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Eidos

Print version ISSN 1692-8857

Eidos  no.19 Barranquilla July/Dec. 2013

 

Friedrich Schlegel: sobre una edición de sus escritos*

Rafael Gutiérrez Girardot
Traducción del alemán por Juan Guillermo Gómez García

¿ Quién fue, o más precisamente: qué fue Friedrich Schlegel?

Desde la época de Goethe hasta nuestros días son muchas las transformaciones que ha sufrido el concepto del romanticismo, y hoy resulta difícil suponer que fueron Schlegel y Novalis quienes lo formularon. Ya Dilthey en su ensayo sobre Novalis (Das Erlebnis und die Dichtung, ed. de 1956) hacía notar el abuso con que se aplica este concepto y proponía ponerle fin haciéndole desaparecer del vocabulario científico-literario. Él, y más tarde, Hans A. Korff se decidieron por el más amplio de "época de Goethe", privando así a la Historia del espíritu de adherencias inútiles y de etiquetas perjudiciales. Novalis, Schlegel, Schleiermacher, Hegel, A. von Humboldt, Schelling, etc., forman esa constelación que sigue a Goethe, Kant y Fichte, y que en sentido amplio se llamó originariamente el romanticismo. Friedrich Schlegel fue, pues, un romántico y, si se quiere, un discípulo de Fichte, no de Kant, a quien paradójicamente solía atacar en cada escrito. La respuesta es, sin embargo, insuficiente. Es cierto que fue Fichte quien dio a Schlegel el fundamento filosófico: el descubrimiento del Yo, del que dedujo su idea de la poesía romántica como una poesía universal progresiva, del sacerdocio del artista, de la ironía, de la combinación de poesía y filosofía y, en fin, de un arte combinatorio que no fue otra cosa que una teoría de la interpretación literaria. Pero estas "deducciones", para decirlo con una palabra favorita de esa época, no son en realidad el contenido de la obra de Schlegel, y la pregunta por él y por su obra se queda a mitad de camino cuando se la responde con semejante enumeración.

Schlegel fue algo más que un discípulo de Fichte. Hegel, en sus Conferencias sobre Estética, en el capítulo dedicado a la Ironía lo llama con desprecio "una naturaleza esencialmente crítica y no precisamente filosófica", y en uno de los informes rendidos al Ministerio de educación de Prusia insiste en la incapacidad de Schlegel para la filosofía. Schlegel mismo, en carta a Jacobi, explica la causa del reproche de Hegel, sin haberlo conocido y sin proponérselo. Dice Schlegel que ha aplazado cada vez más el momento de hablar de filosofía, que es su preocupación central desde la época en que, a los 19 años, leyó todas las obras de Platón. Ha escrito, continúa, sobre literatura y arte, y no pudo evitar que en todo ello saliera a relucir algo o mucho de su preocupación filosófica. Schlegel fue, efectivamente, un crítico, pero no con el sentido que tenía entonces y que más o menos sigue teniendo hoy. Precisamente esa preocupación fundamental por la filosofía penetró toda su actividad crítica y dio los instrumentos para hacer de ella una ciencia cuyos alcances sobrepasan el juicio literario y la recensión. Schlegel fundó la hermenéutica, un arte combinatorio de metafísica, poesía, religión y filosofía, y que puede resumirse con el título de uno de sus cuadernos de apuntes: filosofía de la filología.

Sin embargo, no es Schlegel a quien Dilthey cita en su exposición de la hermenéutica, sino a Schleiermacher, y esta errata histórica la han venido repitiendo Wach y Bultmann. El desprecio con que Hegel hablaba de Schlegel se transmitió a Rudolf Haym, Dilthey, en fin, al resto de historiadores literarios, y solo la excepción de Josef Kórner ha vuelto a despertar un relativo interés por el inspirador de Novalis. Bien puede explicarse la causa de este desprecio, tanto en Hegel como en sus mínimos epígonos y divulgadores, el más famoso entre ellos Dilthey. Schlegel aseguraba, en una época en que se consideraba como elemento único de la verdad el sistema científico de la misma (Hegel, Phanome-nologie des Geistes, Prólogo), que para el espíritu es mortal tener un sistema y no tener ninguno. Y que este debe optar por unir lo sistemático y lo asistemático. La unión de estos dos polos es más que un simple juego de palabras. Para Schlegel es el "Fragmento". Un fragmento es, decía, el núcleo subjetivo de un objeto en devenir. No solo formalmente se oponía Schlegel al sistema. Para él la naturaleza misma del pensamiento es fragmentaria. Muchos pensamientos, escribió, son solo el perfil de pensamientos. Fiel a esta convicción legó Schlegel su pensamiento en una serie de fragmentos y de proyectos, en una novela inconclusa, en apuntes que fueron eternos objetos en devenir. Y quienes aprovecharon la riqueza de este desorden: Fr. Schleiermacher, August Boeckh y Fr. Ast, cosecharon la gloria que le correspondía a Friedrich Schlegel. Pero el reconocimiento de una deuda es cosa que no tiene sentido si con ello se pretende cumplir un acto de justicia o correr el acento una sílaba más atrás. Basta apuntar, pues, que Schlegel fue un crítico y un filólogo, y que el romanticismo de la época inicial, que estuvo dominado totalmente por su influencia, no fue, ni su auténtica continuación ha sido nunca el desencadenamiento de una dudosa sentimentalidad, responsable de la bohemia romántica y de las formas morbosas que llenaron los finales del siglo XIX, y que Mario Praz ha analizado con finura psicoanalítica en su famoso libro La agonía romántica. No, el romanticismo no fue nunca agónico, al menos en Schlegel, y ni siquiera en Nova-lis, pese a su "voluntad de morir". La fórmula de que la poesía romántica es una poesía universal progresiva da ya el tono del verdadero romanticismo. Este fue una filología, entendida en su sentido amplio y en su sentido propio. Como philia del logos, y como arte de la interpretación del texto.

Los dos sentidos no se contradicen, ni corren paralelamente y separados, sino que se complementan. La universalidad y la progresividad de la poesía romántica no han de confundirse con cosmopolitismo y progresismo. La poesía romántica es universal porque se extiende a todas las ramas del saber, especialmente a la ciencia por excelencia: la filosofía; y es progresiva porque esa extensión es penetración mutua que va desde el primer contacto hasta la identificación en progresión dialéctica. Es universal porque ha de convertirse en "literatura mundial", pero no solo desde el punto de vista de la historia literaria sino en cuanto que la literatura mundial ha de ser el logos del mundo. Y esta, la poesía o más justamente, la creación poética, que abarca no solo la lírica sino en general toda la literatura, aun el drama, ha de ser el logos del mundo porque entre la poesía y la filosofía existe esa comunicación que hace que el filósofo hable de sí mismo como el filósofo, es decir, porque una y otra tienen su origen en el Yo. Lo mismo que la poesía es la filosofía fragmentaria y está en constante devenir. Y en virtud de esa compenetración, que Schlegel llamaba "symphilosophía y sympoesía", es la poesía "un comentario al texto de la filosofía" y la filosofía una verdadera filología: razón de amor. Cuando Schlegel decía que el arte -y este es para los románticos fundamental y casi exclusivamente la poesía- debía volverse ciencia, no quería asegurar con ello que el arte adquiera la precisión de la ciencia, ni proclamaba por adelantado un curioso naturalismo, sino que decía simplemente que el arte, esto es, la poesía, debe compenetrarse con la filosofía, con la ciencia por excelencia.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la filología que conocemos, con ese trabajo manual que manejan los herederos del positivismo? En un famoso Fragmento del Ateneo (según la edición de Minor, el N. 404. Este Fragmento es la reelaboración de una serie de apuntes inéditos que Josef Kórner editó en Logos XVII, 1928, con el título "Filosofía de la filología") escribió Schlegel: "La filología es un afecto lógico, la contraparte de la filosofía, entusiasmo por el conocimiento químico: pues la gramática es solo la parte filosófica del arte universal de dividir y unir". Ininteligible resulta a primera vista la determinación de la filología como "afecto lógico", pues ¿no resulta acaso una contradicción la unión de los afectos y de la lógica? Solo en sentido figurado suele hablarse de una lógica del corazón, es decir, de los afectos, pero aún en este sentido sigue siendo oscura la relación entre lógica y afección, y en última instancia, la paradoja no explica, sino acentúa la oscuridad que domina los inexplicables actos del corazón. ¿Es pues, según esto, el afecto lógico en que consiste la filología un modo de hablar, o si se quiere, un juego de palabras, un rasgo de ingenio o una forma de dar a entender que la filología es una especie de corazonada, lo mismo que los inexplicables motivos de las acciones impulsadas por el corazón? De este modo sería la filología una intuición, y quienes aseguran que el primer contacto con un texto está fundado o es una intuición no harían otra cosa que darle derecho a esta sibilina frase de Schlegel. En verdad, no deja de ser cierto que un elemento intuitivo se encuentra contenido en esta determinación. Pero ese elemento, que hoy por ejemplo llama Staiger el "sentimiento" (y que con más palabras y más clamores suelen llamar "primer contacto con la obra poética") no está librado al arbitrio de la corazonada. En otro Fragmento de la misma serie del Athenaum (el N. 433 en la edición de Minor) escribe Schlegel: "La esencia del sentimiento poético consiste tal vez en dejarse afectar desde sí mismo, en no caer en afecto por causa de algo y en poder fantasear sin motivo". Afecto es pues, para Schlegel, la esencia del sentimiento poético, pero el afecto tiene aquí un sentido, que Schlegel toma de la gramática: tiene el sentido del acusativo. Por eso agrega en el mismo fragmento, de modo muy paradójico, no solo que este afecto debe partir desde sí mismo, sino que este afecto no debe caer en afecto a nada. La afección sería pues una afección absoluta, un afecto que se produce a sí mismo. Importante es de todos modos no perder de vista el sentido de afección como acusativo, o como un sentimiento de dependencia o como una afección cordial. Pero en este sentido de la palabra "afectar" hay un significado que es notorio: la afección debe ser desde sí mismo. El Yo que pone el mundo y el centro del universo es el origen de esta afección. En otro fragmento (391) apunta Schlegel, y este pone más claridad al sentido de la palabra "afectar": "Leer es satisfacer el impulso filológico, afectarse a sí mismo literariamente". Se explica, un poco más, esta determinación de la filología como afecto lógico si pensamos el sentido que tiene la palabra lógico en este contexto. En el Fragmento 92 escribe: "Mientras los filósofos no se vuelvan gramáticos o los gramáticos filósofos, la gramática no llegará a ser lo que fue en la Antigüedad: una ciencia pragmática y una parte de la lógica [...]". La compenetración de la gramática y de la filosofía es para la gramática la condición para que pueda volver a ser parte de la lógica, como si la lógica jugara aquí el papel de una más alta ciencia, a la que se llega por medio de la progresividad. Y efectivamente, la gramática como parte de la lógica no es una gramática como un sistema que forma parte de la ciencia del pensar, sino como parte del logos, o mejor aún: de lo lógico. Por eso decía Schlegel en el Fragmento arriba citado (el 404) que la gramática es solo la parte filosófica del arte universal de unir y separar: es decir, del conocimiento. La filología como afección lógica no sería otra cosa que el conocimiento de lo producido por el Yo. Más tarde repitió August Boeckh la misma idea en su Enciclopedia de las ciencias filológicas: "La filología es el conocimiento de lo producido por el espíritu humano", y más adelante: "Filología es conocimiento de lo conocido" (cit. en la antología de Wegner, Altertumskunde, Freiburg/Munchen, 1951, p. 195). El exigente Wilamowitz comentó: "Hoy no podríamos satisfacernos con esto", pero quizá la insatisfacción sentida por Wilamowitz provenía de que ya en Boeckh la huella de Schlegel iba perdiendo el color originario. Boeckh no fue como Schlegel "filósofo y filólogo" a la vez. Su especulación teórica sobre la filología no tenía el mismo apoyo que tenía en Schlegel, quien, después de todo, fue también un maestro de la técnica filológica.

Lo producido por el Yo es, sin embargo, mucho. Pero para Schlegel es algo muy concreto. El Yo es un individuo activo, cuya vida consiste en expresarse (Hegel diría extrañarse) y en hacer aparecer su individualidad. Pero la vida y esta expresión son también devenir, formación, en una palabra: cultura (Bildung). Por eso escribía Schlegel que todo hombre inculto, es decir, sin formación es una caricatura de sí mismo, y agregaba en otro lugar que ser hombre es formarse, y esto quiere decir convertirse en Dios. Mal comprendió este pensamiento el mentor de Eliot y Ezra Pound, T. H. Hulme ("el Nietzsche de Picadilly") cuando en sus invectivas contra el romanticismo aseguró que uno de los grandes pecados de este había sido la divinización del hombre, el conocimiento de que el hombre se produce a sí mismo. Porque ni Schlegel ni los románticos alemanes pensaron en convertir al hombre en dios, ellos pensaban, cuando hablaban del devenir del hombre hacia dios, en un mundo centrado en el artista, como el prototipo del homo humanus. Ellos pensaban, pues, en un humanismo, y no es extraño ni casual que Schlegel haya querido buscar las medidas y arquetipos de la poesía eterna y del arte en la poesía y en el arte de los griegos. En este sistema, pues, el artista, en cuanto es el más formado entre los hombres, es una especie de "presbyteros", de "clerk", de sacerdote. Por eso decía Schlegel que "la religión no es solo una parte de la formación, un miembro de la humanidad, sino el centro de todos los demás, lo primero y lo más alto, lo originario por excelencia" (Ideas, ed. Minor,14). Lo producido por el Yo y que es el objeto de la filología es, pues, esa formación o ese devenir que hace que el hombre sea hombre, y esto quiere decir, que lo acerca o lo convierte en artista. "La plenitud de la formación (Bildung) la encontrarás en la más alta poesía" (Ideas, Minor, 57). Y en otro Fragmento dice: "Por medio de los artistas la humanidad llegará a ser un Individuo [...]" (Ideas, Minor, 64). Lo producido por el Yo es entonces en primer lugar la poesía, o en el lenguaje de los románticos: el arte, y por otro lado, la cultura en cuanto es formación. Y este es el objeto de la Filología. Pero la poesía y la cultura, en cuanto son dos actividades del Yo, son igualmente dos aspectos de la realidad. La poesía crea el mundo, la cultura es la humanización del mundo. Creación del mundo y humanización de este son lo producido por el Yo: son el objeto de la filología, o más bien, de la filosofía-filología. La Filología, pues, como razón del mundo, pero también como philia del logos.

En el segundo sentido es para Schlegel la filología una hermenéutica del universo e igualmente de los textos. La una y la otra se complementan, forman ese "arte combinatorio" del que habla Schlegel en sus fragmentos y configuran la base de una "enciclopedia" universal proyectada por Novalis. Ciertamente, el solo hecho de considerar la hermenéutica como una razón del mundo -o como Schlegel bautizó más tarde algunos de sus escritos filosóficos: ontología universalis-, no sirve para dar una base rigurosa a la hermenéutica literaria. Pero hay que recordar que en la determinación que él da de la filología, escribe: conocimiento químico, lo que equivale a decir: analítico. ¿Cómo procede ese análisis? Por medio del "sentimiento", por medio del afecto; para decirlo con un neologismo, por medio de la intransición (Einfühlung, que se puede traducir por "empatía"). Un crítico, decía, debe tener dos estómagos, debe leer con dos estómagos, y leer es, como ya se apuntó, satisfacer el impulso filológico, hacerse o dejarse afectar literariamente. Y al análisis lo llama "descomposición" química, para indicar con ello que es la descomposición de un individuo en sus últimos elementos. No es, necesariamente, un análisis al estilo del gramatical que se conoce en los colegios y escuelas, o al modo de los estilistas. Un principio valorativo lo precede: análisis de un individuo, esto es, de algo ya formado, de algo también en devenir. Este análisis debe estar a la altura de la obra que se ha de analizar, pero como esta es igualmente un devenir, solo cabe la adivinación, el arte adivinatorio. No porque se presuma lo que ha de venir o se quiera sospechar lo que se encuentra tras la obra. El adivinatorio es tal porque repite y reproduce el proceso de la creación poética, y lo repite en cuanto el primer paso del análisis es la intransición o empatía. Tal empatía es, pues, la repetición o reproducción del sentimiento poético, cuya esencia es la producción de tal empatía, pero también el ejercicio inmotivado de la fantasía, esto es, de la adivinación. Tal es, en breves líneas, la hermenéutica literaria de Schlegel. Pero en sus complejas conexiones con la filosofía es la filología para Schlegel, poesía, metafísica, physiologia. Pero no se puede olvidar que estos son los fundamentos de una ciencia, y que mientras ella suele considerarlos vana especulación, siguen fructificando, quizá inconscientemente, sus principios y sus métodos. Curtius invocó a Schlegel como a su precursor (si bien esta invocación más bien parece la glorificación de su espejo), y hoy se hace cada vez más general la tendencia de la filología de convertirse en hermenéutica con propósitos más amplios, que en última instancia no están lejanos del pensamiento de Schlegel. Pues el fervor con que se suele ejercer hoy la estilística (entre nosotros la caricatura de la estilística alemana) y el deseo de encontrar en la poesía justamente una razón del mundo, una razón que deje entrever el horizonte de la situación espiritual, son la comprobación de la certeza con que Schlegel fundamentó su filología, o de que, a pesar de todos los movimientos anti-románticos, el romanticismo como filología, es decir, como amor a la palabra, sigue siendo la disposición fundamental del estado actual del espíritu. No es casual el cuidado con que Mallarmé planeaba su libro: el libro, razón del universo. Tampoco es casual que Nietzsche, el filólogo, fuera el anunciador del presente, y en fin, no es casual que casi todos los grandes escritores del presente se sientan obsesionados por la palabra, más que en otras épocas. La palabra, el logos como razón de amor y razón del universo.

Bonn, octubre de 1957.

Nota. El pretexto de estas páginas es la publicación de dos selecciones de las obras de Schlegel: Friedrich Schlegel, Kritische Fragmente, editados por W. Rasch, Hanser, Munchen, 1956. Esta selección recoge los escritos de juventud. F. Schlegel, Schriften und Fragmente, editados por E. Behler, Stuttgart y Kroner 1957. Esta selección prefiere dar a conocer los escritos de la vejez de Schlegel, pero incluye muchos inéditos.


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* Ensayo inédito, original en el Archivo de Rafael Gutiérrez Girardot en la Hemeroteca de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá).