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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versão impressa ISSN 1692-715Xversão On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.21 no.2 Manizales maio/ago. 2023  Epub 31-Out-2023

https://doi.org/10.11600/rlcsnj.21.2.5485 

Estudios e Investigaciones

Diferencias de género en la agresividad en jóvenes infractores en Medellín, Colombia*

Gender differences in aggressiveness between juvenile offenders in Colombia

Diferenças de gênero na agressividade entre jovens infratores na Colômbia

Ph. D. Jorge Emiro Restrepo1 

Ph. D. Sergio Andrés Acosta-Tobón2 

1 Tecnológico de Antioquia, Colombia. Psicólogo, Universidad Cooperativa de Colombia. Biólogo, Universidad de Antioquia. Filósofo, Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Máster y Doctor en neuropsicología, Universidad de Salamanca, España. Profesor asistente, Tecnológico de Antioquia. 0000-0001-8790-7454. H5: 10. Correo electrónico: jorge.restrepo67@tdea.edu.co

2 Instituto Psicoeducativo de Colombia, Colombia. Psicólogo, Magíster en Psicología y Doctor en Psicología, Universidad de San Buenaventura. Director Programa de Atención Humanizada del Instituto Psicoeducativo de Colombia. Profesor Institución Universitaria de Envigado. 0000-0002-7042-7435. H5: 2. Correo electrónico: sergioacostatobon@gmail.com


Resumen (analítico)

La investigación sobre agresividad en jóvenes delincuentes es insuficiente en Colombia y, en consecuencia, no hay suficiente información sobre las diferencias de género en esta población. No evaluar e intervenir este comportamiento desde un enfoque de diferencias sexuales impacta negativamente la efectividad de las políticas criminales. En esta investigación participaron 1050 jóvenes infractores, seleccionados por conveniencia. Se incluyeron 855 hombres y 195 mujeres de 14 a 19 años de edad residentes en Medellín (Antioquia). Los principales resultados fueron: 1) muy altos niveles de agresividad proactiva, reactiva y total en los adolescentes infractores; 2) la existencia de diferencias en la agresividad proactiva y agresividad total en las mujeres comparadas con los hombres; y 3) la variación de la agresividad de acuerdo con ciertas variables sociodemográficas y asociadas con el delito.

Palabras clave: Delincuencia juvenil; violencia doméstica; psicotrópicos; agresión; adolescentes; delitos sexuales. Tesauro DeCS

Abstract (analytical)

Research on aggressiveness among young offenders is insufficient in Colombia and, consequently, there is not enough information on gender differences related to aggression for this population. Failure to evaluate and intervene with this behavior using a gender perspective negatively impacts the effectiveness of criminal policies. A total of 1050 young offenders, selected based on ease of access, participated in this research study. The population consisted of 855 males and 195 females between 14 and 19 years of age living in Medellín. The main results were: 1) there were very high levels of proactive, reactive and total aggressiveness in adolescent offenders; 2) there were differences in proactive aggressiveness and total aggressiveness in females compared to males; and 3) levels of aggressiveness varied depending on certain sociodemographic and crime-associated variables.

Keywords: Juvenile delinquency; domestic violence; psychotropic drugs; aggressiveness; adolescents; sex offenses

Resumo (analítico)

A pesquisa sobre a agressividade em jovens infratores é insuficiente na Colômbia e, conseqüentemente, não há informações suficientes sobre as diferenças de gênero nesta população. Não avaliar e intervir neste comportamento a partir de uma perspectiva de gênero tem um impacto negativo na eficácia das políticas criminais. Esta pesquisa envolveu 1050 jovens infratores, selecionados por conveniência. Entre eles estavam 855 homens e 195 mulheres entre 14 e 19 anos de idade morando em Medellín. Os principais resultados foram: 1) níveis muito altos de agressividade proativa, reativa e total nos adolescentes infratores; 2) a existência de diferenças na agressividade proativa e total nas mulheres em comparação com os homens, e 3) a variação da agressividade de acordo com certas variáveis sociodemográficas e relacionadas ao crime.

Palavras-chave: Delinquência juvenil; violência doméstica; drogas psicotrópicas; agressão; adolescents; delitos sexuals

Introducción

La agresividad se define comúnmente en psicología como un comportamiento que tiene como propósito causarle daño a otra persona, quien deberá estar motivada a evitarlo y a juzgar el acto como agresivo (Bushman & Huesmann, 2010). Definirla como un comportamiento observable (físico, verbal o relacional) es muy importante para diferenciarla de otros aspectos psicológicos relacionados con la conducta manifiesta, pero que no constituyen propiamente una agresión, como los pensamientos o emociones hostiles (ira, rabia o deseo de venganza) (Parrott & Giancola, 2007). También debe ser una conducta intencional y motivada que involucre el daño a personas; es decir, que el agresor debe ser consciente y debe provocar deliberadamente el daño a otros individuos, puesto que el daño a objetos no constituye un comportamiento agresivo, a no ser que se haga con el objetivo de dañar a alguien. Además, quien es agredido debe desear y evitar ser dañado (Allen & Anderson, 2017). Por ser un comportamiento que necesariamente implica a otra persona, la agresividad se ha concebido como un comportamiento social (Warburton & Anderson, 2015).

La agresividad es un constructo multifacético que puede manifestarse de múltiples maneras, lo cual ha llevado a la elaboración de una variada taxonomía con subtipos y distinciones dicotómicas (Bushman & Huesmann, 2010; Kempes et al., 2005). Una de estas distinciones es la de la agresividad reactiva-proactiva (Dodge, 1991). La proactiva (también denominada instrumental) es una forma de agresión premeditada, planificada, a «sangre fría», que se caracteriza por ser un comportamiento orientado a la consecución de un objetivo más allá del acto agresivo (Kempes et al., 2005). Esta forma de agresión está controlada (y motivada) por la expectativa de recompensas externas (Dodge & Coie, 1987) e implica la intimidación, dominación, burlas o coacción. Por su parte, la agresividad reactiva (también conocida como impulsiva) se refiere al comportamiento agresivo en respuesta a una amenaza o provocación percibida y es la forma más frecuente de agresividad (Berkowitz, 1993). Es impulsada por la ira, la defensa y las represalias, manifestándose en enojo y hostilidad vengativa.

Existen otras formas de agresividad, como la apetitiva, la cual es frecuente en contextos de conflicto armado en la que se experimentan sentimientos y emociones positivas asociadas con la ejecución de conductas violentas (por ejemplo, atracción, fascinación, placer, diversión; Meyer-Parlapanis et al., 2016). Sin embargo, Los estudios sobre agresividad en delincuentes juveniles se han concentrado en la agresión verbal, la agresión física, la ira y la hostilidad (Jurczyk & Lalak, 2020), la agresividad relacional o interpersonal (Taylor & Borduin, 2014) y la proactiva y reactiva (Smithmyer et al., 2000). La agresión verbal y la agresión física se asocian frecuentemente con la agresividad proactiva y la reactiva, respectivamente. La ira puede expresarse con conductas agresivas, pero también puede ser sentirse como una rabia intensa que no se expresa abiertamente y que surge ante experiencias como vulneración de derechos, abusos físicos o psicológicos, amenazas, burlas, fracasos, entre otras (Pérez et al., 2008).

La investigación sobre la agresividad en la adolescencia comenzó en 1950 concentrada en el estudio de hombres, bajo la suposición de que estos eran más agresivos que las mujeres (Patterson et al., 1992). En los últimos sesenta años ha habido una transformación en la conceptualización de la agresión, motivada en parte por el aumento de comportamientos delincuenciales y criminales entre adolescentes, incluyendo a las mujeres (Esbensen & Deschenes, 1998; Estévez et al., 2012; Haynie, 2003; Leschied et al., 2001; Ness, 2004). Las diferencias en la agresividad entre hombres y mujeres parecen comenzar a acentuarse en la adolescencia, pero los resultados de las investigaciones no son concluyentes. Se ha sugerido que esas diferencias pueden deberse a los instrumentos de medición (Archer, 2004). También que las diferencias solo existen en ciertas poblaciones de alto riesgo o clínicas, como jóvenes con problemas de comportamiento o conductas antisociales (Abdullah et al., 2015; Moretti et al., 2001; Pulkkinen, 1996). Por género se entiende un concepto que refiera a una construcción sociocultural que prescribe a los hombres a ser masculinos y a las mujeres a ser femeninas (Corporación Chilena Pro Derechos de los Niños y los Jóvenes [Prodeni], 2006).

En la adolescencia, los hombres tienden a manifestar más agresividad reactiva, hostil o agresividad física directa y es más probable que se involucren en comportamientos delictivos, comparados con las mujeres, quienes muestran mayor agresividad relacional o indirecta, como la exclusión de otros de su grupo social, la calumnia, la difusión de falsos rumores, los cotilleos, las insinuaciones sin acusación directa y la crítica del aspecto o la personalidad de los demás (Denson et al., 2018; Fagan & Lindsey, 2014; Jurczyk & Lalak, 2020). La agresión indirecta o relacional supone un grave riesgo para la adaptación social de las adolescentes, pues aumenta el riesgo de depresión, soledad y aislamiento (Crick & Grotpeter, 1995). Las agresiones físicas severas son más frecuentemente perpetradas por hombres y normalmente emergen durante la adolescencia (Archer, 2004). Las mujeres son más propensas a utilizar la agresión como represalia. Sin embargo, las mujeres también participan en una cantidad significativa de delincuencia violenta (Heimer & Coster, 1999).

Diversas perspectivas teóricas han planteado explicaciones sobre las diferencias en la agresividad entre hombres y mujeres. Se sugiere que las mujeres tienen una representación social expresiva de que la agresividad es una pérdida de control, mientras que los hombres tienen una representación instrumental de la agresión como un medio para lograr dominio social y competir eficazmente por el estatus, el acceso a las relaciones y la reputación o popularidad (Campbell & Muncer, 1994; Hoff et al., 2009).

La teoría de la selección sexual intenta explicar estas diferencias como estrategias de apareamientos alternativos junto con un complejo adaptativo que surge de la selección sexual (Archer, 2009). Algunas teorías psicológicas plantean que las diferencias en la agresividad se encontrarían en variables emocionales, como la rabia y el miedo, o variables de personalidad, como la impulsividad y la búsqueda de sensaciones (Cross & Campbell, 2014; Jurczyk & Lalak, 2020). También se ha demostrado que los factores económicos, sociales y culturales son clave para comprender las diferencias entre géneros, particularmente en países con ingresos bajos y medios (Heimer & Coster, 1999; Nivette et al., 2019).

Los delincuentes juveniles, también conocidos como adolescentes infractores, jóvenes infractores o jóvenes en conflicto con la ley, son una población de jóvenes menores de edad que se caracteriza por la participación en conductas ilegales (Siegel & Welsh, 2005). En Colombia, los delitos más frecuentes en los que participan las mujeres adolescentes son: hurto, tráfico, fabricación o porte de estupefacientes, lesiones personales, hurto calificado, violencia intrafamiliar y fabricación, tráfico y porte de armas de fuego o municiones. En los hombres adolescentes, los delitos más frecuentes son: tráfico, fabricación o porte de estupefacientes, hurto, hurto calificado, lesiones personales, fabricación, tráfico y porte de armas de fuego o municiones y violencia intrafamiliar (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, 2015). Cuando estos jóvenes se involucran persistentemente en acciones delictivas o criminales pueden ser considerados como jóvenes en riesgo (Abdullah et al., 2015).

Colombia es un país en desarrollo con una grave situación de conflicto armado en zonas rurales y problemas de delincuencia y criminalidad en las urbanas. Factores relacionados con los pares, la escuela, la familia y el vecindario de muchos adolescentes de familias colombianas con bajos ingresos económicos les hace más vulnerables a cometer delitos en un contexto marcado por problemáticas sociales (Heimer & Coster, 1999). La agresividad es uno de los factores de riesgo que puede actuar como predisponente o precipitante de una conducta delictiva en los adolescentes (Dilalla et al., 1988; Farrington, 2001; Hawkins et al., 1998; Jurczyk & Lalak, 2020; Moffitt, 1993; Murray & Farrington, 2010). Sin embargo, no hay claridad suficiente sobre la manera en la que los factores de riesgo inciden diferencialmente entre hombres y mujeres y esto limita la capacidad para reducir la participación de los jóvenes en la delincuencia (Fagan & Lindsey, 2014).

Existe pocas investigaciones sobre agresividad en jóvenes delincuentes y, en consecuencia, no hay suficiente información sobre las diferencias de género en esta población. En un estudio con jóvenes delincuentes polacos se reportaron diferencias sexuales en la agresión verbal, la rabia y la hostilidad, pero no en la agresión física. En estas variables, las mujeres adolescentes presentaron puntuaciones más altas que los hombres (Jurczyk & Lalak, 2020). Otra investigación, con adolescentes infractores de los Estados Unidos, encontró más agresividad relacional o interpersonal en las mujeres hacia sus madres que en los hombres (Taylor & Borduin, 2014). También se ha encontrado que las mujeres jóvenes delincuentes estatales, también en Estados Unidos, eran significativamente más propensas a ser violentas con su familia que los hombres. Durante el encarcelamiento, las mujeres tenían muchas más probabilidades de ser agresivas con el personal de la institución y de que se utilizara la fuerza contra ellas para controlarlas (Trulson et al., 2005). Así, analizar la agresividad en jóvenes delincuentes desde una perspectiva de diferencias de sexuales es esencial para contribuir a programas de intervención efectivos centrados en mujeres u hombres (Fagan & Lindsey, 2014; Leschied et al., 2001).

En Colombia tampoco ha existido suficiente interés o investigación a fin de conocer y comprender las diferencias de género en el comportamiento delictivo. De acuerdo con Norza-Céspedes et al. (2012), del Observatorio del Delito de la Policía Nacional de Colombia, no evaluar e intervenir este comportamiento desde un enfoque de diferencias sexuales impacta negativamente la efectividad de las políticas criminales.

La literatura ha demostrado que existen múltiples factores involucrados en el comportamiento delictivo de los adolescentes. La agresividad es uno de ellos. Sin embargo, se ha tratado la delincuencia juvenil, en la mayoría de los casos, desde una perspectiva masculinizada. Es decir, se ha admitido que, al ser mucho mayor la participación de los hombres en actos delictivos, puede ignorarse o restársele importancia a los actos de las mujeres, pues estos podrían ser circunstanciales o accidentales y no merecerían mayor consideración. Pero la realidad social y las cifras están mostrando un escenario diferente y la investigación científica debe analizar el fenómeno del comportamiento delictivo de manera diferencial entre hombres y mujeres.

La presente investigación se realizó con el objetivo analizar las diferencias por género en la agresividad reactiva-proactiva en una muestra de jóvenes infractores privados de la libertad en centros de internamiento preventivo o detenidos en centros transitorios vinculados al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes en el departamento de Antioquia, Colombia. Adicionalmente, se tuvo como objetivo discutir esas diferencias en función de algunas variables sociodemográficas y variables asociadas con el delito. La pregunta de investigación que motivó y dirigió el estudio fue: ¿existen diferencias en la agresividad reactiva-proactiva en una muestra de jóvenes infractores privados de la libertad y qué variaciones existen en relación con ciertas variables sociodemográficas relacionadas con el delito?

Método

Se realizó un estudio ex post facto cuantitativo de nivel descriptivo. El paradigma empíricoanalítico se fundamenta en la medición, a través de instrumentos válidos y confiables, y en el análisis estadístico para comprobar o refutar las hipótesis (Anguera et al., 1995).

Participantes, procedimiento y consideraciones éticas

Participaron 1050 jóvenes infractores, seleccionados por conveniencia. Se incluyeron de manera no probabilística 855 hombres (81.4%) y 195 mujeres (18.6 %) de 14 a 19 años de edad. Los adolescentes con 19 años que se incluyeron tenían 18 años al momento de cometer el delito. Se incluyeron más hombres que mujeres porque en esta población esto es lo más frecuente. El 97.0 % de los participantes tenía entre 14 y 17 años. El 63.5% de los jóvenes tenía algún grado de educación secundaria. Los delitos cometidos por los jóvenes fueron: tráfico, fabricación o porte de estupefacientes (30.7%), hurto agravado y calificado (30.4%), receptación (16.0%), violencia intrafamiliar (13.6%), homicidio (3.2%), violencia a servidor público (1.9%), lesiones personales (1.7%), extorsión (1.4%) y acto sexual abusivo (1.0%). El 97.1% de los adolescentes tenía nacionalidad colombiana; también se incluyeron 34 (3.24%) adolescentes de nacionalidad venezolana y 7 (0.66%) de nacionalidad española.

Los instrumentos fueron aplicados entre 2018 y 2021 por psicólogos del Instituto Psicoeducativo de Colombia de forma individual a cada joven. Solo el psicólogo y el adolescente estuvieron durante la aplicación para evitar algún efecto de otra persona sobre sus respuestas. A los participantes se les informó que el procedimiento era voluntario y confidencial. El procedimiento fue avalado por el comité de ética institucional del Instituto Psicoeducativo de Colombia. Se tuvo en consideración la Ley 1090 de 2006 (código deontológico y bioético de la psicología en Colombia) y la Resolución 8430 de 1993 (normas científicas, técnicas y administrativas para la investigación en salud en Colombia). Los representantes legales de los adolescentes firmaron el consentimiento informado.

Instrumentos de medición

El Cuestionario de agresión reactiva-proactiva (Raine et al., 2006) está compuesto por 23 ítems con tres opciones de respuesta de 0 a 2 (nunca, algunas veces y frecuentemente). Está diseñado para medir la agresividad reactiva (comportamiento agresivo en respuesta a una amenaza o provocación percibida) y la agresividad proactiva (agresión premeditada y planificada, la cual se caracteriza por ser un comportamiento orientado a la consecución de un objetivo). La versión original del instrumento tiene una estructura de dos factores con buenos indicadores de bondad de ajuste (χ2 = 334; df = 229; AIC = −123; CFI = .91; NNFI = .90; IFI = .91; RMSEA = .037). También tiene adecuados valores de consistencia interna para cada factor (agresividad reactiva α = .84; agresividad proactiva α = .86) y en total (α = .90). Adicionalmente, demostró validez de constructo, de criterio, convergente y discriminante.

En la presente investigación se utilizó la versión en español de 23 ítems analizada por Andreu et al. (2009) con adolescentes españoles. Esta versión demostró adecuadas propiedades psicométricas en cuanto de validez de constructo. El modelo de dos factores mostró los mejores indicadores de bondad de ajuste (GFI = .98; AGFI = .97; RMR = .02; NFI = .96). También tubo adecuados valores de consistencia interna para cada factor (agresividad reactiva α = .84; agresividad proactiva α = .87) y en total (α = .91). Los ítems de la agresividad reactiva fueron: 1, 3, 5, 7, 8, 11, 13, 14, 16, 19 y 22. Los ítems de la agresividad proactiva fueron: 2, 4, 6, 9, 10, 12, 15, 17, 18, 20, 21 y 23.

Por otra parte se elaboró y aplicó un cuestionario ad hoc para conocer la edad, el género, la escolaridad, el lugar de origen, el tipo de delito, la reincidencia, el consumo de sustancias psicoactivas y el tipo de sustancia.

Análisis de datos

Se presentan los porcentajes y los descriptivos de las medidas de resumen del total de la muestra y agrupados por género. Se evaluó el supuesto de normalidad mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov. Luego de comprobar la distribución normal de los datos, se aplicó la prueba de diferencia de medias T de Student para comparar las medias de cada una de las clasificaciones de las variables sociodemográficas y asociadas con el delito de acuerdo con el género. Se consideraron significativos los valores de p < .05. Los datos se analizaron con el paquete estadístico para las ciencias sociales SPSS (versión 25).

Resultados

Frecuencias y porcentajes de las variables socio-demográficas y las variables asociadas con el delito

En la tabla 1 se presentan las frecuencias y los porcentajes de las variables sociode-mográficas y las variables asociadas con el delito en la totalidad de los jóvenes, clasificadas según género. El mayor porcentaje en ambos géneros tenía entre 16 y 17 años. No hubo mujeres sin escolarización, pero sí algunos hombres. En los dos géneros, el mayor porcentaje de los jóvenes tenía estudios de bachillerato. Los delitos más frecuentes en los hombres fueron el porte, tráfico o fabricación de estupefacientes y el hurto agravado calificado; mientras en que las mujeres fueron la violencia intrafamiliar y el hurto agravado calificado. Las mujeres no cometieron delitos extorsivos.

La mayoría de los hombres y las mujeres eran no reincidentes, pero los porcentajes de reincidencia en ambos géneros fueron altos (cercanos al 45%). En los dos géneros, la mayoría de los y las jóvenes reportaron consumir sustancias psicoactivas, pero el porcentaje fue mayor en los hombres. La marihuana fue la sustancia más consumida por ambos géneros. Las mujeres reportaron no consumir cocaína ni cigarrillo.

Tabla 1 Frecuencias y porcentajes para toda la muestra y clasificados según género en las variables sociodemográficas y las variables asociadas con el delito 

Nota. El policonsumo se refiere al uso (simultáneo o no) de varias sustancias psicoativas.

Medidas de resumen para la agresividad en toda la muestra y clasificadas según género en las variables sociodemográficas y las variables asociadas con el delito

La tabla 2 contiene los valores de la media y la desviación estándar de la agresividad reactiva, la agresividad proactiva y la agresividad total agrupados por variable y clasificados para la totalidad de los jóvenes y según su género. Para la totalidad de la muestra, el valor más bajo de agresividad reactiva lo tuvieron los jóvenes que cometieron homicidio (M = 13.6; DE = 5.9), mientras que el valor más alto lo tuvieron aquellos que consumían pastillas (M = 16.9; DE = 1.6). Respecto a la agresividad proactiva, el valor más bajo lo tuvieron los jóvenes que cometieron homicidio (M = 15.1; DE = 6.6), mientras que el valor más alto lo tuvieron aquellos que cometieron acto sexual abusivo (M = 18.8; DE = 2.2). En relación con la agresividad total, el valor más bajo lo tuvieron los jóvenes que consumían cigarrillo (M = 32.7; DE = 3.2) y el más alto lo tuvieron aquellos que consumían pastillas (M = 35.3; DE = 3.5).

Para los hombres, el valor más bajo de agresividad reactiva lo tuvieron los que cometieron homicidio (M = 13.2; DE = 6.2), mientras que el valor más alto lo tuvieron aquellos que consumían alcohol (M = 17.2; DE = 1.5) y cigarrillo (M = 17.2; DE = 1.7). Respecto a la agresividad proactiva, el valor más bajo lo tuvieron los jóvenes que cometieron homicidio (M = 14.7; DE = 6.9), mientras que el más alto lo tuvieron aquellos que cometieron acto sexual abusivo (M = 18.8; DE = 2.5). En relación con la agresividad total, el valor más bajo lo tuvieron los jóvenes que cometieron homicidio (M = 33.2; DE = 2.1) y los que no tenían escolaridad (M = 35.3; DE = 3.5) y el más alto lo tuvieron aquellos que cometieron acto sexual abusivo (M = 35.3; DE = 4.0).

Para las mujeres, el valor más bajo de agresividad reactiva lo tuvieron las jóvenes que consumían pastillas (M = 15.9; DE = 2.9), mientras que el más alto lo tuvieron aquellas que infligieron lesiones personales (M = 17.6; DE = .89). Respecto a la agresividad proactiva, el valor más bajo lo tuvieron las jóvenes que tenían solo estudios de primaria (M = 17.4; DE = 2.4), mientras que el más alto lo tuvieron aquellas que infligieron lesiones personales (M = 19.0; DE = 2.8).

En relación con la agresividad total, el valor más bajo lo tuvieron las jóvenes que consumían pastillas (M = 33.4; DE = 2.8), y el más alto lo tuvieron aquellas que infligieron lesiones personales (M = 36.6; DE = 2.7).

Tabla 2 Medidas de resumen para la agresividad en toda la muestra y clasificadas según género en las variables sociodemográficas y las variables asociadas con el delito 

Comparación de las medias según género en la clasificación de las variables sociodemográficas y las variables asociadas con el delito

Para determinar si existían diferencias estadísticamente significativas en las medias en las clasificaciones de las variables sociodemográficas y las variables asociadas con el delito según el género, se aplicó la prueba T de Student. Respecto a la edad, en el rango 16-17 años, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 18.3; DE = 2.1) que los hombres (M = 17.3; DE = 2.8) en la agresividad proactiva (t = -3.340 p = .001). En este mismo rango de edad, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 34.7; DE = 3.4) que los hombres (M = 33.3; DE = 3.4) en la agresividad total (t = -2.819; p = .005). En relación con la escolaridad, en el grupo de jóvenes con estudios de bachillerato, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 18.2; DE = 2.1) que los hombres (M = 17.5; DE = 2.3) en la agresividad proactiva (t = -3.628 p = .000). En el mismo nivel de escolaridad, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 34.5; DE = 3.3) que los hombres (M = 33.6; DE = 3.5) en la agresividad total (t = -2.680; p = .008).

Al comparar las medias en relación con el delito, en el hurto agravado calificado las mujeres tuvieron valores más altos (M = 18.6; DE = 2.0) que los hombres (M = 17.3; DE = 2.4) en la agresividad proactiva (t = -3.425 p = .000). En este mismo delito, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 34.7; DE = 3.1) que los hombres (M = 33.5; DE = 3.7) en la agresividad total (t = -2.192; p = .029). Esta fue la única diferencia estadísticamente significativa al comparar los valores de la media en la agresividad entre hombres y mujeres de acuerdo con el tipo de delito. En los casos en que no hubo reincidencia, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 18.2; DE = 2,1) que los hombres (M = 17.4; DE = 2.9) en la agresividad proactiva (t = -2.832 p = .005). En estos mismos casos, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 34.6; DE = 3.3) que los hombres (M = 33.7; DE = 3.5) en la agresividad total (t = -2.387; p = .017). En los casos en que hubo reincidencia, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas al comparar los valores de la media en la agresividad entre hombres y mujeres.

Al comparar las medias en relación con el consumo de sustancias psicoactivas, en aquellos casos en los que sí había consumo, las mujeres tuvieron valores más altos (M = 18.2; DE = 2,1) que los hombres (M = 17.5; DE = 2.4) en la agresividad proactiva (t = -2.930 p = .003). En relación con el tipo de sustancia consumida, solo se encontraron diferencias estadísticamente significativas en los adolescentes que consumían marihuana. Las mujeres tuvieron valores más altos (M = 18.2; DE = 2.2) que los hombres (M = 17.5; DE = 2.3) en la agresividad proactiva (t = -2.825 p = .005).

Discusión

El principal hallazgo de este estudio sobre agresividad y variables asociadas en jóvenes infractores en Colombia fueron, en general, los mayores valores de agresividad proactiva y agresividad total en las mujeres comparadas con los hombres. Además, es necesario resaltar los altos valores de la media para la agresividad reactiva, proactiva y total en toda la muestra. Incluso los valores más bajos para las medias de la agresividad en el presente estudio estuvieron por encima de las medias reportadas para adolescentes en otros estudios (Colins, 2016; Raine et al., 2006; Andreu et al., 2009). Sin embargo, estas comparaciones deben ser interpretadas con precaución, puesto que el Cuestionario de agresión reactiva-proactiva no tiene adaptación, estandarización, ni análisis psicométricos en Colombia.

Por ejemplo, la investigación de Andreu et al. (2009) con adolescentes españoles escolarizados de 12 a 17 años reportó una media de 9.01 y una desviación de 4.33 para la agresividad reactiva; mientras una media de 4.08 y una desviación estándar de 4.89 para la agresividad proactiva. La media de la agresividad reactiva de los jóvenes infractores en Colombia está una desviación estándar por encima de la media de los adolescentes españoles. Y la media de la agresividad proactiva de los infractores está 2.5 desviaciones estándar por encima de los jóvenes españoles. Incluso al comparar los valores de las medias con población joven de alto riesgo, las de los jóvenes infractores en Colombia siguen siendo superiores.

Por su parte, la investigación de Raine et al. (2006) reportó una media de 7.14 y una desviación de 4.18 para la agresividad reactiva, una media de 2.79 y una desviación estándar de 3.47 para la agresividad proactiva y una media de 9.93 y una desviación estándar de 6.97 para la agresividad total. El valor más bajo de agresividad total en la muestra de infractores en Colombia está más de tres desviaciones por encima del valor reportado en los adolescentes encarcelados de alto riesgo (Colins, 2016).

Estos altos valores en la agresividad indican que estos jóvenes infractores no tienen suficiente autorregulación conductual y emocional, y esta desregulación temperamental hace que se enojen con facilidad. La agresividad en general en los adolescentes está relacionada con baja empatía cognitiva y afectiva (Euler et al., 2017) y con las expectativas sobre los resultados del comportamiento agresivo. Los jóvenes tienden a esperar más resultados positivos y menos negativos cuando actúan agresivamente. Slaby y Guerra (1988) encontraron que los adolescentes encarcelados anticipaban menos consecuencias por la agresión ante problemas interpersonales. También reportaron que era más probable que estos jóvenes creyeran que la agresión conducía a resultados positivos y no a negativos. Smithmyer et al. (2000) comprobaron, en jóvenes delincuentes, que esta expectativa de los resultados ante la agresión es un fenómeno propio de la agresividad proactiva y no de la reactiva.

En la presente investigación, las medias de la agresividad proactiva en toda la muestra fueron más altas al compararlas con la reactiva. La agresividad proactiva ha mostrado una asociación moderada con la delincuencia, la baja conducta prosocial, la baja preferencia social y una asociación fuerte con el rechazo de los compañeros (Card & Little, 2006). En jóvenes encarcelados, aquellos con mayor puntuación en agresión proactiva tenían más probabilidades de ser clasificados en el grupo de rasgos callosos-no emocionales, clasificación que designa un subgrupo de jóvenes antisociales con riesgo de problemas de conducta graves, agresivos y estables (Kimonis et al., 2014).

Se ha encontrado en jóvenes encarcelados una relación entre la agresividad instrumental (proactiva), la disminución de la culpa y el remordimiento y la psicopatía (Loper et al., 2001). Los altos niveles de agresividad reactiva sugieren que estos jóvenes interpretan las provocaciones ambiguas de los demás como hostiles y tienden a responder agresivamente; además, manifiestan más déficits en la resolución de problemas en situaciones sociales difíciles (Vitaro et al., 2002). La agresión reactiva se asocia con un peor ajuste psicosocial, problemas internalizantes (ansiedad, depresión, retraimiento social y problemas físicos o somáticos), desregulación emocional, trastorno por déficit de atención/ hiperactividad, delincuencia, baja conducta prosocial, baja preferencia social y rechazo de los compañeros (Card & Little, 2006).

En general, las puntuaciones de las mujeres fueron más altas que las de los hombres en la agresividad reactiva, proactiva y total. Pero solo se encontraron diferencias estadísticamente significativas en algunas clasificaciones de las variables sociodemográficas y asociadas con el delito. De las 24 comparaciones por género que se realizaron, solo se hallaron diferencias estadísticamente significativas en seis: edad (16-17 años), escolaridad (estudios de bachillerato), tipo de delito (hurto agravado calificado), reincidencia (no reincidentes), consumo (sí consumían) y tipo de sustancia (marihuana). Este grupo particular de mujeres tuvo puntuaciones mayores en agresividad proactiva y total en comparación con los hombres de las mismas características.

De tal forma que sí existen diferencias por género en la agresividad proactiva y la total entre jóvenes infractores privados de la libertad en centros de internamiento preventivo o detenidos en centros transitorios. Este hallazgo no coincide con el estudio de Loper et al. (2001), en el que no encontraron diferencias de género relativos a la agresividad instrumental (proactiva) en adolescentes encarcelados. Tampoco con la investigación de Euler et al. (2017) en la que reportaron que las adolescentes de instituciones de justicia juvenil tenían puntuaciones significativamente más bajas en agresión proactiva que los hombres, y en la que no encontraron diferencias de género ni para la agresión reactiva, ni para la agresión total. Sí existen estudios que han encontrado más agresividad en las mujeres adolescentes delincuentes encarceladas, pero estos han sido sobre agresión verbal, rabia y hostilidad (Jurczyk & Lalak, 2020), agresividad relacional o interpersonal hacia las madres (Taylor & Borduin, 2014) o violencia hacia la familia o el personal de la institución donde estaban detenidas (Trulson et al., 2005).

Además de las comparaciones cuantitativas mediante pruebas estadísticas, es importante analizar la agresividad en cada género de acuerdo con sus particularidades so-ciodemográficas y delictivas. Respecto a la edad, los hombres tuvieron medias prácticamente iguales en los tres rangos de edad para la agresividad reactiva, proactiva y total. En las mujeres, el rango de mayor edad (16-17) tuvo puntuaciones más altas que el rango de menor edad (14-15) en la agresividad proactiva y total, pero no en la agresividad reactiva. Como lo señala Vitaro et al. (2006), debido a la ausencia de estudios longitudinales, resulta difícil establecer cuál es el curso del desarrollo de la agresividad proactiva y reactiva. Sin embargo, conjeturan que la agresión proactiva, cuando es elevada, podría mantenerse e incluso aumentar durante la adolescencia en algunos grupos; esto como efecto de ciertas condiciones familiares y de los compañeros que podrían favorecer el uso de esta forma de agresión como estrategia para resolver conflictos y acceder a recursos. Estas condiciones podrían llevar la agresión hacia comportamientos delincuenciales (Brendgen et al., 2001). Sin embargo, estos estudios longitudinales no se han realizado con adolescentes infractores.

Entre los 16 y los 17 años es más probable que inicie el consumo de sustancias psicoactivas en mujeres en Colombia (Ministerio de Justicia y del Derecho y Observatorio de Drogas de Colombia, 2019). El consumo de marihuana fue el más frecuente entre las mujeres. Hay evidencia de que el consumo de marihuana en jóvenes está asociado con la violencia física. Los consumidores de cannabis pueden ser más condescendientes con las conductas delictivas, tener mayores comportamientos de toma de riesgos y una mayor inclinación a consumir otras sustancias que se asocian con la violencia (Dellazizzo et al., 2020; Jiménez et al., 2016). Sin embargo, los hombres también mostraron una alta frecuencia de consumo de marihuana, pero menor que el de las mujeres. En adolescentes hombres encarcelados se ha reportado un vínculo entre la agresividad reactiva y proactiva y el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas (Colins, 2016). El comportamiento de los compañeros (pares) es uno de los predictores próximos más fuertes del consumo de sustancias por parte de los adolescentes (Bierman, 2004). La agresión proactiva está asociada a la delincuencia entre pares y con un mayor riesgo de iniciación en el consumo de cigarrillo y marihuana en adolescentes (Fite et al., 2012). En jóvenes encarcelados, el consumo de marihuana se ha asociado con la agresividad proactiva (Fite et al., 2021).

En relación con el delito, las medias de la agresividad reactiva en los hombres fueron relativamente similares, salvo por la puntuación asociada con el homicidio, que fue la más baja de todas las clasificaciones para este género. Respecto a la agresividad proactiva, también en los hombres, resaltan los valores para el acto sexual abusivo y la violencia contra servidor público (por ser más altas que las demás) y el valor asociado con el homicidio (nuevamente, por ser más bajo que los demás). Para las mujeres, las medias de la agresividad reactiva también fueron relativamente similares, salvo por la puntuación asociada con las lesiones personales, que fue la más alta de todas las clasificaciones para este género. Respecto a la agresividad proactiva, igualmente la puntuación de las lesiones personales fue la más alta en esta clasificación (por delito) y en todas las demás.

En los modelos de procesamiento de información social, la agresión reactiva se relaciona positivamente con los sesgos atribucionales hostiles y con la resolución agresiva de problemas sociales en los adolescentes. La agresividad proactiva se caracteriza por la tendencia a priorizar los objetivos instrumentales sobre los sociales (McAuliffe et al., 2006). Ciertamente, los tipos de delito que cometieron los adolescentes no difieren notablemente en cuando a frecuencias, pero muy probablemente sí en cuanto a motivaciones y a correlatos psicológicos. Como se mencionó, solo se encontraron diferencias estadísticamente significativas en el hurto calificado agravado, pero las diferencias (no estadísticas) entre hombres y mujeres en otros delitos resultan importantes para comprender esas motivaciones y correlatos. ¿Por qué, por ejemplo, las puntuaciones de agresividad en las mujeres que cometieron delitos de lesiones personales fueron las más altas para ese género? ¿Qué motiva a una adolescente a agredir físicamente a otra persona? ¿Por qué los hombres tuvieron las puntuaciones más bajas en el delito de homicidio y más altas en la violencia a servidor público?

Claramente, las respuestas a estas preguntas están por fuera del alcance de este estudio. Sin embargo, no puede desestimarse a la agresividad como un factor asociado con estos comportamientos delictivos, bien como causa o bien como correlato. Las mujeres adolescentes podrían agredir físicamente a otras personas por diversas razones, como: retaliación, búsqueda de estatus ante un grupo, reforzar su identidad, incapacidad para resolver un conflicto, robo, intimidación, efectos de consumo de sustancias psicoactivas, respuesta a una provocación, defensa propia, para afrontar emociones negativas o sencillamente por placer (Ness, 2010; Resko et al., 2016). Estas causas involucran tanto la agresividad reactiva como la proactiva. Y aunque coexistan otros factores psicológicos que predispongan o desencadenen la violencia física asociada con las lesiones personales, lo cierto es que la agresividad no puede desestimarse en las mujeres adolescentes como un factor crítico para comprender las causas del comportamiento delictivo. Los valores de la agresividad reactiva, proactiva y total en mujeres adolescentes que causaron lesiones personales fueron los más altos, tanto al compararlos con las demás clasificaciones en el mismo género como frente a los hombres.

Resulta llamativo que los casos de violencia intrafamiliar en las mujeres adolescentes en este estudio casi tripliquen los casos de los hombres. La violencia intrafamiliar es tanto una causa como una consecuencia de la agresión. Esta forma de violencia contra los familiares fue la tercera contravención más frecuente en toda la muestra y la primera en las mujeres. Las familias con bajo nivel socioeconómico son más vulnerables a problemáticas de consumo de sustancias y de salud mental en los padres, abuso sexual, maltrato físico y psicológico, excesivo control parental y otras condiciones que llevar a las adolescentes a tener comportamientos agresivos hacia sus familiares (Resko et al., 2016). También es cierto que la violencia contra los familiares puede no ser motivada ni justificada. Sin embargo, las condiciones socioeconómicas y culturales del país hacen pensar que lo más probable es la violencia intrafamiliar se asocie con alguna de las razones anteriormente mencionadas. Es igualmente probable que alguno de estos factores haya estado presente desde que las adolescentes eran niñas y que ello haya sido causa de su comportamiento delictivo actual (Schaffner, 2007).

Conocer las diferencias de género en la agresividad en adolescentes que están en conflicto con la ley es un paso esencial para una promoción e intervención más efectivas (Prodeni, 2006). Como lo demuestra la conformación de la muestra de la presente investigación, 8 de cada 10 adolescentes que han contravenido la ley son hombres. Así que, sin duda, el género es una variable clave asociada con el comportamiento delictivo. Por supuesto, el género es una construcción compleja que está travesada por factores individuales (biológicos), familiares, sociales y culturales. La agresividad es un factor que no puede desestimarse como causa o correlato del comportamiento delictivo y debe entenderse en una perspectiva de género.

Por ser un estudio descriptivo su alcance es más limitado que otro tipo de estudios. Pero la investigación sobre diferencias de género en la agresividad en adolescentes infractores es un área que no se ha explorado en Colombia. En realidad, en el país existen muy pocos estudios con esta población (Acosta et al., 2021; Arango et al., 2017; Mayorga Sierra et al., 2020a, 2020b; Mojica & Moreno, 2014; Olivera-La Rosa et al., 2021; Restrepo et al., 2021; Sanabria & Uribe, 2009, 2010; Silva-Nova, 2011) y ninguno ha analizado las diferencias de género. Tampoco ninguno tuvo un tamaño muestral como el de la presente investigación. De tal forma que este estudio debe considerarse exploratorio. Aún así, sus hallazgos son oportunos y pertinentes tanto para futuras investigaciones en el área, como para la estructuración de programas y políticas de promoción, prevención o intervención del comportamiento delictivo en adolescentes.

Quedan tres conclusiones: 1) los muy altos niveles de agresividad proactiva, reactiva y total en los adolescentes infractores; 2) sí existen diferencias en la agresividad proactiva y agresividad total en las mujeres comparadas con los hombres; y 3) la agresividad varía de acuerdo con ciertas variables sociodemográficas y asociadas con el delito.

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*El estudio se realizó en el marco de ejecución del proyecto «Evaluación multifuente de problemas emocionales, problemas conductuales, problemas en las funciones ejecutivas, problemas contextuales y recursos personales de un grupo de adolescentes en conflicto con la ley del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) y de su asociación con variables sociales, familiares y personales», desarrollado entre el Tecnológico de Antioquia y el Instituto Psicoeducativo de Colombia entre 2021 y 2022. Área: psicología. Subárea: psicología.

Para citar este artículo: Restrepo, J. E., & Acosta-Tobón, S. A. (2023). Diferencias de género en la agresividad en jóvenes infractores en Medellín, Colombia. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 21(2), 1-25. https://dx.doi.org/10.11600/rlcsnj.21.2.5485

Recibido: 22 de Abril de 2022; Aprobado: 16 de Octubre de 2022

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