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Tabula Rasa

versão impressa ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  n.14 Bogotá jan./jun. 2011

 

La estructura Temporal de La Intervención en el Trabajo Social. Un Enfoque Desde La Fenomenología de Alfred Schutz1

Temporal Structure in Social Work Intervention. An Approach to Alfred Schütz' Phenomenology

A Estrutura Temporal da Intervenção no Serviço Social: Um Enfoque a Partir da Fenomenologia de ALfred Schutz

Ramiro Rodríguez2
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
ramirodriguezb@gmail.com

1Este trabajo es producto de las reflexiones en torno a la investigación «Estudio de los motivos en los dilemas éticos, que se le presentan a las y los trabajadores sociales en la práctica cotidiana», estudio aprobado por el Consejo académico en el 2011. El grupo de investigación en que se encuentra adscrita este estudio se llama «Investigación disciplinar en Trabajo Social y tendencias contemporáneas» registrado en Colciencias.
2Sociólogo, Magister en filosofía. Profesor asistente en la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca.

Recibido: 23 de marzo de 2011 Aceptado: 02 de mayo de 2011


Resumen:

El artículo, aborda la intervención en el Trabajo Social, situándola entre una forma de acción que se constituye en fases temporales, cuya duración se da enteramente en el flujo de conciencia de los sujetos participantes. En este sentido, la intervención, tendría su génesis, en lo que Alfred Schütz llama objeto temporal inmanente, en virtud de un continuum de retenciones y protenciones, que conforman el horizonte de pasado y futuro de la acción, pero por otro lado, la intervención sería resultante de procesos de coexistencia y simultaneidad de dos conciencias, a partir de la puesta cara a cara entre el trabajador social y el otro, y la relación social nosotros que le es subsecuente.

Palabras clave: acción, conciencia del tiempo interior, protenciones, retenciones, situación cara a cara, relación social nosotros


Abstract:

This paper addresses intervention in Social Work, placing it between an action that is built in temporal stages, whose duration is entirely placed in the stream of consciousness within the participating individuals. in this sense, intervention would have a genesis in what Alfred Schütz calls an immanent temporal object, by virtue of a continuum of protentions and retentions, informing the past and future of the action. But on the other hand, intervention would be the result of processes of coexistence and simultaneity of two consciousnesses, beginning with the face-to-face situation between the social worker and the other, and the we-relationship.

Key words: action, internal time-consciousness, protentions, retentions, face-to-face situation, we-relationship


Resumo:

Este artigo aborda a intervenção no Serviço Social localizando-a entre uma forma de ação que se constitui em fases temporais, cuja duração ocorre por inteiro no fluxo de consciência dos sujeitos participantes. Nesse sentido, a intervenção teria sua gênese naquilo que Alfred Schutz denomina objeto temporal imanente, em virtude de um continuum de retenções e protensões que conformam o horizonte do passado e futuro da ação. Por outro lado, a intervenção seria o resultado de processos de coexistência e simultaneidade de duas consciências, a partir do encontro face a face entre o profissional do Serviço Social e o outro, e a relação social«nós» que lhe é subseqüente.

Palavras chave: ação, consciência do tempo interior, protensões, retenções, encontro face a face, relação social nós.


La determinación temporal en que se estructura la intervención en el trabajo social, remite a la acción, como si esta fuera el elemento constituyente, pero toda acción está definida por un tiempo, y en esta materia ha visto la fenomenología, dos maneras en que lo temporal es incidente: el actio en tanto la acción es pura vivencia que transcurre enteramente en la corriente de la conciencia, o como actum, en que una vez la acción está terminada, se percibe objetivamente. La intervención tiene esa doble condición, o se contempla como un objeto inmanente, lo cual remite a fases temporales en que se va constituyendo, en el flujo de conciencia, lo que definiría la intervención, situándola dentro de un proyecto preconcebido, o estaría sujeta al acto concluido, pero ya no sería temporalidad interior, sino el acto sometido a las coordenadas del tiempo exterior.

Esta reducción de la acción a nivel del tiempo interior de la conciencia, tiene su correlato en al mundo social, en que se procede más por vía intersubjetiva, que de manera trascendental y basta decirlo, al tomar la intervención el aspecto de proyecto preconcebido, se encuentra en relación primaria con un otro u otros, tal como señala Schütz, al radicalizar el concepto de mundo propuesto por Max Scheler, en que

la realidad del mundo de los contemporáneos y la comunidad se dan por sentadas como esferas del tu y esferas del nosotros ante todo respecto del conjunto de la naturaleza, tanto viviente como inorgánica...además, la realidad del «tu» y de una comunidad se da por sentada antes que la realidad del «yo» en el sentido del propio yo y de sus vivencias personales privadas (Schütz,1993:127).

Sin duda, estas consideraciones precedentes constituyen el punto de partida, para analizar la temporalidad subyacente en la intervención, aunque no se puede obviar el hecho de que siendo un proyecto que se construye en la mente del trabajador social, lo haga con respecto al otro, o los otros, dado el supuesto esencial de la intencionalidad de toda conciencia dirigida hacia los objetos de sus actos, y por tanto, requiera que el trabajador social, se coloque cara a cara con el otro, y lo que parece más esencial, se experimenten dentro de la relación social nosotros.

Este contexto relacional que se constituyen a partir de la situación cara a cara, sitúa la fenomenología y particularmente Schütz, el problema de la temporalidad. Para ello, para visualizar la materia del tiempo, habría que comenzar por examinar la posición filosófica sobre el tiempo interior de la conciencia, que Schütz elabora a partir de los escritos de Husserl y Bergson, y luego con el mismo énfasis, realizar el análisis pertinente de la estructura temporal de la intervención.

Schütz, pues plantea, que hay varias dimensiones del tiempo que cruzan el mundo de la vida, ese mundo «precientífico que es el mundo unitario mío, vuestro y de todos nosotros» (Schütz, 1995:127), en que fluye un tiempo indiferenciado, «un continuo nacer y morir de cualidades heterogéneas» (Schütz, 1993:75) y un tiempo exterior, de carácter discontinuo y espacializado. Entre ambas condiciones, la distinción es de dos tipos de conciencia, la del Yo cotidiano, que efectúa actos reflexivos de atención, sometido a las reglas de espacio y tiempo externos, básicamente todas en función del intelecto; y la conciencia sumergida en la corriente de la vivencia, donde no hay divisibilidad, ni puntos claros, únicamente fases transitivas entre un ahora, un ahora reciente y un ahora pasado, Bergson (2004) llama a esta condición durée, a la pura duración de la conciencia, donde no hay «coexistencialidad , no existe externalidad mutua de parte, ni divisibilidad, sino solo un flujo continuo, una corriente de estados conscientes» (Schütz, 1993:75).

Pero esta diferencia, que plantea Schütz es relativa, ya que la conciencia, transita entre uno y otro nivel con cierta holgura. En un instante, puede tener la máxima atención puesta en alguna vivencia, piensa de acuerdo a la conciencia espacio temporal, pero en otro momento, puede quitarse de la aprehensión sucedida, para hundirse en la corriente de conciencia, entonces ya no es la conciencia reflexiva, colocada de cara al mundo objetivo, sino que se retira de la existencia del tiempo externo, hacia un pleno de vivencias que se disuelven unas en otras, sin obtener claridad sobre que son, o cuáles son sus contenidos. Simplemente una vivencia emerge de pronto y enseguida se desvanece, para dar paso a otra sucesivamente y mientras eso ocurra, sigue ausente de la atención a la vida.

Esta doble perspectiva temporal, influye en la forma de ser de las mismas vivencias: o se toman como una multiplicidad variante de estados del flujo de la durée, o vistas como un fenómeno externo, propio de la conciencia reflexiva, en esta última fase, la vivencia es sacada de la inmediatez de la corriente, y sometida a la lógica del pensamiento, pero entonces ya no es la vivencia en su plenitud cambiante, sino algo pasado, algo que ha terminado su curso.

Edmund Husserl, plantea con mayor énfasis esta doble intencionalidad de la conciencia:

O consideramos el contenido del flujo en su forma fluida, es decir la serie de vivencias originarias, que es una serie de vivencias intencionales, conciencia de...; o dirigimos nuestra mirada hacia las unidades intencionales conscientes, como algo homogéneo en la corriente del flujo: en este caso tenemos una objetividad en el tiempo objetivo, el campo temporal auténtico, en oposición al campo temporal de la corriente de conciencia (Schütz, 1993:76).

Por otra parte, toda vivencia actual, «está rodeada de orlas de retenciones y protenciones que la vinculan con lo que acaba de ocurrir y con lo que es previsible que ocurra inmediatamente, y se refiere a cogitaciones del pasado más distante mediante el recuerdo, y al futuro mediante las anticipaciones» (Schütz: 1995:119). Quiere decir Schütz, que en el tiempo interior, nuestras vivencias están conectadas con un horizonte de pasado mediante retenciones y recuerdos y con un horizonte de futuro, en forma de protenciones y previsiones o anticipaciones, en cuanto estado ficcional de mí obrar. Ciertamente, en el transcurso de las vivencias, retengo la que está pasando y protiendo hacia la que se me acerca, en forma ininterrumpida, proceso del cual no puedo darme cuenta, mientras estoy hundido en la corriente de la vivencia. de hecho, este proceso, es lo que hace posible nuestra experiencia en el mundo y sin ello, sería imposible entablar una conversación, leer un libro, escuchar música o constituir una situación, como la intervención social. Sin duda, este entretejimiento de retenciones y protenciones hacen posible mi ser en el mundo y conforman por así decirlo el sedimento de mi conciencia, donde quedan registrado la serie de vivencias pasadas y que puedo recoger mediante la rememoración: «es el recuerdo lo que aísla la vivencia de la corriente irreversible de la duración y, así modifica la captación, transformándola en rememoración» (Schütz, 1993:77) y de forma similar, cada fase transcurrida de un ahora, protiende hacia un nuevo ahora, de manera que se construye el horizonte de futuro, como estado anticipatorio de mi acción en el mundo: «debemos tener en presente que, por definición, la acción se basa siempre en un proyecto preconcebido, y esta referencia al proyecto precedente, es lo que dota de sentido al actuar y al acto» (Schütz, 1995:203).

En general, se puede afirmar con Husserl y Schütz, que la conciencia reflexiva no se limita exclusivamente a la rememoración o lo retenido, sino por el contrario, el recuerdo está constituida en gran parte por protensiones y anticipaciones hacia al futuro. El apartado siguiente de Husserl, define con claridad esta intencionalidad: «Todo proceso primordialmente constituido, está animado por protensiones, que (...) constituyen e interceptan, lo que está viniendo, como tal, para llevarlo a su completamiento» (Schütz, 1993:87).

Es entonces el flujo del tiempo interior, el fundamento en que es posible entender cómo se constituye la intervención en el trabajo social. Luego, el hecho que toda acción contenga la anticipación del futuro en forma de una protención, proceso que sin duda tiene lugar desde el momento en que la conciencia hace el ejercicio reflexivo, la acción es imaginada como si ya hubiera transcurrido y terminado efectivamente.

Desde esta perspectiva, los sujetos tienen distintas formas de ver y experimentar a los demás en la realidad social, lo cual permite que esa experiencia abarque variadas formas de encuentro social. Hay relaciones distantes, limitadas exclusivamente al trato de ellos, en el sentido de anonimidad, aunque es posible que exista un cierto conocimiento. Schütz en su lenguaje peculiar, llama contemporáneos, a estos sujetos que viven en un espacio geográfico determinado, pero a los cuales no los vinculan, otra cosa sino el hecho de ser conciudadanos. Este conocimiento, está limitado al factor existencia, pero es un conocimiento traspasado por otros, o resultado de alguna interacción pasada, pero de ninguna manera hay una experiencia cara a cara, como para ser captados en una relación nosotros. Para que esto suceda, es preciso que se constituya, una comunidad atentica de tiempo y espacio. Únicamente en esta condición, el otro es intencionalmente tomado en un presente vívido, en que el alter ego se va constituyendo. Esta condición se produce desde el instante en que lo reconoce como una entidad espacial, que está presente, y por consiguiente tiene conciencia de ese individuo, con unas particularidades que lo hacen esa persona y no otra. En esta captación espacial del otro, hay una percepción del cuerpo como campo de expresión de su conciencia más intima. Y similarmente cuando es experimentado en la corriente de la durée, compone su alter ego «cuando mi flujo de conciencia y el suyo fluyen en una verdadera simultaneidad» (Schütz y Luckmann, 1977:76), de manera que puede, acceder a sus pensamientos en el mismo instante en que se están dando, o sea que su subjetividad es accesible a través de una serie de síntomas, y tal como dice Berger y Luckmann «la subjetividad del otro se encuentra decididamente próxima. Todas las demás formas de relación con el otro, en diversos grados son remotas» (2006:45).

Esta situación, cara a cara, a diferencia de la relación ellos, es la única en que el otro es experimentado en la dimensión más vívida de tiempo -espacio, y esta condición esencial, define el tipo de relación social subsecuente, que produce la situación cara a cara. En este sentido, Schütz, destaca la diferencia entre la «experiencia inmediata de un otro, y la experiencia mediata del mundo social» (Schütz y Luckmann, 1977:76), como las formas viables en que se desenvuelve la estructura de relaciones sociales en la vida cotidiana.

Basta, entonces descifrar cómo se llega a esa experiencia inmediata con el otro. desde luego, hay unos momentos peculiares que se entrelazan consecuentemente. inicialmente el otro está ahí y le presta atención, y por extraño que parezca, el estar ahí, el reconocimiento de ese hecho concreto, implica la existencia de una orientación Tú, que no es otra cosa que experiencia de la persona, en cuanto es semejante a un mí. Lo que percibe es la forma universal de la persona, acto que no implica ningún hecho sobresaliente, como decir «estoy frente a una persona que se asemeja a mí en todos los aspectos». Simplemente hay una captación del otro por el solo hecho de ser semejante, dentro de este contexto de tiempo y espacio primarios, sin involucrar, ningún juicio analógico.

Esta orientación tu, presupone que es una experiencia original, que está dada, antes que cualquier captación de un sí mismo. de ahí que se presencie el fenómeno de la condición intencional de toda conciencia, que Husserl cataloga como «vivo en mis actos y pensamientos, y al hacerlo estoy exclusivamente dirigido hacia los objetos de mis actos y pensamientos» (Schütz, 1995:166).

Por ende, la orientación tu, no es una cuestión predicativa, que pudiera expresarse tácitamente en un momento determinado, para Schütz (1993), es más un concepto límite, ya que no hay exactamente una orientación tu pura en la realidad. Cuando alguien está frente a otro, es esa persona particular con unas características específicas.

Siendo así, la orientación tu, puede considerarse unilateral o recíproca, «es posible que yo, me dirija hacia usted, mientras usted no presta atención a mi existencia, pero también puede ocurrir que yo me dirija a usted, tanto como usted hacia mi» (Schütz y Luckmann, 1977:77).

Esta reciprocidad que se constituye, posibilita el surgimiento de una relación social denominada por Schütz y Luckmann (1977), relación nosotros, en principio, en estado puro, incapaz de efectivizarse, pero dispuesta a realizarse, desde el instante en que el otro es aprehendido. de ahí, que la comunidad de alteregos que se consolida por la situación cara acara, expresa de principio a fin, esta relación nosotros, plena de sentido, por las múltiples experiencias que se viven en la corriente de la durée.

El nosotros, muestra de una vez que, no son dos conciencias que se presentan antagónicas, o desconocidas, o diferentes, lo que se capta en ese primer reflejo del otro, es consciencia mutua, y esa consciencia tiene de común una estructura temporal, en cuanto ambos fluyen en simultaneidad sus corrientes de conciencia; en este punto una sincronía de dos conciencias en el presente vívido, sería un buen caso, para indicar de que manera el nosotros puro, se empieza a dar, desde la sola posición de quien capta a un semejante abstraído de contenidos concretos, desde «el modo de sí mismo original» (Schütz, 1993:193).

Schütz, con su natural empeño en demostrar por vía empírica como la relación nosotros pura es únicamente captación del otro como un semejante, coloca a los egos, en el ejercicio fenomenológico de experimentar el vuelo de un pájaro

Si usted y yo observamos un pájaro en vuelo, mis observaciones del pájaro en vuelo son una sucesión de experiencias de mi propia mente, así como sus observaciones del pájaro en vuelo, son experiencias de su propia mente. Ni usted ni yo, ni nadie puede decir, si mis experiencias, son idénticas a las de usted, puesto que nadie puede tener acceso directo a la mente de otro hombre. No obstante aunque no puedo conocer el contenido específico y exacto de su conciencia, se que usted es un ser humano vivo, dotado de conciencia. Sé que cualquiera que hayan sido sus experiencias durante el vuelo del pájaro, ellas eran contemporáneas con las mías. Además puedo haber observado movimientos de su cuerpo y expresiones de su rostro durante esos momentos, e interpretarlos como indicios de su atención al vuelo del pájaro. Por lo tanto puedo coordinar el suceso vuelo del pájaro, no solo con fases de mi propia conciencia, sino también con fases correspondientes de su conciencia, entonces podemos decir que nosotros vimos un pájaro en vuelo (Schutz, 1974:36).

Sin duda, una descripción fenomenológica, tal como la propone Schütz, abunda en variados detalles, no es posible ignorar el hecho de que el mundo en que coparticipan los dos observadores, es un mundo común a todos, ni tampoco ignorar que es compartido con otros. El encuentro social, es el despliegue del yo hacia los demás, y sin duda toda la experiencia mundana del hombre, está dada sin duda por la relación nosotros pura, este a priori de mi nacimiento, como exclama Schütz (1974), lo que hace posible que la subjetividad del otro, sea accesible a través de una serie de síntomas que el cuerpo exhibe, como nunca es posible en otra relación social, más distante y menos coparticipativa del otro. Pero lo que indica con más énfasis, es que durante el vuelo del pájaro, la conciencia del otro, es accesible de manera inmediata, y como lo señala Husserl (2005), no está presentada sino apresentada, por una serie de percepciones visuales, del cuerpo del otro, en sus movimientos, gestos y expresiones y, en esa medida, vivir en sus contextos subjetivos de significado, aunque la explicitación de tales significados, es un proceso propio de una relación social nosotros concreta, en que el otro ya no se vive sino se piensa en él, por ejemplo, habría que tener en cuenta, el lenguaje hablado en que se comunica la experiencia del suceso del vuelo del pájaro, de manera que pueda conocer a través del habla, lo que está pasando por la mente del otro, o sea la captación del sentido subjetivo, para ello es preciso que haya una representación de su corriente de conciencia fluyendo simultáneamente, y en esa situación «interpretar y construir tus actos intencionales, a medida que eligen tus palabras» (Schütz, 1993:195), en consecuencia mientras se encuentre en simultaneidad con el otro, viviendo directamente en el nosotros concreto, es posible vivir en el sentido subjetivo de cada uno.

En el presente vívido, la relación nosotros, es la forma más inmediata de experiencia común con el otro y esta inmediatez, se mantiene mientras transcurre la relación, hasta que haya participación del flujo conjunto de vivencias, una vez fuera de ella, sobrevienen procesos explicativos del sentido de aquello que ha sido vivenciado, como pretérito no como presente. de manera que mientras más existen procesos reflexivos sobre lo acontecido, menos es la vivencia en el nosotros y por consiguiente ese otro, se vuelve paulatinamente, distante, lejano, anónimo.

Las consideraciones anteriores, no tienen otro objetivo sino poner en presente, la posibilidad de que lo social es algo que tiene su fundamento en el tiempo, ya que es el punto de encuentro de un tu, de una comunidad y de una relación social nosotros concreta. Esta posibilidad, se encuentra también dada en la intervención en el Trabajo Social, lo que es factible si se toma en una sola mirada el proceso de la intervención. En este sentido, cuando se habla de proceso, los trabajadores sociales, hablan en referencia a componentes de la intervención (Camelo y Cifuentes, 2006) donde se encuentran los sujetos, y la intencionalidades, que resaltan sobre la fundamentación epistemológica o sobre las metodologías de actuación profesional. Lo que importa en este momento, para el análisis que se sugiere, es colocar en el centro del problema, a los sujetos de la intervención, ya que al fin de cuentas el Trabajo Social, concibe a estos «en relación con los otros, al tiempo que presenta carencias y necesidades individuales que lo hacen vulnerable y necesitado de otro» (Cordero, 2004:411).

De esta manera y retomando el punto de partida de examinar la intervención, desde un contexto temporal, se tienen dos sucesos que acaecen en el tiempo interior de los sujetos, por un lado el flujo de conciencia del trabajador social y por el otro el flujo de conciencia del otro sujeto interviniente. Estos dos momentos, son vividos en simultaneidad, marcados por el aspecto central, que los vincula, en este caso la intervención social. Se plantea además que esta simultaneidad que experimentan dos conciencias, es el punto de encuentro del nosotros, como una autentica relación social.

En este sentido, la intervención, se estructura desde el instante en que el trabajador social y el otro comparten un sector común de tiempo y espacio, tal como lo establece Schütz (1974). Compartir el espacio, significa que el trabajador social, se encuentra frente a esa persona como tal, al que reconoce que existe, está ahí frente a él, con su cuerpo presente, que manifiesta en términos de conciencia, los contenidos que en ese instante está expresando, ya que en esencia el cuerpo del otro presenta «síntomas concretos a través de los cuales su vida consciente se me manifiesta de manera vívida» (Schütz, 1974:35). Compartir un sector de tiempo, es vivir en simultaneidad de las dos conciencias que están puestas cara a cara. Por consiguiente el trabajador social, al colocarse en el plano espacio- temporal con el otro, están experimentando el suceso de la intervención, como una realidad directamente vivenciada. Ahora bien, esta inmediatez temporal-espacial con que se experimenta la intervención, es básica en la relación social nosotros que se constituye finalmente. Habría que decir, que ese cuerpo que se experimenta, que esa conciencia que fluye en simultaneidad, es porque el yo del trabajador social, está orientado hacia un otro o hacia un tu. Es decir todo su flujo de conciencia, está sostenido de principio a fin por esa orientación hacia un tu y eso significa nada menos que el trabajador social es consciente de ese otro como persona, es decir lo experimenta como tal, como un congénere, al que le atribuye conciencia y existencia, es decir lo está reconociendo en su más neta singularidad, con que un ser humano puede ser aprehendido. Y como bien dice Husserl, esa experiencia, «es conciencia originaria, y, de hecho, en el caso de la experiencia referida a otra persona, decimos que el otro está ahí, él mismo “en persona”, ante nosotros» (Husserl, 2005:156). Pero es un simple captar la esencia original de que el otro está hecho, no necesariamente implica que en ese proceso, haga una agregación de los predicados que lo hacen persona o sujeto. En consecuencia la intervención social, este sostenida en esta situación primigenia, e implica también que el otro, deba asumir la misma orientación tu, hacia la persona del trabajador social que tiene al frente. Vale decir que esta reciprocidad, es la que da origen a la relación social nosotros, como bien se ha sustentado anteriormente. de manera, que es el momento en que el otro es vivenciado en su más completa integridad, en que puede captar sus pensamientos, tan pronto se están produciendo, en otras palabras, su subjetividad, le es accesible como nunca lo puede hacer en otra parte, por medio de los síntomas que su cuerpo está expresando.

Supongamos, que el otro, está relatando una parte de su existencia que está en problemas y el trabajador social lo está comprendiendo. Hay dos maneras en que esa comprensión la puede hacer: objetiva y subjetiva (Schütz, 1973). La primera en cuando toma el significado de sus palabras, tal como otro observador, las podría hacer, si estuviera escuchando a esa persona, pero también tienen un significado subjetivo, al captar, lo que está ocurriendo en su mente a medida que narra el suceso. Para lograr esta interpretación, necesita representarse esa conciencia como fluyendo simultáneamente con la suya, de esta manera puede aprehender la intencionalidad de sus actos, por ejemplo, quiere hacer creer que esto ha pasado, en lugar de otra cosa, el miedo, o la turbación expresados, están siendo producidos por unos objetos específicos, personas, instituciones, es decir lo que hace el trabajador social es tomar lo que está narrando, y situarlo en relación a unas causas concretas, o a unas intencionalidades y como lo dice el mismo Schütz, «para expresarlo en una fórmula, solo puedo vivir en tus contextos subjetivos de significado, en la medida que te vivencio directamente, dentro de una relación nosotros realizada y llena de contenido» (Schütz, 1973:195).

Pero es necesario advertir que esta vivencia, solo es posible si previamente no han compartido una porción de tiempo, tal como se ha consentido en definir como el flujo de conciencia que es simultáneo. Lo que deja en claro esta vez, es que la relación nosotros que se experimenta en la intervención solo es posible si es recíproca, si está dada en el flujo el tiempo interior de ambos sujetos.

Pero ciertamente esta temporalidad, no se agota solo en aprehensión de los contextos de significado del otro. Sin duda el trabajador social, puede vivir ese momento narrativo en diferentes grados de intensidad o de intimidad. uno se pregunta, cómo sería de realizable una intervención social, cuando el trabajador social puede acceder al otro, en su plena subjetividad, y que consecuencias tendría para el diseño mismo de la intervención. Al respecto, habría que anotar lo que dice olga Lucía Vélez:

los silencios, los gestos y las actitudes de las partes involucradas en la entrevista, le asignan al ambiente en el que ésta se desarrolla, posibilidades inhibitorias o dialogantes a través de las cuales se logra penetrar en el alma del entrevistado, haciendo posible la exteriorización de emociones y sentimientos, que junto con lo real, sitúan el significado real, de lo que se está comprendiendo (Vélez, 2003:105).

O desde otra posición, la trabajadora social Vicenta Rodríguez, hace caer en cuenta, el énfasis que puede tener la intervención social, cuando es abordada subjetivamente: «una situación es una problemática adecuada al Trabajo Social cuando es intersubjetiva , es decir, definida, elaborada y/o sentida como situación que se ha de tratar por los sujetos destinatarios y por el profesional. La construcción de esta comprensión intersubjetiva solo puede realizarse a través de la escucha y el diálogo en lo que se encuentren y se contrasten las comprensiones diversas de las situaciones sociales que abordamos y de las posibles soluciones» (Fernández, 2003:416).

Se ha dicho que la durée del tiempo interior, las vivencias de los sujetos están conectadas con un horizonte de pasado mediante retenciones y recuerdos y con un horizonte de futuro, en forma de protenciones y previsiones o anticipaciones, en cuanto estado ficcional del obrar. De manera que se retiene lo que está pasando y se protiende hacia lo que viene. Ello quiere que la intervención social, se gesta en las fases del tiempo interior, en cuanto el trabajador social imagina, por el entrelazamiento de retenciones y protenciones, lo que será la intervención mientras está en la relación nosotros, acerca por decirlo así el futuro hacia el presente inmediato, o sea se sitúa en el modo futuri exacti (Schütz,1995) lo que será la intervención, la acción materializada como tal, para luego en otra fase, liberado de la relación nosotros, procede a sistematizar lo imaginado, por medio de actos reflexivos de atención, en que se detiene a pensar en el proyecto como tal, pero ya no sería la experiencia pura y simple en la imaginación, sino la acción cuando ha pasado su curso, el actum, como tal, ya no sería el presente vivido sino un pasado. En ese instante, la intervención comienza a ser objeto de un saber disciplinar.


Bibliografía

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