SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.12 issue1Economic sustainability of the retirement system in ColombiaMaternity leave in comparative Law author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Justicia Juris

Print version ISSN 1692-8571

Justicia Juris vol.12 no.1 Barranquilla Jan./June 2016

https://doi.org/10.15665/rj.v12i1.890 

Prensa y violencia. El deber y el conservatismo en Santander (1930-1946)

Press and violence. The Duty and the conservatism in Santander (1930-1946)

ÁLVARO ACEVEDO TARAZONA1
JULIANA VILLABONA ARDILA2

1 Posdoctorado en Ciencias de la Educación. Profesor titular de la Universidad Industrial de Santander. Director del grupo de investigación Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico-Educativas. tarazona20@gmail.com Universidad Industrial de Santander -departamento de Historia. Ciudad Universitaria, Carrera. 27, Calle 9, Bucaramanga-Colombia.
2 Historiadora y Archivista. Miembro del grupo de investigación Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico-Educativas de la Universidad Industrial de Santander. villabonardila@hotmail.com

Para citar este artículo: Acevedo Tarazona, A y Villabona Ardila, J (2016) Prensa y violencia. El deber y el conservatismo en Santander (1930-1946). Justicia Juris, 12(1), 86-99. DOI: http://dx.doi.org/10.15665/rj.v12i1.890

DOI: http://dx.doi.org/10.15665/rj.v12i1.890

Recibido: Diciembre 27 de 2015 Aceptado: Marzo 15 de 2016


RESUMEN

Los periódicos han sido determinantes en el comportamiento político de los ciudadanos. En particular, tanto la prensa liberal como la conservadora han asumido una posición difusora de sus ideas durante toda la historia de Colombia. Este trabajo profundiza la exclusión, discriminación e incluso la incitación a la violencia que llevó a cabo la prensa durante el periodo de la República Liberal (1930-1946) en el Departamento de Santander. Recurriendo a su poder a través del lenguaje, ésta influyó en el devenir político tanto de la región como del país. El presente artículo es un trabajo que analiza el tratamiento que otorgó el periódico bumangués El Deber a la violencia política que se escenificó en diferentes regiones del país en la primera mitad del siglo XX. De aquí se infieren los antecedentes de la situación de violencia y división de partidos que se acentuó a partir 1948.

Palabras Clave: Prensa, orientación política, sociabilidades, opinión pública, violencia.


ABSTRACT

Newspapers have been determinant of political behavior of citizens. In particular, both liberal and conservative press have taken a position diffusing his ideas throughout the history of Colombia. This work deepens the exclusion, discrimination and even incitement to violence that took place the press, during the Liberal Republic (1930-1946) in Santander, abusing its power through language influenced the political future both the region and the country. This article aims to analyze the role of the newspaper The Duty to political violence that was staged in different parts of the country in the first half of the twentieth century. From here, it is inferred the background of the situation of violence and parties ’ division which was intensified from 1948.

Key words: Press, political orientation, sociabilities, public opinion, violence.


Introducción

El Deber, diario editado en Bucaramanga, capital del departamento de Santander, otorgó un tratamiento especial a la violencia política. Este medio de comunicación, generó opinión pública cuya nota distintiva sería detractar al partido opositor y a quienes lo representaban en una lucha que terminó siendo a muerte. No sólo en esa tesitura se ubicó este medio de comunicación. Aunado a ello, hizo un llamado constante a la población a participar en la vida política local por medio del voto, politizando la sociedad y educando a la población en cuanto a la ideología de la que era portavoz. En su afán por denunciar el peligro que se cernía en el país, dedicó amplios espacios para la redacción de artículos de opinión, editoriales o numerosos reportajes buscando explicar las causas y efectos perniciosos provocados por los gobiernos liberales en el poder. Este no fue un caso aislado. Los diarios de circulación nacional o regional con su guerra informativa generaron en el imaginario colectivo la creencia de que existía una amenaza para el país, un enemigo interno, un partido opositor dispuesto a todo. El lenguaje que en un primer momento había sido de tono conciliador se volvió incendiario, a la par que los hechos de violencia aumentaban.

Debido a la excepcional tradición bipartidista del país, la parcialización excesiva hizo del periodismo colombiano uno de los más proclives a la confrontación política en el contexto latinoamericano. Los diarios publicaban los principales discursos de sus dirigentes, reproducían las más destacadas intervenciones en las corporaciones públicas, difundían las determinaciones de sus directorios, divulgaban los debates y los enfrentamientos que ocupaban la atención de los partidos. "La vida política discurría en sus páginas, palmo a palmo, evento tras evento" (Perea Restrepo, 1996, p. 26). Así pues, la consideración del papel desempeñado por este medio en dichas disputas es de particular interés para la adecuada comprensión del acontecer político del periodo en estudio. Dicho propósito, en este artículo, se hace mediante el estudio de caso de una experiencia periodística propia del ámbito regional a través del periódico conservador El Deber de Bucaramanga.

Ahora bien, para entender el rol de los medios noticiosos y sus mensajes se debe prestar atención a las estructuras y estrategias de estos discursos, pero también a las formas en que se relacionan, por una parte, con los arreglos institucionales y, por otra, con la audiencia. Los patrones de tópicos o citas en las noticias pueden expresar modos de acceso al medio noticioso --de varias fuentes o actores de las noticias- en los que contenido y forma de un encabezado en la prensa puede influenciar sutilmente en la interpretación y, de contera, en los efectos persuasivos de los reportes noticiosos entre los lectores (Meersohn, 2005, p. 301). Así mismo, los actos negativos de los otros pueden ser enfatizados con hipérboles y descripciones concretas y detalladas o con advertencias y escenarios condenatorios que produzcan miedo.

Como bien lo explica César Augusto Ayala Diago, en la producción de un determinado texto (un editorial, una caricatura o una noticia), lo mismo que el procesamiento que de él hace el lector, existen implicaciones (suposiciones, presuposiciones, sugestiones y asociaciones) que se activan de inmediato, y son estas las que permiten la comprensión de lo que se dice. Además, el control del discurso por parte de las élites implica también un control de la población a través del lenguaje. Así, metafóricamente y parafraseando a Ayala Diago, es posible decir que el periódico, para la época que corresponde a este análisis, se comporta como una maquinaria de combate destinada a excluir al adversario político" (Ayala Diago, 2008, p. 59).

Este tipo de enfoque enriquece y amplia otras estrategias de interpretación como la historia cultural de la política, en el cual las indagaciones a profundidad de los contenidos, aparte de las dinámicas tradicionales del Estado y los partidos políticos de prensa, permiten una comprensión de los fenómenos políticos de una sociedad. Entre las perspectivas contempladas para la renovación de la historia política, el aspecto cultural ha sido uno de los más destacados. Precisamente, una de las rutas de investigación en las que más se ha recurrido a dicho enfoque han sido las investigaciones sobre la prensa y la opinión pública, dirigida no sólo a la historia política tradicional sino a la historia cultural y a las teorías comunicativas.

2. El periodismo en Colombia y América Latina a comienzos del Siglo XX

En el panorama de los acontecimientos de mayor impacto para la configuración moderna de los periódicos resulta ineludible la referencia a la I Guerra Mundial (1914-1918). Entre las mas importantes innovaciones resultantes del desarrollo de este enfrentamiento se encuentran: el apogeo de la publicidad, la inclusión de la fotografía y una orientación más propagandística mas política de la prensa escrito. Elementos que se expandieron en todo el mundo tras el fin del conflicto y se mantuvieron vigentes de hasta 1945 (Vásquez, 2000). En este proceso se consolidaría de forma progresiva el periódico como el primer medio masivo de comunicación, con las consecuentes repercusiones de ello en los aspectos materiales de su forma y el carácter de fondo de sus contenidos.

Ya en cada país los periódicos tuvieron ciertos rasgos peculiares a destacar. En el México de este periodo, por ejemplo, las experiencias de la prensa escrita se vieron determinadas por las tensiones surgidas con el fin del extenso mandato de Porfirio Díaz y los inicios de la revolución en 1910, serio obstáculo en la consolidación de iniciativas de largo aliento y una pausa en la evolución periodística. A su vez, los periódicos andinos experimentaron las ambiguas repercusiones del ascenso al poder en sus respectivos países de personajes de corte autoritario como Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (Venezuela), Eloy Alfaro (Ecuador), Sánchez Cerro y Odría (Perú). Una combinación de limitantes en la libertad de prensa con incentivos para la expansión de los circuitos de circulación. En contraste, los periódicos del cono sur (Argentina, Chile y Uruguay) alcanzaron durante este periodo una referencia destacada, gracias a la calidad de sus contenidos y formatos de presentación estilizados, vinculados con el posicionamiento cultural que por entonces tenían Buenos Aires, Montevideo y Santiago (Altamirano, 2010).

Debido en parte al aumento de la población y a la irrupción de la cuestión social que en todo el continente se venía gestando, los partidos políticos buscaron nuevas formas de comunicación para captar adeptos, lo cual haría de la prensa la estrategia más precisa para lograr dicho fin. En Colombia desde las regiones se trabajó intensamente en el control de la ideología partidista; así nació un gran número de periódicos de dirigentes regionales para apoyar a sus líderes políticos. En este sentido, la prensa y la nueva generación de líderes no abandonaron la filiación política, sino que se erigieron como defensas y baluartes de sus respectivas colectividades. Cada periódico, por pequeño que fuese, se constituía en el termómetro político de una determinada área de influencia (Acevedo y Villafrade, 2013).

La relación con la prensa y el accionar político fue el eje transversal que caracterizó a toda esta generación de líderes locales y nacionales, los cuales fundaron periódicos, escribieron desde sus editoriales, combatieron y defendieron postulados, hicieron llamados a la acción y generaron opinión.

La prensa por su mismo carácter permitía la realización de todas estas manifestaciones, siendo este el medio por excelencia para congregar a los ciudadanos en torno a postulados políticos: "Los publicistas de esta época participaban de la pasión por modelar la sociedad, por materializar ideales de comunidad política, los cuales debían ser enunciados, defendidos y practicados" (Vanegas 2010, 263-262). La labor de los directores de periódico y de los publicistas era clara: orientar la opinión. (Martínez 1940, 18 de dic.).

En Colombia, la función de la prensa para promover la educación ciudadana estuvo dada por la difusión de la sociabilidad partidista, de la que el periódico hacía parte, y los llamados a la acción que a través del mismo se emitían a los ciudadanos y copartidarios, especialmente desde sus editoriales. Estos llamados iban cargados de una historia de odios y rencores, que la prensa no solo transmitió, sino que además avivó. La tinta roja corrió por la prensa haciendo más latentes las divisiones partidistas, designándole el rol de enemigo político a quien no compartía las mismas identidades.

Uno de los rasgos más importantes de los periódicos colombianos de este mismo contexto era su gran descentralización regional. No era muy común encontrar en los países de América Latina tantos periódicos consolidados e influyentes fuera de la ciudad capital y a lo largo de zonas periféricas tan diversas entre sí como Medellín, Barranquilla, Cartagena, Pereira, Cali, Pasto, Bucaramanga, Cúcuta, Popayán, Ibagué y Manizales, por mencionar los casos más representativos (Vanegas, 2010, p. 43). De este modo el periodismo colombiano de primera mitad del siglo XX se definió por el sabor provinciano de sus contenidos y las visiones un tanto limitadas del mundo exterior. Otro de sus rasgos sobresalientes fue la marcada filiación partidista. No resulta casual que en los registros del catálogo de la Biblioteca Nacional se contabilicen 2.708 publicaciones de todo el país para este periodo. La mayoría de ellas de formato pequeño, circulación local y vida efímera (Vanegas, 2010, p. 223).

Otro rasgo importante de la relación prensa-política fue la carrera política que desarrollaron varios de los líderes. La carrera política se iniciaba allí y solo podía surgir por este medio. Importantes líderes nacionales pasaron de fundar y dirigir periódicos a ejercer la presidencia y de ésta al mundo de las letras. La tradición se remontaba a Rafael Núñez quien dejó la dirección de El Porvenir para ocupar la presidencia hasta Eduardo Santos, quien pasó de El Tiempo al Palacio de Gobierno ("De la Bagatela..." 1940, 11 de dic.). En este mismo sentido, Juan Cristóbal Martínez y Manuel Serrano Blanco, dueños del periódico El Deber, ocuparon importantes puestos políticos en instancias tanto regionales como nacionales. Martínez y Serrano fueron miembros del Directorio Nacional Conservador y del Directorio Conservador de Santander, además de Senadores de la República y miembros de la Asamblea Departamental. Serrano Blanco declaraba: "sin duda entre nosotros las dos aficiones (las letras y la política) marchan unidas, se complementan, se apoyan y alcahuetean" (Serrano, 1940).

Durante la República Liberal la prensa de oposición había logrado consolidarse en el país, siendo las regiones el principal bastión. En Medellín El Colombiano y La Defensa eran tribunas leales de la ortodoxia conservadora; en Barranquilla no existían diarios liberales, solamente circulaban las empresas periodísticas conservadoras: La Prensa, La Nación y El Diario del Comercio. En Cartagena, El Mercurio destacaba como diario formador de doctrina y pensamiento al servicio del partido, al igual que Diario de la Costa. Una de las tribunas más destacadas era La Patria de Manizales, manejada por Tomás Calderón, Rafael Arango Villegas, Arturo Arango Uribe, Luis Donoso y Luis Yagary. Solamente en la capital, el panorama era diferente. El único diario conservador era El País y este contaba con una corta tradición. El panorama en esta ciudad estaba totalmente dominado por dos de las más grandes experiencias periodísticas del país y del continente: El Tiempo y El Espectador, ambos de tradición liberal. Solo hasta 1936 se fundaría el periódico El Siglo por los conservadores Laureano Gomez y José de la Vega, convirtiéndose en opositor férreo de la República Liberal.

3. El Deber de Bucaramanga: el conservatismo como opositor político

El Deber fue fundado el primero de agosto de 1923 bajo la pluma de Manuel Serrano Blanco y Juan Cristobal Martinez, librando desde entonces las batallas de los conservadores y siendo la tribuna de sus intereses. Fue el primer diario en Santander en introducir mejoras técnicas para llegar a un público cada vez mas moderno. Para mantener al corriente a los lectores de los acontecimientos mas remotos del mundo contrataron a la agencia Sin y a la Agencia United Press. El Deber se reconocía así mismo como el periódico más solicitado del oriente colombiano por su abundante información nacional e internacional, por sus comentarios y su buena presentación. En el periodo de la República

Liberal había logrado consolidarse como periódico de oposición, combatiendo intensamente los gobiernos de turno y a sus principales líderes. Era una casa política asumida.

La prensa, en este sentido, creó y dibujo a muchos personajes de la época. Desde las tribunas de opinión y con vocablos de elogio, frases fervorosas o ardientes se apoyaron candidatos, se delinearon campañas, y, a su vez, conscientes de ese poder, fomentaron disidencias. Los llamados a la acción se promovieron desde la prensa, pues desde sus páginas se invitaba a los copartidarios a participar en las diferentes actividades del partido. De esta manera, la prensa hizo un llamado fervoroso a la población a participar en la vida política local por medio del voto. Sin duda estas acciones contribuyeron a la formación de un proceso de construcción de ciudadanía.

De todos modos anunciamos a nuestros copartidarios que no deben ceder un minuto en el noble entusiasmo que los he llevado a la campaña electoral que se avecina.Venga la situación momentánea que haya de venir, es preciso, es necesario, es irrevocablemente necesario ir a las urnas con la consigna generosa del triunfo ("Mientras tanto . ", 1931, 31 de ene.).

Como lo señala Eduardo Posada Carbó (2006), desde comienzos de la República y bajo una prolongada tradición de libertad de prensa, los desarrollos de la sociedad civil estuvieron estrechamente vinculados con el proceso de formación de la opinión pública que condicionó al ejercicio de poder. La prensa ayudó a la formación de una cultura democrática a través de la difusión de la leyes electorales, de la valoración del sufragio y de la divulgación de los derechos y obligaciones de los votantes.

La prensa sabía muy bien que eran épocas de cambio. El Deber reconocía que en Colombia tanto en América Latina gobierno populares iban imponiéndose en casi todos los países. "El pueblo interviene ya directamente en la escogencia libre de sus conductores" ("La caída de.", 1930, 27 de ago.). Los titulares de las noticias, sus contenidos y las editoriales fueron sumamente importantes en las coyunturas políticas para el llamado a la participación electoral y al fomento de la misma, aun cuando éstos estuvieron cargados de odios heredados que fueron trasmitidos a los lectores.

El dinamismo, la lucha, la agitación en plazas, cantinas y teatros del sentimiento popular eran signos necesarios para la prensa del buen funcionamiento de la democracia. Por el contrario, el desdén del electorado con que pacíficamente se esperaba el paso de los sucesos buenos o malos preocupaba a la prensa. La prensa asumió la labor de infundir un sentimiento de cariño por el municipio y dar a entender la importancia y el alcance de orden político y social que había de tener los diferentes debates electorales ("Por el municipio...", 1935, 26 de sep.).

Ante la derrota de 1930, la prensa conservadora permitió organizar nuevamente al partido y congregar a sus partidarios. Ante el triunfo liberal permitió digerir la derrota y orientar al partido en los cambios que viviría el país en las décadas siguientes. Desde sus páginas, El Deber contribuyó a la recuperación progresiva de los conservadores tras la derrota de 1930, y por supuesto en el triunfo alcanzado en 1946.

En las primeras coyunturas electorales, el triunfo conservador se anunció como un hecho seguro. La prensa era quien ultimaba los últimos toques a las campañas electorales y congregaba a las huestes, preparándolas con su discurso para el combate. El Deber llamaba a elegir a los candidatos capaces de asumir una actitud defensiva y ofensiva según los grados que el termómetro político fuera indicando. Dentro de las páginas del mismo se trasmitió a los lectores la seguridad de la victoria, ademas de dibujar y la unión de un partido ante los postulados. No había un rastro en el discurso de desunión y derrumbe frente a la anterior derrota del régimen.

El conservatismo a través de la prensa se afirmó en sus postulados y trasmitió a sus copartidarios el nuevo programa conservador y las actitudes que debían tomar ante el nuevo gobierno. El Deber apoyó la renovación del partido, que sin destruir sus principios ni desprestigiar los cuarenta y cinco años de gobierno, adoptaba a su programa nuevas inquietudes y nuevas aspiraciones ("La razón del.", 1931, 8 de mayo).

Ya a finales de la década del 40, la prensa asumió la tares de trasmitir el significado a los conservadores de volver a las urnas después de un largo proceso de privación del derecho político. Es por esto que se llamaba a los conservadores a asistir a las urnas con optimismo en busca de las reivindicaciones doctrinarias. Todos debían hacer presencia en las urnas por los graves problemas e intereses afectados de las distintas localidades. Estos llamados expresados en el periódico buscaban sacudir y despertar del letargo a los copartidarios para iniciar de nuevo la lucha ("Vamos al sufragio.", 1935, 8 de oct.).

Las tribunas editoriales en coyunturas políticas se volcaron totalmente al debate electoral que se avecinaba. La prensa sabía bien que de estos resultados dependía el giro que iba a tomar la política en las décadas siguientes. El Deber pidió al Directorio Departamental un poco más de beligerancia y de audacia política. De igual forma, el diario realizó una estratégica recopilación del pasado heroico del partido para animar al electorado a afrontar la contingencia de la discusión públicas. A esta labor, El Deber ofrecía sus mejores hombres: "Para este trance el mejor equipo de oradores y escritores están afiliados al partido conservador" ("Invitación cordial", 1941, 4 de feb.).

A pesar de ello, el ambiente electoral siempre se caracterizó por ser donde se presentaban la mayor parte de las acciones materiales de violencia y cuando ellas fueran más graves en términos de víctimas. El Deber reprodujo estas disputas, asumiendo la bandera de su respectivo partido. La polarización expresada entre estos dos diarios se trasladó a la población y terminó por desencadenar sucesivos hechos de violencia partidista, con una mayor intensidad en la provincia de García Rovira. Conservadores y liberales por igual se atribuían el derecho de defenderse ante cualquier determinación que consideraran contraria a la expresión legítima de su posición política.

4. La pluma y las armas o como combatir al enemigo

La prensa presentó los casos de asesinatos, desplazamientos, asonadas y amenazas que se fueron presentando desde 1930 y que fueron incrementándose en el transcurso de las dos décadas siguientes. Las coyunturas electorales fueron sin duda los episodios mas sangrientos. En este apartado se presentan no solo éstos hechos sino también la forma como El Deber los representó, utilizándolos muchas veces en estratégicas contiendas políticas, no solo con la intención de informar y denunciar sino también de acusar, señalar e incitar al odio. De igual forma se presentan los llamados a la acción por parte de la prensa, las palabras constantemente usadas que incitaban a la violencia y la configuración del enemigo a través de sus páginas.

La persecución partidista que inicio al cambio de régimen llegó a ocasionar las más graves consecuencias. Los liberales llevaban una gran ventaja y los conservadores se encontraban sin orientación, sin programa y sin optimismo tras los sucesos de febrero. Muchos de ellos escribieron a El Deber buscando orientación para el partido, pues la política liberal había tomado un gran impulso en las provincias, "enseñoreándose" de todas las posiciones. El Deber advertía: "los liberales están alerta y en pie para enfrentarse a toda aspiración conservadora" ("La república necesita...", 1930, 27 sep.).

El vocabulario que se usó y sobre todo las metáforas alusivas a la guerra son una clave para entender el fomento de la violencia por parte de los periódicos. El Deber y su director, Juan Cristóbal Martínez, aconsejaron siempre a sus lectores estar listos para la defensa y estar resueltos a contrarrestar toda labor ofensiva que individual o colectivamente se les hiciera (Martínez, 1930, 22 de jul.). El odio corría por la tinta del periódico. Disputas viejas se reavivaron en momentos de coyuntura. El lenguaje político y la violencia, poco a poco, empezaron a hacerse uno, con una retórica que llamaba a la acción: "Somos una reserva de moral y de bien que debe estar listo a obrar" ("La nueva dirección." 1940, 30 de dic.). Las coyunturas electorales de 1930, 1934, 1938 y en adelante, se caracterizarían por importantes brotes de violencia.

Desde 1930 y apenas entregado el poder al gobierno liberal, la prensa conservadora acusó al programa de Concentración Nacional de ser un fraude. Si en un primer momento se había aceptado la derrota y El Deber había anunciado el pacífico traspaso del poder de parte del conservatismo, la interpretación de los acontecimientos que vivía el departamento y el país, llevaron a revertir esa orden. El primer paso fue el descontento generado en los conservadores y exacerbado en la prensa por los nombramientos realizados por el gobernado Alejandro Galvis Galvis en el departamento de Santander. Las acusaciones de persecución oficial a los conservadores fue el siguiente argumento. La prensa rescató casos de persecución partidista contra la colectividad y los publicó como advertencia tanto a liberales como a conservadores. Los mecanismos para alejar al oponente del poder eran ya conocidos y practicados: la prensa acusaba a los liberales de exigir recomendaciones de "compadres del régimen" para alcanzar cualquier cargo ("La razón de lo.", 1930, 6 de sep.).

El final del año 1930 significaría el inicio de una campaña beligerante. La configuración del enemigo se realizó a través de las páginas de la prensa. La verdad, señalaba El Deber, era que el conservatismo tenía un brioso enemigo y era necesario por tanto que la causa conservadora avanzase no por senderos resbaladizos sino señalando normas rígidas, eficaces y precisas. "De lo contrario el enemigo habrá de masticarnos con sus mandíbulas implacables" ("La república necesita .", 1930, 27 sep.). Había que dirigir y reencarnar las fuerzas que se hallaban dispersas y esta labor sería asumida por el diario como una labor histórica para una república que "necesita y quiere ser conservadora".

Luego de las elecciones de febrero de 1931, la violencia se disparó. Guaca fue el primer municipio en registrar asesinatos políticos realizados contra conservadores. Las características que estos registraron se repetirían en los demás casos que El Deber presentaría a lo largo del año: asesinatos cometidos en coyunturas electorales, complicidad de la policía y silencio de las autoridades. El liberalismo y el gobierno por su parte, señalaron a El Deber por contribuir a exaltar las pasiones políticas en Santander. El Deber defendió sus postulados y señaló que su misión era predicar el fervor político por las ideas atacadas, por los copartidarios perseguidos y por la causa amenazada: "Para algo tiene que servir este diario. Siquiera para que se sepa que existe en Santander una tribuna que grita imperturbable y enérgicamente en favor del pueblo conservador" ("La tregua santandereana.", 1931, 14 de feb.).

Las siguiente jornadas electorales tiñeron de sangre otros municipios. Molagavita, San Andrés y en general, toda la provincia de García Rovira, fueron los nuevos blancos. En ese momento la actitud de la prensa pasó a ser combativa. Tres gobernadores habían tenido que dejar sus puestos, en parte por la presión de El Deber al gobierno por la difícil situación del departamento. Los hechos estuvieron relacionados con las elecciones a la Cámara y al Concejo: el conservatismo en las jornadas electorales había obtenido solo la mayoría de los muertos. La acusación de la prensa fue directa: el partido conservador había sido sacado de las urnas por medio de las bayonetas oficiales ("Nosotros y la policía." 1931, 3 de jul.). Este argumento tendría grandes repercusiones en la política del partido, ya que de ese momento en adelante sería utilizado para justificar el abstencionismo.

La abstención fue defendida como una estrategia política que dejaría al partido liberal presa de los choques entre las diferentes tendencias que lo integraban. Sin la participación conservadora, sentenciaba El Deber, el país se desmadejaría vacilante. Aun así, el diario conservador defendió la necesidad de pensar la forma de organizar al partido, pues mientras pasaba "la hora loca del festín" la reconquista del poder debía ser la meta ("Deberes de la oposición...", 1933, 7 de feb.).

El caso de García Rovira tuvo grandes repercusiones en la opinión. De este caso se puede ver como la única violencia que validó El Deber fue la ejercida contra los conservadores. Cuando Vanguardia Liberal denunció el asesinato del líder político Carlos Ordoñez Suárez, El Deber cargó contra este diario un arsenal de diatribas, calificándolo como incendiario del ambiente político y contrario a la paz y el orden. Las noticias, muchas veces contradictorias, no paraban de reproducirse en la prensa sobre el tema. El Deber titulaba "En García Rovira hay intranquilidad, pero sobre todo hay toda una funesta campaña de chismografía que nos está haciendo mucho mal, dice el general Arturo Doudesbes". ("En García Rovira hay.", 1931, 26 de ago.). Un mes después, el periódico conservador aceptaba la gravedad de la situación de García Rovira por los asesinatos de conservadores en manos de "los bandidos oficiales". Ante la situación, la prensa encendió el tono del debate e hizo un llamado claro a la venganza:

"En esta hora delicada estamos resultados a decir, a los que sean responsables de aquella actitud, que están bien señalados y bien conocidos, que la paz y el sosiego de las provincias irredentas de García Rovira habremos de cobrarla ojo por ojo y diente por diente (...)

El gobierno conoce su obligación ya. A nuestros amigos solo recodamos que hasta en el código penal de Colombia existe un artículo especial y casi bello que exalta con la absolución el derecho a la legítima defensa" ("Lo que pasa en García Rovira.", 1931, 2 de sep.).

A cada noticia presentada, El Deber hacía un llamado al gobierno nacional y departamental para que tomaran medidas necesarias para evitar las nuevas masacres y los nuevos hechos delictuosos que se estaban cometiendo en nombre de la república y por autoridad de la ley. Durante 1931, El Deber abogó al gobierno nacional y vio con buenos ojos los cambios en el gabinete gubernamental como símbolo de la buena voluntad del gobierno de Concentración Nacional. Este discurso seria agotado y la figura de Olaya Herrera pasaría de ser respetada a odiada. Años después, cuando la violencia volvía a arreciar, El Deber vería en estos años el inicio de la pesadilla conservadora y convertiría el ideal de Concentración Nacional que había llegado a defender en un odiado periodo para el conservatismo.

"Adoptamos primero ante el gobierno de Santander una actitud de sereno y razonado reclamo contra los desafueros políticos de funcionarios sectarios y hostiles, y contra la persecución de que eran objeto nuestros copartidarios. A pesar del dolor y de la ira que crispaban nuestros nervios y encendían nuestras arterias al ver la tierra santandereana empapada en sangre sacerdotal y en sangre conservadora, frenamos nuestros impulsos y escribimos con la conformidad que aconseja el libro santo, páginas doloridas en demanda de justicia y caridad. Pero cuando nos convencimos de que el escarnio y la burla eran la única respuesta que en las altas esferas del gobierno departamental merecían nuestros clamores, y que a los conservadores continuaba asesinándoseles con las armas oficiales, y la impunidad más oronda seguía protegiendo las autoridades culpables y a los elementos sindicados de graves delitos, emplazamos con furor nuestras baterías, porque nuestro temperamento rebelde nos aleja de las zonas débiles y mediocres del espíritu y nos sitúa sobre los trópicos incendiados por un sol que no conoce ocasos ni fatigas. (...)

La batalla esta empeñada contra la piratería oficial y política que desconoce nuestros derechos, nuestras libertades y nuestros fueros. Seguiremos adelante hasta ver de quien es la victoria". (Adelante, 1931, 12 de sep.).

En 1932 el conflicto ahondaría aún más paralelo a la exclusión paulatina del conservatismo en el poder y las escasas medidas para solucionar el conflicto. El Deber encendería sus páginas hasta el punto que, el 3 de julio de 1932, eran destruidas las instalaciones del diario conservador santandereano por un grupo agitado por el liberalismo. Aun cuando en ese año, la guerra con el Perú cambiaría en el discurso al enemigo interno por el externo, la concordia no duraría mucho pues empezaron a publicarse noticas de nuevos hechos de violencia1.

1 García Rovira revivía el ambiente de odio y persecución que unos meses atrás había llevado la violencia partidista a esa región. En Piedecuesta y Umpalá, específicamente, las directivas liberales habían tomado en sus manos la persecución del responsable de una muerte violenta, buscando de casa en casa en caravanas de partidarios acompañados de la policía y del ejercito abatiendo a algunos habitantes. El Deber acusaba al liberalismo de ir a "cazar como a fieras" al conservatismo y de reusarse a intervenir en los acontecimientos. "Para deslindar nuestra responsabilidad..." (1933, 25 de ago.).

Al gobierno se le advirtió: ni por mas aviones, municiones y ametralladoras que se pidieron para la guerra con el Perú podría sostener su gobierno si los conservadores, "ciudadanos resueltos a morir", agotaban su paciencia. El mensaje trasmitido fue claro: la paz tiene sus beneficios pero cuando sea hace indispensable pero la prensa asumiría la labor de reunir fuerzas capaces de obligar a cualquier gobierno a respetar al partido. Los "sicarios protegidos por la nómina oficial" no los asustarían (Lo que pasa en Arboledas...", 1934, 5 de ene.).

La situación en el departamento empeoró en medio de la campaña de Alfonso López. El arma utilizada por El Deber para acusar al gobierno fue la violencia que se estaba viviendo. Según éste, todas las garantías y derechos se habían negado para el partido opositor. El gobierno era quien había organizado las masacres que se estaban cometiendo, el desprestigio de la oposición y la entrega de la autoridad a manos poco escrupulosas, persiguiendo de esta manera a los conservadores. La moderación en la expresión del pensamiento no estuvo en la agenda de El Deber ("Para que se sepa.", 1934, 10 de ene.). El Deber secundó las declaraciones del Directorio Nacional Conservador, quien había anunciado que no censuraría la actitud de los conservadores que se veían en la necesidad de defenderse, ya que el partido de gobierno había permanecido en una actitud desafiadora y calificaba, sin ningún miramiento, de revoltosos a los conservadores.

Los sucesos de 1934 en Santander y Boyacá fueron los acontecimientos que más hondamente movieron la opinión nacional. El Deber denunció la falta de garantías para los conservadores por parte del Gobierno, reclamando las obligaciones constitucionales en un ambiente en el que eran constantes las denuncias por asesinatos, encarcelamientos, falta de garantías y miseria. La guerra liberal, como era denominada por la prensa conservadora, era autorizada por el liberalismo y el gobierno, según palabras de El Deber, ya que el asesinato oficial estaba siendo permitido.

La matanza arreciará, entre el aplauso liberal de los campesinos liberales que van a asesinar a los campesinos de Santander, satisfechos porque los mata el gobierno (. ) Este país blando, pobre de espíritu, vencido, en donde no existen asociaciones, clases ni categorías, sino odio y necesidad de defensa, muertos que se quedan sin tumba y venganza, y asesinos que caen en el ataque, rechazados por las posibles víctimas, con valor y coraje increíble! ("Las matanzas." 1934, 23 de enero.).

El llamado claro a la venganza se difundió por las páginas de la prensa conservadora. La espera se hacía larga para esta colectividad y el odio era un recordatorio constante en la tinta de El Deber: "Cada muerto se paga con un muerto y cada atentado con el sufrimiento de una venganza. Y añadía: "(los conservadores) prefieren echarse al campo a morir en una zanja, pero dejando tendidos en el campo unos cuantos entre los autores de su afrenta y de su desgracia" ("Las matanzas." 1934, 23 de enero.).

La visión del gobierno de toda esta situación —que presentaba El Deber- era que estos campesinos en armas eran bandidos, o en términos del ministro de gobierno "cuadrillas de malhechores" que debían ser atacados, perseguidos y castigados (Villegas, 1934, 25 de ene.). Por su parte el Directorio Conservador declaraba que no se trataba de bandoleros, sino de campesinos impelidos a la actitud adoptada por la violencia de las autoridades. Eran dos posturas opuestas que jugaban al huevo y la gallina con el origen de la violencia, disputándose quien había atacado primero a quien. Lo cierto es que en el discurso, ninguna de las dos colectividades proponía una solución pronta a la situación de violencia, más allá de achacarse culpas históricas. Por su parte, el gobierno, la prensa liberal (la prensa del gobierno, como la denominaba El Deber), las radiodifusoras y todo el aparato de gobierno, señalaron que la declaración del Directorio conservador había sido un respaldo a la guerra civil.

El Deber logró crear la idea de que la violencia que se estaba viviendo era producto exclusivamente del gobierno liberal, ya que, solo desde 1931, "este pueblo sano y tranquilo" que había vivido, según el diario, durante decenas de años una vida ordenada por la ley, respetuosa de la autoridad, "sumiso y modesto", se había convertido en una cuadrilla de malhechores, en una agrupación de bandidos y asesinos. La paz conservadora — concepto utilizado por la prensa para contrastar la situación actual-, había garantizado el buen trato y los derechos a los campesinos de Santander, quienes durante esos años, aclaraba El Deber, no habían necesitado policía extraordinaria y presencia del ejército.

El partido conservador fue siempre representado como un partido de orden y defensor de las instituciones, pero que estaba dispuesto a apelar a la violencia en casos extremos. El partido liberal, en cambio, fue dibujado como el partido que a través de la historia del país había estado ocupando el bando de la insurrección. Aun así, la prensa en nombre del partido conservador justificaba la violencia en casos "extremos de la tiranía" y cuando no queda otro recurso "ni la menor esperanza de volver al goce de la libertad y del derecho" (Villegas, 1934, 25 de ene.). El terreno, de esta manera, estaba preparado para la violencia.

El argumento que mas utilizó El Deber contra la administración liberal estuvo siempre ligada a la violencia: los cambios realizados en la transición política desestabilizaron el departamento. Un departamento que hasta ese momento había gozado de una paz duradera e ininterrumpida. Echando las culpas sobre el enemigo se lavaron las manos de la situación de intranquilidad que vivía el departamento. Seguido de esto reforzaban sus aseveraciones señalando constantemente la falta de liderazgo que veían en los nuevos líderes del liberalismo:

Eran hombres y son hombres consagrados a ocupaciones muy distintas y dotados todos de una falta de sensibilidad política tan notoria, que muchas veces cuando los hemos visto regocijarse con los éxitos de su partido hemos sentido la sensación de que se nos está haciendo víctimas de un engaño teatral 2.

Aun conociendo de primera mano como sus discursos caerían en un terreno sembrado de peligros y de odios, El Deber, insistió durante la coyuntura de 1934 sobre la culpabilidad del partido de gobierno en la violencia. No importaban las actuaciones de los conservadores en la misma, la único que debía señalarse era que la violencia había coincidido e iniciado con la administración por su falta de hombres capaces y su osadía de llevar el liberalismo a tierras conservadoras. 1935 fue un año electoral. Como era común un año después de las elecciones a la presidencia, se celebraron las elecciones a la Asamblea, a la Cámara de Representantes y las edilicias. Era una agenda bastante apretada que ponía de relieve las disputas electorales. El Partido conservador oficialista mantuvo su postura de abstencionismo, mientras que las listas oficiales del liberalismo, en coalición con un importante sector del conservatismo, barrieron los demás sectores políticos. Las páginas de El Deber se dividieron entre las los ataques constantes a las políticas liberales, las noticas del extranjero encabezadas por la figura de Hitler, Churchill, Stalin y las editoriales sobre el tema de la violencia en el país.

2 Feb. 15/ No. 3061/ Editorial-Pág. 3: "Lo que conviene saber al Dr. A. López sobre la política liberal en Santander I".

El afianzamiento de la República Liberal y la eliminación de la representación conservadora del juego político fue duramente criticado por la prensa. El uso mismo de éste término por parte del presidente Alfonso López Pumarejo generó gran controversia. El Deber en una editorial de enero de 1935 hacia un recuento de la historia del país para recordarle al presidente que ésta frase que tanto usaba, era una frase indigna del sistema republicano. Que el presidente de la República, el máximo mandatario, hubiera llamado al país República Liberal era una ofensa que los conservadores no podían perdonar. El respeto a lo que el periódico llamaba la nacionalidad había sido roto.

El partido conservador tiene necesidad de darle a esta petulancia verbal toda la significación moral que ella tiene. Si ellos gobiernan en la república liberal y si lo que existe es la república liberal, nosotros debemos pensar que techo nos queda, que amparo nos acoge, que patrocinio nos defiende contra quienes han llegado a expulsarnos de la casa que veníamos ocupando en común". ("La república de Colombia..., 1935, 8 de enero.).

Al mismo tiempo en que se presentaba un panorama de consolidación de la 'República Liberal', se presentaba la consolidación de la violencia oficial. En enero de ese año se realizaba un extenso reportaje titulado: La vida en García Rovira (1935, 28 de ene.). Allí se detallaba la situación que estaba viviendo gran parte de la población conservadora de una forma explícita, pocas veces presentada de esta manera:

La primera impresión al llegar a García Rovira es de pavor. Se comenta con singular frialdad el último asesinato. se habla de que esa noche es probable un "palomeo" la manera de "acabar" con los conservadores sin testigos, sin pruebas, sin coraje, sin valor. Un muchacho relata regocijadamente los detalles de la puñalada que el día anterior sufrió un ciudadano en un incidente de la gallera. O de un "tirito" fracasado a un automóvil en el que viajaban los jefes políticos.

Los pequeños diarios de los municipios se involucraron en estos hechos:

El sábado anterior "La Defensa" había publicado un comentario modesto sobe la actuación noble e inculta de unos liberales de Enciso. A Enciso como a toda esa región mártir, llegó la violencia oficial. Unos conservadores fueron asesinados y otros huyeron dejando allí inmuebles, semovientes, todo. Algunos campesinos conservadores que no podían abandonar por completo la vecindad sin realizar algunos centavos apelaron al recurso de enviar a sus esposas a vender los víveres que quedaban. Un día de marcado los liberales de Enciso se dieron cuenta del sistema y procedieron arreglar en la plaza pública el cacao, el café, la cebada y el arroz que las pobres mujeres habían llevado para vender. Nada valió, ni los ruegos, ni el llanto de las indefensas mujeres. El liberalismo celebró ese triunfo con vivas al partido liberal y para rematar la hazaña dos mujeres fueron víctimas de agresiones de obra. El periódico de Málaga advertía que esto iba en perjuicio económico de la localidad y que esperaba no se repitiera la protesta escena.

Los liberales de Enciso prometieron vengarse. Y ciertamente, cinco sujetos, de los cuales sólo uno está actualmente detenido con las mas altas consideraciones, se dirigieron a Málaga en actitud agresiva. Llevaban el propósito de MATAR el director de "La Defensa" al Doctor Daniel Jordán y a don Felipe Duarte.

A unas veinte cuadras de Málaga, en el punto de "La Palma" los cinco liberales de Enciso encontraron, en el corredor, al soldado Víctor Cenón Carrillo que había sido sentado en un banco por dos ancianas compadecidas. Carrillo sufría un paludismo agudo (...) Los liberales le preguntaron a Carrillo que filiación política tenía y contestó, encorvado por la dolencia, sin levantarse y sin mirar a los malhechores.

Soy conservador

Los liberales de Enciso sacaron sus revólveres y le dispararon al enfermo. Le echaron las bestias encima. Ya en el suelo dos VALIENTES de los atacantes, le dieron puñaladas. Y como final de la hazaña uno de los bandidos cometió actos contra la decencia sobre el cadáver y lo amarró a la cola de su caballo y sólo porque los lazos se reventaron no pudo darse el lujo macabro de seguir por el camino de herradura con los restos de Carrillo.(...)

El soldado Victor Cenón Carrillo, vestido con su uniforme, fue asesinado por ser conservador. Carrillo estuvo en el frente. Fue un voluntario rovirence que voló a defender su patria. (...) Carrillo, respetado por las balas peruanas en la frontera, fue asesinado cobardemente por los liberales de Enciso. ("La vida en García Rovira...", 1935, 28 de ene.).

Quienes leyeran semejante descripción habrían quedado profundamente conmovidos. La historia contada en un relato fascinante dejaría sin aliento a muchos lectores. Sin meternos a discutir cuan veras era el relato, en éste quedaba dibujado claramente un enemigo cobarde, tirano, victimario y cruel. La víctima, un soldado que había participado en la Guerra contra el Perú prefiguraba al partido conservador: indefenso, inocente y sin la protección de la justicia ordinaria. La Guerra con el Perú, que tanto significado había despertado en todo el país, es un elemento clave del relato, ya que era un relato que tocaba todas las sensibilidades. El enemigo ya no se encontraba afuera, el soldado no había muerto por "las balas peruanas", sino dentro: los liberales. El uso de las mayusculas hacia ponía claramente el acento en el mensaje que se quería recalcar: inocencia vs. barbarie.

Noticias similares se publicaron a lo largo del año. El Deber inició un reportaje de los casos de municipios que reportaban graves casos de violencia y los acompañó de una fotografía que reforzaba el mensaje enviado a través de la noticia. Los titulares eran llamativos y alarmistas: "Se le cuelga del cabello porque no escupe a la Virgen, se intensifica la guerra religiosa en Gambita". El corresponsal informaba numerosos campesinos habían salido huyendo hacia la ciudad del Socorro por culpa de la persecución del alcalde de aquel municipio. La situación era compleja, ya que todo había iniciado por las publicaciones de protesta en las páginas de El Deber que el alcalde condenaba y por esta razón había declarado que: "quienes tuviera confianza en ese pasquín serían fusilados muy pronto porque para eso el doctor Alfonso López había ordenado ya la total extinción de los conservadores" ("Se le cuelga del cabello.", 1935, 11 de mar.).

La situación en Gambita tuvo un desarrollo extenso en 1935. El Deber reclamaba con fiereza la intervención del gobierno departamental en el caso, pero de igual forma su mensaje iba más allá: "el conservatismo no puede continuar con sus sistemas tolerantes, cuando la defensa legítima, como lo sostenía Tomás de Aquino, es permitida" ("La situación en Gámbita...", 1935, 20 de mar.). El discurso construido por El Deber y el uso llamativo de los hechos de violencia servía al propósito de justificar la defensa de los conservadores y su participación en los hechos de violencia. Al hacer el lector un balance de las noticias presentadas en los últimos meses no se podía llegar a otra conclusión que la de una situación de guerra declarada y una inseguridad que podía tocar su puerta. Si este mensaje no era suficiente, a través de las editoriales se hizo un llamado claro a la defensa del partido: "O será necesario que vamos nosotros mismos a la plaza de Gámbita a señalarle al pueblo el camino de la defensa?" ("La situación en Gámbita.", 1935, 20 de mar.).

Con titulares como "El principio del fin" "Las últimas elecciones" y "Esto se está acabando" El Deber llenó sus páginas de noticias que auguraban el fin de los últimos momentos de concordia en el país. Aun así, la combatividad bajo su nivel a finales de la primera administración de Alfonso López y el inicio de la administración de Eduardo Santos. La violencia, aunque se mantenía esporádicamente y sobre todo en épocas electorales, como se señaló anteriormente, dejó de ser el arma de combate número uno del conservatismo. El Deber esperaba el momento en que un hombre fuerte del partido llevara de nuevo a la victoria conservadora. Mientras esto sucedía se dedicó a combatir al partido de gobierno con nuevos argumentos: el peligro rojo, el descontento de las bases, el no cumplimiento de los programas, etc.

De esta manera, el lenguaje anticomunista impregnó la prensa. La amenaza roja se hizo cada vez mas real en las páginas del diario. El Deber convirtió en una estigma los símbolos de la izquierda y señaló a sus enemigos con ella. La situación de lo que pasaba en Rusia o en España fue presentada como un peligro para Colombia. Las alertas estaban prendidas por la noticia de un comité sovietico que operaba en Montevideo, con la misión de preparar la "invasión comunista" a América del sur. La paranoia era tal, que se informaba/advertía a los lectores que el gobierno uruguayo había encontrado unos mapas de este comité en el que aparecían señalados Colombia y Venezuela como el objetivo inmediato de las operaciones. El truco, señalaba El Deber, era presentar por medio de frentes populares y liberalismo de izquierda "el logro rojo", para no asustar al electorado.

Aun así, el Deber se sintió satisfecho, en cierto sentido, con la candidatura de Eduardo Santos, pues en sus discursos éste pregonaba respeto hacia el conservatismo. El Deber, para esta coyuntura electoral presentó la victoria de Santos como segura y publicó noticias que aseguraban la renuncia de las diferentes disidencias, entre ellas Gabriel Turbay y Darío Echandía ("Los miembros de la dirección.", 1937, 8 de mar.). Cuando se proclamó la candidatura de Darío Echandía, el miedo al comunismo fue usado en contra de esta candidatura, predicado desde las páginas de la prensa, como una advertencia a los lectores durante todo el año.

No solo a nivel nacional la la división en todas las filas era patente. A nivel local, varias listas de candidatos fueron presentadas en diferentes coyunturas electorales. Escoger entre un sector y otro significaba lo mismo para los conservadores. No podría haber diferencia, advertía El Deber a sus lectores, entre "el bayeton siniestro de los páramos aleados, que el revolver oculto de los sindicalizados semi-marxistas". Lo que esperaba y anhelaba el conservatismo era que el liberalismo se disolviera entre la caótica situación que vivía, "para ver nuevamente sobre el cielo de la patria la insignia de la Cruz y sobre su suelo la virtud y el bien" ("Entre la espada.", 1937, 18 de marzo).

En grandes titulares se anunció la división del partido opositor: "El circulo antigobernista sostiene su triunfo de ayer. El galvismo sufre una estruendosa derrota" (1935, 18 de marzo). La idea era mostrar un partido dividido y en crisis, y si bien podía estarlo, por el contrario nunca se habló de faccionalismos dentro del partido conservador, no después de la derrota de 1930. La idea era mostrar un partido unido y listo para combatir. Esto se demuestra también por el escaso dialogo entre los dos periódicos conservadores de la ciudad, siendo el dialogo y la guerra solo desarrollados con Vanguardia y el liberalismo.

Las victorias a nivel municipal dieron un nuevo impulso al conservatismo. El Deber hizo un encarecido llamado a copartidarios a que concurrieran a los jurados de votación en las elecciones de octubre, calificando esta labor de patriótica que no debía ser eludida ("Trascendencia del debate.", 1937, 2 de oct.). El debate era sin duda una labor de tanteo a las elecciones que se avecinaban. Las elecciones se llevaron a cabo en un relativo respeto a la oposición, por lo cual el diario conservador felicitó la actitud del gobierno. Las conclusiones a las que llegaba El Deber eran las siguientes: el desdén del liberalismo a las candidaturas oficiales y el despertar inequívoco del partido conservador ("El debate de ayer.", 1937, 4 de oct.). En una columna titulada Bucaramanga Conservadora, la prensa reflexionó sobre las jornadas electorales con un tono que solo la victoria podía dar, con palabras que recordaban los discursos de la guerra:

"Vive y lucha en Bucaramanga un conservatismo que no olvida a sus muertos, a los caídos en la serrana y dogmática García Rovira y en todas las provincias martirizadas, que es carne de heroísmo, masa tremenda que vive en permanente combustión de sacrificio y de idealismo políticos. A su cabeza están proceres de la inteligencia, de la generosidad y del valor. Conócelos y ámalos el pueblo godo porque siempre van adelante con bizarra despreocupación por los peligros. Los primeros en combatir y los últimos en retirarse del campo apasionado al sosiego de sus hogares ilustres (....).

Bucaramanga merece el triunfo conservador. Como ofrenda a su amada ciudad las huestes nacionales hicieron suya la esquiva fortuna y a la victoria arrebataron maduros, y cesáreos laureles. La mayoría mínima del liberalismo es una protuberante minoría intelectual" ("Bucaramanga conservadora.", 1937, 9 de oct.).

Sin duda, durante los últimos años de la década de 1930, el conservatismo había adoptado un tono conciliador y había intentado acercarse al poder y defender desde ahí su pertinencia en los manejos de la cosa pública. Eduardo Santos fue el único político liberal que despertaba simpatías en los conservadores, por su actitud conciliatoria y poco sectaria. Aún así, diferentes factores llevarían al conservatismo a la crisis, la desunión y la desidia del electorado que solo sería posible resurgir, para el caso regional, por la actividad de políticos como Juan Cristobal Martínez y Manuel Serrano Blanco, quienes desde diferentes medios, entre ellos la prensa, llamarían al conservatismo al combate pero también a la participación política. La candidatura de Alfonso López sería el toque final que llevaría al conservatismo a su más decisiva batalla.

La nueva candidatura de Alfonso López le dio el impulso que necesitaba el diario para congregar a sus copartidarios y atacar como lo había hecho al inicio del gobierno de Olaya Herrera, la candidatura y luego el gobierno de López. El conservatismo se valió de cualquier medio para volver al poder. El odio que tanto se había promovido dentro de la prensa se volvió contra ella. En 1946 la violencia tocó las puertas de la ciudad. Una manifestación que había iniciado pacíficamente pronto se canalizaría hacia las oficinas de la prensa conservadora. El Deber y El Frente, fueron atacados y destrozados, lo mismo que las oficinas de quien fuera el fundador de El Deber, Manuel Serrano Blanco.

Conclusiones

Aun cuando eran las reglas del juego del periodismo y todos los diarios eran partidistas (El Tiempo, El Colombiano, El Siglo, La República, Voz Proletaria) y excluían y discriminaban a sus contrarios, el lenguaje que usaron fue el lenguaje de la guerra. La política hecha y predicada desde la prensa se hacía como se hicieron las guerras civiles, de las que tanto se intentaban diferenciar. Las nuevas pero ya conocidas formas de atacar al enemigo eran mas sutiles y sofisticadas. Las disputas no eran a campo abierto pero eran iguales de tenaces y mortales. La manera de hacer periodismo y política era eliminando al adversario.

La prensa tenía claros intereses políticos. El grupo político y el periodístico eran uno sólo. O mejor, eran un sector dentro del conservatismo, que usaba como tribuna y también como arma la prensa y su discurso. Era EL discurso por sobre los demás. Muy pocas veces la línea divisoria se hizo notar. Aún cuando los discursos desde los balcones hicieran temblar a más de uno y convencieran de la gran oratoria de algún político, era la prensa quien diariamente estaba debatiendo, atacando, presentando las pequeñas y las grandes batallas de la política: hacía parte de ella.

La prensa con su discurso ayudó a configurar la idea de los partidos como instituciones sectarias que no perdonaban ni olvidaban. Llamó constantemente al partido liberal como una colectividad increíblemente fanatizada, contraria a las libertades públicas, exclusivista y perseguidora. Por su parte, el conservatismo defendió sus símbolos y su bandera sobre los intereses nacionales. La bandera del partido significaba "aquel sudario místico de nuestros mártires y de nuestros sacrificados" ("El arrecife demagógico." 1930, 8 de feb.).

La prensa conservadora, en todas las coyunturas políticas, estuvo siempre dispuesta a defender la violencia como un mecanismo de defensa legítimo por parte de los conservadores. A su vez, estuvo siempre dispuesta a atacar los discursos violentos de la prensa liberal y de los representantes del partido. Con un discurso que defendía la paz, pero que no estaba dispuesto a hacer concesiones, llamó constantemente a la defensa del partido por los medios que fueran necesarios. No hay duda que la prensa desde los bufetes se encargaron de movilizar la intranquilidad del país, llamando a sus respectivas colectividades y aprestando a la violencia. La prensa fabricó mentiras, encaminadas muchas veces a atacar al 'enemigo', llevando así a convencer de la necesidad de organizarse y defenderse.

El campo no fue el único lugar de batalla. La idea que durante esta coyuntura El Deber presentó a sus lectores fue clara: el liberalismo es el asesino de los conservadores. El liberalismo que incluía Gobierno nacional, que lo permitía y lo alentaba, prensa liberal que lo auspiciaba, gobierno local que lo realizaba junto con su policía y el liberal de a pie, que representaba todo esto. Para esto, El Deber se valió de todo su arsenal retórico, de sus columnas y caricaturas, y sobre todo, de las noticias, titulares y editoriales, para mostrar un 'ellos' en negativo, un 'ellos' como 'El Enemigo' y un nosotros, unido, y si es el caso, listo para defenderse.

Todas las noticias relacionadas con el partido opuesto fueron presentadas en tono negativo y aun muchas que poco tenían que ver con la política nacional estuvieron cargadas de sutiles y explícitas acusaciones contra el enemigo político acordes al contexto en el que estuvieran enmarcadas. Dependiendo de la intensidad de la misma, ésta podría ocupar la primera plana o alguna del interior. El propósito periodístico del diario era dictar pautas ideológicas mas que intentar informar al lector.

Los contenidos de las editoriales tenían como objetivo deconstruir y construir la representación del partido liberal en base a los intereses políticos del partido conservador. De esta manera se construyó la imagen de un partido liberal ligado a la insurgencia, la violencia y las revueltas, listo a tomar las armas. De igual forma se representó al partido conservador como un partido garante del orden y la paz y se construyó una historia de la Hegemonía Conservadora ligada a éstos dos adjetivos y en oposición a la República Liberal.

Era necesario para el funcionamiento de un partido la construcción de un enemigo, del adversario político y la mejor forma de hacerlo era a través del discurso. La prensa fue la mejor herramienta para llevar a cabo esta tarea ya que su labor no descansaba día ni noche. Esta labor estaba acompañada de una cadena de textos que como lo señala Cesar Augusto Ayala se hacen invisibles para el investigador actual. De este conjunto hacían parte la radio, los comentarios de la gente, los cafés y cualquier lugar donde se discutiera de política (Ayala 2008, 89). El periódico no escatimaba nada con tal de producir una información que contribuyera a la constricción del enemigo político.

Por último, es importante insistir que para estudiar la política colombiana durante el siglo XX, en indispensable acudir a la prensa como fuente por excelencia para entender las peripecias de la política, las contradicciones, las disidencias y los embates diarios del accionar político. En este medio tienen cabida todos los sectores sociales, tanto las directivas como los copartidarios. No es simplemente la voz de una colectividad, todos los temas de interés de la vida pública se trataron en sus páginas.

El análisis del discurso político difundido en estos periódicos abre la oportunidad para reafirmar que no resulta acertado concebir el contexto de este periodo sólo bajo los análisis enfocados en el Estado Central y la órbita nacional, de modo que esta dimensión de lo regional permitirá entender la forma en que durante este periodo se alinearon facciones heterogéneas de la disputa política y la prensa tuvo un papel protagónico al alinderarse en torno a determinados candidatos y hacer llamados a la opinión pública e incentivar la violencia desde sus páginas.


Referencias

Fuente primaria

Adelante. (1931, 12 de octubre). El Deber, p. 2.         [ Links ]

Villegas, A. (1934, 25 de enero). Las campesinos y el sarraceno. El Deber, p. 3.         [ Links ]

Bucaramanga conservadora. (1937, 9 de octubre). El Deber, p. 1.         [ Links ]

El arrecife demagógico. (1930, 8 de febrero). El Deber, p. 3.         [ Links ]

El círculo liberal antigobiernista sostiene su triunfo de ayer. (1935, 18 de marzo). El Deber, p. 3.         [ Links ]

El debate de ayer. (1937, 4 de octubre). El Deber, p. 3.         [ Links ]

En García Rovira hay intranquilidad, pero sobre todo hay toda una funesta campaña de chismografía que nos está haciendo mucho mal, dice el general Arturo Doudesbes. (1931, 26 de agosto). El Deber, p. 1, 6.         [ Links ]

Entre la espada y la pared. (1937, 18 de marzo). El Deber, p. 1.         [ Links ]

Invitación cordial. (1941, 4 de febrero). El Deber, p. 3.         [ Links ]

La caída de Leguía. (1930, 27 de agosto). El Deber, p. 2.         [ Links ]

La Nueva Dirección Departamental. (1940, 30 de diciembre). El Deber, p. 1.         [ Links ]

La razón del triunfo. (1931, 8 de mayo). El Deber, p. 2.         [ Links ]

La razón de lo que hemos dicho. (1930, 6 de septiembre). El Deber, p. 2.         [ Links ]

La república de Colombia está constituida. (1935, 8 de enero. El Deber, p. 3.         [ Links ]

La república necesita y quiere ser conservadora. (1930, 27 de septiembre). El Deber, p. 2.         [ Links ]

La situación de Gámbita. (1935, 20 de marzo). El Deber, p. 1.         [ Links ]

Las matanzas en Santander. (1934, 23 de enero). El Deber, p. 5.         [ Links ]

La vida en García Rovira. (1935, 28 de enero). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Lo que pasa en Arboledas y en Cucutilla. (1934, 5 de enero). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Lo que pasa en García Rovira. (1931, 2 de septiembre). El Deber, p. 2.         [ Links ]

Los miembros del dirección del liberalismo desautorizan a Turbay. (1937, 8 de marzo). El Deber, p. 1.         [ Links ]

La tregua santandereana. (1931, 14 de febrero). El Deber, p. 2.         [ Links ]

Martínez, J. (1930, 22 de julio). Un gran consejo. El Deber, p. 3.         [ Links ]

Martínez, J. (1940, 18 de diciembre). Juan C. Martínez. El Deber, p. 2.         [ Links ]

Mientras tanto. (1931, 31 de enero). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Nosotros y la policía. (1931, 3 de julio) El Deber, p. 2.         [ Links ]

Para deslindar nuestra responsabilidad. (1933, 25 de agosto). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Para que se sepa que no es cierto. (1934, 10 de enero). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Por el municipio y para el municipio. (1935, 26 de septiembre). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Se le cuelga del cabello porque no escupe a la Virgen. (1935, 11 de marzo). El Deber, p. 1,6.         [ Links ]

Trascendencia del debate. (1937, 2 de octubre). El Deber, p. 3.         [ Links ]

Vamos al sufragio. (1935, 8 de octubre). El Deber, p. 2.         [ Links ]

Fuente secundaria

Acevedo Tarazona, Á, y Villafrade Bravo, L. (2013). Confrontación bipartidista en Colombia. El diario Vanguardia Liberal como un actor político opositor frente al partido conservador, 1949. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 4 (2), 311-325.         [ Links ]

Altamirano, C. (2010). Historia de los intelectuales en América Latina: II. Los avatares de la "ciudad letrada" en el siglo XX. Madrid: Katz.         [ Links ]

Ayala Diago, C. (2008). Exclusión, discriminación y abuso de poder en el tiempo del Frente Nacional: una aproximación desde el análisis crítico del discurso. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.         [ Links ]

Meersohn, C. (2005). Introducción a Teun Van Dijk: Análisis de Discurso. Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales, 24.         [ Links ]

Perea Restrepo, Carlos. 1996. Porque la sangre es espíritu. Imaginario y discurso político en las élites capitalinas (1942-1949). Bogotá: Aguilar-IEPRI.         [ Links ]

Posada Carbó, E. (2006). La nación soñada: violencia, liberalismo y democracia en Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Norma.         [ Links ]

Vanegas Useche, I. (2010). Todas son iguales: Estudios sobre la democracia en Colombia. Bogotá: U. del Externado.         [ Links ]

Vásquez Montalbán, M. (2000). Historia y comunicación social. Barcelona: Mondadori.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License