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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.17 Bogotá July/Dec. 2012

 

Las relaciones sociales en la Meseta norte de Chubut (1930-1970). Un abordaje desde la perspectiva poscolonial1

Social relations at Chubut northern Plateau (1930-1970). A post colonial approach

As reLações sociais no Planalto norte de Chubut (1930-1970). Uma abordagem a partir da perspectiva pós-colonial

Ana María Troncoso2
Universidad nacional de la Patagonia san Juan Bosco (UNPSJB)
-Trelew-Argentina
ana_maria_troncoso@hotmail.com

Mariela Flores Torres3
Universidad nacional de la Patagonia san Juan Bosco (UNPSJB)
-Trelew-CONICET-Argentina
marielaforestorres@gmail.com

1 Este artículo es producto de los resultados de la investigación para la tesis doctoral defendida (2011) por Ana María Troncoso: «Todavía No. El proyecto civilizador entre las prácticas sociales y las estrategias de resistencia, de negociación y de apropiación en la meseta norte chubutense (1900-1970)» y el marco teórico con los avances en la revisión y análisis de la perspectiva post y descolonial en la tesis doctoral de Mariela Flores Torres «Palestinos en Argentina. Representación y construcción de conocimiento histórico, 1890-1968».
2 Doctora en historia por la Universidad de Nacional del Centro de Buenos Aires; docente e investigadora de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, sede Trelew.
3 Doctoranda en la Universidad Nacional de Quilmes; docente e investigadora de la Universidad Nacional de la Patagonia, sede Trelew.

Recibido: 21 de mayo de 2012 - Aceptado: 11 de septiembre de 2012


Es este Tercer Espacio, aunque
irrepresentable en sí mismo, el que constituye
las condiciones discursivas de la enunciación
que aseguran, que el sentido y los símbolos
de la cultura no tienen una unidad o
fijeza primordiales; que aun los mismos
signos pueden ser apropiados, traducidos,
rehistorizados y vueltos a leer
(Bhabha,
1994:58).


Resumen:

Nuestro propósito es trabajar con determinados conceptos de la crítica poscolonial para intentar alguna interpretación y explicación acerca de las agencias posibles en los sujetos destinatarios de lo que llamamos «proyecto civilizador» del estado argentino en la Meseta central del norte de la provincia del Chubut, Argentina.
En el período que proponemos revisar (1930-1970) las familias de la meseta chubutense fueron expuestas a una dinámica importante respecto a los medios de vida (fundamentalmente la tierra), como consecuencia del desarrollo del mercado y de la creciente presencia del estado.
Para este trabajo hemos recurrido mayormente a relatos orales, además de documentos oficiales y biografías publicadas, que indican cambios relevantes en la constitución familiar, en especial en lo referente a la conformación de parentelas y a las características de las relaciones familiares y comunitarias.
El relevamiento oral ha permitido construir historias de familias tendiendo a la reinterpretación que produce la memoria, con las negociaciones y reevaluaciones de lo acontecido y experimentado, exponiendo la puesta en práctica de racionalidades, estrategias versátiles y resignificaciones en este contexto dinámico, observables en la trama intergeneracional. Mediante los relatos se pueden historizar las comunidades, las parentelas, las familias y los individuos, escapando a la fascinación que producen las fuentes oficiales y sus derivados de sectores dominantes o serviles a él, cuya inercia hacia un enfoque teleológico implica desechar los temas y problemas que parecen estadios inferiores y superados, y que deja al margen a estos pobladores, estereotipándolos, generando un vacío de Historia.
Así es que, estas voces legítimas y necesarias relativizan la linealidad de un proceso que supone imposiciones sin contrapuntos obligándonos a reflexionar sobre los posicionamientos y decisiones de grupos sociales subalternos y otrificados sobre los que gravitaron las políticas y los discursos «civilizadores».

Palabras clave: resistencia, dominación, crítica poscolonial, subalternidad, «proyecto civilizador», diversidad.


Abstract:

We aim to work with some particular concepts of post-colonial criticism so as to try to interpretate and elucidate potential agencies in subjects targetted by what we will call the «civilizing project» led by Argentinian state at central Plateau in northern chubut province. During the period we intend to analyse (1930-1970), families living at chubut Plateau were exposed to an important dynamics concerning means of life (specially land), as a consequence of market developing and state's growing presence.
For this work we have relied mainly on oral narratives, official documents and published biographies, which suggest substantial changes in family constitution, specially on kingfolk structuring and family and community relations features.
Oral data gathering allowed us building family histories with a bent towards reinterpretation delivered by memory, with negotiations and revaluations of lived and experienced events, which leaves exposed the working of rationalities, versatile strategies and resignifications in this dynamic context, to be observed in intergenerational weaving. Through narratives, communities, kinsfolk, families and individuals can be historized, thus scaping to the fascination produced by official sources or their derivatives coming from controlling sectors or servile ones, whose inertia against a teleological approach involves discarding issues and challenges resembling inferior or overcome stages, which leaves these dwellers out, by making stereotypes of them, and leaving a gap in History.

Keywords: resistance, dominance, post-colonial criticism, subalternity, «civilizing project», diversity.


Resumo:

Nosso proposito é trabalhar com determinados conceitos da crítica pós-colonial na tentativa de atingir alguma interpretação e explicação acerca das possíveis agências dos sujeitos destinatários do que temos chamado "projeto civilizador" do estado argentino no planalto central do norte da província de chubut, na Argentina.
No período que propomos estudar (1930-1970), as famílias do planalto chubutense foram expostas a uma dinâmica importante no que diz respeito aos meios de vida (a terra, fundamentalmente) como consequência do desenvolvimento do mercado e da crescente presença do estado.
Para este trabalho recorremos, principalmente, a relatos orais, além de documentos oficiais e biografas publicadas que indicam mudanças relevantes na constituição familiar, especialmente no tocante à conformação das parentelas e às características das relações familiares e comunitárias.
A sucessão oral tem permitido construir histórias de famílias que tendem à reinterpretação produzida pela memória, com as negociações e reavaliações do acontecido e experimentado, expondo, por sua vez, a execução de racionalidades, estratégias versáteis e ressignificações em um contexto dinâmico, observável na trama intergeracional. os relatos permitem historicizar as comunidades, as parentelas, as famílias e os indivíduos, afastando-se do fascínio produzido pelas fontes oficiais e seus derivados de setores dominantes, ou que lhes servem, cuja inercia em um enfoque teleológico implica descartar os temas e problemas que parecem etapas inferiores e superadas, assunto que, por seu turno, exclui estas populações, contribuindo para sua estereotipação, gerando também um vazio de História.
Essas vozes, legítimas e necessárias, relativizam a linearidade de um processo que supõe imposições sem contrapontos e obrigam a refletir sobre os posicionamentos e decisões de grupos subalternos e "outrificados" em torno dos quais gravitaram as políticas e os discursos "civilizatórios".

Palavras chave: resistência, dominação, crítica pós-colonial, subalternidade, "projeto civilizador", diversidade.


Planteamiento teórico en el contexto de la Meseta

En el período que proponemos revisar (1930-1970), las familias de la meseta chubutense fueron expuestas a una dinámica importante respecto a los medios de vida (la tierra), como consecuencia del desarrollo del mercado y de la creciente presencia del estado. en ese marco pudimos observar prácticas de contención comunitaria a la vez que se hacían visibles los efectos de la desigualdad provocados por el asedio del mercado y el estado sobre los mesetenses.

Se desarrolló entonces, en nuestra interpretación, un proceso más heterogéneo de diferenciación social, que no remite exclusivamente a las diferencias de orden económico, sino que más bien se sostienen mediante la apropiación desigual del discurso y las prácticas de aquel «proyecto civilizador» y, también, las resistencias a aquel. estas desigualdades se entretejieron dinámicamente subalternizando, incluso dentro de la subalternidad misma, construyendo así la diferencia al interior de la sociedad mesetense.

Para este trabajo hemos recurrido en su mayoría a relatos orales, además de documentos oficiales y biografías publicadas que indican cambios relevantes en la constitución familiar, en especial en lo referente a la conformación de las parentelas y a las características de las relaciones familiares y comunitarias.

Nuestro propósito es considerar la posibilidad de valernos de algunos conceptos de la teoría poscolonial4 y de los estudios de la subalternidad 5 para explicar una geografía y una sociedad para la que no han sido pensados, aunque tampoco excluidos.

Desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la meseta norte de Chubut ha estado (y sigue) sometida a cambios profundos. nuestro abordaje considera como ejes articuladores de dicha dinámica el repoblamiento, la mercantilización de la vida y las relaciones sociales, la ovinización, la presencia creciente del estado y la construcción de una sociedad desigual, todo ello bajo la permanente gravitación de un proyecto civilizador6 sobre la región, no siempre explícito ni planeado, no exclusivamente foráneo ni logrado ni malogrado.

Hay dos características constitutivas del proceso histórico que trabajamos, a saber, la diversidad y la desigualdad, que además nos han permitido considerar los conceptos de subalternidad y subalternización como estructuradores de algunas explicaciones a lo acontecido y experimentado. Decimos esto último porque hemos recurrido en gran parte al relevamiento oral para internarnos en la complejidad de situaciones, relaciones e interacciones entre los sujetos que habitaron o transitaron la meseta, integrando a una gran parte de población involucrada en el proceso cuyas experiencias constituyen perspectivas particulares,7 ya sean individuales o de un colectivo.

Por la misma razón, con la intención de considerar las perspectivas particulares, se integran los relatos de los agentes del estado para intentar transmitir la diversidad de tramas que tienen lugar en la meseta, recuperando las voces, o lo que podríamos llamar los discursos hegemónicos, de estos agentes civilizadores como también las de los subalternos. los discursos que dominan y aquellos que son subalternizados históricamente están más entrelazados y superpuestos de lo que se supone, son más binarios. Y en esa superposición de discursos es posible hallar espacios intermedios, espacios in between (para citar a Bhabha)8 que pueden traducirse como espacios de negociación de los contenidos culturales de los sujetos implicados.

Todos estos discursos interactuantes, sean dominantes o subalternizados, producen estereotipos, representaciones ligadas a sus intereses particulares y sociales. los estereotipos por medio de su subjetivación encarnada en los diferentes sujetos de la meseta trasmiten los diferentes proyectos en juego. Y tales estereotipos funcionan activando y poniendo en circulación las expectativas y los modos de ser de cada proyecto (tanto del proyecto civilizador como de los particulares proyectos de los sectores subalternos de la meseta). con los estereotipos y las representaciones que generan, se fijan y establecen/estabilizan los modos de ser dominantes (modo de ser civilizado, por ejemplo), en tanto que también circulan otros modos de ser más solapados por causa de los primeros.

Encontramos en la meseta estos estereotipos (los del discurso civilizador de los agentes estatales) que intentan fijar al otro (de la meseta) como modo de dominio y también de supervivencia de un modo de ser sobre otros. Es decir, intenta fijar/estabilizar lo que es diferente, lo que es «extraño», lo que perturba o atemoriza y poder representarlo y, con ello, vivirlo, experimentarlo. Aun así, este discurso no siempre se realiza de manera unívoca, ni absoluta aunque parezca hacerlo.

A menudo han ocurrido cambios imprevisibles, por llamarlos de algún modo, cambios no programados, pero profundos. Por este tipo de cambios, de primeras impensados, es que consideramos que algunos de los estereotipos construidos sobre la meseta y sus pobladores son excedidos de sus contenidos esperables, del cómo son construidos estereotípicamente en sus originales. Y esa es una de las dimensiones posibles del más allá contingente, de ese espacio de negociación de los contenidos sociales y culturales de los sujetos. el espacio in between de negociación que es ese más allá contingente e indeterminado pero profundamente performativo nos permite dar cuenta de la yuxtaposición de discursos confluyentes: los discursos de los diferentes sujetos, la superposición de sus enunciaciones discursivas, la heterogeneidad de voces disonantes, la polifonía. Y en ese espacio intermedio de negociación es posible que algunos estereotipos se pulvericen, queden al límite de lo esperable del otro, o bien se fortalezcan. Todo puede ocurrir en ese espacio de negociación constante y contingente que es la cultura. Pensamos en negociación no como transacción, sino como posibilidad de ser, de estar, de vivir, de tener lugar en la enunciación, aun cuando dominen otros estereotipos y otros discursos.

La imposibilidad de representar la diversidad es la muerte de los diferentes sujetos. Por eso nos esforzamos por representarla. el más allá habilita dar representación a la diversidad porque permite dar voz a sus demandas de ser. la diversidad no puede representarse linealmente. la diversidad tiene lugar en el más allá de la linealidad, en la heterogeneidad de su representación, en ese espacio intermedio, superpuesto, contingente, disruptivo, performativo, que hace o debería hacer ir más allá incluso de la idea de linealidad, pues para tener voz y representación la diversidad requiere diacronía, disonancia, entremezcla, hibridez; en definitiva, contrapunto.

Si hay resistencia a los discursos dominantes entre los sectores subalternizados, se la encuentra en ese espacio intermedio, o más allá, de las zonas superpuestas, y puede asumir las formas menos previstas pero más profundas y con ello, augurar posibilidades de transformación de los contenidos estereotípicos dominantes. esto puede suceder colectiva o individualmente. Programática o súbitamente. solapada o epifánicamente. Y las transformaciones suceden tanto en quienes representan el discurso estatal como en quienes son destinatarios pero no pasivos a él.

Así como la dominación no es tan absoluta, aunque sí efectiva, los espacios de resistencia tampoco son tan evidentes, ni tan conscientes u organizados, pero también tienen lugar bajo otras formas. la dimensión del más allá y de la negociación en las relaciones sociales y culturales que ocurren en la meseta nos permite atender con mayor claridad a las experiencias superpuestas que Edward Said nos propone:

    Si desde el principio reconocemos la existencia de historias masivamente entrecruzadas y complejas pero no por eso menos superpuestas e interconectadas (de mujeres, de occidentales, de blancos, de estados nacionales, de culturas) no existiría una razón particular para conferir a cada una de ellas un estatuto ideal y esencialmente separado (Said, 1996:74).

Por ello, los términos más allá de Homi Bhabha o experiencias discrepantes de Edward Said no intentan evadirse del problema de la ideología. Por el contrario, en lugar de reducir la importancia de la ideología, la exposición y dramatización de las tramas y discrepancias en juego aumenta su importancia cultural, pues aun con todos los matices expuestos, es claro el discurso ideológico dominante y también son claros los discursos subalternos.

Repoblamiento, ovinización y mercado

La región de la meseta norte de Chubut fue repoblada y ovinizada luego de las campañas militares del Estado argentino, a fines del siglo XIX. Para los años treinta la tierra había sido ocupada mayormente en carácter de tenencia precaria. la tierra fue administrada por organismos nacionales. A la ocupación espontánea del espacio por parte de productores con majada, sucedía la tramitación en la Oficina de Tierras o la presencia de los inspectores de tierras, quienes oficializaban la ocupación sin dejar en firme la propiedad, pero con diversas categorías que iban desde el «permiso precario de ocupación» hasta la «adjudicación en venta». en la meseta predominó la primera forma, con algunos casos de «permiso de arriendo». en última instancia, el estado seguía siendo el dueño, por lo que prevaleció la tierra fiscal hasta la provincialización del territorio del Chubut en la década del cincuenta. esto implicó a los ocupantes una temprana e ineludible relación con el estado y sus representantes, con las negociaciones consecuentes: acceder a cumplir con los requerimientos para lograr el permiso de ocupación (mejoras, registro de matrimonios y nacimientos, documentos personales y de marcas y señales), incorporación social del documento escrito como instrumento de validación para usar la tierra, formas oficiales de registro y medición del lote y la localización de un centro geográfico vital para obtener y conservar la parcela concedida: el asiento administrativo del gobierno en la ciudad de Rawson.

El agente estatal protagonista de este proceso fue el inspector de tierras: convocarlo, esperarlo, atenderlo, negociar su decisión son hitos destacados en los relatos orales, que se avalan con la documentación generada en esos actos de entrega de tierras. cabe destacar que algunos pobladores se movilizaban personalmente a buscar sus papeles haciendo el viaje en carro hasta Rawson.

La economía mesetense se basaba, hasta mediados del siglo XX, en la producción de lana y la venta de cueros, plumas y pieles producto de la caza. Así, el mercado construyó un espacio en el que la comercialización produjo marcas en el terreno, configuró un nuevo mapa, que se representó con otros hitos y, en muchos casos, nuevos nombres. el transporte de la lana hacia los mercados acopiadores estuvo mucho tiempo a cargo de los mismos productores, que cargaban los lienzos en un carro y marchaban a negociar su producción y en muchas oportunidades recogían la producción de los vecinos y hacían de intermediarios en la venta. Hubo mujeres troperas que realizaron esta actividad.

Los comerciantes mercachifles, otro puntal del proyecto civilizador, ateniéndose a lo que fue la ocupación espontánea del espacio por parte de los campesinos, ingresaron a los campos por huellas y senderos precarios que se articulaban con la vía principal de conexión a Puerto Madryn y Trelew hacia el este, y con ingeniero Jacobacci hacia el noroeste. Algunos «mercachifles» o comerciantes ambulantes instalaron boliches en puntos estratégicos de este camino, y nuclearon a grupos de productores con los que negociaban víveres («los vicios») a cuenta de zafra de la lana y las pieles producto de la caza. con el tiempo se convirtieron en almacenes de ramos generales con expendio de alimentos secos, conservas en latas, harinas, fideos, azúcar, yerba, café y bebidas alcohólicas, además de vestimenta y calzado, artículos de ferretería y enseres para el campo. estos mercaderes se vinculaban a comercios más grandes de la zona costera y de ingeniero Jacobacci, que los proveían de crédito.

Cualquiera fuera la modalidad de comercialización, hay que destacar que la relación con el mercado era también ineludible para los productores, atendiendo a que se trataba de prácticas monoproductoras. Por eso, el comercio y las formas de monetización de la vida no resultan procesos externos, sino intrínsecos a la economía mesetense, debido a que la zafra anual debía ser comercializada para obtener otros bienes de consumo.

Esto ponía a los productores en contacto con mercachifles y transportistas, surgidos de entre ellos mismos en general, no exclusivamente «turcos», y con algunos foráneos que provenían de zonas aledañas pero similares; y si bien era escaso el dinero circulante, la economía dependiente de la naturaleza terminaba sintetizada en moneda. como consumidores de mercancías, los pobladores también realizaron importantes aprendizajes, como la organización de la economía anual, la adquisición de productos rendidores en precio y cantidad, las estrategias para los años de escasez, las variaciones en la dieta y la combinación con el consumo de carne ovina y de caza.

En la década de 1970 el alambre hizo visible y traumático el superpoblamiento ovino y humano. esto sucedió porque las familias que habían mantenido hasta ese momento pautas reproductivas tradicionales, de muchos hijos, vieron cómo se hacía imposible proyectar la vida de todos en el ámbito campesino. las ovejas contenidas en las pequeñas dimensiones de los lotes y suspendidas las prácticas del campo abierto, debieron reducirse los rebaños, adaptándose a la tierra obtenida. Por otro lado, el alambre permitió «liberar» mano de obra, ya que la cría a campo abierto requiere de más trabajo, generalmente de niños y muchachos que formaban parte de la economía familiar, y en especial en el cuidado de las cabras, más inconstantes que las ovejas y andariegas, que requieren cuidado diario. Aquí se produjo la convergencia de la crisis general de las economías laneras, crisis a la que los productores no podían dar la respuesta acostumbrada, esto es, el incremento de ganado, por las limitaciones del espacio por su sobre ocupación y por su transformación en lotes privados.

Podemos decir, entonces, que los almacenes, más la instalación de escuelas y juzgados de paz fueron el origen de los pueblos y aldeas, por lo que podemos afirmar que las localidades de la meseta tienen su origen en la economía agroexportadora de la Patagonia, con la producción de lana principalmente. si bien estos pueblos eran escasos en pobladores, ya que la mayoría residía en el campo, cabe destacar la densidad del poblamiento, lo que es visible en la instalación de veintitrés escuelas antes de la década de 1950, de las cuales quedan apenas diez (Gastre, Gan Gan, Telsen, Sepaucal, Lagunita Salada, Yala Laubat, Chacay Oeste, el Escorial, el Mirasol y Blancuntre).

Desigualdad y diversidad dentro de la diversidad

Los pobladores mesetenses tienen diferentes orígenes étnicos y geográficos. se trata de población reubicada, compuesta por grupos de familias hablantes de lenguas de pueblos originarios provenientes del norte patagónico y la zona pampeana. Hubo una corriente importante de pobladores que refieren a Chile como lugar de origen, ubicada mayoritariamente en Telsen, Sepaucal, laguna de Vacas, el Tatuén, Gastre, Gorro Frigio, Bajada del Diablo. A estos pobladores se sumaron algunos europeos de origen alemán, españoles, vasco-franceses, ingleses y «turcos», pobladores de origen sirio-libanés, todos ellos pertenecientes a redes comerciales y familiares con centros en Maquinchao o Gaiman. otros venían de provincias del norte, acriollados y «argentinos». Finalmente, hubo presencia de pobladores hijos de inmigrantes europeos, nacidos en Argentina, cuya característica fue la importancia concedida a la genealogía como generadora de derechos, de lo que existen numerosas constancias en los informes de inspectores y de otros agentes estatales. Obtuvieron lotes mayores con beneficios burocráticos al punto que «poblaban» con puesteros y no como era la condición general, como explotación familiar. esta diversidad de orígenes implicó diversidad de prácticas y de costumbres, que la cría de ovinos amalgamaba. Así, esta población, al reubicarse, reconstruyó lazos vecinales y comunitarios y debió desarrollar estrategias de comunicación y supervivencia con la alteridad, adopción de prácticas nuevas, aprendizajes que se produjeron entre los habitantes mismos, y no solo en el contacto con el estado y sus agentes.

A esta diversidad debemos agregar la de los agentes del estado: inspectores de tierras, maestros, policías, jueces de paz y finalmente, agentes de salud, que se presentaron con una propuesta cultural más en el espacio social (unilateral, imperativa, inconsulta) y unas exigencias cuyos éxitos son relativizados por la memoria de los mismos agentes. Una versión bastante difundida atribuye a los agentes estatales el rol de expropiadores de cultura, y crea una imagen descarnada del representante del estado frente a unas culturas desvalidas y domesticables. estas ideas que provienen de discursos críticos contra el estado y de relatos necesarios de las culturas omitidas y sitiadas por el proyecto de la nación no representan la complejidad del proceso cuando analizamos el entramado cultural y el complejo proceso de instalación del Estado en un espacio-tiempo específico, considerando la materialidad del abordaje estatal integrada a un contexto dinámico.

Los agentes civilizadores, por medio del discurso estatal que encarnaban y llevaban adelante con sus presencias parciales o totales en la meseta, ponían en escena un modo de ser. Tenían unas representaciones, un conjunto de imágenes para identificarse. Mientras que ofrecían iterativamente ese conjunto de imágenes bajo la forma de estereotipos de cómo se deber ser: «ser civilizado», también generaban el limitante a ello, es decir, entregaban otro conjunto de imágenes más solapadas, a través de las cuales manifestaban que los pobladores, por su condición de «habitantes del desierto, de la periferia», nunca alcanzarían el modo de «ser civilizado» a cabalidad.

De esta manera en ese mismo discurso civilizador que encarnaban existía una ambivalencia constitutiva: una demanda por la identificación, una exigencia de ser «como se debe ser», por un lado, y por otro, la afirmación estereotipada de la imposibilidad de lograr ese ser como se debe ser, según ese discurso que demanda y confina a la vez. Allí vemos ofrecidos dos modos de ser. esta estrategia del discurso civilizador genera eficacia en su dominio, porque coarta las posibilidades del poblador a la vez que las alienta. esta práctica ambivalente es limitadora de agencia.

Pero esta complejidad es aun mayor porque si bien los pobladores han sido destinatarios de este discurso y de esta práctica del estado, no han sido pasivos a él. Tampoco han desarrollado formas de resistencia superlativas y organizadas programática y radicalmente, pero sí han activado zonas de agencia en ese más allá que describíamos antes. Podemos decir, entonces, que esa ambivalencia comporta eficacia de dominio aunque también puede convertirse en una debilidad del discurso civilizador. Porque de la misma manera en que el agente civilizador estereotipa y crea sujetos fijos/estables con identidades parciales que «nunca serán como se debe ser, aunque lo intenten por todos los medios» también es posible que los pobladores que se apropian del «modo de ser civilizado» y participan de él (enviando a los chicos a la escuela, por ejemplo), produzcan re-interpretaciones de lo que les sirve a ellos de ese discurso/modo de ser, para llevar adelante otros proyectos más particulares y no ligados al «deber ser» del proyecto civilizador. ese diferimiento y desplazamiento del sentido original del discurso civilizador, posibilita zonas de agencia y de resistencia, porque los pobladores toman lo que les sirve a ellos, y no lo que establece el discurso estatal. Y esas zonas de re-interpretación de los contenidos del discurso son completamente impensadas por sus enunciadores. De esta manera, en la misma ambivalencia constitutiva está el riesgo. Porque un discurso civilizatorio como lo es el del estado reclama originalidad, pero la copia y relativización de los contenidos de ese discurso pone en riesgo ese original. si cabe la posibilidad de que ese discurso pueda ser remedado, copiado, emulado, y además usado bajo otros propósitos más particulares y no «civilizados», entonces ese original no es exclusivo, ni tan único. Quienes doblan el discurso en su propio favor, entonces, producen identidades parciales y esas parcialidades tienen potencial, pueden minar a ese discurso de los agentes civilizadores, o al menos, algunas de sus estereotipaciones.

Volviendo sobre las características de la presencia material del estado en la meseta debemos mencionar además de la presencia y materialidad de la práctica discursiva, la escasa inversión de medios materiales y humanos, hecho que permite afirmar que se trata de un espacio periférico para el estado, consecuente con la valoración de la región y de la población que la habitaba, en la que el desierto9 cobra una dimensión práctica y material y no solo intelectual o discursiva. lo periférico en este caso, está dado por la materialidad de ese estado, cuyo ritmo y recursos no son los del centro. es periférico por comparación con el centro y subordinación a él.

El otro riesgo, al analizar en este caso instituciones del estado, es considerar que la periferia carece de historia, que los agentes estatales son fundadores de una dinámica histórica. Hay una historiografía importante que se ha desarrollado «teniendo muy poco en cuenta la presión y los saberes de los sectores subordinados para influir o resignificar esa agenda implementada desde arriba», proponiendo una línea de trabajo para «dejar de pensar a los 'controlados' como meros depositarios de la opresión estatal y social y considerarlos como figuras que no dejaron de ser -por lo general- víctimas de una distribución desigual de bienes materiales y simbólicos, pero que, así y todo, reaccionaban frente a ese orden de distintas maneras que vale la pena historiar» (Di Liscia y Bohoslavsky, 2005:13-14). si bien maestros, enfermeras y médicos pudieron desarrollar sus prácticas sobre los pobres de la meseta, casi como las establecían sus discursos (pero sin los resultados que auguraban esos discursos), hay que considerar hechos puntuales que hemos rescatado que insisten en recordarnos que en las experiencias humanas de dominio hay entrecruzamientos de historias y contrapuntos, por lo que «siempre existen dos lados» (Said, 1993).

Considerar la historia de los sujetos destinatarios de las políticas estatales, antes de los setenta, permite explicar las posibilidades de la agencia dentro de la situación de subalternidad en que el abordaje estatal los encontró. es así que consideramos la presencia del estado una presencia en sí misma diversa, porque al manifestarse mediante agentes pertenecientes a instituciones con sus reglas específicas, además de las biografías y derroteros particulares, se despliega una variedad importante tanto en las racionalidades de las prácticas «civilizadoras» como en sus contradicciones fruto de las reinterpretaciones del discurso desde las perspectivas individuales y de la dinámica de las instituciones. en otras palabras, buscamos considerar al estado no como un bloque monolítico de movimiento mecánico e inexorable, sino a través de sus agentes y sus prácticas, portadores de un discurso que los contiene y les da sentido, que hacen cotidianamente nuevas lecturas resultando en estrategias y prácticas no previstas, la mayoría de las veces eficaces y retroalimentadoras de las instituciones que representaban.

Considerar que los agentes estatales también son sujetos con historia, y que su adscripción al estado no implica una enajenación brutal y enceguecida, explica los modos relacionales de las prácticas. los agentes estatales también «leen» la realidad sobre la que van a actuar y producen cotidianamente adaptaciones a las normas, que en última instancia, si son exitosas desde su punto de vista, mejoran la intervención estatal aunque alteren lo establecido discursivamente. Por otro lado, inscriben en su propia biografía su desempeño como agentes estatales, y esto implica, acatar su discurso y expandir su dominio. el estado es su medio de vida, por ende es parte de su proyecto personal.

Por su parte entre los habitantes mesetenses hubo esfuerzos de diferenciación. la insistencia en destacar la adopción de prácticas tendientes a la civilización permitía construir diferencias mediante objetos y bienes culturales, que por otro lado daban oportunidades de velar orígenes como los de pertenecer a familias pobres, indígenas, chilenas o resistentes a la civilización o la modernidad. es así como los bolicheros, mercachifles, transportistas adhirieron a otras pautas reproductivas, arquitectónicas, higiénicas, sanitarias, sociales, religiosas, muy visibles en lo referente al proyecto construido para los hijos. este conjunto de cambios se produjeron al interior de la sociedad, generando una diferenciación entre los pobladores.

Este grupo gestionó la instalación de escuelas, puestos policiales, correo (estafeta postal), juzgados de paz, centros sanitarios, capillas, trazado de rutas y huellas, obtención de títulos de propiedad, instalación de usinas para producir electricidad con motores a gas oil para los pequeños pueblos, encauzamiento del agua para los domicilios, instalación del matadero municipal, y otras obras tendientes a la equiparación con la vida urbana. la intención del grupo no fue usufructuar directamente de las instituciones públicas, sino de los beneficios de tomar partido por la causa de la modernización y la civilización. es así que la obra de los agentes estatales, cuya presencia se debía a las gestiones y reclamos de los notables de los pueblos convergentes con la expansión del estado, tenía como destinatarios a los pequeños productores, a los campesinos y a los pobres.

Para completar el cuadro social de la desigualdad cabe presentar a una parte de la población que resultó excedente del campo, se quedó sin tierras al avanzar el alambre, a partir de los cincuenta, o poseía una ínfima majada, que los hacía dependientes de la ayuda estatal, el comedor escolar y las donaciones. estos pobres, que aunque trabajaban no les alcanzaba para vivir, se radicaron en los pequeños pueblos y se fueron desvinculando de la tierra. las mujeres eran ocupadas en las mínimas ofertas de trabajo doméstico, los hombres como peones o changarines ocasionales.

Estas familias mantuvieron las pautas reproductivas de las familias campesinas, lo que generaba un desequilibrio importante entre el número de miembros de la familia y los recursos obtenidos y por ello la región se transformó en un espacio de expulsión de población. los hijos e hijas mayores migraron a los pueblos de la costa a cubrir puestos de trabajos baratos y sin calificación. Muchos de estos pobres provenían de familias tehuelches-mapuches, extensas y con vinculaciones de parentesco en toda la región, que se replicaron en los pueblos grandes de la provincia.

A modo de cierre

Subalternizaciones

Podemos observar a través de algunos casos cómo el estado y sus formas de desarrollo en las diferentes territorialidades que él mismo referenció, generó y construyó, de alguna manera, siempre dispuso (y dispone) de cuerpos y subjetividades en el devenir de su penetración material en las provincias y sus distintos pueblos y ciudades -materialidad acompañada de la práctica del discurso civilizatorio que legitimó ese desarrollo.

Hay, en el caso del puesto sanitario que queremos describir, un desplazamiento de las prácticas de la subalternización. la cuestión del re-centramiento del agente civilizador se muestra muy rica y compleja en el caso de las enfermeras que trabajan en esos puestos sanitarios de la meseta. como sujetos descentrados, desplazados de su centro y arrojados a la periferia, buscan fundamentos y actitudes en el centro, que no es exactamente su origen sino su aspiración. las enfermeras fueron reclutadas entre jóvenes pobres pero socializadas en la urbanidad (por lo general, la mayoría proviene de centros urbanos de la cordillera andina y en menor medida de centros urbanos cercanos a la costa atlántica) y en la civilización. coherentes con lo establecido discursivamente, los funcionarios buscaban designar muchachas lo más blancas posibles, provenientes de familias radicadas en ciudades y pueblos grandes de la provincia y no del campo, necesitadas de empleo y con potencial para aprender el oficio. Al materializar lo expuesto en cuanto a las aspiraciones de esta nueva provincia, y ante la falta de enfermeras acreditadas, buscaron aquellas jóvenes que caídas en la pobreza en sus lugares de residencia urbana, mediante el empleo estatal, encauzarían su vida en el modelo social moderno, y podrían constituirse en verdaderas representantes del Estado en ambientes periféricos. Y así, las enfermeras entrevistadas refieren una niñez pobre, con alguna vinculación anterior de sus padres o abuelos con la tenencia y pérdida de tierra, escolarización primaria incompleta y necesidad individual de proyectar su vida y conseguir un medio de vida.

Así se re-construyeron en la llamada periferia. Mientras vivían en pueblos más grandes, se debatían en la pobreza, pero llegaron a los pequeños hospitales representando el centro, solas, sin identificación familiar, sin filiación. Esto les permitió constituirse en agentes del estado, asumir sus proyectos individuales y familiares, ocupar un lugar social importante. esta distinción se construyó mediante unas conductas, unas demostraciones de diferenciación en lo cotidiano, en las prácticas y en las actitudes.

A modo de ejemplo de esta trama podemos ver el tema de la comunicación. los médicos manifiestan haber tenido muchas dificultades para comunicarse con la gente que habitaba la meseta, y que a menudo recurrían a las enfermeras para que obraran de traductoras. Cabe presentar al médico como la figura más alta de estos pueblos en cuanto a prestigio social, la de mayor consideración para los notables del pueblo, por encima de jueces, maestros y comisarios, y tenidos en cuenta como ajenos e ilustres. Para el comisario y el juez de paz, el roce social con el «doctor» era un aval de su posicionamiento social. los médicos permanecieron poco tiempo en los pueblos mesetenses y evitaron todas las formas de integración, destacando prácticas que los constituían en un otro inalcanzable.

La enfermera en cambio era incluida en el grupo de vecinos destacados, lo que se puede ver, especialmente, en eventos sociales y algunos matrimonios, sin alcanzar liderazgos, pero con la consideración de «nosotros». esto generó unas tensiones al interior del puesto sanitario u hospital, respecto a los saberes que detentaban y competían a cada uno. el médico tenía el saber teórico y la acreditación universitaria, a lo que la enfermera oponía su práctica y destreza además de contar con la confianza de la población. Como logros de su experiencia laboral, las enfermeras enfatizan las relaciones que establecían con los notables y la población rural, de confianza y seguridad en su desempeño, y las facultades comunicativas adquiridas por permanecer en el lugar. el médico por su parte, admitía tener vedada esta posibilidad, como una forma extra de diferenciarse y distinguirse. Así quedaba expuesto el origen de uno y de otra. sin embargo, las enfermeras no establecían relaciones igualitarias al hablar con los pobladores, sino por el contrario enfatizaban su papel de mediadoras necesarias. cristalizando así eso que dice Frantz Fanon de que «hablar es asumir el peso de una cultura, soportar el peso de una civilización» (Fanon, 1974:21), y así, quienes asistían al puesto sanitario a la entrevista con el médico o enfermera soportaban en estas mediaciones situaciones en las que eran tratados literalmente como niños (se les hablaba como en media lengua), se los proveía de escasa información presuponiendo su incapacidad de comprender, y se buscaba que acataran las órdenes, las cuales eran manifestadas en tono imperativo, y ellos debían responder interrogatorios o tolerar intervenciones sobre el cuerpo sin demasiadas fundamentaciones por parte de los agentes de los puestos sanitarios. Hablar así a estos pobladores, forjar esta forma de comunicación es expresar este mensaje «Tu quédate donde estás» (Fanon, 1974:35). es producir un imperativo: Quedate así, no crezcas, no te desarrolles. esto contiene la idea de «no alcances nunca a ser como nosotros».

En las prácticas y encuentros (y desencuentros) vemos que no se trata ya solamente de un estado que subalterniza de manera impersonal, sino de unos sujetos subalternos que, por causas de la efectividad del poder de aquel, reproducen formas de subalternización en el tránsito por los itinerarios que el propio estado generó (y genera). Y esto, claramente, no es más que otro de los modos en que el poder funciona y se constituye: generando posiciones de sujetos subalternos variadas, y así mismo abonando subjetividades ambivalentes. Dos estrategias centrales y efectivas en el mantenimiento de sujetos más dóciles, o por lo menos con muchísimos más problemas para pensar en desarticular el discurso, o lo que es lo mismo: las formas del poder y la dominación que se desarrollan con este discurso.

Aun así seguimos encontrando zonas de más allá. no obstante, debemos reconocer y describir las de más acá, que permiten mantener la soberanía de ese discurso de poder a pesar de sus contrapuntos. esas zonas de más allá, tomando el concepto que presentábamos al principio del poscolonial Homi Bhabha, habilitan una mirada dinámica y móvil acerca de la posibilidad potencial de que exista un performativo espacio entremedio entre la propuesta del proyecto civilizador, sus representantes (agentes estatales y grupo de «notables») y los «depositarios» de aquel (los pobladores) nos parece mucho más coherente y verosímil para el análisis de la diversidad y heterogeneidad que existía al interior de ambos grupos (representantes y «depositarios» del discurso del proyecto civilizador) en la meseta. Por eso hablamos de desigual apropiación del discurso y las prácticas, y el enfoque conceptual poscolonial nos ayuda a comprender esa dimensión, como así también nos ayuda a pensar en la posibilidad de ese tercer espacio como lugar de reinterpretación y por lo tanto de reconfiguración de ese discurso y con él de determinadas prácticas.

Finalmente, y como eran instituciones en construcción, para completar la composición del hospital rural, se incrementó el personal a instancias de los médicos, y se sumaron cocineras, mucamas y choferes de ambulancia, en los años 1970. este personal fue reclutado entre los pobladores mismos, al igual que porteros y cocineras de escuela.

Es así que las instituciones se integraron, atenuando la ajenidad pero sosteniendo la diferencia jerárquica de sus agentes dejando los puestos menos calificados para los pobladores. Bhabha (2002) propone el concepto de dobles, creados según su análisis para materializar el discurso de dominación. estos asumen en las periferias las normas del centro, lo que antes hemos llamado el modo de ser civilizado o el modo de ser del centro, pero despliegan las formas de ese modo de ser con alteraciones, muchas veces motivadas por las imposibilidades de implementar políticas y prácticas y, obviamente, en función de sus intereses más particulares. ello produce un discurso otrificador que construye permanentemente su fijeza, ante la necesidad de crear «otros» que les den sentido, que aquí vemos claramente en el desplazamiento de la subalternización de aquellos que llegan (las enfermeras, por ejemplo) hacia los locales (los pobladores de la meseta) y la sobrevalorización de lo foráneo. se dan los dos movimientos: primero, quienes eran subalternos en el centro, en su nueva posición, por ejemplo a través de la comunicación y la forma de ser que crean en su nueva condición, de algún modo terminan subalternizando a los pobladores locales, a la vez que siempre consideran mucho más valioso y significativo lo que provenga de los centros, desde lo foráneo a la llamada periferia, que lo local.

En este sentido y para sumar a ello es que en este artículo nos hemos planteado recuperar lo que Gayatri Spivak, como poscolonial y partidaria de los estudios subalternos indios, dice desde su desestabilizador artículo ¿Pueden los subalternos hablar? (1983). Y allí, nos ofrece un superador análisis de lo subalterno para pensar la teoría y la realidad, especialmente, en relación con el modo de producción capitalista que genera variadas formas de subalternidad ligadas también al sistema patriarcal y al modo de producción narrativo que lo sostienen. Una de las consecuencias de ello es la subalternidad de muchos sectores, tal como lo vimos en el caso de las enfermeras que subalternizan a otros, pero además, dice Spivak, la imposibilidad de hablar de ello, la imposibilidad de ellos de ser escuchados aunque hablen y alcen su voz. Pero si los subalternos hablan, proyectan sus intereses, se organizan, intentan ser parte del estado ¿son escuchados? ¿Qué rol en la representación de estas voces le cabe a los intelectuales?

Hemos tratado de presentar un proceso complejo en que las subalternizaciones se ramifican y multiplican en las desigualdades y las diversidades de los pobladores mesetenses, a la vez que hemos discutido la presencia de un discurso monolítico del estado al presentar la diversidad de sus agentes.

Sin buscar la respuesta correcta, sino más bien las preguntas complejas que nos habiliten nuevas oportunidades para pensar, volvemos a presentar las preguntas que anticipamos antes con Spivak: ¿Qué pasa con la subalternidad y sus posibilidades de ser escuchados en esta realidad mesetense? ¿cuando hablan, cómo hablan y para quién, para quiénes? ¿la subalternidad se profundiza con ese hablar? Muchos interrogantes para las posibilidades de este artículo; todos válidos, legítimos y necesarios.


Pie de página

4 Edward Said por su célebre obra Orientalismo (1978) es reconocido como el pionero en la crítica poscolonial. Desde entonces, otros exponentes en la misma clave teórica de análisis del discurso, como Homi Bhabha o Gayatri Spivak, han abonado a este campo en los últimos treinta años, y muy especialmente en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX. Desde la perspectiva crítica poscolonial se ha buscado describir los contemporáneos y aún actuales procesos de resistencia y reconstrucción que emprenden las regiones no europeas durante y tras los momentos de lucha por la independencia, analizando, centralmente mediante el/los discurso/s, los modos como el hecho histórico del colonialismo europeo ha seguido configurando la relación entre lo que es Occidente y lo que no lo es. Los análisis de ese tipo, hoy, no se limitan al colonialismo europeo, sino que indagan también, en las maneras en que otros centros de poder geopolítico mantienen formas de dominación y con ello, de otrificación.
5 El concepto de subalternidad fue trabajado primeramente en la teoría social y política por Antonio Gramsci, bajo la categoría clases subalternas, en sus Apuntes sobre historia de las clases subalternas. Criterios de método (1934). Allí expone su concepción acerca de las clases subalternas, estableciendo que quienes habitan esa condición, lo hacen en tanto no logran unificar sus proyectos y cristalizarse en sociedad política, o en lo que él llama Estado ampliado. Tal disgregación no es casual, sino que es el resultado de la hegemonía de un modelo cuya capacidad de dominio y consenso radica en la habilidad para producir fragmentación en los proyectos que cuestionan sus bases. Una de las escuelas teóricas que ha nacido casi en simultáneo y abonando en las mismas inquietudes que la perspectiva poscolonial ha sido el Colectivo de Estudios Subalternos Indios -cuya primera publicación data de 1982-. Este Colectivo revisitó, críticamente, la noción de subalterno, recuperando la potencialidad de la propuesta gramsciana, con capacidad de problematización por su complejidad, heterogeneidad y la exploración de las posibilidades de la agencia.
6 Sintéticamente caracterizamos a dicho proyecto como el conjunto de aspiraciones al desarrollo de prácticas comerciales, racionalidad económica, utilidad, ganancia, competencia, iniciativa económica, contrato social, derechos naturales, individualismo, constitucionalismo, ciudadanía, respeto a la ley, orden, alfabetización, escolarización, cristianismo, búsqueda del progreso material, adhesión al estado nación, urbanismo, familia nuclear y secularización de la vida, que implican en última instancia anticipación, autocontrol, intimidad, intervención, planificación.
7 Estas versiones han sido producidas práctica e históricamente, y nos permiten «reconocer que la diversidad de experimentar los procesos sociales, generada por las prácticas de los agentes, es parte constitutiva del proceso social» (Visacovsky, 2004). Estas experiencias se organizan mediante la construcción de una temporalidad que articula el presente, el pasado vivido y la proyección futura. La experiencia es recordada, pero con las resignificaciones del presente, es decir son recuerdos dinámicos, sujetos a modificación (Jelin, 2004). Estos relatos otorgan un lugar central a la experiencia vivida (Schwarsztein, 2003, 18-26) en tanto vivencia resignificada por lo que fue el futuro del hecho pasado.
8 Estos espacios «entre-medio» proveen el terreno para elaborar estrategias de identidad (singular y comunitaria) que inician nuevos signos de identidad, y sitios innovadores de colaboración y cuestionamiento, en el acto de definir la idea misma de sociedad» (Bhabha, 2002, 18).
9 Con respecto a la construcción del desierto como concepto político creado por viajeros, intelectuales y científicos, se puede ver López (2003) y Livon Grosman (2003). La apropiación del concepto entre los agentes civilizadores, como un componente activo de las prácticas han sido analizadas como formas en que se expresa la espacialidad en la experiencia de los agentes estatales, en especial docentes aunque no exclusiva (Troncoso, 2008).


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