias claras de un abordaje integral.

Tres años después de su inicio, el proyecto de la orquesta de cuerdas trascendió a una propuesta de modelo de inserción social para jóvenes vinculadas a pandillas que iniciaba durante el internamiento, pero daba continuidad cuando las jóvenes obtenían su libertad, convirtiéndose así en un puente que conectaba con un nuevo proyecto de vida en condiciones más dignas.

En 2017 se sistematizó la experiencia de la orquesta de cuerdas; un primer esfuerzo narrativo que mostraba cómo la música había transformado la vida de un grupo de mujeres jóvenes y les había permitido construir nuevos horizontes y sueños. Además, reflexionaba sobre la orquesta como un espacio donde se encontraban jóvenes privadas de libertad vinculadas a diferentes pandillas, superando estereotipos y prejuicios acerca de la posibilidad de trabajar juntas y tejer nuevos vínculos. Esta experiencia permitió pensar el arte como un espacio y, al mismo tiempo, como una oportunidad de mediación no solo entre jóvenes vinculadas a diferentes pandillas, sino también entre ellas y la sociedad. LiberArte (Melenge & Chévez, 2018) fue un ejercicio que permitió explorar los procesos y desafíos de la inserción social y el papel transformador del arte en estos espacios.

Esta sistematización llevó a un segundo momento, una investigación cualitativa basada en las historias de vida de las jóvenes que formaban parte de la orquesta y el deseo por conocer qué pasaba en El Salvador con las mujeres que se veían involucradas por distintas razones con pandillas. Es así como un año de diálogos y conversaciones permitió ver nacer a Las Guapas: historias de vida, amor y libertad (Chévez & Melenge, 2019), una investigación basada en cuatro relatos cortos de la vida de mujeres jóvenes en conflicto con la ley, quienes siendo adolescentes fueron condenadas a cumplir medidas de internamiento por diferentes delitos en el Centro para la Inserción Social Femenino del ISNA.

Método

Este artículo se deriva de la investigación Las Guapas: historias de vida, amor y libertad (2018), la cual tuvo como pregunta: ¿qué sentidos de vida construyen mujeres jóvenes vinculadas a pandillas en El Salvador?, el cual se desarrolló desde un enfoque de investigación cualitativa con un diseño biográfico-narrativo. Este enfoque cualitativo de tipo inductivo es entendido como un «proceso interpretativo de indagación basado en distintas tradiciones metodológicas» (Creswell, 1998, como es citado en Vasilachis, 2009, p. 24), desde el cual es posible abordar, examinar y comprender los fenómenos y problemas humanos o sociales, permitiendo construir una mirada holística y compleja de una realidad particular en la que es posible privilegiar los significados construidos desde las experiencias y propias palabras de los individuos. La investigación biográfica-narrativa (Bolívar, 2001; Bolívar & Domingo, 2019) es un método desde el cual es posible recoger reflejos de las historias de vida de los participantes (Connelly & Clandinin, 1995) y analizar aspectos esenciales del desarrollo humano, aportando en la búsqueda de nuevas formas de conocimiento a través del reconocimiento de la vida ordinaria de los individuos (Melenge, 2022).

La investigación biográfica-narrativa se posiciona en el denominado «giro hermenéutico », también conocido como giro narrativo (Bolívar, 2002), lo que ha llevado a la comprensión de los fenómenos sociales como un texto del que su valor y significados provienen de la autointerpretación, lo que otorga relevancia a la dimensión discursiva de la individualidad y a los modos como los seres humanos experimentan y construyen significados de su mundo mediante el uso del lenguaje, donde el aspecto personal y biográfico asumen un lugar de privilegio (Bolívar, 2001, como es citado en Melenge, 2022, p. 80).

En este sentido, desde la óptica de la investigación cualitativa, el diseño de investigación biográfica-narrativa va construyendo una identidad propia, no solo por ser un método para la generación y análisis de datos, sino porque ha venido legitimando toda una práctica investigativa para la construcción y apropiación de conocimiento en la investigación social en la que convergen y articulan de manera transdisciplinar diversas áreas sociales como la sociología, la psicología, la antropología narrativa, la teoría lingüística, las historias de vida, entre otras (Hornillo & Sánchez-Serrano, 2003).

De tal manera, el diseño de investigación biográfica-narrativa aplicado en esta investigación permite dar alcance al objetivo propuesto de indagar sobre los sentidos de vida que construyen mujeres jóvenes vinculadas a pandillas en El Salvador, a través de la construcción de significados y la comprensión de aspectos cognitivos, afectivos y de la acción de las mujeres jóvenes participantes (Melenge, 2022); lo anterior, debido a que ellas, en la medida que van contando sus propias vivencias, van por sí mismas interpretando los hechos y acciones de las historias que narran (Bolívar, 2001), transformando su participación de meras informantes a co-investigadoras. También permite comprender el modo de ser mujer joven en un contexto y tiempo, en el que, a través de las palabras, no solo reflexionan sobre su vida, sino que identifican sus luchas y sus resistencias, pero también les permite pensar en perspectiva de futuro (Huchin & Reyes, 2013).

Población y criterios de inclusión

Para la investigación biográfica-narrativa, el relato y su articulación con el sistema sociocultural al que pertenece el individuo es uno de los aspectos más importantes, por lo que la representatividad numérica de los participantes resulta irrelevante; por esta razón, solo se escogieron a cuatro sujetos de investigación. Las participantes son mujeres jóvenes quienes estuvieron internas en el Centro para la Inserción Social Femenino del ISNA en El Salvador, cumpliendo medidas de privación de la libertad por delitos de agrupaciones ilícitas y extorsión. En el tiempo en que duró esta investigación (2018-2019), dos de las mujeres jóvenes obtuvieron su libertad y participaron desde fuera del centro, las otras dos mujeres jóvenes participaron desde su condición de internas.

Los criterios de inclusión de las jóvenes fueron: 1) ser mayor de 18 años; 2) formar parte de la orquesta de cuerdas con una participación superior a un año; 3) ser mujeres jóvenes vinculadas a las diferentes pandillas (dos de la pandilla Mara Salvatrucha y dos de Barrio 18); 4) haber expresado su deseo de desvincularse de la pandilla y construir un proyecto de vida diferente; y 5) participar de manera libre y voluntaria en el proceso de investigación.

Técnicas e instrumentos de recolección de información

Para la investigación biográfica-narrativa, las historias de vida representan un andamiaje metodológico; estas brindan, a través de la reconstrucción del lenguaje de una persona sobre su vida o momentos específicos de la misma, una lectura de lo social en clave de recuerdos, pensamientos, anhelos y deseos. Así, se constituye en una técnica importante para el conocimiento de los hechos sociales que asume un carácter inductivo, interpretativo, dinámico, contextualizado y crítico-reflexivo (Melenge, 2022, p. 93).

En tal sentido, se aplicaron cuatro entrevistas a profundidad, una a cada participante de la investigación. Dichas entrevistas tuvieron cuatro sesiones de tres horas. En las dos primeras se construyeron diálogos abiertos para la elaboración de las historias de vida; la tercera se ocupó de ampliar información, resolver inquietudes y cerrar temas abiertos. En la investigación biográfica-narrativa, el investigador no asume una posición de transcriptor de lo que se habla, sino que su trabajo es construir una reelaboración de lo narrado (Goodson, como es citado en Bolívar & Domingo, 2019), por lo que la cuarta sesión se da como una devolución en forma de biorelatos, lo que permite que las historias de vida pasen de ser una simple narración a una construcción conjunta, llevando a las participantes de un rol pasivo como narradoras, a uno más activo en el que puedan empoderarse de la construcción de sus propias historias de vida, lo que arroja como resultado la construcción de los biogramas.

Transformar las narraciones (life-stories) en las complejas historias de vida (life-history) implica tener como punto de partida la entrevista a profundidad, seguir con la construcción de los biorelatos y llegar a la construcción conjunta entre participante e investigador de los biogramas. En palabras de Bolívar y Domingo (2019), «narración biográfica sí, pero reelaboración biográfica también» (p. 59). De esta manera es posible ir anticipando el trasfondo social e histórico en el que se inscriben las narraciones, de modo que esto ayude a incrementar su sentido. «La tarea de esta transformación es hacer visibles los modos en que las narraciones están mediadas y expresan realidades sociales, culturales y políticas más amplias» (Melenge, 2022, p. 95).

Estrategia de análisis de los datos

En el marco de las humanidades y las ciencias sociales es posible aproximarse a un análisis cualitativo de las historias de vida desde múltiples maneras; lo importante es que este siempre esté en coherencia con su objetivo propuesto. El nuestro pretende indagar sobre los sentidos de vida que construyen mujeres jóvenes vinculadas a pandillas en El Salvador; además de identificar las condiciones en las que viven las mujeres jóvenes previo a su vinculación a la pandilla; reconocer las motivaciones y significados de la vida de la pandilla para las mujeres jóvenes; y, analizar cómo la experiencia con el arte se convierte en una práctica de re-existencia para las mujeres jóvenes vinculadas a pandillas. Para Denzin (1994), el análisis de datos es todo un arte que requiere mucho más que seguir una serie de pasos de manera mecánica; requiere asumir una vigilancia crítica que realmente ayude a develar lo que emerge desde las historias de vida. En este sentido, el análisis de contenido propuesto por Bardín (1996) facilita el tratamiento de la información que surge de las entrevistas a profundidad, los biorelatos y los biogramas mediante un proceso riguroso de descripción, codificación e interpretación, llevando el análisis categorial más allá de sus primeras significaciones, permitiendo la construcción de sentido desde los instrumentos aplicados.

Esta investigación se acoge al criterio de subjetividad disciplinada que conlleva a la credibilidad y confirmabilidad (Bolívar, 2001), y al criterio de saturación de información propuesto por Creswell (2007), en el que es posible percibir la reiteración de ideas y la escasa emergencia de nuevas opiniones. Finalmente, sobre el criterio de realizar devolución a las participantes en la cuarta sesión de la entrevista y co-construir con ellas los biogramas, se asume como la «confianza y el compromiso que debe guiar todos los procesos de investigación y de la propia interacción, buscando que la participación de los educadores sea auténtica, comprometida y contextualmente creíble, siendo estos criterios propios de validez para esta investigación» (Melenge, 2022, p. 96).

Consideraciones éticas

La investigación biográfica-narrativa exige del investigador una gran responsabilidad moral para respetar a las personas presentes en las historias de vida: «Comprender desde el cuidado, la dignidad y el derecho a ser particular» (Bolívar & Domingo, 2019, p. 86). Desde esta óptica, la principal consideración ética es el respeto a la dignidad y autonomía de las mujeres jóvenes que deciden participar libre y voluntariamente en esta investigación. Se socializó el debido consentimiento informado de manera clara y comprensible, y se solicitó su autorización expresa para la grabación de las entrevistas a profundidad, haciendo énfasis en que su uso es exclusivamente para fines académicos, por lo que se garantiza la reserva, confidencialidad y cadena de custodia de las grabaciones y transcripciones de las entrevistas a profundidad, los biorelatos y los biogramas.

Ninguna de las participantes en esta investigación fue presionada o coaccionada para la expresión de sus ideas y pensamientos; se buscó siempre el respeto a la libertad de expresión y por sus sentimientos, prestando atención de manera acuciosa y asertiva a sus narraciones, respetando sus silencios y sus pausas, buscando establecer relaciones horizontales, equitativas y participativas entre las participantes y el investigador, como condición inherente a la práctica de la investigación con enfoque cualitativo y social.

Resultados

Los resultados emergen de las categorías de análisis propuestas desde el marco teórico y desde una perspectiva de género (experiencias en la infancia; motivaciones y significados para el ingreso y pertenencia a la pandilla; roles de género; experiencias con la privación de la libertad; y experiencias de reexistencia a través del arte), y que, a su vez, permiten una aproximación a las experiencias de vida de cuatro mujeres jóvenes vinculadas a las pandillas en El Salvador.

Experiencias en la infancia

Precariedad, marginación y desigualdad social

Las historias de vida de las jóvenes se narran desde contextos de precariedad, marginación y desigualdad social. Ellas provienen de hogares con carencias económicas, condiciones de vivienda inadecuadas, inseguridad alimentaria, deficiente acceso a salud y a una educación de calidad. En las cuatro historias son sus madres quienes tienen que garantizar los ingresos de la familia, trabajando más de ocho horas diarias en actividades de comercio informal y sin prestaciones sociales. Las y los jóvenes que integran las pandillas salvadoreñas, desde hace tres décadas, continúan siendo jóvenes de barrios en condiciones de precariedad.

Beatriz narra cómo su padre dejó de ayudarles económicamente al irse de la casa, y su madre, al no tener cómo pagar el alquiler, tuvo que tomar la decisión de irse a vivir a una casa improvisada de lámina y plástico. Lissette describe una situación similar, en la cual, a causa del alcoholismo de su padre, pierden la casa y se ven obligados a trasladarse a una zona marginal con presencia de pandillas, lo que llevó a su hermano ha involucrarse con estos grupos.

Violencias y abuso sexual

Las jóvenes vinculadas a pandillas provienen de hogares y contextos en donde han experimentado violencia desde la infancia. La familia y la comunidad no se presentan como espacios de protección, sino por el contrario, como victimarios. La familia es la primera prisión para ellas. Estas violencias tienen un carácter intergeneracional y han sido normalizadas (Chévez & Melenge, 2019). Algunas de ellas provienen de hogares donde sus madres también han sufrido diversas formas de abuso. Por ejemplo, Beatriz narra la dura forma en la que su abuela trataba a su madre, quien se juntó a los 14 años con el padre de Beatriz, que era 10 años mayor.

En El Salvador los datos sobre abuso sexual, matrimonios y embarazos en niñas y adolescentes son alarmantes. Sin embargo, en muchos sectores pareciera estar normalizado. Solo en el primer trimestre del 2021, el Ministerio de Salud reportó 258 niñas entre 10 a 14 años víctimas de abuso sexual y 6581 adolescentes entre 15 a 19 embarazadas. En la mayoría de los casos de abuso sexual, el victimario es un familiar cercano.

En su relato, Beatriz narra y nombra por primera vez en su vida la situación de abuso sexual que vivió por parte de su padre desde los siete años. Ella no comprendía por qué le sucedía eso; sentía mucho miedo y vivió bajo las amenazas que la obligaban a guardar silencio. Siempre se sintió culpable, aunque no fue la única de sus hermanas que vivió esa situación. Nunca tuvo a quien recurrir, ni personas ni instituciones donde pedir ayuda. El abuso paró cuando ella se vinculó con la pandilla. Ya no era frágil, ya no estaba sola. Ahora su abusador le tenía miedo (Chévez & Melenge, 2019).

Ausencia de sistemas de protección para niñas, niños y adolescentes

En medio de contextos de precariedad, marginalidad y violencia, las jóvenes han crecido sin acceso a un sistema y políticas sociales que las proteja. Las vinculadas a pandillas son jóvenes desconectadas, como las llamaría Reguillo (2012), en condiciones precarizadas, alejadas de las instituciones y de las políticas sociales, para quienes la pandilla se convierte en un primer lugar de refugio y protección, una forma para sobrevivir a sus entornos. La pandilla es ese grupo que les ofrece protección. Beatriz relata que en zona no había información sobre instituciones, no había nadie a quien recurrir, nadie le hablaba de temas de abuso sexual; pero la pandilla sí estaba presente y ese espacio se presentó como su única alternativa.

Motivaciones para la vinculación a la pandilla

Huir de la violencia

Para algunas de las jóvenes la pandilla se convierte en una forma de escapar de su realidad y de las múltiples violencias que viven en el hogar. Es común que adolescentes entre 13 y 15 años se acompañen con jóvenes de la pandilla, dejen sus familias, sus estudios y se incorporen a su vida y a sus dinámicas. Se huye de hogares violentos con padres abusadores, pero se termina en grupos que replican estos patrones (Interpeace, 2013). A diferencia de los hombres, esta es una de las motivaciones más frecuentes entre las mujeres que se vinculan a la pandilla; la motivación no es económica ni en busca de reconocimiento o poder.

Amor

Algunas jóvenes se vinculan desde los lazos familiares y afectivos, por sus hermanos, novios, amigos. En muchos de estos casos, no hay una libertad de elección; deben hacerlo para cuidar o proteger a la familia. En otro relato, Lissette narra cómo, a partir de la detención de su hermano, recibió una llamada para comenzar a hacerle favores a la familia a cambio de garantizar la seguridad de su hermano dentro de la cárcel. Así, ella comienza a recoger dinero producto de extorsiones y, en ocasiones, a mover droga (Chévez & Melenge, 2019).

Algunas jóvenes se unen a la pandilla como novias o parejas de pandilleros y, aunque esa vinculación les implica roles diferentes, siempre deben asumir tareas de colaboración a la pandilla. En algunas ocasiones, las jóvenes desconocen estas dinámicas; simplemente se enamoran y, cuando ya están involucradas en una relación, se dan cuenta de lo que implica para ellas.

Las jóvenes narran que dentro de la pandilla conocieron a personas muy significativas para ellas; amigos que se volvieron incondicionales y que las acompañaron en momentos muy difíciles. De alguna manera, la pandilla también representa afectos de diversos tipos para las jóvenes.

Libertad

Otras jóvenes ven la pandilla como un espacio de libertad. El acceso a alcohol, drogas y constantes fiestas son factores motivantes para las adolescentes, así como la construcción de un imaginario sobre el estereotipo del joven pandillero que tiene respeto y poder. En uno de los relatos, una joven narra que se sentía atraída por este mundo y que, al convertirse en novia de un pandillero, sintió la diferencia de cómo la trataban. Por otro lado, el acceso a beneficios económicos en contextos donde prevalece la precariedad y la falta de oportunidades es otra motivación.

Aunque históricamente se ha hablado que cuantitativamente el número de mujeres es mucho menor que el de hombres en las pandillas, lo que ha justificado el poco interés en profundizar sobre las condiciones y experiencias de las mujeres, se ha invisibilizado el rol y las maneras en que las mujeres se vinculan, por lo que se desconoce el número real de mujeres que podrían tener vínculos, al igual que las maneras de prevención en entornos donde están presentes estas condiciones.

Ser mujer en la pandilla: entre luchas de poder, roles de género y violencia contra la mujer

La pertenencia a la pandilla

Ante la aprobación de leyes que prohíben las pandillas y todo lo relacionado con ellas, las detenciones de la policía comenzaron a ser masivas, incluyendo mujeres que se vinculaban con ellas. En ese contexto, las pandillas consideraron que las mujeres eran muy débiles y que fácilmente podrían traicionarlos al sentirse presionadas por las autoridades, motivo por el cual decidieron ya no permitir que las mujeres fueran «brincadas», ya que esto les permitía enterarse de planes estratégicos de las pandillas. Así, desde el 2005 las mujeres ya no pueden ser pandilleras activas, sino solo colaboradoras o civiles activas; sin embargo, se les sigue exigiendo mostrar lealtad, como si fueran miembros.

Ser mujer dentro de las pandillas o estar vinculadas a ellas representa una dinámica y una práctica diferente que la de los hombres. La pandilla perpetúa y exacerba los roles de género tradicionales, la subordinación de la mujer hacia el hombre y la violencia hacia la mujer que se encuentra en toda la sociedad salvadoreña, solo que en estos casos con mecanismos de control y represión están más intensificados.

Las mujeres deben realizar mayores esfuerzos que los hombres para ganar la confianza y el respeto del grupo, así como para demostrar su lealtad y valentía, y en muchos casos se les considera solo como objetos sexuales. Además, se desconfía de ellas y se las juzga como más débiles al momento de realizar las diferentes tareas. Por otra parte, para formar parte de la estructura, es muy claro que deben mantenerse al margen de las relaciones afectivas de pareja, porque en ese momento pasarán a ser pertenencia de alguien más y ya no tendrán la libertad de tomar sus propias decisiones (Interpeace, 2013).

Roles dentro de la pandilla

La pandilla es una estructura con una cultura patriarcal que replica y agudiza muchas de las prácticas machistas de la sociedad salvadoreña, fomentando los roles de género tradicionales. Las mujeres son utilizadas para transportar armas, drogas, cobrar extorsión o realizar vigilancia del territorio, asumiendo que tienen un perfil de menos sospecha frente a las autoridades. Las mujeres colaboradoras no ocupan puestos estratégicos o de poder, sino posiciones de mayor subordinación y con un mínimo reconocimiento económico de sus tareas. En algunos casos, se ven obligadas a asumir estas tareas de colaboración a cambio del cuidado de sus familias y de ellas mismas.

Como se planteó, las mujeres jóvenes que sienten atracción por este mundo tienen claro que, si quieren alcanzar un lugar diferente al interior, deben evitar establecer alguna relación de pareja, porque eso lo cambia todo. No es lo mismo ser novia de un pandillero que ser colaboradora; cambia la libertad y la capacidad de decisión. En su relato, Beatriz narra cómo al inicio de su vinculación con la pandilla estaba como civil, no era pareja de nadie y tenía libertad de hacer lo que decidía sin consultarle a nadie. No tenía que pedir permiso. Ella cuenta como una mujer de un pandillero no puede hacer algo si la pareja no se lo permite; ellas no deciden y el grupo las trata diferente (Chévez & Melenge, 2019).

Beatriz con el tiempo se convirtió en novia de un pandillero y el grupo comenzó a tratarla distinto; las cosas cambiaron; su pareja comenzó a prohibir que hiciera muchas cosas.

Ella relata cómo las mujeres tienen diferentes clasificaciones al interior de la pandilla: las que consideran que son para pasar el momento y las que son para algo serio. En este último caso, el pandillero informa al resto del grupo para que nadie se le acerque a la joven. En el caso de Beatriz, el encargado de su territorio le preguntó si iba a continuar en la calle y, aunque ella quería hacerlo, poco a poco la comenzaron a separar y ya no la tomaban en cuenta (Chévez & Melenge, 2019).

Violencia de género

El cuerpo de las mujeres se vuelve un botín de guerra para amenazar, intimidar y, en algunos casos, vengarse de los rivales. A diferencia del riesgo que tienen los hombres de ser asesinados por disputas de pandillas, las mujeres están más expuestas a agresiones sexuales. Ya sea que las mujeres no tengan ningún vínculo con la pandilla o estén vinculadas a ellas de alguna manera, la exposición a la violencia de género es una constante.

Aunque en un primer momento la pandilla es un espacio de protección y afecto, con el tiempo comienza a representar nuevas formas de violencia de género y se convierte en una segunda prisión para las jóvenes. En los casos que las jóvenes establecen relaciones con pandilleros, pierden su capacidad de decisión sobre su vinculación a la pandilla y sobre cuándo romper esa relación afectiva. Terminar una relación puede representar en algunos casos hasta la muerte para ella y cualquier nueva pareja que ella decida tener.

Los feminicidios y otras formas de violencia hacia las mujeres son invisibilizados cuando se encuentran relacionados a pandillas; se categorizan como homicidios más vinculados hacia las prácticas delictivas del grupo, cuando en realidad buena parte de ellos lo están a la decisión de las jóvenes de romper relaciones de pareja.

Dado que se considera que las mujeres no son lo suficientemente confiables para permitirles asumir puestos de confianza o liderazgo, son utilizadas en una primera línea al momento de las detenciones policiales o enfrentamientos. Muchas jóvenes no eligen estas tareas; les son asignadas como parte de las obligaciones.

Experiencias de reexistencia a través del arte

En medio del encierro, en el cumplimiento de sus condenas por diversos delitos asociados a las pandillas, las jóvenes descubrieron en la música una nueva forma de relacionarse con ellas mismas, con las demás y con la sociedad. Un ejercicio de desaprender la cultura de la pandilla y experimentar la pertenencia a un grupo diferente, con prácticas y valores diferentes. La música representó para ellas libertad, un escape de sus propias cárceles. Una manera de reinventar la vida a partir de resignificar sus historias pasadas.

Katherine narra cómo la música le ha ayudado mucho. Siente que sueña cuando toca. La música la distrae, le ayuda a olvidar las horas de encierro, las cuatro paredes en las que se encuentra; ha sido una ventana que le ha permitido conocer lugares y personas, así como comprender otros mundos que la esperan al obtener su libertad. Siente que ahora las personas la ven diferente, que tienen más confianza en ella (Chévez & Melenge, 2019).

Un anhelo por encontrar otros caminos, por construir nuevas posibilidades que nunca habían imaginado; una sensación de esperanza hacia nuevos caminos de libertad. La música significó para ellas la oportunidad de pensar sus proyectos de vida, su vinculación a la pandilla y el deseo de alejarse de la violencia como práctica de vida.

Beatriz descubrió que era buena para tocar el violonchelo; eso le permitió sobrevivir al encierro. La música la hace sentir libre, la hace olvidar dónde está, los problemas, las preocupaciones. Desde que comenzó a tocar, toda la vida le ha cambiado. Sueña con ser una chelista profesional, dedicarse a la música; ser una maestra de música para enseñar a niños y niñas el maravilloso mundo de las artes. Así, tal vez muchos no tendrían que pasar por su historia (Chévez & Melenge, 2019).

Además, la música les permitió reconciliarse con sus rivales, mujeres jóvenes de la pandilla contraria que también fueron parte de este proceso artístico cultural. Ahí se redescubrieron como mujeres, como jóvenes con historias de vida muy similares; historias de violencia, pero al mismo tiempo con sueños de un futuro diferente. La música les permitió reconciliarse con sus familias, quienes por primera vez les decían que estaban orgullosas de ellas y les expresaban afecto. También reconciliarse con una sociedad que las estigmatiza y les niega segundas oportunidades. A partir de esta experiencia, las jóvenes tuvieron la oportunidad de continuar con sus estudios, tener trabajos y comenzar a hablar de sus historias sin ser juzgadas y tener la carga de los prejuicios sociales que representa haber estada vinculada a una pandilla en El Salvador.

Discusión

Son muchas las condiciones y experiencias de vida por las que transitan las jóvenes que se vinculan a las pandillas. En esta investigación, desde sus historias de vida, se hacen evidentes los diversos contextos de precariedad y violencia en los que han vivido. Contextos en los que el papel protector de la familia y la sociedad se ven diluidos, actuando como un agente generador de dichas violencias. Los malos tratos, los problemas de convivencia, los casos de abuso sexual experimentados por las mujeres jóvenes a lo largo de su vida, tanto en el seno del hogar como en otros escenarios sociales próximos a ellas, han venido dinamitando las formas de relacionarse con sus familias y sus comunidades.

Las participantes de esta investigación describen en sus narrativas diferentes episodios de violencia psicológica, física y sexual, efectuadas por miembros de su familia o de su comunidad, lo que inicialmente las llevó a la normalización de estas violencias, dado que eran vividas en cualquier escenario. Una vez son capaces de narrar sus experiencias, de reencontrarse en sus relatos, pueden racionalizar esas conductas y desnaturalizar las violencias como parte de la vida cotidiana, lo que las pone en un escenario prospectivo de cambio y de construcción de un proyecto de vida diferente.

A lo largo de esta investigación fue evidente encontrar en las narrativas que la ausencia de los padres, precedida del maltrato intrafamiliar, son factores determinantes para la vinculación a las pandillas. En sus miembros encuentran, inicialmente, acogida y protección frente a las violencias y el abandono vividos en casa, además de no ser señaladas y estigmatizadas como comúnmente lo hacía su comunidad próxima. Se suma a esto la ausencia de políticas sociales en los territorios, por lo que la desigualdad social, la falta de oportunidades y la escasez económica son factores que perpetúan las prácticas de las violencias convirtiéndolas en un círculo vicioso del cual es muy complejo salir.

La vinculación a las pandillas resulta muy diferente entre hombres y mujeres. En esta investigación es posible constatar que las motivaciones para la pertenencia a la pandilla son diversas. Si bien, como se ha venido retratando, una de las mayores motivaciones está asociada al escape de la realidad y de las violencias vividas, prevalece la construcción de otros lazos afectivos que van consolidando con miembros de las pandillas; sin embargo, también está presente en algunos casos la vinculación por la vía de la coacción, ya sea para salvaguardar la vida propia o la de los miembros del grupo familiar.

Otros relatos de estas mujeres jóvenes dejan ver que, en algunos casos, esta vinculación se da de manera voluntaria y por afinidad con la pandilla, sin que esté mediada por algún tipo de vínculo afectivo con alguno de sus miembros. En estos casos, las mujeres asumen un rol diferente, con mayor libertad y empoderamiento de sus vidas; situación que no es igual a quienes consolidan relaciones amorosas, lo que conlleva a una situación de subalternidad y sumisión por parte de la mujer joven al pandillero, dejando ver que lo que al inicio se veía como un grupo de protección y afecto, con el tiempo se va transformando en un grupo en el que la violencia sexual, física y psicológica se encuentra al orden del día.

La vinculación de las mujeres jóvenes a las pandillas representa, según sus propios relatos, una lucha por ganar posición, respeto y confianza dentro de este grupo, lo que las expone, en muchos casos, a formas de violencias de género. Lo anterior para ellas resulta algo normal, debido a sus experiencias previas, lo que conlleva a una naturalización de la violencia hacia la mujer. Sin embargo, es posible vislumbrar en sus relatos el hecho de que se reconocen como mujeres valientes y temerarias que al haber sido permanentemente violentadas, han dejado de ser mujeres débiles y desvalidas.

Ser mujer en la pandilla resulta ser una lucha constante por abandonar un pasado difícil y por ganar un lugar en un grupo en el que también se es susceptible de ser violentada, lo que representa un escenario de desesperanza. Razón por la cual, al encontrar la violencia en cualquier escenario, esta se naturaliza y, en muchos de los casos, se invisibiliza y hasta se justifica.

Esta investigación, a diferencia de otras que previamente han trabajado con mujeres adultas, da cuenta de la importancia del trabajo con mujeres jóvenes que, incluso sin ser abiertamente pandilleras, tienen fuertes lazos con estos grupos y con sus prácticas. Esto que lleva a entender la génesis y motivaciones para su vinculación, lo que puede llevar a la generación de políticas públicas que den cobertura y brinden ofertas alternativas a las mujeres jóvenes que viven en estos contextos. Por su parte, el poder construir las historias de vida con las jóvenes, poniéndolas en el rol de coinvestigadoras, resulta un aporte metodológico importante, en tanto les ha permitido resignificar sus propias historias y comenzar a sanar heridas que vienen desde la infancia, para así poder pensar en un futuro diferente al que inicialmente creían estaban destinadas.

Las historias de vida construidas dejan ver una realidad en la que el abuso sexual al que han sido sometidas desde niñas representa un factor de riesgo tangible en las comunidades en las que viven; además, es uno de los motivos por los cuales deciden abandonar sus familias y comunidades para vincularse a las pandillas, siendo esto un reflejo de las prácticas machistas y patriarcales arraigadas en la sociedad salvadoreña. La importancia del desarrollo de este tipo de trabajos no está en poner en evidencia una realidad que ya se sabe que está ahí, sino en encontrar, desde las propias voces de sus actores, comprensiones de esta realidad y posibles acciones que puedan contribuir a transformar sus vidas y las de otros.

Finalmente, esta investigación aborda algunas prácticas culturales y artísticas que aportan en la búsqueda de construir esperanza y libertad, no solo para las participantes, sino también para aquellos y aquellas que puedan llegar a conocer sus historias de vida e inspirarse para transformarse y transformar sus contextos. Con ello se pone en evidencia la necesidad de trabajar la autoestima, las relaciones familiares, y hasta la relación entre contrarios. Los procesos culturales, como la orquesta de cuerdas, en el que participaron las mujeres jóvenes de esta investigación, proponen la vinculación a programas académicos, de empleabilidad y de empoderamiento que coadyuvan a la reinserción y rehabilitación social. Las jóvenes dan cuenta que, a través del arte y particularmente la música, es posible encontrar una opción para resignificar sus historias de vida, permitiéndoles encontrarse a sí mismas, establecer otras formas de relacionamiento con otros, liberarse de sus propias cárceles y construir nuevos proyectos de vida.

Agradecimientos

El artículo se deriva del proyecto Las Guapas: historias de vida, amor y libertad, realizado con el apoyo de la Asociación Tiempos Nuevos Teatro y el financiamiento de la Fundación Heinrich Boll San Salvador. Esta investigación se vincula al Proyecto Transgang (2018-2022) Transnational Transnational Gangs as Agents of Mediation. Experiences of conflict resolution in Southern Europe, North Africa and the Americas. Programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea Horizon 2020, European Research Council. Inicio: 01-01-2018; final: 30-06-2023 [grant agreement nº 742705].

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*El artículo se deriva del proyecto Las Guapas: historias de vida, amor y libertad, realizado entre febrero de 2018 y noviembre del 2019. Los datos y análisis de la investigación están disponibles de manera abierta en https://sv.boell.org/es/2020/03/06/las-guapas . Área: ciencias Sociales. Subárea: sociología, antropología.

1Ritual de ingreso a la pandilla, que en el caso de las mujeres podía tener dos modalidades: una golpiza por parte de los miembros de la pandilla o tener relaciones sexuales con algunos integrantes.

2Una asociación salvadoreña gestora cultural enfocada en niñez, adolescencia, juventud, mujeres y personas adultas mayores, generadora de espacios artísticos y socioculturales, de inclusión, participación, organización, atención psicosocial y educación popular, permitiendo mejorar la calidad de vida de la población beneficiaria mediante el arte transformador. https://www.tnt.org.sv/wp/

Para citar este artículo: Chévez-Reinoza, C., & Melenge-Escudero, J. A. (2023). Mujeres jóvenes en las pandillas salvadoreñas. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 21(1), 1-26. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.21.1.5754

Recibido: 10 de Agosto de 2022; Aprobado: 16 de Noviembre de 2022

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