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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.9 Bogotá July/Dec. 2008

 

Hermenéutica de la democracia: el pensamiento de los límites y la diferencia colonial1

Hermeneutics of Democracy: The Thought of Limits and the Colonial Difference

Hermenêutica da democracia: o pensamento dos limites e a diferença colonial

 

WALTER MIGNOLO2

Duke University, Durham, USA wmignolo@duke.edu

Recibido: enero 30 de 2008 Aceptado: junio 23 de 2008


Resumen

Cuenta la historia que le preguntaron a Mohatma Gandhi qué pensaba de la civilización. Gandhi respondió diciendo que la «civilización» era una buena idea. Lo mismo puede decirse de la «democracia». Este artículo propone una lectura de-colonial del concepto de «democracia» y sugiere la incompatibilidad entre democracia y economía capitalista. Concluye esbozando tres vías económicas (tratando de desacoplar economía de capitalismo) y sugiere la necesidad de economía o economías no-capitalistas sin las cuales organizaciones socio-económicas igualitarias y justas (con voto o sin voto), no serán posibles.

Palabras clave: democracia, de-colonial, economía de crecimiento, economía de bienestar


Abstract

History tells that Mahatma Gandhi was asked what he thought of civilization. Gandhi answered and said «civilization was a good idea». The same can be said of «democracy». This article proposes a decolonial lecture of the concept of «democracy» and suggests the incompatibility between democracy and capitalist economy. It concludes with outlining three economic avenues (trying to disconnect economy from capitalism) and suggests the necessity of a non-capitalist economy (or economies), without which socio-economic, egalitarian and fair organizations (with or without vote) would not be possible.

Key words: democracy, decolonial, growth economy, welfare economy.


Resumo

Conta a história que perguntaram a Mohatma Gandhi o que ele pensava da civilização. Gandhi respondeu dizendo que a «civilização» era uma boa idéia. O mesmo pode dizer-se da «democracia». Este artigo propõe uma leitura de-colonial do conceito de «democracia» e sugere a incompatibilidade entre democracia e economia capitalista. Conclui esboçando três vias econômicas (tratando de desacoplar economia de capitalismo) e sugere a necessidade de uma economia ou economias não capitalistas sem as quais organizações sócio-econômicas igualitárias e justas (com voto ou sem voto) não serão possíveis.

Palavras chave: democracia, de-colonial, economia de crescimento, economia de bem-estar.


I.

El título que sugirió Cándido Mendes para mi artículo es mucho más adecuado de lo que yo mismo pudiera haber imaginado.3 Tampoco me hubiera animado a decir « el pensamiento de los límites » pero lo acepto con gusto, y con curiosidad también. En eso reside, precisamente, una de las admirables cualidades de Cándido: la de traducir en su lenguaje y con eficiencia las ideas y argumentos que caracterizan el trabajo y el pensamiento de quienes participamos en estas magníficas jornadas de l'Academie de la Latinité. Pues, gracias Cándido por darme este sostén donde la hermenéutica y la diferencia colonial se encuentran en un diálogo sobre futuros globales.

En efecto, los vocablos «hermenéutica» y «democracia» provienen de la lengua y sociedad griega, en tanto que «diferencia colonial» proviene de la matriz racial (es decir, racista) puesta en funcionamiento, desde el siglo XVI hasta hoy, empleada para justificar la apropiación de tierras, el comercio de seres humanos esclavizados y explotados en masas, el racismo en el derecho internacional hispánico (Vitoria), Holandés (Grotious), Portugués (Freitas) desde entonces hasta hoy (Umozurike, 1979; Grovogui, 1996). Queda todavía un invitado por introducir, «el pensamiento de los límites», una suerte de mediador entre la hermenéutica de la democracia y la diferencia colonial.

Comencemos entonces con una lectura hermenéutica de-colonial de la «democracia»4. Habría dos rutas que podríamos seguir. Una, la más aceptada, sería asumir que en Grecia se descubrió una idea única para la organización social, una idea que a nadie ni a ninguno se le había ocurrido: el poder (kratos) del pueblo (demos). El segundo momento está con-formado por las narrativas occidentales de la propia historia Occidental. A veces, como en Hegel, estas historias son con-fundidas con la historia global-esto es, como si la historia global que cuenta Hegel fuera realmente «la historia» tal como ocurrió y fuera así aceptada por todos los habitantes del planeta en cualquier lengua, en cualquier sistema de creencias, incluidos principios que aseguran la validez del conocimiento secular sobre el religioso. Según la mitología de occidente, éste sería un pilar fundamental de la «modernidad» entendida como una etapa histórica en esa historia global que cuenta Hegel y resumida en slogans tales como «el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo.» Los objetivos, en tal tipo de gobierno, son los de «libertad, igualdad y fraternidad».

Todo está muy bien. El problema consiste en la apropiación autoritaria de la idea «democracia». Aceptemos que los pensadores griegos fueron singulares entre las culturas del mediterráneo; y que fueron también marginales en relación a las grandes civilizaciones del Asia Menor (Lidia, Babilonia y Asiria-de quienes los griegos derivaron su alfabeto) y del norte de África (Egipto). Su marginalidad, quizás, generó en los pensadores griegos formas de imaginario social y filosófico para no ser absorbidos por el imaginario de las civilizaciones de su tiempo. Quizás el concepto de «democracia» en Grecia surgió de su exterioridad. Quizás imaginaron que el poder no puede estar en una instancia única y superior, en una instancia absoluta de poder (autokratos). El momento histórico en el cual los intelectuales Europeos re-toman la palabra «democracia» y la emplean para pensar la sociedad Europea del futuro, sin monarcas, es también el momento histórico en que la expansión imperial de Europa y la consolidación de la economía que hoy llamamos capitalista, entra en su apogeo. El problema tiene varias facetas.

Uno, y a mi juicio el de mayor importancia, fue constituido por las regulaciones internacionales de los emergentes Estados-nacionales (a la vez emergentes Estados imperiales, tales como Inglaterra y Francia), en Europa. Otro, aspecto del problema fue la formación de los Estados Unidos de América del Norte. La formación de los Estados Unidos a finales del siglo XVIII, que Tocqueville admiró como modelo de democracia a principios del siglo XIX, ocurrió entre la Revolución Gloriosa en Inglaterra, en 1688 y la Revolución Francesa en 1789 y en 1804 se consumó la Revolución Haitiana. Sin embargo, esta última no ocupó en el sitial de las revoluciones democráticas un lugar equivalente a las otras tres: la de Inglaterra, la de Estados Unidos y la de Francia. Tres Estados-naciones, hoy, que son a la vez paradigmas democráticos y paradigmas de la expansión imperial de la economía capitalista desde finales del siglo XVIII. Sin duda, hay notables diferencias, hoy, entre los Estados nacionales europeos y Estados Unidos. Uno de ellos, todavía en debate, ha sido recientemente invocado por el presidente George W. Bush en la esfera de la salud pública. Frente a las críticas del periodismo y del partido demócrata a la privatización de los centros de salud (que bajo el mantra de excelencia organizativa, eficiencia, reducción de costos y modernización deja a los pacientes en peores condiciones, a las familias pagando lo mismo o más y a los inversores incrementando sus ganancias), Bush criticó la intervención del Estado en los asuntos de salud en Europa. Pero en fin, estas son cuestiones internas a los Estados-nacionales democráticos, a la vez capitalistas e imperiales5. En cambio, la Revolución Haitiana no cuaja en los debates motivados por la idea y las prácticas «democráticas» lideradas por los Estados imperiales Europeos y por Estados Unidos. La Revolución Haitiana es crucial en otro tipo de debates: el de la construcción y reproducción de la «diferencia colonial».

II.

La idea misma de «democracia» hoy no será democrática si no toma en serio la «diferencia colonial»;6 sino toma la sartén por el mango y confronta las dificultades que el racismo presenta a cualquier discusión seria y positiva (es decir, no manipulativa) sobre «democracia».

En primer lugar, reconocer la contribución que la civilización occidental ofreció al mundo mediante la re-inserción del concepto de «democracia», no significa que Occidente (esto es, los Estados nacionales de la Unión Europea y Estados Unidos) tenga el derecho de imponer al resto del mundo su manera particular de entender la democracia ni esperar que el resto la acepte. La idea y las prácticas democráticas en Europa occidental y Estados Unidos, que son con-naturales a la historia de Europa, no son connaturales al resto del mundo. Lo cual no significa que la humanidad no-occidental no tenga, por naturaleza, tendencias hacia la justicia y la equidad. Cuando el concepto de democracia se convierte en un concepto para justificar expansiones imperiales deja ya de ser «democrático».

Es por cierto una obviedad insistir en este asunto; no obstante, es una obviedad que necesita repetirse a diario: las historias, las lenguas, la subjetividad, las memorias de cada historia local diferente a la historia local de Europa montada sobre Grecia y Roma, son básicamente formas de vida, difíciles de regular mediante políticas públicas y hasta mediante la intervención armada. Por cierto que se encontrarán en distintos lugares fuera de Europa y de Estados Unidos sectores de la población que se benefician política y económicamente asumiendo los valores democráticos mercadeados por los Estados Unidos. Ocurrió recientemente en Iraq con iraquíes que contribuyeron (incluso asesoraron a Bush en) a la intervención de Estados Unidos y no pensaron demasiado en las consecuencias de la intervención. No es difícil pensar en paralelos entre Iraquíes anti-Sadam en el exilio y Venezolanos y Cubanos anti-Chávez y anti-Castro. El asunto aquí no es el de elegir estar «conmigo o estar con mis enemigos», conocida estrategia imperial. Se trata más bien de subrayar las estrategias imperiales de subalternización y las opciones, a la vez que las trampas que éstas estrategias crean para quienes «no estamos ni contigo ni con tu enemigo; estamos literalmente en otra cosa».

En segundo lugar, cuando la idea de «democracia» entra en debate en sociedades cuyas memorias coloniales son densas (como es el caso en América del Sur y el Caribe); o cuyas memorias imperiales fueron convertidas en memorias coloniales (como en el caso de variadas regiones del Islam, desde el Norte de África al Oriente Medio, por ejemplo), la cuestión se complica. Y se complica por una dimensión que no estaba en el horizonte de experiencias en los países «modernos» Europeos y en Estados Unidos: el racismo, particularmente en la confluencia de la «diferencia racial epistémica» y la «diferencia racial ontológica» (Maldonado-Torres). Me explico.

El racismo no es una cuestión de elemento religioso que llevamos en la sangre; en el color de nuestra piel o en la forma de nuestra nariz; tampoco del idioma que hablamos o del país que venimos. Estas son todas «manifestaciones de turno» para que el racismo se efectúe a un nivel más básico (y profundo si se quiere): la devaluación epistémica (e.g., valor de los conocimientos y de la lengua en la cual los conocimientos están configurados) y la devaluación ontológica (e.g., la de-valuación de la humanidad de los individuos (y los lugares) racializados.

El concepto de «democracia» en la Europa moderna (geográficamente, mediterránea y atlántica) y en Estados Unidos, está in-corporado a un fuerte legado lingüístico y filosófico: la lengua y el pensamiento greco-romano. Más claro: el concepto greco-occidental de «democracia» no está in-corporado al mandarín, como lengua, ni a los legados del pensamiento chino; tampoco al árabe y a la filosofía árabo-islámica; tampoco a la lengua aymara y quechua y el pensamiento ligado con esas lenguas, etc. etc. Lo cual no quiere decir que todas estas sociedades fueran despóticas por naturaleza, tal como ocurre en los ejemplos de John Locke. De ello no se debe inferir que el concepto y la idea occidental de democracia deba ser adaptada en todos los lugares del mundo de tal manera que el mundo no sería otra cosa que una vasta red de sucursales de la democracia occidental.

Este escenario sería sin duda totalmente anti-democrático, a no ser que la mayoría del «pueblo» en cada uno de las 190 y tantos Estados nacionales hoy convengan, mayoritariamente, que aceptan la idea de democracia de los seis países europeos modernos (mediterráneos y atlánticos) junto con Estados Unidos de América del Norte. A juzgar por la historia de los últimos cincuenta años este no parece ser un destino deseado por la mayoría de los países fuera de los G7 occidentales. Sabemos que hay Estados-nacionales, en América del Sur y el Caribe, en Asia y en África, en Asia Central y el Medio Oriente que o bien siguen a pie juntillas los dictados de Washington o bien se las arreglan para conceder pero al mismo tiempo mantener sus propias reglas del juego.

Ahora bien, del hecho de que el concepto «democracia» esté in-corporado a las lenguas y legados greco-romanos, no se deriva necesariamente que todas las otras lenguas y legados de pensamiento sean necesariamente anti-democráticos y que, por ende, las personas que hablan esas lenguas y viven en esas sociedades sean, por naturaleza, lo suficientemente ignorantes para darse cuenta que es mejor vivir en paz y tener medios suficientes para «vivir bien» o lo suficientemente bestiales para odiar naturalmente y querer «apropiarse» (es es, el deseo de «propiedad») de todo lo que tengan los demás. Esta idea que Las Casas manifestó con respecto a los enemigos del cristianismo y que Locke repitió inventando «criminales» y «delincuentes» enemigos de la burguesía es, sin duda, la construcción del miedo que no necesariamente tiene aplicación en otras sociedades o civilizaciones.

Lo que acabo de decir es una inferencia que se deriva de la diferencia colonial epistémica y ontológica. Se trata de una presuposición asentado sobre dos pre-juicios básicos:

Que fuera de las herencias greco-latinas en la historia de Europa (los seis a. países mediterráneos y atlánticos), los legados de lenguas no y pensamientos no europeos (desde el mandarín hasta el aymara; desde el hindi al quechua; desde el ruso al árabe), etc., son de alguna manera deficientes. La suposición es que personas que hablan y son educadas en esas lenguas son de alguna manera «epistémicamente deficientes». La diferencia colonial (y por ende racial) epistémica entra aquí en vigencia;

Que hay personas en el mundo que por su configuración étnica, el color de su b. piel, las formas de vida, las lenguas que hablan, las rutinas y rituales que practican, son «humanamente» deficiente con respecto a un ideal de humanidad que surge en el renacimiento europeo (e.g., el hombre vitruviano de Leonardo de Vinci), y que se consolida en la Europa mediterráneo-atlántica y en Estados Unidos. La diferencia colonial (y por ende racial) ontológica se ejerce en este caso.

Con posterioridad a la invasión de Iraq por Estados Unidos, mucho se ha debatido sobre el asunto y sobre los «caminos democráticos» de Iraq, a pesar de que hay un largo camino por recorrer. Me interesa aquí subrayar dos aspectos, cruciales por otra parte, que están en todos los debates:

A no ser que hubiera una conversión voluntaria del Medio Oriente Islámico a. a los principios Cristianos y Occidentales (aquellos principios que criticaba Ali Shariati bajo el título de «Marxismo y otras falacias occidentales»), los futuros democráticos en los imaginarios de Bush y Sarkozy parecen ser solo soluciones en los imaginarios de Bush y Sarkozy. Los argumentos adelantados por Roxana Euben (Enemy in the Mirror. Islamic Fundamentalism and the Limits of Modern Rationalism. A Work of Comparative Theory, 1999), son lo bastante elocuentes para asumir que la «democracia del futuro deberá entrar en los caminos de la hermenéutica pluritópica» puesto que la unidireccionalidad del pasado imperial en los países Europeos mediterráneos y atlánticos y de los Estados Unidos hoy, se agotaron. Tenemos suficientes evidencias de que la democracia imperial de Estados Unidos es tan perniciosa como el totalitarismo islámico de resistencia. Al mismo tiempo, la polarización de estas posiciones, oculta las ideas, conversaciones y debates (y la comunicación de masas tiene una gran responsabilidad en este ocultamiento) que aceptan la idea occidental de «democracia» como una parte de la historia que tendrá que ser complementada con «ideales de justicia y equidad» que tienen otro nombre, otras razones de ser, responden a otras necesidades, se anclan en distintas memorias y subjetividades. En el discurso Zapatista se habla de justicia, equidad, igualdad, reciprocidad y se advierte también que una palabra (democracia) llegó de lejos, de otras latitudes; una palabra que se refiere a estos mismos asuntos pero que no lleva en sí el privilegio de su origen sino el potencial de transformación. Lleva en sí el derecho a que ciertas sociedades describan y organicen a su manera la justicia, la equidad y la igualdad; pero no lleva en si el derecho a negar y silenciar a quienes son democráticos de otra manera o, más aún, que postulan otra forma de igualdad y justicia que democracia.7

En segundo lugar, es notorio también hoy que la idea de «democracia» b. se esgrimió y se esgrime todavía, en los Estados-nacionales imperiales de Occidente, como un instrumento de expansión imperial. «Democracia» y «derechos humanos» ambos pueden y son utilizados con fines imperiales. No es necesario ser marxista en alguna de sus versiones, ni tampoco fundamentalista islámico o teólogo de la liberación, para hacer esta denuncia. Tal realidad es ya tan obvio que hasta The Financial Times publicó un artículo de opinión argumentando, precisamente, este punto ("Humanitarian Action can Mask an Imperial Agenda", Anatol Lieven, Financial Times, August 21, 2007).

Por lo tanto, una interpretación hermenéutica-decolonial de «democracia» c. comienza por reconocer el ideal «de justicia y equidad» por un lado, y el hecho de que en Occidente, tal ideal se concibió y practicó bajo el nombre de «democracia». Esta fue la contribución de Occidente a un horizonte de «justicia y equidad» que, como horizonte es único, aunque los caminos para marcha hacia él son diversos. De ahí que mientras la dimensión imperial/colonial de «democracia» es uni-versal y tenemos ya sobradas muestras de que la retórica de paz es una justificación para la guerra, la dimensión de-colonial de «democracia» es pluri-versal: el horizonte es uno, pero los caminos para llegar a él son variados, variadas lenguas, variadas formas e intereses en el conocimiento, variadas religiones, variadas subjetividades, variadas formas de sexualidad, etc. De ahí que «el horizonte único de justicia y equidad tenga como lema la pluri-versidad como proyecto uni-versal».

Para ello es necesario desmontar la diferencia colonial, tanto epistémica como ontológica; es necesario reconocer que la contribución de Occidente a la democracia global es importante y también local y regional. El auto-convencimiento en una civilización que salvará a la población del planeta de todos sus males, es cada vez menos convincente. Tanto la retórica beligerante de Hugo Chávez o de Mahmoud Ahmadinejad; la retórica cínica de Vladimir Putin o la retórica «práctica» de Ho Jintao en su manejo del comercio en el Pacífico, y sus inversiones en África y en América Latina, son ya muestras de que el rol salvacionista de Occidente (sea en boca de Bush o de Sarkozy), es cada vez menos convincente aunque sin duda queden todavía sitios de excepción como Colombia o Pakistán. También es cierto que ni Chávez, ni Ahmadinejad, ni Putin, ni Ho Jintao deban tomarse como líderes de-coloniales. Hay variadas diferencias entre ellos, y no poco de las diferencias se deben al hecho de que Chávez surja en un país de herencia colonial hispánica; que Ahmadinejad surja de un país formado sobre las ruinas del imperio Islámico Safavid; que Putin esté operando sobre las ruinas de un imperio ruso suplantado por un imperio soviético, y que Ho este timoneando un país inmenso en población y extensión, a la vez que más antiguo que el imperio romano, nunca colonizado directamente por Occidente, aunque controlado por Inglaterra y Estados Unidos a partir de la guerra del opio (construida por intereses económicos, imperiales y capitalistas).

III.

El reconocimiento de que la «democracia» hoy esté atascada en la presunción de que democracia es igual a voto del «pueblo» y que al mismo tiempo minimice las relaciones de las prácticas democráticas, en Occidente, con el capitalismo y el racismo, es una consecuencia directa de la necesidad de enfrentar la «diferencia colonial» (epistémica y ontológica), esto es, el racismo (y patriarquismo, más evidente hoy en las esferas de la sexualidad y en la intersección de género y racismo) implícito en el concepto mismo de «democracia».

Por otra parte, George W. Bush se auto-designó como el embajador para la «difusión» de la democracia en el planeta. La fórmula, asignada directamente a Bush o a sus colegas, se escucha y se lee a menudo. Estados Unidos confronta a los dirigentes de Burma (Unión de Myanmar) y los interpeló por su conducta anti-democrática; el NYT informó también que un vocero oficial del Presidente Bush dijo que los acontecimientos en Burma le otorgan a Bush y a Estados Unidos otra oportunidad para «promover la democracia a nivel global» (NYT, 29 de Setiembre, 2007, A6). Más allá del descrédito del Presidente Bush para legitimar estos reclamos, y del hecho de que estas declaraciones son bellas ilustraciones de la retórica de la modernidad para mantener la lógica (imperial) de la colonialidad, lo que está en juego obviamente son los conflictos imperiales. Tengo la sospecha de que a Bush le interesan menos los monjes budistas, que la posibilidad de intervenir en un terreno donde China lleva ventajas. Y por otro quizás, el lejano sueño de encontrar un líder Burmés educado en Estados Unidos o en Europa que esté dispuesto a «promover la democracia (occidental) en Burma». Lo cual ya no será posible: la «democracia» no es, no puede ser, un proyecto imperial. Sin embargo, tal creencia es bastante común, aunque no sé si mayoritaria. Por lo que se puede leer en los periódicos, y en los artículos de opinión (por ejemplo los de Thomas Friedman), pareciera que falta la distinción entre democracia como proyecto imperial y democracia como diversidad de proyectos de-coloniales. Esto es, democracia pluri-versal como proyecto uni-versal. En tal caso, son los monjes burmeses más que la administración de Bush quienes están marchando hacia la democracia pluri-versal, y no necesariamente porque hayan leído tratados políticos occidentales o las ideas de la administración Bush sobre la democracia global.

La diferencia colonial epistémica fue construida en el proceso de afirmación imperial y de su modernidad. Afirmar tal cosa presupone el desprendimiento de los principios cognoscitivos y epistémicos que construyeron la diferencia colonial. Hay otras fuentes y principios de conocimiento, otras subjetividades, y otras teorías políticas basadas en historias y experiencias que no son ya las que alimentaron la imaginación y la agudeza intelectual de Maquiavelo y de Locke. Sin embargo, las teorías políticas elaboradas para la sociedad Europea y las subjetividades que las sostienen y consumen, se afincaron de tal manera que muchas veces pasamos por alto fórmulas políticas que se toman como naturales estados de hecho. Tom Redburn publicó en el NYT una crítica al libro de Naomi Klein, The Shock Doctrine. The Rise of Disaster Capitalism (2007). La crítica de fondo es la siguiente:

What she is most blind to is the necessary role of entrepreneurial capitalism in overcoming the inherent tendency of any established social system to lapse in stagnation, as all too many socialist countries-and some none socialist ones too-have shown. Like it or not, without strong economic growth and its inevitable disruptions, there is little hope for creating the healthy middle classes necessary to sustain democracies, much less an improvement in the lot of the poor and dispossessed Ms. Klein seeks to represent. And yes, that means some people will become rich and powerful (Redburn, NYT September 29, 2007, A 24).

El párrafo debería tomarse en serio, puesto que condensa algunas de las creencias más sagradas del credo capitalista, equivalente a las creencias sagradas de cristianos, musulmanes y judíos con respecto a sus respectivos libros sagrados. Analicemos el párrafo:

El párrafo nos arroja a un mundo donde hay dos posibles caminos que se bifurcan: 1. estancamiento (tanto en países socialistas como en otros que no lo son-quizás estancamiento por corrupción motivada por enormes deseos de posesión de bienes y control de la autoridad, dos enfermedades comunes a la economía capitalista (aún en países democráticos como Estados Unidos) o crecimiento económico. Nos deja también en las manos únicas de la teoría política moderna en la cual se con-funde democracia con representatividad electoral. En los países industrializados del primer mundo, la representatividad electoral es manipulada por los millones de dólares invertidos en publicidad que celebran las virtudes de los candidatos. Ahora bien, cuando la representatividad electoral da como resultado la elección de Evo Morales, de representantes de Hammas y Hezbollah, de la reelección de Hugo Chávez o y la elección de Rafael Correa, veedores de la CIA y otros organismos de «control» se desparraman en las regiones donde el voto democrático eligió candidatos y candidatas fuera del radio de amistades de Washington.

En Estados Unidos, afortunadamente el “check and balance” que los Padres Fundadores tomaron de la organización social de los iroqueses cuando redactaron la constitución de Estados Unidos (Grinde, 1992), hizo posible la «caída» de los soldados en la administración de Bush (Paul Wolfowitz, Ronald Rumsfeld, Alberto González, entre muchos más, incluida la temprana caída de Enron, ligada a los intereses de la familia Bush y a los intereses de Dick Cheney). No obstante, George W. Bush continuó con costos enormes en vidas humanas, en malestar de la población de Iraq, en costos de vida de soldados de nacionalidad estadounidense y de varias etnicidades, y en costos enormes para los contribuyentes a los impuestos nacionales. Un caso de «las inevitables interrupciones» en el continuo crecimiento capitalista de la economía. En suma, Redburn asume una relación uno a uno entre economía y capitalismo, y asume también que la economía es sólo concebible en términos de «crecimiento» y no por ejemplo en términos de «administración de la escasez», que es el sentido original de la palabra oikonomia.

La segunda suposición es que cuando alguien adopta una posición crítica 2. con respecto al capitalismo, tal persona «representa» a los pobres (o a los indígenas, casos como Bolivia o Ecuador). Es decir, Redburn nos deja frente a dos opciones: «representar a los pobres o a los indígenas» o «representar a los empresarios» -quienes velan por los intereses de la clase media, ya que necesitan consumidores para los productos de sus empresas. En este caso, Redburn critica a Klein y la acusa de «representar» a los pobres; y lo hace asumiendo su propia «representación» de los empresarios;

3. (consumidora) y la democracia. Esto es, un mundo feliz que, lamentablemente, se encuentra «inevitablemente interrumpido», por guerras inventadas para asegurar «el crecimiento económico» e intervenciones políticas para asegurar «control de la autoridad».

En fín, Redburn (y claro está, él no es un caso excepcional sino más bien la regla), nos pone frente a la lógica opcional que George W. Bush puso en el tapete después el 11 de Septiembre, 2001: O están conmigo o están con mis enemigos. Para muchos de nosotros la respuesta fue: no estoy contigo ni tampoco con tus enemigos.

Ahora bien, entre todos aquellos de nosotros para quienes la respuesta es «ni de un lado ni del otro, ni contigo ni con tus enemigos», las opciones no fueron las mismas. Una de las opciones posibles es la opción de-colonial, muchas veces con-fundida con opciones anti-imperiales. Las opciones anti-imperiales ofrecen actitudes «en contra» mientras que las opciones de-coloniales parten de las críticas a los presupuestos de las teorías políticas y económicas forjadas con base en las experiencias, subjectividades, realidades y necesidades de la población Europea (mediterránea y atlántica) y de Estados Unidos --presupuestos que están enraizados y naturalizados en las opiniones de Redburn.

La categoría de opción de-colonial es una categoría que conecta una gran variedad de historias locales y de proyectos. En mi caso, los conceptos de colonialidad y transmodernidad bosquejan el proyecto en el que me incluyo. La colonialidad, lo dije muchas veces en estos encuentros de la Academia de la Latinidad, es el lado oscuro de la modernidad --el concepto modernidad/colonialidad incluye simultaneamente la retórica salvacionista de la modernidad y la lógica opresiva de la colonialidad. Lo vemos en la solución ofrecida por Redburn: el crecimiento económico es necesario para mantener una clase media que asegure el consumo y la democracia. En la medida que el crecimiento económico signifique reducir costos, tal reducción y sacrificio no recaerá en quienes controlan el crecimiento económico --recaerá más bien en quienes están de sobra y dificultan la reducción de costos o el crecimiento de las ganancias (los niños pobres son un problema para la política fiscal del gobierno de Bush, por ejemplo). El seguro social para niños y ancianos es un costo que hay que evitar para que el crecimiento económico sea posible. La inmigración hay que manejarla con cuidado porque a la vez que crea inconvenientes sociales para quienes disfrutan del crecimiento económico, ofrecen a la vez mano de obra barata para el crecimiento económico. La colonialidad es el costo de la democracia empresarial para una clase media consumista. Cómo salir de la totalitaria disyuntiva: ¿«o estás conmigo o con mis enemigos»? El concepto de «transmodernidad» es la segunda palabra clave que invita a desprendernos del totalitarismo de sólo dos opciones enunciadas, en la retorica salvacionista, con el propósito de mantener el control de la autoridad y el control de la economía -esto es, de reproducir a la vez que ocultar la lógica de la colonialidad.

El «desprendimiento» implica imaginar formas de organización social montadas sobre teorías políticas y económicas pensadas a partir de historias, experiencias, subjetividades y necesidades de países, regiones y gentes que habitan las regiones ex-colonizadas del globo. Pero también, pensadas a partir de la inmigración masiva de las gentes del globo que habitan regiones ex-colonizadas, hacia los centros donde los diseños imperiales se gestaron e implementaron (con la ayuda, claro está, de «representantes nativos» y «representantes criollos») los intereses imperiales en las regiones ex-colonizadas.

IV.

Intuyo que en el último cuarto del siglo XX y de la primera década del siglo XXI, estamos presenciando la tercera conmoción, de fisonomía sísmica, del mundo moderno/colonial; o, en otro lenguaje, la tercera conmoción de los imperios occidentales que emergieron en el siglo XVI. La primera conmoción fue la revolución colonial, la fundación histórica del capitalismo mercantilista (subsumido luego por el capitalismo libre-cambista de Adam Smith), por el capitalismo de la revolución industrial y finalmente por la victoria de la economía sobre el resto de las esferas de la vida (neo-liberalismo): la importancia absorbente de la economía del crecimiento y del progreso en la vida de todos, es paralela al decrecimiento de la vida de todos y de la vida en general, en la economía del crecimiento-vivimos en la tensión entre el crecimiento y la producción, por un lado, y el vivir bien y la re-generación por otro.

Hoy estamos involucrados en una civilización que marcha, triunfante, hacia la muerte a la vez que se anuncia globalmente una re-orientación civilizatoria de la vida.

La primera revolución, la revolución colonial marcó el triunfo del Cristianismo occidental. Para las civilizaciones no-Cristianas, por ejemplo la de los Incas, la revolución colonial constituyó para ellos un Pachakuti --la involución, el desmantelamiento de su proceso civilizatorio en marcha. El segundo momento corresponde al de las revoluciones de-coloniales en las Américas (1776 en Estados Unidos; 1781-82, los levantamientos abortados de Tupac Amari y Tupac Katari; 1804 en Haití; 1810 en Argentina; 1821 en México, etc.) y a las revoluciones burguesas en Europa (1668, la revolución gloriosa en Inglaterra, y 1789, la revolución Francesa). Este paquete de revoluciones re-orientaron el camino de la revolución colonial en dos direcciones:

Los procesos ininterrumpidos, desde entonces, de revueltas y revoluciones a. de-coloniales en África y Asia, entre 1947 y 1970, aproximadamente;

b. con base en la economía capitalista), que desplegaron-en el interior de la Europea renacentista (Italia, España, Portugal) y de la Europa iluminista (Francia, Inglaterra, Alemania) y en su expansión imperial-colonial, que condujeron a lo que es hoy el neo-liberalismo en sus variadas máscaras: en Estados Unidos, sobre todo durante la presidencia de Bush hijo, en la Inglaterra guiada por Tony Blair y la Francia liderada por Nicolás Zarkosy. Un caso de desprendimiento en este proceso fue la revolución rusa que no logró, mediante reglas impuestas por el Estado, subsumir la economía capitalista de crecimiento por una economía de bienestar: las ambiciones burguesas por la acumulación de bienes se tradujo en las ambiciones socialistas por la acumulación de control.

Los procesos históricos que se iniciaron en Europa con el «descubrimiento y conquista» y continuaron con la revolución gloriosa, la revolución francesa, la revolución industrial y la revolución rusa, se encuentran hoy en su período de cierre. Mientras que los procesos de-coloniales, en su variedad global, está en auge y lo están también en un proceso en el cual «lo político» se re-define en el proceso de emergencia y actuación de la sociedad política (Chaterjee) y de la re-definición de las políticas estatales en Estados nacionales no-europeos.

El enfrentamiento multi-polar entre Estados nacionales no-europeos que surgieron como consecuencia de y en relación a la expansión imperial de Europa y de Estados Unidos, ha llegado hoy a un momento explosivo. La Revolución Occidental que comenzó en el siglo XVI con la emergencia de los circuitos comerciales del Atlántico, que superó, subsumió y controló las economías agrícolas de subsistencia dominantes en los sultanatos otomanos, safavid y mugal; en el tsarato ruso, en el incanato de Tawantinsuyu y en el tlatoanato de Anáhuac -revolución que re-inscribió la noción de imperio modelada por Roma unos mil años antes, cuando el imperio romano compartía con el huangdi chino (entre 220 AC hasta 300 DC)- ha creado una hidra de muchas cabezas.

La globalización, particularmente después del derrumbe de la Unión Soviética, creó las condiciones necesarias para pensar no ya en un futuro global homogéneo sino en los futuros globales. La cuestión fundamental aquí es la fractura y el desacoplamiento entre teología cristiana, liberalismo y neo-liberalismo que acompañó la fundación histórica y las transformaciones del mundo moderno/colonial, lo cual equivale a decir, los Estados nacionales e imperiales europeos (más Estados Unidos), en estos últimos siglos de la historia de la humanidad, dominada por los imperios capitalistas del Atlántico norte. El dilema es para mí hoy, a nivel de las políticas de Estados, qué caminos están abiertos al dilema entre la globalización de prácticas y retóricas de crecimiento que provienen de la fundación histórica del capitalismo, con prácticas y retóricas que provienen de la adaptación histórica del capitalismo en historias, memorias, subjetividades, religiones, lenguas, formas de vida ajenas a los procesos que llevaron a la fundación histórica del capitalismo.

Más que un problema de infraestructura-superestructura se trata de un problema de retórica de modernidad/lógica de colonialidad. Tomemos un ejemplo: China hoy es un país capitalista, pero se me ocurre que entre China e Inglaterra hay una diferencia muy particular que no la hay, por ejemplo, entre Inglaterra y Francia o Inglaterra y Estados Unidos. Mientras que Hugo Chávez sin duda opera sobre pautas de economía capitalista, se me ocurre hay una diferencia entre Venezuela y Estados Unidos, una diferencia distinta a la que hay entre Estados Unidos y España, pongamos por caso. La cantidad de petróleo del que dispone Irán, y su ambición de competir globalmente en el área de la ciencia nuclear, sitúan al país en la esfera global del capitalismo. La diferencia entre Irán y la Unión Europea -por otro lado-- pareciera ser de una naturaleza distinta a la que hay entre la Unión Europea y Estados Unidos. Vladimir Putin logró situar a Rusia, simultáneamente, en la esfera del capitalismo global a la vez que en confrontación con la Unión Europea y Estados Unidos.

El escenario que precede sugiere tres orientaciones hacia el futuro:

La economía de crecimiento será la economía uni-versal.a. Ella absorberá todas las formas de vida: la vida humana consistirá en el esfuerzo constante por crecer y mejorar y de vivir mejor que otros y no de vivir bien (el programa de Evo Morales). En esta tendencia, la homogeneidad del globo a la que aspira el neo-liberalismo habrá triunfado y todo el globo será Cristiano, Neo-Liberal y mantendrá la oposición Marxista (y todas las variantes posibles entre estas tres macro-narrativas);

La economía de crecimiento será una economía multi-versal.b. Esto es, los países de Europa occidental y Estados Unidos serán decididamente Cristianos, Neo-Liberales y mantendrán el Marxismo como oposición. Quizás Australia y Nueva Zelanda sigan los derroteros trazados hace tiempo por Inglaterra, y en América del Sur, algunos países los derroteros trazados por España y Portugal. En cambio, en Asia del Este, en sectores del Medio Oriente, en Asia Central, o en ciertos sectores de África sub-Sahariana tanto el Cristianismo, como el Neo-Liberalismo como el Marxismo, serán vestigios del pasado imperial de occidente, absorbidos en una retórica de modernidad anclada en subjetividades locales paralelas a las subjetividades locales en la historia de Europa y de Estados Unidos, pero con una diferencia: las subjetividades e historias locales que tienen que lidiar con la presencia de los imperios occidentales, se diferencian de las subjetividades e historias de los imperios occidentales en la medida en que ni los sujetos, ni las instituciones, ni los gobiernos tienen que enfrentarse a imposiciones semejantes-por razones obvias. Este es un escenario en el cual el problema de mantener el capitalismo no será solo el de darle «una faz humana» (que es la solución liberal Euro-Americana), sino una «faz multi-polar secular y/o religiosa (islámica o socialista, cristianismo ortodoxo y eslavismo, confucianismo absorbiendo el liberalismo y el socialismo» --estos son los caminos a los que parecen apuntar China, Rusia, Irán y Venezuela.

bienestarc. (esto es, una economía no capitalista que administre la escasez en lugar de promover la acumulación) en la cual el crecimiento (en términos de progreso, acumulación, producto nacional bruto, reducción de costos, explotación de la salud para beneficios económicos y, en fin, en términos de una economía de muerte en lugar de una economía de vida), es en estos momentos una propuesta que ha alcanzado el nivel del Estado (liderada por Evo Morales y quizás continuada en Ecuador), a la vez que es la política de muchos proyectos transformativos de la sociedad política (a veces llamados «movimientos sociales»), tal como Vía Campesina y Soberanía Alimentaria. En América Latina, es también el proyecto defendido y argumentado por la teología y la filosofía de la liberación (cfr. Franz Hinkelammert, Ignacio Ellacuría, Enrique Dussel). La orientación hacia la economía del bienestar y hacia la re-generación más que de la re-producción (bio-tecnología, ingeniería genética) de la vida es también el proyecto de los pueblos y naciones indígenas en las Américas, desde Chile hasta Canadá expuesta como plataforma del IIIer Foro Social de las Américas realizado en Guatemala, el 12 de Octubre del 2008 (ver apéndice 1).

apendice 1

Imaginar e implementar una economía de bienestar es hoy la contribución fundamental de la sociedad política que, en Bolivia (y quizás también en Ecuador). La idea de lo político y de la práctica política se invierten; los procesos cambian de direccionalidad: no van del ¨estado¨ hacia el ¨pueblo¨ sino de ¨la sociedad política¨ hacia el ¨estado.¨ Enrique Dussel, en sus Veinte Tesis de Política (2006), elaboradas sobre la base de la experiencia histórica en América Latina, desde Fidel Castro y los Zapatistas hasta los Sin Tierras, el movimiento Indígena y el proceso Chavista en Venezuela, puso una marca en la ruta para indicar la curva: los futuros globales ya no son imaginables sobre la base de la teoría política moderna (de Maquiavelo a Leo Strauss) elaborada sobre la experiencia de la historia de Europa y de Estados Unidos. El ciclo que se abrió con el debilitamiento de las monarquías Europeas y de los «déspotas» orientales (Locke) y que despegó la política de la teología (que Santo Tomás había unido) y la iglesia del Estado (que nunca fue aceptada en el Islam), está llegando a su ocaso frente a la emergencia de actores políticos generados por la revolución burguesa: no el proletariado, o no sólo el proletariado, sino la sociedad política en su compleja articulación racial, sexual, económica, religiosa, epistémica, histórica, subjetiva y ética.

Las teorías políticas necesarias para futuros globales descreen y rechazan la representatividad del liberalismo político en complicidad con el laissez-económico y rechazan la idea de que la democracia sea definida principalmente por la posibilidad de los ciudadanos (no los ilegales) de votar. Tanto la corrupción en el sistema electoral como la corrupción legal de la competencia por quien junta más dinero, en países industriales del primer mundo, no tiene nada que envidiarle al sistema de sucesiones en el Partido Comunista Chino. El tratado político enunciado por el EZLN, «mandar obedeciendo» (el cual nos remite a la organización de los Iroqueses que admiraron y respetaron los Padres Fundadores a tal punto de modelar el conocido «check and balance» de la Constitución estadounidense en organización social iroqués, le sirve a Dussel de base y punto de partida para elaborar 20 tesis de política que responden a los procesos de la historia local de América del Sur y del Caribe, y no a los procesos de las historias locales de la Unión Europea o de Estados Unidos o de la ex Unión Soviética.

V.

Voy a concluir trayendo al debate dos tópicos discutidos hoy en distintos sectores de Europa y las Américas. No estoy familiarizado con debates semejantes en Asia del Sur y Asia del Este, en la región Arabo-Islámica o en África subsahariana. Sé que en Europa y en Estados Unidos se debate sobre estas regiones pero ignoro el debate en esas regiones, y de qué manera en ellas hablan sobre Europa y Estados Unidos. Lo que sigue entonces es solo la mitad de la historia, mi enunciación es limitada aunque lo enunciado por mí abarque todo el globo; es también una reflexión de geopolítica y de corpo (bio-grafía)-política del conocimiento.

La gestión incompetente y mal informada en el gobierno de George W. Bush, 1. los errores garrafales en relaciones internacionales y en cuestiones domésticas, la corrupción, la mentira, el juego de niños practicado con Blair a costa de miles y miles de vidas perdidas y otras arruinadas, etc. llevó a una toma de conciencia aún en Estados Unidos, de que los peligros de la democracia son dobles: 1) provienen de la propaganda superficial de que la democracia consiste en el voto y de ocultar que los millones de dólares que cada candidato acumula en donaciones, es para manipular el voto, con ayuda de los mass media; 2) Otros provienen de la presunción de que la democracia pertenece a Estados Unidos (quizás compartida con los países centrales de la Unión Europea -Francia, Inglaterra y Alemania-) y por lo tanto que está bien y es necesario democratizar imperialmente el mundo mediante la difusión de la democracia. El credo es ya tan vergonzoso que hasta académicos de Harvard se ven en el apuro de tener que denunciar el ridículo de la «democratosis»:

It seems strange to the rest of the world, sustain Noah Feldman, but we American can´t seem to stop talking about how other countries should be democratic like we are…The expansion of democracy is for us what empire was for the great world powers before us: a rallying cry that makes us proud and keeps us unified-while also serving our interests (NYT Magazine, Oct 10, 2007, 11).

El argumento que Feldman despliega a continuación de esta cita es interesante y sólo está viciado por un presupuesto inicial: que la expansión de la democracia es para los Estados Unidos lo que el imperio fue para las grandes potencias. El desliz magistral, intencional o no, ocurre en el momento de la cita en la que se oculta el hecho de que para Estados Unidos la democracia es instrumento fundamental en sus diseños imperiales. El imperio no es algo como la democracia puesto que la democracia, hoy, es como la misión civilizadora en el siglo XIX, la misión cristianizadora en los siglos XVI y XVII, y la modernización y el desarrollo después de la Segunda Guerra mundial, un instrumento del imperio. Los países que verdaderamente proyecten futuros democráticos tienen que luchar contra el sentido imperial de democracia (tanto de Estados Unidos, como de Francia, Inglaterra y Alemania), e imaginar futuros justos e igualitarios no regulados por los diseños imperiales, «que sirven a nuestros propios intereses», como sostiene Noah Feldman;

La aceleración de la crisis a la cual George W. Bush hizo la mayor contribución 2. de su mandato, despertó hasta los mismos teóricos republicanos (y no solos a algunos diputados y senadores del partido republicano). Dos libros recientes (The future of conservatism, edited by Charles W. Duna (2007) y Democratic Capitalism and Its Discontents (2007), una colección de ensayos de Brian C. Anderson). Entiendo que la idea de «capitalismo democrático» es la respuesta republicana al «capitalismo con rostro humano», básicamente liberal.

La crisis en el republicanismo es paralela a la crisis en el marxismo. Robin Blackburn, por ejemplo, publicó recientemente en Daedalus (Summer 2007) en el cual elabora la idea de una «economía democrática». En él toma distancia de la ortodoxia Marxista y propone un programa democrático en la economía. La organización político económica de Suecia y la Corporación Corporativa Mondragón del País Vasco, son dos de sus principales ejemplos.

La diferencia entre «el capitalismo democrático» en Anderson y la «economía democrática» en Blackburn pone de manifiesto un aspecto fundamental de los futuros globales: la economía capitalista no puede ser democrática porque está montada sobre principios creadores de subjetividades competitivas para vivir mejor que el otro en vez de una economía que asegure vivir bien, siguiendo el principio fundamental de la filosofía política, económica y ética indígena. Por otra parte, la economía democrática, tiene la ventaja de separar economía de capitalismo aunque corre el riesgo de equiparar economía con socialismo: esto es, no hay una sola manera de concebir la conjunción de democracia económica. Si así lo fuera, tendríamos el proyecto totalitario socialista por la democracia en vez del proyecto totalitario capitalista por la democracia. La economía democrática deberá ser pluri-versal y no uni-versal, sea según el modelo capitalista o según el modelo socialista;

En este punto intervienen los proyectos de la opción de-colonial que parten de 3. la necesidad de confrontar la diferencia colonial e imperial, ambas montadas sobre presupuestos epistémicos raciales y patriarcales mediante los cuales se organizaron las diferencias humanas y la diferencia entre seres humanos y naturaleza en la modernidad/colonialidad. La opción de-colonial, y en este sentido se debería entender el pensamiento de los límites, piensa la economía y la política despegada de John Locke y Karl Marx. Los saberes, subjetividades, prácticas, memorias que fueron relegados a la tradición, que fueron ejemplos de primitivismo y de barbarie, de religiones que hacían reír a Kant por ser tan ridículas, que fueron colonizadas por las expansiones imperiales capitalistas (incluida la expansión armada y/o corporativa de la democracia), deben, necesitan, ser re-inscriptas e intervenir en proyectos «democráticos globales». Economías democráticas son sin duda fundamentales, no sólo por el aspecto distributivo tanto como por el aspecto conceptual: la economía debe administrar la escasez y no gestionar la acumulación, el socialismo no tiene la llave maestra para administrar la escasez. La economía democrática pluri-versal, en la cual el criterio fundamental es la administración de la escasez, incluirá la plataforma socialista entre varias; mientras que el capitalismo democrático ya no tendrá cabida puesto que se asienta sobre criterios uni-versales que niegan la pluri-versalidad.


1 Este artículo es producto de la investigación realizada por el autor sobre democracia, capitalismo y giro decolonial. En este artículo continúa las reflexiones iniciadas en «¿Giro a la izquierda o giro descolonial? Evo Morales en Bolivia», Revista del Sur, 164, Marzo-Abril, 2006, http://www.horizontelibertario.blogspot.com/2008/11/giro-la-izquierda-o-giro-descolonial.html. El artículo está también recopilado en Democracias en desconfianza. Ensayos de sociedad politica y civil en América Latina. Montevideo: Editorial Coscoroba, 2006.

2 Doctorat de Troisième Cycle Littèraire (PhD), Semiotics and Literary Theory, en Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Paris, France . Director del Center for Global Studies and Humanities. Walter Mignolo es el profesor William H. Wannamaker de Literatura y Lenguas Romances y profesor de Antropología Cultural en Duke University.

3 Versión escrita de la ponencia presentada en la XVI Conferencia Internacional de la Latinidad: Democracia Profunda: reinvenciones Nacionales y Subjetividades Emergentes. Lima Perú, 5-7 de Noviembre del 2007.

4 Para un ejercicio extendido de este «método» (si la hermenéutica pudiera hacerse compatible con el «método» (cfr. Hans-George Gadamer, Method and Truth (Wahrheit und Methode, 1960) ver mi The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality and Colonization (1995).

5 Las glorias imperiales son todavía cantadas hoy por reconocidos historiadores como Niall Ferguson ( Empire. The Rise and Demise of the British World Order and the Lessons for Global Power, London: Pinguin, 2002. Sus críticas al imperio estadounidense, que él llama Coloso, deben ser tomadas literalmente: como una crítica desde la perspectiva de los intereses británicos. La misma perspectiva es evidente en los más recientes artículos periodísticos publicados por Fergusson.

6 El debate sobre la democracia tampoco será democrático sin tener en cuenta, también, «la diferencia imperial» (cfr., China, Rusia) y la fusión histórica de diferencia colonial/diferencia colonial en el mundo islámico (cfr., la descomposición de los sultanatos Safavid y Otomano y la emergencia, por mandatos de Francia e Inglaterra, de Estados nacionales como Iran e Iraq).

7 Uso aquí el giro Levinasiano. El título de uno de sus libros es Autrement qu’etre en lugar del esperado Etre autrement. En el primer caso, la traducción al castellano sería «otra manera que ser»; en el segundo «otra manera de ser». En el segundo caso se mantiene la idea de «ser» mientras que en el primero se la cuestiona. Levinas hace esta afirmación al desplazar la ontología del «ser» Heidegeriano por el «diálogo cara a cara».


 

Referencias

Umozurike, U.O. 1979. International Law and Colonialism in Africa. Enugu (University of Nigeria): Nigeria.        [ Links ]

Grovogui, Siba N'Zatioula. 1996. Sovereigns, Quasi Sovereigns, and Africans. Minneapolis: University of Minnesota Press,        [ Links ]

Grinde Jr. Donald A. 1992. "Iroquois Political Theory and the Roots of American Democracy", in Exiled in the Land of the Free. Democracy, Indian Nations and the US Constitution. Santa Fé: Clair Light Publishers.        [ Links ]

Ferguson, Niall. 2002. Empire. The Rise and Demise of the British World Order and the Lessons for Global Power, London: Pinguin.        [ Links ]

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