INTRODUCCIÓN
La construcción simbólica de América en/desde el campo con-flictivo de la identidad colonial y los lugares sociales que consigue distribuir -y a partir de los cuales es necesario pensar las posibilidades de emergencia de la alteridad no afirmativa, sino más bien des-identificatoria (negativa/anatréptica)- se encuentra atravesada por la experiencia de "lo abyecto",1 o sea, por el despliegue de una relación íntima perversa y ambigua con un exceso de experiencia/existencia que resulta insoportable en la no-identidad que ha sido "separada" en forma abstracta, habida cuenta de que el "principio identificante del sujeto no es otra cosa que la interiorización del principio social" (Adorno, 1986, p. 240). Debido a esto, América pasa a configurar precisamente el no-lugar donde se generan las especies de lo imperfecto y lo monstruoso,2 y, si se quiere, desde una lectura crítico-decolonial de Adorno bien podríamos decir que también es el lugar de no-idéntico (Fallas-Vargas, 2021, p. 81) en donde la impronta aristotélica del régimen colonial vehiculará la experiencia de la abyección mediante la articulación ideológica de biología y política. Esto servirá de basamento metafísico para legitimar la conquista y la guerra contra los pueblos originarios del continente americano que se inscriben en el proceso de acumulación originaria (Marx, 1975, p. 638) en tanto que punto de partida del metabolismo social del capital (Silva, 2012, p. 19). Para Saignes, esta dinámica haría necesario explorar en la psicología profunda subyacente al "furor invertido por los europeos para matar, torturar y destruir al morador amerindio" (citado por Espino, 2014, p. 32). Así pues, este trabajo examinará los elementos dialécticos que constituyen esta relación de alteridad que se condensa en la diferencia colonial (Mignolo, 2013, p. 197) y los mecanismos ideológicos vinculados al principio identificatorio que la sustentan en tanto que entramado de dominación (Adorno, 2010, p. 9).
DIALÉCTICA PRESENCIA Y AUSENCIA DEL SUJETO (DE)COLONIAL
Pensar dialécticamente el sujeto autoritario/colonial3 remite, en este sentido, a visibilizar procesos de configuración de subjetividad específicos, cuya materialidad se constituye al interior de tramas de dominación conflictiva (Adorno, 1981, p. 64) y peculiar, pues su lógica interna (colonial) afirmativa/identitaria esencializa4 los rasgos de esta trama y de los términos "relacionales" contradictorios que la componen en/desde su mismidad (racional y piadosa). No obstante, la negación de los lugares sociales (identificaciones) que forman/reproducen su "presencialidad" actual, es decir, el referente que permite que la cosa se despliegue/cambie y que rearticule el cambio como condición de lo nuevo. Con relación a lo abyecto, la invisibilidad y su relación resulta inextricable a la asignación de lugares/identificaciones "inhabitables" al interior de una matriz excluyente y configuradora de sujetos abyectos, no-sujetos (Butler, citada por Silva, 2014):
Esta matriz excluyente mediante la cual se forman los sujetos requiere pues la producción simultánea de una esfera de seres abyectos, de aquellos que no son "sujetos", pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos. Lo abyecto designa aquí precisamente aquellas zonas "invisibles", "inhabitables" de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo "invisible" es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos. Esta zona de inhabitabilidad constituirá el límite que defina el terreno del sujeto; constituirá ese sitio de identificaciones temidas contra las cuales -y en virtud de las cuales el terreno del sujeto circunscribirá su propia pretensión de autonomía y a la vida-. En este sentido, pues, el sujeto se constituye a través de la fuerza de exclusión y la abyección, una fuerza que produce un exterior constitutivo del sujeto, un exterior abyecto que, después de todo, es "interior" al sujeto como su propio repudio fundacional. (pp. 1-2)
Muestra histórica de la asignación de lugares/identificaciones es el "requerimiento" que Juan López de Palacios Rubios -consejero de Fernando el Católico- redacta para su lectura por parte de los conquistadores a los "indios" del nuevo mundo (Zavala, 1972, p. 30). Su parte explicativa se dedica a explicar/anunciar la prelación de los conquistadores y su adherencia original a las autoridades de corte trascendente5 -el Papado y el propio Cristo- que vendrían a constituirse en causa última de su "derecho" actual a exigir la sujeción de los "conquistados"; mientras tanto su parte coactiva amenaza la negativa de adhesión, esto es, a convertirse en "indios", mediante la violencia/apoderamiento de sus cuerpos, de su vida y patrimonio-.
Nótese lo que acontece, dialécticamente, en la determinación concreta de la mismidad que presupone la distribución de los regímenes identitarios (epistémicos, estéticos y éticos) y que contiene su propia negación: la presencia empírica de un sujeto, falsamente determinada y abstracta, su mismidad, que es sí misma, es ausencia efectiva de un sujeto concreto. Es decir, el sujeto colonial no es lo que aparece, sino la herida histórica que la mirada inmediata de la cicatriz colonial niega, y que desde su mismidad carece de valor cognitivo, entiéndase que la "presencialidad" no se explica a sí misma, se trata como diría Adorno (2001, p. 71) de una relación destemporalizada de conceptos característica de la identidad aristotélica. En razón de lo anterior, la tentativa de construir un concepto de sujeto colonial tiene que poder expresar, en definitiva, una estructura-matriz relacional, que se efectualiza a través de:
a) lo que se presenta y sus condiciones de presencia: condiciones demográficas, libidinales, económico-políticas, geopolíticas, culturales; b) ausencias (condiciones bajo las cuales lo ausente está ausente), y aquellas en las que pueden hacerse presente.
La matriz moderno-colonial al interior de la que se produce el sujeto colonial supone, entonces, una inercia que bloquea el despliegue de la alteridad y la ausencia (es decir, que estructuralmente la "presencia" se presenta a sí misma a través de sus condiciones) como necesidad sin alternativa -en cuyo caso la (im)posibilidad de alternativa/desidentificación es determinada como monstruosa, o inexorablemente se asocia a un mundo de barbarie- y define las condiciones de la ausencia mediante la aparición de un repertorio "opciones" que se encuentran de los contornos de la necesidad. En este sentido, acerca del bloqueo de despliegue de la alteridad, y si se piensa en la mirada del ego conquiro (Dussel, 1993, p. 48), cabe destacar lo dicho por Hernán Cortés, en la Segunda carta de relación, con respecto a la organización de la existencia y la administración de la ciudad de Tenochtitlan entendida como producto metafísicamente carencial e infrahumano (Herrera, 2007, p. 24).
En este orden de cosas, por un lado, si el sujeto se ajusta a los contornos de la necesidad delineada por el conquistador racional e hijo del único "dios verdadero", entonces es definido en tanto que sujeto posible. Por otro lado, la actualización bloqueada de un sujeto alternativo -anatréptico/decolonial- aparece definida; en esas condiciones emerge como forma de experiencia irracional, no viable e impía.6
2. LA METAFÍSICA DEL EXTERMINIO EN LA FRACTURA/ CONSTRUCCIÓN DEL SUJETO: RAZÓN Y PIEDAD DEL (DES) CUBRIMIENTO DE AMÉRICA
El binomio razón y piedad constituye en forma naturalizada el fondo sobre el que se recorta una lógica de sentido colonial que nombra y que otorga carácter a los procesos de configuración de sujeto y de la organización de la realidad dentro del contexto de la colonialidad, es decir, que su despliegue produce no solamente una política, sino que requiere una analítica de la dominación. Al definirse el mundo de la alteridad y los sujetos otros bajo la fórmula de la privación, el deseo de liberación es susceptible de derivar en formas otras de sujeción o antipresencia que, dentro de los contornos cerrados de la estructura matriz, reproducen inercialmente la dominación. Es decir, una de las formas posibles de la antipresencia es su efectualización inercial (esto quiere decir que si bien condensa lo posible, es expresado en la matriz de dominación como imposible, o sea que aparece como sueño fantasmal, como una forma de negatividad ofuscada), que puede derivar en otras formas de sujeción o de neurosis, toda vez que se trata de una estructura matriz de tipo "carcelario", y que reproduce inercialmente la dominación, esto es, puede haber una forma de antipresencia inercial en lo posible, pero expresado en los términos de la matriz como imposible. De tal manera que su aparición fantasmal se traduce en neurosis, irritación, malestar y/o negatividad ofuscada que bloquea el paso a la conciencia del "desgarrón sujeto-objeto" que en Adorno constituye a la dialéctica (Adorno, 1986, p. 15). Esta forma de efectualización de lo (im)posible es estructural a una idea de realidad (como unívoca y definida como continuum en los términos de la matriz modernidad/colonialidad) que funciona como racionalización del ejercicio irrestricto de la dominación y el blindado metafísico de la autoridad (estética, ética, epistémica y política) que el sujeto colonial/autoritario acepta y/o a cuyas tramas de socialización y de sentido otorga carácter. Debe recordarse, con Adorno (1986), que dialécticamente "identidad y contradicción están soldadas la una a la otra" (p. 14). Así, el sujeto colonial autoritario no necesariamente es el dominador, sino el que acepta un orden de cosas del que obtiene ventajas (es decir, incluso podría llegar a identificarse con la autoridad, gozando y promoviendo la dominación), que compensa la naturalización del dominio, un rasgo denominado por Adorno, Frenkel-Brusnwik, Sanford y Nevinson (1965) como "submisividad autoritaria".
Lo anterior es particularmente claro a partir de un visionar concreto dialéctico de la modernidad/colonialidad (Herrera, 2007, p. 25) y el régimen de lugares sociales (identificaciones) que producen su re-actuación y la (re)lectura tanto de su mismidad (polo modernidad colonial/ metropolitana) y sus productos culturales, al tiempo que sus posibilidades negadas (polo modernidad colonial/periférica).
3. DETERMINACIÓN METAFÍSICA DE LA RELACIÓN IDENTITARIA Y GEO-BIOLOGÍA DE LA SERVIDUMBRE: LA IMPRONTA ARISTOTÉLICA
Aristóteles (1988), a quien Adorno (2010) ubica en la génesis de la idea de submisividad autoritaria (p. 237), anuncia en La Política el presunto origen natural del relacionamiento asimétrico en el campo de lo político (§1255 a, p. 53). Ciertamente, Juan Maior, académico de París, es "el primer tratadista de la Escuela que aplicó el concepto aristotélico de la servidumbre natural al problema de gobierno" (Zavala, 1972, p. 51) que emerge a partir de la conquista, extendiendo el tema a lo que podría denominarse una geo-biología de la servidumbre en tanto que noción relacional ideal/ referencial del ejercicio de dominio en términos de la diferencia colonial. Así, en Regimiento de los Príncipes de 1510, Maior intenta, en conformidad con el procedimiento aristotélico, de validar sus argumentos con relación a la empiria; aunque, como es bastante claro, el argumento fuerte es bastante débil, no es más que una petitio principii:
Citando el argumento de Maior, transcribe Zavala (1972):
Aquel pueblo vive bestialmente. Ya Tolomeo dijo en el Cuadripartito que a uno y otro lado del Ecuador, bajo los polos, viven hombres salvajes: es precisamente lo que la experiencia ha confirmado [...] De donde el primero en ocupar aquellas tierras puede en derecho gobernar las gentes que las habitan, pues son por naturaleza, siervas, como está claro. (p. 30)
Si bien cabe destacar el esfuerzo lascasiano por emprender la defensa de los "indios" y constituir un referente en la génesis del pensamiento "crítico" de la modernidad, debe subrayarse que, en su prédica, el carácter jerárquico del relacionamiento se mantendrá como una constante (Dussel, 2005, p. 45). La identidad del "indio" es la de un sujeto carencial, sujeto de tutela que llega a quedar a salvo de la servidumbre y el estatuto cósico que esta implica dentro del intercambio mercantil, "beneficio" que, dicho sea de paso, no extendió en primera instancia a los africanos (Zavala, 1972, p. 104). Esta ambigüedad ciertamente pasa por la naturaleza hipostasiada de las relaciones de dominación que resulta blindada en forma metafísica por los presupuestos del aparato conceptual aristotélico.
Es importante recordar, con relación a la posición lascasiana en torno a la pertinencia de la servidumbre de los negros en una de sus Cartas al Consejo de Indias en 1531, que medio siglo antes de que Colón desembarcara en el "Nuevo Mundo", la esclavitud de los negros en España formaba ya parte de la cotidianidad, incluso en la figura diferenciada (por vía de adhesión) del negro ladino o negro-conquistador (Santa Cruz, 1988, p. 13).
Recuérdese que en la Política (Aristóteles, 1988), el estagirita supone un ámbito omnipresente y jerarquizado, cuya regimentación habría de concordar con las regularidades observables de la physis (naturaleza) y la predominancia de lo perfecto sobre lo imperfecto. Así las cosas, pensar la política dependería de pensar las esencias de las cosas como fundamento explicativo del arte de la guerra en tanto que "arte adquisitivo por naturaleza" que habría de ejercerse contra los animales salvajes y los "hombres que, habiendo nacido para obedecer, se niegan a ello" (1256b 12, p. 67), y su aproximación a la evidencia en la ratio cognoscendi (las razones de conocer) como justa y conveniente. De esa forma, en la política se procede a trasponer características de la naturaleza y de ello se sigue una distribución asimétrica de la experiencia de lo político y de lo simbólico-ético/epistémico. Una lógica del poder y de la virtud cuyos rasgos abiertamente adultocéntricos y patriarcales devienen entonces "naturales" al interior de una apoteosis del "orden" de las cosas y el cumplimiento de funciones asignadas.7 Inclusive, en el punto más "alto" de la crítica lascasiana, en la restitución del dominio a los "indios" -que al final es aparente porque la ocupación militar obedece a finalidades trascendentes, y por ende no puede acabar materialmente- prevalece la necesidad de tutelaje (sobre quienes deben de ser cuidados de sí mismos). Así, a partir de la "virtud" definida en términos carenciales, se trata de justificar la dominación de 'hombres prudentes sobre bárbaros" (Zavala, 1972, p. 42) bajo la idea de que el conquistador tenía como responsabilidad propiciar la "libre" adscripción de los "indios" al cristianismo y así "salvarles" de sí mismos (Dussel, 2005, pp. 47- 48).
3.1. Aristóteles y la falacia desarrollista o cómo el cristianismo y la esclavitud se articulan en la colonialidad:
Un aspecto altamente llamativo de la idealización identitaria con base en la idea aristitotélica de lo perfecto (Aristóteles, 1994b, p. 244, §1021b5), o enteramente hecho presente en Las Casas (Zavala, 1972, p. 82), guarda una sorprendente afinidad con la retórica de la falacia desarrollista (Dussel, 1993, p. 49). De acuerdo con esta, todos los pueblos de la periferia pueden llegar a ser "como" los países centrales, siempre y cuando sigan su mismo ejemplo y "recetas". Este procedimiento estereotipado, como advierten en forma lúcida Adorno y Horkheimer (1971) en un sentido análogo, no resiste análisis,8 el cual parte de la anulación de las condiciones histórico-materiales de producción de la modernidad/colonialidad, pero es acompañada por una retórica según la cual los pueblos conquistados son una especie de interfaz de retrogresión en el tiempo, en el cual el europeo podría entrar en la experiencia de "su" pasado. El mundo civilizado/desarrollado (metropolitano) sería, en consecuencia, el futuro tras el tutelaje civilizatorio y todos los sacrificios que deben ser recibidos con gratitud por parte del mundo periférico. A este respecto, en una tentativa de autocrítica (tutelar), en 1539, sostiene Vitoria acerca de los "indios": "El que parezcan tan idiotas débese en su mayor parte a la mala educación, ni más ni menos que entre nosotros hay muchos rústicos que poco se diferencian de las bestias" (Zavala, 1972, p. 98).
El ordo biológico que Aristóteles organiza en forma escalar se traslada al campo lógico dada la apariencia de necesidad finalista a la subalternización como pauta metodológica que da "por descontada la real existencia de una jerarquía natural de los seres" (Ghirardi, 1961, p. 100), que en la diferenciación colonial hace que la biología se doble en política (Reyes, 2012, p. 218).
El mundo colonial construirá su orden político sobre la premisa de que la diferencia específica abre la "posibilidad de esclavizar a los extraños" (Zavala, 1972, p. 45), un particular que se postula como universal y que arrasará con lo particular con tortura, angustia y terror (Adorno, 1986, pp. 344-345). En efecto, el binomio razón y piedad adquiere un nuevo giro de tuercas, siendo que el origen de la esclavitud obedecerá a la naturaleza pecadora del ser humano, precisamente por lo cual las instituciones del "derecho de gentes" se comparan con "medicinas amargas pero necesarias" (pp. 45-46).9 El brazo militar de este referente de adhesión y diferenciación (epistémica-ética-libidinal) que se traslapa en una geo-biología política de la conquista será racionalizado por Ginés de Sepúlveda (1996):
[...]Bien puedes comprender ¡Oh Leopoldo! Si es que conoces las costumbres y naturaleza de una y otra parte, que con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores á los españoles como los niños á los adultos y las mujeres á los varones, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles á gentes clementísimas, de los prodigiosamente intemperantes á los continentes y templados, y estoy por decir que de monos á hombres. (p. 101)
De la inflación de uno de los términos de la relación se desprende una obligación moral de los "indios" de aceptar el tutelaje bajo amenaza de coacción. Lo más interesante de este procedimiento ideológico moralizante, y político, es que, desde Sepúlveda, se comprende, con recurso a la autoridad, y a la legalidad de "la naturaleza", que el acto de dominio crucial para que "cuaje" el resto de su bagaje ideológico10 se opera en el ámbito de lo simbólico, un procedimiento que anuncia en sus orígenes, putativamente grecolatinos. De acuerdo con las líneas anteriores, Zavala (1972) sostiene que la posición de Sepúlveda, aún más clara en Sobre las justas causas de guerra contra los indios (1996), resulta hacer sintagma con la doctrina de la Raza [Rassenkunde]11 y la idea del espacio vital [Lebenswelt]12 dentro del corpus ideológico del nazismo. La operación ideológica colonial se afirma en la interiorización en el sujeto colonial subalternizado de una suerte de consuelo merced al principio de intercambio: el sacrificio necesario desde la óptica del conquistador que se autopercibe como heredero de los héroes de la antigüedad grecolatina (Espino, 2014, pp. 62-64) es el justo pago a cambio de "tanta" riqueza "simbólica" y la apertura tutelar de ser ingresado al sistema identificatorio de la salvación y el orden mercantil.
Una lectura no-idéntica, es decir, negativa (decolonial) a la que subyace a esta autopercepción inflacionaria y metafísica, bien puede emerger, como es el interés de este breve estudio, y (re)visibilizar la modernidad bajo un lente de aumento descentrado de la lógica identificatoria (Fallas-Vargas, 2021), esto es: que la modernidad es susceptible también de ser leída no como una máquina productora de subalternidades, sino en tanto que atravesada/tensada por una dialéctica que le es constitutiva.
En una lectura análoga, advierte Herrera (2007):
Si la tradición intelectual moderna suele aplicar distintas formas de leer y valorar textos y hechos según estos sean periféricos o metropolitanos, asumir el polo colonial conlleva releerlos y reinterpretarlos. La versión tradicional únicamente lee como modernos los hechos del polo metropolitano, ignorando o considerando accidentes históricos numerosas aristas del polo colonial. Frente a esta poderosa máquina de lectura, la versión bipolar de la modernidad reconoce los elementos liberadores del polo metropolitano, plantea sus limitaciones históricas, y enfatiza su falta de despliegue en las periferias. Sin embargo, y aquí radica la principal diferencia, no interpreta esto último como ausencia o imperfección de su modernidad, sino como el despliegue de una modernidad colonial tan moderna como la metropolitana, aunque al servicio de fines muy diferentes. La servidumbre y la esclavitud coloniales no son menos modernas que su simultánea abolición en Europa. (2007, pp. 24-25)
4. A MODO DE CONCLUSIÓN: ESTEREOTIPIA, NATURALEZA Y RATIO IDENTIFICATORIA. LA EXPERIENCIA DE LO ABYECTO Y LA ALTERIDAD MODERNO/COLONIAL
Como advierten Adorno y Horkheimer (1969), la ratio identificatoria asignó a la naturaleza y al componente somático el lugar de una instancia subordinada, fuente de error y, en tanto que exceso de experiencia, sujeta a control, puesto que la naturaleza inhibida como una pérdida primera inmanente a la ratio que en lo político es reactualizada/ofuscada en una segunda pérdida: la naturaleza reificada (Fallas-Vargas, 2019, p. 24). Como resultado de este procedimiento el componente somático y la naturaleza son construidas en forma teratológica/abyecta.13 América, precisamente, se constituirá como el lugar de todo aquel (exceso de experiencia/ existencia (im)posible) que carece de lugar en el mundo idéntico a sí mismo, a la manera de la física aristotélica (217a) donde no cabe el vacío y cada cosa tiene un lugar fijo asignado (y "feliz") y su biología taxonómica.14
Con respecto a la categoría de raza como codificador de diferencias a escala planetaria y su nuevo patrón de poder, es sobre esa base que se opera la "articulación de todas las formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno al capital y del mercado mundial" (Quijano,1993, p. 202).
El volcado político de la metáfora biológica aristotélica permite desarrollar la diferencia colonial (Mignolo, 2013, p. 36) en tanto que concepto dialéctico en el que se inscriben identificaciones y clasificaciones, pero también procesos de resistencia. En este sentido, la lógica endogrupal cohesiona, mediante la categoría racial/ sexual de lo abyecto, el momento político en el que el principio identificatorio (expresado en la relación colonial) que obedece a la pérdida primera y la metáfora biológica debe operacionalizarse mediante la proyección de las potencias destructivas sobre los "no-lugares" epistémicos-ético-políticos, que dinamizan la subversión de la pérdida segunda que asegura la reificación cósica que deriva en la hipostatización del orden colonial entendido como la apariencia de lo perfecto -lo enteramente hecho-. La estereotipia (Adorno, Frenkel Brunswik, Levinson y Sanford, 1965, pp. 240-241) es el mecanismo mediante el cual la lógica endogrupal distribuye simbólicamente la fantasía de una ordenación perfecta de los lugares sociales/políticos bajo su control, la forma en la que genera la apariencia de identidad sin solución de continuidad (naturalizada) y el vehículo político para nominar/ubicar/ identificar/excluir/desaparecer cuerpos/sujetos en procesos de constitución diferenciada, crítica y autónoma (práxica), es decir, sujetos no-idénticos; o si se lo ve en los términos endogrupales, no-sujetos, abyectos, que se constituyen mediante la imposibilidad, en tanto que exterior definido como lo repudiable, aquello que debe ser expulsado de su inteligibilidad, en el mismo acto de su constitución (Silva, 2014, p. 2).
Desde esa perspectiva abyecta, el miembro del endogrupo (Adorno, Frenkel-Brunswik, Levinson, y Sanford 1965, p. 156), en este caso, el conquistador, el español, el encomendero, es incorporado al mismo como miembro del "género humano".15 Es decir, ser parte del endogrupo implica de inmediato ser parte del género humano, y, un representante sin fisuras del verdadero dios y el derecho de gentes. En función de ello, puede estar inmediatamente seguro de la (re)producción de las condiciones materiales de existencia, siempre y cuando se mantenga en su lugar/función dentro de la trama de relacionamiento asimétrico (idéntico) colonial. Su lugar social depende de la pervivencia de la subalternación material y simbólica del exogrupo (indios, africanos, mujeres, niños). De ahí se desprende la idea de que el exogrupo debe ser tabuizado, en tanto que peligroso, fuente de error, de violación a las buenas costumbres o la justicia16 y ser así susceptible de ser colocado en la lógica de intercambio [Tausch] (Adorno, 2013, p. 84). Este procedimiento puede comprenderse de una manera más adecuada en un diálogo con Kristeva (2006, pp. 14-15) que busca clarificar su variante en el "refuse" (Freud, S. 1991, p. 227) o denegación (en este caso remite a la denegación del reconocimiento de quienes con arreglo a la matriz normativa endogrupal se encuentran fuera de esta, al detalle, lo particular abyecto). Por otro lado, en los términos de "forclusión", en tanto que lo abyecto es elaborado bajo la fórmula del rechazo/repudio y reconfigurado en forma monstruosa.
En consecuencia, desde la psicodinámica que subyace a esta óptica resulta justificable el disciplinamiento, adoctrinamiento y/o el ejercicio de la fuerza en toda la posible gama de violencia y salvajismo17 contra el sujeto, como pedazo de naturaleza, esto es, como cuerpo, porque lo que se encuentra en juego es la per- vivencia del universal abstracto e idéntico que cree corporeizar el sujeto endogrupal. En el caso de la relación colonial, el valor sin igual del cuerpo del indio (no-humano) a ser consumido es que mediante el ejercicio localizado de la fuerza (en el dolor y el sufrimiento) mediante la tortura, mediante la mutilación de su integridad, aparece la oportunidad de acceder a los metales; y además, a información sensible que permita acceder al status económico-político que asegura la dominación moderno colonial, medios de producción y fuerza de trabajo para su consumo. En este sentido, sostiene Restall (2010), el objetivo del conquistador era "recibir una encomienda, es decir, una concesión de tributos y mano de obra indígena" (p. 186).
La pesquisa de los cuerpos carenciales/monstruosos y la información de carácter mercantil que contiene adquieren incluso rasgos hiperbólicos, fantasiosos, exagerados que, de suyo, ya pertenecían a las imágenes de la alteridad cristalizadas en el imaginario euroatlántico: sirenas, cinocéfalos, amazonas, gigantes, acéfalos, que ya eran "rostros" conocidos (Flores de la Flor, 2011, pp. 4246), pero reasignados desde la mirada del proyecto colonial18 y sus objetivos mercantiles. Esta reasignación de lugares configura América como lugar poblado, por un lado, de privaciones, y, por otro, de "oportunidades" de negocio e inversión mercantil, el caso de las "compañías". Ello permite llevar a un nivel mayor de concreción al conquistador como personificación de tramas de dominación colonial. En efecto, cuando se habla de conquistador solo en forma superficial y abstracta podría designarse un soldado de la corona española. Más bien, la figura del conquistador designa una especie de "empresario armado".19
El lugar de esta relación que, como se ha visto, presenta también rasgos teratológicos, se proyecta en/desde una relación especular (es decir, falsamente mediada por espejos) de la mismidad del conquistador-empresario con formas de vida que representan en/desde su diferencia (el carácter amenazante/consumible) de lo no idéntico a la cultura euroatlántica, un modo de ser, pensar, sentir y existir anómala/salvaje/carencial y no empresarial. La racialización, dentro de este dispositivo ideológico/identificatorio pasa a ser uno de los componentes centrales, así las cosas, del patrón de poder colonial. En efecto, la amenaza racializada se traduce entonces a las formas de organización de la existencia (la organización de las relaciones sociales), del conocimiento (régimen epistémico) y la estética (regimentación de lo sensible), que deberán ser tramitadas mucho más allá de la exotización, esto es, mediante la operación, subsunción y de ser necesario, la destrucción/desaparición de estas formas de vida (en sus expresiones materiales y simbólicas) no idénticas.
La idea de raza en este sentido adquiere un rango específico que debe ser reposicionado al interior de la matriz de pensamiento crítico decolonial en tanto que categoría desde que su función en-dogrupal consiste en integrar libidinal/destrudinalmente20 la (des) articulación/distanciamiento de los "lugares" (identificaciones) asignados desde la dominación colonial. Asimismo, contiene el momento de verdad de lo no integrado, el lugar de lo otro de la colonialidad.