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Eidos

Print version ISSN 1692-8857

Eidos  no.23 Barranquilla July/Dec. 2015

https://doi.org/10.14482/eidos.23.190 

DOI: http://dx.doi.org/10.14482/eidos.23.190

Razones y causas en el psicoanálisis freudiano

Flor Emilce Cely
Universidad El Bosque, Bogotá, Colombia
florcely@gmail.com

Fecha de recepción: agosto 8 de 2014
Fecha de aceptación: enero 22 de 2015


Resumen

Se examina la relación entre razones y causas de la acción en el psicoanálisis freudiano. Hay acuerdo en que Freud confundía, o por lo menos no hizo una distinción rigurosa a lo largo de su trabajo, entre razones y causas. Se analizarán dos interpretaciones al respecto. De un lado, la que sostiene que había en él una tendencia naturalista y que, en ese sentido, nunca abandonó su pretensión de encontrar las causas de la acción humana; de otro lado, la que defiende que en Freud imperó siempre una orientación más psicologizante, con base en la cual defendió la búsqueda del sentido de actos fallidos, sueños, etc.; lo cual lo llevó a abandonar su orientación cientificista y a concentrarse en la comprensión o interpretación de la acción. Como alternativa se propone considerar que el conflicto en Freud se soluciona si dejamos de lado los dualismos razones / causas y comprensión /explicación.

Palabras clave: psicoanálisis, razones, causas, explicación, Freud, Davidson.


Abstract

This paper examines the relationship between reasons and causes of action in Freudian psychoanalysis. There is an agreement on the issue that, throughout his work, Freud confused or at least did not make a rigorous distinction between reasons and causes. Two interpretations will be analyzed on this matter. On one hand, a position that holds that there was a naturalistic tendency in Freud and, in that sense, that he never abandoned his aspiration to find the causes of human action. On the other hand, a position that argues that a psychologizing orientation always prevailed in Freud, based on which he defended the search for the meaning of Freudian slips, dreams, etc; which led him to abandon his scientific orientation and to focus on understanding or interpreting the action. As an alternative it is suggested that the conflict in Freud is solved if we discard the dualisms reasons/causes and understanding/explanation.

Keywords: psychoanalysis, reasons, causes, explanation, Freud, Davidson.


Razones y causas en el psicoanálisis freudiano

Hoy en día no parece ser cuestionado por nadie el hecho de que Freud confundía, o por lo menos no hizo una distinción rigurosa a lo largo de su trabajo, entre causas y razones de la acción. Esta distinción se debe analizar en Freud en relación con dos paradigmas o modelos de explicación que estuvieron presentes en su trabajo y que generaron una tensión constante: el paradigma mecanicista y el paradigma psicológico; paradigmas entre los cuales osciló todo el tiempo la teoría freudiana. Por un lado, debido a su formación como fisiólogo, no quería renunciar al paradigma mecanicista, y por ello insistió en describir el inconsciente en términos de flujo y descarga de energía; descripción que en todo caso siempre se mostraba insuficiente y revelaba, más bien, su intento frustrado de hacer ciencia solo con el uso de la terminología; a lo que tuvo que recurrir dado que siempre fue consciente de que la ciencia de su época no llegaría a probar sus tesis fisicalistas. Por otro lado, y empujado por las necesidades de su práctica, Freud tuvo que recurrir a la descripción intencional, es decir, a un lenguaje más psicológico, que incluía deseos, creencias, motivos, razones para actuar, etc.

A continuación se presentarán las dos tendencias presentes en la obra freudiana, haciendo énfasis en la tensión y la constante oscilación entre las dos del pensamiento freudiano.

El cientificismo de Freud

Freud siempre estuvo interesado en incluir al psicoanálisis dentro de las ciencias de la naturaleza; ciencias que en su época tenían ya un nombre irrecusable, una unidad metodológica y un prestigio obtenido desde hacía ya algunos siglos. A ellas se oponía en su época un grupo de ciencias denominadas ciencias del espíritu (Dilthey, 1883). La razón de Freud para ubicar al psicoanálisis del lado de las primeras radica en que para él la única ciencia como tal es la ciencia de la naturaleza. De esta manera, se adhiere a un monismo epistemológico que rechaza cualquier consideración de "ciencias" del espíritu y que considera como ciencias propiamente hablando solo a las de la naturaleza.

En varios lugares Freud intenta explicar en qué sentido se puede entender que el psicoanálisis sea una ciencia natural, exponiendo ciertas características que el psicoanálisis compartiría con otras ciencias. En Introducción al Narcisismo, por ejemplo, afirma Freud (1914/1986) que la física se encuentra en igual situación que el psicoanálisis: "En nuestros días vivimos idéntica situación en la física, cuyas intuiciones básicas sobre la materia, los centros de fuerzas, la atracción y conceptos parecidos están sujetos casi a tantos reparos como los correspondientes del psicoanálisis" (p. 75). Y en el texto de 1933 titulado En torno a una cosmovisión, en el que emprende una defensa de la cosmovisión científica (en oposición a una cosmovisión religiosa) que el psicoanálisis, como ciencia especial, una rama de la psicología (psicología de lo profundo o de lo inconsciente), ha logrado mantener:

Espíritu y alma son objeto de investigación científica exactamente como lo son cualesquiera otras cosas ajenas al hombre. El psicoanálisis posee un título particular para abogar aquí a favor de una cosmovisión científica, puesto que no puede reprochársele haber descuidado lo anímico en la imagen del universo. Su contribución a la ciencia consiste, justamente, en haber extendido la investigación al ámbito anímico. Por lo demás, la ciencia quedaría muy incompleta sin una psicología de esta clase. (Freud, 1933/1986, p. 147)

Sin embargo, estas y otras alusiones son claramente insatisfac-torias para comprender las pretensiones cientificistas de Freud. Para tal fin es necesario considerar las principales influencias científicas en su pensamiento: el fisicalismo y el determinismo. En relación con la primera, es reconocida la herencia del fisicalismo de Du Bois-Reymond, que planteaba la reducción de todo fenómeno a la acción de fuerzas físicoquímicas, y el materialismo mecanicista de Helmholtz, que plantea una explicación desde las causas naturales eficientes, prescindiendo de cualquier causa final. También bajo la influencia de Meynert y Charcot adoptó un enfoque que buscaba las causas de fenómenos psicológicos; estos autores consideraban que los determinantes de problemáticas psicológicas podían ser factores psicológicos.

Hay también una orientación determinista en su pensamiento. Freud consideraba que el Universo sigue un orden único determinado en el cual no puede haber algo que no encaje; y el ámbito de lo mental, como parte de la naturaleza, no podía escapar a esta determinación. Sin embargo, encuentra que una parte importante de los estados mentales y acciones del ser humano no tenían explicación (síntomas neuróticos, sueños, acciones fallidas, etc.), lo cual constituía una laguna en ese cuadro determinista. Así, en lugar de desechar estos fenómenos como no relevantes para la investigación científica, Freud consideró que debía haber una estructura mental encargada de determinarlos. Es por ello que le parece necesario postular la existencia de los estados mentales inconscientes. Pues ¿qué querría decir alguien —se pregunta Freud— que asegurara "... que hay sucesos tan ínfimos que se salen del encadenamiento del acaecer universal, y que lo mismo podrían no ser como son? Si alguien quebranta de esa suerte en un solo punto el determinismo de la naturaleza, echa por tierra toda la cosmovisión científica" (Freud, 1915-1916/1986, p. 25).

Parece ser que este determinismo nunca fue abandonado por Freud, y en esto parece haber consenso1 . Algo muy distinto sucede con lo que puede llamarse su orientación fisicalista, sobre la cual hay una extensa discusión que involucra algunas posturas opuestas que es necesario examinar, dado que de esto depende en parte la caracterización del tipo de explicación de la acción que aporta el psicoanálisis. Por un lado, están quienes resaltan el Freud del "Proyecto de psicología para neurólogos", un científico en búsqueda de los correlatos neuronales de las instancias psíquicas (conciencia, preconsciente, inconsciente) que eran objeto de su investigación (ver Kitcher & Wilkes, 1988 y Wilkes, 1975). En esa medida, consideran que el abandono del proyecto solo se debe a que Freud se dio cuenta de que en ese momento no se contaba con los avances necesarios en neurofisiología como para poder seguir adelante con sus especulaciones fisicalistas, pero que esto no era razón para cambiar o abandonar sus tesis:

Cuando [Freud] abandona el 'Proyecto' fue precisamente porque las teorías neurobiológicas del siglo XIX no cumplían la tarea de fundamentar sus hipótesis psicológicas... Sería tristemente regresivo si, después de abandonar el 'Proyecto', Freud hubiera abandonado también la creencia que yacía detrás: que cualquier teoría sobre la operación de la mente que se proponga apuntar a la verdad deberá algún día ser sustentada por la neurociencia. (Wilkes, 1975, pp. 120 y 123)

Por tanto, la teoría psicológica que adoptó era la mejor o la única por el momento, pero era solo provisional, pues nunca dejó de pensar que la confirmación de sus hipótesis fisicalistas era lo que le daría el estatus científico al psicoanálisis2.

Sin embargo, críticos como Grünbaum o Sulloway, que toman en serio la tendencia cientificista de Freud, son severos al concluir que no tuvo éxito en la misma. Sulloway basa toda su interpretación de Freud en el hecho innegable de que para Freud el psicoanálisis era una ciencia natural, lo cual considera evidencia suficiente para oponerse tajantemente a la orientación hermenéutica que Habermas le pretende dar al psicoanálisis. De igual manera, Grünbaum desarrolla un argumento detallado para mostrar que las teorías de Freud no son apoyadas adecuadamente por la evidencia y, en este sentido, plantea que Freud fue un científico fallido (Sulloway, 1979 y Grünbaum, 1984).

Y, por otro lado, están quienes consideran que el "Proyecto de psicología para neurólogos" fue solo un desvío insignificante3respecto de las ambiciones explicativas centrales en Freud: esto es, aportar la explicación psicológica que hacía falta tanto para las neurosis, como para los fenómenos de la vida normal como los sueños y actos fallidos. Estos autores se basan en pasajes de Freud en los cuales se aprecia un marcado escepticismo respecto a las esperanzas de avanzar en la explicación materialista de la mente; pasajes como este de Lo inconsciente:

Sabemos que tales relaciones [del aparato psíquico con la anatomía] existen, en lo más grueso. Es un resultado inconmovible de la investigación científica que la actividad del alma se liga con la función del cerebro como no lo hace con ningún otro órgano. Un nuevo paso —no se sabe cuán largo— nos hace avanzar el descubrimiento del desigual valor de las partes del cerebro y su relación especial con determinadas partes del cuerpo y actividades mentales. Pero han fracasado de raíz todos los intentos por colegir desde ahí una localización de los procesos anímicos, todos los esfuerzos por imaginar las representaciones almacenadas en células nerviosas y la circulación de las excitaciones por los haces de nervios. Aquí se nos abre una laguna; por hoy no es posible llenarla, ni es tarea de la psicología. Nuestra tópica psíquica provisionalmente nada tiene que ver con la anatomía; se refiere a regiones del aparato psíquico, dondequiera que estén situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas. (Freud, 1915/1986, p. 170)

O el siguiente de "Inhibición, síntoma y angustia":

Es muy de lamentar que siempre quede insatisfecha la necesidad de hallar una «causa última» unitaria y aprehensible de la condición neurótica {Nervosität}. El caso ideal, que probablemente los médicos sigan añorando todavía hoy, sería el del bacilo, que puede ser aislado y obtenerse de él un cultivo puro, y cuya inoculación en cualquier individuo produciría idéntica afección. O algo menos fantástico: la presentación de sustancias químicas cuya administración produjera o cancelara determinadas neurosis. Pero no parece probable que puedan obtenerse tales soluciones del problema. (Freud, 1926/1986, pp.143-144)

Lo cierto es que, debido al estado de avance de la fisiología y la neurología de su época, Freud tuvo que limitar sus aspiraciones fisicalistas, lo cual se evidencia en su claro desprecio por su trabajo sobre psicología para neurólogos. Sin embargo, como anota Wilkes, nunca abandonó su fe en la verdad del fisicalismo (Wilkes, 1975)4. El mismo Freud lo expresa con una mezcla de resignación y esperanza:

Pero la terapia nos ocupa aquí únicamente en la medida en que ella trabaja con medios psicológicos; por el momento no tenemos otros. Quizás el futuro nos enseñe a influir en forma directa, por medio de sustancias químicas específicas, sobre los volúmenes de energía y sus distribuciones dentro del aparato anímico. Puede que se abran para la terapia otras insospechadas posibilidades; por ahora no poseemos nada mejor que la técnica psicoanalítica, razón por la cual no se debería despreciarla a pesar de sus limitaciones. (Freud, 1940/1986, p.182)

Y esta es la razón por la cual de ahí en adelante Freud fluctuara entre una actitud cientificista y una más psicologizante, puesto que la actitud con la que abordaba siempre los problemas teóricos y prácticos era animada por un espíritu científico (fisicalista y determinista), pero la ciencia de su época no contaba con los medios ni teóricos (por ejemplo, una teoría fisicalista reduccionista de lo mental) ni terapéuticos (un tratamiento químico enteramente satisfactorio para tratar con los síntomas neuróticos, por ejemplo) para poder dar rienda suelta a ese espíritu. Por esta razón es que, por ejemplo, tiene que recurrir al lenguaje psicológico de creencias, deseos o motivos para explicar las acciones incomprensibles de los pacientes neuróticos, pero teniendo siempre en el horizonte una aspiración a encontrar el correlato físico de lo inconsciente5.

Hay otra discusión interesante respecto al lugar de la parte más teórica del pensamiento de Freud, que él llamó "Metapsicología". Para algunos se trata de una parte teórica especulativa que le permitió a Freud seguir trabajando con sus hipótesis fisicalistas y mecanicistas, ya que no lo podía hacer en su trabajo clínico. Es por ello que autoras como Kitcher y Wilkes la resaltan, afirmando que se trataba para Freud de una superestructura teórica fundamental, de la cual incluso se podrían extraer algunos elementos que permitirían mostrarlo como un científico cognitivo. Pero otros, como Grünbaum, insisten en que Freud rechazó finalmente esas especulaciones. Para ello se apoyan en citas de Freud en las que considera a la metapsicología como una "superestructura especulativa de la que se puede prescindir sin pérdida". Y reducen el análisis de lo científico en el trabajo de Freud a la parte clínica, esto es, a la única parte susceptible de verificación empírica6.

Lo cierto es que el manejo de Freud de la causalidad está claramente influenciado por estas doctrinas y está motivado, sobre todo, por encontrar la causa de las neurosis. Bajo tal influencia clasifica los factores etiológicos de las neurosis en tres categorías

(Freud, 1895/1986):

(a) Condiciones, que son factores indispensables (herencia) pero que no bastan por sí solos, sino que necesitan de
(b) Causas específicas (factores sexuales); y
(c) Causas auxiliares, que no es preciso que estén presentes en todos los casos, ni pueden producir por sí solas el efecto en cuestión (exceso de trabajo, emociones, enfermedad física).

Por ello, afirma Freud, podría pensarse en una "terapia causal", una que tendría el objetivo de eliminar las causas de las manifestaciones patológicas, pero no de manera inmediata. Pero al mismo tiempo reconoce que, en sentido estricto, la terapia no sería causal, puesto que no se cuenta, por ejemplo, con los medios para intervenir en los procesos libidinales por medios químicos (no por el momento, comenta Freud); razón por la cual debe reconocer que lo que realmente está haciendo es una "terapia psíquica" que aporta un acercamiento al conocimiento del mecanismo de los síntomas histéricos pero que no lleva al conocimiento de las causas internas de la histeria (Freud, 1916-1917/1986, p. 396). Una vez más esta ambivalencia en la propuesta freudiana puede ser aprovechada por las dos tendencias de interpretación que se analizan aquí: de un lado, se podría afirmar que Freud le apostaba a la 'terapia causal', solo que debía esperar por el avance de la investigación científica sobre las bases neurofisiológicas de la enfermedad y, mientras tanto, contentarse con hacer 'terapia psíquica'. De otro lado, se podría ver a un Freud convencido de que la terapia psíquica realmente era efectiva, a pesar de que no se llegara nunca a conocer las causas.

En síntesis, si tenemos en cuenta la ambigüedad en Freud entre lo causal y lo psíquico, no parece tan fácil optar por alguna de estas interpretaciones radicales sobre su obra: o bien que él va a la búsqueda infructuosa de causas físicas últimas, o bien que solo aporta las razones de la acción y no las causas. El asunto es complicado además porque de esto depende también la definición del estatuto del psicoanálisis: o es una "ciencia dura", y entonces es una ciencia frustradamente reduccionista, o es una "ciencia blanda", y entonces no explica sino que interpreta, o, peor aun, no es ninguna de las dos, sino simplemente una pseudociencia, una mitología fundada en supuestos metafísicos desdeñables.

El psicoanálisis no es una ciencia

Esta interpretación del psicoanálisis freudiano tiene dos importantes y muy diferentes vertientes (que coinciden en afirmar que el psicoanálisis no es una ciencia). La primera opción considera al psicoanálisis simplemente como una poderosa mitología que se basa en una concepción errónea del inconsciente como un homúnculo o pequeño agente con poderes. Este es el punto de vista de Wittgenstein, quien critica el uso que Freud hace del paradigma de la mecánica, que lo lleva a ubicar erróneamente al psicoanálisis dentro de las ciencias naturales, y afirma que, lejos de serlo, se lo debe considerar, más bien, como una "mitología" que atrae por sus sugestivas explicaciones. La otra opción tiene que ver con que, dado que el psicoanálisis no ofrece explicaciones causales respaldadas por leyes, solo quedaría reconocerlo como una ciencia hermenéutica que ofrece una comprensión o interpretación de la acción (e.g. Habermas). Veamos brevemente estas dos lecturas.

En general, tuvo una gran aceptación la crítica clásica de Wittgenstein (1966/1992) en el sentido de que lo que Freud ofreció fue un tipo de explicación que aduce razones o motivos, aunque él creyó que en realidad estaba aportando una explicación causal. Wittgenstein, como lector y crítico de Freud, sostuvo en repetidas ocasiones que el psicoanálisis no constituía una ciencia —en el sentido que Freud quiso otorgarle siempre—, pues no aporta una explicación causal (que ayude a determinar elucidar los "mecanismos"). Y, a la vez, defendió la idea de que el tipo de explicación que hace el autor del psicoanálisis es una explicación estética, es decir, una que revela los motivos o razones de la acción, sin que estos alcancen a constituirse como causas. Al caracterizarlo como un discurso que apunta a las razones de la acción, esta concepción se aleja substantivamente de aquella que lo considera meramente como un discurso de ficción.

Una forma de entender la afirmación de Wittgenstein según la cual en psicoanálisis se dan explicaciones estéticas y no científicas es relacionándola con la crítica que hace sobre las interpretaciones erróneas de la explicación estética como dirigida también al psicoanálisis. El meollo de la crítica a este tipo de explicación radica en que identifica motivos o razones —de la acción, de la obra de arte, etc.— en un sentido diferente al causal, pues no trata de encontrar la causa única a la que ineludiblemente le seguirá un determinado efecto, sino que aporta los criterios que definen una acción determinada en un determinado juego de lenguaje. Y de acuerdo con Wittgentein, una explicación de este tipo puede ser correcta pero no científica.

Se supone que las personas conocen el motivo de su acción, que son capaces de dar la razón de por qué han hecho algo. Para establecer la diferencia entre el tipo de explicación que usualmente desplegamos en relación con una acción y el tipo de explicación que propone el psicoanálisis, Wittgenstein propone el siguiente ejemplo:

En el evento "X empuja a Y al río" se pueden dar dos explicaciones de la acción de X:

1. Porque estaba señalando algo e involuntariamente empujó a Y;
2. Porque inconscientemente lo odia (la explicación del psicoanalista).

Para Wittgenstein ambas explicaciones son correctas. Se trata de motivos completamente diferentes: uno consciente y otro inconsciente; los juegos de lenguaje en los dos casos son completamente diferentes. Y sin embargo, en las mismas circunstancias la segunda explicación sería correcta también; incluso dos explicaciones sobre el mismo hecho en las mismas circunstancias podrían ser contradictorias y aun así ser correctas. Pero precisamente ese es el problema de la explicación por motivos, que se puede desplegar un abanico de explicaciones sobre un mismo hecho basadas en motivos muy diferentes y, mientras sean coherentes con los criterios del juego de lenguaje en que se aplican, pueden llegar a ser igualmente correctas7.

Se puede aducir un motivo x para dar una explicación, lo que no se puede es inferir a partir de allí que un motivo x sea la causa de todo, indefectiblemente: alguien pudo tener motivos sexuales para determinada acción y quererlo ocultar, pero esto no es una buena razón para admitir que el sexo sea el motivo de todo. Por ello Wittgenstein prefiere la fórmula "Todas las cosas son lo que son y no otra cosa"; el sueño es lo que es y no otra cosa, como una manifestación de un deseo obsceno; un sombrero de copa trazado por un pintor es solo eso un sombrero y no tiene por qué ser otra cosa, un falo o algo así.

Freud, nos dice Wittgenstein, confunde razones con causas, nos ofrece un tipo de explicación que contiene razones o motivos, pero cree que está aportando una explicación causal:

Freud toma la razón de una acción como una causa suponiendo que ésta puede ser conjeturada por una suerte de procedimiento científico y confirmada al final por la aquiescencia del sujeto, quien la reconoce verdaderamente como su razón; y toma la causa como razón suponiendo que las causas que él observa pueden ser conocidas según el segundo camino y que no hay nada que hacer por la vía en que las hipótesis causales son verificadas en una ciencia experimental. (Bouveresse, 1995, p. 72)

Aunque un aspecto definitorio de las causas es que estemos en la capacidad de predecirlas, para Freud lo más importante es que sea confirmada y reconocida por el paciente como la verdadera razón de su acción y no tanto que se exponga a ser verificada o no por una ciencia experimental. La dificultad radica en que no hay un tal reconocimiento libre y espontáneo del paciente o, por lo menos, no podremos estar seguros de que lo haya, pues siempre existirá la duda de si realmente el paciente reconoce una tal razón independientemente de la influencia o persuasión del analista. Dicha influencia lo puede llevar a uno a aceptar que realmente tuvo tales y tales pensamientos, aunque, en un sentido ordinario, nunca los haya tenido. Así pues, aunque estemos convencidos, persuadidos de que un motivo (un deseo insatisfecho en el caso de los sueño, por ejemplo) es la causa de todo, esto aún no basta para indicar que efectivamente esté en la base de todo.

Por otro lado, Wittgenstein critica la idea misma de motivos inconscientes. Por un lado, rechaza enfáticamente la utilización de la noción de inconsciente cuando es utilizada no en sentido adjetivo, sino en sentido sustantivo, como si pudiéramos hablar de 'el inconsciente', como un homúnculo o un pequeño agente que es el encargado de la represión, la censura, etc8. Pero, más importante aun, rechaza esta noción, puesto que se supone que las personas conocen el motivo de su acción, que son capaces de dar la razón de por qué han hecho algo. Al dar el resultado de una multiplicación, por ejemplo, la explicación que se da de por qué se llegó al mismo es comparable, según Wittgenstein, con la alusión de un mecanismo, señalar un motivo para escribir los números, "pasé por tal y tal proceso de razonamiento". Una razón se caracteriza entonces por la capacidad de ser reconocida como tal por la persona que la enuncia y no sobre la base de una inferencia inductiva. Ante las preguntas ¿por qué han hecho eso?, ¿cómo han llegado a ello? se indica una razón, el camino andado. Por ello, si seguimos a Wittgenstein, parece implausible la noción de "razones o motivos inconscientes".

En síntesis, cuando se aportan las razones para actuar, interviene de manera importante el acuerdo del sujeto. Y aunque un aspecto fundamental de la causa es que proporcione un marco adecuado para la predicción, para Freud —afirma Wittgenstein—, lo más importante es que sea confirmada y reconocida por el paciente como la verdadera razón de su acción y no tanto que se exponga a ser verificada o no por una ciencia experimental.

Desde un lugar diferente y con una orientación distinta, la vertiente hermenéutica también va a negar que el psicoanálisis sea una ciencia. La idea de que Freud aporta una explicación causal, según esta orientación, parte de una interpretación equivocada de sus pretensiones naturalistas, pues si bien estas tuvieron una gran influencia en su obra en los inicios, después fueron abandonadas y en su lugar Freud puso todo su empeño en aportar una interpretación o comprensión de la acción humana. Ahora bien, continúa esta orientación, es cierto que podemos encontrar en toda su obra posterior la utilización recurrente de términos extraídos de las ciencias naturales, pero solo como metáforas que ayudaban a la inteligibilidad de fenómenos que, como los inconscientes, resultaban difíciles de explicar.

Se hace énfasis en que lo que Freud está haciendo es una aplicación y psicologización del lenguaje neurofisiológico y en que, si bien es cierto que uno de sus anhelos iniciales fue hallar un correlato neurofisiológico de los estados mentales, después abandona dicho proyecto y se dedica al análisis de los determinantes propiamente psicológicos de la acción: "Freud abandonó este programafisicalista en beneficio de un planteamiento psicológico en sentido estricto, que, por otra parte, conserva el lenguaje neurofi-siológico, pero hace accesible sus predicados de base a una técnica de reinterpretación mentalista". (Habermas, 1968/1982, p. 247). Así, por ejemplo, explica el funcionamiento de la mente como un sistema que tiende fundamentalmente a la descarga de tensión o energía; los deseos y necesidades, en este sentido, representan una tensión para el sistema que busca liberarse o descargarla de algún modo; y es de este modo que se explica el deseo como la contraparte psicológica de la tensión que busca descarga.

Ricoeur lo considera también de este modo; para él las nociones freudianas deben ser vistas bajo una óptica intencional, lo cual las hace irreductibles a términos fisicalistas. Este autor separa así la esfera de la 'comprensión' de lo psíquico o lo histórico, en la que se aportan las 'razones para', de la esfera de la 'explicación' de la naturaleza, que tiene que ver con las causas, con la relación entre hechos observables (Ricoeur, 1965/1970).

El hecho es que no se puede adoptar fácilmente una de estas interpretaciones de Freud y abandonar las otras, pues si se hace un análisis cuidadoso de los distintos momentos del pensamiento del psicoanalista vienés, se puede observar que nunca abandonó ninguna tendencia y la oscilación fue permanente.

Alternativa

Estas interpretaciones se basan en la tesis de que existe una diferencia tajante entre razones y causas y entre la racionalización y la explicación causal9. Diferencia que es planteada en el sentido de que la causa es descubierta experimentalmente, mientras que las razones no tienen que ver con métodos experimentales, sino con la conformidad o aceptación de la persona (Wittgenstein, 1966/1992). En otros términos, la dicotomía clásica se solía hacer en relación con la perspectiva desde la cual se encuentran las causas y las razones. Las primeras tendrían que ver con una perspectiva impersonal, de tercera persona, mientras que las razones, con una de primera persona. Pero hoy en día ya no es aceptada incuestionablemente esta dicotomía; se ha rechazado la idea de que necesariamente las causas se relacionan con la verificación objetiva, impersonal y las razones con la perspectiva personal. Lo que me interesa defender enseguida es que es solo a partir de la superación de esta dicotomía podemos entender el significado de la ambivalencia en Freud: de alguna manera ya estaba latente en su obra la idea de que las razones son las causas de la acción.

El autor, ya clásico, que propuso la superación de esta dicotomía fue Donald Davidson; dicha propuesta viene a cuestionar aquellas posiciones que defendían una diferencia tajante entre razones y causas o entre explicación y comprensión. En la década de los 60 del siglo XX la discusión en torno a la naturaleza de la acción, así como sobre su comprensión y explicación, se desplegaba en torno a dos tipos de argumentos. Uno de ellos tenía que ver con la adecuación metodológica de la explicación causal, pues, se sostenía, el modelo de explicación nomológico-deductivo de las ciencias naturales no es apropiado para ciencias como la historia, la sociología y la psicología, puesto que este tipo de explicación plantea que los eventos particulares se deben subsumir en leyes generales, mientras que el fin de la explicación en ciencias sociales es hacer a las acciones humanas individuales inteligibles en su particularidad. El otro argumento era conceptual y afirmaba que, dada la naturaleza de las razones con las cuales damos cuenta de la acción, no es posible que una razón pueda ser considerada como una causa de la acción. El énfasis se hacía básicamente en que las razones están lógica o conceptualmente conectadas con las acciones; así, se afirmaba, por ejemplo, que las razones no son eventos separados de la acción, sino meras re-descripciones de las mismas (Anscombe, 1963).

Es en este contexto de discusión que D. Davidson planteó su innovadora propuesta de considerar las razones como causas y a la explicaciones por razones como explicaciones causales. Innovadora porque, de un lado, a pesar de insistir en la importancia de las racionalizaciones en la explicación de la acción, no adopta la perspectiva de la primera tradición, pues insiste en que si no se considera la razón como causa, no se habrá aportado realmente la explicación de la acción. Y, de otro lado, a pesar de insistir en el carácter causal de las razones, no se inscribe tampoco en la postura de la tradición naturalista, pues considera que no puede haber leyes psicofísicas o psicológicas estrictas. El punto de partida de Davidson (1963/1995) es la crítica que hace a ciertas concepciones de la explicación por razones de la acción (en particular a una teoría contextualista como la de Melden) en las que no se esclarecía la naturaleza de la relación entre las razones y la acción; pues —señalaba— uno puede tener razones para hacer algo y hacerlo, pero no por esas razones. Al no contar con una explicación satisfactoria del tipo de relación o conexión que hay entre una acción y las razones que la explicarían, el tipo de explicación anticausalista, como el de Melden, hace que tal conexión resulte "misteriosa". Es por esta razón que Davidson plantea que las racionalizaciones o explicaciones por razones deben ser consideradas como explicaciones causales y que las razones son causas.

A Davidson (1970/1995) le es posible formular esta propuesta en el marco de su tesis del monismo anómalo, según la cual: (1) Los estados mentales se relacionan causalmente con estados físicos; (2) Las relaciones causales singulares caen bajo leyes deterministas estrictas; y (3) No hay leyes psicológicas ni psicofísicas estrictas con el fin de defender la causalidad de lo mental, pero también su autonomía. Lo interesante de esta tesis consiste en que intenta defender una concepción monista del ser humano, en la que lo mental es irreductible a lo físico, pero postulando que hay relaciones causales entre lo mental y lo físico10. Será entonces a partir de estas dos tesis cardinales (la de la anomalía de lo mental y la que postula que razones son causas de la acción) que Davidson arriesgará una interesante interpretación de Freud que permite, entre otras cosas, resolver el problema de la tensión entre las dos orientaciones de su pensamiento que se ha analizado aquí. Veamos.

Davidson desafía las concepciones tradicionales que parten de la dicotomía entre razones y causas, y entre comprensión y explicación, cuando consigue conceptualizar las razones como causas y las explicaciones por razones como explicaciones causales, y proponer, sobre esta base, un interesante análisis del aporte freudiano. Según Davidson, el fundador del psicoanálisis aspiraba a que sus explicaciones se enmarcaran en el enfoque causal que permite el control; por ello, se refiere a estados y eventos mentales usando términos metafóricos extraídos de la hidráulica, el electromagnetismo, la neurología y la mecánica. Esta es una tendencia del pensamiento freudiano que parece ser irreconciliable con otra que también le es propia: la de ampliar el universo de los fenómenos que pueden considerarse racionales, pues una vez que consigue darles sentido y encontrar razones que las explican,< incluye en él acciones tales como olvidos, lapsus, etc. En cualquier caso, según Davidson, en Freud no hay conflicto inherente entre explicaciones por razones y explicaciones causales, "puesto que creencias y deseos son causas de las acciones de las cuales son razones, las explicaciones por razones incluyen un elemento causal esencial" (Davidson, 1982, p. 293)11.

La manera en que esta interpretación resuelve algunas de las aparentes contradicciones en el pensamiento de Freud se puede observar respecto al tema de la irracionalidad. Davidson (1982) propuso la siguiente tesis en relación con este tema: las acciones irracionales tienen que ver con una causa que no es una razón para las acciones que ocasionan. ¿Cómo puede entenderse esto en el marco del pensamiento de Freud con sus múltiples influencias? Recordemos que Freud hizo uso de un lenguaje neurofisiológico para la explicación del funcionamiento de la mente como un sistema que tiende fundamentalmente a la descarga de tensión o energía; los deseos y necesidades, en este sentido, representan una tensión para el sistema y este busca liberarse o descargar la tensión de algún modo. Así, se explica el deseo como el correlato psicológico de la tensión que busca descarga; por ejemplo, un deseo como el deseo de punición puede llegar a ser conflictivo, representa una tensión para todo el sistema y se vuelve inconsciente, pero debido a la necesidad de descarga, ese deseo debe poder ser manifestado a la conciencia de alguna forma, y lo hace a través de un sueño, de una acción fallida o sintomática, etc. Partiendo de este modelo de explicación se podría pensar —como tal vez lo hace Davidson— que Freud se está basando, implícitamente, en dos teorías: la de la identidad y la de la superveniencia de lo mental en lo físico. Así, el estado mental (deseo inconsciente) es un estado físico, de tal manera que si el deseo está presente, está presente su estado físico correspondiente. En este sentido podemos explicar que un estado físico funcione como causa pero no como razón de una acción: "Se puede decir que las razones constituyen causas precisamente cuando el sujeto puede ignorar las razones de su acción y, sin embargo, las reconoce como sus razones en un momento dado" (Cavell, 2000, p. 106).

De esta manera, no habría que decidir entre una visión causalista, científica como la de Grünbaum y una intencional, interpretativa como la de Habermas, ignorando o manipulando las evidencias teóricas freudianas a favor o en contra de una o de la otra, sino reconocer que Freud estuvo cerca de plantear esta importante tesis filosófica que consigue identificar a las razones como causas, precoz para su tiempo; siendo sus influencias teóricas, marcadas por su contexto epistémológico histórico, las que impidieron que pudiera considerar la eficacia causal de lo mental, sin relacionarla con una tesis fisicalista o determinista estricta12.


Notas

1 Jones (1957/1959) afirma que "desde su primera formación, Freud se hallaba profundamente imbuido en la creencia en el carácter universal de la ley natural y decidido a no creer en la existencia de milagros o de actos espontáneos o sin causa. La investigación científica, en efecto, carecería de significado si el orden cuya certeza trata de establecer no existiera" (p. 376). Este es un punto en el que hay un acuerdo entre sus intérpretes, a diferencia de la discusión sobre su pretendido materialismo y mecanicismo, sobre lo cual hay divergencias importantes.
2 Así mismo lo considera E. Jones (1957/1959), el biógrafo más importante de Freud, cuando afirma que "nunca abandonó el determinismo por la teleología" (p. 56).
3 Algunos aducen, por ejemplo, que el "Proyecto de psicología para neurólogos" fue una obra que Freud rechazó y que nunca consideró publicar (su edición y publicación se debe a L. A. Salomé). Ver Jones (1957/1959, cap. XVII) para la apasionante relación de Freud con esta obra en particular.
4 Cavell (2000) y Assoun (1982) también señalan que Freud no renunció nunca a su intención de reducir los conceptos psicoanalíticos a su correlato neurofisiológico.
5 A partir de una lectura lacaniana del pensamiento de Freud se ha propuesto considerar la relación entre lo mental y lo psíquico desde una perspectiva diferente. Esto lo hace, por ejemplo, García (2013), quien, defendiendo la idea de la imposibilidad de la reducción del sujeto de lo inconsciente al sujeto de la neurociencia, plantea una novedosa similitud entre los dos campos, en el sentido de que en ambos se desafía la postura de la psicología popular que postula al agente como el individuo que lleva a, o produce un efecto ... "las neurociencias y el psicoanálisis pueden situar al agente en otro lugar: en el primer caso, en la sigularidad de la red neuronal del individuo considerado; en el segundo, en la configuración de creencias, fantasías, y deseos inconscientes tras los que se postula, por razones éticas, un sujeto que elige" (p. 118).
6 Ver Kitcher y Wilkes (1988) y Grünbaum (1984). La cita de Freud corresponde a su Presentación autobiográfica de 1925.
7 Este problema lo señaló de manera insistente y contundente D. Davidson (1963/1995) con el fin de mostrar que las explicaciones por razones de la acción realmente no explican nada.
8  No me detendré a discutir este punto, pero tal vez quepa anotar que Freud suele utilizar mucho un lenguaje metafórico que lo lleva a la antropomorfización de conceptos como el de inconsciente, o como el del yo, ello y superyó; pero esto lo hacía con el fin de mejorar la claridad expositiva y no desempeña un papel esencial, como afirma Bouveresse (1995). Para un una defensa de la analogía antropomórfica ver Wilkes (1975).
9  G. H. Von Wright (1971/1979) ha hecho uno de los análisis más importantes de esta última dicotomía, y por ello no es coincidencia que considere la obra de Freud como "una explícita búsqueda científico-natural de explicaciones causales que frustra a menudo el desarrollo de una tendencia de pensamiento implícita hermenéutica y teleológica. Con uno y otro autor [Marx y Freud] se tiene la impresión de que su pensamiento se vio hasta cierto punto lastrado y pervertido por el «galileanismo» dominante en la ciencia y en la filosofía de la ciencia (positivismo) de su tiempo" (pp. 25-26, n. 27).
10 Una intepretación sugestiva de Freud plantea que él también habría podido desarrollar la idea de una irreductibilidad de las explicaciones psicológicas a explicaciones fisiológicas. Véase, por ejemplo, Flórez (2007).
11 Y a pesar de que Habermas (1968/1982) reconoce también que el psicoanálisis "aprehende conexiones causales", esta idea no tiene nada que ver con la concepción davidsoniana de que las creencias y deseos que constituyen las razones para actuar son causas de la acción. Pues Habermas alude a un sentido de causalidad distinto a la causalidad de la naturaleza que él llama, con Hegel, «causalidad de destino». Esta se caracteriza porque "no está fijada según leyes naturales en una invarianza de la naturaleza, sino sólo espontáneamente en una invarianza de la biografía, representada por la compulsión a la repetición, pero soluble mediante la fuerza de la reflexión" (p. 268). También afirma que "una conexión causal es formulada hipotéticamente como un conjunto significativo comprensible hermenéuticamente" (p. 269)
12 Una interesante alternativa de interpretación, en la que no me voy a detener aquí, tiene que ver con la influencia kantiana en Freud en relación con la compatibilidad de mecanicismo y teleología. En este sentido, J. L. Etcheverry —el traductor de las obras de Freud al castellano— plantea que Freud hace una combinación metodológica entre «mecanicismo» y «finalismo» y sugiere la influencia de la concepción kantiana de la finalidad como idea regulativa de la razón que cumple un cometido imprescindible para la construcción del sistema de la ciencia.


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