José Rafael Tovar Cuevas MSc., PhD.¹

¹ Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia

No cabe duda que uno de los procesos más complejos e interesantes dentro del mundo científico es la medición. Cuando medimos, conseguimos colocar en un plano simple a nuestra percepción, las características propias de un evento o aspecto de la naturaleza que queremos conocer. En ciencias exactas, el proceso de medición generalmente es realizado utilizando instrumentos y aparatos que consiguen, con un nivel de precisión establecido a priori, expresar con valores numéricos la presencia de ciertas características en individuos o elementos susceptibles de ser medidos. Otro caso bien diferente ocurre cuando el interés se centra en medir aspectos como la sensación de dolor, la ansiedad, el interés por una carrera, el grado de discapacidad, etcétera, que son características presentes en los individuos, imposibles de ser directamente observadas o cuantificadas a través de aparatos o sistemas de medida. Tales características representadas por variables latentes como les llamamos los estadísticos, han obligado a la comunidad científica, a construir métodos y procedimientos específicos que les permitan aproximarse a una cuantificación de su grado de presentación en el individuo, soportándose en algunas teorías como la clásica de la medida (TCM), la de la generalizabilidad (TG) y la de respuesta al ítem (TRI), siendo la TCM la más desarrollada y frecuentemente utilizada. Generalmente, el proceso completo de elaboración de preguntas (afirmaciones) o su traducción y todos los procedimientos necesarios para que el instrumento de medición pueda ser aceptado por la comunidad científica como un medio confiable para obtener la expresión de la característica de interés en las personas, se denomina validación del instrumento, proceso que termina con la evaluación psicométrica de los resultados obtenidos después de aplicar el test a un conjunto de individuos seleccionados como muestra de validación.

Cuando recién comencé a interesarme con el tema de la medición de variables no observables, asociaba que el mismo es un problema propio de investigadores y académicos de la psicología y la psiquiatría, sin embargo, diez años después con sorpresa "descubrí" que profesionales de las áreas de rehabilitación como la terapia ocupacional y la fisioterapia no pocas veces se enfrentan al mismo problema. Precisamente, en este número de la revista, se publican dos artículos en los que se validan instrumentos tipo test, uno para evaluar el desarrollo de la coordinación en niños con edades entre los seis y los doce años y otro para evaluar grado de discapacidad en adultos con lesión medular crónica, en ambos casos el proceso de construcción y validación del instrumento es realizado por profesionales de fisioterapia y en ninguno de los dos participan psicólogos ni psiquiatras. Si el profesional de la salud no consigue aproximar el grado de discapacidad de un individuo con daño medular, será imposible para él, establecer el tipo y las condiciones de tratamiento que el paciente debe tener, en miras a ayudarle a mejorar sus condiciones de vida, algo similar ocurre con los niños que tienen algún déficit cognitivo y es necesario ofrecerles herramientas y condiciones para que tengan una mejor adaptación dentro del mundo productivo. Estos dos ejemplos, además de innumerables que podemos encontrar en la literatura, permiten evidenciar lo importante que es construir instrumentos que nos permitan aproximar de manera confiable y segura, la presencia de condiciones humanas no directamente observables o cuantificables, relacionadas con la salud de las personas.

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