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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.21 no.2 Manizales maio/ago. 2023  Epub 17-Ago-2023

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.21.2.5880 

Estudios e Investigaciones

Jóvenes y educación superior en el Cono Sur de América*

Youth and Higher Education in the Southern Cone of America

Juventude e Ensino superior no Cone Sul da América

Ph. D. Jorge Baeza-Correa1 

Mg José Albuccó-Henríquez2 

1 Universidad Católica Silva Henríquez, Chile. Sociólogo, Doctor en Ciencias de la Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile. Posdoctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales, Cinde, Universidad Católica de Sao Paulo, Clacso. Académico Investigador, Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud de la Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago, Chile. 0000-0002-9111-0963. H5: 12. Correo electrónico: jbaeza@ucsh.cl jbaezacorrea@gmail.com

2 Universidad Católica Silva Henríquez, Chile. Profesor de Historia y Geografía. Magíster en Estudios y Administración Cultural, Universidad de Tarapacá, Chile. Licenciado en Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile. Secretario Académico de la Facultad de Educación, Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago, Chile. 0000-0003-1153-4828. H5: 0. Correo electrónico: jalbucco@ucsh.cl


Resumen (analítico)

Con la finalidad de conocer la experiencia de ser joven hoy en la educación superior en Argentina, Chile o Uruguay, se realiza un análisis temático a 54 artículos de los últimos tres años en WoS, Scopus y Scielo. Por intermedio de un trabajo inductivo y reflexivo, se identifican patrones comunes en las fuentes de análisis, que permiten identificar siete temas que dan cuenta de una transición: ampliación de cobertura, pero sin inclusión; facilidad al ingreso, pero con incertidumbre al egreso; cambios en los roles de género, pero manteniéndose el machismo; valoración de la salud, pero con conductas de riesgo; preocupación por los otros, pero con individualismo; valoración del movimiento estudiantil, pero con cambios en sus manifestaciones y tránsito de lo presencial a lo virtual, acelerado por covid-19.

Palabras clave: Joven; enseñanza superior; Cono Sur; sociología del estudiante

Abstract (analytical)

In order to know the experience of being young today in higher education in Argentina, Chile or Uruguay, a Thematic Analysis is carried out on 54 articles from the last three years in WoS, Scopus and Scielo. Through inductive and reflective work, common patterns are identified in the sources of analysis, which allow the identification of seven themes that account for a transition: expansion of coverage, but without inclusion; ease upon admission, but with uncertainty upon discharge; changes in gender roles, but maintaining machismo; health assessment, but with risk behaviors; concern for others, but with individualism; appreciation of the student movement, but with changes in its manifestations and transition from face-to-face to virtual, accelerated by COVID-19.

Keywords: Young; Higher Education; Southern Cone; Sociology of the Student

Resumo (analítico)

Para conhecer a experiência de ser jovem hoje na educação superior na Argentina, Chile ou Uruguai, realiza-se uma Análise Temática de 54 artigos dos últimos três anos em WoS, Scopus e Scielo. Através de um trabalho indutivo e reflexivo, identificam-se padrões comuns nas fontes de análise, que permitem identificar sete temas que dão conta de uma transição: ampliação da cobertura, mas sem inclusão; facilidade na admissão, mas com incerteza na alta; mudanças nos papéis de gênero, mas mantendo o machismo; avaliação de saúde, mas com comportamentos de risco; preocupação com os outros, mas com individualismo; valorização do movimento estudantil, mas com mudanças em suas manifestações e transição do presencial para o virtual, acelerada pela Covid-19.

Palavras-chave: Jovem; Ensino Superior; Cone Sul; Sociologia do Estudante

Introducción

Argentina, Chile y Uruguay conforman el Cono Sur de América. Son tres países que poseen aspectos comunes entre sí en cuanto a condiciones económicas, nivel de calidad de vida y, si bien son de dimensiones poblacionales muy diferentes, poseen similitudes demográficas en distribución de la población por edad y esperanza de vida. Según el Reporte 2021/2022 del índice de desarrollo humano (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2022), que considera tres dimensiones básicas (una vida larga y saludable, acceso a educación y un nivel de vida digno, con un indicador de un rango entre 0 y 1), el valor de dicho índice para la Argentina es de 0.842, para Chile de 0.855 y para Uruguay de 0.809. Esto los ubica como los tres países con mayores valores de América Latina y Caribe junto a Costa Rica (la cual posee igual índice que Uruguay).

Según datos de la Unesco (2023), la expansión del acceso a la educación superior en América Latina y el Caribe entre el 2000 y el 2020 posee «un ritmo constante, con un incremento cercano a los dos puntos porcentuales al año» (p. 8). Este mismo texto, en una mirada desagregada, indica que los países «que son parte del Cono Sur tienden a presentar niveles de acceso a la educación superior mayores al resto de los países de la región» (p. 8).

No obstante, esta similitud en relación al aumento sostenido de la matrícula, existe una diferencia significativa de Argentina y Uruguay frente a Chile en el financiamiento y la composición privada/estatal de la educación superior (Martins et al., 2022). Chile por años traspasó gran parte del costo de la educación superior a la familia, y solo recientemente está implementando una política de gratuidad. A diferencia de ello, en Uruguay y Argentina históricamente las universidades han sido instituciones estatales y de acceso gratuito; pero no se puede dejar de reconocer, como indican Safacorda y Trotta (2020), que tanto Argentina como Uruguay han ingresado también en procesos de privatización y mercantilización.

En este marco de similitudes y diferencias, se ha buscado establecer: ¿cuáles son los temas que dan cuenta de la realidad de las y los jóvenes, en cuanto jóvenes, de quienes están estudiando educación superior en el Cono Sur? En este sentido, es importante precisar que este trabajo se ubica en el marco de lo denominado como las «experiencias del estudiante» (Guzmán-Valenzuela et al., 2020) y, en forma especial, en lo que se refiere a su vivencia dentro de la educación superior. Primordialmente, se concentra en conocer la vida universitaria más bien en el campo extracurricular. De esta forma, el objetivo de esta búsqueda es identificar los temas que están presentes en la experiencia de ser estudiante universitario hoy en día. No se pretende realizar un trabajo comparativo entre países, ni establecer tampoco factores que inciden en la trayectoria formativa de las y los jóvenes de educación superior; sino, simplemente, identificar los temas que emergen del análisis de la bibliografía escrita sobre la materia en los últimos tres años.

Método

El presente trabajo de carácter exploratorio-descriptivo corresponde a una revisión sistemática. Como indican Sánchez-Serrano et al. (2022), esta es un tipo de investigación científica «en la que la unidad de análisis son los estudios originales primarios sobre una misma temática (...). Para ello se elaborará un resumen estructurado y objetivo de los resultados obtenidos en diferentes estudios acerca de un tema específico» (p. 52).

En este caso se trabajó con tres bases de datos: WoS, Scopus y Scielo. Se seleccionaron solo artículos referidos a Argentina, Chile y Uruguay publicados entre 2020 y 2022, utilizando como palabras claves en la búsqueda: jóvenes/juventud y universidad/educación superior, con las diversas combinaciones posibles entre ellas; ello permitió en primera instancia identificar un total de 197 artículos. En un segundo momento, se descartaron los artículos que no tuvieran una vinculación directa con nuestro objetivo (aquellos que se concentran en el rol de estudiante y sus procesos de aprendizaje). Situación que permitió llegar a 99 trabajos. Por último, se descartaron los trabajos duplicados en las distintas bases y aquellos que, estando referidos a las y los jóvenes, dan cuenta de acciones que realizan las universidades (siendo esta el foco de atención). De esta forma, se identificó un total de 54 artículos a analizar.

Para dicho proceso se utilizó el llamado análisis temático. Este método, como señalan Braun y Clarke (2006) «permite identificar, analizar y reportar patrones (temas) dentro de datos» (p. 6); entendiendo como tema, aquel que «captura algo importante sobre los datos en relación con la pregunta de investigación, y representa algún nivel de respuesta estructurada o con significado dentro del conjunto de datos» (p. 10). Para mayor precisión, este trabajo de análisis temático opta por un enfoque inductivo, por lo cual no trabaja con un esquema predefinido, sino que los temas emergen directamente desde la información de los artículos revisados. Así mismo, hemos de precisar que el trabajo de análisis realizado corresponde a un análisis temático reflexivo de Braun y Clarke (2019), quienes lo consideran como no estático: «Los investigadores cualitativos siempre están pensando, reflexionando, aprendiendo y evolucionando; no llegamos a un punto en el que no tengamos nada más que aprender. ¡Estamos viajando, no llegando!» (p. 592). Por último, también a nivel de precisión, el uso de análisis temático reflexivo -frente a otras posibilidades de búsqueda de patrones en las fuentes de análisis- obedece al carácter propio de una investigación que pretende identificar tendencias comunes en los resultados de los diferentes artículos revisados y no hacer comparaciones. Braun y Clarke (2020) recomiendan su uso cuando «el investigador no tiene la intención de desarrollar una teoría fundamentada a partir del conjunto de datos y el análisis» (p. 43) sino que «los datos se recopilan independientemente del desarrollo analítico (es decir, no hay intención de muestrear teóricamente)» (p. 43), como es el objetivo de este trabajo.

Hallazgos

El análisis de los artículos revisados permitió identificar siete temas principales y un conjunto de subtemas al interior de ellos, como se presenta a continuación.

Ingreso a la educación superior

La primera temática da cuenta de la llegada a las aulas de jóvenes que antes no tenían posibilidad de ingresar; pero también muestra que quienes recién lo hacen no tienen iguales posibilidades que aquellos de grupos sociales o de condiciones físicas más favorecidas.

Aumento de cobertura sin acceso igualitario y sin transformaciones para la inclusión

La existencia en la actualidad de mecanismos de ampliación de la matrícula ha permitido que la demanda por la educación superior crezca en forma vertiginosa; no obstante, como lo indican Adrogué y García de Fanelli (2021), los porcentajes de cobertura difieren según la estratificación económica, el nivel educativo del hogar y el género. Las y los jóvenes de estratos bajos tienen menor posibilidad de ingresar a la educación superior y lo hacen mayormente a carreras no universitarias. Baro (2021) agrega que la gratuidad de la enseñanza universitaria no garantiza un igual acceso, ya que sigue persistiendo un modelo que no facilita a las mujeres la finalización del proceso.

En Chile, políticas de acción afirmativa como la consideración de privilegiar las calificaciones escolares por sobre los resultados en pruebas estandarizadas nacionales (González & Arce, 2021) y programas propedéuticos impulsados por el Ministerio de Educación (Díaz et al., 2021), si bien facilitan sortear las dificultades de acceso, siguen persistiendo, una vez ingresado al campo universitario, un conjunto de limitaciones que tienen su origen en las experiencias educativas previas; estas conducen a una meritocracia donde los éxitos y fracasos se asumen como responsabilidad personal, sin reconocer la responsabilidad social en esta materia. Similar situación ocurre también con los estudiantes que provienen del mundo rural o de provincias alejadas a las grandes urbes. Castillo (2021) indica que quienes viven en grandes territorios acceden a la educación superior en mayor proporción que aquellos que viven territorios pequeños. A su vez, Goñi et al. (2022) señalan que quienes migran a las grandes ciudades para estudiar viven una triple ruptura (cambio de ciudad, de lugar de estudios y de residencia), que hace de esta experiencia algo cualitativamente diferente a la de estudiantes no migrantes: lidiar con la pérdida de relaciones cotidianas, establecer nuevos lazos y reestructurar las dinámicas familiares.

Dificultades para estudiantes indígenas y estudiantes con discapacidad

En cuanto a la situación de los indígenas en la educación superior, según Arias-Ortega y Quintriqueo-Millán (2020), es posible constatar una escasa presencia de aquellos y la existencia de un sistema monocultural que exige una asimilación cultural. Ortiz-Velosa et al. (2022) reafirman lo señalado, indicando que las narraciones de los estudiantes mapuche dan cuenta de estar en un medio que aún no asume la interculturalidad. Zañartu et al. (202)1 coinciden, señalando que con el ingreso a la educación superior los jóvenes viven una interpelación que los coloca en un escenario de constante validación social. Tereucán et al. (2022) agregan, además, que la categoría social de indígena, actúa como una limitante estructural que no se elimina con el acceso a la educación superior.

Por otro lado, respecto al ingreso de estudiantes con alguna discapacidad, Vilches y Garcés (2021) dan cuenta que, si bien las instituciones han emprendido acciones para facilitar el ingreso, son estos los que deben adaptarse. Lo que es ratificado por Monroy y Mayorga (2020), precisando que es la familia del estudiante -y no la universidad- la que realiza el gasto mayor para apoyar el proceso de aprendizaje. La investigación de García et al. (2021) agrega dos importantes consideraciones: que existen diferencias significativas entre las necesidades a atender en las distintas discapacidades y que no bastan los ajustes curriculares en la educación superior, si no se tuvo acceso previamente a ajustes curriculares durante la etapa escolar.

Ingreso, permanencia y egreso de la educación superior

El ingreso exige saberes nuevos tanto en el campo de lo presencial como en lo virtual; la permanencia estará condicionada por las dificultades académicas y las posibilidades de deserción; mientras que el egreso se tensiona frente las posibilidades laborales futuras.

El ingreso a la educación superior y estrategias para enfrentar la vida universitaria

Una vez ingresado a la educación superior, indican Martinic y Urzúa-Martínez (2021), los estudiantes experimentan un proceso de socialización complejo que les exige un mayor grado de autonomía y una toma de consciencia de sus déficits de preparación académica. Se requiere aprender nuevos saberes para vivir en el nuevo espacio que, en el caso de los estudiantes actuales, requiere considerar una dimensión física y otra virtual. En opinión de Bordignon et al. (2020), las y los jóvenes de hoy no solo requieren del uso de las tecnologías para su formación profesional, sino también para vivir de mejor manera la experiencia universitaria.

Abandono por razones académicas o económicas

El crecimiento de la población estudiantil ha traído consigo un frecuente abandono de las aulas, tanto por razones académicas como por dificultades socioeconómicas. Sotomayor y Rodríguez-Gómez (2020) dan cuenta de que la deserción posee un carácter multidimensional: «algunos de ellos situados dentro del ámbito competencial de las instituciones de educación superior (académicos y organizativos), otros de los cuales el centro no puede hacerse cargo (personales y familiares) y otros en los cuales pudiera tener alguna injerencia (socioeconómicos)» (p. 218). De este conjunto de dimensiones, van a identificar que la deserción disminuye y la permanencia aumenta cuando hay procesos de acompañamiento que alertan tempranamente de situaciones que podrían incidir en el abandono. A este respecto, Romero y Anzola (2022) demuestran que el acompañamiento permanente y cara a cara es lo que facilita la permanencia y disminuye la deserción. El desarrollo de habilidades para la autogestión y organización del tiempo de estudio facilitan la participación en la institución y ello resulta fundamental para la permanencia y el logro de buenos resultados académicos.

Egreso y titulación, pero con limitada movilidad social ascendente

El ingreso masivo a la educación superior implica, a juicio de Ghiardo y Dávila (2020), que conviven en la actualidad estudiantes de primera generación (sus padres no estudiaron en la universidad), reproductores (que al igual que sus padres no estudian en la universidad) y herederos (sus padres estudiaron en la universidad). Ello implica que, si bien los estudiantes de primera generación logran distanciarse de sus pares, mantienen una distancia con quienes provienen de familias de profesionales; esto se manifiesta en la diferencia en el volumen de técnicos y profesionales en uno y otro grupo, así como en el tipo de carreras de las cuales egresan, donde los niveles de renta posible son muy distintos. Canales et al. (2020) indican que las y los jóvenes de primera generación serían una nueva clase media, que no tiene grandes dificultades para ingresar a la educación superior, pero que experimentan una muy difícil inserción en la vida profesional. No es que tengan que renunciar y volver al trabajo obrero, pero no logran -la gran mayoría- el resultando ilusionado al inicio del trayecto. En la misma perspectiva de los dos trabajos anteriores, Rodrigo y Oyarzo (2021), al analizar las trayectorias laborales de cuatro generaciones, afirman que la expansión educativa no conduce mecánicamente a un aumento de la movilidad y, con ello, la movilidad social intergeneracional carece de sustento empírico.

Salud y bienestar de los estudiantes

Un tercer tema tiene relación con trabajos sobre la salud y el bienestar de los estudiantes. Dan cuenta de una relativa calidad de vida y relevan situaciones sobre salud mental, malos hábitos alimentarios, consumo de sustancias nocivas y conductas sexuales de riesgo.

Calidad de vida relativa y conducta responsable de consumo solo latente

En un trabajo con estudiantes de medicina, Delannays-Hernández et al. (2020), encontraron que «la mayoría de los estudiantes percibía positivamente su calidad de vida; no obstante, una gran parte de ellos no estaba satisfecho con su salud» (p. 6). Por otra parte, Severino-González et al. (2021), explorando las prácticas de consumo socialmente sustentables en estudiantes de educación superior, establecen que, en general, solo existe un esfuerzo latente, pero no aún del todo manifiesto.

Frente a esta relativa calidad de vida y de un compromiso solo latente con la sustentabilidad, investigaciones como la de Pérez-Wilson et al. (2022), van a indicar que los propios estudiantes consideran necesario avanzar hacia centros de educación superior promotores de salud, lo que debería implicar el «desarrollo de la participación e inclusión, promoción de la salud mental, mantenimiento y mejora de áreas verdes e infraestructura, y fortalecimiento del acceso a actividades deportivas, culturales y de extensión universitaria» (p. 1); acciones todas que apuntan a la necesidad de un trabajo comunitario y no solo individual.

Preocupantes datos a nivel de salud metal

La Encuesta de salud mental universitaria, trabajo realizado en Chile por Barrera-Herrera y San Martín (2021), plantean que más de un 40% de sus participantes presenta sintomatología depresiva, ansiosa o de estrés. Se agrega a ello que el 5.1% ha presentado ideación suicida en las últimas semanas. Estos datos son reafirmados por varios trabajos. Kobus et al. (2020), estimaron que un 15.6% de la población chilena presenta síntomas depresivos y un 2.2% ideación suicida en los últimos meses, mientras que los resultados entre estudiantes son de 66.4% con síntomas depresivos y 6.1% con riesgo alto de suicidio. Por su parte, Martínez et al. (2021), quienes realizaron un metaanálisis, ratifican también iguales tendencias: dan cuenta de que observaron en estudiantes «entre 22.9% a 40.7% para malestar psicológico, 16.5% a 38.8% para síntomas depresivos, 16.5% a 23.7% para síntomas ansiosos» (p. 414).

En este contexto, no son pocos los artículos que profundizan en el estrés. A juicio de Rodríguez et al. (2020), «el nivel de estrés académico autopercibido está presente en un 98.3% de los estudiantes muestreados, donde el 88.81% se inclina por las categorías de intensidad más altas de estrés» (p. 646). En la génesis del estrés, establecen Rodríguez Fernández et al. (2020), siempre está una sobrecarga de trabajo, sin mayor diferenciación entre programas de estudio, aunque en las reacciones que produce y en su forma de enfrentarlo sí existen diferencias importantes; por ejemplo, las reacciones físicas se presentan mayormente en estudiantes de enfermería, mientras que las psicológicas en estudiantes de terapia ocupacional. Trunce et al. (2020), en un estudio que abarca el estrés, la depresión y la ansiedad en estudiantes de primer año, logran concluir que «existe una asociación entre el rendimiento académico de los estudiantes con la variable ansiedad, pero no así con los trastornos estrés y depresión» (p. 14).

Malos hábitos alimenticios

Otro aspecto en el que se focalizan los artículos es la alimentación de los estudiantes. Vilugrón et al. (2021) identifican «variaciones negativas para la salud en el estado nutricional, presión arterial y en los patrones dietéticos en jóvenes posterior a su ingreso a la educación superior» (p. 211). En un semestre las y los estudiantes aumentaron su peso corporal y su presión arterial, así como también presentaron cambios en los patrones dietéticos. Flores et al. (2021) también describen que entre las y los estudiantes existe un aumento en el consumo de alimentos fritos que les afecta su peso corporal y su salud en general; lo más complejo, agregan, es el aumento de factores de riesgo cardiovascular. Adasme-Berrios et al. (2022), profundizando en estos comportamientos alimentarios, afirman que los estudiantes universitarios muestran una actitud negativa a descartar alimentos que presentan etiquetas con advertencias nutricionales que dan cuenta de sus efectos negativos para la salud.

Consumo de sustancias nocivas y conductas de riesgo sexual

Volviendo a los resultados de la encuesta de Barrera-Herrera y San Martín (2021), los hombres «presentan un consumo más alto de alcohol, tabaco, marihuana y alucinógenos que las mujeres (…). Por su parte, las mujeres de esta muestra presentaron un mayor consumo de tranquilizantes» (p. 13). En el metaanálisis de Martínez et al. (2021) se encuentra una prevalencia con rangos entre «19.7% a 29.7 % para consumo de cannabis en los últimos 12 meses, y 84.0% a 92.6 % para consumo de alcohol en los últimos 12 meses» (p. 414). Se suma a lo anterior -y muchas veces junto con las recién indicadas- un conjunto de conductas de riesgo en lo sexual por parte de los estudiantes. Contreras-García et al. (2022) establecen la existencia de conductas de riesgo para infecciones de transmisión sexual, debidas al «bajo porcentaje de uso del preservativo en toda relación sexual, relaciones sexuales casuales, relaciones sexuales bajo la influencia de sustancias, prácticas de sexo anal y oral sin protección, no preguntar por el estado serológico de su contacto sexual» (p. 201).

Relaciones sociales en la vida universitaria

El cuarto tema se refiere a las relaciones entre los estudiantes. En esta etapa de noviazgo y maternidad/paternidad se aprecian cambios en las relaciones, pero con una presencia todavía activa del machismo.

Portilla-Saavedra et al. (2022) analizan el bienestar subjetivo en universitarios/as con hijos/as o sin hijos/as y dan cuenta que, pese a presentar índices de estrés en un rango significativo, logran mantener una afectividad positiva que les ayuda a enfrentar las exigencias de cursar estudios superiores y de ser padres o madres. Si bien estos datos son positivos, habrá que reconocer, siguiendo a Mardones-Leiva (2022), que la paternidad entre los estudiantes universitarios aún está en un proceso de cambio sociocultural, así que «no implica un abandono total de lo que se entiende como paternidad tradicional, sino más bien que dicha transformación está vinculada a la emergencia de una nueva paternidad» (p. 14). Se abandonan aspectos vistos como negativos (lejanía afectiva, autoridad), pero se mantienen aspectos como la protección de la familia y la responsabilidad económica; además, «en la práctica son las mujeres las que siguen siendo visibles en el cuidado de hijas e hijos en el espacio universitario» (p. 15).

En este marco de transición en los roles, indican Trujillo y Contreras (2021), siguen estando presente acciones de violencia de género en las relaciones entre estudiantes. Existe «un elevado porcentaje de violencia contra las mujeres y, a la vez, evidencian la subsistencia de mitos e imaginarios sexistas que invisibilizan la reproducción de este tipo de relaciones de poder» (p. 35). En una profundización de las consecuencias de esta violencia de género, Trujillo y Pastor (2021), establecen «que las experiencias de este tipo de violencia tienen repercusiones serias en la salud mental; las que, sumadas a las particularidades de la vida universitaria, afectan tanto el bienestar de las jóvenes como el adecuado desarrollo de sus trayectorias académicas» (p. 9). Todos estos datos sobre violencia de género se ratifican en la investigación de Brito et al. (2021), en la que se puede apreciar que «las mujeres estudiantes perciben el femicidio como un fenómeno que se vive y que se observa en su entorno» (p. 52). Es esta misma realidad, afirman Dinamarca Noack y Trujillo-Cristoffanini (2021), la que ha generado movilizaciones feministas universitarias, dado que en las instituciones de educación superior «la violencia contra las mujeres ha sido normalizada e invisibilizada, pues se encuentra arraigada en una cultura sexista» (p. 1).

Dimensión política

Un quinto tema tiene que ver con la dimensión política en la etapa de vida universitaria. Se encuentran trabajos en materias que son históricas en este campo, pero que dan cuenta de nuevas formas de hacer política y nuevas maneras en la formación de las élites.

Movimiento estudiantil: más allá de la política tradicional

En los últimos años las y los jóvenes han sido partícipes de un conjunto amplio de movilizaciones, en las cuales «las demandas de los estudiantes han rebasado los límites del propio sector educativo para convertirse en una parte central del debate sobre las desigualdades estructurales» (Torres, 2022, p. 158). Existiría por parte de los estudiantes, en opinión de Rivera-Aguilera et al. (2021), un salir a la calle como reacción «a un malestar asociado al tomar conciencia sobre cómo opera el poder político del país» (p. 16); pero, por lo mismo, se ido generado «un nuevo tipo de ciudadanía, basada en un nuevo repertorio de acción política: la autoorganización como camino a una forma de construcción de democracia directa (...), tales como cabildos o asambleas» (p. 19). No obstante estos avances en la generación de una ciudadanía participativa, no se puede dejar de reconocer, siguiendo a Paredes y Araya (2020), que en estos procesos iniciados por los movimientos estudiantiles existen dos momentos diferenciados: el momento de la manifestación pública y el momento técnico-institucional, donde el primero queda capturado por el segundo: «el público ciudadano, muy activo en el primer ciclo -incluso llegó a ser una ciudadanía activista- se transformó en una audiencia pasiva de las discusiones de la arena institucional» (p. 267).

La reproducción de élite: universidades de élite y formación de élite

Un tema que se fortalece en los últimos años, en el marco de la masificación y privatización de la educación superior, es la existencia de universidades de élite y de procesos de formación de élites. Fergnani et al. (2022) identifican tres aspectos en la producción y reproducción de la élite política: el rol facilitador de la universidad (donde los recursos para la formación de las élites son aportados externa e internamente por fundaciones y partidos); la acumulación de capital político mediante la activación y articulación de diversas redes sociales mediante un sello particular (la universidad donde se estudia); y la centralidad de la universidad como espacio de socialización diferenciado de otras universidades, mediante estrategias de cierre social que permiten construir relaciones íntimas y reducidas. La universidad de élite, concluyen estos autores, «funciona como un espacio primordial para la profesionalización de la política» (p. 177); son un verdadero laboratorio de la política nacional. En este sentido, habría que precisar que el espacio universitario es «uno de los locus socializadores centrales en la formación de redes sociales, culturales y políticas (...) contrario a los análisis que entienden la universidad como un espacio-tiempo de paso» (Quaresma et al., 2022, p. 83). No obstante, coincidimos con Villalobos et al. (2022) en que no todas las universidades de élite tienen un similar sello de identidad: las universidades tradicionales de élite «presentan modelos educativos más relacionados con el servicio público y la influencia de la política, mientras que las nuevas universidades centran su preocupación en la preparación para la vida laboral (empresarial)» (p. 15).

Valores en los jóvenes universitarios de hoy

Un sexto tema que surge del análisis de los artículos es el de las subjetividades y de aquellos aspectos que valoran los jóvenes universitarios actuales.

Las y los estudiantes de primer año de educación superior, indican Baeza y Aravena (2021), dibujan sus aspiraciones y expectativas entre repliegues individualistas y vocaciones sociales, que dan cuenta de dos grandes perfiles, que los autores «han denominado para fines meramente instrumentales: subjetividad individualista, con abierta centralidad del Yo (...), y subjetividad gregaria, con importancia clara de lo social en la percepción/ comprensión de la existencia» (p. 106). En el primer caso, se proclama una prescindencia de lo social y cierto prisma utilitario, mientras que el segundo es propio de quienes buscan acumular conocimientos para volcarlos a cambios sociales. A juicio de los investigadores, en «cada uno de estos perfiles, tipos y subtipos configuran, con mayor o menor nitidez, una escala de valores subjetivos», donde resulta innegable «la presencia del sujeto individual [que] irrumpe en distintas direcciones» (p. 120).

En un ámbito distinto, pero que también habla de valores y modos de valorar en las y los jóvenes, Díaz et al. (2020) plantean que los estudiantes de educación superior consideran que se deben cerrar los zoológicos, entregando «argumentos relacionados con el derecho y el bienestar de los animales, lo que podría estar vinculado al rol de la empatía hacia estos» (p. 11); mientras, que «casi todos los encuestados consideraron que los problemas ambientales son graves, sin embargo, solo cerca de la mitad de ellos reconoció reciclar su basura doméstica» (p. 1). Lo anterior podría estar demostrando que existe una reacción mucho más empática frente a situaciones visibles que apelan a la responsabilidad personal, que con relación a situaciones más abstractas y de responsabilidad más difusa. Probablemente, ello sería «lo que estaría generando esta diferencia significativa en la base valorativa» (p. 11).

Los estudiantes de educación superior en pandemia

Al revisar los artículos emerge un tema coyuntural: las y los estudiantes de educación superior en la pandemia por covid-19. Estos artículos se agrupan en el paso de clases presenciales a clases virtuales (lo que tiene efectos más allá de la coyuntura) y, en la representación del virus, sus efectos en la salud mental y las subjetividades de los estudiantes.

El paso de clases presenciales a clases virtuales

Romero et al. (2020) indican que la pandemia por covid-19 obligó a las instituciones de educación superior al uso masivo de nuevas tecnologías, lo que trajo consigo «un alto porcentaje de jóvenes (52%) que se identifican emocionalmente como abrumados o ansiosos frente al cambio de estrategia de aprendizaje a educación virtual» (p. 112). Pequeño et al. (2020) coinciden en que, si bien hay una valoración positiva respecto al proceso de aprendizaje virtual, no se puede dejar de mencionar que «los estudiantes manifiestan una valoración en términos generales regular del trabajo en equipo entre estudiantes y del relacionamiento con los docentes» (p. 15), lo que se traduce en inseguridad y estrés. Álvarez y Sepúlveda (2021) agregan que para los estudiantes de nivel socioeconómico bajo, «la modalidad a distancia ha implicado un proceso de adaptación con recursos limitados» (p. 176), dada la imposibilidad del uso de las instalaciones de sus centros formativos. No obstante, estas limitaciones y dificultades, es necesario también reconocer que los estudiantes no han vivido esta experiencia en forma pasiva. Albarello et al. (2021) señalan que estos han desarrollado «complejas estrategias de estudio colaborativo, en las que alternan entre textos, audios y otros materiales y aplicaciones que les permiten estudiar y compensar la ausencia física de sus compañeros a través del trabajo colaborativo mediado por las pantallas» (p. 66), intensificando el uso del smartphone para la generación de grupos de WhatsApp que facilitan el estudio y la realización de trabajos en conjunto.

Representación del covid-19, salud mental y subjetividades en los estudiantes

La investigación realizada por Salas-Durán et al. (2021), con el objetivo de comprender las representaciones sociales sobre la pandemia, declaran que los estudiantes reconocen un efecto en su salud mental que se manifiesta en expresiones de angustia, miedo, preocupación e incertidumbre. Por un lado, habría una valoración de las medidas sanitarias; pero en términos emocionales también existe una percepción de que estas afectan negativamente la salud mental. La investigación de Carvacho et al. (2021) coloca en evidencia «un aumento preocupante de sintomatología depresiva (...), donde tanto el promedio de hombres (24.1 pts.) como de mujeres (29.7 pts.) superan el puntaje de corte que sugiere la presencia de trastorno (24 pts.) en población juvenil» (p. 344). García et al. (2022), asumiendo la situación del covid-19 como una situación de carácter traumático (que tiene una especial consecuencia en caso de los jóvenes que ven interrumpida su vida presente y visualizan su futuro con una gran incertidumbre), establecen que la severidad subjetiva se manifiesta como el primer paso para el desarrollo posterior de sintomatología postraumática, ya que el estrés no es «desencadenado por el evento en sí, sino que se producía cuando la persona valoraba subjetivamente el evento como algo que superaba sus recursos y ponía en peligro su bienestar personal» (p. 10).

Discusión

En respuesta a la pregunta sobre cuál es la realidad de las y los jóvenes, en cuanto jóvenes, al estar hoy en la educación superior en Argentina, Chile o Uruguay, los resultados dan cuenta de que están inmersos en un proceso donde al menos siete temas de su contexto estarían experimentando un proceso de tránsito: los procesos formativos no logran incluir adecuadamente a los recién llegados; se vive un proceso de inserción en la vida académica que se logra al final de los estudios, pero existe una inseguridad laboral que los atemoriza; hay cambios profundos en los roles de género, pero aún faltan pasos importantes para lograr un nuevo tipo de relación entre pares que favorezca la igualdad; se percibe una consciencia mayor de la importancia de la salud física y mental, mas ello está acompañado de conductas que demuestran lo contrario; se manifiesta cada vez un mayor interés por los otros y el cuidado del medio ambiente, pero en la acción práctica se valora la autonomía y hay distancia entre la práctica y el discurso; se mantiene la importancia de la política tradicional y, sin embargo, surgen nuevos espacios y formas de hacer política. Por último, el tema de los jóvenes, covid-19 y educación superior también da cuenta de un complejo tránsito: el paso de las clases presenciales a clases virtuales, lo que conlleva a nuevas formas de exclusión.

La primera temática implica un proceso de masificación de la educación superior que está permitiendo que lleguen a las aulas jóvenes que habitualmente -por muchas décadas- no tenían dicha posibilidad, incluidos estudiantes indígenas o con alguna discapacidad; pero los artículos revisados, además de valorar esta ampliación, dan cuenta de que es un proceso aún inicial, que no permite que quienes recién llegan tengan iguales posibilidades que aquellos que provienen de grupos sociales o de condiciones físicas más favorecidas. Los datos sobre la materia coinciden con indicado por Gentili (2009), quien describió hace ya un tiempo una dinámica de exclusión incluyente, «esto es, un proceso mediante el cual los mecanismos de exclusión educativa se recrean y asumen nuevas fisonomías, en el marco de dinámicas de inclusión o inserción institucional que acaban resultando insuficientes o, en algunos casos, inocuas» (p. 33). Existe mayor equidad al ampliar la cobertura, pero a quien recién ingresa se le niegan sus derechos, al no facilitarles las condiciones pertinentes que requiere. Situación que se agrava aún más al introducir la perspectiva de género, ya que el ser mujer constituye una dificultad adicional (Cardozo & González, 2020).

La segunda temática que emerge del análisis tiene relación con la permanencia y el egreso a la educación superior. Al interior de este tema hay un conjunto importante de subtemas. El primero es la necesidad de generar un conjunto saberes que permitan enfrentar adecuadamente la vida universitaria. Esta temática, al igual que la anterior, ya viene apareciendo hace algunos años en la bibliografía sobre jóvenes y educación superior, de manera que existen importantes contribuciones que han marcado la reflexión en la materia. Por ejemplo, el trabajo de Coulon (2005) sobre el oficio de estudiante, esto es, la existencia de un proceso de aprendizaje situado y colectivo, que le permite al estudiante aprender a vivir en el espacio universitario. Se debe reconocer, además, desde la bibliografía revisada, que en la actualidad el estudiante universitario vive y convive con sus pares en dos mundos: el mundo en línea y el mundo sin conexión (offline). Al respecto, Bauman y Leoncini (2018) sostienen: «ahora existen dos mundos, netamente distintos el uno del otro (...), y la tarea de reconciliarlos y forzarlos a solaparse está entre las competencias que el arte de vivir el siglo XXI nos exige adquirir, hacer nuestras y utilizar» (p. 76). Lo anterior implica la necesidad de aprender ciertos saberes para habitar adecuadamente no solo uno, sino dos mundos.

Sumado a lo anterior, y en especial para las y los jóvenes que recién llegan a la educación superior, dos tensiones que demandan mucha atención durante su vida universitaria: primero, la posibilidad de no poder concluir los estudios por dificultades académicas o económicas y, segundo, la toma de consciencia de que los esfuerzos realizados no necesariamente implicarán una movilidad social al egreso. Al igual que en lo anterior, sobre lo primero existen bastantes trabajos que dan cuenta de este desafío; estos demuestran que la deserción es de origen multicausal y que con el conocimiento acumulado las instituciones universitarias ya están en condiciones de generar sistemas de alerta temprana (Donoso-Díaz et al., 2018), aunque estas todavía son incipientes. El segundo tema es una materia menos estudiada, pero ya presente en los trabajos sobre devaluación de los títulos universitarios. Es el tema de la proletarización profesional, donde la urgencia por tener un trabajo (presionado por deudas y la necesidad de retribuir en parte al esfuerzo familiar), lleva a que los egresados de niveles socioeconómicos bajos acepten trabajos precarios (Saavedra, 2020).

Un tercer tema son las características de salud y bienestar de los estudiantes. Estos estudios, si bien en algunos casos hacen referencia a una percepción de calidad de vida positiva y de consumos responsables por parte de los estudiantes -aunque luego la relativizan-, en su mayoría relevan situaciones problemáticas de salud mental, malos hábitos alimenticios, consumo de sustancias nocivas y conductas sexuales de riesgo. La información aportada señala un sedentarismo que genera una población con sobrepeso, de exigencias académicas que generan ansiedad, estrés e incluso depresión; donde está muy presente el consumo de drogas y alcohol. Además, en un medio que subvalora su daño y que normaliza su consumo, incluso en los propios espacios institucionales. En esta temática la mayor parte de las investigaciones poseen un carácter biomédico, midiendo y proyectando lo que está sucediendo en el o la joven con una cierta tendencia a un determinismo y con muy poca referencia a la capacidad de agencia de los sujetos. A este respecto, como indican Hernández et al. (2020), resulta necesario interrogar estos datos, dado que «la incorporación de los conocimientos socioculturales a las discusiones actuales ha sido limitada, en parte por causas de carácter paradigmático, como su inadecuación teórico-metodológica de los aportes sociales ante un marco constituido sobre presupuestos positivistas y biologicistas» (p. 6). Sin subvalorar los conocimientos acumulados en esta materia, se requiere más trabajo de otras áreas profesionales fuera de la salud.

Una cuarta temática presente, muy acorde a la etapa etaria de las y los estudiantes, es el inicio y consolidación de las relaciones de noviazgo y de maternidad/paternidad. En estos campos, si bien se aprecian cambios importantes en la resignificación de la masculinidad y un relevamiento de la capacidad de agencia femenina, aún se denota la presencia muy activa del machismo. Hay transformaciones bastante asentadas a nivel del discurso, pero que no tienen igual expresión a nivel de la conducta cotidiana; se habla sobre igualdad de roles, pero las mujeres siguen teniendo una responsabilidad mayor en la crianza de los hijos/as; se valoran las expresiones del feminismo como movimiento social, pero persiste la violencia de género en las relaciones. Los datos de los artículos revisados dan cuenta de que entre las estudiantes hay experiencias y preocupaciones de ser víctimas de violencia. Un aspecto importante es que el machismo ya no es visto y analizado solo como conducta individual, sino también como expresión estructural de las instituciones, ya que muchas veces ellas están capturadas por una cultura androcéntrica (Caira-Tovar, 2022).

Un quinto tema agrupa estudios centrados en la dimensión política. En este caso, dado el periodo acotado a los tres últimos años, existe una presencia mayoritaria de artículos referidos a los movimientos estudiantiles y sus manifestaciones contra el modelo neoliberal que ocurrieron antes de la pandemia. En estos se destaca como novedad el énfasis de estos movimientos a privilegiar la construcción de propuestas por sobre las acciones de protestas solo reivindicativas. La utilización de asambleas, cabildo y otras denominaciones de actividades de encuentro y elaboración en conjunto se vienen a unir a las nuevas formas de hacer política de los últimos años, en las que lo lúdico, los medios digitales y los encuentros virtuales ya habían encontrado un importante espacio (Pleyers, 2019). Se agrega a lo anterior un segundo tema, la conformación de élites, que también posee una larga historia, pero que hoy se releva frente a una masificación del contexto universitario, donde las instituciones buscan diferenciarse y encontrar espacios propios de acuerdo con su identidad.

En un sexto tema, los artículos dan cuenta de que las y los jóvenes demuestran entre sí una importante heterogeneidad. Mientras algunos estudiantes universitarios manifiestan una preocupación por lo social, otros poseen un desinterés por ello; pero ambos presentan en común una alta valoración de la autonomía y lo individual, constituyéndose en una las características fundamentales del ordenamiento de sus valores. Detrás de este dato no se puede dejar de reconocer lo que viene ocurriendo en las últimas décadas en los países del Cono Sur, donde la Encuesta mundial de valores (https://www.worldvalues-survey.org/ ) viene señalando un tránsito desde aquellos de supervivencia, que ponen énfasis en la seguridad económica y física, a aquellos de autoexpresión, que dan prioridad a la tolerancia y la demanda de participación en la toma de decisiones. Si se une a esto que los datos de esta misma encuesta demuestran que hay un continuo desinterés por la religión, se confirma también el tránsito de los valores tradicionales a los seculares.

Si bien en los estudios considerados no se encontraron trabajos sobre universitarios y religión, en revisiones con un mayor número de bases de datos y considerando un periodo más amplio de publicaciones, se aprecia que detrás de la tendencia en los jóvenes a autoidentificarse como «sin religión», lo que lo explica es el interés por mantener su autonomía, mucho más la inexistencia de creencias (Baeza-Correa, 2022). Junto a ese tránsito, los trabajos revisados demuestran la clara preocupación de las y los jóvenes por los temas ambientales, pero queda de manifiesto -como en otros ámbitos- que ello en la actualidad se asume más a nivel de discurso que como práctica personal.

Por último, emerge un tema inédito: las y los estudiantes de educación superior en la pandemia por covid-19. Los artículos se agrupan principalmente en dos subtemas: primero, el paso de las clases presenciales a las virtuales y, segundo, la representación del virus y sus efectos en la salud mental y en las subjetividades de los estudiantes. Ambos temas, por su transversalidad, en cierta medida ya están presentes en las temáticas anteriores. No obstante, ponen de manifiesto el acelerado cambio vivido desde una docencia presencial a una docencia en línea, lo que claramente afectó a los sectores más pobres por tener peores condiciones habitacionales, débil conexión a internet y limitada disponibilidad de equipos para su uso personal, como quedó de manifiesto en el estudio de la Unesco y el Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (2022). Por otro lado, el covid-19 trajo consigo una ampliación de la ansiedad y el estrés, al unir a estas la incertidumbre en muchos campos de la vida presente y futura, lo que se corrobora en la encuesta sobre juventud de la ONU (2022).

Al momento de cerrar no se puede dejar de reconocer las limitantes de este trabajo: el periodo de años considerados y las bases de datos escogidas; ello seguramente dejó afuera un gran número de trabajos importantes. Además, el sesgo del estudio hacia los artículos escritos en Chile, dado que en ese país los académicos están presionados a publicar su producción académica justamente en una de las tres bases de datos seleccionadas por ser indexaciones altamente reconocidas. De estas mismas limitaciones surge el camino para futuros trabajos: se requiere, por sobre todo, ampliar las bases de datos para asegurar una igual presencia de países y, además, sería adecuado hacer comparaciones entre los enfoques teóricos y metodológicos utilizados.

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*El presente artículo es parte del proyecto «¿Qué universidad salesiana para los jóvenes de hoy?: escuchando las voces de sus estudiantes». Esta revisión se realizó entre agosto y diciembre del 2021 y se actualizó en iguales meses del 2022. Corresponde a un proyecto financiado por la Red de Instituciones Salesianas de Educación Superior de América Latina, donde participan universidades salesianas de El Salvador, Ecuador, Brasil y Chile. Artículo terminado el 20 de enero de 2023. Área: ciencias sociales. Subárea: sociología.

Para citar este artículo: Baeza-Correa, J. & Albuccó-Henríquez, J. (2023). Jóvenes y educación superior en el Cono Sur de América. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 21(2), 1-26. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.21.2.5880

Recibido: 24 de Enero de 2022; Aprobado: 19 de Abril de 2023

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