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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.15 Bogotá July/Dec. 2011

 

Presentación

En esta sección de Palestra publicamos una serie de textos que abordan dos debates sobre la relación entre conocimiento y política. El primero refiere a las políticas de la verdad y la diferencia epistémica frente a las grandes problemáticas del mundo contemporáneo. El debate inicia con lo que Pablo de Stefanoni en sus dos cortos e incisivos textos denomina el pachamamismo. Haciendo alusión a la situación de Bolivia, Stefanoni cuestiona los alcances de un supuesto «discurso indígena (new age) global» que es celebrado por intelectuales en ciertos centros académicos estadounidenses o en América Latina, pero que parece desconocer no pocos de los indígenas realmente existentes así como ciertas urgencias del país. Los cortos artículos de Stefanoni se preguntan por las políticas de la representación de los discursos enunciados en nombre de la indianidad como ancestralidad y diferencia con Occidente (el pachamamismo), así como su pertinencia para enfrentar problemáticas nodales como la ambiental o su anacronismo para comprender ciertas movilizaciones políticas del pasado colonial y más reciente. Para Stefanoni el pachamamismo no es sinónimo de indígena, ya que «[...] hay pachamámicos no indígenas e indígenas no pachamámicos -posiblemente la mayoría- [...]».

Arturo Escobar retoma los textos de Stefanoni en su artículo «¿"Pachamámicos" versus "modérnicos"?» para preguntarse por la «posición de sujeto» desde la cual se escribieron tales textos y, a partir de allí, sugerir lo relevante de un posible diálogo entre los intelectuales-políticos pachamámicos y los modérnicos. Luego de una rápida genealogía de las pretensiones de verdad del conocimiento moderno, Escobar indica sus efectos perversos en los cerramientos eurocéntricos a otros conocimientos y su incapacidad para solucionar las problemáticas producidas por la modernidad. El problema con el conocimiento de los modérnicos «[...] surge cuando desde su complejidad, cualquier otro tipo de saber es des/calificado como "no científico", "local", "romántico", incompleto, etc.». El descartar en un gesto de arrogancia epistémica modalidades de conocimientos no eurocéntricos y no modernos, es lo que le preocupa a Escobar; más aún cuando considera que en ellos (aunque también en ciertas expresiones del conocimiento moderno) se encuentran vitales fuentes para abordar problemáticas urgentes como la superación de la crisis ecológica actual producida por la euro-modernidad. Escobar aboga por un diálogo, antes que una imposición de una modalidad de conocimiento sobre las demás. Obviamente el diálogo que tiene en mente es entre conocimientos modérnicos y pachamámicos que apuntalan las ontologías relacionales, las cuales cuestionan radicalmente la hegemonía de las ontologías dualistas que aparecen para Escobar como la fuente de la crisis del modelo civilizacional Occidental. Escobar concluye su artículo complejizando las posiciones ideales de las identidades pachamámicas y modérnicas. Dado que «hay modérnicos pachamámicos y pachamámicos modérnicos», no se puede establecer una correspondencia directa entre ciertas condiciones de ser o existencia y la epistemología y lo político: «[...] no hay una relación necesaria y esencial obvia entre el color del pasaporte o el lugar de trabajo y la epistemología y posicionamiento político de las personas [...]».

A nuestra manera de ver, el debate abierto en este intercambio entre Pablo Stefanoni y Arturo Escobar nos invita a considerar cuáles son los criterios con los cuales podemos considerar la relevancia de determinadas modalidades de conocimiento para enfrentar las problemáticas que nos aquejan hoy en día. La idea que parecen rechazar ambos autores es la vuelta sobre un relativismo epistémico. El cuestionamiento al totalitarismo derivada de la arrogancia del «conocimiento occidental» planteada por Escobar apunta a una pluralización donde los componentes críticos de este conocimiento tienen su lugar. Igualmente el cuestionamiento realizado por Stefanoni al totalitarismo del «discurso indígena (new age) global» no parece derivarse de una validación de cualquier tipo de conocimiento «occidental». Es más, consideramos que para avanzar en una pluralización del conocimiento en aras de estar en mejores condiciones de transformar las problemáticas de nuestro presente hay que escapar a la tentadora otrerización de la diferencia (hiperreal), así como el atribuirle un necesario privilegio epistémico y político. Otro de los puntos que nos parecen útiles para el debate es si en la discusión de la relación entre conocimiento, poder y diferencia no se cae fácilmente en una epistemologización y la culturalización de los diagnósticos de nuestro presente, haciéndose pertinente volver a pensar en términos de materialidades y mundanalidades; si no hemos vuelto a introducir reduccionismos que ameritan ser desmontados desde un contextualismo radical.

El segundo debate se plantea el problema de la relación entre el deseo y el conocimiento en las interpretaciones orientadas hacia la intervención política del mundo. El debate se inicia de una conversación con Arturo Escobar realizada en Buenos Aires, en la que participan varios académicos entre los cuales se encuentran Alejandro Grimson y Pablo Semán. La conversación tiene un carácter biográfico, centrándose en la trayectoria intelectual de Escobar desde su énfasis en el pensamiento de la diferencia. En este marco aparece la sugerencia de Escobar de establecer el contraste en el mundo académico entre los «realistas» y los «románticos». Los primeros son cuestionados por Escobar porque en nombre de la complejidad de la realidad enfatizan la sofisticación analítica de agentividades, heterogeneidades, conectividad, historización y contextualización, lo cual no solo termina por disolver el poder y la dominación sino que también inducen a la parálisis política y al socavamiento de las luchas de los sectores subalternizados. Los «románticos», por el contrario, no se agotan en un análisis obsesivo de las heterogeneidades y matices, sino que sus interpretaciones permiten totalizaciones que potencian las prácticas políticas y las luchas con las cuales los investigadores se identifican. En esta práctica intelectual y política de los «románticos» entran en juego, además, el deseo del investigador así como su énfasis en visibilizar lo emergente. De ahí que Escobar conciba a los «románticos» como teóricos de la posibilidad, como los teóricos de la utopía.

En la conversación, Pablo Semán introduce una serie de precisiones. Sugiere distinguir, por un lado, un «romanticismo metodológico o epistemológico» que se plantearía la relevancia de las totalizaciones para potenciar la práctica política de determinados sujetos sociales y, por el otro lado, un «romanticismo normativo» que se caracterizaría por endosarle a ciertos sujetos sociales nuestras expectativas históricas, proyectar sobre ellos nuestros anhelos y frustraciones. Mientras que Semán ve la relevancia del primer tipo de romanticismo, cuestiona el segundo por confundir los deseos del académico o investigador con el mundo de los actores sociales. Por su parte, Alejandro Grimson, sugiriendo que un poco de «realismo» le haría bien al «romanticismo», se pregunta por las implicaciones ético-políticas de un análisis que no da cuenta de cierta heterogeneidad de cierto grupo perdiendo la contingencia histórica que lo ha constituido. De ahí que señale qué responsabilidad cabe en los intelectuales en las derrotas de ciertas luchas políticas que acompañan, y qué tipo de análisis (romántico o realista) sería más adecuado para esta comprensión. Para Grimson, entonces, «[...] nuestros sufrimientos y nuestras preguntas (o la de aquellos que nos rodean) tienen que seguir marcando nuestras agendas de investigación y nuestras preguntas, pero no tienen que marcar nuestras respuestas». Si marcan las respuestas, se constituyen en obturadores epistémicos, no permiten comprender adecuadamente el mundo sobre todo cuando éste no se corresponde con nuestras aspiraciones y deseos.

Precisamente es este el punto entre el deseo, el conocimiento y la política retomado por el Colectivo Situaciones en su texto Romanticismo. Cuestionando lo que denominan «sociólogos realistas», el Colectivo Situaciones se identifica como románticos en tanto introducen una perspectiva política en sus horizontes comprensivos rompiendo con las demandas de método de la evaluación disciplinar o en dispositivos cognitivos con aspiraciones científicas. De ahí que: «[...] sólo los románticos tenemos el problema de cómo enlazar deseos y pensabilidades [...]». El enlazamiento entre deseos-pensamiento-política es retomado por el articulo de cierre de Palestra escrito por Alejandro Grimson como la continuación de la conversación sugerida por el texto del Colectivo Situaciones.

Grimson cuestiona que este entrelazamiento se entienda como limitarse a analizar actores o situaciones que se ajustan al gusto de los investigadores. Los «buenos subalternos» y sus situaciones de éxito, no pueden limitar el espectro del análisis. Es fundamental estudiar actores con los cuales no nos identificamos y situaciones de derrota para poder comprender mejor cómo potenciar políticamente las luchas en las cuales nos reconocemos. No sólo cartografiar aquello emergente que alimenta nuestra esperanza, sino lo que se vislumbra como nuestras pesadillas. Esto último hace parte de lo que Gramsci denominaba «pesimismo del intelecto», el cual era una de las responsabilidades de cualquier intelectual orgánico. Con Marx, Grimson considera que las interpretaciones y las transformaciones no son dos actividades separadas, ni que haya que subvalorar la potencialidad política de las interpretaciones en nombre de las transformaciones anheladas y las luchas que se establecen para hacerlas realidad. No todas las interpretaciones son equivalentes en su capacidad de performatividad política. Si hay alguna relación entre el conocimiento y el mundo y lo que se busca es su transformación (introducir el horizonte político en la comprensión), entonces no todas las interpretaciones son equivalentes. Más todavía, Grimson argumenta que no hay una necesaria correspondencia entre verdad y deseo, entre conocimiento y amor.

Esperamos que con la publicación de estos dos debates se pueda contribuir a pensar nuevamente la relación entre el conocimiento y la política en contextos como el colombiano donde la labor académica viene siendo esterilizada por unas políticas de ciencia y tecnología que le apuestan a criterios de un productivismo autista orientados a la consolidación de hojas de vida y al juego empresarial.

Eduardo Restrepo

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