Introducción
Este artículo pretende divulgar el primer avance de una tesis doctoral en curso, introduciendo los enfoques teóricos y los principales casos de estudio analizados, con el fin de lograr un sustento teórico que desarrolle, de manera adecuada, las premisas de la investigación (Chuliá y Agulló, 2012). En este sentido, el objetivo de la tesis es analizar el voto diferenciado en elecciones de tipo concurrente (Arian y Weiss, 1969; Montero, 1988; Riera, 2009; Sanz, 2007) en el ámbito subnacional, sobre la base de que los eventos electorales de segundo orden (Reif y Schmitt, 1980) pueden generar un conocimiento valioso en los estudios electorales en la ciencia política.
La metodología que se ha seguido para elaborar este primer estado del arte sobre el tema es el análisis de contenido de la bibliografía especializada en este tipo de fenómeno electoral, para hacer un trabajo generador de hipótesis. De esta manera, el artículo se rige bajo la siguiente premisa: ¿desde qué enfoques se puede analizar el voto diferenciado?
Así, este artículo expondrá los tres enfoques más relevantes en el análisis del voto diferenciado. En primer lugar, se hará referencia al modelo de compensación (Fiorina, 1992), el cual se centra en una intención del electorado por mantener un equilibrio dentro del Gobierno. Asimismo, en un segundo acercamiento se expondrá el enfoque accidental (Jacobson, 1991), en el cual el análisis de centra en la personalización de la política y las diferentes demandas del electorado de sus representantes políticos, y, en último lugar, se dará cuenta del enfoque de tipo estratégico en el que se defiende la intencionalidad y el voto estratégico (Karp et al., 2002; Karp y Garland, 2007), para terminar con algunos casos relevantes de este tipo de fenómeno en estudios de varios países.
Primer enfoque
Este primer enfoque se basa en el postulado de la compensación o intencionado de Fiorina. Su hipótesis gira en torno a la idea sobre la distancia de los partidos y el electorado en la decisión del voto. Bajo esta premisa, se evidenciaría que al estar los partidos cerca de las preferencias medias del electorado, el voto diferenciado tendería a evitarse. Mientras que cuando los partidos están lejos los unos de los otros, la brecha para electorado es muy grande y potencialmente más fácil dividir el voto entre las distintas opciones (Fiorina, 1992). (Figura 1).
El modelo de compensación o de policy balancing, aboga por explicar el voto diferenciado, argumentando que los votantes son capaces de elegir a sus representantes mediante la división de voto con el fin de obtener las políticas de su preferencia (Brunell y Grofman, 2009). Así,
Por ejemplo, si los votantes que se encuentran a la izquierda del centro que generalmente apoyan a los candidatos demócratas ven (o esperan ver) a un demócrata en la Casa Blanca, tal vez deseen votar por un republicano conservador para la Cámara de Representantes con el fin de (intentar) mover las políticas generales (ligeramente) hacia la derecha y, por lo tanto, más cercanas a su punto ideal que las que se obtendrían, serían el gobierno federal unificado bajo un régimen demócrata (izquierdista) o republicano (derechista). (Grofman et al., 2000, p. 35)
En este orden de ideas, Fiorina trata de explicar su modelo afirmando que los votantes se inclinan por este tipo de actitud en la medida en que tienen un interés general en la política y desean, por medio de su voto, generar un equilibrio de poder entre los partidos americanos (demócratas y republicanos). De esta manera, llegaría a producir una moderación de las políticas públicas más cercanas a las preferencias ciudadanas, apartándose así de los extremismos. Asimismo, al estudiar cuántos electores votan de forma dividida, se ayuda a comprender una sociedad y analizar hasta qué punto quieren que exista un gobierno dividido como producto de su voto (Park, Hanmer y Biggers, 2014). Por tanto, se infiere que el modelo de Fiorina se basa en el bipartidismo estadounidense. No obstante, en sistemas multipartidistas el modelo tendría valor si se cumple el requisito de tener dos partidos entre los que dividir el voto y estos se encuentren cercanos al eje principal de la lucha electoral (Sanz, 2007).
De esta manera, las explicaciones de Fiorina se enfocan en la moderación y la compensación de los votantes en torno a elecciones en las que creen que tendrán beneficios directos (Ames, Baker y Renno, 2009), en la medida en que tengan una motivación y respondan a un perfil específico. Por tanto, si se entiende como válido este modelo, la pregunta más importante sería, ¿cómo saber si los electores tienen una intención clara de moderar un gobierno? La respuesta estaría inmersa en la dicotomía de explicar sus intenciones y su perfil. Además, la alusión de un perfil tan sofisticado implicaría que los individuos deberían tener una información bastante completa no solo de los candidatos y partidos, sino también de las políticas y programas electorales. Sin embargo, Fiorina argumenta que
(…) los votantes solo necesitan reaccionar a imágenes generales de partido; no necesitan sintetizar las innumerables propuestas de candidatos individuales. Finalmente, los votantes no necesitan saber quién controla actualmente la legislatura; solo necesitan indicar una preferencia por el patrón de control que les gustaría. (Fiorina, 1992, p. 401)
No obstante, la información no siempre es percibida por todos los votantes de la misma manera, produciendo así que una gran mayoría del electorado no posea lo necesario para poder intencionalmente moderar un gobierno.
A pesar de la defensa del modelo por parte de Fiorina, es claro que un modelo de compensación depende mucho de la intención de los votantes. En esta línea, otros han tratado de complementar este enfoque con modelos de corte moderado relativas al contexto norteamericano. Algunos autores de este enfoque evidencian un modelo moderado en el que tratan de predecir el voto dividido en elecciones concurrentes del mismo nivel de importancia.
Es decir, algunos votantes apoyan a los diferentes partidos en las dos elecciones para, por ejemplo, contrarrestar a un presidente de la derecha con una legislatura de la izquierda. El modelo también captura el fenómeno persistente del “ciclo de votación a medio plazo”. (Alesina y Rosenthal, 1996, p. 1312)
Dichos votantes de ‘equilibrio de políticas’ consideran que cualquier opción de partido individual es demasiado extrema. Emiten votos para las diferentes partes con la esperanza de que los resultados políticos finales sean más moderados. (Ames, Baker y Renno, 2009, p. 13)
Por tanto, en este modelo, los votantes se decantan por una actitud moderada en la que se ocupan de mantener un gobierno central en que las fuerzas estén distribuidas. Con lo cual estos autores afirman que este votante actúa de forma estratégica en las dos elecciones (Alesina y Rosenthal, 1996). Sin embargo, la obra de estos autores,
(…) se puede aplicar para predecir cambios a partir de fuera, de año a año, donde es más fácil evaluar a mitad de período cuando se conoce el control presidencial y, por lo tanto, el cálculo de los votantes que determinan si un equilibrio se puede especificar más fácilmente. (Grofman et al., 2000, p. 47)
Así, el enfoque intencionado entiende que
(…) los votantes comparan explícitamente sus preferencias ideológicas personales con las ubicaciones ideológicas de los partidos y toman el punto medio entre esas dos posiciones. Sobre la base de este cálculo, los votantes deciden si es preferible el control del gobierno por parte de un partido dividido o unificado a la hora de realizar sus preferencias ideológicas generales. (Davis, 2015, pp. 68-69)
A pesar de ello, la teoría ha sido refutada por algunos trabajos:
La evidencia empírica de esta hipótesis es limitada. Álvarez y Schousen (1993) encontraron poca evidencia de equilibrio al mirar las colocaciones de votantes y candidatos en el ANES 1972-88. Los votantes que se colocaron entre los dos partidos no mostraron una mayor tendencia a dividir su boleto. Sus hallazgos fueron replicados por Born (1994), quien encontró solo una relación débil y estadísticamente insignificante entre la autoubicación ideológica y la división de boletos. Del mismo modo, después de analizar las tasas diferenciales de división de boletos en los estados y distritos de la Cámara en 1988, Burden y Kimball (1998) no encontraron evidencia de equilibrio deliberado. (Saunders, Abramowitz y Williamson, 2005, p. 70)
Los resultados empíricos sobre el modelo son dispersos. Aparte del apoyo de Alesina y Rosenthal sobre la evidencia de un equilibrio, hay explicaciones que no comparten esta moderación y analizan que, en gran medida, los resultados son producto de evaluaciones negativas del presidente. Así, lo que subyace de estas explicaciones de equilibrio es que los moderados son más propensos a diferenciar su voto que los votantes más ideológicos (Burden y Kimball, 2002). De tal manera, el modelo intencional, ha sido refutado por esa falta de explicación empírica de las motivaciones de los votantes en torno a las elecciones. Además, otros hallazgos han afirmado que para que exista el equilibrio político, producto de la división del voto deben ocurrir dos condiciones. En primer lugar, es necesario un consenso acerca del ganador a la presidencia, ya que sin él es imposible generar un balance en el congreso. Y, en segundo lugar, se debe poner el foco en los problemas que aquejan al conjunto de la sociedad con el fin de que se observe un verdadero conflicto de políticas. Así, si llegaran a cumplirse estas condiciones podría hablarse de un equilibrio deliberado en la sociedad moderna (Saunders, Abramowitz y Williamson, 2005).
Segundo enfoque
El segundo enfoque hace referencia a la característica accidental (Jacobson, 1990), del voto diferenciado y su aparición se produce igualmente en el ámbito político estadounidense. El modelo explica que las preferencias de los individuos en los dos comicios son autónomos, obviando si el resultado final es balanceado o no. De tal manera, la causa principal para la diferenciación del voto es el papel fundamental de los partidos y la oferta políticos que ofrecen en cada arena de lucha política, punto en el cual es realmente importante la calidad y la exposición de los candidatos. De igual manera, la decisión de dividir el voto estaría marcada por las demandas de los ciudadanos para cada poder político (Sanz, 2007). Así, el modelo “sugiere que los votantes buscan cosas diferentes en un presidente y en un miembro de la Cámara”. (Grofman et al., 2000, p. 35)
Este tipo de explicaciones acuden a la hipótesis de que el contexto determina de forma relevante la decisión de dividir el voto y es la oferta política la que logra crear unas preferencias en los votantes y los persuaden a elegir una opción diferente para cada elección.
Lo que cuenta para los electores son los candidatos que se destacan en temas, particularmente en el contexto de su afiliación a un partido. En otras palabras, lo que se mide con nuestras variables de evaluación de candidato local y candidato presidencial. Con cada medida, el votante compara a los candidatos republicanos y demócratas en términos de sus “buenos puntos”. (Lewis-Beck y Nadeau, 2004, p. 108)
El modelo de Jacobson expone que los estadounidenses tienen la tendencia1 a percibir a los republicanos en puestos ejecutivos y a los demócratas en el legislativo. De esta forma, se tiene una preferencia por dejar los asuntos económicos y las políticas exteriores en manos republicanas y los demócratas serían mejor percibidos en la aplicación de programas de bienestar social (Burden y Kimball, 2002). Estas valoraciones estarían soportadas por una estructura tradicional del pensamiento político estadounidense, en la cual los republicanos son más proclives a ser mejores administradores ya que proceden en su mayoría de estamentos económicos.
Así, una de las hipótesis más relevantes en este modelo es la importancia de los candidatos en la lucha electoral, por encima de la identificación partidista o de una evaluación sofisticada. De esta forma, el voto dividido sería el resultado de dos posibles circunstancias. La primera, aboga por un equilibrio entre el candidato a la presidencia preferido y el candidato al congreso opositor, mientras que, en un segundo lugar, sería el resultado de una mejor campaña de un candidato al congreso. Las dos ideas se soportan en la base de que el candidato con mejor imagen arrastrará el voto para el que tenga menor apoyo, produciendo así un efecto coattail (McAllister y Darcy, 1992). Este impulso irá acompañado de un mejor resultado electoral para uno de los partidos. Sin embargo, este tipo de efecto no descarta la posibilidad de diferenciar el voto, puesto que a pesar de pensar que un candidato puede ser un agente importante para las elecciones, sus efectos en la votación son, en algunas ocasiones, impredecibles, estableciendo con ello la imposibilidad de entenderlo como una causa de un partidismo fuerte.
En línea con las hipótesis sobre los candidatos “Gary Jacobson obtuvo datos sobre la calidad de la competencia y de gastos de campaña. La calidad se define como haber mantenido un cargo electivo anterior en un nivel inferior o diferente. Por ejemplo, un asiento legislativo” (Roscoe, 2008, p. 1153). De tal manera, la forma como se percibe el trabajo hecho en un cargo oficial determinará la preferencia del votante y puede decantarlo por diferentes opciones en un momento dado de su evaluación cognitiva. Así, un elemento que interviene en la decisión es el conflicto del votante en cuanto a sus percepciones, ya que de ellas dependerá su elección final.
Sin embargo, aún no hay evidencia que demuestre que los votantes individuales que tienen la combinación requerida de preferencias y percepciones conflictivas de los partidos dividen sus boletos con más frecuencia que otros. Más importante aún, el modelo de Jacobson no da cuenta de los casos en que los votantes eligen a un ejecutivo demócrata y a una legislatura republicana, un patrón visto a nivel nacional y en varios estados durante los años noventa. (Burden y Kimball, 2000, p. 30)
Por otro lado, se entiende que “cualquier teoría general de la división de boletos debe abarcar las características de los electores y de los contendientes para el cargo, especialmente la participación del votante y la visibilidad relativa de los candidatos entre los que deben elegir” (Beck et al., 1992, p. 918).
Tercer enfoque
Bajo este enfoque, el análisis del voto diferenciado parte de la importancia de las instituciones en la escisión del voto, además de concebirlo como una especie de voto estratégico (Sanz, 2007). Este tipo de enfoque se aparta del tradicional estudio de las elecciones estadounidenses e introduce el análisis de elecciones en contextos con sistemas electorales mixtos. De tal manera, “la votación dividida ocurre en una variedad de sistemas donde los votantes pueden optar por apoyar simultáneamente diferentes partidos con cada uno de sus votos”. (Karp et al., 2002, p. 2)
En primer lugar, la hipótesis de Karp y sus coautores es que los votantes que dividen sus votos lo hacen de forma estratégica con el fin de elegir a la opción más viable, suponiendo con ello que estos votantes escogerán una segunda opción de un partido más cercano en ideología. Por ejemplo, cuando el votante piensa que su partido no tiene opciones en contra de la opción más fuerte y del partido más alejado, el elector opta por una segunda opción de voto que se encuentra más cercana a su ideología de base, pero que contrarreste la elección del que se ve favorito. Esta explicación no solo tiene en cuenta la visión utilitaria del voto, sino que se complementa con una explicación sobre la atracción personal que pueden tener los votantes por un candidato al que consideran popular. Asimismo, se podría entender su comportamiento como una especie de protesta en el caso de que al votante no le atrajera completamente el candidato de su partido político (Karp et al., 2002).
En este sentido, tiene cierto interés saber por qué los votantes votan de forma estratégica. Un posible primer motivo tendrá que ver con una actitud sincera de los votantes sobre la división de su voto. Esta sinceridad expone un apoyo por razones posiblemente personales hacia un candidato de otro partido, con el fin de satisfacer sus intereses. Por otra parte, un segundo motivo es el puramente estratégico,2 en el cual el votante divide su voto por el hecho de las probabilidades que tiene de ganar si diferencia su voto por otro partido político (Gschwend y Van Der Kolk, 2006). Con lo cual, si se supone que estos son los dos motivos de un votante estratégico dividido, también se puede decir que surgen a partir de unos incentivos específicos. Primero, que no se desperdicie su voto y segundo para evitar que gane la mayoría del partido con más opciones, privilegiando de cierta manera las coaliciones. Aunque no se puede descartar que este tipo de votantes atienda a razones que poco tienen que ver con la estrategia, como por ejemplo, la confusión, entre otras (Gschwend y Van Der Kolk, 2006).
De esta manera, la noción racional de la división del voto en Alemania se soporta sobre dos factores fundamentales. En primer lugar, en la tradición introducida por Duverger, quien entendía que los electorales tienden a ajustar su comportamiento mediante la anticipación de los efectos de los sistemas electorales. De esta forma, se entendería que los votantes no se plantean desperdiciar su voto y este racionamiento partiría de un efecto psicológico de cada elector. Así, el segundo factor apoya la idea de influir en un hipotético gobierno con la esperanza de ser capaz de generar coaliciones a largo plazo (Schoen, 1999).
Aunque las causas de una votación estratégica son varias, el utilitarismo es una de las características de este tipo de votantes. En estudios sobre la sinceridad y el voto estratégico, se han encontrado evidencias que exponen que cuando hay partidos catch-all, la probabilidad de diferenciar el voto es mucho mayor. De tal manera, los electores no desean en su totalidad un equilibrio como el que exponen Fiorina y Alesina. Por el contrario, dividirán su voto cuando más les convenga (en sentido de Downs) (Brunell y Grofman, 2009). Así, los votantes tienden a tener una actitud estratégica que se enmarca en sistemas electorales mixtos como, por ejemplo, los casos de Alemania y Nueva Zelanda. No obstante,
(…) el dilema entre votar por la primera preferencia, lo cual puede ayudar a producir el resultado menos preferido por el votante, o por la más probablemente ganadora segunda preferencia, depende de la información del votante sobre las expectativas de cada candidato. Esta información es costosa y puede ser errónea, incompleta o las dos cosas a la vez. (Colomer, 2001, p. 182)
La incertidumbre en las elecciones forma parte del mismo juego democrático y la información es un bien preciado, el cual determinará muchas de las actitudes de los votantes, sobre todo en el ámbito político. En algunas circunstancias,
(…) usar el voto estratégico informado para medir el voto estratégico es una propuesta peligrosa porque tales autoinformes están contaminados por una tendencia a reportar en exceso el voto por el ganador, una tendencia exacerbada por los autoinformes recogidos más lejos de la elección. (Alvarez y Nagler, 2000, p. 74)
Es decir, al tener una fe exagerada en los datos recogidos por sí mismos impide que la medición sea normal, tiende a ser desmedida y propicia errores en las estrategias políticas.
Por otro lado, en este enfoque también se tienen en cuenta los estudios de las elecciones de segundo orden. Si bien se entiende que las elecciones más importantes son las del ámbito nacional, como las presidenciales y legislativas en sistemas presidencialistas o elecciones parlamentarias en un sistema parlamentario, las elecciones de segundo orden se entenderían como aquellas en las que los votantes no perciben una gran repercusión. Existe
(…) una gran cantidad de elecciones de “segundo orden”: elecciones parciales, elecciones municipales, diversos tipos de elecciones regionales, elecciones a una “segunda cámara” y similares. El significado específico de estos radica en el ámbito particular en el que los puestos públicos se llenan de acuerdo con los respectivos resultados electorales. (Reif y Schmitt, 1980, pp. 8-9)
Explicar la repercusión de este tipo de elecciones3 resulta útil para este enfoque, ya que según la teoría, en este tipo de elecciones hay menos en juego y habría una tendencia mayor de los votantes a expresar de forma sincera sus preferencias electorales (Sanz, 2007). Estos resultados se basarían en un menor nivel de participación, mejores perspectivas para partidos políticos nuevos y pequeños, mayor número de votos no válidos y un menor apoyo a los partidos del gobierno nacional (Reif y Schmitt, 1980). El valor fundamental de esta teoría es entender que el votante optará en la elección que piensa que es más importante por una decisión de corte estratégico, mientras que en la segunda elección que para estos electores resulta menos relevante, tendría una tendencia a elegir de manera sincera.
Estudios clásicos en los Estados Unidos
En los Estados Unidos, los análisis sobre la división del voto se han presentado desde mediados del siglo veinte en las elecciones nacionales. La literatura al respecto a recurrido a la dicotomía de elecciones concurrentes o no concurrentes (llamadas también on-year y off-year o mid term) (Shugart, 1995, p. 328). Igualmente, las orientaciones de estudio se han centrado en la dimensión por dirección del split ticket. Bajo estas perspectivas, uno de los primeros casos fue el expuesto por Campbell y Miller (1957), quienes basaron su análisis en la estructura de la boleta electoral como la causa de la posible división del voto. Así, establecían que para explicar la marcación de los electores de una boleta hacia un solo partido o una posición dividida se debía tomar en cuenta los tipos de boletas y cómo eran sus especificaciones, ya que, por lo general, estas boletas tenían una serie de opciones que privilegiaban a los dos partidos fundamentales, republicanos y demócratas obviando así la existencia de partidos más pequeños (Campbell y Miller, 1957).
En este sentido, resaltaban la identificación partidista y la indiferencia de los votantes como factores que influían en el comportamiento electoral de los votantes. De esta forma,
(…) demostraron que los identificadores de partido débiles estaban fuertemente influenciados por el tipo de boleta. Siendo mucho más probable que estos votantes voten un boleto directo cuando se les presenta una boleta de la columna del partido y una opción de boleto directo para votar. Además de la votación dividida, los académicos han encontrado un vínculo entre la boleta electoral y el formato roll-off4. (Engstrom y Roberts, 2016, p. 847)
Por tanto, se entiende que en muchas ocasiones la complejidad de las boletas electorales o tarjetones producen una serie de tendencias en los votantes que se pueden relacionar con la división del voto entre partidos en una misma jornada electoral.
Los resultados de los análisis5 a través, del uso de datos de encuestas de Campbell y Miller permitieron establecer igualmente un perfil socioeconómico que consintió generar una tipología de los votantes que entregan su voto de forma estricta y por otro lado de forma dividida debido a la indiferencia y la baja identificación partidista. Se concluye que muchas veces las características físicas de los formatos o tarjetones electorales impulsaban una preferencia u otra del elector puesto que, su motivación no era lo totalmente fuerte para no ser influido por cosas tan básicas como el diseño de la boleta electoral.
Así, los análisis surgidos desde la tradición estadounidense se basan en los sistemas presidencialistas en los que la responsabilidad del cargo ejecutivo es considerada más importante que la responsabilidad del legislativo. A este tipo de conclusiones se ha llegado a través de técnicas de investigación que analizan los datos de las encuestas. En las décadas de los sesenta y setenta, este tipo de prácticas eran lo más utilizado y aún hoy tienen una gran repercusión en los análisis electorales de todo tipo. En algunos análisis sobre este fenómeno, se afirmaba que “aunque no tenemos toda la información que sería necesaria para una respuesta completa a la pregunta general, sí dividimos a los votantes en grupos de identificación del partido y examinamos la forma como emiten su voto” (Campbell y Miller, 1957, p. 309), podrían establecer análisis electorales relevantes.
Se evidencia que todo tipo de datos arroja un ápice de información para la investigación y la experimentación permite una mayor experiencia con el paso del tiempo. Por ejemplo,
(…) en 1988, George Bush llevó a 299 distritos del Congreso (o el 69 % por ciento del total), mientras que los candidatos demócratas al Congreso tomaron 260 distritos (el 60 % del total). Los votantes en 150 distritos, más de un tercio del total, produjeron un voto dividido, en su mayoría distritos de los candidatos presidenciales republicanos y demócratas (137 distritos). (McAllister y Darcy, 1992, p. 695)
Se produce así una tendencia de varios mandatos en la que los votantes eligen a un presidente republicano y un legislativo demócrata.
Asimismo, estudios posteriores avalan la idea de continuar con explicaciones sobre el partidismo y la visibilidad de los candidatos, demostrando con ello que estos procesos demandan de un análisis multivariado completo (Beck et al., 1992). Por tanto, algunas de las principales premisas de los autores clásicos en la división del voto de los Estados Unidos pueden observarse según las siguientes hipótesis. En primer lugar, la hipótesis que aboga por el declive de los partidos tradicionales, la cual incrementa el número de votantes que dividen su voto. En segundo lugar, la que aboga por explicar la división del voto debido al mayor interés de los electores en la campaña política. Como tercera hipótesis, está la que entiende que al hacer un uso mayor de los medios de comunicación de masas es más probable que dividan el voto. En cuarto lugar y ligada a la anterior, está la concepción de que los votantes que prefieren más la televisión que los periódicos tienen más probabilidad de ser divisores del voto. En quinto lugar, la hipótesis que se basa en el individuo que toma su decisión en el transcurso de la campaña y hace más probable que se comporte de forma dividida en la emisión de su voto. Por último, está la hipótesis que refuerza la relevancia de la imagen y visibilidad del candidato más que del partido para la decisión del votante (Maddox y Nimmo, 1981).
Aparte de estas seis hipótesis que se enmarcan en el declive del partidismo, la importancia de la opinión pública y la concurrencia de las elecciones (Campbell y Miller, 1957; G. C. Jacobson, 1990; 1991; Beck et al., 1992; Brunell y Grofman, 2009), se encuentran otras concepciones de la literatura norteamericana que abogan por la compensación y la moderación (Fiorina, 1992; Alesina y Rosenthal, 1996). En cuanto a la metodología, la literatura evidencia que las preguntas en torno a la división del voto eran directas en las encuestas de los años anteriores a la década de los noventa, produciendo así estudios que permitían estereotipar una serie de votantes que reflejaban sus actitudes y preferencias en unas encuestas pre y poselectorales. Sin embargo, las mediciones se basaban más en la descripción y modelación de tipos ideales que en una investigación social más profunda. No obstante, este tipo de trabajos abrieron paso a variables explicativas muy importantes que han permitido generar modelos de análisis más complejos.
Además de las variables partidistas,
(…) desde el estudio pionero de Cummings, la incorporación de la variable incumbency6 se ha convertido en una característica estándar en los análisis multivariados de la división presidencial de boleto, algunas veces con la variable utilizada por sí misma y otras veces interactuando con factores tales como el partidismo del votante, la preferencia presidencial o evaluaciones de candidatos presidenciales. (Born, 2000, pp. 365-366)
Sin embargo, análisis empíricos han comprobado que no tiene el alcance suficiente para explicar la división de voto en otro contexto que no sea el estadounidense.
Casos en América Latina
La mayoría de los países de América Latina tienen sistemas presidencialistas en los que la división del voto se analiza en los mismos términos que en los Estados Unidos, debido a su dimensión y sistemas de partidos. Sin embargo, a pesar de existir múltiples antecedentes en los países de la región, la votación diferenciada ha estado ausente de los análisis de la academia latinoamericana y es la mayor cantidad de literatura producida por el análisis del gobierno dividido, sin llegarse a producir muchas evidencias empíricas sobre este fenómeno electoral en estos países (Ames, Baker y Renno, 2009). A pesar de las limitaciones, existen algunos estudios relevantes sobre el voto diferenciado.
Uno de los más relevantes es el efectuado en Brasil por Ames, Baker y Renno (2009), quienes evidenciaron una división del voto que no se corresponde con la intencionalidad de compensación de Fiorina, con lo cual estos autores revelan que los votantes brasileños exponen sus inquietudes nacionales cuando votan por la presidencia y escogen sus preocupaciones a nivel local, como impulso para la cámara baja y con base en una baja7 identificación partidista, lo cual ha provocado durante muchos años una votación diferenciada en ese país. Así, estos autores, al analizar las elecciones presidenciales y legislativas utilizando el método de encuesta8 panel, corroboran que los electores diferencian su voto por razones locales y que el resultado de un gobierno dividido es producido por una mezcla entre el clientelismo y el parroquialismo de la política en Brasil, con lo cual la intención es meramente accidental (Burden y Helmke, 2009). Se apoyan, por tanto, en la explicación del modelo accidental de Jacobson.
Al mismo tiempo, análisis en México han explicado el fenómeno del voto dividido en un contexto nacional y en elecciones presidenciales. En este orden de ideas, el análisis de Helmke sobre las elecciones del año 20009 en México, partió de la premisa: ¿qué electores son los que dividen su voto? y logra una investigación que permitió observar, dentro de un gran hito de la historia partidista mexicana, un fenómeno electoral concreto. En su esfuerzo por determinar por qué los votantes mexicanos se comportaban de esta forma, entendió que:
(…) solo las encuestas permiten evaluar el grado en que nuestros parámetros teóricos clave están relacionados con la elección del voto. Además de contener información sobre la elección del voto individual para las elecciones presidenciales y legislativas, la Encuesta de Panel México 2000 también incluye medidas de las actitudes de los votantes hacia el riesgo, las evaluaciones de la calidad de los candidatos, la ideología de los candidatos y los partidos, y la identificación partidista. (Helmke, 2009, p. 73)
Así, se concluía, entonces, que la encuesta era una de las mejores formas de evaluar este tipo de fenómeno mediante el uso de modelos logit multinominal. Las conclusiones fueron varias. Sin embargo, en lo que respecta al voto diferenciado se ha podido comprobar, empíricamente, que ha sido un fenómeno provocado de forma involuntaria (Helmke, 2009). Estos análisis, confirman la idea de un modelo accidental del voto diferenciado debido a la evidencia de una debilidad de los partidos y a una falta de arraigo de estos electores. Asimismo, la lectura que se hace de los análisis en Latinoamérica es que aún hace falta explorar muchos campos de análisis de este fenómeno y se hace relevante entender el voto diferenciado más allá de los procesos nacionales y presidenciales. Con lo ello, se podría decir: “Sabemos muy poco sobre el grado en que los ciudadanos de esta región, o las nuevas democracias en general, eligen diferentes partidos para diferentes oficinas y mucho menos por qué”. (Helmke, 2009, p. 70)
Conclusiones
Los estudios sobre el voto diferenciado (como se ha optado por llamar a este fenómeno desde las diversas denominaciones que existen), dejan claro que depende del contexto, el elector y las condiciones sociodemográficas la existencia de este tipo de voto entre la ciudadanía. Se deja claro que existe una pluralidad de razones que llevan al individuo a votar de una forma diferenciada en dos tipos de elecciones que se realizan de manera concurrente.
En un primer enfoque se encuentra la explicación intencional que aboga por una acción del individuo que se enmarca en mantener un equilibrio político y una estabilidad dentro de un posible gobierno dividido. Mientras que, en un segundo enfoque, se presume que existe una cierta accidentalidad de este tipo de fenómeno, dadas las características contextuales y las cualidades del líder, entre otras. Por último, si se mantiene una visión racional, este tipo de voto podría deberse a un estudio calculado del coste y beneficio que implicaría votar de una forma en una elección u otra.
Con ello, se podría concluir que, para hacer un análisis de este tipo de fenomenología, la ciencia política se debe servir del método estadístico con el fin de procesar los resultados de encuestas y de participación electoral que puedan explicar el por qué de este comportamiento político. Asimismo, resulta claro que este primer acercamiento al fenómeno del voto diferenciado en los estudios electorales expresa una amplia preocupación por el análisis de este tipo de comportamiento electoral en elecciones de tipo nacional, dejando de lado los análisis a nivel subnacional. Así, la tesis doctoral en desarrollo pretende aportar elementos sobre el análisis en elecciones locales concurrentes que sean de tipo de horizontal tal como la alcaldía y el concejo (ámbito local) o la gobernación o la asamblea (ámbito departamental) que permitan entender este fenómeno a partir de una confirmación estadística