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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.23 Bogotá July/Dec. 2015

 

Introducción a la edición especial de Tabula Rasa: Orlando Fals Borda e Historia doble de la Costa

Introduction to Special Issue of Tabula Rasa: Orlando Fals Borda and Historia doble de la Costa

Introdução à edição especial da revista Tabula Rasa: Orlando Fals Borda e a obra Historia doble de la Costa

Joanne Rappaport1
Georgetown University, USA
rappapoj@georgetown.edu

1 Ph.D. En antropología, 1982, University of Illinois at Urbana-Champaign; profesora Titular de Antropología y Estudios Culturales Latinoamericanos en Georgetown University, vinculada a los Departamentos de Español y Portugués, y al Departamento de Antropología.


Durante el segundo semestre de 2014, tuve el privilegio de dirigir un seminario interdisciplinario de posgrado en Georgetown University centrado en la obra del sociólogo Orlando Fals Borda sobre la costa Caribe de Colombia. Uno de los múltiples proyectos de la Rosca de Investigación y acción Social, organización de activismo e investigación social que a comienzos de la década de 1970 comenzó a explorar las posibilidades de lo que llegaría a conocerse como Investigación-acción participativa, Fals trabajó durante buena parte de la década con la asociación nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en los departamentos de Sucre y Córdoba, así como con colectivos locales de investigación, el más conocido de los cuales fue la Fundación del Caribe en Montería. ANUC, La Rosca y la Fundación del Caribe trabajaron en colaboración para recuperar la memoria de las luchas campesinas pasadas, con el objetivo de producir materiales educativos que pongan de relieve las estrategias de los organizadores agrarios del pasado, que pudieran ser de utilidad para la ANUC en la década de 1970. Con este fin, publicaron una serie de historias gráficas de organizaciones de base desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX en una variedad de parajes costeros (Chalarka, 1985). Además de proyecciones, presentaciones de títeres, manuales de historia y crónicas, se compartían las historietas con líderes campesinos y activistas rasos en talleres y cursillos (negrete, 2008). Al tiempo que el equipo trabajaba en estos materiales, también apoyaban activamente a la ANUC con procedimientos y legales y proyectos de desarrollo.

En 1985, Fals donó esas partes de su archivo personal, que contenían materiales relevantes a su trabajo en la costa Caribe al Centro de Documentación Regional del Banco de la República en Montería (en adelante, CDRBRM). Sus papeles incluyen documentos de la ANUC, actas de las reuniones de la Fundación del Caribe, notas de archivo de las notarías locales, así como documentos de depósitos nacionales e internacionales, borradores de artículos y capítulos de libros, notas de campo, algunas de ellas contenidas en cuadernos escolares y otras en pedazos de papel, más una rica colección fotográfica. Este corpus de información fue la base de datos en la que Fals se sustentó para escribir su monumental Historia doble de la Costa (Fals Borda, 1979, 1981, 1984, 1986), una narración histórica en cuatro volúmenes compuesta en un estilo innovador que sigue provocando e inspirando décadas después de su publicación.

Por temáticas, los cuatro tomos de Historia doble se desarrollan en orden cronológico desde el periodo colonial hasta el activismo campesino del siglo XX, aun cuando todos los tomos incorporan la historia oral recopilada en la década de 1970 y el relato con frecuencia se refiere a los periodos precolombino o colonial. Las páginas del lado izquierdo de cada tomo (canal A) narran la historia desde el punto de vista local, absteniéndose de la cronología para generar un relato que simula la oralidad en su prosa accesible y la incorporación de testimonios recogidos de los campesinos. Las páginas del lado derecho (canal B) contienen reflexiones teóricas y explicaciones metodológicas, análisis sociológicos de los procesos históricos relatados en el canal narrativo y la contextualización de la historia local en las trayectorias regional y nacional, así como el grueso de las imágenes fotográficas y los mapas. La misma forma de los tomos parece replicar el proceso de diálogo e intercambio que caracterizó a La Rosca, transmitiendo una visión compleja de la relación entre la teoría y la práctica:

Combiné dos estilos de mensajes, cada uno en un canal. Un mensaje va hacia los campesinos con la descripción y la narración; y un mensaje conceptual y teórico de lo mismo pero dirigido a los intelectuales y académicos. Entonces no fue una inspiración, sino una decisión metodológica para que las bases tuvieran acceso a la información obtenida y la entendieran (Low y Herrera, 1988: 46).

La imputación

Cada tomo de Historia doble está enmarcado por un personaje mítico tomado de las conversaciones con los narradores locales (CDRBRM, 0750, fol. 4228; 0757, fol. 4246; 1108, fol. 6375).2 por ejemplo, el primer volumen, Mompox y Loba, presenta al hombre anfibio, cuyo continuo movimiento entre la tierra y el agua ofrece una caracterización del estilo de vida tradicional del campesinado de Córdoba y Sucre (1979: cap. 1a), mientras que el tercer tomo, Resistencia en el San Jorge, emplea el motif del hombre hicotea, cuyos tremendos poderes de aguante se derivan de su capacidad de enterrarse bajo el lecho del río para hibernar en los periodos de sequía, y salir a comer y reproducirse en la estación húmeda (1984: introducción).

Fals también presenta en el canal A pasajes en los que usa su imaginación histórica para pintar retratos verbales de los paisajes y reproducir conversaciones en estilo literario entre los protagonistas de su historia, así como interpretar relatos campesinos en una prosa accesible y agradable, que en ocasiones combina varios narradores en una sola voz. A este trabajo de la imaginación lo llama «imputación» y lo contrasta con lo que llama «datos columna», un concepto que creo que Fals emplea para referirse a la columna vertebral del conocimiento histórico compartido por sus interlocutores campesinos (1981: 56B-59B; 1984: 47B-49B). Él sostiene que la imputación le permite «llenar con carnes y músculos la osamenta que me describieron [...] ancianos de buena memoria sobre el pasado de los pueblos [...] y sumar, combinar y componer la información para darle coherencia y eficacia comunicativa» (1981: 58B). En consecuencia, su recurso a las formas experimentales de revelación de los resultados de sus figuraciones históricas debe pensarse como mucho más que vehículos literarios, en cuanto permiten que «quienes suministraron los datos de las clases trabajadores la reconozcan como propia» (1981: 55B). Esto es, la imputación es, para Fals, una estrategia políticamente efectiva que empleó en su trabajo con la ANUC (Fals, 1985: 59), y no sólo un recurso para escribir Historia doble3.

Podríamos pensar en algunas de las técnicas empleadas en Córdoba por La Rosca para revivir la memoria popular como ejemplos de cómo puede la imputación convertirse en estrategia política: las asambleas comunitarias, donde los ancianos relataban sus experiencias, la fundación de grupos de estudio entre los activistas locales, la introducción de sociodramas en talleres campesinos, y el estudio colectivo de los archivos de baúl; los documentos, fotografías y objetos que la gente guardaba en sus casas y que podían resignificarse como objetos testimoniales para la recuperación de memorias. Todas estas técnicas involucraban el análisis colectivo del pasado con el propósito de incorporar sus lecciones a las acciones políticas del presente, por medio de las mismas organizaciones en las que los participantes estaban activos. De particular importancia son las historias gráficas que fueron publicadas a comienzos de la década de 1970, que recurren a las memorias no verbales e inspiran a sus lectores a usar sus facultades imaginativas para encontrar sentido a la unión de las formas de expresión verbales y visuales (Sousanis, 2015: cap. 3).

El seminario

Nuestro seminario se reunió una vez por semana desde comienzos de septiembre hasta comienzos de diciembre de 2014 con doce participantes, la mayoría estudiantes de Georgetown: seis estudiantes de doctorado en Literaturas Hispánicas y estudios Culturales, dos estudiantes de doctorado en Historia de América Latina, una estudiante de maestría en estudios Latinoamericanos, cuya área de concentración era la antropología, y una estudiante de pregrado con especialización en cultura y política; una abogada indígena de Colombia con una beca de la organización de estados americanos también participaba con regularidad, al igual que una candidata a doctor en antropología de la UNAM, de México. De ellos, nueve se matricularon en el seminario y por ende debían escribir monografías de investigación; cinco de los trabajos de esos estudiantes constituyen esta edición especial de Tabula Rasa.

Llevo trabajando con los documentos personales de Fals Borda desde 2008, en un esfuerzo por entender el proceso que en aquella época se llamó «investigación-acción», y que luego evolucionaría para convertirse en la investigación-acción participativa (IAP). Inspirada por la metodología pedagógica y la investigación sobre la historia de la antropología de la antropóloga Argentina Rosana Guber, que usó las notas de campo de su mentora, Esther Hermitte, como material primario etnográfico para la formación metodológica de sus estudiantes de posgrado (Guber, 2011), decidí usar las notas de Fals como pieza central de mi curso. Sin embargo, la gran mayoría de mis estudiantes no eran antropólogos, sino estudiosos de literatura, lo que nos llevó a plantear preguntas diferentes a las expresadas por Guber y sus estudiantes, cuyo objetivo era comprender el proceso de «descubrimiento» en investigación etnográfica y así afinar sus propios métodos de investigación. Nuestro seminario, en contraste, se orientó más por un lado, a los textos que Fals Borda produjo y a la relación entre su trabajo de la imaginación y sus observaciones etnográficas en Córdoba, mientras que por el otro lado, les recordaba constantemente a mis estudiantes la centralidad de la participación y el activismo en la construcción del texto final de Fals, algo que los estudiantes de literatura eran muy propensos a pasar por alto. En contraste con las conclusiones de Guber, que trazó una progresión de las notas de campo al producto escrito final, en el caso de Fals Borda hallamos que había una etapa intermedia crucial, que era participativa y profundamente política, lo que alteraba de manera inexorable la naturaleza del libro publicado.

Procedimos de la manera siguiente: en primer lugar, reflexionamos sobre el argumento teórico de Fals, considerando lo que quería decir con «praxis» y cómo proponía reconstruir la investigación social como un esfuerzo participativo (Fals, 1978). Luego, leímos y reflexionamos sobre los cuatro tomos de Historia doble, seguido de una consideración atenta y comparativa de las historias gráficas y las cartillas de historia preparadas para uso de los activistas de ANUC. Finalmente, los estudiantes eligieron temas de investigación, y se les invitó a explorar los archivos de Fals, tanto los que se conservan en Montería como otros en Bogotá, que compartí con ellos en formato digital.4 Así, al contrario de la mayoría de los lectores, cuya exposición a Historia doble es sólo fragmentaria y con frecuencia no va más allá del primer tomo, nuestro análisis detallado de los cuatro tomos nos dio un ámbito donde pudiéramos desarrollar preguntas de investigación complejas, cuyas respuestas las buscaron los estudiantes en los archivos.

Este volumen

Los resultados de ese proceso están contenidos en el presente volumen, con sus cinco contribuciones de estudiantes de una variedad de disciplinas. Las preguntas que plantean en sus artículos giran en torno a algunos de los principales aspectos que discutimos durante el transcurso del seminario. Central en nuestras conversaciones fue la noción de la imputación: ¿qué es?, ¿cómo surge de una combinación de activismo e investigación histórica oral o archivística?, ¿cómo lleva la investigación del activista a un producto final único e innovador?, ¿cuál es la relación de la IAP como trabajo de la imaginación y otros géneros de expresión que se estaban desarrollando en América Latina en el mismo periodo, como la literatura testimonial?, ¿funciona diferente la imputación en los modos de expresión visuales y verbales? Como se evidenciará en mis resúmenes brevísimos de los artículos, nuestras cavilaciones colectivas y nuestros constantes ires y venires entre el texto publicado y las notas de campo, entre la investigación académica y el activismo, y entre lo visual y lo verbal, llevaron a los autores estudiantes a seguir vías innovadoras e interdisciplinarias en su investigación.

Aunque el canal A de Historia doble narra la historia desde abajo y está basada en la investigación archivística, bibliográfica y oral histórica, es la voz del Maestro la que oímos en este relato: la interpretación que Fals hace de las fuentes, expresada en un lenguaje semiliterario de creación propia. Sin embargo, entre sus documentos hay una historia autobiográfica de la ANUC en Córdoba, escrita a mano y redactada por uno de sus líderes, Moisés Banquett (CDRBRM 1034-1041), acompañada de una copia transcrita del texto (CDRBRM 1049-1051) que sigue sin publicar.5 La narración de Banquett pone de relieve muchos de los episodios importantes del protagonismo de la ANUC en la Costa Caribe a comienzos de la década de 1970, contada desde el punto de vista de un participante. Su voz no es tan poética como la de Fals Borda, escribe como debe haber hablado: es una voz oral la que leemos en este texto, una voz de campesino, que se entremezcla con el lenguaje Marxista que Banquett adquirió en los grupos de estudio que reforzaron el discurso y la práctica de los líderes de la ANUC.

En el primer artículo de esta edición especial, Valentina Pernett Plazas, estudiante Colombiana de posgrado en estudios Latinoamericanos con concentración en antropología, entreteje la memoria autobiográfica de Banquett con el diario de campo de Fals Borda —Fals eligió el último como texto de su capítulo en Retorno a la tierra, sobre la ocupación de haciendas por parte de la ANUC en Córdoba (1986: cap. 8A). La comparación textual brinda a los lectores una línea de tiempo polifónica por medio de la cual podemos entender las actividades de La Rosca-ANUC-Fundación del Caribe durante el periodo crítico de la década de 1970 en el que se gestó Historia doble, así como la política de la ANUC y de la izquierda Colombiana. Como Pernett nos muestra, el activismo de Banquett surge de la precariedad de su vida de campesino, nutrido por su protagonismo durante las sucesivas tomas de tierras y los errores que reconoce cometió el movimiento campesino. El diario de Fals Borda es, en contraste, el de un observador comprometido, testigo de algunas de las tomas, pero también al tanto de los eventos que se arremolinaban en el ámbito nacional y en las enconadas facciones de la izquierda. Tomados en conjunto, los dos textos ofrecen un testimonio multifacético de la experiencia de la ANUC en la Costa Caribe en la década de 1970. También sirven como poderoso correctivo de la noción de que la escritura experimental que busca transmitir voces desde «abajo» en realidad reproduce dichas voces.

Una y otra vez, los participantes en el seminario volvían a la noción de la imputación, que Fals Borda discute desde diversas posiciones estratégicas en los cuatro tomos de Historia doble, dependiendo del tema: la imputación como proceso de personificación de procesos sociales o culturales en figuras icónicas, como el hombre anfibio; imputación como creación, en El Presidente Nieto (tomo II), del relato campesino hecho por el «tatarabuelo Mier» como contrapunto al de Nieto, aunque lo que el «tatarabuelo» narra sea un compuesto de muchas entrevistas y conversaciones con numerosas personas; imputación como la descripción poética de un paisaje lacustre, desbordante de vida, que desde entonces ha sido drenado y poblado por el ganado. Las cuatro historias gráficas que leemos llevan la imputación a otro nivel, en el que la descripción etnográfica es visual en lugar de verbal, saliendo de una fusión de memoria campesina con las observaciones del artista, Ulianov Chalarka, integrante de la Fundación del Caribe y pintor local de santos populares y personajes de Montería. No es de sorprender, entonces, que la mayoría de los estudiantes optara, en una u otra forma, por analizar la imputación en sus artículos.

Antes de familiarizarse con Historia doble, los intereses de Jafté Dilean Robles Lomelí eran la literatura testimonial, género que se desarrolló en Latinoamérica contemporáneo a la IAP. El testimonio es un relato narrado en primera persona por una persona que ha experimentado una constelación significativa de eventos o procesos; a pesar de su voz narrativa única, el testimonio por lo general revela experiencias, compromisos e intenciones comunitarias. Más aún, es el producto de un proceso de escritura colaborativa entre un narrador y un editor, donde este último es a fin de cuentas responsable de la forma y el tono del texto publicado. Uno de los mejores ejemplos del testimonio es la historia de vida de la guatemalteca k’iche’, activista por los derechos humanos y premio nobel de la paz Rigoberta Menchú tum (Burgos-Debray 1985).

Robles se ocupa en su artículo de las semejanzas y diferencias entre el género testimonial y la creación de Fals Borda en El Presidente Nieto, segundo tomo de Historia doble, de una voz compuesta a la que llama el «tatarabuelo Mier». El relato del «tatarabuelo» es el producto de un grupo de estudio que Fals y varios activistas convocaron en San Martín de Loba, Bolívar, para analizar lo que significaba ser costeños (Fals Borda, 1981: Convocatoria); diferentes generaciones de Mier relataron la historia de su familia, la cual fue transformada por Fals en un relato de un progenitor muerto hacía mucho, que vivió en el siglo XIX, con quien no tuvo contacto directo. Aunque tanto la narración de Fals como el género testimonial privilegian las voces de grupos subordinados y las transforman para un lector externo, Robles sostiene que la imputación que Fals hace de la voz del «tatarabuelo» difiere del testimonio en la medida en que surge de un contexto activista, en contraste con el medio académico del testimonio, cuyo resultado es una voz notablemente más colectiva que la que ocurre en el testimonio: la voz narrativa del «tatarabuelo» se ancla en la praxis que La Rosca aspiraba a promover en su trabajo con organizaciones de base.

Sólo un estudiante eligió explorar el componente visual del trabajo de La Rosca, para lo cual empleó material archivístico en lugar del texto de Historia doble. Alfredo Poggi, estudiante de literatura con formación en teología, quedó fascinado con un panfleto, ¡escucha Cristiano!, que fue compilado para enganchar campesinos cristianos evangélicos en la causa de ANUC (CDRBRM, 1528). Fals Borda y algunos miembros más de La Rosca (Gonzalo Castillo Cárdenas y Augusto Libreros) eran presbiterianos, y por ende él tenía un interés especial en las comunidades costeñas protestantes. Trabajando en la base de un estudio etnográfico que María Cristina Salazar, su esposa, realizó en una comunidad pentecostal de la región (CDRBRM 0723), Fals y sus compañeros actualizaron sus recomendaciones, centrándose en las barreras que ponía el protestantismo de base para evitar que los campesinos se sumaran a la ANUC o a otras organizaciones políticas radicales. El resultado es un folleto que combina imágenes con citas bíblicas que validan el activismo campesino para una audiencia evangélica. Al contrario de las demás historias gráficas producidas por la ANUC, que reimaginan la historia del activismo campesino, el punto de partida de este folleto es la Biblia (en vez de los líderes campesinos de antaño) cuya función aquí es estimular la imaginación campesina. Poggi desglosa cuidadosamente las citas y los escenarios visuales, analizando cómo los autores del folleto resuelven los problemas destacados por Salazar en su estudio etnográfico. Muestra cómo el folleto se sitúa claramente en el fértil paisaje de la década de 1970, cuando no sólo la IAP y la literatura testimonial, sino también la teología de la liberación, alcanzaron la realización.

Es por medio de la imputación que Fals Borda da vida al entorno natural, humanizándolo mediante personificaciones: el hombre anfibio y el hombre-hicotea, enlazando de esta manera el mundo natural con la lucha contra la penetración capitalista en las cuencas de los ríos San Jorge y Sinú. Este es el núcleo del argumento del historiador Douglas McRae, el cual se basa en Historia doble, los textos geográficos del siglo XIX que Fals resignifica en su escritura, y las notas de campo de Fals. McRae explora cómo Fals recrea la geografía con un énfasis en los «paisajes acuáticos» que ofrecen los medios de transporte, fuentes de agua y la subsistencia del «hombre anfibio». Como Fals Borda, McRae viaja hasta el periodo colonial en busca de sus fuentes bibliográficas, documentando cómo, a lo largo del tiempo, otros autores han descrito el paisaje, bien como valles ribereños ricamente labrados en las palabras de los cronistas coloniales, como fuentes de madera y otros productos extractivos a los ojos de los geógrafos y los inversionistas del siglo XIX, como los espacios naturales en los que las personas pueden proyectar una imagen de sí mismas (la manera como Fals reelabora las voces de los campesinos cazadores de tortugas del San Jorge), y como los sistemas agrícolas ancestrales a los ojos de los ambientalistas locales de la década de 1980. Una vez más, como en el artículo de Robles, vemos a McRae deconstruyendo la prosa de Fals Borda, con una mirada a la explicación de cómo se construye, capa a capa, a partir de sus fuentes. Ha habido un debate considerable en la literatura sobre la fidelidad de Fals con sus fuentes, la medida en la que acata las metodologías históricas tradicionales (Bergquist 1990); lo que McRae logra es mostrarnos cómo y porqué Fals Borda opta por construir su narración en un género híbrido e innovador, en oposición a la historiografía de su época.

Nohora Arrieta también se ocupa de cómo Fals Borda construye una descripción del entorno natural a partir de sus fuentes históricas y etnográficas, centrándose en la comunidad indígeno-campesina de Jegua. Ella ve la estrategia de dos canales aplicada por Fals en Historia doble como construida sobre la presencia ubicua de canales en el paisaje de Jegua. En otras palabras, la obra maestra de Fals se modela directamente según la metodología de investigación participativa iniciada en la Costa Caribe, y se basa en la íntima relación entre las personas y el agua que la ANUC trataba con tanto ahínco de preservar frente a la invasión de los latifundios. Arrieta respalda este argumento enfrascándose en una estrecha comparación entre las descripciones geográficas del siglo XIX, que parecen escritas a una distancia objetiva por el escritor francés Luis Striffler (1920 [1880]) (cuya objetividad se contradice con sus esfuerzos por hacer ver la región como beneficiosa para inversionistas extranjeros), y las maneras como Fals y el artista Ulianov Chalarka, reelaboran los mismos paisajes acuáticos convirtiéndolos en entornos profundamente humanos. Esto lo logra balanceando las notas de campo de Fals en contraste con el texto de Historia doble, que demuestra cómo se inserta el texto el aprecio de Fals por la práctica anfibia de los campesinos cuando pescan y cazan en busca de icoteas en los manglares y las formas culturales que surgen en una población humana cuyo territorio se inunda periódicamente. Un fértil paisaje que, desde la época de Fals Borda, se ha drenado para abrir paso a las haciendas ganaderas. El artículo demuestra efectivamente que la estrategia literaria de la imputación empleada por Fals Borda nació de las prácticas cotidianas y de las narraciones de los campesinos del San Jorge y el Sinú.

Los archivos de Fals nos brindan acceso sin precedentes a la elaboración tras bambalinas de un clásico Colombiano. Estos cinco artículos son tan sólo breves ejemplos de cómo los materiales archivísticos pueden enriquecer el estudio de la historia de la ciencia social Colombiana. Los invito a hojearlos y, más adelante, ¡a visitar los archivos!


Notas

2 La referencia se hace por número de documento y por folio.
3 Este proceso de utilizar la imaginación estuvo, sin duda, en la base del proyecto cooperativo con la ANUC. Sin embargo, en aquella época no se le llamaba «imputación», concepto acuñado por Fals Borda en escritos posteriores.
4 La colección Fals Borda en el Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá (ACHUNC) contiene las primeras notas de campo de Boyacá hechas por Fals, así como la correspondencia relacionada con la IAP y La Rosca, su participación después de la Asamblea Constituyente de 1991 en la recopilación de información con miras a dar forma al proceso de ordenamiento territorial, y su correspondencia académica y sus escritos a lo largo de los años.
5 Memoria Histórica publicó hace poco la historia de la ANUC por Jesús María Pérez (2010); Pérez fue líder de la ANUC en Sucre. Se espera que la historia de Banquett también aparezca impresa.


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