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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.18 Bogotá Jan./June 2013

 

Cartografías de la intimidad en la Colombia de la década de 19601

Cartographies of intimate life in the 1960's Colombia

Cartografias da intimidade na Colômbia da década de 1960

Maribel Florián Buitrago2
Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
maribelflorianbuitrago@yahoo.es

1Este artículo es producto del trabajo de tesis doctoral La construcción de la intimidad: genealogía de las prácticas amorosas y sexuales en Colombia (1960-1969), que se adelanta bajo la dirección del profesor Santiago Castro-Gómez. En particular, este texto es resultado de una estancia de investigación realizada en el grupo de investigación Saberes, cultura y poder en Colombia, de la Pontificia Universidad Javeriana, bajo la dirección del profesor Óscar Saldarriaga Vélez.
2Trabajadora Social y Magíster en Historia. En la actualidad estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana.

Recibido: 05 de febrero de 2013 Aceptado: 13 de mayo de 2013


Resumen

En este artículo se estudian algunas orientaciones éticas que organizaron la conducta sexual y amorosa en Colombia durante la década de 1960. Orientaciones que, pese a estar dirigidas en provecho de la institución familiar, comportaron diferencias cruciales en la comprensión del fenómeno. Cada una de estas conminó, de modo distinto, a los individuos para que se constituyeran en sujetos morales de su conducta sexual y amorosa. A partir del análisis de una serie de fuentes prescriptivas provenientes de distintos saberes, propongo que estas orientaciones no funcionaron de manera autónoma o sin ningún tipo de transacción entre ellas. Al parecer, el asunto de las relaciones amorosas y sexuales, necesitó para su organización de ciertas negociaciones entre los distintos saberes. Con todo, tal configuración deja entrever la creación de un dispositivo cuyo objetivo fue la preservación del matrimonio conyugal, junto con la construcción de una de sus antítesis más letales: "el divorcio".

Palabras claves: Intimidad; discursos; tecnologías de gobierno; "sexualidad/amor".


Abstract

In this article, some ethical guidelines ruling sex and loving behavior in Colombia. In spite of being intended to strengthen family institution, those guidelines brought about crucial differences in understanding this phenomenon. Each of these, in manifold ways, compelled individuals to become moral subjects concerning their own sex and loving behavior. By analysing a set of prescriptive sources from various realms of knowledge, it is shown that these orientations did not work all by themselves or skipping any sort of transaction among them. On the contrary, it appears loving and sex relations needed to carry some negotiations between the various "realms of knowledge" to organize themselves. Nevertheless, such a shaping gives a hint about the creation of a device aimed to preserve conjugal marriage, together with the construction of one of its more lethal antitheses "divorce".

Key words: intimacy; discourses; government technologies; "sexuality/love".


Resumo

Este artigo examina algumas orientações éticas que organizaram a conduta sexual e amorosa na Colômbia durante a década de 1960. Orientações que a pesar de estarem direcionadas em prol da instituição familiar, envolveram diferenças cruciais no entendimento do fenômeno. Cada uma delas compeliu, de formas distintas, os indivíduos no sentido de se constituírem como sujeitos morais de sua conduta sexual e amorosa. A partir da análise de uma série de fontes prescritivas provenientes de diferentes saberes, proponho que essas orientações não operaram de forma autónoma ou sem qualquer tipo de transação entre elas. O tema das relações amorosas e sexuais parece ter necessitado, para a sua organização, de certa negociação entre diferentes saberes. Contudo, tal configuração deixa entrever a criação de um dispositivo cujo objetivo era a preservação do casamento conjugal, junto com a construção de uma de suas antíteses mais letais: "o divórcio".

Palavras chave: intimidade, discursos, tecnologias de governo, "sexualidade/amor".


Preliminares

¿Qué orientaciones éticas rigieron la conducta sexual y amorosa en Colombia durante la década de 1960? Con el desarrollo de este interrogante se pretende cartografiar algunas de las tensiones discursivas que se libraron en aras de construir una experiencia concreta, «un modo específico de ser» en lo que concierne a la vida sexual y amorosa. Por consiguiente, se prestará particular atención a los discursos que enunciaron la vida íntima de los sujetos; para ser más exactos, los discursos que crearon la experiencia sexual y afectiva en la década de 1960.

¿Por qué este acento en los discursos? ¿Cómo puede la pregunta por el comportamiento de las personas conducirnos al ámbito del «discurso»? Porque no existe ninguna experiencia social por fuera del lenguaje.3 Diferentes «discursos» construyen la imagen que los individuos tienen del mundo y en función de la cual actúan (Cabrera, 2001: 82). Por tanto, a diferencia de algunas concepciones que le confieren al lenguaje una función exclusivamente mimética, asumimos la concepción que le otorga una función generativa. El lenguaje no nombra el mundo, lo significa, lo construye; el lenguaje, en cuanto patrón de significados, objetiva los fenómenos y forja la experiencia que los individuos tienen de él. En este sentido, no se parte aquí del supuesto de que existe un objeto «sexualidad/amor» independiente y previo a su significación discursiva, pues no es por una operación de reflejo que creamos los significados o los objetos, sino por una operación de diferenciación4 y clasificación. Por consiguiente, dado que la experiencia es un acontecimiento lingüístico, el análisis histórico no debe partir de considerar los objetos como fenómenos «reales», sino que, más bien, estos deben ser vistos como realidades discursivas que pueden informarnos cómo se construye la experiencia.

La intimidad como campo de intervención

Entonces, ¿de qué «objetos» hablan los discursos que ofrecen lecturas sobre la intimidad? ¿Cómo se tratan, analizan y clasifican esos «objetos» para hacerlos aparecer? Un vistazo a los diversos órganos de divulgación que circularon en la década de 1960, en los que tienen cabida temáticas o artículos referidos al amor, la pareja, la familia y la sexualidad permite colegir al menos dos cosas: primera, la percepción, algo generalizada, de que se trata de un ámbito o, mejor, de ciertos aspectos de la vida que son susceptibles de mejorar, de perfeccionar mediante el trabajo o la aplicación de unos consejos particulares; incluso, en algunos casos ese trabajo resulta ser tan importante que suele endilgársele la salvación del mundo moderno.5 La segunda, que son tantos los expertos, tantas las explicaciones y prescripciones y, al parecer, tantas las coincidencias con respecto a la preservación del matrimonio como fin moral que no solo quedan grandes dudas acerca del modo como se manejaría tal volumen de información, sino también respecto a las coincidencias que, por intuición, se dice que están funcionando.

Veamos un ejemplo con relación a la primera observación. Decía el pastor Norman Vincent Peale, uno de los escritores más prolíficos durante la década de 1960 en temas relacionados con la sexualidad, el amor y el matrimonio, en uno de sus libros más famosos y difundidos Pecado, sexo y autocontrol: «una noche en que vinieron a cenar unos amigos, esbocé el tema del libro: mi convicción de que el aparente declive de la moralidad crecía por oposición a las viejas reglas y autoridad, y que la única forma de solucionar nuestras dificultades era la de caminar hacia una nueva etapa en la cual la gente aprendiera a gobernarse a sí misma» (1966: 15).

Todo un programa para aprender a gobernarse a sí mismo: esa era la propuesta que Peale desarrollaría en su libro para contrarrestar el «aparente declive de la moralidad». Pero no solo Peale se sintió llamado a ofrecer soluciones, pues en las publicaciones seriadas no faltaron secciones de consejos procurados por psicólogos, sacerdotes, psiquiatras, asesores matrimoniales y teólogos, que se encargaron de mostrar formas posibles de solucionar los problemas familiares, amorosos o sexuales. De ahí que se pueda hablar de un campo ampliamente influenciado por la idea de «perfeccionamiento», por la idea de «corrección» en el terreno de la vida íntima.

Pero, ¿qué se entiende por «vida íntima»? La «vida íntima» no es un objeto dado de antemano, sobre el cual empezaron a hablar algunos discursos en la década de 1960 para referirse a «experiencias humanas» como el amor y la sexualidad. Por el contrario, la «vida íntima» es un campo de intervención generado por un conjunto de técnicas de gobierno que buscaban regular la sexualidad y las relaciones amorosas en aquella época. En este artículo me ocuparé solo de analizar aquellas técnicas de gobierno moral sobre los sujetos agenciadas a partir del modo como un conjunto de saberes expertos creaban un objeto discursivo llamado «intimidad». Entonces, aunque un cúmulo de referencias hablen de la intimidad como objeto locativo (Cromos, 1964, abril: 31-32)6 o físico, en el sentido de referirse a una zona del cuerpo,7 nosotros hablaremos de la intimidad no como una cuestión de espacio, sino como un problema de comportamiento moral, es decir, como un ámbito de intervención que puede y debe ser «gobernado» usando unas determinadas técnicas. De ahí que nos concentremos en artículos cuyos títulos connotan que se trata de algo que se puede «aprender» (Cromos, 1965, 21 de junio: 58) o de algo que debe pasar por el ojo «clínico» de un experto.8

Con todo, el tema despierta no pocos interrogantes. La vigencia y la popularidad de discursos expertos para solucionar los problemas concernientes al amor y a la sexualidad revela una hiper-especialización en ciertas áreas del comportamiento humano, pero también el eco de las transacciones discursivas que han operado en la difícil tarea de construirnos como sujetos morales de nuestra conducta sexual y amorosa. Si bien son difusos los límites entre los discursos religiosos y psicológicos, el hecho es que muchas veces coinciden en propuestas éticas que optan por la abolición de la abnegación, promoviendo la retirada de posibles relaciones «tormentosas».9 Para no ir más lejos, pensemos en la coincidencia de algunas frases emitidas tanto por algunos sacerdotes carismáticos, como por algunos psicólogos. El padre Linero,10 por ejemplo, señaló recientemente lo siguiente en un programa de televisión que produce la cadena colombiana Caracol: «si amas a quien no te ama, no te amas», palabras que promueven la primacía del yo, como lo harían algunas de las frases del psicólogo Walter Riso: «ama y no sufras» o «enamórate de ti». No nos interesa, sin embargo, tomar partido aquí por una u otra postura ética, sino cartografiar los límites de estos discursos y analizar sus efectos de verdad. Cabría entonces preguntarnos por el tipo de comportamientos que emergen de cada orientación ética.

Que el asunto de la «vida íntima» resulte ser una cuestión esencialmente de gobierno y que para ello se requiera el uso de unas técnicas, es decir, de una serie de intervenciones reguladas sobre uno mismo capaces de «mejorar» o corregir las relaciones amorosas y sexuales exige primero levantar una cartografía de los discursos11 a partir de los cuales se dio sentido a las prácticas del gobierno sobre la intimidad en la Colombia de la década de 1960.

Cartografías del discurso sobre la intimidad

En aquella década, «el consejo» se constituyó en una práctica discursiva que operó como forma de gobierno ético sobre sí mismo. Desde luego que «el consejo» como formación discursiva puede remitirse a las prácticas del pastorado cristiano ya desde la época de la Colonia, pero durante la época que estamos examinando tomó un revestimiento «científico», gracias a la enorme difusión que empezaron a tener saberes como la psicología. El consejo llegó a ser tan importante, que en la prensa emergió la figura del consultorio íntimo, en algunos bajo el nombre: «¿Cuál es su problema?»12 o «Consúlteme su caso»,13 tal como sucedió en Cromos durante la mayor parte de la década de 1960, o bien como lo denominaron otros órganos de divulgación: «Buzón femenino» en el periódico El Tiempo,14 «IM contesta» en El Espectador15 y «Problema íntimo» en El Espacio,16 para mencionar solo algunos diarios de amplia circulación nacional. Como decimos, lo que llama poderosamente la atención es que «el consejo», tradicionalmente anclado en las prácticas discursivas de exhortación moral en la Iglesia Católica, asume en esta época una impronta «científica» bajo la figura del «consultorio». El 24 de febrero de 1969, Cromos renueva la figura del «Consultorio íntimo», marginado a partir del 11 de julio de 1966 por una sección de novela corta, por una sección con el nombre «Consúlteme su caso», dirigida por el sacerdote José Miguel Miranda Arraíza, perteneciente a la Orden de los Carmelitas Descalzos (OCD). Así rezaba la introducción de la sección:

El ilustre sacerdote responderá preguntas sobre problemas éticos, espirituales, matrimoniales, morales, educacionales, etc. El consultante deberá hacerlo a máquina o en letra muy clara en espacio de no más de una cuartilla. Tanto la pregunta como la respuesta, aparecerán en esta sección (Miranda Arraíza, 1969, 24 de febrero: 11).

Cómo no ver en esta particular forma de interpelar a los sujetos, en este llamado a la configuración de una subjetividad ética y disciplinaria, un eco de los planteamientos avanzados por Foucault.17 Sin embargo, aunque tales planteamientos nos dan luces frente al modo en que una serie de técnicas provenientes del cristianismo (como la auto-observación y la confesión) coadyuvaron a la producción del individuo, ellos requieren, en todo caso, de una relectura que permita el entendimiento de los modos de subjetivación en sociedades como la colombiana, donde los procesos de modernización no han seguido el mismo camino «europeo» al que se refieren los libros de Foucault. Pues en estos países, las herencias coloniales, a las cuales pertenece claramente el cristianismo, no han desaparecido del todo sino que continúan siendo estructurantes de la subjetividad de millones de personas. Esto deberá tenerse en cuenta a la hora de definir «un modo específico de ser» en lo que concierne a la vida sexual y amorosa, una moral del sexo y de los afectos en la Colombia de la década de 1960.

Por tanto, en lo que sigue se presentarán brevemente algunas respuestas provisionales a la pregunta por los modos de sujeción en Colombia durante la década de 1960. En principio, se apelará al funcionamiento de dos lógicas, dos racionalidades que entran en conflicto y que pugnan por obtener la primacía del gobierno de la intimidad. La primera es una lógica en que la relación consigo mismo está mediada por la obediencia, es decir, donde la obediencia se constituye en el pilar del trabajo ético que el individuo opera sobre sí mismo. En este caso, la consigna es la aplicación de unos principios éticos que el individuo recibe y en cuya formulación no participa. La segunda es una lógica en la que la relación consigo mismo está mediada por el aprendizaje y en donde la consigna es experimentar y poner a prueba algunas técnicas de autogobierno. Veamos algunos ejemplos:

En relación con la lógica en la que prima la obediencia, el deber y la aplicación de unos principios, consideremos este pasaje:

Pensad jóvenes cristianas, en vuestra juventud lozana, en vuestra belleza seductora, en ese don de atracción que lleváis en vosotras mismas: pensad en la grandeza de la dignidad femenina, como escudo glorioso en vuestra vida y pensad: todos estos dones, todas estas maravillas del poder divino, todo lo que me consagra como MUJER y MUJER Cristiana, ¿es digno de que a mitad de camino, lo exponga yo y lo envilezca hasta el grado de que me avergüence y me rebaje vilmente...? Además, la responsabilidad que como MUJER tenéis en este mundo, es misión que lleva en pos de sí deberes y responsabilidades ante Dios y ante la sociedad (...) Sed novias ideales, de esas que aman y no exponen su pudor: de esas que aman sin rebajar su dignidad: de esas novias que pueden garantizar todo el futuro y la salvación de un hogar, basado en el CRISTIANISMO, sostenido por él en sus principios y salvado por él, en la práctica de su doctrina inmaculada (Clo-Bell, 1960, octubre: 566-568; resaltado en el original).

En relación con la lógica en la que prima el aprendizaje:

Puede que se necesiten meses y hasta años para que una pareja, mediante la experimentación, encuentra su completa y placentera satisfacción sexual, libre de temores, ideas erróneas, supersticiones o inhibiciones, no siempre es fácil, pero vale la pena tratar de avanzar hacia unas mejores relaciones amorosas, para que cada día sean mas tiernas y profundas, manteniendo los lazos materiales y espirituales del matrimonio (Fink, 1961, junio: 376-380).

Como vemos, a cada una de estas lógicas podría endilgársele un saber particular: la obediencia al saber religioso, en un caso, y la del aprendizaje del saber científico, en el otro. Sin embargo, la situación es mucho más compleja. Tal como veremos, el problema no radica en que un discurso sea religioso y el otro científico, sino en el tipo de técnicas que proponen para conducir la conducta y lograr ciertos objetivos. Obediencia y aprendizaje deben ser vistos entonces como técnicas que operan con independencia de su vinculación institucional (a la Iglesia o a la ciencia) y que tienen como objetivo producir determinadas formas de comportamiento moral. En algunos casos, revistas asociadas con la Iglesia católica incorporarán las técnicas del auto-aprendizaje, en tanto estas produzcan el tipo de sujeto moral que se desea:

Debes grabar en tu mente esta idea: el noviazgo es una etapa de una trascendencia insospechada. Por eso no conviene que en la juventud vulgarices tu corazón y tu cariño en aventuras ligeras y amoríos sin sentido. El cariño y el amor son tesoros preciosos que no se deben ofrecer a la primera ocasión. Por el contrario, se deben custodiar frescos para el momento preciso (De la Torre, 1960, marzo: 114-116).

Aquí puede observarse la idea de cómo el saber religioso incorporó o le concedió un espacio a las técnicas de experimentación, pero solo para aprender a obedecer y así conservar el ideal católico del matrimonio. Lo mismo sucede con el saber científico, pues aunque este privilegie la experimentación y el aprendizaje para alcanzar la complacencia sexual, privilegia el matrimonio conyugal como el «lugar» legítimo de tal experimentación. Entonces, aunque se conceda espacio a la experimentación, esto no necesariamente indica que el telos de las técnicas (sus objetivos) cambie. La ciencia no se resiste a moralizar y cada vez más, mediante explicaciones «científicas», dirá cómo lograr una vida sexual feliz (Eichenlaub, 1962, julio: 438-441), cómo solucionar los problemas conyugales (Lemon, 1962, marzo: 150-155), cómo curar la homosexualidad (Harper, 1961, octubre: 674-677), entre otros aspectos que puedan atentar contra el ideal católico del matrimonio.

Sin embargo, y aun cuando hasta el momento solo hayamos visto una serie de coincidencias entre el telos de los discursos de la ciencia y el de los discursos de la iglesia, es importante considerar cómo, precisamente, en la medida en que se incorporan técnicas que integran el aprendizaje y legitiman la experimentación, se pone en tensión una visión «pastoral» de las relaciones amorosas y sexuales. Surgen, por decirlo de algún modo, unas técnicas «liberales» que problematizarán de otro modo las relaciones prematrimoniales en algunos casos, y también la masturbación. Veamos algunos ejemplos: Acerca de las relaciones prematrimoniales:

Pienso que gran parte, si no todos los aspectos de malo e inmoral, es en efecto de que los padres u adultos han infiltrado en la mente de los menores la idea de que el sexo es estrictamente para la procreación después del matrimonio y no para disfrutarse como atributo humano fuera de éste. (...) Mis opiniones personales, dichas en concreto, son que las caricias preconyugales constituyen una actividad intrínsecamente deseable y normal, con el valor positivo de brindar adiestramiento y experiencia en el ajusto socio-sexual y de ser una gozosa actividad que en nada daña a los jóvenes (Harper, 1961, octubre: 662-667).

Acerca de la masturbación:

Creo que les debemos a los jóvenes el darles nuestro endoso franco y caluroso al placer autoerótico, como un fin en sí, completamente deseable y aceptable y como base del respeto propio, sobre el cual se levantan las demás experiencias sexuales. (...) También me parece que los adultos deben a los pequeños como elemento en la formación de nuestra cultura, y para propiciar la salud mental, el darles una información clara acerca del goce del sexo entre hombre y mujer, brindándoles así material sobre el cual puedan construir fantasías de la masturbación, reales y socialmente integradas (Stokes, septiembre de 1961: 586-591).

Por supuesto, la experimentación que aquí se promueve, con su construcción de fantasías socialmente integradas, beneficia en todo caso la heteronormatividad. Sin embargo, la apertura a la experimentación es suficiente para abrir un foco de problematizaciones que escapa a la visión pastoral y que están intrínsecamente relacionadas con el divorcio. Tanto los discursos científicos como los religiosos se ocuparán de crear el divorcio como problema. No faltarán así técnicas, consejos y razones para mantener el matrimonio conyugal.

Pero de nuevo aquí vemos una serie de movimientos y transacciones importantes. Los discursos científicos, aun privilegiando una conducta basada en la auto-experimentación del sujeto, no se resisten a moralizar y, en gran medida, muchas de sus técnicas están dirigidas a promover la comprensión, el reconocimiento y el apoyo entre los casados. Los discursos religiosos, por su lado, tampoco se niegan a incorporar algunas técnicas «progresistas», como por ejemplo considerar que el sujeto necesita aprender por su cuenta y sin seguir caminos ya predeterminados, a relacionarse consigo mismo y con su pareja, haciendo de la vida matrimonial una experiencia grata y placentera. Por ello, no es extraño que haya circulado en Cromos un artículo en el que Norman Vincent Peale desarrolla una técnica cuyo objetivo es unir un matrimonio que está a punto de separarse.

El experimento que quiero que hagan ya ha sido ensayado y encontrado muy efectivo. El equipo necesario es simplemente un reloj despertador, de preferencia uno que suene fuerte al marcar los segundos, dos sillas y una habitación tranquila donde no hay ningún disturbio. (...) Esta disciplina será buena para ustedes. Cada día vayan a la habitación tranquila, cierren la puerta, arreglen el reloj para que suene en media hora y colóquenlo donde ambos puedan observarlo. Ahora dividan mentalmente la media hora en periodos de cinco minutos. En los cinco primeros minutos proyéctense al futuro. Separada y silenciosamente visualicen su vida como verdaderamente será si su matrimonio se ha disuelto (Peale, 1965, agosto: 66-67).

El trabajo ético sobre sí mismo que propone esta técnica ya no tiene que ver con la aplicación de unos principios religiosos o con el hecho de respetar una ley porque es divina,18 sino con formas de autorregulación, en las que el objetivo es lograr que los sujetos mismos mantengan vivo el (tradicional) vínculo matrimonial. Por ello, es importante destacar que no necesariamente el hecho de que aparezcan nuevas técnicas indica que se esté generando una emancipación moral de los sujetos.19 Al contrario, como hemos visto en los ejemplos citados, estas técnicas están operando en provecho de la institución familiar.

Un último ejemplo que vale la pena resaltar, y que fortalece el argumento que se ha venido presentando, proviene de un órgano de divulgación «laico». Se trata de un ejemplo en el que se cruzan la obediencia y el aprendizaje junto con dos aspectos que tradicionalmente fueron vistos como en oposición: el amor y el deseo.

La carne es débil -todo el mundo lo sabe-. Cualquiera puede tropezar con la tentación, y caer en un momento de locura; un momento en el que no se ha sido dueño de su cuerpo, ni de su corazón, ni de su espíritu. (...) En descargo de las mujeres hay que reconocer que la mayoría de los hombres cuando se enamoran, y a veces sin estar enamorados, nos hacen creer que nos amarán toda la vida, lo que quizá puede ser verdad; y que no desearán a ninguna otra mujer, lo que es una mentira como una casa. Puede que exista alguno que otro marido fiel; pero esa excepción es así, porque ha puesto en alto su amor y se impone el deber de no traicionarlo. Y aún estos -incapaces de engañar- no pueden evitar que si pasa una mujer linda a su lado la deseen, y esto, queridas amigas, es humano, porque ellos son así (Cromos, 1965, 24 de mayo: 48-49).

Lo interesante de este ejemplo es que la lógica de la obediencia -que pone en alto el deber-,20 se abre al aprendizaje reconciliando deseo y amor. En la lógica de la obediencia el deber se mantiene eliminando el deseo, pero acá nos están diciendo que es posible mantener el deber conservando el deseo porque este, según reza el texto, es «humano». Se le perdona al hombre que se ha mantenido fiel en el amor a pesar de no haberse mantenido fiel en el deseo, lo cual modifica ciertamente el ideal moral católico («no desearás la mujer de tu prójimo») pero manteniendo en todo caso el ideal del matrimonio a través de técnicas de auto-regulación.

Quedan todavía muchas cuestiones por resolver. Hemos sostenido por lo pronto que a la hora de examinar los discursos que pugnan por la hegemonía del gobierno sobre la intimidad en la Colombia de los años 1960, se hace necesario desprenderse de la opinión tradicional que pone en pugna irreconciliable a la iglesia y a la ciencia.21 Hemos argumentado que el problema del gobierno de la intimidad debe ser analizado desde el punto de vista de las técnicas que se proponen y de los objetivos (tele) a los que se dirigen esas técnicas. Lo importante es observar qué tipo de sujeto moral se estaba queriendo producir en un momento en que los procesos de industrialización y modernización, impulsados por el Frente Nacional, estaban a la orden del día.


Pie de Página

3La realidad social no está constituida por «objetos transparentes», de los que la conciencia sería una representación fiel obtenida mediante la experiencia. Por consiguiente, lenguaje y experiencia están inextricablemente unidos. No existe experiencia social al margen del lenguaje, pues este es el que hace inteligibles los «hechos sociales» (como el trabajo, la economía, la política y el poder. «'El lenguaje' no solo hace posible la práctica social; es práctica social». Véase Cabrera (2001, pág. 84).
4Una explicación más precisa al respecto es brindada por Stuart Hall (1998), al señalar que los significados no son un reflejo transparente del mundo, sino que surgen a través de las diferencias entre los términos y categorías, los sistemas de referencia, que clasifican el mundo y de ese modo permiten que sea apropiado por el pensamiento social, por el sentido común.
5En 1966, en un texto que buscaba brindar solución a los problemas morales por los que estaba atravesando la humanidad, escribía Peale: «A lo largo de este campo individual de autodominio, estoy firmemente convencido, yace el destino y la salvación de nuestro mundo moderno» (1966, pág. 14).
6El artículo «La hija del exdictador en la intimidad» es una entrevista que se le hace a María Eugenia Rojas Pinilla, hija del General Gustavo Rojas Pinilla, en la «intimidad» de su hogar.
7Como lo refiere, por ejemplo, una propaganda de óvulos Norforms «Para su más íntimo problema marital» (Cromos, 1964, 7 de diciembre: 54).
8«Consultorio íntimo» (Cromos, 11 de junio, 1966: 53) se denominó la habitual sección de consejos de la revista Cromos entre 1966 y 1967.
9Al respecto se sugiere el estudio crítico de Helena Béjar acerca de cómo el individualismo da forma a una moral moderna (1987: 69-90).
10El padre Alberto Linero Gómez, perteneciente a la congregación de Jesús y María (eudistas), orienta en la actualidad (2013) una sección del programa Día a Día, emitido por el canal nacional Caracol, qu se conoce como «recomendaciones del padre Linero».
11Para el desarrollo de esta cartografía se revisaron algunas publicaciones seriadas que circularon en Colombia durante la década de 1960. Cromos, revista colombiana que desde 1916 ha tenido una distribución semanal ininterrumpida. El Mensajero del Corazón de Jesús: la Revista del Hogar Colombiano, aunque tuvo su editorial propia en Colombia, hacía parte de un proyecto editorial católico más grande, con otra versión editada en España, conjuntamente con una serie de obras circunscritas en la Biblioteca Mensajero. Por último, se examinó Luz en sus problemas personales: revista ilustrada científico-sexológica, hecha en Estados Unidos para los países del centro y sur del continente americano. En ella escribían profesores de universidades de Estados Unidos y teólogos protestantes.
12Esta emergió en la revista Cromos (14 de mayo de 1962: 59) con un cupón invitando a participar en dicha sección.
13Sección que surgió en Cromos, el 24 de febrero de 1911, (pág. 11).
14Sección que emergió en enero de 1963 en el periódico El Tiempo.
15Sección que apareció en marzo de 1961 en el diario El Espectador.
16Sección que circuló en el año 1965 en el periódico El Espacio.
17Es sabido que Foucault intenta trazar una genealogía de la subjetividad, analizando las tecnologías del yo (del cuidado de sí) en los griegos, los estoicos y el cristianismo, y que una de sus hipótesis consiste en que el conocimiento de sí se ha vuelto más importante que el cuidado de sí. Es importante señalar que tal hipótesis es formulada por cuanto el autor, examinando el conjunto de técnicas que provienen del cristianismo, vislumbró que se trataba de técnicas que operaban mediante la auto-observación y la confesión. Un procedimiento en el que el confesor (pastor) adquiere el poder de dirigir a los individuos (su rebaño). La importancia de esto radica en que son técnicas que pueden llegar a configurar lo que uno es y que, como lo señala Foucault, han sido incorporadas por el Estado occidental moderno, dejándonos ver que el poder de Estado se ejerce mediante técnicas de individualización y procesos totalizadores (Foucault, 1998, abril-junio: 7-24).
18Tal cual nos lo hace saber el padre Valtierra S. J., al señalar en un artículo lo siguiente: «La ley contra el divorcio no es de la iglesia sino de Dios y desde el principio fue una derivación de la ley natural (Valtierra, 1968, abril: 159-167).
19Acaso se necesite acá un comentario: contrario a lo que señalan ciertos autores con relación a la literatura de auto-ayuda, específicamente cuando le endilgan a esta un potencial emancipador, acá se argumenta que esta, en el ejemplo que nos ocupa, continuó secundando la preservación del matrimonio. Por ello se dice que no necesariamente la aparición de nuevas técnicas son sinónimo de emancipación. Uno de los autores que se adhiere a la perspectiva que ve en la literatura de auto-ayuda una fuente de emancipación es Anthony Giddens (1995), quien argumenta a favor de este tipo de literatura por cuanto considera que incrementa la autonomía al tiempo que la exigencia de respeto por parte de otro u otros. No ocurre así con Eva Illouz, quien argumenta que este tipo de literatura sencillamente favorece la ética del trabajo, es decir, la ética de la racionalidad, los intereses creados, las estrategias y la maximización de las ganancias (2007).
20Aunque aquí no se aborden con detenimiento las prácticas de generización en relación al uso de las técnicas, conviene en todo caso señalar que se observa una mirada más aguda y moralizante hacia «la mujer».
21Un buen ejemplo de la necesidad de pensar las pugnas discursivas en Colombia más allá de sus afiliaciones institucionales es la tesis doctoral del profesor (Saldarriaga Vélez, 2005).


Referencias bibliográficas

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