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Revista Ciencias de la Salud

versão impressa ISSN 1692-7273versão On-line ISSN 2145-4507

Rev. Cienc. Salud v.5 n.2 Bogotá maio/ago. 2007

 

Sin ciencia no hay futuro

Without Science there is not Future

Eduardo Posada, Ph.D.*

* Conciliario Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Presidente Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia, e-mail: presencia@acac.org.co


La medicina ha desempeñado un papel pionero en el desarrollo científico de nuestro país y, sin duda, seguirá haciéndolo en el siglo XXI.

En ese contexto es pertinente mencionar que desde comienzos de los años setenta, con la fundación de Colciencias como fondo adscrito al Ministerio de Educación, el Estado colombiano empezó a dar un espacio a la ciencia y a la tecnología. Sin embargo, el tema no ha sido una verdadera prioridad para ninguno de los gobiernos de los últimos treinta años.

La sanción por parte del presidente Barco de la Ley 29 de 1990, hoy llamada de Ciencia y Tecnología, la de sus decretos reglamentarios por el presidente Gaviria en 1991, la inclusión en la Constitución de los artículos relativos al desarrollo científico y tecnológico, la convocatoria de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo por este mismo mandatario, la inclusión de muchas de las recomendaciones de dicha Misión en el Plan de Desarrollo del gobierno Samper y el establecimiento de estímulos tributarios para el sector constituyen algunos de los hechos que, en algún momento, despertaron grandes ilusiones. A raíz de lo anterior, muchos de nosotros pensamos que el país había entendido el mensaje y que por fin la ciencia y la tecnología habían entrado a formar parte de la canasta familiar, como lo había querido Gabriel García Márquez en sus propuestas para la Misión en 1994.

Sin embargo, la no inclusión de mecanismos financieros en la Ley 29, el incumplimiento de las metas del Plan de Desarrollo mencionado, la drástica reducción del presupuesto de Conciencias en la última década, que hoy solo le permite financiar un 15% de los proyectos que recibe, y la poca importancia que se le ha dado a esa entidad por parte del Estado hacen parte del paquete de decepciones que, finalmente, han sido más graves que los sueños que en un momento alcanzamos a concebir.

Formulo el recuento anterior con la autoridad que me dan treinta años de vinculación con estos temas y de lucha por lograr que Colombia recorra con el éxito que merece el camino hacia un desarrollo armonioso y durable. Lo hago con el propósito de demostrar que el país no ha tenido una política en el campo de la ciencia y la tecnología que trascienda los gobiernos de turno y que garantice la estabilidad que este tipo de labores necesita. En el transcurrir los años hemos estado sometidos a la voluntad de los ministros de Hacienda y jefes de Planeación de turno y del nivel de precisión, en general muy bajo, con que ellos conocen estos temas. Es increíble que economistas de muy alto nivel, con formación doctoral en universidades del mayor prestigio, no tengan conciencia del papel que el conocimiento ha desempeñado en la construcción de la sociedad contemporánea y del éxito alcanzado por los países que lo han incluido en sus políticas de desarrollo.

Hoy, nuevamente, se abre una luz de esperanza gracias a la urgencia de una modernización acelerada del sector productivo nacional para poder afrontar con éxito los tratados de libre comercio que el país se apresta a firmar. Ante ese hecho irreversible, diversos sectores del Congreso, del Gobierno y de la industria han manifestado claramente su preocupación por estos temas y la necesidad de tomar medidas al respecto. Gracias a ello, el plan de desarrollo para este cuatrienio propone duplicar el presupuesto de Colciencias a partir de 2008, lo cual lo volverá a colocar al mismo nivel que el de 1996. Adicionalmente, el plan 2019, en su capítulo relacionado con ciencia y tecnología, hace una serie de planteamientos interesantes, desafortunadamente poco audaces en las metas propuestas, que en la mayoría de los casos se sitúan por debajo de las que proponía la Misión de Ciencia Educación y Desarrollo en 1994 y que, naturalmente, no se alcanzaron.

Un país que quiera ser realmente competitivo en un mundo que avanza vertiginosamente, también debe saber tomar decisiones audaces y de corto plazo como lo han hecho otras naciones, especialmente del Sudeste Asiático, pero también en alguna medida de nuestro continente. No podemos contentarnos con proyecciones lineales en inversión, en formación de investigadores, en fortalecimiento de nuestra infraestructura investigativa si queremos que Colombia entre a corto plazo en un proceso rápido de desarrollo económico y social.

El subdesarrollo, más que un problema económico, es un problema cultural y educativo en todos los niveles. Por eso mismo, la toma de decisiones tiene que ver más con situaciones coyunturales que con estrategias de mediano y largo plazo. En los países industrializados y en los de reciente industrialización, la ciencia y la tecnología están en el centro del debate como factores estratégicos del desarrollo económico; en el nuestro son simplemente temas accesorios que, a duras penas, se mencionan para dar contentillo a unos pocos científicos excéntricos

A pesar de lo anterior, más como fruto de iniciativas individuales que de políticas gubernamentales, Colombia ha empezado a desarrollar una capacidad importante para generar conocimiento. Prueba de ello son los mil ochocientos grupos de investigación y los más de cien centros registrados por Colciencias que conforman el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología y el Sistema Nacional de Innovación. La mayoría de esas entidades son de una gran fragilidad y pueden desmoronarse en un abrir y cerrar de ojos, como fue el caso de las que mencionamos atrás. Sobra decir que una prioridad del presente Gobierno debe ser evitar que eso ocurra, estableciendo las estrategias adecuadas para garantizar su consolidación.

En este contexto, la participación de los empresarios es de vital importancia, como lo ha sido en los países de reciente industrialización. No debemos olvidar que en los países avanzados, más del 70% de la inversión en investigación y desarrollo la hace la industria, mientras en el nuestro la cifra no pasa de un 20%.

Sin ese apoyo, al igual que el de una universidad abierta y una comunidad científica comprometida que trabajen en la formación de las nuevas generaciones y que participen activamente en la elaboración de planes que trasciendan los intereses particulares, es muy difícil pensar en construir una Colombia grande y equitativa.

Afortunadamente, gracias al interés antes mencionado, hoy existen propuestas concretas para reformar la legislación existente y así fortalecer la posición institucional de la ciencia y la tecnología creando un Ministerio responsable del tema y para establecer mecanismos financieros audaces que garanticen una financiación suficiente y de largo plazo para el área. Dichas propuestas han surgido de la actividad del llamado Foro Maloka, en el cual han participado representantes del Congreso, del Gobierno y del sector académico y constituyen el punto de partida de un proceso a cuyo éxito todos debemos contribuir.

Me he permitido hacer estas reflexiones para pedir a todos ustedes su apoyo sobre un tema que considero fundamental y que requiere de la participación activa de toda la sociedad colombiana.

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