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Tabula Rasa

versão impressa ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.27 Bogotá jul./dez. 2017

https://doi.org/10.25058/20112742.450 

Desde El Ático

ESTUDIOS AFROMEXICANOS: UNA REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA Y ANTROPOLÓGICA1

Afro-Mexican studies: A historiographical and anthropological review

Estudos afro-mexicanos: uma revisão historiográfica e antropológica

MARÍA CAMILA DÍAZ CASASa  2

MARÍA ELISA VELAZQUEZb  3

a Escuela Nacional de Antropología e Historia, México mariacamiladc@gmail.com

b Instituto Nacional de Antropología e Historia, México maelisavelazquez@gmail.com


Resumen

En el presente artículo se realiza una revisión de las investigaciones históricas y antropológicas que se han producido sobre las poblaciones afrodescendientes en México, desde a la aparición de las obras pioneras de Gonzalo Aguirre Beltrán en 1946 y 1958, hasta el 2015. En la primera parte se analiza la incidencia del contexto nacional e internacional en la producción académica. En la segunda, se analizan la diversidad y complejidad de las experiencias que las personas afrodescendientes han vivido en México desde el periodo virreinal hasta nuestros días. Los anterior, se examina a partir de un balance crítico sobre los temas, enfoques y metodologías abordados en los más de 70 años de trayectoria de los «estudios afromexicanos». Finalmente, se identifican temáticas y metodologías pendientes, al mismo tiempo que se proponen nuevas rutas de investigación para futuros trabajos.

Palabras clave: Población afrodescendiente en México; historiografía; estudios antropológicos; Gonzalo Aguirre Beltrán

Abstract

This paper reviews historical and anthropological research done on Afrodescendant population in Mexico, from Gonzalo Aguirre Beltrán's pioneering works in 1946 and 1958 up to 2015. The first part analyses the incidence of national and international contexts in scholarly production. The second one is devoted to the diversity and complexity of the experiences undergone by Afrodescendant people in Mexico, from the viceregal period up to our days. This exam is based on a critical balance of topics, approaches, and methodologies applied for over 70 years of "Afro-Mexican studies" track record. Finally, topics and methodologies overlooked are identified, while putting forward new research routes for future work.

Keywords: Afrodescendant population in Mexico; historiography; anthropological studies; Gonzalo Aguirre Beltrán

Resumo

No presente artigo elabora-se uma revisão das pesquisas históricas e antropológicas produzidas sobre as populações afrodescendentes no México a partir da aparição das obras pioneiras de Gonzalo Aguirre Beltrán em 1946 e 1958, até 2015. Na primeira parte, analisa-se a incidência do contexto nacional e internacional na produção acadêmica. Na segunda, avalia-se a diversidade e a complexidade das experiências que as pessoas afrodescendentes têm vivido no México desde a Colônia até os dias de hoje. Esses aspectos são examinados a partir de um balanço crítico dos temas, enfoques e metodologias abordados nos mais de 70 anos da trajetória dos «estudos afro-mexicanos». Por fim, temáticas e metodologias pendentes são identificadas e, ao mesmo tempo, são propostos novos caminhos para futuros trabalhos.

Palavras-chave: População afrodescendentes no México; historiografia; estudos antropológicos; Gonzalo Aguirre Beltrán

Los estudios sobre las poblaciones de origen africano en México cuentan con una larga y significativa trayectoria; sin embargo, en los últimos quince años las investigaciones sobre este tema han tenido un auge particular, debido a intereses académicos, así como circunstancias sociales y políticas que revisaremos más adelante4.

La revisión de diversos estudios históricos y antropológicos, demuestra que contrario a lo que se ha sostenido por mucho tiempo, existe una amplia producción bibliográfica sobre diferentes periodos históricos, diversas regiones del país y variados temas de investigación, que ha aportado valiosos datos para entender el presente y el pasado de la población que hoy llamamos «afromexicana». A pesar de que aún hace falta explorar varias temáticas, espacios geográficos y metodologías, es importante considerar los extensos antecedentes que existen, como punto de partida para la formulación de nuevos proyectos y preguntas de investigación.

En este sentido, el presente texto tiene el propósito de hacer una reflexión general sobre la historiografía y los estudios antropológicos sobre poblaciones africanas y afrodescendientes en México a partir del siglo XX. Con este fin, el artículo fue divido en dos partes. En la primera se realiza una aproximación a las circunstancias políticas, sociales y económicas internacionales que incidieron en el interés académico sobre la población afrodescendiente en México. En la segunda, se realiza un balance sobre las producciones académicas que desde la historia y la antropología han abordado dicho tema de investigación, identificando temáticas, periodos y discusiones que se han desarrollado desde los años 40, hasta la actualidad. Finalmente se realizan unas breves consideraciones finales que pretenden dejar abiertas nuevas rutas y preocupaciones pendientes para futuras investigaciones.

El contexto internacional y su incidencia en la producción académica

Existe un consenso entre la mayoría de estudiosos sobre la población afrodescendiente en México, en reconocer la obra del médico veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán La población negra en México (1946), como la pionera del campo de investigación que se ha denominado como «estudios afromexicanos». Este trabajo fue el primero en investigar sobre temas antes desconocidos como el tráfico trasatlántico, el origen étnico de los africanos traídos a la Nueva España, el otorgamiento de asientos de la corona española que regularon el tráfico de esclavizados, la vida colonial, las diversas experiencias de esclavitud y libertad y finalmente, la reflexión sobre de los antiguos esclavizados y afrodescendientes en general en la sociedad nacional después de la independencia.

La publicación de la obra de Aguirre hizo parte de un contexto más amplio de interés sobre la presencia africana en América, que se manifestó en la creación del Journal of Negro History en 1916 y del Hispanic American Historical Review en 1918 y en la producción de investigaciones sobre afrodescendientes en países de América Latina como Brasil, Uruguay y Cuba. Entre ellas cabe destacar Casa grande y Senzala de Gilberto Freyre, publicada en 1933, Hampa Afrocubana y los negros Brujos del abogado Fernando Ortiz que apareció en 1906 y Las Culturas Negras del Nuevo Mundo de Arturo Ramos en 1926 (Jaramillo, 1986, p.44).

En Estados Unidos, desde finales del siglo XIX las obras del sociólogo afroestadounidense W.E.B. Du Bois fueron pioneras en el conocimiento sobre las poblaciones afrodescendientes en América. Du Bois además de ser un importante activista político, fue editor de revistas como The Crisis y publicó diversos estudios sobre sociología, especialmente sobre lo que se denominó como «el problema negro». Entre sus trabajos, también es posible observar un interés por las condiciones socio económicas, culturales y cotidianas de las poblaciones afroestadounidenses de Virginia, Pensilvania, entre otros estados (Holt, 2008).

En años posteriores, el antropólogo Melville Herskovitz5 fue uno de los abanderados por el interés académico sobre los africanos y su presencia en América; después 5 de titularse bajo la tutoría de Franz Boas se trasladó a la Northwestern University donde en 1938 fundó el programa de Antropología y en 1948 el programa de Estudios Africanos. El mismo Aguirre Beltrán afirma que para finales de la década del 30 e inicios de los años 40, Herskovitz se encontraba interesado en reunir y adiestrar a estudiosos latinoamericanos «para que llenaran las lagunas existentes en el conocimiento del negro en el Continente» (Aguirre, 1972, p.10). Por consiguiente, muchos de los autores ya nombrados, incluso el mismo Gonzalo Aguirre Beltrán, fueron sus alumnos y sus trabajos estuvieron influenciados de manera directa por las premisas del antropólogo estadounidense. Uno de los intereses más destacados de Herskovitz fue el estudio de las relaciones entre África y América, es decir, la búsqueda de huellas y orígenes africanos en las manifestaciones culturales de los afroestadounidenses. Aguirre Beltrán como discípulo de Herskovitz, no fue ajeno a estas propuestas metodológicas.

Paralelo al contexto internacional, Gonzalo Aguirre Beltrán advirtió en el prólogo de la edición de 1972, cómo en México a partir de 1910 el movimiento revolucionario se había articulado con el positivismo y el relativismo cultural de la antropología, condicionando las ideas que difundieron los sectores en el poder para destruir las estructuras porfirianas. De esta forma, los grupos de opinión que acompañaron el triunfo de la Revolución Mexicana, plantearon la reivindicación de los derechos del campesino, que en su mayoría era indígena, haciendo que se priorizara el interés por este grupo étnico. Así, el indigenismo se convirtió en un movimiento que abarcó la producción de las Ciencias Sociales, el arte, la literatura y la arquitectura (Aguirre, 1972, p.8).

En consecuencia, en los estudios sociales realizados durante la primera mitad del siglo pasado, no hubo alusiones representativas de la población afrodescendiente como formadora de la sociedad mexicana, por tanto, cuando se hablaba del mestizaje en el país, solamente se aludía a la población «blanca» y a la «amerindia». Aunque algunos autores como Vicente Riva Palacio en el siglo XIX y Carlos Basauri y Joaquín Roncal en las primeras décadas del XX, también habían reflexionado parcialmente sobre la presencia de la población de origen africano en la historia de México (Vinson & Vaughn, 2004, pp.45-59), la aparición del indigenismo dominó las producciones académicas. Además, las pocas excepciones que abordaron la temática de los afrodescendientes en el país explicaban la presencia de dicha población en las costas a partir de migraciones recientes desde Centro y Suramérica, mientras que quienes reconocían su origen colonial, argumentaban su escaso monto, y, por consiguiente, su poca importancia (Aguirre, 1972, p.8).

Al contexto nacional de principios de siglo XX habría que añadirle el surgimiento del «problema negro», como manifestó Alberto María Carreño en la Sociedad de Geografía y Estadística en 1910, a propósito de la discusión de un proyecto de colonización con población afroestadounidense. Como explica Marta Saade, este «problema» se abordó desde los saberes científicos, pero también como una política de gobierno y de población. Hacia 1920, las solicitudes individuales de inmigración de afroestadounidenses enviadas al Departamento de Migración y las solicitudes para establecer «colonias agrícolas de color», dirigidas a la Secretaría de Gobernación, revivirían el «problema negro». En consecuencia, en las décadas de 1920 y 30 se expidieron circulares y leyes que regulaban la entrada de extranjeros al país mediante mecanismos de selección racial. Lo anterior, implicó la creación de tipologías racialistas y la identificación de «razas indeseables» entre las que estaban «la raza amarilla», la «raza de color» y la «raza aceitunada» (Saade, 2009, pp.237-250).

En medio del auge del indigenismo y del «problema negro» en la primera mitad del siglo XX, en la década del 40 Manuel Gamio6, quien hacia 1942 se desempeñaba como Director de la oficina de Población Rural y Colonización de la Secretaría de Gobernación, se encontraba interesado en la ejecución de proyectos de colonización al interior en la Costa Chica de Guerrero y en la investigación sobre los usos y costumbres de las poblaciones regionales del país. Por diversas razones, el paso del tiempo modificó los intereses de este intelectual que se inclinó hacia el indigenismo, de manera que al médico Gonzalo Aguirre Beltrán le fue delegada la ejecución de sus proyectos sobre los afrodescendientes (Aguirre, 1972).

Gracias a la iniciativa de Manuel Gamio y a la orientación académica de Melville Herskovitz, la primera edición de La población negra en México fue publicada en 1946, no obstante, ésta no tuvo gran respuesta de parte de los académicos mexicanos, aunque internacionalmente obtuvo buenas ventas y reseñas. Por consiguiente, fue necesario esperar hasta las coyunturas posteriores para encontrar el impacto de este trabajo en las investigaciones de las ciencias sociales. Aun así, para Vinson III, fue gracias a este libro que se difundió el hecho de que los afrodescendientes no eran simplemente una influencia regional, sino que se encontraron en varias zonas del país desde el periodo virreinal (Vinson & Vaughn, 2004, p.54) y eran parte constituyente de la nación mexicana.

Desde finales de la década del 50 y hasta la década del 90, diversas circunstancias del panorama internacional fomentarían el estudio de las poblaciones de origen africano en América, motivando nuevas miradas y temas de investigación. Por un lado, el final de la segunda guerra mundial implicó el cuestionamiento de las explicaciones científicas sobre la inferioridad y superioridad de las razas y su utilización para justificar jerarquías, exclusiones y asesinatos. Lo anterior, se expresó en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que desde 1963 realizó la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, que dos años después se traduciría en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial. El documento firmado en 1965, que entró en vigor en 1969, definió por primera vez la discriminación racial involucrando elementos como la raza, color u origen étnico, así mismo, expresó la falsedad de las doctrinas científicas de superioridad racial, alertó sobre la amenaza de la discriminación racial para la seguridad de los pueblos y los Estados manifestados en «políticas gubernamentales basadas en la superioridad o el odio racial».

Así mismo, afirmó la incompatibilidad de «barreras raciales» con los ideales de la sociedad humana y resolvió adoptar medidas para «eliminar rápidamente la discriminación racial en todas sus formas y manifestaciones y a prevenir y combatir las doctrinas y prácticas racistas con el fin de promover el entendimiento entre las razas y edificar una comunidad internacional libre de todas las formas de segregación y discriminación raciales» (ONU, 1965, p.1). Posteriormente, también se llevaron a cabo dos Conferencias Mundiales para Combatir el Racismo y la Discriminación Racial, celebradas en Ginebra en 1978 y 1983 (ONU, 2001, p.1).

Durante estas mismas décadas, las guerras de liberación nacional en África, la formalización del régimen del apartheid en Suráfrica, las resistencias que surgieron frente al mismo (incrementadas en la década del 70 con los disturbios de Soweto y el liderazgo de Steve Biko), y el movimiento de los derechos civiles de Estados Unidos, provocaron una alta movilización política, así como la multiplicación de estudios sobre los afrodescendientes en América. A lo anterior debe sumarse el contexto de la guerra fría, el interés de Estados Unidos en América Latina para evitar la injerencia de la Unión Soviética en la región y particularmente la crisis de los misiles con Cuba que provocaron la canalización de recursos para la financiación de investigaciones sobre el continente, impulsando el interés sobre la población afrodescendiente en el mismo. Específicamente en México, esto se tradujo en la producción de investigaciones en las que se abordaron temas como la presencia de mano de obra esclavizada a nivel regional, las haciendas coloniales, las resistencias a la esclavización, las relaciones interétnicas con los indígenas y se publicaron algunas etnografías sobre Veracruz y la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca (Vinson & Vaughn, 2004, pp.62-67).

En los años 90 y la primera década del 2000, la importancia de las migraciones, de la pluralidad étnica y cultural en el mundo, la vigencia de la discriminación y de los ataques a las minorías étnicas, sumados al fin legal del apartheid, influyeron en el interés nacional e internacional sobre las poblaciones afrodescendientes (Velázquez & Correa, 2005). En consecuencia, las instituciones transnacionales expresaron dichas preocupaciones en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia en el 2001 realizada por la Organización de Naciones Unidas (ONU, 2001, pp.165), en la creación de la Relatoría Especial sobre los derechos de las personas afrodescendientes y sobre la discriminación racial en el 2005 de la Organización de Estados Americanos (OEA) y en el lanzamiento en 1994 el Proyecto la Ruta del Esclavo de la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), entre otros (Lechini, 2008).

A nivel nacional, la conmemoración de los 500 años del «descubrimiento» de América en 1992 y el Movimiento Zapatista de Indígenas en Chiapas en 1994, influyeron en un cuestionamiento generalizado sobre las problemáticas de los colectivos indígenas y afrodescendientes en el país, que a su vez motivó el interés sobre dichos grupos por parte de varios investigadores. En esta coyuntura, diversas organizaciones civiles en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca principalmente, iniciaron un proceso de movilización política que ha derivado en la creación de numerosas Asociaciones Civiles. Éstas, entre otras reivindicaciones, exigen al Estado mexicano ser reconocidos constitucionalmente como parte formadora de la nación mexicana (Lara, 2010, p.307-334; Varela, 2014, p.53-67 y Quecha, 2015, pp.149-173).

Así mismo, se crearon programas como «Nuestra tercera raíz» en la Dirección de Culturas Populares de Conaculta entre 1990 y 1998, el seminario Poblaciones y Culturas de origen africano en México (Estudios afromexicanos) del Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1997 y se empezaron a organizar los Encuentros de Pueblos Negros que desde el mismo año hasta la fecha, se han realizado a partir de la iniciativa de las comunidades afrodescendientes de la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero (Guía para la acción pública, 2011, p.41)7.

Durante este periodo la aparición y difusión del multiculturalismo, además de la implementación de políticas en varios Estados con respecto a determinados grupos étnicos, motivó estudios desde la Antropología, la historia Cultural y las Ciencias Sociales en general, que realizaron grandes aportes al conocimiento sobre el pasado y presente de la población afromexicana. A nivel nacional, cabe resaltar la vinculación del Estado mexicano al Decenio Internacional de los afrodescendientes 2015-2024 promulgado por las Naciones Unidas. Lo anterior ha motivado a instituciones como la Comisión Nacional para la prevención de la discriminación (CONAPRED), la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), a dedicar esfuerzos en el conocimiento de las condiciones de vida de las poblaciones afrodescendientes. Entre otras, se destaca la realización de la Encuesta Intercensal del 2015 que por primera vez incluyó una pregunta sobre la autoadscripción de las personas como afromexicanas. Como resultado, se contabilizaron 1.381.853 personas que se reconocen como afromexicanos, es decir el 1.2% del total nacional (INEGI & CNDH, 2017, pp.1-3).

Paralelamente, ha habido un incremento de las organizaciones civiles, principalmente en la Costa Chica, y se ha obtenido el reconocimiento de la población afromexicana en las constituciones de la Ciudad de México, Guerrero y Oaxaca. A pesar de los esfuerzos que se han realizado por parte de la sociedad civil y de algunas instituciones estatales, la población afromexicana continúa enfrentando problemas de pobreza, de difícil acceso a la educación, a la vivienda y a los servicios de salud (INEGI, 2017, pp.1-3) y también de racismo y discriminación.

Las circunstancias políticas, económicas y sociales que hemos repasado hasta este momento, han determinado la producción académica sobre las poblaciones afrodescendientes en México. Por esta razón, nos pareció necesario realizar una aproximación al contexto nacional e internacional que explica el interés (o desinterés) sobre ciertas regiones, periodos y temas de investigación. En el siguiente apartado, realizaremos una revisión sobre las publicaciones que desde la historia y la antropología han contribuido al conocimiento de las poblaciones afrodescendientes. Quizás nuestra revisión pueda presentar algunas omisiones, sobre todo frente al acelerado incremento de tesis de grado que se han producido recientemente, sin embargo, esperamos ofrecer al lector un panorama útil para motivar el interés por nuevas metodologías, marcos teóricos y temas de investigación.

Estudios históricos y antropológicos sobre la población afrodescendiente en México

Aunque existieron algunos antecedentes, el pionero de la investigación sobre poblaciones afrodescendientes en México es indiscutiblemente el médico y antropólogo veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán quien fue el primero en abordar el tema desde una perspectiva académica en los años 40, 50 y 60. Sus trabajos fueron contundentes y aún hoy se constituyen como lecturas obligadas que siguen guiando las publicaciones más actuales, incluso, es posible afirmar que cualquier estado de la cuestión que se realice con respecto a los estudios afromexicanos debe iniciar haciendo referencia a las obras publicadas por este autor.

Bajo la guía de Manuel Gamio y la orientación de Melville Herskovitz, como ya se mencionó, Aguirre Beltrán emprendió una tarea que lo llevó a explorar la documentación del Archivo General de la Nación concerniente a los afrodescendientes con una visión histórica y etnográfica que constituyó la obra publicada en 1946. Este texto, en palabras del mismo autor «representó una violenta contradicción a lo que con anterioridad se sostenía. La contribución del negro a la composición genética de la población del país y el aporte de esta población a la cultura nacional, tuvieron, desde entonces, bases firmes de sustentación» (Aguirre, 1972, p.9).

De este modo, Aguirre Beltrán realizó una tarea sin precedentes, exploró las fuentes primarias concernientes a dicha población, integró conocimientos sobre África, la esclavitud en el continente y el origen étnico de los esclavizados traídos a la Nueva España, realizó todo un estudio sobre la trata trasatlántica incluyendo la vida en los barcos, las enfermedades, los asientos otorgados por la corona española a los holandeses, los portugueses, el libre comercio esclavista, las premisas sobre la diferencia durante el periodo virreinal, las clasificaciones de los grupos sociales, entre otros. Este autor, fue el primer investigador en crear cuadros demográficos desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, que permitieron observar la presencia africana en la Nueva España y su relación con otros grupos. Finalmente, en la edición de 1972, el autor decidió incluir un capítulo titulado «La integración del negro», en el que argumenta que los afromexicanos se integraron a la sociedad nacional después de la independencia.

Gonzalo Aguirre Beltrán fue un hijo de su tiempo, por lo tanto, algunos de sus planteamientos pueden ser discutibles a la luz de las disciplinas contemporáneas. El autor, imbuido en el pensamiento mestizófilo, en las ideas racialistas propias de las primeras décadas del siglo XX, en las orientaciones de Herzkovitz y en las perspectivas de Gamio de la asimilación cultural, realizó un gran esfuerzo por mostrar las contribuciones biológicas de las poblaciones afrodescendientes en México. Por ello, dedicó un capítulo de su obra para destacar la superioridad física y las características somáticas de dicha población (Aguirre, 1972, pp.180-195). Así mismo utilizó el término «afromestizo» denotando un interés por articular a la población de origen africano en los pensamientos mestizófilos que sostenían que la población mexicana era producto del mestizaje entre los españoles y las comunidades indígenas.

Como un funcionario e intelectual de la construcción del Estado posrevolucionario, y quizás motivado por las circunstancias del «peligro negro» y el miedo a la imposibilidad de asimilación a la nación de ciertos inmigrantes, descritas por Marta Saade y mencionadas anteriormente, Aguirre Beltrán culminó su obra con el capítulo «La integración del negro». Allí, explicaba que después de la independencia se había dado un tránsito de una sociedad de castas a una sociedad dividida por clases, en la que todos los ciudadanos tenían iguales derechos, lealtades y obligaciones, independientemente de su origen racial o su filiación étnica. Adicionalmente, concluía que debido a que no hubo retenciones culturales de origen africano en el idioma, la indumentaria, la vivienda, la alimentación y la cosmovisión, los «afromestizos» se integraron y asimilaron a la nación mexicana en el siglo XIX (Aguirre, 1972, pp.277-290).

En 1958 el autor publicó Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro, texto en el que realizó un trabajo etnográfico en este pueblo de la Costa Chica cuyo aislamiento se estaba rompiendo por la construcción de nuevas vías de comunicación (Aguirre, 1972, p.11). Este libro fue una etnografía pionera que utilizó la etnohistoria como metodología para entender el presente a través del pasado. Por esta razón, Aguirre Beltrán ofrece importantes datos históricos sobre la región para describir posteriormente las expresiones culturales de estas comunidades. A partir del estudio desarrollado en Cuijla, el autor matizó sus ideas sobre la integración y asimilación, afirmando la permanencia de manifestaciones de origen africano como gestos, sistemas de parentesco y organización, expresiones culturales y medicina tradicional (Aguirre, 1958).

En las décadas de 1960 y 70, Aguirre Beltrán escribió algunos textos sobre las poblaciones afrodescendientes de otras regiones de México, particularmente de Veracruz, haciendo énfasis en temas como la magia, la medicina tradicional, la música y el baile. Como se mencionó en líneas anteriores, los trabajos de Aguirre Beltrán en los años 50 y 60 no tuvieron mucho eco en México, mientras en Estados Unidos, tanto Cuijla, como La población negra en México, circularon ampliamente. Quizás por esta razón, es comprensible que mientras en México no se publicaron investigaciones al respecto en la década de los años 60, en Estados Unidos aparecieron numerosos artículos, especialmente en revistas como Hispanic American Historical Review (HAHR), The Americas y The Journal of Negro History, mayoritariamente enfocados al estudio del periodo virreinal8.

En 1976 aparece un texto muy relevante para nuestra revisión que es el libro de Colin Palmer, Slaves ofthe White God: Blacks in México, 1570-1650. En éste se realiza un sobresaliente trabajo de archivo en el Archivo General de Indias en Sevilla y en el Archivo General de la Nación y el de notarías en la Ciudad de México, que aporta importante información sobre el comercio de esclavos a la Nueva España. Adicionalmente, Palmer trascendió los datos estadísticos mostrando la diversidad de experiencias de la esclavitud en Nueva España en los obrajes, los ingenios, las minas y en los oficios urbanos en la Ciudad de México. Este autor fue de los primeros historiadores (además de Aguirre Beltrán) en realizar un estudio académico sobre Yanga y los sucesos de 1612 en la capital novohispana, en relatar aspectos de la vida cotidiana de la población africana y afrodescendiente en Nueva España a partir de los archivos de la inquisición y finalmente, en resaltar la existencia de diversas formas de manumisión y de cientos de personas libres en el periodo de estudio.

También en las décadas de 1970 y 80 aparecieron importantes trabajos como el de Solange Alberro quien realizó importantes aportes a la discusión, ya que, a través de los archivos de la Inquisición, dio a conocer ciertos aspectos de la vida cotidiana y experiencias personales de las personas esclavizadas (Alberro, 1979). La Nueva historia económica, la historia social y el impacto del materialismo histórico en las Ciencias Sociales, se vieron reflejados en la producción académica sobre poblaciones afrodescendientes en México. De este modo, en los 70's y 80's se publicaron importantes investigaciones sobre el trabajo esclavo en haciendas y minas y se realizaron reflexiones sobre la producción económica con mano de obra esclavizada. Los trabajos de Adriana Naveda (1979 y 1987) mostraron el empleo de personas esclavizadas en las haciendas azucareras de Córdoba desde el siglo XVI hasta las primeras décadas del siglo XIX, periodo poco estudiado hasta entonces. Con un interés similar sobre el trabajo esclavo, en 1988 fue publicado el trabajo de Brígida von Mentz, titulado Pueblos de Indios, Mulatos y Mestizos, 1770-1870, en el que muestra la importancia de la mano de obra esclavizada en la producción azucarera de Morelos, región con una población afrodescendiente numerosa, que ha sido poco estudiada. También pensando en una historia social del trabajo, David Brading publicó en 1972 un estudio sobre la estructura ocupacional del trabajo y la variable «étnica» en ésta división en la ciudad de Guanajuato.

En este mismo periodo, empezaron a aparecer estudios antropológicos sobre las comunidades afrodescendientes. Sobre la Costa Chica es destacable la labor de Tomás Standford, quien realizó varios registros de música de la región (Stanford, 1977); igualmente, Gabriel Moedano desarrolló investigaciones basadas en la tradición oral y la música, con un enfoque particular en los corridos (Moedano, 1988, 1992, 1997). Así mismo, Miguel Ángel Gutiérrez se destacó en estas décadas por su trabajo de campo y etnografías sobre las comunidades afrodescendientes (Gutiérrez Ávila, 1986, 1988).

Un momento muy importante para analizar el desarrollo de los estudios afromexicanos, fue la creación del programa Nuestra Tercera Raíz, dirigido por la antropóloga Luz María Martínez Montiel9. Dicho programa fue creado bajo la iniciativa de Guillermo Bonfil Batalla en 1990 y fue fundamental para el desarrollo de trabajos sobre las poblaciones afrodescendientes, ya que a través de Congresos de afromexicanistas, publicaciones y diversos eventos académicos, se convocaron nuevos investigadores que hasta ese momento trabajaban aislados. El intercambio entre estudiosos de distintas regiones hizo posible identificar que las personas esclavizadas de África estuvieron presentes en Guerrero, Oaxaca, Ciudad de México, Veracruz y Morelos, pero también en otras regiones como Guanajuato, Yucatán, Chiapas, Tabasco, Jalisco, Michoacán, Colima, Tamaulipas, Puebla y en prácticamente toda la entonces Nueva España. A partir del trabajo de archivos notariales y parroquiales se distinguieron temas como las características de la compra y venta de las personas esclavizadas, se establecieron las diferencias entre la esclavitud doméstica y de plantación, los precios de oferta y demanda, las especificidades de los trabajos que desempeñaban, entre otros muchos datos.

Las investigaciones regionales de esta generación fueron dadas a conocer en el libro Presencia africana en México, editado por la Dirección de Culturas Populares e Indígenas de Conaculta en los años noventa (1994). Muchas de ellas también fueron difundidas en los Encuentros de Afromexicanistas. En términos generales, la mayoría de los trabajos consultados se concentran en el periodo virreinal, dejando de lado el estudio del siglo XIX. Especialmente en regiones en las que existía poco conocimiento sobre la población afrodescendiente, muchos de estos estudios se concentraron en describir documentación que comprobara la existencia de personas afrodescendientes desde el siglo XVI, ofreciendo datos valiosos que fueron pioneros en determinados espacios geográficos10. También en el espacio de este programa, se desarrollaron investigaciones etnográficas sobre Veracruz, principalmente, entre los que se destaca el trabajo de Sagrario Cruz sobre Xalapa y después sobre Yanga, lugar donde se formó uno de los primeros pueblos de cimarrones en el continente americano (1990 y 1991).

En 1998 se canceló el programa Nuestra Tercera Raíz, que fue un espacio de gran difusión de conocimiento sobre las poblaciones afrodescendiente en México. No obstante, otros espacios institucionales fueron abiertos como el Seminario Poblaciones y culturas de origen africano en México en el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1997. Este seminario se creó con el propósito de desarrollar un espacio de intercambio académico y presentación de proyectos de investigación y trabajó con la idea de abordar de manera conjunta las perspectivas históricas y antropológicas para lograr tener una visión más holística de la participación y experiencias de las y los afrodescendientes en México. En este seminario, que aún se reúne tres veces al año, se han presentado trabajos que muestran las nuevas inquietudes y debates como también las características entre distintos grupos durante el periodo virreinal, las posibilidades de movilidad social y económica de las y los afrodescendientes, las relaciones de parentesco, las mujeres, la vida cotidiana, la organización social, participación en las milicias, entre otros temas. Cabe resaltar que entre 2008 y 2012 el Seminario alcanzó la internacionalización de las redes de trabajo con la integración al Proyecto Internacional AFRODESC financiado por agencias europeas y fue posible contar con la colaboración de investigadores de Francia, Estados Unidos, Canadá, Senegal, Jamaica, Colombia, entre otros. Parte de los resultados de este proyecto conjunto pueden observarse en cuatro, de los 12 volúmenes publicados de la Colección Africanías del INAH.

A partir del 2000, es notable el incremento de investigaciones sobre las poblaciones afrodescendientes en México. Sobre el periodo virreinal, destacan entre otros, los estudios sobre cofradías y devociones de santos negros de Rafael Castañeda (2011) en la región del Bajío, el trabajo de Sandra Luna (2010) sobre los gremios y el trabajo de mano de esclavizada en los obrajes capitalinos, de María Elisa Velázquez (2011) sobre las mujeres de origen africano en la Ciudad de México en los siglos XVII y XVIII y de Cristina Masferrer (2013) sobre la esclavitud infantil en la capital novohispana en el siglo XVII.

A partir de la revisión de estos trabajos se puede observar cómo se han investigado nuevos temas a partir de fuentes clásicas e inéditas como litigios en los que se apelaba a la libertad personal o de algún ser querido, actas de cofradías, representaciones iconográficas, crónicas de viajeros al territorio novohispano, entre otras. Así mismo se han abordado sujetos poco trabajados anteriormente como las mujeres, los niños y los miembros de cofradías, y se han manejado metodologías más críticas y reflexivas que no solo describen las fuentes, sino que analizan las relaciones complejas y diversas que se han tejido desde el periodo virreinal. Al respecto, es importante resaltar la gran contribución que han realizado a esta reflexión las historiadoras Solange Alberrro y Pilar Gonzalbo (2013), quienes en sus trabajos sobre la sociedad novohispana han discutido la complejidad de las clasificaciones por «castas» o «calidades» y su variabilidad y ambigüedad en la vida cotidiana de las personas de origen africano.

La historiografía señalada hasta ahora, se ha caracterizado por un interés particular en el periodo virreinal, no obstante, en las últimas décadas han aparecido nuevas reflexiones que han permitido pensar el complejo lugar de la población afrodescendiente en el proceso de construcción del Estado Nacional mexicano. Laura Elsy García (2006) utilizó las crónicas de viajeros extranjeros que visitaron México en las décadas de 1820 y 30, aportando datos fundamentales para comprender la complejidad de la identificación de la población afrodescendiente en este periodo. Peter Guardino (2008) posteriormente, realizó un estudio sobre las sociabilidades de los «aceites» y los «vinagres» en Oaxaca, discutiendo la articulación de la población de origen africano de la región a los mismos.

Dolores Ballesteros (2010), a partir de un detallado análisis de padrones, representaciones artísticas, crónicas de viajeros y documentos escritos de finales del siglo XVIII y del siglo XIX, ha analizado la articulación de la población afrodescendiente de la Ciudad de México a la transición de novohispanos a ciudadanos ocurrida en el periodo trabajado. Ballesteros (2011) también ha realizado una reflexión innovadora sobre las representaciones de Vicente Guerrero en la pintura decimonónica, abordando un tema de investigación y unas fuentes nunca antes analizadas desde esta óptica. Por su parte, María Camila Díaz (2012, 2015) ha cuestionado la narrativa de integración y asimilación propuesta desde 1972 por Aguirre Beltrán, analizando el proceso de abolición de la esclavitud en México y estudiando debates legislativos, obras de historia patria y las constituciones mexicanas para explorar el proceso de construcción de la ciudadanía en la sociedad decimonónica.

El trabajo realizado por investigadores como Juan Manuel de la Serna del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Unam, ha generado importantes discusiones del caso mexicano a la luz de lo ocurrido en otros países latinoamericanos. Los 4 libros de los que ha sido compilador en 2005, 2010, 2011 y 2015 ha contribuido a la discusión de temas que demuestran la diversidad de las experiencias de las personas de origen africano en México que van desde la llegada de «conquistadores negros» estudiada por Mathew Restall, hasta los procesos de obtención de la libertad, la convivencia entre afrodescendientes e indígenas, las clasificaciones de calidades novohispanas, los padrones y registros virreinales y los procesos de abolición de la esclavitud. Desde la misma institución Jesús María Serna formó el programa Afroindoamérica, desde el cual se realiza un coloquio anual, un seminario semanal y varias publicaciones, en las que se difunden trabajos de investigación realizados desde la historia, la antropología y el programa de estudios latinoamericanos principalmente, sobre México y otros espacios de América Latina (Serna & Solis, 2012; Serna & Díaz 2014 y Serna & Cruz 2015).

La historiografía estadounidense, sobre todo en estos últimos años, ha realizado grandes aportes al estudio de las poblaciones afrodescendientes en México (Vinson & Restall, 2009). Con un enfoque particular en el periodo colonial, Herman Bennett (2010), Ben Vinson III (2003), Nicole von Germeten (2006), Mathew Restall (2005 y 2009), Franck Proctor III (2010), entre otros, han estudiado temas como las milicias virreinales y la participación de «pardos» y «morenos» en las mismas, las relaciones interétnicas entre Mayas, africanos y afrodescendientes, las formas de resistencia a la esclavitud, que incluyen desde la manumisión legal, hasta la resistencia abierta, la vida social y religiosa, la conformación de cofradías y la vida cotidiana de los miles de esclavizados y libres que vivieron en la Nueva España, con un énfasis en la Ciudad de México, Veracruz y Yucatán.

Algunos de estos autores, abordando los siglos XVI, XVII y los primeros años del XVIII, se han preguntado sobre la identidad africana y afrodescendiente en el periodo ("African or black culture" Proctor, 2010; "African identity" Germeten, 2006 y "Afro-creole consciousness" Bennett, 2009). Desde nuestro punto de vista, ésta es una cuestión compleja para pensar la vida social de las personas de origen africano en Nueva España, dada la diversidad de experiencias de esclavización, pero también de obtención de la libertad y movilidad económica y social que vivió esta población. A pesar de las grandes contribuciones realizadas por los estudiosos mencionados, consideramos relevante señalar que muchas de las obras consultadas no toman en cuenta los estudios que se han realizado en México, más allá de la obra de Aguirre Beltrán. Por esta razón, es común que muchas de las conclusiones alcanzadas se lean como innovaciones, desconociendo los antecedentes y aportes que se vienen realizando desde décadas anteriores, como se ha demostrado a lo largo de este artículo.

En los años 2000 también fueron publicados los trabajos de antropólogos estadounidenses como Laura Lewis y Bobby Vaughn, quienes se interesaron por estudiar las problemáticas de la identidad y el funcionamiento de la «conciencia racial de lo negro», con el propósito de explicar por qué algunas comunidades de la Costa Chica no se reconocían como «afromexicanas» (Lewis, 2000; Vinson y Vaughn, 2004). Uno de los problemas de este par de trabajos es considerar los rasgos físicos y el color de la piel, por encima del contexto social y cultural de estas comunidades, caracterizado por procesos de convivencia e intercambio históricos. No obstante, en el año 2012, después de realizar trabajo de campo en el municipio de San Nicolás Tolentino (Guerrero), Lewis publicó un interesante trabajo titulado Chocolate and corn flour: History, race and place in the making of black Mexico, que ofrece datos valiosos sobre la historia local de la Costa Chica y las relaciones sociales de la región, haciendo énfasis en las diversas formas en las que sus poblaciones se reconocen (Lewis, 2012).

A las obras de estos autores, habría que sumar las numerosas tesis que se realizan sobre la población afrodescendientes en México en las universidades de Estados Unidos, por parte de investigadores de diversas nacionalidades. Por lo tanto, es imperante construir un diálogo entre los trabajos académicos que se publican en inglés y español, en ambos lados de la frontera.

A partir de la década del 90 ha sido posible notar el incremento del interés antropológico por las comunidades y pueblos de la región de la Costa Chica, en gran medida motivados por el proceso de movilización política de las organizaciones civiles que se reconocen como «negras» o «afromexicanas». Los temas que se han trabajado en su mayoría, corresponden a intereses por las cuestiones de identidad, las fiestas, la música, las danzas y los rituales, la medicina tradicional o la organización familiar y social. Desde entonces, también se han incrementado el número de tesis que se han producido en instituciones como la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la UNAM y en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

El estudio de la migración, la niñez y las mujeres también ha empezado a ocupar un lugar importante en los estudios antropológicos. Entre otros, Cristina Díaz trabajó en los años noventa el tema de los sistemas de parentesco, haciendo especial énfasis en algunos de los postulados de Aguirre Beltrán, como la figura del «queridato» en la región, que se trata de mujeres que son pareja informal de los hombres, casi siempre casados ya, y que sin embargo son reconocidas socialmente (Díaz Pérez, 1994, 2003). Amaranta Arcadia Castillo se preocupó por el papel de los estereotipos entre niños de comunidades afrodescendientes e indígenas, desarrollando metodologías nuevas y haciendo visibles los prejuicios vigentes sobre ambos grupos (Castillo Gómez, 2000).

Igualmente, Natalia Gabayet investigó sobre el nahualismo y, junto con Arturo Motta, sobre los «juegos» de diablos, danzas de gran importancia entre las poblaciones afrodescendientes, que se llevan a cabo sobre todo en noviembre con motivo de los días de muertos y que hoy en día se han convertido en una referencia cultural del movimiento afrodescendiente (Gabayet, 2002, 2004, 2006; Motta Sánchez, 1996, 2001a, b). Luis Campos, en el marco del proyecto etnográfico de la Coordinación Nacional de Antropología, realizó en 1994 una monografía integral y bien documentada sobre las comunidades de la Costa Chica de Oaxaca, haciendo hincapié en la dificultad de encontrar una sola identidad «negra» y en la complejidad y diversidad de las identidades en la región: como costeños, negros, morenos (Campos, 1999). Así mismo, el contexto político y social de la Costa Chica en los años 90 y 2000 ha motivado investigaciones sobre la emergencia y formación de las organizaciones civiles, que han sido leídas por autoras como Gloria Lara (2010), Itza Varela (2014) y Citlali Quecha (2015) desde conceptos como la «etnopolítica».

Ahora bien, también sobre la Costa Chica, es importante mencionar los trabajos de Carlos Ruiz, Citlali Quecha y Cristina Masferrer, que han aportado nuevas pautas metodológicas y temáticas para el estudio de las poblaciones afromexicanas de la zona. Carlos Ruiz (2005, 2007), ha trabajo principalmente el son de artesa con datos bien documentados, leídos desde el enfoque de los procesos de transformaciones y recreaciones culturales. Así, lejos de partir de una mirada esencialista, ha logrado identificar similitudes significativas entre la música de Costa y la región de Senegambia. Igualmente, ha explicado la permanencia de «pisos culturales» de origen Mandinga o Wolof, que desde el siglo XVI tuvieron una relevante influencia en la zona, concluyendo que las percusiones no fueron los instrumentos más importantes entre las comunidades que estudia, porque la música de «kora» era la más representativa en esos grupos culturales africanos.

El interés sobre la niñez ha motivado las investigaciones de Citlali Quecha, y más recientemente de Cristina Masferrer que han contribuido al conocimiento de las dinámicas económicas y sociales de las comunidades, a través de enfoques y metodologías articulados con problemáticas contemporáneas como la migración y el racismo. Quecha (2011) ha analizado las situaciones sociales que viven las y los niños con la migración de sus padres a Estados Unidos, incluyendo su impacto en las comunidades. De este modo, explora las relaciones entre abuelas y nietos, las añoranzas y problemáticas de los niños, la creación de nuevos juegos, representaciones y formas de entender la identidad a través de la convivencia cotidiana con los impactos de la migración: la falta de los padres, la nostalgia, los juegos, la escuela, entre otros muchos, sin referirse explícitamente a características particulares que identifiquen a estos colectivos como poblaciones «negras». Por su parte, Masferrer (2014) ha utilizado metodologías propias de la antropología de la infancia, para abordar los conocimientos de niños y niñas sobre su pueblo y «lo negro» en comunidades afrodescendientes. Entre otras cosas, es interesante, la reflexión que junto con los niños lleva a cabo sobre la construcción de la identidad «negra».

Veracruz ha sido otra zona estudiada por varios antropólogos, aunque en mejor medida que la Costa Chica. Sobre esta región, es posible notar un interés particular en las expresiones culturales en la música, la danza, las fiestas o fandangos y la gastronomía. Además de los trabajos de Sagrario Cruz, mencionados anteriormente, Rolando Pérez (1991, 2008) y Antonio García de León (2002, 2006, 2011) han realizado importantes investigaciones sobre el fandango, revelando las complejas y heterogéneas relaciones entre africanos e indígenas y las características de lo que considera una cultura con influencia de múltiples procesos sociales. La obra de García de León especialmente, constituye un excelente análisis histórico de uno de los puertos más importantes de América en el periodo colonial, en el que la población de origen africano fue muy importante.

También sobre Veracruz, Odile Hoffmann (2006) y Christian Rinaudo (2012) han realizado estudios antropológicos que son críticos frente a la posible existencia de una «identidad afrodescendiente». Los autores cuestionan las caracterizaciones de las poblaciones afrodescendientes y las empresas culturales y turísticas que han izado la bandera de la identidad «afrocaribeña», respectivamente. Así, han demostrado la complejidad de las clasificaciones e identificaciones en la zona.

Sobre los Mascogos de Coahuila, se han realizado pocos trabajos, tanto históricos como antropológicos. Además de los clásicos publicados en Estados Unidos por Kenneth Porter (2013) 11 y Kevin Mulroy (1993), es importante señalar lo escrito por Paulina del Moral (1999) y Gerardo Buenrostro (2011) en México, que han realizados aproximaciones desde la h

istoria, la etnohistoria y la antropología, al conocimiento sobre esta población. Recientemente, profesores y estudiantes de la Universidad Autónoma de Coahuila a cargo del historiador Carlos Valdés se encuentran trabajando en proyectos multidisciplinarios que seguramente representarán grandes contribuciones para el estudio de los Mascogos. Finalmente, es relevante mencionar el trabajo de Rocío Gil (2014), quien además de estudiar a dicha población en ambos lados de la frontera (Black Seminoles en Texas y Mascogos en Coahuila), articula su trabajo etnográfico al análisis de temas como el racismo, la ciudadanía y las formas de reconocimiento en México y Estados Unidos.

Hasta este punto, hemos intentado ofrecer un panorama al lector de la diversidad de temas, enfoques, fuentes, regiones y periodos que se han abordado desde disciplinas como la historia y la antropología. La trayectoria que se ha recorrido desde los años 40 nos permite observar la diversidad y complejidad de las experiencias que las personas afrodescendientes han vivido en México desde el periodo virreinal hasta nuestros días.

En términos generales, los estudios sobre el periodo virreinal han demostrado que aproximadamente 200,000 africanos llegaron de manera forzada a la Nueva España desde el siglo XVI provenientes de diversas regiones de África occidental, central y sur. Los africanos y sus descendientes que se establecieron desde entonces en la Nueva España vivieron diferentes experiencias como esclavizados explotados en los obrajes, minas, haciendas y servicios domésticos, pero también como personas libres que gozaron de cierta movilidad económica y social, que participaron en las milicias, cofradías y gremios novohispanos y que, lejos de ser víctimas pasivas, fueron agentes de la historia.

Los estudios sobre el siglo XIX, aunque son pocos, han hecho posible reflexionar sobre la necesidad y complejidad de estudiar un periodo en el que la construcción de México como Estado y nación moderno, implicó la homogenización de sus ciudadanos bajo la identificación como «mexicanos». Aun así, dichos trabajos han demostrado la obligación de replantear la «asimilación» e «integración» como únicas explicaciones de lo acontecido con la población afrodescendientes en la sociedad nacional.

En cuanto a los trabajos antropológicos, se ha podido observar como las formas de identificación de las poblaciones son múltiples y responden a una construcción histórica y social, determinada por contextos regionales, nacionales e internacionales. Por consiguiente, es imperante reconocer la diversidad de significados y variantes de «lo negro» y «lo afromexicano». Así mismo, dichos trabajos han permitido conocer y analizar de manera crítica las danzas, rituales y fiestas, reconociendo los procesos complejos que éstas implican, en los que se involucran diversos agentes y variables (Velázquez y Hoffmann, 2007).

Finalmente, ha sido posible realizar reflexiones sobre el proceso de movilización política contemporáneo y como las organizaciones civiles y comunidades de diversas zonas del país se han articulado al mismo.

Consideraciones finales

A pesar del incremento de investigaciones sobre la población afrodescendiente en México, consideramos importante subrayar algunas ideas sobre nuevas rutas que podrían ser útiles en futuras investigaciones.

Como resultado de nuestra revisión, hemos podido identificar la concentración de estudios en ciertas regiones, mientras que muchas otras permanecen con vacíos en el conocimiento histórico y antropológico. En la historiografía, es posible observar numerosos estudios sobre la Ciudad de México, Veracruz y Guanajuato, principalmente, mientras que es poco lo que conocemos sobre zonas mineras como Zacatecas, sobre la importancia en el comercio esclavista de puertos como Campeche y Acapulco. Así mismo, existe poca información sobre regiones como el norte del país que, aunque fue poco poblado en el periodo virreinal, en el siglo XIX cobró una gran importancia política, económica y social. Un ejemplo de esto en el establecimiento de la colonia de los Mascogos en El Nacimiento, Coahuila, hacia 1850.

En los estudios antropológicos, existe un marcado interés por las poblaciones afromexicanas de la Costa Chica y de Veracruz, no obstante, existen pocos estudios sobre otras regiones en las que se podrían discutir temas como el mestizaje, las relaciones interétnicas, los procesos históricos de poblamiento y el racismo, entre otros. Al respecto, quizás es necesario considerar la poca circulación de las publicaciones regionales, que provoca el desconocimiento de valiosas contribuciones locales. Finalmente, creemos importante recalcar que aunque muchos antropólogos han producido un concienzudo trabajo sobre Guerrero y Oaxaca, hace falta profundizar en el conocimiento histórico de la zona y en el pasado de las comunidades que hoy se reconocen como afromexicanas.

Hasta la llegada del 2000 es evidente el enfoque de los estudios históricos en el periodo virreinal. Recientemente, han aparecido nuevas investigaciones sobre el siglo XIX, no obstante, quedan pendientes muchas temáticas sobre este periodo, que son importantes para el análisis de la construcción del México contemporáneo. Es necesaria la realización de estudios regionales que den cuenta de los procesos experimentados por los afrodescendientes en la cimentación de la sociedad nacional. Así mismo, el reto que representa la escasez de fuentes debe ser enfrentado a partir de la diversificación de testimonios sobre el pasado.

Durante el siglo XIX se consolidan las teorías científicas sobre la «raza» y la existencia de «razas» inferiores y superiores. En este sentido, es relevante realizar una aproximación a cómo las poblaciones afrodescendientes fueron concebidas como parte de la población nacional, desde esta óptica. El periodo finisecular es aún más desconocido, y se necesitan nuevas investigaciones que iluminen el poco conocimiento que tenemos sobre las personas afrodescendientes en este periodo. Finalmente, existen escasas investigaciones sobre la primera mitad del siglo XX, que den cuenta del proceso revolucionario y posrevolucionario y su impacto en las comunidades que hoy se reconocen como «afromexicanas».

La acelerada dinámica de los acontecimientos contemporáneos relacionados con las poblaciones y organizaciones afromexicanas y su relación con el Estado, son un tema prioritario de investigación en las Ciencias Sociales. Por esta razón, es necesario el seguimiento por parte de historiadores y antropólogos de acontecimientos como el reconocimiento constitucional en algunas entidades federativas, la encuesta intercensal y los Encuentros de pueblos negros, entre otros, con el fin de construir una memoria integral del proceso político mencionado.

Metodológicamente, queremos hacer énfasis en la necesidad de establecer un diálogo entre las investigaciones históricas y antropológicas. A pesar de la creación de seminarios, congresos y espacios de investigación, persisten las investigaciones que desconocen los antecedentes históricos, o los procesos posteriores al periodo de estudio. La complejidad y diversidad de experiencias de la población afrodescendiente en México, que hemos señalado reiteradamente, requiere una articulación entre el conocimiento del pasado y el presente, que permita construir una comprensión más integral de la sociedad.

El desconocimiento de la presencia de la población afrodescendiente en México es un común denominador en la sociedad en general. A pesar de la trayectoria de más de 70 años que hemos tratado de recuperar en este artículo, aún son comunes las reacciones que niegan la existencia de personas afromexicanas o que parten de estereotipos de carácter racista para minimizarlas y cuestionarlas como parte de la nación mexicana. En este sentido, esperamos que este artículo constituya una invitación para trabajar en el conocimiento del pasado y presente de las poblaciones afrodescendientes en México.

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1 Este artículo es resultado de la investigación «Afrodescendientes y diversidad cultural en México», realizada en el marco del doctorado en Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Agradecemos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT) y la Fundación Slicher van Bath de Jong en Amsterdam por la financiación que nos han otorgado.

2 Historiadora por la Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia y Maestra en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México y es estudiante de doctorado del mismo programa. Centro de Estudios Afrodescendientes, Universidad Javeriana, Colombia.

3 Doctorado en Antropología por la ENAH. Coordinadora Nacional de Antropología y Coordinadora del Programa Nacional de Investigación Afrodescendientes y Diversidad Cultural en México, del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Presidenta del Comité de la Unesco «La Ruta del Esclavo» y Vicepresidenta del Fondo Internacional de Promoción de la Cultura de la misma Institución.

4 A la fecha existen varios textos con revisiones y análisis generales sobre el estado De las investigaciones sobre los afrodescendientes en México. Entre ellas revisar: Poblaciones y culturas de origen africano en México de María Elisa Velázquez y Ethel Correa (2005); el libro Afroméxico de Ben Vinson III y Bobby Vaughn (2004); y los artículos «La esclavitud africana en la Nueva España. Un balance historiográfico comparativo» de Juan Manuel De la Serna (1997); «Investigaciones sobre africanos y afrodescendientes en México» de María Elisa Velázquez y Odile Hoffmann (2007) y "The longue dúree of Africans in Mexico: The historiography of racialization, acculturation, and Afro-Mexican Subjectivity" de Irene Vásquez (2010).

5 Sus obras más destacadas en el campo de los estudios afroamericanos fueron The myth of the Negro Past, 1941, The American Negro, 1928 y Continuity and change in African Culture, 1959.

6 Manuel Gamio (1883-1960) fue uno de los intelectuales más influyentes en el periodo posrevolucionario y uno de los grandes promotores del indigenismo y de la ideología del mestizaje. Realizó sus estudios en Columbia University bajo la supervisión de Franz Boas y a su regreso a México publicó su gran obra La población del Valle de Teotihuacán en 1922. Ocupó varios cargos públicos importantes como Inspector General de la Inspección Nacional de Monumentos Arqueológicos, Subsecretario de Educación Pública, Director de la oficina de Población Rural y Colonización de la Secretaría de la Gobernación y Director del Instituto Indigenista Interamericano (1942) hasta su muerte en 1960 (León-Portilla, 2009, pp.1-11).

7 Cabe aclarar que el Encuentro de Pueblos Negros del 2017 por primera vez fue realizado fuera de Guerrero y Oaxaca. Éste se llevó a cabo en Mata Clara, Veracruz, con la participación activa de algunas organizaciones de la Costa Chica.

8 Ver entre otros: Davidson (1966), Boyd (1969) y Love (1967).

9 Investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). En la Universidad Autónoma de México (UNAM) es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, el Colegio de Historia, el Centro de Estudios Latinoamericanos y el Posgrado de Historia. Desde el 2004 colabora en el Programa Universitario, México: Nación Multicultural. Desde su creación y hasta 1998 coordinó el programa Nuestra Tercera Raíz. Ha realizado diversos estudios sobre comunidades afrodescendientes en Nueva York, Chicago y en el Caribe, realizó trabajos de campo en la Costa Chica de Guerrero y realizó la tesis titulada «Artes y máscaras yoruba» a partir de sus viajes realizados a África occidental y central.

10 Ver estudios sobre Tabasco (Juan Andrade), Michoacán (Moisés Guzmán), la Huasteca (Luisa Herrera), Puebla (Carlos Paredes y Blanca Lara), Guanajuato (María Guevara) y Ciudad de México (María Elisa Velázquez), entre otros, en Martínez, 1994. Así mismo, consultar textos sobre Jalisco Celina Becerra), Yucatán (Genny Negroe) y Colima (Juan Carlos Reyes), entre otros, en Martínez & Reyes, 1993, y Martínez, 1995.

11 Cabe resaltar que el Libro de Porter (2013), es una edición y compilación de artículos y textos que él venía trabajando y publicando desde los años 70.

Recibido: 22 de Agosto de 2017; Aprobado: 10 de Octubre de 2017

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