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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.29 Bogotá July/Dec. 2018

https://doi.org/10.25058/20112742.n29.13 

Claroscuros

De los yerbateros con sus hierbas: creaciones no hegemónicas en la plaza Samper Mendoza1

Of herbalists and their herbs: non-hegemonic creations in Samper Mendoza market

Dos ervateiros com suas ervas: criações não hegemónicas na feira Samper Medoza

Gloria Stella Barrera Jurado2 

Jorge Enrique Kuklinski Sicard3 

2 Doctora en Estudios Ambientales y Rurales, magistra en Estudios Políticos y especialista en Política Social de la Pontificia Universidad Javeriana. Diseñadora Industrial egresada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y profesora asociada del Departamento de Diseño de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana. ORCID ID: orcid.org/https://orcid.org/0000-0002-9787-7401. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia. gbarrera@javeriana.edu.co

3 Arquitecto de la Universidad Javeriana, con Maestría en Escenografía. Hace parte del Departamento de Estética de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Javeriana. ORCID ID: orcid.org/ https://orcid.org/0000-0002-2433-7623. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia. jkuklinski@javeriana.edu.co


Resumen:

Las formas clásicas de hacer creaciones se caracterizan por ser normativas, eurocéntricas, patriarcales y lineales. De esa manera el diseño académico1 se encuentra anclado, mientras las sociedades se transforman en la vida cotidiana. Este estudio se centra en el campo de los estudios críticos del diseño para encontrar salidas esperanzadoras a partir de las lecciones de los yerbateros, actores sociales invisibilizados, negados y hasta perseguidos, quienes son creadores por naturaleza y con la naturaleza. Este texto es el resultado de una investigación hermenéutica con los yerbateros de la Plaza Samper Mendoza de Bogotá, Colombia, a partir de la cual se plantea una propuesta hacia un diseño no hegemónico, autónomo y emancipatorio.

Palabras clave: creaciones; yerbateros; no hegemónico; autonomía; diseño Industrial

Abstract:

The classical ways to make creations characterized by being normative, Euro-centric, patriarchal, and linear. Thus, the scholarly design is anchored, which societies transform in daily life. This study focuses in the field of critical studies on design in order to find hopeful ways from the lessons of herbalists, social actors who have been made invisible, denied, and even hunted down, even though they are creators by and with nature. This paper reports the results of a hermeneutic research with herbalists from the Samper Mendoza market in Bogotá, Colombia, based on which we will put forward a proposal oriented towards a non-hegemonic, autonomous, and emancipating.

Keywords: creations; herbalists; non-hegemonic; autonomy; industrial design

Resumo:

As formas clássicas de criar caracterizam-se por serem normativas, eurocêntricas, patriarcais e lineares. Também desse modo, o desenho industrial acadêmico encontra-se ancorado, enquanto as sociedades se transformam no cotidiano. O presente estudo centra-se no campo dos estudos críticos do desenho industrial para encontrar resultados esperançosos a partir das lições dos ervateiros, atores sociais invisibilizados, negados e até perseguidos, e que são criadores por natureza e com a natureza. Este texto é o resultado de uma pesquisa hermenêutica com os ervateiros da feira Samper Mendoza de Bogotá, Colômbia, a partir da qual se faz uma proposta para um desenho industrial não hegemônico, autônomo e emancipatório.

Palavras-chave: criações; ervateiros; não hegemônico; autonomia; desenho industrial

De las creaciones normativas, eurocéntricas, patriarcales y lineales

El diseño se enfrenta a retos novedosos a partir de teorías y métodos no lineales y otras formas de pensar que pueden emerger de las creaciones no hegemónicas, como son las plazas de mercado. Existen experiencias críticas, populares, conceptuales, artísticas y «otras creaciones, muy otras» que han resuelto los procesos de creación de la vida cotidiana de manera acertada. Estas experiencias generalmente han sido invisibilizadas, negadas, tachadas y hasta irrespetadas porque no siguen los patrones formales y legitimados por las instituciones. En estas otras creaciones, podemos reconocer diversos saberes, prácticas, concepciones espacio - temporales, formas de organización y producción, mientras la industria, la empresa y la academia son los responsables de haber implementado formas de pensar y hacer que tiene como fin último el mercado, el éxito y el reconocimiento por encima de la vida.

Las instituciones han contribuido en la exclusión de otras creaciones, otras posibilidades para pensar y hacer el diseño no orientado a las dinámicas de la sociedad de consumo para servir a la globalización neoliberal. En el aula y en la experiencia profesional el diseño hegemónico señala de manera peyorativa a estas creaciones. Así, gana casi siempre aquello que es medible, comprobable y proyectable, por encima de aquellas que tienen otras preocupaciones, intereses, formas de imaginar y de expresar. Por lo anterior, surge la siguiente pregunta ¿Cómo emergen los saberes y prácticas no hegemónicas en la vida cotidiana de las plazas de mercado y cómo desde estas se pueden plantear propuestas emancipadoras al diseño?

En la vida cotidiana de las plazas de mercado podemos encontrar múltiples expresiones de creaciones no hegemónicas como posibilidades de emancipación. La hegemonía cuenta con diversas concepciones, para Gramsci, la construcción del sujeto revolucionario como estrategia de emancipación, requiere una nueva visión de mundo capaz de explicar la universalización de la dominación de la vida cotidiana, así se entiende la hegemonía como la capacidad de generalizar una única visión de mundo «la dominación se reproduce en lo cotidiano y en la creación de sentidos comunes que perciben y reproducen las relaciones sociales como relaciones de poder» (Ceceña, 2004, p. 21).

Los mecanismos de poder o el hegemón, quieren apropiarse y controlar los recursos y procesos de todo tipo de reproducción de la vida, anulando al que va por otras vías o a su adversario al naturalizar su hegemonía. Entendemos por hegemonía «la capacidad de un grupo o sector social para lograr la aceptación de su dominación y dirección por parte de otros grupos o sectores» (Balsa, 2006, p.147). Esta aceptación de la dominación puede ser entendida por su extensión o profundidad en que los dominados no manifiestan su desacuerdo, porque consideran que no hay otra opción y la aceptan, ya sea de manera voluntaria, por coacción o represión. Así, se ponen al servicio de los intereses del grupo dominador y se someten a una única visión de mundo la cual se considera incuestionable.

Algunos grupos humanos son completamente hegemonizados, integrados al sistema y despolitizados para su dominación, mientras otros pueden impugnar el sistema y propiciar estados paralelos a las hegemonías existentes (Balsa, 2006). Es importante considerar que ni los dominados ni los dominadores son grupos homogéneos, sin embargo, la hegemonía tiene la potencia de articular sujetos diferentes, sobre sus aspectos culturales, sociales y económicos, esa es su victoria, al lograr instalarse en contextos de democracias representativas.

Las hegemonías se construyen a partir de aparatos ideológicos que son implantados en luchas de ideas que se presentan como verdades que son actualizadas y llevadas a la práctica, de eso se encargan los aparatos difusores de ideología (Balsa, 2006a). Los mecanismos de difusión son las instituciones (Giacaglia, 2002) como las escuelas, universidades, empresas, industrias a partir de las ideas trasmitidas por intelectuales y maestros. La hegemonía es flexible, dinámica, se adapta, articula y establece relaciones según los intereses de algunos comprometiendo las voluntades dispersas hacia una única concepción de mundo, así, todo aquello que se considera universal realmente da cuenta de unos intereses particulares. Entonces será necesario desde el diseño explorar al servicio de qué pensamientos hegemónicos está y por qué no es cuestionada su finalidad comprometida casi exclusivamente con las grandes empresas y el mercado.

Boaventura de Souza Santos propone que estamos en la época de las incertidumbres. De la incertidumbre del conocimiento, de la democracia, de la naturaleza y de la dignidad. Con relación a la injusticia cognitiva, llama la atención acerca de la invisibilización de lo local «la incertidumbre sobre la validez de los conocimientos propios, a veces ancestrales, a través de los cuales se ha pautado la vida» (Santos, 2017, p. 27) y de la importancia de su reconocimiento por encima de los conocimientos científicos y globales.

Con relación a la incertidumbre de la democracia, evidencia que los grupos dominantes y de poder la ponen hacia su servicio e intereses, destruyendo la posibilidad de procesos participativos o representativos. También la dignidad tiene incertidumbres, la mayoría de humanos y no humanos, no son sujetos de derechos, mientras los derechos humanos han servido para «invadir países, saquear riquezas, extender la muerte entre víctimas inocentes» (Santos, 2017, p. 32).

La incertidumbre de la naturaleza surge cuando a partir del pensamiento eurocéntrico se la considera únicamente como un recurso a ser explotado por parte de los humanos en nombre del progreso, propiciando con violencia su degradación, mientras los pueblos originarios han vivido en armonía con la Madre Tierra o Pachamama en una concepción de pertenencia y defensa a la naturaleza, hoy la incertidumbre está en la permanencia de la vida «por la codicia, la voracidad, la irresponsabilidad, por la ingratitud sin límites» (Santos, 2017, p. 31).

En la aproximación a las creaciones no hegemónicas nos hemos acercado al universo de los yerbateros con sus hierbas de la plaza Samper Mendoza, con el fin de visibilizarlos, respetarlos y realizarles un homenaje y así «proceder a una ampliación simbólica de los saberes, prácticas y agentes de modo que se identifiquen en ellos las tendencias del futuro sobre las cuales es posible actuar para maximizar la posibilidad de la esperanza» (Santos, 2009, p.129).

Yerbas y hierbateros

Los yerbateros en las plazas de mercado son personas que representan las relaciones entre los seres humanos y el universo vegetal los cuales integran los conocimientos y prácticas para el cuidado, protección y recuperación de las personas y de la naturaleza misma. «Se estima que 80% de la población mundial depende de remedios herbolarios tradicionales y que al menos 35.000 especies vegetales presentan potencial para uso medicinal» (Ramírez et al., 2012, p. 3), esta gran diversidad ha permitido que muchos conocimientos perduren en las áreas rurales y urbanas en América Latina.

Los yerbateros son personas «que se dedican a la colecta y producción de plantas medicinales y que comercializan con ellas con un fin terapéutico y que tienen una mayor competencia y dominio cultural sobre la utilidad y aplicación de las plantas medicinales» (Ramírez et al., 2012, p. 5). El yerbatero muchas veces cultiva y cuida las plantas, luego las distribuye y con ellas participa en la curación de las personas; los conocimientos son anónimos, se transmiten de generación en generación a través de la oralidad por lo cual su uso continúa vigente. En la etnobotánica es importante el conocimiento del yerbatero, el curandero o herbolario, quienes conocen en profundidad los secretos de los ecosistemas para sanar a la humanidad. Este tipo de curación resulta más económico que la de tipo farmacéutico, aunque hoy se consideran complementarias en un sincretismo que toma cada día más vigencia ante las tendencias actuales de las medicinas naturales.

Para la curación son importantes las relaciones simbólicas, culturales, biológicas, ambientales y económicas en un complejo entretejido de significación entre las plantas y las personas, en las cuales son relevantes las formas de aprendizaje del uso de las plantas, las concepciones de enfermedad y curación, las formas de preparación de las plantas, los tipos de conocimientos, prácticas y preparaciones a partir de un legado indígena, eurocéntrico y afrodescendiente.

Animales y personas requieren alimentos, energía y compuestos químicos para que funcionen sus órganos, durante miles de años aprendió empíricamente a curar enfermedades de diversos tipos, así las personas como chamanes, curanderos y brujos aprendieron acerca de la importancia del estado emocional del paciente, para la realización de rituales muy complejos y sofisticados, por eso para una misma enfermedad se pueden utilizar diversas plantas medicinales. (Wedler, 2013, p. 12)

Múltiples son las investigaciones en torno al tema de cómo curan las plantas, cada grupo humano, sea este popular, negro, campesino o indígena tiene una representación de cómo está estructurado, cómo funciona y con cuáles fuerzas del cosmos y de la naturaleza se relaciona el cuerpo constituyendo un complejo código que se ha denominado el cuerpo cultural (Pinzón, 1988). Las enfermedades entonces son el desequilibrio o una transgresión a este cuerpo cultural que afecta la salud individual y el devenir de la cultura.

El sincretismo de la magia en América es una compleja amalgama de conocimientos y prácticas de las espiritualidades propias y de las imposiciones del cristianismo las cuales se asumen generalmente de manera clandestina. Desde los conocimientos de los pueblos originarios y afrodescendientes hay enfermedades como el mal de ojo «si una persona guarda hacia nosotros buenos sentimientos, deseándonos salud y felicidad, su emanación fluídica nos favorecerá, si por el contrario, tiene malas intenciones y sentimientos, es decir odio, rencor y envidia, deseándonos mal, sus fluidos nos perjudicarán» (Zotti, 1974, p. 255), según cada pueblo se pueden prevenir las enfermedades con protecciones o curar con preparados provenientes de la naturaleza.

Las plantas son sujetos muy importantes en la vida cotidiana de los diferentes pueblos del mundo. Una forma de aproximación a ellas es a través de la biofilia, «el amor del ser humano por la naturaleza, por lo viviente. Este concepto significa literalmente amor a la vida» (Arvay, 2016, p. 23), hace referencia a los efectos benéficos que los bosques y plantas ejercen a nivel físico, sicológico y espiritual en las personas y también en la vinculación con otras plantas y animales. Esta relación se da porque la vida viene de la naturaleza y todos los seres tienen la necesidad de unirse a ella, «el efecto biofilia alude a la experiencia con la naturaleza y el medio salvaje, significa belleza natural y estética, desapego y curación» (Arvay, 2016, p. 24).

Algunas plantas contienen compuestos químicos capaces de alterar las percepciones visuales, auditivas, táctiles, olfativas y gustativas, o de causar psicosis artificiales que, sin duda, han sido conocidas y empleadas por el ser humano desde sus primeras experiencias con la vegetación ambiente. (Schultes et al., 2015, p. 9)

Estas plantas han sido de gran importancia en los ritos religiosos de antiguos pueblos, siempre veneradas o temidas como seres sagrados, son mediadoras para la comunicación con lo sobrenatural con gran importancia en la vida religiosa y social de muchos pueblos. Por otra parte, las plantas desprenden sustancias para comunicarse entre sí, con animales y personas «de este modo atraen a insectos u otros animales cuando necesitan sus servicios, o incluso advierten a otras plantas sobre la presencia de organismos nocivos para que movilicen sus fuerzas defensivas» (Arvay, 2016, p. 32).

«Algunas religiones han sacralizado los vegetales, otras han llegado al punto de odiarlos e incluso demonizarlos» (Mancuso, 2013, p. 12), así durante la inquisición las mujeres que dominaban el conocimiento fueron acusadas de brujería, mientras en América algunas plantas se han considerado sagradas. Las plantas han sido históricamente negadas como seres importantes para la vida siendo que en la tierra el 99,5% está representada por la vida vegetal, mientras los animales y humanos representan solamente un 0,3 % (Mancuso, 2013). Las plantas son maestras de supervivencia y de adaptabilidad ante las adversidades.

Estos seres vivos al estar anclados al suelo han evolucionado para defenderse de otras especies, nutrirse y reproducirse manejando estrategias de colaboración entre sí mismas o con otras especies, en su inmovilidad han creado mecanismos para su supervivencia y reproducción. Cuando las plantas aparecieron sobre la tierra, tuvieron que inventarse a sí mismas, ellas fueron su propia creación, luego aparecieron los insectos, otros animales y los humanos, entonces «tuvieron que adaptar a las costumbres de esos colaboradores imprevistos toda una maquinaria nueva» (Maeterlinck, 2014, p. 88). Toda nuestra idea de belleza «nuestros motivos arquitectónicos, y musicales, todas nuestras armonías de color, de luz, son directamente tomadas de la naturaleza» (Maeterlinck, 2014, p. 94), así cada creación nuestra es inspirada o soportada por la Madre Tierra, sin embargo, no somos capaces de crear un árbol, ni una planta, ni una hoja, ni una flor.

Por su parte, los yerbateros no han desaparecido, porque la gente tiene cada vez más conciencia de la necesidad de prevenir enfermedades y curarse, siendo así que las plantas han acompañado siempre a las personas, y más teniendo en cuenta que actualmente los estilos de vida en las ciudades desencadenan muchas enfermedades y el sistema de salud es muy limitado para estas, entonces se buscan alternativas naturales, que son efectivas y no tienen efectos secundarios. En palabras de Lorena Luque2 «el yerbatero cree plenamente en las facultades que da la naturaleza y los poderes que produce a través de todas las plantas y las cosas que salen de la tierra», eso es parte de su poder sanador.

Los yerbateros históricamente han sido señalados de charlatanes, por esta razón han sido acallados e invisibilizados, detrás de este señalamiento hay irrespeto e intereses económicos de empresas farmacéuticas que extraen los componentes más importantes de las plantas para su venta y privatización. Actualmente muchas plantas medicinales están desapareciendo con sus propiedades terapéuticas por la transformación de su hábitat, la continua pérdida de conocimientos de los pueblos originarios, el acaparamiento de la biodiversidad por entidades corporativas que invierten recursos en la investigación de los conocimientos herbolarios para desentrañar estos conocimientos sin favorecer de ningún modo a los dueños de estos saberes.

La plaza Samper Mendoza «es mundial»

La plaza de yerbateros Samper Mendoza se encuentra ubicada en el barrio Santa Fe en la localidad de Los Mártires en Bogotá, Colombia. Su nombre se debe a la familia que donó sus predios, cuenta con más de 500 personas que realizan transacciones en este espacio itinerante de intercambio de conocimientos, es mayorista y abastece mercados a nivel nacional. Los yerbateros provienen especialmente de los departamentos de Cundinamarca, Tolima, Valle del Cauca, Meta y Bolívar, entre otros.

El calendario de funcionamiento de la plaza es de dos noches a la semana, las de los lunes y las de los jueves, en que se amanece el martes y viernes en intensa actividad, mientras en el día este espacio funciona como parqueadero, por lo anterior se considera que es una plaza de mercado itinerante. Históricamente ha tenido procesos de reubicación al deambular por diferentes partes de Bogotá hasta el lugar de hoy, en un proceso largo en que se ha ido formalizando este lugar de trabajo.

Actualmente es un espacio cerrado con muros y techo que se organizó en zonas de restaurantes, locales, bodegas y puestos que posibilitan «la accesibilidad de alimentos a los sectores populares […] según oportunidades de los ciclos y temporadas de la producción campesina, al contrario de otros espacios de distribución como los supermercados y las grandes superficies» (Correa, 2014, p. 12). La plaza tiene un afuera comercial formal donde se distribuyen mariscos y pescados, plásticos, ropa, alimentos y licores. Mientras el adentro de la plaza está conformado por negocios de alimentos, cafeterías, bodegas, ventas de productos esotéricos y por supuesto por plantas medicinales con zonas especiales donde se venden las sábilas, la ruda, las yerbas aromáticas, las hojas de plátano para tamales, entre otras. También existe una gran área de plaza de comidas donde se venden alimentos tradicionales colombianos como sancochos, cuchucos, pescados del Pacífico y otras delicias. Igualmente, se pueden identificar las áreas de servicios, las oficinas administrativas del IPES, Instituto para la Economía Social de la Alcaldía Mayor de Bogotá, entidad que administra esta plaza.

Las plazas de mercado son espacios de diálogo intercultural, de articulación entre los universos campesinos y urbanos posibilitadores de autonomía alimentaria, y distribuidores de insumos para rituales espirituales. Según María Rosa Albina Garzón3, en las plazas de mercado las personas representan las relaciones entre los seres humanos y las plantas las cuales se integran en conocimientos y prácticas para el cuidado, protección y recuperación de la vida, «la plaza Samper Mendoza es importante porque hay muchas curaciones de mucha gente, que vienen con muchos dolores, porque acá nuestra plaza es la única, la mundial, la única que conmueve el mundo entero».

Estas plazas de mercado se han desprestigiado al considerárseles lugares sucios, inseguros, absurdos y atrasados, mientras otros las conciben como espacios de comercio justo y muy amigables ambientalmente. La plaza Samper Mendoza entra en contraposición con el mercado moderno reconocido en las áreas urbanas como supermercados. Estos negocios de grandes superficies requieren de estrategias de mercado especializadas, centradas en la competencia, la competitividad, el éxito con metodologías corporativas que se caracterizan por ser seductoras, siguiendo las tendencias de hábitos de consumo.

En este escenario el comprador es considerado como un usuario o consumidor, mientras el pago de los productos es estandarizado. Los espacios de los supermercados se caracterizan porque son codificados, silenciosos, higiénicos y con olor a detergentes. Son organizados por corredores y estanterías llenos de mercancías generalmente industriales, artificiales y congeladas promovidas por vendedores o impulsadores uniformados con discursos predeterminados que propician una relación impersonal con los compradores. Espacios hegemónicos, pobres en incertidumbres y que se presentan como el deber ser de las plazas de mercado.

Creaciones no hegemónicas en la Samper Mendoza

La llegada nocturna a la plaza Samper Mendoza es muy emocionante, ya desde su proximidad se sienten deliciosos aromas de plantas medicinales, especialmente de la planta de ruda, que es una gran planta medicinal, decorativa y de protección. Este fantástico olor nos llevó directamente en su búsqueda, así, entramos por la puerta principal hacia un universo infinito lleno de diversos verdes y palabras sanadoras.

Desde afuera se siente vibrar la vida de la plaza, es como si comenzara a florecer, con los chiflidos de los coteros y el olor a café se va armando frente a nuestras miradas toda la plaza. Es un mercado itinerante, de suelo, cada espacio es una propia creación efímera del yerbatero, que se arma y se desarma, así en cada puesto de trabajo se expresan las diversas formas de disponer las plantas en las paredes, en el techo o guindadas en columnas.

Cada puesto de yerbatero es un universo donde desarrollan su vida social, cultural y económica. Con las mismas plantas conforman pequeños muros que dan cobijo, delimitan los espacios y brindan forma a cada local del yerbatero. Estos lugares son construcciones que protegen a los yerbateros del frío intenso de la noche y de la madrugada, quienes reconocen los linderos imaginarios que deben ser respetados por todos.

Es un espacio cosmovisional, diverso e intercultural. Todo lo que circula en la plaza tiene aspecto de fresco y saludable, pareciera que existe un discurso tácito de crítica a aquello que es artificial. En la plaza todo está disponible para los compradores, sin persuasiones, sin propaganda, las hierbas hablan por sí mismas y al estar dispuestas en el suelo se evoca la vida campesina en un fantástico encuentro entre humanos y no humanos, un lugar medicinal lleno de energía sanadora.

En la plaza Samper Mendoza existen plantas aromáticas, medicinales, culinarias, esotéricas, cosméticas y de control biológico (Medina et al., 2014). Es notable el valor histórico y cultural de las plantas, allí se encuentran hierbas de diferentes orígenes, funciones y significaciones, algunas se consideran importantes para los embrujos, envenenamientos y hechizos, mientras otras para la salud física. Los yerbateros tienen conocimientos que se mantienen vivos y se recrean oralmente desde la cultura popular combinando diferentes saberes que se transmiten en los diálogos entre aquellos que las ofrecen y los que las demandan. Los conocimientos que se comparten son de gran riqueza biológica, cultural, espiritual, curativa y aportan en la seguridad alimentaria.

Los conocimientos son el resultado histórico de memorias, transacciones y apropiaciones de saberes en un sincretismo entre la permanencia, la recuperación y los nuevos conocimientos. Los saberes de las hierbas giran alrededor de los discursos, prácticas, rituales, sentires, oficios y las ideologías en diversos sistemas de creencias, «es una manifestación viva que se recrea constantemente con la experiencia y en especial por la comunicación oral. Es una realidad social dinámica, que se adapta y reinterpreta elementos propios y de otras culturas, cambia en el tiempo y adquiere nuevas características con la realidad social e histórica» (Medina et al., 2014, p. 28).

Así aprenden cómo conseguirlas y escogerlas, para qué sirven, qué poderes tienen y las diferentes propiedades de plantas colombianas y de diferentes partes del mundo. Estos intercambios se dan con los familiares y compañeros en los mismos mercados, casi siempre desde niños o de jóvenes, según Ángel María Martínez Caro4, se aprende de «la gente antigua, gente ancestral, los que más saben son los indígenas del Perú, del Ecuador, quienes no utilizan medicinas sino hierbas, enseñan para qué sirven, para interior, exterior, sanamientos». Algunos yerbateros pertenecen a familias que cultivan las plantas, quienes aprenden acerca de los nombres, sus propiedades curativas, cómo formularlas y las formas de preparación.

Según Nohora Castañeda Acero5 ser yerbatero «es dar vida a las demás personas, porque con las plantas podemos curar, ayudar a mucha gente. Eso es ser yerbatero, ayudar con las plantas a las personas en todas las ramas, tanto para el alma, para el cuerpo, para todo». A las personas interesadas se les dan instrucciones con explicación oral o a veces escrita a manera de fórmula, así la gente prepara sus remedios.

Los yerbateros con las plantas y los enfermos hacen parte de una potente triada sanadora. Para los yerbateros es muy motivante cuando a alguien le resultan sus recomendaciones, se curan o les sirve la limpieza o protección, y luego les agradecen o preguntan más acerca de las plantas. Para Lorena Luque:

Lo más gratificante de este trabajo es la sinceridad, la honestidad de nosotros cuando le damos a la persona una planta. Entonces uno lo hace con toda la intención, con todo el amor, y uno le dice específicamente qué debe hacer, entonces no hay nada más emocionante que vuelva y te diga, si me funcionó, las cosas están bien, he mejorado, y digamos eso hace que uno tenga muchísima más motivación para seguir transmitiendo a las personas para que ellas utilicen la medicina natural como una alternativa.

También es importante identificar la tradición oral y ritual con las plantas, por ejemplo, para Doña Nohora «las plantas tienen elemental y hay que sellarlas con una cruz para que curen», mientras que para Doña Rosita «Dios es el único que nos ha creado, ha dado la naturaleza para que la trabajemos y nos curemos». Las plantas se reconocen como sanadoras con ritualidades particulares para cada situación de desajuste o enfermedad, especialmente en las del amor. También son importantes los contras para la protección con plantas amargas y dulces según el poder producido por la tierra y el sentido social que se les asigna. Por lo anterior, podremos reconocer que cada planta es un universo y tiene su potencia y contraindicación a partir de su comprobación milenaria.

Para Lorena Luque, las plantas amargas son para alejar las malas energías y todo aquello que no está bien «entonces hay personas que recurren a nosotros para alejar las malas energías, o la gente siente que algo no está fluyendo, entonces quieren salir de esas cosas negativas y utilizan esas plantas a su favor, entonces realizan todo un ritual», este baño de limpieza se realiza con siete plantas: ruda, altamisa, manzanilla amarga, rompe saragüey, verbena, cicuta y ajenjo.

Luego de realizar el ritual con las plantas amargas para limpiar, se realiza el de plantas dulces para armonizar. Es un ritual para sentirse más tranquilo «lo hacen con unas intenciones claras para que todo fluya. Digamos que eso es más algo espiritual que da confianza en la planta» como sigue explicando Lorena Luque. Este baño se realiza con yerbas como abrecaminos, citronela, yerbabuena, limonaria, manzanilla, sígueme y albahaca morada.

Algunas plantas son cultivadas, otras son silvestres y tienen mayor demanda en los calendarios de Semana Santa o fin de año que son los períodos en que se realizan mayor cantidad de rituales de sanación, curación y limpieza de las personas y los espacios que habitan, siendo importante el baño o riego de siete plantas amargas y dulces, ya descrito, que tiene una duración de 14 días. Al estar abierta al público en las noches de los lunes y jueves, este calendario le da una atmósfera especial a la plaza, allí se amanece y se espera el despertar de un nuevo día de manera colectiva, así, se puede observar cuando la plaza está llena y cuando se va desocupando hasta que quedan solamente los rezagos de aquello que fue grandioso y lleno de vida. Es como ver nacer y morir al mercado de un día para otro.

La plaza por fuera se siente insegura, pero adentro la percepción es de una gran calidez. De noche hace frío, pero la energía vital de este espacio hace olvidar el cansancio del día laboral e invita a zambullirse en este océano infinito de las plantas. Al principio se puede uno perder, pero luego se va reconociendo a las diferentes personas y espacios de las plantas, casi se puede comenzar a elaborar un mapa de ubicación a partir de la oralidad, pues no se encuentra información escrita, todo se ubica por señas o recomendaciones. Unos personajes tan importantes como los yerbateros son los coteros, quienes realizan la distribución de las yerbas en carretillas, ellos con chiflidos y silbidos van abriendo espacio desde los camiones hacia los puestos de trabajo de cada yerbatero para transportar y distribuir las hierbas.

En las transacciones comerciales se observan diversas acciones en torno a trueques, préstamos, intercambios de plantas, regateos, obsequios y «ñapas»6 las cuales reconocemos como acciones que propician gratitudes, vínculos afectivos, fidelidades y hasta amistades. Los precios de las plantas oscilan según aspectos como la cosecha de cada planta, las estaciones o los períodos de lluvia o sequía porque cada planta requiere un conocimiento específico de cultivo, cuidado, cosecha y recolección.

Los sistemas de medidas de peso y empaque se organizan en torno los atados, puchos y bultos, es interesante también el acto de entregar las yerbas, en que las plantas se pueden tocar y probar. En la plaza hay diversos tipos de compradores, los ancianos o los abuelitos adquieren las plantas más tradicionales, mientras los jóvenes compran semillas y alimentos que se consideren dietéticos y saludables.

Actualmente las plazas de mercado están en riesgo de irse convirtiendo poco a poco en supermercados hegemónicos, lo cual pone en riesgo la permanencia de los intercambios culturales de conocimientos y prácticas que curan de manera natural a todos los seres vivos. De otra parte, como expresa don Ángel María Martínez Caro, los conocimientos de la plaza han transitado a las corporaciones multinacionales farmacéuticas «porque el negocio de ellos es el extracto de las plantas, es el poder curativo, entonces ellos sacan el extracto, le recetan esa droga y usted se sana con eso, pero ¿qué lleva? lleva pues el poder de la planta».

Hacia un diseño autónomo, no hegemónico y emancipado

Como se analizó en el aparte anterior, en los ámbitos de la vida cotidiana de la plaza de yerbateros Samper Mendoza, se pueden identificar la riqueza y las diversas formas de creaciones no hegemónicas en aspectos como la construcción de conocimientos, la concepción de espacio, la relación con las plantas, los discursos sanadores, los usos temporales del lugar y de las hierbas, las formas de intercambio solidario, los sistemas de pesas y medidas, entre otros.

En contraposición a las creaciones no hegemónicas yerbateras, el diseño académico y formal, en general ha tenido como finalidad el diseño de productos de consumo innovadores que pretenden su posicionamiento en el mercado, el ego de su autor, así como obtener ganancias para los empresarios y la acumulación de capital. La definición oficial del International Council of Societies of Industrial Design (ICSID), propone que «el diseño industrial es un proceso estratégico destinado al éxito empresarial mediante la resolución de problemas que permiten lograr una mejor calidad de vida a través del planteamiento de productos innovadores, sistemas, servicios o experiencias. El diseño industrial es siempre una realidad posible en la que no tiene cabida la especulación» (ICSID, 2015). Esta es una definición que se puede problematizar en términos de creaciones no hegemónicas.

El diseño hegemónico es más de lo mismo, mientras las sociedades reclaman respuestas diferentes en que el papel del diseñador podría cambiar. La arrogancia académica tiene la posibilidad de aprender de los conocimientos y formas de resolver la vida de diferentes actores sociales hacia un diseño más respetuoso que valide, valore y reconozca a los reales creadores de la vida cotidiana, para ello podemos contrastar algunos principios del diseño hegemónico y de las creaciones no hegemónicas de la plaza Samper Mendoza. El diseño hegemónico se puede considerar eurocéntrico, universal, patriarcal, científico, egocéntrico centrado en el mercado, innovador, diacrónico, académico, artificial, antropocéntrico siendo validado por la sociedad. Mientras la creación no hegemónica la podemos comprender pluriversal, autónoma, matriarcal, comunal, centrada en la vida, sincrónica, familiar, natural y casi siempre estigmatizada por diferentes grupos humanos.

Por lo anterior, para la emancipación del diseño es importante subvertir los mecanismos y espacios de dominación, para ello es necesaria la deconstrucción simbólica del poder, la desmitificación de la tecnología y el trabajo los cuales actualmente ordenan el mundo. Para lograr proyectos de autonomía es necesario articular los proyectos de vida de las comunidades centrados en la relación de todos los seres humanos y no humanos, «hablar de autonomía es algo muy sencillo: es vivir como nos gusta y no como nos imponen. Llevar la vida por donde queremos y no por donde diga un patrón, cualquiera que sea» (Escobar, 2016, p. 225).

En este texto entendemos las creaciones no hegemónicas como aquellas que no imponen una única visión de mundo, sino que procuran «un mundo donde quepan todos los mundos» en un proyecto emancipador de rechazo a todas las formas de hegemonía. Así, podemos identificar las creaciones no hegemónicas como aquellas que de manera silenciosa están y actúan haciendo resistencias activas y pasivas, las resistencias pasivas se manifiestan en las formas de crear desobedientes y se caracterizan por ser ocultas (Scott, 2004). Las creaciones no hegemónicas se apartan de aquellas que se pueden consideran contrahegemónicas o antihegemónicas que estarían en la misma lógica de la hegemonía que finalmente quieren alcanzar el poder.

Creaciones no hegemónicas son una exploración rizomática donde se pueden observar elementos de un universo diverso que muestra numerosas posibilidades para realizar un viaje sin rumbos establecidos, en la cual nos orienta más la intuición y no la lógica de la razón. Este trayecto puede encontrar cruces con diversos conocimientos, en el cual no se instituyen jerarquías, ni caminos obvios, como es el caso de las creaciones de los yerbateros en que «los elementos cruciales para mantener un modo relacional de existencia incluyen tipos de relaciones entre las personas, relaciones con la tierra y con el mundo sobrenatural, formas de producción, conocimientos y prácticas de crianza de plantas y animales, prácticas curativas, que no asumen la preexistencia de entidades separadas y distintas» (Escobar, 2016, p.198).

Las creaciones no hegemónicas se nutren de un pensamiento que se caracteriza por la relación sincrónica, dejando atrás lo diacrónico, lineal y piramidal. La descolonización del diseño está ligada «con la desaparición del Hombre como centro de todo conocimiento y como medida de la vida. Para ello se requiere una nueva noción de lo humano» (Escobar, 2016, p. 70), una en que todos los seres humanos y no humanos, visible y no visibles tengan la misma importancia ante la vida.

Para Arturo Escobar, el diseño autónomo es un ejercicio de imaginación (2016) que tiene en cuenta los siguientes principios éticos y políticos: toda comunidad practica el diseño de sí misma de manera independiente, toda persona o colectivo es practicante de su propio saber y tiene un sistema de investigación o aprendizaje sobre sí misma a partir de problemáticas de preocupación comunal. Este autor también presenta algunas características del diseño autónomo como son: la realización de lo comunal, el acogimiento de la ancestralidad, el fomento de prácticas no patriarcales, no liberales, no centradas en el Estado y no capitalistas (Escobar, 2016).

La propuesta anterior, se articula con las experiencias de la plaza de mercado Samper Mendoza acerca de la cual aprendimos en términos de Boaventura De Souza Santos de su riqueza en la incertidumbre del conocimiento, de la democracia, la naturaleza y la dignidad, como se escribió en un aparte anterior. El conocimiento se centra en una ecología profunda que reverencia la vida en cada momento, en una relación con la naturaleza que se aleja de la idea humana que ha invertido sus energías en «imponer su hegemonía explotativa sobre las demás especies animales y una conducta predatoria sobre los demás elementos existentes del planeta» (Quijano, 2014, p. 27) y se acerca a una concepción que se integra a la vida de las plantas. La Samper Mendoza es un universo democrático en el cual los conocimientos herbolarios están al servicio de todos aquellos que buscan una vida más saludable con relaciones amables, agradecidas y dignas.

Para Gustavo Esteva hay dos formas de lucha por las autonomías, una quiere conquistar el Estado con una transformación de arriba hasta abajo para conseguir su propósito, mientras otras «intentan reorganizar la sociedad desde abajo y empiezan a crear un nuevo mundo, redefiniendo con su acción, en la práctica, el sentido y contenido del cambio social radical» (2016, p. 30). En esta propuesta emancipatoria la apuesta es por la segunda, para que el diseño tenga iniciativas desde abajo repensando sus discursos y prácticas hacia un diseño que subvierta los órdenes establecidos, que se pregunte por el tipo de sociedades a las que quiere apostar, por el tipo de utopía como fuerza movilizadora de creación. Un diseño cosmovisional e intercultural que valore y valide todas aquellas formas de vida diversas a partir de múltiples espiritualidades.

Un diseñador que cuestione las prácticas consumistas y de la cultura del descarte, que cuide la casa común y contribuya en la reparación de los daños que le hemos causado a la naturaleza, que propicie el respeto, cuidado y solidaridad con la vida «sería equivocado pensar que los demás seres vivos deban ser considerados como meros objetos sometidos a la arbitraria dominación humana. Cuando se propone una visión de la naturaleza únicamente como objeto de provecho y de interés, esto tiene serias consecuencias con la sociedad» (Santo Padre Francisco, 2015, p. 36)

Una forma de diseñar adisciplinar, como proponen los hermanos zapatistas de México, en que las disciplinas sean impertinentes, porque estas han separado los conocimientos, entonces, es importante integrar los que están escindidos, «no son sólo los factores económicos y las condiciones ecológicas, sino también los sentidos culturales, los que definen las prácticas que determinan cómo la naturaleza es apropiada» (Escobar, 2010, p. 82). Un diseño indignado, autocrítico y decolonial que interprete los discursos, representaciones y prácticas de diversas poblaciones o comunidades a partir de las resistencias que subvierten los conocimientos establecidos para replantear nuestras formas de crear, «la indignación mundial requiere, para eso, caminar hacia la subversión organizada» (Quijano, 2014, p. 17) en la defensa de la vida en el planeta y del universo entero, como hacen cotidianamente los Yerbateros de la Plaza Samper Mendoza, creadores para y por naturaleza.

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1 Este artículo hace parte de los resultados de investigación «Creaciones no hegemónicas en la vida cotidiana como posibilidades emancipadoras al diseño industrial hegemónico» realizada entre profesores del Departamento de Diseño y el Departamento de Estética de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

2Lorena Luque es yerbatera de la Plaza Samper Mendoza, quien expresa que aprendió de su familia, «de mi mamá porque lleva muchos años, pero a mi mamá también le enseño su mamá, mi abuelita, entonces ha sido de generación en generación, se ha transmitido y se ha cultivado ese amor y ese agradecimiento hacia la naturaleza, hacia las plantas, porque hace parte también de los ingresos, de los beneficios. Entonces creemos plenamente en ellas, las respetamos y le agradecemos todo lo que hemos pedido, al aprender y conocer de ellas».

3Doña María Rosa Albina Garzón, yerbatera de la plaza Samper Mendoza, narra: «yo aprendí con mi suegro y mi cuñada, ellos llevaban de la casa, llevaban para abastos, y yo me fui detrás de ellos a acompañarlos y ahí fue donde yo aprendí, entonces yo iba y miraba como era que llevaban, yo andaba toda la plaza, porque ellos surtían en los puestos, entonces yo viajaba con ellos y yo me di cuenta como era. A mí me gusto ese trabajo, y yo seguí y yo aprendí».

4Ángel María Martínez Caro, yerbatera de la plaza Samper Mendoza, explica acerca de su vida con las plantas «eso yo lo aprendí, pues no tuve ninguna persona que me guiara, yo empecé con la propia idea y empecé a trabajarlas y a comercializarlas, entonces de ahí empezó todo, ya llevo 18 años trabajando con las yerbitas. Yo empecé en la plaza de Cali, allá las comercializaba y vendía a los almacenes de cadena, y ya tenía pues local en el barrio y bueno, entonces, se me presentó la oportunidad de venirme para Bogotá, y me vine».

5Doña Nohora Castañeda Sierra, yerbatera de la Plaza Samper Mendoza dice «yo llegue de un cultivo de Tabio de cidrón, por eso llegue a la Samper Mendoza, por un cultivo o sino no hubiera podido llegar. Eso se aprende, desde que me acuerdo, porque yo nací en una finca en Tabio y mi mamá decía, por ejemplo, ya cuando uno empezaba a caminar, traiga yerbabuena para el dolor de estómago, traiga manzanilla, porque uno tenía tos para hacer emplastos. Uno iba y cogía las hojitas y era verdad, traiga laurel y tomillo para condimentar las comidas, la carne y todo eso. Entonces uno aprende desde que es pequeño, le van diciendo vaya traiga porque es que es para tal cosa, la pimpinela para el corazón, el toronjil para el corazón, el cidrón para los nervios, así le van diciendo a uno, entonces uno va aprendiendo».

6Se refiere esta expresión a una cantidad extra de un producto que da el vendedor al comprador (nota del editor).

Cómo citar este artículo: Barrera Jurado, Gloria Stella & Kuklinski Sicard, Jorge Enrique. (2018). De los yerbateros con sus hierbas: creaciones no hegemónicas en la plaza Samper Mendoza. Tabula Rasa, (29), 277-294. Doi: https://dx.doi.org/10.25058/20112742.n29.13

1 Se entiende como diseño académico el que se imparte en las universidades, en este caso centraremos el estudio en el diseño industrial.

Recibido: 15 de Agosto de 2017; Aprobado: 01 de Febrero de 2018

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