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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.4 Bogotá Jan./June 2006

 

LOS VALORES EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL

 

(Values in Professional Education)

 

MARTHA H. ARANA ERCILLA1

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Universidad Pedagógica Nacional maranae@yahoo.es

Artículo corto Recibido: Mayo 2 de 2006 Aceptado: Mayo 24 de 2006


 

«El fin de la educación no es hacer al hombre rudo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir, sino prepararlo para vivir bueno y útil en él».

José Martí

Resumen

Este artículo es producto de la investigación de la autora sobre la formación integral, la cual se debe fundamentar en una unión entre el conocimiento socio-humanista y el científico-tecnológico, que han sido vistos como espacios aparte y a veces contrapuestos, lo que ha conllevado a planteamientos equívocos en las estrategias pedagógicas de educación en valores profesionales. Este trabajo, pretende contribuir a la reflexión y el debate en el área.

Palabras clave: Educación en valores, formación profesional integral, formación humanista.


 

Abstract

This article is the product of the author’s investigation into integral training, which should be based on a unity between socio-humanistic and scientific-technologiacal knowledge. Those two areas have been seen as two separate fields, even opposites, which has led to equivocal approaches in the pedagogical strategies for education in professional values. This work aspires to contribute to further debate and reflection about the subject.

Key words: Education in values, integral professional training, humanistic training.


 

Introducción

El presente artículo tiene como referente la investigación realizada en los años noventa en el Instituto Superior Politécnico «José Antonio Echeverría» de La Habana, universidad rectora de la formación de ingenieros y arquitectos en Cuba, donde como investigadora principal desarrollé junto a un grupo de profesores, la investigación «La cultura profesional y la educación en valores en el proceso de formación». Su realización fue motivada por la preocupación que se tenía en la dirección de la universidad y los profesores sobre ¿cómo lograr la formación integral desde la profesión?, cuestión que en principio se relacionó con la ampliación e integración de conocimientos socio-humanistas a la profesión y, más tarde, conllevó a la determinación del sistema de valores profesionales, a cambios en los diseños curriculares así como a la definición de estrategias didácticas de educación en valores que contemplan las asignaturas.

Entre los principales resultados obtenidos se encuentran: la definición de un modelo pedagógico de educación en valores para la formación del ingeniero; una metodología para el diseño curricular de los valores en los programas, años y asignaturas; y una metodología para el diagnóstico de valores en los estudiantes. Dichos resultados por su carácter general fueron introducidos en diferentes carreras del país y también en otras universidades extranjeras, entre ellas la Universidad Central Lisandro Alvarado de Barquisimeto en Venezuela, formadora de médicos y enfermeras.

Proporcionar a la formación profesional una cultura integral requiere de una transformación de la concepción de los perfiles profesionales y, por tanto, de los diseños de los programas académicos; de las estructuras que los dirigen y monitorean: los colectivos docentes, las asignaturas y las formas de dirección. Del mismo modo, es una necesidad la definición de nuevos conceptos y principios de formación, que van definiendo una concepción y realidad pedagógica que centrada en los procesos universitarios interrelacionados, dirigidos éstos al desarrollo de la personalidad que exige no sólo conocimientos y habilidades, sino valores de la profesión bien definidos.

En la actualidad, como parte del trabajo que realiza la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca dirigido a la formación integral del profesional, se inició un proyecto de investigación, con la colaboración de profesionales especializados de la facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana y del Centro de Estudio Superior sobre Educación de la Universidad Autónoma de México; tiene como objetivo diseñar estrategias pedagógicas en valores para la responsabilidad social del trabajador social.

El proyecto en mención tuvo como punto de partida el convencimiento de que la formación profesional integral se logra al eliminar la separación y aislamiento existente entre la cultura socio-humanista y la científico-tecnológica, definiendo así estrategias pedagógicas que vinculen los conocimientos, las habilidades y los valores.

Lo anterior supone cambios en el proceso docente educativo, la concepción de la formación profesional, el diseño curricular y la capacitación profesoral; esta última cuestión destacada como necesidad de la educación en Colombia, en los estudios de percepción sobre la ciencia y la tecnología realizados por Colciencias en 2005 a profesores universitarios y maestros (Colciencias, 2005).

Con base en los resultados de investigaciones anteriores, y de las perspectivas de desarrollo en la educación superior, se exponen en este trabajo algunos fundamentos de partida para el avance de la investigación y del debate sobre tan relevante tema.

Sobre la educación

Todo proceso educativo supone un para qué explícito e implícito. Cualquier acto educativo se realiza con una finalidad social, aunque no siempre haya respondido a los ideales del humanismo, muchos ejemplos existen en la historia como el fascismo, el consumismo y el individualismo, por sólo ofrecer algunos ejemplos. Los problemas económicos, políticos y sociales que atraviesa la humanidad son generados por sujetos «educados».

Todavía se está lejos de ser congruentes con los principios humanistas que durante todas las épocas se han proclamado en las diferentes concepciones filosóficas, políticas y religiosas, en busca del bien común. Manifestación de ello es el incremento de la intolerancia, la pobreza, la dominación, la discriminación, la violencia, la drogadicción, y otras desviaciones del camino hacia el humanismo. Son diversas las causas, desde las relaciones sociales establecidas, las tradiciones, cambios en la familia, influencia de los medios masivos de comunicación, hasta el desarrollo alcanzado por el ser humano mediante la ciencia y la tecnología. Sin lugar a dudas, detrás de todo se hallan las carencias y deficiencias educativas de las instituciones sociales.

Entre los problemas educativos destacan los siguientes: ¿cómo lograr una educación comprometida con el ser humano?, ¿cómo eliminar dialécticamente la concepción educativa positivista, instrumentalista, disciplinaria y reproductiva? y ¿cómo renovar la cultura de las instituciones educativas hacia una mayor flexibilidad?

Pedagogos, filósofos, psicólogos, sociólogos dedicados a la investigación y la práctica educativa en diferentes épocas históricas, han intentado definir un criterio único sobre: ¿qué entender por educación y cómo educar?, esfuerzo aún no logrado puesto que lo han hecho a partir de sus experiencias histórico concretas y de los conocimientos acumulados en cada momento. Son numerosos los avances que se producen desde diferentes disciplinas sobre el conocimiento de la vida, el ser humano y el universo, que contribuyen y obligan a cambios en la educación.

En la contemporaneidad para entender la Educación, es necesario ante todo comprender la naturaleza humana. El ser humano que la educación debe formar es el dado por la condición como tal, integrando los ambientes culturales y sociales que en última instancia lo determinan. La escala de valores cambia en cada época; su jerarquía y contenido no permanece igual en dos momentos de la historia. Ayer era la valentía, hoy en día es el conocimiento y la preservación de la vida. Tanto en el presente como en el pasado, nuestro ideal educativo es obra de la sociedad. Se puede afirmar que la educación es el proceso social que tiene como misión mantener, preservar, desarrollar la cultura humana, en su contexto histórico general y específico y conducir hacia el progreso.

De lo anterior se infiere que es necesario comprender la relación intrínseca que existe entre la cultura, la educación y el desarrollo social. La cultura es creación humana, esencia que nos diferencia e identifica a los seres humanos, entre ellos y las demás especies. La sociedad, es el medio y la organización en que ésta se desarrolla. La educación, es el proceso intencionado de influencias sociales y culturales, que permite el desarrollo individual de la personalidad, de los grupos sociales y de la sociedad en su conjunto.

La cultura como creación espiritual y material de la humanidad, es a la vez el contenido y la fuente de la educación, del mismo modo que a través del proceso social educativo se logran el avance, el desarrollo, la socialización, el mantenimiento y la permanencia de la creación humana en toda su diversidad. La educación, al constituirse en proceso de influencias que ejerce en la sociedad, la familia, la escuela, los medios de comunicación, y las instituciones sociales, en las personas y grupos, recibe y ofrece conocimientos que son parte integrante de la cultura.

Por consiguiente, se identifica la contradicción dialéctica de la educación como proceso social. Por una parte es conservadora, puesto que salvaguarda la cultura de generación en generación, en ocasiones defendiendo conocimientos, concepciones y tradiciones no correctas; por ejemplo hasta hace pocos siglos se afirmaba de manera tajante que la tierra era plana y el centro del universo, y todas las concepciones de diverso carácter eran antropocéntricas; y por otra, es liberadora y transformadora, como lo evidencian los nuevos descubrimientos sobre el cosmos, el genoma humano, la informática, las telecomunicaciones, la nanotecnología. Esta contradicción de la educación produce avances y estancamientos en dependencia de los contextos; lo importante es descubrirlos y dinamizarlos a favor del progreso.

Se puede resumir que la educación es un proceso de concienciación social en constante evolución y ascenso, sobre el cual inciden múltiples factores del acervo cultural espiritual y material de la humanidad, determinando la personalidad, el ser, pensar y actuar en la sociedad.

La generación de nuevos conocimientos exige actualizar los procesos de enseñar y aprender. Son necesarias nuevas concepciones educativas que integren los avances científicos y tecnológicos para potenciar, actualizar e intencionar la enseñanza y el aprendizaje. Por ejemplo, biólogos, etólogos, psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, físicos, químicos, matemáticos, fisiólogos, neurólogos, y decenas de científicos-profesores entre ellos destacados como: J Mosterín, P. Medawar, E. Wilson, M. Gardner, K Lorenz, R. Ardrey, C. Sagan, F. Ayala, J. Díaz, L. Ruíz, M. Toharia, T. Dobzhandsdy, E. Mayr, G. Simpson entre otros, como también diversas asociaciones de científicos, propugnan por la unidad del conocimiento y de la ciencia para, de manera integral y coherente, comprender la naturaleza del universo, de la vida, de los seres humanos, y se tome conciencia sobre ¿quiénes somos, de dónde venimos, para dónde vamos y qué requerimos para ser verdaderamente humanos?

Las ciencias que estudian la educación son expresión real de que nuevos conocimientos permiten enriquecer a la enseñanza y el aprendizaje, desde diferentes dimensiones del ser humano. Si se acude a la historia de la educación, se observa que en cada época son incorporados nuevos conocimientos que la desarrollan como la sociología, la psicología, la biología, la antropología, entre otras. Se comprende que un proceso complejo como la educación, no puede ser objeto de estudio de un solo campo del saber; de aquí se infiere que dicho enriquecimiento tributa al desarrollo de la pedagogía como ciencia que unifica los conocimientos necesarios a la educación misma.

Existe una necesidad de cambios en la educación. Es ineludible que maestros y profesores reflexionemos sobre: ¿cómo debe ser ésta y la formación de las nuevas generaciones ante el progreso del conocimiento?, ¿qué significa ser maestro y profesor en la actualidad? y entonces, ¿qué y cómo debemos cambiar?

En algunos sectores de maestros y profesores se piensa que todo está bien, pues para ellos sus concepciones y estrategias les ha dado resultados, por tal razón afirman: ¡«así aprendí y he tenido resultados»! Esta actitud refleja falta de comprensión de los acontecimientos sociales en que se vive y de actualización en el avance de la ciencia contemporánea. Así, se mantienen las relaciones de poder del conocimiento del profesor frente al estudiante, que impiden desarrollar el diálogo, la participación crítica y creativa, la flexibilidad y el compromiso hacia procesos educativos con fundamento en la ciencia.

Es necesaria una manera diferente de pensar y actuar en la educación, que elimine las verdades absolutas; el conocimiento per se; los sentidos y actitudes de poder y dominio centrados en conocimientos cerrados; los reduccionismos disciplinares, que impiden la integración, relación y flexibilidad de los conocimientos científicos, tecnológicos y sociales, y las estrategias que desarrollan motivaciones cognitivas y afectivas del ser humano.

La educación como proceso social debe responder a las exigencias de las nuevas realidades, a través de la formación de un ser humano más culto, donde la ciencia, la tecnología y las humanidades sean partes integradas e integrantes de cultura profesional; así como hoy el desarrollo científico y tecnológico se encarga de transformar los derechos humanos en derechos de tercera generación (colectivos, del medio ambiente, del desarrollo humano sostenible; la responsabilidad y compromiso social de las instituciones, organizaciones y de la persona); la gestión de los recursos en gestión del conocimiento; la dirección por instrucción en dirección por valores, donde la participación y la creatividad de las personas estén presentes; también es necesario transformar la educación y la formación de los futuros profesionales.

La universidad, debe formar un ser humano profesional o un profesional humano con capacidades para asumir los retos de la época contemporánea, que adquiera conocimientos científicos y tecnológicos idóneos, y a la vez portador de valores humanos para el óptimo desempeño como miembro de la sociedad. Su formación debe combinar competencias laborales con cualidades personales para el ejercicio responsable de la profesión.

La cuestión no estriba en la mayor o menor información que un profesional posea, sino en los principios y concepciones de que disponga para comprender a la sociedad; el lugar de su profesión, y gestionar adecuadamente los conocimientos científicos y tecnológicos que acumule. La formación profesional integral significa el desarrollo de una cultura que permita interpretar el paradigma vigente, los contextos específicos; así mismo, desplegar capacidades y actitudes que permitan prácticas profesionales con sentido de progreso humano.

La educación en valores en la Universidad

Es difícil encontrar oposición sobre la necesidad de incidir en los valores a través de los procesos educativos de manera explícita, por lo general se acepta que es parte inseparable de una filosofía educativa coherente, y propende por la integración de lo humano a la formación profesional. No obstante, en algunos contextos permanece la creencia de que la formación integral es sólo resultado de una sólida cultura humanista, entendida como educación moral. Desde este punto de vista, la formación profesional sólo se asocia a la ciencia y la tecnología, creencia que manifiesta un aislamiento entre el conocimiento científico-tecnológico y el socio-humanista, e impide la articulación de éstos en la formación profesional.

La comprensión de las humanidades como filosofía, lenguaje, literatura y ética, (Villanueva, 2001:23) tienen su origen en el estudio de la naturaleza humana entendida como cultura del espíritu, y conocimiento sobre el sentido y el valor humano. Con el avance del conocimiento acerca del ser humano, sus relaciones y creación, el humanismo ha transitado por diferentes momentos: «humanismos del Renacimiento» siglos XIV y XV; «nuevo humanismo» siglos XVII y XIX y en la actualidad los «humanismos contemporáneos», basados en sistemas filosóficos más generales y de orientación fundamentalmente ética (Diccionario de Filosofía, 1996-1999). Sin embargo, dichas concepciones filosóficas sobre la condición humana aún no incorporan los nuevos conocimientos científicos, y por tanto ignoran muchos de los avances alcanzados sobre el comportamiento humano. El motivo es la permanencia en el tiempo de la separación de la comprensión del sentido del ser humano, su actividad y resultados. Así, el término humanista aún expresa restricciones en su significado, por la no incorporación de nuevos conocimientos que permitan conocer mejor la naturaleza humana y por su no atingencia a conocimientos científicos y tecnológicos.

En correspondencia con lo anterior, la imagen heredada y trasmitida en la educación la ciencia y la tecnología es la neutral, aislada de lo humano, discordante e incompatible con lo social (Arana, 2005:293). Por tanto, es necesaria una imagen real para comprender de modo diferente a la ciencia, la tecnología y las humanidades, sus relaciones, con el fin de encontrar modelos pedagógicos y formativos conducentes a romper los tradicionalismos que impiden la comprensión integrada del conocimiento. Ello debe derivarse de la concepción de la ciencia y la tecnología como los conocimientos que permiten dar calidad de vida, y las humanidades dar sentido, sensibilidad y armonía a la existencia humana; así, ambas contribuyen al desarrollo armónico del ser humano, a la inspiración y la razón del progreso y bienestar.

La formación humanista puede ser entendida como el conocimiento por parte del ser humano del valor de la vida, del auto-reconocimiento como tal, el ubicarse e involucrarse como agente de cambio, mediante la actividad práctica con responsabilidad transformadora de la realidad, teniendo en cuenta circunstancias medio ambientales, culturales, socioeconómicas e históricas. Es descubrir la propia capacidad de realización humana, para asumir un compromiso ante la vida. Así concebida, es el corazón de la educación, independientemente del nivel escolar y la profesión.

Por tanto, la cultura es humanista y en ella está integrado el conocimiento, tanto el de la esencia humana, que incluye a la filosofía, el arte y la ciencia, y también el conocimiento que es resultado del sentido, acción y voluntad humana como la tecnología. Es así como «ni el desprecio de las ciencias hacia las letras, consideradas como un ejercicio intelectual, verboso, falto de rigor y carente de utilidad, ni el desinterés de los veladores de las humanidades hacia disciplinas que, sin tratar directamente del ser humano, contribuyen a configurar su hábitat y su cultura, son sostenibles intelectualmente hablando en el enclave histórico que nos ha tocado vivir» (Villanueva, 2001:54).

Es necesario romper con la tradición de elegir entre lo culturalista entendido como humanista y lo utilitarista como científico-tecnológico, pues la formación profesional, debe incluir la cultura integrada, que permita al egresado responder a las exigencias del empleo y del desarrollo humano. Debe tenerse en cuenta que si el mundo es integrado, comprenderlo sólo es posible cuando se articulen los diferentes conocimientos que de él se tienen. Así, la profesión en sentido amplio debe eliminar los énfasis en las llamadas dos culturas descritas por Charles, P. Show: cientificismo y humanismo, pero visto no como culturas separadas, sino un conflicto existente en el propio seno de la cultura como tal.

En este sentido «…es inútil buscar la respuesta a los fines de la educación sólo en la biología, la historia, las matemáticas, o la literatura. Sólo la cultura general que relaciona la parte con el todo puede intentar una respuesta [...] El hombre tal como lo conocen los especialistas está lejos de ser el hombre concreto, el hombre real, que es un producto de muchas influencias del presente y también del pasado. La cultura de nuestro tiempo exigiría consagrarse a los problemas transdiciplinares que integran la relación cosmos-fisis-bios-antropos como referencia inexcusable de cualquier problema en un contexto de complejidad y de desafíos a escala planetaria» (Villanueva, 2001:56).

El futuro profesional requiere de conocimientos actualizados e integrados, de valores de redimensionamiento humano para su pertinente ejercicio profesional, que deben ser desarrollados desde el proceso de formación de manera intencionada y consciente por la institución universitaria.

Intencionar los valores en la formación profesional significa tener en cuenta la relación entre lo cognitivo y afectivo del ser humano, pensar en el contenido como unidad de conocimientos, habilidades, y valores. Es decir, en el aspecto valorativo del conocimiento (saber y saber hacer) y en el valor como significado del conocimiento de la realidad. Así, el aprendizaje de un conocimiento matemático, físico o profesional debe ser tratado en todas sus dimensiones: histórica, política, moral, entre otras, es decir, subrayando la intencionalidad hacia la sociedad. Visto de este modo el proceso de enseñanza-aprendizaje, éste adquiere un carácter integrador.

La educación en valores es un término utilizado en la actualidad, referido a la intencionalidad de los valores en el proceso de enseñanza y aprendizaje, mediante estrategias pedagógicas. Dicho término está condicionado a los avances de las concepciones sobre educación, axiología, epistemología y de las ciencias, que permiten comprender al ser humano y su proceso de conocimiento, relaciones y praxis. No obstante, puede entenderse también desde un punto de vista más general como educación, puesto que busca complementar los conocimientos, las habilidades y las actitudes en la formación.

El estudio sobre el comportamiento humano ha sido y es interés de diferentes ciencias y disciplinas. El objetivo común está en la comprensión e interpretación de los por qué de las actuaciones de los seres humanos, para lograr la autonomía en el comportamiento hacia las tendencias más progresistas y desenajenantes de la humanidad, su crecimiento espiritual y material, dentro de una cultura y sus requerimientos sociales. De ahí que, en el centro de su análisis se hallen los conflictos entre el ser, el querer ser y el deber ser; y derivado de ello entre el hacer y el saber hacer.

La comprensión de ¿qué son los valores?, ha sido objeto de reflexión y polémica por los más relevantes filósofos desde el pasado hasta la actualidad. Muchos de los intentos y experiencias por lograr una pedagogía que eduque en valores, pueden fracasar cuando se desvirtúa el objetivo de la propia educación, ejemplo de ello es:

• Cuando se piensa que explicando hechos históricos y actuales de la realidad, o incorporando nuevas asignaturas de corte socio-humanista por sí sólo, su conocimiento produce valores o cambios en la conducta y personalidad del sujeto, es decir, que únicamente mediante saberes se forman y desarrollan los valores.

• Cuando se buscan comportamientos en hechos aislados, como participación en actividades orientadas, sin objetivos bien definidos, ni comprendidos y asumidos por el sujeto tanto en lo racional como en lo emocional.

• Cuando se piensa que formar y desarrollar valores, sigue las mismas reglas del aprendizaje de conocimientos y habilidades.

• Cuando se considera que no es necesario incorporarlos como un componente de la labor educativa de manera explícita e intencional en el proceso de formación, pues ellos se forman y desarrollan automáticamente a través de la correcta relación alumno-profesor y el ejemplo de éste.

Los valores no son el resultado de una comprensión fruto de la información pasiva, tampoco de actitudes conducidas sin significación propia para la persona. Su educación es más compleja y multilateral, pues se trata de la relación entre la realidad objetiva y los componentes subjetivos de la personalidad, que se expresan en conductas y comportamientos que resultan de aprendizajes conscientes y significativos en lo racional y lo emocional.

Los valores se identifican, manifiestan y estructuran, así:

En primera instancia se identifican:

• Con lo material o espiritual: cosas, hechos, personas, sentimientos y relaciones.

• Con cualidades reales externas e internas al sujeto de significación social; ésta se refiere al redimensionamiento de lo humano.

• Como cualidades de los componentes de la estructura de la personalidad, en tanto permiten captar los significados a través de la capacidad de los sentidos en la actividad humana.

En segunda instancia se manifiestan:

• A través de la actividad humana, la cual permite interiorizar la realidad y satisfacer necesidades e intereses individuales y sociales.

• Como guías y principios de conducta que dan sentido a la vida hacia la autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humanos.

En tercera instancia se estructuran:

• Por las circunstancias cambiantes de la realidad, por cuanto puede su contenido expresarse de manera diferente en condiciones concretas.

• Se jerarquizan en dependencia del desarrollo de la personalidad y del desarrollo social del contexto.

Alrededor de la educación en valores surge la idea de negar la necesidad de una pedagogía propia de los valores, que considera que éstos están siempre presentes en el proceso de formación, siendo suficiente la buena relación alumno-profesor, el ejemplo de éste, la comunicación eficaz, etc. Es cierto que el proceso de enseñanza-aprendizaje siempre forma y desarrolla valores, el asunto a reflexionar está ¿en qué valores se quiere incidir durante el proceso, para qué, y cómo? La dificultad se halla entonces en eliminar el llamado «curriculum oculto» o «contenido oculto». La cuestión radica en la necesidad de explicitar, sistematizar e intencionar los valores en el proceso de enseñanza aprendizaje.

Entre las razones para desarrollar una Pedagogía de los valores están:

Intencionar: encaminar el proceso docente-educativo hacia el modelo y propósito de formación. Dar sentido y significación a ésta a través de su vínculo con la realidad social; determinar, así mismo, estrategias didácticas que involucren a los sujetos del proceso en una actividad consciente, protagónica y comprometida. Es la reflexión del profesor sobre el valor educativo de sus acciones en el proceso, de lo valorativo en los contenidos.

Explicitar: eliminar el curriculum oculto, precisando la cualidad orientadora del proceso docente-educativo; connotar lo socialmente significativo de la realidad hacia el redimensionamiento humano en todos los componentes del proceso. Igualmente, precisar los contenidos de los sistemas de valores a formar y desarrollar según la aspiración social y en relación con los conocimientos.

Particularizar: integrar las particularidades de la formación y el desarrollo de los valores a la didáctica del proceso de formación, a partir de conocer las singularidades del sujeto que aprende y sus relaciones; de igual manera, evaluar las condiciones para llevar a cabo el proceso. Enriquecer la didáctica del saber y del saber hacer, del contenido y del método entre otros, así como apoyarse en ellas.

Las vías y los medios no pueden justificar los fines; es evidente que un buen uso del diálogo, de los métodos participativos, del ejemplo del profesor son condiciones necesarias para una adecuada labor de formación, pero no suficientes; se necesita también de diseños curriculares con propósitos definidos. Intencionar y explicitar los valores en el proceso de enseñanza-aprendizaje se refiere a:

• Determinar los sistemas de valores y sus contenidos en el diseño curricular.

• Precisar los principios y estrategias didácticas que condicionan una manera específica de planificar, ejecutar y evaluar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Visto así, el proceso de enseñanza-aprendizaje adquiere un nuevo contenido por su carácter integral. La reflexión del profesor sobre el valor educativo de las acciones en el proceso, significa de igual modo intencionar y valorar el método de aprendizaje, no como simple procedimiento y técnica: es pensar en la comunicación, las relaciones interpersonales, y también analizar la naturaleza social de la ciencia y la tecnología, interrelacionar los diferentes conocimientos, establecer los nexos necesarios con el contexto social y global. Un enfoque integral de la enseñanza y el aprendizaje, es reconocer que no existen «dos culturas» separadas, sino reflexionar sobre la dialéctica entre los diferentes conocimientos: científico, tecnológico, ético, estético, político, jurídico, etc., en su historia, contradicciones, actualidad, relaciones complementarias y contextos, métodos, consecuencias e impactos.

La educación en valores integra el humanismo a la formación en dos sentidos: acerca la formación a la realidad para comprenderla, valorarla y posteriormente transformarla; así mismo, tiene en cuenta los intereses, motivaciones y disposiciones de los estudiantes para que puedan establecer las necesarias interrelaciones humanas, que permitan la correspondencia entre el proyecto de vida individual y la sociedad.

Por consiguiente, la educación en valores desarrolla los siguientes aspectos en el estudiante:

• la capacidad interpretativa y valorativa.

• la actitud participativa, comprometida y responsable.

• la capacidad transformadora hacia el desarrollo humano.

• la espiritualidad y la personalidad.

La educación en valores es un proceso sistémico, pluridimensional, intencional e integrado que garantiza la formación y el desarrollo de la personalidad consciente; se concreta a través de lo curricular, extracurricular y en toda la vida universitaria. (Arana y Batista, 1999). Por tanto, tiene como objetivo el alcance de una personalidad desarrollada, coadyuva a integrar y armonizar los factores internos y externos al ser humano, a la autonomía, la autorregulación. La dinámica y la armonía de la personalidad desarrollada y adulta en una sociedad, se expresa en el equilibrio entre la satisfacción de los intereses y necesidades y los deberes sociales. Es decir, que el deber ser sea determinante en la relación entre lo que se quiere y se puede ser.

Los valores interiorizados conforman la esencia del modelo de representaciones personales; además, constituyen el contenido del sentido de vida, y de la concepción del mundo; permiten la comprensión, la interpretación y la valoración del sujeto, y brindan la posibilidad de definir el proyecto de vida.

La educación en valores en la universidad se encamina a formar y desarrollar los valores profesionales, entendidos éstos como: aquellas cualidades de la personalidad profesional que expresan significados sociales de redimensionamiento humano y, que se manifiestan relacionadas con el quehacer y modos de actuación profesional. Los valores profesionales son los valores humanos contextualizados en la profesión. Sus significados se relacionan con los requerimientos universales al ser humano y particulares a aquélla. Éstos constituyen rasgos de la personalidad profesional, que contribuyen a asumir una concepción y un sentido integral de la profesión.

La formación profesional integral es un objetivo estratégico en el mundo de hoy. Un humanista debe conocer los avances científicos y tecnológicos, para comprender al ser humano y a la vida. Un científico o tecnólogo debe conocer la realidad social para así saber conducir sus acciones en beneficio del ser humano y la naturaleza.

Educar en valores es como tallar un diamante. Para que despliegue la plenitud de su esplendor debe ser tallado íntegra y armónicamente; dejar una de sus facetas sin tallar le impedirá cualificarse con todos sus visos, belleza y perfección. Una persona a quien no se le proporcione una intencionada, adecuada y oportuna educación, no podrá realizarse a plenitud como ser humano.

La educación en valores se refiere al aprendizaje como cambio de conducta. La competencia no se determina sólo por lo que las personas saben, sino por lo que pueden hacer, lo que tienen el valor de hacer y, fundamentalmente, por lo que son.


1 Economista. Doctora en Educación y Especialista en Economía y Gestión de Ciencia y Tecnología; en Educación en Valores y CTS. Miembro de la Comisión de Expertos Nacionales de las Ciencias Sociales en las Carreras de Ciencias Técnicas, del Grupo de Expertos Nacionales sobre Educación en Valores, y Miembro de los Tribunales para Doctorados del Ministerio de Educación Superior de la República de Cuba.


 

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