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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.17 Bogotá July/Dec. 2012

 

Horizontes de la reflexividad etnográfica. Revelaciones y tensiones para el estudio Antropológico del desarrollo en Chile

Horizons of ethnographic reflection. Insights and strains for anthropological studies in Chile

Horizontes da reflexividade etnográfica. Revelações e tensões no estudo antropológico do desenvolvimento no Chile

Noelia Carrasco Henríquez1
Universidad de Concepción,2 Chile.
noeliacarrasco@udec.cl

1 Doctora en Antropología Social y Cultural, U. Autónoma de Barcelona, España.
2 Departamento de Sociología y Antropología, Facultad de Ciencias Sociales.

Recibido: 03 de abril de 2012 - Aceptado: 21 de agosto de 2012


Resumen:

Abordar etnográficamente el sector privado de la economía en un país como Chile podría parecer una obviedad para el trabajo antropológico. Ciertamente, se trata del país que sirvió como laboratorio en el diseño y puesta a prueba de las tesis neoliberales, las mismas que hoy crítica y masivamente son sindicadas como las que «gobiernan al mundo». Asimismo, es posible constatar que la implementación de este modelo trascendió desde las matrices económico-políticas a la propia vida cotidiana del país, en que las clases sociales siguen expresando brechas y desequilibrios abismantes. No obstante ello, los etnógrafos en Chile hemos avanzado muy tímida y lentamente hacia el tratamiento del sentido común neoliberal, tardanza que tiene su propia explicación, y sobre la cual versa la presente ponencia. Como argumento central, abordaremos las condiciones y cualidades de la antropología como ciencia tradicionalmente atrincherada con las minorías y las eventuales trampas que esta posición puede suponer para el crecimiento de la disciplina. Como referente empírico, recogemos el tratamiento etnográfico de la industria forestal y sus circunstancias socioculturales, derivados de la reflexión que antecede y acompaña la ejecución del Proyecto Fondecyt N° 11080196, entre noviembre de 2008 y noviembre de 2010.

Palabras clave: etnografia, desenvolvimento, comunidad mapuche.


Abstract:

An ethnographic approach to private economic sector in a country like Chile could appear obvious for anthropological work. In fact, this is the country that served as a laboratory for designing and testing neoliberal theses, which are the ones critically and massively blamed to "govern world". Likewise, it is likely to confirm that this model deployment trascended from economic-political matrices up to the country's daily life itself, where social classes continue to show deep breaches and imbalances. Notwithstanding with all this, we ethnographers in Chile have sheepishly and slowly moved forward to addressing neoliberal common sense. Such a delay can be explained on its own, that is what this lecture deals with. As a core thesis, we are discussing the conditions and qualities of anthropology as a science that have traditionally been on the side of minorities, and the eventual traps such a standing might pose to the discipline's growth. As an empirical point of reference, we are encompassing ethnographic approaches to forest industry and its sociocultural circumstances, as a result of the reflection preceding and accompanying the execution of Fondecyt N°11080196 Project, between November 2008 and November 2010.

Keywords: ethnography, development, Mapuche community.


Resumo:

Abordar etnograficamente o setor privado na economia de um país como o Chile poderia parecer uma obviedade para o trabalho antropológico. Trata-se, certamente, de um país que foi laboratório para o desenho e teste das teses neoliberais, as mesmas que hoje critica, sendo acusadas de governar o mundo. Do mesmo modo, é possível constatar que a implantação deste modelo transcendeu as matrizes econômico-políticas no cotidiano do país, no qual as classes sociais continuam expressando brechas e desequilíbrios abismais. No entanto, os etnógrafos no Chile avançaram muito tímida e lentamente no tratamento do senso comum neoliberal. Este atraso tem sua própria explicação, sendo o assunto desta palestra. Como argumento central, abordaremos as condições e qualidades da antropologia como ciência tradicionalmente atrincheirada com as minorias e as eventuais armadilhas que tal posição supõe para o crescimento da disciplina. O tratamento da indústria forestal, e suas circunstancias socioculturais, é o nosso referencial empírico a partir da reflexão anterior e posterior à execução do Projeto N° 11080196, desenvolvido entre novembro de 2008 e novembro de 2010.

Palavras chave: etnografia, desenvolvimento, comunidade mapuche.


Sobre los giros y las posibilidades de la investigación antropológica del desarrollo

Entre los principales hitos reconocidos en la literatura antropológica en torno al desarrollo en su expresión neoliberal, encontramos que en la década de los ochenta -específicamente en 1985- el brasileño Gustavo Lins Ribeiro llevó la atención a los denominados proyectos de gran escala, reconociendo las modalidades que fue adoptando la expansión de este sistema económico en los contextos culturales latinoamericanos. El examen antropológico desde esta perspectiva, identificó el gigantismo, el aislamiento y el carácter temporario como características propias de los grandes proyectos de desarrollo instalados en nuestros territorios. Desde un punto de vista identitario, se hablaría a su vez, en la década de los noventa, de una condición desterritorializada, para definir y comprender la presencia de actores privados transnacionales que intervenían y reformulaban los códigos económicos, sociales y culturales de los denominados contextos locales (Rosas, 1993). En este mismo periodo, Escobar (1995) avanza en la delimitación de lo que denomina una «antropología de la modernidad», asentada explícitamente en epistemologías posestructuralistas que permiten mirar críticamente los procesos de implementación del desarrollo capitalista en nuestros contextos. Este nuevo campo disciplinario, se posiciona desde una visión ética y política convenida con los fines de las poblaciones que viven los efectos negativos del desarrollo, y que deben reformular sus proyectos vitales por iniciativas ajenas a su voluntad. Asimismo, se trata de un enfoque que propone recuperar concepciones y proyectos de desarrollo desmarcados de las versiones dominantes del mismo, por medio de la vía denominada post desarrollo (1995). Desde su naturaleza crítica, se trata de un enfoque disciplinar basado en la posibilidad de desmantelar el sentido ideológico de las prácticas del desarrollo institucionalizado, por medio del uso de estrategias tales como la llamada etnografía institucional (1995).

Cabe destacar, que los desarrollos antes esbozados, ocurrían paralelamente a otros procesos claves para la disciplina en América Latina, como fue su propia profesionalización. Desde esta perspectiva comprendemos que desde la década de los setenta en adelante, los antropólogos también estuvimos «dentro del desarrollo» y no solo fuimos espectadores críticos del modo como este se instalaba y modelaba nuestras realidades socioculturales. Este análisis del rol y de los aportes de la antropología en las agencias del desarrollo en América Latina, y particularmente en Chile, es una materia de investigación abierta en el marco del estudio progresivo de las relaciones entre la disciplina y las prácticas del desarrollo en diversos campos (Eyben, 2000).

Simultáneamente a los aportes anteriores, avanzaban de modo menos incidente en América Latina los estudios antropológicos de la empresa y de los negocios. Jordi Roca y David Greenwood profundizan y complejizan los planteamientos de autores como Claudio Esteva Fabregat (que en 1984 había publicado el libro Antropología industrial), proyectando un nuevo campo de investigaciones antropológicas marcado por la asociación de la disciplina a los desafíos que la economía y la política imponen en la sociedad contemporánea. Afín a estas perspectivas, se encuentran a su vez los estudios sociológicos de la organización, sobre todo, a partir del reconocimiento crítico del pensamiento organizacional como una perspectiva que evoluciona desde el análisis a partir de modelos formales, abstractos y cerrados, hacia análisis históricos, socialmente arraigados. A este respecto, Alonso (2009) destaca el advenimiento de un «buen número de teorías sociales del comportamiento organizativo que -sobrepasando el marco armónico o metafísico del pensamiento organizacional formal- han tratado precisamente de estudiarlo sobre la idea de pensar las organizaciones como resultados concretos del conflicto y la cooperación de los actores sociales pragmáticamente implicados en ellas» (Alonso, 2009:22). En este marco, pueden comprenderse a su vez las bases de los estudios antropológicos que conciben a las empresas como organizaciones con vida cultural, marcadas por definiciones de identidad, cosmovisión y enculturación (Aguirre, 2004). Esta síntesis teórica será particularmente oportuna para el estudio de procesos y situaciones de desarrollo en América Latina, y específicamente en Chile, donde veremos que la imbricación entre actores constituye uno de los ejes centrales.

Considerando estas referencias en lo teórico, más los contrapuntos metodológicos de la etnografía multilocal de Marcus (1995), los estudios de interfaz entre burócratas y campesinos propuestos de Arce y Long (1992) y la etnografía institucional propiciada por Escobar (1996) se va haciendo posible construir diseños de investigación etnográfica que aborden hechos y procesos ilustrativos de las dimensiones relacionales del desarrollo. Para la antropología chilena esto será particularmente desafiante, pues se trata de reorientar la mirada hacia las tensiones y la puesta en juego de posiciones valóricas y recursos concretos, por parte de actores de diversos orígenes y con diversas posiciones en las tramas del desarrollo económico. Las bases de esta reorientación las encontramos hoy también en las reflexiones de Menéndez (2002) en torno al para qué del trabajo antropológico y a la recreación de los sujetos de estudio de la antropología

    Actualmente, no cabe duda que el énfasis antropológico en la alteridad se ha generalizado al conjunto de las ciencias históricas y sociales; la alteridad se asume como un hecho, y no debe argumentarse mucho al respecto, pero para el antropólogo, ¿quién es ahora el otro?, ¿quién es su sujeto de estudio y qué relaciones establece con el mismo? La producción antropológica actual evidencia que el otro puede ser cualquier sujeto/actor dentro y fuera de su propia sociedad, como parte de un proceso que genera continuamente nuevos Otros, inclusive provisionales y coyunturales (Menéndez, 2002:42).

En este escenario tanto disciplinario como sociopolítico, podemos ver cómo las realidades del desarrollo económico van dotando de nuevas posibilidades para el trabajo etnográfico, siempre dentro del mismo dilema ya conocido de hacer antropología en nuestros propios contextos periféricos y estudiando grupos que hoy determinan dichas realidades. Desde estos condicionantes, vistos como oportunidades y nuevos desafíos, se destaca la visualización de actores e instituciones del desarrollo, en un movimiento ideológico y práctico que solo puede evidenciarse mediante un adecuado y minucioso tratamiento etnográfico. Esto implica, por una parte, admitir que las escenas del desarrollo se redefinen físicamente, y por otra, sospechar y detenernos en las transformaciones que estos nuevos escenarios suponen en el orden de lo ideológico. En lo epistemológico, estas dos afirmaciones nos remiten directamente a la consideración de los actores como agentes definidos en sociedad y por la sociedad, apartándonos de este modo de las posturas disgregantes en que los actores son reducidos a una condición de individuos abstractos, separados de la acción y de la situación de la que forman parte. Ni el desarrollo -ni sus fondos ideológicos ni sus prácticas- ni sus actores promotores pueden concebirse escindidos de las condicionantes históricas y sociales específicas, sino que por el contrario, la atención a los procesos y a las transformaciones políticas constituyen hoy un mínimo para el análisis antropológico. El llamado es, entonces, a asumir en nuestros contextos específicos el estudio de estos procesos, develando los movimientos de la cultura en los procesos de desarrollo a escala global y local.

En virtud de lo anterior, cobra peso y evidencia la tesis de que la antropología como ciencia va necesariamente complejizando sus enfoques y modos de abordar los procesos que a su vez, marcan la propia historia de la disciplina, a saber, el encuentro colonial, los movimientos independentistas de post guerra, el impacto de la industrialización (Nash, 1981), y actualmente, los procesos de transnacionalización (Appadurai, 1990). El caso chileno permite comprender que este último tipo de procesos supone importantes transformaciones en el escenario social y político, y con ello, grandes cambios en las tramas culturales que dan sentido a sus valores y prácticas. Ya no son solo los actores locales y el Estado los que ponen algo en juego,3 sino también una nueva gama de actores que construyen y a su vez reproducen nuevos lenguajes y nuevas lógicas de percepción, identificación, acción, interés e interacción. Como veremos a continuación, esto afecta cualitativamente los estándares identitarios a nivel local -con toda la carga subjetiva que esto conlleva- y puede suponer la redefinición de los proyectos de desarrollo desde nuevas tensiones entre lo local y lo global, a partir de transacciones culturales que obedecen a nuevas densidades e intensidades político-económicas.

Los procesos de desarrollo en Chile

Un caso que nos permite hacer uso de las perspectivas expuestas en el apartado anterior es el de los recientes procesos de desarrollo en Chile. Si examinamos, por ejemplo, cómo progresivamente (para algunos, de modo violento) se ha ido reformulando el rol del estado en el ámbito del desarrollo de los pueblos indígenas, veremos cómo se han ido tejiendo nuevas alianzas, implicando y reformulando los estatus políticos y culturales que convencionalmente operaron en estas instancias.

Desde mediados de los noventa, comenzamos a ser testigos en Chile de las denuncias que diversos organismos -principalmente ambientalistas- fueron haciendo de la complicidad entre el Estado y las industrias dedicadas a la explotación de recursos naturales. En efecto, aún en 2011 podemos constatar que, por ejemplo, las leyes Indígena y de Bases del Medio Ambiente no han tenido una aplicación centrada en la defensa de los derechos de las comunidades, sino que más bien reflejan el espíritu modernizante de acuerdo al cual el desarrollo debe seguir su curso y las inversiones deben ejecutarse. Lógicamente, este sentido y significado del desarrollo asignado por el Estado reduce su rol al control de los procesos de calidad, bajo mecanismos a su vez legitimados por las iniciativas de modernización del Estado que los últimos gobiernos de la concertación han emprendido.

En dicho contexto, la investigación antropológica del desarrollo en Chile va teniendo que ajustarse a nuevas condiciones, donde el fenómeno de la privatización de los recursos naturales, las metas de crecimiento económico y las brechas entre la riqueza y la pobreza determinan las relaciones económicas, sociales e interculturales. siguiendo la perspectiva de las orientaciones teóricas enunciadas, estas condiciones sugieren consecuentes cambios en la disciplina, visibles a través del tratamiento de nuevos problemas y nuevos desafíos teóricos y metodológicos.

Desde esta perspectiva, en 2011 podemos levantar un proceso etnográfico que se va haciendo testigo de estas importantes transformaciones. Específicamente en materia de desarrollo indígena, hoy es posible afirmar que las relaciones entre las empresas forestales y las comunidades mapuche no son estáticas y no se encuentran categóricamente marcadas por la violencia y el conflicto; por ende, no constituyen necesariamente un obstáculo para el desarrollo del territorio como se ha promovido. La etnografía de este tipo de procesos descubre los nuevos cauces de hechos y situaciones socialmente estigmatizadas, haciendo inteligibles estos nuevos escenarios más allá de la crítica a la privatización de los recursos y a la aniquilación de la naturaleza. Se dirige a descubrir la relación entre los cambios ideológicos y los cambios en las prácticas, favoreciendo la comprensión de los procesos a partir de la visualización de complejos sistemas de intercambio y de decisión entre sectores y actores del desarrollo.

Los desafíos actuales de la etnografía del desarrollo. Relato de un proceso y obertura de un espacio etnográfico

Más allá de los debates entre modernidad y posmodernidad, lo cierto es que disciplinas como la antropología no pueden hoy en día hacerse como tales si no es desde la síntesis entre postulados y perspectivas, que no tiene total sentido en forma autónoma, sino como complemento de otras. Desde esta mirada de integración epistemológica, se va evidenciando la plasticidad de los científicos sociales actuales, y a su vez se va haciendo posible abordar fenómenos desde nuevas posiciones, logrando ya no solo lecturas críticas -en este caso, de los proyectos de desarrollo-. Se trata de avanzar ahora en la problematización de los procesos a partir de radiografías a las visiones de la economía, la cultura y el desarrollo promovidas por los actores que ponen algo en juego.

Hasta 2008, la etnografía realizada en torno a los procesos de desarrollo que marcaban la situación de las comunidades mapuche en Chile ignoró a los actores privados, considerándolos en contadas ocasiones solo como un sujeto cuyos intereses afectaban directamente el patrimonio tangible e intangible de las comunidades mapuches. Esto pudo verse manifiesto en los diversos trabajos que varios colegas antropólogos realizaron durante las décadas de 1990 y 2000, acerca de la instalación de represas, autopistas y carreteras, además de quienes registraron hitos de la expansión de la industria salmonera y forestal en el territorio centro-sur.

Este panorama tiene un punto de inflexión en noviembre de 2007, cuando un equipo de investigadores de la antropología y la filosofía intercultural manifestaron su interés por efectuar un seguimiento al proceso de vinculación que estaba iniciando una empresa forestal transnacional con algunas comunidades de la comuna de Chol Chol, se preparó primero una propuesta preliminar y luego un diseño formal que incluyó las perspectivas de las ciencias ambientales, del derecho y del conocimiento cultural mapuche dentro del equipo. El liderazgo metodológico lo mantuvo la perspectiva antropológica en todo el proceso de organización del trabajo de campo y del análisis. El proyecto se ejecutó entre julio de 2008 y julio de 2009, y obtuvo importantes resultados en el orden de la comprensión de un proceso relacional e interétnico, marcado por los presupuestos culturales de los actores en juego, los conceptos de desarrollo en disputa y negociación y las posibilidades efectivas de que la iniciativa monitoreada constituyese un hito de un nuevo momento en las relaciones entre empresas forestales y comunidades mapuche en Chile (Carrasco, 2011).

Dicho proceso estuvo simultáneamente marcado, tanto por los desafíos que supuso la organización teórico-metodológica del trabajo, como por los cuestionamientos ético-políticos externos e internos del equipo de investigación. Estos desafíos procedían de dos parámetros principales: uno relativo a las condiciones materiales de la investigación, y la participación económica de la empresa en la financiación de parte de la misma, y otro, del riesgo que desde el punto de vista social suponía llevar a cabo una investigación rigurosa, en que uno de los actores protagónicos fuese una empresa forestal transnacional. Ciertamente, que el primer aspecto no constituyó un gran problema para el equipo, considerando que hoy en día muchos fondos de investigación provienen del mundo privado, y, vía fundaciones u otras figuras representativas, solventan tanto experiencias de investigación como incluso iniciativas de emprendimiento y de acción ciudadana. Además de ello, el proyecto contaba con otro aporte financiero dispuesto por la propia Universidad que ejerció como organismo responsable, de modo tal que, la facilitación económica de la investigación no supuso en ningún momento la presión o el condicionamiento para la ejecución de la misma. En estricto rigor, el equipo validó la confianza inicial en la posibilidad de ejecutar un proceso autónomo e independiente, en que la empresa forestal supo mantener un rol de actor parte de la investigación.

Desde un punto de vista disciplinario, el fundamento y la motivación por asumir este desafío estuvo dado desde el inicio por la necesidad de avanzar en cuanto a las zonas y los problemas que era necesario abordar, para generar aportes efectivos en la comprensión de los procesos relativos al desarrollo y la diversidad cultural y económica en el territorio de la Araucanía. Todos los investigadores convocados coincidimos en que asumir este desafío de investigación constituía una responsabilidad, vista tanto desde el punto de vista científico (nuevos problemas de investigación para la renovación de las categorías tradicionalmente abordadas), como desde el punto de vista ético-político. Este último aspecto se fundamentó en la convicción de que eludir el desafío implicaba un descuido imperdonable para el quehacer científico, una actitud de miopía y sordera ante la compleja realidad socioeconómica y sociocultural, y una evasión propia más bien de una ciencia desvinculada de su medio, que en ningún caso nos representaba.

No obstante lo descrito en el párrafo anterior, el equipo debió enfrentar los cuestionamientos del medio externo, que procedieron de dos modalidades principales: la exclamación de algunos estudiantes que evaluaron escandalizados y con pudor el hecho de que algunos antropólogos nos «vinculáramos» a una empresa forestal, y la indiferencia de otros investigadores, que sin debatir explícitamente el punto asumieron distancia del proceso catalogándolo como atrevido y riesgoso. Una de las situaciones de mayor tensión se vivió precisamente cuando un grupo de estudiantes interpeló a los investigadores por lo que ellos entendieron como una vinculación inadecuada e improcedente. Desde su punto de vista «la escuela de antropología no debe vincularse con una empresa forestal, que es enemiga del pueblo mapuche». Este tipo de afirmaciones circularon en las distintas instancias universitarias -clases, asambleas, conversaciones de pasillo- en las cuales presentaban sus argumentos en defensa de los derechos indígenas y su indignación por lo que consideraban un atropello contra la propia antropología. Durante este mismo periodo, igualmente se publicaron en medios virtuales mensajes como el siguiente:

Forestal Mininco realiza aproximación a Escuela de Antropología UCT4
Noviembre 15, 2007
Dentro del marco de las nuevas políticas económicas de Chile, las empresas deberán ajustarse a normativas internacionales en lo referente al impacto social y medioambiental. Las nuevas categorías que ya comienzan a discutirse en las universidades y el mundo público nos llevan a conceptos de «Responsabilidad Social Empresarial».
Por lo mismo empresas como la Forestal Mininco han comenzado un lavado de imagen con el cambio de nombre y una vinculación con las Comunidades Mapuches que bajen el perfil de las denuncias internacionales por discriminación, racismo y maltrato social respecto a los poderes de la zona con los pueblos.
Las conversaciones sostenidas por el Sr. Belmar con nuestra Directora de Escuela Noelia Carrasco apuntan al trabajo en el área patrimonial de Cautín.
El tema aún no se aborda en las aulas, pero se supone gatillará un fuerte debate para el cual debiéramos estar preparados.

La empresa por su parte, reaccionaba con su propia lógica y estilo. Ofrecían al equipo de investigación disponer de recursos para trasladar a los estudiantes a las comunidades y que estos conocieran en forma directa el proceso que estaban impulsando. Suponían que de esta forma, se despejarían las dudas y los estudiantes se «convencerían» de que se trataba de una iniciativa diferente a lo que previamente las empresas venían promoviendo. Pudimos entender entonces que la empresa reconocía una historia mal construida de relaciones con las comunidades mapuche, y que la intención de reformular sus procedimientos derivaba de una evaluación negativa al respecto. Asimismo, identificamos en la actitud de los representantes de la empresa hacia las inquietudes de los estudiantes que el estilo gerencial trasciende los dominios de la propia empresa. Su afán por resolver el problema bajo la fórmula de la visita a las comunidades antes descrita reflejó una característica clave para comprender al actor empresarial, a saber, el principio de autoridad y conducción de la realidad desde el cual sus representantes elaboraban y participaban de las relaciones que establecían.

Desde la reflexión actual, es posible comprender y coincidir con el sentido del riesgo inminente que la experiencia representaba, pues se trataba de la primera iniciativa en que el trabajo antropológico se atrevía a considerar al mundo empresarial dentro de la configuración del objeto etnográfico. En este ámbito, el riesgo estaba en no haber podido anticipar las características del objeto de estudio -dada la ausencia de experiencias previas-, entendido como un actor intrépido y declaradamente interesado en la investigación y en sus resultados. La preocupación constante del equipo de investigación al respecto estuvo centrada en los usos que la empresa podría darle a la investigación, lo cual se mantuvo como centro de la observación y del debate en todo el transcurso del proceso. Ante ello, la vigilancia metodológica y la confianza en la necesidad de obtener resultados relevantes mantuvieron la seguridad y la consistencia misma de la investigación.

En lo social, los antropólogos del equipo asumimos la necesidad de participar de la crítica recibida a través de un diálogo que interrelacionara los aspectos éticos, políticos y disciplinarios. Contestamos a los estudiantes más radicales que, mediante rumores y preconceptos, acusaban a sus profesores antropólogos que llevamos adelante este proyecto de utilizar a la disciplina y de vincularla con «el enemigo». El argumento combinó los aspectos enunciados al inicio del párrafo, despejando dudas y aclarando malentendidos en cuanto a las formas y condiciones en que se llevaría a cabo el proceso de investigación. Finalmente, con sentido disciplinario se transmitió a los estudiantes más críticos la necesidad de aportar a la comprensión de los complejos procesos que afectan a las comunidades mapuche desde una perspectiva más amplia. Esta perspectiva ya no podía seguir evadiendo la consideración efectiva -desde un punto de vista etnográfico- de las empresas forestales. Dicho en los términos simples de un adecuado proceso pedagógico: para comprender lo que pasa y podrá pasar con las comunidades mapuche, tenemos el deber de conocer y analizar lo que está pasando en y desde las empresas forestales.

Desde la mirada ético-política y jurídica de la investigación realizada, conocer y sistematizar la experiencia de la empresa forestal constituía una oportunidad inédita para contribuir a la mayor y mejor comprensión global del proceso, y de este modo generar nuevos elementos para que las propias comunidades mapuche comprendiesen la situación vivida y alimentasen su proceso de toma de decisiones. Esta perspectiva estuvo siempre puesta sobre la mesa, y la empresa forestal visualizó desde el comienzo del proceso el compromiso del equipo con la defensa de los derechos del pueblo mapuche. El punto clave estuvo en que la empresa asumió el desafío de validar la investigación, a sabiendas de que esta no daría como resultado un listado de recomendaciones para efectuar de modo más estratégico sus planes de vinculación con las comunidades, sino que le proporcionaría elementos para comprender el escenario en el que estaba actuando y los eventuales límites de sus pretensiones.

La experiencia relatada dio lugar a una serie de interrogantes en torno a los mundos internos de las empresas forestales, a preguntas e hipótesis respecto a los códigos y significados vigentes en estas, y sus potenciales impactos sobre las condiciones de vida de las comunidades mapuches del territorio. Desde esta posición, levantamos una nueva propuesta de investigación, concretada por el proyecto Fondecyt 11080196, que se propuso indagar comparativamente lo que tres empresas forestales diseñan e implementan como relación con las comunidades mapuches. En este proceso de apropiación del mundo empresarial como objeto etnográfico, ha sido posible conocer por medio de algunos parámetros interiores de la lógica económica y social que definen a las empresas, el modo como fundamentan su accionar para con las comunidades mapuches, entre otros resultados preliminares.

Ha quedado así el espacio abierto. La fundamentación disciplinaria y la reflexión metodológica nos garantiza hoy que es necesario conservar la intención de abordar etnográficamente lo que sucede en centros de poder privado con incidencia directa y determinante en la vida de las comunidades. La orientación no es en ningún caso original ni de gran vanguardia, si consideramos que ya desde la década de los setenta autores como Nader (1971), Berreman (1971) y Stavenhagen (1975) han venido recomendando «que los antropólogos también realicen estudios hacia arriba ("studying up"), no restringiendo el ejercicio etnográfico a los grupos sin poder» (Pacheco de Oliveira, 2006: 205). En la actualidad, este tipo de etnografía se suma a las tendencias que diversos autores han propuesto para el estudio de las culturas organizacionales (Roca i Girona, Aguirre Baztán, entre otros), descripciones etnográficas a nuevas escalas (Ribeiro, Pacheco de Oliveira, entre otros), etnografías de procesos económicos y políticos, estudios de culturas administrativas, y en general, etnografías de la riqueza y de los centros de poder.

Como puede observarse existe una diversa gama de argumentos para comprender cómo y porqué los antropólogos debemos atender a las empresas privadas que inciden en la vida social local, desde el lente etnográfico y analítico. Sin ánimo de invisibilizar el sesgo crítico hacia el mundo privado en general y particularmente hacia las grandes empresas transnacionales, se levantan nuevos desafíos por discutir metodológicamente el abordaje de estos escenarios. Esta postura se justifica también en un imperativo ético: el de entrar etnográficamente en el mundo de las empresas privadas para comprender desde dentro, cómo estas comunidades y estos nativos5 conciben su universo de recursos y relaciones. Más específicamente, como problema de investigación central, se establece la urgencia por conocer y comprender el modo en que los actores claves de estas comunidades (ideólogos, líderes, ejecutores/ ejecutivos) comprenden los entornos humanos de sus operaciones y definen estrategias y prácticas acordes a nuevos requisitos derivados de la internacionalización de los mercados.

La inflexión del antropólogo. Sobre los sentidos ético-políticos de la etnografía

A partir de las herencias del funcionalismo histórico de Evans Pritchard y pasando por los desarrollos de la denominada hermenéutica cultural, recogemos de la teoría antropológica el precepto de considerar los sistemas sociales como sistemas morales (Álvarez, 2007). Desde esta perspectiva, la minucia y la astucia etnográfica cobran especial relevancia, pues reflejan finalmente la calidad misma de la etnografía, basada en la rigurosa intención de describir e interpretar creativamente los fenómenos socioculturales. Se agrega a estos aspectos el interés por llevar a cabo una etnografía vigilante, capaz de detectar las características de eventuales interacciones e hipotetizar sobre los posibles contenidos que pueden adquirir los códigos culturales en una relación social determinada.

Considerando que la investigación que sostiene estas reflexiones abordó el fenómeno de las relaciones entre empresas forestales y comunidades mapuches en Chile, el enfoque descrito ha permitido identificar una serie de constructos para comprender mejor las características de la relación. En el orden propiamente etnográfico, ha sido posible reconocer criterios y cualidades asignadas entre los actores, además de posiciones que recíprocamente se asignan en el marco de lo que, a su vez, distintivamente comprenden como desarrollo. Asimismo, ha sido posible identificar contenidos propios de los diferentes estilos empresariales y mapuches actuando como partes de una relación socialmente reconocida. Así visualizada, esta etnografía ha permitido contestar a preguntas tales como qué empresas se relacionan con qué comunidades, qué características tienen las empresas forestales y las comunidades mapuche que hoy demuestran la parcial superación del mediáticamente reconocido «conflicto mapuche», qué condiciones marcan tanto evolución como estancamiento en las modalidades de relación establecidas entre ambos actores, etcétera. No obstante la importancia que pueda adquirir esta data y su consecuente análisis para la realidad y los procesos socioculturales y socioeconómicos de nuestros contextos, se ha tratado de un proceso metodológicamente complejo, cuyas dificultades y desafíos se ha intentado exponer en este artículo.

En rigor, se ha tratado de un proceso etnográfico en torno a las complejas relaciones sociales del capitalismo contemporáneo, que ha puesto el lente microsocial en el modo en que las interacciones entre empresas forestales y comunidades indígenas son el reflejo de un sentido económico actual, históricamente situado y políticamente clave en el marco de los procesos de convivencia intercultural. Ciertamente que no se ha tratado de una etnografía que ha pretendido operar desde los principios de la neutralidad valórica, pero tampoco ha ensalzado la subjetividad de quien investiga rechazando las posibilidades de la abstracción analítica. Se ha tratado más bien de un ejercicio etnográfico reflexivo, marcado por el reconocimiento de los principios ético-políticos del investigador, sin dejar que estos empañen (o bien que lo hagan en la menor medida), los gajes del oficio etnográfico y los resultados obtenidos.

Para lograr lo anterior, ha sido preciso que quien investiga inicie el trabajo con una declaración de principios con relación al fenómeno estudiado. En este primer paso, ha sido pertinente reconocer (por principios de identidad profesional) una adhesión a la posición tradicional de la antropología frente a los procesos de expansión capitalista, particularmente en sus efectos sobre poblaciones indígenas, campesinas y pequeñas localidades en general. Luego, se ha desarrollado un ejercicio de diferenciación, entre dichos principios ético-políticos que definen la persona del etnógrafo, y la realidad. Este ejercicio ha permitido escindir, al menos analíticamente, el fenómeno en sí, posibilitando la definición de un objeto de investigación y la consecuente construcción del diseño. En este último proceso, y en la ejecución misma del trabajo etnográfico, los principios y las convicciones éticas del etnógrafo siguen estando presentes, no se transan en ninguna negociación valórica y cumplen el rol estratégico de facilitar la vigilancia y el control del cientificismo clásico en la investigación.

Se pudo constatar a la vez que esta vigilancia desde el sistema de valores del etnógrafo se hace posible por la adhesión del antropólogo a una concepción no esencialista de la cultura, a partir de la cual no se suprime la carga ideológica y cultural del etnógrafo, sino que se reconoce como parte de una trama sociocultural mayor. En síntesis, ante fenómenos como el expuesto, el etnógrafo y su subjetividad valórica no jugarán un rol diferente al tradicional en cuanto a los procedimientos utilizados y a su participación en la escena etnográfica. Lo que sí sucederá, con esta inspiración reflexiva, es que el etnógrafo se reconocerá parte de una tradición ético-política delimitada, derivada de convicciones políticas, aspectos de época, de género y de historia vital relevantes al momento de materializar la vigilancia por medio del ejercicio clave: la reflexión metodológica.

Un resultado fundamental de esta reflexión procede entonces de la problematización del sujeto antropólogo y sus condiciones para asumir los desafíos de abocarse al trabajo etnográfico de los centros de poder. Lo anterior, considerando que la antropología chilena ha sido particularmente reacia al análisis de este tipo de contextos, posiblemente debido a las condiciones políticas que han marcado en general la historia de las ciencias sociales, y a la posición tradicional de la antropología como ciencia de las minorías, los desfavorecidos o los marginados.

La experiencia ha llevado a comprender que los juicios sociales en torno al trabajo de los antropólogos constituyen efectivamente un factor determinante de la calidad del trabajo mismo, pues atentan contra las propuestas de trabajo o investigación. Cuando estas no pueden fundamentarse adecuadamente, en consideración a criterios tanto disciplinarios como ético-sociales, corren el riesgo de caer en la marginalidad y dejar de ser considerados trabajos antropológicos en estricto rigor. No obstante, cuando estas propuestas logran argumentarse con bases disciplinarias y concuerdan con los preceptos ético-políticos de la ciencia social contemporánea, pueden obtenerse aportes significativos en los procesos de construcción de conocimiento y en la acción. Esto se logra pasando por el mencionado cometido de la reflexión metodológica, y asumiendo ante todo que la investigación antropológica no puede reducirse a abordar aquellos temas que nos gustan o nos parecen más representativos de nuestra propia versión de la realidad, sino que debe incursionar en aquellas zonas que muestren el modo como esta se transforma y redefine.

Conclusiones

Si nos atrevemos a preguntarnos cómo enriquecer los estudios antropológicos del desarrollo en América Latina, es posible identificar varias fórmulas. Algunas de estas pueden ser el estudio antropológico del estado, la promoción de trabajos etnográficos sobre las relaciones entre instituciones del desarrollo y comunidades, etnografías del conocimiento y prácticas tecnológicas, estudios sobre el comportamiento electoral indígena, entre otras. Una propuesta quizá más incómoda, pero no por ello menos importante, es la de entrar etnográficamente en el mundo de las empresas privadas que inciden y transforman los escenarios locales.

Para sostener esta propuesta, se hace necesario contar con ciertas condiciones que resguarden, en primer lugar el protagonismo de la perspectiva antropológica, excluyendo entonces todos aquellos ejercicios donde la etnografía cumple un rol instrumental, favoreciendo exclusivamente el conocimiento interno de las empresas como organizaciones. Una segunda condición inicial es la aplicación de una mirada compleja y procesual de la realidad del desarrollo en tierras indígenas. A partir de este precepto teórico, se hará posible la visualización de los agentes que efectivamente participan e inciden en el curso de las situaciones que marcan los cotidianos, tanto en lo ideológico como en el orden de las prácticas. En tercer término, hemos de comprender que los giros metodológicos o las reformulaciones de nuestros objetos de interés etnográfico no implican necesariamente giros o reformulaciones éticas. En el mejor de los casos, los primeros constituyen estrategias sofisticadas para fortalecer los segundos, es decir, la innovación de las prácticas etnográficas para el reforzamiento de una ética antropológica explícita y sentida.

Los elementos antes enunciados hacen posible sostener la propuesta de vigorizar los estudios antropológicos del desarrollo, en la medida en que los antropólogos seamos capaces de reconocer críticamente nuestra propia relación con nuestros temas y problemas de investigación. Esto implicará que nos atrevamos a preguntarnos y respondernos ética y disciplinariamente qué nos une a ellos y qué garantías podemos dar de hacer etnografía de calidad sobre ellos.

A modo de conclusión general, podríamos decir también que este relato no es más que el resultado de un ejercicio reflexivo de la disciplina, que se hace cargo de críticas a la estaticidad en la configuración de los objetos. Asimismo, podrá tratarse, en sus eventuales aplicaciones futuras, de una práctica de investigación antropológica menos temerosa del poder empresarial y del juicio social que pueda recaer sobre esta. Se tratará entonces de asumir los desafíos de fundamentar los sentidos sociales y políticos de este tipo de etnografías, haciéndonos parte de un ya extenso momento de transformación cualitativa de las herencias clásicas de la disciplina.


Pie de página

3 Categoría utilizada a partir de las definiciones de Funtowicz y Ravetz (2001).
4 http://antropologiauct.wordpress.com/2007/11/15/forestal-mininco-realiza-aproximacion-a-escuela-de-antropologia-uct/.
5 No en el sentido colonial del término, tal y como lo asevera Pacheco de Oliveira (2006:204), sino reconociendo en ellos y en sus contextos las propiedades socioculturales de interés antropológico.


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