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Eidos

versión impresa ISSN 1692-8857versión On-line ISSN 2011-7477

Eidos  no.36 Barranquilla jul./dic. 2021  Epub 14-Mayo-2022

https://doi.org/10.14482/eidos.36.194.03 

Artículos originales

VOLTAIRE, DIDEROT Y LA HISTORIA DE RUSIA EN EL SIGLO XVIII

Voltaire, Diderot, and Russian History in the 18th Century

1ORCID ID: orcid.org/0000-0001-6688-9533 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Buenos Aires, Argentina) Universidad de Buenos Aires (Buenos Aires, Argentina) rattoadrian@gmail.com


RESUMEN

En las primeras páginas de la Histoire de l'empire de Russie sous Pierre le Grand, publicada entre 1759 y 1763, Voltaire presenta una serie de reflexiones acerca del método que se debería seguir al escribir un trabajo histórico y de las características que debería tener un historiador ideal. El objetivo de este trabajo es evaluar en qué medida el texto se ajusta a la metodología que Voltaire se propone seguir. Se intenta mostrar que el autor se aleja por momentos de la misma, poniendo en riesgo el plan de la obra. Por otra parte, el artículo pone de relieve ciertas diferencias ideológicas y epistemológicas entre Voltaire y Diderot a propósito de la historia rusa, algo que puede resultar llamativo, en la medida en que sus textos son colocados, en general, bajo las mismas categorías historiográficas. En un plano más general, el texto arroja algunas luces acerca de la teoría de la historia en el siècle des Lumières.

PALABRAS CLAVE: Voltaire; filosofía de la historia; Rusia; Siglo de las Luces; Diderot

ABSTRACT

On the first pages of Voltaire's Histoire de l'empire de Russie sous Pierre le Grand, published between 1759 and 1763, he reflects upon the method which should be used when writing a historical work and the characteristics an ideal historian should have. The aim of this paper is to assess to what extent the text follows the methodology Voltaire is proposing. This article attempts to demonstrate that the author himself, occasionally, does not respect his own methodology, jeopardizing the objective of his work. On the other hand, the paper highlights some ideological and epistemological differences between Voltaire and Diderot as regards Russian history, something which may be noteworthy, since their texts are usually studied within the same historiogra-phical categories. In a more general sense, this work sheds some light on the theory of history during the siècle des Lumières.

KEYWORDS: Voltaire; philosophy of history; Russia; Enlightenment; Diderot

INTRODUCCIÓN

En las primeras páginas de la Histoire de l'empire de Russie sous Pierre le Grand (1759-1763),1 Voltaire desliza una serie de reflexiones acerca del método que se debería seguir al escribir un trabajo histórico y de las características que debería tener un historiador ideal. El objetivo de este artículo es evaluar en qué medida se puede considerar que el filósofo francés se ajusta a la metodología que se propone seguir en ese texto, dedicado a Pedro I de Rusia, que es probablemente una de sus obras menos leídas y valoradas. Se intentará mostrar que, por momentos, se aleja de la misma, poniendo en riesgo el plan del libro.

Por otra parte, el artículo pone de relieve ciertas diferencias ideológicas y epistemológicas entre Voltaire y Denis Diderot, quien critica su Histoire, que llevan a los dos filósofos, tan cercanos en muchos aspectos, a periodizar de una manera diferente la historia de Rusia, nación que, como se sabe, fue objeto de profundos debates en la Francia del siglo XVIII: acerca de la mejor manera de modificar las costumbres de una nación; de la deseabilidad o no de importar una cultura extranjera; de la importancia de las características nacionales frente a las tendencias cosmopolitas, que atraviesan el siglo XVIII francés, etcétera.2 En un plano más general, el texto arroja algunas luces acerca de la teoría de la historia en el siècle des Lumières, tema poco valorado durante mucho tiempo, que ha logrado atraer el interés de los especialistas en los últimos años (Binoche, 2018; Brot, 2011).

La estructura del trabajo es la siguiente: en primer lugar (i), se analiza el proceso de elaboración del escrito: la metodología que Voltaire se propone seguir y los materiales que reúne. Luego (ii) se muestran ciertas debilidades que se observan en la materialización de su programa. Finalmente (iii) se examinan las críticas que le realizaron sus coetáneos, en particular Diderot, que, como se sabe, mantuvo también un vivo interés por la realidad rusa y su historia.

I. EL PLAN DE LA HISTOIRE

En 1757, Iván Shuválov (1727-1797), favorito de la emperatriz Isabel de Rusia, propuso a Voltaire la redacción de una historia del zar Pedro I. La respuesta de este no demoró: "vosotros me proponéis aquello que he deseado durante treinta años", dice en una carta del 19 de febrero de 1757 dirigida a Fedor Veselovski (Voltaire, 1964a, p. 955). En efecto, Voltaire sentía atracción por la figura del zar desde la redacción de uno de sus primeros trabajos históricos, la Histoire de Charles XII, roi de Suède (1731), donde había contrapuesto la imagen de Carlos XII, el rey guerrero, a la de Pedro I, el zar civilizador (Voltaire, 1996, p. 178).3 A lo largo de los años 30, Voltaire incorporó información y modificaciones a la figura de Pedro en las diferentes ediciones del texto, a partir de la evaluación de nuevos testimonios de personas que habían vivido en Rusia en esa época, obtenidos gracias a su correspondencia con el príncipe Federico de Prusia. Además, en 1745, solicitó a la emperatriz a través del conde d'Alion (1705-1783), embajador de Francia en San Petersburgo, la aprobación de su proyecto de redactar una historia del zar y, en ese caso, el envío de la documentación necesaria para la tarea. Ante la falta de respuesta,4 se limitó a escribir unas Anecdotes sur le czar Pierre le Grand (1748), cuyo estilo, como sostiene René Pomeau (1957), las acercan más al cuento filosófico que a la historia (p. 14).5 Pero su interés por Rusia no terminó allí: en 1748 y en 1750 solicitó a Kirill Razoumovski (1728-1803), presidente de la Academia de Ciencias de San Petersburgo, un atlas de la nación rusa, con la intención seguramente de usarlo para escribir su trabajo sobre el zar. Voltaire habría pensado a fines de los años 50, incluso, en realizar una estancia en Rusia. Por estas razones, si bien es verdad que la obra fue el producto de un encargo, se puede decir que al mismo tiempo respondió a un genuino deseo de su autor.

En el "Préface historique et critique" de la Histoire, cuyo primer volumen se publicó en 1759 y el segundo en 1763, Voltaire presenta el plan que se propone realizar. Tras señalar que proyecta escribir la historia de Pedro el Grande, dice que no está interesado en remontarse al origen de la historia de los pueblos que componen el inmenso imperio ruso, en la medida en que considera que ese tipo de relatos está condenado a caer en el terreno de la "incertidumbre" (Voltaire, 1999a, pp. 390, 395).6 Asimismo, pretende evitar aquello que califica como una "particularización de la historia", es decir, aquel modo de escribir historia que privilegia la "historia privada" de una persona, los "secretos de su despacho, su alcoba, su mesa" (pp. 396, 399). Le interesa, por el contrario, la "vida pública", aquello que puede resultar "útil" de cara a la "felicidad" de un pueblo (pp. 399, 400).7 Finalmente, señala, tras los pasos de Fontenelle, cuyo De l'origine des fables (1684) poseía en su biblioteca, que se trata de escribir una "historia verdadera", frente a aquellos que adoraban aún en su época viejas "fábulas" (p. 398). No se propone tomar distancia solo de las fábulas de la Antigüedad, sino de todo tipo de "falsedad", que pueda observarse en el terreno de la escritura de la historia: aquella que emana de los relatos hagiográficos (p. 403), de las arengas (pp. 404, 405) y de las narraciones acerca de sucesos extraordinario -signos, prodigios, apariciones, etcétera- (p. 405).8 Con respecto a esto último, se permite retomar un viejo combate y atacar una vez más a La Beaumelle por, entre otras cosas, "falsificar" los "hechos" en su edición anotada de 1753 del Siècle de Louis XIV (1751) (p. 401).9 Si bien el primer criterio no representaba un problema para Voltaire, en la medida en que pretendía escribir la historia de sucesos recientes, la época de Pedro I, cuyo reinado se extendió de 1682 a 1725, no sucedía lo mismo con respecto a los otros dos parámetros. Voltaire no conocía Rusia y se encontraba a una considerable distancia de esa nación, algo que dificultaba la comunicación, sobre todo durante la guerra de los Siete Años (1756-1763). La lengua en la que estaban escritos la mayoría de los documentos, el ruso, era también una barrera. Sin embargo, Voltaire conseguiría documentarse bien de cara a la realización de su trabajo, gracias a la colaboración rusa: particularmente del historiador Mijaíl Vasílievich Lomonósov (1711-1765) y de los ya mencionados Shuválov y Müller. En efecto, los dos volúmenes de su Histoire se apoyan principalmente sobre unos ciento veinte manuscritos, que pertenecían a la Biblioteca Nacional de San Petersburgo y que le llegaron en envíos sucesivos desde Rusia durante los años que trabajaba en el texto. Entre esos escritos se encontraban, traducidos al francés, extractos del diario del mismo Pedro I; textos sobre la revuelta de los streltsí tras la muerte del zar Teodoro III, a los que expresamente se refiere en el capítulo IV, "Horrible sédition de la milice des strélitz" (p. 528); memorias del general Le Fort (1656-1699), consejero y amigo del zar, que utiliza y cita tanto en el capítulo VI, "Commencement de la grande réforme" (p. 561), como en el IX, "Voyages de Pierre le Grand" (pp. 580, 586); entre otros.10 Voltaire cita en muchas ocasiones sus fuentes y a menudo retoma, reformula o copia casi textualmente fragmentos de los manuscritos o las memorias con las que trabaja, muchas de las cuales contenían información hasta ese momento inédita. Además de los manuscritos rusos utilizó trabajos impresos de autores reconocidos y testimonios orales11, como el del mariscal Schwerin (1684-1757) ["el mariscal Schewerin (...) me ha dicho en numerosas ocasiones..." (p. 113)] o el del rey Estanislao de Polonia ["el rey Estanislao me ha hecho el honor de confesarme." (p. 657)], entre otros, para respaldar la información que proporcionaba en su libro.12

Ahora bien, no todos los documentos que llegaban desde Rusia eran confiables. Así, al momento de recibir de parte de Shuválov en agosto de 1759 el Panégyrique de Pierre le Grand, de Lomonós-ov, traducido al francés en junio de ese mismo año, en el que se glorifica sin matices al zar, responde en una carta del 18 de septiembre que ha recibido de él "memorias más instructivas que un panegírico" y que "aquello que no es más que un elogio no sirve más que para hacer brillar el nombre del autor" (Voltaire, 1880, p. 175). "Solamente, la verdad de los hechos históricos puede forzar al espíritu a creer y a admirar", agrega poco después (p. 175). De acuerdo con la correspondencia entre Voltaire y Shuválov, los rusos estuvieron aparentemente más interesados en usar la obra de Voltaire para hacer frente a las calumnias acerca de Rusia proferidas por su adversario en la guerra que los enfrentaba, Federico II de Prusia, que había publicado unas Mémoires pour servir a l'histoire de Brandebourg (1750), donde presentaba negativamente ciertos aspectos del carácter del zar -y de manera aún más marcada en la Continuation des Mémoires de Brandebourg, publicada en 1757-, que en dejar a la posteridad un trabajo académico acerca de Pedro I.13 Voltaire rechaza escribir su trabajo en ese estilo, dejando de lado, por ese motivo, algunos de los manuscritos que le llegaron desde Rusia.14 Tampoco deja de advertir que los redactores de los documentos que recibe desde Rusia "se contradicen entre sí más de una vez" y que, agrega en una carta a Shuválov del 25 de septiembre de 1761, "es tan difícil conciliar sus escritos como las obras de los teólogos" (Voltaire, 1881, p. 456).

Es preciso señalar, por otra parte, que Voltaire no espera pasivo los envíos desde Rusia. Constantemente solicita a Shuválov nuevos materiales -demanda que este procura satisfacer. En particular, pregunta acerca de las obras realizadas durante la época de Pedro, los canales abiertos, los caminos construidos, el comercio, etcétera, y pide que, en la medida de lo posible, se dejen de lado las "aburridas discusiones" acerca de "detalles" que no tienen relación con los "grandes eventos" (pp. 456, 457).

Ahora bien, si en estos casos Voltaire se ciñe al plan de la obra, esto no parece darse en otros momentos, como se podrá observar a continuación.

II. DEL PROYECTO A LA MATERIALIZACIÓN

El primer volumen de la Histoire, publicado en 1759 (Ginebra, Cramer), se detiene en la batalla de Poltava, que tuvo lugar entre el ejército del zar Pedro I de Rusia y el rey Carlos XII de Suecia, el 8 de julio de 1709, y sus consecuencias (Voltaire, 1999a, pp. 681 y ss.). El mal que ha hecho esa batalla, en la que vencieron las fuerzas de Pedro, ha quedado "compensado", dice Voltaire, en la medida en que ha impulsado "la felicidad del más vasto imperio de la tierra" (p. 688). Los primeros capítulos hacen una descripción del estado de Rusia antes de la época de Pedro: el capítulo II se detiene en las características de la sociedad rusa antes de la llegada de Pedro al poder, la armada, las finanzas, la religión, las costumbres, etcétera, y el III, en sus ancestros, que habían alcanzado el trono en 1613. A partir del VI se narra la historia de Pedro, sus viajes (pp. 580 y ss.) y las batallas que libró (p. 616). El segundo volumen, publicado en 1763 (Ginebra, Cramer), comienza con la campaña de Prut, que tuvo lugar en el marco del enfrentamiento entre rusos y turcos entre 1710 y 1711; continúa con una serie de capítulos dedicados al estado de Rusia en los tiempos de Pedro, el comercio, el estado de las artes y las manufacturas (Voltaire, 1957, pp. 566 y ss.), la reforma del clero (pp. 573 y ss.) y se cierra con un apartado dedicado al floreciente estado de la nación al momento de la muerte del zar y la coronación de su sucesora, Catalina I (pp. 593 y ss.).

Si bien el trabajo cumple con el deseo de Voltaire de redactar una historia del zar, no parece, en cambio, hacerlo o, en cualquier caso, no hacerlo plenamente, con respecto al programa trazado por el autor en el prefacio del texto. En efecto, existen ciertas debilidades en este sentido en el libro que una atenta lectura no puede pasar por alto. En primer lugar, se observan algunos errores involuntarios. Voltaire, advertido por sus censores rusos,15 que revisaron las primeras versiones de la obra, corrigió muchas de esas faltas, particularmente en el segundo volumen, pero algunas permanecieron en el escrito. Se trata, en algunos casos, de aspectos de poca importancia, como errores en la ortografía o en los nombres propios, pero también se observan fallas con respecto a cuestiones más relevantes: las primeras expediciones rusas contra Constantinopla no tuvieron lugar en los tiempos de Heraclio I, sino dos siglos más tarde (Voltaire, 1999a, p. 507); existían ya en el siglo XV residencias construidas con piedras y ladrillos en Moscú, como le señala Müller a Voltaire (Smurlo, 1929, p. 277), quien afirma que estas no eran más que "chozas de barro" (Voltaire, 1999a, p. 441); no existen, como le señalan Lomonossov y Müller a Voltaire (Smurlo, 1929, p. 283), quien afirma lo contrario, inscripciones griegas de doce siglos de antigüedad en Kiev (Voltaire, 1999a, p. 449), etcétera.

En otros casos, no se trata de errores involuntarios, sino de una cierta manipulación de las fuentes con el fin de enaltecer la figura del zar, en cuyas políticas veía Voltaire los valores que él mismo defendía. Así, por ejemplo, al hablar del número de habitantes de Rusia, tras afirmar que "cuanto más habitantes tiene un país, más civilizado se encuentra" (p. 480), señala, forzando los datos de un censo, presente en uno de los manuscritos que había recibido, que Rusia tenía en 1747 veinticuatro millones de habitantes, exagerando de ese manera el número de personas (pp. 480-484).16 Asimismo, aumenta la cantidad de suecos que perdieron la vida -9224, según Voltaire- en la ya mencionada batalla de Poltava, en la que el zar venció a Carlos XII (p. 684) y disminuye la extensión de Moscú en el siglo XVII, antes de la llegada de Pedro al poder, con respecto a los datos que se observaban en los manuscritos que había recibido (p. 444) y a lo que señalaban sus censores rusos (Smurlo, 1929, p. 279). Además, habla de las elogiables, según él, reformas fiscales realizadas por el zar, pero calla acerca de los innumerables impuestos inventados por Pedro para hacer frente a las guerras y de sus negativas consecuencias en el plano económico (Voltaire, 1999a, p. 604). Por otra parte, convierte el reinado del zar en un comienzo absoluto para Rusia. En efecto, tras describir en términos negativos el estado en el que se encontraba la nación en los tiempos anteriores al de Pedro ("ellos [los rusos] poseían el más vasto territorio del universo, pero todo estaba por hacerse"), afirma: "finalmente, Pedro nació y Rusia tomó forma" (pp. 509, 510). Voltaire presenta a Pedro como uno de los "fundadores", uno de los "grandes legisladores" de la historia; presenta su reinado como el origen, el comienzo, de la Rusia moderna (p. 510), como ya lo había hecho unos años antes Fontenelle.17 De esta manera, pasa por alto ciertas medidas políticas anteriores a la época de Pedro I, que se encontraban en una línea de continuidad con las del zar, como él mismo reconoce en otras partes de la obra. Así, por ejemplo, al hablar del padre de Pedro, el zar Alejo I, zar de Rusia entre 1645 y 1676, dice que fue el primero en "redactar un código de leyes" y en "introducir manufacturas de lienzos y de sedas"; que intentó poblar ciertas zonas desiertas en la región de los ríos Volga y Kama y que se encargó de "disciplinar al ejército" (p. 522). "Fue un digno padre de Pedro el Grande", concluye (p. 522). En un sentido similar, al referirse a las medidas de Pedro I para "traer las artes a su patria", afirma que "su padre, Alejo, había tenido las mismas intenciones" y que "transmitió su genio a su hijo" (p. 554).

Con relación a esto último, es preciso recordar que el "gran hombre" -categoría que Voltaire utiliza para referirse a Pedro (p. 553)- es en los escritos de Voltaire aquel individuo capaz de decidir la suerte de un imperio, de sacar a una nación de un estado de miseria y rusticidad, de civilizarla. Por esta razón, no escatima elogios al hablar de la "reforma de la iglesia" (pp. 605 y ss.), los cambios en las "costumbres" (p. 611) y las "innovaciones útiles" introducidas por Pedro I (p. 614). Al tópico de la decadencia, profundamente anclado en el siglo XVIII, Voltaire parece oponer el de la creación de grandes y florecientes imperios:

...los extranjeros dudaban que la empresa de Pedro I pudiese sostenerse en el tiempo. Ella ha subsistido e, incluso, se ha perfeccionado bajo los reinados de Ana e Isabel, pero sobre todo de Catalina II, que ha llevado tan lejos la gloria de Rusia. Este imperio se encuentra en la actualidad entre los estados más florecientes y Pedro se ha elevado al rango de los más grandes legisladores. (p. 413)18

Como señala John Brumfitt (1970), los personajes extraordinarios, Enrique IV, Luis XIV o Pedro I, aparecen en sus escritos como el medio para hacer florecer a las naciones y sacarlas del penoso estado en que a menudo se encuentran (pp. 77, 124).19 De allí que, por momentos, fuerce la interpretación de las fuentes para favorecer la imagen del zar.

Por otra parte, también con relación a los puntos poco sólidos de la Histoire, Voltaire no deja de ocuparse, pese a lo que se había propuesto, de información que no parece resultar esencial en relación con el objetivo principal de su trabajo. De esta manera, por ejemplo, reproduce la anécdota de la cena en la que Pedro, tras desenfundar su espada frente a Le Fort, se arrepiente de su acto y se disculpa ante su favorito (Voltaire, 1999a, pp. 586, 587), y aquella según la cual, luego de la victoria en la batalla de Poltava, el zar hizo entregar a los principales prisioneros sus espadas, los invitó a su mesa y propuso un brindis en honor a los suecos, a quienes reconocía como sus maestros en el arte de la guerra (p. 689). Asimismo, no evita pronunciarse sobre aspectos de la vida privada del zar, como su atracción por "los placeres de la mesa" o, aunque de manera bastante velada, a sus infidelidades: "los solemnes lazos del matrimonio no lo retuvieron" (p. 552). Pero ¿no era precisamente este tipo de datos lo que se había propuesto evitar al trazar el plan de la obra?

Finalmente, el autor no parece otorgar a las reformas que se producen durante la época del zar, los cambios en las costumbres, el desarrollo de las ciencias, las artes y el comercio, el lugar que el lector espera tras la lectura del programa que el filósofo presenta en las primeras páginas del texto. En efecto, la parte que se otorga a estos temas, presentes principalmente en los capítulos X y XIII del primer volumen de la Histoire y en los capítulos XI a XIV del segundo, no abarca en extensión más que la décima parte del libro. Las batallas y la diplomacia ocupan un lugar mayor. Además, como señala Mervaud (1999b, p. 256), las alusiones que hace a esas reformas son en general muy vagas y superficiales: "[el zar] hizo florecer en Moscú las artes de la paz" (Voltaire, 1999a, p. 640); "[el zar] según su costumbre, fue a pasar parte del invierno a Moscú, para hacer florecer allí las artes y las leyes" (p. 654); etcétera. Por otra parte, trata demasiado rápidamente sucesos relevantes para sus propósitos como la creación de la Academia de Ciencias o la reforma del alfabeto introducida por el zar (pp. 610, 611).

III. LAS CRÍTICAS DE DIDEROT A VOLTAIRE Y AL MODELO DEL TRASPLANTE DE LA CIVILIZACIÓN

En las páginas del capítulo 23 del libro V de la célebre Histoire philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes (1770) (de aquí en adelante Histoire des deux Indes), de Raynal, que contó, particularmente en su última edición (1780), con la colaboración de Diderot, este último afirma al ocuparse de Rusia:

El respeto que se debe a la memoria de Pedro I no debe impedir que se diga que no tuvo la capacidad de imaginar un estado bien constituido (...) a pesar de que su reputación le haya permitido recibir en todas partes el título de legislador, ha sido el responsable de no más que dos o tres leyes, que, por otra parte, llevan las marcas de su ferocidad. No se lo vio elevarse hasta combinar la felicidad de su pueblo con su gloria personal: luego de sus magníficas empresas la nación continuaba languideciendo en la pobreza, la esclavitud y la opresión. Tampoco tuvo la intención de aflojar las cadenas del despotismo. Se podría, incluso, pensar que las hizo más pesadas y dejó a sus sucesores la atroz y destructiva idea de que los individuos no son nada y el soberano lo es todo. (Raynal, 1780a, p. 636)

En ese capítulo, dedicado al análisis de la evolución de Rusia desde la época de Pedro I hasta 1780, la frase a pesar de que su reputación le haya permitido recibir en todas partes el título de legislador era, como señala Muriel Brot, (2018), transparente en el siglo XVIII (p. 11): la misma refería seguramente a autores como Fontenelle y Voltaire, que, según Diderot, habían idealizado la figura del zar. En cualquier caso, la crítica a Voltaire a propósito de su Histoire ya estaba presente en las cartas que había enviado a Damilaville el 19 de octubre y a Sophie Volland el 20 de octubre de 1760, en las que lo acusaba de presentar "reflexiones antifilosóficas" y carentes de "profundidad", aludiendo a su interés por agradar a los poderosos y al carácter ligero, novelesco, poco comprometido con la patria y la virtud de sus historias (Diderot, 1997, pp. 264, 265, 274 y 275).20 No está de más recordar aquí la importancia que los enciclopedistas otorgaban a la independencia con respecto al poder, tal como se puede observar, por ejemplo, en el Essai sur la société des gens de lettres et des grands, sur la réputation, sur les mécènes, et sur les récompenses littéraires (1753) de Jean le Rond d'Alembert.

Para Diderot, la historia, antes que ocuparse de reunir datos y documentos, debía resaltar las acciones virtuosas de los hombres y cuestionar los actos crueles y oscuros que habían provocado pesares a la humanidad. Sobre esta base pudo defender más tarde la Histoire des deux Indes frente a las críticas de Grimm,21 diciendo que no le importaba el método utilizado en la escritura de la historia, sino el carácter filosófico y político del texto. En este último sentido, celebra que el trabajo de Raynal "tome por los cabellos a los tiranos civiles y religiosos". "El libro que amo es el que los reyes y los cortesanos detestan, el libro que hace nacer a los Brutos", concluye en ese escrito (Diderot, 1995, p. 772).

La imagen de Rusia que se desprende, en cualquier caso, del mencionado capítulo que Diderot dedica a Rusia en la Histoire des deux Indes es diferente de la presentada por Voltaire y Fontenelle. En efecto, allí el editor de la Encyclopédie analiza la evolución de Rusia desde el debut del reinado de Pedro I hasta 1780 y evalúa las grandes empresas realizadas por Pedro I y Catalina II, adoptando una posición diferente de la de los autores mencionados. Si bien reconoce las grandes cualidades y las buenas intenciones del "reformador del imperio" (Raynal, 1780a, p. 631) y no niega los cambios favorables que sus políticas generaron en Rusia, tales como la reforma del clero o la creación de canales, un puerto y barcos que favorecieron el intercambio comercial (p. 636), no deja de señalar las debilidades de esos proyectos. Afirma, como ya se pudo observar en el pasaje citado, que las pocas leyes que estableció "llevan las marcas de su ferocidad" y que no se preocupó por "combinar la felicidad de su pueblo con su gloria personal" (p. 636). A continuación, añade que no "aflojó las riendas del despotismo" y que "la nación continúa languideciendo en la pobreza, la servidumbre y la opresión" (p. 636). En suma, Diderot considera que la civilización de Rusia es aún una tarea pendiente y espera, aunque con cierto pesimismo, que Catalina II pueda realizarla en el futuro (p. 637). Con ese fin esboza las líneas de un "plan" civilizatorio, retomando lo que algunos años antes había desarrollado en sus Mélanges philosophiques, historiques, etcétera, pour Catherine II, que redactó para la emperatriz Catalina II de Rusia durante su estancia en San Petersburgo entre 1773 y 1774, y en Plan d'une université, que envió a Catalina II en mayo de 1775. Entre otras cosas, menciona la necesidad de "acordar la tolerancia de todas las religiones" y de "destruir todo tipo de esclavitud" (pp. 638, 640).

Diderot no trata de decir simplemente que Pedro I y Catalina II no alcanzaron los objetivos que se habían propuesto. Su crítica es más profunda. Considera que sus acciones tuvieron fallas estructurales y que aquellas innovaciones técnicas y producciones artísticas -con las que él mismo colaboró-22 que se pueden observar en sus tiempos, no implicaban un verdadero "plan" civilizatorio, que requería, según Diderot, la abolición de la servidumbre, algo que ni Pedro I ni Catalina II habían hecho. Por esa razón, afirma que "es necesario comenzar por el principio" (p. 640). Entiende que el proceso civilizatorio tiene etapas y que la primera requiere la libertad, el trabajo y la creatividad de los hombres. Recién después de esa primera etapa, pueden desarrollarse la industria, el comercio y las bellas artes:

De la destrucción de todos los tipos de esclavismo surgirá un tercer estado, sin el cual no hubo jamás en un pueblo ni artes, ni costumbres, ni luces (...). En todo es necesario comenzar por el principio y el principio implica aquí favorecer el desarrollo de las artes mecánicas y las condiciones de base. Aprended a cultivar la tierra, trabajar las pieles, producir tejidos y veréis rápidamente el surgimiento de familias ricas, de cuyo seno saldrán niños que no verán con buenos ojos la penosa labor de sus padres y comenzarán a pensar, a disertar, a componer versos, a imitar la naturaleza. Así, veréis aparecer poetas, filósofos, oradores, escultores y pintores. (p. 640)

En este marco y con cierto eco de las críticas de Jean-Jacques Rousseau al zar23, Diderot va a cuestionar los intentos de Pedro I y de Catalina II de intentar trasplantar los resultados alcanzados por una nación extranjera en Rusia, sin ocuparse de sentar allí las bases para que estos puedan ser genuinamente producidos:

(...) la corte de Rusia hará esfuerzos inútiles para ilustrar al pueblo trayendo hombres célebres de todas las naciones. Esas plantas exóticas morirán, como lo hacen las plantas de origen extranjero trasplantadas en nuestros cerros. Será inútil la construcción de escuelas y academias en San Petersburgo; será inútil el envío de individuos a París y a Roma, para que se instruyan bajo la tutela de los mejores profesores. Esos jóvenes, al retorno de sus viajes, se verán obligados a abandonar los talentos adquiridos, para ocuparse de tareas de poca importancia, que les permitan alimentarse. (p. 640)

Poco después, explica que si "se examinan los progresos de las sociedades" y "se sigue el curso de la naturaleza", del que, por otra parte, añade, sería "inútil intentar apartarse", se comprenderá que una nación permanecerá en "un mismo estado de barbarie" hasta que "las circunstancias hagan brotar del propio suelo" las condiciones que la saquen de este (pp. 640, 641). Inmediatamente, exhorta a los rusos a cultivar la tierra, y agrega que de las ciencias y las artes nacidas de allí emergerá un nuevo y "auténtico" orden, mientras que aquel que resulta del trasplante de "modelos extranjeros" no es más que una "débil copia" (p. 641). Añade que hasta que no llegue ese momento los esfuerzos realizados se agotarán "sin fruto" (p. 641). La política, es verdad, puede contribuir, acelerar el proceso civilizatorio, pero este debe, para ser genuino, ser el producto del propio suelo. Como señala Ezequiel Adamovsky, se observa allí una idea de desarrollo de abajo hacia arriba, que prioriza el aspecto socioeconómico sobre el político-cultural (Adamovsky, 2000, p. 253; 2006, p. 54).

De esta manera, se puede advertir que mientras que Voltaire parece justificar el voluntarismo y el carácter autoritario de Pedro, aun cuando esto implicara ejercer violencia contra la naturaleza ["él ha forzado la naturaleza (...), pero lo ha hecho para embellecerla. Las artes, que ha trasplantado (...) parecen en la actualidad originarias del país al que las ha llevado" (Voltaire, 1957, p. 597)], en la medida en que esto le había permitido alcanzar resultados acordes con los que él consideraba que caracterizaban a una nación moderna: innovaciones técnicas, comercio, desarrollo artístico, etc., Diderot no ve en esos indicadores más que aspectos elogiables, pero insuficientes para poner en marcha un verdadero proceso civilizatorio. Como señala Carolyn Wilberger, el editor de la Encyclopédie estaba en desacuerdo tanto en el método como en los resultados alcanzados por Pedro. Según el filósofo, este había forzado la naturaleza24 y había conseguido con ello un producto inauténtico (Wilberger, 1976, p. 251). Pero Diderot no cuestiona en esta época de su vida solamente a Pedro y a sus sucesores, sino a la figura misma del déspota ilustrado ["usted escuchará decir que el gobierno más dichoso será el de un déspota justo, decidido, ilustrado ¡Qué extravagancia!" (Raynal, 1780b, p. 481)], en la medida en que el poder absoluto ahoga el desarrollo de las sociedades. En el caso de Rusia, en particular, consideraba que ese tipo de poder, al que Catalina no había renunciado, mantenía al pueblo esclavizado e impedía la formación de un tercer estado, un elemento que consideraba esencial para que se pusiese en marcha un proceso de auténtico desarrollo (p. 485).25 Como consecuencia de esto último y de otros obstáculos que consideraba que se oponía a la reforma de la nación -el clima, la extensión del imperio y la imagen que el pueblo ruso tenía de sí mismo,- se muestra, en esta 3a edición de la Histoire des deux Indes, mucho menos entusiasmado que Voltaire con respecto al pasado y el presente de Rusia, así como acerca de sus posibilidades en el futuro (p. 482).

CONCLUSIÓN

Larry Wolff, tras los pasos de Albert Lortholary (1951, p. 272), afirmaba hace algunos años que Voltaire en su trabajo lleva aún más lejos el "mito" acerca de la figura del zar instalado por Fontenelle en el ya mencionado Éloge du Czar Pierre I (Wolff, 1994, p. 202), y Michel Mervaud (1999b) sostiene que "el cuadro que presenta del reinado de Pedro es tan idílico que el lector siente por momentos estar leyendo un cuento de hadas" (p. 267). Asimismo, Inna Gorbatov (2007) sostiene que "Voltaire fue cautivado por la imagen del 'milagro ruso'" (p. 383), y Muriel Brot (2018), en un trabajo más cercano a nosotros, no duda en decir que en el texto Voltaire utiliza la "ficción" y la "fábula" con el propósito de elevar la figura del zar (p. 12). Como hemos intentado mostrar (ii), el texto presenta debilidades, que alejan a Voltaire, por momentos, del programa que había presentado en el prefacio (i), manipulando, forzando, en algunos casos, las fuentes, para favorecer la imagen de Pedro; deteniéndose en aspectos secundarios de la vida privada del zar o dedicando a las costumbres o las reformas en el terreno de las artes, la religión, etcétera, un lugar menor que el que se puede esperar. Sin dejar de reconocer estas falencias, parece necesario, no obstante, matizar ese tipo de interpretaciones, que asocian el texto a la mitología o la ficción,26 en la medida en que no permiten apreciar el interés por la búsqueda de la verdad que animó a Voltaire, el cual lo llevó a reunir una abundante documentación (en la mayoría de los casos se trata de trabajos de primera mano, muchos de ellos, como se ha señalado, inéditos hasta ese momento); a buscar testimonios que respaldaran su información; a conferir una gran importancia a la crítica de las fuentes y a las reflexiones acerca de la metodología de la historia, que lo llevaron, entre otras cosas, a dejar de lado material poco confiable y a evitar ceder a la intención de aquellos que deseaban que escribiera un mero panegírico; a corregir muchos de los errores que le señalaron los académicos rusos, que revisaron sus manuscritos, y a utilizar datos provenientes de disciplinas "científicas" en formación, como la economía o la demografía, características que alejan el trabajo de la historiografía del siglo anterior, dominada por los recursos retóricos, las anécdotas y las descripciones de la vida privada de los protagonistas.

Por otra parte, como se ha visto (iii), el trabajo pone de relieve ciertas diferencias entre Voltaire y Diderot a propósito de los métodos utilizados y los resultados alcanzados por el zar Pedro I y sus sucesoras, así como, en general, sobre el papel de los monarcas en la historia y las condiciones necesarias para reformar una sociedad, que los llevaron a periodizar de manera diferente la historia rusa, colocando su época dorada en el pasado y el presente, el primero, y proyectándola en el futuro como una tarea todavía por realizar, el segundo, algo que resulta llamativo, en la medida en que ambos suelen ser ubicados -con justicia, en cierto modo- bajo las mismas categorías historiográficas.27

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1De aquí en adelante Histoire. Hemos seguido en este trabajo, siempre que nos ha resultado posible, la edición critica del texto, a cargo de Michel Mervaud (Voltaire, 1999a, 1999b).

2Para una visión de conjunto sobre los debates filosóficos y políticos en torno a la nación rusa en el siglo XVIII, véase Wilberger (1972, pp. 9-127). Pueden consultarse también los trabajos de Karp y Wolff (2001) y Stroev (2017).

3Myrtille Méricam-Bourdet procura matizar la oposición entre los modelos de la demolición y la construcción, entre "el héroe y el gran hombre". Méricam-Bourdet considera que en las obras de Voltaire es posible en ciertos casos conciliar en el terreno del poder monárquico la búsqueda de la gloria personal con la acción útil para la nación (Méricam-Bourdet, 2012, pp. 113 y ss.).

4Voltaire no obtuvo una respuesta de parte de Isabel a su solicitud, pero recibió una carta de abril de 1746 del secretario de la Academia de Ciencias de San Peters-burgo, Gerhard Friedrich Müller (1705-1783), a través de la que se le informaba su incorporación a dicha institución como miembro honorario, algo que también había pedido a la emperatriz.

5Misma interpretación en la introducción a la edición crítica de las Anecdotes a cargo de Michel Mervaud (1999a, p. 38).

6En un sentido similar se expresa en la entrada HISTOIRE que redactó para el vol. 8 (H-ITZEHOA) de la célebre Encyclopédie, publicado en 1765. Voltaire escribió este artículo entre 1755 y 1756 y lo corrigió en 1757, es decir, dos años antes de la publicación del primer volumen de la Histoire. Allí señala que "los orígenes de todos los pueblos son absurdos" y que los primeros anales de todas nuestras naciones modernas "no son menos fabulosos" (Voltaire, 1987, p. 165). En La philosophie de l'histoire (1765), sin embargo, intenta remontarse a los primeros tiempos de diferentes pueblos y naciones, como, por ejemplo, China o Egipto, pero también, en un plano más general, de la humanidad (Voltaire, 1969, pp. 96 y ss.). Myrtille Méricam-Bourdet considera que, en este caso, Voltaire se aparta de su metodología, para responder de manera indirecta a los trabajos que Jean-Jacques Rousseau había escrito durante los años 50, particularmente el Discours sur l'origine et les fondements de l'inégalité parmi les hommes (1755) (Méricam-Bourdet, 2011, p. 278).

7Voltaire parece tener aquí la intención de distanciarse de aquellos trabajos, que abundaban en su época, en los que se buscaba revelar detalles de la vida privada de los protagonistas, como, por ejemplo, las Mémoires pour servir à l'Histoire d'Anne d'Autriche, épouse de Louis XIII (1723), de Françoise Bertaud Motteville, a las que expresamente había atacado ya en otro lugar (Voltaire, 2008, p. 179). También con el fin de defender la utilidad como propósito del texto histórico, había cuestionado allí y en otros escritos el método de aquellos que en su tiempo adoptaban un modo de hacer historia que privilegiaba el trabajo filológico, el estudio del detalle y la acumulación de material (p. 179; Voltaire, 1964b, p. 195). Con relación a esto último, Blandine Barret-Kriegel afirma que les philosophes despreciaron, interesados por escribir historias filosóficas y políticas, el trabajo de los eruditos. Con respecto a Voltaire en particular, señala que estaba "más interesado en la totalidad que en las partes" y que "se alejó de la erudición porque la consideraba inútil" (Barret-Kriegel, 1988, pp. 293, 294). Chantal Grell, en cambio, considera que la posición de Voltaire con respecto a la erudición fue ambivalente, en la medida que, por una parte, cuestionó la acrítica acumulación de materiales de aquellos que seguían ese modo de trabajo, pero, por otra parte, se apropió en muchos casos de sus métodos y utilizó sus textos para informarse acerca de algún tema en particular o corregir reediciones de sus propias obras (Grell, 1993, pp. 22 y ss.).

8En un sentido similar se expresa en otros escritos: en las páginas finales del Essai sur les mœurs (1756), por ejemplo, se queja de "los cuentos" y "los prodigios", que "deshonran la historia" (Voltaire, 1964c, p. 802), y en La philosophie de l'histoire, al referirse a la historia antigua, en particular a los trabajos de Heródoto, dice: "al leer cualquier historia mantengámonos en guardia contra las fábulas" (Voltaire, 1969, p 130).

9A propósito de la disputa entre Voltaire y La Beaumelle, nos permitimos mencionar nuestro trabajo: (Ratto, 2016, pp. 129-141).

10En el apéndice II de la excelente edición crítica del texto, que aquí seguimos, se puede encontrar un inventario completo de los manuscritos utilizados por Voltaire (1999b, pp. 991 y ss.).

11Acerca del valor epistemológico del testimonio en el siglo XVIII, véase Dornier (2007, pp. 3-22). El tema ha cobrado relevancia nuevamente en las últimas décadas en el campo de la epistemología de la historia (véase Wieviorka, 1998). Véase también Franco y Levín (2007, pp. 31-67).

12A propósito de las fuentes utilizadas en general, véase la minuciosa información que aporta Michel Mervaud (1999b) en la introducción al texto (pp. 164-178).

13Es preciso señalar que el mismo Voltaire había corregido la segunda versión (1751) de la obra de Federico II durante su estancia en Prusia. Acerca de la valoración de Federico II respecto del zar y sus diferencias con Voltaire, véase Mervaud (1999a, pp. 9 y ss). Para una visión de conjunto acerca de las polémicas que enmarcan el texto de Voltaire, véase Menant (2004, pp. 209-215).

14Voltaire tampoco cede a los pedidos de Müller de eliminar la mención a la continuidad de la Histoire con respecto a la Histoire de Charles XII, donde se había permitido algunas críticas con respecto al carácter del zar. Así, se puede leer en el prefacio de la Histoire: "el autor que entrega al público la historia del imperio ruso bajo el reinado de Pedro el Grande es el mismo que escribió hace treinta años la Histoire de Charles XII(...). La presente historia es una confirmación y un suplemento de la primera" (Voltaire, 1999a, p. 388).

15A propósito del intercambio entre Voltaire y los académicos rusos encargados de revisar sus manuscritos, particularmente el ya mencionado historiador Lomo-nossov, el también mencionado secretario de la Academia, Müller, y el geógrafo Friedrich Büsching (1724-1793), el trabajo de Smurlo (1929), aunque ha quedado desactualizado en algunos aspectos, continúa siendo el texto de referencia.

16La asociación de la merma en el número de habitantes de un país y su decadencia es recurrente en los escritos históricos e historiográficos de Voltaire (2008, pp. 181, 182; 1964c, pp. 772 y ss.).

17Fontenelle en su Éloge du Czar Pierre I, pronunciado en la Academia de Ciencias en 1725, presenta a Pedro como un "héroe", alguien que había obtenido un carácter extraordinario de la misma "naturaleza", y explica que fue capaz de sacar a Rusia de un estado de "ignorancia" y "brutalidad" similar al que acompaña a "los primeros tiempos de las naciones" (Fontenelle, 1727, pp. 4, 8).

18A propósito de los intereses que rodearon la relación entre Voltaire y Catalina II, que se extendió hasta la muerte del filósofo en 1778, y del giro de la emperatriz en la valoración de su filosofía tras la Revolución de 1789, véase Gorbatov (2007, pp. 381-393).

19Es preciso señalar que también se advierte en algunos trabajos de Voltaire, tales como, por ejemplo, el Essai sur les mœurs o La philosophie de l'histoire, la idea de que el desarrollo de las sociedades es el resultado de un largo y arduo proceso, en el que las acciones individuales pierden relevancia (Voltaire, 1964b, p. 201; 1969, p. 96). En este sentido, se puede leer en ese último escrito: "Para que una nación se constituya en un cuerpo organizado y sea poderosa, aguerrida, sabia, es necesario, ciertamente, un tiempo prodigioso (...). Se necesita la presencia de circunstancias favorables durante siglos para que se forme una gran sociedad" (p. 96).

20Una crítica similar con respecto a la obra histórica de Voltaire en general se desprende de diferentes escritos de Grimm redactados para la Correspondance littéraire.Gianluigi Goggi (2005) ha intentado demostrar la influencia de Diderot sobre Grimm en este aspecto (pp. 213 y ss.). En cuanto a Diderot, es preciso señalar que sus críticas a Voltaire historiador contrastan con la valoración que hace de este en tanto poeta épico, dramaturgo o defensor de Calas y Sirven en otras partes de su obra (Diderot, 1986, pp. 372, 373).

21Grimm criticó la tercera edición (1780) de la Histoire des deux Indes de Raynal durante una cena, que tuvo lugar en marzo de 1781 en la casa de Mme. de Vandeul y en la que participó Diderot. Herido por el cuestionamiento de su amigo a una obra que apreciaba y en la que él mismo había participado, el filósofo respondió a través de una carta a Grimm, redactada el 25 de marzo de ese año, que finalmente no enviaría. Entre otras cosas, Diderot cuestionaba allí a su amigo el haber traicionado sus ideas tras su acercamiento a una serie de personajes poderosos de la época (el rey Federico II de Prusia, la emperatriz Catalina II de Rusia, etcétera) (Diderot, 1995, p. 770).

22Es preciso recordar que luego de que la emperatriz comprara en 1766 la biblioteca personal de Diderot, que este había puesto en venta para reunir una dote para su hija, el filósofo, como muestra de agradecimiento, realizó diferentes tareas para la emperatriz: entre otras cosas, reclutó artistas y científicos para que viajaran a Rusia (Falconet, Le Mercier de La Rivière, etcétera) y adquirió pinturas para su benefactora.

23Cabe recordar que Rousseau había atacado las políticas de Pedro I en el capítulo 8 del libro II del Contrat social (1762): "Los rusos nunca serán realmente civilizados, porque lo han sido demasiado temprano. Pedro tenía un genio imitativo; no tenía el verdadero genio, el que crea y hace todo a partir de la nada. Algunas de las cosas que hizo estuvieron bien, pero la mayoría estuvo fuera de lugar. Vio que su pueblo era bárbaro, no vio que no estaba maduro para el orden civil; quiso civilizarlo, cuando había que fortalecerlo. Quiso hacer de ellos alemanes e ingleses, cuando había que empezar por hacerlos rusos; impidió que sus súbditos fueran algún día lo que podrían ser persuadiéndolos de que eran lo que no son (...). El Imperio ruso querrá subyugar a Europa y él mismo será subyugado" (Rousseau, 2012/1762, p. 513). Voltaire le responderia, en 1764, en la entrada PIERRE LE GRAND ET J.-J. ROUSSEAU de su Dictionnaire philosophique (Voltaire, 1879, pp. 218-222) y, más tarde, en la versión modificada en 1775 del prefacio de su Histoire (Voltaire, 1999a, pp. 384, 385). Se trata, como sostiene Goggi (1993), de dos concepciones políticas antitéticas (p. 32). Para una visión de conjunto sobre la confrontación entre los dos autores, véase el ya mencionado trabajo de Wilberger (1972). Véase también Madariaga (2014, pp. 216 y ss.).

24A propósito de la relación entre naturaleza e historia en la obra de Diderot, véase el célebre trabajo de Michèle Duchet (1971). Entre otras cosas, Duchet pone de relieve el vínculo que establece el filósofo entre esos dos terrenos y la concepción cíclica de la historia que de allí se desprende (pp. 431 y ss.).

25 Duchet (1971) ha analizado la evolución de la posición de Diderot con respecto a la emperatriz Catalina II (pp. 463 y ss.). También Adamovsky (2006, pp. 51 y ss.).

26No nos ocupamos en este trabajo, en cualquier caso, de la discusión acerca de la posibilidad o no de diferenciar el relato histórico de la ficción, que ha ocupado un lugar destacado en los debates en el terreno de la filosofía de la historia en las últimas décadas desde, al menos, la publicación del texto de Hayden White (1973), Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth-century Europe. La misma excede los límites de este artículo.

27En este sentido, la ya mencionada Muriel Brot (2018) afirma que la Histoire des deux Indes es, en cierto modo, heredera de los trabajos históricos e historiográficos de Voltaire (p. 13).

Recibido: 20 de Abril de 2020; Aprobado: 22 de Abril de 2021

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