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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.22 Bogotá Jan./June 2015

 

LA CUESTIÓN SOCIAL Y SU ARTICULACIÓN CON EL TRABAJO SOCIAL1

THE SOCIAL QUESTION AND ITS ARTICULATION TO SOCIAL WORK

A QUESTÃO SOCIAL E SUA ARTICULAÇÃO COM O SERVIÇO SOCIAL

Sandra del Pilar Gómez Contreras2
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
sdgomez@unicolmayor.edu.co

1 Artículo de revisión; se elabora en el marco del Seminario de Filosofía Política, componente del ciclo principal de la formación doctoral en Trabajo Social, cursado en la Universidad Nacional de la Plata, Argentina, año 2014
2 Doctoranda en Trabajo Social, Universidad Nacional de la Plata (UNLP), Argentina. Trabajadora social, Magíster en Planeación y Desarrollo Socioeconómico. Docente investigadora. Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca.

Recibido: 02 de enero de 2015 Aceptado: 28 de abril de 2015


Resumen:

La cuestión social se configura como una categoría en el estudio del trabajo social. Para su comprensión y articulación con este, es necesario partir del análisis de acontecimientos históricos-sociales que datan del siglo XIX y que motivan no solo su origen, sino incluso el desarrollo mismo de la profesión de trabajo social. Se pretende entonces resaltar las condiciones en las que surge y evoluciona el trabajo social, el contexto sociohistórico en el cual se hizo visible, la relación que establece con las manifestaciones de la cuestión social, la relación entre ésta y el orden burgués. Ello es necesario si se quiere desmitificar ese vínculo estricto con las protoformas del servicio social. Igualmente, se retoma una de las vertientes de la cuestión social, denominada por Castel como benéfico-asistencial, en tanto permite comprender el componente filantrópico asistencial que se le ha atribuido a la profesión en sus inicios.

Palabras clave: cuestión social, trabajo social, servicio social, asistencia social.


Abstract

The social question is informed as a category in the study of social work. In order to understand the social issue and articulate it with it, there is the need to depart from the analysis of historic-social events dating from the 19th century, which not only lead on its emergence, but on the development of social work itself as a profession. Therefore, we intend to highlight the conditions in which social work emerges and develops, the sociohistorical context where the relationship established with the manifestations of the social issue, its relation to this one and the bourgeois order. This is required if the strict link to social work protoform is to be desmitified. Similarly, one of the angles of the social issue is retaken, which Castel calls charity care, since it allows us to understand the philantropic care component, that has been ascribed to the profession from its beginnings.

Keywords: social question, social work, social service, social care.


Resumo

A questão social configura-se como uma categoria de estudo do Serviço Social. Para sua compreensão e articulação com este curso (profissão) é preciso partir da análise de acontecimentos histórico-sociais que datam do século XIX e motivam não somente a sua origem, mas, até mesmo, o desenvolvimento do Serviço Social como profissão. Buscase então ressaltar as condições do surgimento e evolução do Serviço Social no contexto sócio-histórico em que se tornou visível. Além disso, analisa-se a relação estabelecida entre as manifestações da questão social e o elo entre a questão social e a ordem burguesa. Essa análise é necessária para desmitificar o vínculo estrito que existe com as protoformas do Serviço Social. Retoma-se, igualmente, uma das vertentes da questão social, denominada por Castel como benéfico-assistencial, na medida em que permite compreender o componente filantrópico assistencial atribuído a profissão nos seus inícios.

Palavras chave: questão social, trabalho social, Serviço Social, assistência social.


La industria, esa fuente de riqueza, no tiene hoy en día regla, ni
organización, ni objetivo. Es una máquina que funciona sin regulador; poco
le importa la fuerza motriz que emplea. [...] despuebla el campo, aglomera
a la población en espacio sin aire, debilita tanto el espíritu como el cuerpo, y
después arroja a la calle, cuando ya no sabe qué hacer con ellos, a los hombres
que para enriquecerla sacrificaron su fuerza, su juventud, su existencia.

Luis Napoleón Bonaparte (citado por Castel, 1997: 220).

Introducción

El tema de la cuestión social, para efectos de este escrito, se asume como una categoría de análisis que permite fundamentar su articulación con el trabajo social. Se acude a ella, para identificar acontecimientos histórico-sociales que desde sus manifestaciones involucran y hacen necesaria la intervención de la profesión.

Para tal efecto, se parte de considerar los precedentes históricos del trabajo social, los cuales, desde sus prácticas filantrópicas y caritativas, se han asociado a la profesión. Ello tiene sentido, en la medida en que se las relaciona con la asistencia3 y a esta como parte de la vertiente social-asistencial de la cuestión social.

Según lo plantea Castel, esta «constelación de la asistencia ha tomado formas particulares en las distintas formaciones sociales», pues sus características solo se «pueden captar relacionándolas con las situaciones históricas [...] en cuyo seno se originaron» (1997: 33).

Este autor señala que la «configuración asistencial» ha interferido en otro aspecto de la cuestión social, retomado por las teorías críticas, como es su relación con la problemática del trabajo social. Tal vinculación es analizada bajo algunos de los fundamentos de la perspectiva histórico-crítica, que son la base de la profesión, y cuyas propuestas provienen de investigadores latinoamericanos, entre quienes se destacan Iamamoto (2003), (1997), Esquivel (2006), Netto (2002), y Rozas (2004).

Antecedentes históricos del trabajo social

Para examinar los antecedentes del trabajo social, es importante retomar el planteamiento de Robert Castel (1997) en torno a la cuestión social, pues él destaca dos vertientes igualmente significativas, las cuales permiten comprender la asistencia como un elemento clave en el surgimiento del trabajo social. Al respecto, este autor identifica la social-asistencial como una de esas vertientes, considerándola como la que menos depende de una historia específica. Se vale de algunas definiciones que son relevantes para el desarrollo del presente documento. Él concibe la asistencia como un conjunto de prácticas insertas en una estructura común, dirigida a una población con carencias o limitaciones (Castel, 1997: 33).

Castel, al referirse a las vertientes de la cuestión social, señala una segunda razón,

que en su concepto está referida a que esta configuración asistencial ha interferido y continúa interfiriendo (en parte para hacerse cargo de él, y también para ocultarlo) en el otro gran aspecto de la cuestión social, que deriva principalmente de la problemática del trabajo, y cuya emergencia fue más tardía. (1997:34)

El concepto de lo social es sustancial, en cuanto configura una práctica específica que, de acuerdo con Castel, no se encuentra en todas las colectividades humanas (1997: 34). Al respecto, expresa que una sociedad sin lo social estaría bajo las determinaciones de una «sociabilidad primaria»,4 en oposición a la secundaria, en la cual media la presencia de instituciones que asumen la especialización de un servicio y es en esta en la que se ubica la intervención del trabajo social.

La asistencia social es antecesora del trabajo social. No se puede pasar por alto la influencia del cristianismo primitivo el cual, como lo expresa Fernández y Alemán (2006), promulgó la ayuda al necesitado y la aceptación del otro como pautas generales de comportamiento, en la medida en que parte de sus normas ético-religiosas que caracterizaron y mitificaron la profesión, según las razones descritas.

Las protoformas de la asistencia tienen sus raíces, pues, en las prácticas filantrópicas-caritativas de la tradición cristiana occidental. Pero entre dichas prácticas y la constitución del trabajo social, más que una continuidad, hay una ruptura, la cual, en opinión de Netto:

Merece la atención de los trabajadores sociales, en tanto esta ruptura no termina, no cancela, las prácticas filantrópicas [...] La materia prima del trabajo social son las expresiones, las manifestaciones de la cuestión social y solamente cuando esas expresiones son tomadas por el Estado como objeto de intervención sistemática y no represiva; solamente, entonces, es cuando se crea el espacio socio-histórico para la profesionalización del trabajo social. O sea, mi visión de la historia del trabajo social no la conecta directamente a la cuestión social, pero si a un momento histórico determinado en la sociedad, en el cual el Estado ubica la cuestión social como algo que merece y reclama un trato que no es solamente represivo, sino un trato sistemático y cohesivo, integrador. (Netto, 2004: 20)

Si bien la religión cristiana, de la mano de la filantropía social, logró grandes reformas sociales, ni la una ni la otra «tienen un vínculo continuo directo con la historia del trabajo social» (Fernández y Alemán, 2006: 51).

Ahora bien, diferentes investigadores del trabajo social han presentado las consideraciones que permiten puntualizar un itinerario de los precedentes que, a lo largo de la historia, involucran las formas de ayuda existentes, como se enumera en la tabla 1.

Igualmente, Martínez (2000) expresa la necesidad de separar la historia de la profesión de la historia social y de la historia de la acción social, como se observa en este recuento:

La historia del trabajo social corresponde a la historia de una profesión, y la historia de la acción social vendría a ser parte específica de la historia social. La historia social es, en realidad, la historia de la cultura, vista desde la perspectiva de la estratificación y de las desigualdades sociales. La historia de la acción social está compuesta por las diferentes políticas sociales de los diversos estados y gobiernos, siendo parte importante la historia de la ayuda social, los necesitados y la historia del movimiento obrero. (Martínez citada por Fernández y Alemán, 2006: 54-55)

En tal sentido, la historia de la acción social describe cómo la sociedad siempre ha manifestado su preocupación por atender las diferentes necesidades que se les presentan a los individuos. Aquí es importante identificar que tal asistencia depende directamente del ideario o del pensamiento predominante, en tanto las formas de ayuda se despliegan en relación directa con el contexto político, socioeconómico y cultural imperante en la época. Al respecto Fernández y Alemán señalan:

Aquellas prácticas de ayuda social, que respondían, en la mayoría de las situaciones, a ideas religiosas o humanitarias y que se encuentran en cada una de las civilizaciones que nos han precedido, tienen puntos en común («la ayuda al necesitado» entre otras). Cada una de estas prácticas se configuró en función de las circunstancias socioeconómicas imperantes y en diferentes momentos, debido a la complejidad de su nacimiento, y se han mantenido hasta la actualidad, en que se continúa practicando la caridad y la filantropía, la beneficencia y la política social de forma sincronizada y paralelamente a la evolución del trabajo social como profesión (Fernández y Alemán, 2006: 55).

De acuerdo con lo anterior, se puede inferir que las acciones realizadas por los reformadores sociales hacen parte de la historia de la acción social, desde la cual se ve el esfuerzo por visibilizar las:

respuestas que el hombre le ha dado a las situaciones de necesidad social experimentadas por sus semejantes [y que] forman parte de la historia social de la humanidad [...] repuestas que se han formalizado en instituciones y normas que pertenecen ya a la historia de la acción social. Consideramos que a lo largo del período que va de la beneficencia al modelo de bienestar, la referencia a la caridad como virtud cristiana fundamental es la pauta básica de todas las materializaciones de ayuda a los pobres. (Fernández y Alemán, 2006: 60)

Esas primeras formas de acción social posibilitan la objetivación de las diferentes manifestaciones en las que la cuestión social hace su aparición y la manera como estas son asumidas por el Estado por medio de las políticas sociales.

si tenemos que situar en el proceso histórico el nacimiento del Trabajo Social no nos cabe la menor duda de que es en la transición del siglo XVIII al XIX cuando tal hecho tiene lugar. La atención social como profesión — hoy Trabajo Social— se inicia en concomitancia con la industrialización, que, al contrario de lo que pueda parecer, no trajo consigo el aumento del bienestar de las clases menos favorecidas, pues las gentes del campo, al tener que emigrar a la ciudad en busca de trabajo, quedaron muy debilitadas económicamente. (Fernández y Alemán, 2006: 81)

La responsabilidad sobre las diferentes formas de ayuda, su concepción filosófica, organización y administración, fueron inicialmente asumidas por la Iglesia y algunos sectores de la oligarquía. Estos fueron los encargados de establecer las primeras maneras de atender la asistencia social, dejando marcado con ello lo que sería el inicio de una posterior función del Estado.

Pero la cuestión no quedó ahí. Con la entrada del maquinismo llegaron nuevas ideas que obligaron al hombre a competir con sus iguales para satisfacer necesidades económicas con miras a la subsistencia familiar. Ello suscitó la aparición de doctrinas individualistas, cuyos efectos se reflejan en una disminución de la conciencia social. En consecuencia, se presentaron las primeras manifestaciones de desadaptación en la población y con esto la dificultad para enfrentar los efectos de los cambios sociales y económicos.

Con la etapa industrial del capitalismo surgió una nueva clase social: el proletariado. Los obreros organizados se opusieron a las extremas condiciones impuestas por el sistema, obligando al Estado a garantizar las necesidades básicas para la población en situación de minusvalía. Esto dio origen posteriormente a las políticas sociales que se presentaron entonces como una iniciativa de apoyo, dirigidas a ciertos sectores de la población como atención a las problemáticas sociales.

Así, pues, el trabajo social emergió ante la necesidad de abordar una serie de problemáticas que exigían la formación de profesionales capacitados para enfrentarlas de la mano del Estado. De ahí que sea importante tener en cuenta la formación que brindan los diferentes centros y escuelas donde se impulsa dicha profesionalización. Para comprender lo anterior, Fernández y Alemán trazan una línea imaginaria que une el pasado con el presente para ubicar las manifestaciones de la profesión:

asociamos a un suceso que nace en un tiempo y contexto determinados otros fenómenos que han ocurrido en otros siglos y que de alguna manera le han precedido, lo que supone tender líneas imaginarias que los investigadores trazan entre circunstancias históricas y contextos sociales que en algunos de sus puntos muestran una coincidencia; [...]. Es necesario conocer las medidas que a lo largo de la historia tomaron los reformadores sociales para llegar a comprender las que se están aplicando en la actualidad, pero siempre teniendo en cuenta que ello también forma parte del contenido de otras disciplinas afines. (Fernández y Alemán, 2006: 51)

Como se puede apreciar en los diversos planteamientos expresados por los autores mencionados, los aspectos que se han enunciado hasta aquí retoman los precedentes sobre los cuales se configura el trabajo social y la categoría de la asistencia cobra cierta importancia, pues esta debe y puede comprenderse, según lo afirma Castel (1997), como una de las vertientes de la cuestión social, es decir, que no le es ajena, o que permite entonces establecer esa primera articulación con el trabajo social.

Acontecimientos históricos que prefiguran el surgimiento del trabajo social

La exposición anterior ha mostrado que en la historia del trabajo social se encuentran varias tesis que explican su surgimiento (Fernández y Alemán (2006), Iamamoto (2003), Netto (2004), (2002) y Rozas (2004), entre otros. En ese contexto, las tesis planteadas por las teorías críticas referencian acontecimientos históricos que contribuyen a la configuración de la cuestión social: la expansión del comercio, el desarrollo de la industria, la consolidación del capitalismo liberal, la situación de la clase obrera, el surgimiento del Estado de bienestar, entre otros.

Ahora bien, lo anterior es posible comprenderlo en la segunda vertiente relacionada con la cuestión social, que Castel relaciona con la problemática del trabajo. Tal como se percibe en este autor, es posible identificar la ayuda y quién es digno de recibirla, tal como lo plantearon los primeros reformadores sociales. De este modo, se puede determinar que existen unos desvalidos, quienes, por sus condiciones físicas o mentales, requieren dicha ayuda, al tiempo que quienes pueden defenderse con su fuerza de trabajo no la necesitan (Castel, 1997: 33).

En ese sentido, sin duda alguna, la movilidad incontrolable de mano de obra del campo a la ciudad es, dentro de los muchos acontecimientos que merecen ser tenidos en cuenta en la articulación de la cuestión social con el trabajo social, un fenómeno caracterizado por la baja o nula calificación. Así, el «pauperismo debe su origen a las mutaciones de las estructuras agrarias, pero es en la ciudad en donde se pone de manifiesto en toda su amplitud» (Castel, 1997: 85).

La problemática del trabajo se puede asociar, entonces, con los fenómenos más evidentes de la historia de Europa occidental, donde se experimentaban los impactos de la primera onda de la industrialización, cuyos efectos se evidencian en el pauperismo masivo de la población trabajadora, aspectos que serán abordados al establecer la articulación de la cuestión social con el trabajo social.

Malagón y Sarasola (2006: 78), al hacer referencia al nacimiento y evolución del trabajo social, consideran que «no puede ser entendido al margen del contexto sociohistórico en el que se desarrolla». Por tanto enuncian la necesidad de estar al tanto de los acontecimientos derivados del modo de producción capitalista al igual que del fenómeno de la industrialización, pues es en ese entorno en el que la profesión hace su aparición y que en el mismo sentido lo articula con la cuestión social.

Al referirse al «término capitalismo [se hace alusión] a un modelo de producción distinto del feudal, ya que supone una transformación de la organización del trabajo y de las relaciones entre patronos y trabajadores» (Fernández y Alemán, 2006: 78). Se resaltan entre otros, estos acontecimientos, pues alteraron el orden social existente que prevalecía en el modo feudal; se generó el desplazamiento de vastos sectores de la población del campo a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones para la subsistencia familiar y, tal como lo afirma el Manifiesto comunista de Marx y Engels la «industrialización y el sistema fabril promovieron la disolución de la familia» (Jones, 2007: 43), así como la concentración de las masas organizadas en las periferias de las urbes.

Un recorrido general, que permite presentar una síntesis de los acontecimientos histórico–sociales relacionados con los efectos del capitalismo, que posteriormente servirán de base para el estudio y el análisis del contexto en el que surge el trabajo social es el que realizan Fernández y Alemán al considerar dentro de las primeras manifestaciones del capitalismo que éstas emergen en la Edad Media y se instalan:

en Italia y los Países Bajos, que constituyeron puentes marítimos entre Oriente y Europa, [desde allí se inicia] la acumulación de capital, mediada por «la extensión del comercio marítimo y la expansión colonial», [...] punto de arranque de una política destinada a desarrollar mercados a gran escala, [aspecto que entre otros trajo como consecuencia:] el uso de la moneda, [el enriquecimiento] a banqueros, prestamistas y cambistas, de modo que finalmente el capitalismo comercial acabó dando paso al capitalismo financiero. [...] Los comerciantes adquieren las fincas a los miembros de la antigua nobleza, y se produce un proceso de concentración de la propiedad (Fernández y Alemán, 2006: 78-79).

En la medida en que avanza la evolución socioeconómica, tal como se ha referenciado, se registra un progreso paralelo en el pensamiento teórico, muy ligado a los acontecimientos de la época, que permiten la abstracción de conceptos y la construcción de teorías que los justificaran. Es en ese contexto del movimiento del capitalismo en el que Fernández y Alemán aducen que «se empieza a prestar atención a los problemas sociales» (2006: 80), aspecto que sin lugar a dudas se va a constituir en categoría de análisis para las ciencias sociales, ya que el nuevo orden socioeconómico, implantado por el capitalismo liberal deja la evidencia de conflictos y tensiones, los cuales se reflejan, por ejemplo, en la presión del barrio obrero y los partidos socialistas y en el origen del Estado de Bienestar, entre otros. En ese contexto, Marx y Engels se expresaron así para ayudar en la comprensión de esta situación:

La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, [...] opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna (Marx y Engels, 1981: 30).

Así, la historia de la humanidad no es otra cosa que la suma de una serie de tensiones y disputas que hoy perduran y que, como lo expresan Marx y Engels, han ocurrido desde Roma hasta América, y en las que es posible advertir diversas formas de degradación. En tal sentido advierten los autores en mención que: «La moderna sociedad burguesa que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. [Simplemente] ha sustituido las viejas clases, las viejas formas de lucha por otras nuevas» (1981: 156). Bajo tales circunstancias, la lucha de clases —advierten— se va agudizando en la medida en que aumentan las tensiones entre estas, la sociedad se va dividiendo en burgueses y proletarios.

De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía. El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de India y de China, la colonización de América, [...] la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido. (Jones, 2007: 157)

El avance del aparato revolucionario arrasó con los rezagos del modo de producción feudal que se encontraba en proceso de desintegración. Los mercados se desarrollaron con mayor rapidez, la demanda de productos fue en aumento y la máquina y los procesos de industrialización reemplazaron paulatinamente la manufactura.

Marx y Engels, entonces, afirman que «El vapor y la maquinaria revolucionaron la producción industrial: «el lugar del estamento medio industrial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios —jefes de verdaderos ejércitos industriales—, los burgueses modernos» (1981: 31). El desarrollo de la industria trajo consigo el crecimiento del mercado mundial, el cual encontró un proceso previo en el descubrimiento de América, como se afirma en el Manifiesto Comunista (traducido por Jones, 2007), «El mercado mundial aceleró [...] el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra» (2007: 157). Esto promovió el desarrollo de la burguesía, su expansión y crecimiento, acompañada igualmente de su progreso político.

Así mismo, el crecimiento de la industria y del comercio incidió en un aumento de la burguesía y de su capacidad adquisitiva, situación que trajo como consecuencia una relegación de la clase, legado dejado por la Edad Media, según Jones (2007). Este autor, al referirse a la evolución de burgueses y proletarios, expresa que la burguesía, de por sí, es el fruto de un largo proceso de desarrollo y de revoluciones en el modo de producción y de cambio. Este ascenso y la conquista de nuevos espacios llevaron al Estado moderno a convertirse en un administrador de los negocios de la misma, aspecto que es posible de observar en cualquier lugar, sin importar la ubicación geográfica.

En su proceso, afirma Jones: «La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones [...] ha desgarrado el velo [...] que encubría las relaciones familiares, y las ha convertido en relaciones de dinero» (2007: 158). El desarrollo incesante de la burguesía, su condicionamiento a la revolución permanente de los instrumentos y de las relaciones de producción y con ello de las relaciones sociales, en su vertiginoso ascenso, retoma para sí la necesidad de ampliarse y diversificarse a nivel mundial.

Su capacidad de destrucción ha debilitado y llevado a la quiebra a las industrias nacionales, ha promovido el crecimiento de las importaciones de miles de productos en detrimento de la producción de los mercados nacionales. El mercado crea nuevas necesidades y su satisfacción involucra y mueve la economía a nivel mundial.

Ahora bien, el modo de producción capitalista se va a adaptar a nivel mundial, y así como destruyó el modo de producción feudal va a subordinar el campo a la ciudad, concentrando la población en las grandes ciudades. Un proceso similar va a realizar con las relaciones que establecen los países donde va a acentuar las relaciones de dependencia y va a aumentar la brecha entre desarrollados y subdesarrollados.

Estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa. [...] Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. (Jones, 2007: 161)

En este contexto, la lucha de clases también se ve reflejada en la lucha interna entre la misma burguesía, que detona crisis, abre mercados, explota al máximo los existentes, emprende la destrucción y no previene o reduce los medios para prevenirla. En síntesis se puede expresar que en la burguesía imperará la idea hobbesianna manifestada en: «La condición del hombre [que] es una condición de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno está gobernado por su propia razón,» [...] (Hobbes, 2004: 91) y llegado el momento empuñará las armas, que se volverán en su contra.

Jones se refiere a la burguesía, aduciendo que «no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales.» (2007: 159) Así, la burguesía no solo creó las armas con las que destruyó al feudalismo, sino también las que se empuñarán en contra de ella misma, ya que en su proceso de evolución capacitó a los hombres que las manejarán: los proletarios.

Los acontecimientos histórico-sociales transcurridos durante los siglos XVII, XVIII y XIX, pero específicamente en el XIX, sin duda alguna se convirtieron en elementos de análisis que reflejan algunos de los sucesos de la historia de la acción social. Estos, como se planteó al inicio del texto, ameritan la atención desde las ciencias sociales, ya que es bajo su óptica como se lleva a cabo el análisis del desarrollo del capitalismo en su máximo esplendor y con ello el de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción.

Tal análisis es interesante para el trabajo social en el sentido en que este interviene desde las mismas manifestaciones en las que se expresa la cuestión social y que afectan a la clase proletaria, pues se tiene en cuenta que esta fue creciendo en la misma proporción cuantitativa, en la que se desarrolló la clase burguesa. El ser humano, en la figura del proletario, se fue transformando en una mercancía sujeta al proceso de la oferta y la demanda.

Formamos una sociedad competitiva en la cual nos relacionamos con el mundo como el «lobo de los propios hombres». Nuestra posibilidad se ser humanos está fuertemente asociada a los límites de la competencia. La razón fundamental para esa situación es que somos, no lo que deseamos, sino aquello que hacemos: mercancías. (Lukács, citado por Lessa, 2014: 5-6)

Con el advenimiento de la máquina y la división del trabajo, los proletarios se convirtieron en sus operadores; las actividades laborales se simplificaron, los procesos de producción se convirtieron monótonos y, tal como lo afirma Lukács, el ser humano se transformó en una mercancía que puede ser ubicada bajo los principios económicos de la oferta y la demanda, con un agravante: la mano de obra requirió menor calificación y por tanto empleaba en sus fábricas a mujeres y niños. Los efectos por su puesto no se hacen esperar, al respecto Jones describe como:

La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. [...] Masas de obreros, hacinados en la fábrica, [...]. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de toda una jerarquía de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, [...] del burgués individual, patrón de la fábrica. [...] Que proclama que no tiene otro fin que el lucro. (Jones, 2007: 163)

El texto anterior visibiliza lamentables condiciones de vida y de trabajo para la población obrera, que se convirtieron en los problemas sociales que se debían enfrentar: deterioro de la salubridad dentro de los centros de trabajo, extensas jornadas laborales y viviendas inadecuadas, situación que pronto desencadenó en un incremento de los niveles de morbimortalidad entre los proletarios. En efecto, dicha situación no solo mereció la atención de las ciencias sociales; la misma Iglesia se manifestó a través de la encíclica Rerum novarum, publicada por el Papa León XIII, en el sentido que Fernández y Alemán advierten: «El Estado tiene el deber de intervenir en favor de los trabajadores y de los grupos sociales menos favorecidos» (2006: 109).

Tales realidades no lograron más que la configuración de movimientos obreros que culminaron en el surgimiento de sindicatos y en la conformación de organizaciones políticas de esta clase social. Por tanto, se reitera el nuevo orden social que impone la industrialización. La supremacía de la máquina se levanta sobre las formas de trabajo artesanal y la fábrica se convierte en un espacio por excelencia para que el ser humano pueda vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para la subsistencia individual y de su familia. Y he aquí la paradoja: lo peor es que dicho proceso desintegró la familia.

En consecuencia, las condiciones laborales en las grandes industrias, la pauperización de la mano de obra, el malestar generalizado, la hambruna, la pobreza urbana, entre otras características de la época, provocaron posteriormente la reacción de las ciencias sociales. Desde ellas se analizaron los hechos sociales una vez que habían dejado graves heridas desde lo psicológico, lo físico y lo social y que, como lo manifestó Eduardo Rinesi (2014), «siempre han llegado tarde y en eso no están, su reacción se produce una vez se han desencadenado».

Así, los acontecimientos históricos anteriormente mencionados entre otros, provocaron las primeras manifestaciones sociales, al respecto Fernández y Alemán (2006) expresan que ello trajo como consecuencia en el Reino Unido la conformación de las primeras organizaciones de trabajadores, que se enfrentaban a la represión de duras leyes, logrando la libertad de asociación. Se inicia así, la lucha por el respeto de los derechos de los trabajadores, aspecto que aún sigue vigente con diferentes manifestaciones.

El contexto en el que nace y evoluciona el trabajo social se encuentra fuertemente articulado a los procesos de tensión y conflicto propios de la época de su aparición. Ese contexto permitió pensar en la formación específica de gran número de voluntarios de las sociedades para la organización de la caridad, para que estudiaran «la conducta de los individuos, así como los problemas económicos y sociales, y pidieron que se ofreciera preparación especial para el Trabajo Social» (Malagón y Sarasola, citados en Fernández y Alemán, 2006: 101). En tal sentido conviene seguir profundizando en aquellos sucesos y acontecimientos históricos que desde su nacimiento y en la actualidad articulan la cuestión social con el trabajo social.

La cuestión social: definición y articulación con el trabajo social

Para hacer referencia a la cuestión social es necesario acudir al planteamiento del sociólogo francés Robert Castel que la define como:

Una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un desafío que interroga, pone de nuevo en cuestión la capacidad de una sociedad [...] para existir como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia. (Castel, 1997: 20)

Entre tanto, Esquivel, al referirse a la «cuestión social», expresa que esta es y ha sido objeto de diferentes lecturas y miradas en las ciencias sociales. Señala que la expresión:

surge para dar cuenta del fenómeno más evidente de la historia de Europa Occidental que experimentaba los impactos de la primera onda industrializante: el pauperismo masivo de la población trabajadora; aunque siempre había habido polarización entre ricos y pobres, era la primera vez, según el autor antes citado, que la pobreza crecía en razón directa en que aumentaba la capacidad social para producir riqueza (Esquivel, 2006: 23).

La cuestión social se planteó a partir de la toma de conciencia de las condiciones de vida de poblaciones que eran, a la vez, agentes y víctimas de la revolución industrial.

Empero, se puede afirmar que población en situación de pobreza ha existido desde la edad primitiva hasta la contemporánea. Ahora bien, cuando se hace mención de la cuestión social es menester identificar el contexto en el cual se realiza el análisis, en cuanto tiene que ver con los fenómenos surgidos en los barrios obreros. La forma industrial capitalista del trabajo puso a los proletarios y a los dueños de los medios de producción en una relación cara a cara, pero fueron las desigualdades reproducidas por las relaciones sociales, establecidas al interior de las fábricas, las que instauraron la diferencia con otras formas de pauperismo previas al surgimiento de la cuestión social.

En ese contexto, se consideran peligrosas las diferentes características que presenta la pobreza: es urbana, concentrada, visible y tendencialmente organizada. Como lo expresa Riseni (2014) en notas de clase, el temor a la pobreza organizada es el que finalmente hace referencia al tratamiento de las multitudes en masas y asume estas como una muchedumbre liderada, organizada y disciplinada, que se enfrenta en relación cara a cara con los propietarios de las fábricas.

La literatura existente sobre el tema hace posible percibir las condiciones de pobreza que imperaban en la población, pero, tal como lo señala Castel (1997), son los efectos perversos generados por la industrialización los que contribuyen a que esta materialización de la pobreza sea más aguda y afecte con más fuerza a la población. Al respecto, Netto afirma lo siguiente:

Si en las formas de sociedad precedentes a la sociedad burguesa la pobreza estaba ligada a un cuadro general de escasez (cuadro en larguísima medida determinado por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas materiales y sociales), ahora ésta se mostraba conectada a un cuadro general que tendía a reducir fuertemente la situación de escasez. En una palabra, la pobreza acentuada y generalizada en el primer tercio del siglo XIX —el pauperismo— aparecía como nuevo, precisamente porque se producía por las mismas condiciones que propiciaban en el plano inmediato los supuestos de su reducción, y en el extremo, de su supresión. (Netto, 2001: 58)

En el siguiente texto de Castel es posible complementar la idea expresada por Netto y que se considera como un elemento de análisis en la articulación de la cuestión social con el trabajo social:

el pauperismo debe su origen a las mutaciones de las estructuras agrarias, pero es en la ciudad donde se pone de manifiesto en toda su amplitud [...] La comunidad campesina de habitantes se concentró entonces alrededor de células más estrechas y más frágiles, haciendo más aleatorio el ejercicio de las solidaridades primarias. Este efecto se conjugó con el endurecimiento de la estratificación social, que acentuaba los antagonismos de intereses entre subgrupos en el seno de la comunidad de habitantes. (Castel, 1997: 71)

Los acontecimientos mencionados, por tanto, se convierten en un capítulo precedente de la relación entre la cuestión social y la intervención del trabajo social. Así lo señala Rozas cuando define la intervención del trabajo social «como un campo problemático, en tanto éste expresa las diversas manifestaciones de dicha cuestión social en la vida de los sujetos con los cuales se desarrolló el proceso de intervención» (Rozas, 2004: 21).

Por lo demás, las teorías críticas han relacionado el trabajo social con los mecanismos que garantizan funcionalidad en el marco de las relaciones en el sistema capitalista. Así, Iamamoto, al situar el trabajo social en el contexto mencionado refiere que:

El Servicio Social solo puede afirmarse como práctica institucionalizada y legitimada en la sociedad al responder a necesidades sociales derivadas de la práctica histórica de las clases sociales en la producción y reproducción de los medios de vida y de trabajo de forma socialmente determinada. (Iamamoto, 1997: 49-50)

De este modo, el trabajo social se comprende en el marco de la reproducción de las relaciones sociales y, por tanto, no se encuentra divorciado de las implicaciones socio-históricas en las que se desarrolla la acumulación capitalista: le es inherente y pertinente.

Así, pues, es posible ubicar el trabajo social en el marco del «trabajo colectivo dentro de la división social del trabajo peculiar a la sociedad industrial» (Iamamoto, 1997: 85).

A medida que la satisfacción de las necesidades sociales es mediatizada por el mercado, o sea, por la producción, [el] intercambio y [el] consumo de mercancías, se tiene un crecimiento [en la] división del trabajo social, [...] La división del trabajo en la sociedad determina la vinculación de individuos a órbitas profesionales específicas, una vez que el trabajo asume un carácter social, ejecutado en la sociedad y a través de ella. (Iamamoto, 1997: 50)

Comprender los aspectos que se vinculan a los fundamentos de la división social del trabajo es importante, ya que es desde ahí de donde se pretende situar al servicio social. Al respecto, Iamamoto (1997) resalta la necesidad de comprender las formas que asume la división social del trabajo, de cara a las «condiciones de producción sobre la[s] cual[es] se basa y la relación entre los miembros de la sociedad que reflejan la realidad de esas condiciones» (Marx, 1972, citado por Iamamoto, 1997: 51).

Por su parte, Netto (2002), al hacer referencia al origen del servicio social, valida como indispensable la contextualización histórico-social. En consecuencia, es posible ver el surgimiento del servicio social como una profesión, con un estatuto socio-ocupacional que lo relaciona con la asistencia y la filantropía. Sin embargo, hace un señalamiento en el sentido de que si no «se siguen determinaciones más precisas, es inevitable el riesgo de diluirse la particularidad que reviste la emersión profesional del Servicio Social en una interacción [...] débil [...] o directa con [...] exigencias propias del orden burgués». (Netto, 2002: 6)

Afirma el autor que: «Es solamente con la confluencia del conjunto de procesos económicos, sociopolíticos y teórico-culturales, [...] que se instaura el espacio histórico-social que posibilita el surgimiento del servicio social como profesión». (Netto, 2002: 63)

Por otra parte, cuando se refieren a la cuestión social en sentido universal, Iamamoto y Carvalho, entre otros coinciden en afirmar que:

El conjunto de problemas políticos, sociales y económicos que el surgimiento de la clase obrera impuso en la constitución de la sociedad capitalista. [La misma, hace referencia a] las expresiones del proceso de formación y desarrollo de la clase obrera y su ingreso al escenario político de la sociedad exigiendo su reconocimiento como clase por parte del empresariado y del Estado. (Citados por Netto, 2002: 5)

Son estas, pues, las manifestaciones que requieren la atención profesional del trabajo social, las cuales se hacen presentes en la cotidianidad de la vida social y, como se ha expresado con anterioridad, se materializan en viviendas deplorablemente acondicionadas e inadecuadas para atender las necesidades de las familias que, en su mayoría, son numerosas; habitaciones con graves problemas de salubridad y que, en general, reafirman esa correlación entre ser pobre y ser obrero.

A partir de tal situación, Rozas (2004) plantea, de manera general, que la articulación de la cuestión social con el trabajo social se encuentra en el marco de un conjunto de normas que no son estrictamente del mercado; en tal sentido, invita a reflexionar sobre el lugar que las franjas de trabajadores y otros sectores sociales subalternos ocupan en la sociedad industrial. El Estado, por su parte, asume las respuestas a la problemática derivada, mediante un conjunto de dispositivos y reglas dirigidos a la integración social.

Ello implica pensar el trabajo social vinculado a la cuestión social; por tanto, asumirlo y analizarlo desde el contexto en el cual se evidencian las manifestaciones de esta, que son dinámicas y que se materializan de diversas maneras en la población, sin olvidar ese legado que dejó el contexto medieval y europeo de la relación capital-trabajo. Por consiguiente, siempre será importante y necesario pensar en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos, porque estos marcan la pauta para la formación y la intervención profesional, con las tensiones y matices correspondientes a la época en la que se desea realizar tal análisis.

Se puede afirmar que la cuestión social es dinámica, por lo que hoy podría decirse que si bien no ha surgido una nueva cuestión social, sí existen nuevas manifestaciones en las que aquella se expresa y se materializa en la población. De ahí la importancia de una fundamentación teórica en las ciencias sociales, que permita a los profesionales de las mismas en general, y del trabajo social en particular, hacer frente a las expresiones y derivaciones de esos fenómenos sociales.

A esta altura del análisis, entonces, conviene retornar a Netto, pues en él es posible encontrar esa afirmación que articula el trabajo social y la cuestión social. Cuando se refiere a la profesión, plantea que su razón de ser

Ha sido la «cuestión social» —sin ella, no hay sentido para esta profesión. Sin embargo, hasta su resolución en la supresión del orden del capital, todavía está abierto un largo camino para la profesión. El objetivo histórico de su superación pasa aún y necesariamente por el desarrollo de sus potencialidades. Todavía está lejos el futuro en que esta profesión va a agotarse. (Netto, 2001: 68)

Efectivamente, los aspectos mencionados con anterioridad establecen una vez más la articulación del trabajo social con las manifestaciones de la «cuestión social», que son dinámicas y por lo tanto nunca se agotan. No obstante, sin duda, invitan a estudiar el devenir histórico de la sociedad capitalista, en el sentido que señala Marx:

En lo que concierne a las ciencias históricas y sociales, hay que tener presente que el sujeto —en este caso la sociedad burguesa moderna— está dado a la vez en la realidad y en la mente. Las categorías expresan por tanto formas y modos de la existencia, y con frecuencia el punto de vista científico, su existencia es anterior al momento en que se empieza a hablar de ella como tal [...]. Este es un principio que hay que tener presente, ya que nos proporciona elementos esenciales para el plan de nuestro estudio [...] Se cometería un error si se estableciera la sucesión de las categorías económicas según el orden de su influencia histórica. Su orden, por el contrario, es determinado por las relaciones en el seno de la sociedad burguesa moderna. Se obtiene entonces exactamente lo inverso de su orden natural o del orden del desarrollo histórico [...] Lo que nos interesa aquí son su orden y sus relaciones en la sociedad burguesa moderna. (citado por Esquivel, 2004: 4)

Tal como se ha expresado en un apartado anterior, las ciencias sociales deben ir al pasado en el momento de estudiar un hecho específico. Difieren de la literatura que fue capaz de predecir el comportamiento de la sociedad, como es posible advertir en las grandes obras de los escritores universales; por ejemplo, Shakespeare, quien en Romeo y Julieta fue capaz de vaticinar el contrato social antes de que los teóricos lo definieran como tal.

Se pretende entonces, mediante el trabajo social, acercarse a la comprensión de los hechos sociales que están inmersos y se hacen presentes en las manifestaciones de la «cuestión social» y que, como se planteó en diferentes momentos del seminario,5 «las ciencias sociales en general siempre han llegado tarde y [...] no es algo que le debamos reprochar» (Rinesi, 2014), pero sí estudiar.

Las tensiones generadas en el contexto en el que surge la cuestión social se articulan con la intervención que desarrolla el trabajo social, en la medida en que emergen organizaciones que hacen efectiva y visible la acción del Estado para asumir la responsabilidad de velar por el bien común. El trabajo social nace en un contexto permeado por una coyuntura que ha de influir en el desarrollo y el ejercicio de la profesión. Por tanto se considera sesgado relacionar estrictamente su origen con las ideas del cristianismo primitivo. Su surgimiento y evolución están asociados a las manifestaciones de la cuestión social, a la relación entre ésta y el orden burgués. Se hace entonces necesario evocar el planteamiento de Marilda Iamamoto en el que clama por:

Ampliar los horizontes, mirar más lejos, para el movimiento de las clases sociales y del Estado en su relación con la sociedad; [...]. Se trata de extrapolar el Servicio Social para aprehenderlo mejor en la historia de la sociedad de la cual es parte y expresión. [...]. [Su desafío está en] desarrollar su capacidad de descifrar la realidad y construir propuestas de trabajo creativas y capaces de preservar y tornar efectivos los derechos, a partir de las demandas emergentes en el cotidiano. En fin, ser un profesional propositivo y no sólo ejecutor. (2003: 32-33)

La asistencia, en el planteamiento de Castel (1997), forma parte de una de las dos vertientes de la cuestión social: permite comprender que lo social-asistencial también forma parte del análisis, que articula el análisis de las manifestaciones de la cuestión social con el trabajo social, cuyos efectos se han visibilizado en la problemática del trabajo. En tal sentido es posible advertir la necesidad de vincular las dos vertientes del trabajo social dado que estas no se encuentran divorciadas; al contrario, se encuentran interrelacionadas en sus diversas manifestaciones y acontecimientos histórico-sociales.

Por último, es posible encontrar sentido en aquellos autores que asocian el nacimiento del trabajo social con las manifestaciones de la cuestión social. Así lo fundamenta Arendt, cuando expresa que: «nacer es entrar a formar parte de un mundo que ya existía antes, nacer es aparecer, hacerse visible, por primera vez, ante los otros, entrar a formar parte de un mundo común» (2009: 18). Ese mundo común es problemático, conflictivo, mediado por condiciones socio-históricas, políticas, económicas, culturales determinadas y construidas por la sociedad capitalista, en la que tuvimos que hacernos visibles al momento de nacer y en el cual el trabajo social cobra significado como profesión de las ciencias sociales en la medida que asuma el compromiso político que le es inherente.


Notas

3 Término utilizado por Castel para referirse a una de las vertientes de la cuestión social: «La socialasistencial [...] recubre un conjunto diversificado de prácticas que se inscriben en una estructura común, determinada por la existencia de ciertas categorías de poblaciones carecientes y por la necesidad de hacerse cargo de ellas» (1997: 33)
4 Esta expresión, presentada por Castel (1997: 34), hace referencia a la oposición de la sociabilidad secundaria, construida a partir de la participación en grupos que suponen la especialización de unas actividades y las medicaciones institucionales. Así, pues, la aparición de la asistencia especializada se puede caracterizar a partir de una falla en los socorros no especializados o primarios. El autor citado la entiende como un sistema de reglas que vincula directamente a los miembros de un grupo, sobre la base de su pertenencia familiar, de vecindario, de trabajo, y tejen redes de interdependencias sin la mediación de instituciones específicas. Se trata en primer lugar de sociedades de permanencia, en cuyo seno el individuo, insertado desde su nacimiento en una red estrecha de coacciones, reproduce en lo esencial los mandatos de la tradición y la costumbre. En estas formaciones no hay «lo social», «lo económico», «lo político» o «lo científico» como dominios identificables de práctica. Los individuos obedecen reglas atávicas que les son impuestas de un modo sintético y directamente normativo. Formas estables de relación acompañan al desempeño de los principales roles sociales en la familia, el vecindario, el grupo de edad y de sexo, en el lugar ocupado en la división del trabajo, y permiten la transmisión de aprendizajes y la reproducción de la existencia social. (Castel, 1997: 34)
5 El seminario de Filosofía Política en la Universidad Nacional de La Plata (2014). Véase nota 1.


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