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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.14 Bogotá Jan./June 2011

 

Racismo Epistémico, Islamofobia Epistémica y Ciencias Sociales Coloniales1

Epistemic Racism, Epistemic Islamophobia and Colonial Social Sciences

Racismo Epistêmico, Islamofobia Epistêmica e Ciências Sociais Coloniais

Ramón Grosfoguel2
University of California, Berkeley, USA
grosfogu@berkeley.edu

1Este articulo forma parte de una investigación realizada por el autor en la Universidad de California, Berkeley, sobre la re-emergencia de la islamofobia como una forma de racismo articulada a proyectos hegemónicos globales. El artículo forma parte de la sección de crítica epistemológica pero la investigación abarca otros aspectos de la islamofobia como los estereotipos sobre los musulmanes y sus efectos en los mercados laborales en los centros metropolitanos del sistema-mundo.
2Ph.D en Sociología Temple University. Profesor departamento de estudios étnicos University of California, Berkeley.

Recibido: 30 de marzo de 2011 Aceptado: 29 de abril de 2011


Resumen:

Este artículo trata sobre la manera como el racismo epistémico configura las discusiones actuales sobre la islamofobia. La primera parte es una discusión sobre el racismo epistémico en el sistema-mundo. La segunda aborda la política identitaria hegemónica masculina en occidente y las respuestas fundamentalistas que se le han dado. La tercera tiene que ver con la islamofobia epistémica y las ciencias sociales occidental-coloniales.

Palabras clave: racismo epistémico, islamofobia, ciencias sociales coloniales, teoría social


Abstract:

This article is about the way epistemic racism shapes contemporary discussions on Islamophobia. The first part is a discussion about epistemic racism in the world-system. The second part is on the Western male hegemonic identity politics and the fundamentalist responses to it. The third part is on epistemic Islamophobia and the social sciences.

Key words: epistemic racism, islamophobia, colonial social sciences, social theory.


Resumo:

Este artigo versa sobre a maneira como o racismo epistêmico configura as discussões atuais sobre islamofobia. A primeira parte é uma discussão sobre o racismo epistêmico no sistema mundo. A segunda aborda a política identitária hegemônica masculina no ocidente e as respostas fundamentalistas que tem ocorrido. A terceira tem a ver com a islamofobia epistêmica e as ciências sociais ocidental-coloniais.

Palavras chave: racismo epistêmico, islamofobia, ciências sociais coloniais, teoria social.


Racismo epistémico en el sistema mundo

El racismo y el sexismo epistémicos son las formas de racismo y sexismo más veladas en el sistema global que todos habitamos, el «sistema mundo capitalista/ patriarcal moderno/colonial occidentalizado/cristianizado» (véase Grosfoguel 2008a). Los racismos y sexismos sociales, políticos y económicos son mucho más visibles y reconocidos hoy en día que el racismo/sexismo epistemológico. No obstante, el racismo epistémico es la forma fundacional y la versión más antigua del racismo en cuanto la inferioridad de los «no occidentales» como seres inferiores a lo humanos (no humanos o subhumanos) se define con base en su cercanía a la animalidad y el último con base en la inteligencia inferior y, por ende, la falta de racionalidad. El racismo epistémico funciona a través de los privilegios de una política esencialista («identitaria») de las elites masculinas «occidentales», es decir, la tradición de pensamiento hegemónica de la filosofía occidental y la teoría social que rara vez incluye a las mujeres «occidentales» y nunca incluye los/ las filósofos/as, las filosofías y científicos/as sociales «no occidentales». En esta tradición racista/patriarcal, se considera «occidente» como la única tradición de pensamiento legítima capaz de producir conocimiento y como la única con acceso a la «universalidad», la «racionalidad» y la «verdad». El racismo/sexismo epistémico ve el conocimiento «no occidental» como inferior al conocimiento «occidental». Dado que el racismo epistémico está involucrado con el patriarcado judeo-critiano y su sexismo epistémico, la ciencia que tiene a occidente como su centro es una forma de racismo/sexismo epistémico que privilegia el conocimiento masculino «occidental» como el conocimiento superior en el mundo actual.

Si tomamos el canon de pensadores privilegiados en las disciplinas académicas occidentales, podemos observar que privilegian sin excepción a los pensadores y las teorías masculinas «occidentales», en particular las de los europeos y euronorteamericanos. Es tan poderosa y normalizada esta «política identitaria» hegemónica esencialista -mediante el discurso de la «objetividad» y la «neutralidad» de la «ego-política del conocimiento» cartesiano en las ciencias sociales- que disimula quién habla y desde qué posición en las relaciones de poder lo hace, de modo que cuando pensamos o acusamos a alguien de «esencialismo identitario o de política identitaria» («identity politics») de inmediato asumimos, como por «sentido común», que estamos hablando de minorías racializadas. De hecho, sin negar la existencia de la «política identitaria» esencialista entre algunas minorías racializadas, la «política identitaria» hegemónica -la del discurso masculino eurocéntrico- usa este discurso identitario, epistémicamente racista/ sexista para desechar toda intervención crítica enraizadas en epistemologías y cosmologías provenientes de grupos oprimidos y tradiciones de pensamiento «no occidentales» (maldonado-Torres, 2008a). El mito subyacente de la academia occidentalizada sigue siendo el discurso cientificista de la «objetividad» y la «neutralidad» que oculta el «locus de enunciación» del hablante, es decir, quien habla y desde qué corpo-política del conocimiento y qué geopolítica del conocimiento hablan en las relaciones de poder existentes a escala mundial. A través del mito de la «ego-política del conocimiento» (que en realidad habla siempre a través de un cuerpo masculino «occidental» y de una geopolítica del conocimiento eurocéntrica) se niegan y desechan por particularistas las voces críticas y el pensamiento crítico provenientes de personas y grupos inferiorizados y subalternizados por este racismo epistémico/sexismo epistémico hegemónicos. Si la epistemología tiene color - como tan bien lo señala el filósofo africano Emmanuel Chukwudi Eze (1997)- y tiene género/color -como lo ha argumentado la socióloga afroestadounidense Patricia Hills Collins (1991)- entonces la epistemología eurocéntrica que domina las ciencias sociales tiene color y tiene género. La construcción de la epistemología de los hombres «occidentales» como superior y del resto del mundo como inferior forma parte inherente del racismo/sexismo epistemológico que ha prevalecido en el sistema mundo durante más de quinientos años.

El privilegio epistémico de «occidente» se consagró y normalizó con la destrucción de al-andalus por la monarquía católica española y con la expansión colonial europea desde finales del siglo XV. Desde la redefinición y nombramiento del mundo con la cosmología cristiana (por ejemplo, uso de nombres como europa, África, Asia y, más tarde, América) y la caracterización de todo el conocimiento no cristiano como producto de fuerzas paganas y diabólicas, hasta la presunción en su provincialismo eurocéntrico de que es solo en la tradición grecorromana, pasando por el Renacimiento, la Ilustración y las ciencias occidentales que se alcanzan la «verdad» y la «universalidad», se normalizó el privilegio epistémico de la «política identitaria» masculina, occidental y eurocéntrica hasta el punto de la invisibilidad como «política identitaria» hegemónica. Se convirtió en el conocimiento universal normalizado. De esta forma, se consideraron inferiores todas las «otras» tradiciones de pensamiento (caracterizadas en el siglo XVI como «bárbaras», en el XIX como «primitivas», en el XX como «subdesarrolladas», y a comienzos del XXI como «antidemocráticas»). Así pues, desde la formación de las Ciencias Sociales Liberales Occidentales en el siglo XIX, el racismo epistémico y el sexismo epistémico han sido constitutivos de sus disciplinas y de su producción de conocimiento. Las ciencias sociales occidentales asumen la inferioridad, parcialidad, y falta de objetividad en su producción de conocimiento del conocimiento «no occidental» al mismo tiempo que asumen la superioridad del conocimiento «occidental». Como resultado de ello, la teoría social occidental se basa en la experiencia histórico-social de cinco países (Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y los Estados Unidos) que constituye no más del 12% de la población mundial. Los teóricos sociales que componen el canon de las disciplinas de las ciencias occidentales provienen fundamentalmente de estos cinco países. El provincialismo de la teoría social de la Ciencia social occidental con falsas pretensiones de universalidad, pretende que la teoría social basada en la experiencia histórico-social de estos cinco países y teorizada por hombres de estos países, dé cuenta de la experiencia histórico-social del 88% restante de la población mundial. Si a esto sumamos que la teoría social que se produce a partir de la experiencia social estos cinco países es masculina, ignorando las aportaciones teóricas de mujeres en estos cinco países, entonces el provincialismo es todavía mayor pues la teoría social es representativa de la experiencia histórico-social del 6 por ciento (los hombres de estos cinco países) de la población mundial. En suma, el eurocentrismo con su racismo/sexismo epistémico es una forma de provincialismo camuflajeado de universalismo que se reproduce en las ciencias sociales hoy.

Política identitaria de los hombres occidentalizados

Contra esta «política identitaria» hegemónica que siempre privilegió la belleza, el conocimiento, las tradiciones, espiritualidades y cosmologías masculina, cristiana y occidental a la vez que consideraba inferiores y subalternas la belleza, el conocimiento, las tradiciones, espiritualidades y cosmologías no cristianas y no occidentales, aquellos sujetos representados como inferiores y subalternos por dichos discursos hegemónicos desarrollaron su propia «política identitaria» en reacción al racismo de los primeros. Este proceso es necesario como parte de un proceso de autovaloración en un mundo racista/sexista que los muestra como inferiores y descalifica su humanidad. Sin embargo, este proceso de afirmación identitaria tiene sus límites si conduce a planteamientos fundamentalistas que inviertan los términos binarios de la tradición hegemónica de pensamiento filosófico racista, sexista y eurocéntrico de los hombres occidentales. Por ejemplo, si se asume que los grupos étnico-raciales no occidentales subalternos son superiores y que los grupos dominantes étnico-raciales occidentales son inferiores, simplemente se estaría invirtiendo los términos del racismo occidental hegemónico sin superar su problema fundamental, es decir, el racismo que vuelve inferiores a algunos seres humanos y eleva a otros a la categoría de superiores con base en principios culturales y/o biológicos (Grosfoguel, 2003). Aquí no se estaría desplanzando los binarios del pensamiento eurocéntrico sino que se afirmarían por la vía de la inversión. Otro ejemplo es aceptar -como lo hacen algunos fundamentalistas islámicos y afrocéntricos- los discursos eurocéntricos fundamentalistas hegemónicos de que la tradición europea es la única natural e inherentemente democrática, mientras se pretende que los «otros» no europeos son natural e inherentemente autoritarios, negándole al mundo no occidental discursos democráticos y formas de democracia institucional (que, por supuesto, son distintos de la democracia liberal occidental), y como resultado, terminan apoyando formas políticas autoritarias. Esto es lo que hacen todos los fundamentalistas del Tercer mundo al aceptar la falsa premisa fundamentalista eurocéntrica de que la única tradición democrática es la occidental, y, por consiguiente, asumir que la democracia no se aplica a su «cultura» y a sus «sociedades», defendiendo formas monárquicas, autoritarias o dictatoriales de autoridad política. Esto no hace más que reproducir una forma invertida de esencialismo eurocéntrico. La idea de que la «democracia» es inherentemente «occidental» y que las formas «no democráticas» son de suyo «no occidentales» es compartida tanto por los discursos fundamentalistas eurocéntricos hegemónicos como por sus variaciones igualmente eurocéntricas, tales como los fundamentalismos «tercermundistas».

Las «divisiones» que resultan de estas políticas identitarias terminan por reproducir a la inversa el mismo esencialismo y fundamentalismo del discurso eurocéntrico hegemónico. Si definimos el fundamentalismo como aquellas perspectivas que dan por hecho que su cosmología y su epistemología son superiores y únicas fuentes de verdad, inferiorizando y negando la igualdad a otras epistemologías y cosmologías, entonces el eurocentrismo no es simplemente una forma de fundamentalismo, sino el fundamentalismo más importante del mundo actual. Esos fundamentalismos tercermundistas (afrocéntricos, islámicos, indigenistas, etc.) que surgen en respuesta al fundamentalismo eurocéntrico hegemónico y que la prensa «occidental» exagera todos los días en las primeras planas de los periódicos son formas subordinadas del fundamentalismo eurocéntrico en la medida en que reproducen y dejan intactas las jerarquías raciales, binarias y esencialistas del fundamentalismo eurocéntrico hegemónico (Grosfoguel 2009). El fundamentalismo eurocéntrico se ha normalizado a tal punto que nunca vemos en las primeras planas de los periódicos un titular que diga «el fundamentalismo eurocéntrico con su terrorismo de estado ha asesinado a más de un millón de civiles en Iraq».

En suma, una consecuencia política de esta discusión epistemológica es que una base fundacional en las discusiones actuales sobre el islam político, sobre el significado de «democracia» y en la llamada «guerra contra el terrorismo» es el «racismo/ sexismo epistémico». El racismo/sexismo epistémico «occidental», al inferiorizar las epistemologías y cosmologías «no occidentales» y privilegiar la epistemología de los hombres «occidentales» como forma superior del conocimiento y como único cimiento para definir los derechos humanos, la democracia, la justicia, la ciudadanía, etc. termina descalificando al «no Occidental» como incapaz de producir democracia, justicia, derechos humanos, conocimiento científico, etc. Esto se basa en la idea esencialista de que la razón y la filosofía radican en «Occidente» mientras que el pensamiento no racional radica en el «resto».

Islamofobia epistémica en las ciencias sociales

El racismo epistémico en la forma de la islamofobia epistémica es una lógica fundacional y constitutiva del mundo moderno/colonial y de sus legítimas formas de producción del conocimiento. Los humanistas y académicos europeos desde el siglo XVI han sostenido que el conocimiento islámico es inferior al Occidental. El debate sobre los moriscos en el siglo XVI en España estaba lleno de concepciones epistémicas islamofóbicas (Perceval 1992; 1997). Después de la expulsión de los moros a comienzos del siglo XVII, prosiguió la inferiorización de los «moros» bajo un discurso epistémico islamofóbico. Influyentes pensadores europeos en el siglo XIX como, por ejemplo, Ernst Renan «...sostenían que el islam era incompatible con la ciencia y la filosofía» (Ernst, 2003:20-21).

De manera similar, en las ciencias sociales tenemos manifestaciones concretas de la islamofobia epistémica en la obra de teorías sociales clásicas de la ciencia social patriarcal occidentalo-céntrica, como Carlos Marx y max Weber. Como lo señala Sukidi (2006):

El islam, según Weber, era el polo opuesto del calvinismo. No había dos caras de la moneda en la predestinación en el islam. En lugar de ello, como lo aseveró Weber en su Ética Protestante (2006: 36), el islam contiene una creencia en la predeterminación, no en la predestinación, que se refería al destino de los musulmanes en este mundo, no en el siguiente (185). La doctrina de la predestinación que defendían los calvinistas, y que los llevó al trabajo duro como un deber (vocación, llamado), no es evidente entre los musulmanes. De hecho, como lo afirmaba Weber, «lo más importante, la prueba del creyente en la predestinación, no tenía papel alguno en el islam» (185). Sin el concepto de la predestinación, el islam no podía ofrecer a sus creyentes una actitud positiva hacia esta actividad mundana. En consecuencia, los musulmanes están condenados al fatalismo (197). Las racionalizaciones de la doctrina y la conducta de vida eran ajenas al islam. Weber usó la creencia en la predestinación como concepto clave para explicar la racionalización de la doctrina y la conducta de vida. En el calvinismo, la creencia en la predestinación podía desde luego generar un rigor ético, un legalismo y una conducta racional en esta actividad mundana. No había nada de esto en el islam (p. 199). En consecuencia, la creencia islámica en la predestinación no conducía a la racionalización de la doctrina y la conducta de vida. De hecho, convertía a los musulmanes en fatalistas irracionales. El «islam», en opinión de Weber, «se desviaba por completo de cualquier conducta de vida racional por la aparición del culto a los santos, y finalmente por la magia» (Sukidi, 2006:200).

Si seguimos la lógica de Weber hasta sus consecuencias finales, esto es, que los musulmanes son irracionales y fatalistas, entonces ningún conocimiento serio puede venir de ellos. ¿Cuáles son las geopolíticas del conocimiento implicadas en el racismo epistémico weberiano sobre los pueblos musulmanes? la geopolítica del conocimiento es la islamofobia epistémica de los orientalistas franceses y alemanes que se repite en el veredicto que sobre el islam dicta Weber. Para él, tan solo la tradición cristiana da lugar a al racionalismo económico y, con ello, al moderno capitalismo occidental. El islam no puede compararse con la «superioridad» de los valores occidentales en cuanto carece de individualidad, racionalidad y ciencia. La ciencia racional y, su derivada, la tecnología racional son, según Weber, desconocidas para las civilizaciones orientales. Estas afirmaciones son bastante problemáticas. Estudios como los de Saliba (2007) y Graham (2006) han demostrado la influencia que tuvieron los desarrollos científicos del mundo islámico en la ciencia y la filosofía modernas de occidente. Los avances en el mundo islámico en la astronomía, biología, la matemática, la física, y la filosofía fueron fundamentales para las ciencias modernas occidentales. De manera que, la racionalidad era un precepto central de la civilización islámica. De hecho, los filósofos griegos llegan a Europa vía los filósofos musulmanes de la España islámica. Por siglos, mientras se estudiaba y profundizaba la filosofía griega en el mundo islámico, en el mundo de la cristiandad medieval era castigado por la inquisición quien tuviera copia de un libro de aristóteles. mientras europa estaba sumida en una superstición feudal oscurantista de la cristiandad durante lo que se conoce como la edad media, la escuela de Bagdad (ciudad central de la civilización islámica) era el centro del mundo en la producción y la creatividad científica e intelectual. Por ejemplo, la escuela de astronomía de Bagdad descubre 8 siglos antes que europa que la tierra no es el centro del universo. Las opiniones sobre el islam de Weber y de los orientalistas weberianos reproducen una islamofobia epistémica según la cual los musulmanes son incapaces de producir ciencia y de tener racionalidad, pese a la evidencia histórica que afirma contundentemente lo contrario.

Pero el mismo problema de la islamofobia epistémica lo encontramos en Marx y Engels. Aunque Marx pasó dos meses en Argel en 1882 recuperándose de una enfermedad, casi no escribió sobre el islam. Sin embargo, Marx tenía una visión epistémica orientalista racista de los pueblos no occidentales en general, que es desarrollada ampliamente en sus escritos (Moore, 1977). Más aún, su cercano colaborador, frederick engels, escribió sobre los musulmanes y repitió los estereotipos racistas que usó Marx contra los «orientales». Hablando sobre la colonización de Algeria por los franceses, Engels afirmó:

Por encima de todo es, en nuestra opinión, muy afortunado que haya caído el jeque árabe. La lucha de los beduinos no tenía esperanza, y aunque desde todo punto de vista censurable la manera en que brutales soldados, como Bugeaud, han conducido la guerra, la conquista de algeria es un hecho importante y venturoso para el progreso de la civilización. La piratería de los estados bárbaros nunca impedida por el gobierno inglés siempre y cuando no afectara sus embarcaciones, no podía echarse abajo sino por la conquista de uno de dichos estados. Y la conquista de algeria ya ha forzado a los beis de Túnez y Trípoli, e incluso al emperador de marruecos, a asumir la vía de la civilización. Se les obligó a encontrar un empleo para sus gentes diferente de la piratería... Y si podemos lamentar la destrucción de la libertad de los beduinos del desierto, no debemos olvidar que esos mismos beduinos fueron un país de ladrones -cuyos principales medios de vida consistían en hacer incursiones contra los demás, o contra los lugareños establecidos, tomando lo que encontraban, masacrando a quienes se resistían, y vendiendo como esclavos los prisioneros restantes. Todos estos países de bárbaros libres parecen muy orgullosos, nobles y gloriosos a distancia, pero no es sino acercarse a ellos para descubrir que, al igual que las naciones más civilizadas, están dominados por el afán de lucro, y sólo emplean los medios más rudos y crueles. Y después de todo, el burgués moderno, con la civilización, la industria, el orden, y por lo menos una relativa ilustración que lo completa, es preferible al ladrón merodeador feudal, con el bárbaro estado de la sociedad a la que pertenecen (engels, 1848 citado en Avineri, 1968:43)

La alternativa de Engels es bastante clara: apoyar la expansión colonial y llevar la Civilización Occidental aun cuando sea burguesa y brutal con el fin de superar un estado de cosas «bárbaro». La superioridad de «occidente sobre el resto» y, en particular, sobre los musulmanes es bastante evidente en esta afirmación. Hablando sobre India, el irracional fanatismo de los musulmanes se expresa en la siguiente cita de Engels:

El conflicto armado insurgente comienza ahora a tomar el cariz de la de los beduinos de Algeria contra los franceses; con la diferencia de que los hindús están lejos de ser tan fanáticos y de que no son una nación de jinetes (Engels, 1858:583).

Si queda alguna duda sobre las opiniones que compartían Marx y engels sobre la inferioridad de los musulmanes y pueblos «no occidentales» en relación con Occidente, la siguiente cita de Marx lo confirma:

...La cuestión... No es si los ingleses tenían derecho de conquistar la India, sino si vamos a preferir que la India sea conquistada por los turcos, los persas, los rusos, a que sea conquistada por los británicos. Inglaterra debe cumplir una doble misión en la India: una destructiva, la otra regeneradora -la aniquilación de la antigua sociedad asiática, y la colocación de los cimientos materiales de la sociedad occidental en asia. Árabes, turcos, tártaros y mongoles, que invadieron sucesivamente la India, pronto se adhirieron al hinduismo, siendo los conquistadores bárbaros, por una eterna ley de la historia, conquistados por la civilización superior de sus sometidos. Los británicos fueron los primeros conquistadores con una civilización superior y, por ende, inaccesible a la hindú... No está lejos el día en que por una combinación de líneas ferroviarias y barcos a vapor, se acorte la distancia entre Inglaterra y la India, en términos de tiempo, a ocho días, y en que el otrora fabuloso país se anexe así en forma real al mundo occidental... (Marx, 1853:81-83).

Marx no tenía fundadas muchas esperanzas en el espíritu proletario de las masas musulmanas cuando afirmó lo siguiente en relación con la expansión del Imperio Otomano a los territorios de Europa del Este:

El principal poder de la población turca en europa, independientemente de ser una reserva siempre lista a ser traída de asia, radica en el populacho de Constantinopla [estambul] y otras pocas ciudades grandes. Es en esencia turca, y aunque halla su principal sostén realizando trabajos para cristianos capitalistas, mantiene con gran envidia la superioridad imaginaria y la impunidad real por los excesos que los privilegios del islam le confieren en comparación con los cristianos. Es bien sabido que en cada golpe de estado importante debe persuadirse a este populacho mediante sobornos y adulación. Es tan solo este populacho, con excepción de unos pocos distritos colonizados, el que ofrece una masa compacta e imponente de población turca en europa. Sin duda habrá, antes o después, una absoluta necesidad de liberar una de las mejores partes de este continente del dominio de este populacho, en comparación con la cual el populacho de la Roma imperial era una congregación de sabios y héroes ("Turkey", New York Daily Tribune, 7 de abril de 1853, escrito por Engels a solicitud de Marx, citado en Avineri, 1968).

Para Marx, al igual que para Weber, los musulmanes de origen turco son una caterva de ignorantes que hacía parecer sabios al populacho del Imperio Romano. Convocaba a una lucha de liberación contra los pueblos musulmanes. Por consiguiente, para Marx, la civilización occidental es superior y, por ende, la llamada a civilizar a los musulmanes y a los pueblos no occidentales. Desde su perspectiva, es mejor la expansión colonial occidental que dejar intactos a unos bárbaros inferiores en un estadio intemporal e inferior de la humanidad.

Marx recelaba de los musulmanes y estaba convencido de los rasgos intrínsecamente xenofóbicos que había en el islam y, por ello, escribió de manera apologética sobre el colonialismo occidental. Desconociendo e inferiorizando la visión coránica, dijo:

Como el Corán trata a todos los extranjeros como enemigos, nadie osará presentarse en un país musulmán sin haber tomado sus precauciones. Los primeros mercaderes europeos, por consiguiente, que se arriesgaron a intentar el comercio con tales gentes, se las ingeniaron para asegurarse un tratamiento excepcional y privilegios originalmente personales, pero que después se extendieron a todo su país. De ahí el origen de las capitulaciones ("The outbreak of the Crimean War-moslems, Christians and Jews in the ottoman empire", New York Daily Tribune, 15 de abril de 1854, citado en Avineri, 1968:146).

Marx afirmó, repitiendo el racismo epistémico generalizado de la visión orientalista de su época, que:

El Corán y la legislación musulmana que de él emanaba reduce la geografía y la etnografía de los diversos pueblos a la simple y conveniente distinción de dos naciones y dos países; los de los Fieles y los de los Infieles. El Infiel es harby, es decir, el enemigo. El islamismo proscribe la nación de los Infieles, creando un estado de hostilidad permanente entre el musulmán y el no creyente ("The outbreak of the Crimean War-moslems, Christians y Jews in the ottoman empire", New York Daily Tribune, 15 de abril de 1854, citado en Avineri, 1968).

Estas opiniones simplificadas, esencialistas y reduccionistas del islam desde una perspectiva judeo/cristiano-céntrica, occidentalo-céntrica hacían parte del racismo epistémico y del paternalismo condescendiente de los orientalistas occidentales hacia el pensamiento islámico, en lo cual Marx no era una excepción. En el mundo musulmán había más derechos reconocidos hacia las minorías judías y cristianas que en el mundo de la cristiandad europea. Por siglos, los judíos tuvieron que escapar del genocidio de la europa de la cristiandad y refugiarse en los países musulmanes donde los pueblos del lIBRo (judíos y cristianos) son tratados con todos los derechos. Esto queda totalmente ocultado en la visión racista y eurocéntrica del mundo del cual Marx era partícipe.

Marx creía que el secularismo era fundamental para que la revolución tuviera una oportunidad en tierras musulmanas. Así, dijo:

...si abolimos su sujeción al Corán, mediante una emancipación civil, cancelamos al mismo tiempo su sujeción al clero, y provocamos una revolución en sus relaciones sociales, políticas y religiosas... Si se suplanta el Corán por un code civil, debe occidentalizarse toda la estructura de la sociedad bizantina ("The outbreak of the Crimean War-moslems, Christians y Jews in the ottoman empire", New York Daily Tribune, 15 de abril de 1854, citado en Avineri, 1968.)

Esta visión secularista de Marx era una estrategia colonial típica promovida por los imperios occidentales para destruir las formas de pensamiento y de vida de los sujetos coloniales y, así, impedir cualquier asomo de resistencia. Argumentando que los musulmanes están sometidos al dominio de una «religión», Marx proyectó en el islam la cosmología de la visión secularizada occidentalo-céntrica y cristiano-céntrica. El islam no se considera a sí misma una «religión» en el sentido occidentalizado y cristianizado de una esfera separada de la política, la economía, etc. El islam es más una cosmología que sigue la noción de «Tawhid», una doctrina de unidad, una visión holística del mundo, que la visión dualista del mundo moderno/colonial eurocéntrico (que primero fue un dualismo cristiano y luego cartesiano) destruyó en occidente (ver la matanza de millones de mujeres en Europa acusadas de brujas en el siglo XVI) y con su expansión colonial intentó destruir también en el resto del mundo. Esta visión holística como tendencia general no puso obstáculos al pensamiento crítico y a la ciencia como sí pasó en el mundo de la cristiandad. La práctica de la cristianización colonial a comienzos del periodo moderno/colonial y el secularismo cientificista de la expansión colonial a partir del siglo XVIII hacía parte del «epistemicidio» y «espiritualicidio», es decir, la exterminación de la espiritualidad y las formas de conocimiento no occidentales por parte de la expansión colonial occidental. El epistemicidio y el «espiritualicidio» hicieron posible la colonización de las mentes y cuerpos de los sujetos coloniales.

Si Marx y Weber son teóricos clásicos de las ciencias sociales, las ciencias sociales occidentales están configuradas por prejuicios epistémicos eurocéntricos e islamofóbicos. Decolonizar las ciencias sociales occidentales implicaría muchos procesos importantes que no podemos explicar en detalle aquí. Pero uno de ellos sería ampliar el canon de la teoría social para incorporar como componente central las contribuciones de teóricos y científicos sociales descoloniales europeos y no europeos, como Boaventura de sousa santos, salman sayyid, ali shariati, aníbal Quijano, silvia Rivera Cusicanqui, W.e.B. Dubois, silvia Wynter y otros teóricos sociales que piensan desde el lado colonizado e inferiorizado de la modernidad/colonialidad. Incorporar estos pensadores no es cuestión de multiculturalismo, sino de crear una ciencia social descolonial más rigurosa y pluriversal (en oposición a la ciencia social occidentalo-céntrica con pretensiones de universalidad) (Grosfoguel, 2008c). Ali Shariati en particular es un científico social islámico que produjo importantes críticas de teóricos sociales occidentales como Marx y quien es ignorado en las ciencias sociales contemporáneas.

Justo ahora lo que llamamos ciencia social es una tradición de pensamiento masculina occidental muy particular y provincial que define para el resto lo que es ciencia social y lo que es conocimiento válido, científico y universal. Para descolonizar las ciencias sociales provinciales occidentalizadas debemos pasar a un diálogo horizontal global inter-epistémico entre científicos sociales de diferentes tradiciones epistémicas para refundar nuevas ciencias sociales descoloniales de una manera pluriversal en lugar del actual modo universalista. Esta no es una tarea fácil y no podemos en este artículo entrar el detalle de lo que esto implica. Sin embargo, la transformación del universalismo hacia el pluriversalismo en las ciencias sociales es fundamental para pasar del marco en el que uno define por el resto (las ciencias sociales coloniales) a un nuevo paradigma donde la producción de conceptos y conocimiento es resultado de un verdadero diálogo inter-epistémico universal y horizontal (las ciencias sociales transmodernas pluriverales descoloniales) (Grosfoguel, 2007). Esto no es un llamado al relativismo, sino a pensar la universalidad como pluriversalidad, es decir, como resultado de la interacción y diálogo inter-epistémico de modo horizontal más allá de las actuales ciencias sociales universalistas de interacción mono-epistémica, vertical e imperial/colonial con el resto del mundo.

Debates islamofóbicos actuales

La importancia de esta discusión sobre la islamofobia epistémica es que esta última se manifiesta con fuerza en los debates y las políticas públicas contemporáneas. El racismo epistémico y su fundamentalismo eurocéntrico derivado en la teoría social se manifiestan en discusiones sobre los derechos humanos y la democracia hoy día. Las epistemologías «no occidentales» que definen los derechos y la dignidad humana en términos diferentes a occidente se consideran inferiores a las definiciones hegemónicas «occidentales» y, por ende, se excluyen de la conversación global sobre estas cuestiones. Si la filosofía y el pensamiento islámicos son representados como inferiores a occidente por los pensadores eurocéntricos y la teoría social clásica, entonces la consecuencia lógica es que no tienen nada que aportar a la cuestión de la democracia y los derechos humanos y deben ser no solo excluidos de la conversación global, sino reprimidos. La visión occidentalo-céntrica subyacente es que los musulmanes pueden hacer parte de la discusión siempre y cuando dejen de pensar como musulmanes y asuman la definición liberal eurocéntrica hegemónica de democracia y derechos humanos.< Cualquier musulmán que intente pensar estas cuestiones desde dentro de la tradición islámica es inmediatamente sospechoso y acusado de fundamentalismo. Los términos como democracia islámica y derechos humanos islámicos se consideran un oxímoron dentro del «sentido común» hegemónico eurocéntrico.

La incompatibilidad entre el islam y la democracia se fundamenta en la inferiorización epistémica de las visiones provenientes del mundo musulmán. Hoy en día una artillería de «expertos» racistas/sexistas epistémicos en occidente habla con autoridad sobre el islam, sin un conocimiento serio de la tradición islámica. Los estereotipos y mentiras repetidos una y otra vez en la prensa y las revistas occidentales terminan, como en la teoría de la propaganda nazi de Goebbels, tomadas como verdad. Como lo decía Edward Said no hace mucho:

Un cuerpo de expertos sobre el mundo islámico ha crecido hasta hacerse prominente, y durante una crisis salen a la luz para pontificar con tono arrogante y dogmático ideas ya formuladas sobre el islam, provenientes de programas noticiosos o de entrevistas. También parece haber habido un extraño renacimiento de ideas orientalistas canónicas, aunque previamente desacreditadas, sobre los musulmanes, por lo general consideradas personas no blancas -ideas que han logrado una alarmante preeminencia en un momento en que las tergiversaciones raciales o religiosas de todo otro grupo cultural ya no circulan con tal impunidad. Las generalizaciones maliciosas sobre el islam se han convertido en la última forma aceptable de denigración de la cultura extranjera en Occidente; lo que se dice sobre la mente, el carácter, la religión o la cultura musulmanes como un todo no pueden ahora decirse en la discusión imperante sobre africanos, judíos, otros orientales o asiáticos... Mi opinión... Es que la mayor parte de ello es una generalización inaceptable del tipo más irresponsable, y nunca podría usarse para cualquier otro grupo religioso, cultural o demográfico sobre la tierra. Lo que esperamos del estudio serio de las sociedades occidentales, con sus complejas teorías, sus enormemente diversos análisis de las estructuras sociales, las historias, las formaciones culturales y los lenguajes sofisticados de la investigación, deberíamos esperarlo también del estudio y la discusión sobre las sociedades islámicas en Occidente (Said, 1998:xi-xvi).

La circulación de estos estereotipos contribuye a la representación de los musulmanes como inferiores racialmente, criaturas violentas -de ahí, su fácil asociación con el «terrorismo» y con la representación como «terroristas» que justifica la impunidad del «terrorismo de Estado» y su proyecto de dominación imperial/colonial.


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