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Revista Guillermo de Ockham

Print version ISSN 1794-192XOn-line version ISSN 2256-3202

Rev. Guillermo Ockham vol.21 no.1 Cali Jan./June 2023  Epub Jan 26, 2023

https://doi.org/10.21500/22563202.5433 

Artículo de investigación

Polarización y creencias sociales en algunos militantes de dos partidos políticos ideológicamente antagónicos en el marco del posconflicto en Colombia

Polarization and Social Beliefs in Some Militants of two Ideologically Antagonistic Political Parties in the Post-Conflict Framework in Colombia

Juan David Villa Gómez1  * 
http://orcid.org/0000-0002-9715-5281

Juan Camilo Sarmiento Rojas2 
http://orcid.org/0000-0003-0287-7431

1 Facultad de Psicología; Universidad Pontificia Bolivariana; Medellín; Colombia.

2 Maestría en Psicología Social; Universidad Pontificia Bolivariana; Medellín; Colombia.


Resumen

La presente investigación explora lógicas de polarización política entre ocho militantes de dos partidos antagónicos: Centro Democrático (CD) y Colombia Humana (CH), significativos exponentes de derecha e izquierda en la política colombiana. Los objetivos se centran en comprender las creencias sociales del grupo político y el partido contrario respecto a determinados temas, sobre la agrupación adversaria y sus militantes, al igual que la orientación emocional en relación con el contrario. La mirada teórica se desarrolla desde el realismo crítico y la psicología social y política, en perspectiva emancipatoria, además, es guiada por los trabajos de Bar-Tal (2007, 2013, 2017), Blanco (2007), Martín-Baró (1990, 2003), Mouffe (2007), Tajfel (1984) y el marco de la macroinvestigación “Barreras psicosociales para la construcción de la paz y la reconciliación en Colombia”. A partir del método cualitativo con enfoque hermenéutico, se realizaron ocho entrevistas semiestructuradas a militantes de ambos partidos (cuatro de cada uno), haciendo un análisis de contenido a través de matrices intertextuales y una codificación teórica de primero y segundo nivel. De este modo, se comprende la forma como se tejen y desarrollan las creencias sociales sobre el adversario político, leído como enemigo, en un entramado de significación que lo interpreta de manera negativa, en términos morales y políticos, a partir de estereotipos, prejuicios y estigmas que obturan las posibilidades de diálogo y consenso, fortaleciendo perspectivas que invitan a su silenciamiento, dilución, cooptación, derrota y exclusión. Todo ello acentúa la polarización como expresión del trauma psicosocial dejado por décadas de conflicto armado en Colombia, convirtiéndose en barrera para la construcción de la paz y la reconciliación.

Palabras clave: psicología política; polarización política; partidos políticos; creencias sociales; identidad social; orientación emocional colectiva; trauma psicosocial; barreras psicosociales para la paz; antagonismo político

Abstract

This research explores logics of political polarization of eight militants from two antagonistic parties: Democratic Center (CD) and Colombia Humana (CH), which are significant exponents of right and left in Colombian politics. The objectives are focused on understanding social beliefs about their own political group, as well as the opposing party, regarding certain issues, about the opposing group and its militants, and the emotional orientation towards the opponent. The theoretical perspective was developed from critical realism and social and political psychology, with an emancipatory perspective, and was guided by the works of Bar-Tal (2007, 2013, 2017), Blanco (2007), Martín-Baró (1990, 2003), Mouffe (2007), Tajfel (1984) and the framework of the macro-investigation “Psychosocial barriers for the construction of peace and reconciliation in Colombia”. Using the qualitative method with a hermeneutical approach, 8 semi-structured interviews were conducted with militants from both parties (4 from each one), carrying out a content analysis through intertextual matrices and first and second level theoretical coding. It was possible to understand the way in which social beliefs about the political adversary, read as an enemy, are woven and developed in a network of meaning that interprets it in a negative way, in moral and political terms, based on stereotypes, prejudices and stigmas that obstruct the possibilities of dialogue and consensus, strengthening perspectives that invite their silencing, dilution, co-optation, defeat and exclusion. All this accentuates polarization as an expression of the psychosocial trauma left by decades of armed conflict in Colombia, becoming a barrier to the construction of peace and reconciliation.

Keywords: political psychology; political polarization; political parties; social beliefs; social identity; collective emotional orientations; psychosocial trauma; psychosocial barriers to peace; political antagonism

Introducción

El fin de la negociación y del acuerdo de paz entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), lejos de ser augurio de estabilización política, se ha convertido en foco de polarización en los últimos años (Borda, 2018; Observatorio de la Democracia, 2019). Este escenario se hizo evidente en las elecciones presidenciales de 2014, donde algunos sectores políticos, según Nasi y Hurtado (2018), construyeron un discurso que movilizó emociones de indignación en un círculo de la sociedad, propulsando división y polarización entre opositores y afines al proceso de paz.

De acuerdo con Borda (2018), en Colombia no se han concretado indicadores cuantitativos que permitan identificar niveles de polarización en la ciudadanía. Por ejemplo, la encuesta de cultura política, ejecutada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2017), la medición del Barómetro de las Américas (Observatorio de la Democracia, 2019) y el Latinobarómetro (2020) parecieran mostrar que la mayoría de la población colombiana, en un espectro de medición que va de izquierda a derecha, se autopercibe como de centro.

Sin embargo, en la vida cotidiana, la realidad da la impresión de manifestarse de otra forma. En concordancia con el Observatorio de la Democracia (2019), la polarización se debería a liderazgos separados al menos en dos temas: el proceso de paz con las FARC-EP y las elecciones presidenciales de 2018, donde el uso de fake news en redes sociales fue determinante para orientar hacia el propio bando a una parte de los votantes. En la misma vía, Borda (2018) y Basset (2018) afirmaron que los diálogos y acuerdos de paz con las FARC-EP terminaron siendo un factor de separación en el país. Al punto que esta polarización ha tenido un espacio significativo en los principales medios de comunicación, lo cual ha denotado el antagonismo aparentemente irresoluble entre personalidades, sectores políticos y ciudadanos del común.

Ahora bien, decir que la polarización política en Colombia comenzó con los acuerdos de paz entre el Estado y las FARC sería desconocer la historia. No obstante, como propuso Basset (2018), esta se profundizó con los resultados del plebiscito. De acuerdo con Villa et al. (2020), la polarización ha tenido un importante papel en la historia política colombiana, marcada por varias guerras civiles en el siglo XIX (Montoya et al., 2017) y las diferencias irreconciliables entre liberales y conservadores desde la Guerra de los Mil Días hasta la Violencia de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, atravesadas por la oposición sectaria de los conservadores a las reformas liberales entre 1930 y 1946 (López de la Roche, 2019).

La oposición mencionada derivó en la violencia de pájaros y chulavitas contra los seguidores del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948, hito histórico que consolidó esta polarización irremediable y trajo como resultado el período de la Violencia (Montoya et al., 2017), con un saldo trágico de 250 000 muertos y más de dos millones de desplazados (Molano, 1985). Esta división no se cerró con la coalición entre élites liberales y conservadoras en el Frente Nacional (1958-1974), pues se constituyó en germen de un nuevo antagonismo ideológico, asociado a la disputa entre comunismo y capitalismo, en el contexto de la Guerra Fría, y el conflicto armado entre insurgencia y Estado (Montoya et al., 2017).

Según Tobar (2015), los diversos fracasos en los procesos de paz intentados desde 1984 -el primero de ellos promovido por el presidente Belisario Betancur (1982-1986) y, sobre todo, el desarrollado fallidamente por Andrés Pastrana (1998-2002), ambos con las FARC- contribuyeron a esta polarización política que, en su momento, permitió el apoyo masivo a la vía militar como única forma para tramitar el conflicto armado. Por esta razón, Roncallo-Dow et al. (2019) sostuvieron que, desde finales de los noventa, el país ha oscilado entre escepticismo y polarización, como se hizo patente en las elecciones presidenciales de 2014 (Nasi y Hurtado, 2018) y en el plebiscito por la paz de 2016, coyunturas que revelaron la fragmentación y las divisiones, incluso, en la vida cotidiana y en las familias (Avendaño y Villa, 2021; Velásquez et al., 2020). Disputas significativas que se volverían a expresar en las elecciones presidenciales de 2018 y emergen de nuevo en el proceso electoral de 2022.

Por su parte, la democracia siempre traerá consigo diferencias que suelen ser tramitadas por medio del debate y dotan de sentido el ejercicio político (Zamora, 2007). En efecto, para Mouffe (2007) lo político es un espacio de confrontación dialéctica, constitutivo de las sociedades humanas. Así pues, en el ejercicio de la política, es necesaria la fricción entre partidos, por lo que no debería convertirse en un escenario de desprestigio, donde se desacredita y excluye al contrario, pretendiendo su eliminación, como si fuera una relación de amistad-enemistad (Laclau, 2006). Cuando esto sucede, se trata de un contexto de polarización, entendida esta última por Martín-Baró (2003) como un proceso psicosocial por el cual los puntos de vista relacionados con diversos problemas se suelen reducir a dos esquemas opuestos que se excluyen mutuamente, sin permitir otra posibilidad.

En tal panorama, ambos sectores realizaron lo que Mouffe (2007) llamó registro moral; el cual, en palabras de Haidt (2019), constituye matrices morales para interpretar la realidad desde esquemas, significados y campos de comprensión que parecen inconmensurables e irreconciliables. Para la autora, cuando las dicotomías políticas -normales en democracia (liberales vs. conservadores, izquierda vs. derecha)- se diluyen, dan lugar a una lógica moralizante en la que la oposición asume otra disyuntiva: buenos vs. malos (Mouffe, 2007). Es decir, se pasa del campo político al moral, donde los bandos en cuestión se perciben a sí mismos como buenos y virtuosos, mientras que el opositor es designado como inmoral y corrupto (Laclau, 2006), enunciado de manera negativa. Esta dinámica genera diferencias intratables, con las cuales se transita de adversario político a enemigo absoluto (Schmitt, 1998).

Conforme a Delgado (2021), esto también sucede cuando la democracia asume modelos populistas polarizados. Según Rosanvallon (2020), se produce una simplificación que se reduce a una identificación con el líder y contradice el modelo representativo, generalizando una dicotomía entre “nosotros” y “ellos” para dividir el espectro sociopolítico en dos campos antagónicos que limitan su ejercicio. Esta lógica amigo-enemigo cierra las puertas al diálogo, a la discusión racional y al debate sin violencia (Laclau, 2006), en tanto que intensifica los conflictos verbales y la descalificación moral, haciendo imposible cualquier concertación.

Cabe añadir que las diferencias y los debates frente a una problemática no implican polarización política. Al respecto, Martín-Baró (1990, 2003) planteó que este fenómeno sociopolítico y psicosocial suele emerger en sociedades divididas ideológicamente, producto del trauma psicosocial, luego de largos períodos de violencia: una vivencia que deja huella y afecta de manera negativa a las personas, lo que causa desatención selectiva, aferramiento a prejuicios, rigidez ideológica, odio y deseo de venganza, produciéndose un efecto paranoide en la sociedad (Samayoa, 1987). Para Blanco y De la Corte (2003), estas posiciones ideológicas opuestas y excluyentes categorizan un nosotros (bueno) y un ellos (malo), registro moral que pasa de lo agonístico a lo antagónico (Mouffe, 2007), a la par que se configura una enemistad absoluta (Schmitt, 1998).

Con base en Lozada (2004), el efecto se concreta en un estrechamiento del campo perceptivo, que lleva a estereotipos y estigmas sobre “ellos”, así como a perspectivas rígidas e intolerantes cargadas emocionalmente (Tajfel, 1984), con lo cual se bloquea la comprensión del punto de vista diverso y el consenso ante las diferencias. En otras palabras, se categoriza, se segmenta y se organiza la vida social en torno a la ideologización de estos grupos antagónicos, que guían los comportamientos, las identidades, las creencias y las actitudes de las personas y los grupos sociales (Espinosa et al., 2007); además, trae consigo la ruptura del tejido social, la imposibilidad de salidas concertadas para los conflictos y la justificación y el mantenimiento de dinámicas de violencia tanto a nivel macrosistémico como microsistémico (Avendaño y Villa, 2021; Lozada, 2008; Velásquez et al., 2020).

Por esta razón, el presente artículo se propone comprender la polarización política, según algunos militantes de grupos políticos que, en el contexto colombiano, han devenido antagónicos: la Colombia Humana (CH), liderada por el senador Gustavo Petro y el Centro Democrático (CD), dirigido por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, enmarcados en posiciones, uno de izquierda y otro de derecha. De este modo, se ha tratado de identificar y entender sus creencias en torno a algunos temas de interés, en especial, la comprensión que tienen a) de sí mismos como grupos políticos, b) del grupo político adversario y c) de la forma como creen que son percibidos por el otro antagónico.

La perspectiva expuesta en el presente artículo se fundamenta en la psicología social y política latinoamericana -desde el realismo crítico y la psicología de la liberación (Blanco y Gaborit, 2016)-, la cual retoma el concepto de Martín-Baró (1990, 2003), en tanto se comprende como parte de las consecuencias psicosociales del conflicto histórico, político, social e identitario que deviene en confrontación armada. Dicho de otra manera, como una manifestación del trauma psicosocial dejado por la guerra en una sociedad, hecho que fomenta la estigmatización y exclusión, además de la creación de visiones del otro como enemigo. Así, las personas se segmentan emocional, cognitiva y conativamente, reduciéndose a categorías o definiciones simplistas y estáticas que conducen a una valoración moral negativa del contrario; en consecuencia, se construyen relaciones de cercanía con los propios y de distancia con el adversario (Blanco y De la Corte, 2003; Martín-Baró, 2003).

Esto puede suceder entre militantes de partidos políticos antagónicos en contextos de conflictos violentos de larga duración (Bar-Tal, 2007, 2013), siendo tres los elementos psicosociales que terminan por constituirse en barreras sociopsicológicas que impiden una solución no-violenta: un ethos del conflicto, una memoria colectiva y una orientación emocional colectiva (Bar-Tal y Halperin, 2014). Para Bar-Tal (2013, 2017), este ethos del conflicto implica creencias sociales contradictorias e irreconciliables para referirse al opuesto, justificando siempre la propia posición, mientras se descalifica la alterna y se estigmatiza la divergencia política.

En ese caso, se cree en la bondad y justicia del propio grupo, que se contrapone a la visión del exogrupo como maligno, constituyéndolo en antagonista y enemigo absoluto (Bar-Tal, 2013; Blanco y De la Corte, 2003; Laclau, 2006; Oren y Bar-Tal, 2006; Schmitt, 1998; Villa, 2019); a quien se le atribuyen características negativas, además de sentimientos de ira, odio y resentimiento (Bar-Tal y Halperin, 2014; Velásquez et al., 2020). En este proceso, se comparten extensivamente creencias y emociones entre miembros de la sociedad, que se extienden de manera amplia, pública y privada en el imaginario social. Todo ello genera productos culturales, materiales educativos y propaganda que fomentan la visión positiva del propio grupo y la negativa del adversario (Bar-Tal y Halperin, 2013).

De acuerdo con Villa y Patiño (2021), estas creencias se acercan a convicciones y certezas que son indiscutibles, por lo que se instalan como repertorios que tienen dimensión identitaria, a manera de fundamentalismos o fanatismos que bloquean cualquier cambio (Avendaño y Villa, 2021; Velásquez et al., 2020; Villa, 2019). Por tanto, pueden generarse discursos radicales de exclusión y odio que bloquean los diálogos democráticos, pues son doctrinas antagónicas que niegan los argumentos de la contraparte desde una perspectiva moral (Haidt, 2019; Mouffe, 2007) y obturan la alteridad y la diferencia, acercándose al dogma de fe. Construidas estas creencias, se desconoce, incluso, la evidencia y se defiende un punto de vista a cualquier costo, sin posibilidad de transformación, puesto que hacerlo implicaría poner en cuestión la propia identidad, traicionarse a sí mismo o a sus principios (Villa y Patiño, 2021).

Ahora bien, previamente Tajfel (1984) había afirmado que las personas se valen de categorías construidas socialmente para ubicarse en los grupos e interpretar una parte de su cotidianidad, haciendo alusión a los atributos con los que estas describen a otros. Cuando se hacen juicios al interior del grupo, se logra una cohesión con base en valoraciones positivas, pero cuando se analiza al adversario, todo lo malo parece exagerarse, hecho que evita el acercamiento. Esta categorización, cimentada en cualidades negativas, es un caldo de cultivo para crear estereotipos hostiles. En síntesis, se cree conocer de forma suficiente al adversario y se considera que no vale la pena dialogar con este (Martín-Baró, 2003; Mouffe, 2007; Tajfel, 1984).

Por lo expuesto, es importante preguntarse por el modo como se conforman estos procesos, al igual que comprender la polarización política como fenómeno interpersonal, social e histórico. No se trata de simples contradicciones democráticas donde la diferencia se media por el triunfo de las mayorías en un ejercicio del agonismo político (Mouffe, 2007), sino de relaciones intergrupales antagónicas, en las que referirse al adversario implica rupturas, discordias, agresiones verbales e, inclusive, violencia (Avendaño y Villa, 2021; Velásquez et al., 2020).

Antecedentes

La revisión de antecedentes se centró en la polarización política ligada con la deslegitimación del adversario. Para esto, se revisaron cien artículos, de los cuales se seleccionaron 49 por su pertinencia con los objetivos del trabajo. Las bases de datos consultadas fueron Cambridge Journals Online, Dialnet, DOAJ, Ebsco, Redalyc, Sage, Scielo y Taylor & Francis. En tanto, se abordaron dos categorías emergentes: “polarización política desde una perspectiva partidista”, centrada en la disputa ideológica que acompaña la adhesión a determinados grupos políticos, y el “papel de los medios de comunicación en la polarización”.

Polarización política desde una perspectiva partidista

Desde la psicología política y las ciencias sociales, hay una trayectoria de investigación en el tema, que muestra un particular interés en la polarización en contextos electorales: las elecciones presidenciales en Argentina y Colombia, el plebiscito por la paz en Colombia, el plebiscito constitucional en Chile o el Brexit en Gran Bretaña (Bonilla-Neira, 2021; De Luca y Malamud, 2010; Del Vicario et al., 2017; Quintero y Marín, 2018; Rico-Revelo y Sottolitta, 2020; Rico-Revelo et al., 2021; Riffo-Pavón y Sancho-Larrañaga, 2021). Otras han analizado las divisiones políticas y partidarias que se construyen en diversas sociedades, profundizando en las particularidades, a veces irreconciliables, entre izquierda y derecha, liberales y conservadores (Haidt, 2019; Luguri y Napier, 2013).

Por su parte, otras investigaciones han asumido la línea de Mouffe (2007) y diferencian entre agonismo político y antagonismo. Tal es el caso de Plata (2016), cuando estudió el uso de etiquetas ideológicas (izquierda-derecha) para dar sentido a las posiciones públicas que asume la gente. Asimismo, pueden destacarse los trabajos de Pérez (2019) con jóvenes militantes de partidos políticos mexicanos (PRI, de centro derecha y Morena, de izquierda) y el de Bohigues (2021), quien llevó a cabo un amplio estudio de la democracia en América Latina, en el que afirmó que algunos radicalismos están en el marco de lo que denominó una democracia igualitaria. Finalmente, Ruano et al. (2018) analizaron las cuentas de Twitter de cuatro candidatos presidenciales en Colombia para el periodo 2018-2022; enfocados en salud, desempleo, educación, corrupción y paz, identificaron que los contenidos eran propios de la ideología política de cada uno.

Pero también pueden rastrearse investigaciones sobre la lógica antagónica, que implica la ruptura del tejido social, la naturalización de la violencia, la descalificación del adversario, el control sociopolítico, la división de la población y el bloqueo del consenso político y la democracia (García-Guadilla y Mallén, 2010; Jorquera y Piper, 2018, Villa, 2019). Finalmente, Villa et al. (2019) y Aguirre et al. (2021) realizaron un estudio cuantitativo y cualitativo, respectivamente, sobre la polarización política entre simpatizantes de un líder político de derecha (Álvaro Uribe Vélez) y otro de izquierda (Gustavo Petro). Así, mostraron cómo, más allá de la ideología, se construye una representación del otro como enemigo, desde unas orientaciones emocionales de desconfianza, resentimiento e indignación que deslegitiman e impiden el diálogo.

El papel de los medios de comunicación en la Polarización

Otras investigaciones se han centrado en el papel que tienen los medios de comunicación para promover la polarización cuando pierden imparcialidad, producen desinformación y propaganda e impiden el acceso a diversas versiones de forma equitativa. En muchas ocasiones controlan los datos, con lo que promueven posiciones en favor de alguno de los bandos, exacerban emociones, moldean actitudes, generan procesos de identificación con un líder y configuran la forma de interpretar la realidad (Bar-Tal y Halperin, 2013; Duell y Valasek, 2019; Elbaz y Bar-Tal, 2019; Groenendyk, 2018; Hutchens et al., 2019; Joslyn et al., 2017; Levendusky, 2010; Malin et al., 2019; Ordabayeva, 2019; Suhay, 2015).

Para ello construyen la agenda pública, conducen la atención hacia ciertos temas en detrimento de otros y manipulan a la ciudadanía, en consecuencia, crean climas emocionales para la acción y refuerzan creencias e identidades que favorecen a un partido político, puesto que someten al público a una exposición selectiva de contenidos que marcan su inclinación y fomentan la polarización (Balán, 2013; Fiorina, 2016; Lee et al., 2018; Martin y Yurukoglu, 2014; Prior, 2013). Incluso, Levendusky (2013, 2017) manifestó que esta lógica antagónica y polarizada se refuerza y reafirma cuando los mensajes que se emiten carecen de contraargumentos, lo que constituye la denominada cámara del eco, donde no hay ningún contraste y se refuerza una sola posición, hecho que termina por construir extremos ideológicos que configuran escenarios de polarización con la información producida (Han y Federico, 2018; Kim, 2017; Olivares et al., 2019). Esto se ha fortalecido, en el último tiempo, con el uso de las redes sociales y el efecto que trae Internet sobre grupos o personas polarizadas (Boxell et al., 2017; Hwang et al., 2014; Kim y Kim, 2019; Shahini-Hoxhaj, 2018; Tewksbury y Riles, 2015).

Método

El presente estudio fue desarrollado desde la perspectiva del realismo crítico (Blanco y Gaborit, 2016), bajo un modelo de investigación cualitativa con enfoque hermenéutico, analizando relaciones y dinámicas del participante, quien construye repertorios subjetivos para comprender su cotidianidad (Trujillo et al., 2019). Además, se inviste de un carácter crítico-social, donde se intenta entender y exponer las formas como el poder ha estructurado interacciones y subjetividades.

En ese sentido, se hicieron ocho entrevistas semiestructuradas que, según Monje (2011), posibilitan la expresión libre del entrevistado sobre los temas propuestos. Para ello, se utilizó la Plataforma Zoom, debido a las contingencias creadas por el covid-19. Los participantes fueron seleccionados por muestreo tipológico y a conveniencia, mediante la técnica de bola de nieve (Hernández et al., 2014; Monje, 2011), de manera que cuatro son militantes del CD y cuatro del movimiento CH,1 oriundos de Antioquia, Valle del Cauca y Bogotá, D.C. Las preguntas giraron en torno a diferentes temáticas, donde se establece un debate en lógica agonista, pero que conducen a antagonismo y polarización con el objeto de comprender sus creencias sobre sí mismos y del contrario: configuración del Congreso, negociación con las FARC-EP, protestas frente al actual Gobierno, sistema de salud, entre otras.

Más adelante, se ejecutó un análisis de contenido guiado por categorías preestablecidas en matrices de coherencia (para analizar lo abordado por cada sujeto) e intertextuales para realizar una mirada comparativa entre sujetos, en busca de elementos comunes y diferenciales en el texto (Flick, 2004). En este punto, se ubicaron unidades de sentido, procediendo en una codificación teórica de primer y segundo nivel (descriptivo e interpretativo, respectivamente) que fueron la base para la redacción de los resultados (Gibbs, 2012). En este proceso, emergieron siete categorías:

  • Creencias sobre polarización política.

  • Creencias sobre posiciones del partido contrario respecto a cada tema.

  • Orientaciones emocionales frente al otro partido, en relación con cada tema.

  • Creencias alrededor de la perspectiva del otro partido sobre el propio grupo.

  • Creencias sobre aspectos a cambiar en ambos partidos.

  • Creencias que impiden la concertación.

  • Orientaciones emocionales frente al adversario.

Cabe añadir que esta investigación se rigió por los principios legales y éticos establecidos por la Ley del Psicólogo 1090 (2006) y la Resolución 8430 (1993) del Ministerio de Salud, siendo clasificada como una investigación de riesgo mínimo. La participación fue voluntaria y libre para retirarse en cualquier momento; todo esto se define en el consentimiento informado.

Resultados

Con base en las categorías, los resultados se dividieron en tres apartados. En el primero, se plantean las creencias que tienen los participantes sobre la polarización política y sus implicaciones en términos ideológicos, para esbozar cómo cada grupo concibe la relación entre partidos en una democracia; de este modo, se estudian las diferencias en el concepto de conflicto y su función, elementos que se trasladan a la forma en la que conciben al otro. Esto último es el segundo momento de análisis, que pretende visualizar las creencias que tienen del contrario y cómo esto afecta su posible relacionamiento. Lo cual desemboca en el tercer apartado, en el que se evidencia cómo la polarización juega en contra de posibles encuentros y acuerdos que conduzcan a soluciones conjuntas frente a problemas del país graves.

Creencias sobre la polarización política

Las convicciones de los militantes que participaron en la investigación exponen su comprensión del ejercicio político en función del antagonismo y la disputa de dos puntos de vista, con la paradoja de que ninguno se ve a sí mismo como polarizado. Los participantes del CD califican negativamente la polarización, asimilándola con la lucha de clases y una oposición que entorpece la gobernabilidad. Por ende, creen que debe ser eliminada o, en su defecto, domesticada para que el rumbo del país sea positivo. Consideran que, si todas las personas trabajan en pro del país, este puede salir adelante, las peleas cesarían y no habría necesidad de disenso, pues se apoyaría al Gobierno en favor de un objetivo común, como expresión de unidad nacional y superación de todo conflicto: “La polarización es el palo en la rueda que no deja que la política avance eficientemente […]. Entonces, yo creería que un país polarizado no avanza en leyes, en materia económica, en cohesión social” (D2, comunicación personal, 2020). Esto también se evidencia en la siguiente afirmación:

Esa polarización es especialmente por las clases sociales. Cómo le quitamos al rico, el rico cómo le quita al pobre… y estamos en ese vaivén de quién quita y quién da […]. Esta es la forma en que la política ha tomado tanta polarización. (D1, comunicación personal, 2020)

Esta lógica antagónica afectaría a la población en general, debido a que se despliega en “un sinnúmero de acciones, actuaciones, comportamientos […] que nos llevan a desinformación y malas prácticas políticas… es decir, llevan a la comunidad a una desinformación” (D4, comunicación personal, 2020). Lo que significa que “andamos en bandos opuestos y cada uno tratamos de que el bueno soy yo y usted es el malo; esa es la polarización, vivimos en dos extremos” (D3, comunicación personal, 2020).

Es así como, para estos participantes, una meta deseable es superar la polarización, pero en sus propios términos, es decir, reduciendo la oposición al máximo posible. Para ellos, es necesario que todos trabajen unidos por el bien del país, sin importar la orientación política, sin lucha de clases, sin distinciones ideológicas, todos buscando el bienestar:

Si usted es diferente a mí, si usted es de derecha y yo soy de izquierda, usted tiene cosas buenas y yo tengo cosas buenas, vámonos y trabajemos por las cosas de los dos, no nos matemos entre colombianos… no se mata a la gente buena. (D3, comunicación personal, 2020)

La perspectiva de los participantes de CH apunta en dirección contraria a la de aquellos del CD, en otras palabras, encuentran en la polarización una oportunidad para cambiar formas de gobernanza en pro de mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía. En este sentido, la consideran como un proceso natural de la dialéctica política y le otorgan una valoración positiva, que es beneficiosa para lograr las transformaciones que ellos reivindican. Coincidirían con lo planteado por Mouffe (2007) al entenderla como un espacio agonístico de oposición, contradicción que favorece el pluralismo necesario para el cambio:

Yo no veo de manera maligna la polarización política, para mí primero es expresión de que la realidad no es única ni homogénea […] en mi opinión no es mala, es muy buena, debe existir, no se debe exterminar, es muy positiva, garantiza la dinámica de la sociedad. (I3, comunicación personal, 2020)

Esta lógica agonista se ve reforzada con el abordaje de los temas a modo de diálogo-negociación, con el que se aseguran no intentar realizar cambios con violencia. Ven en el debate y la discusión una forma de acercarse a los ciudadanos, por lo que, más que superarse, la polarización dinamizaría un cambio social:

Para mí, es ser capaces de sintetizar y de destilar las distintas posturas y los puntos de vista en aspectos sociales, económicos y políticos […]; de coger todos estos elementos, toda esta heterogeneidad, toda esta polaridad y ser capaz de conjugarlos […]. Para mí, la polarización es la capacidad de delimitar, ubicar y definir dos postulados que son antagónicos y que requieren de una superación por medio de ese mismo antagonismo. Es innegable que es diferenciación, que es antagonismo. (I2, comunicación personal, 2020)

Este punto de vista parece hundir raíces en una comprensión dialéctica de la realidad, la cual implica la existencia de contrarios en una concepción de lo político desde el debate y la polémica. Sin embargo, y ahí estriba el problema, para estos participantes la síntesis debería manifestarse como triunfo de su posición; este sería un medio para hacer valer las propias ideas sobre el contrario y obtener una victoria argumentativa que demuestre su error. Por lo anterior, plantean que la controversia social implicada en el debate político puede acudir a “una solución de fuerza; no necesariamente violenta, pero sí en el sentido civil, de movilización, por decirlo así; democrático” (I1, comunicación personal, 2020). No obstante, sobre todo invocan el diálogo-debate en la lógica agonista como base para la toma de decisiones que cambien el rumbo del país:

Esa es la propuesta que nosotros planteamos, la negociación, ¿cierto? […]; hay que invitarlos al debate civilizadamente. Yo pienso que eso es natural en las sociedades, las contradicciones son parte de la vida y de las grandes transformaciones en el mundo. (I2, comunicación personal, 2020)

Desde su perspectiva, este diálogo debe ser paralelo a un trabajo de sensibilización que posibilite a la izquierda el acercamiento con la ciudadanía para:

Convencer a los que forman parte de lo establecido […] de que un cambio no es la ruina ni el acabose. Es lo contrario, es fortalecer un Estado para que pueda darles la mano a todos los habitantes […]; es fortalecer la educación, la salud, el trasporte, la energía y todas esas cosas. (I4, comunicación personal, 2020)

Hecho que requiere un acercamiento a los medios de comunicación para “que haya una apertura y que haya la misma oportunidad que se le da a todos los sectores, a que […] tengamos acceso a los periódicos, a la radio, a la televisión” (I4, comunicación personal, 2020). Paradójicamente, esta victoria dialéctica de la izquierda, propuesta por los participantes de CH, puede conducir al final simbólico y real del adversario, dado que sus argumentos se desdibujarían con su derrota. Pero también, si se produjera un triunfo de la contraparte, se radicalizaría la contradicción, al implicar un mantenimiento del estatu quo y de la ausencia de transformaciones sociales que, según su perspectiva, produciría violencia. En ambos casos, se trata de dejar fuera de juego al oponente, evidenciándose lo que hemos denominado polarización:

En Colombia […], la tradición es que, si yo no estoy de acuerdo con el partido Liberal, le declaro una guerra civil pa’ tumbarlo; si es al contrario y no estoy de acuerdo con el partido Conservador, le hice una guerra civil para derrotarlo; y todas las controversias se dirimieron así. (I3, comunicación personal, 2020)

En síntesis, para los participantes del CD, el conflicto tiene connotación negativa, en tanto que lo significan como entorpecimiento de procesos de desarrollo y progreso, así como ruptura de la unidad necesaria para sacar adelante un proyecto de país. La contradicción es leída como polarización y la igualan con poner un problema frente a todo, de allí que se esfuercen por cerrar las vías a las contradicciones y los debates. Empero, su concepto de unidad pasa más por la homogeneidad, unida a la derrota de la contraparte, la cual debería permanecer en silencio, o bien retirarse de la confrontación. Ello acentúa precisamente la polarización, pues no se reconoce la legitimidad del adversario.

De otro lado, para los participantes de CH, el conflicto es inherente a la vida social y política, por lo que tener posiciones opuestas hace parte del devenir de una sociedad; la connotación es, en consecuencia, positiva. Aun así, al querer que en esta dialéctica sea su visión la que prime, con el objetivo de una sociedad mejor, la resolución de esta contradicción pareciera dirimirse en función de su victoria, lo que paradójicamente fortalece la polarización, debido a que demostrarían la ilegitimidad de la contraparte.

Creencias sobre el contrario en la polarización

Como se ha dicho hasta ahora, la contradicción en los asuntos públicos, propia de la interacción humana y la democracia, no es un indicador de polarización. Incluso los participantes, por razones diferentes, no creen que ejecuten prácticas polarizadoras, aunque terminen contradiciéndose cuando referencian al bando opuesto y se olvidan de los temas y problemas para pasar a un perfilamiento del otro. Creen que es el adversario quien polariza, mientras cada planteamiento termina siendo interpretado en función del grupo contrario, desnudando la paradoja planteada en el punto anterior y evidenciando antagonismo, deslegitimación del adversario y su constitución en enemigo, a quien se discrimina, se excluye y, de ser necesario, se elimina (Bar-Tal, 2013; Blanco y De la Corte, 2003; Laclau, 2006; Martín-Baró, 1990, 2003; Mouffe, 2007; Schmitt, 1998; Villa, 2019).

En este orden de ideas, los argumentos usados se convierten menos en apuntes sobre la cuestión problematizada y más en sospecha frente a la postura del otro. De tal manera que no se mira al contenido, sino al oponente en su identidad, en sus intenciones y desde estereotipos construidos. Así, la postura de grupo -creada a partir de la referenciación negativa y paranoide del contrario como rival, del cual se espera lo peor- limita cualquier posibilidad de concertación (Martín-Baró, 2003; Blanco, 2007). Allí se manifiesta la polarización.

Por consiguiente, cuando se indagó por las creencias que tenían acerca de lo que el bando contrario decía-hacía frente a los temas tratados, los participantes del CD no se concentraron en hacer análisis particulares, sino en categorizar a la izquierda como populista, que entorpece la gestión del Gobierno y busca generar opinión para ganar votos:

Pienso que se ha dedicado más al populismo, a llamar la atención desviándose del verdadero horizonte […] con bonos y con ayudas […]. Pero una idea significativa que verdaderamente esté por el pueblo, para ganar esa popularidad, aún no la he visto. (D1, comunicación personal, 2020)

Entonces, consideran que la gente de izquierda no aporta respuestas a las dificultades del país, que critican solo por el hecho de criticar: “es muy incómodo […], buscan problemas a las soluciones, no soluciones a los problemas […]; no interesa lo que el otro quiera, sino que ya tienen sus objetivos claros” (D3, comunicación personal, 2020). En la búsqueda de un consenso homogéneo, los participantes del CD entran en contradicción con su defensa de la pluralidad, en tanto que no escuchan los planteamientos del adversario, dado que lo han categorizado como radical:

Gracias a dios existe la diversidad de pensamientos y estamos en una democracia. ¡Qué tal que todos pensáramos de la misma forma y que este Gobierno no tuviera una oposición! Eso enriquece el debate y genera nuevas ideas y alternativas para enfrentarnos políticamente, con todo respeto, pero con altura y determinación […]. Yo le soy sincero, en lo personal, poco me atrevería a estar pendiente de las propuestas que hacen aquellos actores de izquierda radical. (D4, comunicación personal, 2020)

Se aprecia, pues, que estos participantes aceptan la existencia de la izquierda, pero desvalorizan su opinión al tratar sus propuestas como populistas y no realistas. Conciben que su oposición desestabiliza el orden social y las instituciones, además de desprestigiar al Gobierno. Desde el estereotipo construido, le cierran canales de expresión e intentan suprimir su perspectiva, catalogada como no pertinente, ilusa, incendiaria y negativa. Por tanto, la descalifican, bloquean y minimizan, llegando al punto de catalogar de izquierda a todo aquello que no coincida con su ideario o programa político.

Esto último se ve claro cuando, al hablar del proceso de paz, algunos participantes del CD tildan a Juan Manuel Santos, presidente que negoció con las FARC, como militante de izquierda, sin reconocer su ideario de derecha solo por dialogar con el enemigo, contrario al enfoque de su partido, que promulgaba combatirles, derrotarles y someterles. Negociar la paz fue una herida política y moral que, para estos participantes, debe superarse, por lo que es necesario “hacer todos los esfuerzos para que nuestra patria vuelva a tomar el rumbo” (D4, comunicación personal, 2020), debido a que “nos metieron unos cuentos de pajaritos volando […], pero nos dimos cuenta de que no era así” (D2, comunicación personal, 2020). Incluso, vinculan la izquierda democrática con grupos insurgentes o la descalifican atribuyéndole una ideología “castrochavista”:

Están dando un plan maquiavélico para terminar, nosotros, como Venezuela o Nicaragua o Cuba […]. Para mí hay una izquierda que está direccionada directamente desde Cuba […]; muchos dirigentes políticos están en ese proceso, nos están llevando a ese punto. (D2, comunicación personal, 2020)

La idea de la izquierda como desestabilizadora del orden social tiene una correspondencia emocional que confirma este perfilamiento y evidencia sus creencias. Sentimientos de desconfianza y miedo aparecen referidos ante cualquier tema abordado y creen que “desafortunadamente nos están creando mucha zozobra, mucho temor, están aprovechando cualquier desliz, cualquier dificultad la están capitalizando” (D3, comunicación personal, 2020). Les atribuyen, además, maldad y rencor. En concordancia con Mouffe (2007), están construyendo una lógica de antagonismo y un registro moral que refuerza la polarización e imposibilita cualquier proceso agonístico de debate democrático:

Yo veo maldad, ganas de hacer daño, sin medir consecuencias […]; creo que son sin contemplaciones, pues lo que ha pasado en Colombia con el caso de la Corte Suprema, lo de Álvaro Uribe, en fin, uno siente, cuando los escucha, un rencor impresionante hacia estos actores y, en especial, hacia este partido. (D4, comunicación personal, 2020)

Este proceso de categorización negativa (Blanco, 2007) es el reflejo de una creencia sobre el adversario, al que se le atribuyen cualidades maléficas para hacer inviable una sociedad (Bar-Tal, 2013). Una idea de enemistad absoluta (Schmitt, 1998) que disminuye la capacidad de pensar a la contraparte como idónea para generar estrategias constructivas para el país. Pareciera, de esta manera, incoherente la visión de estos militantes del CD, cuando se definen a sí mismos como defensores de la democracia y, a su vez, deslegitiman política y moralmente al rival en una lógica en la que su partido sería el adalid del orden institucional que debe ser protegido, precisamente, de ese antagonista.

Ahora bien, los militantes entrevistados de CH no difieren de un modo considerable, puesto que también se encaminan más a perfilar al CD que a analizar sus propuestas. Cuando se les preguntó por cuál creían que era la posición del contrario respecto a los temas mencionados, la respuesta giró en torno a establecer una conexión entre personas de derecha y la búsqueda de beneficios particulares. Afirmaron que estas se orientan “a favorecer a los grandes capitales” (I4, comunicación personal, 2020). De forma similar, señalan que apoyan el uso de la fuerza y la represión para coartar expresiones democráticas contrarias al Gobierno: “Rechazar, estigmatizar, condenar las protestas y convertirlas en enemigos del Estado, atribuirles calificativos que no corresponden con el propósito de deslegitimarlas […] termina tomando cuerpo en la respuesta que da la fuerza pública y el Esmad” (I3, comunicación personal, 2020).

Estos participantes perciben una mala intención del partido de Gobierno, por lo que lo identifican como de extrema derecha y lo vinculan con corrupción, obtención de beneficios inescrupulosos, indolencia y frivolidad frente a la violencia estatal. Estas creencias convertidas en certeza y dogma cierran puertas al diálogo, desde una moralidad que, justamente, condena la corrupción y la violencia, pero que no reconoce aspectos positivos en el interlocutor.

Ante esta situación, la orientación emocional emergente es, de igual manera, de desconfianza, seguida por la indignación, porque constatan, desde su punto de vista, que las personas de derecha no quieren cambiar el rumbo del país; así, los identifican con una “posición sectaria e inamovible de quienes tienen el poder [y] quieren conservar sus privilegios” (I2, comunicación personal, 2020). Lo que les parece “inmoral […] habiendo tanta pobreza y necesidades” (I2, comunicación personal, 2020). Estos sentimientos se acompañan de tristeza, pues para ellos, las personas de derecha deberían ser conscientes de las necesidades del pueblo y, en concordancia, actuar para mejorar el país:

Da tristeza que, siendo personas que tuvieron oportunidad de educarse, investigar, mirar lo que está sucediendo en el país, se plieguen, se queden callados y digan “a mí me importa cinco eso” […]; me da lástima que esas personas no sean conscientes del daño que están causando al país, ellos piensan que están actuando bien […], porque no han tenido la oportunidad de mirar otra forma de ver el sistema. (I4, comunicación personal, 2020)

Se presenta, pues, un panorama donde los participantes de CH identifican que las personas de derecha, particularmente del CD “que siempre han estado en el poder” (I1, comunicación personal, 2020), desean conservar el orden social establecido, valiéndose de diversas estrategias; lo que catalogan como inmoral. Este tipo de reflexiones, a la inversa, también las hicieron algunos participantes del CD, lo que refleja que ambos bandos se ven como baluartes políticos y axiológicos.

De esta tensión, queda la desconfianza mutua, el antagonismo irreconciliable, las atribuciones de maldad e inmoralidad y el sentimiento de indignación. Así, el contrario es percibido no como adversario político, sino como enemigo: debería ser silenciado, estorba, molesta, bloquea la realización de metas, los fines y las propuestas. En consecuencia, se deslegitima, se obtura cualquier acercamiento, se hace justo excluirle o eliminarle; no muy lejano a la historia política de este país esbozada en la introducción.

De igual manera, cuando se indagó sobre cómo creían ser percibidos por miembros del partido opuesto, las respuestas siguieron la misma línea: desconfianza y desprestigio. Los participantes del CD conciben que son percibidos por los militantes de CH como ignorantes y fácilmente manipulables: “para nadie es un secreto […] que el mínimo halago que tenemos de ellos es títeres, que tenemos un jefe máximo que nos maneja como él quiera” (D4, comunicación personal, 2020). De ahí que sientan que son leídos como si “en ningún momento tuviéramos criterio, capacidad de hablar de algún tema” (D4, comunicación personal, 2020). La categorización y el estereotipo se alimentan con otros calificativos como “ser vendidos al sistema”, “oportunistas” o “personas lambonas” (D2, comunicación personal, 2020).

Aparte de esta esta lectura, estiman que “se confunde la derecha con la gente que tiene recursos, empresa, que genera trabajo, como si fueran los malos del paseo” (D3, comunicación personal, 2020). En ese sentido, se aprecia que estos participantes pueden percibir que existe una atribución de maldad por parte de sus adversarios, quienes les endilgarían la responsabilidad de la no resolución del conflicto armado colombiano, considerando que son personas que adoran la guerra y que se alimentan de ella.

Por su parte, los participantes de CH refieren que son percibidos por el CD como relacionados con las guerrillas. Ya sean estudiantes, militantes políticos, sindicalistas, indígenas o periodistas de oposición, “hay sectores muy reaccionarios del uribismo que, incluso, ven este tipo de sectores de la sociedad civil, que son totalmente pacíficos y no-violentos, como enemigos internos” (I1, comunicación personal, 2020). Esta creencia conecta con una lógica más antigua, que hunde raíces en las doctrinas de seguridad nacional y en la Guerra Fría, identificándolos con el comunismo -ahora denominado castrochavismo-, como forma de descalificación y justificación de su exclusión.

Además, creen que los medios de comunicación son utilizados de forma sistemática para deslegitimar sus propuestas y movilizaciones, de una manera “mentirosa y acomodaticia […]. Normalmente, se recurre a los calificativos de siempre, expresiones de algunos voceros, tanto del Gobierno como del partido de gobierno, en sentido de señalar a los que marchan” (I3, comunicación personal, 2020). Manifiestan que se les acusa de querer dejar en quiebra al país o llevarlo a la pobreza, considerando que intentan generar miedo e indignación social como orientaciones emocionales en contra del orden institucional. Así, el fantasma del castrochavismo se utiliza para aprovechar la situación de Cuba y Venezuela como ejemplo disuasorio, queriendo reseñar el fracaso en el manejo de un país. De este modo, se sienten excluidos y señalan indignación, porque con esta estigmatización se les cierran puertas y se difama su acción política.

Creencias sobre posibles acercamientos al adversario

Se ha visto que los dos tipos de participantes experimentan distancia social y presentan creencias moralmente negativas sobre el otro, atribuyéndose mutuamente una intencionalidad de atentar contra la estabilidad del país o de bloquear cambios hacia mejores condiciones de vida, según su orientación política. En este contexto, se hace necesario indagar por las posibilidades para dialogar, negociar y concertar, de tal manera que se pueda construir un escenario más agonístico para encontrar salidas constructivas a las diversas problemáticas que aquejan a Colombia. Por ello, se les propuso pensar en aspectos tanto de la propia colectividad como de la contraparte que podrían cambiar para acercarse a la otra perspectiva, pero también, qué impediría este acercamiento.

En el primer punto, los participantes del CD plantearon que no debían cambiar nada, argumentando que un sistema democrático y plural protege sus formas de pensamiento, expresión y ejercicio político: “yo pienso que cambiar nuestro pensamiento y nuestra ideología sería incoherente, ¿cierto? Si nosotros estamos acá, es porque nos identificamos plenamente con el partido que representamos” (D4, comunicación personal, 2020).

De todas formas, aceptan que existen expresiones de odio de lado y lado que deberían disminuir: “tenemos que bajarle al tono de las palabras, pero también llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, yo he visto izquierdas aquí en Colombia que son muy bien estructuradas…” (D2, comunicación personal, 2020). Sin embargo, el uso de calificativos como castrochavismo siguen haciendo parte de su repertorio, con lo que queda desvirtuada la invitación a superar los odios: “desafortunadamente… están direccionados desde afuera […], el grupo cubano que siempre ha estado creando su socialismo, lo exporta, crea un adoctrinamiento” (D3, comunicación personal, 2020).

Se reafirma, entonces, que cuando estos participantes plantean construir unidad para alcanzar progreso, se trata más de homogeneidad, con lo cual se anula la pluralidad que sugieren y obturan cualquier crítica y debate político. En nombre del desarrollo, cierran puertas a cualquier divergencia, en contradicción con el sistema democrático invocado para legitimar sus ideas de derecha; mientras tanto, subrepticiamente, descalifican al adversario, esa voz opositora sin la que no habría democracia. Desde este punto de vista, más que acercarse al opuesto, se pretende su dilución; los disidentes deben dejar de serlo, plegarse a unos supuestos intereses superiores y dejar de ser ellos mismos. De un modo paradójico, se propone una convocatoria a la unanimidad que elimina precisamente la lógica democrática y acentúa la polarización:

Debemos aceptar las diferencias, haciéndolo; vamos y trabajemos por una unidad, no nos desgastemos […]; sentémonos y trabajemos con base en proyectos. Por ejemplo, el grupo de Cuba […], ahí es muy difícil, es como unir el agua y el aceite… ¿si me entendés? Porque son dos objetivos totalmente opuestos, unos pensamos en Colombia y mejorar nuestra situación, reformar muchas cosas, pero no tenemos un modelo como el que ellos traen: un formato ya dado. (D3, comunicación personal, 2020)

En este sentido, atribuyen un radicalismo y una inflexibilidad a la izquierda, considerando que debería cambiar su falta de voluntad política para dialogar en beneficio del país. Pero ese diálogo termina por ser una invitación al monólogo: es necesario que ellos existan para justificar la propia posición, pero si existen, tendrían que plegarse, no cuestionar y dejar gobernar, o bien borrarse, desaparecer. Tolerancia en una parte del discurso, convertida en cerrazón y exclusión en la siguiente. Para estos participantes los miembros de CH deben mostrar voluntad para conversar, mientras abandonan su “actitud retadora y confrontadora” (D4, comunicación personal, 2020). Domesticación de la oposición, lo que desdibuja la diferencia:

Tienen que cambiar las perspectivas […] y bajarse un poquito de que son los únicos que pueden darle esperanza y resolución al país, cuando así no es… Es que ellos pueden hacer eso, indudablemente, pero lo que deben hacer es acercarse… dejar de ser tan sectarios. (D2, comunicación personal, 2020)

Ahora bien, sucede de forma similar, aunque con otros contenidos, en los participantes de CH. En relación con lo que debe cambiarse de su colectivo, su respuesta inicial fue simétrica. Es decir, no es necesario cambiar la posición, sino presentarla abiertamente en debate, en un escenario dialéctico y democrático:

Yo diría que no hay motivo para acercarnos, no creo que ese sea el propósito; yo creo que la humanidad debe garantizar, más que acercar posturas contrarias, es reivindicar la posibilidad de la dialéctica, de generar una controversia de ideas. (I3, comunicación personal, 2020)

Modificar algunas de sus posiciones y perspectivas sería una renuncia a su lucha histórica, ergo, una traición a su identidad y principios: “Personalmente, no creo que tenga que cambiar, ¿hacia dónde? ¿Renunciar a la realidad? ¡Muy imposible! ¿A la realidad social y económica del país? ¿Renunciar a criticar toda la implementación del liberalismo, del capitalismo salvaje? ¡No!” (I2, comunicación personal, 2020). Es importante analizar la expresión “renunciar a la realidad”, puesto que implica un lugar de posesión de la verdad en el que son ellos quienes logran captar verídicamente lo que sucede, una idea de la que no se puede desistir. Es como si, por otra vía, se llegara al mismo punto de aporía: la imposibilidad de concebir legitimidad en el punto de vista contrario, al que se busca derrotar dialéctica y políticamente:

Nosotros tenemos que hacer un esfuerzo muy grande por conquistar la población en general, porque hay mucha población en Colombia, sobre todo estas clases bajas que no tienen nada de estudios ni educación, que son manejadas por medio del miedo, la tradición, la religión y por medio del mismo conservadurismo. (I1, comunicación personal, 2020)

En relación con aspectos que deben cambiarse del bando contrario, los participantes de CH son incluso más prolijos que los participantes del CD, enunciando prácticas y discursos que debe transformar la derecha. En primera instancia, desean no ser asimilados con organizaciones al margen de la ley:

Yo creo que el punto más importante y en el cual el uribismo debería entendernos es que nosotros, como fuerzas progresistas, sea Partido Verde, Colombia Humana, no estamos ni estuvimos nunca con el tema de la lucha armada, del secuestro ni el tráfico. (I1, comunicación personal, 2020)

En segunda instancia, consideran que la derecha debe dejar actividades que apunten a la acumulación de capital y la privatización de recursos públicos. Esto debido a que “la privatización de patrimonio público le hizo mucho daño a este país; se lo entregaron a grandes capitales nacionales e internacionales que han usufructuado y empobrecido poblaciones” (I2, comunicación personal, 2020). Adicionalmente, igual que lo plantearon los participantes de derecha, les piden que se abran al diálogo, pues “si se abre el espacio de conversación civilizada, ¡hombre!, puede que no cambien, pero es la oportunidad de cambiar de rumbo” (I2, comunicación personal, 2020).

Esta versión de diálogo implica la necesidad de convencer al oponente de su desvarío, un medio para que las personas de derecha “abran sus ojos” y se den cuenta de sus “errores”, en un discurso moral que invita a convertirse del “lado de la vida” (I4, comunicación personal, 2020). Dicho de otra forma, la izquierda no solo debe conquistar a los votantes no involucrados activamente en política, sino también a las personas de derecha para cambiar su discurso. Otra forma de unanimidad y homogeneidad.

Un último pedido que hacen los participantes de CH está relacionado con el acuerdo de paz con las FARC. Para ellos, es fundamental que el CD los acepte, porque sería clave que “voltearan la página y entendieran que ya tenemos que seguir con el proceso, que no hay marcha atrás” (I1, comunicación personal, 2020). Por su parte, los participantes de derecha estiman que el gobierno de Santos hirió gravemente la democracia tras, según su opinión, saltarse los resultados del plebiscito: “yo cada vez que tengo la oportunidad de mencionarlo lo hago, en cuanto al proceso de paz, nosotros estamos en contra y seguimos en contra de ese nefasto proceso” (D4, comunicación personal, 2020).

Discusión

En la primera parte de este artículo, se planteaba que el escenario político y de lucha por el poder en democracia pasa por el debate y la oposición, por la lógica agonística y polémica que posibilita el arte de lo público (Mouffe, 2007). Desde esta perspectiva, algunos autores han teorizado de forma positiva la polarización (Bohigues, 2021; Lachat, 2008; Plata, 2016). No obstante, a partir de los hallazgos de esta investigación, el escenario creado no sería necesariamente este, sino el de descalificación del adversario y la afirmación casi dogmática del propio punto de vista, inspirados en el seguimiento al respectivo líder (Delgado, 2021; Rosanvallon, 2020). En este marco, cuando los participantes invocan la democracia, lo hacen desde un lugar común; mientras que sus palabras, acciones y prácticas parecen orientarse hacia la deslegitimación, descalificación, exclusión y, siguiendo la historia de este país, hacia la eliminación física del adversario. En Colombia esto ha derivado en violencia política.

Por esta razón, el presente trabajo aborda la polarización política como fenómeno psicosocial, situado históricamente, con repercusión en las interacciones cotidianas, trayendo consigo rupturas de difícil conciliación, a través de creencias que configuran un ethos social alrededor de formas para comprender la historia, la gobernanza y lo que debe ser Colombia, las cuales guían la acción cotidiana de diversos actores. De esta manera, no se hace referencia al uso del término como parte del debate agonístico propio de la democracia (Bohigues, 2021; Lachat, 2008; Mouffe, 2007; Plata, 2016) ni tampoco desde el uso ideologizado que hacen los participantes, en el que un bando señala al contrario de polarizar por situarse en una orilla política diferente, por cuestionar o hacer control político.

No sobra insistir que desde el marco teórico que partimos, la polarización se entiende como una manifestación del trauma psicosocial en sociedades profundamente divididas, en muchos casos, atravesadas por conflictos armados de larga duración. Implica, entonces, la deslegitimación del adversario cuando se convierte en enemigo absoluto y una versión paranoide que busca su dilución, exclusión o eliminación (Bar-Tal, 2013, 2017; Martín-Baró, 1990, 2003; Schmitt, 1998), como se ha visto en algunos planteamientos de los participantes.

Los militantes-participantes construyen sus creencias como convicciones (Villa y Patiño, 2021), referidas a su pertenencia e identidad grupal. Desde allí, leen los eventos históricos y obtienen un sustento ético para afirmar su posición, en contradicción con el oponente. En consecuencia, es normal y certero que cada uno observe fácilmente la paja en el ojo ajeno, pero que sean incapaces de verse y reflexionar sobre su endogrupo. Así, realizan un juicio moralizante (Mouffe, 2007) que responde a su propia matriz de izquierda o derecha (Haidt, 2019). Por ello tienden a leer al grupo adversario desde un calificativo, asignándole un nivel de maldad (Laclau, 2006).

Al sintetizar el ethos o la matriz moral de cada colectivo, desde la que guían sus creencias, actitudes y acciones, los participantes del CD se centran en la protección y la conservación del orden social establecido, la estabilidad, la gobernabilidad y las formas como han concebido el desarrollo y el progreso; esto se asimila como una posición conservadora y de derecha (Haidt, 2019). Al mismo tiempo, los participantes de CH se identifican con una matriz liberal y de izquierda, centrada en la necesidad de cambio, justicia, equidad, protección de derechos, mejores condiciones de vida (Haidt, 2019) y el cumplimiento de los acuerdos de paz.

Estas posturas no implican necesariamente rupturas y exclusiones, pero la lógica polarizada asumida las convierte de manera mutua en excluyentes (Delgado, 2021; Laclau, 2006). La perspectiva del propio grupo se convierte en una autorreferencia absoluta, en donde se opone al otro solo por ser ese otro, interpretado como enemigo. Esto sería una manifestación del trauma psicosocial en sociedades con conflictos de duración prolongada (Aguirre et al., 2021; Bar-Tal y Halperin, 2014; Blanco y De la Corte, 2003; Martín-Baró, 1990, 2003). En el contexto colombiano, probablemente la violencia del conflicto armado sea facilitadora de este ethos que se relaciona con orientaciones emocionales de desconfianza y miedo, deslegitimación, propaganda agresiva, coerción y señalamiento.

En este sentido, en Colombia, la violencia profundiza la polarización política y contribuye a que cada grupo genere creencias sociales sobre el adversario, referenciándolo moralmente desde identidades sociales cerradas, en tanto se evidencian dinámicas de exclusión, prejuicio, rechazo y discriminación (Aguirre et al., 2021; Blanco, 2007; Bar-Tal, 2013; Haidt, 2019; Tajfel, 1984; Villa et al., 2019), escenario que produce atribuciones de maldad que son endilgadas al adversario político (Laclau, 2006; Mouffe, 2007). Puede rastrearse, así, lo que Martín-Baró (2003) llamó imagen especular: una relación moral inversamente proporcional entre ambas tendencias políticas, donde la propia es causa justa y moralmente positiva, mientras la del contrario estaría dotada de maldad, por ende, lo que se valora y admira del propio grupo es cuestionado y denunciado en el contrario.

Asimismo, Tajfel (1984) planteó que las personas se comprometen emocionalmente con el mantenimiento de sus estereotipos y prejuicios en la medida en que, como creencias-convicciones, dejan de ser contrastadas con la realidad misma (Villa y Patiño, 2021. Los participantes afirman hasta el cansancio que ellos no apoyan las AUC ni a las guerrillas y que tampoco respaldan los falsos positivos, en fin, que no son actores violentos, que actúan por el bien del país. Pero estos reclamos llegan a oídos sordos, dado que, cuando referencian al adversario, no parecen ver seres humanos, sino una gran aglomeración llamada izquierda o derecha, un otro difuminado o una masa informe con la que no es posible conversar o negociar, dada la atribución de maldad, la desconfianza y el miedo.

Los participantes de CH dicen apuntar a una superación de la fricción cuando sus tesis triunfen, lo que equiparan con el bienestar del país. Empero, la percepción que tienen del contrario no posibilita la antítesis agonística, en tanto la enemistad constituida no permite ver en el CD cualidades positivas. Por su parte, los participantes del CD invitan a dejar los extremos y trazar un objetivo de progreso para el país, coincidiendo, incluso, con algunos postulados de izquierda. A pesar de ello, al identificarlos con Petro -líder de CH-, los asimilan con la insurgencia armada o conceptos etéreos y descalificadores, como el castrochavismo, obturando las posibilidades democráticas y fortaleciendo la polarización.

En este sentido, Avendaño y Villa (2021) y Velásquez et al. (2020) evidenciaron que se presentan rupturas, disputas o dificultades relacionales, inclusive, en contextos sociales y familiares; por ejemplo, se decide evitar conversaciones alrededor de la política para no afectar las relaciones cotidianas o se producen distancias para eludir confrontaciones. De esta forma, la necesaria conversación sobre lo público, el debate agonístico, queda coartada y los temas de interés general son relegados al mundo de la politiquería y los operadores políticos. Oportunidad expedita para que los líderes políticos con quienes la gente se identifica de forma irreflexiva, no como sus representantes, sino como posibles mesías, tomen vuelo y constituyan una lógica populista (Delgado, 2021; Rosanvallon, 2020) y polarizada. Todo esto, al final, redunda como barrera psicosocial para la construcción de la paz y la reconciliación en Colombia.

Se produce un círculo vicioso en el que se explotan de nuevo creencias, emociones y marcos ideológicos para mantener la lealtad de los seguidores. En el contexto colombiano, los líderes de estos movimientos políticos, el expresidente Uribe y el senador Petro, cumplen con este papel, generando admiración, identificación y la adopción de su terminología. Tal es el caso de la analogía de “el lado de la vida” de los participantes de CH o la valoración superlativa de la seguridad democrática en participantes del CD. Es así como estos líderes y movimientos dan pautas de conducta, con las que acentúan en el país las diferencias entre estas facciones (Aguirre et al., 2021; Villa et al., 2019).

Respecto a este dilema, Mouffe (2007) se preguntó: ¿cómo es posible salir de esta dicotomía del registro moral? Para ello, reafirmó la concepción de lo político como espacio de confrontación dialéctica, inseparable de la experiencia humana, escenario de debate y disenso que enriquece la democracia, con lo cual se reitera que el conflicto no debe acabar. Dentro de estos límites, es imperativo abandonar la deslegitimación y descalificación del adversario, que se logra “gracias al establecimiento de instituciones y prácticas a través de las cuales el antagonismo potencial pueda desarrollarse de un modo agonista” (Mouffe, 2007, p. 27). Estas prácticas e instituciones, que denominó la política, son baluarte para una acción política sin polarización.

Se tiene, pues, de la mano de Mouffe (2007), una alternativa basada no en la eliminación de la izquierda y la derecha, sino en la transformación de esta lógica totalitaria, populista y moralizante que apunta al bien y al mal, a los buenos y a los malos (Laclau, 2006). Se trata del trámite y sostenimiento de la disensión mediante prácticas e instituciones que permitan acercarse a la humanidad del contrario. En ese orden de ideas, la tarea de la democracia es transformar el antagonismo en agonismo para encontrar, en términos de Bar-Tal (2013), la legitimidad de los objetivos del adversario, aun cuando se disienta de estos.

Este trabajo logra comprender cómo se configura la polarización política de acuerdo con los planteamientos de los participantes: en la fragmentación descrita, la negación del otro y las dificultades profundas para reconocerse mutuamente. Este reconocimiento debe hacerse más allá de un simple diálogo que ignore la construcción social, histórica e identitaria que les constituye. De allí que sea pertinente apuntarse a deconstruir los sistemas de creencias sociales que justifican posiciones radicales y conforman este ethos, procurando transformar sus dimensiones emocionales y afectivas para evitar que se asuman matices pseudorreligiosos.

Finalmente, es menester expresar la necesidad de que más autores trabajen el concepto de polarización política y posibiliten su comprensión desde horizontes más comprehensivos y no como muletilla para desconocer las fracturas profundas que históricamente se han constituido en la sociedad colombiana. Sin ser este trabajo la última palabra, se exhorta a los investigadores a pensar formas complementarias del fenómeno, con el fin de construir cuerpos de conocimiento que permitan no andar a ciegas frente al tópico o asumirlo como sine qua non de cualquier proceso de análisis político. A este respecto, el límite del presente artículo estriba en el número de participantes, puesto que, para establecer mayores generalizaciones, se debería ampliar la muestra y desarrollar otros análisis que permitan formular de un modo más amplio conclusiones alrededor de este fenómeno en Colombia.

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1Para asegurar el anonimato y la confidencialidad, los participantes fueron codificados de la siguiente forma: militantes del Centro Democrático (D1, D2, D3 y D4) y de la Colombia Humana (I1, I2, I3 e I4).

Citar así: Villa Gómez, Juan David; Sarmiento Rojas, Juan Camilo. (2023). Polarización y creencias sociales en algunos militantes de dos partidos políticos ideológicamente antagónicos en el marco del posconflicto en Colombia. Revista Guillermo de Ockham, 21(1), 7-29, https://doi.org/10.21500/22563202.5433

Editor en jefe: Carlos Adolfo Rengifo Castañeda, Ph. D., https://orcid.org/0000-0001-5737-911X

Editor: Fraidy-Alonso Alzate-Pamplona, M. Sc., https://orcid.org/0000-0002-6342-3444

Coeditor: Claudio Valencia-Estrada, Esp., https://orcid.org/0000-0002-6549-2638

Copyright: © 2023. Universidad de San Buenaventura Cali. La Revista Guillermo de Ockham proporciona acceso abierto a todo su contenido bajo los términos de la licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0).

Declaración de intereses: Los autores han declarado que no hay conflicto de intereses.

Disponibilidad de datos: Todos los datos relevantes se encuentran en el artículo. Para mayor información, comunicarse con el autor de correspondencia.

Financiación: Ninguno. Esta investigación no recibió ninguna subvención específica de agencias de financiamiento de los sectores público, comercial o sin fines de lucro.

Descargo de responsabilidad: El contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva de los autores y no representa una opinión oficial de sus instituciones ni de la Revista Guillermo de Ockham.

Recibido: 28 de Mayo de 2021; Revisado: 28 de Marzo de 2022; Aprobado: 16 de Mayo de 2022

*Correspondencia: Juan David Villa Gómez. Correo electrónico: juan.villag@upb.edu.co

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