SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.19 número2Conflicto y comprensiónColombia: un conflicto crónico. Desarrollo de la crónica periodística como escenario del perdón en el conflicto armado colombiano índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Revista Guillermo de Ockham

versión impresa ISSN 1794-192Xversión On-line ISSN 2256-3202

Rev. Guillermo Ockham vol.19 no.2 Cali jul./dic. 2021  Epub 17-Ago-2021

https://doi.org/10.21500/22563202.5097 

Artículo original

Las puntadas de las memorias que entretejen el derecho a la verdad en Colombia

The Stitches of the Memories that Weave the Right to the Truth in Colombia

Hingrid-Camila Pérez-Bermúdez*1 
http://orcid.org/0000-0002-5795-7773

Wilson Moreno-Cubides2 
http://orcid.org/0000-0001-5420-7961

Angie-Marcela Santana-De-Angel3 
http://orcid.org/0000-0002-7126-1115

1. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas; Unisangil; San Gil; Colombia.

2. Observatorio de Paz y Derechos Humanos; Unisangil; San Gil; Colombia.

3. Investigadora Programa de Derecho; Unisangil; San Gil; Colombia.


Resumen

Repensar los procesos de reconstrucción de memoria a partir de contextos disímiles y connotaciones alternas, permite revisar que no existen recuerdos unívocos, así como comportamientos homogéneos a la hora de rememorar. Por tanto, el presente artículo propone nuevas puntadas de interpretación de las memorias a partir de alternativas territoriales, y son estas memorias las dialógicas, las narrativas, las comunitarias, las simbólicas y las performativas. Categorías que se encuentran aprehendidas e interrelacionadas en cada uno de los relatos que se pronuncian como resistencia al olvido y como instrumentos de reparación y no repetición.

Palabras clave: conflicto armado; derecho a la verdad; imaginarios colectivos; memoria colectiva; pluralismo; reconstrucción; relato; reparación comunitaria; víctima de guerra; violencia

Abstract

Rethinking the processes of memory reconstruction based on dissimilar contexts and alternative connotations, allows us to review that there are neither univocal memories, nor homogeneous behaviors when one remembers. Accordingly, this article puts forward new items of interpretation of memories based on territorial alternatives, while these memories are dialogic, narrative, communitarian, symbolic, and performative. These categories are perceived and interrelated in each of the narratives that are uttered as resistance to oblivion and as instruments of reparation and non-repetition.

Keywords: armed conflict; right to truth; collective imaginaries; collective memory; pluralism; reconstruction; narrative; community reparation; war victim; violence

Introducción

El conflicto armado interno en Colombia de los últimos siglos se ha caracterizado por homicidios selectivos, torturas, masacres y desplazamientos forzados de manera indiscriminada contra la población civil (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018) según el informe ¡Basta ya! (2013), entre 1958 y 2012 el conflicto armado ha ocasionado la muerte de por lo menos 220 000 personas, cifra que agudiza los rasgos de violencia en el territorio y contraría las prerrogativas de posibilitar una vida en condiciones de dignidad.

El conflicto armado no tiene una modalidad de violencia distintiva. Los actores armados enfrentados han usado y conjugado todas las modalidades de violencia. Todos han desplegado diversas modalidades y cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad, haciendo a la población civil la principal víctima. (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2018)

Estos actos han dejado afectaciones entrañables en el tejido social, razón por la cual surge en las comunidades la necesidad de salvaguardar el derecho a la verdad, la reparación y no repetición, mediante de alternativas territoriales que parten de la memoria y del contar, narrativas que se suman a las voces plurales que claman por reconstruir, desde sus sentires, el derecho a la verdad.

¿Qué es la verdad? ¿Cómo se reconstruye? ¿A partir de quién o quiénes? Estos son algunos interrogantes y sospechas que soportan esta investigación. Aportes epistemológicos que, desde lo propio, giran en torno al fortalecimiento de territorios sonoros que retrotraen el silencioso pero perjudicial olvido. Contribuciones que se suman a contrarrestar lo que Rita Segato ha denominado “las pedagogías de la crueldad”, y lo define como aquellos “actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a trasmutar lo vivo y su vitalidad en cosas” (Segato, 2018, p. 13). Es decir, estas iniciativas contrarrestan la desensibilización de la vida, las cuales, a partir del rememorar se empoderan y claman verdad.

Se resiste a partir de diferentes manifestaciones y comprensiones de los buenos vivires. Se resiste desde los versos, cantos, memorias plurales, letras y actos sentipensantes. Se comienza a luchar por los derechos cuando estos no se respetan, o cuando algunos resultan injustos y en cuanto a su aplicación a privilegiados del sistema, desiguales (Flores, 2008, p. 25), puesto que a pesar de ser para todos, no se aplica a todos. Uno de los principales derechos que deben defenderse es el de la verdad, precisamente porque el ciudadano que ha sufrido el flagelo de la violencia, tiene el derecho a saber qué pasó, dónde y cómo sucedieron los hechos.

Por ello se rememora, para edificar una verdad plural contada por quienes han combatido contra el desvalor de los recuerdos. Una verdad que debe alcanzar quimeras trenzadas por el reconocimiento de imaginarios colectivos diversos, los cuales cuentan y aportan a las reconstrucciones. Verdades que se transforman en gramáticas, logrando así lo que Gadamer puntualizaba acerca de los conceptos y las expresiones que forman parte de las palabras, las cuales deben hablar nuevamente (Gadamer, 1995) un lenguaje que vive a través de sus narradores. Verdades llenas de matices, así como de conocimientos, que forma parte del derecho de origen y el mundo por conocer (Foucault, 1996). El ciudadano tiene derecho a conocer lo sucedido.

Por ello, en las comprensiones de las memorias plurales como expresiones de las historias e imaginarios propios, se sitúan los artefactos de las narrativas en el ser y estar. “Un modo de ser, el modo de ser del ser que existe al comprender” (Ricoeur, 2003, p. 13). Razonamientos que entretejen los sentires de las comunidades y rememoran pasados, presentes y futuros de sus andares.

Para lo cual, desde el reconocimiento por lo comunitario, unidos por características diversas (físicas, étnicas, políticas o geográficas) (Soleto Muñoz, 2013), se van incorporando a las memorias rasgos que se observan cuando se cuentan. Cuando son las voces las que transforman las palabras en hechos concretos y van hilvanando el tejido del suceso. Y es así que, desde la observación, los gestos y sentires que se proclamaban mientras se narraba, se concretaron en cinco categorías de las memorias: las dialógicas, las narrativas, las comunitarias, las simbólicas y las performativas, las cuales se explicarán con sus elementos integradores y, en suma, persisten contra el silencio.

El movimiento por las memorias debe formar parte de un movimiento que resiste y crea a la vez (Zibechi, 2017). ¿Pero qué resiste? Y ¿qué crea? Resiste contra el atroz rastro del olvido, contra quienes ocultan la verdad. Se escapa del engaño y deslegitima la memoria que se cuenta en la falacia de las narrativas. Y crear territorios resilientes, esperanzadores y fortalecidos en el reconocimiento de las narraciones plurales.

Las memorias que visibilizan y resurgen entre el olvido

La verdad como elemento integrador de la reconstrucción de tejidos sociales, que por causas diversas se ha roto, enredado y destejido; la verdad como instancia que de principio a fin redirecciona los procesos de reparación e impulsa el camino de la no repetición; la verdad, no como una construcción unívoca y ajena de los contextos, sino como narrativas plurales que dan cuenta de los hechos y las emociones de un pasado, que también son presente y futuro. Esa verdad que no revictimiza, sino que libera, forma parte trascendental del revisionismo histórico, así como social, por reconocer los actos que trasgredieron derechos e impulsan procesos de reparación liderados de forma integral.

Los imaginarios que integran la arquitectura social sobre la cual se fundamenta la verdad, movilizan el ser propio de los territorios, los cuales, abatidos por las diversas conflictividades presentadas en el marco del conflicto armado colombiano, manifestaron mediante diversas voces el clamor por forjar la paz, la armonía y el respeto por sus identidades. Es decir, las voces forman parte de la resistencia civil sin armas que se ha alzado por décadas en el territorio colombiano, para manifestar el inconformismo y lograr el empoderamiento de hombres, mujeres y niños. “Huir del hogar, el ambiente, el tejido social, económico y espiritual acarrea un desprendimiento insondable de las raíces que más profundamente nutren el ser, tanto desde las dimensiones que encarnan una ciudadanía “universal”, como de aquellas que configuran la alteridad” (Ferrer, 2017, p. 138).

Líderes de distintas regiones han sido los actores que, desde sus regiones, han constituido la lucha por reconstruir sobre lo destruido y abonar los terrenos infértiles que han dejado la guerra, el odio y el olvido. Para lo cual, las memorias permiten repensar los criterios de la reparación, profundizar desde una visión amplia y sin restricciones, las posibilidades por conocer la verdad a partir de las voces, las expresiones y los suspiros que forman parte de los sentires por liberar, soltar y dar paso al reconocimiento de los hechos que basados en múltiples circunstancias, han trasgredido sus vidas. Zapata y Jurado no están de acuerdo con la idea de encasillar la memoria en una exclusiva tipología de manifestación. En efecto, ellos critican los relatos de memoria con una simbolización cerrada y estable (Zapata y Jurado, 2019). Las memorias que a partir de las pluralidades se trenzan y se distinguen unas de otras por la diversificación de los contenidos, así como las especificidades de las vivencias que contienen; los relatos que transforman el aquí y el ahora de comunidades que han enfrentado todo en medio de las guerras: desplazamiento forzado, violencia sexual, masacres, genocidios, entre un sinnúmero más de actos que han atentado contra las vidas de pueblos enteros. Estos hechos constituyen el contar, del hablar y no guardar más silencio frente a la violencia que por décadas se ha dispersado en Colombia. Las memorias colectivas revelan, aclaran, participan, empoderan y resisten al olvido, al pasado y a la impunidad.

Los marcos espaciales de la memoria colectiva consisten en los lugares, las construcciones y los objetos, donde, por vivir en y con ellos, se ha ido depositando la memoria de los grupos, de modo que tal esquina, tal bar, tal objeto, en fin, evocan el recuerdo de la vida social que fue vivida ahí y su ausencia, pérdida o destrucción impide la reconstrucción de la memoria (Halbwachs, 2002). El tiempo hecho de minutos, el espacio de centímetros, permiten racionalizar una regla clara en el proceso histórico: el tiempo es superior al espacio (Francisco, 2013), un principio básico en la recuperación de memoria histórica, en cuanto ciertos sucesos ligados a los espacios se mantienen en el tiempo, incluso cuando esos lugares ya no existen. A ello pueden agregarse otros principios como: la unidad prevalece sobre el conflicto y la realidad es más importante que la idea (Borghesi, 2017).

Recordar permite regresar a ciertos lugares, momentos precisos de la historia en los que cada acontecimiento reinició las vidas de los habitantes y sus territorios. Son puntos de partida que direccionan los sucesos e incrementan las posibilidades por identificar qué ocurrió, cómo se presentaron los hechos y qué estrategias implementar para resarcir los daños que a causa de tanta violencia deterioraron las condiciones de una vida digna de ser vivida. Por tanto, a partir de cada una de los vocablos que componen las narraciones de los actos generados por los conflictos en Colombia, los habitantes han sido espectadores, así como protagonistas, de las transiciones que reúnen los elementos hacia la consolidación de las verdades. Estas se visibilizan en el contar; no desde un análisis negativo de las regiones, sino como la posibilidad de conocer los imaginarios a partir de las pluralidades que los integran, los lenguajes que se suman, así como las heterogeneidades desde las cuales se revisten las expresiones que cuentan cómo fue su persistencia en medio de la guerra. Es bajo este eje que se pretende dar puntadas que permitan entretejer las memorias en Colombia.

Por lo tanto, las memorias que se proclaman desde los territorios, suman a la construcción de las verdades no bajo un análisis de recordar para revictimizar, sino como mecanismo autónomo de liberación y despojo de sentimientos, así como la reconfiguración de identidades, expresiones y lenguajes que han sido callados por temor a ser contados. Memorias y verdades que se ajustan al engranaje de la no repetición.

Categorías alternativas de análisis de las memorias

El ejercicio de la recolección de las memorias identifica imprescindibles categorías sobre las cuales se divide la sumatoria de recuerdos. Rememorar forma parte de un ejercicio diario desde el cual el ser humano regresa a aquellos momentos de su historia donde el tiempo da cuenta de sucesos trascendentales y experiencias tanto positivas como negativas, que enriquecen o lesionan el disfrute de sus libertades, derechos y garantías. Las memorias que aquí se reúnen, se analizan desde cinco categorías que tejen el universo de las palabras: memorias narrativas, dialógicas, simbólicas, comunitarias y performativas, las cuales se desarrollan a través de las voces de las víctimas del conflicto armado colombiano.

Estas categorías de memorias plurales han sido tejidas mediante el análisis a la información recolectada por medio de los instrumentos cartográficos y etnográficos, como un reconocimiento y resignificación del territorio, un espacio de apropiación y diversidad que parte desde la corporeidad del ser (quiénes son, qué recuerdan, qué les ha pasado) y trasciende a la casa común en la que se entreteje la vida (cómo se narran los lugares, qué hechos se presentaron en un sitio en específico), así como con la ayuda de la metodología de observación participante desde la que se identifican características de los hablantes, el uso de los lenguajes y los efectos producidos por sus narrativas en un antes y un ahora. Categorías alternativas a los ya convencionales formatos de interpretar las memorias de quienes, por medio de sus diálogos, reconstruyen más que la verdad y reparan el telar social, categorías a partir de las cuales se generan estructuras de comprensión y realización de las memorias a partir de los enunciados, sonidos y, en suma, las voces que exponen hechos trascendentales para quienes cuentan desde las palabras, sus vidas.

Las memorias narrativas

La memoria se refiere a “recuerdos y olvidos, narrativas y actos, silencios y gestos. Hay en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay también huecos y fracturas” (Jelin, 2001, p. 2), desde las que se condensan particularidades propias como el contar, donde las experiencias vividas se van hilando entre las palabras, los recuerdos y las emociones que forman parte de las voces que en algún momento pertenecieron al silencio y al olvido, y que una vez contadas encauzan hacia las memorias narrativas. Esta categoría de memoria abre paso a interrogantes como: ¿qué narramos?, ¿qué recordamos?, ¿qué hechos y desde qué contextos se manifiestan los recuerdos que forman parte del ahora?

Narrar no se remite de manera exclusiva a dar cuenta de eventualidades a partir de las cuales se ha concretado la vida. Las expresiones, gestos, movimientos del cuerpo, la voz desde todas sus tonalidades, conforman los componentes que integran el contar. Sabiamente, el autor norteamericano Leil Lowndes ha afirmado que el cuerpo grita antes que los labios se muevan. Las memorias narrativas no describen solo palabras, sino también historias personales. Las vivencias y los sufrimientos también se hablan con el cuerpo (Lowndes, 2003). La manifestación del ser humano por hablar para soltar el peso del pasado y promover la no repetición, se suma a esta categoría de memorias desde la cual, además de las cosmovisiones, se armonizan las identidades de los narradores.

Las memorias dialógicas

Como segundo presupuesto de análisis, a la memoria dialógica se le adhieren componentes que intervienen en el relato. ¿A quién contarle? ¿Qué se cuenta? ¿Qué elementos estructuran la confianza para la manifestación de las verdades que perpetuaron el pasado de las víctimas? ¿Para qué contar? Son interrogantes que develan el diálogo y enfatizan en la búsqueda por reconocer los actos que han repercutido en la vida de cada una de las personas a las que la guerra, los enfrentamientos entre grupos subversivos, el despojo de sus tierras, la pérdida de sus seres queridos, la violencia contra sus cuerpos, dejó incalculables daños que no pueden ser repetidos. Para ello, las estructuras de las memorias dialógicas se fortalecen en la empatía entre el interlocutor y el receptor, en la esperanza por alzar la voz ante el silencio del tiempo, en la no existencia de coerción para narrar hechos que aún generan miedos, así como en el interés general por detener la impunidad.

Es en y a través del diálogo que se pueden modificar las relaciones entre los participantes o crear acciones conjuntas, especificar valores y significados relevantes y orientarse a la construcción de nuevas realidades y tramas sociales. Es a través de esta multiplicidad y complejidad que pueden construirse enlaces, síntesis y nuevas posibilidades. (Schnitman, 2010, p. 54)

El diálogo quiebra las distopías que han generado la violencia y propone nuevas lecturas sobre la verdad, la reparación y la no repetición, desde el contar. La memoria dialógica garantiza la pluralidad y la multiplicidad (Ham, 2001) y además de ejercitar en la escucha, rompe con el monólogo en el que pueden caer un individuo, una región o un país. Para que la memoria sea dialógica, se debe vencer el encierro en el uno para abrirse a la realidad del otro y contar los miedos, tristezas, guerras, sufrimientos, alegrías y triunfos. Es decir, para contar la vida a través del diálogo.

Las memorias simbólicas

Como tercer elemento, las memorias simbólicas son vistas a partir de una deconstrucción. En esta categoría no se hace referencia a una placa, distinción, monumento u obra tangible desde la que se establezca el reconocimiento por los esfuerzos emprendidos para detener la guerra, sino, por el contrario, las voces, lenguajes, palabras y expresiones como lo intangible que resarcen; una abstracción que suma a la reparación desde el narrar y conformar vocablos que permiten expresar sentimientos, así como reconstruir los hechos que generaron tanto desasosiego en cada territorio.

A este tipo de categoría alternativa de memoria sirve de substrato teórico la semiótica de Sanders (Pierce, 1973), para quien el símbolo tiene en cuenta la experiencia emocional, práctica e intelectual y además, posee una intención pragmática; es decir, tiene en cuenta el contexto en el que se producen y se interpretan los signos. La memoria simbólica define un signo por su efecto sobre el intérprete, o en palabras del mismo Sanders, por su relación con el interpretante.

El símbolo se expresa a través de las frases, los versos, la poesía, la música, el sonido de las tamboras. El símbolo aquí no representa lo que se ve, sino aquello que se siente cuando los sonidos nos llevan a recordar el pasado cargado de violencia.

La reparación opera mediante un cambio en la actitud social y cívica de las autoridades al asumir la responsabilidad por lo sucedido y sus consecuencias, mediante gestos simbólicos y acciones directas, y cuyo propósito es desagraviar y resarcir esos agravios y daños identificados” (Lira, 2010, p. 17).

Las memorias comunitarias

Las memorias comunitarias, como cuarto elemento, son aquellas reconstruidas desde abajo, desde los territorios, con intervención, participación y empoderamiento directo de las víctimas del conflicto. Memorias que resisten al olvido, a la repetición, así como a cualquier intento por ser ocultadas y silenciadas. Las memorias comunitarias persisten en medio de los intereses de terceros por ser tergiversadas. Memorias vivas, incluyentes, representativas, que narran cómo la colectividad vivió en medio de la guerra, luchó y persistió a los actos violentos.

Esta categoría de memorias permite identificar que las comunidades reaccionan, convergen, unen sus recuerdos deshilados, para ser retejidos desde sus vivencias, para visibilizar las narraciones y reconocer que en el pasado aun emergen actos definitorios de las culturas, cosmovisiones e interculturalidades propias de las regiones. Las genuinas expresiones que afirman los pueblos se entrevén al reafirmar lo sucedido e interrogarse sobre lo que aún está oculto. La colectividad aporta a partir de sus imaginarios en la construcción de diálogos que suman a las memorias, así como lo que cada lugar, olor, objeto y el caminar, los redireccionan hacia el ayer.

Podría decirse que el pasado, entendido no como algo terminado sino como un proceso en continua construcción, es un elemento que dota de sentido a la realidad social y participa de los modos en que los sujetos significan y dan sentido al mundo que les rodea (Ham, 2001)

Para lo ello, el pasado fortalecido desde el presente de cada región se compone de factores tangibles e intangibles, que le suman al derecho a la verdad.

La memoria de una persona puede llegar a ser manipulada, escondida, silenciada; pero la memoria de una comunidad grita por sí sola. Callar a un pueblo sería como evitar que el sol salga en la mañana.

Las memorias performativas

Finalmente, dentro del análisis que se ha dispuesto para conocer cada una de las especificidades que integran las memorias, se desarrollan las memorias performativas.

La performatividad se relaciona directamente con la fuerza de las palabras, las cuales se usan y crean memorias de verdad. Así como refiere Austin en sus textos del uso del lenguaje, los enunciados ilocusionarios son aquellos que llevan a cabo un acto al decir algo contrario a los perlocusionarios, a partir de los cuales se logra una consecuencia una vez son expresados (convencer, persuadir, disuadir); es decir, concretan una acción (Austin, 1955). Para el caso de Searle, en los actos de habla, insiste en que “al realizar un acto ilocucionario se realizan característicamente actos proposicionales y actos de emisión” (Searle, 1990, p. 33), hechos que, repensados desde los imaginarios colectivos de las memorias, permiten agrupar la verdad y las garantías de reparación a partir del contar, para que con ello se promueva una perspectiva de acción y reconocimiento desde las voces plurales de las víctimas, “cuando se trata de performatividad para aludir a unos enunciados lingüísticos que, en el momento en que son pronunciados, crean una realidad o hacen que exista algo por el simple hecho de haberlo expresado“ (Butler, 2015, p. 34). Cuando se narra y las memorias se integran al diálogo, recuperado a partir de las comunidades con fines simbólicos, se acciona la garantía por reconstruir tejidos sociales y proporcionar legitimidad a los relatos reunidos. La performatividad consiste en comprender la intención comunicativa de quien refiere una memoria, pues las frases transmitidas no pertenecen únicamente al orden semántico, también al pragmático.

Transitar por los diferentes estadios de las memorias y concretar de forma alterna instrumentos de reparación que resurgen desde las voces, propone alternativas territoriales por reconstruir sucesos que forman parte de la destrucción de identidades; asimismo, concreta el fortalecimiento contrahegemónico que empodera y resiste frente al olvido institucional y social.

En esta línea se mueve Massimo Grilli, para quien el mensaje no requiere simplemente el previo conocimiento semántico, sino la conexión entre el acto lingüístico cumplido en el contexto propio y la competencia pragmática de la memoria compartida (Guidi, Obara y Grilli, 2016).

Por lo tanto, las memorias performativas actúan desde el pasado, para liderar los procesos del presente y constituir herramientas sólidas de resarcimiento, las cuales trascienden los contenidos retóricos y le apuntan a la praxis.

La cualidad performativa del lenguaje está relacionada con la institución de nuevas realidades a través de la forma como estas se nombran. El lenguaje no cumpliría entonces una función de representación sino, por el contrario, de transformación y creación de realidades. (Blair, 2002, p. 23)

Las memorias que transforman el olvido y proponen los nuevos retos hacia la reconfiguración de la verdad, accionan per se alternativas de reparación, así como estrategias que se entretejen a partir de las comunidades, para repensar los procesos de resiliencia, armonía y construcción social.

Retejiendo

Referirse a procesos alternativos advierte de la importancia acerca de reformar lo instituido y codificar posturas que se replantean por las voces de quienes viven el abandono y la reparación. Los imaginarios sociales que se expresan al contar, comparten el interés por manifestar que aún queda un largo camino por conocer la verdad, para lo cual asignar categorías de análisis a las memorias permite evidenciar cómo los gestos, matices en las voces, recuerdos, expresiones propias y el sentir que se devela al hablar, constituyen una verdadera restauración del relato no como un mero escrito de hechos, sino como la búsqueda inalcanzable por identificar qué ocurrió, cómo sucedió, a quiénes afectó y qué estrategias comunitarias se empezarán a retejer para revivir las memorias colectivas.

Cada una de las memorias que combaten contra el efímero olvido, pretenden la reconfiguración y se unen todas ellas, conformado así llamado a reaccionar, transitar por imaginarios de revisionismo colectivo, para regresar, no dejar así, detener la impunidad y confrontar el silencio, los miedos y el abandono; ya que solo así, tal como lo expresan Boaventura de Sousa y Bruno Sena (2019), “será posible comprender las gramáticas de dignidad a partir de los diferentes sentidos de lo humano que emergen de los contextos en que se viven”. (p. 9)

Las memorias revisadas a partir de una estructura múltiple advierten acerca de las diversidades e intersecciones que revisten su configuración en las que, a pesar de cumplir fines específicos, como son la construcción de la verdad, son recolectadas, reunidas, expresadas, sumadas, desde diversidades y pluralidades propias de quienes las cuentan, las tejen y las reivindican. Las memorias no pueden caer, según palabras de Torres Cuenca, en la teatralización del recuerdo, porque sería negar los espacios en los cuales las víctimas o actores pueden reflexionar en torno a lo que sucede a su alrededor y en su cotidianidad y, a la misma vez, expresar por algo más que las palabras la memoria que quieren mantener viva (Torres, 2017).

Repensar las memorias a partir de la narración, el diálogo, el símbolo, la comunidad y performatividad, es el camino para descubrir el pluriverso desde el cual estas son tejidas. Cada categoría alternativa se encuentra en las voces que rememoran, convergen unas con otras, se interrelacionan y visibilizan en cada uno de los relatos para ser parte del significado propio de sus identidades.

Las categorías de análisis sobre las cuales las memorias configuran su campo de acción y legitiman la posibilidad de proporcionar contenidos de verdad, acción sin daño y no revictimización, comprenden las posibilidades de apoyar los procesos de no repetición, así como de escuchar, contar y soltar el peso de un conflicto armado que nunca ha pertenecido a la población.

Otras memorias

¿Qué se sabe? ¿Qué cuentan los lugares, las personas con sus andares, con los años que llevan sus vidas y las condiciones en las que han tenido que vivirlas? ¿Qué sienten? Y ¿Qué siente la vida cuando se cree que ya no corresponde más vivirla, gozarla, cantarla, bailarla y lucharla? ¿Qué es la guerra? ¿Qué es verdad? ¿Qué es historia?

Se escribe para no olvidarnos de ellos, para repasar por medio de las letras los sucesos que han sido un punto final y de partida, pero también se escribe para conocer cada una de las expresiones, ruidos y miedos. Aunque también guardan silencio, hay suspiros y temores por regresar a aquellas situaciones de incertidumbre, irrespeto y violencia.

¿Qué contamos cuando contamos? ¿Qué decimos cuando ya no son solo las voces, las palabras, las letras, las que los definen, sino la historia completa de hechos que han sacudido las vidas de cientos de familias? ¿Qué memorias compartimos cuando los territorios donde las leyes no ingresan y olas vías de hecho terminan acaparando intereses particulares?

Entre contar y callar hay un abismo de emociones, sensaciones y recuerdos; una ilustración imaginaria de sucesos que revelan las heridas de un pasado que también son presente y, por supuesto, futuro. Desde el ayer, ya empieza a registrarse otra historia que queda guardada en los recuerdos. Las memorias forman parte del pasado, pero con características reconstructivas hacia el presente. Son la suma de imaginarios sociales que agrietan, así como revitalizan el andar de las comunidades. Se relaciona a través de cada relato imaginarios sentipensantes, porque “sentipensar con el territorio implica pensar desde el corazón y desde la mente, o co-razonar”. (Escobar, 2014, p. 16)

Conocer los relatos e historias de las víctimas del conflicto armado colombiano, se convierte en un acto que trasciende las esferas de la colectividad, permitiendo así la reconstrucción de las memorias, para lo cual las dos entrevistas que se presentaran forman parte de la construcción social y de memorias empleada para no desconocer, para fortalecer con acciones imprescindibles la reconstrucción de lo que ya empieza a olvidarse en el pueblo colombiano, aunque su causa sigue latente. Las entrevistas que se publican a continuación, están enmarcadas en experiencias vividas en el departamento de Santander y que permiten ejercitar el reconocimiento de las categorías de memoria anteriormente mencionadas, pero a la vez poner en luz la memoria de dos personas que vivieron el conflicto armado en Colombia. Son miles las víctimas del conflicto armado en la región de Santander y muchas más en toda Colombia. Los siguientes testimonios son una clara invitación a continuar manteniendo en luz las memorias de un pueblo que ha sufrido, pero quiere perdonar y recomenzar, pues el camino es resistir para empoderar y no olvidar. El trabajo de presentar todos los testimonios posibles de quienes han sufrido el fenómeno de la violencia en Colombia como camino de recuperación de memoria compete no solo al Gobierno nacional, sino también a todos los investigadores y en fin, a todos los ciudadanos que quieren mantenerse fieles a la verdad que un pueblo narra cuando cuenta sus experiencias vividas. Aquí se presentan solo dos, con el objetivo de abrir un largo, pero necesario, camino en defensa de la verdad, reconciliación, reparación y no repetición de un pueblo que sigue construyendo paz.

Entrevista 1. Relato de Gladys

Yo viví el conflicto armado en Colombia con la muerte del padre de mi hijo (toma aire). Nosotros teníamos una finquita en La Fortuna, en San Vicente de Chucurí. Estábamos exactamente en el campo 22, que es muy importante. Se entra por la Fortuna. Para ese tiempo empezó aquello que llamaban “la vacuna”. La vacuna era el método que aplicaba la guerrilla para su sustento. En ese entonces no había empezado el “bum” de los secuestros, sino que el “bum” era la vacuna y luego fueron los secuestros.

El padre de mi hijo llevaba unos dos años en esa zona y ya no daba más económicamente; ya no daba más. Se reventó en el sentido de estar trabajando y estar produciendo para pagar vacunas y vacunas y no solamente él, sino los ganaderos y agricultores de la región. En una de aquellas visitas cobrando la vacuna, él se negó y dijo: “Pues hagan conmigo lo que quieran”, pues él, de pronto, no llega a imaginar hasta dónde iban a llegar… De hecho, lo dejaron tranquilo unos meses… unos tres meses, y él pensaba que ya se los había quitado de encima, cuando no. Yo estaba en Bucaramanga, con mi hijo, cuando nos llamarón y nos informaron que mi hijo ya no tenía padre, pues había sido asesinado. Que lo habían sacado de la finca y lo habían hecho caminar y habían llegado cinco hombres. Él tenía la costumbre de quitarse su camisa y colgarla, como se acostumbra a hacer en el campo. Él estaba con ropa de trabajo y verificaron en sus documentos, porque ellos no conocen a las personas. Bueno, yo pienso -y es la película que yo me monté de todo lo que me contaron- ellos simplemente se aseguran de que sea la persona. Pues me contaron que de una camisa amarilla de cuadros que la tenía colgada sacó los papeles y simplemente le dijeron “¡camine!” y él caminó y le pegaron por la espalda cinco tiros (silencio). Esa fue la muerte.

Nosotros no podíamos ir de una vez a levantar el cadáver. Él duró tres días bocabajo, en las carreteras de la vía Fortuna, donde las temperaturas son de 30, 32 grados centígrados. En ese tiempo no dejaban arrimar a nadie. Solo al tercer día ya se pudo acercar el grupo de criminalística de Barrancabermeja e hicieron el levantamiento de cadáver, pero ya estaba desintegrada la cara de él, porque la brea se la había absorbido toda y toda la parte delantera de su cuerpo. Cuando lo vi, le habían puesto un manto en la cara y solamente uno lo reconoce por sus brazos, sus piernas, pero si hablamos del rostro no, no… Era irreconocible, y esa fue la historia. En realidad, a uno no le quedan alientos de volver por allá ni nada. A mí no me interesó nada absolutamente de lo que había allí y jamás de los jamases por allá volví.

Yo nunca había vivido el conflicto. Estaba empezando el conflicto. Cuando uno se mete en una finca a salir adelante, con el ánimo de cosechar, de producir, en un principio todo se tornaba controlable por nuestros militares, porque allá hay comandos y todo eso. Pero no. Eso fue un monstruo que fue creciendo, es decir, la misma población se daba cuenta de que no era algo así de ocho días o de que ya mañana vienen. No. Eso era un monstruo, una bola de nieve que iba creciendo, y lo más triste es que no es cuento que sacan a los niños y los obligan a pertenecer a ellos (guerrilla). Unos tíos míos, tíos de la segunda esposa de mi abuelo, dos de ellos fueron llevados a la fuerza con la guerrilla y eso no es un cuento; eso es verdad. Para esa época, uno de ellos también intentó escaparse y acabó muerto sobre una cerca, agarrado a una cerca, queriendo escapar. Le pegaron algunos tiros, como costumbre de ellos. Se creían muy valientes entre ellos y cogían a un niño, a una persona desarmada. Nunca pensé que las cosas estuvieran tan calientes. Simplemente se oían esos pasos de animal, pero uno tenía fe en su Gobierno, su presidente, sus fuerzas armadas superiores, pero la guerrilla fue creciendo y creciendo. Para mí, de cierto modo, es la falta de presencia del Estado, es lo que está pasando en nuestro país, la ausencia, y los gobernantes desconocen. La presencia de grupos armados es totalmente triste para el desarrollo del país y de las familias. En mi caso de mi familia, pues se ausentó el padre de mi hijo cuando el niño solo tenía dos añitos de vida.

La comunidad entera fue afectada en distintas formas. Una vez yo recuerdo que un obrero mío se fue de cacería; fue después de la muerte de mi esposo. Ellos se fueron a cazar tinajos y él lo hizo muy sanamente. Él no era de la región, pero hubo mucho problema. Se escucharon disparos. Como a las dos horas se escuchó una balacera, mejor dicho. Entonces, son zonas donde uno cuida la vida como cuidar un huevo.

Verdaderamente son zonas de las que uno acaba apartándose. Yo tenía muchos proyectos porque había una laguna para explorar, babilla, ganadería, hasta arcilla para hacer ladrillo. En ese entonces el Incora nos apoyaba. También había arboles maderables. Pues a pesar de estar los paramilitares, queda ese sinsabor y ya a uno le da miedo trabajar; como que queda el trauma de que tengo esto, pero mañana no sé si lo tenga. En realidad, el campesino no puede trabajar a sus anchas, no puede. Incluso había unos compañeros que tenían una parcela y que si no la iban a habitar la tenían que entregar. No lo hicieron y la finca la invadieron, y los paramilitares lo decían, y me voy con ello por eso. Ellos decían “Esto no es de ustedes, esto es ajeno, por eso me tienen que decir las razones por las que están diciendo que la necesitan”. Y uno de ellos, de los que invadieron, fue asesinado allí. Nuevamente la ausencia del Estado se sigue viendo en ese entonces. Hoy no lo sé. Hoy yo no he vuelto por allá.

Nosotros fuimos hasta San Vicente a poner la denuncia. El grupo de parceleros, junto con otro compañero, y solicitamos la inspección y que llevaran el debido proceso para hacer el proceso de desalojo. Pero la inspectora un día nos dijo “Hasta aquí”. No nos colaboraron mucho.

Después de todas esas cosas feas no puedo dejar pasar lo que sucedió con mi hijo. Siendo sincera, mi hijo tiene un corazón muy bonito. Él tiene mucha fe en el país. Cree en todas las cosas que nuestro Estado desarrolla. Él tiene una fe y un amor y una disposición inmensa. Mi hijo es así porque su corazón olvida. Él me dice: “mamá, ya pasó”. Él ha sido un joven con el mismo dolor de criarse sin su padre, porque él se crio con sus abuelos, con mi familia. El gran amor de ellos lo envolvió y la manifestación es que la vida no se acabó, sigue. Él lo que pudo ver en mí es la lucha de seguir con mi vida, porque yo lo tenía que sacar adelante. De pronto, él hizo una sumatoria de cosas, pues que teníamos que salir adelante. Él lo hizo con amor y perdón.

Hay algo muy curioso que yo creo que sí es una cosa muy bonita, y es que mi hijo siempre me decía cuando llegaba de la primaria: “Mami, la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Era una palabra diaria. También pienso que el colegio influyó más que yo misma, porque para mí no ha sido fácil que me quitaran esa oportunidad de darle un padre a mi hijo y que él lo conociera hoy, que es un chico con la madera que tiene. Eso todavía me llena de… (silencio) ¿Por qué yo? ¿Que hicimos? ¿Trabajar para que ellos tomaran las cosas sus anchas? Para mí ha sido difícil, muy difícil.

Suspiro profundo). Uno tiene un punto de partida y pues ahora no estoy allá y ese ha sido mi reparar, pero ¿cómo se puede hablar de reparación cuando se sigue haciendo el daño? Por ejemplo, cuando a usted lo golpean una y otra, y otra y otra vez, ya usted no se acuerda de la primera vez. La reparación no es tome 20 o 30 millones. La reparación, por lo menos cuando uno llega a esos lugares, sería que el ambiente fuera diferente, que cambiara. Eso sí sería una reparación pura. Para mí la reparación será el momento en que haya un arrepentimiento y entreguen las zonas. Es una burla ver a nuestros victimarios sentados en el Congreso de la República riéndose. Ese acto no puede darnos a nosotros la tranquilidad de pasar la página. Aunque lo digan de dientes para afuera, dudo mucho de que en su corazón puedan decirlo. Eso no es fácil.

Entrevista 2. Relato del sacerdote Eduardo

Los derechos humanos son aquellas prerrogativas, aquellos valores que tiene la persona humana, por su dignidad, por eso son inalienables, inviolables. Por eso tienen que ser respetados aun por la misma persona, por eso tiene el derecho y la obligación de reclamarlos. Estos derechos son transgredidos cada vez que se obra, se habla, se piensa en contra de una persona, atando su vida. Por eso debemos garantizarlos, tratando de formar la cultura de los derechos humanos de tal manera que todas las relaciones humanas actúen respetando los derechos de los demás.

La memoria es recordar, justamente, en el sentido que se recuerda en una forma eficaz y activa, para no olvidar. Es una comparación entre lo religioso y lo histórico. Por ejemplo, la eucaristía es un memorial. Por eso funciona como un mecanismo para reparar víctimas, pues la reparación se tiene que basar en la verdad. Por ello, esa memoria no tiene que ser únicamente una narración sino la verdad.

Para los años noventa antes de la Constitución actual, hice un libro sobre los derechos humanos basado en los campesinos. Esto surgió del diálogo con los mismos campesinos, quienes tuvieron la idea de hacer una lista de sus principales derechos. Especialmente recuerdo el artículo 11 que decía “Tenemos derecho al cuidado y al respeto especial de la mujer, por eso rechazamos cualquier irrespeto contra la mujer, en su vida, en su dignidad, en su fama. Rechazamos el machismo existente que la hace en muchos casos esclava sometida al varón, proponemos la organización de la mujer y su promoción íntegra, pedimos a las mismas mujeres que se respeten y se hagan respetar en su dignidad, a través de su propio comportamiento, pedimos que se valore el trabajo de la mujer”.

La mujer vivía la esclavitud. Tenían un segundo lugar siempre, el hombre era quien mandaba. El conflicto armado intimidó mucho a las mujeres y aun a las que no lo fueron, les ayudaron a formar la creación del miedo, por ser víctimas de las violaciones de estos derechos. Recuerdo en especial un caso, el de Silvia G., una periodista que fue asesinada en Cimitarra. Ella hacía trabajos para la televisión inglesa sobre problemáticas en Colombia.

Los tiempos eran difíciles. También recuerdo a un sacerdote que lo mató las FARC con un tiro en la cabeza, pues lo acusaban de estar en contra de ellos. El anciano tenía 72 años, con una sensibilidad y amor muy grande. Trabajó arreglando estructura, creando colegios, era un hombre extraordinario. Yo tenía ya nueve años de servicio cuando él llego. El muerto iba a hacer yo. La guerrilla me prometió que me iba a asesinar, pero el pueblo se enteró y no lo permitió, así que las FARC lo asesinaron a él. Este sacerdote hizo un viaje misionero por unas veredas de la región y se fueron varios guerrilleros y una guerrillera con él. Cuando ya regresaba a San Ignacio del Opón, dicen que tuvo una discusión con los del grupo y el sacerdote les hecho una maldición. El padre siempre andaba solo en su macho. Lo bajaron del macho y lo echaron por una peña. Él cayó en una quebrada y allí lo mataron. Se llama la quebrada de Armas. Allá lo encontramos muerto.

Viví muchas cosas en el monte. Todos los días escribo desde 1984 sobre lo que sucedía día tras día. Mi historia misionera está plasmada en más de 70 agendas. Por ejemplo, el 10 de septiembre de 1984 la titule “Viaje a la montaña”. Celebré la Santa Cena con mucha alegría y a las 8 de la mañana salí con algunas personas para trocha y media. El camino era muy feo. Pasamos las 11 de la mañana y paramos a comer algo. En ese momento vimos a dieciséis guerrilleros y sentí mucho temor de que nos llamarán a pedir cuentas, pero solo tres de ellos se acercaron mirar. Yo terminé de almorzar rápido y me fui. A las tres de la tarde ya íbamos llegando, cuando llegué a trocha y media tuve que cruzar dos lagos. Las hermanitas me acompañaron, llegué y celebramos en la casa de Cloromiro la Santa Misa. Todo muy bello, todo el mundo estaba esperando el momento para alabar a Dios. Llovió muy fuerte, por ello nos quedamos muchos en esa casa. Pensando en las cosas y en el camino, me dolió mucho el estómago y una pierna. Sin embargo, me siento muy feliz de haber llegado. Amo mi trabajo. Con ese viaje que duró nueve horas noté que la zona estaba llena de guerrilla y también del ejército. Ni siquiera en nuestras fuerzas armadas se podía confiar, porque estaban unidos a la guerrilla, aunque ni siquiera podía confiar en ellos. Predicar la palabra de Dios es la única salvación porque el resto es solo guerra, violencia, odio, ambición de poder.

Dios fue la influencia que me tuvo en esos territorios difíciles. Sentí mi llamado de Dios para esta labor. Muchas veces me dijeron que me regresara a San Gil, pero yo no podía, sentía que era mi vocación. Viví 32 años en ello. Muchos no tenían el carisma, pero yo tenía ciertas cosas que me facilitaban estar allá. Mi papá decía que por qué no me daban una parroquia, pero yo me sentí llamado por Dios con todas las gracias, llevando ese mensaje de esperanza de que las cosas cambiarían, había que hacer las cosas con prudencia, con amor.

Recuerdo con mucho cariño esta experiencia. Siempre escribía en mi diario que estaba contento y feliz por el cariño de la gente. Eso me mantenía feliz. Por eso jamás me sentí solo sino siempre acompañado. Yo me vinculaba a las actividades de los campesinos porque cuando uno da cariño recibe cariño. Aun hoy en día ese cariño persiste por llamadas y demás medios con la comunidad. Es la satisfacción más bonita, el servir. Al lado mío se formó un grupo de muchachas campesinas consagradas. Hace unos 30 años empezaron tres, y ahora llegaron a ser doce. Pero se salieron muchas. Ellas se llaman las servidoras del Evangelio. Han sido una ayuda extraordinaria a ser verdaderamente sacerdote, verdaderamente misionero. Esa presencia femenina me ayudó en los malos tiempos a persistir en esta lucha por constituir paz.

Conclusiones

El estado de reemergencia en el que se encuentra el territorio colombiano tras la destrucción que han dejado el conflicto armado, la violencia sistemática y el olvido, genera una alerta de urgencia para ejecutar acciones que evoquen la reparación sólida del telar social, el esclarecimiento de hechos que deparen en la verdad y el reconocimiento de estrategias que permitan encomiar una vida digna de ser vivida.

Existen varios verbos como manifestación de la construcción de este artículo y que han generado en sus autores un proceso de reflexión: reaccionar, dignificar, recordar, escuchar, retejer, soltar, contar, hacer memoria y reconstruir, reaccionar frente al silencio para que el sonido homogenice las voces y derribe las estructuras de impunidad, mentira y repetición. Dignificar los esfuerzos de aquellos que empoderaron su actuar para hacer respetar sus territorios. Recordar que la paz debe ser disruptiva con la violencia. Todo esto y un sinnúmero de acciones, han hecho parte de la importancia de las memorias y los ejercicios de reconstrucción. Escuchar a través de cada una de las palabras que se hilan en la rememoración, en los sentimientos que se expresan de diversas maneras para visibilizar aquello que irrumpió la tranquilidad del campo, de sus vidas y anhelos. Acciona el deber por retrotraer los procesos injustos y sumar en la búsqueda de la verdad que repara, reteje e hila la no repetición.

Sumado a lo anterior, dos verbos que imponen también una tarea: hacer memoria y reconstruir desde sus voces los sucesos que siguen siendo parte del ahora; desde los versos, los cantos, los sonidos de las tamboras; fotografías, arte, danza, entre otros actos de resistencia, permiten entrever que cada territorio se está reparando de manera autónoma, a partir de símbolos que en algunas ocasiones son invisibles, a través de lo que se cuenta en comunidad y los diálogos que se escuchan en los barrios, hay reparación desde sus narrativas, imaginarios que movilizan las verdades. Son memorias llenas de vida, fuerza, performatividad que se construye desde cada vocablo que se pronuncia para manifestar sucesos que consternaron pueblos.

Cada uno de los elementos alternativos de las memorias, que en el presente escrito se describen, forman parte de lo que se evidencia en cada relato, a partir de cada contar. Las memorias narrativas, dialógicas, comunitarias, simbólicas y performativas, están interrelacionadas, aprehendidas unas de otras en cada una de las voces que pronuncian los recuerdos. ¿Y para qué? Para no olvidar. Para siempre recordar. Para trasmitir y empoderar. Para que se sientan reparados desde estos espacios.

Las memorias de Gladys y Eduardo son recuerdos transmitidos que viajan en una línea que interconecta las diversas categorías de memorias, las cuales permiten ir construyendo historias y hechos a partir de las voces plurales de quienes narran sus sucesos. Por ejemplo, Gladys no describe solo palabras. Su historia personal, su sufrimiento, cobran voz en el modo en como su cuerpo acompaña la narración, pues “el cuerpo grita antes que los labios” (Lowndes, 2003, p. 3). Lo demuestran las acciones que en su relato hemos señalado (toma aire, hace silencio, suspira profundamente) y otras que durante la entrevista fueron notorias, como sus ojos llorosos y sus suspiros de tristeza. Gladys ha iniciado utilizando la memoria narrativa. Pero fue clave la empatía que surgió entre interlocutor y receptor (entrevistada y entrevistadora), así como el silencio contemplativo y la escucha respetuosa de su narración, actitudes que abren paso para que la memoria dialógica haga su trabajo, de tal manera que el contar venga espontáneo y sin coerción.

La mención de una comunidad como los habitantes de San Vicente de Chucurí, en especial los campesinos de la vereda en donde está ubicada la finca La Fortuna, permite establecer que se trata de una memoria comunitaria. Es decir, no solo Gladys y su familia sufrieron el flagelo de la práctica delictiva de las vacunas, también muchos campesinos de su territorio. No solamente murió el esposo de Gladys, también muchos otros que se negaron a patrocinar este terrorífico mecanismo financiero. Es decir, forman parte de un contar de voces que desde su experiencia de vida propia y a través de las palabras, van tejiendo sus historias.

En cuanto a la memoria performativa, Gladys ha expresado algunos enunciados fuertes que de por sí dan una reflexión profunda: “Son zonas donde uno cuida la vida, como cuidar un huevo”, sentencia que transmite la crudeza de la violencia y la transgresión directa de los derechos. Por otra parte, Gladys dice: “Mi hijo es así porque su corazón olvida. Él me dice ‘mamá, ya pasó’”, y su performance consiste en afrontar las heridas del pasado en familia. Madre e hijo que conviven y tratan de superar juntos los desquebrajes producidos por los violentos. Sus palabras concretan actos y acciones, vida y efectos, sobre el ahora de sus vidas. Trabajar juntos es la herramienta más sólida para resarcir y generar una realidad nueva. El suspiro profundo de Gladys revela su más grande sueño: la verdadera reparación no será el recibir dinero, sino el arrepentimiento de los victimarios y el regreso de las tierras. Un anhelo presente desde el inicio de las culturas, pues no existe un acto más violento y doloroso que el despojo de sus tierras a los campesinos. Una historia adamítica aún no comprendida.

Por su parte, en el contar del sacerdote Eduardo, su ejercicio de memoria va íntimamente ligado a la sensibilidad por promover los derechos humanos a partir de la voz y acción del pueblo. La performatividad que vivieron los campesinos que acompañó durante su administración pastoral, no es más que la confirmación por retejer con base en las palabras, un discurso y un actuar de resistencia y empoderamiento frente al terror del conflicto.

La narración de este sacerdote también entreteje el pasado y el presente de las comunidades campesinas que acompañó, memoria que ha tratado de mantener con agendas que escribe desde 1984 y cuya cantidad (70) son un símbolo de la memoria de las gentes que, sin saber escribir, mantienen vivo su recuerdo y su historia en las letras de este sacerdote. Sus nombres aparecen allí. Anécdotas son contadas también y los dolores y sufrimientos son transmitidos sin temor. Es la memoria simbólica de un pueblo contada a través de libretas llenas de experiencias de toda una comunidad que día a día sobrevivía al terror del conflicto armado. Se ingenian estrategias para fortalecer sus territorios de paz y de derechos. Por tanto, esta memoria comunitaria, la cual integra la pluralidad de sentires y acciones, empoderó su actuar y permitió remendar los trozos cortados de este gran telar social.

Las diferentes categorías de memoria se mueven también en el relato de este hombre de 83 años cuyos pasos lentos y vacilantes, como los de un niño que está aprendiendo a caminar, marcaron la memoria de los campesinos y campesinas del sur de Santander en Colombia. Recuerdos que se mantienen vivos y que son signos de la reciprocidad porque, como bien rezan las palabras del sacerdote Eduardo, “cuando uno da cariño, recibe cariño”. Las visitas que recibe cada día son el mejor ejercicio de memoria, son la performance que ha producido en el presente. Muchas de las personas cuya vida salvó por intervenir en el conflicto sin miedo a perder su propia vida lo siguen visitando hoy en día, hijos y nietos de éstos, para agradecer su acción valiente cuando las balas ensordecían e interrumpían la armonía de sus campos. Su experiencia ha combatido el efímero olvido y producido una práctica de conservación de memoria con la que reteje y reconstruye un presente en el cual él y sus amigos campesinos y campesinas han aprendido a sanar las heridas del pasado.

Los diálogos y narrativas en perspectiva de la memoria, que sostuvo por años con apoyo de su voz y sus escritos, cuentan no solo un fragmento de su vida y la de esta comunidad, sino que a ello se suman los recuerdos, historias y caminos que ellos y han andado y desandado en la resiliencia de los días y la comprensión de diálogos que reviven la verdad.

Las memorias emergen de los recuerdos más profundas de todo ser humano. Forman parte de lo que fuimos, somos y seremos. Por ello, se hace necesario transformar las palabras, las acciones y los sentires que allí se guardan, pues solo de esta manera es posible replantear los imaginarios que perforaron la vida, como instrumentos insurgentes que construyen senderos de paz, verdad y reparación.

El ejercicio de recolección de las memorias se desarrolla en torno a diferentes variables que solo entretejiéndose en sí mismas, pueden configurar memorias heterogéneas, donde el contar, los gestos, las lágrimas, los suspiros y los silencios permitirán alcanzar la verdad que se deslumbra al hilarse con uno y otro relato, haciendo así así posible la reparación comunitaria.

Las comprensiones teóricas de las memorias narrativas, dialógicas, comunitarias, simbólicas y performativas, las cuales evidencian una práctica a partir de los relatos que se recolectan, permiten reconstruir imaginarios colectivos, formas de ver y sentir la vida, expresiones, acciones a través del lenguaje, así como el reconocimiento de lo comunitario. Una colectividad que narra y dialoga día a día con sus historias y enfrenta, en la constante del tiempo, el erradicar la amnesia social y el olvido nacional.

La reparación de los territorios implica alzar la voz de cada persona que ha interactuado de forma pasiva (sin resistencia) o activa (líderes sociales) transformándose en cada puntada. En ese sentido, la memoria obra como el instrumento ideal mediante el cual se unen los relatos, esto es, la aguja, haciendo así así posible la reconstrucción del telar social sobre el cual se va formando la vida, los imaginarios, los diálogos y narrativas. Por ello, lanzar puntadas dobles sobre este telar a partir de las memorias plurales, permitir coser, reivindicar y reconocer hechos, verdades, sentires, personas y acerca a la alternativa de un buen vivir, un vivir en paz, un vivir en solidaridad y comunidad.

Referencias

Austin, J. L. (1955). Cómo hacer cosas con palabras. Escuela de Filosofía Universidad de Arcis. [ Links ]

Borghesi, M. (2017). Jorge Mario Bergoglio. Una biografia intellettuale Jaca Book (Milano). [ Links ]

Blair, E. (2002). Memoria y narrativa: La puesta del dolor en la escena pública. Estudios Políticos¸ (21), 9-28. Recuperado de https://revistas.udea.edu.co/index.php/estudiospoliticos/article/view/1413Links ]

Butler J. (2015). Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea. Paidós. [ Links ]

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2018). Cifras. Los registros estadísticos del conflicto armado colombiano. Bogotá, CNMH [ Links ]

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013). ¡Basta ya!, Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional. [ Links ]

Escobar A. (2014). Sentipensar con la tierra. Nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia. Universidad Autónoma Latinoamericana. [ Links ]

Ferrer, M. (2017). La integración local en zonas urbanas: Análisis del marco normativo aplicable a la población afrocolombiana en condición de desplazamiento forzado. En Paz en el territorio. Diálogo intercultural y justicia social. Universidad Nacional de Colombia. Colección Gerardo Molina. [ Links ]

Flores, J. H. (2008). La reinvención de los derechos humanos (Atrapasueños.). [ Links ]

Foucault, M. (1996). La verdad y las formas jurídicas. Gedisa. [ Links ]

Francisco, Papa (2013). Evangelii Gaudium, Editrice Vaticana (Madrid) [ Links ]

Schnitman, D. (2010). Perspectiva generativa en la gestión de conflictos sociales. Revista de Estudios Sociales. [ Links ]

Gadamer H. (1995). El giro hermenéutico. Cátedra Teorema. [ Links ]

Guidi M, Obara E., y Grilli M. (2016). Comunicazione e pragmatica. San Paolo. [ Links ]

Halbwachs M. (2002). Fragmentos de la memoria colectiva. Athenea Digital. [ Links ]

Ham, C. (2001). Lenguaje y subjetividad en el pensamiento de Emmanuel Levinas. Iztapalapa, 297-320. [ Links ]

Jelin, E. (2001). ¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias? Siglo Veintiuno Editores. [ Links ]

Lira, E. (2010). Trauma, duelo, reparación y memoria. Revista de Estudios Sociales, No. 36. [ Links ]

Lowndes L. (2003). How to talk to anyone. [ Links ]

Pierce, C. S. (1973). La ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Nueva Visión. [ Links ]

Ricoeur, P. (2003). El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica. Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Searle, J. (1990). Actos de habla. Ensayo de filosofía del lenguaje. Cambrige University Press. [ Links ]

Segato, R. (2018). Contra-pedagogías de la crueldad. Prometeo. [ Links ]

Sousa, Boaventura de; Sena, B. (2019). El pluriverso de los derechos humanos. La diversidad de las luchas por la dignidad. Akal. Epistemología del sur. [ Links ]

Soleto, H. (2013). Mecanismos alternativos de solución de conflictos en América Latina en justicia comunitaria. Euro Social. [ Links ]

Torres Cuenca, L. (2017). Narrativas de la memoria: El poder del lenguaje en la construcción de sentido después de una masacre. Revista Memoria y Sociedad. [ Links ]

Zapata, D. y Jurado, P. A. (2019). “¿Cuál memoria? Los efectos políticos y el orden simbólico de los trabajos oficiales de memoria”. [ Links ]

Zibechi, R. (2017). Movimientos sociales en América Latina. El “mundo otro“ en movimiento. Ediciones Desde Abajo [ Links ]

Investigación: El presente artículo es elaborado como producto de la investigación titulada “Procesos de reparación de reconstrucción de memoria y reparación colectiva” dirigida por el Semillero de Investigación en Derechos Humanos, del programa de Derecho San Gil de Unisangil (Colombia) entre los años 2018 y 2019.

Copyright. © 2021. Universidad de San Buenaventura, Cali. La Revista Guillermo de Ockham proporciona acceso abierto a todo su contenido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International (CC BY-NC-ND 4.0).

Conflicto de intereses. Los autores han declarado que no hay conflicto de intereses.

Disponibilidad de datos. Todos los datos relevantes están en el artículo. Para mayor información contactar al autor de correspondencia.

Fondos. Ninguno. Esta investigación no recibió ninguna subvención específica de agencias de financiamiento de los sectores público, comercial o sin fines de lucro.

Descargo de responsabilidad. El contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva de los autores y no representa una opinión oficial de sus instituciones ni de la Revista Guillermo de Ockham.

Citar así: Pérez-Bermúdez, Hingrid-Camila; Moreno-Cubides, Wilson; Santana-De-Angel, Angie-Marcela. (2021). Las puntadas de las memorias que entretejen el derecho a la verdad en Colombia. Revista Guillermo de Ockham, 19(2), pp. 171-186. https://doi.org/10.21500/22563202.5097

Recibido: 06 de Noviembre de 2020; Revisado: 11 de Junio de 2021; Aprobado: 17 de Junio de 2021

*Correspondencia: Hingrid-Camila Pérez-Bermúdez. Correo electrónico: hingridperez@unisangil.edu.co

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons