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Revista Guillermo de Ockham

versión impresa ISSN 1794-192Xversión On-line ISSN 2256-3202

Rev. Guillermo Ockham vol.19 no.2 Cali jul./dic. 2021  Epub 26-Ago-2021

https://doi.org/10.21500/22563202.4799 

Artículo original

Principios de justicia distributiva en trabajos experimentales con niños pertenecientes a sociedades de pequeña escala

Principles of Distributive Justice in Experimental Works with Children from Small-Scale societies

Rafael-Gonzalo Angarita-Cáceres1  * 
http://orcid.org/0000-0002-5628-6031

1. Escuela de Filosofía; Universidad Industrial de Santander; Bucaramanga; Colombia.


Resumen

Los trabajos experimentales que tienen por objeto examinar principios de justicia distributiva en niños, pueden ser leídos desde la procedencia de los participantes. En el desarrollo de esta idea, se han seleccionado aquellos estudios que incluyen niños de sociedades de pequeña escala. La lectura crítica propuesta a partir de esta revisión temática permite, en primer lugar, llevar a cabo la distinción entre sociedades de pequeña escala y sociedades no Weird (no occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas). Las sociedades de pequeña escala son no Weird, pero las no Weird pueden ser de gran escala. Se determinó, en segundo lugar, que los trabajos de distribución de recursos con sociedades de pequeña escala pueden distinguirse por sus resultados: unos tienden a establecer universales psicológicos; otros identifican diferencias culturales con respecto a sociedades Weird y no Weird.

Palabras clave: justicia distributiva; sociedades de pequeña escala; sociedades de gran escala; universales psicológicos; diferencias culturales

Abstract

Experimental works whose purpose is to examine the principles of distributive justice in children may be read from the participants’ origins. To develop this idea, studies that include children from small-scale societies have been selected. The critical reading that is being put forward allows, in the first place, to make a distinction between small-scale, non-WEIRD societies (those which are not Western, Educated, Industrialized, Rich and Democratic). This distinction is being made as small-scale societies are non-WEIRD, albeit non-WEIRD societies can be large-scale. Secondly, it has been determined that works related to resource distribution within small-scale societies can be distinguished based on their results: some tend to establish psychological universals, while others identify cultural differences with regard to both WEIRD and non-WEIRD societies.

Keywords: distributive justice; small-scale societies; large-scale societies; psychological universals; cultural differences

Introducción

Los trabajos conducentes a identificar diferencias culturales resaltan aspectos específicos de los modos de concebir y de vivir la vida. La conjunción de esos aspectos puede configurar a las sociedades como de grande y de pequeña escala (Gurven y Winking, 2008). Una sociedad de gran escala se caracteriza, básicamente, porque el contacto personal entre sus miembros se limita a determinados lugares y a tiempos específicos. Con todo, estas relaciones no son garantía de encuentros pasados ni obligan relaciones futuras (Schäfer et al., 2015). En las sociedades de pequeña escala, por el contrario, las relaciones y los encuentros entre las personas se dan en casi todos los lugares públicos y privados, durante casi toda su historia personal y social (Gurven, 2004). Estas peculiaridades sociales demográficas y culturales marcan, por un lado, una absoluta diferencia con las de gran escala (Winking et al., 2018) y, por el otro, podrían influir de manera decisiva en las decisiones que tomen las personas sobre tareas de distribución de bienes.

Esta distinción, sin embargo, no es absoluta ni está delimitada geográficamente por países o por continentes. No es absoluta porque se hace posible distinguir, por lo menos, dos tipos de sociedades a gran escala: las Weird (sociedades occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas) y las no Weird. No están delimitadas geográficamente porque podría indicarse la imposibilidad de llevar a cabo la distinción por países. Así, en un mismo país, sobre todo en el llamado tercer mundo, se hace posible encontrar grupos sociales que efectúan sus concepciones y sus prácticas de vida como lo hacen sociedades Weird; además, también pueden hallarse grupos no Weird y, finalmente, de pequeña escala. Colombia mismo podría ser un lugar en el que se verifica lo anterior. En efecto, en los centros urbanos más importantes del país se identifican espacios sociales catalogados como Weird (por lo menos en el sentido de que cumplen con las características). Otros centros urbanos menos importantes se verificarían los aspectos de la categorización no Weird y, finalmente, muchos de los grupos humanos ancestrales que pueblan el país se considera sociedades de pequeña escala.

No obstante lo señalado sobre las posibilidades de encontrar diferentes tipos de sociedades desde la perspectiva de grande y de pequeña escala, la investigación científica, en su trabajo con humanos, ha parecido direccionarse casi con exclusividad, a sociedades Weird, grupos humanos que representan, tan solo, el 12 % de la población mundial (Henrich, Heine y Norenzayan, 2010a y 2010b; WeirdRad, Martingano y Ginges, 2018; Vitriol, Gahner Larsen y Ludeke, 2020 y Winking y Koster, 2020, para solo citar algunas denuncias actuales). En lo que tiene que ver con los estudios de distribución, la denuncia se explica en el desmedido interés de potencias mundiales en aspectos como la producción (Wong y Nunes, 2003). El panorama presentado muestra que intentar estudiar principios de justicia distributiva con niños de población ya no exclusivamente no Weird, sino, además, de sociedades de pequeña escala, constituye un gran desafío o, por lo menos, una parte de un gran desafío.

Otro desafío -u otra parte del desafío- está constituido por el intento de variar la manera en la que parece estar teorizada la identidad cultural de los grupos humanos llamados de pequeña escala tanto por corrientes teóricas como por estudios experimentales. Así, por ejemplo, Liénard et al., (2013) destacan que aparatos conceptuales como el construccionismo cimientan la posibilidad de la equidad en las especificidades propias del contexto y de la historia de la civilización occidental. Afirmaciones como estas parecen estar dirigidas a explicar, por una suerte de vía negativa, los comportamientos de sociedades que se han erigido al margen del canon occidental. Por otra parte, trabajos de corte experimental explican los procesos de distribución occidental por su cercanía con el mercado, la religión y las instituciones penales occidentales (Henrich et al., 2010a y 2010b). El camino seguido por este tipo de aseveraciones consiste en indicar una vía diferente para sociedades que se hayan erigido lejos de estos tres parámetros.

En la conceptualización de la identidad cultural, la antropología podría pensarse como un ejercicio de contraevidencia frente a las afirmaciones de los desarrollos derivados de la filosofía conceptual. En efecto, exponer el modo de vida de sociedades de pequeña escala mediante un trabajo directo con esos grupos humanos y con la ayuda de herramientas conceptuales propias, instaura una conversación en la que se puede ser testigo de las identidades personales y sociales. Frente a este proceder, y de cara a la distribución de recursos, pueden considerarse los trabajos de Bliege Bird y Power (2015) y el de Lyle y Smith (2014).

Frente a las aseveraciones derivadas de los trabajos experimentales, la propia experimentación se ha encargado de hacerles frente. Este texto, en cada una de sus dos partes, pretende presentar alguns investigaciones emblemáticas que constituyen la evidencia más fehaciente. No obstante esta encomiable labor, debe aclararse que estos estudios pasan generalmente, por una serie de dificultades metodológicas, entre las que se destacan los tamaños de las muestras y los ejercicios de traducción y de retrotraducción tanto lingüística como cultural. En efecto, en sociedades de pequeña escala se hace muy difícil, por lo menos mucho más que en una sociedad de gran escala, encontrar un tamaño de muestra con el que se puedan validar, estadísticamente, los hallazgos de un estudio. Ante este tipo de dificultades, los investigadores, como se verá más adelante, acuden a ejercicios de replicación metodológica o a contrastes culturales con herramientas propias de la antropología para garantizar un mayor grado de fiabilidad de los resultados.

Como un desafío más o como una parte más del desafío, el presente escrito se dirige a estudiar algunos trabajos experimentales sobre principios de justicia distributiva con niños pertenecientes a sociedades de pequeña escala. Desafío que se inserta en la constatación de la gran variación intercultural, en lo que tiene que ver con los aspectos relacionados con la justicia distributiva (Henrich et al., 2010b). Los estudios fueron seleccionados mediante revisiones bibliográficas realizadas en las siguientes bases de datos: Science Direct, Springer, Nature, Pro Quest y Ebsco Host. La investigación, en lo que tiene que ver con la consulta de textos, también se valió de la herramienta Scopus. Los estudios seleccionados se limitaron, temporalmente, a las dos primeras décadas del siglo XXI. Básicamente, se fijaron, como criterios de inclusión la conjunción de los siguientes aspectos: estudios que evaluaran distribuciones de recursos; estudios cuyos participantes fueran niños y, finalmente, que los sujetos pertenecieran a una sociedad de pequeña escala.

El artículo está dividido en dos partes. La primera presenta estudios que aplican metodologías ya validadas con población occidental (Aknin et al., 2015; Liénard et al., 2013 y Robbins et al., 2015). La segunda parte relaciona protocolos que establecen comparaciones entre sociedades altamente contrastables en las que se incluyen, desde luego, las de pequeña escala (House et al., 2013a y Schäfer et al., 2015). La salvedad obedece a la posibilidad de encontrar estudios con poblaciones contrastables, pero que no trabajan con sociedades de pequeña escala (Blake et al., 2015; Huppert et al., 2018; Paulus, 2015; Rao y Stewart, 1999 y Samek et al., 2020). Asimismo, se destaca la existencia de revisiones temáticas sobre comparaciones culturales amplias, es decir, que incorporan sociedades Weird, no Weird y de pequeña escala, pero centradas en el examen de puntos específicos de la distribución, como la prosocialidad temprana (Callaghan y Corbit, 2018).

Estudios derivados de metodologías aplicadas con población occidental

En este apartado se expondrán algunos elementos básicos de tres estudios efectuados en la segunda década del siglo XXI con sociedades de pequeña escala en África, Asia y Oceanía. Los trabajos referenciados corresponden a replicaciones de protocolos realizados con población occidental (Liénard et al., 2013) o que contaron, en su mayoría, con población occidental o con personas relacionadas directamente con el modo de vida occidental (Aknin et al., 2015 y Robbins et al., 2015). Vistas así las cosas, cada uno de estos estudios, en contravía de lo propuesto por Henrich et al., (2010), pretende extender a personas y a sociedades distintas a las de gran escala, caracterizaciones de lo humano, generalizadas a partir del estudio de población Weird o de sociedades no Weird, pero de gran escala. La replicación, por otra parte -como se advirtió en la introducción,- hace frente a la dificultad de encontrar tamaños de muestras que validen por sí solos, el poder estadístico del estudio.

Aknin, Hamlin y Dunn (2012) hacen un estudio con niños canadienses menores de dos años para dar cuenta de la relación entre distribuir recursos y la felicidad. Básicamente, las autoras pretenden demostrar, por un lado, que dar causa mayor felicidad que recibir, y, por el otro, que dar con costo (dar lo propio) hace que los niños sean más felices que cuando dan sin costo (dar lo que pertenece a otra persona). Los resultados fueron consistentes con las predicciones establecidas. En efecto, se mostró que los niños mostraban mayor felicidad cuando daban sus propios dulces a un títere que cuando donaron los del experimentador. En cada uno de los dos casos, además, se pudo constatar mayor felicidad que la expresada al recibir las golosinas. Dado el impacto de los hallazgos, las investigadoras sugieren una continuación de la experimentación en varias vías: establecer una muestra mucho más grande; incluir relaciones sociales de los niños (familiares, amigos y extraños) y, finalmente, establecer niveles de felicidad con relación a donaciones predeterminadas o espontáneas.

Al año siguiente, Aknin et al., (2013) intentaron poner los resultados del estudio con niños canadienses a la altura de un universal psicológico: el gasto prosocial está directamente asociado con la felicidad. Lo anterior se demostró mediante tres tipos de trabajos muy distintos. El primero comportó el análisis de una encuesta mundial aplicada en 135 países entre los años 2006 y 2008. El análisis mostró esa relación en 120 de los 136 países encuestados, con una diferencia significativa para el 59 % de los 120 países. Estos datos son interpretados por Lara Aknin y sus colaboradores como prueba de la relación de causalidad entre los dos elementos propuestos.

Los datos suministrados por la encuesta fueron corroborados con tres estudios experimentales. El primero se hizo con 820 personas de Canadá y de Uganda en dos condiciones (personal y prosocial). La gran mayoría de la muestra estuvo representada por estudiantes universitarios. Este protocolo corroboró los datos de la gran encuesta: las personas expresan un mayor estado de felicidad al efectuar un gasto para otra persona que para sí mismo. El segundo estudio constituyó una replicación de lo hecho en el anterior, pero con participantes provenientes de India. En el tercer estudio participaron 207 estudiantes universitarios de Canadá y de Sudáfrica en las mismas dos condiciones expresadas arriba: personal y prosocial. Este estudio demostró, de acuerdo con la predicción, mayores niveles de felicidad cuando se hizo el gasto para la otra persona (el niño enfermo) que cuando se hizo para sí mismo.

Como se ha podido observar, el protocolo del grupo de Aknin se ha ido extendiendo con el propósito de mostrar la posibilidad del universal psicológico: la relación causal entre la donación y la felicidad. En efecto, el estudio empezó con niños menores de dos años en Canadá y se aplicó a estudiantes universitarios y a adultos jóvenes en otros países: India, Sudáfrica y Uganda, además de Canadá. Esta diferencia cultural que incluye, a primera vista, países Weird y no Weird, se extenderá dos años después (Aknin et al., 2015) a niños y adultos de una sociedad de pequeña escala: los pobladores de la isla Tanna de Vanuatu, en Oceanía.

Los Tanna, según lo advertido en la introducción del texto, constituyen una sociedad de pequeña escala. Esta constatación se verifica en los siguientes aspectos: tienen poca relación con los pobladores de la isla principal; viven sin electricidad, lo que hace que su contacto con el mundo exterior sea mucho más escaso; su educación sigue formas tradicionales y por ello, se aleja de los modelos formales seguidos en Occidente; la alimentación y la construcción de las viviendas se basa en consideraciones propias. A lo anterior, debe agregarse que se trata de un número muy reducido de personas con unas relaciones sociales muy cercanas.

El estudio con los Tanna contó con dos experimentos. En el primero participaron adultos y en el segundo niños de dos a 5 cinco años. La fiabilidad de la edad de los niños se garantizó mediante los certificados de nacimiento. Solo en seis de los de los veinte casos no se contó con este soporte. Por ello, la edad se estimó con base en los recuerdos de sus padres en relación con el nacimiento de otros niños de la aldea. En cuanto a los procedimientos metodológicos, los adultos tuvieron la oportunidad de comprar dulces para ellos o para otra persona. Posteriormente, informaron el efecto positivo o negativo que tal conducta les reportó. A los niños, por su parte, se les entregaron unos dulces y después se les pidió que compartieran o sus dulces o los del experimentador. Las expresiones de los niños fueron grabadas en video para codificar los estados de felicidad.

En el experimento 1 participaron 26 adultos. Dado este bajo número, se combinaron datos con el estudio llevado a cabo en 2013 dentro de un conjunto de datos con las poblaciones de Canadá y Sudáfrica. El diseño fue dos condiciones por tres países. Se encontraron resultados significativos para la condición: quienes compraron caramelos para otra persona reportaron niveles más altos de felicidad que quienes compraron para sí mismos.

En el experimento 2 participaron 20 niños. Los resultados se midieron en dar-recibir y en donar sus propios dulces y los del experimentador. En cuanto a lo primero, los niños mostraron, significativamente, mayores niveles de felicidad cuando se comprometieron en donaciones costosas que cuando recibieron dulces. También experimentaron mayor felicidad cuando donaron los dulces del experimentador que cuando recibieron los dulces. Los resultados, como se ve, fueron consistentes con los ofrecidos en 2012 con niños canadienses.

En la medida en que cada uno de estos experimentos, tanto en la metodología como en los resultados, estuvo directamente vinculado a los trabajos anteriores (Aknin et al., 2013 y 2012) constituyeron, en concreto, una replicación. Este aspecto permitió postular la validación de los resultados con un número muy bajo de participantes. Los hallazgos, finalmente, constituyen una evidencia mucho más extendida sobre la relación entre generosidad y felicidad en humanos, en la medida en que se pasó de resultados con población Weird y no Weird a constataciones en sociedades de pequeña escala.

Baumard et al., (2012) proponen un trabajo con niños franceses de edad preescolar para evaluar el mérito. El estudio consistió en un trabajo entre sujetos con dos experimentos, que comportaron una tarea de justicia distributiva que evaluó el comportamiento de dos personajes que colaboran de manera desigual en la ejecución de una actividad. No obstante lo apuntado, los experimentos se diferenciaron por la cantidad de productos por repartir: en el primero se distribuyeron unas fichas que representaron una galleta grande y una pequeña; en el segundo se utilizaron tres fichas que representaron tres galletas del mismo tamaño. Los investigadores predijeron que los niños favorecerían al gran contribuyente. El segundo experimento mostró que esta predilección se daba en la segunda fase de la distribución. En la primera fase, el participante optó por la igualdad, una galleta para cada personaje; en la segunda, se favoreció al personaje que más trabajó. El principal hallazgo de este estudio consiste en demostrar que los niños, a partir de los tres años, pueden dar cuenta del mérito cuando juzgan sobre las actividades de los personajes de una historia. Esta preferencia, sin embargo, parece ocultarse en una primera elección por la igualdad. Los resultados se explican en los tres aspectos centrales del mundo occidental propuestos por Henrich et al., (2010): la integración del mercado, la religión mundial y las instituciones penales.

En atención a replicar este estudio en otras culturas que no cumplieran con las condiciones dadas por Henrich et al., (2010), el grupo de trabajo llevó a cabo el segundo de los experimentos con niños turkana de Kenia, una sociedad de pequeña escala y, por ello mismo, aislada del modo de vida occidental (Liénard et al., 2013). Posteriormente, hicieron lo propio con niños asiáticos (Chevallier et al., 2015). Este tercer estudio, en la medida en que se trabajó con niños de Osaka (Japón) y de Shangai (China), no comporta sociedades de pequeña escala, aunque se trata, a primera vista, de sociedades no Weird, pues ni Japón ni China se configuran en el primer requisito; es decir, como sociedades occidentales. Puesto en estos términos, el subsecuente trabajo llevado a cabo con el protocolo de Baumard et al. (2012), se hace muy similar al seguido por Aknin et al., (2012): ambos pretendieron dar los pasos para consolidar un universal psicológico. Las diferencias, en este derrotero fueron mínimas: el grupo de Aknin empezó en una sociedad Weird, pasó a sociedades no Weird y terminó en una sociedad de pequeña escala; mientras que el grupo de Baumard empezó en una sociedad Weird y de inmediato hizo el contraste con una de pequeña escala para terminar con el examen de dos sociedades no Weird.

De acuerdo con el camino seguido por el grupo de Baumard, en lo que sigue se pondrán de presente algunos aspectos del protocolo aplicado a los niños turkana (Liénard et al., 2013). En primer lugar, los autores caracterizan que la influencia de los tres aspectos centrales de la sociedad occidental, a saber, mercado mundial, religión mundial e instituciones penales (Henrich et al., 2010), es relativamente débil con los turkana. En efecto, están aislados del mercado mundial porque el principal renglón de subsistencia económica lo derivan del pastoreo y del intercambio de productos entre ellos. El hecho de que sean un grupo seminómada los pone dejos del alcance de la evangelización. Además, preservan sus propias creencias religiosas. Finalmente, no están cobijados por instituciones penales occidentales ni tienen instituciones penales ancestrales. En lugar de ello, se rigen por pequeñas asociaciones entre vecinos y familiares.

En cuanto al procedimiento, se debe señalar que los 22 niños turkana de edad preescolar respondieron a la alternativa de distribuir tres pequeñas galletas (representadas por fichas) entre dos personajes, caracterizados según aspectos centrales de los turkana (nombre de los personajes, vestido y producto, aun cuando no se especifica nada sobre la relación entre su modo de vida y el producto -las galletas-) que trabajaron de manera desigual en la obtención del producto. Las edades de los niños se determinaron a partir de ejercicios de rememoración: la fecha aproximada del nacimiento se ubicó a partir de acontecimientos personales, colectivos y naturales del dominio de todos los habitantes de la aldea.

Los resultados, en términos generales, soportan los hallazgos obtenidos en la aplicación del protocolo con niños franceses: los niños de edad preescolar pueden reconocer y optar por el mérito, aunque puede mostrarse detrás de una preferencia inicial por la igualdad. Vistos así, los hallazgos empiezan a sugerir la posibilidad de un universal psicológico, pues se dirigen a la misma dirección de los obtenidos con una sociedad Weird. Consideración que pretenderá extenderse un poco más en el examen de la situación de niños de una sociedad a larga escala, pero no Weird (Chevallier et al., 2015).

Los antecedentes de la investigación de Robbins et al., (2015) con niños tibetanos, consisten en lo que podría considerarse un aparato teórico y uno experimental. Lo teórico está constituido por dos publicaciones de Phillip Rochat de principios del XXI. La contribución experimental tiene que ver con el protocolo aplicado a niños de edad preescolar de siete culturas diferentes (Rochat et al., 2009).

En la primera década del siglo XXI, Phillip Rochat se interesa en establecer los caracteres diferenciales del humano. Este objetivo puede ser ubicado, sobre todo, en dos artículos. En el primero (Rochat, 2005), hace una caracterización de lo humano como Homo negotiatus, es decir, una especie que se impone la obligación de llegar a acuerdos para solucionar los problemas. Lo controversial de esta hipótesis surge al indicar que aspectos como las teorías de la mente y las teorías ingenuas, constituyen subproductos de la necesidad de participar en negociaciones. Lo que quiere decir que se postulan como consecuencias y no como causas de las negociaciones y de los acuerdos. El segundo texto (Rochat, 2006), constituye, en primer término, un análisis comparativo entre el humano y el chimpancé, para pasar, en segundo lugar, a preguntar por lo específico del humano, aquello que lo hace diferente. La respuesta a esta pregunta está dada, una vez más, en las negociaciones y en los acuerdos. Lo que se expresa en las distribuciones de recursos.

El aparato experimental está dado por un protocolo consistente en un juego de dictadores que evalúa el comportamiento de niños de siete sociedades (tres en Brasil, dos en Río de Janeiro, uno en Recife y las demás en Estados Unidos, Perú, República de Fiyi y China), en un ejercicio de justicia distributiva (Rochat et al., 2009). Los autores clasifican las sociedades en tres: sociedades Weird, sociedades urbanas de pequeñas escala y agrupaciones rurales de individuos fundadas en valores tradicionales y colectivos. Sin embargo, desde la perspectiva de esta investigación los 200 niños participantes en el estudio pueden ser clasificados en tres tipos de sociedades: sociedades Weird, sociedades no Weird y las de pequeña escala. En efecto, lo que los autores denominan sociedades de pequeña escala urbanas (los tres grupos de Brasil y el de China), en realidad son sociedades de gran escala, pero no Weird. Por la misma vía podría ser objetable la clasificación del grupo examinado en Perú (una población semiurbana, según se informa) y el de la República de Fiyi. Tal objeción se funda, además, en el hecho de que sobre ninguno de los grupos se hace una descripción específica que los postule como sociedades de pequeña escala, más allá de la indicación de que viven en lugares apartados.

De acuerdo con lo expuesto, el objetivo del grupo de Rochat es medir el comportamiento de niños que crecen en sociedades altamente contrastables. En consideración a los resultados, los autores logran establecer que los niños de culturas de pequeña escala tienen una menor tendencia a la maximización de sus beneficios. Esta afirmación obliga a plantear la siguiente pregunta: ¿qué es lo que causa tal comportamiento? Precisamente, esta pregunta hace que el grupo de trabajo emprenda un estudio de replicación de este protocolo con 29 niños tibetanos de tres a cinco años, seleccionados de una escuela tradicional (Robbins et al., 2015).

Sobre el trabajo de 2015 se debe indicar varios aspectos que podrían contemplar la población estudiada como inserta en una sociedad de pequeña escala. En primer lugar, tanto los hallazgos de la investigación del 2009 como la posibilidad de hacer una replicación de ese estudio, se le pusieron de presente al propio Dalai Lama en el año 2013, por Phillip Rochat (Robbins et al., 2015). Lo anterior quiere decir que los autores solicitaron un permiso para llevar a cabo este estudio ante la máxima autoridad ancestral de los budistas tibetanos. En segundo lugar, dedican un pequeño apartado de la introducción del artículo a señalar las especificidades culturales del grupo. Allí se destaca, por una parte, que los pobladores de la aldea provienen de lugares rurales y que se han visto obligados a vivir en esa aldea urbana, en la que, de todos modos, se siguen los dictados budistas tibetanos, por otra parte, se subraya que los participantes del estudio fueron seleccionados de una escuela construida bajo el modelo de educación propia budista. Por ello, la formación de los niños se afinca en el ejercicio de la compasión como un modo de vida. Énfasis que se logra mediante prácticas ancestrales como el yoga.

En lo que tiene que ver con la predicción, se indica que hacia la edad de tres años los niños tibetanos tendrán más tendencia a la maximización y a los 5 años, hacia el igualitarismo. Lo que los pondría en la línea con los resultados de los niños de Perú y de la República de Fiyi evaluados por Rochat et al., (2009). En la medida en que se trata de una replicación, los resultados obligan a presentar, en primer lugar, los hallazgos del experimento con niños tibetanos para, en segundo, lugar, efectuar la comparación con los obtenidos en 2009. Los hallazgos, sin embargo, difieren de lo esperado. Por ello, los autores concluyen que antes de los cinco años las prácticas culturales parecen tener un impacto limitado en el desarrollo del sentido de la equidad en niños que viven en ambientes urbanos.

El camino seguido por este protocolo se hace diferente al verificado en los grupos de Aknin y Baumard. En efecto, los dos primeros parten de ejercicios exclusivos con niños occidentales, mientras que el del grupo de Rochat se inicia con un trabajo de comparación cultural. Muy a pesar de lo indicado, los resultados de los protocolos expuestos parecen tender hacia la afirmación de la existencia de universales psicológicos. También se hacen muy distintos en lo relacionado con la determinación de las edades en las poblaciones de pequeña escala. Los dos primeros se vieron obligados a acudir a ejercicios memorísticos para determinar la edad de los participantes. El trabajo de Robbins et al., (2015), por el contrario, no manifestó nada al respecto, por lo que se supone que no hubo dificultad alguna en la determinación de la edad de los participantes.

No obstante, las diferencias indicadas, los estudios parecen coincidir, por lo menos, en dos aspectos. En primer lugar, como se decía hace un momento, en la tendencia a establecer universales psicológicos. En segundo lugar, las muestras parecen ser muy bajas, incluso mucho menores a las que podrían dar valor estadístico a cualquier resultado, lo que parece destinar los estudios a errores típicos como el falso positivo, es decir, a reportar hallazgos inexistentes o que, por lo menos, se reportarían como tales con muestras más elevadas (Simmons, Nelson y Simonsohn, 2011). Esta indicación, sin embargo, resulta insalvable por la poca cantidad de participantes con las que se puede contar en una sociedad de pequeña escala. Así, por ejemplo, Aknin et al., (2015) refieren que en el experimento 1 participaron la totalidad de los adultos de la aldea 2(0 personas). Ante esta dificultad, los estudios, como se vio, acuden a efectuar comparaciones o a presentar los resultados estadísticos de los estudios anteriores, para dar el poder estadístico requerido y evitar así errores estadísticos como falsos positivos o negativos.

Conviene indicar, además, que los tres protocolos usaron los idiomas nativos de los participantes. Sin embargo, solo el de Aknin et al. (2015), refieren el uso de la técnica de retrotraducción (Back-translation): valerse de una persona ajena a la investigación para traducir del idioma ancestral al idioma en el que originalmente fue escrito el protocolo, de tal manera que se haga posible corroborar una traducción anterior: la de la lengua de los investigadores al idioma ancestral. Los otros dos estudios (Liénard et al., 2013 y Robbins et al., 2015), refieren el uso de los idiomas nativos, pero no indican expresamente la actividad de retrotraducción.

Finalmente, ninguno de los textos parece explicar a profundidad los hallazgos obtenidos de cara a los aspectos culturales más sobresalientes del grupo humano con el que se estudia. En suma, lo que se reprocha es la falta de un trabajo etnográfico que explique los resultados de cara a ese grupo humano, a sus consideraciones, a su especial manera de vivir y de concebir la vida. Parece, por el contrario, que se trata de explicar los hallazgos de cara a la población Weird; es decir, de indicar que muy a pesar de encontrarse frente a grupos humanos que se construyen fuera de los postulados occidentales de integración de mercado, religión mundial y de instituciones penales, se encuentran hallazgos muy similares a los obtenidos con poblaciones Weird. Esta explicación faculta para presentar resultados como universales psicológicos. Sin embargo, ello no cierra la posibilidad de un falso negativo, es decir, de que tales hallazgos pueden explicarse por las especiales consideraciones de un grupo humano. Aspectos diferenciales que solo podrían destacarse mediante la aplicación de un trabajo etnográfico.

Comparaciones culturales

Una manera de explicar las diferencias en los resultados obtenidos al aplicar un mismo protocolo a diferentes grupos poblaciones, consiste en validar la influencia de las particularidades culturales sobre cada persona y sobre el grupo. En otros términos, las diferencias operadas a nivel de resultados son el reflejo de la diversidad de normas culturales, diferencias que pueden constatarse en muchos niveles. Sin embargo, los trabajos etnográficos parecen situarlas, habitualmente, en tres aspectos específicos: las relaciones entre seres humanos, las relaciones entre seres humanos y los demás seres vivos y, finalmente, las relaciones entre seres vivos y el medioambiente.

En este apartado se expondrán algunos aspectos de estudios que ofrecen comparaciones culturales con poblaciones y con resultados muy contrastables, en las que se incluyen sociedades de pequeña escala. Lo señalado abre una gran diferencia con los protocolos examinados en el apartado anterior. Mientras los estudios seleccionados en el apartado “Estudios derivados de metodologías aplicadas con población occidental” buscaron informar la existencia de universales psicológicos, los propuestos aquí tienen el propósito de indicar diferencias insalvables que harían imposible, en la especificidad de cada estudio, hacer afirmaciones sobre rasgos iguales en ejercicios de distribución en sociedades de larga y de pequeña escala.

House House et al., 2012; 2013a y 2013b), está muy interesado en estudiar la ontogenia del comportamiento prosocial. Así, en un primer estudio establece un protocolo que pone sobre la mesa una doble comparación: humanos frente a chimpancés y niños de primera infancia frente a niños de principios de infancia media (House et al., 2012). Posteriormente (House et al., 2013b), se varía un tanto la comparación entre especies para dar cuenta de la reciprocidad en términos morales. Aquí se evalúan hallazgos de estudios anteriores con chimpancés frente a lo obtenido de la evaluación de niños estadounidenses entre tres y siete y medio años. Finalmente (House et al., 2013a), se evalúa la prosocialidad en seis sociedades. En estas actividades participan niños de primera, media y tardía infancia, junto con adultos. Los participantes, además, pertenecen a sociedades de pequeña y de gran escala.

En estricto sentido, en el primero de los trabajos relacionados se evaluaron niños estadounidenses de tres a ocho años en tres tareas: prosocial (1-1 versus 1-0), envidia (1-1 versus 1-2) y compartir con costo (1/1 versus 2/0) con dos condiciones: presente (cuando el receptor estaba presente) y ausente (cuando no había receptor). Se utilizó comida como recompensas (galletas de queso para la mayoría y uvas para los niños alérgicos). En la medida en que el aparato se adaptó de Silk et al., (2005), en un trabajo ejecutado con chimpancés se procedió, en primer lugar, a hacer la comparación entre humanos y chimpancés y luego entre los niños. En general, los resultados podrían expresarse en tres grandes rasgos: se observa una mayor tasa de prosocialidad en humanos que en chimpancés; no se evidencian diferencias en la prosocialidad en los dos periodos de la infancia, y concomitante con los dos hallazgos anteriores, se indica que los niños en la primera infancia son más prosociales que la especie próxima con la que se les compara.

Posteriormente, House et al., (2013b) desarrollaron un protocolo para dar cuenta de la reciprocidad en humanos (niños estadounidenses de primera y de inicios de infancia media) y chimpancés. Una vez más, a los datos del comportamiento de los chimpancés se llega gracias a otras investigaciones. Los niños, clasificados en dos grupos de edad (3/4 y 5/7,5 años), se eligieron entre dos ofertas para él y para un compañero: (1/1 o 1/0). Los materiales, basados en Fehr et al., (2008) consistieron en dos cartulinas en las que se consignaron las elecciones, junto a dos arandelas que se podían intercambiar al final, por pegatinas. El procedimiento, en cuanto tal, estuvo basado en Brosnan et al., (2009), estudio que niega la reciprocidad en chimpancés. En general, los resultados muestran una tendencia a la reciprocidad en humanos, a diferencia de lo que ocurre con chimpancés. Además, se muestra que en los humanos la reciprocidad tanto en actos prosociales como egoístas tiende a aumentar con la edad.

Los desarrollos de estos dos estudios son llevados a un nuevo experimento con 326 niños de tres a catorce años y 120 adultos, para dar cuenta de diferencias en la cooperación en seis sociedades de tres continentes (House et al., 2013a). Las sociedades son postuladas como ampliamente contrastables, por lo menos, en dos aspectos esenciales: la geografía de los lugares y la principal ocupación de las personas. Estas dos especificidades marcan la distinción de las sociedades estudiadas. Así, según estos criterios, los contrastes de las poblaciones van desde nómadas cazadores recolectores (Aka, República Centroafricana); pasando por seminómadas agropastoriles (Himba, Namibia); sedentarios dedicados al forraje (Martu, Australia) y a actividades de pesca, forraje y horticultura (isla de Yasawa, Fiyi) hasta pobladores de grandes urbes (Los Ángeles). Esta breve descripción de la población garantiza la presencia de sociedades de pequeña escala, por lo menos en lo que tiene que ver con los grupos nómadas y seminómadas.

La metodología utilizada estuvo basada, principalmente, en Brownell, Svetlove y Nichols (2009); Fehr et al., (2008); House et al., (2012); House et al., (2013b); Moore (2009) y Thompson et al., (1997). Lo niños participaron en dos elecciones: juego prosocial (PG) y juego de compartir con costo (CSG), con dos condiciones: social (cuando el niño estaba frente a otro niño) y asocial (cuando el otro niño estaba ausente). En el PG, el niño elegía entre 1/1 y 1/0; en CSG, 1/1 y 2/0. Las recompensas, al igual que en el trabajo de 2012, consistían en comida. En cuanto a los resultados, se destaca la comprensión temprana de los niños de cada una de las tareas, pues se da antes de la infancia media, a los cinco años, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con chimpancés, los cuales no logran llevar a cabo la comprensión (House et al., 2012 y 2013b). En cuanto al PG, se muestra una tendencia de los niños de todas las sociedades hacia la prosocialidad a medida que avanzan en edad. Pero en el CSG se muestra una tendencia egoísta en todas las sociedades a medida que el niño se hace mayor. Este último punto resulta bastante controversial, sobre todo porque otros estudios (Silk y House, 2012 y Eisenberg, Fabes y Spinrad, 2006) han mostrado, justamente, lo contrario. Los autores justifican estas diferencias en la edad a la que les es posible a los niños llevar a cabo la comprensión de las tareas.

En general, las comparaciones efectuadas en este estudio muestran, en primer lugar, lo que se podría considerar como universales psicológicos: los niños, en todas las culturas, llevan a cabo una comprensión de las tareas de distribución (PG y CSG en las dos condiciones), alrededor de los cinco años; los niños en PG muestran una tendencia a la prosocialidad a medida en que se avanza con la edad y una tendencia egoísta a medida que se avanza con la edad al aplicar CSG. En segundo lugar, se indica una diferenciación en el comportamiento de los individuos en la infancia media. Este comportamiento, sin embargo, se hace muy similar al observado en los adultos en cada una de las sociedades. Lo aquí indicado permitiría constatar, finalmente, que a la altura de la infancia media se adquieren las normas culturales que moldean el comportamiento diferente de cada sociedad, lo que hace posible, finalmente, la diversidad cultural. Estos hallazgos son similares a los suministrados por estudios que hacen comparaciones culturales con sociedades Weird y no Weird (Callaghan y Corbit, 2018).

No obstante la importancia del estudio, este análisis hace notar algunos aspectos que parecieran ser relevantes para comprender los resultados presentados. En primer lugar, no se hace referencia a las particularidades culturales de las sociedades de pequeña escala, más allá de la especificación de que se trata de grupos nómadas o seminómadas. En segundo término, tampoco se indican aspectos esenciales, como la determinación de las edades de los participantes en las sociedades de pequeña escala. Según lo consignado en el estudio, parece que no se presentó problema alguno con ello, lo que resulta especialmente asombroso al tratarse de nómadas y de seminómadas. Además, en el texto principal no se mencionada nada sobre el proceso de retrotraducción. En la información adicional, sin embargo, se indica que se tradujo el guion del experimento a cada uno de los idiomas (DiAca, oceánico, herero, martu wangka y jivaroan), pero no se dice nada sobre la labor de retrotraducción.

Dos años después, Schäfer, Haun y Tomasello (2015) presentan otro contraste de sociedades para indicar diferencias significativas de la concepción de lo justo, en ejercicios de distribución con niños de diferentes sociedades. En el estudio participaron 155 niños de cuatro a once años. Los niños procedían de tres entornos culturales: 45 de ≠Akhoe Hai||om (24 niñas, la edad promedio fue 7.7 años, SD: 1.8); 54 de Samburu (28 niñas, edad promedio: 7.6 años, SD: 2) y 56 de Alemania (28 niñas, edad promedio: 7.3, SD: 1.7). sobre los grupos humanos se hace importante señalar lo siguiente: la población local de ≠Akhoe Hai||om es de menos de 200 personas. En términos generales, asistieron a la escuela donde recibieron educación en su lengua materna y en inglés. La población local de los Samburu es de menos de 600 individuos y gran parte de ellos asistieron a la escuela y recibieron educación en dos idiomas: lengua materna e inglés. Las edades de los niños en estas dos poblaciones se establecieron con ayuda de los padres y de los maestros. Estas indicaciones postulan, de entrada, dos tipos de sociedades muy diferentes: Weird (Alemania) y de pequeña escala (≠Akhoe Hai||om y Samburu).

El protocolo, según lo que se manifiesta en él, no estuvo basado en otros estudios. Su metodología consistió en la aplicación de un juego de pesca: los participantes, con la ayuda de una caña de pescar, recuperaron cubos imantados de un pequeño estanque. Los niños fueron asignados a tres condiciones: igual mérito, mérito desigual y condición sin mérito. Las instrucciones fueron dadas mediante tres videos. Para los niños africanos se hizo traducción del inglés a cada una de las lenguas maternas. La traducción se comprobó al hacer la traducción de la lengua materna al inglés (retrotraducción). El primer video mostró cómo utilizar la caña de pesca para pescar cubitos. El segundo informó sobre el juego. En el video 3 se indicó que el experimentador cambiaría cada cubito por un dulce: la recompensa.

La predicción de los autores estuvo centrada en indicar que los niños alemanes atenderían el mérito en la distribución, mientras que los niños de las otras dos sociedades africanas se decantarían por otros principios de la distribución, como la igualdad. Los hallazgos obtenidos le permiten indicar que lo justo varía con relación al contexto: los niños occidentales (Alemania) juzgan de acuerdo con el mérito, los niños de una sociedad cazadora-recolectora lo hacen parcialmente (the ≠Akhoe Hai||om de Namibia) y, finalmente, los niños de una sociedad pastoril gerontocrática (Samburu en Kenia) de África, no tienen en cuenta el mérito a la hora de efectuar la distribución de un botín producto del trabajo.

Al igual que el estudio propuesto por House et al., (2013a), los autores fijan la calidad de población de pequeña escala en las actividades que realizan las personas, además de indicar el número de individuos de cada sociedad. Pero a diferencia de ellos, ofrecen elementos adicionales que ayudan en esta caracterización, como la determinación de la edad de niños. Sin embargo, se echa en falta la presentación de elementos etnográficos que podrían ayudar a explicar, de una manera más completa, la diferencia en los resultados. Metodológicamente, también se hace posible encontrar diferencias importantes. Así, por ejemplo, Schäfer et al., (2015), acuden a la técnica de retrotraducción para asegurar la fiabilidad de los guiones, mientras que en House et al., (2013a), se echa en falta este procedimiento.

Otro aspecto relevante de estos trabajos es la indicación de la existencia de pocos o de ningún estudio que lleve a cabo la contrastación cultural en principios de justicia distributiva. Así, por ejemplo, House et al., (2013a) solo citan tres estudios con sociedades de pequeña escala: Rochat et al., (2009); la monografía de Callaghan et al., (2011); Madsen y Lancy (1981) y Rochat et al., (2009). De estos tres estudios, solo la monografía del equipo Callaghan y el protocolo del grupo del Rochat incluyen sociedades de pequeña escala, aunque la monografía citada no está referida, directamente, a actividades de distribución. Madsen y Lancy, por el contrario, trabajan con población no Weird, pero de gran escala. Por lo tanto, solo uno de los estudios citados (Rochat et al., 2009) tiene que ver con distribuciones de recursos que involucran niños de sociedades de pequeña escala. Con todo, se hace necesario tener en cuenta las objeciones presentadas en el primer numeral sobre la escasa información para la tipificación de los grupos de Perú y de Fiyi como sociedades de pequeña escala. Schäfer et al., (2015), por su parte, manifiestan la no existencia de estudios que lleven a cabo el examen del mérito en niños pequeños pertenecientes a sociedades de pequeña escala. No obstante lo dicho, citan a House et al., (2013a) para expresar el carácter diferencial de los niños al empezar la escolarización, según se observó hace un momento.

Cabe apuntar, finalmente, la existencia de comparaciones interculturales que no reúnen los requisitos para postularse como estudios con población de pequeña escala, en la medida en que los grupos estudiados mantienen un contacto con la forma de vida occidental (Blake et al., 2015; Huppert et al., 2018; Paulus, 2015; Rao y Stewart, 1999 y Samek et al., 2020). Lo que se expresa, por ejemplo, en los modelos educativos en los que se forman las personas y en las religiones que siguen, que corresponden a las creencias del mundo occidental. De acuerdo con lo establecido, estos grupos podrían caracterizarse, más bien, como sociedades no Weird, pero de gran escala.

Conclusiones

El recorrido, como se advirtió desde el principio, ha llevado por unos textos muy escasos, divididos en dos grandes maneras de abordar el estudio de la distribución con niños de sociedades de pequeña escala: mediante protocolos previamente aplicados a niños de sociedades occidentales o, directamente, por medio de comparaciones culturales. Cada una de estas vías parece conducir hacia dos lugares distintos: el establecimiento de universales psicológicos o a expresar su inexistencia gracias a la diversidad cultural. Con todo, los estudios no se restringen a ejercicios de distribución. Se hace posible encontrar, además, algunos trabajos cercanos a la temática que buscan establecer, por ejemplo, la distinción entre ayuda proactiva y reactiva en sociedades de pequeña escala, como en el caso de Aime et al., (2017).

La poca cantidad de estudios con sociedades de pequeña escala se hace patente en las propias fuentes relacionadas por los pocos estudios. Como se vio, algunos textos citan escasos protocolos y otros indican, expresamente, la inexistencia en esas direcciones. Esta indicación hace que tales trabajos sean muy llamativos, pues se presentan como una innovación. La poca cantidad de estudios, sin embargo, podría explicarse de dos maneras: por las implicaciones políticas de la investigación científica (Henrich et al., 2010a y 2010b) y por las dificultades encarnadas en la inclusión de procedimientos etnográficos en la investigación científica.

Henrich et al., (2010a y 2010b), han establecido que la mayoría de los estudios corresponden a protocolos aplicados a población Weird. A partir de esta indicación, se podría considerar una injusticia y, además, un procedimiento inadecuado de la investigación científica. La injusticia se constata en el hecho de que la población Weird corresponde a tan solo el 12 % de las personas del mundo. El procedimiento anómalo, además de injusto, se verifica en el hecho de que las conclusiones que se obtienen de los estudios con población Weird se universalizan, es decir, se hacen válidos para todos los individuos del orbe.

Los estudios con personas pertenecientes a sociedades de pequeña escala presentan el desafío de incorporar herramientas etnográficas tanto en el protocolo como en la propia relación con los participantes. Aquí la gama de posibilidades es muy amplia: el investigador tiene la posibilidad de elegir desde aspectos de enfoques clásicos (Geertz, 1992), hasta otros más contemporáneos (Cayón, 2013 y 2018). Lo anterior demanda un estudio de las especificidades de la población, de tal manera que se haga posible explicar los resultados obtenidos a través de los especiales modos de concebir y de vivir la vida. Solo cuando esto se haga, los estudios con sociedades de pequeña dejarán de presentarse como novedades con sociedades donde los hallazgos son iguales o diferentes a los de población de gran escala (Weird o no Weird), para pasar a explicar esos resultados a partir de las peculiaridades de la cultura. No obstante lo apuntado, en otros dominios experimentales de la moralidad ya se ha empezado a comprender esta falencia, razón por la cual, a la hora de presentar los informes, incluyen un apartado etnográfico (Winking y Koster, 2020)

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Conflicto de intereses. El autor ha declarado que no hay conflicto de intereses.

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Fondos. Ninguno. Esta investigación no recibió ninguna subvención específica de agencias de financiamiento de los sectores público, comercial o sin fines de lucro.

Descargo de responsabilidad. El contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa una opinión oficial de su institución ni de la Revista Guillermo de Ockham.

Citar así: Angarita-Cáceres, Rafael-Gonzalo (2021). Principios de justicia distributiva en trabajos experimentales con niños pertenecientes a sociedades de pequeña escala. Revista Guillermo de Ockham, 19(2), pp. 233-248. https://doi.org/10.21500/22563202.4799

Recibido: 27 de Junio de 2020; Revisado: 10 de Abril de 2021; Aprobado: 12 de Abril de 2021

*Correspondencia: Rafael-Gonzalo Angarita-Cáceres. Correo electrónico: rgangari@uis.edu.co

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