NOTAS DE LA DIRECCIÓN

Una revista de las características de ésta es obra colectiva. Cuenta con el apoyo institucional de la Escuela de Ingeniería de Antioquia, indispensable para su supervivencia, con un esmerado comité que fomenta la producción de artículos, depura el material recibido y lo revisa hasta la minucia en la etapa final, para que la impresión sea armoniosa y el texto logre precisión, claridad e impecabilidad, atendiendo al buen uso gramatical y al rigor de la disciplina. Por ello, es justo que la página de créditos de la Revista EIA muestre los nombres de la cabeza de la Escuela, el Comité Editorial, el director y la casa impresora. Los autores nutren la revista, alumbran de conocimiento al lector; su identificación en la página inicial del respectivo artículo es de rigor; también porta el sentido de gratitud para quienes en realidad generan la reüsta y de reconocimiento porque indagaron, profundizaron, investigaron y produjeron para beneficio del lector.

Con todo, hay un grupo relegado: los pares o evaluadores. Su labor es tan callada que sus nombres se omiten, no por descuido, menosprecio o arbitrariedad. Las reglas del juego, sintetizadas en la sección "Proceso de evaluación de originales" reduce al anonimato al experto. Por saber mucho de una materia; por su aporte literalmente generoso, pues es gratuito; por elevar, a veces en forma sustancial, el nivel del artículo sometido a su dictamen; como quien dice por su sabiduía y su altruismo aceptan pasar al margen, someterse a la condición anónima. Al menos quedan en el recuerdo agradecido del Comité Editorial, depositario del secreto de su identidad y testigo de su acción purificadora.

Todo artículo que merece la dignidad de inclusión en la Revista EIA lleva el aval de dos evaluadores, lo que es fuente de seguridad y de tranquilidad para los responsables, los autores y los lectores. También en muchos otros campos de la actiüdad humana el silencio cubre a algunos actores que merecen reconocimiento público. Las placas que se descubren entre discursos floridos en la inauguración de una obra pública es ejemplo elocuente. El bronce o el mármol no registran los nombres de quienes pensaron, ejecutaron y sudaron la obra; los artífices se diluyen, anónimos, sumergidos, como los pares de los artículos de esta edición 3 de la Revista EIA que ahora tiene en sus manos el lector.