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Eidos

Print version ISSN 1692-8857On-line version ISSN 2011-7477

Eidos  no.15 Barranquilla July/Dec. 2011

 

Falacias metodológicas e informales en política y filosofía de la historia

Methodological and informal fallacies in politics and philosophy of history.

Scruton Roger. The uses of pessimism. And the danger of false hope. [Los usos del pesimismo. El peligro de la falsa esperanza]. Oxford University Press, 2010, 232 pp., ISBN 9780199747535.
[Traducción al español de Gonzalo Torné de la Guardia, Ariel Filosofía, 2010].

María G. Navarro University
of Amsterdam Faculty of Humanities.
hermeneutica@gmail.com

"Con esperanza, sin esperanza, y aún contra toda esperanza, la razón es nuestro único asidero".
Javier Muguerza
La razón sin esperanza

La tesis que propone el filósofo británico Roger Scruton (1944) en The Uses of Pessimism parece sencilla: la falsa esperanza junto al optimismo infundado y sin escrúpulos son la causa de los conflictos más dañinos de nuestro tiempo. Conflictos políticos, crisis institucionales y financieras, concepciones pedagógicas injustificadas, planificaciones urbanísticas no consensuadas, etcétera, son algunos de los temas que el autor analiza presentando para ello ejemplos históricos concretos.

Antes de referirme a algunos de esos temas describiré el esquema de razonamiento utilizado por Scruton para articular esta obra.

The Uses of Pessimism se divide en doce capítulos, siete de los cuales están dedicados a analizar diferentes falacias. El autor analiza en esta obra argumentos que considera falaces. Este hecho es importante ya que los capítulos del libro enumeran explícitamente todas las falacias a las que se refiere Scruton: The First-Person Future (La primera persona futura); The Best Case Fallacy (La falacia del mejor caso posible); The Born Free Fallacy (La falacia del "nacidos en libertad"); The Utopian Fallacy (La falacia de la utopía); The Zuro Sum Fallacy (La falacia de suma cero); The Panning Fallacy (La falacia de planificación); The Moving Spirit Fallacy (La falacia del movimiento del espíritu) y The Aggregation Fallacy (La falacia de la agregación).

Es importante destacar que Scruton no se refiere a estos argumentos como paralogismos, tampoco como sofismas. En el plano proposicional una falacia corresponde a una opinión falsa y extendida que frecuentemente puede ir acompañada de un argumento inválido que se suele presentar como si fuera correcto. Las diferencias entre una falacia, un paralogismo y un sofisma pueden ser de grado pero, aún así, conviene recordarlas para entender por qué Scruton prefiere utilizar el término 'falaz' para describir determinadas proposiciones compartidas por una gran cantidad de personas, y cuyos efectos políticos, económicos, educativos y culturales se analizan en este libro.

A diferencia de una opinión y/o un argumento falaz, un paralogismo es un argumento incorrecto que en ocasiones damos por válido por la sencilla razón de que se asemeja a otra forma válida de inferencia. Un 'paralogismo' es un fallo cometido sin una mala intención, y únicamente evidencia una falta de competencia en términos inferenciales o argumentativos. El término 'sofisma' sin embargo se utiliza para describir una estratagema con la que se busca probar algo, pero con la intención de producir engaño o confusión si fuera necesario.

A pesar de estas diferencias relacionadas con la buena o mala intención del argumentador, el término falacia puede usarse de manera genérica para describir todas las variantes de paralogismos y de sofismas.

The Uses of Pessimism es un libro innovador desde el punto de vista del estudio de las falacias porque presenta y analiza asertos falaces muy extendidos que, sin embargo, no suelen encontrarse entre las falacias habitualmente enumeradas.

Desde las Refutaciones sofísticas de Aristóteles un argumento falaz es aquel que parece válido o correcto, pero no lo es. Los siete argumentos falaces que analiza Scruton corresponden en mi opinión a lo que la tradición en filosofía del lenguaje ha denominado 'falacia informal'.

Existen falacias formales y falacias informales. Una falacia formal suele corresponder con un argumento deductivo cuya conclusión no se sigue lógicamente de las premisas aunque lo parezca a primera vista porque, en cierto modo, evoque un patrón de deducción lógica concluyente. Con el término 'falacia informal' describimos, sin embargo, discursos en los que existe algún tipo de defecto en su construcción argumentativa. Estas últimas falacias, las informales, han interesado mucho desde el siglo pasado, y se caracterizan bien por hacer un uso ilegítimo de alguna regla de interacción argumentativa, bien por emplear de manera abusiva recursos discursivos.

Las siete falacias que presenta Scruton son falacias informales, y con su análisis el autor ofrece una detallada radiografía de la vida política de nuestro tiempo la cual puede afrontarse desde dos posiciones o actitudes esencialmente contrapuestas: la actitud del yo y la actitud del nosotros.

Existe una relación de reciprocidad entre, por una parte, estas dos actitudes vitales, intelectuales y emocionales y, por otra parte, la tendencia a hacer uso y confiar en las falacias informales a las que se refiere Scruton. La relación antedicha resulta esencial para contemplar adecuadamente la fuerza argumentativa del libro cuya estructura discursiva radica en establecer una armonía entre estos dos objetivos: de una parte, el análisis de los discursos falaces y, de la otra, el análisis de las dimensiones emocionales, culturales e incluso políticas que hacen que algunas personas caigan inevitablemente en el uso de estas falacias.

Estas dos actitudes (we attitude y I attitude) gobiernan la vida pública y están radicadas en lo más profundo de cada uno de nosotros si bien sus efectos se terminan manifestando en el desarrollo de la vida colectiva.

Robert Scruton piensa que "la actitud del nosotros reconoce límites y constricciones, límites que no podemos transgredir y que crean el marco que dota de sentido a nuestra esperanza [...] está preparada para renunciar a sus propósitos, por preciosos que sean, a cambio de los beneficios que ofrecen, a largo plazo, el amor y la amistad. Se necesita una postura abierta a la negociación con el otro y que no busque compartir los objetivos, sino las limitaciones. Es una actitud finita en ambición, fácil de reorientar, y está preparada para negociar incrementos de poder y de la influencia a cambio de los bienes más gratificantes de los bienes sociales" (p. 22 trad. español y pp. 16-17 original inglés; en adelante: 22/16).

Por el contrario, "esta actitud favorable a nuestro yo está implantada en estratos muy profundos de la mente. El yo se lanza hacia el futuro y reafirma sus prerrogativas. Es infinito en ambición y no reconoce límites, sólo obstáculos. En caso de emergencia el yo toma el mando, y requisa todo lo que puede aumentar su poder o ampliar su influencia" (pp. 20-21/ p. 15).

El autor insiste en lo siguiente: "Aunque la libertad del yo solo toma cuerpo a través de nosotros, lo que no puede esperarse es que la gente sea libre y asuma su responsabilidad en un mundo donde el nosotros es solo imaginario y donde ya no existan vínculos personales" (p. 19/ p. 14).

Las falacias informales exploradas en The Uses of Pessimism and the Danger of False Hope ponen de manifiesto que "la disputa entre los optimistas sin escrúpulos y los distópicos no desaparecerá, pero se renovará incesantemente, cada vez que a unos se les ocurran nuevos futuros y los otros sientan la llamada a detenerse para renovar el pasado" (p. 23/ p. 18).

La falacia del mejor caso posible describe la actitud mental del jugador. La razón por la cual los jugadores "han evaluado el caso más favorable, en el que su fortuna está asegurada por su magistral tirada de dados, un desenlace al que tienden inexorablemente (p. 28/ p. 23) [es porque] los jugadores no son, después de todo, personas que asuman riesgos entran en la partida con la única expectativa de ganar, arrastrados por sus ilusiones, regodeándose en una irreal sensación de seguridad" (p. 28/ p. 23).

El autor considera que los efectos de la falacia del mejor caso posible se advirtieron en el Community Reinvestment Act aprobado como ley en 1977 por el presidente de los EE. UU. de América, Jimmy Carter. Esta ley obligó a los bancos a ofrecer hipotecas a las personas con un salario bajo con el objetivo de que pudieran adquirir un hogar dejando a un lado los procedimientos habituales a la hora de ofrecer un préstamo. Este fue un ejemplo de optimismo que atiende a la mejor opción posible: el sueño americano obligaba a hacer propietario de una casa a los grupos más desfavorecidos. El resultado final fue una escala creciente de deudas acumuladas que condujo a la crisis hipotecaria de 2008.

En mi opinión, es tal vez más adecuado clasificar la falacia del mejor caso posible como falacia metodológica en vez de falacia informal. Las falacias metodológicas están relacionadas con las interpretaciones que se efectúan en torno a estimaciones estadísticas e incluso probalísticas acerca del mundo político y social. Las falacias metodológicas están vinculadas con los sesgos cognitivos; por esa razón se pueden ver reforzadas por numerosos factores. En cierto modo, la propia falacia metodológica actúa como desencadenante de otros sesgos cognitivos por lo que representa, en sí misma, un sesgo en la cognición.

La línea que separa a las falacias informales de las falacias metodológicas es muy delgada, ya que ambas tienen que ver con la construcción de discursos. La falacia del "nacidos en libertad" se pone de manifiesto en escenarios teóricos como los descritos por Rousseau en El contrato social según el cual "la libertad es lo que queda cuando retiramos todas las instituciones, restricciones, leyes y jerarquías" (p. 45/ p. 42), o en doctrinas como la defendida en el informe Plowden, uno de los fundamentos de la política educativa del Reino Unido, según la cual "ninguna parte del proceso educativo (ni un alumno ni un padre ni un profesor) puede ser culpable de un fracaso" (p. 55/ p. 53).

En definitiva Roger Scruton piensa que la falacia del "nacidos en libertad" consiste en pensar que los seres humanos pueden y deben nacer libres, desechando la idea de que "la libertad es algo que obtenemos" (p. 52/ p. 50).

La falacia de la utopía es quizás una de las falacias metodológicas que más ha dominado en el pensamiento del siglo pasado hasta el punto de que para autores como Aurel Kolnai "la mente utópica es el misterio central de nuestros tiempos" (p. 63/ p. 63). La utopía sea cual sea la versión es falaz porque "se concibe como una unidad del ser, en la cual los conflictos no existen porque las condiciones que los crean ya no tienen razón de ser" (p. 66/ p. 66).

Este elemental aspecto discursivo presente en toda utopía tiene dos consecuencias. La primera es que ninguna utopía sea de facto realizable. La segunda es que toda utopía falaz conduce primero a la división de los seres humanos y después a la destrucción de la esperanza de aquellas personas consideradas enemigas de dicha utopía.

Aunque no se dice explícitamente, la falacia de suma cero es una de las más importantes falacias descritas en este libro. Esta falacia ha estado muy presente en las relaciones entre el mundo desarrollado y el mundo en vías de desarrollo. "Cuando los optimistas comprometidos se ven obligados a encarar un fracaso [...] se pone en marcha un mecanismo de compensación, diseñado para salvaguardar el proyecto, y que consiste en encontrar a la persona, la clase social o la entidad que lo ha frustrado. Y a esta persona, clase o entidad se la señala y se la condena basándose en los signos externos de su éxito. Si yo he fracasado es porque alguien ha tenido éxito en mi lugar" (p. 79/ p. 80).

Según Scruton, esta falacia dirige los planteamientos de los países tercermundistas; de acuerdo a los cuales "los países que habían sido colonias dependientes de los poderes europeos solo necesitan ser liberados de las relaciones poscoloniales de dependencia, y proveídos de una fuerte inyección de capital, como compensación a todos los sufrimientos padecidos durante la dominación colonial, para despegar' (p. 82/ p. 83).

Este falaz planteamiento de política internacional tiene como consecuencia un gran número de agravios y resentimientos transferibles como parte de una idea totalmente distinta de justicia "que tiene poco o nada que ver con el derecho, la retribución o la recompensa, y que está efectivamente desprendida de las acciones y responsabilidades de los individuos" (p. 92/ p. 94).

La falacia de la planificación consiste en creer que podemos avanzar colectivamente hacia nuestros objetivos adoptando un plan común. Por esta razón puede decirse que "esta falacia consiste en creer que las sociedades pueden organizarse, como los ejércitos, según un sistema de órdenes top-down (donde la autoridad mana de arriba hacia abajo), y de responsabilidades botton-up (que mana de abajo hacia arriba) con el propósito de asegurarse que son muchos los que trabajan de manera coordinada según el plan dispuesto por unos pocos" (p. 98). Scruton presenta esta falacia utilizando los argumentos de los economistas Ludwig von Mises y Friedrich Hayek en su respuesta a las propuestas socialistas de centralización de la economía planificada. Pero también analiza dicha falacia en su relación con las legislaciones promovidas por la EU para los estados miembros.

Tal vez podría entenderse la falacia del movimiento del espíritu como un caso específico de falacia de planificación. El autor declara su admiración hacia Hegel cuando este concibe la libertad no como un don natural, sino como un artefacto que construimos a través de nuestra membresía social compartida. Sin embargo, Scruton atribuye a Hegel una de las más profundas influencias "sobre los incautos entusiasmos que han torcido nuestro mundo en el último siglo" (p. 125/ p. 128); porque Hegel piensa que la historia presenta un desarrollo continuo hacia la plena conciencia de sí y que cada período sucesivo de la historia muestra una etapa en el desarrollo espiritual de la humanidad.

Esta falacia se hace patente porque resulta ser un método para dar sentido al pasado con el presente y el futuro, y se ve agravada por el mito del progreso. Scruton discute los efectos de esta falacia sobre teorías estéticas y, en particular, en relación a la arquitectura y el urbanismo, temas sobre los que ha escrito abundantemente.

Un ejemplo de falacia de agregación podría ser la consigna revolucionaria Liberté, égalité, fraternité. La falacia metodológica que presenta Scruton bajo esta denominación consiste en que el deseo de cosas buenas puede llegar a cancelar "cualquier intento de comprender las relaciones existentes entre ellas" (p. 148/ p. 154).

The Uses of Pessimism and the Danger of False Hope señala con rigor las falacias que impiden la emergencia en la sociedad civil de una clase de racionalidad colectiva que no es la del líder y sus planes de turno, sino la racionalidad del nosotros dentro de una comunidad de negociación y consenso. Frente a los transhumanistas que piensan que la naturaleza humana está cambiando, Roger Scruton nos recuerda que estas esperanzas no deben impedirnos reflexionar una y otra vez sobre nosotros mismos en tanto criaturas capaces de negociar mirando con ironía nuestra condición.

Abiertamente conservador, Scruton es en la actualidad Resident Fellow en la American Enterprise Institute y profesor visitante de Filosofía en la Universidad de Oxford. Cuenta en su haber con más de una treintena de libros que tratan temas tan diversos como el pensamiento de Spinoza, la globalización, el deseo sexual, los derechos de los animales o el urbanismo, la arquitectura y la caza.

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