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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.32 Bogotá Sep./Dec. 2019

https://doi.org/10.25058/20112742.n32.12 

Artículos

Identidad y construcción de comunidad en la población afrocolombiana de la localidad de suba, Bogotá1

Identity and community building among an Afro-Colombian population in Suba district, Bogotá

Identidade e construção de comunidade na população afro-colombiana de Suba, Bogotá

ALBA STELLA CAMELO MAYORGAa  2

MARTHA DEL SOCORRO POSADA TORRESb  3

ABELINO ANDRÉS ARRIETA SÁNCHEZc  4

a Orcid ID: orcid.org/0000-0003-3766-3054 Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia acamelo@unicolmayor.edu.co

b Orcid ID: orcid.org/0000-0001-9199-4335 Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia marthaposada18@hotmail.com

c Orcid ID: orcid.org/0000-0001-6354-7589 Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia abdier64@gmail.com


Resumen:

Este artículo presenta aquellas prácticas culturales que contribuyen a construir identidad y sentido de comunidad entre la población afrocolombiana residente en Suba (Bogotá-Colombia). La comunidad estudiada se caracteriza por estar integrada mayoritariamente por inmigrantes afrocolombianos procedentes de ambientes rurales, especialmente del departamento del Chocó, en proceso de adaptación e integración a la cultura urbana y conservan algunos rasgos identitarios sostenidos por prácticas religiosas, gastronómicas y musicales de sus lugares de origen. El contacto con poblaciones indígenas y mestizas en nuevos espacios geográficos permite las relaciones interculturales, la construcción de nuevos imaginarios y simbologías sobre los cimientos de sus diversas culturas ancestrales.

Palabras clave: prácticas culturales; identidad y comunidad

Abstract:

This paper presents some cultural practices that help build identity and a sense ofcommunity among Afro-Colombian people living in the area of Suba (Bogotá, Colombia). The community under study is made up for their most part by Afro-Colombian immigrants, coming from rural areas, mainly the department of Choco. These migrants are immersed in a process of adaptation and integration to urban culture. They keep some identity traits from their places of origin, which are sustained by religious, gastronomic, and musical practices. Contact with indigenous and mestizo populations in the new geographic settings allows for building new intercultural relations, imaginaries and symbols over the foundations of their various ancestral cultures.

Keywords: cultural practices; identity; community

Resumo:

Este artigo apresenta as práticas culturais que contribuem para a construção da identidade e senso de comunidade entre a população afro-colombiana residente em Suba (Bogotá-Colômbia). A comunidade estudada caracteriza-se por ser composta principalmente por imigrantes afro-colombianos procedentes de ambientes rurais, especialmente da região do Chocó, em processo de adaptação e integração à cultura urbana e que mantêm alguns traços de identidade sustentados pelas práticas religiosas, gastronômicas e musicais de seus lugares de origem. A dispersão da população afro-colombiana nas diferentes regiões do país é um fenômeno que persiste. O contato com populações indígenas e mestiças em novos espaços geográficos permite as relações interculturais, a construção de novos imaginários e simbologias sobre os fundamentos de suas diversas culturas ancestrais.

Palavras-chave: práticas culturais; identidade e comunidade

Introducción

El presente artículo es el resultado de investigaciones realizadas por el grupo «Educar para el desarrollo humano» de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, como contribución a la consolidación de la línea de estudios culturales referidos a la población afrocolombiana5.

Desde la Constitución Política de 1991, Colombia es considerada oficialmente, como una nación pluriétnica y multicultural (Art. 7) «que asigna al Estado y a las personas la obligación de proteger las riquezas culturales (Art. 8) y fomentar el acceso a la cultura de todos los colombianos y colombianas en igualdad de oportunidades» (Art. 70).

En los últimos años Bogotá es el mayor centro urbano que alberga población inmigrante, proveniente de distintas comunidades afrocolombianas. Las localidades con mayor presencia de dicha población son: Kennedy, Suba, Soacha y Bosa. Estas comunidades sufren frustraciones producto del desarraigo al enfrentar un mundo desconocido que les dificulta la consecución de trabajo digno y un lugar propio donde alojarse con los miembros de su familia.

La tensión entre fragmentación y cohesión social significa que en la medida en que se reconozcan o se rechacen las prácticas culturales, se obtendrán niveles de segmentación o de unión. (Plan Decenal de Cultura Bogotá, 2012-2021, pp. 2930). Una vez la población afrocolombiana inmigra a centros urbanos como Bogotá, «pierden su relación natural de la cultura con los territorios geográficos y sociales; al mismo tiempo, ciertas relocalizaciones territoriales relativas, parciales, de las viejas y nuevas producciones simbólicas» (García, 2005, p. 288). Estos fenómenos pueden conducir a la destrucción de su sentido identitario y comunitario.

Algunas políticas públicas de cultura del Distrito, no se basan en una adecuada caracterización cultural de la ciudad. Esta debilidad en la política pública de cultura del Distrito justificó la realización de este proyecto. Los estudios de prácticas culturales contribuyen al desarrollo de acciones en la política pública comprendidas en el subcampo de las prácticas culturales y sus demás componentes.

En estos estudios, los conceptos de sociedad y comunidad requieren una revisión dada la ambigüedad y confusión de su implementación en las investigaciones sociales, especialmente en los campos de la sociología, filosofía política y moral, historia e investigaciones y reflexiones de las problemáticas más relevantes de América Latina. (Torres Carrillo, 2013, p.7).

Josep Manuel Barbero y Ferrán Cortés dedican la primera parte de su obra al esclarecimiento del concepto de sociedad y de comunidad. Consideran que el concepto de sociedad es más generalizado para indicar la representación de la «totalidad de las relaciones sociales» (Barbero & Cortés, 2005, p.39) es decir, como un conglomerado. De esta manera, con el reconocimiento de la multiplicidad de relaciones que se dan en la sociedad, es posible encontrar problemáticas sociales excluyentes, inequitativas, marginadoras que agudizan la pobreza y la violencia que aquejan al país.

Otros autores relacionan comunidad con territorio. En primera instancia, los conflictos transforman las estructuras de poder, es decir, existe una «comunidad de intereses». Además, la movilidad social en contextos urbanos implica una «comunidad de intereses», más que una comunidad física, excepto cuando se forman guetos étnicos como efecto de la segregación para formar comunidades físicas que finalmente, concuerdan con las comunidades de interés. (Alinsky, 1976, en Barbero & Cortés, 2005, p.42). La diferenciación entre «comunidad geográfica» y «comunidad funcional» introducida por Ros descarta la existencia de intereses no comunes (Barbero & Cortés, 2005, p. 42).

En segundo lugar, la «Comunidad real es el ámbito subcultural dentro del cual es factible lograr una repercusión participativa si se aplica el procedimiento de organización y desarrollo de comunidad» (Porzcanski, 1983, citado por Barbero & Cortés, 2005, p. 43).

En tercer lugar, los elementos estructurales de una comunidad son «.. .el territorio, la población, las demandas y los recursos» (Marchioni, 1999, citado por Barbero & Cortés, 2005, p. 43) pero los autores previenen que el concepto de sociedad no puede ser suplantado por el de comunidad, porque este puede encubrir, homogeneizar, excluir y tergiversar la realidad social de nuestros días. Además, la falta de claridad del uso del concepto de comunidad puede causar equívocos.

En tiempos modernos, la comunidad tiene la connotación de propiedad por parte de los individuos que la conforman, en tanto pertenecen a la misma comunidad. De acuerdo con Weber «Es la común pertenencia subjetivamente sentida por los individuos que participan en ella, y esa posesión se refiere fundamentalmente al territorio» (Tonon, 2009, p.16).

Ferdinand Tönnies esclareció la diferencia entre comunidad y sociedad. La comunidad, es el modo de socialización de los sujetos caracterizados por pactos tácitos en razón a rasgos comunes como valores, origen y cercanía espacial. En la sociedad, la socialización es racional en cuanto los sujetos con fines comunes, buscan las mayores ventajas individuales (Tonon, 2009, p. 16).

El siglo XX continúa con el esclarecimiento de los dos conceptos. La comunidad da sentido a los sujetos que viven en un territorio y la sociedad está establecida por un orden político, donde el territorio es elemento generalizador (Tonon, 2009, pp. 16-17).

La antropología anglosajona, consideraba la comunidad como una «red social» (Tonon, 2009, p.17). Así mismo, la comunidad puede ser comprendida en dos direcciones: como localidad, refiriéndose al barrio, a una zona rural en concreto, o a la ciudad, y como grupo donde las relaciones interpersonales trascienden lo geográfico (Tonon, 2009, pp.17-18).

Con la implementación de nuevas tecnologías en el campo de las comunicaciones, surgen otras tendencias que sugieren la creación de comunidades en red, o multired (Tonon, 2009, p. 21) donde la relación de unas personas con otras resulta ser muy débil, por no sentirse parte del grupo y porque en cualquier momento pueden abandonarlo. Pero, contrario a este punto de vista, existe otra proyección que insinúa la no desaparición de la comunidad sino la mutación de las relaciones sociales como producto de la exaltación y valorización del individuo, además de la personalización de las prácticas sociales cada vez más influenciadas por la era digital. En estas circunstancias, ya no es preciso que los individuos estén frente uno del otro y que pertenezcan a un área geográfica concreta, para conformar «comunidades virtuales». De otra parte, se subraya «el individualismo en red» como el conjunto de relaciones interpersonales en búsqueda de apoyo, identidad social, información y sentido de pertenencia (Tonon, 2009, p. 23).

El concepto de comunidad como resistencia y utopía desarrollado por Torres, es el que más se ajusta a la presente investigación, por cuanto se refiere a que «Paradójicamente, diversos grupos poblacionales (territoriales o no) también se autorreconocen como "comunidades" (ancestrales o emergentes) y nombran a sus prácticas de afirmación y proyección de sus valores culturales, formas sociales e ideales políticos como "comunitarios", en la mayoría de los casos en resistencia, oposición o estrategia alternativa a las políticas y programas provenientes del "exterior" (estatales, no gubernamentales, de organizaciones políticas o religiosas). pero también es frecuente encontrar organizaciones y movimientos campesinos y urbanos que rescatan el sentido de lo comunitario de sus acciones colectivas, y desde el cual cuestionan las políticas y acciones estatales y de otros agentes externos como "anticomunitarias"» (Torres Carrillo, 2013, p.13).

Lo expuesto hasta aquí, sugiere que la creación y la organización de los seres humanos en lo que denominamos comunidad, es reflejo de la construcción social a través del tiempo, en las distintas etapas de la historia de la humanidad. Los rasgos tradicionales, que determinaron el sentido de pertenencia a una comunidad, fueron transformándose con el tiempo. Los principios de reciprocidad y unión fueron ganando connotación de unidad política; después fue el territorio lo que determinó el sentido de pertenencia a la comunidad y luego, se atribuye a la comunidad el sentido de propiedad de un territorio donde más tarde, el individuo busca satisfacer sus intereses individuales.

El concepto de identidad cultural es de reciente aplicación en las ciencias sociales e implica una serie de intencionalidades que oscilan entre su desaparición y la necesidad de su conservación en el tiempo. Es preciso señalar que la identidad cultural, posee carácter dinámico por la permanentemente búsqueda de una identificación y construcción social que implica un intercambio de uno con el otro y los otros. «Las identidades se construyen a través de diferencia, no al margen de ella. Esto implica la admisión radicalmente perturbadora de que el significado "positivo" de cualquier término -y con ello su "identidad"- solo puede construirse a través de la relación con el otro, la relación con lo que él no es, con lo que justamente le falta, con lo que se ha denominado su afuera constitutivo» (Hall &Du Gay, 2006, citados por Estupiñán & Agudelo 2008, p.30).

Así, la identidad cultural como la suma de relaciones sociales e históricas, ligadas al ejercicio y reconocimiento de la alteridad, fortalece los intercambios que dan sentido de colectividad al compartir valores, cosmovisiones, costumbres, modos de sentir y formas de actuar, etc., como común denominador sujeto a transformaciones y reconstrucciones sociales, con la preservación de la esencia y especificidades de cada cultura.

Kravzov (2003) siguiendo a Maalouf (1999) se refiere a que el uso del vocablo de identidad tiene equívocos y reduccionismos, por la carga ideológica que contiene, al partir de la idea de lo idéntico u homogéneo negando el carácter diverso de la cultura. Tener identidad significa que una persona es ella en sí misma, por tanto, no es idéntica a otra y menos aún, puede ser idéntica a los demás seres humanos.

Otros errores para arribar al concepto de identidad deben ser despojados de su irrelevancia y debilidad científicas. El lugar de origen, la religión y la nacionalidad, no indican que las personas puedan intercambiar y transformarse en el diario vivir. Tampoco resulta creíble la utilización de la genética, para señalar que los hombres y los primates tienen el mismo código genético, y caracterizar a los seres humanos, como iguales desde un único gen, porque contradice el principio de la diversidad.

Los elementos que forman parte de la identidad no ejercen la misma influencia en todos los seres humanos, porque cada uno de ellos posee un acervo cultural indivisible e irremplazable.

El proceso de globalización desdibuja fronteras, y pone en riesgo la identidad nacional y la permanencia de los mismos estados, dando lugar a una tensión entre integración y racismo. Al mismo tiempo que se ha intensificado la mezcla entre culturas, ha aumentado el racismo y se han propagado las luchas que conducen a la eliminación física del otro diferente. A mediados del siglo XX, la relación entre lo cultural y lo social desencadenó el racismo con la consecuente exclusión de los otros diferentes; pese a su adscripción cultural y política a un Estado-nación, los extranjeros son deportados.

De lo anterior podemos inferir que la identidad es un proceso dinámico y su formación comprende aquellos elementos propios a los seres humanos, que les permite identificarse y diferenciarse unos de otros. La identidad cultural se construye en el devenir histórico, se transforma y gracias a su potencial creador, reinventa fronteras enriquecidas por el intercambio del acervo cultural entre sociedades, pueblos y naciones. Ante los embates de la globalización, solo queda la alternativa de tomar conciencia, para comprender que la humanidad la conformamos todos, con nuestras cosmovisiones, costumbres, ideologías, religiones, organizaciones sociales, políticas, económicas y ambientales, entre otras, como rasgos que nos hacen ser nosotros mismos y diferentes de los demás.

Las políticas culturales del Distrito se apoyan en la Ley 397 de 1997 para orientar su propuesta en el campo cultural, y define a la cultura: como «el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y de las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias» (Plan Decenal de Cultura Bogotá, D. C. 2012-2021. (2011) Art. 1°., núm. 1, p. 26).

Considerando que Bogotá es un espacio multicultural, el plan sugiere tener especial cuidado en no perder de vista las particularidades de la cultura comprendida en los subcampos, por desarrollarse en los mismos escenarios de lo simbólico, lúdico, creativo y formativo en el marco de los derechos culturales, cultura y desarrollo humano y cultura y ciudadanía (Plan Decenal de Cultura Bogotá, D. C. 20122021. (2011) pp. 27-28).

El documento plantea la necesidad de construir ciudadanía; para ello, los puntos de apoyo son la identidad cultural, el reconocimiento y la propagación de las relaciones con los otros en el marco de la democracia, inclusión y equidad; en un ambiente urbano y en condiciones homogeneizadoras impulsadas por la globalización.

En Bogotá diversa, las prácticas culturales provistas de contenido y simbología dan sentido de identidad a las comunidades, y contribuyen a la construcción de vínculos de pertenencia, sentido solidario, convivencia y participación social; ejercicios que inciden en la apreciación y actuación en el espacio público, por parte del Estado y la sociedad en general. Por esto, es imprescindible entender que la ciudadanía y la colectividad son elementos dinámicos de este subcampo (Plan Decenal de Cultura Bogotá, D. C. 2012-2021. (2011) pp. 28-29).

Primeros africanos en llegar a la capital

La información acerca del flujo migratorio y de la expansión urbana ocasionada por los primeros pobladores de origen africano en la entonces Santa Fe, es casi inexistente. (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2006). Entre los estudios que aportan datos referentes a la presencia de descendientes africanos en la capital durante la primera mitad del siglo XX, figuran el de Ortega (2002)Negros, mulatos y zambos en Santa Fe y Bogotá: sucesos, personajes y anécdotas y el de Díaz (2001) titulado «Esclavitud, región y ciudad, el sistema esclavista urbano-regional en Santafé de Bogotá 1700-1750».

Los primeros datos históricos de la llegada de los africanos a Santa Fe, constatan que, en la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada en 1539, se transportó a un esclavo «negro» en calidad de servidor personal. Más tarde en 1543, Hernán Pérez trajo cerca de 20 más. Al comienzo, los africanos que llegaron en tiempos de la colonización de América se desempeñaron como «servidores y acompañantes personales de los conquistadores y de funcionarios civiles y religiosos» (Díaz, 2001).

La distribución de esclavos africanos obtenidos del comercio de la trata trasatlántica reemplazó la pérdida de mano de obra indígena, desaparecida en menos de dos décadas por las condiciones degradantes y exceso de trabajo esclavo a que fueron sometidos los nativos, provocando su muerte durante el periodo conocido como «la catástrofe demográfica del siglo XVI».

Una vez desembarcada la mercancía humana en Cartagena de Indias, aproximadamente 100 africanos fueron repartidos en territorios que demandaban fuerza de trabajo, o para prestar servicios como acompañantes de los expedicionarios, precisamente cuatro años antes de la fundación de Santa Fe de Bogotá (Díaz, 2001).

Entre 1564 y 1573 se incrementó la llegada de africanos en un número cercano a 350 esclavizados, tal como lo atestigua el presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, Andrés Díaz Venero de Leiva y que fueron comisionados para su propia defensa.

En el siglo XVI, Santa Fe de Bogotá fue transformándose en el centro urbano del Virreinato de la Nueva Granada que para su consolidación requería de mano de obra esclavizada cuya adquisición se hizo mediante «la incursión y utilización espacialmente diferenciada del esclavo... de origen africano, descendiente de africano y afromestizo» (Díaz, 2001).

Entre 1567 y 1620, la población «negra» ascendió a 650 aproximadamente, «ya fueran esclavizados o libertos. contratistas de servicios personales, propietarios de bienes» (Díaz, 2001), heredados de sus amos. Las principales actividades realizadas en la ciudad, especialmente por las mujeres, correspondían a los trabajos domésticos y artesanales, suscitando así una mayor presencia femenina en la urbe.

Además, Rafael Díaz señala que «por su parte en las áreas periféricas de la ciudad, se aglutinaron los negros y afromestizos, en concurrida convivencia con españoles pobres, mestizos e indígenas lo que demuestra que de una u otra forma la presencia temprana en el altiplano y más específicamente en la ciudad de Santafé, se evidenció una constante movilidad de los esclavos entre sus dueños, las parroquias y los barrios. Entre los años 1778 y 1789, se estima que la población negra en el Virreinato de la Nueva Granada correspondía a 52.000 personas, de las cuales se registraron 762 personas en Santa Fe» (Díaz, 2001).

Es necesario destacar el papel que los soldados negros ejercieron en la lucha contra la dominación colonial de España, al formar parte del batallón del Libertador Simón Bolívar en el año 1814 durante la toma de la capital, que fue exitosa. Fueron muchos los caídos en campo de batalla, pero, la guerra no fue obstáculo para que la población afro aumentara. «Entre los años 1858 y 1886 la población total de la ciudad se calculaba en 40.000 habitantes, distribuidos en los cuatro barrios existentes para la época: la Catedral con 18.455 habitantes, las Nieves con 9.333, Santa Bárbara con 6.502 y San Victorino con 5.710... De los cuales las dos terceras partes eran mestizos, mulatos, negros, zambos e indios» (Ortega, 2002).

Afrocolombianos en Bogotá a partir del siglo XX

En la segunda mitad del siglo XX, factores como la inserción de Colombia al mercado mundial, la migración del campo a la ciudad propiciada por la violencia política, el despojo de tierras, las transformaciones en la infraestructura, la acumulación de capital, convirtieron a Bogotá en el centro de recepción que incidió en el aumento poblacional que, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) de 700.000 habitantes en 1951, se incrementó a 2.700.000.

En la medida en que la ciudad se transformaba físicamente, el entorno social sufría las consecuencias de las migraciones propiciadas por las olas de violencia, que desplazaron gran cantidad de campesinos a la capital. En este nuevo espacio enfrentaron la segregación, dificultades económicas, falta de oportunidades de estudio, trabajo y vivienda. En estas circunstancias se conformaron en la capital, cinturones de miseria con habitantes provenientes de distintas regiones del país. Esto condujo a que variadas culturas contribuyeran a transformar a Bogotá, que históricamente conservaba los principios excluyentes y discriminatorios propios del pasado aristocrático colonial de las élites, que no aceptaban ni toleraban la presencia de población, social y culturalmente diferente. «Esto es, la segregación espacial en base a la raza y a la condición de migrantes» (Caicedo, 2006, p. 6 en Alcaldía Mayor de Bogotá, 2008, p.28).

Así, la ciudad se va constituyendo en territorios donde los inmigrantes desarrollan prácticas territoriales específicas con sentido de pertenencia y organización de dinámicas sociales, con costumbres afines que les permite encontrarse y reconstruir prácticas culturales de sus lugares de origen. Las culturas van imprimiendo un rasgo específico en los territorios urbanos y con ello, se hacen visibles quienes históricamente fueron marginados y silenciados en la ciudad (Silva, 2006, citado en Alcaldía Mayor de Bogotá, 2008, p.25).

La llegada de las comunidades afrocolombianas especialmente a las zonas de mayor concentración, permite una dinámica de reconocimiento y visibilización como sujetos históricos, que incentiva su capacidad de movilización alrededor de la construcción de identidad y conservación de sus prácticas culturales, para fortalecer los lazos comunitarios y procesos organizativos y reivindicativos de este sector poblacional, que conforme a la base de datos del DANE del año 2017, en esta ciudad habitan 8.080.734 personas de las cuales 97.885 son afros es decir el 1,5 % de la población bogotana (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2011) lo que evidencia que la diversidad y la diferencia cultural son rasgos de la vida cotidiana en la capital.

Afrocolombianos en la localidad de Suba

La localidad 11 de Suba es gran receptora de población afrocolombiana migrante en su mayor parte desplazada y asentada en sectores urbanos en expansión. Se encuentra ubicada en el extremo noroccidental de la ciudad y es la cuarta localidad más extensa de la capital, con 10.056 hectáreas; limita por el norte con el municipio de Chía, por el sur con la localidad de Engativá, por el oriente con la localidad de Usaquén y por el occidente con el municipio de Cota (Informe Alcaldía Local de Suba, 2016).

Entre las décadas del 70 y 80, el proceso migratorio de los departamentos de Santander, Boyacá, Tolima y Cundinamarca generó tensiones complejas en el orden social, económico, político y cultural de la localidad. Hoy, Suba cuenta con una gran diversidad cultural y étnica, con un amplio intercambio entre personas y culturas originarias de diferentes regiones, provincias y estratos del país.

Esta población está dividida en estratos socioeconómicos donde predominan los estratos 2 y 3, con un 28 % y 35.5 % respectivamente (Cámara de Comercio de Bogotá-Suba, 2009).

En 2002, esta localidad contaba con 259 barrios en la zona urbana y con 3 veredas en la parte rural: La Conejera, Tuna y Las Mercedes; está compuesta por 12 Unidades de Planeación Zonal (UPZ): la Academia, Guaymaral, San José de Bavaria, Britalia, El Prado, La Alambra, Casa Blanca Suba, Niza, La Floresta, Suba, El Rincón, Tibabuyes y una Unidad de Planeación Regional (UPR): Chorrillos. (Alcaldía Local, 2012).

De acuerdo con el censo del DANE del 2005, la población afrocolombiana en Suba era de 14.591 habitantes, pero según las Proyecciones de población 2006-2015, esta se incrementaría a 46.800 habitantes, frente a la proyección total de 1.200.000.

Según el informe facilitado por la Subsecretaría de Asuntos Étnicos de la Alcaldía Local de Suba, la mayor concentración de población afrocolombiana se encuentra en la UPZ 28 que corresponde al barrio de El Rincón y la UPZ 71 que corresponde a Tibabuyes.

El proceso de asentamiento de estos sectores poblacionales ha estado condicionado por las dinámicas de poblamiento y de desarrollo urbano y su estructura actual es el resultado del proceso histórico que ha consolidado los subterritorios pertenecientes a esta localidad, cuyas variables principales han estado regidas por la topografía local y la propiedad latifundista de la tierra durante la Colonia y principios de siglo XX.

Los siguientes gráficos muestran la caracterización de las comunidades afrocolombianas en la localidad.

Caracterización de las comunidades afrocolombianas en la localidad de Suba Características objetivas de la comunidad afrocolombiana asentada en Suba

Según la gráfica, la comunidad afrocolombiana en la localidad de Suba se estableció en los barrios El Rincón con un 78%, Comuneros La Palma y Suba Compartir cada uno con el 7 %; en la Gaitana y Los Cerezos cada uno con el 1 %. El 97 % de la población que participó en la investigación, manifestó haber llegado donde familias nativas de sus lugares de origen, con quienes tuvieron relaciones familiares y vecinales. Generalmente han habitado hasta en tres lugares de la ciudad, para finalmente asentarse donde vuelven a tejer las relaciones familiares, sociales, económicas y afectivas.

Fuente: entrevistas realizadas a la comunidad afrocolombiana de Suba (2015)

Gráfico No.1 Georreferenciación en la localidad de Suba. 

Conforme la gráfica, la mayoría de la población encuestada es originaria del departamento del Chocó, seguido de Antioquia, Sucre, Bolívar, Córdoba, Nariño, Atlántico, Bogotá, Magdalena, Valle del Cauca, Boyacá y Risaralda. El 1 % referido a Bogotá indica que se da una dinámica de redesplazamiento de la población afrocolombiana entre localidades y barrios de la ciudad.

Fuente: entrevistas realizadas a la comunidad afrocolombiana de Suba (2015)

Gráfico No 2 Lugar de procedencia de la población afrocolombiana en Suba. 

La gráfica señala que la comunidad está conformada en un 55.22 % por mujeres y en un 44.78 % por hombres. Esto significa que la mujer es el sujeto activo de concentración de la comunidad afrocolombiana.

Fuente: entrevistas realizadas a la comunidad afrocolombiana de Suba (2015)

Gráfico No.3 Género. 

La gráfica muestra que la población afrocolombiana es mayoritariamente joven. En orden de importancia los rangos de edad son: de 21 a 30 años; de 10 a 20 años, de 31 a 40, de 41 a 50 y de 51 a 60. Las características etáreas de este grupo de población dificulta la documentación histórica de su proceso de asentamiento en la localidad de Suba.

Fuente: entrevistas realizadas a la comunidad afrocolombiana de Suba (2015)

Gráfico No 4 Rango de edades. 

Esta gráfica muestra que desde hace 23 años fue significativa la llegada de población afrocolombiana a la ciudad y a la localidad de Suba. Ese número de años indica arraigo y establecimiento de relaciones intercomunitarias y sociales que tienden a permanecer en esa localidad.

Fuente: entrevistas realizadas a la comunidad afrocolombiana de Suba (2015)

Gráfico No.5 Trayectoria de asentamiento. 

De acuerdo con la gráfica, las principales actividades económicas que sustentan a la población afrocolombiana de la localidad de Suba en su orden son: empleados, amas de casa e independientes.

Fuente: entrevistas realizadas a la comunidad afrocolombiana de Suba (2015)

Gráfico No 6 Actividades económicas. 

Características subjetivas de la comunidad afrocolombiana asentada en Suba

A continuación, se enuncian las principales prácticas culturales que permiten la socialización y construcción de sentido de comunidad de la población afrocolombiana asentada en la localidad de Suba:

a) Lugares de encuentro y socialización.

Los lugares de encuentro y socialización de la comunidad son: las viviendas de familias extendidas, las peluquerías, restaurantes, discotecas, billares y las plazas de mercado. Estos lugares construyen la cotidianidad del intercambio económico, actividades de esparcimiento, conservación y reproducción del sentido estético y el disfrute de sus comidas típicas que evocan los lugares de donde son originarios.

b) Prácticas culturales, identidad y construcción de comunidad

Las actividades de orden cultural que alimentan y reproducen sentido de pertenencia a una comunidad específica son las fiestas como actividad de esparcimiento de la comunidad y vivencia de su espiritualidad alrededor de las fiestas en honor a San Francisco de Asís y de la Virgen de Atocha.

Los ritmos musicales con elementos ancestrales afrocolombianos como el reguetón, la salsa choque, salsa y la música folclórica promovidas por organizaciones comunitarias afrocolombianas son prácticas culturales que propician el encuentro, el desfogue de la alegría y la socialización entre esta población.

La percepción de la pigmentación de la piel genera sentimiento como iguales, en un territorio que no les pertenece y al que llegaron en calidad de desplazados e inmigrantes. Los afrocolombianos se sienten distintos a los demás que habitan en el territorio por su sentido de solidaridad, su alegría y su actitud descomplicada ante a la vida y las circunstancias históricas que construyen cotidianamente.

Conclusiones

La investigación confirma que continúa la dispersión de la población afrocolombiana entre las distintas regiones del país, fenómeno que data desde 1851. Sus principales actividades económicas y productivas se relacionaron principalmente con la minería y la agricultura. El contacto con poblaciones indígenas y mestizas en nuevos espacios geográficos permitió la dinamización de las relaciones interculturales, la construcción de nuevos imaginarios y simbologías sobre los cimientos de sus diversas culturas ancestrales.

Como efecto del fenómeno del desplazamiento originado por factores de violencia y pobreza, grandes cantidades de población afrocolombiana migra permanentemente hacia los centros urbanos, y se asientan en las zonas periféricas de la ciudad de Bogotá, conformando cinturones de miseria habitando en inquilinatos y tugurios en condiciones de hacinamiento.

Inicialmente, la investigación apuntó al análisis del asentamiento de las comunidades afrocolombianas en la ciudad y específicamente en la localidad de Suba, en los barrios El Rincón, La Palmas, Santa Cecilia, La Gaitana, Lisboa y Tuna Alta, que corresponden a las UPZ 28, 71 y Suba Centro. Esta población proviene fundamentalmente del departamento del Chocó, uno de los más pobres del país con baja inversión y escasa presencia del Estado.

La población encuestada es mayoritariamente femenina, lo que llama la atención con respecto al carácter femenino de la concentración de afrocolombianos en el sector. Igualmente, la población es fundamentalmente joven (entre 21 y 31 años), probablemente por esta razón desconocen el proceso de asentamiento en la ciudad y han perdido características culturales de su territorio de origen en el proceso de adaptación a la ciudad. Como lo muestra la gráfica No.6 (Trayectoria de asentamiento) vemos que la mayor parte de la población afrocolombiana reside en la ciudad hace más de 18 años, lo que indica que su llegada fue a edad temprana o que incluso nacieron en la ciudad.

Respecto a la ocupación de la población estudiada, la mayoría se identificó como «empleada» y en igualdad de proporciones como «ama de casa» o «desempleado», lo que nos sugiere que se trata de población económicamente activa.

Se observó que la población afrocolombiana de estas regiones conserva prácticas culturales características de sus regiones de origen, como las fiestas religiosas, costumbres culinarias, medicina ancestral, música y baile. La mayoría se autorreconocen como «negros» o afrocolombianos que constituyen en elementos básicos para la construcción de identidades colectivas y por tanto de comunidad en un contexto urbano.

El énfasis que se le da a la música afrocolombiana tiene que ver también con su reconocimiento a través del tiempo, de diferentes grupos y ritmos que han surgido a nivel nacional.

Así mismo, concluimos que esta es una comunidad en potencia, que se construye de manera inconsciente por las relaciones económicas y socioculturales de la cotidianidad. La identificación y el sentido de pertenencia como afrocolombianos se genera a partir de la pigmentación de la piel como iguales en un territorio que no les pertenece y se auto identifican como diferentes por su sentido de solidaridad, su alegría y lo que denominan «actitud descomplicada» ante la vida.

Algunas prácticas culturales relacionadas con la resistencia afrocolombiana en el pasado, cambian de esencia y adquieren nuevas significaciones en el contexto político y socioeconómico actual.

La asignación de recursos públicos a la política de Acciones Afirmativas en favor de las comunidades afrocolombianas, generan conflictos entre sus organizaciones y liderazgos.

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1 Este artículo es producto de las investigaciones «Comunidad afrocolombiana del barrio El Rincón de Suba, Bogotá» realizada en 2015 y «Prácticas culturales, identidad y construcción de comunidad en la población afrocolombiana en la Localidad de Suba, Bogotá» desarrollada en 2017, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Facultad de Ciencias Sociales, Programa de Trabajo Social.

5Participaron en la ejecución del proyecto como auxiliares de investigación, Wendy Paola Calderón Venegas y María Alexandra Fajardo Corredor. Agradecemos la colaboración de líderes y miembros de la comunidad que hicieron posible la recolección de datos para la realización de la investigación.

Cómo citar este artículo: Camelo Mayorga, Alba Stella; Posada Torres, Martha del Socorro & Arrieta Sánchez, Abelino Andrés (2019). Identidad y construcción de comunidad en la población afrocolombiana de la localidad de Suba, Bogotá. Tabula Rasa, 32, 271-288. DOI: https://doi.org/10.25058/20112742.n32.12

2Historiadora de la Universidad de los Pueblos Patricio Lumumba, Moscú, magister en Estudios de África Subsahariana de El Colegio de México. Investigadora principal del grupo Educar para el Desarrollo Humano.

3Socióloga de la Universidad de Santo Tomás, especialidad en Planificación y Desarrollo. Investigadora del grupo Educar para el Desarrollo Humano.

4Líder comunitario. Gestor de proyectos de intervención social en entidades sin ánimo de lucro, defensoras y promotoras de los derechos humanos en Colombia. Investigador del grupo Educar para el Desarrollo Humano.

Recibido: 24 de Mayo de 2018; Aprobado: 23 de Febrero de 2019

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